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IETI LUZ HAYDEE GUERRERO MOLINA

LA PESTE ESCARLATA

VALENTINA CACERES GUEVARA

ESPAÑOL – PROYECTO DE LECTURA

OLGA MABEL DELGADO

11-1

2020
La peste escarlata – Biblioteca virtual universal

Jack London (San Francisco, 1876 – Glen Ellen, 1916). Abandonado por su
supuesto padre biológico, un astrólogo ambulante, y criado por su madre
espiritista, tomó el apellido de su padre adoptivo, dejó temprano la escuela
para huir de la pobreza y conocer el mundo.

De trabajador explotado en una fábrica de conservas, pasó a ladrón de ostras,


de allí a enrolarse en un barco de pesca que llegó hasta Japón y, a su regreso,
recorrió buena parte de su país como vagabundo.
Realizó los cuatro años de estudios secundarios en uno solo e ingresó en la
universidad, pero pronto tuvo que abandonarla por falta de recursos. Se sumó
a la fiebre del oro en Alaska, de donde regresó enfermo y con experiencias
que alimentaron sus primeros relatos.
Socialista militante, Jack London estaba convencido, como Herbert Spencer,
de la supremacía de los más aptos. «Voy a vivir cien años», anunció una vez,
pero solo vivió cuarenta, en los que escribió medio centenar de libros, entre
los que destacan La llamada de lo salvaje (1903), Lobo de mar (1904),
Colmillo blanco (1906) y Martin Eden (1909), y llegó a ser el escritor
norteamericano más exitoso de su tiempo. Libros del Zorro Rojo ha publicado
—ilustrados por Enrique Breccia— Koolau el leproso y la antología
KnockOut, tres historias de boxeo.

Narrativo con algo de expositivo

08/05/2020

20/05/2020
Al comienzo hay un viejo y a un niño. Van camino de reunirse con otros dos
niños más que los esperan en la playa. Visten con pieles de animales de una
sola pieza. Llevan arcos, flechas y cuchillos de caza. Caminan sobre el riel de
una vía que ha sido prácticamente devorado por la maleza y la naturaleza en sí
misma. El camino se extendía sobre lo que en otro tiempo había sido un
terraplén de vía férrea. Pero hacía años que no pasaba por allí ningún tren. A
ambos lados, el bosque se hinchaba subiendo como una ola verde hasta
coronarlo de árboles y matorrales.

Esta historia pasó en San Francisco. En el año 2073. Sesenta años atrás, en
2013, surgió de la nada la Muerte Escarlata, una pandemia que arrebataba la
vida en menos de una hora. Algunos ni siquiera duraban quince minutos. La
población de la ciudad por aquel entonces era de cuatro millones de personas.
Sobrevivieron solo cuarenta. Una de ellas, la única que queda con vida, es la
del anciano, que era un joven profesor de literatura inglesa cuando surgió la
epidemia.

El anciano calcula que solo hay unos 300 o 400 humanos dispersos por el
mundo. No sabe si estarán distribuidos en tribus, como lo están ellos en su
pequeña comunidad. Han sido incapaces de crear una sociedad avanzada, de
crear maquinas que les permitan intentar comunicarse con otras regiones o
partes del mundo. Las personas con los conocimientos para hacerlo, murieron.

Han vuelto a una edad primitiva cuya única misión es la supervivencia y la


reproducción para que, dentro de miles de años, poder llegar a repoblar la
Tierra nuevamente.

Este anciano fue testigo de la caída de la civilización, paso a paso, desde que
comenzaron los primeros casos hasta el caos posterior, el vandalismo, los
asesinatos, la ciudad en llamas, la crueldad de los que luchaban por sus vidas,
las decisiones extremas pensando solo en la salvación personal, la
desconexión progresiva con el exterior.
El viejo llora recordando lo que una vez fue y probablemente jamás volverá a
ser. El relata a sus nietos (Edwin, Hoo-Hoo y Cara de liebre) la historia de su
vida antes de la peste, cuando era profesor universitario. Intenta transmitirles a
estos niños la existencia de un mundo que ellos jamás podrán entender, porque
su imaginación, su aprendizaje, su inteligencia, no alcanza a imaginar las
imágenes que él les ofrece. Para ellos es una historieta del abuelo de la que no
entienden la mitad de las palabras.

El queda como el único superviviente de su grupo inicial. La soledad hace que


vuelva a California para buscar a otros supervivientes, que al final encuentra.

La contingencia que vive el mundo actualmente ha ocasionado que las


personas tengan que estar confinadas en el interior de sus hogares, asimismo,
las actividades normales han tenido que ser suspendidas por orden
gubernamental para evitar más contagios. Por esta razón miles de personas
han perdido empleos. Las ciudades de diversos países están desiertas a la
espera del ser humano, que dentro de sus hogares ve la esperanza de un mejor
mañana.

Muchas personas piensan que toda esta situación ha servido de una u otra
manera para unir a las familias, compartir y pasar más tiempo juntos. Las
personas vivían muy deportivamente, es decir, pensaban que sin diversión
(fiestas, alcohol, amigos) no se podía disfrutar al máximo de la vida y nos
hemos dado cuenta que podemos estar bien en un ambiente sano y pasar
momentos agradables de diferentes maneras. Además, se ha visto la
solidaridad de las personas, se ha demostrado que si podemos ser unidos y
ponernos en la situación de los demás.
También cabe recalcar que ha disminuido la contaminación en el medio
ambiente, ya no hay tantos gases, no hay tantas basuras en los ríos y océanos y
además los animales sienten más libertad.

Para las grandes, pequeñas y medianas empresas ha sido una situación difícil,
ya que les ha ocasionado pérdidas y se les va hacer difícil que cuando acabe
toda esta contingencia puedan recuperar sus finanzas, aunque muchas están
laborando en este momento son con muchas restricciones y no al 100%.

Algunos ciudadanos que siguen con su fe intacta se han aferrado mucho más a
Dios para poder reunirse nuevamente con muchos de sus familiares, que,
aunque estén en la misma ciudad no se han podido ver, además recurrieron a
diferentes medios para escuchar la Santa misa y no perder su tradición, por
ejemplo, la radio, el televisor, el computador.

En conclusión, podemos decir que esta contingencia nos has cambiado mucho
nuestra forma de pensar, nos ha hecho ser más humanos, valorar a las
personas y que lo importante no es lo material sino las personas que tienes a tu
alrededor. Y nos está dando una nueva oportunidad para pensar quienes
éramos antes de la contingencia, quienes somos dentro de ella y quienes
seremos después de esta.

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