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COLABORADORAS ELENA HERNÁNDEZ CORROCHANO

M / ÁNGELES RAMÍREZ FERNÁNDEZ Profesora Contratada Doctor en Antropología Social (UNED)


Profesora Titular de Antropología Social (Universidad Autónoma de Madrid)
SILVANA SCIORTINO
Investigadora en Antropología del Instituto de Investigaciones
en Humanidades y Ciencias Sociales, Centro Interdisciplinario
de Investigaciones en Género
(Universidad Nacional de La Plata CONICET, Argentina)
C A R M E N ASCANIO SÁNCHEZ
Subdirectora del Centro de Estudios de Africa
y profesora de Antropología (Universidad La Laguna)

TEORÍA FEMINISTA
Y ANTROPOLOGÍA:
CLAVES ANALÍTICAS

p M Editorial Universitaria
Ramón Areces
UílED
A mis amig@s.
...el feminismo tiene un fundamento emocional evidente en todas la
personas que son feministas. Es decir, tienen que haber sido capaces de
percibir la discriminación de manera suficientemente potente.... Lo que
dice Baruj Spinoza es verdad, que no nos convencen las verdades intelec
vamente, sino que la propia verdad tiene que convertirse en pasión para
resultar eficaz, para trasformarse en otra cosa.

(Amelia Valcárcel, en H, Cotrochano, E., Los estudios feministas


en las universidades españolas. Una aproximación a través del
relato de vida. 2012)

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Impreso por; Campillo Nevado, S.A.


Antonio Gon/ále/ Porras, 35-37
28019 MAI5KII)
CAPÍTULO 6
Antropología y feminismos
en América Latina: h a c i a
una práctica descolonial
Silvana Sciortino

El siguiente trabajo recorre voces, ideas, postulados que en la actuali-


dad forman parte del feminismo en América Latina. En las últimas déca-
das, las mujeres situadas en los «márgenes», las «periferias», el «tercer
mundo», se han afirmado como sujetas capaces de cuestionar y transfor-
mar un feminismo hegemónico que poco lugar deja a indígenas, afrodes-
cendentes, lesbianas, entre otras. L a historia del feminismo pone en evi-
dencia distintas estrategias, formas organizativas y acciones en
convivencia. Es posible observar, a través de esa historia, momentos en
los cuales entra en conexión con otros movimiento sociales. En América
Latina, los procesos de afirmación identitaria y movilización etno-política
le dan una impronta particular. L a intrusión colonial ha dejado una huella
que aún sangra en las luchas de los movimientos etno-políticos y que
también se deja oír en las voces e ideas que enuncian un feminismo diver-
so, mestizo, latinoamericano.

La antropología en América Latina se ha interesado por el estudio de


los procesos de etnogénesis con objetivos analíticos pero también con el
compromiso político de acompañar la afirmación de sectores históricamen-

CAPÍTULO 6. ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA 1 33


le silenciados y excluidos , lisie es un aspecto que en la actualidad reúne a
1 espacios que funcionan como locus de enunciación y reinscripción en tanto
aniropólogos/as y feministas en la conslnuvion de un pensamiento desco- sujetos-agentes. «Es decir, primero nos reinscribimos y nos rearti cu laníos
lonial. L a antropología apuesta por registrar y comprender estos fenómenos contrahegemónicamenle a partir de lo cual, en un segundo momento, nos
desde un abordaje etnográñeo que privilegie las voces de los/as actores/as autoconstituimos como sujeto-agentes» (Femenías, 2006b: 108). Lo inespe-
sociales. E l feminismo mantiene una mirada crítica ante la reproducción de rado, lo des-centrado se vuelve espacio de agencia. Locus que permiten
relaciones sexistas al interior de los movimientos políticos. Ambos cami- pensar los mecanismos de desplazamiento hacia fuera (en tanto mecanis-
nos convergen en una Antropología feminista descolonial comprometida mos de exclusión) o de afirmación en ese espacio marginal (en tanto meca-
con prácticas y saberes que confrontan la colonialidad del poder pero que nismos de identificación ya que desde la periferia se elige mantenerse y
¡t la vez se pregunta por las formas en que colonialidad y patriarcado se reafirmarse hasta constituirla en pivote de agenciación). Por ende, espacios
articulan. y sujetos marginales emergen como categorías a repensar en tanto lugares
y agentes de enunciación (Femenías, 2006a:63).
El siguiente trabajo es una introducción a las ideas que convergen en
una Antropología comprometida con el feminismo y la decolonia]idad. Para Nuevas concepciones de sujeto: sujetos excéntricos en Teresa de Laure-
la cual, realizo un recorrido por diversos estudios antropológicos y feminis- tis, sujetos nómades en Rosi Braidotti, sujetos dislocados en María Luisa
tas que dialogan con el movimiento y la lucha de las mujeres. Trabajos Femenías, agentes para Judith Butler, cuestionan la categoría moderna de
interesados en comprender el género de manera situada desde la intersec- sujeto, logrando vislumbrar concepciones alternativas. En tanto excéntrico,
ción con la pertenencia étnica y cultural. el sujeto ubicado en los márgenes, excluido del estatus de sujeto «normal»
definido por las convenciones hegemónicas del discurso, emerge de manera
contra-hegemónica. Otros/as dislocados!^, planificada o espontáneamen-
te, rehusan adoptar la forma y el lugar que las narrativas hegemónicas le
confieren (Femenías, 2007a: 194). Esto supone un proceso de esfuerzo por
I. SABERES SITUADOS: ENUNCIANDO la interpretación y re-estructuración constantes del propio yo y de su rela-
DESDE LOS MÁRGENES ción con la comunidad, la historia y la cultura (Femenías, 2006a: 62).

