ESPEJO DE PACIENCIA porqué pareciese algo este librito.
Fingí, imitando á Horacio,
Relacion del caso, en octavas que los dioses marineros vinieron á la nave de Gilberto á favorecer al Obispo, para que entiendan los temerosos de Dios Silvestre de Balboa y Troya de Quesada que hasta los brutos animales sienten las injurias que se hacen á (1563-1649) sus ungidos, y que ellos imitando á su Maestro, Cristo, aunque se puedan vengar, no lo hacen ; antes si ruegan á Dios por sus Donde se cuenta la prision que el capitan Gilberto Giron hizo enemigos. Asimismo escribo la alegría y contento que recibió de la persona del Ilmo. Sor. D. Fr. Juan de las Cabezas toda la isla con su venida y libertad, y el júbilo, con que le Altamirano, Obispo de la isla de Cuba, en el puerto de salieron á recibir no solo los vecinos del Bayamo, sino también Manzanillo, año de mil seiscientos cuatro. Dirijido al mismo Sr. las ninfas de los montés, fuentes y ríos, para que se noté la falta Obispo, por Silvestre de Balboa y Troya de Quesada, natural de que hace un bueno en una república, y el contento y alegría que la isla del la Gran Canaria, vecino de la villa del Puerto muestran en su venida, no solo los hombres raciónales, pero aun Príncipe en la isla de Cuba. hasta los animales brutos y cosas insensibles. Dirijí esta al mismo Obispo, porqué viese sus trabajos escritos, que nadie los siente tanto como el que los pasa. Esto es lo que contiene este librito: eso ofrezco. Dios ponga tiento en tu lengua. Al Lector
Amigo, y curioso lector. No te pido que encubras mis faltas, que bien sé que por mucho que te lo ruegue no lo has de hacer; ni Carta Dedicatoria tampoco te pido que loes lo que fuere de tu gusto, que sería necedad mía pensar que la rudeza de mi ingenio lo puede dar á A el Mtro. D. fr. Juan de las Cabezas Altamirano, Obispo de nadie. Lo que te suplico es que no te arrojes luego á condenar esta isla de Cuba, Jamaica, y la Florida, del Consejo de S.M: — por malo lo que por ventura ignoras : déjalo al tiempo que haga Silvestre de Balboa Troya y Quesada. su oficio, que en el discurso de él quedarás desengañado. Movióme á escribir la prision de este santo Obispo, la paciencia Acuérdome, Príncipe Ilustrísimo, que partiéndose V.S. de esta con que la sufrió ; y por eso le puse el título que tiene, obligado villa para la del Bayamo, me dió unas justas quejas casi de su ejemplar vida, buenas prendas, y clarísima sangre. Puse reprendiéndome del descuidó de no haberle mostrado alguna juntamente la milagrosa victoria que el Capitan Gregorio cosa de esta pequeña gracia que Dios me comunicó : y como las Ramos, alcanzó del Capitan Gilberto Giron, en el puerto de palabras de los príncipes son tan poderosas, se imprimieron en Manzanillo, así por ser lo uno dependiente de lo otro, como mi de manera, que atropellando todas las dificultades que la rudeza de mi ingenió con justa razón me ofrecía, tomé la pluma, y escribí la triste y lamentable prision de V.S., tan sentida y Infalible verdad fué la Tú que con nuevo estilo extra- llorada de toda esta isla. No hago mención en ella de las loables pendencia ordinario costumbres y santa vida de V.S. Ilma., ni de los heroicos hechos que Ramos tuvo con el tu fama estiendes por el ancho y memorables hazañas de su antiquísima casa, tan adornada y luterano; suelo enriquecida de tantos róeles y cabezas de turcos, porque seria vengó al Pastor la poderosa contando la prisión y proceder á largos discursos : baste que el mundo esté rico de sus mano, desconsuelo trofeos, y las historias llenas de sus victorias, y toda esta isla dándonos á entender su del divino Pastor Santo Vicario. rica y regocijada en tener por su Obispo un Príncipe tan omnipotencia. cristianismo ; cuya santa vida Dios guarde por largos y felices Baja del alto alcázar de Elicona años, con los acrecentamientos que V.S. merece, y sus súbditos Que al humilde levanta y le da le deseamos. loa, donde tu claro ingenio te ha y al soberbio arrogante echa subido —Puerto del Príncipe, julio 30 de 1608 años. por tierra; á esta fragilidad nuestra estilo del Señor muy ordinaria. ordinario. Y ceñirán tus sienes la Corona SONETOS Recibe de mi mano, buen del lauro bello sin sazón cogido Balboa, que te ofrece tu madre Gran Del Capitan Pedro de las Del Alferez Cristobal de la este soneto criollo de la tierra Canaria. Tores Sifontes, Coba Machicao, en señal de que soy tu Vecino de Esta Villa Regidor de Esta Villa tributario.
Habeis echado el sello á Tan alto vuelas, pájaro Canario,
vuestra ciencia que se pierde de vista ya tu De Bartolome Sánchez, De Juan Rodriguez de con tan sublime obra, buen vuelo, Alcalde Ordinario de Esta Sifuentes, Silvano, cual águila caudal que sube al Villa Regidor en Esta Villa diciendo del Ilustre cielo Altamirano á buscar su remedio en su Los que con gracia quieren Las siete fortunadas islas bellas el valor, cristiandad, y la contrario. ver y aviso donde Marte y Amor tienen su paciencia. un Silvestre galán y cortesano, asiento, venga á Puerto del Príncipe Cristiano, salen surcando el líquido Hermosas ninfas que en la Dorada isla de Cuba ó y gozará de un nuevo paraíso. elemento, fértil Moya, Fernandina, acompañadas de dos mil donde Flora le dió nombre á de cuyas altas cumbres De nuestro frágil vidrio estrellas su estancia, eminentes quebradizo gozais de la frescura y la bajan á los arroyos, ríos y verá un ejemplo raro y Y de aquel ámbar-griz que en fragancia fuentes soberano todas ellas que á tan discretos ánimos el acendrado oro y plata fina; en la prision del buen cría el divino autor del apoya; Altamirano firmamento, Si el dulce canto y música á quien con ella Dios regalar llega el süave olor que lleva el Aquí donde el amor pesca sin divina quiso. viento, boya, de aquel que vió las infernales por donde se conoce que son y nunca sale della sin gentes, Gracias al buen Silvestre de bellas. ganancia, las penas suspendió tan Balboa y pudiera el autor sin diferentes, que por tan dulce estilo nos Llegan adonde vive el que las arrogancia y movió á compasion a declara loa; decir por lo pasado —aquí fue Proserpina; de aqueste santo obispo la y como á hijo dulce y regalado Troya ; paciencia. le puso cada cual su laureola: Con cuanta mas razon, Isla De aquellas verdes hojas que dichosa, Bien merece desde hoy eterna Y así quedó Silvestre de Balboa en rehenes estais vos dando al orbe loa, de estas siete diademas cogió aquel que de Dafne ya admiracion y el generoso obispo de la coronado, carece, con este nuevo Homero y fértil tiara todas ganadas por su virtud componiendo guirnalda yedra, que tiene el mundo de mayor sola. variada, potencia. Pues su dulzura os hace más Ceñireis de Silvestre ambas famosa las sienes; que á aquella á quien la lira de De Antonio Hernandez, el Del Alferez pues con sus versos honra y Anfion Viejo, Lorenzo Laso de la Vega y engrandece hizo los muros de ladrillo y Natural de Canaria Cerda de vuestra amenidad la patria amada. piedra. Que nacen muchos males de un pecado.
