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La democracia en el mundo árabe

Queda claro que Israel ya no es la única democracia en el Medio Oriente, falta saber si
dentro de unos meses quedará algún país cuyo sistema político no haya sido totalmente
barrido por el proceso revolucionario en curso.
¿Por qué se movilizan los jóvenes en el mundo árabe? El 3 de febrero The Economist
publicó una lista de países rankeados en base a los indicadores de democracia, corrupción y
libertad de prensa:

Ranking de democracia, corrupción y libertad de prensa en los países de la Liga Arabe


País Gobernante Fecha de Ranking mundial 2010 en:
asunción Democracia Corrupción Libertad
de prensa
Argelia Abdelaziz Bouteflika 1999 125 105 141
Bahrein Hamad bin Isa al Khalifa 1999 122 48 153
Comores Ahmed Sambi 2006 127 154 102
Djibuti Ismael Omar Guelleh 1999 126 91 159
Egipto Hosni Mubarak 1981 138 98 130
Iraq Nuri al-Maliki 2006 111 175 144
Jordania Abdullah II 1999 117 50 140
Kuwait Sabah al-Ahmed al-Sabah 2006 114 54 115
Líbano Najib Mikati 2011 86 127 115
Libia Muammar Gadafi 1969 158 146 192
Mauritania Muhammad Ould Abdelaziz 2009 115 143 118
Marruecos Mohammed VI 1999 116 85 146
Omán Sultán Qaboos 1970 143 41 153
Palestina Mahmoud Abbas 2005 93 - 181
Qatar Hamad bin Khalifa al-Thani 1995 137 19 146
Arabia Saudí Abdullah 2005 160 50 178
Somalía Sharif Ahmed 2009 - 178 181
Sudán Omar al-Bashir 1989 151 172 165
Siria Bashar Assad 2000 152 127 178
Túnez Mohamed Gannouchi 2011 144 59 186
EAU Khalifa bin Zayed al-Nahyan 2004 148 28 153
Yemen Alí Abdullah Saleh 1978 146 146 173

Este ranking de The Economist no considera el desempleo, que según datos de la


Organización Arabe del Trabajo (ALO) alcanzó un promedio en el año fiscal 2007/2008 del
14.5%, una de las tasas más altas del mundo.
En una región donde el 65% de la población tiene menos de 30 años, el porcentaje de
desempleo juvenil llega al 75% en Argelia y es muy alto en todos los países.
La combinación de (1) alto desempleo, (2) una gran proporción de jóvenes y (3) varios
gobiernos autocráticos y corruptos, alimenta la revuelta en Medio Oriente.
País Población <15 años
Argelia 27.0%
Egipto 32.1%
Irán 23.8%
Iraq 40.7%
Jordania 34.0%
Libia 30.1%
Marruecos 28.0%
Arabia Saudí 32.0%
Siria 34.7%
Túnez 22.9%
Yemen 43.4%

La tasa de desempleo juvenil aumenta en todo el mundo. Según la OIT la tasa de


desempleo juvenil mundial en 2009 fue del 13% en comparación con el 11.9% del año
2007 y se preveía una tasa del 13.1% para el año 2010, aunque algunos países tienen una
tasa de desempleo juvenil que supera cualquier promedio. Es el caso de España que registró
en mayo de 2010 una tasa de desempleo en menores de 25 años del 40.5%.
A los tres factores mencionados se agrega el alza en los precios de los alimentos. En países
donde la mayor parte del ingreso (casi 50% en Egipto) se gasta en compra de bienes
básicos, una suba de precios rápidamente produce una crisis alimentaria.

Ranking País PBI per Gastos alimentarios


cápita % s/ingresos
1 Marruecos 2.769 63.0%1
2 Argelia 4.845 53.0%
3 Líbano 6.978 34.0%
4 Egipto 1.991 48.1%
5 Sudán 1.353 52.9%
6 Libia 14.802 37.2%
7 Túnez 3.903 36.0%
8 Arabia Saudí 19.022 25.1%
9 Siria 2.682 47.9%

