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El cerebro accidental.

La evolución de la mente y el origen de los


sentimientos.
A partir de los extraordinarios avances que se han ido produciendo en los últimos
años, una nueva área de conocimiento se suma a este estimulante clima
ensayístico: las neurociencias. Lo inmenso de su transcendencia y lo variado de
perspectivas para su tratamiento (psicología, medicina, biología, antropología…)
ha generado uno de los más recientes y heterogéneos campos de estudio. No en
vano, y si uno pasa la vista de reojo por los andeles de las novedades, podrá
observar sin dificultad la copiosa publicación que en fechas recientes se ha venido
dedicando a su objeto principal de análisis: el cerebro.

Nuestro cerebro no es más que una superposición de sistemas poco eficaces que,
con el paso del tiempo, han tenido que desarrollar mecanismos biológicos
creativos para evitar quedarse estancados. El desarrollo de esta idea principal
echa mano como gancho, y funciona de forma magistral, de otras preguntas no
menos interesantes: ¿por qué sentimos las cosquillas cuando los demás nos las
buscan, pero no cuando la búsqueda la dirigimos nosotros?; la memoria ¿qué
forma tiene, la de un recipiente único y perfectamente ordenado, o la de una red
dispersa que va dejando las cosas aquí y allá?; nuestras relaciones sexuales y
sociales de pareja ¿por qué son tan excepcionales respecto a las de la mayoría de
seres vivos, tiene que ver el cerebro algo con esto?; o la idea de Dios, ¿en verdad
es tan original como se nos cuenta, o tiene nuestro sentido de la consciencia y el
pensamiento algo que ver en ello?
el didactismo contribuye uno de los principales valores de este libro: las gráficas y
explicativas representaciones.

«Nuestra propia humanidad es el producto de un diseño accidental, limitado por la


evolución», resume el neurocientífico David J. Linden en otra cucharada de la
misma cura de humildad en la dimistifica al cerebro.

El cerebro nos singulariza frente al resto del reino animal y esa condición distintiva
lo transforma en componente sublime de nuestra anatomía, la esencia de la
naturaleza humana, la gran decantación evolutiva, la recurrente justificación de
una supremacía transformada en amenaza para el resto del mundo. David J.
Linden, profesor de Neurociencia en la Facultad de Medicina de la Universidad de
Johns Hopkins, desmonta esa visión excelsa de lo que nos hace humanos. «Las
cosas que tenemos en más alta estima en nuestra experiencia como seres
humanos -el amor, la memoria, los sueños y una predisposición al pensamiento
religioso- son el resultado de una aglomeración particular de soluciones ad hoc
que se han ido amontonando a lo largo de millones de años de historia evolutiva»,
apunta Linden. El cerebro presenta «un diseño a la vez ineficiente, falto de
elegancia e incomprensible que, sin embargo, funciona», circunstancias ante las
que el neurocientífico confiesa que «la forma en que se rinde culto al cerebro me
sorprende y desconcierta».
«El cerebro no ha sido diseñado de manera elegante ni mucho menos: es un
revoltijo improvisado que, sorprendentemente y pese a sus cortocircuitos, logra
realizar una serie muy impresionante de funciones. Pero si bien la función general
es impresionante, no cabe decir lo mismo de su diseño». Ésta es la tesis central
del libro en cuyo desarrollo Linden realiza una exposición clara y accesible de la
anatomía y el funcionamiento cerebral. «El cerebro es el libro en el que se halla
escrita la experiencia individual». Esa individualidad se levanta sobre la memoria y
la emoción, que para Linden constituyen las «dos funciones esenciales del
cerebro» y que son la base sobre «la que se construyen las capacidades
superiores y las funciones complejas como el lenguaje o el razonamiento social».

Incluso aquellos aspectos más elevados de nuestra condición humana como el


impulso religioso resultan susceptibles de una explicación cerebral. «Nuestro
cerebro se ha adaptado de manera particular a la creación de historias coherentes
sin lagunas y esta propensión relativa a la creación de relatos forma parte de lo
que predispone a los seres humanos al pensamiento religioso», afirma Linden,
para quien «la fe no es competencia exclusiva de la religión» y resulta «algo
esencial a la función mental humana. Es un primer paso, y un paso importante, en
la tarea de dar sentido a nuestro mundo». «Nuestro cerebro ha evolucionado para
hacernos creer», concluye. Como científico, Linden se muestra más bien humilde
y reconoce que «muchas de las explicaciones que la biología actual puede ofrecer
sobre la función superior del cerebro son más bien incompletas», lo que se supone
que incluye alguna de las que él ofrece.

Enfocado en la educación.
El cerebro es la conquista evolutiva que hace posibles los diversos tipos de
aprendizajes, desde la habituación y sensibilización hasta los procesos cognitivos
más superiores, pasando por condicionamiento clásico, aprendizaje operante,
imitación, lenguaje. Y también el cerebro es la estructura natural que pone límites
a los aprendizajes, determinando lo que se puede aprender, en qué momentos y
con qué rapidez. Explicar y comprender los procesos cerebrales que están a la
base de los aprendizajes y memorias, emociones y sentimientos, podría
transformar las estrategias pedagógicas, y generar programas adecuados a las
características de las personas y sus necesidades especiales.
En la enseñanza tenemos un objetivo: cambiar la mente del otro, sus
pensamientos, sentimientos y comportamientos; procuramos transmitir algo que
consideramos valioso y de modo que el alumno lo pueda asimilar. Y para ello el
profesor tiene que ponerse en la mente del alumno, inferir su nivel de
conocimientos, sus preocupaciones e intereses, suponer lo que el alumno ya
sabe, y lo que quizá desee saber. En 6 la enseñanza ponemos en juego un
conjunto de estrategias para lograr una comunicación eficaz: queremos llamar la
atención del alumno en nuestro mensaje, porque lo consideramos importante;
utilizamos variados recursos para hacerlo de forma interesante; sobre la marcha
continuamente hacemos inferencias sobre si entienden e interesa; introducimos
modificaciones en el curso de la acción para mejorarla; nos sentimos más o
menos satisfechos con lo realizado. La capacidad para interpretar adecuadamente
la mente del alumno y actuar en consecuencia resulta esencial en la tarea de
profesor. En conclusión:
1. El aprendizaje cambia la estructura física del cerebro, esos cambios
estructurales alteran la organización funcional del cerebro.
2. El aprendizaje organiza y reorganiza el cerebro.
3. Diferentes partes del cerebro pueden estar listas para aprender en tiempos
diferentes.
4. El cerebro es un cerebro social, por ello el aprendizaje y la naturaleza se ven
influenciados por las relaciones sociales.

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