De este prelado ilustre la paciencia
Con que pasó tan áspero suplicio, La humildad sufrimiento y obediencia Canto Primero Con que se daba á Dios en sacrificio, . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (verso perdido) El capitan Gilberto Giron, francés, Señor de la Ponfiera, llega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . (verso perdido) con una gruesa nao á Manzanillo, puerto y jurisdicción de la He de cantar si no es atrevimiento villa de Bayamo; y teniendo noticia que el Mtro. don fr. Juan de Subir tan alto de tan bajo asiento. las Cabezas Altamirano, obispo de esta isla de Cuba, está en el hato de Yara, salta en tierra con veinte y seis soldados, y De amor diré las grandes maravillas caminando de noche, prende al obispo y al canónigo Puebla, y Que obró en el pecho de este Obispo Santo; los trae presos á su nao, donde rescatan al obispo por cueros y Pues por sus enemigos de rodillas dinero, y le da libertad. Rogaba a Dios con lágrimas y llanto. Canten los unos el terror y espanto Sus trabajos, angustias y mancillas Que causó en Troya el Paladion preñado: Serán adorno de mi débil canto; Celebren otros la prision y el llanto Que tanto es mayor lástima el agravio De Angélica y el Orco enamorado: Cuanto el paciente principal ó Sabio. Que yo en mis versos solo escribo y canto La prision de un Obispo consagrado: Las armas cantaré con que la ofensa Tan justo, tan benévolo y tan quisto Dió al ofensor la pena merecida; Que debe ser el sucesor de Cristo. Justo castigo de la mano inmensa A una maldad tan grande y atrevida: Don Juan Cabezas de Altamirano, Que el gran señor que todo lo dispensa A quien el cielo con amor se inclina Y á todos con su gloria convida, Y hace que le confie el soberano Si disimula como padre amigo, La mitra episcopal de Fernandina: Como severo juez nos da el castigo. Al cual un atrevido Luterano Temerario y osado determina También diré el valor y valentía Prender, de su codicia apasionado; De veinte y cuatro mílites monteros, Que con agilidad y bizarría Mostraron contra Francia sus aceros, Y desnudos de escudos en un día Surgen aquestas naos á una playa Dieron la muerte a veinte y seis guerreros, Que tiene al sur, llamada Manzanillo, Y un capítan ilustre, grande hombre, Donde Eufrosina, Erato, Clio y Aglaya Que Gilberto Giron había por nombre. Algun tiempo tuvieron cetro y silla. Mientras duró este trato dió de Acaya Gregorio Ramos es de quien escribo Un mal olor que inficionó su orilla: Esta hazaña tan digna de memoria, Y hay desde ella al Bayamo, villa sana, Cuyo grande valor y pecho altivo Díez leguas y una mas, por tierra llana. Es digno siempre de alabanza y gloría: Porque su fuerte brazo vengativo Estaba a esta sazon el buen prelado Alcanzó a Manzanillo una victoria En esta ilustre villa generosa, Tan alta, tan famosa y señalada Abundante de frutas y ganado, Cuanta la causa fue justificada. Por sus flores alegre y deleitosa, Era en el mes de Abril, cuando ya el prado Cesen en Dido, basten en Priamo Se esmalta con el lirio y con la rosa, De sus ojos la liquida corriente, Y están Favonio y Flora en su teatro; Que nuestra Troya es hoy Bayamo, Año de mil y un seis con cero y cuatro. Humeando a impulsos de traicion ardiente, A los mas afligidos cito y llamo, En este tiempo el buen obispo quiso Y hallarán en sus penas el ambiente Visitar las haciendas de Parada, De un Obispo atribulado y santo, Por la pía memoria que el tal hizo Conque es preciso mitigar el llanto. Antes que diera fin á su jornada. Partió el santo obispo de improviso, Tiene el tercer Filipo, Rey de España, Ajeno de tener miedo de nada; La ínsula de Cuba ó Fernandina Que no teme presente ni futuro En estas islas que el oceano baña, El que con su quietud vive seguro. Rica de perlas y de plata fina. Aquí del Anglia, Flandes y Bretaña De los prelados es costumbre antigua A tomar bienen puesto en su marina Visitar estos hatos cada año; Muchos navíos a tocar por cueros Porque con su presencia se averigua Sedas y paños y á llevar dineros. Si malicia ó injuria le hacen daño; Y si hay persona dentro 6 bien contigua ¿Qué hacéis buen pastor, qué ya la aurora Que cual polilla ruin maltrata el paño Deja del dulce sueño el intervalo? Le echan de la hacienda el mismo día; Mira que té apareja antes dé una hora I así conservan la memoria pía. La mano del Señor en gran regalo; Y la misericordia qué en él mora Entre las fuertes naves que en el puerto Dando paciencia al bueno y mano al malo, De Manzanillo enarboló bandera, Con admirable traza de su ciencia Fué la del bravo capitan Gilberto Hoy quiere dar un toque a la paciencia. Francés ilustre Señor de la Ponfiera. Este maldito tuvo aviso cierto Y ordena allá en su trono que sea dia Como el pastor de Dios llegado era Del Mártir Pedro de tu misma orden, A Yara rico hato y abundante, Para qué como él á la herejia, Que está seis leguas de la mas distante. Castigues dé Gilberto la desorden. Vela, pastor, que viene cerca el dia, Sabido aquesto, fabricó en su pecho Y él enemigo va marchando en órden; Prender a nuestro ilustre Altamirano, Y entiende para él daño que te viene, Pospuesto ya el temor por su provecho Qué todo aquesto su misterio tiene. Y armó el castigo de la eterna mano. Resuelto, pues á tan infando hecho Salia ya Febo tras la bella Aurora Contra nuestro Pontífice Cristiano, Dorando los hermosos chapiteles, Arma veinte y seis mílites valientes, Y con dulce soplar Favonio y Flora, Poniéndoles divisas diferentes. Daban la vida a rosas y claveles, Cuando de sobresalto y á deshora Y sin se detener un punto apenas Llegaron al asiento los infieles Con arrogancia y voz luciferina, Dé Yara, donde el buen Obispo estaba Estamparon los pies en las arenas Descuidado del mal que le esperaba. De aquella playa de memoria dina: Y mirando de lejos las entenas Tocan arma, disparan arcabuces, De sus navios, dejan la marina, Apellidando á Jorge su abogado, Y marchan donde está el Santo Vicario Y como fué él santo entre dos luces, Descuidado y sin miedo del contrario. No hay quién no esté afligido y espantado Comienza él buen Obispo á hacer cruces, Atónito del caso no pensando. Acechan cabras ágiles cabreros, Oh Dios qué diste ciencia á Salomon, Que en los