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'Colombia está al borde de su periodo más

brillante'
La conciencia ambiental sobre la selva amazónica no sería la misma sin la obra de Wade
Davis.
Por: Redacción EL TIEMPO
 
08 de octubre 2016 , 11:28 p.m.
Pocos conocen el mundo y sus culturas como el canadiense Wade Davis, considerado por la
National Geographic Society uno de los exploradores del milenio. Y eso incluye una
cercanía muy especial con Colombia.

Su libro ‘El río (exploraciones y descubrimientos en la selva amazónica)’, publicado hace


un par de décadas, no solo impulsó una fiebre etnográfica, sino que inspiró El abrazo de la
serpiente –la única película colombiana nominada al Óscar– y sirvió de referencia a otras,
como ‘Apaporis’ y ‘Colombia, magia salvaje’.

Davis estuvo recientemente en Bogotá, donde habló sobre sus viajes y encabezó la lista de
invitados de honor a la entrega del Premio a la Protección del Medio Ambiente, de Caracol
Televisión.

(Además: Especial: Colombia Magia Salvaje)

En entrevista con EL TIEMPO, este hombre, de 62 años, uno de los antropólogos más
respetados del planeta, cuenta que uno de sus anhelos es que ‘El río’ se convierta en una
especie de “mapa de sueños”, de manera que, a partir de este texto antológico, los
colombianos recuperen las ganas de explorar un país peculiarmente rico y biodiverso.
Mientras tanto, se concentra en recorrer otro río, el Magdalena, “el río de Colombia”, para
escribir un nuevo libro.

¿Qué le han enseñado sus viajes por el Magdalena?

Lo que he concluido es que el paisaje y la tierra de Colombia nunca abandonaron a la gente.


Los jóvenes aún atisban el horizonte, la sierra araña el cielo, el Magdalena nunca detuvo su
discurrir hacia el mar. En todos estos años de violencia, el Magdalena cargó los cuerpos de
los muertos, pero ahora quizá pueda cargar las esperanzas de vivir. Qué idea salvaje si
limpiamos el río Magdalena como un símbolo de paz y renacimiento de la Nación.

¿Es cierto que el ambientalista Robert G. Kennedy Jr., sobrino de John F. Kennedy,
está interesado en este proyecto?

Quién sabe. Él ama a Colombia y vendrá en enero. Cuando su padre, Robert F. Kennedy,
fue asesinado (1968), vino aquí para escapar de los medios, y ha vuelto unas 20 veces.
“Colombia es mi segundo país favorito”, le dijo a Carlos Vives cuando los presenté en Los
Ángeles.

Bobby tuvo el sueño imposible de limpiar el río Hudson, en Nueva York, y lo materializó.
La gente decía que era imposible, y se hizo. La gente decía que era imposible sanear el
Támesis, y también se hizo.

Obviamente, el Magdalena siempre ha sido un río comercial, pero es posible limpiarlo. Los
ríos son muy resilientes. Hacerlo sería una forma de decirle al mundo que este no es un país
de violencia, de drogas; que somos el segundo país más biodiverso del mundo, y ecológica
y geográficamente el país más diverso; que hay más especies de aves aquí que en cualquier
otro lugar y que las drogas han causado la muerte de 230.000 personas y unos siete
millones de desplazados, pero que durante los últimos 52 años hemos mantenido la
sociedad civil, la democracia, hemos creado nuestras ciudades, enormes parques nacionales
naturales, que hemos restituido a los indígenas de un modo en que ningún otro Estado lo ha
hecho.

(Video: El filme que muestra el país que hemos olvidado)


¿Ve un nuevo escenario para la coca ahora que no está siendo fumigada con glifosato?

Ustedes nunca van a acabar con las plantaciones de coca. ¿Por qué querrían hacerlo? Es una
planta fantástica. No tiene nada que ver con el clorhidrato de cocaína, pero sí con la
identidad cultural de la gente que la usa como un sacramento. En vez de tratar de erradicar
los cultivos, ¿por qué no explotarlos legítimamente y que paguen impuestos? De seguro es
mejor idea que bombardearlos con toxinas que arruinan los ríos.

Si la coca es tan benéfica, ¿por qué se la ataca desde todos los frentes?

Lo que pasó, en los años 20 del siglo pasado, es que los científicos de Lima miraron a la
sierra peruana y vieron analfabetismo, pobres condiciones higiénicas y altas tasas de
mortalidad. Ellos necesitaban una causa y apuntaron a la coca, que fue culpada de cada
enfermedad conocida en la sierra.

