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1) Durante el transcurso de la clases teóricas correspondientes a la tercera unidad, hemos realizado un

recorrido genealógico que permitió dar cuenta del creciente proceso de secularización moderno. Vimos
así distintas concepciones y puntos de vista referidos a la legitimidad del poder. En tal sentido, pedimos
entonces que:
a. Desarrolle los diferentes discursos modernos sobre la legitimidad del poder. Fundamentalmente Weber,
Gramsci y Foucault. 
b. Diferencie, siguiendo a Deleuze, "disciplinamiento" y "control".

a. Gramsci;

Existen dos elementos absolutamente necesarios para la existencia y reproducción de un Estado: el poder
y la autoridad. Por poder entendemos la capacidad o la fuerza de hacer alguna cosa. El poder está en el
“nosotros" sobre los que ejercemos nuestro poder. Poder como coerción. Por autoridad entendemos,
aquello que, al contrario del poder, me es dado, reconocido, por otros. A alguien se le concede autoridad
porque inspira respeto ybconfianza. Podríamos entonces proponer la autoridad como persuasión.

Consecuentemente, estos se conforman como los dos elementos necesarios


para la salud del Estado capitalista. Sin embargo, la articulación de esta fórmula coerción-persuasión se
ha expresado de manera distinta a lo largo de la historia.
No es hasta la modernidad que podemos identificar el segundo de los
elementos, el elemento consensual. El análisis teórico del Estado pre-moderno redujo éste a la noción de
poder, en este período, la creación de autoridad estatal, la formulación de preceptos y reglas de conducta
como prácticas de subjetivización que generaban las actitudes de cohesión voluntaria del individuo
entorno al Estado, era una area que corresponde no al Estado sino a la religión. Desde el origen de la
primera forma de Estado conocida en occidente, la primera gran monarquía medieval aparecida en la
segunda mitad del siglo XII hasta terminado el proceso de revoluciones burguesas, la religión es el factor
moralizador de la vida social. Ésta es el principal instrumento de control social. El Estado se identifica
sólo a una simple estructura jurídico-política que es complementada, la acción de sujeción de la religión,
garantizándole la eficacia de su dominio y la integración del hombre a su estructura. Con la explosión
revolucionaria mediante la cual la burguesía logró apoderarse de las riendas del poder e instaurar el
Estado burgués moderno, se inicia un proceso socio-histórico de secularización o laicización del Estado.
Cada vez menos, los individuos interpretan la vida personal y colectiva en base a cosmovisiones
religiosas. Desde una perspectiva histórica, la modernidad supone que por primera vez, las explicaciones
y legitimaciones religiosas del mundo pierden su plausibilidad para gran parte de la población y, en
consecuencia, la legitimidad de lo político deja de pasar por lo trascendente o religioso.
La función de la religión como mecanismo de control social, deben ser desarrolladas ahora, por un
entramado nuevo de las formas del poder en el que se conjuguen, los contenidos de una ética social
secularizada y las formas y prácticas de subjetivización, que hagan posible conectar los adentros
psicológicos del hombre con los imperativos del orden social.
El Estado burgués debe superar su interpretación histórica como mero conjunto de
instrumentos de coerción, para pasar a interpretarse a si mismo, también como
sistema de instrumentos de producción de liderazgo intelectual y de consenso, produciendo a su vez una
hegemonía cultural (burguesa) dictada e impuesta a las demás clases.
Debe transformarse de manera que le permita incorporar junto al elemento Estado-fuerza, una función
educadora o de socialización.
Asistimos a una ampliación en la concepción del Estado:
1) El elemento de reconocimiento o de legitimidad, que se da cuando los
individuos reconocen un orden como legítimo. Este elemento representará en
la modernidad, el elemento interno de caracterización del concepto Estado.
2) El elemento coacción, que actúan en el nivel de las “garantías” de la
legitimidad y de la eficacia del orden estatal.

