Está en la página 1de 154

EDITORIAL

La búsqueda de sentido histórico es una for- arqueológicos a la luz de los procesos ocu-
ma de resistencia ante la devaluación rridos en situaciones de (in)subordinación; y
postmoderna del pasado. La arqueología en- produzcan una interlocución más democrá-
cuentra un nicho privilegiado de producción tica y competente con la comunidad acadé-
en los enfrentamientos contra la ruptura de mica internacional.
las cadenas de significación temporal y con-
Suramérica es una región activa en pro-
tra la proclama del fin de la historia. Esta
ducción de conocimiento arqueológico y en
renovada capacidad de significación se cons-
formulación de propuestas alternativas, tan-
truye desde el papel que la disciplina juega
to desde un punto de vista disciplinario como
en la construcción de sentidos, incluyendo,
contextual. Sin embargo, hasta ahora no exis-
ahora, los que despliegan diversos proyectos
tía un medio de divulgación que acogiera la
locales. La arqueología está ganando amplia
producción cultural del sub-continente rela-
legitimidad al convertirse en una producción
cionada con los discursos sobre el pasado
cultural de y para los públicos; al cuestionar
basados en objetos. Por eso un grupo de
su largo matrimonio con las historias nacio-
arqueólogos suramericanos ha trabajo colec-
nales; y al abandonar el ghetto académico
tivamente, con el apoyo del Departamento
donde se auto-confinó por tanto tiempo, en-
de Antropología de la Universidad del Cauca
contrando lugares en los cuales la produc-
y el Congreso Mundial de Arqueología
ción histórica es significativa para una va-
(WAC, por sus siglas en inglés), para iniciar
riedad de actores, no sólo para aquellos en-
la publicación de esta revista, cuya relevan-
carcelados por la identidad nacional. La ar-
cia no descansa en contextos específicos y
queología pública es arqueología plural, no
circunstanciales si no en la posibilidad, siem-
como forma de ampliar los receptores de un
pre presente y siempre por realizar, de cons-
conocimiento experto si no como manera de
truir significaciones históricas de interés co-
ampliar y empoderar los grupos interesados
lectivo. En consonancia con los propósitos
en investigar y dar sentido al pasado.
del WAC esta revista pretende promover y
Este marco expandido de actividad requie- difundir la producción de la arqueología y
re una disciplina reflexiva, consciente y crí- de disciplinas afines en Suramérica con én-
tica que contribuya al descentramiento del fasis en una perspectiva crítica que promue-
lugar tradicional de enunciación del discur- va espacios dialógicos con representaciones
so como una forma activa para enfrentar re- sobre el pasado que han estado tradicional-
laciones de subordinación. La geopolítica mente marginadas de espacios académicos
contemporánea puede ser cuestionada con in- como éste. La revista publicará trabajos
vestigaciones que trasciendan la reproduc- sustantivos y reflexivos, privilegiando nue-
ción acrítica de conocimientos producidos vos caminos de interpretación; no publicará
sobre otros contextos, intereses y problemas; trabajos descriptivos si no analíticos, aun
sitúen y pongan en cuestión el alcance cuando se trate de reportes puntuales de in-
interpretativo de viejos y nuevos enfoques vestigación. Las reseñas ocuparán un lugar
privilegiado porque son un requisito esencial rios de pares académicos y la réplica del autor;
en la creación y mantenimiento de una tradi- este sano intercambio enriquece la discusión y
ción y de una comunidad académica basada pone de presente que la textualización arqueo-
en el examen crítico. lógica es un sistema de representación sujeto a
consensos y disensos. El artículo de Hugo
La revista pretende crear puentes de en-
Benavides sobre las significaciones y los usos
tendimiento, comunicación y discusión entre
del pasado por las comunidades indígenas del
los dos grandes mundos suramericanos, el
Ecuador en el contexto postmoderno inaugura
Brasil lusoparlante y los países de habla cas-
este formato. Habrá lugar, también, para artí-
tellana, largamente empeñados en darse la es-
culos innovadores como el de Fernanda
palda y en desconocerse mutuamente. Es pe-
Tocchetto, sobre prácticas de descarte de basu-
noso que la barrera de dos idiomas tan seme-
ras en Porto Alegre en el siglo XIX, que aborda
jantes, más que las producidas por otras prác-
un tema poco tratado por la arqueología
ticas culturales, haya escindido el sub-conti-
suramericana; como el de Santiago Mora, que
nente de una manera tan preocupante, sobre
analiza los discursos sobre el paisaje y los ha-
todo porque nuestros países comparten pro-
bitantes de la región amazónica; y como los de
blemáticas y posibilidades similares que pue-
Carl Langebaek y José Albeironi dos Reis so-
den ser potenciadas con empeños colectivos
bre aspectos de la práctica arqueológica en Co-
que trasciendan las fronteras de nuestra igno-
lombia y Brasil, respectivamente. Las siete re-
rancia deliberada de los demás.
señas incluidas cubren un espectro de temas y
Pero Suramérica, siendo una región, es países que esperamos ver crecer en los próxi-
también mucho más que eso. Evitar en el nom- mos números.
bre de esta revista el más común nombre de
Parece casi inevitable que la nota editorial
Latino América es una señal de inclusión ha-
del primer número de una publicación acadé-
cia los pueblos indígenas y afrodescendientes,
mica incluya lo que en otros términos podría
ya no simplemente en términos de la defini-
considerarse un programa. En ese sentido es
ción del campo objetual, en cuyos términos la
poco probable que este texto introductorio lo-
disciplina se ha acostumbrado a formarse, si
gre escapar a las determinaciones del género.
no como uno de los ejes de problematización
Pero en esta circunstancia también cabe alber-
y producción cultural activa. La región que
gar la ilusión de que la realidad rebase lo pro-
nos contiene, entonces, nos dota de las len-
gramado y, en consecuencia, este texto sea leí-
guas y culturas dominantes, pero no excluye
do, a la distancia, como una primera huella en
por ello a los múltiples proyectos culturales
un sendero cuyas ulteriores direcciones no he-
que encarnan los pueblos indígenas.
mos alcanzado siquiera a imaginar. Es, enton-
Suramérica, además, no queda definida por
ces, tan certera como falaz nuestra marcación
encontrarse al sur de alguna línea física de
genérica: creemos saber hacia donde nos diri-
frontera si no por existir en su diversidad como
gimos y con ello en mente presentamos este
colectividad geopolíticamente subordinada,
primer número de Arqueología Suramericana;
cuyas resistencias no pocas veces han sido
al mismo tiempo, ocultamos —tan abiertamente
vertebradas por proyectos culturales.
como para que todos puedan verlo— nuestra
Aunque este primer número es buen ejem- imposibilidad real de prever los resultados de
plo de lo que queremos la revista será receptiva esta aventura. En esa coyuntura entre lo pro-
de nuevos formatos y modalidades alternativas gramado y lo inesperado se nutre esta inten-
de presentación. Los artículos especialmente ción nuestra de encontrarnos con autores y lec-
polémicos serán publicados con los comenta- tores en la Arqueología Suramericana.

2 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):1-4, 2005


EDITORIAL

A busca do sentido histórico é uma forma de de velhos e novos enfoques arqueológicos a


resistência frente à desvalorização pós-mo- luz dos processos ocorridos em situações de
derna do passado. A arqueologia encontra um (in) subordinação; e produzam uma
nicho privilegiado de produção nos interlocução mais democrática e competente
enfrentamentos contra a ruptura das cadeias com a comunidade acadêmica internacional.
de significação temporal e contra a
A América do Sul é uma região ativa na
proclamação do fim da história. Esta
produção de conhecimento arqueológico e na
capacidade renovada de significação
formulação de propostas alternativas, tanto
constitui-se a partir do papel que a disciplina
do ponto de vista disciplinar quanto
representa na construção de sentidos,
contextual. No entanto, até agora não existia
incluindo, agora, os que exibem diversos
um meio de divulgação que acolhesse a
projetos locais. A arqueologia está ganhando
produção cultural do sub-continente relacio-
ampla legitimidade ao converter-se em uma
nada com os discursos sobre passado
produção cultural de e para os públicos; ao
baseada nos objetos. Por isto, um grupo de
questionar seu longo matrimônio com as
arqueólogos sul americanos tem trabalhado
histórias nacionais; e ao abandonar o gueto
coletivamente, com o apoio do Departamen-
acadêmico onde se autoconfinou por tanto
to de Antropologia da Universidade do Cauca
tempo, encontrando lugares nos quais a
e do Congresso Mundial de Arqueologia
produção histórica é significativa para uma
(WAC, por sua sigla em inglês), para iniciar
variedade de atores, não só para aqueles apri-
a publicação desta revista, cuja relevância
sionados pela identidade nacional. A
não repousa em contextos específicos e
arqueologia pública é arqueologia plural, não
circunstanciais, mas na possibilidade sempre
como forma de ampliar os receptores de um
presente e sempre por realizar, de construir
conhecimento especializado, mas como
significações históricas de interesse coletivo.
maneira de ampliar e dar poder aos grupos
Em consonância com os propósitos da WAC,
interessados em investigar e dar sentido ao
esta revista pretende promover e difundir a
passado.
produção da arqueologia e de disciplinas afins
Este marco ampliado de atividade requer na América do Sul com ênfase em uma pers-
uma disciplina reflexiva, consciente e crítica pectiva crítica que promova espaços
que contribua para a descentralização do lu- dialógicos com representações sobre o
gar tradicional de enunciação do discurso passado que têm estado tradicionalmente
como uma forma ativa para enfrentar relações marginalizados de espaços acadêmicos como
de subordinação. A geopolítica este. A revista publicará trabalhos substanti-
contemporânea pode ser questionada com vos e reflexivos, privilegiando novos
investigações que transcendam a reprodução caminhos de interpretação; não publicará
acrítica de conhecimentos produzidos sobre trabalhos descritivos, porém analíticos,
outros contextos, interesses e problemas; mesmo quando tratem de informes pontuais
situem e questionem o alcance interpretativo de investigação. As resenhas ocuparão um
lugar privilegiado pois são requisitos comentários de pares acadêmicos e a réplica
essenciais na criação e manutenção de uma do autor; este saudável intercâmbio enriquece
tradição e de uma comunidade acadêmica e põe a descoberto que a textualização arqueo-
baseada no exame crítico. lógica é um sistema de representação sujeito a
consensos e dissensos. O artigo de Hugo
A revista pretende criar pontes de
Benavides sobre as significações e os usos do
entendimento, comunicação e discussão entre
passado pelas comunidades indígenas do
os dois grandes mundos Sul-americanos, o
Equador no contexto pós-moderno inaugura
Brasil de língua portuguesa e os países de fala
este formato. Haverá lugar, também, para
espanhola, amplamente empenhados em dar-
artigos inovadores, como o de Fernanda
se às costas e em desconhecer-se mutuamente.
Tocchetto, sobre práticas de descarte de lixo
É penoso que as barreiras de dois idiomas tão
na Porto Alegre do século XIX, que aborda
semelhantes, mais que as produzidas por outras
um tema pouco tratado pela arqueologia Sul-
práticas culturais, hajam dividido o sub-conti-
americana; como o de Santiago Mora, que
nente de uma maneira tão preocupante,
analisa os discursos sobre a paisagem e os
sobretudo porque nossos países compartilham
habitantes da região amazônica; e como os de
problemáticas e possibilidades similares que
Carl Langebaek e José Alberioni dos Reis so-
podem ser potencializadas com empenhos
bre aspectos da prática arqueológica na
coletivos que transcendam as fronteiras de
Colômbia e no Brasil, respectivamente. As
nossa ignorância deliberada dos demais.
resenhas incluídas cobrem um espectro de te-
Porém, a América do Sul, sendo uma mas e países que esperamos ver crescer nos
região, é também muito mais do que isto. próximos números.
Evitar no nome desta revista o nome mais
Parece quase inevitável que a nota editorial
comum de América Latina é um sinal de
do primeiro número de uma publicação
inclusão dos povos indígenas e
acadêmica inclua o que em outras palavras
afrodescendentes, não só em termos da
poderia considerar-se um programa. Neste sen-
definição do campo objetual no qual a disci-
tido, é pouco provável que este texto introdutório
plina costuma formar-se, senão como um dos
consiga escapar às determinações do gênero.
eixos de problematização e produção cultu-
Porém, nesta circunstância também cabe abri-
ral ativa. A região que nos contém, então,
gar a ilusão de que a realidade ultrapasse o pro-
dota-nos das línguas e culturas dominantes,
gramado e, por conseqüência, este texto seja
porém não exclui por isto os múltiplos
lido, à distância, como um primeiro passo em
projetos culturais que encarnam os povos
um caminho, cujas direções ulteriores não
indígenas. Além disso, a América do Sul não
poderíamos sequer imaginar. É, então, tão certa
é definida por encontrar-se ao sul de alguma
como falaz nossa colocação genérica: acredi-
linha física de fronteira, mas por existir em
tamos saber para onde nos dirigimos e com
sua diversidade como coletividade
isto em mente apresentamos este primeiro nú-
geopoliticamente subordinada, cujas
mero deArqueologia Sul-americana; ao mesmo
resistências não poucas vezes tem sido
tempo, ocultamos – tão abertamente para que
estruturadas por projetos culturais.
todos possam vê-lo – nossa impossibilidade real
Ainda que este primeiro número seja um de prever os resultados desta aventura. Nesta
bom exemplo do que queremos, a revista será conjuntura, entre o programado e o inespera-
receptiva a novos formatos e modalidades al- do, nutre-se esta nossa intenção de nos
ternativas de apresentação. Os artigos espe- encontrarmos com autores e leitores na
cialmente polêmicos serão publicados com os Arqueologia Sul-americana.