Las feministas latinoamericanas nos encontramos frente al desafío de E l flujo unidireccional de ideas Centro-periferias ha sido cuestionado y
construir y fortalecer prácticas y saberes que nos definan de manera más confrontado a partir de la construcción de un nuevo circuito entre periferias,
genuina ante imposiciones de contextos, luchas, soluciones, problemáticas sur-sur. Las ideas surgidas en contextos de descolonización precedentes de
externas y ajenas. Con este objetivo, nos situamos en locus inesperados; África y Asia fueron recibidas y confrontadas con experiencias de descolo-
nialidad en América. E l feminismo no se ha mantenido ajeno y ha sido un
agente crítico en la construcción del pensamiento poscolonial. Los feminis-
1 En las últimas décadas han emergido en Latinoamérica múltiples organizaciones mos del sur señalan las relaciones de poder y subalternidad entre mujeres a
fim'-políticas, las cuales no son fenómenos novedosos y espontáneos sino el producto de partir de una geopolítica que diferencia «países centrales» y países «perifé-
un proceso de fuertes raíces históricas, que en la actualidad son la expresión reformulada ricos». Esta división establece una frontera entre las mujeres del «norte» y
de la misma lucha que han llevado a cabo las grupos étnicos, pero que ahora se expresa a
las del «sur». Las últimas quedan subsumidas a una categoría de mujer
liuvés de un nuevo tipo de discurso y de acción política. E l concepto de etnogenesis. busca
comprenderla identificación étnica efectuada por un grupo humano, cuyo origen y cultura
monolítica e inflexible a la incorporación de la diferencia (Hooks, 2004;
compartida puede ser solo un dato del pasado, real o imaginario, pero que se asume como Mohanty, 1988; Mendoza, 2010).
referente fundamental en la configuración de una comunidad identitaria. Por lo tanto, der-
las prácticas y representaciones culturales se esgrimen como argumentación clave que Donna Haraway desarrolla desde una perspectiva feminista una pro-
permite la legitimidad de la colectividad que se asume en términos étnicos. Ver Bartolomé, puesta epistemológica desde la cual propone, ante el objetivismo de la cien-
2002. cia positiva, reconocer que el conocimiento es siempre parcial. El sujeto

