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Agradezco a Paul Alérini y a Sophie Aouillé por su lectura, así como a Claude
Jaeglé, cuyo apoyo fue decisivo.
PREFACIO
1
que algo, en el orden del deseo, fue tocado […]”, constata Denis Vasse, pero “no
hablamos de eso muy a menudo2”. La historia de esta negligencia queda por
escribirse, comenzando por el escaso tiempo que Lacan dedica a la “pulsión
invocante” y al “afecto auricular”. Erik Porge muestra la historia de la concepción
lacaniana de la voz como objeto pulsional y ordena de manera útil los
componentes, pero en ese trayecto él espera pacientemente al lado de los hechos
desdeñados. El pensamiento psicoanalítico mantiene, por ejemplo, de las
Metamorfosis de Ovidio, la figura de un Narciso enamorado de su imagen que
contempla en el agua, fijando así el narcisismo a la mirada y la visión. Ahora bien,
el texto de Ovidio no ilustra solamente una réplica de la imagen de Narciso en el
agua; su voz también se duplica en la de la ninfa Eco. Erik Porge elabora
hipótesis importantes relacionadas con un eco que precede a la voz misma, en
lugar de verlo como una duplicación consecutiva. Partiendo de esto debería
generarse todo un debate, puesto que si en la vida del niño se propuso la
anterioridad de la voz respecto a la mirada, era para establecer una semejanza
entre el tiempo de identificación vocal con el tiempo de identificación narcisista,
concedida por la experiencia del espejo3. Contrario a esto, Porge las distingue
fundamentalmente. La voz no está solamente en contraste con lo visual, opuesto
al campo de la mirada, sino que antes de eso contrasta con ella misma de una
manera mucho más perturbadora.
Si Erik Porge se siente autorizado para sostener esta distinción hasta el final,
es porque posee sin duda algo que muchos autores y psicoanalistas no tienen:
canta desafinado. Pero realmente desafinado, no hay nada que hacer. En su vida,
esta experiencia fue duradera y decepcionante. A Porge le hubiera gustado cantar
bien, y así poder entregarse más íntimamente a su gusto por la música, opuesto a
esto, tuvo que desilusionarse. Algo, en su voz, nunca ha dejado de atentar contra
el deseo de escuchar la justeza de su gusto musical confirmada por la facultad de
cantar bien. El autor nos muestra que la falta de confirmación y la extraña
infidelidad de la voz al deseo de cantar del melómano, son esenciales para
caracterizar la estructura del objeto de la voz y su experiencia subjetiva. Es más
justo cantar desafinado si se quieren hacer audibles la disonancia propia del
hecho vocal y el malestar en el sujeto cuando la percibe. Lo sonoro y sus
modulaciones agradables o desagradables son oportunidades interesantes para
reflexionar sobre la estructura áfona de la voz. Asimismo, un segundo elemento
retiene su atención: cantar desafinado no obedece a ninguna causa orgánica. La
llegada intempestiva de notas desafinadas a la voz no viene de una deficiencia
fisiológica; lo entendemos poco a poco a lo largo de su investigación, sino de la
irreductible desemejanza entre escuchar, escucharse y hacerse escuchar. Entre
oír, oírse y hacerse oír. En cualquier caso, cada sujeto experimenta en algún
2
D. Vasse, El árbol de la voz [L’arbre de la voix], París, Bayard, 2010, p. 55 y 59.
3
Esta es, por ejemplo, la posición de Mladen Dolar en un ensayo por lo demás inspirador, Una voz y
nada más [Une voix et riend’autre], Caen, Edición Nous, 2012, p. 51.
2
momento el desconocer algo en su propia voz, sufre la ambigüedad y soporta la
ruptura que este desconocimiento provoca en la identidad subjetiva. Cantar
desafinado, escuchar voces, no reconocer su voz cuando la escucha de una
grabación, son experiencias sonoras por las que el individuo debe enfrentar que
hay una identidad sin confirmar de la voz. Cantar desafinado no es más que una
de las manifestaciones de esta fatalidad que persigue a la voz: ser una copia de sí
que no corresponde a ella misma.
Claude Jaeglé
INTRODUCCIÓN
4
No obstante, señalemos la última ópera de Christoph Willibald Gluckm, Eco y Narciso [Écho et Narcisse]
(1779).
5
P.-L. Assoun, La mirada y la voz [Le regard et la voix], t. II, París, Ed. Económica, 1995, p. 71-72.
3
Étienne Tabourot dedicó un capítulo de su libro en 1583 6, cuya tradición fue
perpetuada por Víctor Hugo (Odas y baladas).
Darle de nuevo voz a Eco introduciendo un estadio del eco va más allá del
homenaje literario. Apoyándose en el valor del mito como forma escrita de la
estructura, nos proponemos delimitar el espacio-tiempo topológico de la voz en la
pulsión invocante. Esta voz que Sócrates llamaba su daimonion: “los inicios se
remontan a mi infancia: es como una voz que se hace escuchar, la cual, cuando
se presenta, me aparta siempre de hacer lo que vaya a hacer, y en cambio, a
hacer algo no me incita nunca” (Apología de Sócrates).
4
barril con montura de hierro y no eleves hacia mí el debilitado eco de tus
protestas11.”
El estadio del eco constituye también otro tipo de apoyo para abordar
fenómenos clínicos que conciernen a la voz. Por ejemplo, con este se pretende
que la ecolalia12 en el autismo deje de ser reducida a la simple ilustración de un
estadio del espejo que se constituiría fuera del habla.
11
Michaux, H. “Caso de locura circular” [Cas de folie circulaire], en Obras completas t. I, Gallimard, col.
“La Pléiade”, p. 4.
12
N.T. Perturbación del lenguaje que consiste en que el enfermo repite involuntariamente una palabra o
frase que acaba de pronunciar él mismo u otra persona en su presencia. Tomado de:
http://lema.rae.es/drae/?val=ecolalia.
13
Didier-Weill, A. Invocaciones. Dionisio, Moisés, san Pablo y Freud, [Invocations. Dionysos, Moïse, saint
Paul et Freud], Calmann-Lévy, 1998, p. 12.
5
Es digno de resaltar que Lacan haya incluido a la voz en la lista de objetos a
antes que a la mirada, y sobretodo que lo haya hecho a partir de las voces
alucinadas y el súper-yo.
