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Apocalipsis Capítulo 6

Desatando los Siete Sellos


La visión de Juan tocante al desatar del rollo de los siete sellos, es introducida por dos
capítulos mostrando algunas de las escenas más llamativas e impresionantes que hayan
sido reveladas en cualquier parte de la palabra de Dios. Los mismos portales del cielo
son abiertos ante la atónita mirada del profeta y él ve a Dios mismo sentado sobre su
eterno trono. Los supremos funcionarios del universo celestial están presentes. También
se encuentra Jesús, el Cordero de Dios, como Salvador de los que se arrepienten, y como
León de la tribu de Judá para con los impíos que persisten en su rebelión contra Dios.
Un rollo sellado con siete sellos está en la mano del Padre. Es un documento de suprema
importancia, que trata el destino eterno de los seres terrestres. En todo el universo de
Dios, Jesús es él Único digno de desatar los sellos y abrir el libro. Y la razón por la cual
es digno es porque él fue quien fue muerto por los pecados del hombre y mediante Su
sangre hizo posible la eterna redención por la raza caída. Habiendo tomado el libro, el
siguiente panorama es el de la gozosa adoración y alabanza dada a Cristo, durante la
ocasión de su coronación, por todos los habitantes de cielo y tierra. ¿En cuál otro lugar
de las escenas descritas por los profetas podrá encontrarse algo que se compare con
esto? ¿En qué parte de toda la historia puede encontrarse alguna escena tan gloriosa
como esta?
Pero todo esto es preliminar a la visión del profeta sobre el rompimiento de los sellos y
el sellamiento de los hijos de Dios. Ciertamente en esta postrera visión debe haber algo
de suprema importancia que involucra la suma de las más grandes esperanzas del
hombre, algo destinado a llevar al hombre a la realización de estas esperanzas; o si no, a
un entendimiento de la terrible suerte que espera a los condenados. El cuadro ante
nosotros es uno de vida o muerte, de gloriosa victoria o ignominiosa derrota, de llamar a
las rocas que nos escondan de la ira del Cordero o de goces incontenibles de adoración y
alabanza sobre la consumación de nuestras más grandes esperanzas. Edwin Thiele,
Outline Studies in Revelation:105-106.

15ML:219. Tu diestra, o Dios, romperá en pedazos a tus enemigos. Apocalipsis 6 y 7


están llenos de significado. Terribles son los juicios de Dios revelados. Los siete ángeles
estuvieron delante de Dios para recibir su comisión. A ellos fueron dadas siete
trompetas. El Señor salía para castigar a los habitantes de la tierra por su iniquidad, y la
tierra habría de manifestar su sangre y no más encubrir a sus muertos. Dad la
descripción en el capítulo 6.

Versículo 1. “Cuando el Cordero abrió el primero de los siete sellos miré, y oí a uno de
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los cuatro seres vivientes decir con voz de trueno: "¡Ven!"

DTG:110. Cuando, en ocasión del bautismo de Jesús, Juan le señaló como el


Cordero de Dios, una nueva luz resplandeció sobre la obra del Mesías. La mente
del profeta fue dirigida a las palabras de Isaías: "Como cordero fue llevado al
matadero." Durante las semanas que siguieron, Juan estudió con nuevo interés las
profecías y la enseñanza de las ceremonias de los sacrificios. No distinguía
claramente las dos fases de la obra de Cristo -como sacrificio doliente y como rey
vencedor,- pero veía que su venida tenía un significado más profundo que el que
discernían los sacerdotes y el pueblo. Cuando vio a Jesús entre la muchedumbre, al
volver él del desierto, esperó confiadamente que daría al pueblo alguna señal de su
verdadero carácter. Casi impacientemente esperaba oír al Salvador declarar su misión;
pero Jesús no pronunció una palabra ni dio señal alguna. No respondió al anuncio que
hiciera el Bautista acerca de él, sino que se mezcló con los discípulos de Juan sin dar
evidencia externa de su obra especial, ni tomar medidas que lo pusiesen en evidencia.

10ML:331. “He allí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29).
Repito las palabras de Juan—“He allí el Cordero de Dios”—para que todos vosotros
contempléis a Jesús. Esto, la cruz del Calvario, es doctrina, es el todopoderoso
argumento. Este es nuestro mensaje para los impenitentes, nuestra advertencia para el
apóstata---Contemplad a Jesús.

4RED:118. Fue el propósito de Jesús llamar la atención al sacrificio cumbre que


pondría fin a su misión en un mundo caído. Se estaban reuniendo en Jerusalén
para celebrar la pascua, mientras que él, el Cordero antitípico, mediante un acto
voluntario se auto separó como un sacrificio. Jesús entendía que era necesario que
en todas las edades futuras la iglesia hiciera de su muerte por los pecados del
mundo un tema de profunda meditación y estudio. Todo hecho conectado con eso
debería ser verificado sin lugar a duda. Era necesario, entonces, que la vista de todos
fuera dirigida a él, que las demostraciones que precedieron su gran sacrificio fueran tales
como para llamar la atención de todos al sacrificio mismo. Después de tal exhibición
como la que atendió su entrada a Jerusalén, toda vista seguiría su rápido progreso a su
final término.

DTG:113. Felipe llamó a Natanael. Este último había estado entre la muchedumbre
cuando el Bautista señaló a Jesús como el Cordero de Dios. Al mirar a Jesús, Natanael
quedó desilusionado. ¿Podía ser el Mesías este hombre que llevaba señales de pobreza y
de trabajo? Sin embargo, Natanael no podía decidirse a rechazar a Jesús, porque el
mensaje de Juan le había convencido en su corazón.

Versículo 2. “Miré, y vi un caballo blanco. Su jinete tenía un arco. Le fue dada una
corona, y salió vencedor, para seguir venciendo”.
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HAp:37. Los argumentos de los apóstoles por sí solos, aunque claros y convincentes, no
habrían eliminado el prejuicio que había resistido tanta evidencia. Pero el Espíritu Santo
hizo penetrar los argumentos en los corazones con poder divino. Las palabras de los
apóstoles eran como saetas agudas del Todopoderoso que convencían a los hombres
de su terrible culpa por haber rechazado y crucificado al Señor de gloria.

5T::754. Hermanos, no es tiempo ahora para lamentar y desesperar, para ceder a la duda
y la incredulidad. Cristo no es ahora un Salvador en la nueva tumba de José, cerrada con
una gran roca y sellada con el sello romano; el nuestro es un Salvador resucitado. Él es
el Rey, el Señor de los ejércitos; él se sienta en medio de los querubines; y en medio de
la lucha y tumulto de las naciones guarda a aun a su pueblo. Aquel que reina en los
cielos es nuestro Salvador. Él mide cada prueba, vela el fuego del horno que debe probar
a cada alma. Cuando las fortalezas reyes sean invadidas, cuando las flechas de la ira
divina atraviesen los corazones de sus enemigos, su pueblo estará seguro en sus
manos.

HAp:251. Pablo presenta el contraste entre la perecedera guirnalda de laurel


recibida por el vencedor de las carreras pedestres, y la corona de gloria inmortal
que recibirá el que corra triunfalmente la carrera cristiana. "Ellos, a la verdad” -
declara, “para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible." Para obtener
una recompensa perecedera, los corredores griegos no escatimaban esfuerzo ni
disciplina. Nosotros estamos luchando por una recompensa infinitamente más valiosa,
la corona de la vida eterna. ¡Cuánto más cuidadoso debería ser nuestro esfuerzo, cuánto
más voluntario nuestro sacrificio y abnegación!

Ed:179. La corona que se le quitó a Israel pasó sucesivamente a los reinos de Babilonia,
Medo-Persia, Grecia y Roma. Dios dice: "Esto no será más, hasta que venga aquel cuyo
es el derecho, y yo se lo entregaré."

CE:214. Los obreros de Dios deben tener una profunda experiencia. Si se rinden
plenamente a él, él obrará poderosamente en su favor. Implantarán el estandarte de la
verdad sobre las fortalezas que hasta entonces retenía Satanás, y con clamores de
victoria tomarán posesión de ella. Ostentan las cicatrices de la batalla, pero reciben el
mensaje consolador de que el Señor los guiará en su avance, venciendo y para vencer.

PP:586. Dios había puesto a su pueblo en Canaán como un poderoso valladar para
contener la ola de la inmoralidad, a fin de que no inundara al mundo. Si Israel le era
fiel, Dios quería que fuera de conquista en conquista. Entregaría en sus manos
naciones aún más grandes y más poderosas que las de los cananeos. Les prometió:
"Porque si guardarais cuidadosamente todos estos mandamientos que yo os
prescribo, . . . Jehová también echará todas estas gentes de delante de vosotros, y
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poseeréis gentes grandes y más fuertes que vosotros. Todo lugar que pisare la planta de
vuestro pie, será vuestro: desde el desierto y el Líbano, desde el río, el río Eufrates, hasta
la mar postrera será vuestro término. Nadie se sostendrá delante de vosotros: miedo y
temor de vosotros pondrá Jehová vuestro Dios sobre la haz de toda la tierra que
hollareis, como él os ha dicho." (Deut. 11:22-25).

RJ:36. En su conversación de despedida con sus discípulos la noche antes de su


crucifixión, el Salvador no se refirió a los sufrimientos que había soportado y que debía
soportar todavía. No habló de la humillación que le aguardaba, sino que trató de llamar
su atención a aquello que fortalecería la fe de ellos, induciéndoles a mirar hacia adelante
a los goces que aguardan al vencedor. Se regocijaba en el conocimiento de que
podría hacer más por sus seguidores -y lo haría- de lo que había prometido; que de
Él fluirían amor y compasión que limpiarían el templo del alma y harían a los
hombres semejantes a Él en carácter; que su verdad, provista del poder del
Espíritu, saldría venciendo y para vencer.

Versículos 3-4. Cuando abrió el segundo sello, oí al segundo ser viviente, que dijo:
"¡Ven!" Entonces salió un caballo rojo brillante. Y a su jinete se le dio el poder de
quitar la paz de la tierra, para que se matasen unos a otros. Y se le dio una gran espada.”

4T:120. Este becerro habría de ser rojo, lo cual era simbólico de sangre.

