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1.- Determine, con sus palabras, a qué se refiere la acció n de nulidad de la cosa juzgada írrita.
2.- En nuestro ordenamiento, ¿existe alguna forma de revisar la cosa juzgada? Explique.
3. Sintetice argumentos a favor y en contra de la revisió n de la cosa juzgada y luego emita una
opinió n personal.
4.- Lea los fallos citados de la Corte Suprema. Luego, elabore una lista de conclusiones
generales, segú n la doctrina que sienta la Corte en los casos leidos.
5.- Previo a la lectura del punto VI del presente artículo, ¿cuá l cree que sería el procedimiento
para solicitar la nulidad de la cosa juzgada? Piense en las siguientes cuestiones: a. Cuá l sería el
objeto del juicio. b. Quienes serían los legitimados activos y pasivos. c. Qué tipo de proceso
sería y d. Quien sería el tribunal competente.
I. INTRODUCCIÓN
El objetivo esencial de este ensayo es el estudio del instituto de la cosa juzgada y muy
especialmente la posibilidad de su revisió n, es decir de la invalidació n de pronunciamientos
jurisdiccionales después de que han adquirido ese atributo de inmutabilidad que los
caracteriza.
En el derecho argentino no hay norma que permita la retractació n por vía de acció n de las
sentencias firmes, dictadas en el proceso civil y comercial, y la revisió n só lo está normada en
algunas provincias, como Có rdoba, Corrientes, San Juan, Mendoza, Tierra del Fuego, Antá rtida
e Islas del Atlá ntico Sur, San Luis y La Rioja; pero exclusivamente por vía de recurso.
Al mismo tiempo, no hay disposició n que prohíba el ejercicio de la pretensió n autó noma de la
revisió n.
El planteamiento del tema debe formularse así: ¿se puede pretender obtener una declaració n
judicial de invalidez de actos procesales (incluido el pronunciamiento mismo) realizado en
juicio concluido y cuya sentencia ha pasado en autoridad de cosa juzgada (formal o sustancial)
mediante un proceso autó nomo, al que denominamos acció n de nulidad?
II. TERMINOLOGÍA
- POSTURA DE MORELLO: este autor argumenta que "la cosa juzgada debe conjugarse con la
garantía de la defensa en juicio y la plena y libre actividad de la funció n jurisdiccional".
Para él es procedente "el juicio autó nomo de la acció n de nulidad o declarativa revocatoria de
la cosa juzgada írrita, es decir de la que es la resultante de una seudo labor jurisdiccional, por
reconocer su presupuesto, la sentencia, la existencia de vicios sustanciales radicales que
determina su nulidad."
- POSTURA DE PEYRANO: Peyrano coincide con Berizonce en que es viable en este caso la
aplicació n de los principios generales del derecho. Sostiene como base de su opinió n el triunfo
de la doctrina de las nulidades implícitas, la procedencia de toda pretensió n nulitiva cuando
se omitan elementos sustanciales del acto procesal y, en definitiva, como fundamento
generalizador, la garantía de defensa en juicio. La cosa juzgada debe revertir esa calidad, es
decir, "ser cosa juzgada". Ademá s, es necesario que padezca de la desviació n procesal, término
que Peyrano considera má s preciso que el de fraude procesal. Dicho autor entiende por
desviació n procesal "cuando media toda conducta, activa u omisiva, unilateral o concentrada,
proveniente de los litigantes, de terceros, de oficio o de sus auxiliares, que produce el
apartamiento dañ oso de un tramo del proceso o del proceso todo, de los fines asignados;
desviació n que, por cualquier circunstancia y sin que medie culpa del afectado, no puede ser
subsanada mediante los remedios legales instrumentados a otros efectos por el ordenamiento
respectivo".
É ste es el primer caso donde la Corte abordó el tema del instituto de la cosa juzgada y la
posibilidad de su modificació n.
El caso en cuestió n se trató entre los titulares de una firma mercantil llamada "Fabril
Comercial Sudamericana S.R.L.", quienes demandaron en un juzgado comercial de la Capital
Federal a la sociedad "SanCor" por cumplimiento de contrato. La sentencia de primera
instancia condena a la firma SanCor al pago de una elevada suma de dinero en concepto de
dañ os y perjuicios por el incumplimiento de las obligaciones convenidas. Dicha resolució n
quedó firme al ser confirmada por la Cá mara.
Por tal motivo SanCor inició una querella ante un juzgado del crimen, argumentando que el
contrato que diera lugar a la sentencia en el juzgado comercial había sido producto de una
connivencia delictuosa entre los querellados y un empleado de la firma SanCor. Como
derivació n de esto fueron condenados los directivos de la firma Fabril y Comercial
Sudamericana S.R.L. por haber fraguado un convenio inexistente.