Con este último “objeto” Lacan termina la designación de los objetos a,estos
son: el seno, las heces, la voz y la mirada. El objeto oral y el objeto anal ya habían
sido aislados por los analistas desde Freud, especialmente Karl Abraham y
Melanie Klein, como objetos “pre-genitales”, parciales o, más bien, objetos de
amor parcial. Sin embargo, las más de las veces se abordaban desde una
perspectiva genética de estadios de desarrollo, que convergían en una pulsión
genital supuesta, según Freud, unificados en die ganze sexual Strebung (la
aspiración sexual total), de lo que Lacan disiente 14.Las pulsiones sexuales son
pulsiones parciales, parciales de ninguna totalidad; no son completas. Si ese todo
existiera significaría que habría una relación sexual (entre un todo masculino y un
todo femenino) que podría inscribirse, lo que por cierto contradice Freud. La libido
es “color-de-vacío15”.
14
Freud. S, Metapsicología, [Métapsychologie], París, Gallimard, 1968, p. 41; Lacan, J. Los cuatro
conceptos fundamentales del psicoanálisis [Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse]
15
Lacan, J. Escritos [Écrits], París, Le Seuil, 1966, p. 851.
16
N.T “En la lengua francesa, "fantasme" se corresponde con nuestro español "fantasía": "producción de
la imaginación por la cual el yo busca escaparse de la influencia de la realidad", en tanto " fantôme"
designa al fantasma como espectro. Lacan usa el término fantasme tanto para referirse a la palabra
castellana "fantasía" en su uso coloquial, como para designar el concepto freudiano de fantasía, así
como también para nombrar la noción nueva que introduce, y que en castellano usamos los
psicoanalistas como "fantasma fundamental"”. Tomado de: Laplanche, J. y Pontalis, J.B.: Fantasma, en
Diccionario de psicoanálisis, Barcelona, Editorial Labor, 1971.
6
Es en este último seminario parece formarse un bucle para inventar a la voz
como objeto a. De esta manera, Lacan parte de un estudio de la voz en la
psicosis para luego regresar con la voz como objeto a.
17
Lagache, D. Las alucinaciones verbales y la palabra, [Les hallucinations verbales et la parole], París,
Librería Félix Alcan, 1934, p. 1.
18
Ibid., p. 87.
19
Ey, H. Tratado de las alucinaciones [Traité des hallucinations] t. I, París, Masson, 1973, p. 195.
7
continuación. La primera es la ausencia de sensorialidad: “Es una voz muda”,
“Es más bien una idea” dice el sujeto. Esto explica la infinidad de formas que
caracteriza a este tipo de alucinación. La segunda característica fundamental
es la impresión del que alucina “de no ser él mismo el autor del discurso,
aunque “interior”, que escucha”. El espacio de su interioridad está agujereado,
perforado por algo externo, una xenopatía 20, diríamos. Lo que le es más íntimo
le es a la vez exterior. Padece de lo que el neurótico logra luego de varios años
de análisis, lo que es, por lo demás, el objetivo de la máxima freudiana Wo Es
war, sollIchwerden.. Estas alucinaciones traducen una intrusión del Otro en yo,
un Otro que habla, piensa en mi lugar. Un Otro es Yo.
8
EL ESQUEMA DEL AUTOMATISMO MENTAL,
DEL ECO DEL PENSAMIENTO
23
Gatian de Clérambault, Obra psiquiátrica [Œuvrepsychiatrique], t. I y II, París, PUF, 1942, p. 486.
24
Ibid., p. 485, 493. Cf. También la tesis de ÉlisabethRenard, El doctor GaëtanGatian de Clérambault, vida
y obra [Le docteur Gaëtan Gatian de Clérambault, sa vie et son oeuvre] (1872-1934), París, Librería Le
François, 1942.
25
De Clérambault, G.G. op. cit.,p, 589-591 ; É. Renard, op. cit.,p. 95.
26
Renard, É. op. cit.,p. 96-97.
9
imágenes impuestas por algo exterior, juegos verbales fraccionados: frases,
palabras, sílabas, palabras jaculatorias dichas al azar con escansiones que
manifiestan la fragmentación verbal…
27
Guiraud. P. Las formas verbales de la interpretación delirante [Les formes verbales de l’interprétation
délirante], AMP, 1931. Publicado de nuevo en La revista lacaniana [La revuelacaniene], n° 6, Toulouse,
marzo de 2010. Cf. Los comentarios de J. Allouch y E. Porge en“Littoral”, n°3/4, Toulouse, febrero de
1982.
28
Lacan, J. Las psicosis [Les psychoses], París, Le Seuil, 1981, p. 219.
29
Ibid., p. 182.
30
Ibid., p. 140.
10
Desde entonces se entiende que Lacan haya seguido la vía de las voces
para abordar las psicosis. No obstante, no se trata de aplicar a las psicosis una
teoría constituida del lenguaje, sino de habitar en el lenguaje incluyendo la
problemática de la psicosis, sin caer por esto en una teoría delirante del
lenguaje, como lo haría Jean Pierre Brisset, por ejemplo. La línea divisoria que
las distingue es muy delgada. Está trazada por la significación. La significación
está sometida alas leyes de composición del significante (metáfora y
metonimia), la significación (Bedeutung) es el falo. La forclusión de un
significante, el del Nombre del padre, hace que caiga en un vacío (el vacío del
pensamiento, el dejar caer de Schreber) o una exceso de significación (el
neologismo); la significación no remite ahora a otra significación sino a la
significación misma (la lengua fundamental de Schreber) y con esto se llega a
la psicosis. Al mismo tiempo, las leyes del lenguaje derivan en un más allá de
la significación, un “centro exterior al lenguaje”: “Decir que este sentido mortal
revela en la palabra un centro exterior al lenguaje es más que una metáfora y
manifiesta una estructura. […] Si se quisiera dar una representación intuitiva de
esta, parece que más que a la superficialidad de una zona, es a la forma
tridimensional de un toro a lo que habría que recurrir, en virtud de que su
exterioridad periférica y su exterioridad central constituyen una región única31».
31
Lacan, J. “Función y campo de la palabra” [Fonction et champ de la parole], en Escritos, op. cit., p. 120.
32
Lacan, J. “Las psicosis” [Les psychoses], op. cit., 8 de febrero de 1956, p. 154-157.
