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Del amor fati: sobre la imposibilidad de que todos los futuros se encuentren

clausurados

Poseo la potencia de lo que se arrastra.

Opinad sobre si es posible vivir la vida humana,


cuando las cabezas se inclinan ante la opresión
de una turbación servil. Por eso, hace mucho que
el dios pasa indiferente por nuestras cabezas

Himno al Amor, Hölderlin

Huir, pero mientras se huye, buscar un arma.

Diálogos, Deleuze

[Se hace preciso desde el sur acudir al llamado de destituir lo que se presenta como lo
dado, la realidad de lxs cuerpxs que se encuentran insertas en agenciamientos
maquínicos de explotación, tecnologías de sobrecodificación que han reterritorializado
la tierra a partir de líneas de segmentaciones establecidas con ayuda del lenguaje, y
que han refundido en codificaciones simbólicas y semióticas regímenes que han
acentuado la desigualdad e instituido jerarquías. Todo esto, ad portas del
resquebrajamiento de los valores que han fungido como promesa de una modernidad.
Es curiosa e impertinente la pregunta sobre a qué tipo de sociabilidad deseamos
retornar realmente, cuando echamos de menos un tiempo anterior al totalitario-
pandémico, que ya sabíamos reducido a una sociabilidad enferma]
*
¿Cómo adquieren existencia social lxs cuerpxs?
Es posible preguntarse lo que puede un cuerpo, cuáles son sus potencias de vida cuando las
formas de aparecer en el mundo se decantan por las redes tentaculares del tan bien repartido
capitalismo, del que han devenido la proliferación de libertades impensadas; qué fuerzas
atraviesan los deseos de la cuerpa, qué la hace aparecer, incluso ante sí misma, como una
vida viable. Solo murallas de control y gestión se alzan entre las fronteras que separan y
compartimentan la vida, mientras acudimos al gran banquete del fin de la historia en el que
la carne del Leviatán y el Behemot ya han sido sacrificadas. Supongo que ante un tiempo
de crisis aguda, es precisa la agudeza de un tiempo psíquico que se recrea y se repliegue en
las inactualidades de una supervivencia que siempre es sintomática, y que puede llegar a
manifestarse como malestar, pero también como un desencantamiento del mundo. Actitud
que reta la realidad al mejor estilo de Alonso Quijano, cuando ésta le duele y se le hace
insoportable. La gestión de los cuerpos ha significado que su sometimiento se encuentre en
estrecha relación con la explotación de su propio deseo, de su conatus, de que procura
perseverar en su ser. Líneas de segmentación sofistican los dispositivos que gestionan la
vida, gestionando la muerte. Ante esto, ¿cómo se configura en la modernidad al sujeto que
desea su propia explotación y se predispone a la obediencia? La producción de un cuerpo
que no está ni vivo ni muerto, un cuerpo que se encuentra mudo mientras está sujeto a ser
explotado trae complicaciones, ¿cómo rehacer un lenguaje corporal que movilice la
experiencia olvidada? ¿cómo profanar la institución más arcaica?
Desde la pervivencia de las promesas de una modernidad frustrada, fragmentaciones de
universales des-hechos y re-hechos se posan sobre la vida, definiéndola, enquistándola,
haciendo vivir y dejando morir. Por medio de signos lingüísticos de diversa naturaleza que
la someten a una especie de destino, depende siempre de máquinas binarias que cortan y
organizan los enunciados dominantes que crean formas y organizan la vida. Vida que se
encuentra siempre expuesta a los peligros de los dispositivos de poder que se apropian de la
máquina lingüística y tienden a confundirse con ella. Estas segmentaciones atraviesan la
experiencia y no sólo la sumergen en una dudosa tranquilidad, sino que convierte a los
cuerpos en creaturas al mismo tiempo que miedosas, despiadadas. Lo que hace de la
biomujer algo que no se espera, no es la defensa de lo que no le pertenece, como una
supuesta feminidad natural a la cual defender, normas morales que han embestido al género