4 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):1-4, 2005


LOS RITOS DE LA AUTENTICIDAD: INDÍGENAS,
PASADO Y EL ESTADO ECUATORIANO
O. Hugo Benavides
Fordham University

Los gobiernos podrán continuar considerando el


Amazonas como un motor de crecimiento económi-
co pero los indígenas están luchando por encontrar
un balance entre el desarrollo y el mantenimiento
de una forma de vida primordial.
New York Times, 2003
Este artículo analiza el movimiento indígena del Ecuador como uno de los pilares postmodernos
del continente y de una globalización definida tanto por intereses culturales como económicos.
El análisis intenta entender la intersección entre lo local y global, entre la tradición y el
postmodernismo, influenciada por la relación entre la recuperacion pre-colombina y el rol del
Estado. Las tensiones entre la constitución de un movimiento local y su producción global, así
como las producidas por la recuperación de una tradición cultural marcada por su diferencia-
ción y exclusión del Estado, dejan entrever una revalorización del pasado que busca legitimar y
otorgar una proyección histórica a sus aspiraciones. Este hecho incluye, de manera central, el
papel de la arquelogía en el futuro cultural y politico del movimiento indígena y de la nación.
Esta revalorización y recuperación arqueológica y la reciente lucha popular en el último siglo
forman los ejes más neurálgicos de la creciente identificacion de una identidad indígena en el
Ecuador. El artículo busca entender este proceso hegemónico de recuperación histórica y anali-
zar la constitución postmoderna y globalizante de ser indio en el Ecuador de hoy.
Este artigo analisa o movimento indígena do Equador como um dos pilares pós-modernos do
continente e de uma globalização definida tanto por interesses culturais como econômicos. A
análise busca entender a intersecção entre o local e o global, entre a tradição e o pós-modernis-
mo, influenciada pela relação entre a recuperação pré-colombiana e o papel do Estado. A tensão
entre a construção de um movimento local e sua produção global, assim como as produzidas pela
recuperação de uma tradição cultural marcada por sua diferenciação e exclusão do Estado,
deixam antever uma revalorização do passado que busca legitimizar e outorgar uma projeção
histórica as suas aspirações. Este fato inclui, de maneira central, o papel da arqueologia no
futuro cultural e político do movimento indígena e da nação. Esta revalorização e recuperação
arqueológica e a recente luta popular no último século formam os eixos principais da crescente
identificação de uma identidade indígena no Equador. Este artigo visa entender este processo
hegemônico de recuperação histórica e analisar a constituição pós-moderna e globalizante de
ser índio no Equador de hoje.
This paper analyzes the indigenous movement in Ecuador as one of the cornerstones of postmodernity
and globalization (defined both in cultural and economic terms) in the continent. The analysis
attempts to understand the intersection between the local and the global, between tradition and
postmodernity, influenced by the relationship between a pre-Columbian recuperation and the role of
the State. However, the tensions arising between the construction of a local movement and its global
production, as much as those caused by the recuperation of a cultural tradition marked by its
differentiation and exclusion from the State, also hint to a revalorization of the past that seeks to
legitimize and to provide a historical projection to its aspirations; this fact includes the role of
archaeology in the cultural and political future of the indigenous movement and the nation. This
archaeological revalorization and recuperation, and the recent popular struggle in the last century
form the most neuralgic axis of the blooming indigenous identification in Ecuador. Thus, in the last
instance this paper strives to understand this hegemonic process of historical recuperation and to
analyze the postmodern and globalizing constitution of being Indian in current Ecuador.

El movimiento indígena del Ecuador, el de titución militar y religiosa. Las alianzas lle-
mayor fuerza y envergadura en América, es vadas a cabo entre grupos como CONAIE
también uno de los pilares postmodernos del (Confederación Nacional de Indígenas del
continente (García-Canclini 1992a, 1992b; Ecuador), Pachakutik Nuevo País y Movi-
Yúdice et al., eds.,1992; Bhabha 1994; miento Evangélico Indígena con religiosos y
Anderson 2002) y de una globalización defi- militares dejan entrever una transformación
nida por intereses culturales y económicos “real” (Lacan 1977) de la sociedad ecuato-
(Wolf 1992; Radcliffe y Westwood 1996; riana y andina que es, en esencia, lo que el
Appiah 1997; Appadurai 2003). La impor- momento postmoderno busca definir. Las
tancia del movimiento indígena se vislumbra contradicciones de la contribución de las igle-
no sólo como un fenómeno meramente local sias católica y evangélica en el apoyo y la
sino, sobre todo, con enormes consecuencias producción de un movimiento indígena na-
globales. El movimiento indígena no es, ne- cional, así como las alianzas con militares
cesariamente, un movimiento nuevo; se po- en 1999 y en las elecciones del 2002, sólo
dría decir que es una continuación de casi son superadas por la máxima contradicción
500 años de resistencia ante la ocupación de ver el movimiento indígena comandando
foránea de su hábitat andino (CONAIE 1989, el Estado ecuatoriano, heredero de un lega-
1997, 1998). Lo que sí tiene de nuevo es, sin do colonial de etnocidio y genocidio nativo
lugar a dudas, el éxito político logrado en las en los últimos dos siglos.
últimas dos décadas y un impresionante res-
Las características postmodernas son aún
cate cultural (Lucas 2000). El objetivo pri-
más fehacientes cuando se considera que la po-
mordial de este artículo es el análisis de la
pularidad del movimiento indígena es más alta
intersección entre lo local y global, entre la
en el exterior (en Europa y en Estados Unidos)
tradición y el postmodernismo, influenciada
que en Ecuador. Esta contradicción se suma a
por la relación entre la recuperacion pre-co-
las del éxito del movimiento indígena en Ecua-
lombina y el papel del Estado ecuatoriano.
dor y lo ubica en una clara interfase entre lo local
Este éxito político-cultural es resultado y global, poniéndolo en el centro de la articula-
de un gran esfuerzo y compromiso de base y ción problemática de lo que hoy se entiende por
lucha política y de alianzas con las mismas globalización. Este hecho permite a las ONG’s
instituciones que forjaron la destrucción del norteamericanas decidir apoyar a los indios en el
indígena a través del devenir histórico: la ins- extranjero más que a las comunidades indígenas