1T:190. Muchos, veía yo, se jactaban que eran buenos cristianos, lo cuales no tienen
un solo rayo de luz de Jesús. Ellos no saben lo que significa ser renovado por la
gracia de Dios. No tienen una experiencia viviente de sí en las cosas de Dios. Y yo vi
que el Señor estaba preparando su espada en el cielo para cortar a los tales. ¡O, que
todo creyente tibio pudiera reconocer la límpida obra que está por realizar entre su
profeso pueblo!

4T:52-53. La espada de su ira está extendida sobre el pueblo que por su orgullo e
iniquidad ha provocado el disgusto de un Dios justo. Tempestades, terremotos,
tormentas, fuego, y la espada desparramarán desolación por doquier, hasta que los
corazones de los hombres les falten por temor y al ver las cosas que vendrán sobre la
tierra. Vosotros no sabéis cuán corto espacio existe entre vosotros y la eternidad. No
sabéis cuan pronto vuestro tiempo de gracia terminará.

Versículo 5. “Cuando el Cordero abrió el tercer sello, oí al tercer ser viviente, que dijo:
"¡Ven!" Miré, y vi un caballo negro. Y su jinete tenía una balanza en su mano.”

RH, 19 de Marzo de 1895. Ahora hay necesidad de ferviente, profundo y sincero


esfuerzo para redimir el infiel pasado. Tiempo, precioso tiempo, ha sido perdido en
vagancias y apostasías. Cada carácter ha de ser pesado en las balanzas del
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santuario; si el carácter moral y el avance espiritual no corresponden a las
oportunidades y bendiciones, “falto” es escrito al lado de ese nombre.

Versículo 6. “Y oí como una voz en medio de los cuatro seres vivientes, que decía: "Un
litro de trigo por un denario, y tres litros de cebada por un denario. Pero no dañéis el
vino ni el aceite”.

CS:34-35. Espantosas fueron las calamidades que sufrió Jerusalén cuando el sitio se
reanudó bajo el mando de Tito. La ciudad fue sitiada en el momento de la Pascua,
cuando millones de judíos se hallaban reunidos dentro de sus muros. Los depósitos de
provisiones que, de haber sido conservados, hubieran podido abastecer a toda la
población por varios años, habían sido destruidos a consecuencia de la rivalidad y
de las represalias de las facciones en lucha, y pronto los vecinos de Jerusalén
empezaron a sucumbir a los horrores del hambre. Una medida de trigo se vendía
por un talento. Tan atroz era el hambre, que los hombres roían el cuero de sus cintos,
sus sandalias y las cubiertas de sus escudos.
Muchos salían durante la noche para recoger las plantas silvestres que crecían fuera de
los muros, a pesar de que muchos de ellos eran aprehendidos y muertos por crueles
torturas, y a menudo los que lograban escapar eran despojados de aquello que habían
conseguido aun con riesgo de la vida. Los que estaban en el poder imponían los castigos
más infamantes para obligar a los necesitados a entregar los últimos restos de
provisiones que guardaban escondidos; y tamañas atrocidades eran perpetradas muchas
veces por gente bien alimentada que sólo deseaba almacenar provisiones para más tarde.

5T:614-615. En vista del precio infinito pagado por la redención del hombre, ¿cómo
puede cualquiera que profese el nombre de Cristo atreverse a tratar con indiferencia a
uno de sus pequeñuelos? ¡Cuán cuidadosamente debieran los hermanos y las,
hermanas de la iglesia velar sobre cada palabra y acción para no dañar al aceite y
al vino! ¡Con cuánta paciencia, bondad y afecto debieran tratar lo adquirido por la
sangre de Cristo! ¡Cuán fiel y fervorosamente debieran trabajar para elevar a los
abatidos y desalentados! ¡Cuán tiernamente debieran tratar a los que procuran obedecer
a la verdad y, no hallando estímulo en casa, han de respirar constantemente una
atmósfera de incredulidad y tinieblas!

TM:236. El aceite es la justicia de Cristo. Representa el carácter, y el carácter no es


transferible. Ningún hombre puede obtenerlo por otro. Cada uno debe lograr para sí un
carácter purificado de toda mancha de pecado.

TM:127. El Señor viene, y ahora necesitamos el aceite de la gracia en las vasijas de


nuestras lámparas.

DTG:123. El vino que Jesús proveyó para la fiesta, y que dio a los discípulos como
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símbolo de su propia sangre, fue el jugo puro de uva. A esto se refiere el profeta
Isaías cuando habla del "mosto en un racimo," y dice: "No lo desperdicies, que
bendición hay en él."

TM:188. El aceite áureo representa el Espíritu Santo. Los ministros de Dios han de
estar permanentemente surtidos de este aceite, para que, a su vez, puedan impartirlo a la
iglesia.
TM:344. Si el ministro cristiano recibe el aceite áureo, tiene vida; y donde hay vida,
no hay estancamiento, no hay una experiencia empequeñecida. Hay constante
crecimiento hasta la plena estatura de Cristo Jesús. Si tenemos una experiencia profunda
y creciente en las cosas celestiales, andamos con el Señor, como lo hizo Enoc.

TM:520. Por mucho tiempo podemos haber seguido el sendero angosto, pero no es
seguro tomar esto como prueba de que continuaremos en él hasta el fin. Si hemos
andado con Dios en compañerismo con el Espíritu Santo, es debido a que lo hemos
buscado diariamente por la fe. El aceite áureo que fluye por los tubos de oro nos ha sido
comunicado de las dos olivas. Pero los que no cultivan el espíritu y el hábito de la
oración no pueden esperar recibir el aceite áureo de la bondad, la paciencia, la
longanimidad, la cortesía y el amor.

Versículos 7-8. “Cuando el Cordero abrió el cuarto sello, oí la voz del cuarto ser
viviente, que dijo: "¡Ven!" Miré, y vi un caballo amarillo. Su jinete se llamaba Muerte,
y el sepulcro lo seguía. Y le fue dado poder sobre la cuarta parte de la tierra, para matar
con espada, hambre, peste y con las bestias de la tierra.”

RH, 11 de Enero de 1887. Juan también fue testigo de las terribles escenas que se
llevarán a cabo como señales de la venida de Cristo. Él vio ejércitos reuniéndose para
guerrear, y los corazones de los hombres fallándoles por temor. Él vio la tierra movida
de su lugar, las montañas llevadas hasta lo profundo del mar, las olas del mismo
rugiendo y turbadas, y las montañas sacudiéndose con desquiebro. Él vio los vasos de la
ira divina abiertos, y pestilencia, hambre, y muerte viniendo sobre los habitantes de la
tierra.

Versículo 9. “Cuando él abrió el quinto sello, vi debajo del altar las almas de los que
habían sido muertos por la Palabra de Dios y por el testimonio que habían dado.”

20ML:197. “Y cuando él había abierto el quinto sello, vi debajo del altar las almas de
los que fueron muertos por la palabra de Dios, y por el testimonio que ellos tenían: y
ellos clamaron en voz alta, diciendo: ¿Hasta cuándo, o Señor, Santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre sobre los que moran en la tierra? Y ropas mantos blancos
fueron dados a cada uno de ellos [Ellos fueron pronunciados puros y santos]; y le fue
dicho que descansaran aun por un poco de tiempo, hasta que sus consiervos también y
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sus hermanos, que serían muertos como ellos lo fueron, fuera cumplido” [Revelación
6:9-11). Aquí se le presentaron escenas a Juan que no serían realizadas sino en un
período de tiempo en el futuro. [Revelación 8:1-4, citado]

6CBA:1081. Cuando la oposición obstinada a la ley de Dios sea casi universal,


cuando su pueblo sea oprimido con aflicciones por sus prójimos, Dios se
interpondrá. Entonces se oirá la voz desde las tumbas de los mártires,
representados por las almas que Juan vio muertas por la Palabra de Dios y por el
testimonio de Jesucristo que sostuvieron; entonces ascenderá la oración de cada
verdadero hijo de Dios: "Tiempo es de actuar, o Jehová, porque han invalidado tu ley".
Serán contestadas las fervientes oraciones de sus hijos, pues a Dios le agrada que los
suyos lo busquen de todo corazón y dependan de él como su libertador. Será buscado
para que haga estas cosas para los suyos, y él se levantará como su protector y vengador.
"¿Acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que claman a él día y noche?" (RH, 21-12
-1897).

7CBA:979. Cuando fue abierto el quinto sello, Juan el Revelador vio en visión
debajo del altar al conjunto de los que habían sido muertos por la Palabra de Dios
y por el testimonio de Jesucristo. Después de esto vinieron las escenas descritas en
Apocalipsis dieciocho, cuando los que son fieles y leales son llamados a salir de
Babilonia [se cita Apoc. 18:1-5] (MS 39, 1906)

Versículo 10. “Y clamaban a gran voz: "¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no
juzgas y vengas nuestra sangre de los que moran en la tierra?"

5T:451. Por el decreto que imponga la institución del papado en violación a la ley de
Dios, nuestra nación se separará completamente de la justicia. Cuando el protestantismo
extienda la mano a través del abismo para asir la mano del poder romano, cuando se
incline por encima del abismo para darse la mano con el espiritismo, cuando, bajo la
influencia de esta triple unión, nuestro país repudie todo principio de su constitución
como gobierno protestante y republicano, y haga provisión para la propagación de las
mentiras y seducciones papales, entonces sabremos que ha llegado el tiempo en que se
verá la asombrosa obra de Satanás, y que el fin está cerca.
Como el acercamiento de los ejércitos romanos fue para los discípulos una señal de la
inminente destrucción de Jerusalén, esta apostasía podrá ser para nosotros una señal de
que se llegó al límite de la tolerancia de Dios, de que nuestra nación colmó la medida de
su iniquidad, y de que el ángel de la misericordia está por emprender el vuelo para nunca
volver. Los hijos de Dios se verán entonces sumidos en aquellas escenas de aflicción y
angustia que los profetas describieron como el tiempo de angustia de Jacob. Ascienden
al cielo los clamores de los fieles y perseguidos. Y como la sangre de Abel clamó
desde el suelo, hay voces que claman a Dios desde la tumba de los mártires, desde
los sepulcros del mar, desde las cuevas de las montañas, desde las bóvedas de los
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conventos: "¿Hasta cuándo, Señor, santo y verdadero, no juzgas y vengas nuestra
sangre de los que moran en la tierra?" (Apoc. 6: 10.)
Versículo 11. “Entonces le dieron a cada uno un vestido blanco, y se les dijo que
descansaran un poco más de tiempo, hasta que se completara el número de sus
consiervos y sus hermanos, que también habían de ser muertos como ellos.”

