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Sobre el lenguaje llano

Lenguaje llano, llaneza en el hablar, entendido como expresión tradicional,  está ligado a escribir
como se habla. Escribir lo más llanamente posible, de manera que nuestros interlocutores
comprendan bien lo que les queremos decir o comunicar. Podemos remontarnos al Diálogo de la
lengua (1535), de Juan de Valdés, cuando en respuesta a Marcio, su interlocutor, dice:

Para deziros la verdad, muy pocas cosas observo, porque el estilo que tengo me es natural, y sin
afectación ninguna escrivo como hablo; solamente tengo cuidado de usar de vocablos que
sinifiquen bien lo que quiero dezir, y dígolo quanto más llanamente me es possible, porque a mi
parecer, en ninguna lengua stá bien el afetación.

“…procurad que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra
oración…“, del  Prólogo  al Don Quijote. (Ilustración: Picasso, 1955).

Llano quería escribir Cervantes y llano era Alfonso X el Sabio, cuando impulsaba la calidad de la
lengua española. Las obras de Azorín (Juan Martínez Ruiz) o Juan Rulfo, por citar a escritores
contemporáneos, son ejemplos de lenguaje llano.

Lo que busca el lenguaje llano es la claridad, la precisión, la concisión. O sea, que se entienda
lo que dice. En ese sentido, lenguaje llano no se opone a lenguaje especializado. Un artículo
científico de Medicina o un tratado de Física pueden ser textos de difícil comprensión para alguien
ajeno a esas materias. Un léxico especial o una fraseología diferente pueden exigir una formación
específica y adecuada.

Hay que distinguir entre los textos difíciles de entender por su especialización y los textos
confusos. Un sentencia judicial, bien escrita, se puebla de precisiones —porque la ley delimita—,
pero no se convierte en un texto sobrecargado, espeso. Un texto retorcido y barroco o bien es
producto de la ignorancia o la ligereza (el copia-pega), o del deseo de oscurecer el mensaje, de
dificultar o impedir su comprensión.

Lenguaje llano y lenguaje simplificado, no son sinónimos. El lenguaje llano no es ajeno, sino que
nace de las normas lingüísticas que provienen de la cultura de la lengua: no es un lenguaje
simplificado y reducido. Tiene que ver con la educación recibida en la escuela, transmitida por la
familia, y la sociedad que se comunica a través de los medios de comunicación. El lenguaje llano
practica la norma ortográfica y gramatical, de obligada consulta junto con los diccionarios. El
lenguaje llano sirve para comunicarnos mejor, facilita la lectura, pero exige un esfuerzo a quien
escribe.
Cervantes, en el Prólogo al Don Quijote, nos da más pistas sobre este modo de escribir:
…procurar que a la llana, con palabras significantes, honestas y bien colocadas, salga vuestra
oración y período [discurso] sonoro y festivo, pintando en todo lo que alcanzáredes y fuere posible
vuestra intención, dando a entender vuestros conceptos sin intricarlos y escurecerlos.

Esta es la razón por la cual el 90% de los adolescentes hombres comete actos ilegales
Educación
27 Feb 2018 - 10:32 AM
Redacción educación
Aunque es un comportamiento que suele ser corregido con el paso del tiempo, esta práctica es
frecuente en varones entre los 15 y los 19 años. Quienes la practican después de los 30 suelen
haber tenido complicaciones en su infancia.

La adolescencia suele caracterizarse como una etapa problemática; llena de rebeldía. Tan

compleja es que cometer actos ilegales parece una práctica frecuente. Más en hombres que en

mujeres. El 90% de ellos sobrepasa los límites de lo permitido. Tanto que, como lo registra la

Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia interpersonal masculina, junto a accidentes

de tránsito, es una las principales causas de mortalidad entre los jóvenes de 10 a 19 años. En 2015

fue la segunda y causó la muerte de más de 42 mil varones. Las más usuales en mujeres, por el

contrario, fueron infecciones respiratorias y suicidios.

¿Por qué sucede este fenómeno? ¿Por qué los hombres son más proclives a actuar de esa

manera en su juventud? Las preguntas las intentó resolver Terrie Moffitt, de la Universidad de Duke

en Estados Unidos. Para logarlo revisó en detalle los estudios hechos sobre delincuencia en este

grupo poblacional desde 1993. Sus resultados acaban de ser publicados en la revista Nature

Human Behaviour.