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que conoce se encuentra inserto/a en contextos políticos y sociales determi-
nados, los cuales vivencia desde las trayectorias personales y colectivas que
2. PATRIARCADO Y COLONIALIDAD
lo constituyen. La autora propone saberes situados, insistiendo en la natu-
raleza corporizada de toda mirada y en las localizaciones circunscriptas que La crítica al colonialismo puede ser sistematizada en tres corrientes: la
permiten «aprender a ver», en vinculación a un lugar, un posicionamiento, crítica posmoderna, que expresa la crisis del proyecto moderno en Europa y
donde la parcialidad es precisamente la condición para que nuestras propo- Estados Unidos; la crítica poscolonial vinculada a las experiencias indepen-
siciones de saber racional puedan plantearse, entenderse y solucionarse dentistas de las excolonias después de la Segunda Guerra Mundial (India,
(Femenías y SozaRossi, 2011:15). Medio Oriente) y la crítica posoccidenta], situada en América Latina y cuyos
antecedentes se remontan a las primeras décadas del siglo X X (Mignolo,
A modo de saberes situados, en las últimas décadas vienen tomado 2007 citado en Bidaseca, 2010:116). En esta última linea, emerge el pensa-
tuerza estudios sobre género en intersección con otras categorías tales como miento o giro decolonial. En la segunda mitad de la década de los noventa se
la cultura, la etnia, la clase, la elección sexual, entre otras. Desde esta pers- reúne un grupo de pensadores, entre ellos Aníbal Quijano, Enrique Dussel y
pectiva, el género se reconoce como una categoría complejamente entrama- Walter Mignolo. El objetivo que los convoca responde al interés compartido
da en distintas estructuras personales, sociales, políticas. Por un lado, se por reflexionar sobre las herencias coloniales en América Latina. Desde aquel
contempla la posición subalterna de las mujeres en relación a los varones, momento el grupo fue creciendo en número y enriqueciendo su propuesta
resultado de las relaciones de poder y opresión a través de las cuales el teórica a partir del aporte de intelectuales formados/as en múltiples discipli-
patriarcado estructura la sociedad. Pero por otro lado, se hace visible que la nas. L a denominación «decolonial» es reciente, a inicios de la década de los
situación compartida entre mujeres toma distintas jerarquías dependiendo noventa emergen asociados al nombre de estudios poscoloniales latino/lati-
de la trayectoria social, histórica, cultural de cada mujer (Sciortino, 201 le). noamericanos. A fines de los noventa, el grupo había adoptado la denomina-
Las feministas poscoloniales señalan el desafío de reconocer, en palabras ción posoccidentalismo (Mignolo y Coronil) y a principios del 2000 Arturo
de Saba Mahmood, que el deseo de libertad y liberación también está his- Escobar lo denomina programa Modernidad/Colonialidad (Gigena, 2011:4).
tóricamente situado y que su fuerza motivacional no puede ser asumida a
priori. Antes bien, la libertad por la que las mujeres abogan, debe ser con- Diversas corrientes emergidas en América Latina y Estados Unidos,
siderada en el contexto de voluntades, proyectos históricos y capacidades confluyen en la conformación del pensamiento decolonial:
que son inherentes al sujeto históricamente localizado (Mahmood,
«[...] la Teología déla Liberación desde los sesenta y setenta; los
2006:149).
debates de la filosofía y la ciencia social latinoamericana sobre nocio-
Entre las antropólogas comprometidas con estudios que abordan la nes como filosofía de la liberación y una ciencia social autónoma (por
interseccionalidad del género con la diversidad cultural y étnica en América ejemplo, Enrique Dussel. Rodolfo Kusch, Orlando Fals Borda, Pablo
Latina y el Caribe se encuentran Silvia Hirsch en Argentina, Rita Segato en Gonzáles Casanova, Darcy Ribeiro); la teoría de la dependencia; los
Brasil, Silvia Rivera Cusicanqui en Bolivia, Ochy Curiel en República debates en Latinoamérica sobre la modernidad y posmodernidad de
Dominicana, Marisol de la Cadena y Maruja Barrig en Perú. Sonia Monte- los ochenta, seguidos por la discusiones sobre hibridez en antropolo-
sino en Chile, Rosalva Aída Hernández Castillo y Marcela Lagarde en gía, comunicación y en los estudios culturales en los noventa; y, en
México, por nombrar algunas. En mi opinión, la potencialidad de la antro- los Estados Unidos, el grupo latinoamericano de estudios subalter-
pología para situar el género permite acercarnos a las múltiples «miradas» nos» (Escobar, 2003:53)\
que las mujeres tenemos sobre nuestro «estar en el mundo». Las articula-
ciones entre género y etnia o entre identidades culturales e identidades de
género, así también como el reconocimiento del vínculo entre racismo y 2 Para una genealogía del pensamiento decolonial Ver Escobar, 2003; Mignolo, 2007;
sexismo, son aspectos fundamentales que hacen a una perspectiva crítica- Castro Gómez, 2007; Bidaseca, 2010. Para ver continuidades y divergencias entre el pen-
reflexiva de género. samiento decolonial y el poscolonialismo ver Castro Gómez, 1997, 2007, Mignolo, 2006,
2007; Bidaseca, 2010; Gigena, 2011.