La Corte Suprema de Justicia de la Nació n al pronunciarse sobre este caso va a expresar "...que
la determinació n de cuá ndo existe cosa juzgada no es cuestió n constitucional, ni da en
consecuencia lugar a recurso extraordinario". Salvo en los casos de excepció n, en los derechos
debatidos han sido reconocidos por sentencias firmes de la Corte Nacional y en los supuestos
en que media arbitrariedad en el pronunciamiento recaído sobre la materia (Fallos 254:320;
249:203; 248:371).
Sin embargo, la Corte sentó algunos principios relativos a la cosa juzgada que citaremos:
"...corresponde señ alar que la admisió n genérica, en el ordenamiento jurídico argentino, de la
institució n de la cosa juzgada no significa que no pueda condicionarse su reconocimiento a la
inexistencia de dolo en la causa en que se ha expedido la sentencia. Esta posibilidad, que
subyace a los principios que sustentan el recurso de revisió n (art. 241 incs. 3, 4 y 5 ley 50), es
valedera también para desconocer eficacia final a la sentencia dictada en juicio en que se ha
incurrido en estafa procesal. La circunstancia que de esta manera se afecta la seguridad,
propia de las sentencias firmes en el orden civil, debe ceder a la razó n de justicia, que exige
que el delito comprobado no rinda beneficios. La garantía de que esta ineludible exigencia no
degenere en incertidumbre del comercio jurídico, debe buscarse en la responsabilidad de la
magistratura penal y en la sanció n ejemplar a quienes recurran, sin derecho, a la vía criminal".
En el caso en cuestió n se puede observar có mo una sentencia criminal deja indirectamente sin
efecto otra dictada en el fuero comercial que había pasado en autoridad de cosa juzgada. Es
éste un ejemplo de revisió n oblicua de la res iudicata que fue convalidada por la Corte
Suprema con el argumento indiscutible de la prioridad de la justicia sobre la seguridad. No
cabe duda de que en el ejemplo de cita se ha ejercido una acció n de nulidad encubierta -a
través de la querella penal- y que nuestro má s alto tribunal, priorizando el principio de
justicia, como lo hemos manifestado anteriormente, lo convalidó .
Para finalizar esta opinió n propugnamos la regulació n de la acció n de nulidad, con el objeto de
evitar dislates como el comentado.
Desde el punto de vista procesal, no es del todo ortodoxo que una sentencia penal invalide los
efectos de un pronunciamiento civil firme, particularmente teniendo en cuenta lo normado
por el art. 1106. Aunque resulta preferible que suceda esto ú ltimo y no que se convalide
judicialmente una estafa procesal.
Si bien la Corte Suprema de Justicia de la Nació n no entró al fondo del asunto por considerar
que no se trataba de una cuestió n federal, fijó pautas que fueron seguidas en otros
pronunciamientos y que sirvieron para dar acogida definitiva por vía jurisprudencial a la
revisió n de la cosa juzgada por medio de la acció n autó noma.
En los autos "Atlá ntida S.R.L. v. Naveira, José A." la Corte Suprema de Justicia de la Nació n
admitió un recurso extraordinario y por consiguiente dejó firme el pronunciamiento de
primera instancia, que declaraba la nulidad de una ejecució n hipotecaria por existir vicios
sustanciales que produjeron una situació n disvaliosa.
El caso fue el siguiente: la sociedad Atlá ntida S.R.L. inició un juicio por cobro hipotecario
contra Naveira, José A. y oportunamente obtuvo sentencia, dictá ndose posteriormente el auto
de venta. En tales circunstancias, y antes de que se llevase a cabo la subasta, el ejecutado
promovió querella criminal contra los integrantes de la sociedad pidiendo la suspensió n y el
pase del expediente a la justicia penal.
En este ú ltimo fuero se condenó a los acreedores del mutuo ejecutado por defraudació n pues
-segú n se dijo- el crédito instrumentado en la escritura pú blica base de la acció n no era real,
ya que la hipoteca no se constituyó como garantía de un préstamo sino para garantizar
precisamente la contribució n del accionado a las erogaciones que eventualmente resultaron
de la administració n de un negocio que en comú n explotaban las partes. El deudor, por vía
incidental, solicitó la nulidad de la ejecució n hipotecaria. El juez de primera instancia accedió
a tal petició n, considerando que existía un delito comprobado y una condena firme en el fuero
penal. La Cá mara revocó esta resolució n, y la Corte casó la ú ltima sentencia dejando firme la
anterior, que hacía lugar a la nulidad.
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Dra. Victoria Colombo
La fundamentació n esgrimida por la Corte Suprema de Justicia de la Nació n fue semejante a la
del caso "Tibold", puntualizando que "la seguridad de las sentencias firmes en el orden civil
debe ceder a la razó n de justicia que exige que el delito comprobado no rinda beneficios...".