PVGM:143. De buhardillas, de chozas, de calabozos, de patíbulos, de montañas y


desiertos, de cuevas de la tierra y cavernas del mar, Cristo reunirá a sus hijos a sí. En la
tierra, han sido destituidos, afligidos y atormentados. Millones han descendido a la
tumba cargados de infamia por haber rehusado rendirse a las engañosas pretensiones de
Satanás. Los hijos de Dios han sido ajusticiados por los tribunales humanos como los
más viles criminales. Pero está cerca el día cuando Dios será "el juez". Entonces las
decisiones de la tierra serán invertidas. "Quitará la afrenta de su pueblo". A cada
hijo de Dios se le darán ropas blancas. "Y llamarles han Pueblo Santo, Redimidos de
Jehová".
Cualesquiera sean las cruces que hayan sido llamados a llevar, cualesquiera las pérdidas
que hayan soportado, cualquiera la persecución que hayan sufrido, aun hasta la pérdida
de su vida temporal, los hijos de Dios serán ampliamente recompensados. "Verán su
cara; y su nombre estará en sus frentes"

Versículo 12. “Miré cuando él abrió el sexto sello. Se produjo un gran terremoto, el sol
se ennegreció como un saco de cilicio, la luna se volvió toda como sangre,”

CS:349-350. El revelador describe así la primera de las señales que iban a preceder el
segundo advenimiento: "Fue hecho un gran terremoto; y el sol se puso negro como un
saco de silicio, y la luna se puso toda como sangre." (Apoc. 6:12).
Estas señales se vieron antes de principios del siglo XIX. En cumplimiento de esta
profecía, en 1755 se sintió el más espantoso terremoto que se haya registrado.
Aunque generalmente se lo llama el terremoto de Lisboa, se extendió por la mayor
parte de Europa, África y América. Se sintió en Groenlandia en las Antillas, en la
isla de Madera, en Noruega, en Suecia, en Gran Bretaña e Irlanda. Abarcó por lo
menos diez millones de kilómetros cuadrados. La conmoción fue casi tan violenta en
África como en Europa. Gran parte de Argelia fue destruida; y a corta distancia de
Marruecos, un pueblo de ocho a diez mil habitantes desapareció en el abismo. Una ola
formidable barrió las costas de España y África, sumergiendo ciudades y causando
inmensa desolación.
Fue en España y Portugal donde la sacudida alcanzó su mayor violencia. Se dice
que en Cádiz, la oleada llegó a sesenta pies de altura. Algunas de las montañas "más
importantes de Portugal fueron sacudidas hasta sus cimientos y algunas de ellas se
abrieron en sus cumbres, que quedaron partidas de un modo asombroso, en tanto que
trozos enormes se desprendieron sobre los valles adyacentes. Se dice que de esas
montañas salieron llamaradas de fuego". Sir Carlos Lyell, Principles of Geology, pág.
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495.

PP:278. De repente una oscuridad se asentó sobre la tierra, tan densa y negra que parecía
que se podía palpar. No sólo quedó la gente privada de luz, sino que también la
atmósfera se puso muy pesada, de tal manera que era difícil respirar. "Ninguno vio a su
prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían
luz en sus habitaciones." El sol y la luna eran para los egipcios objetos de adoración; en
estas tinieblas misteriosas tanto la gente como sus dioses fueron heridos por el poder que
había patrocinado la causa de los siervos. (Véase el Apéndice, nota 5.) Sin embargo, por
espantoso que fuera, este castigo evidenciaba la compasión de Dios y su falta de
voluntad para destruir. Estaba dando a la gente tiempo para reflexionar y arrepentirse
antes de enviarles la última y más terrible de las plagas.

CS:353. Un testigo ocular de la escena dice: "No pude substraerme, en aquel momento,
a la idea de que si todos los cuerpos luminosos del universo hubiesen quedado envueltos
en impenetrable oscuridad, o hubiesen dejado de existir, las tinieblas no habrían podido
ser más intensas." -Carta del Dr. S. Tenney, de Exeter, N. H., Diciembre de 1785
(Massachusetts Historical Society Collections, 1792, serie 1, tomo 1, pág. 97). Aunque
la luna llegó aquella noche a su plenitud, "no logró en lo más mínimo disipar las
sombras sepulcrales." Después de media noche desapareció la oscuridad, y cuando
la luna volvió a verse, parecía de sangre.

Versículo 13. “y las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la higuera echa sus
higos cuando es sacudida por un fuerte viento.”

CS:380-382. Y Juan, al recibir la visión de las escenas que anunciarían el día de Dios,
declara en el Apocalipsis: "Las estrellas del cielo cayeron sobre la tierra, como la
higuera echa sus higos cuando es movida de gran viento." (Apocalipsis 6: 13.) Esta
profecía se cumplió de modo sorprendente y pasmoso con la gran lluvia meteórica
del 13 de Noviembre de 1833. Fue éste el más dilatado y admirable espectáculo de
estrellas fugaces que se haya registrado, pues "¡sobre todos los Estados Unidos el
firmamento entero estuvo entonces, durante horas seguidas, en conmoción ígnea! No ha
ocurrido jamás en este país, desde el tiempo de los primeros colonos, un fenómeno
celestial que despertara tan grande admiración entre unos, ni tanto terror ni alarma entre
otros." "Su sublimidad y terrible belleza quedan aún grabadas en el recuerdo de
muchos.... Jamás cayó lluvia más tupida que ésa en que cayeron los meteoros hacia la
tierra; al este, al oeste, al norte y al sur era lo mismo. En una palabra, todo el cielo
parecía en conmoción. . . . El espectáculo, tal como está descrito en el diario del profesor
Silliman, fue visto por toda la América del Norte.... Desde las dos de la madrugada hasta
la plena claridad del día, en un firmamento perfectamente sereno y sin nubes, todo el
cielo estuvo constantemente surcado por una lluvia incesante de cuerpos que brillaban
de modo deslumbrador." -R. M. Devens, American Progress; or, The Great Events of the
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Greatest Century, cap. 28, párrs. 1 - 5.
"En verdad, ninguna lengua podría describir el esplendor de tan hermoso espectáculo; ...
nadie que no lo haya presenciado puede formarse exacta idea de su esplendor. Parecía
que todas las estrellas del cielo se hubiesen reunido en un punto cerca del cenit, y que
fuesen lanzadas de allí, con la velocidad del rayo, en todas las direcciones del horizonte;
y sin embargo no se agotaban: con toda rapidez seguíanse por miles unas tras otras,
como si hubiesen sido creadas para el caso". F. Reed, en el Christian Advocate and
Journal, 13 de Diciembre de 1833. "Es imposible contemplar una imagen más exacta de
la higuera que deja caer sus higos cuando es sacudida por un gran viento." -"The Old
Countryman," en el Evening Advertiser de Portland, 26 de nov. de 1833.
Muchos de los que presenciaron la caída de las estrellas la consideraron como un
anuncio del juicio venidero -"como un signo precursor espantoso, un presagio
misericordioso, de aquel grande y terrible día."- "The Old Countryman," en el
Evening Advertiser de Portland, 26 de Noviembre de 1833. Así fue dirigida la atención
del pueblo hacia el cumplimiento de la profecía, y muchos fueron inducidos a hacer caso
del aviso del segundo advenimiento.

Versículo 14. “El cielo se retiró como un pergamino que se enrolla, y todo monte y toda
isla fueron removidos de su lugar.”

PE:34. El firmamento se abría y cerraba en honda conmoción. Las montañas


temblaban como cañas agitadas por el viento y lanzaban peñascos en su derredor. El
mar hervía como una olla y despedía piedras sobre la tierra. Y al anunciar Dios el día y
la hora de la venida de Jesús, cuando dio, el sempiterno pacto a su pueblo, pronunciaba
una frase y se detenía de hablar mientras las palabras de la frase rodaban por toda la
tierra. El Israel de Dios permanecía con los ojos en alto escuchando las palabras según
salían de labios de Jehová y retumbaban por la tierra como fragor del trueno más
potente. El espectáculo era pavorosamente solemne, y a terminar cada frase, los santos
exclamaban: "¡Gloria ¡Aleluya!" Sus rostros estaban iluminados con la gloria de Dios , y
resplandecían como el de Moisés al bajar del Sinaí. A causa de esta gloria, los impíos no
podían mirarlos.

CS:382. Después de estas señales, Juan vio que el gran acontecimiento que debía seguir
consistía en que el cielo desaparecía como un libro cuando es arrollado, mientras que la
tierra era sacudida, las montañas y las islas eran movidas de sus lugares, y los impíos,
aterrorizados, trataban de esconderse de la presencia del Hijo del hombre.

5CBA:1085. En esta escena de la resurrección del Hijo de Dios se da una imagen


viviente de la gloria que será revelada en la resurrección general de los justos, cuando
Cristo aparezca por segunda vez en las nubes del cielo. Entonces los muertos que están
en sus tumbas oirán su voz y saldrán a resurrección de vida; y no sólo la tierra sino los
cielos mismos serán sacudidos. Unas pocas tumbas se abrieron cuando resucitó Cristo,
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pero en su segunda venida todos los preciosos muertos, desde el justo Abel hasta el
último santo que muera, serán despertados a la vida gloriosa e inmortal.
Si los soldados que estaban cerca del sepulcro se llenaron de tanto terror ante la
aparición de un ángel revestido de luz y fortaleza celestiales, hasta el punto de que
cayeron como muertos, ¿cómo estarán sus enemigos ante el Hijo de Dios cuando venga
con poder y gran gloria acompañado por miríadas de miríadas y millares de millares de
ángeles procedentes de las cortes celestiales? Entonces la tierra temblará como un
ebrio y será removida como una choza. Los elementos arderán y los cielos se
enrollarán como un pergamino (ST, 22-04-1913).