Gran república árabe libia popular y socialista


La revuelta libia comenzó en las ciudades de la empobrecida Cirenaica, una de las tres
regiones que junto con la rica Tripolitania y la desértica Fezzan, constituyeron el moderno
estado libio tras la breve colonización italiana. El gobierno de Trípoli nunca tuvo el control
propio de un Estado moderno sobre todo el territorio del país. El régimen político de 1969
replanteó el papel político de las tribus que pasaron a convertirse en garantes de valores
culturales y religiosos, los partidos políticos también fueron descartados. En consecuencia,
1
Es el porcentaje más alto del mundo.
la vieja elite, los ancianos de las tribus, quedó aislada políticamente. Pero en los años 90
renovó las alianzas con los dirigentes tribales. Aparecieron los “comandos sociales
populares” que combatieron la corrupción, solucionaron disputas locales y terminaron por
consagrar a las tribus como protagonistas políticos.
Los hechos actuales volvieron a colocar a los jefes tribales en el centro de la disputa. Los
líderes de las dos principales tribus tuareg, la mayoritaria warfalah, con un millón de
miembros y proveedora habitual de los servicios de seguridad del gobierno a través de una
alianza hasta ahora inquebrantable, y los hasawna, se han rebelado contra Gadafi. El jeque
Faraj al-Zuwayya, líder de la tribu oriental al-Zuwayya amenazó con cortar las
exportaciones de petróleo a occidente si no se detenía la represión en Bengasi. Similar
actitud adoptó Akram Al-Warfalli, el líder de los warfalah. Y también lo hicieron medio
millón de bereberes del desierto meridional. La mayoría de las 140 tribus que componen el
conglomerado étnico libio se han pronunciado contra el gobierno, incluidos algunos líderes
de la pequeña tribu beduina de Qadhadfa, de donde proviene el “guía supremo”.
Libia produce 1.7 millones de barriles diarios en campos de petróleo controlados por tribus
que siempre fueron independientes del gobierno. La amenaza de al-Zuwayya se concretó al
cortar el lunes 21 de febrero el flujo de gas que va desde el campo de al-Wafa hacia Italia a
través del gasoducto Greenstream. Las terminales de petróleo también están inactivas.
Al exigir el cumplimiento de directivas superiores a las posibilidades del acuerdo de mutua
conveniencia política, el gobierno perdió la habilidad de manejar las relaciones intertribales
e interclánicas.
Tradicionalmente las tribus de la Cirenaica han sido renuentes a la idea de un Estado
centralizado y les ha resultado relativamente sencillo ocupar el territorio. Las ciudades
como Tobruk, Al Baida o Bengasi son controladas por comités ciudadanos y no guardan
relación con las estructuras políticas creadas por el régimen de Gadafi.
A medida que la represión se fue incrementando, la rebelión se extendió a la región más
poblada del país, la Tripolitania.
Gadafi trató de compensar la debilidad estructural del Estado postcolonial con la
industrialización petrolera y la adopción de un panarabismo políticamente nasserista, pero
con una concepción supremacista y una alternativa islámica propia.
Su concepción supremacista quiso extender la arabidad a las tribus tuaregs y su alternativa
islámica sostuvo que el Corán es la única fuente del derecho, excluyendo la Sunna y el
cuerpo doctrinal de las escuelas musulmanas, una vía para marginar a los ulemas
tradicionales. En la etapa siguiente, a partir de 1977, intentó re-legitimar el Estado creando
la Yamahiriya, el Estado de masas. De esta manera logró rechazar el modelo representativo
liberal y organizar una estructura socialista neosoviética basada en Congresos y comités
populares. En cada nivel se elegían delegados y se culminaba en el Congreso General del
Pueblo (legislativo) y el Comité General del Pueblo (ejecutivo). Cada instancia era
controlada por comités revolucionarios designados por el Guía Supremo, quien
formalmente no gozaba de poder.
Tras el fracaso de sus intentos de unificación con otros países árabes, fracaso que
constituye el centro de la debacle nasserista, cambiará su visión panarabista por una visión
panafricana, que utilizó para intervenir en los países del Sahel y en Africa occidental.
Mientras tanto cerró sus fronteras a los migrantes del Africa subsahariana, a instancias de
los gobiernos europeos.
Durante la guerra fría el establecimiento de la Yamahiriya, la construcción de un modelo
socialista oscilante entre las grandes potencias y sus tensas relaciones con Estados Unidos,
le valieron la simpatía de gran parte de la izquierda mundial.
Pero a comienzos del nuevo siglo la alineación internacional del régimen libio cambió
abruptamente. En agosto de 2003 aceptó su participación en el atentado al avión en
Lockerbie en 1986, pagó una indemnización de 2.700 millones de dólares a los familiares
de las víctimas y las sanciones se levantaron. Libia volvió a ser miembro pleno de la
comunidad internacional, ofreció sus servicios contra Al Qaeda y tras la caída de Saddam
Hussein anunció voluntariamente la terminación de su programa nuclear.
En 2004 Libia reanudó relaciones con Gran Bretaña y en 2006 con Estados Unidos, que lo
quitó de la lista de países terroristas. También en 2006 firmó con Francia un acuerdo para
