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Relaciones de poder en los procesos grupales, una reflexión desde la Psicología


Social Comunitaria. Capítulo de libro

Chapter · December 2007

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T. Cordero
University of Costa Rica
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Publicado en:

• (1998). Psicología Comunitaria y Relaciones de Poder, reflexiones


alrededor de los procesos de grupo y de la participación de los
agentes externos; En Actualidades en Psicología; volumen 14,
número 96.

• (2007). Relaciones de poder en los procesos grupales, una reflexión


desde la Psicología Social Comunitaria. En Flores Osorio, Jorge
Mario (coordinador). Psicología, globalización y desarrollo en
América Latina. Cuernava, México: Editorial Latinoamericana. pp.
189 a 228.
Relaciones de poder en los procesos grupales,
una reflexión desde la Psicología Social
Comunitaria. (1)
Teresita Cordero Cordero

Resumen

E
trabajo desarrolla una perspectiva sobre el Poder, temática que cobra
importancia tanto teórica como metodológica para la Psicología Social
Comunitaria. Analizar el poder desde la propuesta de Foucault, es inscribirse
en el análisis de la constitución de la subjetividad. Ello implica que en toda relación
el poder esta presente, el mismo no es visto como algo que se posee, o que exista
fuera de las personas. Lograr el poder por parte de las comunidades, y a su vez
asumir el control sobre sus propios procesos, es un valor reflejado desde la
concepción de esta disciplina de la Psicología, pero ello nos lleva a problematizarlo
ya que no sólo, puede ser algo que se enuncia, sino implica tratar de comprenderlo.
Así se introduce el tema de proceso grupal como un elemento necesario para
trabajar en las experiencias comunitaria. Y a su vez se retoman algunas
observaciones con respecto a la actuación de los agentes externos y el ejercicio del
poder que se actúa en la vida de éstas colectividades.

Palabras claves: psicología social comunitaria, relaciones de poder, proceso grupal y


trabajo de los agentes externos.

Introducción
La Psicología Social Comunitaria (PSC), en América Latina, ha tenido un desarrollo
relativamente reciente y se encuentra en constante construcción, como disciplina se
ha estado nutriendo de diversas corrientes de la Psicología y de las Ciencias
Sociales.

En Latinoamérica, experiencias realizadas desde mediados de siglo, como los


trabajos de Paulo Freire en Brasil y los de Orlando Fals Borda en Colombia, entre
otros, empezaron a generar en los años setenta un empuje para la incorporación de
los intelectuales en la búsqueda de soluciones hacia las problemáticas sociales más
apremiantes.

Montero (1989), plantea que ante las teorías de las metrópolis, se intentó poner en
práctica otros métodos, otras explicaciones, o bien introducir modificaciones a lo ya
establecido, sobre todo a partir de la realidad social de nuestros países, llamados,
tercermundistas. En esa época, se enriquece la psicología social con el estudio de la
ideología y asimismo se convierte en un reto el trabajo con las comunidades. El
ideal fundamental fue convertirse en un instrumento de cambio social para resolver
las problemáticas sociales más apremiantes.

La corriente de Psicología Comunitaria de corte norteamericano surge como una


preocupación por la Salud Mental de las personas en condiciones de pobreza. La
pregunta fundamental fue ¿cómo proporcionar consulta psicológica en las
comunidades, promocionando la salud como valor social básico?, así se articula esta
rama de la ciencia a la labor comunitaria. En la década del sesenta se acuña el
termino de Psicología Comunitaria en la convención de psicología del país del norte.
No hay duda que actualmente existen diversas concepciones al respecto y para
mayores referencias se sugiere revisar el trabajo de Serrano y Álvarez (1992), que
hace una excelente revisión de los diferentes paradigmas desarrollados.

La corriente latinoamericana se preocupa por una serie de problemáticas sociales


diversas que van desde el apoyo a las comunidades en sus esfuerzos organizativos,
en procesos de educación popular y en luchas sociales reivindicativas. La Psicología
Comunitaria en su intento de integración ha retomado los planteamientos teóricos
metodológicos de las Ciencias Sociales. Ante esto Castro (1993) hace una serie de
cuestionamientos sobre la creación de la misma como una disciplina, y crítica a
Montero (1984) por retomar una serie de postulados provenientes de otras
disciplinas introduciéndolos como propios, descuidando el tema de la
interdisciplinariedad. Castro (1993) anota, como problema, el querer hacer de la
Psicología Comunitaria una unidad capaz de dar respuesta a la complejidad de los
procesos comunitarios. Asimismo su crítica apela a la realización de un trabajo
integrado desde los aportes de las diferentes profesiones para la comprensión y
para el abordaje de la complejidad de los procesos comunales.

Esta dinámica de reflexión y análisis, sobre qué es la Psicología Comunitaria, se ha


enriquecido enormemente en las últimas décadas, los esfuerzos por sistematización
y la puesta en práctica de experiencias e investigaciones, son una fuente valiosa
para la discusión. Por ejemplo, en un sondeo realizado por Maurer y Sawaia (1991),
en algunos países del Cono Sur, encuentran, que él o la psicóloga, han asumido un
papel activo con los grupos organizados, entidades comunitarias y barrios.
Concluyendo que el factor denominador de todos ellos es el intento por lograr una
práctica transformadora, la cual conlleva la concientización y la búsqueda de la
autonomía de las comunidades, luchando para que se respeten los intereses
propios versus los intereses foráneos. Agregan a su trabajo el papel protagónico de
las Universidades de los distintos países que han posibilitado los esfuerzos de
trabajo en dichos espacios.

Serrano-García y Álvarez (1992), expone que la Psicología Social Comunitaria, por


su parte, intenta poner al servicio de las comunidades el bagaje de la psicología y a
su vez colaborar con el cambio social planificado. Las experiencias realizadas
generan aportes desde la investigación y la evaluación, promoviendo la
participación activa de los sujetos en su propio desarrollo. La metodología de
trabajo se logra estructurar a partir de acciones concretas en las comunidades,
problematizando aspectos alrededor de la identificación de los problemas y las
necesidades, así como la búsqueda de soluciones planificadas y las vías para
evaluar las experiencias.

En Costa Rica el desarrollo de la Psicología Comunitaria, no ha estado exento en


toda esta dinámica que se ha desplegado. Ha sido la Universidad por excelencia
quien ha permitido incursionar en esta área de la psicología, con un desarrollo
posterior en la práctica profesional, ya sea dentro de instituciones gubernamentales
o no gubernamentales. Un trabajo que resume el desarrollo en Costa Rica, en la
década de los años ochenta se encuentra en el trabajo de Garita y Vargas (1990).

El surgimiento de experiencias prácticas en América Latina y Norteamérica, la crisis


de la Psicología Social, las situaciones de pobreza y carencia social prevalecientes
en el continente y el compromiso social de algunos psicólogos y psicólogas, han
hecho posible el surgimiento de la Psicología Comunitaria, la cual presenta una
pluralidad de posturas teórico-metodológicas y epistemológicas que se hace
necesario explicitar. En el presente trabajo en particular se retomará el marco
general de la Psicología Social Comunitaria corriente latinoamericana.

Propuesta de la Psicología Social Comunitaria


Montero (1984), define a esta corriente de la psicología como:

“... La rama de la psicología cuyo objeto es el estudio de los


factores psicosociales que permiten desarrollar , fomentar y
mantener el control y el poder que los individuos puedan ejercer
sobre su ambiente individual y social, para solucionar problemas
que los aquejan, y lograr cambios en esos ambientes y en la
estructura social” (p. 390).

Para Serrano-García y Álvarez (1992), los planteamientos de Montero proponen un


aprendizaje de la utilización del Poder y por lo tanto cambiar el foco de control
hacia la comunidad. Se basan en los siguientes valores:

“a) la deseabilidad del autocontrol, b) el reconocimiento del objeto


de estudio es su vez un agente activo, c) el reconocimiento de que
el centro del poder está en la comunidad, por lo tanto todo
proceso transformador debe surgir en y desde ésta, y d) la
deseabilidad de la unión teoría práctica” (p.56).

Es a partir de la existencia de una comunidad cuya entidad se concibe como un


espacio de intervención, la cual no necesariamente es homogénea y por el contrario
puede ser contradictoria y conflictiva. Allí están en juego cantidad de prácticas
sociales y dinámicas de relación que la particularizan.

Las tendencias neoliberales buscan una reducción del papel de las instituciones del
Estado, retomando el supuesto que defendemos del “protagonismo” de los sectores
locales, pero esto no siempre cumplen con lo que se proponen y más bien pueden
ir en detrimento de la formación de organizaciones y de la autonomía (2). Así en los
años noventa , cuando se escribió la mayor parte de este trabajo, se empezaba a
sentir la tendencia por trasladar a las comunidades muchos de los servicios
estatales. Esto ha se convirtió en un mecanismo de privatización de los servicios
sociales, con una carga económica extra para las familias. Basta pensar en los
servicios de salud y educación.