riscos están y en las aguadas ¿Quien se podrá librar dé tal traición? Despuntando la grama en sus oteros; Y estando así paciendo descuidadas Matan dos hombres que durmiendo estaban: Dan de repente en ellas los monteros, Golpean y hieren con gallardos bríos; Y con el sobresalto que allí influyen, Y al rigoroso estruendo que formaban Unas quedan paradas y otras huyen. La gente recordó de los bohios: Pero como del sueño despertaban, Así quedaron en la triste Yara Quedaron tan mortales y tan frios Los que durmiendo estaban descuidados; Cual sí fueran de marmol ó de canto, Que despertando con zozobra rara, Que el primer movimiento causa espanto. Se vieron de enemigos rodeados; Unos, huyeron la fortuna avara; Cual el pastor, despues de anochecido, Otros quedaron casi desmayados: Habiendo antes juntado su ganado, Que el repentino estruendo y agonia Del dulce sueño queda sorprendido Recojió el corazón la sangre fría. Y da reposo al cuerpo fatigado, Y llega el lobo con furor crecido, Pero despues que las pasadas penas Y hallando aquel aprisco descuidado, Dieron lugar al racional sentido, En él hace mortal carniceria Volvió la sangre a solidar las venas, Sin que lo sienta hasta que llega el dia. Y el corazón cobró el calor perdido; Y pretendiendo allí con trazas buenas Así nuestro pastor, cuando su gente Ponerse a la defensa el ofendido, Tuvo en aquel asiento recojida, Dejóse luego tan honroso nombre; Al blando sueño dio lugar decente, Que tarde al bien se determina el hombre. Después que á Dios encomendó su vida: Cuando el lobo Gilberto de repente A todo este alboroto y vocería Dió en la pobre manada que dormida De esta gente sacrílega y maleada, Estaba, descuidado el pastor santo Nuestro ilustre Pontífice dormía, Del repentino caso y mero espanto. Que casi dello nunca sintio nada: Pero luego acudió la infantería O, cual en la Canaria en apañadas Con diligencia presta y mano armada, Cercándole la casa por los lados, Para que pueda celebrar llorando Donde él y Pineola estaban descuidados. Del buen Obispo la prisión amarga, No se hubo dado á las prisiones, cuando Cuando del dulce sueño despertando Aquella gente de conciencia larga, Siendo su daño cerca allí consigo, Las manos maniató al pastor doliente, Y oído que le estaba amenazando Y él las cruzó, por ser más obediente. El herético vil, falso enemigo, Con grande mansedumbre y amor blando Quieren decir algunos que vendido Juzgó que era de Dios este castigo: Fué, como el buen Jesus, amada prenda; Y así de allí adelante el tiempo malo Que donde es el virtuoso conocido, Lo tuvo por amplísimo regalo. No ha de faltar un judas que le venda: Tambien lo fué Jesus y perseguido Y viéndose desnudo en mal tan cierto, De sus hermanos con mortal contienda Los gritos, el tropel, las vocerías, Después suvido con alteza y gloria, Salió con una sábana cubierto, Que casi fué figura de esta historia. Como aquel que echo á huir cuando el Mesías: Y mandándole á voces Don Gilberto Los que os quejais de la fortuna avara Que se rindiese al fin sin mas porfías, Por cualquiera mediano movimiento; Se dió á prisión, sin duda el peor estado Los que mostrais en público en la cara A que puede llegar un hombre honrado. Lo mucho que sentis un descontento, Veníd al hato tristísimo de Yara: Lo mismo sucedió á Francisco Puebla, Vereis de un temerario atrevimiento Canónigo de Cuba justo y bueno; Atados con mil nudos apretados Y aun notando que el hato se despuebla, Las manos que desatan los pecados. Mas siente su trabajo que el ageno. El aire y cielo con sus ayes puebla ¿Qué te quejas de amor, curioso amante, Viendo en sus desdichas el estreno; Si tan pronto no logras tu deseo? Que es necesaria cuando así es contraria ¿Qué estas llorando, triste mercadante De Dios una paciencia extraordinaria. Porque no te salió bien el empleo? ¿Y tu soldado altivo y arrogante, Ahora es tiempo que me vayas dando, Que tienes la soberbia por trofeo? Musa, una vena muy copiosa y larga, Juntaos para ver este prelado A pié descalzo al sol y destocado. Consuelo del cuitado que padece: Pues tanto bien en tí mi Dios nos hizo De esta manera le llevaron preso, Y permitió su amor que aquí te viese Cual si fuera culpado delincuente; Merezca en mi favor ver lo que obras; Y jugando con él al poso seso, Que el verdadero amor se ve en las obras. No faltó quien le diese á manteniente. Cansado iba el pastor, mas no por eso "Eterno Dios, que al Santo Daniel A piedad se movió la mala gente; Libraste del furor de los leones, Que un obstinado corazón sin freno Y á Ananías Azania y Misael Pocas veces se inclina á lo que es bueno. Del fuego que se vieron en prisiones Y á su querido pueblo de Israel Pues viendo los heréticos sayones De ejipcios le libraste y Faraones, Que descansado el paso recobraba, Líbrame, buen Jesus de estas zozobras; El capitan le dió dos encontrones Que el verdadero amor se ve en las obras. Con una arma de fuego que llevaba. De esta manera fué entre dos ladrones, "Y como á Paulo de la mar libraste Y con esta congoja caminaba, Y á Pedro, mi pastor, de la cadena, Con fatigado y triste que pudiera Y á Loth, pues de Sodoma le sacaste, Mover á compasion á cualquier fiera. Y al profeta Jonás de la Ballena, Te pido por las penas que pasaste Estaba el buen Obispo tan cansado Me libres hoy de esta prisión y pena, Que dar no puede pasos adelante; Pues un pastor para tu iglesia cobras; Y viendo en el camino puesta á un lado Que el verdadero amor se ve en las obras. La cruz con que Jesus salió triunfante, Al pié de ella se puso arrodillado, "Pero si tu piedad quiere y consiente Y con contrito corazon constante, Que tenga esta prisión por beneficio, Mientras que le dejó la gente fiera, A todo estoy sujeto y obediente A hablarle comenzó de esta manera. Y como Ysaac humilde al sacrificio. Mas acordaos, Señor, que estoy ausente "Oh cruz divina, umbrosa, donde quiso De la Iglesia mi esposa, y que mi oficio Morir mi Dios para que yo viviese; Es enmendar, cual veis, faltas y sobras; Llave que el cielo abrió y el paraíso, Y el verdadero amor se ve en las obras". Mostró Sifuentes como buen Cristiano No hubo dicho bien la oracion breve, Su generoso pecho y amor blando, Cuando el hereje, pérfido maldito, Y ser en