desarrollar un programa nuclear y en 2007 Nicolás Sarkozy visitó Tripoli, donde fue
recibido con todos los honores. En 2008 firmó un acuerdo de inmigración con Italia, por el
cual Libia recibe 5.000 millones de euros anuales por 20 años en reparación por el
colonialismo italiano a cambio de reprimir el flujo de inmigrantes ilegales hacia el sur
europeo. En 2009 Gadafi participó en la asamblea general de las Naciones Unidas y armó
su carpa en la mansión del millonario Donald Trump. En enero de 2009 comenzó a
colaborar como columnista del New York Times y ese mismo mes el rey Juan Carlos viajó
a Trípoli para promocionar las empresas españolas, viaje que el jefe de gobierno español
José Luis Zapatero hizo en 2010
Si bien el país se convirtió en destino de las inversiones europeas fue Estados Unidos quien
más disfrutó del favor político libio. Ambos países coordinaron maniobras militares en el
Sahel y Libia trabajó estrechamente con la CIA en la política antiterrorista norteamericana.
En 2008 Condoleezza Rice visitó Trípoli y el año siguiente Libia firmó un acuerdo
histórico sobre cooperación militar y diplomática con el AFRICOM (Comando para Africa)
norteamericano para trabajar conjuntamente en temas de mantenimiento de la paz,
seguridad marítima, contraterrorismo y seguridad africana.
Demostrando el carácter netamente político de esta etapa de la revolución hay que destacar
que Libia tiene los indicadores más altos del continente africano: el PBI per cápita más alto,
el Indice de Desarrollo Humano (IDH) más alto y la esperanza de vida (74 años) más alta.
Sin embargo el índice de pobreza es del 35% y el desempleo es del 30%, llegando al 50%
entre los jóvenes. Con un PBI per cápita de casi 15 mil dólares, el reparto de la renta es
profundamente desigual. Fuera de la industria de hidrocarburos no se desarrolló ninguna
otra rama productiva y en ella trabajan mayoritariamente obreros extranjeros. El país
importa el 75% de los alimentos que consume.
La insurrección popular se ha extendido desde Bengasi, la segunda ciudad del país, ubicada
en el este, hacia el sur y hacia Trípoli, la capital. Su principal exigencia es la renuncia del
gobierno y la implementación de reformas en derechos humanos y libertad de expresión.
Mediante la creación de comités populares las milicias opositoras controlan las ciudades de
Tobruk, Derna, Al Bayda, Al Marj, Bengasi y Ajdabiya en el este; Misurata, Bani Walid,
Al Khums, Tarhunah, Gharyan, Zouara, Al Jufrah, Zauiya y Nalut en el oeste, rodeando la
capital.
El régimen parece haber adoptado la opción de aferrarse al poder por la fuerza. Podría
correr la suerte de Ceaucescu en Rumania, una alternativa que Estados Unidos quiere
impedir a toda costa. O el país podría quedar fracturado siguiendo líneas tribales, el
escenario afgano-somalí que desea Estados Unidos y en base al cual ha comenzado a
actuar.
Por ahora se ha conformado el Consejo Nacional de Libia (CNL) que pretende ser un
embrión de gobierno transitorio y que intentará integrar a representantes de todas las
ciudades liberadas del país. Abdel Hafiz Ghoga, vocero del movimiento, ha dicho que
“estamos totalmente en contra de cualquier intervención militar de cualquier país que sea.
El resto del territorio libio será liberado por el pueblo de Libia”.
También dijo estar en contra de “la división de Libia entre norte, sur, este y oeste o
siguiendo bases tribales. El CNL está situado en Bengasi porque es una población
liberada”.
Fathi Tarbul, uno de los líderes del levantamiento popular en Bengasi, sostiene que el
gobierno controla únicamente el 15% del país. El domingo 27 de febrero se instaló un
gobierno provisional en Bengasi, formado con representantes de todas las ciudades
liberadas.
El rol político de las fuerzas opositoras no es aún claro, algunos importantes sectores como
el Frente Nacional para la Salvación de Libia y la Unión Constitucional Libia son
proimperialistas y monárquicos aunque declaren su negativa a toda intervención. Las
potencias también están divididas: China demanda un “rápido retorno a la estabilidad y la
normalidad”. El motivo es obvio: el comercio chino-libio ha crecido casi un 30% solo en
2010. Si se desmorona la estructura de sus relaciones económicas con Libia, de donde
importa cantidades crecientes de petróleo, su proceso de industrialización sufrirá problemas
y algo similar le sucede a Rusia. Estados Unidos adopta una posición diametralmente
opuesta, condenando rotundamente al régimen libio. Si cae el régimen de Gadafi, Estados
Unidos podrá desmontar toda la estructura de relaciones económicas internacionales del
país y abrir el camino a las multinacionales basadas en Estados Unidos, hasta ahora
excluidas de la explotación de reservas de energía en Libia. Así podría controlar el grifo de
energía del que se abastecen Europa y China aunque previamente necesita un acuerdo
político con los jeques tribales de la Cirenaica. En medio de la marea revolucionaria que
recorre el norte africano, Libia es el único lugar donde Estados Unidos puede respirar. La
intervención norteamericana es posible pero no sencilla y muy probablemente no adopte la
forma de una innecesaria intervención militar.
Bahrein
Bahrein se convirtió en reino hace pocos años cuando no se sabía que la voluntad de