En este ejemplo traído puede apreciarse una vez má s la doctrina que ha ido contorneando la
Corte Suprema de Justicia de la Nació n, al disponer la revisió n de fallos ejecutoriados cuando
existen graves vicios sustantivos, que producen una evidente situació n de injusticia.
3) Caso "Campbell Davidson, Juan v. Provincia de Bs. As." (Fallos 279:59 [JA 11-1971-
231])
Por resolució n dictada en sede administrativa se afectó un valioso inmueble del actor para ser
destinado a un parque. Como el Fisco no promovió la actuació n judicial pertinente, el
propietario inició juicio de expropiació n inversa, el que no pudo ser notificado por haber
remitido el expediente al Ministerio de Gobierno provincial, donde quedó archivado. En el añ o
1949 la provincia instauró la expropiació n, ofreciendo como indemnizació n la suma de m$n
125.000. Cabe apuntar que el predio tenía una valuació n fiscal casi tres veces superior. Por
sentencia que pasó en autoridad de cosa juzgada la Cámara fijó , en 1954, una indemnizació n
de m$n 1.672.796, declarando las costas por el orden causado.
El juez de primera instancia hizo lugar a la acció n de nulidad, produciéndose de esta forma la
revisió n de la sentencia firme de expropiació n. Recurrida tal resolució n, fue revocada por la
Cá mara, dando como fundamento la existencia de cosa juzgada, a la que atribuyó cará cter
absoluto, pues entiende que la seguridad jurídica impone el respeto de los fallos judiciales,
cualesquiera sean sus defectos y las condiciones en que se dicten.
Ante estas circunstancias el perdidoso recurrió ante la Corte Nacional, que admitió el recurso
extraordinario casando la resolució n de alzada y confirmando el primer pronunciamiento, que
acogía la revisió n.
El dictamen del procurador general de la Nació n hace una importante construcció n jurídica,
de alto valor para nuestra temá tica, siguiendo las guías del caso "Tibold". Comienza por
rebatir los fundamentos del a quo, que consideraba inadmisible la acció n ante la falta de
legislació n específica. Dice aquel magistrado: "En tales condiciones, a falta de un
procedimiento ritual expresamente previsto no podría en modo alguno ser obstá culo para que
los tribunales tengan la facultad de comprobar la nulidad insanable de los actos de
referencia".
La Corte Suprema de Justicia de la Nació n dice, a su turno: "...la institució n de la cosa juzgada,
como todas las instituciones legales, debe organizarse sobre bases compatibles con los
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derechos y garantías constitucionales"; y agregó : "...no a toda sentencia judicial puede
reconocérsele fuerza de resolució n inmutable, sino só lo a aquellas que han sido precedidas de
un proceso contradictorio, en que el vencido haya tenido adecuada y sustancial oportunidad
de audiencia y prueba".
Las enseñ anzas de este "fallo trascendente", como lo llama Morello, son vá lidas para
puntualizar ciertas conclusiones de formidable valía para la configuració n de la cosa juzgada,
y sobre todo para detectar la posibilidad de su revisió n.
La Corte arriba a la conclusió n de que en determinadas circunstancias la res iudicata deja de
ser inmutable, o, por decirlo con otras palabras, la cosa juzgada no se configura cuando
existen ciertos vicios que invalidan el fallo.
Las pautas que nos brinda este fallo son las siguientes: i) La falta de un procedimiento legal
específico no es ó bice para que el ó rgano jurisdiccional disponga la revisió n de sentencia
firme en los casos en que éstas no son corolario de un debido proceso y ii) para comprobar los
vicios que autorizan la retractació n es necesario un proceso de conocimiento pleno al que só lo
es posible acceder mediante una acció n (o pretensió n) autó noma declarativa invalidatoria.
Otro juicio trascendente, no só lo desde el punto de vista jurídico y econó mico sino también
porque tuvo connotaciones políticas, fue el caso "Bemberg".
Recurrida esta ú ltima decisió n, le tocó al má s alto tribunal de la Nació n resolver la espinosa
cuestió n de la retractabilidad de la cosa juzgada. Se sostuvo en este pronunciamiento que "no
cabe reconocer fuerza de resolució n inmutable a toda sentencia judicial, sino só lo a aquellas
que han sido precedidas de un proceso contradictorio, en el que el vencido haya tenido
sustancial oportunidad de audiencia y prueba".
Es dable señ alar que la Corte admitió el recurso y que, en consecuencia, invalidó la sentencia
de Cá mara que acogía la defensa de cosa juzgada y envió los autos al tribunal de origen para
que dictara un nuevo pronunciamiento concerniente al fondo de la cuestió n en discusió n.
c) Trámite
La mayoría de los autores, entre ellos Morello, Berizonce y Gelsi Bidart, coinciden en que el
debate que pone en jaque a la cosa juzgada tiene que formalizarse a través de un proceso de
conocimiento, con todas las defensas y garantías que éste ofrece respecto de la amplitud del
debate.