Foucault;

El análisis del poder efectuado por Foucault se fundamenta en su concepto de "tecnologías de poder".
Foucault distingue dos técnicas de biopoder que surgen en los siglos XVII y XVIII; la primera de ella es
la técnica disciplinaria o anatomía política, que se caracteriza por ser una tecnología individualizante del
poder, basada en el escrutar en los individuos, sus comportamientos y su cuerpo con el fin de
anatomizarlos, es decir, producir cuerpos dóciles y fragmentados. Está basada en la disciplina como
instrumento de control del cuerpo social, hasta llegar a los individuos particulares. Vigilancia, control,
intensificación del rendimiento, multiplicación de capacidades, emplazamiento, utilidad, etc.
El segundo grupo de técnicas de poder es la biopolítica, que tiene como objeto a poblaciones humanas,
grupos de seres vivos regidos por procesos y leyes biológicas. Esta entidad biológica posee tasas
conmensurables de natalidad, mortalidad, morbilidad, movilidad en los territorios, etc., que pueden usarse
para controlarla en la dirección que se desee. De este modo, el poder se torna materialista y menos
jurídico, ya que ahora debe tratar respectivamente, a través de las técnicas señaladas, con el cuerpo y la
vida, con el individuo y la especie.
Para el autor, el desarrollo del biopoder y sus técnicas constituyen una verdadera revolución en la historia
de la especie humana, ya que la vida está completamente invadida y gestionada por el poder. Los efectos
del biopoder hicieron que las sociedades se volvieran normalizadoras, usando como pretexto la ley, y las
resistencias a dicho poder entraron al campo de batalla que éste delimitó previamente, ya que se centraron
justamente en el derecho a la vida, al cuerpo, desplazando a otros objetos de luchas.
La disciplina es un constitución compleja de tecnologías de poder desarrolladas durante siglos. Para
Foucault, el poder es ejercitado con una determinada intención. Pero en vez de analizar el problema de
quién tiene qué intenciones, se centra en discernir cuál es la intersubjetividad aceptada sobre cómo
ejercitar el poder. Para Foucault, el poder son acciones sobre otras acciones a fin de interferir con ellas.
Foucault no recurre a la violencia, sino que afirma que el poder presume libertad en el sentido en que el
poder no es forzar, sino formas de hacer que la gente se comporte por sí misma de modo distinto de cómo
lo hubiesen hecho en otro caso. Un modo de realizar esto es mediante la amenaza con violencia. Pero
tratar de convencer a alguien de lo contento que se sentirá si adquiere un determinado producto, es
también una forma de ejercitar el poder.
Los trabajos de Foucault analizan la relación entre poder y conocimiento. Subraya las formas de poder
disimulado: así, Foucault afirma que los sistemas de creencias ganan poder cuando un mayor número de
gente acepta los puntos de vista asociados con el sistema de creencias como conocimiento general
(hegemonía). Tales sistemas de creencias definen su autoridad, como los médicos (en el sistema de
creencias de la medicina occidental) o los curas (en el sistema de creencias de la religión católica). Con
tales sistemas de creencias, hay ideas correctas o incorrectas, como normales o desviadas. En un
determinado sistema de creencias, las ideas y las acciones se convierten en impensables. Estas ideas,
consideradas como "verdades" irrefutables, definen una particular manera de ver el mundo, y se encuentra
normalizado un particular modo de vida asociada con estas "verdades".
Esta sutil forma de poder carece de rigidez. Así, al poder le falta alguna forma concreta, al ocurrir como
un escenario de lucha. La resistencia, a través del desafío, define el poder y por lo tanto es sólo posible a
través del poder. Sin resistencia, el poder está ausente.

Las tesis de Foucault sobre el poder, se desarrollan en tres lineas de pensamiento:


- El poder no es esencialmente represivo; puesto que incita, suscita, produce.
- Se ejerce más que se posee; dado que no posee una forma definida; "el poder no es algo que se adquiera,
arranque o comparta, algo que se conserve o se deje escapar; el poder se ejerce a partir de innumerables
puntos, y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias"...
- Pasa por los dominados tanto como por los dominantes; ya que involucra a todas las fuerzas en relación.

"Se necesita sin ninguna duda ser nominalista: el poder no es una institución, ni una estructura; tampoco
es una cierta fuerza con la que estemos dotados; es el nombre que le damos a una situación estratégica
compleja en una sociedad determinada."
(Foucault, 'Historia de la sexualidad')

"La dominación (no es) ese tipo de dominación sólida y global que una persona ejerce sobre otras, o un
grupo sobre otro, sino las muchas formas de dominación que pueden ser ejercidas en el interior de una
sociedad." (Foucault, ídem).