7CBA:993. Juan... fue testigo de las terribles escenas que acontecerán como señales de
la venida de Cristo. Vio ejércitos que se reunían para la batalla y el corazón de los
hombres desfalleciendo de temor. Vio la tierra sacudida de su lugar, las montañas
trasladadas al medio del mar, sus olas rugiendo y agitadas, y las montañas
sacudidas por la turbulencia del mar. Vio cuando se abrían las copas de la ira de
Dios, y la peste, el hambre y la muerte que sobrevenían a los habitantes de la tierra (RH,
11-1-1887).

PE:286-287. Pronto apareció la gran nube blanca sobre la que venía sentado el Hijo del
hombre. Al vislumbrarse a la distancia, parecía muy pequeña. El ángel dijo que era la
señal del Hijo del hombre. Cuando se acercó a la tierra, pudimos contemplar la excelsa
gloria y majestad de Jesús al avanzar como vencedor. Una comitiva de santos ángeles
ceñidos de brillantes coronas le escoltaban en su camino. No hay lengua capaz de
describir la magnificencia esplendorosa del espectáculo. Se iba acercando la viviente
nube de insuperable gloria y majestad, y pudimos contemplar claramente la hermosa
persona de Jesús. No llevaba corona de espinas, sino que ceñía su frente santa una
corona de gloria. Sobre sus vestidos y muslo aparecía escrito el título de Rey de reyes y
Señor de señores. Su aspecto era tan brillante como el sol de mediodía; sus ojos como
llama de fuego; y sus pies parecían de fino bronce. Resonaba su voz como un concierto
armónico de instrumentos músicos. La tierra temblaba delante de él; los cielos se
apartaron como arrollado pergamino, y las montañas e islas se descuajaron de su
asiento. "Y los reyes de la tierra, y los grandes, los ricos, los capitanes, los poderosos, y
todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas de los montes; y
decían a los montes y a las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de
aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero; porque el gran día de su ira
ha llegado; ¿y quién podrá sostenerse en pie?" Los que poco antes hubieran exterminado
de la tierra a los fieles hijos de Dios, presenciaban ahora la gloria de Dios que sobre
éstos reposaba. Y en medio de su terror, los impíos oían las voces de los santos que en
gozosas estrofas decían: "He aquí, éste es nuestro Dios, le hemos esperado, y nos
salvará."
La tierra se estremeció violentamente cuando la voz del Hijo de Dios llamó a los
santos que dormían, quienes respondieron a la evocación y resurgieron revestidos de
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gloriosa inmortalidad, exclamando: "¡Victoria! ¡Victoria! sobre la muerte y el sepulcro.
¿Dónde está, o muerte, tu aguijón? ¿dónde o sepulcro, tu victoria?" Entonces los santos
vivientes y los resucitados elevaron sus voces en un prolongado grito de triunfo.
Aquellos cuerpos que habían bajado a la tumba con los estigmas de la enfermedad y la
muerte resucitaron inmortalmente sanos y vigorosos. Los santos vivientes fueron
transmutados en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, y arrebatados con los salidos
del sepulcro, fueron todos juntos a encontrar a su Señor en el aire. ¡O! ¡cuán glorioso
encuentro fue ése! Los amigos separados por la muerte volvieron a unirse para no
separarse más.

CS:699, 702. El Rey de reyes desciende en la nube, envuelto en llamas de fuego. El


cielo se recoge como un libro que se enrolla, la tierra tiembla ante su presencia, y
todo monte y toda isla se mueven de sus lugares. "Vendrá nuestro Dios, y no callará:
fuego consumirá delante de el, y en derredor suyo habrá tempestad grande. Convocará a
los cielos de arriba, y a la tierra, para juzgar a su pueblo." (Salmo 50:3-4).
Entre las oscilaciones de la tierra, las llamaradas de los relámpagos y el fragor de
los truenos, el Hijo de Dios llama a la vida a los santos dormidos. Dirige una mirada
a las tumbas de los justos, y levantando luego las manos al cielo, exclama: "¡Despertaos,
despertaos, despertaos, los que dormís en el polvo, y levantaos!" Por toda la superficie
de la tierra, los muertos oirán esa voz; y los que la oigan vivirán. Y toda la tierra
repercutirá bajo las pisadas de la multitud extraordinaria de todas las naciones, tribus,
lenguas y pueblos. De la prisión de la muerte sale revestida de gloria inmortal gritando
"¿Dónde está, o muerte, tu aguijón? ¿dónde, o sepulcro, tu victoria?" (1 Corintios 15:
55.) Y los justos vivos unen sus voces a las de los santos resucitados en prolongada y
alegre aclamación de victoria.

CS:694. Esa misma voz sacude los cielos y la tierra. Síguese un gran terremoto, "cual no
fue jamás desde que los hombres han estado sobre la tierra". (Verso 18). El firmamento
parece abrirse y cerrarse. La gloria del trono de Dios parece cruzar la atmósfera. Los
montes son movidos como una caña al soplo del viento, y las rocas quebrantadas se
esparcen por todos lados. Se oye un estruendo como de cercana tempestad. El mar
es azotado con furor. Se oye el silbido del huracán, como voz de demonios en
misión de destrucción. Toda la tierra se alborota e hincha como las olas del mar. Su
superficie se raja. Sus mismos fundamentos parecen ceder. Se hunden cordilleras.
Desaparecen islas habitadas. Los puertos marítimos que se volvieron como Sodoma
por su corrupción, son tragados por las enfurecidas olas. "La grande Babilonia vino en
memoria delante de Dios, para darle el cáliz del vino del furor de su ira".

PP:353. Nunca, desde que se creó al hombre, se había presenciado semejante


manifestación del poder divino como cuando se proclamó la ley desde el Sinaí. "La
tierra tembló; también destilaron los cielos a la presencia de Dios: aquel Sinaí tembló
delante de Dios, del Dios de Israel." (Sal. 68: 8.) En medio de las más terríficas
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convulsiones de la naturaleza, la voz de Dios se oyó como una trompeta desde la nube.
El monte fue sacudido desde la base hasta la cima, y las huestes de Israel, demudadas y
temblorosas, cayeron de hinojos.
Aquel, cuya voz hizo entonces temblar la tierra, ha declarado: "Aun una vez, y yo
conmoveré no solamente la tierra, mas aun el cielo." La Escritura dice: "Jehová bramará
desde lo alto, y desde la morada de su santidad dará su voz," "y temblarán los cielos y la
tierra." En aquel gran día que se acerca, el cielo mismo se apartará "como un libro
que es envuelto." Y todo monte y toda isla se moverán de su sitio. "Temblará la
tierra vacilando como un borracho, y será removida como una choza; y agravaráse sobre
ella su pecado, y caerá, y nunca más se levantará."

TM:451. Oímos ahora acerca de terremotos en diversos lugares, incendios, tempestades,


desastres por tierra y mar, pestilencias, hambres. ¿Qué peso tienen estas señales para
vosotros? Este es solamente el comienzo de lo que ha de acontecer. La descripción del
día de Dios se nos da por medio de Juan el revelador. El clamor de los millares
aterrorizados fue percibido por el oído de Juan. "El gran día de su ira es venido; ¿y
quién podrá estar firme?" El apóstol mismo estaba aterrado y abrumado

PE:41. El 16 de Diciembre de 1848, el Señor me dio una visión de la conmoción de las


potestades del cielo. Vi que cuando el Señor dijo "cielo" al anunciar las señales
indicadas por Mateo, Marcos y Lucas, quería decir el cielo, y cuando dijo "tierra" se
refería a la tierra. Las potestades del cielo son el sol, la luna y las estrellas. Gobiernan
en los cielos. Las potestades terrenas son las que gobiernan en la tierra. Las potestades
del cielo se conmoverán a la voz de Dios. Entonces el sol, la luna y las estrellas se
desquiciarán de su asiento. No se aniquilarán, sino que se conmoverán a la voz de
Dios.
Sobrevinieron sombrías y densas nubes que se entrechocaban unas con otras. La
atmósfera se partió, arrollándose hacia atrás, y entonces pudimos ver en Orión un
espacio abierto de donde salió la voz de Dios. Por aquel espacio abierto descenderá la
santa ciudad de Dios. Vi que ahora se están conmoviendo las potestades de la tierra,
y que los acontecimientos ocurren en orden. Guerras, rumores de guerra, espada,
hambre y pestilencia conmueven primero las potestades de la tierra, y después la
voz de Dios sacudirá el sol, la luna, las estrellas y también la tierra. Vi que la
conmoción de las potencias europeas no es, como enseñan algunos, la conmoción de las
potestades del cielo, sino la de las airadas naciones.

Versículos 15-16. “Entonces los reyes de la tierra, los grandes y los ricos, los capitanes y
los poderosos, y todo siervo y todo libre, se escondieron en las cuevas y entre las peñas
de los montes. Y decían a los montes y a las peñas: "Caed sobre nosotros, y escondednos
de la vista de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del Cordero.”

6CBA:1069-1070. Entonces los que traspasaron a Cristo recordarán cómo


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menospreciaron su amor y abusaron de su compasión; cómo prefirieron a Barrabás
-ladrón y asesino- en lugar de él; cómo coronaron con espinas al Salvador e hicieron que
fuera azotado y crucificado; cómo, en la agonía de la muerte en la cruz, se mofaron de él
diciendo: "Descienda ahora de la cruz, y creeremos en él. . .; a otros salvó, a sí mismo no
se puede salvar". Les parecerá oír de nuevo la voz de súplica de él. Cada expresión de
ruego vibrará tan claramente en sus oídos como cuando el Salvador les hablaba. Cada
acto de insulto y burla dirigido a Cristo será tan fresco en su memoria como cuando
sucedían los actos satánicos.
Clamarán a las rocas y a las montañas que caigan sobre ellos y los oculte del rostro
de Aquel que está sentado en el trono de la ira del Cordero. "La ira del Cordero", de
Aquel que siempre se mostró lleno de ternura, paciencia y magnanimidad, quien,
habiéndose entregado como la víctima propiciatoria, fue llevado como oveja al matadero
para salvar a los pecadores de la condenación que ahora cae sobre ellos porque no
permitieron que él quitara su culpabilidad (RH, 18-06-1901).