6 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


norteamericanas que siguen siendo objeto de herente y nacionalista de los intereses políti-
explotación dentro de sus propias fronteras. No cos-culturales de la mayoría de las comuni-
se trata de criticar una estrategia política tras dades indígenas en el territorio. Con base en
otra si no, más bien, intentar analizar cómo en esta posición central las declaraciones de sus
los esquemas globalizadores del capitalismo representantes (Almeida et al. 1992; Bulnes
postmoderno es más factible y productivo para 1994) y, aún más, las de sus publicaciones
organismos transnacionales del Primer Mundo (CONAIE 1988a, 1988b, 1989; Kipu
apoyar a los indios en el Ecuador. Sin embargo, 1991,1995) contribuyen a un rescate histó-
las tensiones entre la constitución de un movi- rico concreto de sus identidades culturales
miento local y su producción global, así como ancestrales. En este sentido el pasado preco-
las producidas por la recuperación de una tradi- lombino se vuelve el sitio inicial o de origen
ción cultural marcada por su diferenciación y desde donde construir y dotar de coherencia
exclusión del Estado, también dejan entrever una interna a la identidad indígena actual, en es-
revalorización del pasado que busca legitimar y pecial dentro de momentos de intensos com-
dar una proyección histórica a sus aspiraciones. bates productivos con el Estado ecuatoriano
y organismos transnacionales como ONG’s,
Esta revalorización y recuperación his-
el Banco Interamericano de Desarrollo y el
tórica, sobre todo de un pasado precolombi-
Fondo Monetario Internacional.
no y de la reciente lucha laboral en el último
siglo, forman los ejes más neurálgicos de la El pasado precolombino se presenta como
creciente identificación de una identidad in- el sitio ideal para una necesaria recuperación
dígena en el Ecuador. Este compromiso o histórica por varias razones. Una de las
inversión en el pasado, por ser tan efímero principales es el hecho de que en ese perío-
como “real”, sirve de base para el movimien- do, anterior a la constitución de la República
to, aún cuando casi nunca es, o necesita ser, e, inclusive, del Estado colonial, las comuni-
articulado de un manera explícita. La prime- dades indígenas eran supremos líderes de sus
ra sección busca indagar o, al menos, empe- propios destinos. Este enunciado de libertad
zar a entender este proceso de recuperación fue destrozado por la conquista española y
histórica para proceder a analizar la consti- por el Estado contemporáneo que, en la ma-
tución postmoderna y globalizante de ser in- yoría de las declaraciones de la CONAIE
dio en el Ecuador de hoy. (1989), se presenta como su violento y deso-
lador heredero. Por eso, por ejemplo, en di-
El pasado histórico y las invisibles ciembre de 2003 el máximo líder indígena de
cicatrices de la arqueología Cayambe fue apresado por llamar ladrón,
mentiroso y estafador al actual presidente,
Aparece un sol anémico y se ven a lo Lucio Gutiérrez, con el cual la CONAIE co-
lejos, como un espejismo, las ruinas del gobernó en sus primer año de gobierno (El
castillo de Ingapirca que sirve para que Universo 2003). La figura intrusamente
la viajera compare con el alma entumida
foránea, patriarcal y autoritaria, heredada
el ayer lejano y olvidado junto al presente
desgarrado del indígena.
desde la colonia, encuentra su símbolo con-
temporáneo en el gobierno de turno.
Alicia Yánez (2002)
El pasado precolombino funciona como
De los miembros del movimiento indígena un imaginario (Muratorio 1994) desde don-
en el Ecuador la CONAIE es la que se ha de se puede reconstruir una identidad indíge-
tomado, más que cualquier otro grupo, la na violada hasta casi la plenitud, incluyendo
responsabilidad de representar un frente co- su constitución. En este pasado se construye

O. Hugo Benavides 7
un pan-indianismo americano en el cual las Esta lección fue aprendida del Estado ecuato-
comunidades conviven en completa armonía riano que durante siglo y medio ha producido
y en perfecto balance y entendimiento con su una historia de opresión, desigualdad y ex-
entorno andino. La historia propuesta por la plotación no sólo presentada como correcta si
CONAIE (1989) como parte de su historia no también como democrática y de civiliza-
organizativa arguye un pasado que tiene poco ción. Ambas historias, como toda historia na-
que ver con los estudios arqueológicos y cional, escribió Ernest Renan (1990), sólo
etnohistóricos llevados a cabo en el país; es pueden ser un gran error representativo por-
una historia alternativa a la oficial promul- que parte esencial de ser una nación es poder
gada por el Estado ecuatoriano, pero lo al- mentir sobre su pasado.
ternativo está definido por su propio conte- Por ser una historia viva esencialmente
nido más que por sus métodos de apropia- conectada con el presente indígena la
ción histórica. Esto se debe a la fantasía e CONAIE narra el pasado precolombino des-
imaginario de la historia oficial, fácilmente de la visión de la primera persona. Lo que
comprobada en textos escolares de historia ocurrió en el pasado no sucedió a comunida-
en los cuales se habla de reinos (como el de des extintas, ni siquiera a personas descono-
Quito) y figuras (como Pacha y Abdón Cal- cidas, sino al sujeto indígena actual. La ma-
derón) que nunca existieron o están lejos de yoría de las secciones se narran desde un ser
ser como son descritas. colectivo: “Una comunidad diversa de co-
Para la CONIAE este período precolom- munidades ha vivido en el continente ameri-
bino se caracterizó por una complementariedad cano durante miles de años, con diferentes
que permitió que los diferentes grupos étnicos, formas de organización económica, social,
culturales y lingüísticos alcanzaran un gran política, religiosa, y cultural. Muchos de no-
nivel de solidaridad y logros tecnológicos, sotros nos hemos integrado a este proceso
como lo demuestran las pirámides Mayas y histórico hasta que formamos complejos sis-
Aztecas y las ciudades Incas (CONAIE temas socio-políticos como el Estado. Este
1989:20). Las características esenciales de este es el caso de los Mayas, Aztecas, y los Incas”
mundo americano precolombino son las rela- (CONAIE 1989:19). En este pasaje y los que
ciones familiares, las obligaciones recíprocas siguen la historia indígena busca re-articular
y el motor agrario de su reproducción socio- una nueva representación de la identidad in-
económica. Este entorno cultural se ve apo- dia, especialmente como es nutrida por la de-
yado, y no reprimido, por un sistema religioso finición del Estado precolombino y al verse
de dioses y entes espirituales simbolizados por como sucesora legítima de la sociedad
el sol, la luna, volcanes, montañas y otros sím- incaica.
bolos naturales que nutren el crecimiento so- Los Incas son presentados como seres be-
cial y espiritual de los pueblos indígenas. De névolos y tecnológicamente avanzados que
este modo el pasado precolombino no se re- esparcieron su desarrollo cultural a través de
produce como una historia lejana, distante y los Andes. Los combates y enfrentamientos
fría presente en forma escrita en textos abu- violentos entre comunidades indígenas andinas
rridos. Más bien, la historia indígena es una y los Incas son eliminados de esta narrativa;
historia viva que nutre la lucha contemporá- esa violencia también es olvidada en el caso
nea por la igualdad y los derechos humanos de las conquistas Aztecas y Mayas. Esta par-
que cobra aún más sentido si hay un lugar ticular amnesia histórica-cultural es esencial
histórico, por muy imaginario que sea, de porque a partir de ella el Estado andino, pre-
igualdad y poder a donde regresar y desde cursor del actual Estado ecuatoriano, puede
donde empezar la recuperación del pasado. idealizarse como paternalista y proveedor del
8 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005
bien social. A través de esta especie de histo- De esta singular coyuntura de producción
ria alternativa grupos contemporáneos, que histórica se desprende varios hechos: uno de
forman parte de la CONAIE, como los ellos es el lugar central que la historia oral y
Cañaris, pueden sentirse herederos de la so- los testimonios adquieren en la historia alter-
beranía Inca, aún cuando hay suficiente evi- nativa indígena (CEDEP 1986; CEDIME
dencia de la conquista y masacre de grupos 1987; CEDIS 1992; Perugachi 1994); un
Cañaris a sus manos (Salomon 1990). segundo elemento es que con el éxito políti-
co-cultural logrado por los indígenas la
Esta misma contradicción histórica permite
CONAIE, como otros organismos que repre-
reconocer el Inti Raymi como máxima cele-
sentan comunidades indígenas, se ve confron-
bración indígena en los Andes y el quechua
tada con la tarea de escribir un historia indí-
como lengua franca del territorio, a pesar de
gena alternativa para que sea oficializada,
que ambas tradiciones no fueron parte del
trayendo consigo claros ecos hegemónicos y
mundo pan-andino sino hasta finales del siglo
de poder estatal. Otra característica central
XV y lograron su raigambre a base de la fuer-
es el papel desarrollado por la arqueología
za y terror, elementos esenciales de toda for-
ecuatoriana y sus efectos o cicatrices en la
mación estatal (Silverblatt 1988; Patterson
negación histórica del pasado indígena, pre-
1991). Una vez más se vislumbra el período
cisamente cuando este pasado es su princi-
postmoderno identificado en el movimiento
pal objeto de investigación. Las difíciles re-
indígena, ya que por opresivos que sean los
laciones entre la arqueología ecuatoriana y
rezagos coloniales (tanto de Incas como de
las comunidades indígenas o, más explícita-
españoles) ahora son formas culturales autén-
mente, entre ambas en la construcción del
ticas de indígenas y de otras comunidades
pasado indígena son demasiado largas para
andinas, incluyendo blancos/mestizos.
desarrollar en estas páginas (ver Benavides
Planteado de esta manera el problema 2004 para un extenso análisis de esta reali-
histórico es complejo. Por un lado el movi- dad). Sin embargo, voy a señalar algunas
miento indígena tiene que combatir contra pautas necesarias para entender el alienante
una historia oficial que ha destruido cual- papel de la arqueología en la construcción
quier símbolo de auténtico raigambre indí- del pasado prehispánico y el continuo me-
gena mientras que por el otro debe recons- nosprecio de una historia “real” indígena.
truir una historia indígena nacional con po-
La arqueología nacional ha sido tradicio-
cos referentes escritos o evidencias biblio-
nalmente desarrollada por la elite blanca y
gráficas. La historia escrita, oficial o no ofi-
blanca/mestiza del Ecuador. Los principales
cial, hasta finales del siglo XX no representó
precursores (como Jacinto Jijón y Caamaño,
la visión indígena si no que logró argüir la
Carlos Manuel Larrea y Emilio Estrada) per-
legitimidad del poder blanco/mestizo y, so-
tenecían a las clases adineradas del país. Esta
bre todo, la legitimidad del Estado ecuato-
hegemonía de género y clase fue levemente
riano. Este extremo interpretativo, llevado a
afectada cuando otra ola de investigadores
cabo por la hermenéutica histórica legitima-
masculinos de la clase alta realizó estudios
da por la historia nacional, permite decir a
arqueológicos en la costa ecuatoriana en las
miembros del movimiento que la historia del
décadas de 1950 y 1960 y aun más afectada
pasado indígena no se ha escrito porque si
a mediados de la década de 1980 por la for-
estuviera escrita representaría los intereses
mación de arqueólogos (mujeres y hombres)
de los poderosos y no de las comunidades
de diferentes estratos sociales en institucio-
indígenas (Academia de Lenguas Quicha-
nes costeñas como la ESPOL (Escuela Su-
Castellano 1993).
perior Politécnica del Litoral) y de la sierra