Weber;
"Por poder se entiende cada oportunidad o posibilidad existente en una relación social que permite a un
individuo cumplir su propia voluntad." Max Weber

Para Weber el concepto de poder está relacionado al concepto de dominación, es decir, ejercer una
autoridad sobre un grupo social determinado y encontrar un grado de obediencia. Un determinado mínimo
de voluntad de obediencia, o sea de interés (externo o interno) en obedecer, es esencial en toda relación
auténtica de autoridad.
Para Max Weber la sociedad moderna está amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del
poder dentro de las organizaciones. Weber fue el primer pensador social en enfocar el tema de la
legitimidad vinculándolo a:
-dominación (probabilidad de encontrar obediencia)
-poder (probabilidad de imponer la propia voluntad dentro de una relaución social)
-relación social (reciprocidad entre dos o más individuos)

Las motivaciones que se encuentran tras la aceptación de la dominación van desde el hábito hasta la
consecución de intereses propios (tanto materiales como sociales).
La estabilidad de la dominación se encuentra en la legitimidad de su subordinación. El orden más sólido
es para Weber “…aquel orden que aparezca con el prestigio de ser obligatorio y modelo,…, con el
prestigio de legitimidad”.
Tipos de dominación
Weber distingue las clases de dominación según sus pretensiones típicas de legitimidad. Observa tres
tipos ideales de legitimidad en base a la diferente relación de dominio:
Dominación tradicional: basada en la creencia en la santidad de los ordenamientos, dominio patriarcal
Dominación carismática: se basa en la devoción afectiva a la persona del señor, dominio del profeta, del
héroe guerrero y del gran demagogo.
Dominación legal-racional: basada en la aprobación de un estatuto legal, dominación burocrática.

b. La sociedad en la cual vivimos hoy día es una sociedad de control. La crisis generalizada de los
“centros de encierro” (familia, escuela, ejército, fábrica, hospital, cárcel, etc.) apunta, de hecho, a la
emergencia de nuevas fuerzas que conllevan el que “las sociedades disciplinarias [sean] nuestro pasado
inmediato, lo que estamos dejando de ser” . Tal es el diagnóstico que establece Deleuze, siguiendo a
Foucault.
La sociedad de control constituye nuestra actualidad. En ella despunta lo que Deleuze, caracteriza como
el “triunfo de la ‘reacción’ sobre la vida activa y de la negación sobre el pensamiento afirmativo” . Si bien
es cierto que los dispositivos de poder, al darle forma a nuestra identidad (sexo, edad, raza, etc.), nos
proporcionan una cierta tranquilidad, nos convierten al mismo tiempo “en las criaturas más miedosas,
también las más amargas, las más despiadadas”. Existe, sin lugar a dudas, un “devenir reactivo de las
fuerzas” –y más profundamente una “perversión del deseo”, y el ápice de este devenir, coincide en su
línea política, con el advenimiento de muestras a diario como “los Stalin de los grupúsculos, los
justicieros de barrio, los micro-fascismos de las bandas…” . Esto se presenta como la contrapartida de
una sociedad en la que la disciplina ha cedido el puesto al control. De hecho, el sesgo propio de los
micro-fascismos yace en que éstos pueden ocupar el campo social sin estar necesariamente centralizados
en un aparato de Estado. Por todo ello, afirma Deleuze: “lo que caracteriza nuestra situación actual está a
la vez más allá y más acá del Estado” . Nuestra actualidad está efectivamente marcada por la emergencia
de un “mercado mundial” respecto del que el Estado ya no dispone de medios políticos, institucionales o
financieros lo suficientemente “flexibles” como para contrarrestar los golpes y contragolpes de una
maquinaria socio-económica alocada. Se ha producido, una mutación del capitalismo. Dicha mutación
consiste, a grandes rasgos, en el tránsito de un régimen de concentración a un régimen de
superproducción: “en la actual situación, el capitalismo ya no se concentra en la producción… Ya no
compra materias primas ni vende productos terminados o procede al montaje de piezas sueltas. Lo que
intenta vender son servicios, lo que quiere comprar son acciones. No es un capitalismo de producción
sino de productos, es decir, de ventas o de mercados… El departamento de venta se ha convertido en el
centro, en el ‘alma’…” . Así, nos percatamos de que la “metamorfosis” a la que está sujeto el capitalismo
es, desde todos los puntos de vista, indisociable de un cambio de paradigma: de la fábrica hemos pasado a
la empresa. El individuo, dice Deleuze, se ha convertido en un dividual y la masa, en un mercado. Por
otra parte, la nueva función de la empresa no supone tanto un abandono de los antiguos dispositivos de
poder, como su reorganización o restauración de cara al campo social. Los distintos códigos que nos
atraviesan según una lógica binaria –“si no eres blanco ni negro, eres mestizo; si no eres hombre ni mujer,
eres travestí…” – tienden a encontrarse en relaciones de fuerzas inestables, inclusive “metaestables”, ya
que la extensión del capitalismo a toda la sociedad desemboca en que “los medios de explotación, de
control y de vigilancia se hacen cada vez más sutiles y difusos, en cierto modo moleculares…” .
Este cambio de paradigma conlleva, por otra parte, un nuevo tipo de rivalidad entre los individuos. La
competencia “sana”, tal y como se instaura en esta máquina abstracta que es la empresa. Ya no se trata de
organizar una sociedad de “amigos”, una “comunidad de hombres libres en tanto que rivales
(ciudadanos). La rivalidad, como realza Deleuze, se torna interminable. El hombre de la sociedad de
control se halla sometido, a la fluctuación constante de los múltiples códigos por los que se define, el
doble movimiento de individuación y masificación, según el cual se combinaban, en las sociedades
disciplinarias, el mí mismo y el Yo, el individuo particular y el sujeto universal, termina dejando paso a
una fragmentación sin precedentes del hombre. Como consecuencia de ello, el hombre de la sociedad de
control, el hombre del capitalismo tardío, acaba reduciéndose a una mera función derivada de las
cantidades abstractas de capital y trabajo