Este cambio de la relación Estado-comunidad pretende ser problematizada desde


una lectura basada en las relaciones de poder, sobre todo cuando se introducen
agentes externos en relación con los destinatarios de programas gubernamentales
en las comunidades.

La comunidad, contemplan aspectos de relación no manifiestos, entre los cuales se


puede menciona: las relaciones internas que se desarrollan en las poblaciones; la
historia común que consolida un sentido de pertenencia; la dinámica de relaciones
de poder que se establecen; la significación subjetiva de los acontecimientos y del
lugar de residencia; las formas organizativas que se han construido a través del
tiempo; los procesos de desarrollo involucrados en la producción y las condiciones
propias de existencia que gestan una constelación de identidades posibles que nos
hablan de un colectivo socio-cultural.

Las comunidades, por otra parte, no están aisladas sino por el contrario establecen
y tienen relaciones con otras comunidades, organizaciones e instituciones, cuya
presencia se puede comprender como agentes externos que se mueven dentro de
la complejidad de la dinámica social interna, aunque en muchos momentos,
podríamos como profesionales no tener mucha idea de lo que esta aconteciendo.

Se argumento que podríamos estar con muy buenas intenciones, pero más que
estimular la autonomía y la independencia hacemos todo lo contrario fomentar el
asistencialismo, el utilitarismo y el paternalismo. Un ejemplo de ello son los partidos
políticos, que en las coyunturas electorales, movilizan a sus partidarios ofreciendo
beneficios que no necesariamente podrán cumplir, produciendo divisiones internas
en la dinámica comunitaria. Por tanto, tenemos que tener claridad de que las
comunidades, son espacios complejos de convivencia social que están constituidos
por las historias personales y sociales tanto de los grupos a los que pertenecen,
como de la sociedad en que se desarrolla.

El análisis psicosocial puede ser una respuesta para enfrentar la complejidad de los
procesos de los grupos comunales con los cuales trabajamos. Esto debería
significar, conocer las formas de relaciones intersubjetivas, propias de la dinámica
socio cultural, que se ha venido construyendo a través de la historia de la vida,
sobre concepciones de mundo, de sociedad bajo contextos y prácticas sociales.
Todo ello para tener un acercamiento ético que nos permita respetar a las personas
en sus procesos, respetando los Derechos Humanos fundamentales (3).

Así, podemos coincidir con Serrano-García y Rivera (1992), cuando explican que el
marco conceptual de la Psicología Social Comunitaria en Puerto Rico se ubica desde
una perspectiva social, que investiga: “las formas de integración del ser humano en
la sociedad y las formas en que esta integración se ha alterado y se puede alterar”
(p. 79).

Ahora bien, desde la perspectiva que estamos exponiendo, el análisis debe ubicarse
en el nivel de las relaciones sociales y no en la conducta social. Por tal razón,
comprendemos que el ser humano es un producto de su proceso histórico-social y
no un repertorio de conductas. La Psicología Social Comunitaria, esta interesada en
desarrollar temas sobre la construcción de la ideología, la comunicación, el
lenguaje, las formas de interacción social en especial las cotidianas, los aspectos
culturales y los fenómenos del control y el cambio social y un mejor ejercicio del
poder.

... El análisis de la comunicación y la ideología le permite al


psicólogo comunitario reconocer las definiciones sociales de la
realidad que están vigentes y entender la perspectiva histórica de
las mismas. El estudio de la socialización: la inversión del individuo
dentro del proceso colectivo de reproducción de las condiciones de
existencia (Serrano, 1991, pp. 4-5 ).

Todo lo anterior, nos interpela sobre la necesidad de ir desarrollando una Psicología


Social Comunitaria que sea capaz de integrar y visualizar coherentemente,
temáticas pertinentes para el análisis de los fenómenos psicosociales que aporten a
los procesos colectivo, dentro de un equilibrio permanente entre las necesidades
comunales y las necesidades profesionales. Debería haber una claridad ética
cuando trabajos con los grupos humanos, tratando también de entender el impacto
que tiene nuestro trabajo y las implicaciones a futuro.

Tal como se puede ver en América Latina, hay un desarrollo que retoma e integra
aspectos importantes para el trabajo con las comunidades y es por ello que a
manera de síntesis, vamos a enfatizar algunos principios o supuestos básicos, que
no serán los únicos y que deben ser enriquecidos.
1. Los seres humanos somos personas capaces de generar acciones que nos
permitan solucionar problemas. Así podemos argumentar que existe la
capacidad de autogestión, la cual se potencia en la organización, y por ello
se logra en muchos casos construir resistencias a la dominación de manera
distinta. La Investigación Participativa como concepción viene a reforzar esta
posición cuando plantea que es: “un proceso donde el sujeto social
desarrolla conocimiento, saber y tecnología, partiendo de que cada grupo
social tiene un modo particular de producir conocimiento y socializarlo”
(Cordero y otros, 1990, p. 39).

Concebir a los participantes como sujetos activos del proceso es respetar los
derechos humanos a la autonomía y ubicar el centro del poder en los grupos
humanos y no en el agente externo. Esta visión significa luchar contra la
idea muchas veces generalizada de los grupos humanos de que no son
capaces, que no saben y no pueden resolver los problemas. Ello nos
demanda varios niveles de concientización, por una parte con las y los
involucrados y por otra con nuestra propia concepción como profesionales.
Estos niveles de sujeción social requieren una ruptura con las formas de
dominación ideológicamente instauradas.

2. Por otra parte, al concebirnos como seres capaces podemos también


reconocer que las personas podemos objetivar lo que hacemos, podemos
decodificar la realidad a partir de un ejercicio de reflexión y acción. Por eso
desde la ciencia hablamos que hay una unión indisoluble entre sujeto y objeto.

En este sentido, los planteamientos de la Educación Popular, vienen a dar un


marco conceptual que enriquece esta postura. Así para Freire (citado por
Torres, 1988), la educación se constituye en un proceso permanente, el
punto de partida se constituye en el diálogo, entendido como la relación de
comunicación existente entre los seres humanos, así como, entre éstos y la
naturaleza. El trabajo que se desarrolle debe tener bases solidarias, ya que
todos dependemos unos de los otros para sobrevivir y darle sentido al
mundo. Este diálogo es el que debe privar entre los involucrados en los
procesos donde todos y todas aprendemos unos de los otros:

Para mí, el educador, como uno de los sujetos que conoce, es


indispensable a la práctica pedagógica, que solo se completa, con
todo, en la medida que tiene, por el otro lado, ese otro sujeto de
conocimiento que es el educando. Por eso mismo, entonces, es que el
educador es educador-educando, y que el educando es educando-
educador... (Torres, 1988, p. 36).

3. Y así todos los seres humanos, establecemos relaciones como sujetos


valiosos e inteligentes, nuestra tarea será propiciar procesos de reflexión
conjunta, en donde lo que prive sea el diálogo sobre las vivencias tanto
objetivas como subjetivas, y que desde allí se gesten acciones colectivas. El
rol de los profesionales se convierte en el de colaboradores de procesos
sociales, poniendo al servicio de las comunidades el bagaje del saber
científico, con una dosis de respeto sobre las decisiones grupales. El peligro
esta en creernos en los dueños del saber y por lo tanto monopolizar las
decisiones.

4. Como lo plantea Martín-Baró (1990), todo proceso de grupo debe partir de


una actividad, la cual esta unida a un proceso que gesta la acción, donde se
produce entonces, una praxis política, que posibilita un actuar que parte de
la propia realidad para la organización. Esta actividad da la posibilidad de
construir la identidad grupal y desarrollar el ejercicio del poder.

5. Desde la Psicología Social Comunitaria, debe existir claridad para propiciar la


unión imprescindible entre práctica y teoría. Pero ¿cómo i ntegrar la teoría y
la práctica?, se constituye en una pregunta indispensable como lo expresan
los siguientes autores: “La identidad entre teoría y práctica es un acto
crítico, de encuentro y superación y no de anulación de uno en el otro”
(Maurer y Sawaia, 1991, p. 72). “ Unidad dialéctica que nosotros casi nunca
sabemos hacer, porque en el fondo nos hacemos una oposición entre
práctica y teoría, cuando lo que sucede es que práctica y teoría se
constituyen en una unidad contradictoria”. (Freire, citado por Torres, 1988,
Pág. 81).