11
Es en este momento que Lacan decide hacer una rotación; si tuviera que
hacer una pausa, no lo haría sin la psicosis. Decide presentar el espléndido
ejemplo de la paz del atardecer33. “Están en el declinar de una jornada de
tormenta y fatiga, contemplan la sombra que comienza a invadir lo que los
rodea, y algo les viene a la mente, que se encarna en la formulación la paz del
atardecer.” No sabríamos decir si esta formulación viene de afuera o de
adentro. Y Lacan concluye: “Llegamos ahora al límite donde el discurso
desemboca en algo más allá de la significación, sobre el significante de lo
34
real. Nunca sabremos, en la perfecta ambigüedad en que subsiste, lo que
debe al matrimonio con el discurso.” Haciendo un esquema, podría decirse que
lo que impide que la significación remita infinitamente la significación es el
significante en lo real, es decir, la franja que limita con la psicosis.
La novedad radical que representa Lacan en relación con todo lo que fue
elaborado antes de él se debe a su necesidad de encontrar una topología para
ubicar al sujeto en esta, lo que es, por cierto, la única manera de que nosotros
mismos nos volvamos otro tipo de locos.
12
El grafo comienza a ser definido y explicado en el seminario “Las
formaciones del inconsciente” (1957-1958). Ahora bien, este es contemporáneo
con el artículo “De una cuestión preliminar…” y no es casualidad que las
alucinaciones de Schreber sean un elemento con el que las construye.
También hay que agregar que la matriz del grafo proviene explícitamente del
punto de almohadillado del significante que Lacan incluyó en Las psicosis.
38
Ibid., p. 806.
39
Lacan, J. Las formaciones del inconsciente [Les formations de l’inconscient] (16 de abril de 1958), París,
Le Seuil, 1998, p. 333.
40
Freud, S. “El yo y el ello”, en Ensayos de psicoanálisis, París, Payot, 1981.
13
Otros analistas adoptaron el paso de Freud a este respecto. Citemos como
ejemplo a Otto Isakower y a Robert Fliess (el hijo de WilhemFliess, quien
emigra a los Estados Unidos y se hace psicoanalista) en un artículo clásico,
citado varias veces por Lacan, y del que volveremos a hablar más adelante 41.
41
Fliess, R. “Silence and verbalization: a supplement to the theory of the “analytic rule””, The
international journal of Psychoanalysis, vol. XX, 1949, p. 21-30. Traducido por François Sauvagnat, en La
voz, op. cit.: “De la misma manera en que el núcleo del yo es el yo corporal, la esfera auditiva humana,
modificada en la dirección de una capacidad de lenguaje, debe ser considerada como el núcleo del
superyó.”
42
Lacan, J. Los escritos técnicos de Freud [Les écrits techniques de Freud], París, Le Seuil, 1975, p. 220.
43
Rabinovitch, “Las voces” [Les voix], Toulouse, érès, 1999, p. 64.
44
Lacan, J. Las psicosis [Les psychoses], op. cit., p. 312-313.
45
Lacan, J. EL yo en la teoría de Freud y en la técnica del psicoanálisis [Le moi dans la théorie de Freud et
dans la technique de la psychanalyse], París, Le Seuil, 1978, p. 158
46
Lacan, J. La angustia [L’angoisse], París, Le Seuil, 2004, p. 291.
47
Lacan, J. Aún [Encore], París, Le Seuil, 1975, p. 10-13.
48
N.T. Lacan escribe jouis (goce) con su homófono j’ouïs(yo oigo).
49
Lacan, J. Las formaciones del inconsciente [Les formations de l’inconscient], op. cit., p. 343.
14
La voz se denomina como “paso en la medida en que es evanescente” del
significante. Es un resto irreductible del significante y esencial en su
articulación, dada su función de sostener el paso. La voz no es todavía
reconocida como objeto a, aunque empieza a adoptar un lugar particular en
función del significante, pero sin reducirse a este.
En ese momento, Lacan precisa por primera vez que tres objetos cumplen
con esta condición de tener una forma de corte y pueden así cumplir con la
función de supliren el intento fallido de nombrarse. Estos son los objetos
denominados pregenitales (seno, heces), el falo y… las voces. “La tercera
variedad de objeto que cumple exactamente la misma función en relación al
sujeto en su punto de desfallecimiento, de fading, no es otra cosa, y ni más ni
menos que lo que se llama comúnmente el delirio, y muy precisamente aquello
por lo cual Freud, desde casi el comienzo de sus primeras aprehensiones pudo
escribir: ellos aman a su delirio tanto como a sí mismos 51.”
50
Lacan, J. El deseo y su interpretación, [Le désir et son interprétation], 20 de mayo de 1959, inédito.
51
Ibid.
15
La “voz” es, como los objetos pregenitales y el falo, “estructurada por el
corte”, lo que, por lo demás, es lo que la hace apta “para jugar ese papel de
soporte en el nivel donde el sujeto se encuentra a sí mismo situado como tal en
el significante”.
Lacan hace también, una vez más, el paralelo con “el vozarrón” del superyó,
no dejando por esto de diferenciarla de la del delirio.
El motivo para situar a las voces del delirio en el lugar de la voz como objeto
a se relaciona con la forma en que algo es eludido siempre, de manera
singular, cuando el delirante trata de comunicar algo sobre la naturaleza de sus
voces. Eso se reduce a veces al hecho de que “eso” le es impuesto. Su
dificultad para hablar de ello, fuente de tantos interrogantes para los
psiquiatras, hace en sí misma parte de las voces como objeto a.
16
se comparaba con un psicótico por su rigor53, pero el fantasma no es la vía
para diferenciar la neurosis de la psicosis. El fantasma plantea una
equivalencia entre las voces del delirio y la voz del neurótico. Estas tienen las
mismas características formales de objeto separable que suple a la falla del
sujeto que se nombra.
El hecho de usar como ejemplo las voces alucinadas para constituir la voz
como objeto a suscita muchas preguntas. La primera que viene a la mente, y
que se ha deslizado entre los renglones desde el principio, es la que Lacan
formula explícitamente en 1976 luego de una presentación de un enfermo que
padecía de la imposición de palabras: “¿Cómo es que no sentimos todos que
unas palabras de las que dependemos nos son de alguna manera impuestas?
Es precisamente por eso que lo que llamamos enfermo llega algunas veces
más lejos que lo que llamamos un hombre normal. La cuestión se centra más
bien en saber por qué es que un hombre normal, llamado normal, no se da
cuenta de que la palabra es un parásito, que la palabra es un enchapado, que
la palabra es la forma de cáncer por la que el ser humano está afligido 54.”
