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30 Años de La Reforma y Todavía en Veremos
30 Años de La Reforma y Todavía en Veremos
Resumen
Los vaivenes de las ideologías políticas han comprobado aún más la gravedad de
esta situación, viendo mutar al Estado en morfología, extensión, alcance y función, según el
gobierno ejecutivo de turno.
Introducción
Así, el pacto con Buenos Aires para formar una sola República y la modificación de la
Constitución de 1853, da muestra de esa laxitud revolucionaria para dar paso a acuerdos y
consensos, lo que se ve reflejado en la reforma de 1860, ya que aún contra la propia
previsión del artículo 30 de la Constitución original que estipulaba que la Constitución no
debería de reformarse antes de los 10 años desde jurada por el Pueblo, se llevó adelante la
misma en pos del consenso.
En Argentina, y como corolario de la post guerra y del crack de los años ’30 a nivel
mundial, esa necesidad de encarar un proceso de reforma tuvo lugar primero dentro de la
esfera política tradicional (como la Convención Nacional de la Unión Cívica Radical del 24 de
abril de 1937). El proceso continúa luego bajo una sucesión de anomalías, golpes de estado,
conformación fraudulenta de gobiernos y más golpes de estado, durante los cuales dichas
reformas se iban gestando y cobrando entidad, todas las que finalmente se consolidarían con
el retorno de la democracia y un giro completo en la administración del país y en la
concepción de la política y la sociedad.
En paralelo a este procedimiento, el mundo se veía sacudido por los efectos de la
segunda guerra mundial, y todo lo sucedido a su finalización en la post guerra gestó un
nuevo concepto de individuos y derechos inherentes al ser humano, que dieron origen a una
nueva visión del mundo y de las personas.
Los avances en materia social y de la concepción del individuo como corolario de las
post primera y segunda guerra mundial, tuvieron repercusión también en la política argentina
poniendo en agenda los derechos de segunda generación, tales como los derechos sociales,
los laborales, la igualdad jurídica entre hombres y mujeres y la función social de la propiedad,
entre otros, derechos que a priori quedaran incorporados en la reforma constitucional de
1949, reforma que respondía al acceso de las masas populares a la vida política, social y
económica dentro del contexto histórico nacional y mundial.
Esa reforma tuvo una vigencia acotada, puesto que recibió sucesivos reveses fruto
de los gobiernos de facto sobrevinientes que la anularon e intentaron dejar sin efecto desde
el golpe de estado del año 1955.
La década del ’70 viene signada por nuevos paradigmas sociales y económicos. La
salida de varias naciones del modelo de Estado benefactor fruto de la crisis sistémica a la
que se enfrentó el mismo ante los nuevos acontecimientos, la incipiente y en avance
globalización con marcado paso en la década del ’80, la reconstrucción de las democracias
latinoamericanas, la nueva ola tecnológica, la informática, la internet, la nueva concepción
del trabajo y del mundo laboral, la crisis del concepto Estado Nación y la necesidad de
organización de los países en bloques, todo ello llevó a la necesidad de enfrentar un nuevo
modelo de reforma.
Así, en la década del ’80, en Argentina tiene lugar la tercera gran reforma del Estado,
que deriva en la sanción de una nueva Constitución en la década del ‘90 con la inclusión de
los derechos de tercera y cuarta generación.
Esta reforma es la que aún se encuentra en desarrollo en Argentina, y la que
abordaremos a continuación para entender el “todavía en veremos”.
Atento a la demora del plan de reforma en su ejecución y que llegó tarde para
atender los efectos de la crisis que pretendía contener, la reforma terminó por realizarse en
forma drástica y contundente.
La problemática
Ello es así al punto tal que al día de hoy resulta cada vez más normal que no se
divise la diferencia entre los funcionarios políticos de los técnicos, con lo que la mayoría del
funcionariado público se encuentra gestionando por vía de excepción al sistema de
profesionalización dispuesto, desvirtuando claramente el objetivo perseguido.
La “reformitis”
El fin del milenio nos encontró con un Estado deplorable en materia de instituciones,
con una estructura burocrática que lejos de dar respuesta a las problemáticas que originaron
la reforma contribuyeron a la problemática sin siquiera poder asentarse, y con un bagaje
normativo de excepción para todos los órdenes de la vida gubernamental. En fin, se ha
convertido en una aceitada máquina de impedir, que funciona solo por vía de excepción e
impulso de voluntad política.
Súmese a eso que fruto del coeficiente tecnológico, las mutaciones sociales ocurren
ahora cada vez mucho más rápido y de forma más contundente, con la que para cuando la
tercera reforma del Estado iba cobrando forma, la sociedad entraba en un nuevo período de
mutación dando origen a la sociedad del conocimiento, creando novedosas formas de
relacionarse, comunicarse, comerciar, emprender, las que ni podían imaginarse a principios
de la década del ’90 donde ocurrió la reforma, y todo con lo que los pilares de innovación y
transformación que mueven a las sociedades modernas ni siquiera ingresan en la
comprensión del Estado tal como quedó concebido.
Los dos últimos grandes ejes de reinterpretación del estado son los llevados adelante
por las gestiones de gobierno 2003 al 2015 con una presencia estatal fuerte a inmiscuida en
todos los quehaceres de la vida, y por la gestión 2016-2019 junto a una nueva
reinterpretación de retracción de esa concepción gubernamental (sin retrotraerse al origen de
la reforma), con la única innovación de propender a la digitalización de la actividad de la
administración pública.
Conclusión
Han transcurrido ya más de 30 años desde la reforma del Estado en virtud de la
declarada emergencia administrativa y económica que atravesaba el país, y lejos de dar
solución a dicha problemática, la eternizó y la volvió aún más complicada por haber quedado
truncada en su ejecución y por no haber podido considerar las nuevas dinámicas venideras.
En este sentido, resulta imperante un gran consenso social y político para poder,
primero, aceptar esta realidad, y segundo, que independientemente de las gestiones de
gobierno y la ideología social y política que abracen cada uno de ellos, es fundamental re
conceptualizar una administración pública al servicio de la sociedad, privilegiando el servicio
por sobre todo, dado que la actualidad el Estado es concebido como una gran máquina de
impedir, torpe, tosca, extremadamente burocrática, y que solo brinda soluciones allí donde el
gobernante de turno hace hincapié, dejando a su suerte las demás actividades
administrativas públicas.
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