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Covid-19: ¿por qué no llegan los

medicamentos?
Publicado: 11 Mayo 2020
Escrito por LUIS FERNANDO ORTEGA VARELA. Facultad de Salud Pública y Enfermería,
UMSNH.
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Fotografía de Maria Ionova vía Unsplash, tomada de: https://unsplash.com/photos/pbI58B0ZZt8

Ante la pandemia causada por este nuevo coronavirus SARS-CoV-2, nos han pedido mantener
un estado de distanciamiento social resguardándonos en la medida de lo posible en nuestros
hogares, nos han explicado consistentemente que esta acción puede ralentizar el pico máximo
de contagios de la enfermedad (Covid-19) y evitar el colapso hospitalario. Estamos viendo por
todo el mundo a los profesionales de la salud haciendo actos heroicos al atender a un enorme
número de pacientes con escasos insumos y con medicamentos paliativos, por lo que es lógico
que nos preguntemos ¿por qué para la Covid-19 no llegan los medicamentos?
No resulta fácil contestar esa pregunta ya que existen distintas razones por las que no contamos
todavía con los fármacos adecuados. Lo más evidente al respecto es que, como a todos, esta
infección cayó por sorpresa también en la comunidad científica y la industria farmacéutica que
estaban más enfocadas en atender otras patologías, por ejemplo, las pandemias que están
causando comorbilidad peligrosa con el coronavirus: entre otras, la hipertensión, el sobrepeso y
la diabetes, que para el caso de la población mexicana han llegado aumentar el riesgo de
letalidad para la Covid-19 casi el doble que en otros países.
Pero no sólo se debe a que los científicos no estaban orientados al diseño de medicamentos
específicos para esta infección: una razón fundamental que impide la disposición de fármacos
nuevos es que existe una estricta regulación internacional por la que los fármacos deben pasar
antes de salir al mercado. Se podría argumentar que son tiempos excepcionales y se debe
eximir a prototipos de medicamentos de estas “trabas legales” para acelerar su salida con el fin
de salvar una gran cantidad de vidas; en los hechos algunas cuestiones sí se están flexibilizando
y en los trámites legales se está dando prioridad a quien esté presentando propuestas de
tratamiento, además de que los países están destinando una gran cantidad de recursos para
apoyar este tipo de propuestas. Sin embargo, no veremos la aparición de nuevos fármacos
específicos o vacunas en unos meses, por razones de seguridad.
Con este fin, cualquier sustancia que se quiera emplear como potencial medicamento tiene que
seguir una serie de estudios para cumplir con requisitos estrictos (insisto en el término), para
garantizar eficacia y seguridad. Ya hemos visto trágicos ejemplos por el uso inadecuado de
sustancias farmacológicas en el pasado, uno de los más evidentes ha sido el uso de la
talidomida, un fármaco que se sintetizó en la década de los 50´s del siglo pasado. Se autorizó su
venta para el tratamiento sintomático de las náuseas y los vómitos durante el embarazo en más
de 80 países, pero hasta que unos diez años después se detectó un aumento progresivo de casos
de malformaciones congénitas, con una mortalidad del 40% durante el primer año de vida de
los pequeños, el medicamento fue retirado en todo el mundo en 1963.
Por este tipo de riesgos, aunque a máxima celeridad, las nuevas propuestas farmacológicas para
este SARS-CoV-2 tendrán que seguir el mismo protocolo que las sustancias dedicadas a
combatir otras enfermedades, un proceso de desarrollo farmacéutico efectuado en varias fases.
Primero debe haber una fase preclínica en donde se analizan las características fisicoquímicas
del potencial principio activo, se determina la forma farmacéutica, es decir, si será un jarabe,
una cápsula, un inyectable, etcétera, y se hacen pruebas en al menos dos especies animales. A
esta etapa también se le denomina fase cero y nos ayuda a determinar sí el fármaco puede tener
el efecto esperado, una aproximación de la dosis y de qué tan seguro puede ser.