En todo caso, esto no indica por qué la franja se vuelve fronteriza con la
locura, pero retomar el inmenso trabajo de Lacan acerca de la causalidad de la
locura supera el marco de nuestro propósito. Acá nos limitaremos simplemente
a avanzar en algunas hipótesis que, a partir del seminario de la psicosis,
reconocen una evolución en esta causalidad.
53
Lacan, J. “Conferencias y entrevistas en universidades norteamericanas” [Conférences et
entretiensdans des universités nordaméricaines], Scilicet, 6/7, París, Le Seuil, 1976, p. 9.
54
Lacan, J. El síntoma [Le sinthome], París, Le Seuil, 2005, p. 95.
55
Lacan, J. RSI, 21 de enero de 1975 y 8 de abril de 1975, inédito.
17
El hecho de equiparar a las voces con la voz, las inscribe en seguida en el
circuito de la pulsión.
56
La articulación de esta continuidad con la discontinuidad (escansión) de las voces, requiere de un
esclarecimiento suplementario. Podría venir de la distinción propuesta por Freud entre el ello (Es) y el
inconsciente, y del aporte de Lacan cuando lo reanuda (principalmente en La lógica del fantasma, 11 y
18 de enero de 1967) con la distinción respectiva entre el no-yorelativo a un “no pienso” de la estructura
gramatical de las pulsiones y del fantasma del lado del ello, y el no-yo relativo a un “no soy” en el sueño
o el chiste.
57
Guiraud, P. op. cit.
58
N.T. Cuello almidonado, de camisa, de consistencia dura.
59
Ibid., p. 406.
60
Miller, J. –A. “Jacques Lacan y la voz” [Jacques Lacan et la voix], en La voz, op. cit.,p. 183.
18
deseo es indecible y en donde lo escrito no ha desempañado su función de
separar, hacer una discriminación entre el homo (identidad, o casi) de la fonía.
No es necesario que la homofonía sea completa, solo hace falta que los
pájaros distingan una analogía en los sonidos; Santiago o Cartago,
Chinesenthum o Jesum-Christum… Schreber se regocija por la posibilidad que
se le ofrece de “confundir” a los pájaros que le hablan “lanzándole en desorden
y arbitrariamente palabras que se parecen por su consonancia”, y eso se
convierte en una “especie de pasatiempo”.
Él lucha contra las alucinaciones con las armas de esta (la homofonía), y de
esta manera crea un terreno de juego en común. No obstante, su principal
recurso es la escritura y la publicación de sus “hechos memorables”
(Denkwürdigkeiten), sus llamadas Memorias, las cuales se confunden con la
61
“La voz se determina por la letra” [La voix se détermine de la lettre], ella procede a partir del
entrelazamiento de RSI, dice René Law en La voz, op. cot., p. 155, 160.
62
N.T. o “pájaros parlantes” a los que atribuye una serie de propiedades muy llamativas. Tomado de:
http://clinicadelosocial.weebly.com/uploads/6/6/9/1/6691816/caso_schreber.pdf
63
D.P Schreber, “Memorias de un neurópata” [Mémoiresd’unnéuropathe], trad. P. Duquenne y N. Sels,
París, Le Seuil, 1975, p. 175.
19
evolución del delirio que va hacia una tentativa de cura, bien sea por el valor
que tiene como solución de un hacer-saber, o para hacer escuchar 64.
Además, las voces son integradas al circuito pulsional del hacerse escuchar
y lo ponen en un lugar preponderante.
64
Porge, E. “Schreber escritor” [Schreber écrivain], Essaim, n°16, Toulouse, érès, primavera 2006.
65
Lacan, J. Los no incautos yerran [Les non-dupeserrent], 9 de abril de 1974, inédito.
66
Lacan, J. Aún [Encore], op, cit., p. 132 y Los no incautos erran, op, cit.
20
Klein, en cuya particularidad vamos a centrarnos en la última parte y que es un
modo de coser el sujeto a sí mismo en su relación con el Otro.
21
objeto que se manifiesta como tal. La falta del falo establece la disyunción del
deseo y el goce. En este nivel, Lacan habla de un goce en el Otro. El piso
escópico, el del fantasma, se trata del poder/potencia en el Otro. El sujeto está
condenado a desconocer que no es sino un espejismo de poder. Finalmente,
en el quinto piso, lo que emerge es el deseo en el Otro (o deseo del Otro).
68
Ibid., p. 341.
22
En una estructura de grupo hay un elemento neutro. ¿Cuál sería?, ¿no sería
precisamente el aspecto de objeto a lo que el analista encarna?, ¿cómo? Mi
respuesta es: por su silencio y por la prisa.
23
Entonces, ¿cómo proporcionarlos? Aquí interviene el silencio. No cualquier
silencio, no; uno relacionado con la pulsión que instaura lo que Lacan designa
como un más allá del análisis en el analista.
24
solamente un punto muerto, pero también puede tener un valor de reactivación,
incluso de precipitación. Esta puede constituir una escansión.
25
que coincide con el otro. Si no nos apresuramos a concluir no sabremos qué
concluir. La certeza de la conclusión ligada a ese tiempo es anticipada, este se
disuelve en el acto de concluir. En ese momento hay objeto a mirada cae en un
precipicio entre lo que puede suponer el otro, y lo que afirmo desprendiéndome
de esta suposición.
La voz como objeto a, está relacionado con el silencio, veremos que la prisa
introduce a esta dinámica la pulsión invocante.
78
Sobre el modelo de la traduction inglesa drive, Lacan propuso la traduction de Trieb por “deriva”.
26
la exploración de esta noción no había terminado todavía 79, debía
profundizarse mucho más.
79
Freud, S. “Los extravíos sexuales, Pulsiones parciales y zonas erógenas”, en “Tres ensayos de teoría
sexual”, t. I, trad. La Transa, París, 1986, p. 111.
80
Lacan, J., “El síntoma” [Le sinthome], París, Le Seuil, 2005, p. 17.
81
Fógany, La viva voz. Ensayos de psicofonética, [La vive voix. Essais de psychophonétique], prefacio de
Roman Jakobson, París, Payot, 1983.
27
No por esto lo anterior pierde validez, dado que estos estudios demuestran
la relación que hay entre el carácter erógeno del cuerpo y lalengua, cada
pulsión traza los contornos.