6. Los procesos grupales, implican procesos educativos que a su vez, tienen


que ser un acto de libertad, que se logra al tener una posición crítica, la cual
surge de la mirada(4), atenta a la realidad: “la educación debería ser
exactamente eso: una práctica, una experiencia de creación y recreación
propia de la vida” (Codecal, 1982, p. 13). Es la reflexión conjunta de la
praxis, la que tiene que ver con la unidad dialéctica práctica-teoría.
Reflexionar sobre la propia realidad implica develar múltiples formas de
ocultamiento. Requiere a su vez conocer, entender y comprender los
procesos psicosociales de relación e instauración de prácticas sociales que se
muestran por medio de hábitos, costumbres y tradiciones que organizan la
vida en todos los espacios cotidianos. Y hemos de enfatizar que no es un
asunto del agente externo, como suele suceder, sino la comprensión debe
ser colectiva y apropiada por parte de las personas protagonistas del
proceso grupal.

7. Por otra parte, hemos de comprender que la praxis social es compleja y esta
llena de contradicciones. Praxis que transita en la vida de las personas desde
la intersección de lo individual y lo social. Esto significa desmitificar
esquemas, como que en los grupos humanos no existen conflictos, por el
contrario, los roces y dificultades son a su vez un motor básico para el cambio.
Tres temas importantes se desarrollaran a continuación cada uno en apartados
distintos, pero que se interrelacionan entre sí. El primero de ellos es la discusión
teórica sobre lo que es el poder, el segundo es el esfuerzo por problematizar los
procesos grupales dentro del trabajo comunitario y el último la reflexión sobre el
papel de los agentes externos en el contexto neoliberal de la década de los noventa
en la vida de las comunidades. Estas inquietudes son el producto de la reflexión a
partir de la concepción anteriormente descrita y de las experiencias de trabajo
comunitario con sectores campesinos y con grupos de mujeres (ver Cordero y otros
1993 y Cordero 1996).

Relaciones de Poder
El tema de las relaciones de poder, que en este trabajo se intenta conceptualizar
proviene como marco general de algunos aportes de Michel Foucault, autor que
entre otros aspectos trabajó con dicho tema -como él lo expresa-, interesado por la
constitución de la subjetividad. Cabe destacar que hay otros autores que se
retoman, por lo que la lectura y el resumen que se hace esta tematizado por la
interpretación de la autora. No obstante, se propone con el presente trabajo
generar la discusión.

A diferencia de otras posturas, el poder para Foucault, no es visto como algo que se
posee. El Poder se ejerce en todas las relaciones que establecemos. Desde esta
perspectiva, por ejemplo, las clases dominantes no son las dueñas del poder,
plantea el autor que ello es tan solo una envoltura de algo que es mucho más
complejo. (Foucault, 1984).

¿Cuál son las formas en qué se gestan los procesos intersubjetivos y su relación
con el poder? ¿cómo se constituye la subjetividad de las personas, en un mundo
lleno de limitaciones tanto materiales como sociales, y cómo se dan los procesos de
sujeción y dominación? ¿cómo todo lo anterior se expresa en el trabajo comunal?

Foucault como historiador, desarrolló su trabajo alrededor de temas como: la


locura, la sexualidad, el castigo y el control social.

Mi objetivo, por el contrario, ha consistido en crear una historia de los


diferentes modos de Subjetivación del ser humano en nuestra cultura.
(Foucault, 1988, p. 227)

Las problemáticas de las comunidades son de diversa índole, entre ellas se puede
encontrar las luchas por intereses propios, existe la tensión entre lo individual
versus lo colectivo. La intervención de instituciones estatales, también van con sus
propios intereses, creando en ocasiones una obstaculización de procesos grupales
enmancipadores. Muchos ejemplos podemos dar al respecto: los manejos de los
partidos políticos que dividen a los grupos comunales; las formas de liderazgo que
se establecen y que responden más a ideales autoritarios que a logros
democráticos; la intervención de los profesionales que pensamos que todo lo
podemos resolver fomentando la dependencia y el paternalismo, generando a su
vez, una imagen de minusvalía de los pobladores.

Esto nos lleva a realizar otras preguntas para la Psicología Social Comunitaria
¿cómo lograr la autogestión, la autonomía y la solidaridad entre los grupos de las
comunidades, y cómo hacer un ejercicio de poder para el bien común? ¿cómo las
comunidades pueden reconocer la opresión de que son objeto?, y ¿cuál es la vía
para ejercer el poder desde los sectores sociales directamente involucrados?

De los planteamientos de Foucault, se obtienen algunas ideas, las cuales para él no


debían de ser consideradas como teoría o metodología, sino como aportes para el
análisis. Atraparse en la teoría a priori es una forma de sujetación, por ello se apela
a un pensamiento crítico y una revisión constante de la temática, «con todo, para
nosotros, el poder no es sólo una cuestión teórica, sino que forma parte de nuestra
experiencia» (Foucault, 1988, p. 228). Experiencia que implica someter nuestro
propio trabajo a la revisión y reflexión. Con esta visión autocrítica se pueden
resumir las siguientes ideas que permiten establecer un marco flexible de análisis
que obviamente estarán en construcción permanente.

Ideas sobre el poder


Martín-Baró (1989), plantea que al hablar sobre el poder, se hace mención a una
forma de relación que invade todos los ámbitos de los seres humanos. En toda
acción humana el poder se ejerce y se convierte en la razón más decisiva y el
motivo más perentorio del quehacer humano. El poder se ejerce en la vida
cotidiana (5), en los acontecimientos sociales, en las relaciones interpersonales, en
las rutinas diarias, en los roles sociales, en los procesos de grupo, en fin el poder es
omnipresente.

Lagarde (1991) por su parte, considera como los sujetos tienen poderes distintos,
pues se vive en un mundo donde se dan relaciones de opresión y de dominación de
todo tipo. El profesional de la psicología comunitaria, tiene poder en determinado
momento, pero a la vez, es sometido al poder de otros sobre todo cuando
representa a ciertas institucionales. Los grupos comunales pueden ir consolidando
formas de relación de poder que hacen posible el avance de los proyectos sociales
o por el contrario los obstaculizan. ¿cómo comprender junto con los participantes
de procesos grupales, la dimensión de sus actuaciones?. Y por otra parte, ¿cómo se
genera la participación comunitaria dentro del contexto contradictorio de la vida
cotidiana?

El poder dice Foucault, se ejerce en un momento dado. «...el poder se ejerce a


partir de innumerables puntos y en el juego de relaciones móviles y no igualitarias»
(Foucault, 1987, p. 114)
Las relaciones de poder obedecen a estrategias con intencionalidad pero no
necesariamente corresponden a un sujeto o varios sujetos en particular. Enjuiciar,
controlar, castigar, quitar, expropiar y perdonar son formas del ejercicio del poder.
Las prácticas sociales le dan una direccionalidad a los procesos sociales
(comunales). (Foucault, 1988). Un ejemplo de ello son las relaciones de género en
una sociedad patriarcal, que ha instituido prácticas ideológicas que a su vez
producen acciones culturales que legitiman las desigualdades entre hombres y
mujeres: «...lo determinante en la identidad de género, desde el nacimiento, las
experiencias, ritos y costumbres que se consideran masculinas o femeninas y
concluyó que la asignación y adquisición de la identidad es más importante que la
carga genética hormonal y biológica» (Lamas, 1992, p. 1)

La subordinación en muchos momentos está internalizada como algo «natural», ello


se ha llegado a constituir en los procesos de socialización que en si mismas son
prácticas sociales establecidas y definidas. En el trabajo con las comunidades, estas
formas internalizadas van a estar conduciendo acciones coherentes con lo impuesto
por el sistema social imperante, entonces, ¿cuál será la lucha por construir formas
de relación igualitarias, democráticas y solidarias? Habrá que practicar la reflexión y
el análisis sobre las formas de sujetación, para luego lograr realmente construir
«comunidades», Marín-Baró (1989), coincide que el poder esta incluido en las
acciones humanas, le impone una dirección y de forma mediata se configura el
mundo de las personas, determinando los elementos constitutivos de esa acción.

Otra forma de dominación social es la producida a través de la institucionalización


de rutinas, por la aceptación de las normas que esas rutinas introducen y que
sirven de base a la socialización. En la socialización se genera un sometimiento a
los intereses sociales impuestos por el ejercicio del poder. Se vuelve natural e
incuestionable la manera de hacer las cosas, dentro del sistema social, se
constituye, por lo tanto, en una forma de control social. Las prácticas del poder van
a definir el comportamiento en las instituciones fundamentales como la familia, la
escuela, el trabajo, etc. Se internaliza como natural que unos tengan dominio
sobre otros, por lo cual, cuestionar el «derecho» a ejercer el dominio sobre el otro,
resulta difícil. Basta mencionar las relaciones en los hogares entre padres e hijos,
entre hombre y mujer. En las instituciones de socialización secundarias, como por
ejemplo, la escuela, la maestra o el maestro enfrenta de sus alumnos tienen un
mando casi absoluto y éstos a su vez está subordinados a los jefes. Todas éstas
formas establecen jerarquías y formas de relación subordinadas.