136 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS T, É É « * ÍII»(UMS« I Í V * I A V CCkAiKUQKAr\C C M A M É D I P A I ATI NIA 1 37
listo grupo destaca el uso de las categorías Mfcutoiiialidud' y 'colonia- trabajo no pagadas a las razas colonizadas, originalmente indios,
lidad del poder', El concepto 'decolonialídad', trasgrede la suposición negros y de modo más complejo, los mestizos, en América y más
según la cual, con el fin de las administraciones coloniales y la formación tarde a las demás razas colonizadas en el resto del mundo, oliváceos
de los Estados-nación en la periferia, el mundo actual es descolonizado y y amarillos. Y, segundo, en la adscripción del trabajo pagado, asala-
poscolonial. La división internacional del trabajo entre centros y periferias, riado, a la raza colonizadora, los blancos» (Quijano, 2002:208).
asi como la jerarquización étnico-racial de las poblaciones, formada duran-
La conformación de este nuevo patrón de poder mundial necesitó de la
te varios siglos de expansión colonial europea, no se transformó significa-
instalación de la hegemonía europea sobre todas las formas de control de la
tivamente con el fin del colonialismo y la formación de los Estados-nación
subjetividad, de la cultura y especialmente de la producción de conocimien-
en la periferia. En realidad, se asiste a una transición del colonialismo
to. L a modernidad y la racionalidad fueron imaginadas como experiencias
moderno a la colonialidad global, proceso que ha transformado las formas
y productos exclusivamente europeos. Desde esta visión eurocentrada, las
de dominación desplegadas por la modernidad, pero no la estructura de las
relaciones intersubjetivas y culturales entre Europa (Occidental) y el resto
relaciones centro-periferia a escala mundial (Castro Gómez, 2007:13).
del mundo, fueron codificadas en un juego de nuevas categorías: Oriente-
Catherine Walsh, retomando las ideas de Nelson Maldonado-Torres, sostie-
Occidente, primitivo-civilizado, mágico-científico, irracional-racional, tra-
ne que la decolonialidad implica partir de la deshumanización como senti-
dicional-moderno. Este dualismo, acompañado de una perspectiva evolu-
do asociado a la colonialidad del poder, del saber y del ser. Desde ahí con-
cionista de la historia de la humanidad, son los fundamentos del
siderar las luchas de los pueblos históricamente subalternizados por existir,
eurocentrismo que conforma el nuevo patrón de poder colonial moderno
por construir modos de vivir, de poder, de saber y de ser distintos. La deco-
(Quijano, 2000:211). La conquista de América y con ella la conformación
lonialidad hace visible las luchas en contra de la colonialidad pensando
del patrón de poder colonial moderno, el cual se expande a nivel global,
desde la gente y sus prácticas sociales, epistémicas y políticas (Walsh,
implicaron un cambio histórico paradigmático. Se trata del cambio del
2005:23-24).
mundo como tal, se constituye una nueva perspectiva sobre el tiempo y
sobre la historia para la cual se recurre a la conformación de un universo de
Aníbal Quijano, uno de sus principales referentes, propone pensar en
nuevas relaciones materiales e intersubjetivas (Quijano, 2000:216).
términos de un nuevo patrón de poder global iniciado con la conquista de
América. Este patrón de poder se consolida a partir de dos ejes fundamen-
tales. Por un lado, la idea de «raza» construida como instrumento de domi- Ahora bien, en este proceso de conquista y colonización del cual surge
nación social en la formación de América y del capitalismo entre lps siglos América como «la otra» de Europa, en el cual la raza y el racismo se fundan
X V y X V I . La clasificación social en razas, divide a la humanidad en clases como ideología del sistema capitalista, las feministas nos preguntamos:
inferiores y superiores. L a diferencia entre conquistadores y conquistados ¿Cómo se configuran las relaciones de género a partir de la dominación
se codifica en términos de raza, suponiendo una diferente estructura bioló- colonial? ¿Cómo se conforma o transforma el patriarcado al entrar en con-
gica que posiciona a los primeros como superiores y condena a los segun- tacto con la colonialidad del poder? ¿De qué manera las relaciones colonia-
dos a la inferioridad. E l segundo eje refiere al control de todas las formas les se apoyan en las diferencias sexuales para consolidar poder?
históricas del trabajo, de sus recursos y de sus productos en torno al capital
En esta oportunidad presento un estudio recientemente publicado el cual
y el mercado mundial (Quijano, 2000:202). Este eje se entrama con el pri-
proviene del campo de la antropología. En «Género y colonialidad: en bus-
mero estableciendo formas de trabajo signadas por la pertenencia racial.
ca de las claves de lectura y de un vocabulario estratégico descolonial», la
«El control del trabajo en el nuevo patrón mundial se constituyó, antropóloga Rita Laura Segato, sistematiza una perspectiva que reúne apor-
así, articulando todas las formas históricas de control del trabajo en tes del feminismo y de la antropología. De esta manera, presenta una pers-
torno de la relación capital-trabajo asalariado, y de ese modo bajo el pectiva desde la cual pensar el complejo entramado que se conforma entre
dominio de ésta. Pero dicha articulación fue constitutivamente colo- patriarcado y colonialidad. Frente a posturas que sostienen un patriarcado
nial, pues se fundó, primero, en la adscripción de todas las formas de de corte universal o en diálogo con las feministas, que sostienen la inexis-

1 38 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS CAPÍTULO ó. ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA 139
lencia del género en el mundo pre-colonial (lales auno María Lugones y tura y las reorganiza manteniendo la apariencia de continuidad pero trans-
Oyeronke Oyewumi); Segato propone pensar la exisleneia pre-intrusión formando los sentidos. En consecuencia, al introducir un orden ahora
colonial de un palriarcado con características particulares, las cuales son regido por normas diferentes, las nomenclaturas permanecen, pero son rein-
transformadas o potenciadas una vez acontecida la conquista. terpretadas desde el nuevo orden moderno.

