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Basados en estudios realizados en los últimos veinte años sobre el efecto deletéreo que ciertas
neurohormonas con acción simpaticomimética provocan en el paciente con insuficiencia cardíaca, se
comenzó a utilizar en forma “paradojal” como tratamiento para la insuficiencia cardíaca a drogas beta
bloqueantes, con buenos resultados en casos de fallo cardíaco congestivo crónico. El uso de estos
medicamentos tiene como fin paliar o abolir los efectos vasoconstrictores y retenedores de sodio de
las neurohormonas mencionadas [6].
Otras drogas como el carvelidol (antagonista no selectivo de los beta receptores y alfa 1 con efecto
vasodilatador) se usan cada vez con mayor frecuencia y resultados promisorios, aún en pacientes
pediátricos [6], al igual que nuevas drogas como el Levosimendan, el cual es un agente calcio-
sensibilizador, con efecto inotrópico positivo y vasodilatador periférico que se está usando con buenos
resultados en casos agudos de insuficiencia cardíaca o shock cardiogénico en adultos, en niños y
neonatos, durante un corto período de tiempo [11,12].
Asimismo, distintos estudios han sido la base para el ensayo de otras drogas para el tratamiento de la
ICC tales como el nesiritide (sintético péptido natriurético cerebral) y un inhibidor de la
vasopeptidasa, enzima que inhibe la degradación de los beneficiosos péptidos natriuréticos [5].
Sin embargo, estos nuevos medicamentos no han hecho olvidar el uso de la digoxina u otros ya
conocidos inotrópicos positivos como la dopamina o la dobutamina (estimulantes de los beta
receptores), o de drogas mas modernas con efecto inotrópico y vasodilador sistémico y pulmonar,
como la Amrinona o la Milrinona (inhibidores de la fosfodiestarasa) muy usados en casos agudos o en
el post operatorio cardiovascular, o a los clásicos diuréticos y vasodilatadores, que siguen siendo los
pilares del tratamiento de la insuficiencia cardíaca, solo que ahora pueden ser asociados a los nuevos
medicamentos con promisorios resultados [1,7,8,15,19-22,32-34].
1. Aguda (cuando los mecanismos de compensación no tienen tiempo para actuar) vs. Crónica
(en donde actúan mecanismos compensatorios con o sin eventos agudos)
2. Con Alto output cardíaco (que cursa con taquicardia, hipertensión arterial, piel caliente, pulsos
amplios siendo característica de la anemia, hipertiroidismo, etc) vs. Con Bajo output cardíaco
(Taquicardia, extremidades frías, pulsos débiles, palidez, oliguria, siendo secundaria a
miocarditis, miocardiopatías, anomalías coronarias, post operatorio,etc)
3. Derecha (Caracterizada por congestión venosa sistémica y hepatomegalia) vs. Izquierda
(Caracterizada por disnea y fatiga), pero hay que tener en cuenta que en la vida fetal y en el
neonato la IC casi siempre es global, afectando ambos ventrículos a la vez.
4. Anterógrada vs. Retrógrada, emparentada con la anterior y subsiguiente clasificación
5. Sistólica (Fallo en la eyección ventricular con contractilidad disminuida, paredes ventriculares
no engrosadas y presión telediastólica del ventrículo izquierdo aumentada, pudiendo ser
causales en pediatría las miocardiopatías, la enfermedad de Kawasaki, la estenosis aórtica o la
coartación de aorta con severo fallo miocárdico) vs. Diastólica (Lleno ventricular alterado con
hipertrofia ventricular manifiesta, contractilidad, fracción de eyección y presión telediastólica
conservadas, pudiendo ser secundaria a estenosis mitral, derrame pericárdico, aumento de la
presión post Glenn, etc).