El ejercicio del poder consiste en conducir o guiar conductas, y en arreglar


posibilidades, se estructura el campo posible de acción de los otros. Es la acción de
gobernar sobre «sujetos individuales o colectivos, enfrentados con un campo de
posibilidades, donde pueden tener lugar diversas conductas, diversas reacciones y
diversos comportamientos.» (Foucault,1988, p. 239)
Reflexionar sobre las relaciones que se establecen al interior de los grupos, y en
relación con otros fuera de este es un ejercicio obligado para colaborar en los
procesos de concientización. El análisis de los procesos grupales por excelencia, es
un campo propicio para entender las relaciones de poder. El grupo tiene como
característica que es una estructura social, en la que se produce una serie de
comunicaciones interdependientes entre los individuos. Esta estructura está inserta
en una realidad concreta específica, que a la vez se encuentra ubicada
históricamente. Las condiciones subjetivas que conforman el grupo, las condiciones
socio-históricas en las que se desenvuelve y las relaciones que establecen al interior
y en relación con otros son parte de un obligado análisis para la reflexión de los
procesos psicosociales. «solo el grupo aparecerá en su carácter dialéctico, como
lugar privilegiado donde lo personal confluye con lo social y lo social se
individualiza» (Martín-Baró, 1989, p. 106).

El grupo se constituye en el lugar en el que las necesidades personales y colectivas


se expresan y algunas veces se satisfacen. Hay grupos que surgen producto de las
problemáticas y las particularidades de los lugares que lo compone, pero también
hay otros grupos que surgen para responder a las necesidades de las institucionales
gubernamentales o no. Pues bien, ¿cómo se gestan estas experiencias en las
comunidades?, ¿qué tipo de identidad se constituye? y ¿cómo el poder se ejerce?

El rescate de la memoria colectiva favorece el fortalecimiento de los procesos


grupales. La memoria colectiva de la comunidad es fundamental para cuestionar su
pasado y su presente y participar de forma activa en su futuro. «Esta tarea es un
desafío, porque la comunidad no es homogénea. Entonces redescubrir es también
entender la dinámica comunal, de sus grupos étnicos, clases sociales y tipo de
economía» (Ayales y otros, 1991, p. 113).

El ejercicio del poder es un modo de acción de unos sobre otros, y actúa sobre el
campo de posibilidades o de comportamientos de los sujetos. A su vez se presenta
como estrategia compleja de acción. Es un conjunto de acciones sobre acciones
posibles; opera sobre el campo de posibilidades o se inscribe en el comportamiento
de los sujetos: incita, induce, seduce, facilita o dificulta; amplía o limita, vuelve más
o menos probable; de manera absoluta; con todo, siempre es una manera de
actuar sobre un asunto actuante o sobre sujetos actuantes, en tanto que incita a
actuar de determinada manera; rutinas cotidianas que mantienen formas de
explotación y subordinación en todos los ámbitos de la vida cotidiana; relaciones
institucionales definidas que marcan límites posibles para actuar y las normas
legitimadoras tanto de actos aceptados como prohibidos. Los efectos de dichas
estrategias efectivamente se dan de manera diferenciada en nuestra sociedad,
basta con mencionar la desigualdad entre hombres y mujeres.

Para Foucault, donde se dan las relaciones de poder, se produce resistencia, no es


posible concebir el poder sin algún tipo de oposición «no puede existir más que en
función de una multiplicidad de puntos de resistencia: éstos desempeñan, en las
relaciones de poder, el papel del adversario, de blanco, de apoyo, de saliente para
una aprehensión» (Foucault, 1987, p. 116)

La resistencia como un polo activo en las relaciones de poder se convierte en una


vía óptima de estudio y acercamiento para el develamiento de las relaciones de
poder. Por ello Foucault trabajó la locura, la ilegalidad, la sexualidad.

Se destaca que éstas luchas -resistencia- no sólo implican enfrentamientos contra la


autoridad, sino que son manifestaciones en el sentido de expresar la forma en que
los seres humanos nos relacionamos en la sociedad. Las expresiones de resistencia
no se dan de igual manera, aunque si se luche contra eventos parecidos o
similares. La resistencia va dirigida a defenderse contra las consecuencias de las
actuaciones inmediatas y cercanas, por lo cual, no se logra reconocer las
estructuras sociales que posibilitan dicha actuación. Por otra parte, se da una lucha
contra los privilegios del saber, por ello no se cuestiona el conocimiento científico
por si solo, sino el modo en que se articula con el poder. Poder y Saber están
íntimamente relacionados. «Por ejemplo, no se critica la profesión médica
especialmente por ser una empresa lucrativa, sino porque ejerce un poder
incontrolado sobre los cuerpos, la salud de los individuos, su vida y su muerte»
(Foucault,1988, p. 230)

Poder autoafirmarse como grupo para buscar acciones en pos de la transformación


es una tarea muy compleja. La autogestión implica un proceso a largo plazo de
construcción de nuevas posibilidades y alternativas que enfrenta las formas
tradicionales de dominación que se han establecido en nuestra sociedad entre ellas
instituciones-comunidad. Enfrentarse a los profesionales, que ostentan el poder-
saber no es un asunto fácil y por el contrario los mecanismos de resistencia, surgen
por un fortalecimiento de lo que somos capaces como seres humanos y de la propia
individualidad y particularidad, al considerarnos valiosos, aunque no exista una
legitimidad social, ejemplo son los diferentes movimientos sociales reivindicativos.
Este desconocimiento de las identidades y particularidades hace que se impongan
políticas económicas y sociales que privilegian los objetivos institucionales por sobre
las necesidades de los sectores comunales.. «Esta forma de poder se ejerce sobre
la vida cotidiana inmediata que clasifica a los individuos en categorías, los designa
por su propia individualidad, los ata a su propia identidad, les impone una ley de
verdad que deben reconocer y que los otros deben reconocer en ellos» (Foucault,
1988, p. 231)

Para Foucault, las luchas no deben darse tanto al atacar a tal o cual institución,
grupo o élite, sino sobre la técnica, sobre la forma en que se ejerce el poder. Hay
por lo tanto, tres formas básicas de resistencia; dominación, explotación y sujeción

«Las que se oponen a las formas de dominación (étnica, social y


religiosa); las que denuncian las formas de explotación que
separan a los individuos de lo que producen; y las que combaten
todo aquello que ata al individuo a si mismo y de este modo lo
someten a otros (luchas contra la sujeción, contra formas de
subjetividad y de sumisión)» (Foucault,1988, p 231)

Cada una de estas formas de lucha se han dado solas o combinadas, y dependiendo
del momento histórico alguna de ellas han predominado. De hecho propone
Foucault, que la última es la que con mayor énfasis se da en la actualidad, sin
perder de vista que coexisten las otras.

Uno de los objetivos principales, sería construir nuevas formas de subjetividad,


rechazando las formas de relación que nos han sido impuestas durante varios
siglos. El marco de trabajo comunal implicará una revisión constante sobre las
propias experiencias concretas y una práctica reflexiva para develar no sólo las
formas de opresión social (explotación y discriminación), sino también nuestras
formas de sujetación y ocultamiento de la realidad de opresión, que vivimos y
actuamos en los procesos comunales.

Para Foucault, es necesario tomar en cuenta los siguientes aspectos para realizar el
análisis de las relaciones de poder. Las relaciones de poder al ser analizadas
requieren:

1. Analizar las diferencias que se dan en el actuar de unos sobre otros, ya sean de
tipo jurídico, tradicional, de estatus, económicas, lingüísticas, culturales y de
destrezas y competencias, reconocer las diferencias como parte de las posibles
estrategias para poner en común;

2. El tipo de objetivos perseguidos; mantener privilegios, acumular ganancias,


hacer valer la autoridad, ejercer una función o un oficio, es necesario tener
claridad sobre las acciones que se dan;

3. La forma de ejercer el poder, ya sea por la fuerza, la palabra, por el dominio


económico, por mecanismos complejos de control social, sistemas de vigilancia
o por la violencia. Es por esta razón que Martín-Baró (1989) expone que hay
diversas formas como el poder se expresa y no todas ellas se presentan de
forma violenta.