CC:15-16. El hombre, en su estado de inocencia, gozaba de completa comunión con


Aquel "en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia" (Col.
2:3). Mas después de su caída, no pudo encontrar gozo en la santidad y procuró
ocultarse de la presencia de Dios. Y tal es aún la condición del corazón no renovado. No
está en armonía con Dios, ni encuentra gozo en la comunión con él. El pecador no
podría ser feliz en la presencia de Dios; le desagradaría la compañía de los seres santos.
Y si se le pudiese permitir entrar en el cielo, no hallaría alegría en aquel lugar. El
espíritu de amor puro que reina allí donde responde cada corazón al corazón del Amor
Infinito, no haría vibrar en su alma cuerda alguna de simpatía. Sus pensamientos, sus
intereses, sus móviles, serían distintos de los que mueven a los moradores celestiales.
Sería una nota discordante en la melodía del cielo. El cielo sería para él un lugar de
tortura. Ansiaría ocultarse de la presencia de Aquel que es su luz y el centro de su gozo.
No es un decreto arbitrario de parte de Dios el que excluye del cielo a los malvados:
ellos mismos se han cerrado las puertas por su propia ineptitud para aquella compañía.
La gloria de Dios sería para ellos un fuego consumidor. Desearían ser destruidos
para esconderse del rostro de Aquel que murió por salvarlos.

5CBA:1082. ¿En qué lado estamos? El mundo echó fuera a Cristo; los cielos lo
recibieron. El hombre, el hombre finito, rechazó al Príncipe de la vida; Dios, nuestro
Gobernante soberano, lo recibió en los cielos. Dios lo ha ensalzado. El hombre lo
coronó con una corona de espinas; Dios lo ha coronado con una corona de majestad real.
Todos debemos pensar sinceramente. ¿Permitiréis que este hombre Cristo Jesús os rija, o
preferiréis a Barrabás? La muerte de Cristo trae sobre el que rechaza su
misericordia la ira y los juicios de Dios sin mezcla de misericordia. Esta es la ira
del Cordero. Pero la muerte de Cristo es esperanza y vida eterna para todos los que lo
reciben y creen en él (Carta 31, 1898).
Pág. 15
DTG:765-766. El amor divino ha sido conmovido hasta sus profundidades insondables
por causa de los hombres, y los ángeles se maravillan al contemplar una gratitud
meramente superficial en los que son objeto de un amor tan grande. Los ángeles se
maravillan al ver el aprecio superficial que tienen los hombres por el amor de Dios. El
cielo se indigna al ver la negligencia manifestada en cuanto a las almas de los hombres.
¿Queremos saber cómo lo considera Cristo? ¿Cuáles serían los sentimientos de un padre
y una madre si supiesen que su hijo, perdido en el frío y la nieve, había sido pasado de
lado y que le dejaron perecer aquellos que podrían haberle salvado? ¿No estarían
terriblemente agraviados, indignadísimos? ¿No denunciarían a aquellos homicidas con
una ira tan ardiente como sus lágrimas, tan intensa como su amor? Los sufrimientos de
cada hombre son los sufrimientos del Hijo de Dios, y los que no extienden una
mano auxiliadora a sus semejantes que perecen, provocan su justa ira. Esta es la
ira del Cordero. A los que aseveran tener comunión con Cristo y sin embargo han sido
indiferentes a las necesidades de sus semejantes, les declarará en el gran día del juicio:
"No os conozco de dónde seáis; apartaos de mí todos los obreros de iniquidad".

PE:76. Cuando el Señor comenzó a darme mensajes para que los comunicase a su
pueblo, me resultaba difícil declararlos, y a menudo los suavizaba tanto como me fuese
posible por temor a agraviar a alguno. Fue para mí una gran prueba presentar los
mensajes como el Señor me los daba. No me parecía estar obrando con tanta infidelidad
y no vi el pecado y el peligro que encerraba una conducta tal, hasta que en visión fu
llevada a la presencia de Jesús. Me miró con ceño y desvió su rostro de mí. Es
imposible describir el terror y la agonía que sentí entonces. Caí sobre mi rostro delante
de él, pero no tenía fuerza para pronunciar una palabra. ¡O! ¡cuánto anhelaba verme
protegida y ocultada de ese terrible ceño! Pude entonces comprender, en cierto
grado, cuáles serán los sentimientos de los perdidos cuando digan "a los montes y a
las peñas: Caed sobre nosotros, y escondednos del rostro de aquel que está sentado
sobre el trono, y de la ira del Cordero".

CS:457-458. Cuando Jonás proclamó en las calles de Nínive que en el plazo de cuarenta
días la ciudad sería destruida, el Señor aceptó la humillación de los ninivitas y prolongó
su tiempo de gracia; no obstante el mensaje de Jonás fue enviado por Dios, y Nínive fue
probada por la voluntad divina. Las adventistas creyeron que Dios les había inspirado de
igual modo para proclamar el aviso del juicio. "El aviso -decían- probó los corazones de
todos los que lo oyeron, y despertó interés por el advenimiento del Señor, o determinó
un odio a su venida que resultó visible o no, pero que es conocido por Dios. Trazó una
línea divisoria, . . . de suerte que los que quieran examinar sus propios corazones pueden
saber de qué lado de ella se habrían encontrado en caso de haber venido el Señor
entonces; si habrían exclamado: '¡He aquí éste es nuestro Dios; le hemos esperado, y
él nos salvará!' o si habrían clamado a los montes y a las peñas para que cayeran
sobre ellos y los escondieran de la presencia del que está sentado en el trono, y de la
ira del Cordero. Creemos que Dios probó así a su pueblo y su fe, y vio si en la hora de
Pág. 16
aflicción retrocederían del sitio en que creyera conveniente colocarlos, y si abandonaran
este mundo confiando absolutamente en la Palabra de Dios". The Advent Herald and
Signs of the Times Reporter, tomo 8, No. 14 (13 de Noviembre de 1844).

DTG:688-689. Mirando al herido Cordero de Dios, los judíos habían clamado: "Su
sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos." Este espantoso clamor ascendió al
trono de Dios. Esa sentencia, que pronunciaron sobre sí mismos, fue escrita en el cielo.
Esa oración fue oída. La sangre del Hijo de Dios fue como una maldición perpetua
sobre sus hijos y los hijos sus hijos.
Terriblemente se habrá de cumplir esta oración en el gran día del juicio. Cuando Cristo
vuelva a la tierra, los hombres no le verán como preso rodeado por una turba. Le verán
como Rey del cielo. Cristo volverá en su gloria, en la gloria de su Padre y en la gloria
de los santos ángeles. Miríadas y miríadas, y miles de miles de ángeles, hermosos y
triunfantes hijos de Dios que poseen una belleza y gloria superiores a todo lo que
conocemos, le escoltarán en su regreso. Entonces se sentará sobre el trono de su gloria y
delante de él se congregarán todas las naciones. Entonces todo ojo le verá y también los
que le traspasaron. En lugar de una corona de espinas, llevará una corona de gloria, una
corona dentro de otra corona. En lugar de aquel viejo manto de grana, llevará un vestido
del blanco más puro, "tanto que ningún lavador en la tierra los puede hacer tan
blancos."* Y en su vestidura y en su muslo estará escrito un nombre: "Rey de reyes y
Señor de señores."* Los que le escarnecieron e hirieron estarán allí. Los sacerdotes y
príncipes contemplarán de nuevo la escena del pretorio. Cada circunstancia se les
presentará como escrita en letras de fuego. Entonces los que pidieron: "Su sangre sea
sobre nosotros, y sobre nuestros hijos," recibirán la respuesta a su oración. Entonces el
mundo entero conocerá y entenderá. Los pobres, débiles y finitos seres humanos
comprenderán contra quién y contra qué estuvieron guerreando. Con terrible
agonía y horror, clamarán a las montañas y a las rocas: "Caed sobre nosotros, y
escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del
Cordero: porque el gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá estar firme?"

TM:129. Los que hoy en día desprecian la ley de Jehová, no manifestando ningún
respeto por sus mandamientos, están tomando partido con el gran apóstata. Proclaman a
un mundo corrompido por el pecado que la ley de Dios es nula y sin valor. Los que
declaran esto como verdad engañan a la gente, y virtualmente han clavado la ley de
Jehová en la cruz entre los dos ladrones. ¡Qué pensamiento!
Frente a los mundos no caídos y al universo celestial, el mundo ha de dar cuenta ante el
Juez de toda la tierra, el mismo a quien han condenado y crucificado. ¡Qué día de ajuste
será aquél! Es el gran día de la venganza de Dios. Cristo entonces no estará en el
tribunal de Pilato. Pilato y Herodes, y todos los que se burlaron, azotaron,
rechazaron y crucificaron al Señor, comprenderán entonces qué significa sentir la
ira del Cordero. Sus hechos aparecerán ante ellos en su verdadero carácter.
Pág. 17
Versículo 17. “"Porque ha llegado el gran día de su ira, ¿y quién podrá quedar en pie?"

PE:15-16. Pronto se volvieron nuestros ojos hacia el oriente, donde había aparecido una
nubecilla negra del tamaño de la mitad de la mano de un hombre, que era, según todos
comprendían, la señal del Hijo del hombre. En solemne silencio, contemplábamos cómo
iba acercándose la nubecilla, volviéndose cada vez más esplendorosa hasta que se
convirtió en una gran nube blanca cuya parte inferior parecía fuego. Sobre la nube lucía
el arco iris y en torno de ella aleteaban diez mil ángeles cantando un hermosísimo
himno. En la nube estaba sentado el Hijo del hombre. Sus cabellos, blancos y rizados,
le caían sobre los hombros; y llevaba muchas coronas en la cabeza. Sus pies parecían de
fuego; en la mano derecha tenía una hoz aguda y en la izquierda llevaba una trompeta de
plata. Sus ojos eran como llama de fuego, y escudriñaban de par en par a sus hijos.
Palidecieron entonces todos los semblantes y se tornaron negros los de aquellos a
quienes Dios había rechazado. Todos nosotros exclamamos: "¿Quién podrá
permanecer? ¿Está mi vestidura sin manchas?" Después cesaron de cantar los
ángeles, y por un rato quedó todo en pavoroso silencio cuando Jesús dijo: "Quienes
tengan las manos limpias y puro el corazón, podrán subsistir. Bastaos mi gracia." Al
escuchar estas palabras, se iluminaron nuestros rostros y el gozo llenó todos los
corazones. Los ángeles pulsaron una nota más alta y volvieron a cantar, mientras la
nube se acercaba a la tierra.