y que han restringido en el imaginario lo que es el placer del cuerpo, la tecnificación de los
regímenes de poder actual, que han producido al cuerpo feminizado con una sobrecarga de
los estereotipos que afianzan un mito, que no es más que una formación política e
ideológica.
De la filosofía analítica nos podemos apropiar de su necesidad casi enferma de una
incesante autorefutación, una ampliación siempre especulativa de un mundo a lo largo de
un continuum universal, contra el agobio de fundamentalismos recalcitrantes. Del derrumbe
de los ideales modernos, el descubrimiento de una ficcionalidad que constituye y desarma
la idea de un sujeto fuerte, de un yo que sustenta conceptos globalizantes y llenos de
contenido, presencias solapadas que se encuentran envueltas en el aura de lo divino.
La potencia de lo secreto, de lo subrepticio, se encuentra en que para hacer fisura en el
orden mayor no requiere de concesiones. En el tiempo fantasmal se vive el tiempo de la
supervivencia: donde lo impensado, lo anacrónico, constituye el desarrollo de lo que
llamamos la poshistoria; historia que se vive como fuerzas y batallas entre lo que
permanece y lo que se desvanece. Este continuo que resiste a ser completado o llenado, y
en el que habita potencias siempre abiertas y fragmentarias que se iluminan una a la otra,
permite entrever luces y brillos que desocultan lo que se encuentra en los abismos del
cuerpo.
*
Cuerpas, bultos de carne, desfragmentadas, deshechas y disueltas entre márgenes de lo
que incomoda. Cuerpo: fundamento del aparecer de lx otrx.
En el campo de fuerzas materiales e inmateriales, habita el centro de la gestión de la vida y
la muerte, y así mismo, el centro del misterio y de las potencias que si bien siempre
desconocidas, se encuentran también gestionadas, siempre artificiadas. El cuerpo, lugar
donde transitan las intensidades y flujos de campos de inmanencia, es la carne desgarrada
de una animalidad que ha perdido su paraíso. Ya nada natural queda en él, en el que habita
una voz que no es más que el silencio de lo que sobrevive. Comunidades humanas se
encuentran arrojadas a una actualidad que deshace y revierte las ideas a la velocidad de la
necesidad de control de los Estados que afianzan e intensifican los controles en las fronteras
terrestres y del pensamiento, este último cada vez más colonizado por la operancia
mediática de la imagen, traducido en un afianzamiento del empobrecimiento de la propia
experiencia.
Cuando se enquista la potencia del pensamiento y lo que es el mundo, se controlan las
intensidades locales, y se expande las franquicias de lo divino que quiere trascenderse en
todos los rincones. El lugar desde donde se escribe: la estratificación de la tierra:
delimitada, desecada, reterritorializada por las fuerzas Estatalizadas; se retuerce entre
fronteras que son traspasadas por la contingencia de lxs cuerpxs. El tiempo desde el que se
escribe: un tiempo fantasmal, un tiempo que superviene que no es ideal, sino en el que
perviven tensiones bipolares: de plasticidad y no plasticidad. La cuerpa como lugar de
agenciamientos permanente de tensiones de un devenir estético, es el territorio donde los
lindes y las fronteras que segmentan de manera definitiva y binaria, entran en juego con
líneas de fuga. Solo no hay determinismo donde hay misterio, y es en el cuerpo en el que la
creación de formas se hace infinita. Las líneas de fuga no sólo se encuentran organizadas y
saturadas por líneas duras sobrecodificadoras, sino que aquellas se encuentran operando en
estas mismas parasitándolas en los agenciamientos. Y es que sí el deseo se encuentra
deseando su propio sometimiento, es porque los mismos poderes que lo someten, se
encuentran operando en su propio agenciamiento.
*
Entre el misterio y el determinismo se juega la lucha de los universales, cada situación local
se encuentra conectada al continuum universal. Rompimiento con un advenimiento lineal