4. Las formas institucionales de poder, donde se pueden mezclar disposiciones


tradicionales, estructuras jurídicas, costumbre, reglamentos propios o
jerarquías;

5. Los grados de racionalización que se argumentan, la eficacia de los


instrumentos que se utilizan en el ejercicio del poder y la certeza de los
resultados que se obtienen. «El ejercicio del poder no es un hecho bruto, un
dato institucional, ni es una estructura que se mantiene o se rompe: se elabora,
se transforma, se organiza, se provee de procedimientos, que se ajustan más o
menos a la situación...las relaciones de poder estén arraigadas en el tejido
social» (Foucault, 1988 p. 242)

Martín-Baró (1989) postula tres elementos que complementan lo ya planeado:

A. Posesión de recursos, uno de los sujetos de la relación, posee algo que el otro
no posee. Hay un desequilibrio en los recursos.

B. Uno de los miembros es superior en algo al otro. El jefe de familia, en el hogar


aunque él realmente no genera todos los ingresos, socialmente tiene legitimado
el uso indiscriminado de los recursos. La posesión de los medios de producción
es la principal base de poder social y la que se extiende a la mayor parte de los
ámbitos de la vida humana. No obstante, existen formas de relación que
permiten que unos actúen sobre otros, aún cuando no sean los dueños
inmediatos, ejemplo de ello son los directivos de las compañías transnacionales
que pueden tomar decisiones importantes sobre la vida de miles de seres
humanos.

C. Efectos de la relación, el resultado más obvio es la obediencia y sumisión, por


un lado, y por otro el ejercicio de la autoridad, el dominio.

El poder define el quehacer de las personas o los grupos y ellos gravitan como
formas cotidianas de relación, que se naturalizan y se institucionalizan. Las formas
de resistencia se articulan como expresiones alternativas, a veces creativas y
positivas, pero otras como esfuerzos infructuosos.

Las relaciones de poder están intrínsecas en toda relación y por lo tanto es


fundamental realizar su análisis, retomando lo que acontece a las personas y a los
grupos, con el interés de reconocer y visualizar formas alternativas de relación. El
reto esta en crear condiciones sociales para la reflexión y el análisis conjunto, de
todo lo que acontece en la vida cotidiana, así como las relaciones entre los
pobladores como para los agentes externos.

Como fuerza política el Estado y sus instituciones, tienen un papel importante en la


conformación de las relaciones sociales ya que establece estrategias sofisticadas de
tipo jurídico, y/o legal. Esta forma organizada representada en el Estado, regula y
controla las acciones de los diversos grupos sociales, por ello se abre un posible
campo de investigación-participativa que busque responder ¿cuál es el papel de las
instituciones gubernamentales en los procesos comunales?

Proceso grupal en los espacios comunitarios


La organización popular se expresa desde múltiples agrupaciones que van desde
movimientos sociales de barrio, estudiantiles, de mujeres, creyentes o pueblos
enteros que actúan sobre la vida social en pos de conseguir objetivos diversos.
Puede ser que dichos intereses tengan continuidad en el tiempo o por el contrario
sean de corta data.

En esta heterogeneidad de manifestaciones podemos encontrar que el elemento de


grupo es fundamental y que allí ocurren procesos que requieren ser interpretados a
la luz de cada caso en particular. Lo anterior no quita se pueda transitar por esta
temática en el entendido de proponer una discusión al respecto. por lo cual, no
deben de ser vistas las ideas expuestas como una receta que hay que encajar en
cada realidad.

Es importante realizar algunos considerandos antes de continuar:

1. Cabe destacar que no toda reunión de personas puede llegar a ser interpretado
como un grupo como tal, sino más bien como una aglomeración. Es muy usual
dar la impresión que cuando existe una reunión de personas, allí se ha
conformado un grupo. Puede ser que dicha experiencia no sea más que una
respuesta a agentes externos y los participantes se miran a sí mismos como
simples receptáculos de información.

2. Los intereses individuales que mueven en muchas ocasiones la conformación o


reunión de personas ante problemáticas, diversas, no necesariamente llegan a
constituir un grupo con fuerza o con identidad. Puede que más bien podamos
reconocer en la diversidad agrupaciones circunstanciales o coyunturales que
actúan dentro del entramado social, pero no se llega a consolidar como un
grupo.

Los procesos grupales son una expresión importante en el trabajo con las
comunidades y los mismos son el espacio privilegiado de acción. Allí se resuelven
necesidades y conflictos de todo tipo y se potencian acciones en una dinámica
compleja de constante aprendizaje. La formación de grupo implica lograr construir
intereses comunes, estableciendo a su vez formas de comunicación directas entre
sus miembros con objetivos claros que potencian nuevas posibilidades. ¿cómo se
desarrolla, evoluciona y funciona un grupo? ¿cuáles son los mecanismos que se dan
para construir alternativas colectivas de este tipo?

La historia de funcionamiento de los grupos permite comprender los diversos


momentos que se ha vivido, desde las crisis y los avances, sus logros y los
desaciertos. La reflexión alrededor de dichos momentos pueden servir para
consolidar un conocimiento propio sobre si mismo y a la vez comprender los puntos
donde se producen rupturas y cambios importantes, fortaleciendo la identidad
grupal. El rescate de la historia colectiva no siempre se realiza y pareciera no ser
importante, pero es un elemento fundamental para construir ese conocimiento que
construye un sentido de colectividad.

Las acciones del grupo como tal permiten entender el eje sobre el cual gira la
formación del mismo, (Martín-Baró, 1989) y permite articulación y cohesión. Por
eso cuando los objetivos para reunirse se han logrado, se produce la disolución del
colectivo que le dio sentido, existen múltiples ejemplos que se encuentran en las
experiencias comunales. Las formas organizativas son un proceso complejo que
interactúa cotidianamente y se puede observar cuando se llevan a cabo las
actividades y los objetivos propuestos, cruzando con las características de las y los
participantes en el mundo de relaciones intersubjetivas.

La relación con otros permite identificar el manejo de opciones y posibilidades que


se articulan con la realidad en que está inmerso el colectivo. Y a su vez las políticas
sociales están actuando en el proceso grupal y en la consolidación como
organización.

Los grupos para resolver sus necesidades no sólo establecen relaciones hacia el
afuera, sino que deben enfrentar un proceso de constante aprendizaje y reflexión
sobre su propia forma de actuar. Hemos de entender que en los grupos se
reproducen formas de relación vertical y asimétricas, como un reflejo de la sociedad
en que estamos. Las formas autoritarias de relación se reproducen al interior de las
organizaciones y son una de las luchas cotidianas que afectan la vida grupal. Las
instituciones gubernamentales y a veces las no gubernamentales refuerzan
prácticas que tienden a mantener las asimetrías.

Mucho tenemos que dar cuenta los profesionales al respecto, sobre todo en la
relación de investigadores y pobladores, ya que nos presentamos como los técnicos
con un poder-saber que puede dar al traste con las posibilidades de las personas
para desarrollar sus potencialidades.

Para profundizar sobre este tema, se sugiere revisar el trabajo de Cordero (2006b)
que se encuentra en la web.

Mecanismos internos de poder


1. La inclusión o exclusión del grupo es un mecanismo de poder que se produce de
diferentes maneras en cada grupo. La pertenencia al grupo es muy importante
dentro de la subjetividad personal, sin embargo, necesitamos contar con una
legitimidad apoyada por el resto de las y los participantes. Puede ser común
basarse en el argumento de tener mayor autoridad para definir acciones por el
hecho de tener más tiempo de afiliación o por haber vivido momentos que otros
no lo hicieron. El ejercicio del poder, al no comunicar ni informar, da por sentado
que ello está en la memoria de todos y todas, sin entender que solo contándolo
y conversándolo se puede compartir el conocimiento y así fortalecer la
convivencia colectiva.

2. Otro mecanismo muy poderoso es el acto de chismear, el cual de acuerdo al


diccionario es sinónimo de desacreditar. Esto tiene una intención muy distinta a
la necesidad de reflexión sobre las experiencias. Los comentarios negativos y/o
chismes afectan las relaciones tanto interna como externamente y en muchas
ocasiones dependiendo de cómo son interpretados y resueltos, se convierten en
obstáculos para realizar acciones o por el contrario potencian la reflexión y se
logra limar asperezas.

Unido a lo anterior, está la capacidad de aceptar críticas constructivas y


reconocer errores o valorar los comentarios por parte de las personas
involucradas. En los grupos existen personas que son muy susceptibles a los
comentarios llegando a sentirse atacadas y cuestionadas sin razón, ya sea por
considerar injusto lo que se dice o por no reconocer las propias limitaciones de
sus actuaciones. Esto se puede cruzar con una historia personal de constantes
humillaciones que han consolidado una baja autoestima. Lo que si está claro es
que no expresar las opiniones acumula resentimientos que luego repercuten en
el trabajo que se realiza.