La historia de la humanidad ha sido acompañada por una pre-historia Determinados factores intervinieron en esta reestructuración moderna
patriarcal de la humanidad: de las relaciones entre los géneros. Un primer aspecto señalado por la antro-
póloga refiere a la superinflación de los hombres en el ambiente comunita-
«Datos documentales, históricos y etnográficos del mundo tribal, rio. L a administración colonial los elijará como intermediarios legítimos
muestran la existencia de estructuras reconocibles de diferencia, con el mundo exterior. L a posición masculina ancestral es reconfigurada en
semejantes a lo que llamamos relaciones de género en la modernidad, el contacto con las agencias de las administraciones coloniales. Esos varo-
conteniendo jerarquías claras de prestigio entre la masculinidad y la
nes que se encargaban de las expediciones de caza, de los viajes de contac-
feminidad, representados por figuras que pueden ser entendidas como
to con parientes y vecinos, que guerreaban y deliberaban, pasan a ser los
hombres y mujeres» (Segato, 2011:32-33).
referentes con los cuales las administraciones negocian, pactan, acuerdan o
Por lo tanto, para la autora, el género existió como categoría social pre- guerrean.
viamente a la colonización de América. Aunque Segato reconoce que lo «La posición masculina ancestral, por lo tanto, se ve ahora trans-
hace de una forma diferente que en la modernidad. La colonización produ- formada por este papel relacional con las poderosas agencias produc-
ce un nuevo orden, producto de la intrusión colonial al mundo-aldea. La toras y reproductoras de colonialidad. Es con los hombres que los
aldea o el mundo-aldea refieren a un orden pre-intrusión. Este mundo con-
colonizadores guerrearon y negociaron, y es con los hombres que el
vive con la moderna colonialidad consiguiendo mantener algunas caracte-
estado de la colonial/ modernidad también lo hace» (Segato, 2011:36).
rísticas del mundo que precedió a la intervención colonial. E l mundo-aldea
no es pre-modemo, ya que no es un estadio anterior a la modernidad que La colonización de la masculinidad ancestral, implicó para las mujeres
marcha hacia ella inevitablemente. «Se trata de realidades que continuaron una pérdida radical del poder político que detentaban. Esta pérdida promo-
caminando [...J junto y al lado del mundo intervenido por la colonial vió la «domesticación» de las mujeres y su mayor distancia y sujeción para
modernidad» (Segato, 2011:28). Pero al ser las dinámicas de aldea conec- facilitar la empresa colonial. «La posición masculina se ve así inflexionada
tadas por el proceso colonizador (primero metropolitano y después republi- y promovida a una plataforma nueva y distanciada que se oculta por detrás
cano), fueron perjudicadas sobre todo en un aspecto fundamental para de la nomenclatura precedente, robustecida ahora por un acceso privilegia-
Segato: «exacerbaron y tornaron perversas y mucho más autoritarias las do a recursos y conocimientos sobre el mundo del poder» (Segato, 2011:3ó).
jerarquías que ya contenían en su interior, que son básicamente las de casta, Las mujeres y la misma aldea se vuelven ahora parte de una externalidad
de estatus y de género» (Segato, 2011:28). L a aldea se organiza por estatus, objetiva para la mirada masculina, propias de las características del ejerci-
dividida en espacios bien caracterizados y con reglas propias, con prestigios cio del poder en el mundo de la colonialidad.
diferenciales y un orden jerárquico, habitados por criaturas destinadas a
ellos que pueden ser, de forma muy genérica, reconocidas desde la perspec- La masculinidad de la aldea es por un lado superinflamada al interior de
tiva moderna como varones y mujeres. la comunidad y en relación a las mujeres de su grupo; pero sufre un proceso
inverso en el ambiente extra-comunitario. Este es el segundo factor que seña-
El nuevo orden conlleva ciertos factores que hacen a la restructuración la Segato, Ja emasculación de los hombres frente al poder de los administra-
de las relaciones de género en la aldea y que habilitan la colonialidad de dores blancos en el ambiente extra-comunitario. L a degradación frente al
poder. Por lo tanto, es la colonialidad del género una de las dinámicas clave colonizador somete a los varones de la aldea a estrés y les muestra la relati-
para la entronización del nuevo patrón de poder. Cuando la colonial moder- vidad de su posición masculina. Este proceso es, en palabras de Segato,
nidad interviene la estructura de relaciones de género de la aldea, las cap- violentogénico, porque oprime en la relación con el varón blanco y empode-