2) En las clases teóricas correspondientes a la unidad 4 hemos visto cómo los conceptos centrales de la
unidad 3 derivan en diferentes modalidades de descripción de la estructura social; y de allí, las clases y
agrupamientos humanos. Teniendo en cuenta esta caracterización, les proponemos que responda las
siguientes preguntas:
a. ¿Cuáles son los principales elementos teóricos que utilizan Marx y Weber para describir las estructuras
sociales? 
b.¿Cómo inciden estos conceptos en la propuesta de Pierre Bourdieu sobre la "producción de las clases"?

a. Marx;
Marx concibe a la sociedad humana estableciéndola en distintos niveles:

"Fuerzas de producción"; El trabajo como sinónimo de conocimiento se transmite generacionalmente.


La voluntad humana del trabajo se aplica sobre los medios de producción, éstos representados por los
insumos materiales y las herramientas. La fuerza de producción son los conocimientos y la técnica con
que cuenta una sociedad para producir modificando la naturaleza.

Las "relaciones de producción", son relaciones sociales que los individuos crean, pero que a su vez le
son impuestas por la colectividad sin que dependan de su voluntad, terminan por ser una imposición de la
misma sociedad. Dentro de las relaciones de producción encontramos a las relaciones técnicas de
producción (técnicas de producción y división del trabajo) y las relaciones sociales de producción
(derecho y obligaciones con que los hombres participan en el usufructo del producto). A las relaciones de
producción, Marx las determina en función de la propiedad. Partiendo de esta idea él establece
preponderantemente dos clases sociales: poseedores y no poseedores de la propiedad. Las fuerzas
productivas de una sociedad condicionan a las relaciones de producción. Es decir, el trabajo, la materia
prima, las herramientas y los conocimientos, condicionan a: la división del trabajo y al usufructo del
producto.