El diálogo se convierte en una práctica que contrarresta los malos entendidos.


Es una poderosa forma de enfrentar los rumores o críticas mal intencionadas.
Por lo general, los comentarios negativos son los que corren y más impactan,
convertidos en estrategias del poder para desacreditar, sujetar y limitar
acciones. Es muy dado que en los grupos este tipo de ejercicio se realice y
tenga efectos sobre los participantes. Hablar con claridad y ser sinceros al
interior de la organización puede permitir ser transparente y así enfrentar la
desconfianza, que es otro mecanismo muy fuerte de división interna.

3. Liderazgo, alianzas, es evidente que en los grupos existen personas claves que
por su constancia, firmeza y compromiso, actúan y son reconocidas como las
representantes de la organización. No obstante, el peligro es creer que eso le
garantiza a esta persona un poder absoluto. Esto crea un centralismo que se
convierte en un manejo autoritario.

Lippitt, citado por Lewin (1988), hace referencia a la forma de actuación de los
miembros del grupo según sean dirigidos de manera democrática o
autocráticamente. Entre las conclusiones reportadas se encontró que en los grupos
basados en una dirección democrática, las diferencias de estatus entre los
miembros son menos marcadas y cuando el líder se ausenta las redes de relación
son contenidas como un todo, gestando formas de cooperación para enfrentar
tareas sin una dependencia hacia él o la ausente. Consolidar esta forma es romper
contra la propia práctica profesional donde se busca a los líderes o lideresas, esto
es una problemática que lejos de permitir un proceso grupal democrático se
convierte en un reforzador de prácticas autoritarias. Se identifica a esta persona
con las características de poder hacerlo todo, sin reconocer que existe liderazgos
compartidos y rotativos.
Una de las luchas, a enfrentar es no permitir la centralización de la autoridad en
una persona o en un grupo pequeño y cerrado. Las actitudes o acciones que
fomentan el centralismo y ubican las relaciones más bien al estilo de jefas o jefes
es reconocido como una tendencia que hay que resistir, pues la discusión grupal es
fundamental, aún cuando no se esté de acuerdo con aquellas que tengan más
trayectoria o experiencia. Esta forma de resistencia y confrontación legítima al
grupo como la vía para la toma de decisiones y no por caudillos que suelen caer en
el descrédito una vez que hay obstáculos. También es de cuidado el caer en un
«democratismo» (entendido este como una eliminación de diferencias) hay que
reconocer la diferencia de aportes para los objetivos en común.

Esta forma de liderazgo choca con las prácticas usuales que se ejercen
autoritariamente dentro de las comunidades. Dicha modalidad se produce por
varias razones: por diferencias en la posesión de recursos y así considerarse de
alguna manera superior a los otros, por tener influencia con personas claves en
instituciones, consiguiendo supuestos beneficios o perjudicando a quienes se le
opongan, y por un aprendizaje en los espacios de servilismo político.

Cuando se asume un liderazgo centrado solo en una sola persona, se gesta un


proceso que acapara la información, entre otras formas de ejercicio del poder.

Otra situación que se da en la dinámica interna son las alianzas. Existe una
tendencia a establecer alianza o subgrupos dentro del espacio colectivo, que se
presenta como otra forma del ejercicio del poder. Cuando las alianzas se utilizan
para para manipular al resto de las personas y para tomar decisiones o infringir
reglas previamente acordadas. Esta es una práctica sutil y peligrosa, que envuelve
a las personas y que luego puede comprometer a los involucrados y a la vez
desacreditar y crear desconfianza.

Una manifestación de este centralismo puede ser la queja por el recargo del trabajo
en unos pocos. Esto puede obedecer a excusas de los participantes para no asumir
una u otra tarea, ó al hecho, de que quien asume las tareas, considera que los
otros individuos son incapaces, no permitiendo, en ocasiones de manera sutil o
directamente que los y las otras compañeras puedan participar.

Resolución de conflictos
Como ya se mencionó la vida del grupo está influida por las mismas formas de
relación cotidiana y es allí donde se reproduce. Lo que nos lleva a intentar
enfrentar los conflictos y aprender de ellos para gestar una memoria colectiva que
aprenda de sus experiencias.

En los espacios colectivos se da quizá de manera constante una serie de situaciones


que obligan a resolver diferencias, gestar acuerdos y enfrentar conflictos. La forma
en que dichas situaciones se logran enfrentar son diversas y dependerán de la
propia historia, así como de las habilidades y capacidades de los participantes. Si
nos encontramos con la tendencia social a actuar autoritariamente el camino de
solución podría ser la exclusión. Esto crea en muchas ocasiones la necesidad de
crear chivos expiatorios, depositarios de todo aquello que es corresponsabilidad
colectiva.

En el proceso de grupo muchas situaciones están llenas de contradicciones internas


producto en algunos casos de: diferencias de opinión, de resentimientos, de
relaciones preexistentes, de las propias inseguridades y temores y los enojos
acumulados, las cuales han venido a jugar un papel importante en la constelación
de las relaciones al interior y al exterior del grupo. Estos aspectos no pueden
subestimarse ni negarse, pues ellos están actuando y gestando momentos críticos.

El rol de las y los profesionales, ante las crisis, nos puede colocar en la investidura
de jueces y ante el temor y la dificultad podemos dejar al grupo que lo resuelva sin
llegar a trabajarse argumentando que «eso es responsabilidad del grupo», «ustedes
tienen que resolverlo». En ocasiones, lo trabajamos pero no suele bastar discutirlo
y reflexionarlo una sola vez. Dependiente de la situación, los grupos necesitan
tiempo y tenemos que entender que esto podría seguir gravitando el proceso
grupal. Esta situación podría ser sumamente difícil, pero lo peor que podemos
hacer es querer ocultarlo y evadirlo.

Resolver conflictos en los grupos pasa por lo más inmediato y por lo cotidiano, ello
invade no sólo el plano de lo racional, sino que viene a ser un espacio probado en
el plano del afecto. Dentro de la relación de intersubjetividad, que se da a diario,
los conflictos se convierten en parte de la vida cotidiana, espacio en donde se gesta
el conocimiento y el significado de la estructura social. Hay un mundo en
movimiento, que lejos de ser considerado un producto histórico se simboliza como
una multitud de hechos, de actos y relaciones del cual no se tiene control. En
muchas ocasiones no logramos enfrentar abiertamente nuestros afectos (enojos,
resentimientos, tristezas y disgustos hacia las personas), aunque si los expresamos
de una forma u otra a través del comentario en lo privado o alimentando el
resentimiento que luego obstaculiza acciones posteriores. Los sentimientos
acumulados quedan latentes y en algunos momentos son detonantes de situaciones
que se viven como explosiones o conflictos francos. Cuando esto se da puede
existir la sensación de incomprensión hacia lo ocurrido, sin el análisis y la reflexión
se vive como hechos aislados y las causas se explican en la individualidad, se
buscan chivos expiatorios, desconociendo la multiplicidad de circunstancias que se
concatenaron.

Las relaciones internas se convierten en la base de los grupos, por ello describir y
comprender los estilos intersubjetivos es reconocer la objetivación que realizamos a
los procesos sociales que se construyen. Las rutinas, hábitos y costumbres que se
producen son fundamentales para conocer la identidad grupal, que se traduce en
identidades posibles en cada grupo en particular. Obviar estas relaciones es negar
una parte fundamental de lo que ocurre en cuento grupalidad y como organización.

La posibilidad de expresar en el grupo las ideas, opiniones, criterios y aclarar malos


entendidos o presentar reclamos es muy importante para el funcionamiento del
mismo. No siempre las personas se atreven a hacerlo, por ello los chismes o
comentarios fuera surgen.

Es lógico que una vez concluida una reunión las personas procesamos la
información y realizamos comentarios fuera con personas cercanas, esto genera
reflexión y análisis de lo ocurrido y puede ser retomado en las reuniones
posteriores como inquietudes o sugerencias. El problema se da cuando tenemos
estas interpretaciones que son muy válidas, pero que no se atreven a expresarlas
por temor, o por sentir que se les puede criticar duramente, ya sea por medio de la
descalificación por temor al ridículo, al enojo de alguna otra o todas las demás
personas. Solo la práctica puede desvanecer estos temores y dar oportunidades
para que el ambiente de confianza se produzca.

Existe también la precaución a los pseudo acuerdos, constituidos en hablar o


plantear situaciones a «medias». Esto hace reflexionar alrededor de la socialización
donde se tienen el encargo de silenciarnos sistemáticamente ya sea para enfrentar
situaciones o evitar la confrontación.