TM:451. Exhorto a los ministros que han estado manejando la Palabra de Dios: "Sed
limpios, los que lleváis los vasos de Jehová". Pregunto a los que han estado escuchando
las verdades desde el púlpito: ¿Cuáles son vuestros sentimientos al anticipar ese gran
día? Cada uno de vosotros tiene un interés individual, personal, en ese día. Estad
seguros de que Dios no será burlado con pretensiones. ¿Os habéis puesto el vestido de
bodas?
Oímos ahora acerca de terremotos en diversos lugares, incendios, tempestades, desastres
por tierra y mar, pestilencias, hambres. ¿Qué peso tienen estas señales para vosotros?
Este es solamente el comienzo de lo que ha de acontecer. La descripción del día de Dios
se nos da por medio de Juan el revelador. El clamor de los millares aterrorizados fue
percibido por el oído de Juan. "El gran día de su ira es venido; ¿y quién podrá
estar firme?" El apóstol mismo estaba aterrado y abrumado.

1T:15. Una tarde mi hermano Roberto y yo [Elena White] regresábamos a casa de una
reunión donde habíamos escuchado un muy impresionante discurso sobre la inminente
reinado de Cristo sobre la tierra, seguido por una ferviente y solemne apelación a
cristianos y pecadores, urgiéndoles a prepararse para el juicio y la venida del Señor. Mi
alma había sido movida por dentro por lo que había escuchado. Y tan profunda fue la
convicción en mi corazón, que temí que el Señor no me tendría viva hasta llegar yo a
casa.
Estas palabras siguieron sonando en mis oídos: “¡El gran día del Señor está cerca!
Pág. 18
¡Quién será capaz de estar en pie cuando él aparezca! El lenguaje de mi corazón fue:
“¡Sálvame, o Señor, por esta noche!” ¡No me dejes morir en mis pecados, ten
misericordia de mi, sálvame! Por primera vez traté de explicar mis sentimientos a mi
hermano Roberto, que era dos años mayor que yo; le dije que no me atrevía a descansar
o dormir hasta que supiera que Dios había perdonado mis pecados.
Mi hermano no dio una respuesta inmediata, pero la causa de su silencio pronto me fue
esclarecida; él estaba llorando en simpatía con mi angustia. Esto me animó a confiar aun
más en él, de decirle que había anhelado la muerte en los días cuando la vida me parecía
una carga tan pesada; pero ahora el pensamiento que yo podría morir en mi estado
presente de pecado y estar eternamente perdida, me llenó de terror. Le pregunté si él
pensaba si Dios me guardaría viva por esa noche, si la pasaba agonizando en oración a
él. Él contestó: “Yo pienso que sí lo hará si le pedís con fe, y yo oraré por ti y por mí.
Elena, nunca debemos olvidar las palabras que hemos escuchado esta noche.”

PP:353-354. Cuando Moisés regresó de su encuentro con la divina presencia en el


monte, donde había recibido las tablas del testimonio, el culpable Israel no pudo
soportar la luz que glorificaba su semblante. ¡Cuánto menos podrán los transgresores
mirar al Hijo de Dios cuando aparezca en la gloria de su Padre, rodeado de todas las
huestes celestiales, para ejecutar el juicio sobre los transgresores de su ley y sobre los
que rechazan su sacrificio expiatorio! Los que menospreciaron la ley de Dios y
pisotearon bajo sus pies la sangre de Cristo, "los reyes de la tierra, y los príncipes,
y los ricos, y los capitanes, y los fuertes," se esconderán "en las cuevas y entre las
peñas de los montes," y dirán a los montes y a las rocas: "Caed sobre nosotros, y
escondednos de la cara de Aquel que está sentado sobre el trono, y de la ira del
Cordero porque el gran día de su ira es venido; y ¿quién podrá estar firme?" En
"aquel día arrojará el hombre, a los topos y murciélagos, sus ídolos de plata y sus ídolos
de oro, . . . y se entrarán en las hendiduras de las rocas, y en las cavernas de las peñas,
por la presencia formidable de Jehová, y por el resplandor de su majestad, cuando se
levantaré para herir la tierra".

6T:404-405. Hermanos, vosotros a quienes han sido reveladas las verdades de la Palabra
de Dios, ¿qué papel desempeñaréis en las escenas finales de la historia de este mundo?
¿Comprendéis estas solemnes realidades? ¿Os percatáis de la gran obra de preparación
que se está realizando en el cielo y en la tierra? Presten atención a las cosas que están
escritas en las profecías todos los que han recibido la luz y que han tenido oportunidad
de leerlas y oírlas; "porque el tiempo está cerca." Nadie juegue ahora con el pecado,
fuente de toda desgracia en nuestro mundo. Nadie permanezca ya en letargo y en
el estupor de la indiferencia, ni deje que el destino de su alma dependa de una
incertidumbre. Aseguraos de que estáis plenamente de parte del Señor. Preguntaos
con corazones sinceros y labios temblorosos: "¿Quién podrá subsistir?" En estas
últimas preciosas horas del tiempo de gracia, ¿habéis estado colocando el mejor
material posible en el edificio de vuestro carácter? ¿Habéis, estado purificando
Pág. 19
vuestras almas de toda mancha? ¿Habéis seguido la luz? ¿Habéis hecho obras
correspondientes a vuestra profesión de fe?

RH, 11 de Enero de 1887. Ya los juicios de Dios se ven sobre la tierra, como son vistos
en tormentas, en inundaciones, en tempestades, en terremotos, en peligros por tierra y
mar. El gran Yo Soy está hablando a los que han anulado su ley. ¿Cuando la ira de
Dios sea derramada sobre la tierra, quién podrá estar de pie? Ahora es el tiempo
para que el pueblo de Dios se muestre fiel a los principios. Cuando la religión de Cristo
sea más despreciada, cuando su ley sea más pisoteada, entonces nuestro celo debiera ser
más caliente y nuestro ánimo lo más firme. Ponerse en defensa de la verdad y la justicia
cuando la mayoría nos abandone, pelear las batallas del Señor cuando los campeones
son pocos,---esta será nuestra prueba. En tal hora debemos recoger calor de la frialdad
de otros, ánimo de su cobardía, y lealtad de su traición. La nación estará del lado del
gran y rebelde dirigente.

Comentario Bíblico Adventista:

1.
Vi.
Ver com. cap. 4:l. La visión continúa en el mismo escenario presentado en los cap. 4 y
5; pero comienza un nuevo aspecto de la acción. Los sellos del libro (cap. 5:1-5) están
por ser abiertos.
El Cordero.
Ver com. cap. 5:6.
Abrió uno de los sellos.
La siguiente declaración proyecta luz sobre el significado de los sellos: "Su [de los
dirigentes judíos] decisión [de crucificar a Cristo] fue registrada en el libro que Juan vio
en la mano de Aquel que se sienta en el trono, el libro que ningún hombre podía abrir.
Con todo su carácter vindicativo aparecerá esta decisión delante de ellos el día en que
este libro sea abierto por el León de la tribu de Judá" (PVGM:236). Esta declaración
muestra que en el libro se registraron, entre otras cosas, las acciones de los judíos
durante el enjuiciamiento de Cristo, y que en el gran juicio final (ver com. cap. 20:11-
15) estos enemigos suyos tendrán que enfrentar el registro de sus impías acciones. Es
razonable concluir que el libro contiene también un registro de otros acontecimientos
significativos en el gran conflicto de los siglos. Parece que a Juan se le dio una visión
anticipada de algunos de esos acontecimientos. En forma simbólica se presentó delante
de él la historia del gran conflicto hasta llegar a su culminación en la vindicación del
carácter de Dios en el día del juicio final (cap. 20:11- 15; ver com. cap. 5:13). El hecho
de que Cristo "ha vencido para abrir el libro" (cap. 5:5) significa que es el vencedor del
conflicto y el Señor de la historia. Cf. CS:724-730.
Puede considerarse que las escenas reveladas cuando se abren los sellos tienen una
aplicación específica y además otra general (ver com. cap. 1:11), como sucede con los
Pág. 20
mensajes a las siete iglesias. Las escenas representan específicamente las fases sucesivas
de la historia por las cuales pasaría la iglesia en la tierra.
Seres vivientes.
Ver com. cap. 4:6.
Ven y mira.
La evidencia textual se inclina (cf. p. 10) por la omisión de las palabras "y mira". Si se
retienen, la orden se dirige a Juan; en caso contrario, la orden probablemente es para el
caballo y su jinete (verso 2), quienes al ser llamados se presentan en el escenario
profético. Lo mismo puede decirse de esta frase en los versos 3, 5, 7.
2.
Un caballo blanco.
Los cuatro caballos simbólicos de los primeros cuatro sellos (verso 2-8) a menudo se
han comparado con los cuatro caballos de la visión de Zacarías (Zac. 6:2-3). Hay
algunas semejanzas en el simbolismo, pero también hay diferencias. El orden en que se
mencionan los caballos es distinto. En el Apocalipsis los caballos tienen jinetes; en
Zacarías tiran carros. La aplicación de los símbolos es también completamente diferente
(ver com. Zac. 6).
Los comentadores han sostenido dos puntos de vista principales en cuanto a la
interpretación del primer caballo y su jinete. Unos entienden que este símbolo representa
a la iglesia de la era apostólica (c. 31-100 d.C.), cuando la pureza de su fe -sugerida por
el color blanco- y su celo llevaron a conquistar los mayores triunfos espirituales de la
historia cristiana. Sin duda, ningún siglo desde el primero de la era cristiana ha visto
una expansión tan brillante del reino de Dios. El arco en la mano del jinete simbolizaría
conquista, y la corona (stefanos; ver com. Apoc. 2:10), victoria. El Evangelio fue
predicado tan rápida y extensamente, que cuando Pablo escribió a los colosenses
alrededor del año 62 d.C., declaró que el Evangelio "se predica en toda la creación que
está debajo del cielo" (Col. 1:23; cf. HAp:40, 462).
Otro grupo de comentadores cree que los caballos y jinetes no representan a la iglesia
sino a las diversas condiciones adversas bajo las cuales vivía la iglesia, y a las cuales
pudo sobrevivir por la gracia de Dios. En el simbolismo bíblico el caballo se relaciona
con guerra (ver Joel 2:1, 4-5), y el equipo del jinete del caballo blanco indica que es un
guerrero. Puede entenderse que la corona del jinete y la blancura del caballo simbolizan
victoria; por lo tanto, el primer jinete representaría una época en la que el pueblo de
Dios vivía en un mundo que se caracterizaba por la conquista y el dominio militar,
cuando Roma "salió venciendo, y para vencer" y mantuvo un imperio virtualmente
universal.
Los adventistas del séptimo día en general han sostenido que el primer caballo
representa a la iglesia de la era apostólica (31 - 100 d.C.).
Un arco.
Símbolo de batalla.
Corona.
Gr. stéfanos (ver com. cap. 2:10).
Pág. 21
Venciendo, y para vencer.
Se describe así una victoria continua.
3.
Segundo ser viviente.
Ver com. cap. 4:6. Uno tras otro, cada uno de los seres vivientes anuncia a uno de los
cuatro jinetes.
Ven y mira.
Ver com. verso l.
4.
Bermejo.
El simbolismo del segundo jinete describe muy bien las condiciones bajo las cuales
vivió la iglesia desde el año 100 hasta el 313 d. C., poco más o menos (cf. com. cap.
2:10). Las violentas persecuciones que sufrió a manos de los emperadores romanos
están simbolizadas por el jinete que a una "gran espada" y que tiene el poder de "quitar
de la tierra la paz". Si el blanco representa la pureza de la fe (ver com. cap. 6:2),
entonces el caballo rojo puede considerarse como una corrupción de la fe por la
introducción de diversas herejías (ver t. IV, p. 861; t. VI, 44-48, 53-59, 65-68.
Según otro punto de vista, el color de este caballo sugiere sangre. El primer jinete se ha
considerado como un símbolo de la gloria de la conquista militar (ver com. verso 2), y
por analogía puede considerarse que el segundo describe otros aspectos de la guerra:
pérdida de la paz y grandes y numerosas matanzas. Este sería el inevitable resultado de
la conquista representada por el primer jinete, si se interpreta que sus conquistas
simbolizan el dominio de Roma.
Los adventistas del séptimo día han sostenido en general el primer punto de vista.
Espada.
Gr. májaira, un cuchillo grande o espada corta que se usaba para combatir. Compárese
con el uso de esta palabra en Mat. 10:34; Juan 18:10; etc.
5.
El tercer ser viviente.
Ver com. cap. 4:6; 6:3.
Ven y mira.
Ver com. verso l.
Un caballo negro.
Si el caballo blanco simbolizaba victoria y pureza (ver com. verso 2), puede
considerarse que el caballo negro indica derrota, o que su color simboliza una mayor
corrupción de la fe.
Una balanza.
Gr. zugós "yugo", por la semejanza con los brazos de una balanza. Puede considerarse
que este símbolo describe la condición espiritual dentro de la iglesia después de la
legalización del cristianismo en el siglo IV, cuando se unieron la iglesia y el Estado.
Después de esa unión, la iglesia se preocupó mayormente por los asuntos seculares, y en
muchos casos se produjo una falta de espiritualidad. Hay una descripción de este período
Pág. 22
en las PP:20-28.
Esta balanza también puede interpretarse como símbolo de una indebida preocupación
por las cosas materiales. Ya no se trata de una guerra victoriosa, como en el caso del
primer jinete (ver com. verso 2), ni representa un abundante derramamiento de sangre
como en el segundo (ver com. verso 4), sino que su efecto es ahora aún más terrible:
hambre.
6.
Dos libras.
Gr. jóinix, una medida que aproximadamente equivale a un litro (ver t. V, p. 52). Esta
cantidad de grano representaba la ración diaria de alimento para un obrero.
Un denario.
Gr. d'nárion, moneda de plata que pesaba menos de 4 g (ver t. V, p. 51). El "denario"
romano era el salario diario de un obrero común (ver Mat. 20:2). Por lo tanto, esta
ración de trigo para un día por el trabajo de un día representaba apenas el alimento
indispensable para un obrero y su familia, si es que no significaba morirse de hambre.
Según los precios de los cereales que da Cicerón (Contra Verres iii. 81) para Sicilia, los
que menciona Juan eran unas 8 ó 16 veces más altos que los precios normales. Pero a
pesar del hambre era posible sobrevivir. Así ha protegido Dios siempre a sus hijos en
tiempos de necesidad.
Cuando este pasaje se aplica al período de la historia cristiana que siguió a la
legalización del cristianismo, alrededor de 313-538 d.C. (cf. PP:769-770), las palabras
del anónimo locutor pueden interpretarse como una indicación de la preocupación
general por las cosas materiales.
Cebada.
Este grano era más barato que el trigo, como lo indican los precios que se dan (ver 2
Reyes 7:18). La cebada era un alimento común entre los pobres, y se usaba como forraje
para los animales (ver com. Juan 6:9).
No dañes.
La voz que anuncia el alto costo del trigo y de la cebada, también ordena que no deben
destruirse inútilmente el aceite y el vino.
El aceite ni el vino.
Eran los dos líquidos comunes en la alimentación en el mundo antiguo. Algunos han
interpretado que simbolizan la fe y el amor, que debían ser conservados frente al
materialismo que dominó a la iglesia después de su legalización por Constantino en el
siglo IV.
7.
Cuarto sello.
Cf. com. cap. 5:1; 6:1.
Cuarto ser viviente.
Ver com. cap. 4:6; 6:3.
Ven y mira.
Ver com. verso l.
Pág. 23
8.
Amarillo.
Gr. jlorós, "verde claro", "pálido"; el color del temor y de la muerte. Con el caballo
pálido los tiempos de la aflicción llegaron a una espantosa culminación (ver com. versos
2, 4-5).
Hades.
Gr. hád's, "la morada de los muertos" (ver com. Mat. 11:23). La muerte y el Hades son
personificados y representados: la una, jineteando el caballo; el otro, siguiéndola.
La cuarta parte de la tierra.
Quizá significa una vasta extensión de la tierra.
Espada.
Gr. romfáia (ver com. cap. l:16). La enumeración, espada, hambre, muerte (o pestilencia,
ver com. "mortandad") y fieras, puede considerarse como una descripción del deterioro
progresivo de la civilización que viene después de la guerra. Los estragos de la espada,
que mata a los hombres y destruye las cosechas, produce el hambre, la que causa el
deterioro de la salud y produce pestilencias; y cuando éstas han cobrado su tributo, la
sociedad queda tan debilitada que no puede protegerse contra los ataques de las fieras.
Cuando el cuarto jinete se aplica a un período particular de la historia cristiana, parece
representar la situación especialmente característica del período que va desde el año 538
al 1517, poco más o menos, o sea el comienzo de la Reforma (cf. p. 770; ver com. cap.
2:18).
Mortandad.
Literalmente "con muerte". "Matar... con mortandad" no es del todo claro. La dificultad
quizá se resuelve mejor cuando se entiende que la palabra que se traduce como
"muerte", thánatos, significa a veces "peste". La LXX repetidas veces traduce la palabra
hebrea déber, "pestilencia", como thánatos, "muerte" (Lev. 26:25; Jer. 21:6; Eze. 5:12).
Juan, para quien el pensamiento semítico era más natural que el griego, sin duda sigue
aquí el uso de la LXX más bien que una definición estrictamente griega de la palabra.
9.
El altar.
Este altar, presentado en el cuadro profético, quizá hacía recordar el altar de bronce del
santuario hebreo, y puede deducirse que los mártires eran sacrificios presentados delante
de Dios. La sangre de las víctimas o sacrificios era derramada en la base de ese altar
(Lev. 4:7), y "la vida [LXX psuj', 'alma'] de la carne en la sangre está" (cap. 17:11); por
lo tanto, las almas, o los que habían sido muertos como mártires por la fe, pueden
considerarse figuradamente que están debajo del altar. La tradición judía posterior
