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LOS ALUXES Y LOS NIÑOS

Autora: Gary Jiménez Caamal


Maestro: Jesús Eulogio Alejos Guerrero
Escuela: Primaria Tutul Xiu
Grado: 6° Grupo: A

Diego un niño de diez años, tenía dos amigos muy traviesos y


juguetones que se llamaban Eulogio y Augusto.

Eulogio y Augusto se habían quedado a dormir en la casa de Diego.


Pero, debido a que los papás de Diego no habían llegado del trabajo, se
pusieron a jugar sin que se dieran cuenta que la hora de dormir ya
había pasado.

Mientras jugaban, fueron interrumpidos por unos ruidos extraños que


se oían afuera de la casa; Diego pensó que solo eran gatos buscando
comida y Eulogio dijo que eran ruidos normales que se oyen por las
noches. Quizá alguno tenía razón, pero a Augusto se le ocurrió que tal
vez era mejor salir para ver de dónde provenían esos ruidos extraños.
Los niños estuvieron de acuerdo, por lo que salieron a ver que podía ser
y solo lograron ver una pequeña criatura, de la estatura de una ardilla
con los ojos muy chicos como granos de maíz y negros como la noche
solo que con el cuerpo de un hombre que se había encogido
demasiado. Para ellos fue algo muy aterrador por lo que Diego le pidió
a Augusto que vaya por un machete o un hacha.

Augusto rápidamente fue en busca del hacha con los pelos de punta por
el miedo. Mientras iba, temía que alguien se le apareciera, pero se
sintió muy valiente y siguió caminando. Al regresar, Diego tomó el
hacha con toda seguridad e intentó matar a esa pequeña criatura, pero
ella corrió como una liebre y luego se escondió entre unas piedras que
parecían una cueva muy oscura
Diego sin pensarlo, rápidamente metió el hacha dentro de esa pequeña
cueva y sintió que le había dado a algo. Sacó el hacha lentamente y
junto a ella, un pequeño iguano con la piel seca y dura con ojos muy
extraños que parecían canicas. Atrás de Diego estaban sus amigos que
se pusieron a reír a carcajadas pues habían armado tanto drama por un
iguano, o por lo menos eso pensaban.

Para no desperdiciar la carne del animalito juntaron palos secos que


había cerca y prendieron la candela con la que lo asaron y lo comieron,
sin saber lo que les esperaba.

A la mañana siguiente algo extraño le pasaba a Augusto que había


comido una gran porción de carne, él se estaba quejando de que tenía
dolores en la barriga y también tenía muchas náuseas y cada vez
empeoraba. Fue entonces que decidió contar la situación a su abuelita
que había tenido mucha experiencia con las medicinas; ella les
preguntó si algo había pasado por la noche anterior y los tres amigos le
contaron la historia completa. La abuela les dijo a los niños que el
pequeño animal no era un iguano, sino que era una creación del Alux
que hizo para que muera en su lugar y eso hizo que Augusto se
enfermara. Los niños sintieron escalofríos mientras escuchaban esa
aterradora noticia y empezaron a tener bastante miedo a la oscuridad

Pasaron los días y muchas cosas extrañas pasaban en su casa, en la


escuela y en la calle. Por ejemplo, Diego al ir de compras por una
medicina que le había pedido la abuela en una noche oscura y fría, se
encontró con una anciana de aspecto extraño que cubría toda la cabeza
con una capucha negra con los ojos rojizos y con una mirada
escalofriante. No pasó mucho tiempo y desapareció misteriosamente
como si estuviera viviendo una pesadilla repitiéndose esta escena por
tres semanas.
Los niños se hartaron e intentaron solucionar el problema, pero antes le
pidieron ayuda a la abuela que últimamente se notaba algo extraña y
nadie sabía lo que le pasaba.

Los niños empezaron a investigar cual era el problema en que los aluxes
estaban tan molestos y claro lo hicieron con la ayuda de la abuela.

Los niños hicieron ofrendas a los traviesos aluxes como comidas y


bebidas, hasta que se dieron cuenta de algo extraño en la abuela. Lo
que descubrieron fue simplemente espantoso y horrible, casi ni se lo
creían. La abuela había tenido un trato con esos pequeños aluxes por
un problema del pasado, la abuela trabajaba para los aluxes, les daba
comida cada noche, pero un día, se descuidó y no les dio su cena y por
ese motivo se vengaron. Como castigo le obligaron a vestirse como una
mujer aterradora para presentarse ante su nieto aquella noche. Aunque
ella no quería, lo tenía que hacer, y finalmente todo se solucionó, los
problemas acabaron y la abuela se disculpó de su nieto y de sus amigos.

Diego recién cumplió sus noventa años y a pesar de que perdonó a su


abuela e hizo como si nada hubiera pasado, fue como un sueño que
nunca quisiera volver a repetir.

-Fin -

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