Las rencillas internas son dificultades frecuentes y prácticamente cotidianas, por


ellos se vuelve imperativo estar aclarándolas con la comprensión que solo en el
espacio grupal se podrán resolver los malos entendidos, con el objetivo de no llegar
a situaciones limites o a extremos. Es un recurso y una estrategia que permite
resolver conflictos.

Esta práctica hace mención a la convivencia. El poner en común reta al grupo a


desarrollar la tolerancia hacia las demás, aceptar las diferencias y es una estrategia
que permite resolver conflictos.

Esta práctica hace mención a la convivencia. El poner en común reta al grupo a


desarrollar la tolerancia hacia las demás, aceptar las diferencias y así conseguir
compartir. Este estilo de relación no implica ceder a todo, sino ubicar las situaciones
en su justa dimensión y aclarar los malos entendidos o aportar ideas sobre el
proceso.

Los equipos interdisciplinarios o equipos de trabajo profesionales, vivimos procesos


grupales de los cuales tenemos mucho que aprender para construir de manera
efectiva la convivencia y así no sólo llegar a las comunidades con propuestas
teóricas, sino convertirnos en modelos de trabajo, donde podamos resolver
conflictos y crecer juntos como personas.
La participación de los agentes externos
Durante la década de los años noventa, y a raíz de una serie de cambios en las
políticas nacionales el trabajo en las comunidades ha venido cobrando importancia.
El potencial humano y el conocimiento de las propias necesidades que impulsan a
las personas a realizar acciones decididas desde sus comunidades, es un factor que
parece ser una fuente inagotable de respuesta a problemáticas diversas. Cuando
somos agentes externos y venimos representando a una institución, sino se tiene el
cuidado adecuado, vamos a privilegiar o fomentar apoyos a los procesos comunales
que crean dependencia, paternalismo y asistencialismo. La no claridad de parte de
los agentes externos sobre dichas formas de actuar crea en muchas ocasiones
serios obstáculos en los procesos de los lugareños para ejercer un papel
efectivamente positivo, autogestionario que posibilite el desarrollo social,
económico y político (se puede revisar el trabajo de Cordero, 2006).

Las políticas nacionales y las prácticas institucionales deben ser revisadas y


reflexionadas para no seguir haciendo una práctica profesional de dominación.

Por otra parte, es necesario hacer un análisis de las necesidades, demandas y


posibilidades de las propias comunidades con el objetivo de sensibilizarnos a la
realidad particular y a la concepción de mundo de las personas que viven en ellas.

Por su parte, se convierte en un requisito indispensable considerar nuestras propias


motivaciones e intereses personales para enfrentar la práctica de intervención
acción. Cualquier proceso de investigación o intervención en las comunidades, no
es un simple recetario de técnicas, sino un decidido proceso de autoreflexión y
análisis del trabajo, con una clara postura ética sobre qué hacer, para qué hacerlo y
con quienes es posible hacerlo. Lo que nos demanda un proceso de crítico sobre lo
que se hace. A partir del análisis reflexivo sobre nuestra participación, como
agentes externos, quizá tengamos la posibilidad de enfrentar nuevas formas de
realizar las tareas comunitarias en un ambiente de respeto a los Derechos Humanos
y bajo la solidaridad mutua.

Podríamos identificar desde la concepción de Psicología Social Comunitaria que se


ha planteado, como los esfuerzos de trabajo comunitario tendrían al menos tres
niveles integrados en una unidad que podríamos representar como las patas de un
trípode: las demandas institucionales, las demandas comunales y las propias
demandas.

En cada uno de los niveles se requiere especificar formas diversas de análisis que
requieren de un trabajo interdisciplinario, comprendido en la dinámica no sólo la
participación de los investigadores o intelectuales, sino de las y los pobladores. Por
un lado está la concepción de trabajo que nos guía, eso es muy diferente al
activismo como forma de respuesta. Nos llevaría a cuestionar ¿cómo se
conceptualiza el trabajo con las personas de las comunidades?, ¿cuál es el tipo de
relación que establecemos?. ¿Cuál es la historia de conformación de la comunidad,
del grupo o sector social donde se desarrolla la acción?, ¿qué implicaciones tiene
este tipo de trabajo para los lugareños, la institución que representamos y cuál es
nuestra posición ética social?.

En este sentido Castro (1993) nos caracteriza dos vías de acción comunitaria de
acuerdo a los intereses a que responden. Hace la salvedad que las aproximaciones
de trabajo comunal obedecen a concepciones de mundo, por ello es necesario
conocer los fundamentos que sustentan las prácticas y tener claridad en el contexto
social donde se promocionan estas formas de intervención social. Cuando los
intereses son externos suelen ser producto de las personas fuera de la comunidad y
van a responder a las políticas definidas desde sus instituciones, o por personas de
la comunidad que buscan programas de prestación de servicios, prevención,
capacitación, investigaciones, etc. Por el contrario cuando los intereses responden a
necesidades internas la comunidad tiene una preponderancia en cuento a la
definición y ejecución de las acciones para si.

El abordaje externo va a justificar su actuación a partir de la aglutinación de


personas y no de verdaderos grupos que logren la autogestión. El desarrollo
comunal implica el mejoramiento de condiciones particulares de vida. Se busca
producir actitudes positivas hacia los programas o instituciones, aunque su
incidencia no responda a las necesidades de los pobladores. En nombre de
propuestas de corte participativo se realizan diagnósticos, se ejecutan acciones y se
evalúan procesos siempre desde los agentes externos. Este ejercicio del poder hace
que se mantenga el paternalismo que oculta obviamente el autoritarismo. Se critica
desde las instituciones la apatía, pasividad de parte de las y los pobladores en un
afán de encontrar culpables, ya que aquello que se propone no funciona.

Por el contrario el abordaje interno conceptualiza a la comunidad dentro de un


proceso que va construyendo una identidad de intereses, una voluntad y un poder
colectivo. Se van fortaleciendo vínculos y acciones para formar una conciencia
colectiva. Se promociona al grupo comunitario, por medio de procesos educativos y
organizativos a los ritmos y posibilidades de los mismos. Se busca el desarrollo
comunitario como tal, siempre siendo fiel al proceso grupal de las personas que
viven en la comunidad. Se busca la transformación del mundo material y social por
medio de los vínculos y las relaciones que se generan. Como requisito indispensable
este tipo de trabajo sería fiel a la Investigación Participativa, donde se construye
conjuntamente el conocimiento.

Existe una historia previa, propia y única, de la cual poco o nada sabemos al inicio
de las relaciones conjuntas. Asimismo, es imprescindible insistir que existen
coordenadas de relación muy distintas a los propios marcos personales y sociales a
los cuales hemos sido socializados y vivimos los agentes externos. Esto nos
permitirá reconocer que los intereses y esfuerzos propios no necesariamente
coinciden con la realidad de las necesidades comunales. He allí un punto de
discusión que pasa por aspectos ético-profesionales y que son fundamentales de no
perder de vista en los esfuerzos que realizamos. Cuestionamientos constantes se
producen cuando nos enfrentamos sobre todo a comunidades muy pobres, las
cuales están preocupadas por cómo sobrevivir que por responder a las propuestas
académicas o institucionales. Entre las dificultades que se enfrentan el profesional y
las comunidades, está la ruptura con las formas de relación tradicional, que están
enraizadas en la historia de nuestros pueblos producto del Estado benefactor y de
la utilización que se ha hecho del trabajo colectivo. Por otra parte, existen
condiciones concretas de existencia que en muchas ocasiones obliga a los sectores
más desposeídos a gastar todas sus energías en la sobrevivencia. Marchetti (1997)
hace un llamado en este sentido y expresa que ante el fenómeno de pobreza, los
nuevos empobrecidos se convierten en una fuerza activa para empujar los procesos
de acción social.

Acercarnos a las vivencias colectivas y los significados subjetivos que se dan en el


acontecer cotidiano, nos ayudaría a sensibilizarnos y comprender mucho mejor lo
que ocurre en las poblaciones. Esta labor de conexión personal con la vida de los
participantes ayudaría a establecer canales mucho más oportunos y certeros que
permitan crear alternativas viables de relación. Pero esta vinculación debe ser
establecida de manera inteligente ya que como lo señala Perdomo (1988) podemos
caer en convertirnos en «pueblo» o por el contrario asumir un papel de «expertos»
que se convierte en un mecanismo de defensa ante las propias reacciones que nos
están afectando como personas. Todos estos procesos complejos pasan también
por las demandas institucionales y las objeciones que podríamos escuchar sobre
esta forma de vinculación, que entre otros aspectos, se apela al costo económico
de las investigaciones o intervenciones de este tipo, al tiempo que requeriría para
llevarse a cabo y a las exigencias de los plazos que se establecen. Pero es muy
claro que por lo general no nos damos el tiempo necesario para conocer e
interpretar los mensajes por ello en muchos momentos se producen los «famosos»
enunciados de los agentes externos con respecto a los éxitos o fracasos de
acciones pensadas y sentidas desde afuera, siendo no mas que apreciaciones que
en el marco académico tenemos que cuestionarnos. No siempre lo que es
considerado negativo para los agentes externos puede ser entendido como tal para
los participantes o viceversa.