Las relaciones de producción (participación del usufructo) forman lo que el llama la estructura económica
de la sociedad; la infraestructura y la supraestructura. Comprendido el estado como el regulador del
derecho, la administración, y las normas sociales (ética, estética y filosofía) conforma la Supraestructura
de la sociedad. Mientras que la Infraestructura son las relaciones de producción, la estructura económica
de una sociedad. Para Marx, la supraestructura depende de la infraestructura, la producción determina las
relaciones en una sociedad.

Weber;

Max Weber define las clases no en términos productivistas, o mejor dicho, no solamente de acuerdo a la
participación de los sujetos en el proceso económico. Para Weber, además de las definiciones de clase
existen también las definiciones estamentales. No obstante, Max Weber está de acuerdo con Marx en que
las clases dependen de su capacidad adquisitiva de las mercancías en cuanto valor de uso, y agrega
también la posesión de los medios de producción. Pero este autor realiza su definición no solamente por
medio de la “provisión de bienes”. Él también agrega dos criterios mas: 1) la posición externa del sujeto y
2) el destino personal del mismo. Sólo de esa manera se puede, según Max Weber, realizar una definición
de clase.

Por medio del primer criterio, Weber define tres clases que son: la clase propietaria, la clase lucrativa y
la clase social. La primera se define como aquella que posee o que no posee propiedades. En ésta primera
el nivel de patrimonio, es el denominador principal de la clase. La clase lucrativa no es necesariamente la
clase que posee los medios de producción o “propiedades”; la definición de esta clase radica
completamente en el grado de éxito que ésta posee en el ámbito del mercado, es decir, si le va bien en los
intercambios entonces es una clase lucrativa de manera positiva, siendo negativa, al contrario, si fracasa
en dichos intercambios. Max Weber llama “clase social” a cómo le afecta a la misma las llamadas
situaciones de clase: 1) provisión de bienes, 2) posición externa, y 3) destino personal. Así se definen las
clases de acuerdo a éste autor, como una combinación tanto de la posesión de factores productivos como
de las posibilidades de éxito en el ámbito la clase no se define productivistamente como en Marx,
sinmercantil (el mercado).

Ahora bien, llegamos al punto de diferenciación en relación a Marx. Para Weber lo que también influye
son los símbolos de status social, en otras palabras, lo que Weber llama como “situaciones estamentales”.
Las situaciones estamentales son aquellas que influyen en el individuo no a nivel de adquirir bienes
consumibles o patrimonio, sino que influyen en ellos en la forma de privilegios, ya sean negativos o
positivos. Consiguientemente, a diferencia de Marx, Weber afirma que las clases son definidas por mucho
más que la participación de aquellas en el proceso productivo.

b. Confluyen, Bourdieu, Marx y Weber en la concepción agonística de la acción social. A los ojos de los
tres autores, las configuraciones sociales son, en todo tiempo y en todo lugar el producto de luchas. Así
como para Marx la historia es la historia de las luchas de clases, para Bourdieu las permanentes luchas
entre los agentes se desarrollan en los diferentes campos. Inspirado en los análisis de Weber sobre la
sociología de las religiones, Bourdieu construyó su noción de campo (que reemplaza a la de estructura)
como un espacio de fuerzas constituido por la distribución desigual de un capital que genera posiciones
diferentes entre los agentes y las instituciones que participan, que comparten intereses y apuestas y que
luchan por la acumulación de ese capital específico. De la tradición de Marx, Bourdieu ha recuperado la
propuesta de la distribución de los agentes en clases sociales; pero a éstas no las ha reificado, tratándolas
como sujetos, sino las considera como una realidad histórica, como un campo de relaciones de fuerzas.
Además, ha concedido una importancia central a los aspectos subjetivos de las relaciones de clase: las
relaciones de sentido, la posesión de bienes culturales y la dominación simbólica. De la tradición de
Weber se retoma la noción de dominación simbólica. Se trata, sobre todo, del énfasis puesto por Bourdieu
en la legitimidad de la representación subjetiva del mundo, lo que funda el poder simbólico, donde el
agente social termina siendo el cómplice de su propia dominación. En este sentido, Bourdieu considera
que para explicar el poder simbólico y la dimensión propiamente simbólica del poder estatal, Max Weber,
ha ofrecido "una contribución decisiva" "a la teoría de los sistemas simbólicos, reintroduciendo a los
agentes especializados y sus intereses específicos.

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