La mayor labilidad que el corazón neonatal tiene en relación al aparato cardiovascular de niños más
grandes, tiene su explicación en una serie de factores que influyen negativamente sobre su
performance, a saber [2,40-46]:
Figura 1: Esquema representativo del gasto ventricular combinado del feto. Del 66 % del
flujo sanguíneo que del ventrículo derecho (VD) se dirige hacia el tronco de la arteria
pulmonar (TAP), sólo un 7 % irá hacia las ramas pulmonares (RdAP y RiAP), ya que los
pulmones están colapsados en la vida fetal, por lo que el restante 59 % se dirigirá hacia la
aorta descendente, a través del ductus arteriosus (D.A). El 34 % de sangre que maneja el
ventrículo izquierdo (VI) se distribuirá en la vida fetal de la siguiente manera: un 3% irá a
las arterias coronarias (AC) y un 21 % a los vasos del cuello (TBC, CI, SI). El remanente
(10 %) que llega al istmo aórtico (Istmo Ao) se juntará en la aorta descendente (Ao desc)
con el flujo proveniente del ductus arteriosus. El tamaño de las cavidades y vasos
sanguíneos son la real expresión del flujo que manejan por lo que tanto el TAP (66 %), el
DA (59 %) y la Ao desc (69 %) tendrán un tamaño similar ya que manejan flujos fetales
parecidos y el VD será de mayor desarrollo que el VI (ver texto)
Luego del nacimiento, cada ventrículo deberá hacerse cargo de todo el volumen minuto (circulación en
serie y no en paralelo, como en la vida fetal), lo que implicará para el VI un aumento de su trabajo en
un 200 % (de 150 a 450 ml/kg/min). Este hecho determina que el VI, fisiológicamente, deba
prácticamente agotar su capacidad de reserva y se torne muy lábil para enfrentar una cardiopatía
estructural que le ocasione una sobrecarga adicional de volumen o presión. Dada esta labilidad,
incluso corazones estructuralmente sanos pueden también ser severamente afectados por procesos
tales como anemia, hipoglucemia, hipocalcemia, sobrehidratación o una infección entre otros,
teniendo en cuenta que el neonato muchas veces no tiene los mecanismos compensatorios bien
desarrollados, situación adaptativa que si ocurrirá a medida que el recién nacido vaya creciendo en
edad. El conocimiento de estas variables fisiológicas nos permite entender el porque de la labilidad del
corazón neonatal en relación al del feto y el analizar el gasto cardíaco post natal, su labilidad en
relación a niños mas grandes [2,41,42,43,44,45,46].
Luego de la primera semana de vida extrauterina, el gasto cardíaco (450 ml/Kg/min) comenzará a
bajar, para alcanzar alrededor de las 3 semanas, los 300 ml/kg/min (33 % menos que al momento
del nacimiento) y luego continuará este descenso hasta promediar los 150 ml/kg/min a las 6 semanas
de vida y los 70-80 ml/Kg/min después de los 6 meses de edad. Recordemos que el volumen minuto
en un adulto es de alrededor de 70 ml/Kg/min [2,40-46].
Esta “hemodilución fisiológica” del neonato, puede también explicar, en parte, el menor efecto de las
drogas inotrópicas exógenas cuando son administradas a un neonato en comparación con el niño
mayor o el adulto [45]. Figura Nº 2.
Figura 2: Esquema que muestra la evolución del gasto cardíaco (GC) luego del
nacimiento. Nótese que a pocas horas de vida el GC es de alrededor de 450
ml/Kg./min.(igual que en la vida fetal), cayendo a 300 ml/Kg./min. a las 3 semanas de
vida y a 150 ml/Kg./min. a las 6 semanas luego del nacimiento. Recién alrededor de
los 6 meses de vida el corazón manejará 70 ml/Kg./min., que es lo normal para un
corazón adulto (ver texto).
Este descenso progresivo del gasto cardíaco neonatal, logrado a expensas de una generosa diuresis,
permite explicar, en parte, la mayor labilidad del corazón cuanto más cerca del nacimiento se
encuentre. De esta manera en los primeros días de vida el corazón neonatal solo tiene como
mecanismo compensador para el manejo de su volumen minuto a la frecuencia cardíaca, la cual de
por si tiene muy poco margen habida cuenta de su fisiológica taquicardia [2,40-46].
La compliance ventricular rara vez está afectada en un neonato, salvo que esté asociado a una
fibroelastosis endocárdica, una miocardiopatía restrictiva, o a un proceso isquémico miocárdico
severo.