O. Hugo Benavides 9
como la Universidad Católica de Quito, racterísticas personales de los investigado-
reinsertadas en la actividad arqueológica res. A pesar del apoyo político explícito de la
(Collier 1992).Así busco enfatizar la dispa- izquierda el discurso arqueológico contribu-
ridad de origen entre arqueólogos y el movi- ye a fortalecer el proyecto reaccionario ra-
miento indígena, a pesar de que ambos to- cial del Estado ecuatoriano.
man el pasado precolombino como su obje-
Las más claras excepciones a esta relación
tivo de interés histórico. Para la mayoría de
tradicional de alienación y diferenciación son
los arqueólogos la realidad histórica del pa-
los proyectos de museo y rescate arqueológico
sado se construye a partir de evidencias em-
llevado a cabo en lugares como Agua Blanca,
píricas y positivistas, como legado lógico del
Real Alto, Salango y Culebrillas. En estos si-
empirismo occidental en América. De esta
tios se ha buscado, por muy limitados que ha-
manera los hechos y figuras indígenas han
yan sido sus intentos, buscar integrar las co-
sido objeto de investigación pero no han lo-
munidades contemporáneas al proceso de in-
grado ocupar los sitiales de conocimiento
vestigación y rescate de un pasado vivo. La
como sujetos históricos con agencia en su
singularidad, limitaciones y fracasos de esas
propio destino o, inclusive como agentes de
contribuciones dejan en claro el poder hegemó-
la propia investigación. Esta relación alie-
nico del discurso arqueológico, aliado al pro-
nante entre arqueólogos y el pasado indíge-
yecto del Estado nacional (Marcos 1986;
na muy pocas veces (especialmente en las
McEwan y Hudson 1990). En esta misma pers-
ultimas tres décadas) ha sido resultado de un
pectiva incorporaría las contribuciones de los
racismo explícito o de una discriminación
arqueólogos y arqueólogas asociados, de una u
personal por parte de los arqueólogos; es
otra forma, con la corriente conocida como
producto de una hermenéutica histórica he-
“arqueología como ciencia social” (a la cual
redada desde la colonia y principios de la
también me suscribiría). Este grupo de
República que busca legitimar su poder so-
arqueólogos marxistas, asociados a esta corrien-
bre las comunidades indígenas, los actores
te de la arqueología latinoamericana, ha busca-
exclusivos del pasado precolombino.
do ahondar en la construcción de un pasado
Los arqueólogos se han encontrado en una comprometido con las realidades contemporá-
sutil encrucijada: como legitimadores incons- neas y ofrecer una historia viva para los pue-
cientes de más de cuatro siglos de explota- blos oprimidos, inclusive indígenas, del conti-
ción socio-económica y cultural y, especial- nente (Patterson y Schmidt, eds., 1995;
mente en las últimas décadas, como apoyo Benavides 2001). En el contexto andino es fá-
político de las comunidades indígenas, los cil distinguir este grupo como una excepción
más cercanos descendientes de las comuni- que revela, aún más, el proyecto tradicional-
dades del pasado ancestral que estudian. Esto mente conservador de la arqueología ecuato-
ha hecho que desde la década de 1970 hayan riana. Sin embargo, es problemático el fracaso
existido excepciones al discurso hegemóni- de la arqueología como ciencia social en incor-
co del rescate arqueológico para legitimar el porar en sus investigaciones y resultados los
poder del Estado; de hecho, muchas grupos oprimidos que busca legitimar. Esta rea-
arqueólogas y arqueólogas han insistentemen- lidad de una arqueología que, en sus mejores
te buscado utilizar sus proyectos y resulta- momentos, busca aliarse con su principal suje-
dos científicos para combatir el poderío po- to de investigación ha motivado a ese sujeto
lítico de la historia oficial que legitima el pro- indígena a construir su propia historia y, a tra-
yecto de clase blanco/mestizo. Sin embargo, vés de ella, legitimar su propio y contradictorio
el discurso histórico desarrollado es más fuer- poder nacional y su reproducción narrativa.
te y marcadamente hegemónico que las ca-

10 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


El movimiento indígena y el miento y su recuperación histórico-cultural
postmodernismo: los no hacen más que acercar al indígena,
contradictorios legados coloniales peligrosamente, a una nueva esencialización
de su identidad como sujeto sufrido y
Las tres tribus— Kichwa, Achuar y Shuar, victimizado y, por ende, incapaz de cometer
cada una con varios miles de miembros — errores o horrores de cualquier tipo (Kureishi
se han acostumbrado a presentar sus 1985, 1990).
casos ante agentes gubernamentales en
Quito, así como ante la OEA en Washing- Esta personificación utópica del movimien-
ton y frente a una reunión de accionistas to como corrección de un entuerto histórico
en Houston. no hace más que esconder las relaciones colo-
New York Times, 2003 niales que se encuentran transformadas y re-
transformándose tras este poderoso movimien-
El sociólogo Aníbal Quijano (1993) ha pro- to social. La visión benévola y autocrática de
puesto que para entender las encrucijadas con- un movimiento indígena justiciero niega la
temporáneas de Latinoamérica sería produc- sagacidad política de los miembros del movi-
tivo utilizar una categoría como colonialidad miento y sus luchas (y derrotas) a través del
del poder. Así se puede entender el poder so- tiempo; aun más, esta visión romántica nos
cial como un legado colonial que aun se en- acerca peligrosamente a identidades esencia-
cuentra persistentemente, de una u otra for- les y a demarcaciones raciales y espectros
ma, con nosotros. Después de siglos de su- genocidas (Malkki 1995). La sagacidad polí-
puesta independencia política todavía hay re- tica debe ser resaltada para entender mejor
laciones neo y potscoloniales que nos mantie- las posibles limitaciones representativas del
nen atados a esta particular forma de depen- movimiento y las condiciones “reales” de su
dencia política y socio-económica. La propues- auto-representación. Buscar alianzas, fomen-
ta de Quijano muestra la necesidad de un fran- tar la seguridad interna, aumentar la entereza
co diálogo y análisis social que se aleje de una estructural institucional e, inclusive, las deci-
utópica posición de liberación y que busque siones de saber representarse como indígena
enfrentar las contradicciones coloniales que son estrategias políticas que el movimiento ha
aun existen en el continente americano, espe- sabido argumentar, utilizar y hasta manipular
cialmente en los lugares menos sospechados a su favor. Este conocimiento y destreza polí-
como relaciones familiares, clasificaciones de tica ha permitido combatir siglos de ignomi-
género y producciones culturales como nia y olvido para lograr el triunfo presidencial
telenovelas y cantantes, que sufren “diferen- con la candidatura de Lucio Gutiérrez en 2002
tes similares” (Hall 1987a, 1987b) y, en consecuencia, ocupar cargos tan impor-
categorizaciones raciales y de clase. tantes como la presidencia y vice-presidencia
En este contexto me parece necesario del Congreso o permitir que la Cancillería del
analizar y relacionar el actual movimiento país haya estado a cargo por primera vez de
indígena del Ecuador; al contrario de como una indígena. La lucha y reciente rompimien-
el movimiento se auto-representa y muchos to de la alianza entre el presidente Gutiérrez y
científicos sociales (Ramón 1990; Ayala et Pachakutik Nuevo País es la continua expre-
al. 1992; Silverston 1994), incluyéndome, sión de una estrategia política orquestada y
quisieran entenderlo está lejos de ser un aprendida tras siglos de humillación y lucha.
momento utópico de liberación indígena y de Sin embargo, esta estrategia política de alian-
revalorización democrática equitativa. Los zas e intereses tras bastidores es minuciosa-
continuos ensayos que romantizan el movi- mente resguardada por el movimiento en sus

O. Hugo Benavides 11
expresiones a través de la CONAIE y bastaba con ser indígena sino que era funda-
Pachakutik Nuevo País. Esta reticencia a de- mental auto-representarse como tal; por eso
jar de lado la figura de “indio oprimido” como asumió una lucha representativa de atuendos,
principal pancarta representativa y la de no nombres e imágenes que le han permitido
asumir la de estratega político es un acto de representarse como indígena porque su au-
representación que ha permitido al movimiento téntica presencia no le bastaría para definirse
usufructuar ganancias simbólicas no sólo en en esos términos.
el país sino, sobre todo, en el exterior. Esta
En esta necesidad de auto-representación
contradicción representativa llevó a muchos,
la estrategia política, incluyendo la manipula-
incluyendo antropólogos y científicos socia-
ción explícita del pasado y la identidad (como
les, a cuestionar el otorgamiento del premio
en el caso de Rigoberta Menchú), aparece
Nobel a Rigoberta Menchú cuando fue claro
como la más clara característica de la autenti-
que había manipulado hechos históricos para
cidad. Lo auténtico es lo que es, no lo que uno
representar mejor la “realidad” vivida por ella
intuye o espera que sea (como en la mayoría
y otros indígenas en Guatemala (Arias 2001;
de representaciones hollywoodenses). Esta
Aznárez 2001).
posición, por necesaria y simplista que sea,
Este acto de politización debe ser desta- entra en conflicto directo con una orbe
cado porque su silencio, aún cuando ha pro- globalizante que busca definir a sus propios
ducidos logros políticos, podría marcar la sujetos de cambio y desarrollo. El teatro re-
suprema derrota del movimiento a largo pla- presentativo se abre más allá de los escena-
zo. El silencio guardado sobre el trabajo po- rios nacionales y entra a jugar con organismo
lítico del movimiento puede entenderse en el internacionales como el Banco Mundial, el
marco limitado de la definición de lo que es Banco Interamericano de Desarrollo y Fondo
meramente auténtico. Para sobrevivir el mo- Monetario Internacional que tienen definicio-
vimiento ha tenido que mantener, nes de autenticidad dentro de irrisorios y ar-
férreamente, una identidad de autenticidad a caicos modelos de desarrollos (Escobar 1995;
toda costa, aún con mayores connotaciones Ferguson 1997).
en el exterior que en el país. El vestido indí-
En este marco globalizante la CONAIE
gena se ha vuelto necesario en mujeres y hom-
y el movimiento indígena, en general, han
bres, como es típico en muchos movimientos
entrado a jugar no sólo con la modernidad y
nativos en el mundo (cf. Mallon 1996), y han
con definiciones de autenticidad, ya que la
ocurrido re-identificaciones con nombres in-
modernidad está definida por el encuentro
dígenas, a pesar de que inicialmente no fue-
inicial de indígenas y europeos hace cinco
ran los nombres de pila (Bulnes 1994). Es-
siglos, si no con un capitalismo postmoderno
tos hechos son conducidos por una nueva
que busca re-ejercer continuamente su do-
forma de definición de autenticidad que no
minio socio-económico, político y cultural a
está marcada por elementos locales si no, más
través de (no en) la negación de las diferen-
bien, por una globalización transformadora
cias (Amin 1997). Este empuje global ha
por las nuevas reglas del mercado capitalis-
obligado a los gobiernos y al Estado ecuato-
ta. De este modo se busca una autenticidad
riano a reconocer las comunidades indíge-
alejada de la concepción tradicional, es de-
nas, cuya opresión ha sido signo de la identi-
cir, lo auténtico como lo que representativa-
dad ecuatoriana desde los inicios republica-
mente es, sino lo auténtico como lo que uno
nos. Sin embargo, este movimiento conser-
cree o quisiera que sea. De esta manera des-
vador de los organismos capitalistas interna-
de sus primeros encuentros internacionales
cionales para buscar nativos y desarrollar-
el movimiento incorporó el hecho de que no