reformas prometidas por Hamad bin Issa al Khalifa en 1999 era pura retórica. En 2001
promovió una reforma constitucional que transformó al entonces Estado de Bahrein en
reino y con una monarquía parlamentaria como forma de gobierno. La propuesta escondía
una gran trampa: el Senado sería elegido directamente por el rey y las elecciones a la
Cámara Baja en 2006 fueron fuertemente controladas: de 40 parlamentarios, solo 18 chiítas
fueron electos, en un país con un 70% de población de esa tendencia religiosa.
Las protestas comenzaron en el año 2006 en los suburbios chiíes de Manama con cientos de
jóvenes exigiendo el fin de la discriminación, el acceso a viviendas y la posibilidad de
empleos al mismo nivel que sus connacionales sunnitas.
Hubo elecciones nuevamente en octubre de 2010. El régimen tomó medidas de represión
preventiva para aplacar cualquier voz disonante. Fueron detenidos 23 activistas opositores,
las dos únicas ONGs que tomaron el tema de su defensa fueron ilegalizadas y sus miembros
perseguidos. El proceso a los 23 fue una ventana que hizo conocer la situación de violación
a los derechos humanos en Bahrein en todo el mundo.
Esta monarquía represiva tiene a Irán de un lado y Arabia Saudita del otro. El intento de
aplastar con sangre el levantamiento democrático fracasó y la retirada de las fuerzas
represivas permitió la ocupación de la rotonda de La Perla, convertido ahora en el centro de
la sublevación.
En Bahrein tiene su asiento la quinta flota norteamericana, la principal fuerza naval en el
Medio Oriente. Es una pequeña isla, con apenas 700 km2 y 1 millón 200 mil habitantes,
pero es un importante productor de petróleo y está ubicado en un punto estratégico del
Golfo Pérsico, unida a Arabia Saudí por un puente de 24 kms. de largo. En el año 2002 fue
nombrado aliado extra OTAN y en 2008 fue el primer país árabe en realizar maniobras
navales conjuntas con Estados Unidos. En diciembre del mismo año envió una compañía de
fuerzas especiales a Afganistán.
El primer ministro Khalifa bin Salman al Khalifa gobierna despóticamente el país desde
hace 40 años, con la bendición de su tío el rey. El lunes 14 de febrero se convocó al “día de
la furia” en la Plaza de la Perla, en una manifestación pacífica que fue ferozmente
reprimida. El lunes 21 volvieron a congregarse con la consigna central de “libertad a todos
los presos políticos”. Mientras en el resto del mundo árabe los manifestantes reclaman la
caída del gobierno o modificaciones al régimen político, en Bahrein se pide democracia en
el entendimiento de que se necesita respeto a los derechos humanos. Todos denuncian los
excesos represivos de un régimen disfrazado de modernidad.
En agosto y setiembre de 2010 fueron detenidos 23 activistas, acusados de terrorismo. Son
religiosos, internautas y militantes con un solo elemento en común: todos son chiítas.
Solo la mitad de la población del país es nativa y la inmensa mayoría es chiíta aunque la
dinastía reinante desde hace dos siglos es sunnita. En un país cuya principal característica
es la discriminación el 80% de la masa laboral es chiíta pero ninguno de ellos puede
trabajar en la administración pública. Dos tercios de los miembros del aparato de seguridad
son extranjeros, jordanos, egipcios, paquistaníes. El resto son sunnitas.
Pero además el sistema político es completamente autoritario: los diputados surgen de
elecciones controladas, el Consejo Shura o Senado puede vetar cualquier ley aprobada por
la Cámara Baja. El rey elige a los miembros del Shura.
Dando muestras de la tradicional sabiduría política árabe, los manifestantes cantaban en la
plaza: “Ni chiítas ni sunnitas, solo bahreinitas”. El nuevo panarabismo no da lugar a las
guerras de religión, pero tampoco da lugar a Estados Unidos porque una importante
organización de izquierda chií, el Waad, reduce el margen de maniobra de la política
norteamericana de “fronteras de sangre” y su auspicio del enfrentamiento religioso.
Algunos analistas sostienen que no es en Libia donde se está jugando el futuro del mundo
árabe sino en Bahrein. La importancia estratégica de este pequeño país puede hacer que la
revuelta en curso afecte fuertemente a Arabia Saudita y Kuwait. En los tres países hay una
importante población chií (70% en Bahrein, 20% en Arabia Saudita y 30% en Kuwait) y
están asentados en una zona que exporta el 10% del petróleo que consume diariamente el
mundo. Si en Bahrein tiene asiento la quinta flota norteamericana, en Kuwait está el mando
militar de las tropas de ocupación de Irak y Afganistán. Estados Unidos es consciente de la
delicada importancia estratégica de Bahrein, el único país árabe que recibió la visita de
varios altos funcionarios norteamericanos en las últimas semanas, entre ellos el Secretario
de Estado para Asuntos del Cercano Oriente, Jeffrey Feltman.
Estados Unidos y Arabia Saudí han incentivado a la monarquía bahreinita a otorgar
concesiones modestas: la liberación de algunos presos políticos, el nombramiento de un
príncipe heredero, el cambio de los cinco ministros sociales (Vivienda, Trabajo, Salud,
Electricidad y Agua, Presidencia), la reducción de un 25% en la tasa de interés de los
préstamos para la vivienda. Muy insuficiente para las demandas chiíes que exigen el fin de
la monarquía.