Por el contrario el retorno venoso en el neonato, fisiológicamente está aumentado, teniendo ésto
mucha vinculación con el hecho antes mencionado en el ítem 1) -mayor gasto cardíaco-. A su vez este
condicionante determina que la ley de Frank-Starling, se cumpla al máximo, quedando poco margen
para tolerar sobrecargas adicionales dadas por una cardiopatía estructural o una simple
sobrehidratación. La ley de Frank-Starling es también llamada la “ley del elástico”, por su
comportamiento similar a la contractilidad cardíaca. Esto significa que cuanto mas se estira la fibra
muscular, mas se contrae, pero hasta un cierto límite, luego del cual, si se produce un
sobreestiramiento, el “elástico se rompe”.
Salvo la presión intraventricular, que en el neonato no tiene mayor gravitación, las otras dos variables
de la postcarga actúan de manera desfavorable para la perfomance del VI del recién nacido. El radio
de la cavidad está aumentado, influenciado por la mayor precarga que el neonato tiene, y el espesor
de la pared, en la etapa neonatal “no tiene tiempo” de compensar una sobrecarga de presión, como
ocurriría en otras etapas de la vida. Esta última variable explica el rápido, frecuente y severo
compromiso que por ejemplo una coartación de aorta o una estenosis aórtica moderada le provoca al
corazón neonatal y la escasa repercusión miocárdica que esta misma patología produce en general en
niños mayores [2,40-42,46].
Es claro que neonatos y niños pequeños con insuficiencia cardíaca y bajo output tienen alto tono
simpático con altas concentraciones de catecolaminas, como así también tienen reducidos números y
densidades de beta receptores en comparación a los niños normales. Por otro lado debemos
considerar que el neonato tiene un volumen acuoso importante como recién mencionamos, con la
consiguiente “hemodilución fisiológica”, lo que puede determinar que la administración exógena de
cataecolaminas en el neonato no tenga el mismo efecto beneficioso que en el adulto o el niño mayor
[45,47-49].
Es decir que los mecanismos de compensación pueden hacerse presentes sólo parcial y tardíamente
en el neonato, pero luego con el tiempo y al avanzar la edad estas desventajas neonatales se irán
corrigiendo. Por otro lado los receptores adrenérgicos y dopaminérgicos aún requerirán tiempo de
desarrollo para cumplir adecuadamente su cometido [2,40-49].
Por otro lado la hemoglobina (Hb) fetal que se encuentra presente en la etapa neonatal juega un rol
negativo al tener una menor cantidad de 2-3 difosfoglicerato que desvía la curva de disociación de la
hemoglobina (Hb) a la izquierda. Esto implica que si bien la Hb fetal logra una saturación de oxígeno
similar a la Hb adulta, tiene mayores dificultades para la liberación del mismo en los tejidos, lo cual
provoca una mayor necesidad de flujo sanguíneo hacia ellos, que el corazón neonatal en muchas
ocasiones no puede sobrellevar adecuadamente. Con la edad, la Hb fetal irá desapareciendo y los
problemas recién mencionados se atenuarán por completo [2,41].
6. Hipoxia y Acidosis
Estas alteraciones metabólicas acompañan frecuentemente al recién nacido enfermo y su presencia,
como es lógico suponer, deteriora significativamente la contractilidad miocárdica [2,45].
Luego de haber analizado los principales factores que inciden negativamente o que predisponen a la
instalación de la insuficiencia cardíaca en la etapa neonatal y que evidentemente constituyen la base
sobre la que asienta nuestra problemática, recordaremos los mecanismos que los desencadenan
[2,40,41].
A) Sobrecarga de volumen: comprende a los cortocircuitos I-D con gran hiperflujo pulmonar (sobre
todo en los prematuros), las fístulas arteriovenosas, las insuficiencias valvulares, etc.
B) Sobrecarga de presión: como las patologías obstructivas izquierdas (estenosis aórtica, coartación
de aorta) o derechas (estenosis pulmonar valvular crítica).
C) Alteraciones en alguna etapa del metabolismo muscular que comprometiendo la producción,
almacenamiento o utilización de la energía llevan a un deterioro primario del elemento contráctil y a la
consecuente disfunción miocárdica. Dentro de este grupo podríamos considerar a la hipoxia y acidosis,
hipoglucemia, hipocalcemia, alteraciones electrolíticas, algunos procesos inflamatorios que incluso
pueden llevar a la destrucción del elemento contráctil o a la necrosis celular.