su valor entre estas gentes Comenzó á maltratar con mano aleve Hijo de Juan Rodriguez de Sifuentes. El rostro humilde del pastor bendito: Mas quien en Dios se fia y en el se atreve, Pero la vil canalla, cuando vieron Comenzó á predicarles lo que escrito Puesto a caballo al príncipe cristiano, Nos dejaron los cuatro del Consejo Un francés á las ancas le subieron Que de la Ley de gracia son espejo. Porque no se les fuese de las manos De esta manera caminando fueron Yba el pastor tan falto de resuello Hasta poner el pié en el Oceano, Que dar paso adelante no podía; Que se embarcaron todos en la orilla Ligadas ambas manos con el cuello, Que forma en sus arenas Manzanillo. Que á gran dolor y lástima movía: Mas el divino Dios, echando el sello Embravecióse el mar en aquel punto De su misericordia el mismo día Como sentido de la humana afrenta, Dió traza como allí se le trajese Y con el viento hizo contrapunto, Un caballo en que el príncipe subiese Tan triste como suele en gran tormenta. Todos mostraron la color difunta; Ese le trajo allí Juan de Sifuentes: Que el miedo de morir y dar la cuenta Que como supo el caso repentino, Hace mudar al hombre los intentos, Tomó la posta en busca de estas gentes Y mejora la vida y pensamientos. Por socorrer al príncipe benino: Y con los ojos tristes hechos fuentes, Luego por todo el reino de Neptuno Alcanzándole en medio del camino, La fama publicó caso tan feo; El caballo le dió donde el prelado El cual con Thétis, Palemon, Portuno Subió afligido triste y fatigado Glanco, Atamantes, Doris y Nereo, Y las demas deidades de consuno Y tomando las riendas en la mano Pherco, Salacia, Brontes, y Proteo, De diestro lleva al príncipe llorando, Las focas y Nereidas en concierto Y con gran libertad al luterano Llegaron á la nave de Gilberto. Le reprende un caso tan infando. Y condolidas del obispo santo, Puso su libertad en su albedrio: Le ofrecen su favor con mano armada: Que el hombre noble y de alta cortesía Mas el con la humildad que puede tanto, Aun de quien no conoce se confía. No quiso en su defensa aceptar nada. Antes con la oracion mezclada en llanto, Al fin se concertaron en mil cueros Aunque ve su persona maltratada, Por el rescate del pastor benino, A su venganza misma pone freno Y doscientos ducados en dineros, Oh, cuanto puede la virtud del bueno! Cien arrobas de carne y de tocino, Sin otras cosas para los guerreros Entre las naos que allí tomaron puerto Que en Yara hicieron tan loco desatino; Fué una de Pompilia el Italiano; Que esto del dar allana inconvenientes El cual luego que supo el caso cierto Y ablanda á todo genero de gentes. Del ilustre pastor Altamirano, Sentido del agravio y desconcierto, Pompilio y jaques fueron los fiadores Como hombre principal y buen cristiano De que sería la paga sin tardanza: Fué á ver al buen obispo, y de rodillas Pero nunca quisieron los traidores, Bañó con grande pena sus mejillas. Que el ruín jamás de nadie hace confianza: Y así los dos amigos valedores, Lo mismo jaques hizo su pariente, Por no poner en riesgo mi balanza Con mucha devoción y cortesía, Del pastor la persona de sus bienes Que al fin aunque en la mar y entre ruin gente Dos mil ducados dieron en rehenes. Nunca esconderse pudo la hidalguía. Tratan de su rescate largamente, Con esto, y con que quede a buena guerra Y ofrécenle su hacienda y mercancía, Con ellos puebla á vez sus desvaríos, Que aquel que tiene hidalgos pensamientos Al generoso obispo echan en tierra Con obras mide sus ofrecimientos. Con salva general de los navios. Estaba ya la gente de la tierra Recibió el obispo gran consuelo, Esperando en los arboles sombrios Y con un tierno amor de padre pío, Al bendito pastor que ya venia Con ambas manos los alzó del suelo, Llorando de contento y de alegria. Si puede haberlo dentro de un navio: Y agradeciendo de ambos el buen celo, Da las gracias á jaques y á Pompilio, Y, de ellos se despide tiernamente: Y así recuperó sin demasia Ofréceles su casa y domicilio El gusto, la salud y la alegría. Y cuanto: puede su familia y gente Ellos, que ven abierto el codicilio Sálenle a recibir con regocijo De voluntad tan grata y endente, De aquellos montes por allí cercanos, Las manos le besaron de rodillas, Todos los semicapros del cortijo, Y el pastor humedece sus mejillas. Los sátiros, los faunos y silvanos. Unos le llaman padral y otros hijo; Y estampados los pies en las arenas Y alegres, de rodillas, con sus manos Vido de sus ovejas el rebaño: Le ofrecen frutas con graciosos ritos, Llora con ellas sus pasadas penas, Guanábanas, gegiras y caimitos. Y ellas lloran con él su grave daño. Anudan con mil grillos y catenas Vinieron de los pastos las napeas Su recíproco amor con desengaño Y al hombro trae cada una un pisitaco Quedan ellas alegres y él contento. Y entre cada tres de ellas dos bateas Oh cuanto puede un dulce parlamento! De flores olorosas de navaco. De los prados que acercan las aldea. Estaba el buen obispo muy sentido Vienen cargadas de mehí y tabaco, De las pobres ovejas de esta villa; Mameyes, piñas, tunas y aguacates Porque del triste caso sucedido Plátanos y mamones y tomates. Pensó que tenian culpa no sencilla: Mas viéndolas delante conmovido Bajaron de los árboles en naguas Del natural amor con que se humilla, Las bellas hamadriades hermosas No solo no mostró queja ninguna, Con frutas de siguapas y macaguas Pero las abrazó de una en una. Y muchas pitajayas olorosas; De birijí cargadas y de jaguas Así como el pastor pisó de Yara Salieron de los bosques cuatro diosas, Las verdes yerbas y esmaltadas flores, Dríadas de valor y fundamento Alegres ojos y contenta cara Que dieron al Pastor grande contento. Mostró de allí adelante á sus dolores. Fué desecando la fortuna avara De arroyos y de ríos a gran prisa El pasado trabajo y sinsabores, Salen náyades puras, cristalinas, Con mucho jaguará, dajao y lisa, Y en rudo frasis, cual mejor supieron, Camarones, biajacas y guabinas: La bienvenida al buen Obispo dieron. Y mostrando al pastor con gozo y risa De las aguas mil cosas peregrinas, Las hermosas oréades dejando Se le ofrecieron y con gran prudencia El gobierno de selvas y montañas, Le hizo cada cual la reverencia. A Yara van alegres y cazando Como