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...a los jóvenes de 1º de Confirmación de las Escuelas...

Las 3 "píldoras" del


examen de conciencia:

1. Pedir luz para reconocer en mi vida de hoy lo que ha hecho el Señor por mí: todo lo que soy
y tengo es don y gracia. (Agradecer).
 
2. Pedir gracia para reconocer lo que me ha dicho hoy el Señor, a través de las personas,
circunstancias,...: llamadas e iluminaciones. (Discernir)

3. Pedir perdón, desde la gratitud, por el desamor que encuentre en mi vida de hoy, y proponer
cambio. (Enmendar)

INSTRUCCIONES PARA LA DOSIFICACIÓN:

- TÓMESE ESTA PÍLDORA EN CUALQUIER HORA DEL DÍA, NO NECESARIAMENTE POR LA NOCHE. SI A
ESA HORA SE ESTÁ MUY CANSADO O CON SUEÑO, LA PILDORA NO SURTE EFECTO.

- PARA CONOCER MÁS, LEA EL PROSPECTO ADJUNTO:

Oración sobre tu vida:


el "examen" ignaciano

Se trata de reconocer al Señor en la vida.

T
e reservarás unos momentos cada día para volver a lo esencial, para ser tú
mismo y no identificarte con lo que haces o lo que te pasa, para no dejarte
arrastrar por las prisas o tus "quehaceres" desbocados. Para mirar con
perspectiva y lucidez suficientes y hacerte cargo de tu vida y reconciliarte con ella:
es decir, para redescubrir su sentido y valor y retomar sus riendas y la orientación
que fundamente e integre tu vida. Para, también, renovar tu relación con el Señor,
comprobando que tu historia personal de cada día (quizá aparentemente banal), es
historia sagrada, habitada por Dios, rebosante de su amor, acompañada por Él.

A primera vista no reconoces a Dios en lo inmediato, ni percibes su voz en


medio de la vida. Y, sin embargo, está ahí. “ A Dios se le ve después, cuando ya ha
pasado “ (cardenal Newman). Sólo lo verás cuando --como María, que “recordaba
en su corazón lo que le acontecía” (Lc. 1, 19-20; 2, 50-52)-- repases con los “ojos
iluminados del corazón” (Ef. 1, 18) los avatares de tu cada día o de tu vida entera. Se
te iluminará entonces la realidad vivida, por la luz y la fuerza que te arden en el
corazón (Lc. 24,32). “Está aquí el Señor y yo no lo sabía. Esto no es otra cosa que
casa de Dios y puerta del cielo“(Gen 29, 16-17). En todo lo que es y en todo lo que
pasa, está el Señor de todo. “La actuación de Dios no tiene lugar “entre” los
acontecimientos de la vida, sino en “ellos” (teólogo Bultmann).
El ejercicio de oración sobre la vida: cómo hacerlo

BUSCA UN TIEMPO PARA TI Y PARA EL SEÑOR.- Ejercítate, pues, en orar cada día sobre tu
vida. Haz para ello una pausa de paz en el tiempo. No es un esfuerzo de introspección, quizás morbosa, sino
de reconocimiento del Señor. Búscate un tiempo propicio y, para empezar, reaviva tu fe en la presencia del
Señor aquí y ahora y en ti. Presencia no es la mera cercanía física, indiferente y sin relación personal. El
que está en todas partes, existe y está en ti y contigo y para ti, aquí y ahora. Hazte tú también presente, así,
ante el Señor.

PIDE ILUMINACIÓN.- Pídele al Espíritu su luz para saber verle en la opacidad de tu vivir
ordinario, en las experiencias germinales de vida y en las de desgarro y muerte; en las de consolación y en
las de desolación. No te quedes miope sin ver la mano y el corazón de Dios en lo que ha sido tu vida de hoy,
aun en lo aparentemente insignificante. Recorre y mira despaciosamente, contempla con perspectiva y
objetividad, sin juicios ni rechazo, “cómo te ha ido hoy”, lo que ha pasado y te pasa. Fíjate en las personas
que se han cruzado contigo, las circunstancias que han tejido tu jornada, lo que has hecho, lo que has sentido,
vivencias, reacciones, actitudes interiores, llamadas del Señor, … No trates de abarcarlo todo cada vez, sólo
lo que emerja en tu consciencia, lo que te destaca o, quizás, lo que ha marcado tu hoy.

AGRADECE.- Descubre, en ese hoy que has vivido, el amor del Señor por ti. Dale gracias de lo
que has recibido de El. Tu vivir ha sido pura gracia. Todo te ha sido dado gratis, todo para tu bien. (Rom 8,
28-38); incluso del mal ha cosechado bien para ti y para el mundo. Y en lo que te ha dado, se te da Él mismo.
Concreta tu gratitud por las personas o acontecimientos que han sido cauces de su amor, mediaciones de su
gratuidad; también en las pequeñas cosas que ya miras como naturales o debidas y son, sin embargo, detalles
de Alguien que no te olvida y te acompaña, milagros a los que te has acostumbrado. No agradecer es no
aceptar ser amado. La mayor parte de toda oración ha de ser de admiración y agradecimiento, porque todo es
gracia, don de Dios.

PON TU OÍDO, SIENTE CON EL CORAZÓN.- Y escucha al Señor. En todo lo que ha


configurado tu vida de hoy resuenan, si sabes escuchar, en tu interior, en tu más profundo centro, palabras
dirigidas personalmente a ti. “La unción que de El habéis recibido permanece en vosotros y no necesitáis
que nadie os enseñe” (1 Juan 3, 27). Palabras sin ruido que guiarán tu vida y tu misión en el mundo. Palabras
del Señor que identificarás como del Señor y no tuyas, por la paz, claridad, fuerza y amor, que te desbordan
hacia los demás, aumentan tu caridad, tu esperanza y tu fe; con una mirada nueva sobre todo y sobre todos.
Te sorprenderás, si eres fiel a esta escucha diaria, que te sugieren lo que quizás no intuías o tal vez rehuías.
Aunque no veas el horizonte total, darás al menos con lucidez el paso de hoy, disponible a nuevas llamadas.
Irás aprendiendo a discernir lo que el Señor quiere de ti.

EFECTOS INMEDIATOS: Desde esa experiencia del amor de Dios por ti, y sólo desde ella,
constatada en tu circunstancia de hoy, mírate a ti mismo; o mejor, contrasta con la ternura del Señor
contigo, tu amor y tu desamor con El. Así podrás pedir perdón desde el corazón agradecido al Amor que es
nuestro Dios, que no quiebra la caña cascada, ni apaga el pabilo vacilante.

EFECTOS SECUNDARIOS: Poco a poco vivirás así, cada vez más, con Dios tu vida entera. Te
encontraras con Él en cualquier parte o circunstancia. Y él será tu referencia permanente para tus decisiones
diarias. “No temas, Yo estoy contigo”(Jer 1,8 ).

(Quizás te ayude, anotarte algunas palabras, muy pocas, de lo que


has vivido en esta oración “sobre la vida”, que te puedan servir de
referencia en el futuro y, tal vez, para constatar, repasándolas, las
líneas convergentes o continuas que te indiquen lo que puede ser tu
vocación personal de relación con el Señor y tu misión en la vida).

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