D) Dificultades con el retorno venoso o el llenado ventricular, tal como ocurre en algunas arritmias o
en la fibroelastosis endomiocárdica.
Las causas extracardíacas están representadas por trastornos metabólicos tales como acidosis,
hipoglucemia, hipocalcemia, u otras alteraciones como neumopatías, sepsis, anemia, poliglobulia o la
simple exposición al frío, todas las cuales son capaces de llevar a un cuadro de IC, a través de un
mecanismo en común, cual es la hipoxemia tisular [2,39,40,41,45].
Muchas veces, neonatos afectados de cardiopatías estructurales con poca o nula repercusión
hemodinámica, se descompensan frente a causales extracardíacas como las recién mencionadas, no
siendo siempre diagnosticadas adecuadamente. Esta última situación puede conducir al error de
intentar tratar, con medicamentos cardiológicos o peor aún quirúrgicamente, una patología
extracardíaca, causal de la descompensación. Así por ejemplo, si un neonato o lactante menor
portador de una cardiopatía congénita cianosante con hipoflujo pulmonar, presenta un aumento
súbito de su cianosis secundaria a una neumopatía aguda, su tratamiento deberá estar centrado en
su pulmón y no en la realización de una operación de Blalock Taussig en el agudo [2,41].
Las causas cardíacas están representadas por tres grupos de patologías que podríamos sintetizar en:
- Cardiopatías estructurales
- Endomiocardiopatías
- Arritmias
Las cardiopatías estructurales, están representadas por aquellos defectos del corazón que afectan su
anatomía en una etapa precoz del desarrollo (generalmente antes de los 60 días de gestación) tales
como una CIV, un síndrome de coartación de aorta, o una transposición de las grandes arterias, entre
muchas otras, que son capaces de provocar en el neonato un cuadro de IC.
En la etapa neonatal, en los recién nacidos a término (RNT) la mayor incidencia de insuficiencia
cardíaca (IC) por cardiopatías estructurales está representada por la patología obstructiva izquierda,
la cual comprende a la coartación de aorta, la interrupción del arco aórtico, la estenosis aórtica crítica
y al síndrome de hipoplasia del ventrículo izquierdo. En orden de frecuencia la transposición de las
grandes arterias, el canal A-V común total, la estenosis pulmonar valvular crítica con tabiques
intactos, y el tronco arterioso le siguen en incidencia. Los shunts I-D representados por la CIV y el
ductus arteriosus no son en esta etapa de la vida una causa frecuente de IC en los nacidos a término,
pero sí adquieren una gran importancia como causa etiológica en recién nacidos pretérminos o en
lactantes. La explicación de ello radica en el hecho de que los prematuros tienen un patrón de
arteriola pulmonar con amplia luz y escasa pared, lo cual hace que no haya una barrera eficaz al
hiperflujo pulmonar, situación diametralmente opuesta a lo que ocurre en los neonatos nacidos a
término, que tienen dicha arteriola con escasa luz y gruesa pared.
En los pretérminos, la inundación pulmonar será una constante frente a una CIV o un ductus,
mientras que el nacido a término estará protegido por la hipertensión pulmonar fisiológica
transitoria, mediada por su particular estructura de arteriola pulmonar.
Luego de la etapa neonatal, la arteriola pulmonar de los recién nacidos a término, irá adquiriendo
progresivamente (entre los 2 y los 6 meses de edad aproximadamente) un patrón de luz amplia,
siendo por lo tanto ahora susceptibles de sufrir de hipertensión pulmonar y sobrecarga de volumen
y/o presión cardíaca. [2]
Las arritmias y las endomiocardiopatías integran junto a las cardiopatías estructurales recién
descriptas, las causas cardíacas de insuficiencia cardíaca. Las primeras en la etapa neonatal están
representadas básicamente por la taquicardia paroxística supraventricular y el bloqueo A-V completo
congénito. Sin embargo en la vida intrauterina se pueden agregar otras taquiarritmias como el flutter
auricular, o la fibrilación auricular que muchas veces pueden provocar severos cuadros de insuficiencia
cardíaca prenatal con o sin hidrops fetalis [2,50].