expuso la idea de que los muertos de Israel estaban sepultados, por así decirlo, debajo
del altar, y que los que estaban sepultados debajo del altar eran enterrados, por así
decirlo, debajo del trono de la gloria ver Strack y Billerbeck, Kommentar zum Neuen
Testament, t. 3. p. 803).
Algunos sostienen que el altar debe identificarse con el que se menciona en Apoc. 8:3.
Almas.
Pág. 24
Gr. psuj'. Ver com. Mat. 10:28. Debe recordarse que Juan contemplaba representaciones
gráficas, y que, por lo tanto, deben tenerse en cuenta las reglas que rigen la
interpretación de tales profecías cuando se intenta comprender el significado de los
diversos símbolos (ver com. Eze. 1:10). Juan vio un altar en cuya base estaban las
"almas" de los mártires. Las regias de interpretación no nos obligan a localizar un altar
específico en un lugar determinado y en un momento definido de la historia. Como
ocurre con los detalles de una parábola, no todos los elementos de un símbolo profético
necesariamente son de valor para la interpretación. Parece que el simbolismo del quinto
sello fue presentado para animar a los que se enfrentaban al martirio y a la muerte, para
darles la seguridad de que a pesar del triunfo aparente del enemigo, finalmente llegaría
su vindicación. Este incentivo era especialmente animador para los que vivían en los
tiempos de las terribles persecuciones del fin de la Edad Media; pero más aún durante el
tiempo de la Reforma y después (c. 1517-1755; ver PP:. 44-70; com. verso 12). A ellos
les habrá parecido que el largo período de opresión nunca acabaría. El mensaje del
quinto sello les confirmó que la causa de Dios triunfaría finalmente. Los que pasen por
el último gran conflicto recibirán el mismo estímulo (ver 2JT 151).
Cualquier intento de interpretar que estas "almas" son los espíritus incorpóreos de
mártires difuntos, violenta las reglas de interpretación de las profecías simbólicas. A
Juan no se le dio una visión del cielo como en realidad es. Allí no hay caballos blancos,
bermejos, negros o pálidos, montados por jinetes belicosos. Jesús no está en el cielo en
la forma de un cordero con una sangrante herida de cuchillo. Los cuatro seres vivientes
no representan criaturas aladas reales con características de animales (ver t. III, PP:1128-
1129). Tampoco hay allí "almas" que yacen en la base de un altar. Toda la escena fue
una representación gráfica y simbólica que tenía el propósito de enseñar la lección
espiritual que ya hemos destacado.
Los que habían sido muertos.
El tema de la revelación ahora cambia de una descripción de escenas prevalecientes de
destrucción y muerte, en las cuales sufre el pueblo de Dios, y se enfoca en la condición
de los santos.
La palabra de Dios.
Ver com. cap. 1:2, 9.
Testimonio.
Ver com. cap. 1:2, 9.
10.
Clamaban.
Es decir, en la representación gráfica ya explicada (ver com. verso 9). Se oye hablar a
las "almas".
Señor.
Gr. despót's (ver com. Luc. 2:29). Lo opuesto a despót's es dóulos, "esclavo" (cf. 1
Pedro 2:18). Los mártires han demostrado al dar su vida que son verdaderos "siervos de
Dios" (ver Tito l: l; cf. com. Apoc. 6:11), y de esta manera él es su Señor. Aquí
probablemente se refiere al Padre.
Pág. 25
Santo y verdadero.
Ver com. cap. 3:7, donde se aplican estas palabras a Cristo.
Vengas.
Los mártires no piden vengarse ellos mismos; lo que buscan es la vindicación del
nombre de Dios (cf. Rom. 12:19; ver com. Apoc. 5:13).
Los que moran.
Ver com. cap. 3:10.
11.
Vestiduras.
Mejor, "le fue dado a cada uno un vestido blanco". La palabra stol' es diferente de la
que se traduce como "vestiduras" en cap. 3:5, o "ropa" en cap. 4:4. Stol' era un manto
largo que se usaba como señal de distinción (ver com. Mar. 12:38). Juan contempla en
la visión cómo son vestidas las 'almas" con un manto blanco cada una. El símbolo
parece tener el propósito de mostrar que a pesar de sus muertes ignominiosas y de que
sus martirios aún no han sido vengados por Dios, los mártires ya son reconocidos por el
Señor como vencedores.
En los días de Juan esta seguridad era de especial consuelo para los cristianos, que
habían visto cómo sus hermanos creyentes eran aniquilados por la persecución de Nerón
(64 d.C.), y ellos mismos se enfrentaban al martirio con la persecución de Domiciano
(ver t. VI, p. 89). En cada época, a partir de ese tiempo, las promesas de Dios a sus
santos mártires han animado a otros que estaban por dar su vida por amor del nombre
divino.
Descansasen.
Esta orden se da a los que en la visión profética estaban intranquilos por la larga y
aparente demora. En verdad, los mártires han estado descansando desde que depusieron
su vida, y seguirán descansando hasta el día de la resurrección (cf. com. cap. 14:13). Sus
"consiervos" seguirían en la lucha hasta que ellos también fueran victoriosos a pesar del
martirio.
Un poco de tiempo.
El tiempo no se pospondría indefinidamente (ver com. cap. 1: 1; cf. cap.12:12). El gran
conflicto con el mal debe librarse hasta que llegue a un glorioso clímax. Debe permitirse
que el pecado demuestre su carácter deforme tan plenamente, que luego no quede nunca
ninguna duda en cuanto a la rectitud y justicia de Dios (ver com. cap. 5:13).
Se completara.
Esto no significa que la Providencia ha decretado que un número específico debe sufrir
el martirio. Era necesario que transcurriera cierto tiempo para que quedara plenamente
demostrada la verdadera naturaleza del programa de acción de Satanás, y de esa manera
se destacaran la justicia y nobleza de Dios.
Consiervos.
Gr. sundóulos, "coesclavo" (cf. com. verso 10).
12.
Un gran terremoto.
Pág. 26
Los acontecimientos del sexto sello revelan la destrucción del mundo físico. El profeta
Joel ya había usado la figura de un terremoto para describir los cataclismos de la
naturaleza en el día del Señor (Joel 2:10; cf. Isa. 13:9-11; Amós 8:9; CS:349-351).
Puesto que el terremoto es seguido por el oscurecimiento del sol, y como este último
acontecimiento puede ser ubicado en 1780 d.C. (cf. com. "el sol se puso negro"), este
terremoto ha sido identificado como el de Lisboa, el 1 de Noviembre de 1755, una de las
sacudidas sísmicas más extensas y severas que jamás se haya registrado. El efecto del
terremoto se sintió no sólo en el norte del África, sino que llegó hasta las Antillas. La
identificación del gran terremoto de Lisboa, sugiere que 1755 es una fecha inicial
apropiada para el sexto sello (cf. p. 770).
El sol se puso negro.
El oscurecimiento del sol se menciona en la profecía del AT en relación con las
catástrofes que preceden al día del Señor (ver com. Isa. 13: 10). Jesús destacó
especialmente este fenómeno en su profecía del fin del mundo, y lo señaló como una de
las señales por las cuales sus seguidores podrían saber que su venida estaba cerca (ver
com. Mat. 24:29, 33).
Un cumplimiento espectacular y literal de la escena aquí descrita se vio en la parte
oriental del Estado de Nueva York y en el sur de Nueva Inglaterra, Estados Unidos, el
19 de Mayo de 1780. Un estudio cuidadoso de las crónicas de los diarios de esa época
revela que se produjo una oscuridad inusitada en la parte oriental del Estado de Nueva
York y al suroeste de Nueva Inglaterra alrededor de las diez de esa mañana, y durante el
día se trasladó hacia el este cruzando la parte sur y central de la Nueva Inglaterra, y
penetró hasta alguna distancia en el mar. En cada localidad se informó que la oscuridad
duró varias horas. Este fenómeno ocurrió en el tiempo predicho: "en aquellos días,
después de aquella tribulación" (Mar. 13:24; ver com. Mat. 24:29). Fue observado en
una región donde estaba por aparecer un notable reavivamiento del interés en las
profecías de Daniel y Apocalipsis, y fue reconocido por los estudiantes de esas profecías
como el cumplimiento de este pasaje (ver CS:351-354).
La luna se volvió toda como sangre.
Ver com. Mat. 24:29.
Las estrellas del cielo cayeron.
Ver com. Mat. 24:29; cf. Isa. 34:4. Ver CS:381-382.
Higos.
"Higos verdes" (BA). Gr. ólunthos, que significa para algunos higos tempranos que se
caen antes de madurar. Algunas higueras de calidad inferior dejan caer todos o casi
todos sus higos cuando han alcanzado el tamaño de una cereza. Otros definen ólunthos
como higos tardíos o de verano. Cf. Isa. 34:4.
14.
Como un pergamino.
Gr. biblíon (ver com. verso 5:1). Esta descripción presenta el cielo enrollándose como
un rollo de pergamino. En la cosmología antigua el cielo se consideraba como una
bóveda sólida por encima de la tierra. El profeta ve cómo se descorre el cielo para que la
Pág. 27
tierra quede sin protección delante de Dios. Isaías (cap. 34:4) presenta el mismo cuadro.
Este acontecimiento es sin duda el mismo que fue descrito por Jesús cuando dijo: "las
potencias de los cielos serán conmovidas" (ver com. Mat. 24:29). Este suceso es aún
futuro, pero se relaciona estrechamente con la aparición real del Hijo del hombre en los
cielos.
Todo monte y toda isla.
En el cap. 16:20 estas terribles convulsiones se presentan como sucesos que acontecerán
durante la séptima plaga.
15.
Reyes.
Cf. cap. 16:14; 7:12. La lista que sigue describe toda la gama de la vida social y política
que existía en el mundo de los días de Juan. Aunque la venida misma de Cristo no se
menciona aquí, el contexto expone claramente que está por aparecer.
Los grandes.
Gr. megistán, "persona principal", "noble", " magnate", que corresponde tal vez al latín
magistratus, que designa a un funcionario romano, como Plinio (ver t. VI, PP:62-65, 90).
Este tipo de funcionario a menudo condenó a muerte a los mártires cristianos.
Ricos.
Ver com. Sant. 5:1-6.
Capitanes.
Gr. jilíarjos, 'jefe de mil". En el NT esta palabra se usa para los tribunos militares
romanos (Juan 18:12; Hechos 21:31-33), de manera que aquí probablemente representa
oficiales militares de alto rango.
Los poderosos.
Cf. 1 Cor. 1:26.
Siervo.
O "esclavo".
Libre.
Cf. cap. 13:16; 19:18.
16.
Caed sobre nosotros.
Ver Oseas 10:8; Luc. 23:30. Enfrentarse a Dios en ese momento es más espantoso que
hacer frente aun a la muerte.
Ira.
Gr. org' (ver com. Rom. 1:18).
17.
Gran día.
Ver Joel 2:11, 31; com. Isa. 13:6.
¿Quién podrá sostenerse en pie?
Cf. Nah. 1:6; Mal. 3:2; Luc. 21:36. La escena concluye con esta penetrante pregunta.
Cada uno de los seis sellos que se han abierto muestra una fase diferente del gran
conflicto entre Cristo y Satanás, y cada uno ayuda a demostrar la justicia de Dios ante el
Pág. 28
universo que observa (ver com. Apoc. 5:13). Ahora se produce una pausa en la obra de
abrir los sellos, porque antes debe contestarse una pregunta. Hasta ahora en la
descripción de los terribles acontecimientos que preceden al segundo advenimiento, no
se ha dado indicación de que alguno pueda sobrevivir, y por eso se hace la dramática
pregunta: "¿Quién podrá sostenerse en pie?" El cap. 7 interrumpe la secuencia de los
sellos con el propósito de dar una respuesta adecuada.

COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE


2 3JT:224
6 2JT:258
10 2JT:151
11 PVGM:143
12 CS:349
12-17 CS:382; 3JT:415
13 CS:381
14 PE:41, 290
14-17 PP:353-354
15 PE:292
15-17 CC:16; CS:700; PE:286; 2T:41
16 DMJ:26; 2JT:272; NB:99; PE:76; 1T:74
16-17 DTG:689; 2T:42
17 CS:699-700; 3JT:12; PE:16; 1T:15, 60; TM:444
Pág. 29

https://sites.google.com/site/eme1888 ; eme1888@gmail.com

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