Lo que encontró Moffitt es que, aunque cometer actos criminales es muy frecuente en hombres,

por lo general ese comportamiento se corrige con el paso del tiempo. Las conductas ilegales

empiezan a presentarse entre los 8 y los 14 años. Entre los 15 y los 19 se presenta una especie de
cumbre y, entre los 20 y los 29, esa actitud empieza a desaparecer. Solo unos pocos continúan

delinquiendo después de esa edad, aunque quienes lo hacen comparten ciertos patrones. En su

infancia, por ejemplo, hubo ausencia de padres y fueron frecuentes los abusos.

De acuerdo con su investigación, estos resultados podrían sugerir un camino para evitar la

delincuencia. Lo que habría que hacer es identificar con detalle a los adolescentes que provienen

de contextos más complejos y analizar la manera de aplicarles el sistema de justicia. Por otro lado,

quienes se criaron en un entorno “normal” no deberían ser tratados de la misma manera pues, en

teoría, abandonarán ese tipo de comportamiento de manera natural. De no hacerlo, posiblemente

de prolongaría su tiempo en la delincuencia.

“La situación con las chicas es distinta. Según la investigación, muy pocas chicas llegan a

convertirse en delincuentes a largo plazo, menos del 1%. Además, el comportamiento antisocial de

las chicas está más influido por la edad a la que alcanzan la pubertad y por los novios”, le dijo

Moffitt al diario El País de España.

Esta investigadora, además, concluyó que los jóvenes con menos capacidad de integrarse y

menos aceptados eran los que solían estar alejados de la delincuencia. También comparten

algunos patrones: tienen poca confianza social, son excesivamente controlados y tardaron más

que el resto en tener experiencias sexuales. Sin embargo, con frecuencia, este grupo es el que

termina teniendo más éxito en su adultez.


Elementos de estilo: precisión, claridad, concisión

En más de una ocasión se ha hablado de los elementos característicos del estilo científico, y es
que estos elementos son primordiales para que las ideas fluyan exactamente como queremos
expresarlas.   El desorden en la exposición de las ideas y la discontinuidad del pensamiento
atentan contra la precisión del enunciado.

Precisión

La precisión, es decir, la palabra adecuada en el contexto adecuado es uno de las características


que debe tener el texto científico.  El significado depende de la palabra y su contexto y de la
posición que ocupa en la oración.

1. Hay que evitar términos vagos que no aportan datos precisos a la información, tales
como: mucho,  grande, superior, mayor que, rápido, caliente, prolongado, etc.

2. Hay que evitar los vocablos rebuscados y debe aclararse el significado de las voces técnicas
cuando sea necesario, es decir, cuando el término no sea muy común.

3. Debe evitarse el uso de extranjerismos innecesarios, pues introducen, algunas veces,


imprecisiones.
Hay casos en que es posible, y se recomienda, utilizar la traducción del término al español; ante
esta posibilidad se prefiere traducir todo lo que sea traducible.

Claridad
Un párrafo simple aporta más claridad al texto y es más fácil de comprender que uno complejo en
el que las ideas no guarda relación unas con otras y es evidente el desorden del pensamiento.  La
habilidad para lograr la claridad está en transmitir ideas complejas con palabras y construcciones
sencillas.

1. Debe eliminarse del texto científico todo vestigio de lenguaje figurado (metáforas, símiles) y
reducirse  el número de oraciones que contienen varias subordinadas y yuxtapuestas.

2. Una sólida y adecuada estructura posibilita que los contenidos fluyan y  se interrelacionen para
dar significado y facilitar la comunicación con el lector.

3. Las frases deben ser naturales y claras. Dos frases cortas pueden ser mejor que una larga.

Concisión

Para lograr la concisión hay que evitar mencionar datos irrelevantes, obvios, que no aportan
información o ya se conocen. Debe prestarse atención en este caso a las veces que se repiten las
mismas ideas sin justificación.

1. Deben escribirse oraciones cortas, afirmativas y sencillas. Los enunciados afirmativos son
preferibles a la doble negación.

2. No deben emplearse dos palabras donde es suficiente una.

3. Los párrafos deben ser cortos y contener la información necesaria y relacionada entre sí.

4. No debe abusarse de las conjunciones que alargan o entorpecen el ritmo de la frase (que, pero,
aunque, sin embargo) si no son estrictamente necesarias.

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