140 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS CAPÍTULO 6. ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA 141
ra cu la aldea (Segato, 2011:38). El varón, se encuenda reproduciendo y Finalmente, el abordaje de Segato supera la propuesta de comprender el
exhibiendo en la aldea la capacidad de control que le otorga su posición género como un tenia posible entre otros de la critica dcscolonial o como
masculina ahora transformada en el contacto con el blanco. De esta manera, uno de los aspectos de la dominación en el patrón de la colonialidad. Esta
restaura la virilidad perjudicada en el frente externo. «Hsto vale para todo el perspectiva invita a introducir el género, dándole un real estatuto teórico y
universo de masculinidad ractalizada, expulsada a la condición de no-blan- epistémico al examinarlo como categoría central capaz de iluminar todos
cura por el ordenamiento de la colonialidad» (Segato, 2011:38). los otros aspectos de la transformación impuesta a la vida de las comunida-
des al ser captadas por el nuevo orden colonial moderno (Segato, 2011:30-
Segato señala un tercer factor referido a la superinflación y universali- 31). L a antropología feminista descolonial señala críticamente abordajes
zación de la esfera pública, de la mano con el derrumbe y privatización de anodinos y ornamentales de la diversidad cultural y las relaciones intercul-
la esfera doméstica. Las relaciones de género de la aldea se verán captadas turales (Rivera Cusicanqui, 2006). Pero a la vez recuerda que la descolonia-
también por el género moderno al ser secuestrada toda política, toda deli- lidad también implica el desmantelamiento de las relaciones patriarcales.
beración sobre el bien común, por parte de la naciente y expansiva esfera
pública republicana. Este proceso es acompañado por la privatización y
marginal i zación de la esfera doméstica junto a la expropiación de todo lo
que en ella era quehacer político. Los vínculos entre las mujeres, que orien-
taban a la reciprocidad y a la colaboración solidaria en lo ritual, en las tareas 3. DESCOLONIZANDO EL FEMINISMO
de producción y reproducción, se ven desgarrados y confinados en la con- Y FEMINIZANDO LOS MOVIMIENTOS SOCIALES
formación de una «vida privada». Esfera en la cual los lazos entre mujeres
y entre ellas y los varones se despolitizan. Esto significa, para el espacio
Las mujeres de los Pueblos en lucha por reconocimiento cultural han
doméstico y para quienes lo habitan la expropiación de su capacidad de
desarrollado un discurso y una práctica política situada en la historia colonial
participación en las decisiones que afectan a toda la colectividad.
del continente. Indígenas, afrodescendientes, mestizas, chicanas, latinas,
hacen visible Ja diferencia que las constituye. Culturalmente diversas,
«Las consecuencias de esta ruptura de los vínculos entre las muje-
muchas de ellas también lesbianas, obreras, campesinas, migrantes, refugia-
res y del fin de las alianzas políticas que ellos permiten y propician
das. Estas múltiples trayectorias desafían los resabios racistas que aún regu-
para el frente femenino fueron literalmente fatales para su seguridad,
lan las relaciones feministas, así como también cuestionan el androcentris-
pues se hicieron progresivamente más vulnerables a la violencia mas-
mo que prevalece en el registro etnográfico. En las próximas líneas haré una
culina, a su vez potenciada por el estrés causado por la presión sobre
reseña de los saberes situados que en las últimas décadas han contribuido a
ellos del mundo exterior» (Segato, 2011:38).
una revisión crítica del feminismo y de la antropología en Latinoamérica.
Por último, Segato señala la binarización de la dualidad. E l género de Inicio este recorrido haciendo referencia a las mujeres indígenas o auto-
la aldea conforma una dualidad jerárquica, en la que ambos términos que la denominadas mujeres de los Pueblos originarios o mujeres originarias'. En
componen, a pesar de su desigualdad, tienen plenitud ontológica y política. la actualidad es posible escuchar expresiones tales como feminismo indíge-
Esta dualidad implica complementariedad. En el mundo pre-intrusión el na (Hernández Castillo y Sierra, 2005), sobre todo en relación a los proce-
espacio doméstico es completo, con su política, con sus asociaciones pro- sos políticos acontecidos en Chiapas. Las mujeres zapatistas han mostrado
pias, jerárquicamente inferior a lo público, pero con capacidad de autode- una práctica revolucionaria también al interior del movimiento. L a forma
fensa y de autotransformación. En el mundo de la modernidad lo que exis-
te es el binarismo. L a relación binaria es suplementar, un término
suplementa, y no complementa, al otro. Uno de esos términos, lo público,
3 En Argentina, identificadas como mujeres de los Pueblos originarios o mujeres ori-
se torna «universal» y el segundo, lo doméstico, se vuelve resto: esta es la ginarias, las indígenas reivindican una historia y lucha en común que las reúne más allá de
estructura binaria, diferente de la dual (Segato, 2011:40). las diferencias étnicas, culturales y comunitarias.

142 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS CAPÍTULO 6. ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA 143
en que se présenlo la relerente del K X L N , el 2H tic mar/o del 2001 ante el la toma de la palabra y de los lugares de decisión política; aún al interior de
Congreso de la Un ion-México pone en palabras la articulación de reivindi- las organizaciones etno-políticas. L a Ley Revolucionaria de las mujeres
caciones: «Mi nombre es Esther, pero eso no importa ahora. Soy zapatista zapatistas es producto del proceso de afirmación intracomunilario, al
y eso tampoco importa. Soy indígena y soy mujer y eso es lo único que demandar derechos al interior de sus comunidades y organizaciones. De
importa ahora» (Hernández Castillo. Sierra, 2005). Las mujeres zapatista esta forma comenzaron a cuestionar las relaciones de poder y privilegio de
lograron hacer del movimiento un lugar de concienciación y enunciación los varones, poniendo en entredicho el discurso del movimiento indígena
política. También en Argentina, las mujeres originarias vienen participando que habla acerca de la armonía, el equilibrio y la complementariedad entre
del movimiento de mujeres a través del activismo en los Encuentros Nacio- los sexos (Méndez, 2007).
nales de Mujeres . 4