En ese tiempo cualquier doctor pudo haber hecho un examen biológico, para descubrir lo
que la planta tiene realmente. Pero eso solo lo hicieron Tim Plowman y Andy Weil en
1975. La coca resultó ser una sustancia benigna. Claramente, tiene vitaminas y trata los
problemas estomacales, ayuda contra el soroche (mal de altura) y tiene más calcio que
cualquier otra planta. Los estudios señalan que fue muy útil en dietas que no incluían
productos lácteos y que tiene enzimas que ayudan a digerir los carbohidratos a gran altura
sobre el nivel del mar. Esto sería perfectamente coherente con la dieta andina, basada en la
papa. No es gratuito que haya sido llamada la hoja divina de la inmortalidad.
¿Qué otros usos podría tener hoy?

Puede ayudar a dejar de fumar. Podría hacer que la gente beba menos café, el cual no es
particularmente saludable en grandes cantidades. Además, no causa agriera ni nerviosismo,
favorece la concentración y aporta muchísima energía. Indudablemente, es más benigna
que la marihuana. De hecho, la marihuana no es benigna y la coca sí. Nunca he conocido a
alguien al que se le haya enseñado a usar apropiadamente la hoja de coca –como la usan los
indígenas– y que no termine aceptándola como un regalo maravilloso en su vida.

¿Qué les diría a los gobiernos para levantar el estigma de esta planta?

La gente siempre va a utilizar estimulantes. La idea de que no lo van a hacer es ingenua, y


nos ha metido en problemas desde el principio. El otro problema de las drogas, en un
sentido sociológico, es que siempre crean una especie de dislocación cuando aparecen en la
sociedad. No hay drogas buenas o malas: hay formas buenas o malas de usar drogas. La
cocaína pura sigue siendo uno de los anestésicos más importantes. Esta es una buena forma
de usar la droga. Con la hoja de coca no hay pierde: es una planta que, si se comercializa,
puede ser tan importante para Colombia como el café. Esto no ocurrirá de la noche a la
mañana, pero no es una idea alocada.

Usted habla de formas buenas y malas de usar drogas. ¿Cómo las utiliza el primer
mundo?

Todo el mundo, muy convenientemente, se olvidó de que todo el tráfico de drogas empezó
con plantaciones pequeñas y una alianza ‘non sancta’ entre jóvenes colombianos, bandidos
y ‘hippies’ –influenciados por ese espíritu emprendedor de los paisas– y veteranos de
Vietnam que estaban en Colombia viviendo la vida fácil. El filme ‘El rey’, de mi amigo
Antonio Dorado, captura eso.
Desde el principio, esto fue una alianza de colombianos y estadounidenses. La idea de que
Colombia empezó todo y Estados Unidos es una víctima no viene al caso. Cuando todo se
salió de control y nadie sabía qué tan feo se pondría, todo el mundo olvidó que es el
consumo lo que empuja la economía. Acabo de llegar de un festival en California y había
mucha gente asumiéndose como libre y usando cocaína. Y les dije: “Cada vez que usted usa
la cocaína está matando a un indígena, está matando la selva y la nación colombianas”.

(Lea: 'Colombia Magia Salvaje', la más taquillera de la historia del país)


¿Qué significa para usted ‘El río’?

El libro fue traducido y publicado en el momento más difícil de Colombia, en el 2001,


cuando el país había sido reducido a una caricatura muy injusta. Cuando salió, era una carta
de amor de 800 páginas para el país, que reflejaba mi experiencia aquí: un joven libre para
viajar, bienvenido, recibido con cariño dondequiera que estaba. Yo era totalmente
vulnerable, tenía 18 o 20 años, y todos me ayudaron.

Lo más feliz para mí es que espero la llegada de una Colombia en paz. Y hasta que esa paz
llegue, quizá este libro se convierta en un mapa de sueños, en tanto ustedes hagan sus
propios planes para explorar el país. Un día ustedes podrán hacerlo. Y cuán feliz estoy de
estar aquí cuando eso se está convirtiendo en realidad. Esto me pone a llorar (derrama unas
lágrimas). Es increíble tras 52 años de guerra. Creo que todo esto explica el éxito del libro,
que ha cobrado vida propia.

Me gusta pensar que ‘El río’ ha jugado un papel en todo eso. Por eso creo que ya no me
pertenece.

¿Cómo vislumbra el futuro del país?


Gracias a la guerra, dos generaciones tuvieron que abandonar el país, y por fuera se
convirtieron en poetas, académicos, programadores, cirujanos... Todos ellos están de vuelta.
Ahora hay un influjo intelectual regresando a Colombia desde todas partes. Son dos
generaciones cosmopolitas, tremendamente sofisticadas y tan a la moda que hacen que
Bogotá esté a la altura de Nueva York. Yo siento que Colombia está al borde de vivir el
periodo más brillante de su historia. El mundo puede estar despedazándose, pero Colombia
está por fin poniéndose de acuerdo.

JUAN D. MONTOYA ALZATE


Editor de EL TIEMPO Express

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