Las endomiocardiopatías están representadas básicamente en la etapa neonatal por enfermedades del
miocardio de tipo dilatadas (generalmente de origen viral), hipertróficas (en hijos de madre diabética
o no y frecuente en fetos y neonatos afectados de enfermedad de Noonan), y otras denominadas no
clasificadas, como la fibrolastosis subendocárdica (que muchas veces acompaña a cardiopatías
estructurales del tipo obstructivas izquierdas) [2].
Sin embargo, si a estas cifras le agregáramos, los casos de fallo cardíaco detectados intraútero y los
fatales casos de hidrops fetalis (que en más del 60 % son de causa cardíaca), nos encontraríamos
con que la incidencia sería aún mayor [50-55].
Dificultad Respiratoria
Es un signo que nunca falta en un neonato afectado de insuficiencia cardíaca. Puede aparecer como
expresión de un hiperflujo pulmonar o como resultado de una hipertensión veno-capilar pulmonar o
de la combinación de ambos. Como consecuencia de ésto, generalmente a nivel capilar hay
extravasación de líquido hacia el espacio extravascular, produciéndose un edema intersticial que al
provocar un aumento en el peso del pulmón conlleva a un mayor esfuerzo respiratorio [2,41-45].
La dificultad respiratoria (DR) de origen cardíaco, se puede poner de manifiesto de dos formas:
Taquipnea: (respiración rápida, profunda y con gran tiraje intercostal) propia de los neonatos con
insuficiencia cardíaca.
Polipnea: (respiración rápida y superficial), propia de los niños con cardiopatías cianosantes con
hipoflujo pulmonar que cursan sin insuficiencia cardíaca.
La DR, si bien está presente en todo momento en un neonato con IC, se hace más evidente frente a
esfuerzos como el llanto ó al alimentarse, ya sea con el pecho o la mamadera. El neonato afectado de
este síndrome, generalmente luego de mamar 20-30 cc de leche, retira su boca de la tetina o el pecho
materno y queda jadeando algunos segundos. Esta situación obliga a tener que aumentar el tiempo
alimentario y dado que el afectado se cansa, muchas veces el RN se duerme o se excita lo cual hace
aún más dificultoso la amamantación. Si esta dificultad respiratoria se perpetúa en los días o
semanas provocará una mala curva de peso.
La congestión pulmonar generalmente constituye un campo propicio para que colonicen gérmenes que
agravan la dificultad respiratoria presente. No es infrecuente la detección de atelectasias o la
auscultación de broncoespasmo como expresión de la congestión bronquial. Muchas veces es
dificultoso el diagnóstico diferencial entre neumopatía primaria e insuficiencia cardíaca. En muchas
patologías cardíacas que cursan con IC y/o hipertensión pulmonar (HTP), la enfermedad pulmonar es
una complicación muy frecuente que generalmente agrava el cuadro inicial. En estas últimas
circunstancias, el tratamiento deberá centrarse principalmente en la terapéutica de la patología
pulmonar, que cuando es efectiva, alivia importantemente el síndrome de fallo cardíaco. Por ello, la
determinación del estado de la ventilación pulmonar es un examen que no debe faltar nunca en la
auscultación de cualquier neonato sospechado de tener un fallo miocárdico. Un recién nacido que
presente una adecuada entrada y salida bilateral de aire, y ausencia de auscultación patológica
pulmonar, nos hará prácticamente descartar una enfermedad pulmonar primaria [2,41,42,44,45].
También debemos recordar que muchas enfermedades respiratorias pueden ser la etiología de una
insuficiencia cardíaca de causa extracardíaca.
Por último, debemos recordar que muchos neonatos que sufren IC suelen presentar, como
intercurrencia, procesos infecciosos en el tracto urinario, expresados sólo por un síndrome febril, que
son de difícil diagnóstico si no se los sospecha oportunamente. Tampoco es infrecuente en estos niños
la presencia de anemia ferropénica. Ambos procesos requieren de una terapéutica rápida y agresiva.
Cardiomegalia
La cardiomegalia que acompaña al síndrome de IC neonatal en general es global, afectando a ambos
ventrículos. Se la puede poner en evidencia en algunas circunstancias con la simple observación de un
choque de la punta desplazado hacia la izquierda o por un precordio muy hiperquinético. Pero sin
lugar a dudas, la radiografía de torax es un método imprescindible para poner en evidencia este signo.