L a realización de encuentros y el establecimiento de redes de diferentes


Desde los noventa las mujeres indígenas de América Latina articulan alcances fueron marcando el camino hacia lo que actualmente puede con-
sus luchas con una agenda política en la que combinan sus demandas espe- siderarse un espacio consolidado de debate y acción entre las mujeres indí-
cíficas de género con las demandas autonómicas de sus pueblos. Según genas a nivel latinoamericano. Ante este fenómeno la antropología se ha
Rosal va Hernández Castillo y María Teresa Sierra, dos antecedentes centra- interesado en estudiar espacios de interacción y resistencia cultural en los
les actuaron como facilitadores para la organización de las mujeres indíge- que mujeres de diversa condición étnica interactúan, entre sí y con los varo-
nas en la región. Por un lado, la previa participación de las mujeres como nes, en el espacio doméstico, en el sindicato, el cabildo, el ayllu, la asocia-
encargadas de la «logística» de marchas y encuentros, en las movilizaciones
ción o el municipio (Rivera Cusicanqui, 1996:25). L a trayectoria política
de sus propios pueblos. En general, en segundo plano o invisibilizadas, las
que despliegan enseña a la antropología y a los estudios de género y femi-
indígenas eran integrantes activas que posibilitaban con su trabajo la reali-
nistas, que la condición de género afecta la manera cómo se es indígena; así
zación de las acciones organizadas. E l papel de «acompañamiento» las
también la pertenencia étnica es singularmente vivida desde la situación de
seguía excluyendo de la toma de decisiones y de la participación plena en
las mujeres. «Ser mujer, indígena (o chola, o birlocha) y además pobre es
las organizaciones. Sin embargo Ies permitió reunirse y compartir experien-
entonces un triple estigma que inhabilita a un creciente número de gente
cias con mujeres indígenas de distintas regiones (Hernández Castillo y Sie-
para acceder a un estatus digno de persona humana» (Rivera Cusicanqui,
rra, 2005:2-3). Por otro lado, los cambios en la economía doméstica condu-
jeron a que muchas de ellas se incorporasen al comercio informal de 1996:22).
productos agrícolas o artesanales en mercados locales. La monetarización L a complejidad que la lucha de las indígenas presenta, contra el machis-
de la economía indígena resultó para muchas mujeres en una reestructura- mo de sus Pueblos y contra el etnocentrismo y racismo de las organizacio-
ción de su posición al interior de la unidad doméstica; al incorporarse al nes de mujeres y feministas, también es percibida en el discurso de las
comercio informal entraron en contacto con otras mujeres indígenas, for- mujeres afro-descendientes. Ennegrecer al feminismo y feminizar la lucha
mando organizaciones, cooperativas que con el tiempo devinieron en espa- antirracista propone Sueli Carneiro, feminista afro-brasilera. Black femi-
cios de reflexión colectiva (Hernández Castillo y Sierra, 2005:3). nism, feminismo africano, feministas afrodescendientes, mujeres negras,
distintas referencias a través de las cuales activistas africanas y afrodescen-
Como mujeres e indígenas construyen una identidad política que denun-
dientes hacen visible sus luchas y reivindicaciones. Léila González, Jurema
cia las distintas opresiones que viven. Las originarias vienen aportando al
Wernerk, Ochy Curiel, Sueli Carneiro, Marie Ramos Rosado son algunas
debate sobre la representación femenina en los poderes públicos y en los
de las mujeres que retoman las herencias culturales africanas para construir
espacios del activismo indígena. Así, señalan el sexismo que las excluye de
un pensamiento político propio. Léila González, propone hablar en térmi-
nos de Amefricanidad:

Durante los Encuentros Nacionales de Mujeres se reúne anualmente el movimiento


4
«[...1 como proceso histórico de resistencia, de reinterpretación,
de mujeres en Argentina desde 1986. Ver Sciortino, 2011; 201 ta. de creación de nuevas formas culturales que tiene referencias en