12 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


los ha permitido al movimiento indígena res- te, que su voz sea escuchada. Esto es pri-
catar su identidad, pelear por acceso a las mordial porque no se puede argumentar que
tierras, reconocer el carácter pluricultural y sea el primer movimiento indígena que haya
multinacional del país y enfrentar a las ocurrido ni el de mayor envergadura en el
transnacionales petroleras (New York Times mundo andino. Las producciones históricas
2003). Lo que queda menos claro de este ren- argumentarían lo contrario. Lo que sí es di-
dez vous entre transnacionales financieras y ferente es que por primera vez, o después de
el movimiento son los silenciosos precios más de cuatro siglos, ocurre en un contexto
políticos que deben pagarse tras bastidores global que delimita e impacta el espacio lo-
que, en cierta forma, tienen ecos coloniales y cal en el cual los planteamientos del movi-
son ejemplo de proyectos fallido de clase en miento se han hecho inteligibles en términos
el territorio americano. occidentales y en maneras francamente
adaptables al sistema de mercado reinante.
Una de las principales contradicciones de este
Es por esto que “vestirse de indio” se ha con-
proceso político es el hecho de que los organis-
vertido, después de siglos de maltrato y ex-
mos internacionales que ahora estimulan un con-
plotación, en una realidad simbólicamente
texto en el cual pueda entenderse y reproducirse
lucrativa; utilizar y expresar símbolos que
el movimiento indígena son los mismos que ex-
demuestren autenticidad indígena puede abrir
plotan indiscriminadamente y mantiene en ex-
puertas a foros académicos, obtener apoyo
trema pobreza a la mayoría de la población del
de fundaciones extranjeras, préstamos de
Tercer Mundo. La pregunta no es tanto cómo
desarrollo e, inclusive, ser escuchado en al-
estos organismos de desarrollo capitalista podrían
tas cortes de justicia, dentro y fuera del país,
presentarse como benévolos con una cara y per-
vedadas a la mayoría de los ciudadanos del
versamente explotadores con la otra si no, más
Tercer Mundo. Es irónico que las institucio-
bien, cómo entender ambas caras (buscar nati-
nes que provocaron en un tiempo la debacle
vos a quienes brindar apoyo y mantener nacio-
de la población autóctona del continente,
nes tercer-mundista en condiciones jerárquicas
como iglesias, militares y capital global, aho-
de pobreza) como una y la misma cosa. Ambos
ra estén tan atentas a su lucha política y re-
procesos son parte de un sistema capitalista de
clamos culturales. Por eso no sorprende que
distribución no equitativa de recursos y de pro-
el movimiento recree, en muchas formas, el
tección de la propiedad privada y los derechos
sistema hegemónico que busca combatir. La
individuales en el ámbito económico. En este
cúpula del movimiento se encuentra ocupa-
contexto el apoyo al movimiento indígena es si-
da, mayoritariamente, por hombres con for-
milar a las intentos civilizadores practicados du-
mación académica y de la región Quechua-
rante la colonia, aunque los métodos sean dife-
andina. Las categorías de género, clase, idio-
rentes y la ideología dominante también haya
ma y región que han esclavizado al país des-
cambiado (Arce y Long 2000). Desarrollo y
de sus inicios son reconfiguradas por el mo-
modernización, en vez de civilización, son las
vimiento sin que, hasta el momento, haya
palabras claves de transformación e intervención
esperanzas de algún tipo de solución o, in-
transnacional (préstamos y una política repre-
clusive, teorización efectiva (Muratorio
sentativa a través de los medios globales) sin
1998); así, es necesario reconocer que el
necesidad de ocupación militar directa y permi-
movimiento forma parte de un sistema de
ten la reproducción simbólica de la diferencia-
producción occidental de más de cinco si-
ción capitalista.
glos y, en ese sentido, el indígena como nati-
En este medio de reproducción social el vo es la más auténtica producción de occi-
movimiento indígena ha logrado, finalmen-

O. Hugo Benavides 13
dente (Mignolo 1994, 2000; McClintock et to indígena se acerca a abismos mortales
al. 1997; Spivak 1999). cuando juega un juego de autenticidad re-
presentativa con poncho y celular en mano
Uno de los marcadores de la postmoder-
en vez de reconocer que la autenticidad está
nidad es la forma como los signos modernistas
dada con o sin poncho, con o sin celular. En
son reconfigurados para que dejen de represen-
última instancia el juego de ser auténtico es
tar sus significados iniciales, volviéndolos más
arma de doble filo y puede terminar
híbridos y multivocales, al mismo tiempo que
esencializando a quienes lo juegan (Baldwin
representaciones utópicas, totalizantes y singu-
1990; Deloria 1990).
lares dejan de tener resonancia. La figura del
nativo ha sido transformada desde un lugar u
objeto de diferencia y exclusión a uno El Estado y las vicisitudes del
reconfigurado dentro del centro mismo de una pasado hegemónico y la identidad
producción de identidad occidental (Min-ha indígena
1997). Las típicas figuras nativas de indios y
¡Cómo un indio va a venir a mandarnos!
negros (en el continente americano) van a ser
incorporadas a una producción occidental que Fernando Larrea (2001)
no les permite perder su diferencia y que, al En un artículo publicado póstumamente en
mismo tiempo, utiliza esta diferencia para de- 1988 el sociólogo Phillip Abrams cuestionó
marcar poder y pertenencia. Este doble proce- la mayoría de los estudios hechos sobre el
so histórico de alienación transformadora hace Estado y reconoció que los análisis habían
que el negro o afro-americano pertenezca más fallado por varios motivos; uno de los prin-
a América (o inclusive a Europa) que a Africa cipales es que los estudios escudriñan dema-
(Baldwin 1984). siado la figura del Estado como un ente tota-
La cercanía indígena al mundo occiden- lizador y misterioso y, de esa manera, han
tal es mayor que a sus propios dioses, terri- engañado con la máscaras de un Estado fic-
torio, lengua, y cultura. Además, la apropia- ticio. En otras palabras, para Abrams el Es-
ción de sus características culturales ha ocu- tado no existe como tal sino más bien como
rrido a través de la incursión occidental que res pública (en palabras de Marx), creado
define (o no) las relaciones establecidas. La por nuestros estudios, fantasías y, sobre todo,
imposibilidad de una genealogía pura y por el terror a la vida en su caótica existen-
desafectada no es un impedimento de auten- cia (Taussig 1992; cf. Radcliffe-Brown 1950
ticidad; es, más bien, el constante empuje de para un enunciado similar). Para Abrams
una sociedad occidental marcada por el con- existe un aparato estatal pero esta expresión
sumo y un mercado desigual que continua- de ninguna manera se puede confundir con
mente requiere que los nativos (en cierta el Estado en sí, que otorga la agencia y los
manera todos somos nativos de algún lugar) mecanismo de operación a ese terrorífico apa-
sean cada vez más auténticos a pesar de que, rato burocrático y militar.
o más bien porque, estamos en constante cam- De esta forma la pregunta sobre el Esta-
bio (Taussig 1992). La crisis no ocurre por do se vuelve una pregunta sobre agencia y
falta de autenticidad —todos somos auténti- poder, no sobre control y leyes estáticas. Esta
cos, especialmente en nuestros disfraces forma de ver al Estado en su máscara ante-
(Wilde 1964; Browning 1991; Butler 1993, rior y no en un misterioso fetiche que nunca
1997)— sino por llevar este juego de auten- se puede precisar es instrumental, me pare-
ticidad a sus extremos más ridículos: buscar ce, para entender los pasos hegemónico del
parecer indio cuando ya se es. El movimien- movimiento indígena en el futuro patrio na-

14 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


cional. La propuesta de Abrams ha tenido tender las transformaciones de la cultura
eco entre los estudiosos del Estado y la hege- popular (Yudice et al.1992) y los nuevos
monía, quienes la han apropiado para acer- movimientos sociales en Latino América (Es-
carse mas “realmente” a su configuración cobar y Alvarez 1992; Monsiváis 1997).
(Corrigan y Sayer 1985). El problema del
Una de las preguntas más singulares de
Estado deja de ser uno de identificación o
este aporte intelectual es como entender la
definición para volverse uno de articulación,
articulación de los gobiernos de turno en la
señalando que es necesario entenderlo (es
operacionalización de la hegemonía nacio-
decir, nuestra imaginación del mismo) para
nal y los movimientos contra-hegemónicos
salvaguardar nuestra existencia y futuro.
que, por definición, se encuentran en produc-
La contribución de Abrams también tiva reacción con el Estado que buscan trans-
refuerza los recientes análisis de hegemonía, formar e, incluso, desarticular. Así es facti-
especialmente como aplicados en contextos ble entender por qué los movimientos con-
latinoamericanos en la últimas décadas tra-hegemónico no sólo jamás podrían des-
(Silverblatt 1987, 1988; Fox 1990). Ningún articular en su plenitud la hegemonía nacio-
otro trabajo ha tenido mayor influencia en nal si no por qué, más bien, son en esencia
este sentido que el libro editado por Gilbert los mas radicales aportadores a la regula-
Joseph y Daniel Nugent (1994); los estudios ción hegemónica del Estado (Wylie 1995).
de este libro sobre la dominación histórico- Como ya entrevió Doris Lessing (1987) a
económica en México proponen una forma estas alturas del devenir histórico debería-
más sutil y “real” de producción hegemónica mos reconocer e incorporar el hecho de que
y de la figura del Estado en su intervención. todo movimiento progresista es siempre di-
Lejos de ser un programa estático propuesto visible por dos.
desde arriba por las elites económicas la he-
El movimiento indígena en el Ecuador es
gemonía se convierte en varios proyectos de
un agente poderoso en la deseada transfor-
Estado sustentados para mantener ciertas
mación de la hegemonía nacional hacia una
relaciones en su lugar y reproducirlas lo más
más democrática y de mayor igualdad en la
fehacientemente posible.
distribución de recursos socio-económicos.
La producción cultural y de identidades En este sentido ha obtenido claras victorias
es esencial en el mantenimiento de un status políticas, principalmente en el reconocimiento
quo y normatividad que permitan la desigual de sus ancestrales derechos territoriales y en
reproducción de la sociedad bajo el manto la defensa de su necesidad de auto-suficien-
de una moralidad reificada y, sobre todo, de cia productiva. Esto, a su vez, ha sido posi-
un sentido normativo del buen gusto y bue- ble y es permitido por los logros alcanzado
nas costumbres (Mosse 1985). La pregunta en los medios públicos. Desde una organiza-
va más allá de definir ficticiamente los pro- ción estructurada a través de décadas el mo-
ductores en última instancia de una hegemo- vimiento ha logrado afianzar una fuerza so-
nía “real” (e.g., clase alta, blancos, hombres) cial con base en mítines, manifestaciones
a entender como toda la sociedad está multitudinarias, paros, apoyo del exterior,
involucrada en sus propios sistemas de do- juicios y contienda electoral. Estos métodos
minación y reproducción social. Este giro a su alcance han permitido al movimiento
investigativo, tan esencialmente postmoderno transformarse en el de mayor importancia del
en su ambigüedad pero aun más postcolonial país, sobrepasando el laboral (FUT, Frente
en la constitución de la identidad local en un Unido de Trabajadores), de maestros (UNE,
mundo globalizante, es primordial para en- Unión Nacional de Educadores) y las tradi-