de la historia y las imágenes por fuerzas subrepticias de las que emerge la necesidad de
crear nuevas formas, formas que se devoran en la síntesis de expresiones que no lamentan
un mundo que ha sido perdido, sino que más bien son la creación de uno propio. En esta
creación incesante de códigos, donde se producen nudos de anacronismos que devienen de
un tiempo-espacio en el que el pasado no ha dejado de ocurrir, y un presente que ya es otra
cosa… ¿cómo devorar y recrear códigos que hagan de la ficción política la apertura a
futurabilidades posibles? Cuando las ideas se convierten en las formas absolutas del
progreso y todo va bien en ellas, es cuando se producen las fisuras de líneas de fuga de lo
que sobrevive y lo que se recrea. Formas que sobrevienen de un pasado que supervive en
umbrales imperceptibles. No porque sean preexintentes, estas más bien son líneas que se
trazan, inmanentes al tiempo que se crean agenciamientos del deseo.
Es en el juego, en el gesto, en la exageración y la ornamentalidad de lo que se pone en
escena, lo que constituye una parte fundamental del carácter proteico del cuerpo. En gestos
y posturas se insertan técnicas de producción de lo que es ser. Una estrategia de
supervivencia es poner el cuerpo en juego, zambullirse en las formas de teatralización de la
figura, que asume la tecnificación y el carácter proteico de sus posturas y sus gestos,
siempre en movimiento, en el que las imágenes se resuelven trágicamente porque nunca
llegan a completar lo que es producto elaborado de una modernidad nunca lograda. Así
como en la experiencia de la música, es más bien la compleja trama entre códigos y
coacciones, en el que también operan distintas transformaciones en sus velocidades, en sus
flujos de intensidad.
En el concepto fundamental del barroco encontramos cómo el arte tradicional, al servirse de
la transfiguración de un sistema jerarquizado y puro, lo desacraliza en un sistema en el que
lo divino y lo pagano se encuentran representados en la experiencia corporal y sensual, que
deshace la ley formal por un fundamento propio, en el que, lo que se encuentra de segundo
orden, devorando y parasitando códigos, no se sale de los modos de representación. Entre la
resignación y la flexibilidad, habita el trágico movimiento de aquel que ha pintado el
mundo con su propia tonalidad. La deglución que los pueblos originarios han hecho de la
herencia colonial de lo sagrado, de la promesa de una modernidad, se experimenta en la
teatralización de sus gestos, la introducción de rasgos de procesos de mestización que se
ejemplifican en la colonización católica del trópico: una muestra de idolatría: profanación.
Puede que en los torrentes de imágenes que se imprimen en la contingencia de lxs cuerpxs,
en la realidad de su tiempo-espacio, habite el fundamento que las deshaga en su
ficcionalidad maquínica. Desterritorialización y reterritorialización propia del hombre de la
tierra, el nómade, aquel que se mueve aunque se encuentre inmóvil, aunque se encuentre
apegado al desierto. Soportar la realidad o hacer de ella la habitabilidad de un cuerpo que se
encuentra sumido en la aniquilación de sus propias potencias, moviliza el pensamiento a
recobrar la salud en la creación de formas imposibles que se corporizan. Lo real es
ficcional, y se escenifica, y en la medida que se escenifica se desquebrajan y se aniquilan
formas para dar paso a un continuum de intensidades en el que el pasado, lo que sobrevive,
no cesa de emerger como síntoma.
*
Ya no hay mundos perdidos que recuperar, no hay posturas o gestos que agoten la
multiplicidad antinatural en la que devienen las cuerpas, que se recrean en la reproducción
de una norma que se interioriza para no morir, para vivir con malestar. En este mismo
sentido no existe algo como la revolución como futuro. La sociedad misma se encuentra
constituida por movimientos de fuga, que emergen no como simple huida de lo social, sino
que trazan sobre ella algo real, su frontera, que es siempre un devenir, una creación, un