144 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS CAPITULO 6, ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA 145
modelos africanos, pero que (umhtéu tvscutu otras experiencias histó- nuestra identidad nacional esa violencia sexual colonial es tam-
ricas y culturales que conllevan a la construcción de una identidad bién el cimiento de todas las jerarquías de género y raza presentes en
particular, una mezcla de muchas cosas a la vez» (Curiel, 2007:184). nuestras sociedades» (Rodríguez Velázquez, 2011:155).
En el proceso de construcción de una identidad política, las afrodescen- Las mujeres han tenido que reencontrar, reconstruir, reafirmar herencias
dientes latinoamericanas y caribeñas se reconocen políticamente como culturales que la colonialidad del continente ha intentado borrar. América
«negras» y más recientemente como «afro-descendientes». Asumirse mujer es mestiza, es un entramado de historias de conquistas, colonización y resis-
negra ha sido una de las prioridades políticas del movimiento en la necesi- tencias. América es mestiza porque se forma y transforma en los entrama-
dad de ir forjando una feminidad reafirmada ante los embates del racismo dos, a veces armónicos a veces tensos, de Pueblos y tradiciones diversas.
y sus efectos sobre las mujeres. La negritud, por tanto, fue y sigue siendo el Justamente, el feminismo chicano propone pensar en términos de experien-
punto de partida para una articulación política (Curiel, 2007:190). Ochy cias mestizas.
Curiel, plantea tres cuestionamientos fundamentales que realizan las afro-
descendientes. Por un lado, la propuesta de abordar el racismo al interior A finales de los sesenta y principios de los setenta las voces de las muje-
del feminismo. Por otro, la crítica al sexismo en la lucha antirracista del res en el interior del movimiento de migrantes mexicanos en Estados Uni-
movimiento negro. Por último, hace referencia a la construcción de un suje- dos, cuestionan el androcentrismo que las silencia. L a historiografía del
to político colectivo capaz de incorporar esas perspectivas a ambos movi- movimiento chicano borra la participación de las mujeres y construye una
mientos pero que tenga sus propias construcciones internas y los puntos de hegemonía masculina en su interior (Blackwell, 2008:352).
vista de las afrodescendientes (Curiel, 2007:184).
En 1971 la publicación del periódico Hijas de Cuauhtémoc marcó un
Las activistas afro han tenido que cuestionar las políticas demográficas, momento histórico en el desarrollo de las teorías y prácticas del feminismo
las cuales reflejan los efectos del racismo al ocultar las problemáticas espe- chicano (Blackwell, 2008:351). Las Hijas de Cuauhtémoc es una de las
cíficas de las poblaciones de afrodescendientes y en especial de las mujeres primeras organizaciones feministas que surge en el interior del movimiento
negras. También han señalado el racismo, que montado con las estructuras estudiantil chicano a fines de los sesenta. Este grupo generó un medio de
patriarcales, producen situaciones de subalternidad que van desde la ima- comunicación y circulación de material impreso que contribuyó a la forma-
gen estereotipada de las mujeres negras en los medios de comunicación ción de diversas comunidades feministas chicanas. A diferencia de lo que
hasta la violencia física en los ámbitos públicos (policial, salud, educación, señala la documentación histórica, la cual ubica la emergencia del feminis-
laboral, entre otros) . Del mismo modo que las mujeres indígenas, las afro-
5 mo chicano en los ochenta:
descendientes son las hacedoras de un pensamiento crítico donde el sexis-
mo toma dimensiones particulares en articulación con el racismo. Ser mujer, «La feminista chicana ha estado llamando la atención sobre su
ser negra, conlleva entrecruzamiento de opresiones. opresión socioeconómica como chicana y como mujer desde 1968.
La feminista chicana ha denunciado la forma en que el racismo, el
«Todo buen análisis de estas interdependencias en las experiencias sexismo y el sexismo racista se utilizan para mantener la opresión
de opresión de las mujeres negras debe encontrar su génesis en la ins- social y económica de la mujer chicana» (Anna Nieto Gómez, 1974
titución de la esclavitud africana y en el colonialismo como maniobra en Blackwell, 2008:355).
estratégica ligada al expansionismo capitalista europeo desarrollado a
principios del siglo X V [...] Como señala Carneiro, la violación colo- Los numerosos artículos periodísticos y ensayos de las feministas de la
nial perpetrada por los señores blancos a mujeres negras e indígenas y década del sesenta y setenta tuvieron un papel importante para la formación
la mezcla resultante está en el origen de todas las construcciones sobre de la nueva chicana o la nueva mestiza. L a nueva mestiza es la nueva chi-
cana que de la mano de Gloria Anzaldúa interpela al feminismo en la déca-
da de los ochenta. Anzaldúa revolucionó el mundo literario chicano con su
s Ver Curiel, 2007. libro Borderlands/La Frontera: The New Mestiza (1987); el cual escribe a

146 TEORÍA FEMINISTA Y ANTROPOLOGÍA: CLAVES ANALÍTICAS CAPÍTULO 6. ANTROPOLOGÍA Y FEMINISMOS EN AMÉRICA LATINA 147
partir tic su propia vivencia mestizo. Ln prosa de su obra es una me/cla BIBLIOGRAFÍA
idiomíitica reflejada en el entrecru/amiento de (orminos, expresiones,
modismos propios del castellano y del inglés. La conciencia mestiza, es la
Anzaldúa, G. (1987). Borderlands/La Frontera: The New Mestiza. San
conciencia de la mujer que emerge del estar entre dos culturas, situación
Francisco, Aunt Lute Books.
que experimenta como chicana en Estados Unidos. La frontera {entre) se
vive como locus de emergencia de lo mestizo (lo nuevo). «Because I, a Bartolomé, M . (2002). «Movimientos Indios en América Latina: los nuevos
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guel (comp.). El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epis-
bre.» Se quedan calladitas. Sí, soy hija de la Chingada. Tve always
témica más allá del capitalismo global (pp. 9-24). Bogotá, Instituto
been her daughter. No'tés chingado» (Anzaldúa, 1987:17).
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Finalmente, luego de este recorrido es posible reconocer que la antropo- — (1997). «Razón poscolonial y filosofía latinoamericana». ISLAS, n° 115,
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