Iraq
Tras 9 años de invasión y cientos de miles de muertos y mutilados, Iraq no está cerca de la
democracia y de la libertad. A pesar de todo el derroche y la arrogancia ensayada en estos
años, Estados Unidos no puede controlar Iraq donde el descontento de las masas ha
estallado en el Kurdistán.
Al igual que en El Cairo, la plaza Tahrir es el centro de reunión de los manifestantes en
Bagdad, la capital. Llamativamente los líderes religiosos chiítas Moqtada al-Sadr y el gran
ayatollah Álí al-Sistani han pedido a la población que postergue las protestas, lo que
provocó que muchos chiítas hayan abandonado la convocatoria del viernes 25 de febrero.
Al-Sadr manifestó su llamamiento a postergar las protestas durante 6 meses para permitir
que el recién formado gobierno del primer ministro Nuri Kamal al-Maliki pueda mejorar la
economía del país. Hace una semana había convocado a una protesta masiva y consideraba
que no era probable que el gobierno mejorara la situación.
Moqtada al-Sadr es el más importante dirigente político chií de Iraq. Con su propio ejército
ha enfrentado a Estados Unidos en la batalla de Fallujah pero luego ha virado a posiciones
acordes con la diplomacia iraní, llegando a controlar la provincia de Basora tras la retirada
británica. En 2008 abandonó a sus tropas luego de un acuerdo con al-Maliki y es un firme
sostenedor de su gobierno, al que apoyó en las elecciones.
Al-Sadr regresó a Iraq en enero de 2011 luego de 3 años de autoexilio en la ciudad sagrada
iraní de Qom, donde ha estado estudiando teología. Solo estuvo dos semanas en Iraq e
inexplicablemente regresó nuevamente a Irán.
A pesar del llamado al abandono de la protesta miles de manifestantes salieron a la calle en
Bagdad y otras ciudades iraquíes en la convocatoria del “Día de la ira” el 25 de febrero. Ya
desde 10 días antes las manifestaciones se repetían en forma diaria en varias ciudades del
país, desde el norte kurdo hasta el sur chiíta. Hubo movilizaciones en Suleimaniya, Mosul,
Kut, Bagdad, Fallujah, Basora, Al Qaim, Di Qar, Samawa, Diwaniya, Amara, Al Anbar,
Saladino, Ramadi y Diala.
A diferencia de otros países en Iraq las reivindicaciones abarcan un abanico amplio de
demandas. Inicialmente son más básicas: agua, electricidad, empleo, el fin de la corrupción,
la opresión y el sectarismo, la rebaja en el precio de los alimentos y la destrucción de los
muros de hormigón que dividen a las ciudades. Pero también hay exigencias políticas
específicas: la disolución del Parlamento, la renuncia de al-Maliki. Y reivindicaciones
generales: la liberación de Iraq y el fin de la ocupación de los 50 mil soldados
norteamericanos. La represión, principal institución creada por la ocupación
norteamericana, ha sido hasta ahora la única respuesta ante las demandas.
El 17 de febrero murieron 9 personas en Suleimaniya cuando las fuerzas de seguridad
kurdas abrieron fuego. En Kut hubo 3 muertos. El 14 de febrero fue detenido Udey al-
Zeidy, presidente del Frente Popular para la Salvación de Iraq, que intentaba organizar una
vigilia en la plaza Firdaus de Bagdad. Liberado 4 días después denunció las torturas a que
fue sometido y volvió a instalarse en la plaza Firdaus.
Antes de la movilización del “Día de la ira”, el gobierno anunció la exención del pago de la
electricidad a determinados grupos sociales, un aumento del 20% del salario a los
funcionarios públicos, una reducción del 50% en el salario del primer ministro, el pago de
raciones de abastecimiento, el pago de 12 dólares mensuales a cada ciudadano en
compensación por la falta de alimentos y medidas similares que han sido tomadas en broma
por la población.
La jornada del 25 de febrero fue memorable en todo el país. En Mosul, capital del
Kurdistán iraquí, la policía disparó contra la multitud matando por lo menos a 5 personas.
Pero el ejército colaboró con los manifestantes quienes ocuparon y quemaron el palacio de
Gobierno. En Haweeja la policía y el ejército se unieron a los manifestantes y juntos se
dirigieron a la vecina Kirkuk. En Basora la presión de los 10 mil manifestantes hizo
renunciar al gobernador mientras la oficialidad se unía a las protestas. Las fuerzas
especiales reprimieron a los 1000 manifestantes en Fallujah, donde se estableció el toque de
queda. Congregados en la plaza Tahrir de Bagdad, los 5.000 manifestantes derribaron dos
muros de hormigón y tomaron el control del estratégico puente de Jamhuuriya, que da
acceso a la Zona Verde, el distrito que alberga a las autoridades de ocupación de Estados
Unidos, la embajada norteamericana y el parlamento nacional. Todo esto a pesar de que al-
Maliki desplegó miles de soldados, prohibió el tránsito vehicular y cerró el aeropuerto
internacional.
Fue una jornada histórica, los protagonistas de la hazaña cívica del 25 de febrero
desconocen si sus sueños se cumplirán plenamente o si caerán en el absoluto fracaso. Pero
sí saben que este momento no pertenece a los reyezuelos timoratos ni a los invasores
paranoicos que acechan en las aguas del Mediterráneo.