suelen diversas alimañas, Con mucho jaguará, dajao y lisa, Y viendo al santo príncipe, humillando Luego sin detenerse un punto apenas Su condición y abiertas sus entrañas, Vienen efedríades de las fuentes, Le ofrecieron con muchas cortesías Y con mil diferencias de verbenas Muchas iguanas, patos y jutias. Coronadas las sienes y las frentes, Esparcen por el aire las melenas Después que la silvestre compañía Más que el oro de Arabia relucientes; Hizo al Santo Pastor su acatamiento, Y con plática dulce y regalada Y cada cual le dio lo que traía Le dan el parabien de su llegada. Con amor, voluntad, gozo y contento, Al son de una templada sinfonía, Luego de los estanques del contorno Flautas, zampoñas, y rabeles ciento, Vienen las lumniades, tan hermosas Delante del Pastor iban danzando, Que casi en el donaire y rico adorno Mil mudanzas haciendo y vueltas dando. Quisieron parecer celestes diosas; Y por regaladísimo soborno Era cosa de ver las ninfas bellas Le traen al buen Obispo, entre otras cosas, Coronadas de varias laureolas. De aquellas jicoteas de Masabo Y aquellos semicapros junto a ellas Que no las tengo y siempre las alabo. Haciendo diferentes cabriolas. Danzan con los centauros las más bellas Centauros y silvestres sagitarios Y. otros de dos en dos cantan a solas; Vienen saltando por el verde llano, Suenan marugas, albogues, tamboriles, Diciendo a gritos con acentos varios Tipinaguas y adufes ministriles. ¡Viva nuestro pastor Altamirano! Mil géneros de caza extraordinarios De esta manera el príncipe cristiano Colgando traen del cinto y de la mano; Llegó de Yara al sitio deleitoso, A donde con la vista de aquel llano Como deber a ruines sin respeto. Dio al cuerpo fatigado algún reposo. Aquí le dejaremos libre y sano, En tanto que la paga se hacía En tanto que el buen Ramos, deseoso El buen Gregorio Ramos, de quien canto, De vengar la prisión de su prelado, En su discreto pecho proponía Recoge los monteros de aquel prado. Vengar la injuria del Obispo santo; Y por no dilatar para otro día Esta hazaña que importaba tanto Dio parte de ella el valeroso hispano Canto Segundo Al ilustre Pastor Altamirano.
Y ambos a dos y un principal vecino,
El capitan Gregorio Ramos junta veinte y cuatro hombres de los que halló en los hatos comarcanos á Yara, y con ellos va á Manzanilla, y vence enJácome Milanés, se resolvieron batalla campal al capitan Gilberto Giron, francés, y trae su cabeza al De hacer una emboscada en el camino Bayamo. Con los amigos que juntar pudieron; Valientes caballeros que en Bretaña, Y Antonio de Tamayo se previno, Flandes, Italia y otras cien mil partes, Y en la entrada del monte se pusieron, En honra de Filipo, rey de España, Con orden que no deje, aunque dé el nombre, Enarbolais banderas y estandartes; Pasar de Manzanillo a ningún hombre. Los que en acometer cualquier hazaña Sois en el Nuevo Mundo muchos martes, Y los tres, cada cual por su vereda, A todos os convido a oir un canto Partieron a los hatos comarcanos, Lleno de admiración, valor y espanto. A buscar entre matas y arboleda Quien tomase las armas en las manos: Atrás os dije ya cómo quedaba Y juntando de presto en una rueda Libre el Obispo y en su domicilio, Veinte y cuatro valientes insulanos, A donde del rescate se trataba Digo, de aquellos que en fértil prado A que quedaron jaques y Pompilio, Acometen al toro más picado; En cual a toda prisa se entregaba A los de aquel herético concilio; Con esta valerosa compañía, Que no hay mayor dolor para un discreto Parten a Yara, principal asiento, Donde llegaron al romper el día Cuando Timbreo deja su aposento. Aquí llenos de amor y de alegría, Gonzalo que de Lagos y Mejía Le declararon al Pastor su intento; La fama ilustra y su valor sustenta, Prometiéndole todos por muy cierto Pasó, con una punta que tenía El traerle la cabeza de Gilberto. Para librarse de cualquier afrenta; Y a su lado con él Martín García El buen Obispo hizo sus protestos Con un chuzo escogido entre cincuenta, Con las solemnidades del derecho, Con su pluma de gallo en el sombrero Y que dejasen tales presupuestos Más galán que Reinaldos ni Rujero. Les rogó a todos con humilde pecho: Mas ellos que animosos y dispuestos Pasó Gaspar Mejía que las minas Estaban al heroico y alto hecho, Descubrió en lo alto de la sierra, No aceptan las razones de que usa; Con una espada corta de las finas Que la resolución no admite excusa. Que hizo Sagunto para astuta guerra. Con mil plumas de aves peregrinas Luego el valiente Ramos deseoso Mostró su bizarría el buen Juan Guerra, De dar de su valor al mundo muestra, Con un puñal, dorada la manzana, Con un gallardo espíritu brioso Y al hombro una valiente partesana. De sus pocos soldados hizo muestra. Iba delante el capitán famoso De los Reyes Gaspar, el Narigudo, Con su espada en la cinta, y en la diestra Pasó con una cota milanesa, Una lanza que cuasi competía Y en el brazo derecho por escudo Con la famosa de oro de Argalía. Un manatí, partida la cabeza. Luego Gaspar Rodríguez el membrudo Jácome Milanés que adonde quiera Pasó con galán brío y gentileza, Pudiera parecer con su alabarda, Y gran machete en el cintón pendiente Pasó y por morrión una montera Que pudiera temerlo el más valiente. De paño azul con una pluma parda. El bravo portugués Miguel de Herrera Diego con Baltasar de Lorenzana Con un gran botafogo y espingarda Pasaron cada uno con su punta; Pasó, mostrando como fuerte roble Gallardos más que el sol por la mañana El valor grande de su estirpe noble. Cuando sale galán y agua barrunta. Pisando con furor la tierra llana De Canarias Palacios y Medina Donde antes había estado en su yunta Pasan armados de machete y dardo, Pasó Pedro Vergara el de los grillos, Juan Gómez, natural, con punta fina, Con su aguijada al hombro y dos cuchillos. Y Rodrigo Martín, indio gallardo; Cuatro etíopes de color de endrina; Con arrogante talle pasó tieso Y por la retaguardia, aunque no tardo, Bartolomé Rodríguez el valiente, Va Melchor Pérez con aguda punta Con espada y broquel barcelonesco Que con su amago hiere y descoyunta. Y de la cinta un gran puñal pendiente. Luego pasó con gravedad y peso De esta manera el capitán valiente Un mancebo galán de amor doliente, De sus