82
Lacan, J. Los cuatro conceptosf undamentales del psicoanálisis. [Les quatre concepts fondamentaux de
la psychanalyse], París, Le Seuil, 1973.
83
Lacan, J. La angustia [L’angoisse], París, Le Seuil, 2004, p. 37.
84
N. T. Abertura de los parpados que le da forma al ojo, esta fisura permite abrir y cerrar los ojos.
Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Fisura_Palpebral
85
Lacan, J. “Los cuatro conceptos…” [Les quatreconcepts…], op. cit., p. 155 y «Escritos», París, Le Seuil,
1966, p. 847.
86
Lacan, J. “Televisión” [Télévision], París, Le Seuil, 1973, p. 34.
28
Ziel en inglés: aim y goal. El aimes el trayecto, y el goal significa que el corte
fue marcado.
29
“pulsión invocante” aparece solo hasta 1964, el 20 de mayo, en Los cuatro
conceptos aunque no sin una cierta hesitación: “[…] la que casi habría que
llamar pulsión invocante”, dice él89.
DE BOCA EN BOCA
La voz se sitúa entre lo interior y lo exterior, lo que hace que sea apta,
cuando es sonorizada, para desempeñar el papel de objeto transicional, como
lo señaló Winnicott93. La voz no se va a estancar, empero, en esta dinámica de
juego intermediario, crea pasos entre un sujeto que habla y otro que oye, pero
también, y más que todo, entre un sujeto y sí mismo, puesto que si el otro no
89
Ibid., p. 182 y p. 178.
90
Ibid., p. 178.
91
Ibid., p. 181.
92
Fue lo que escribió André Green a partir de otro enfoque en su prefacio de la obra Al principio estaba
la voz [Au commencement était la voix], bajo la dirección de M.-F. Castarède y G. Konopczynski,
Toulouse, érès, 2010, p. 16.
93
Winnicott, D. W., Juego y realidad. El espacio potencial [Jeu et réalité. L’espace potentiel], París,
Gallimard, 1975, p. 8-9.
30
escucha mi voz como yo, tampoco yo voy a escucharla tal y como es emitida
por mí (esencialmente porque el cráneo forma una caja de resonancia, de eco).
“Escuchamos nuestra voz con la garganta y la de los otros con los oídos.
Aún lo más familiar se tiñe de extrañeza como si un doble, aunque
infinitamente cercano, se expresara en esta.
La voz no será totalmente suya sin ser por completo otra 95.”
98
94
Lacan, J. La angustia [L’angoisse], París, Le Seuil, 2004, p. 319.
95
Le Breton, D. Gritos. Una antropología de las voces [Éclats de voix. Une antropologie des voix], París,
Métailé, 2011, p. 57. Frase señalada por nosotros. El autor se refiere al personaje de Kyo en La condición
humana de Malraux.
96
Merleau-Ponty, M. Lo visible y lo invisible [Le visible et l’invisible], París, Gallimard, 1964, p. 190 y p.
194.
97
Citado por Le Breton, D. op. cit., p. 58.
98
Foto compartida por Paul Alérini.
31
por otra parte, inscribió a a en la red de conexiones entre las diferentes formas
de objeto a, como lo presentamos en el segundo capítulo.
En su seminario Las psicosis, en 1955 y 1956, enuncia que “oír y hablar son
como el derecho y el revés99” lo que da de antemano el patrón de un tejido
topológico de Moebius100 entre los orificios bucal y auricular.
Por esto, es natural que me haya apoyado en este camino trazado por Lacan
para modificar su esquema general de las pulsiones, considerando
evidentemente la dualidad de las fuentes en el caso de la pulsión invocante.
Más que adherirme a la idea de que no se cierra debido a su regreso al Otro,
propongo que se cierra de Otra forma.
Y pasando
por la boca
En lugar de y la oreja
99
Lacan, J. Las psicosis [Les psychoses], París, Le Seuil, 1981, p. 155.
100
N.T. La banda, cinta o anillo de Moebius es una superficie con una sola cara y un solo borde. Tiene la
propiedad matemática de ser un objeto no orientable. Teniendo sólo una cara no tiene sentido hablar
de cara interior y cara exterior. Tomado de: http://www.psiconotas.com/banda-de-moebius-314.html
101
Cf. mi artículo « Las voces, la voz », publicado en Essaim n° 26, “Hacerse escuchar”, Toulouse, érès,
primavera 2011.
32
El trayecto de la pulsión invocante es un bucle doble, con un ocho interior,
que corresponde al borde de Moebius entre escuchar y hablar al que se refería
Lacan. Este se cierra pero sobre un vacío, el del espacio encerrado por la
botella de Klein, lugar que vendrá a ocupar a. Lacan lo considera similar al
silencio102 que, como lo veremos más adelante es partenaire de la voz.
102
Lacan, J. Problemas cruciales para el psicoanálisis [Problèmes cruciaux pour la psychanalyse], 17 de
marzo de 1965, inédito.
103
Ibid., 16 de Junio de 1965, inédito y De un Otro al otro, París, Le Seuil, 2006, p. 249.
104
Lacan, J. De un Otro al otro [D’unautre à l’autre], op. cit., p. 258.
33
Como lo escribe Henri Meschonnic, “la voz es del cuerpo y del lenguaje a la
vez105”. Está en el punto de cruce del sonido y el sentido, el afecto y la
significación, el cuerpo y el lenguaje, esta es su “discordia”. “Ya que es silencio,
la voz divide y separa.106” Aparte de ser un signo de locura, las alucinaciones
verbales son un recurso para que el analista actúe. “Es lo que se manifiesta en
seguida en el encuentro con el loco, es decir, la voz, con lo que se puede
actuar107”, ya que la voz, reconocida, puede orientarse hacia Otra dirección, o
reinscribirse, gracias a la división que genera entre hablar y escuchar.
34
serio la mayor parte de su discurso interior112. Ahora bien, hablar del discurso
interior invalida esta perspectiva, dado que entre el monólogo “interior” y el
diálogo “exterior” hay una continuidad113”. Es un discurso que reproduce las
palabras emitidas. Proviene de un doble del yo, un yo que habla a otro yo en el
mismo sujeto. Lacan lo experimenta cuando expone “La cosa freudiana” en
Viena en 1955 (el año de su seminario de la psicosis) cuando, para su
sorpresa, su pupitre comienza a hablar114. Hay una suerte de automatismo
mental normal que no llega hasta la sonorización alucinatoria en la que el
sujeto escucha comentarios sobre sus acciones y sus pensamientos 115. En
otros casos, no es solamente un doble del yo que habla al yo, sino el superyó,
es decir, una voz que no es sonorizada y cuya autoridad se fundamenta en su
función de representar la alteridad pura de lo que se dice, sin otra garantía que
la de enunciarse incluso silenciosamente116.