Túnez
Miles de manifestaron marcharon el fin de semana del 26 y 27 de febrero por las
principales ciudades del país contra el gobierno de Gannouchi exigiendo la convocatoria de
una Asamblea Constituyente. La consigna central de las movilizaciones fue: “La revolución
en Túnez todavía no ha terminado”. La agencia Reuters informó que 40 mil personas
marcharon en la capital del país. Marchas similares se realizaron en Sfax, Kairouan,
Bizerta, Monastir y otras localidades.
En Túnez, la ciudad capital, los manifestantes volvieron a acampar en la explanada de la
Kasbah, frente al palacio de gobierno, de donde habían sido violentamente desalojados hace
un mes. El movimiento mostró señales de haber superado el momento de incertidumbre
provocado por la aprobación de la UGTT (Unión General de Trabajadores de Túnez) al
gobierno de Mohamed Gannouchi.
En la noche del domingo 27 de febrero Gannouchi renunció y la revolución comenzó
nuevamente a marcar el rumbo de los acontecimientos. En su lugar asumió el cargo de
Primer Ministro Beji Caïd Essebsi, de 85 años, antiguo ministro del gobierno encabezado
por el líder nacional Habib Bourguiba. El presidente interino Fuad Mebaza deberá anunciar
el calendario de las elecciones previstas para mediados de julio próximo. También se vio
forzada a renunciar la canciller francesa, Michelle Alliot-Marie por sus relaciones políticas
y personales con allegados al ex presidente tunecino Ben Alí, mientras salió a la luz que
otros miembros del gobierno y del parlamento tenían contactos muy provechosos con
Muammar Gadafi y Hosni Mubarak.
En el fin de semana del 26 y 27 de febrero 6 personas murieron en la capital por
enfrentamientos entre la policía y grupos de manifestantes. El panorama político se ha
vuelto inestable para las elites, sea la UGTT, los partidos políticos, los intelectuales
reformistas o las fuerzas policiales. Solo en la Qasba manda la multitud.