Con esta información se puede pasar a la fase uno, la primera en la que participan humanos
como sujetos de estudio. Se emplea un pequeño grupo de voluntarios sanos (generalmente 25),
que toman una sola dosis del fármaco y se monitorea la concentración del fármaco en el
organismo tomando muestras periódicas de sangre; esto nos ayuda a definir adecuadamente las
dosis y el tiempo de re-administración, pero más que nada nos indica qué tan seguro es el
fármaco.
Posteriormente se realizan los estudios de fase dos, el medicamento se prueba en individuos
enfermos (alrededor de un centenar), las pruebas determinan si el fármaco resulta efectivo y se
termina por definir el intervalo de dosificación; sigue siendo un tratamiento de corta duración.
Los estudios de fase tres tienen que efectuarse en varios hospitales a la vez porque requieren de
100 a 500 pacientes, se evalúa el tratamiento prolongado para confirmar su eficacia y
determinar posibles efectos adversos. Superada esta etapa, se puede solicitar el registro del
medicamento y las autoridades sanitarias pueden aprobar su venta en cada país.
Estando ya en el mercado, se realizan estudios de fase cuatro, que implican la revisión de
expedientes de pacientes tratados con el medicamento, vigilando en miles de pacientes la
posible aparición de efectos adversos de baja frecuencia. Con estos datos las autoridades
sanitarias pueden retirar el producto de ser necesario.
En cada una de estas etapas debe haber un monitoreo exhaustivo del estado de salud de los
participantes, manteniendo una serie de consideraciones bioéticas para proteger su seguridad;
estos estudios sólo pueden realizarse por personal capacitado y en instalaciones aprobadas por
el sector salud. En condiciones “normales”, estos procesos llevan varios años y se gastan
alrededor de 800 millones de dólares para obtener un nuevo fármaco.
Por todo esto, es importante subrayar la necesidad de tomar con cautela las expectativas de
medios no especializados respecto a la aparición de los nuevos tratamientos contra este
coronavirus. Se ha hablado sobre el uso de la Cloroquina y países como Estados Unidos, El
Salvador y Brasil acapararon el producto dejando desprotegidos a pacientes con otras
enfermedades como el dengue y la artritis, mientras que las primeras pruebas no están dando
los resultados que esperamos.
Algo similar pudiera ocurrir con la Ivermectina: fue ampliamente difundido en los medios que
este antiparasitario puede atacar al virus, pero en realidad, hasta ahora, esto sólo se ha visto en
cultivos celulares y no es prudente extrapolar los resultados de estudios in vitro a la clínica, se
necesita la conducción adecuada de los estudios complementarios para obtener evidencia
suficiente sobre la efectividad y seguridad de los nuevos tratamientos.
Los científicos están trabajando a su máxima capacidad, hay que tenerles un poco de paciencia
ya que los medicamentos que nos ayudarán a salir de esta crisis, llegarán; mientras tanto hay
que darles un poco de tiempo al seguir disminuyendo la intensidad del brote, quedándonos en
casa. 

Figura 1. Ensayos Clínicos, fases del desarrollo de un nuevo medicamento. Tomado de infografías agencia
efe: https://www.efe.com/efe/espana/infos/ensayos-clinicos/50000500-3781181

Más información en:

Noël F. (2020).  Suggesting Treatments for COVID-19. Beware! Expectations cannot Replace
Good Science. Lat Am J Clin Sci Med Technol. 2020 Apr; 2: 43. 
Papaseit E, García-Algar O, Farré M. (2013). Talidomida: una historia inacabada. Anales de
Pediatría;78(5): 283-287. DOI: 10.1016/j.anpedi.2012.11.022
WHO. World Health Organization. (2018). International standards for clinical trial registries:
the registration of all interventional trials is a scientific, ethical and moral responsibility,
version 3.0. ISBN 9789241514743 World Health
Organization. https://apps.who.int/iris/handle/10665/274994.

https://cic.umich.mx/coronavirus/73-covid-19-por-que-no-llegan-los-medicamentos.html

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