pocos soldados hizo alarde; Criollo del Bayamo, que en la lista Y aunque falto de armas y de gente Se llamó y escribió Miguel Baptista. Por verse en la ocasión suspira y arde; Porque según se dice comúnmente Hernando con Antonio de Tamayo, Si se pierde una vez se cobra tarde; Cada uno con su lanza y su cuchillo, Y es muy de cuerdo y de la edad madura pasan galanes cual florido Mayo No perder ocasión ni coyuntura. De rojo, verde, blanco y amarillo. Luego en otra hilera como un rayo, Luego en un punto el escuadrón cristiano Con el color de pálido membrillo Pide la bendición al Pastor santo: Pasó Miguel hasta la fin sujeto El se la echa y bésanle la mano De Luis de Salas, Provisor discreto. No sin ternezas, lágrimas y llanto. Miden de Yara el espacioso llano Pasó con galán brío denodado Hasta llegar donde desean tanto, El bravo Juan Merchán dando mil saltos, Y dieron vista a la famosa orilla Con un vestido todo ensangrentado Del puerto principal de Manzanilla. De cañamazo fino de tres altos, Y armado con un herrón bien amolado Así como la playa divisaron Mostró al Pastor sus pensamiento altos: Donde fue de Gilberto la ruina, Y luego, con un gran templón que trujo, Un negrito criollo despacharon Pasó Gaspar el flaco de Araújo. con tocinos y carne a la marina: Y luego con secreto se emboscaron Con la arboleda allí circunvecina, No es más de la primera arremetida; Donde el buen Ramos, puesto en cabecera, Y en oyendo de España el apellido A hablarles comenzó de esta manera. Con tan sólo la voz va de vencida. Esta causa es de Dios: si El es servido "Amigos que con armas y aparato Que le sacrifiquemos nuestra vida En aquesta ocasión venís conmigo, ¿Qué mejor ocasión que la de ahora? A vengar el agravio y desacato Que un buen morir cualquier afrenta dora". Que a nuestro Obispo hizo el enemigo Pues es notorio a todos su mal trato En este tiempo ya el negrillo había Digno de pena y ejemplar castigo, Dicho a los marineros en el puerto, Buen tiempo y ocasión es la de ahora; Que no les podía dar lo que traía Que un buen morir cualquier afrenta dora. Si no saltaba en tierra Don Gilberto: Que así se lo mandó su Señoría. "Estos herejes son los que al prelado Sin haber tal les afirmó por cierto: Trataron de la suerte que habeis visto, Y que Puebla con él también saltara, Sin mirar que era Obispo consagrado Para que los tocinos le entregara. Y vicario del mismo Jesucristo. El quiere paguen hoy su gran pecado Mas como el corazón, prenda preciada, Con ejemplar castigo nunca visto. Todas las veces o las más acierta, ¡Animo! ¡A la batalla, que ya es hora! Causó en los marineros la embajada Que un buen morir cualquier afrenta dora. Una sospecha verdadera y cierta: Y temiendo algún trato y emboscada "Y pues Dios quiere que por nuestra mano Volvieron a la nao, el alma muerta, Se castigue tan grande atrevimiento, Que la imaginación aun en discretos, Démosle gracias, escuadrón cristiano, Suele a veces causar varios efectos. Que nos toma el Señor por instrumento. Conozca hoy el buen Altamirano Dijéronle a Gilberto todo el caso: De nuestros corazones el intento Pero como soberbio y arrogante, Con el herrón y punta vengadora: Hizo de todo ello poco caso Que un buen morir cualquier afrenta dora. Mostrando gran valor en el semblante: Y con las fuerzas de su diestro brazo "El ímpetu francés que habéis oido Tira un batel y baja en un instante, Con veinte y seis infantes bien armados Quedó, cual suele un caso de repente De los más atrevidos y estimados. Dejar a un hombre atónito y turbado: Pero volviendo en sí como valiente, Saltan en tierra con gallardo brío, El semblante encendido y colorado, Pisan soberbios la menuda arena, Con la espada en la mano obraba cosas Disparan balas por el aire frío, Tan llenas de valor como espantosas. Cual si en su patria fuesen, no en la ajena. Puebla, que ve su mucho desvarío, Acométense entrambos escuadrones Que en tierra está con ellos no sin pena, Con tanta furia, ímpetu y braveza, Lo que ha de suceder imaginando, Cual suelen los fortísimos leones Por donde tiene de huir está mirando. Cuando se embisten por llevar la presa. Tienen nuestros isleños los herrones; Mientras el enemigo en las orillas Muestra el francés su mucha fortaleza, De aquella playa se gallardeaba, Con tanto estruendo, grita y vocería Nuestro escuadrón, hincado de rodillas Que pareció que el mundo se hundía. Con grande devoción orando estaba, Hasta que ya de las etéreas sillas Andaba Miguel López de Herrera El victorioso fin que se esperaba Con más furor que el iracundo Marte, Salió en conformidad de su esperanza. Matando y deshaciendo de manera ¡Oh, cuánto la oración puede y alcanza! Que sólo a él se rindió la mayor parte. Miguel Baptista andaba de carrera En esto, cual leones tras de gamos, Mostrando su valor, esfuerzo y arte, Salen los nuestros ya de la montaña; Con Gonzalo de Lagos el valiente Y en delantera el buen Gregorio Ramos, Honor y gloria de su ilustre gente. Diciendo "¡Santiago, cierra España!" Y van cubiertos de los verdes ramos Jácome Milanés menudas piezas Con que la Dafne triste se acompaña De franceses va haciendo con su espada, Después que de certeza fue cubierta, Rompiendo brazos, piernas y cabezas Cual si tuviesen la victoria cierta. Con que tiene la playa ensangrentada. No mostró menos brío y fortaleza No hubo Gilberto visto nuestra gente, Medina con su punta acicalada: Cuando cortado de un temor helado Y el buen Merchán, con su herrón fornido, Vuelve a teñir de nuevo su vestido. De sangre aleve de francesa gente. ¡Oh, Luis de Salas, Provisor honrado! Mostró su gran valor Martín García Benévolo, cortés, sabio y prudente! Con su escogido chuzo y barba cana, Que hasta tus esclavos en la tierra Lo mismo hizo allí Gaspar Mejía, Sirven a Dios y al Rey en paz y en guerra. Y el buen Diego y Francisco Lorenzana. Dio Melchor Pérez de su gran valía Viendo ya de la nao la batería, A todo el mundo muestra soberana; Y de su gente el daño manifiesto, Y hundiendo con sus golpes mar y tierra Dieron en disparar la artillería; Se señalaron Reyes y Juan Guerra. Mas fue sin fundamento todo esto: Porque nuestro escuadrón con bizarría Bartolomé Rodríguez como rayo, Apretando los puños echó el resto, Mata, hiere, destroza . y atropella; Dando de su valor pruebas tan altas Y Hernando y Antonio de Tamayo Que quererlas pintar será con faltas. Muestran su gran valor y buena estrella; Y como del acero al duro ensayo Los franceses, no menos animosos, Aborta el pedernal una centella, Conservan el valor y valentía Salió el bravo Palacios como un trueno, De aquellos doce Pares tan famosos De sangre de franceses todo lleno. Que tanto eternizaron su valía: Rompen, golpean y hieren muy furiosos, Dos Gaspares Rodríguez y Araujo, Con tan grande valor y tal porfía, Y otro del mismo nombre Lorenzana, Que estuvo la victoria conocida A su obediencia cada cual condujo En mucha duda, y casi ya perdida. Gran parte de la gente luterana. Juan Gómez con los indios que allí trujo También el valeroso Don Gilberto Su valor demostraba esa mañana; Muestra su gran valor y fortaleza, Y los cuatro etíopes esforzados Y como capitán sabio y experto Hicieron el deber como soldados. Acude a donde ve mayor flaqueza; Y viendo su escuadrón ya sin concierto, Miguel del Provisor no está parado, Y que va desmayando a toda priesa, Que con su punta valerosamente Así por animarlos los regala, Tiene todo aquel suelo ensangrentado Que la necesidad todo lo iguala. De vuestro ilustre y generoso pecho "Caros amigos, dulces compañeros, Se verá el resplandor y clara llama, De lo mejor de Francia procedidos, Usando del valor contra la lanza, Acordaos que Reinaldo y Oliveros Que con la vida al fin todo se alcanza". Primero fueron muertos que vencidos. Mostrad como valientes caballeros De esta manera triste y afligido El gran valor que os hace conocidos, Animaba Gilberto a sus soldados, Haciendo en esta gente cruel matanza, Que quien en un trabajo está metido Que con la vida al fin todo se alcanza. Tienta para salir todos los vados, Y con igual furor nunca vencido, "Estos que veis cargados de herrones, De que son los franceses alabados, Con el vestido todo ensangrentado, Hicieron mil hazañas de memoria, No es de matar a tigres y leones, Dignas de eterno nombre, fama y gloria. Que no los hay aquí ni lo han usado: Ni son de aquellos fuertes campeones Andaba entre los nuestros diligente Que ocupan de Belona el diestro lado, Un etíope digno de alabanza, Mueran a fuego y sangre sin tardanza Llamado Salvador, negro valiente, Que con la vida al fin todo se alcanza. De los que tiene Yara en su labranza, Hijo de Golomón, viejo prudente: "Acordaos de la patria deseada, El cual, armado de machete y lanza, Y de vuestros amigos y parientes, Cuando vido a Gilberto andar brioso, Y de la dulce vida regalada Arremete contra él cual león furioso. Que en ella pasan hoy todas las gentes: Si a vida tan suave y regalada Don Gilberto que vido al etíope, Quereis volver, obrad como valientes, Se puso luego a punto de batalla, Sin que perdáis un punto la esperanza, Y se encontraron; mas quedó del golpe Que con la vida al fin todo se alcanza. Desnudo el negro, y el francés con malla. ¡Oh tú, divina musa Caliope, "Si salis con victoria de este hecho Permite, y tú bella ninfa Aglaya, Hareis eterno vuestro nombre y fama; Que pueda dibujar la pluma mía Y demás de la honra y el provecho De este negro el valor y valentía! Con que os convida la ocasión y os llama, Andaba Don Gilberto ya cansado, El pálido metal que te enriquece Y ofendido de un negro con vergüenza; Saca, y ahorra antes que el vulgo hable, Que las más veces vemos que un pecado A Salvador el negro memorable. Al hombre trae a lo que nunca piensa: Y viéndole el buen negro desmayado, Huye el francés aprisa a la marina, Sin que perdiese punto en su defensa, y dentro del mar se arroja y "abandona; Hizóse afuera y le apuntó derecho, Pero aun ahí los halla más aína Metiéndole la lanza por el pecho. La muerte que a ninguno lo perdona: Van en su alcance Reyes y Medina Mas no la hubo sacado, cuando al punto Y los demás sin exceptuar persona, El alma se salió por esta herida, Y en el agua les dan la muerte a nado, Dejando el cuerpo pálido y difunto, Que se puede decir "maté ahogado". Pagando las maldades que hizo en vida. Luego uno de los nuestros que allí junto Parten en un batel por el mar largo Estaba con la mano prevenida, Cuatro franceses con ligera priesa, Le corta la cabeza, y con tal gloria Que de la muerte fiera el trago amargo A voces aclamaron la victoria. Al más valiente quita la braveza: Pero Miguel Baptista como un pargo ¡Oh, Salvador criollo, negro honrado! A nado se arrojó tras de la presa, ¡Vuele tu fama, y nunca se consuma; Y detuvo el batel en la bahía Que en la alabanza de tan buen soldado Con muy grande valor y valentía. Es bien que no se cansen lengua y pluma! Y no porque te doy este dictado, Salen en su socorro a vuelo y nado Ningún mordaz entienda ni presuma Merchán y Melchor Pérez el brioso, Que es afición que tengo en lo que escribo Y Manso el negro, pero buen soldado, A un negro esclavo, y sin razón cautivo. Con su hermano que es valiente mozo: Llegan a donde estaba aquel pescado, Y tú, claro Bayamo peregrino, Y cada cual soberbio y animoso Ostenta ese blasón que te engrandece; Tirando muchos tajos y reveses, Y a este etíope, de memoria dino, Rindieron el batel con los franceses. Dale la libertad pues la merece. De las arenas de tu río divino En esto un español que por su suerte Viene por tango-manga del, navío El cual, con el amor que á todos gana, Se echa a nado huyendo de la muerte, Los sale á recibir á la sabana. Que el miedo sólo para huir da brío. Mas Pedro de Vergara, varón fuerte, 'Bendito sea el que viene" iba diciendo, Que vio del español el desvarío, Y ellos "Te Deum laudamus" le responden; Tras él se arroja al agua, y alcanzolo, Y así todos hablando y repitiendo, Y a cuchilladas lo rindió, y matólo. De su entrañable amor nada le esconden Híncanse de rodillas; y pidiendo Escapáronse cuatro renegados Las manos consagradas, corresponden Que mal heridos por el mar huyeron; Como hijos de bien á la obediencia, Los cuales a su nao ya llegados Y él como padre muestra su clemencia. Las tristes nuevas de su suerte dieron. Aquí murieron todos los soldados Levantólos del suelo prestamente; Que en la prisión del buen Obispo fueron, Y con la suavidad de su buen pecho, Que así castiga Dios los atrevidos