Los procesos psicosociales de las comunidades son sumamente complejos,


dinámicos y en constante transformación. Nuestro trabajo de investigación o
intervención tiene, por lo tanto, que considerar esta realidad e intentar
compenetrarse y comprender la vida del lugar. Caer en recetas o tratar de replicar
prácticas sin contextualizar el lugar es caer en errores y falacias. Cada comunidad
tiene sus propias particularidades y sus propios estilos de relación. Ingresar a las
comunidades como si fueran similares, unas de otras, o pretender saber de
antemano como es la vida de la misma es no comprender ni entender las
particularidades que le dan una identidad particular, ejerciendo un poder de
clasificación previo. Es posible por supuesto partir de un bagaje teórico-conceptual
que ayude a crear una serie de categorías de análisis, el asunto es ser lo
suficientemente flexible para reconocer que la realidad es mucho más compleja y
estar alerta a una escucha que dimensione y actualice la relación establecida. En
múltiples ocasiones en la vida de las comunidades suceden acontecimientos que
marcan momentos importantes, que de alguna manera obliga a los agentes
externos a tener que conocer antes de actuar.

El análisis psicosocial partirá de la consideración de los procesos de acción social


que realizan las personas o grupos como resultado de la influencia de las
situaciones a que se enfrentan. Esto nos obliga a reconocer la acción ubicada
dentro de un contexto histórico social, el cual es construido en el diario vivir, en la
cotidianidad. La acción, es una síntesis tanto de la objetividad como de la
subjetividad, al igual que de conocimientos y valoraciones, cuyos contenidos están
referidos a una estructura social.

La historicidad de las comunidades y su vida cotidiana nos permiten comprender la


forma en que se desenvuelve la vida social en diferentes dimensiones que están
íntimamente ligadas bajo redes de sentido que van más allá de lo aparente.
Conocer sobre las formas de socialización de los sujetos (la historia biográfica), las
relaciones entre los hombres y las mujeres, las relaciones interpersonales, en fin de
las relaciones de poder que se expresan es ir entendiendo la dinámica psicosocial
que se articula entre lo individual y lo social, buscando que se genere de este
conocimiento un poder-saber grupal.

Para los agentes externos los procesos comunales y la relación con las comunidades
deben ser entendidos más que recetas como una actitud de alerta, con la
posibilidad de estar en constante integración de elementos que le den sentido a
nuestro actuar.

Evaluaciones del trabajo desde diferentes perspectivas se convierten en los medios


de retroalimentación constante. La necesidad de analizar los tipos de liderazgos que
se desarrollan y la forma como la comunicación llega a los pobladores, es
fundamental. El elemento crítico es de obligada presencia. En muchos momentos
aquellas personas que son nuestro vínculo comunal a su vez son considerados por
el resto de los pobladores como personas conflictivas por el manejo de las
relaciones con los agentes externos, o por rencillas previas que alimentan la
desconfianza. Suele ocurrir con mucha frecuencia que aquellas personas con
quienes contactamos no logran socializar las informaciones y aunque muy bien
intencionadas, también han aprendido a reproducir las relaciones verticales y a
establecer favoritismos precisamente por sus relaciones con dichos representantes
institucionales.

No se puede descalificar a ninguna persona en las relaciones con las comunidades y


menos despreciarlas producto de alianzas tácitas con algunos sectores de dichas
poblaciones. Esto nos obliga a establecer un trabajo continuo, cualquier
conversación informal, visitas a las casas de las personas son fundamentales para el
acercamiento a las mismas. Es común encontrar personas que lejos de establecer
esta forma de vinculación consideran que una vez terminado el tiempo de reunión,
se inicia el tiempo libre, sin comprender que esos momentos son de gran
importancia para conocer y comprender los procesos sociales.

Conclusiones
La Psicología Social Comunitaria, como disciplina en construcción ha tenido que
resolver una serie de aspectos tanto de orden teórico como práctico y que de una u
otra manera le ha permitido ir consolidando su propia identidad. Desde los aspectos
teórico-metodológico y epistemológicos, el tema de las relaciones de poder cobra
relevancia especial, por permitir reflexionar sobre el tema, no sólo como un
principio valorativo que se debe obtener sino como un instrumental teórico para el
análisis, la reflexión y el diálogo en y con las comunidades que se trabaje. Crear
alternativas, construir conocimientos sobre las propias actuaciones, develar lo
negado, hacer posible nuevas formas de relación son algunos de los retos a que se
enfrenta el psicólogo o la psicóloga que intenta compartir procesos comunales.

La concepción, de las relaciones de poder, propuesta por Foucault, es bastante


amplia y por lo tanto compleja. Este marco general, permite reconocer la
importancia de los estudios que aportan al análisis de los procesos psicosociales y
en este caso de los grupales. Reconocer que la Psicología Social Comunitaria,
requiere crear un marco teórico integrador, es visualizar la potencialidad y las
posibilidades de la misma, así como asumir el reto de crecer y abrirse al trabajo
interdisciplinario y con las y los pobladores. Esto significa también retomar los
estudios realizados desde diferentes disciplinas.

Participar en los grupos y aprender conjuntamente es crear una condición diferente


de relación. Cambiar las mentalidades, las rutinas y los hábitos en el trabajo grupal
implica reconocer las formas y estilos de relación, potenciando la reflexión y análisis
articulado con el conocimiento que allí se geste se convierte en un mecanismo claro
de ejercicio del poder, el cual es posible por el trabajo colectivo.

El reto de los grupos pasa por generar un proceso que articula alternativas, ya que
se convierten en un espacios para resolver conflictos, roces y ansiedades, que lejos
de ser obstáculos pueden ser medios para crecer.

Retomar el tema de las relaciones de poder, obliga a problematizar el rol de la y el


psicólogo comunitario. No es posible enfrentarse al trabajo, con una perspectiva
donde el profesional de la psicología esta exento de relaciones o de historia
personal. Somos seres humanos producto de una sociedad concreta y por ello
representamos en muchos casos intereses institucionales que no necesariamente
coinciden con los comunales. Esto es un dilema importante de considerar a la hora
de trabajar.
Al ubicar el análisis de cómo se ejerce el poder, y no tanto cómo llegar a poseerlo,
nos obliga a pensar en las relaciones, y a su vez en la forma en que se logra
instituir la normativa social, y la racionalidad de estas relaciones. Luchar contra
formas de opresión, dominación y control requiere introducir procesos de
develamiento subjetivo e intersubjetivo, gestados en lo particular y en el procesos
social e histórico de nosotros en tanto personas y así como grupo sociales en
general.

Lejos de generar conclusiones finales, este trabajo lo que ha pretendido es abrir la


discusión, y someterlo al análisis de otros.

Citas

1) Este trabajo se basa en un artículo publicado en Cordero, Teresita (1998). Psicología


comunitaria y relaciones de poder, reflexiones alrededor de los procesos de grupos y de
la participación de los agente externos; Costa Rica: Actualidades en Psicología ; Vol.
(14) (96). El cual ha sido revisado, actualizado y cambiado en algunos apartados. Se
hace a solicitud del editor del libro para su nueva publicación.

2) Se puede revisar el trabajo de un programa gubernamental en Costa Rica, el trabajo se


encuentra en la web. Cordero (2006)

3) Esto nos obliga hacer un ejercicio de análisis detenido de lo que los Derechos Humanos
significan en la práctica concreta.

4) Cuando se plantea mirada en realidad se está exponiendo una posición de escucha,


análisis y reflexión atenta a las condiciones de vida socio-cultural de las personas con
las cuales participamos. Hemos de recordar que no siempre trabajamos en las
comunidades de donde procedemos, sino que colaboramos con grupos sociales
diferentes.

5) Vida cotidiana: es un mundo intersubjetivo, el cual se vive en relación con los otros y
con la naturaleza, de forma inmediata y cercana. Es la realidad por excelencia y allí se
gesta el conocimiento y el significado de la estructura social. Por ser lo más cercano e
inmediato se vive como algo «natural» e incuestionable «esto es lo que me toca vivir».
Hay un mundo en movimiento, que lejos de ser un producto histórico se torna como
una multitud de hechos, de actos y relaciones del cual no se tiene control. En la vida
cotidiana se da una familiaridad acrítica que de una u otra manera gesta la sujetación,
la dominación y explotación en la vida de los seres humanos.

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