ECO Y ESPEJO
En el esquema L el eco del discurso interior está ubicado sobre la línea a’-a
de la relación imaginaria, que inhibe el eje simbólico A-S. La relación a’-a se
refiere explícitamente al estadio del espejo 119, por ejemplo, en el momento en el
que el sujeto anticipa la completitud de su yo en la unidad de una imagen
reconocida por el Otro.
112
Ibid., p. 140.
113
Ibid., p. 128.
114
Ibid., p. 84 y Escritos, op. cit., p. 425.
115
Lacan, J. Las psicosis [Les psychoses], op, cit.,p. 219.
116
Lacan, J. La angustia [L’angoisse], op, cit., p. 318-319.
117
Lacan, J. Escritos [Escrits], op. cit., p. 136.
118
Lacan, J. “Los cuatro conceptos…” [Les quatre concepts…] op. cit.,p. 60.
119
Lacan, J. Escritos [Écrits], op. cit., p. 53, p. 549.
35
se debe tener en cuenta la participación de la pulsión (principalmente
invocante); y no, porque esta última excede y precede al estadio del espejo. De
esta manera, proponemos la existencia del estadio del eco para puntualizar el
sí y el no.
Esta generalización del estadio del espejo asigna un lugar a los objetos de la
pulsión, en su desorden y en el nivel de la imagen real del ramillete invertido,
invisible como tal, antes de elaborar la ilusión de estos en la imagen virtual.
La voz hace parte de esos objetos, más ahora que va a ser reactivada su
función simbólica del habla y del ideal del yo. Esta es necesaria en la
constitución del yo debido a que “el sujeto se complacerá en encontrar en él las
marcas de respuesta que fueron poderosas para hacer de su grito un llamado.
Así quedan circunscritas en la realidad, con el trazo del significante, esas
marcas donde se inscribe la omnipotencia de la respuesta. No es en vano que
120
Ibid.,p. 94.
121
Ibid.,p. 673, 674, 680.
122
Ibid.,p. 678.
123
Lacan, J. Los cuatro conceptos… [Les quatre concepts…] op. cit.,p. 132.
36
se llame insignes {insignes} a esas realidades. Este término es aquí
nominativo. Es la constelación de esas insignias {insignes} la que constituye
para el sujeto el Ideal del Yo124”.
NARCISO Y ECO
124
Lacan, J. Escritos [Écrits], op. cit., p. 679.
125
Ovidio. La metamorfosis, Libro III, 356.
37
precipita a acercársele, él la rechaza y huye como lo hace habitualmente. Eco
se esconde, se marchita, y al final no quedan más que su voz y sus huesos,
que toman la forma de una roca. Eco no es la única persona a quien Narciso
desprecia, y un día, una persona también rechazada por él lanza esta
maldición: “¡Que también ame, pero no posea nunca el objeto de su amor!”,
deseo que una diosa cumple: Narciso se enamora de su imagen que contempla
en el agua de una fuente a donde fue para saciar su sed. Sin sospecharlo, se
desea a sí mismo, es el amante y el objeto amado. No puede dejar ese lugar,
implorando a su amado, del que es separado sólo por una superficie de agua.
“¿A dónde vas cuando te busco?” clama. Al final entiende que el otro amado no
es otro que él mismo “ardo de amor por mí” dice. En estas circunstancias,
¿cómo obtener lo que desea sin separarse de su cuerpo? El dolor agota sus
fuerzas, se consume y espera a la muerte que lo liberará de sus tormentos y lo
unirá finalmente a él mismo. Pero él se niega a morir y se aferra a su amor. Eco
pasa por ahí y, pese a su resentimiento, se apiada de él. Cada vez que él -dice
“¡qué desgracia!”, su voz le responde repitiendo “¡qué desgracia!”. Finalmente,
exhausto, muere Narciso. Ovidio escribe irónicamente que “pese a que estaba
en el infierno, Narciso miraba todavía su imagen en el agua del río Styx”.
Con Eco hay réplica de la voz de Narciso, con el espejo del agua se duplica
la imagen. Estas réplicas no son iguales, están enlazadas pero no son
equivalentes. Una se refiere a la imagen, la apariencia, la otra al sonido, el
habla. La primera une (la imagen de un conjunto), la otra fragmenta (el eco de
una parte de las palabras). Hay que agregar a esto que hay dos movimientos
en sentido contrario: Narciso se acerca a su imagen, Eco se aleja del sonido
emitido126.
Esto demuestra que las problemáticas del espejo y del eco no están
superpuestas, incluso en donde se cruzan. El eco no es la duplicación de lo
que pasa en el espejo.
Si está del lado femenino, ¿implicaría entonces que toca una parte oscura,
opuesta a la luz del espejo, y que a la vez se relaciona con el continente
negro? El espejo necesita luz para reflejar la imagen, el eco no necesita de
126
Observación de Frédéric Pellion.
127
Cf. Jaeglé, “La entrevista. Artistas e intelectuales frente a los periodistas” [L’interview. Artistes et
intellectuels face aux journalistes], París, PUF, 2007.
38
esta en la oscuridad de las cavernas; incluso la noche puede amplificar la
resonancia.
128
Büchner, G. “Lenz”. Citado por P.-L. Assoun, “La mirada y la voz”, t. II, París, Económica, 1995, p. 5.
39
Como cualquier objeto a, la voz no tiene imagen especular. La mirada no es
la visión, por ejemplo, lo que nos mira es lo blanco del ojo del ciego 129. Como
objeto a la voz se distancia de las representaciones sensoriales (a saber, las
que son cantadas, de ahí el carácter huidizo de la voz interior). La sonorización
es una imaginarización más o menos agradable de la voz. Esta funciona como
plus-de-goce. Lo que caracteriza a la voz como objeto a es su paso por uno o
dos orificios corporales (la fuente de la pulsión) y la existencia de una
escansión, de un intervalo de apertura y de cierre, que hace las veces de
corte130.
