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CUIDEMOS LOS PEQUEÑOS DETALLES

A veces, porque son pequeños detalles, los ponemos en menor atención, los
marginamos o no los tenemos en consideración. No es la postura correcta. Los
pequeños detalles, bien cuidados, son manifestación de un bien cuidado interior y
de una delicadeza profunda. En cambio, el olvido de ellos nos hace vulgares y
superficiales en nuestra vida. Dios nos mima, a lo largo de nuestra vida, con sus
pequeños detalles que siempre son muestra de su buen gusto y preocupación por
cada uno de nosotros.

El tener una actitud de contemplación no es fruto de trabajos intensos,


luchas sin fin o preocupaciones que nos sobrepasan. Es todo mucho más sencillo.
Es ese pequeño detalle por el que notas que se ha apoderado de ti, o se está
apoderando la desgana, y te resulta más fácil claudicar y no hacer ese momento
de silencio al que Dios te está llamando. ¿Veis? Es ese pequeño detalle que, si lo
superas, entrarás con gozo en ese recinto sacro de la contemplación. Es solo un
pequeño detalle el que Dios te pide; el resto lo pone Él.

El que, eso que parecía tan difícil, esté dando un fruto que ni de lejos
sospechabas, es obra del Señor. Pero, el Señor siempre pone en nuestras manos
los pequeños detalles, los que sí están al alcance de nuestras manos. Lo difícil es
obra del Señor; lo hemos dicho muchas veces, los milagros los hace el Señor, y los
hace constantemente, solo con que nosotros le abramos la puerta de nuestros
pequeños detalles cuidados con esmero.

Sabemos que hemos de tener la virtud de la escucha; y nos imaginamos la


gran dificultad que ello entraña. Equivocamos el camino. Es mucho más sencillo.
Es un pequeño detalle, es ese pequeño escalón y primero el que te conducirá
hasta el final de la escalera. No quieras subir la escalera de golpe, caerás y no
conseguirás nada. Es mucho más sencillo el camino hacia Dios. Es subida sí, pero,
es un pequeño detalle. Se te presenta delante aquella persona; es ir al campo
concreto; sabes que es muy pesada, que te va a dar el tostón; ya sabes lo Dios te
pide: escucharlo.

El primer movimiento ha sido el de dar un rodeo y no encontrarte. No lo


hagas, serás un gran fracaso que te hará retroceder muchísimo en la virtud de la
escucha. Ya sabes lo que decían los antiguos romanos: PARVA SCINTILLA
EXCITAVIT MAGNUM INCENDIUM; traducimos: una pequeña chispa ha producido
un gran incendio. Así te puede ocurrir; ese pequeño detalle, no cuidado, te
impedirá el que degustes el magnífico placer de la escucha que te pide el Señor. En
cambio, si, superando esa primera aversión, con gozo y entrega, te encuentras con
esa persona y eres capaz de escucharla, el incendio de amor que se producirá en
tu vida será insospechado. Y es que Dios ha visto, con tu pequeño detalle, la
puerta de tu corazón abierta, y te ha llenado de gozo inefable como nunca habías
imaginado.

San Francisco enseñaba esta lección de los pequeños detalles con mucha
claridad; si abres la puerta a pequeñas propiedades, explicaba, el recorrido que se
presenta es infinito, y, al final de todo ello, dominarás a los hermanos, o los
querrás dominar, queriéndolos tener a tu servicio. Todo, porque dejaste pasar ese
pequeño detalle que tú considerabas insignificante. En cambio, si no abres la
puerta a esa pequeña propiedad, también el recorrido a la inversa es infinito; solo
que ese recorrido es el de Dios y los hermanos, que se han apoderado de ti y los
has valorado por encima de todas las cosas. Es el cuidado de los pequeños
detalles. Dios nos hace subir hacia Él con la pequeñez de un solo peldaño de la
escalera. El llegar es cuestión de pequeños pasos, de insignificantes peldaños.

Aquello que es importante también es unir a los pequeños y cuidados


detalles, el discernimiento del paso exacto que debes realizar. Si en ello te
equivocas, lo que ocurre es que el paso que das, el peldaño que subes, fuera de
lugar, te hace ir en dirección contraria. Y, de verdad, no es tan sencillo colocarse
de nuevo en la dirección oportuna. Y este discernimiento es fruto del silencio que
es el que ve con claridad, y ve con claridad porque el silencio es la claridad de Dios
que refleja en nuestras vidas.

¿Y la fraternidad? ¡ay, la fraternidad! Es donde más echamos en falta el


cuidado de los pequeños detalles; sí, también es donde con mucha frecuencia
experimentamos el fracaso de lo que queremos conseguir. Vivir la fraternidad es
subir la cima más alta de todos los deseos humanos. Ello conlleva el tener muy en
forma nuestro espíritu para poder afrontar todas las aventuras que a este deseo
van unidas. Y tener el espíritu en forma es fruto de mucho silencio y de muchos
detalles. Si echamos a perder las oportunidades que el mismo Señor nos presenta
en cada momento, viviremos de deseos sin alcanzar, nos desilusionaremos y
cesaremos en el empeño.

Ten siempre detalles con aquel que menos se lo merece. Sí, no tengas miedo.
Es el que curte el espíritu y te abre a la grandeza de la fraternidad. Ya ves, y es solo
un pequeño detalle, y el cuadro que se te presenta con ello es inimaginable; no es
que tienes la posibilidad de llevar a cabo el deseo máximo de tu vida que es la
fraternidad, la posees ya, la tienes hecha de facto, es real; cada pequeño detalle,
cuidado y mimado, en beneficio del hermano que no se lo merece, te hace
experimentar el gozo real y vivo de sentirte hermano de todos. Y esto solo es un
pequeño detalle; el resto es de Dios. Abrámonos al Dios que se nos da todo, con
solo nosotros tener la buena voluntad de aprovechar y cuidar los pequeños
detalles. Paz y bien.

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