Jordania
El primer día de ira se realizó el 14 de enero con una modesta reunión de 500 personas. La
oposición oficial boicoteó la primera convocatoria, pero al ver que el proceso tunecino no
se detenía se sumaron en gran número para la convocatoria de la semana siguiente, el
viernes 21 de enero de 2011, congregando a 10 mil personas. En el tercer viernes, 28 de
enero de 2011, la cantidad de personas disminuyó y el cuarto viernes, 4 de febrero, hubo
dos manifestaciones separadas: una en el lugar acostumbrado en el centro de la ciudad, y
otra a varios kilómetros de distancia junto a la sede del Primer Ministro.
El sistema de partidos jordano presenta una posición fragmentada en dos grandes grupos:
por un lado la oposición oficial compuesta por los partidos de oposición legalizada y las
asociaciones profesionales y por otro lado la oposición alternativa.
La oposición oficial busca opciones reformistas y suaves y ha sido objeto de numerosas
críticas en las últimas dos décadas.
La oposición alternativa, que se presentado como la única capaz de llenar el vacío político,
no es muy diferente: tiene un carácter aislacionista que excluye a Cisjordania, se basa en
una identidad post-colonial socialmente inexistente y se hace eco de las consignas
nacionalistas del gobierno expresadas en las consignas publicitarias de “Jordania, lo
primero”, “Todos somos Jordania”. En síntesis, el problema de la identidad nacional
jordana está en el trasfondo de la parálisis del sistema político. Esta oposición alternativa
mantiene estrechos vínculos con la “vieja guardia”, una de las dos alas del régimen político
jordano que fue parcialmente marginada cuando el joven rey Abdullah II ascendió al trono
e introdujo una nueva ala en la clase gobernante, los “neoliberales”.
Esta oposición alternativa está compuesta por el Movimiento de Izquierda Social, la
Iniciativa Nacional, la Corriente Nacional Progresista, el Comité Nacional de Veteranos de
Guerra, la Asociación de Escritores, la Corriente Nacionalista Progresista y otros grupos
intelectuales más pequeños. Todos estos grupos forman la “Campaña Jordana por el
Cambio – Jayeen” y están estrechamente aliados políticamente y coordinados
organizativamente.
Los intelectuales y académicos jordanos forman parte del aparato cultural y de los medios
de comunicación del gobierno, siguiendo el modelo de cooptación egipcio. Se ha difundido
una literatura política que habla de una identidad nacional jordana separada de una
identidad nacional palestina, como entidades aisladas que comparten intereses comunes.
En las movilizaciones de los “Días de la ira” no hubo consignas que integraran a los
habitantes de los campamentos de refugiados palestinos.
Esta oposición alternativa pedía dos cosas: la destitución del primer ministro Sameer al-
Rifai y la formación de un gobierno de unidad nacional. Estas demandas fueron aceptadas
por la oposición oficial. Ambos grupos reconocen la legitimidad del régimen monárquico.
El gobierno de al-Rifai fue destituido y se nombró primer ministro a un miembro de la vieja
guardia, el ex primer ministro Marouf al-Bajit. Este cambio preventivo dio resultado,
desaparecieron las consignas que pedían la dimisión del gobierno y todos optaron por
conceder un período de prueba al nuevo primer ministro. Casi siempre los elegidos por la
oposición alternativa como blanco de sus ataques políticos son de origen palestino y no
pertenecen a las familias y clanes del este del país. Recientemente la reina Rania, de origen
palestino, fue acusada de corrupción y se la comparó con la esposa del dictador tunecino,
Laila Tarabulsi.
El joven rey Abdullah pareció haber aprendido las lecciones de Egipto y Túnez. Se
reintrodujeron los subsidios a los productos alimentarios básicos que se habían suprimido,
se anunció un aumento del salario mensual de los empleados públicos y se permitió que
figuras de la oposición política aparecieran en el canal de televisión del Estado. No se
prohibieron ni reprimieron las manifestaciones del “Día de la ira”, no se exigió que se
pidiera permiso para ser realizadas, no hubo presencia policial durante su realización y la
policía distribuyó agua y refrescos.
Sin embargo, cuando las reformas preventivas del régimen monárquico jordano y su tímida
oposición parecían surtir efecto en el desvanecimiento controlado de las movilizaciones, el
viernes 25 de febrero, miles de manifestantes se congregaron en Amman, Irbid y Karak
exigiendo una reforma sobre bases electorales y no por nombramientos del rey. De la
exigencia de caída del gobierno las masas pasaron sin pedir permiso a la exigencia de
cambio en el régimen.