O. Hugo Benavides 15
cionalmente poderosas protestas estudianti- El movimiento indígena ha logrado ga-
les, y convertirse en una fuerza de contienda nar terrenos sobre sus rivales debido, en pri-
para cualquier municipio o gobierno de tur- mer lugar, a su transformación en una crea-
no. El movimiento también ha tenido sus pri- ción social postmoderna, mucho antes que
meras experiencias en el control directo del cualquier de los otros sujetos sociales del país.
aparato estatal a través de lo cargos de la En segundo lugar debido a su capacidad para
Cancillería, secretarías de gobierno y con- jugar el juego de la política nacional (siem-
greso nacional. Aunque esta experimentación pre viendo más allá de la frontera nacional)
directa con el poder estatal fue de corta du- mucho mejor que sus enemigos tradiciona-
ración debido a la terminación de su alianza les; este éxito le ha permitido acercarse a li-
con el actual presidente no deja de cobrar derar un Estado marcado por el menospre-
importancia el papel transformador para una cio y diferenciación de lo que es indio en com-
comunidad indígena que siempre se ha en- paración con la supuesta esencia representa-
contrado aislada del poder estatal y sufrió, y tiva del país (Silva 1995). Por último debido
en muchos casos continúa sufriendo, la ig- a la re-transformación política, inclusive los
nominia de la mayoría de los ciudadanos juegos de imágenes y espejos, presentándose
blancos/mestizos del país. Pero la trayecto- como más auténtico de lo que podría ser en-
ria del movimiento hace esencial preguntar: tendido; estas son marcas del rito de una au-
¿cuál es el papel del movimiento en la trans- tenticidad que continúa teniendo fuertes ele-
formación de la hegemonía nacional?; ¿cuá- mentos hegemónicos, a pesar de sus sujetos
les son los logros concretos, además de los sociales constitutivos.
reclamos territoriales, de su resistencia com-
Visto desde otra perspectiva el movimien-
batiente contra el Estado nacional? Dentro
to ha tenido la difícil tarea de tomar posicio-
de lo “real” ¿cuáles son la mejores maneras
nes de autoridad frente a un Estado que ha
de entender la contribución del movimiento
sido reificado en un ente institucionalmente
hacia los indios y todos los ecuatorianos, más
racista y discriminante, especialmente en su
allá de fantasías utópicas o de re-articula-
forma de constituir la ciudadanía nacional.
ciones racistas?
Esta participación ha sido más difícil de lo
Un acercamiento inicial a estas preguntas que se pensaba porque, inicialmente, el mo-
podría decir que aún cuando las propuestas vimiento estuvo en la oposición. En sus pri-
del movimiento son contra-hegemónicas se meros pasos políticos la plataforma política
encuentra en clara relación con un proceso de la CONAIE (1997) tenía menos que ver
hegemónico nacional y no fuera de él. Una de con una realidad concreta de gobernar que
la mayores victorias del movimiento para todo con una visión cosmológica del poder y sus
el país, sin ser su objetivo primordial, es la responsabilidades con respecto a los gober-
gran batalla representativa de lo que significa nados. Las continuas victorias del movimien-
reconocer la humanidad y valor político-cul- to, incluyendo su franca capacidad de aliar-
tural del pasado indígena. También se puede se con otros grupos y comunidades a pesar
reconocer un proceso mediante el cual no se de que históricamente representen visiones
necesita hablar de fantasías utópicas como opuestas, ha permitido un acercamiento al
victoria, ni siquiera de logros de contingencia, poder mucho mayor de lo que se podría pre-
pero sí de una mayor expansión del ámbito decir en tan poco tiempo.
político que permite una participación más
Esta cercanía en el manejo de un Estado
amplia de los ciudadanos actuales y de las
que una vez fuera distante y lejano permite
generaciones venideras (Foucault 1991).
reconocer un proceso hegemónico entre el

16 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


movimiento y el proceso de producción na- ca cada día más a tener que aceptar su papel
cional del país. El movimiento apoya la he- de líder en un país en el cual nunca fue acep-
gemonía nacional en varios niveles: el pri- tado pero que ahora se transforma y adapta
mero, posiblemente el menos problemático con una rapidez abrumadora y a la fuerza
de apreciar, es que todo movimiento contra- debido al cambiante mundo postmoderno de
hegemónico que busca desestabilizar un sis- exotismo, de manera que ahora debe sobre-
tema es cooptado si resulta exitoso. Esta fa- vivir con el nuevo matiz indígena de su iden-
lla esencial de la resistencia social fue detec- tidad. Esta cooptación del movimiento (po-
tada por Gramsci y Marx (Crehan 2002), dría, inclusive, llamarse re-alineación
por las visiones terroríficas (y acertadas) de hegemónica) no debe sorprender ni avergon-
George Orwell en su novela 1984 y por los zar. En cambio, el mayor desgaste puede
influyentes trabajos de Foucault (1980) so- ocurrir tratando de esconder este proceso de
bre el poder. El hecho de que el poder, como cooptación en vez de reconocerlo como ele-
el Estado, no existe como fuerza opresiva mento del proceso hegemónico que busca re-
por fuera de los sujetos sociales hace que éstos adecuarse como sea necesario; inclusive su
sean esenciales en su construcción, sobre todo disolución puede ser utilizada para asegurar
aquellos con mayor influencia nacional. su futura existencia (Fabian 1983).
El segundo nivel está marcado por la Como han visto el país y Latinoamérica
transformación de su poder, ya no como un toda revolución contra un poder hegemónico
movimiento de resistencia contra-hegemóni- trae consigo otro sistema y poder hegemóni-
co constituido desde afuera si no desde los co, obligando al sistema nacional a re-ali-
ámbitos más reificados del poder estatal, el nearse de una manera adaptativa a las nue-
palacio ejecutivo y el congreso nacional. En vas corrientes de vida. Este hecho no invalida
este nivel el juego (de constitución las revoluciones o el fracaso de todo proyec-
hegemónica) es más interesante pero también to progresista; es, más bien, la incorporación
eleva sus apuestas porque ahora no se trata de sus verdaderos logros y objetivos. El mo-
de disolver un Estado racista sino de tener vimiento indígena es una nueva fuerza
que defenderlo como parte constitutiva del hegemónica que incorpora muchos caracte-
movimiento. En otras palabras, aún cuando res existentes en la dominación nacional an-
el movimiento ha sido claro en catalogarse terior pero logra abrir más espacios de los
como perteneciente al Ecuador, pero no ne- que había anteriormente, aún cuando cierra
cesariamente ecuatoriano (de ahí la necesi- otros por las necesidades del poder. La espe-
dad de cambiar la Constitución para que re- ranza popular es que el proceso hegemónico
fleje esta realidad multinacional), cuando se se re-articule de manera que aquellos sujetos
hace cargo del Estado es imposible disolver- sociales que han sido violentamente consti-
lo sin auto-destruirse. Así se entiende porque tuidos a partir del agravio de sus derecho
los movimientos políticos previos, por bien logren un mayor campo de acción. Esta es-
intencionados que hayan sido, también tu- peranza es estimulada por un movimiento
vieron que lidiar con este absurdo político, indígena que ha logrado re-articular la cons-
existencialmente hablando. En un cuento de titución racial del país, a pesar de que ha te-
Giovanni Papini un individuo anti-religioso nido que pagar un alto precio político. El mo-
logra infiltrar la iglesia y ser elegido papa vimiento se presenta como el más “real” del
sólo para ver sus proyectos de destrucción país por su capacidad de representar la au-
cooptados en la continua transformación de tenticidad deseada, tanto para el público lo-
esa misma iglesia; así, el movimiento se acer- cal como internacional, por lo que es: un jue-
go de representación con altos riegos políti-

