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¿Cuál debe ser el objetivo para

los bancos centrales?


Opinión. La inflación es políticamente aceptable, pero hay posiciones
alternativas.
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El techo del BCE es de 2% pero no simétrico. Shutterstock

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MARTIN WOLF
Londres / 03.03.2021 03:09:00

¿Cuál debe ser el objetivo de los bancos centrales? Desde principios de la


década de 1990, la respuesta ha sido cada vez más la “inflación de los
precios al consumidor”, pero esto nunca ha sido cuestionado. En la
actualidad, hay cuatro posiciones alternativas. Una piensa que los bancos
centrales deben apuntar a los precios de los activos. Otra piensa que
deben apuntar a una tasa de interés “justa”. Otra, que deben apuntar a la
actividad real. La última piensa que debe ser hacia a algún otro objetivo
nominal, como el nivel de precios o el producto interior bruto nominal.
Estos son debates importantes, pero la realidad permanece: la banca central
es arte, no ciencia. El arte debe guiarse por objetivos sensibles unidos a una
conciencia profunda de la incertidumbre.
Desde principios de la década de 1990, la opinión dominante entre los
bancos centrales y los economistas es que el mejor objetivo es la inflación.
El pionero de este enfoque fue Nueva Zelanda en 1990 y le siguieron
Canadá y Reino Unido. La Reserva Federal de Estados Unidos siguió en
2012. El Banco Central Europeo también tiene un objetivo de inflación,
aunque su meta es un techo de 2 por ciento y no es simétrico. Según Paul
Fisher, de la Warwick Business School, 67 bancos centrales tenían
objetivos de inflación en 2018.
La lógica de tener como objetivo la inflación tiene tres componentes. El
primero es que un instrumento (en este caso la política monetaria) solo
puede apuntar a un objetivo. El segundo es que un banco central solo puede
fijar la mira en un objetivo nominal de algún tipo. El tercero es que la
inflación es un objetivo comprensible y políticamente aceptable.
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Un subconjunto de las personas que piensan que los bancos centrales deben
apuntar a los precios de los activos está de acuerdo en que solo debe haber
un objetivo, pero quieren que apunten al precio de una materia prima, por
lo general oro. Tal vez, en algún momento, quieran que miren al bitcoin
como el máximo activo de reserva. La objeción a un patrón oro es que
elimina la discreción, lo que ha demostrado ser intolerable. Hoy en día, la
visión de los “defensores del oro” se ha convertido en una curiosidad.
En la actualidad, existe una visión más generalizada de que los bancos
centrales deben apuntar al crecimiento de la deuda o una variedad de
precios de activos, como los de las casas o las acciones. El gobierno de
Nueva Zelanda, por ejemplo, acaba de decirle a su banco central que
establezca como objetivo los precios de la vivienda. Quienes piensan esto a
menudo afirman que los aumentos explosivos en los precios de los activos
alimentan la desigualdad y crean inestabilidad macroeconómica.
Hay al menos cuatro objeciones a apuntar a los precios de los activos.
Primero, dado que los precios de los activos son volátiles, fijar la mira en
ellos hará que la política monetaria sea muy volátil
y generará inestabilidad. Segundo, nadie sabe cuál debe ser el valor
“correcto” de las acciones, el precio de la vivienda o el nivel de
endeudamiento. Tercero, los bancos deben tener en cuenta los precios de
los activos y el crecimiento de la deuda al evaluar el estado de la economía.
Por último, los bancos deben utilizar herramientas regulatorias.
El argumento más grotesco es sobre la desigualdad de la riqueza. Es
absurdo defender una política monetaria más estricta y un mayor
desempleo con el fin de reducir la desigualdad de la riqueza. En 2020, la
riqueza en el percentil 20 de la distribución del ingreso de EU fue de 6 mil
400 dólares y en el percentil 40 fue de 67 mil 500 dólares. El 0.1 por ciento
superior comenzó en cerca de 43 millones de dólares. ¿Qué diferencia
supondrá para los que no tienen casi nada si los últimos se duplicaran? Si la
gente quiere menos desigualdad de riqueza, debe abogar por impuestos
sobre la riqueza y la herencia.
Una opinión que no es ajena a la anterior es que el banco central
debe fijarse como objetivo una tasa de interés real positiva. La creencia
implícita es que sabemos cuál debe ser la tasa de interés real y que el banco
central ha sido responsable de establecerla tan baja durante tanto tiempo.
Tampoco está justificado. La tasa adecuada depende de las condiciones de
toda la economía, en especial el ahorro y la inversión. Además, el banco
debe establecer una tasa que sea consistente con un equilibrio
macroeconómico. Por tanto, las realidades subyacentes determinan en
última instancia lo que puede hacer.
Usar la política monetaria para fijar la mira en los precios de los activos, en
lugar de solo tomarlos en cuenta, es una locura. Sin embargo, no es absurdo
considerar una actividad real. De hecho, la Fed ya tiene el mandato de
considerar el desempleo. Por fortuna, establecer la meta de inflación es
consistente con hacer de la actividad real el objetivo final. Mientras más
débil sea la relación entre la inflación y el desempleo, más debe ser el
objetivo del banco el máximo empleo, sujeto a la restricción de la inflación.
La Fed incluso  cambió a centrarse en la inflación. La fijación de objetivos
a nivel de precios o del PIB nominal puede reforzar ese objetivo.
Es probable que la política monetaria necesaria para generar el máximo
empleo y una inflación estable sea consistente con todo tipo de actividad
alocada en el sistema financiero. Quizá estamos viendo mucho de eso
ahora, pero ningún banco central cuerdo crearía recesiones para salvar las
finanzas de sí mismo. Más bien, debe salvar a la economía de las finanzas
mediante una regulación estricta, en especial del apalancamiento.
Del mismo modo, es posible que una crisis excepcional, como la pandemia,
genere errores de política, incluida una inflación  alta. Andy Haldane,
economista jefe del Banco de Inglaterra, enfatizó este riesgo en un discurso
reciente que invita a la reflexión.
Los bancos centrales deben estar siempre alerta, pero nadie
debe imaginarse que existe un régimen alterno que resolverá todas las
dificultades. Los bancos centrales cometerán errores, pero deben evitar las
complicaciones. 
***
Se mantienen los precios en la UE
La tasa de inflación en la Eurozona se mantuvo estable en febrero, en
+0.9%, el mismo nivel registrado en enero, de acuerdo con la primera
estimación de la oficina europea de estadísticas Eurostat, divulgada
ayer. En la Eurozona la inflación se había situado en enero en terreno
positivo luego de cinco meses consecutivos de resultados negativos, como
consecuencia de las medidas de restricción adoptadas ante la pandemia de
covid-19. Los cinco meses consecutivos de índice inflacionario en terreno
negativo hicieron encenderse intensas luces de alerta por el enorme
impacto de las medidas de contención sobre la demanda, en un
'enfriamiento' generalizado de la economía en la Eurozona.

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