Arabia Saudita
La crisis también está erosionando el régimen saudí. El 19 de febrero el muftí de Arabia
Saudí advirtió al gobierno que a menos que llevara a cabo reformas urgentes para mejorar
el nivel de vida del pueblo podría enfrentarse a un derrocamiento similar a lo sucedido en
Túnez y Egipto. Criticó la extravagancia de la familia real, que contrasta con la pobreza de
las masas del país.
Todo el régimen saudí se basa en una alianza entre la monarquía de la Casa de Saud y el
clero. Una fractura entre ellos sería el presagio de una crisis revolucionaria en el primer
productor mundial de petróleo.

Irán
El lunes 28 de febrero fuerzas de Seguridad secundadas por milicianos de civil se
enfrentaron con grupos de manifestantes en diversos puntos de Teherán, durante una
jornada de protesta convocada para exigir la liberación de los líderes opositores.

Argelia
El 12 de febrero una débil manifestación de 3 mil personas se movilizó en Argel exigiendo
la caída del gobierno. La Coordinación Nacional para el Cambio y la Democracia (CNCD)
informó que 30 mil policías custodiaban cada sector de la ciudad.
La CNCD surgió tras las primeras manifestaciones que se realizaron en Argel entre el 5 y
14 de enero, intentando continuar esa dinámica movilizadora. Una de sus principales
reivindicaciones es el levantamiento del estado de emergencia vigente desde 1992. El
primer ministro Ahmed Ouyahia prometió levantarlo antes que termine febrero, cosa que
finalmente sucedió. Además de la Liga Argelina de los Derechos Humanos, cuatro
sindicatos autónomos son parte de la convocatoria inicial de la CNCD: el Sindicato
Nacional Argelino del Personal de la Administración Pública (Snapap), la CLA, CNES y el
Sindicato Argelino de Trabajadores de la Educación y la Formación (Satef). Pero varios
dirigentes políticos opositores denuncian la falta de arraigo social del CNCD y la presencia
de personalidades vinculadas al régimen.
Mientras tanto los rebeldes bereberes de las montañas de Kabilia, en el norte de Argelia,
prefieren no participar de la revolución árabe, resentidos por el desinterés árabe en los
sucesos de la Primavera negra de 2001. El proceso argelino no augura que el país vaya a
formar parte del dominó revolucionario.

Conclusión
Hay un solo actor que no apareció en ninguno de los acontecimientos que sacuden al
mundo árabe. Al Qaeda, la excelente invención del Departamento de Defensa
norteamericano ha estado más bien callada.
Pero tampoco el islamismo ha podido poner su cuota de desconcierto en esta andanada
revolucionaria, ni siquiera en Egipto donde contaba con cierta fuerza pero con muy escasa
simpatía en la población.
Los jóvenes que ponen fin a la vida política de dictadores, reyezuelos y tiranos son
musulmanes, pero ellos derribaron efectivamente a Mubarak mientras todavía se pueden
ver videos clandestinos pasados de moda que convocan a hacerlo. Hubo muchos mártires
desde la inmolación de Mohamed Bouazizi el 17 de diciembre de 2010, pero las banderas
islamitas no aparecen por ningún lado.

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