plan de consistencia. Aquella que se sabe monstruo eleva su vista sobre los límites de la
humanidad, en procura de la habitabilidad de formas-de-vida que se aman y se bastan a sí
mismas. Ad portas de un futuro clausurado para la acción política, pero de una puesta en
cuestión de una promesa moderna y de la superación de la situación precaria, se hace
preciso re-hacer, hibridar, parasitar la realidad, gozar de las potencias que se arrastran en
una realidad que en términos heroicos, es más bien siempre trágica.
De la fracasada modernidad y sus valores morales que han definido las categorías que han
procurado la clausura de ciertas formas-de-vida, haciendo morir, se liberan fractalidades
que el mismo lenguaje procura, cuando es devorado y transformado en códigos que son
traducidos de una herencia colonial. En la medida que se rehacen los signos, se propaga un
proceso de estetización que profana la vida cuando esta adviene imperativamente. Cuando
se posibilita la creación de una propia ley, se crea un fundamento propio que otorga nuevos
sentidos, que emergen de un cuerpo que no cesa nunca de enunciarse, que embiste
constantemente la plasticidad con la que el cuerpo se recrea teatralizando, como lugar en el
que la norma se cita. Al hacer pasar por otra cosa, las pervivencias de aquellxs cuerpxs
diezmados, en el ethos barroco se enuncian desde su propia marginalidad.
*
El cuerpo como organismo vivo en el que se adecuan prótesis simbólicas y materiales de lo
que puede ser, la legalidad cuestionable de la realidad, siempre es contingente y arbitraria,
y rehace la subjetividad que da sentido al mundo. Mundo que no escapa a la transmutación
de los modos de representación: un incesante performance que dispone del cuerpo, como
lugar de enunciación lingüística encarnado: juego de un signo que deviene con la libertad
de determinar lo determinado. Es preciso pues encontrar formas que no sólo se soporten,
sino que se gocen como antinaturalidad monstruosa: voluntad de poder que traduce a la vez
que cita para su supervivencia, y se manifiesta en lo que queda de fondo, en su forma. Una
forma que se encuentra siempre al límite de la vida.
Las categorías que nos han sido heredadas desde el poder colonial, con la sofisticación de
los dispositivos de poder, y que dotan de sentido la ideas como la feminidad o la
masculinidad, limitan al cuerpo que se encuentra expuesto a significados y narrativas,
incluso muchas veces a valores que lo lastiman. Practicar libertades de lo que ha sido
negado, estimular nuevas improntas inscritas por sí mismas, sin que, por ejemplo, el cuerpo
monstruoso se encuentre obligado a pasar, o a librarse de las tensiones, sino que sea
expresión de un orden diferente en que los bordes últimos de la tierra son figurados.
Bordes, marginalidades que no se encuentran al servicio de un orden mayor, más que para
parodiarlo. Práctica de auto-deconstrucción, autodestrucción, en el que los dispositivos que
nos hacen aparecer, no solo son soportados, sino amados. Así pues, la furia del que se sabe
derrotadx, la que hace que en la cuerpa se despliegen potencias de destrucción, se ha de
tomar como lo más propio para una supervivencia que traza su propio desierto. La
migración de las imágenes que se desplazan a lo largo del tiempo, pero también del
espacio, nunca responde a un qué esencial, sino que es más bien una función siempre ligada
a la alteridad. De la misma manera que asistimos a una guerra en el lenguaje, asistimos a
una guerra en la imagen, y lo que queda en el fondo, es el cuerpo.
Bibliografía:
Didi-Huberman, Georges. El punto de vista del síntoma: Warburg hacia Freud. En La
Imagen Superviviente - Historia del arte y tiempo de los fantasmas según Awy Warburg
Parnet, Claire; Deleuze, Gilles. Diálogos
Echeverría, Bolívar. Modernidad y blanquitud.
Preciado, Beatriz. Manifiesto contrasexual
Queneau, Ariane. Amor Monstrum

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