La determinación de un índice cardiotorácico mayor al 60 %, en la etapa neonatal, nos autorizará para
hablar de cardiomegalia [2,41-45]. Figuras Nº 4.
Sin embargo, debemos ser muy cuidadosos en evaluar la técnica utilizada para la obtención de la
placa radiológica, ya que radiografías obtenidas a muy corta o muy larga distancia focal pueden
alterar falsamente en más o en menos el índice cardiotorácico. Una situación similar puede ocurrir
cuando la radiografía no está bien inspirada. Placas de tórax espiradas, simulan frecuentemente
cardiomegalias inexistentes, mientras que radiografías muy inspiradas pueden minimizar una franca
cardiomegalia.
Una forma práctica para determinar si una radiografía de tórax está bien inspirada, es constatar que
se observen entre 7 y 8 espacios intercostales.
La radiografía de tórax también es de mucha utilidad para ayudar a determinar el situs y detectar
enfermedades extracardíacas tales como una neuropatía o una hernia diafragmática.
El ecocardiograma nos permite hacer con mucha precisión las mediciones de las cavidades cardíacas
y, así mismo, nos da una idea muy fiel del estado contráctil del miocardio. También es de indudable
valor para la determinación de la etiología del síndrome. Figura Nº 5.
Existen muy pocas causas de insuficiencia cardíaca sin cardiomegalia. Entre ellas podemos citar a las
miocarditis fulminantes, las taquicardias paroxísticas supraventriculares en sus primeras horas de
producida y al drenaje venoso pulmonar anómalo total infradiafragmático o infracardíaco [2,41-45].
Figura Nº 6.
Hepatomegalia
La hepatomegalia es un signo que no falta casi nunca en un neonato afectado de IC. El hígado, en el
neonato, debe ser palpado en una línea imaginaria que una el hombro derecho con el ombligo.
Palpaciones realizadas por dentro de esa norma pueden minimizar el tamaño hepático, mientras que
si dicha palpación se realiza por fuera de esa línea imaginaria, pueden provocar un falso diagnóstico
de hepatomegalia. Normalmente en el recién nacido a término el borde inferior hepático se palpa a 1
ó 2 cm. por debajo de la arcada costal [2,41,42].
El neonato generalmente no tiene bien desarrollada la cápsula de Glison, estructura que en los
mayores es una especie de dique de contención que pone cotos al desmesurado crecimiento de la
glándula hepática. Por esta razón el hígado del recién nacido, suele ser muy complaciente y por ende
muy distensible, frente a aumentos de la volemia y/o de la presión venosa central. De esta manera,
su tamaño puede ser un muy buen contralor del estado de las presiones venosas y en determinadas
circunstancias de la presión pulmonar [2,41,42].
ajenas a la glándula, tal como suele suceder cuando el diafragma está descendido por hiperinsuflación
pulmonar, o en los niños Down por diastasis de los músculos rectos abdominales. Así mismo, en los
neonatos hijos de madre diabética, la hepatomegalia puede ser un componente más de la macrosomía
propia de estos niños [2,41,42].
La hipertensión arterial se produce por descarga catecolamínica compensadora lo cual conduce a una
vasoconstricción periférica que actúa como un “corazón periférico”. Puede faltar en las formas graves
del síndrome, en sus etapas terminales o en los sometidos a tratamiento con diuréticos, potentes
vasodilatadores o beta bloqueantes [2,41-45].
El precordio hiperquinético, que se objetiva como el signo de Dressler positivo, es típico de encontrar
en los niños que además presentan HTP.
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Sandra Romero
- Médica de Staff
- Encargada de diagnóstico prenatal
- Hospitales Materno Neonatal y Materno Provincial Córdoba, Argentina
Eduardo Halac
- Profesor Adscripto de Pediatría y Neonatología, Universidad Nacional de Córdoba
- Coordinador Perinatal, Unidad Perinatal Esperanza
- Master en Salud Pública, y Salud Pública Materno Infantil
- Profesor de Bioestadística y Epidemiología, Maestría en Salud Materno Infantil, Universidad Nacional de
Córdoba
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