O. Hugo Benavides 17
cos. De esa manera ha ganado a la tradicio- bino como una historia viva con consecuencias
nal imagen de la nación y al Estado ecuato- para la existencia contemporánea de las comu-
riano en su juego de seducción, proponiendo nidades nacionales. En este contexto la autenti-
su propia historia nacional y re-creando nue- cidad es más apremiante que nunca, especial-
vas formas de autenticidad cultural. Queda mente en un mundo postmoderno en el cual las
por reconocer que, como todo movimiento relaciones de globalización nos empujan cada
nacional, continuará necesitando un Estado día más.
que lo legitime y una nación que salvaguar-
La autenticidad o, más correctamente, la
de su supervivencia. El futuro movimiento
búsqueda por una autenticidad efímera se ha
indígena (y, a estas alturas, el país entero)
convertido en uno de los principales valores
depende de estos ritos de autenticidad.
postmodernos precisamente porque la socie-
dad global, definida desde el punto de vista
Conclusión de Occidente, se encuentra cada vez más alen-
Lo que nadie antes de mí ha logrado tada por encontrar diferenciación y desarro-
tampoco yo lo puedo lograr y sólo he sido llarla. En esta contradicción global, una vez
capaz de imitar los errores de otros: más en esencia definitoria del momento
arrastro el peso de otros conmigo. O, más postmoderno que vivimos, organismos finan-
bien, creyendo que yo no he sucumbido cieros transnacionales como el Banco Mun-
sólo fui ellos, atrapado por las mismas dial, cada vez más conscientes de la crecien-
cadenas, en la misma prisión. te homogeneización cultural de Occidente,
Georges Bataille (1991) buscan nativos y diferencias para desarro-
llar y apoyar sin consciencia de que esta bús-
Este trabajo es resultado de una larga discu-
queda supone elementos del fracaso del mo-
sión con otros y conmigo mismo sobre el papel
delo de desarrollo occidental o la desapari-
político del movimiento indígena. Esta reflexión
ción de la diferencia que se busca apoyar.
no busca lograr un consenso objetivo, ni siquiera
tener entre sus manos un tipo de valor predictivo. En cierta manera el movimiento indígena
Al contrario, me siento partícipe de la transfor- es uno de los mejores ejemplos globales de la
mación del país hacia una sociedad más equi- producción local de los hechos de la
tativa; la transformación de las relaciones ra- globalización. Así como el inicio de la
ciales y de clases del país es de una necesidad globalización occidental y, por ende, de la mo-
apremiante. No hay duda que en las últimas dernidad marcó la debacle de las comunidades
dos décadas el movimiento indígena ha hecho indígenas en América la entrada a la
esta posibilidad más “real” que cualquier otro postmodernidad ha marcado, una vez más, la
movimiento en los dos siglos de historia repu- reinserción indígena en el contexto de las na-
blicana del país. Sin embargo, dentro de este ciones del mundo. Podrá haber tomado cinco
proceso de transformación se encuentran es- siglos pero las relaciones jerárquicas del mun-
pectros hegemónicos que no se pueden descui- do se están re-adaptando con una fuerte reac-
dar; más bien, se deben incorporar lo más ex- ción a su homogeneización y con reclamos a
plícitamente posible para el sincero desarrollo sus palabras vacías de igualdad, justicia, de-
del movimiento y la producción de una identi- mocracia y, sobre todo, civilización. Sin em-
dad ecuatoriana más democrática. Mi visión bargo, hay más preguntas que respuestas, par-
de estos hechos está formada desde un ángulo ticularmente en cuanto a la sinceridad del apo-
antropológico y, aun más específicamente, por yo dado al movimiento por instituciones y or-
haber participado como arqueólogo en la con- ganismos que, históricamente, han estado
tinua empresa de entender el pasado precolom- involucrados con su destrucción. El hecho de

18 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


recibir apoyo internacional para continuar la hacia afuera que, para empezar, nunca ten-
lucha por la identidad nativa no puede tener dría que haber sido puesto en duda. Por esto
otro resultado que destruir la diferencia, recrear los ritos de autenticidad, ser lo que no se es
mayor homogeneización y, peor aún, estable- para ser, se vuelven esenciales para el movi-
cer “nuevas viejas” relaciones de poder a tra- miento indígena y para todo movimiento
vés de (y ya no en reacción a) diferencias cultu- postcolonial de identidad en América. Estos
rales. Este es otro rasgo postmoderno: la domi- ritos participan de la contradicción presen-
nación política de la globalización está marca- tada por Lacan: “lo real” que nunca es lo
da por la incorporación y no por el desdén de la obvio si no lo que está dado por la conscien-
diferencia cultural. te búsqueda de aquello que nunca se puede
lograr pero que define lo que es (Zizek 2002).
Ubicado centralmente en esta discusión
está el hecho de la autenticidad y sus ritos. Esta es la encrucijada en la producción
El apoyo dado al movimiento indígena su- de las identidades postcoloniales (indígena,
puestamente pone en peligro su autenticidad ecuatoriana o latinoamericana) en el actual
nativa, un pequeño problema en un contexto contexto de globalización: se busca más de
global en el cual es cada vez más lucrativo lo que hay porque lo que hay es demasiado
ser nativo. Los miembros del movimiento doloroso para incorporar. La colonia dejó su
indígena se encuentran conectados tecnoló- legado internalizado en quienes somos hoy
gicamente con el exterior debido a viajes, en día, aún cuando lo que fue internalizado
celulares y al ciberespacio; esta conexión nos cambia todos los días precisamente porque
hace reconsiderar la imagen sufrida y el pasado cambia también (Kincaid 1997).
victimizada de la comunidad indígena, espe- Esta es la labor de la arqueología como cien-
cialmente cuando el movimiento busca pre- cia especializada en entender el pasado, en
sentar esta victimización histórica como la especial el pasado precolombino americano,
más “real” y, por ende, más verdadera. parte esencial del movimiento indígena y de
la nación ecuatoriana; ninguno de los dos
Los ritos de la autenticidad son una nece-
puede sobrevivir sin una versión nacionali-
sidad apremiante, marcada por procesos de
zada de la historia y, por ende, la arqueolo-
globalización, que nos hacen aparentar lo que
gía es parte primordial del proceso hegemó-
no somos para ser lo que somos. El movi-
nico nacional, lo quiera o no. Desgraciada-
miento indígena tiene que mantener imáge-
mente hasta ahora la arqueología ecuatoria-
nes de victimización porque sus mayores re-
na e, inclusive, latinoamericana ha hecho caso
presentantes ya no son víctimas. Sólo de esa
omiso de su incorporación hegemónica al
manera lograrán mantener una autenticidad
proceso de dominación nacional.

Referencias

Academia de las Lenguas Quichua-Castellano


1993 Historia sobre la cultura india en Cayambe-Pesillo. En Historia de la organiza-
ción indígena en Pichincha, editado por la Federación Indígena Pichincha
Runacunapac Riccharimui, pp 11-24. Abya-Yala, Quito.

Almeida, Ileana y otros


1992 Indios: una reflexión sobre el levantamiento indígena de 1990. ILDIS-Abya-
Yala, Quito.

O. Hugo Benavides 19
Amin, Samir
1997 Capitalism in the age of globalization: the management of contemporary society.
Atlantic Highlands, Londres.

Anderson, Perry
2002 The origins of postmodernity. Verso, Londres.

Appiah, Kwame Anthony


1997 Is the “post” in “postcolonial” the “post” in postmodern? En Dangerous liaisons:
gender, nation, and postcolonial perspectives, editado por Anne McClintock, Ella
Shohat y Aamir Mufti, pp 420-444. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Appudarai, Arjun
2003 Modernity at large: cultural dimensions of globalization. University of Minnesota
Press, Minneapolis.

Arce, Alberto y Norman Long (Editores)


2000 Anthropology, development, and modernities. Routledge, Londres.

Arias, Arturo (Editor)


2001 The Rigoberta Menchú controversy. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Ayala, Enrique y otros


1992 Pueblos indios, Estado y derecho. Corporación Editora Nacional, Quito.

Aznárez, Juan Jesús


2001 Rigoberta Menchú: those who attack me humiliate the victims. En The Rigoberta
Menchú controversy, editado por Arturo Arias, pp 109-117. University of Minnesota
Press, Minneapolis.

Baldwin, James
1990 Just above my head. Dell, Nueva York.
1984 Notes of a native son. Beacon Press, Boston.

Bataille, Georges
1991 The impossible. City Lights Books, San Francisco.

Benavides, O. Hugo
2001 Returning to the source: social archaeology as Latin American philosophy. Latin
American Antiquity 12:355-370.
2004 Making Ecuadorian histories: four centuries of defining power. University of
Texas Press, Austin.

Bhabha, Homi
1994 The location of culture. Routledge, Londres.

Browning, Frank
1991 The culture of desire: paradox and perversity in the lives of gay men. Vintage
Books, Nueva York.

20 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


Bulnes, Martha (Editora)
1994 Me levanto y digo: testimonios de tres mujeres quichuas. Editorial El Conejo,
Quito.

Butler, Judith
1993 Bodies that matter: on the discursive limits of “sex”. Routledge, Nueva York
1997 The psychic life of power: theories in subjection. Stanford University Press,
Stanford.

CEDEP
1986 Primer concurso de testimonio: la historia de mi organización. Escuela de For-
mación Popular “Fernando Velasco-CEDEP, Quito.

CEDIME
1987 Derechos de la mujer indígena. CEDIME, Quito.

CEDIS
1992 Indios, tierra y utopía. CEDIS, Quito.

Collier, Donald
1982 One hundred years of Ecuadorian archaeology. En Primer simposio de correlacio-
nes antropológicas andino-mesoamericano, editado por Jorge Marcos y Presley
Norton, pp 5-33. ESPOL, Guayaquil.

CONAIE
1988a Primer encuentro de derechos humanos CONAIE-ECUARUNARI. CONAIE,
Quito.
1988b Derechos humanos y solidaridad de los pueblos indígenas. CONAIE, Quito.
1989 Las nacionalidades indígenas en el Ecuador: nuestro proceso organizativo.
TINCUI-CONAIE-Abya-Yala, Quito.
1997 Proyecto político de la CONAIE. CONAIE, Quito.
1998 Las nacionalidades indígenas y el estado plurinacional. CONAIE, Quito.

Corrigan, Phillip y Derek Sayer


1985 The great arch: English State formation as cultural revolution. Basil Blackwell, Oxford.

Crehan, Kate
2002 Gramsci, culture and anthropology. University of California Press, Berkeley.

Deloria Jr, Vine


1979 Custer died for your sins. Avon, Nueva York.

Escobar, Arturo
1995 Encountering development: the making and unmaking of the Third World.
Princeton University Press, Princeton.

Escobar, Arturo y Sonia Alvarez (Editores)


1987 The making of social movements in Latin America: identity, strategy, and
democracy. Westview Press, Boulder.

O. Hugo Benavides 21
Fabian, Johannes
1983 Time and the other: how anthropology makes its object. Columbia University
Press, Nueva York.

Ferguson, James
1997 The anti-politics machine: “development”, depoliticization, and bureaucratic
power in Lesotho. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Foucault, Michel
1991 Remarks on Marx. Semiotext(e), Nueva York.
1980 Power/knowledge: selected interviews and other writings 1972-1977. Pantheon
Books, Nueva York.

Fox, Richard (Editor)


1990 Nationalist ideologies and the production of national cultures. American
Ethnology Monograph Series, Number 2, Washington.

García-Canclini, Nestor
1992a Cultural reconversion. En On edge: the crisis of contemporary Latin American
culture, editado por George Yudice, Jean Franco y Juan Flores, pp 29-43. University
of Minnesota Press, Minneapolis.
1992b Culturas híbridas: estrategias para entrar y salir de la modernidad.
Suramericana, Buenos Aires.