Esta frase, del libro con el título evocador132 de Claude Jaeglé, podría ser
muy provechosa. El autor muestra en su texto cómo la voz de Lacan fuerza la
atención por medio de la frecuencia y duración excepcionales (que Jaeglé
midió en las grabaciones) de sus silencios y de sus pausas oratorias, así como
los múltiples cambios de registro de sus entonaciones, que pueden incluso
llegar a ser vociferaciones. Consideramos que esto debe asociarse con esta
frase de los Escritos (que, dicho sea de paso, contiene una cita, es decir, otra
voz): “Soy en el lugar desde donde se vocifera que “el universo es un defecto
en la pureza del No-Ser”133”. Claude Jaeglé considera que las particularidades
de la voz de Lacan en sus seminarios están ligadas al drama del malentendido:
“Una voz creada por un universo de malentendidos. Una voz formada y
deformada por la impotencia que experimenta al hacerse escuchar”. Su voz
habla a los sordos134.
Las pausas en el habla son esenciales. En la madre, una voz sosa, sin corte
entre los fragmentos sonoros es muy mal acogida por el infante, que termina
por distraerse. Sería pertinente también preguntarse si los silencios en el
discurso son equivalentes al eco del habla o si son, por el contrario, una
barrera.
129
Lacan, J. La angustia [L’angoisse], op. cit.,p. 293.
130
Porge, E. Las voces, la voz [Les voix, la voix], op. cit.,
131
Lacan, J. Los no incautos yerran [Les non dupes errent], 9 de abril de 1974, inédito.
132
Jaeglé, C. Retrato silencioso de Jacques Lacan [Portrait silencieux de Jacques Lacan],París, PUF, 2010.
133
Lacan, J. “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo” [Subversion du sujet et dialectique du désir],
en Escritos, op. cit., p. 819.
134
Jaeglé, C. Retrato… op. cit., p. 43,47.
40
La voz es el partenaire del silencio, el silencio del Otro. El vacío en el que la
voz resuena no es un vacío espacial, “es el vacío del Otro como tal, l’exnihilo
propiamente dicho. La voz responde a lo que se dice pero no puede responder
de eso. Dicho de otro modo, para que responda debemos incorporar la voz
como alteridad de lo que se dice135”. El vacío del Otro es el vacío por la
ausencia de una garantía última, del enigma de su deseo y de su goce. “Ahora
bien, en este vacío resuena la voz como algo diferente a las sonoridades, no
modulada sino articulada.136” Tomando como ejemplo el sonido del shofar 137en
el Yom Kipour138 (Día del perdón), Lacan interpela el pacto con Yahveh.
Hay una relación entre el vacío y el silencio que va más allá de la relación
del silencio silere con el vacío, constituye un borde entre silencio y voz que un
sujeto puede entrever, o entre-oír, durante alguna experiencia subjetiva crucial.
135
Lacan, J. La angustia” [L’angoisse], op. cit.,p. 318-319.
136
Ibid.
137
N.T. Instrumento musical fabricado con el cuerno de un animal puro, limpio (kosher), como el
carnero, cabra, antílope o gacela. Se utiliza en varias fiestas solemnes de YAHVEH, así como en algunos
servicios religiosos cristianos. Tomado de: http://es.wikipedia.org/wiki/Shofar.
138
Ibid., p. 283.
139
Kafka, F. Diario, París, Grasset, p. 459, señalado por Claude Jaeglé.
140
Barthes, R. Lo neutro [Le neutre], París, Le Seuil-IMAC, 2002, p. 50. Lacan evoca también la distinción
entre silere y tacere en Problemas cruciales para el psicoanálisis y enLa lógica del fantasma, 12 de abril
de 1967.
141
Millot, C.,¡Oh soledad! [Ô sollitude], París, Gallimard, 2011. Es una cita de la poetisa Katherine Philips.
41
como tal con el enigma de su deseo, y el regocijo de la no-dualidad
encontrada142.
Silencio y voz forman un nudo. “El grito hace el abismo donde el silencio se
precipita”, dice Lacan en un comentario a propósito de Edgard Munich El
grito144. El grito, dice, es atravesado por el espacio del silencio sin que este lo
habite, no se enlazan ni por estar juntos ni por sucederse. “El grito parece
provocar el silencio,… lo causa, lo hace surgir. El grito hace de algún modo
apelotonarse al silencio en el impasse mismo donde brota. Allí, el sujeto no
aparece más que como una significado de abertura”.
“Las figuras están ahí, masivamente, ahí, y sin embargo están como
ausentes. Ningún sentido circula entre ellas, tampoco un diálogo. Parece que
hubieran emigrado hacia un lejano inaccesible. Lo que las enlaza, aún con su
aire terco, es su indiferencia. Este enfrascamiento en ellas mismas, en donde
todo intercambio parece interrumpido, libera -esta es otra paradoja de este
arte- un sentido inesperado: la escucha. Si se puede decir que estas figuras no
ven nada, que no se ven, es porque su mirada parece captada por un objeto
142
Millot, C también a R. Barthes que imagina un silere (con la imagen del dios de Boehme) más allá del
silencio verbal (tacere) (R. Barthes, op. cit., p. 49). En su “Diario de duelo” [Journal de deuil] (París, Le
Seuil, 2009), Barthes manifiesta su “necesidad de soledad” (p. 101).
143
Hudson W. H. “Días de ocio en la Patagonia” [Un flâneur en Patagonie], París, Payot, 2002, p. 206.
144
Lacan, J. Problemas cruciales para el psicoanálisis, [Problèmes crucial xpour la psychanalyse] 17 de
marzo de 1965, inédito.
42
enmudecido, inasible, lejos de lo visible, que las retira de la escena en donde
se sitúan. La escucha es lo que perturba a la visión. La intempestiva entrada de
un sonido mudo en el lugar de la vista provoca la poco usual duplicación: ahí se
sitúa el segundo objeto145.
Algunos cantos alcanzan este límite del grito y de la voz, por ejemplo, el
cante jondo del que habla tan bien García Lorca. “La "siguiriya" gitana [el tipo
más puro y perfecto del cante jondo] comienza por un grito terrible. Un grito que
divide el paisaje en dos hemisferios iguales. Es el grito de las generaciones
muertas, la elegía desgarradora de los siglos desaparecidos, es la patética
evocación del amor bajo otras lunas y otros vientos […] después la voz se
detiene para dejar paso a un silencio impresionante y medido. Un silencio en el
cual fulgura el rostro de lirio caliente que ha dejado la voz por el cielo 149.”