Para nosotros el trá mite que garantiza mejor estas defensas y garantías es, dentro de los
juicios de conocimiento, el juicio ordinario.
d) Procedimiento
La congnició n judicial comprende dos fases separables:
1) En la primera (fase rescindente) se indaga sobre la existencia del motivo de nulidad y su
relació n causal con el pronunciamiento (iudicium rescindens).
2) En la segunda etapa (fase rescisoria), admitida la nulidad del proceso originario, el mismo
juez debe decidir nuevamente sobre el fondo del asunto (iudicium rescindens).
Ambas etapas pueden concretarse en un proceso unitario, lo cual no le resta autonomía
procesal al iudicium rescidens.
e) Legitimación
En primer lugar hay que aclarar que para ejercitar esta acció n es necesario un interés
legítimo. Sentado esto, cabría preguntarse quién puede ejercer esta pretensió n autó noma.
Nosotros pensamos que pueden solicitar la nulidad tanto las partes afectadas como los
terceros perjudicados y el Ministerio Pú blico.
1) Legitimació n activa: se hallan habilitados para iniciar esta acció n las partes afectadas, los
terceros perjudicados o jurídicamente interesados y el Ministerio Pú blico. En cambio, Couture
só lo la admite para terceros.
2) Legitimació n pasiva: son los agentes productores de la anomalía procesal grave fundante
de la acció n: partes actora y/o demandada, juez, secretarios y empleados, terceros
intervinientes, auxiliares de justicia (testigo, peritos, letrados apoderados o patrocinantes,
etc.), también los terceros ajenos a la litis.
f) Tribunal competente
La acció n de nulidad debe iniciarse ante el mismo tribunal que dictó la resolució n que se
intenta rever, pues existe una íntima y notoria vinculació n entre los dos procesos. Ademá s,
razones de economía procesal y también el respeto por el principio de inmediació n procesal
justifican plenamente este criterio.
g) Prueba
Respecto de la carga de la prueba son aplicables los principios generales que surgen del art.
377 CPCCN.; por ello si en la instancia abierta por la acció n de revisió n el impugnante no
ofrece y produce las probanzas tendientes a demostrar los vicios de la sentencia impugnada,
deberá repeler su pretensió n.
La valoració n de las probanzas debe hacerla el juez con un criterio muy riguroso, y en caso de
duda hay que atenerse a la validez de la cosa juzgada.
h) Plazo de prescripción
El plazo con que cuenta el interesado en hacer valer la pretensió n autó noma de nulidad contra
la cosa juzgada fraudulenta no está aú n resuelto por la jurisprudencia ni por la doctrina.
En el aspecto estrictamente doctrinario, los autores discuten si la acció n de nulidad es
prescriptible o no. Hay autores, como el caso de Benito Pérez, que se enrolan en la corriente
que considera a esta acció n como imprescriptible, fundá ndose en el sentido de que "la acció n
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declarativa de nulidad no es prescriptible porque la cosa juzgada se sustenta en un principio
de orden pú blico".
Otros autores piensan que la pretensió n autó noma de revisió n prescribe en virtud de lo
normado por el art. 4019 CCiv., que enumera taxativamente las acciones que no decaen por el
transcurso del tiempo.
Nosotros discrepamos con los argumentos y sostenemos que la acció n de nulidad prescribe a
los dos añ os, como lo dispone el art. 4030 CCiv.
"Art. 4019. Todas las acciones son prescriptibles con excepción de las siguientes: 1. La acción de
reivindicación de la propiedad de una cosa que está fuera de comercio. 2. La acción relativa a la
reclamación de estado, ejercida por el hijo mismo. 3. La acción de división, mientras dura la
indivisión de los comuneros. 4. La acción negatoria que tenga por objeto una servidumbre, que
no ha sido adquirida por prescripción. 5. La acción de separación de patrimonios, mientras que
los muebles de la sucesión se encuentran en poder del heredero. 6. La acción del propietario de
un fundo encerrado por las propiedades vecinas, para pedir el paso por ellas a la vía pública".
"Art. 4030. La acción de nulidad de los actos jurídicos por violencia, intimidación, dolo, error o
falsa causa, se prescribe por dos años, desde que la violencia o intimidación hubiese cesado, y
desde que el error, el dolo, o falsa causa fuese conocida. Prescribe a los dos años la acción para
dejar sin efecto entre las partes un acto simulado, sea la simulación absoluta o relativa. El plazo
se computará desde que el aparente titular del derecho hubiere intentado desconocer la
simulación".