A todos los abraza reverente Que ponen mano o lengua en sus ungidos. Y da las gracias del heroico hecho; No pudieron sufrir este accidente Un indio de los nuestros solamente El amor y placer, porque era estrecho; Murió de una herida penetrante, Haciendo que llevasen á porfias Sin que hubiese más daño en nuestra gente Los ojos del pastor lagrimas frias. En victoria tan grande e importante. Luego nuestro escuadrón viendo presente Alzóse el buen pastor con la victoria A su buen Ramos, con su amor constante, Por ser en honra de la fe cristiana: En hombros de dos indios le levantan, Pero tambien sintió pena notoria Y a grandes voces la victoria cantan. Del fin amargo de esta gente vana. Y con deseo grande de su gloria, De esta manera parten sin concierto Por ella rogó a Dios de buena gana; A Yara, donde tienen su esperanza, Imitando a Jesus que en la cruz poesto, Llevando la cabeza de Gilberto Rogó por los que alli le tenian puesto. Enclavada en la punta de una lanza. Llegan al deseado y dulce puerto Luego nuestra vistosa infantería, donde está del obispo la bonanza; Coronada de flores y de ramos, Marchan para el Bayamo en compañia Y hablarle comenzó de ésta manera; De aquel noble caudillo que alabamos. Con ellos va tambien su señoria, "Pastor ilustre de este suelo amparo, Que como con su vista nos honramos A quien el cielo, estima, precia, honra, Recibió gran placer toda la gente Cuyo cristiano pecho y valor raro De que fuese con ellos prontamente. Al mismo Dios agrada y enamora. Bienvenido seais al nido caro, ¡Quien pudiera decirnos cuan contentos Cual vino al arca el ave triunfadora; Yba el obispo y todos los soldados; Pues en vos resplandecen con grandeza Las gracias que se dan y ofrecimientos Sinceridad, quietud, amor, nobleza. De personas de honra y de dictados! Hacen de la batalla largos cuentos, "Hasta en mis venas y cabernas frias De hechos y sucesos no pensados; De vuestras gracias se sintió el ausencia: Que el alegría tras de suerte amarga Secáronse las fuentes más sombrías; Suele ser habladora y manilarga. Los ojos dieron al llorar licencia Volviéndose en dolor las alegrías. De esta manera van por el camino Mas ya, noble señor, nuestra presencia Contando cuentos, haciendo grandes fiestas; Nos muestra desterrando la tristeza, Que donde ven al juez recto y benino, Sinceridad, quietud, amor, nobleza. Estas son las demandas y respuestas. Llegan al venturoso rio divino "Ahora brotarán todas las flores Donde Bayamo tiene sus florestas; Con que se matizan mis orillas; Y ellas con el placer de haber llegado, Cantarán sin dolor los ruiseñores; Gustan contentas su licor sagrado. Gilgeros, pentasillos y abobillas; Abundarán los frutos en mejores; Sale de sus cavernas de uvas lleno Alegraranse todas estas villas; El venerable aspecto entre pescados, Y en vos verán con santidad y alteza El ansioso Bayamo y el ameno Sinceridad, quietud, amor, nobleza. Márgen admira lleno de soldados. Mira del Sucesor del Nazareno "Como suele después de la tormenta El rostro grave y ojos recatados; Venir con alegría la bonanza, Y alegre de lo ver en su ribera, Y la gente de triste y descontenta Volver su desconsuelo en confianza; Así pues para todos nuestra afrenta, Iba delante el capitan esperto Que se volvió en contento y esperanza Representando un Marte fiero armado; Viéndoos en libertad, y en vos espresa Llevando la cabeza de Gilberto Sinceridad, quietud, amor, nobleza." Un paje en un puñal ensangrentado; Y luego en sus hileras en concierto No dijo mas; y al punto con ruido El valeroso ejército preciado; Se sumerjió en las aguas cristalinas, Y por la retaguardia las coronas Dejando al buen obispo suspendido Del sacro obispo y las demás personas. De su estrañeza y partes peregrinas. Nuestro fuerte escuadron que notó y vido Con esta majestad y este aparato Del anciano Bayamo las divinas Entró Gregorio Ramos en la villa, Razones, rostro y talle de contento, Dando al lugar un súbito relato Entran, cruzando el líquido elemento. De contento, placer y maravilla: Y por ser al Señor en todo grato, Hacen guirnaldas de sus vanas flores Fué al templo de la Virgen sin mancilla, Blancas, azules, rojas y moradas; Y dió las gracias á la madre é hijo Y como valerosos vencededores, De la nueva victoria y regocijo. Ciñen sus cienes con razon honradas, En esto ya el Cabildo y Regidores, Estaba apercibido ya en la iglesia Con las demás personas señaladas, Blas López, sacristan de aquella villa, Los frailes todos y la clerecia, A quien todo el Bayamo estima y aprecia Los salió a recibir con alegría. Como á Guerrero la sin par Sevilla; Y con la dulce voz de que se precia, Encuentranse con ellos en Managua, Con los cantores de su gran capilla Ameno sitio, rico de labranzas, A este motete dió principio y gracia Donde al corto camino ponen tregua Cual el famoso músico de Tracia. Mientras duran abrazos y alabanzas. Luego caminan la pequeña legua Con músicos a coro y mudanzas, Hasta que todos vieron del Bayamo Motete El ameno lugar que tanto amo. La paciencia y la humildad publique siempre la fama; hoy muestran su magestad; y á la luz de clara llama y á Ramos le dan la gloria nuestro siglo venturoso de tan famosa victoria. publicando su lealtad. La paciencia y la humildad La divina omnipotencia hoy muestran su magestad; para regalar al justo y á Ramos le dan gloria le suele dar un disgusto de tan famosa victoria. para probar su paciencia. Del prelado la inocencia Y dando por las calles un paseo el cielo nos demostró; llegaron á la plaza dedicada; y don Gilberto pagó donde en un alto palo el rostro feo su tiranía y violencia. pusieron de aquella alma desdichada. Ay Dios! y qué gran bondad!— Aquesto hecho se acabó el trofeo La paciencia y la humildad, & de victoria tan alta y señalada; y yo también doy fin á aquesta historia, Lleváronle maniatado digna de eterno nombre, fama y gloria. los heréticos sayones, dándole mil empellones, y con un cordel ligado. ### De ahí salió mas honrado, que el humilde es bien que suba. Dichosa la isla de Cuba que goza de tal Prelado! Publíquese su bondad. La paciencia y la humildad, &
Ramos, capitán famoso,
al buen obispo vengó; y a los franceses mató como fuerte y animoso. Un hecho tan milagroso