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Dejamos dicho a propósito del Lazarillo cuáles eran las diferencias capitales

entre dicha novela -que constituye por sí sola la creación y la primera

etapa del género- y las que luego, en el siglo xvn, van a representar su florecimiento

y plenitud. Pero aquellas diferencias son tan profundas en muchos

aspectos, que casi plantean el problema de su supuesta paternidad : el pesimismo

sistemático, la deformación caricaturesca, la insistente sátira social, la plena

conciencia que el pícaro posee de su existencia y significación como clase, el

aditamento de largas reflexiones morales y los procedimientos naturalistas de

la narración, distan en gran medida del simpático desenfado del Lazarillo, de

s u prodigiosa naturalidad, de su objetivo realismo sin grotescas deformaciones,

de la atmósfera de verdad que envuelve todo el relato. Y como todos aquellos

rasgos -combinados en diversas proporciones- son componentes básicos

de la picaresca del siglo XVII a partir del Guzmán, puede admitirse que la

verdadera picaresca, en toda su plenitud y alcance, es en esta llamada " segunda

época" cuando realmente aparece. Con ello llegamos al resultado un tanto

paradójico de que la obra madre del género carece de aquellos rasgos que

habían de definirlo luego de manera inequívoca. La deducción, llevada al extremo,

no es, en cambio, cierta: el Lazarillo contiene todos los gérmenes que

la picaresca posterior tenía que hacer fructificar, sólo que en una medida que

podríamos calificar de clásica, y que la picaresca barroca -la propia, pues,

dado que constituye un grupo inconfundible- tenía que exagerar y retorcer ;

reservándose, a lo mejor, tan sólo -para beber en él con preferencia o con

exclusión de los demás- alguno en particular de los canales que el Lazarillo

había llevado a su cauce (455).

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