145
Marcheschi, J.-P. “Piero della Francesca. Lugar claro”, Nantes, Art3, 2011, p. 58-59.
146
Freud, S. “Proyecto de psicología”, Toulouse, érès, 2011. En su excelente artículo “Travesía de la
angustia” (Psicoanálisis, n°23, Toulouse, érès, enero 2012), NicolasGuérin opta por la traducción “el
desvalimiento” de los OCF a los PUF. A partir de los textos demuestra en qué medida se diferencian el
concepto de desvalimiento de Freud y de Lacan. Para Lacan el desvalimiento “no se confunde con un
estado de desamparo, al contrario, se acerca más a un afecto de satisfacción. Marca el paso subjetivo en
donde el sujeto se da cuenta de su soledad y la acepta […] Desde esta perspectiva, el desvalimiento se
concibe como el fin, “la experiencia última” en la labor del análisis y la condición de posibilidad de la
función del analista”. Se refiere a atravesar la espera de la angustia que hace creer que más allá de ella
está el peligro de la voluntad de goce maligno del Otro.
147
Es decir, lo que une lo íntimo a la radical exterioridad del sujeto (Lacan, J. “De otro al otro”, op. cit., p.
249).
148
Lacan, J. La ética del psicoanálisis [L’éthique de la psychanalyse], París, Le Seuil, 1986, p. 68.
149
García Lorca, F. Obras completas, t. I París Gallimard, coll. “La pléyade”, p. 807, 827. Señalado por
Cristina Fontana.
43
Entre el grito y la voz propiamente dicha hay una etapa de transición en donde
se pasa por el juego de vocalizaciones, balbuceo, gorjeo, lalaciones,
motherese o parentese (ya que esto solo concierne a la madre) en donde el
niño juega con la materia sonora por placer. Se sabe hasta qué punto la calidad
de las interacciones sonoras entre el bebé y su padre son capitales para su
desarrollo futuro150. Además, en el motherese y el parentese se observa que
hay una estructura de la palabra en eco.
Hacia los 6 o 7 meses el niño es capaz de imitar los sonidos que escucha y
aproximadamente en los 8 o 10 se produce la primera pérdida vocal, cuando el
niño busca adaptar sus vocalizaciones a la palabra 151. “Antes todo era voz152”.
Para hablar hay que aceptar un sacrificio de su voz, de una parte de sí, de una
parte de su goce153. En ese sentido, la voz como objeto a es un plus-de-goce.
El estadio del eco podría estar ligado al momento en el que se pasa del grito
al llamado y a la palabra con la voz como objeto que queda, un momento
constitutivo en la distinción exterior-interior que a su vez se relaciona con toda
identificación y, por esto, también con un giro, a partir del cual hay un exterior
de lo interior. La ecolalia del autista sería la fijación a ese momento que es
también estructural.
Aunque podamos hablar con Fónagy de “estilo vocal”, en ningún caso hay
una identidad vocal objetivable, de marca vocal, y sin duda por la misma razón.
150
Cf. Los dos artículos de Laznik M.-C. y coll. “Las interacciones sonoras entre los bebés que se volvieron
autistas y sus padres” y “Las interacciones sonoras en el contexto de la investigación sobre el autismo a
partir de películas familiares”, en “Al principio estaba la voz”, [Au commencemen tétait la voix], op. cit.,
p. 171-189.
151
Gillie-Guilbert, C. “Variaciones sobre la voz de los educadores” en Al principio estaba la voz, [Au
commencement était la voix], op. cit., p. 91.
152
Konopczyinski, G. “Las implicaciones de la voz” [Les enjeux de la voix], en Al principio… op. cit., p. 35.
153
Poizat, M. citado en Al principio…, op. cit., p. 94-95.
44
CONCLUSIÓN
Aunque el estadio del eco tienen lugar grosso modo en los diez primeros
meses de la vida, no es un estadio genético ni orgánico, sino un momento
estructural que se repite, en donde el tiempo se anuda a la superficie, según la
ambigüedad de la palabra estadio, que significa primero en donde se practican
los juegos, luego (a partir del siglo XIX) el periodo de una evolución.
Retomando una expresión de Merleau-Ponty, diría que es un “torbellino
espacializante-temporalizante154”. “Si algo del origen está involucrado con la
noción de estadio es un “origen torbellinesco”, esta vez según la expresión de
Walter Benjamin155. El torbellino es el acto de rodear un agujero, es también un
alborotador. Un agujero que Lacan delimitó con el agujero “inviolable” del nudo
borromeo156.
154
Merleau-Ponty, M. “Lo visible y lo invisible” [Le visible et l’invisible], París, Gallimard, 1964, p. 298.
155
Benjamin, W. “Origen del drama barroco alemán” París, Flammarion, 1985, p. 56: “El origen es un
torbellino en el río del devenir.”
156
Lacan, J. RSI, 15 de Abril de 1975, inédito.
45
En Lila, Alain Didier-Weill habla del tiempo “a-histórico de la pulsión
invocante”, sería “en cierta forma, la matriz en la que podrían incluirse
ulteriormente las pulsiones sexuales parciales 157”.
Al hablar del origen relacionado con el estadio del eco, se debe mencionar el
origen del sujeto (que provienen del cogito, como recuerda Lacan), de un sujeto
“anterior a toda nominación158”, del sujeto en lo real, del sujeto del nudo que
encierra su lugar vacío.
El estadio del espejo sería el borde torbellinesco del silencio del sujeto, el
único significado en la abertura de la pulsión invocante, grieta que tiene la
estructura espacializada-temporalizada de una botella de Klein.
En este punto, podemos decir con Roland Barthes que “el hombre sería
como un ruido de la naturaleza (en el sentido cibernético), una cacofonía”. No
obstante, en seguida agrega: “Pero siempre la misma aporía: para hablar de
esta cacofonía necesito un curso160.”
157
Didier-Weill, A. Lila y la luz de Vermeer” [Lila et la lumière de Vermeer], París, Denöel, 2003, p. 88 y
91.
158
Lacan, J. La identificación [La identificación], 10 de enero de 1962, inédito.
159
Lacan, J. Las psicosis [Les psychoses], París, Le Seuil, p. 157, 211, y «El atolondradicho», en Otros
escritos, París, Le Seuil, 2001, p. 459.
160
Barthes, R. Lo neutro [Le neutre], París, Le Seuil-IMAC, 2002, p. 58.
46