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Mario Vargas Llosa. Pantaleón y las visitadoras.

Elegía fúnebre del Capitán Pantaleón Pantoja en el entierro de la

hermosa Olga Arellano, la visitadora clavada en el Nauta.

Reproducimos a continuación, por considerarla del interés de

nuestros lectores y por su desgarrada sinceridad y asombrosas

revelaciones, la perorata fúnebre que pronunció en el sepelio de la

victimada Olga Arellano Rosaura, (a) Brasileña, quien fuera su

amigo y jefe, el tan mentado don Pantaleón Pantoja, y quien ha

resultado desde ayer, ante la sorpresa general, capitán de

Intendencia del Ejército Peruano.

LLORADA Olga Arellano Rosaura, recordada y muy querida

Brasileña, como te llamábamos cariñosamente todos los que te

conocíamos o frecuentábamos en el diario quehacer.

Hemos vestido nuestro glorioso uniforme de oficial del Ejército del

Perú, para venir a acompañarte a éste que será tu último domicilio

terrestre, porque era nuestra obligación proclamar ante los ojos del

mundo, con la frente alta y pleno sentido de nuestra

responsabilidad, que habías caído como un valeroso soldado al

servicio de tu Patria, nuestro amado Perú.


Hemos venido hasta aquí, para mostrar sin vergüenza y con

orgullo, que éramos tus amigos y superiores, que nos sentíamos

muy honrados de compartir contigo la tarea que el destino nos

había deparado, cual era la de servir, de manera nada fácil y más

bien erizada de dificultades y sacrificios (como tú, respetada amiga,

has experimentado en carne propia), a nuestros compatriotas y a

nuestro país. Eres una desdichada mártir del cumplimiento del

deber, una víctima de la soecidad y villanía de ciertos hombres. Los

cobardes que, aguijoneados por el demonio del alcohol, los bajos

instintos de la lascivia o el fanatismo más satánico, se apostaron en

la Quebrada del Cacique Cocama, en las afueras de Nauta, para,

mediante el rastrero engaño y la vil mentira, abordar piratescamente

nuestro transporte fluvial Eva y luego aplacar con bestial brutalidad

sus inclementes deseos, no sabían que esa belleza tuya, que a

ellos los acicateaba delictuosamente, la habías consagrado con

exclusividad generosa, a los esforzados soldados del Perú.

LLORADA Olga Arellano Rosaura, recordada Brasileña: Estos

soldados, tus soldados, no te olvidan. Ahora mismo, en los rincones

más indómitos de nuestra Amazonía, en las quebradas donde es

monarca y señorea el anófeles palúdico, en los claros más

apartados del bosque, allí donde el Ejército Peruano se ha hecho

presente para manifestar y defender nuestra soberanía, y allí donde


tú no vacilabas en llegar, sin importarte los insectos, las

enfermedades, la incomodidad, llevando el regalo de tu belleza y de

tu alegría franca y contagiosa a los centinelas del Perú, hay

hombres que te recuerdan con lágrimas en los ojos, y el pecho

henchido de cólera hacia tus sádicos asesinos. Ellos no olvidarán

nunca tu simpatía, tu graciosa malicia, y ese modo tan tuyo de

compartir con ellos las servidumbres de la vida castrense, que,

gracias a ti, se les hacían siempre a nuestros clases y soldados

más gratas y llevaderas.

LLORADA Olga Arellano Rosaura, recordada Brasileña, como te

apodaban, por haber vivido en el país hermano al que te llevaron

tus jóvenes inquietudes, aunque -debemos decirlo-no hubiera en ti

ni una sola gota de sangre ni un solo cabello que no fueran

peruanos.

Debes saber que, junto con los soldados melancólicos,

disgregados a lo ancho y a lo largo de la Amazonía, también te

lloran y evocan tus compañeras y tus compañeros de trabajo del

Servicio de Visitadoras para Guarniciones, Puestos de Frontera y

Afines, en cuyo centro logístico del río Itaya fuiste en todo momento

una lujosa flor que lo enriquecía y perfumaba, y quienes siempre te

admiramos, respetamos y quisimos por tu sentido del deber, tu

infatigable buen humor, tu gran espíritu de camaradería y


colaboración y tantas otras virtudes que te adornaban. En nombre

de todos ellos quiero decirte, refrenando el llanto, que tu sacrificio

no habrá sido vano: tu sangre todavía joven, salvajemente

derramada, será el vínculo sagrado que nos una desde ahora con

más fuerza y el ejemplo que nos guíe y estimule a diario para

cumplir nuestro deber con la perfección y el desinterés con que tú lo

hacías. Y, finalmente, en nombre propio, déjame darte las gracias

más profundas, poniendo el corazón en la mano, por tantas pruebas

de afecto y comprensión, por tantas enseñanzas íntimas que nunca

olvidaré.

LLORADA Olga Arellano Rosaura, recordada Brasileña:

¡DESCANSA EN PAZ!

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