Hall, Stuart
1987a The local and the global: globalization and ethnicity. En Culture, globalization and the
world-system: contemporary conditions for the representation of identity, editado por
Anthony King, pp 19-39. University of Minnesota Press, Minneapolis.
1987b Old and new identities, old and new ethnicities. En Culture, globalization and the
world-system: contemporary conditions for the representation of identity, edita-
do por Anthony King, pp 41-68. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Joseph, Gilbert y Daniel Nugent (Editores)


1994 Everyday forms of State formation: revolution and the negotiation of rule in
modern Mexico. Duke University Press, Durham.

Kincaid, Jamaica
1997 My brother. Farrar, Straus and Giroux, Nueva York.

KIPU
1991 El mundo indígena en la prensa ecuatoriana, Enero-Junio.
1995 El mundo indígena en la prensa ecuatoriana, Julio-Diciembre.

Kureishi, Hanif
1990 The Buddha of suburbia. Faber and Faber, Londres.
1985 Dirty washing. Time Out, noviembre, pp 14-20.

Lacan, Jacques
1977 Ecrits: a selection. W.W. Norton & Co, Nueva York.

22 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


Larrea, Fernando
2001 “¡Cómo un indio va a venir a mandarnos!”: frontera étnica y masculinidades en el
ejercicio del poder local. En Masculinidades en Ecuador, editado por Xavier
Andrade y Gioconda Herrera, pp 47-65. FLACSO, Quito.

Lessing, Doris
1987 Prisons we choose to live inside. Harper and Row, Nueva York.

Lucas, Kintto
2000 La rebelión de los indios. Abya-Yala, Quito.

Malkki, Lisa
1995 Purity and exile: violence, memory, and national cosmology among Hutu refugees
in Tanzania. University of Chicago Press, Chicago.

Mallon, Florencia
1996 Constructing mestizaje in Latin America: authenticity, mariginality, and gender in the
claiming of ethnic identities. Journal of Latin American Anthropology 2:170-81.

Marcos, Jorge (Editor)


1986 Arqueología de la costa ecuatoriana: nuevos enfoques. ESPOL- Corporación
Editora Nacional, Quito.

McClintock, Anne, Ella Shohat y Aamir Mufti (Editoras)


1997 Dangerous liaisons: gender, nation and postcolonial perspectives. University of
Minnesota Press, Minneapolis.

McEwan, Colin y Chris Hudson


1990 Como despertar el orgullo por el propio pasado: el ejemplo de Agua Blanca, Ecua-
dor. Manuscrito sin publicar.

Mignolo, Walter
1994 The darker side of the Renaissance: literacy, territoriality, and colonization.
University of Michigan Press, Ann Arbor.
2000 Local histories/global designs: coloniality, subaltern knowledges, and border
thinking. Princeton University Press, Princeton.

Minh-ha, Trinh
1997 Not you/like you: postcolonial women and the interlocking questions of identity
and difference. En Dangerous liaisons: gender, nation, and postcolonial
perspectives, editado por Anne McClintock, Ella Shohat y Aamar Mufti, pp 415-
419. University of Minnesota Press, Minneapolis.

Muratorio, Blanca
1998 Indigenous women’s identities and the politics of cultural reproduction in the
Ecuadorian Amazon. American Anthropologist 100:409-420.

Muratorio, Blanca (Editora)


1994 Imágenes e imagineros: representaciones de los indígenas ecuatorianos, siglos
XIX y XX. FLACSO, Quito.

O. Hugo Benavides 23
New York Times
2003 Seeking balance: growth vs. culture in Amazon, pp A1, A17, Diciembre 10.

Patterson, Thomas
1991 The Inca empire: the formation and desintegration of a pre-capitalist State.
Berg, Oxford.

Patterson, Thomas y Peter Schmidit (Editores)


1995 Making alternative histories: the practice of archaeology and history in non-
western settings. School of American Research, Santa Fe.

Quijano, Aníbal
1993 América Latina en la economía mundial. Problemas del desarrollo 24:5-18.

Radcliffe, Sarah y Sallie Westwood


1996 Remaking the nation: place, identity and politics in Latin America. Routledge,
Londres.

Radcliffe-Brown, Alfred Reginald (Editor)


1950 African systems of kinschip and marriage. Oxford University Press, Oxford.

Ramón, Galo
1990 Ese secreto poder de la escritura. En Indios: una reflexión sobre el levantamiento
indígena de 1990, editado por Ileana Almeida y otros, pp 24-49. ILDIS-Abya-Yala,
Quito.

Renan, Ernest
1990 What is a Nation? En Nation and narration, editado por Hommi Bhabha, pp 19-
36. Routledge, Londres. [1882].

Salomon, Frank
1990 Ancestors, grave robbers, and the possible antecedents of Cañari “inca-ism”. En Natives
and neighbors in South America: antropological essays, editado por H. Skar y Frank
Salomon, pp 207-232. Goteborg Etnografiska Museum, Goteborg.

Silverblatt, Irene
1988 Political memories and colonizing symbols: Santiago and the mountain gods of
colonial Peru. En Rethinking History and Myth: Indigenous South America,
editado por James Hill, pp 174-194. University of Illinois Press, Urbana.
1987 Moon, sun, and witches: gender ideologies and class in Inca and colonial Peru.
Princeton University Press, Princeton.

Silverston, Melina
1994 The politics of culture: indigenous peoples and the State in Ecuador. En Indigenous
people and democracy in Latin America, editado por Dona Van Cott, pp 131-
152. St.Martin’s Press, Nueva York.

Spivak, Gayatri
1999 A critique of postcolonial reason. Routledge, Londres.

24 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


Taussig, Michael
1992 The nervous system. Routledge, Nueva York.

Wilde, Oscar
1964 De Profundis. Avon Books, Nueva York.

Wolf, Eric
1992 Europe and the people without history. University of California Press, Berkeley.

Wylie, Alison
1995 Alternative histories: epistemic disunity and poltical integrity. En Making
alternative histories: the practice of archaeology and history in non-western
settings, editado por Tom Patterson y Peter Schmidt, pp 255-272. School of American
Research, Santa Fe.

Yánez Cossio, Alicia


2002 Y amarle pude... Planeta, Quito.

Yudice, George, Jean Franco y Juan Flores (Editores)


1992 On edge: the crisis of contemporary Latin American culture,: University of
Minnesota Press, Minneapolis.

Zizek, Slavoj
2002 Welcome to the desert of the real. Verso, Londres.

O. Hugo Benavides 25
COMENTARIOS

Gabriel De La Luz Rodríguez actor que no se encuentra desligado del ám-


(Departamento de Ciencias bito estatal sino en una productiva tensión
Sociales, Universidad de Puerto con él. Esto, como bien argumenta el autor,
Rico, Río Piedras). no es razón para despreciar los alcances del
movimiento; todo lo contrario, esa relación
En su excelente ensayo Los ritos de la au- ambigua con el Estado permite el avance de
tenticidad: indígenas, pasado y el Estado reclamos indígenas concretos dentro de la
ecuatoriano Hugo Benavides logra, en tér- perspectiva nacional ecuatoriana pero, por
minos políticos y teóricos, un cruce intere- supuesto, también permite su cooptación y
sante y productivo entre lo mejor de la tradi- domesticación. Así, Benavides sitúa de ma-
ción marxista y subalternista. Esto, por su- nera compleja la trama ecuatoriana dentro
puesto, no es poca cosa. Lejos del populismo de un contexto global en donde la identidad
cultural que impera en ocasiones dentro de y la cultura no sólo vende, y vende bien, sino
los estudios postcoloniales, subalternistas y que resulta esencial para la reproducción del
los estudios culturales de nueva cuña el au- capitalismo tardío y sus elites. El riesgo de
tor se deshace de cualquier remanente re-colonización del movimiento indígena se
esencialista, ingrediente común en los discur- sitúa precisamente allí, en donde el liberalis-
sos afines a las políticas de identidad, para mo político y el capital postmoderno no se
entender las contradicciones de un movimien- sienten ya amenazado por el «otro» sino que
to social poderoso como el indígena en Ecua- lo reclaman con furor a través de un
dor; éste se interpreta a través del crisol de multiculturalismo simplón. ¡Aquí hay cabi-
sus tensas relaciones, casi agónicas, con el da para todos! Claro, siempre que se respete
Estado nacional ecuatoriano para entender la civilidad liberal, es decir, que los funda-
tanto sus limites discursivos (los del movi- mentos del sistema capitalista nunca se cues-
miento y los del Estado) como su potenciali- tionen. Aquí parece jugarse la vida el
dad democrática dentro del entorno social indigenismo. ¿Cómo impulsar sus reclamos,
ecuatoriano (de nuevo, los del movimiento y algunos de los cuales se encuentran en fran-
los del Estado). ca contradicción con el capital y el sistema
inter-estatal que lo defiende, vía la política
Benavides analiza esta dialéctica desde
nacional?; ¿cómo explotar los límites de lo
una perspectiva neo-marxista que deja atrás
posible dentro de los canales oficiales del
cualquier determinismo económico para en-
Estado ecuatoriano? Acercarse a la contra-
tender lo social, es decir, la formación social
dicción de manejar el Estado como fuerza
ecuatoriana, como un todo estructurado y ar-
revolucionaria, como alguna vez sugirió
ticulado por una fuerza hegemónica especí-
Lenin, no resulta fácil; tampoco resulta fácil
fica (una clase dominante blanca y mestiza).
analizar ese proceso y aquí el ensayo de
Este esquema plantea, con ecos de Gramsci
Benavides adquiere una importancia vital.
a través del último Nicos Poulantzas, que el
Estado no es una cosa sino un entramado de Hay, sin embargo, un argumento que con-
relaciones sociales de poder. Esta perspecti- sidero ambiguo, cuando no problemático. El
va es de suprema importancia ya que se trata autor sucintamente explica el papel de la ar-
de entender el movimiento indígena como un queología nacional en el fomento de ciertos

26 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


discursos opresivos a lo indígena. En otras situación. Aunque uno pueda comprender las
palabras, apunta a la forma como la arqueo- condiciones que originan la contra-narrativa
logía oficial ha invisibilizado la presencia histórica indígena ¿no resulta tan problemá-
activa de los grupos amerindios a través de tica como la oficialista en su romantización
la historia del país. Como respuesta a esto de un pasado que nunca fue? Más aun, ¿no
Benavides señala cómo el movimiento, por podrá esta mistificación del pasado dar más
su lado, ha logrado construir una historia no- municiones al multiculturalismo liberal en su
oficial que se ampara más en el mito y la intento de domesticar al movimiento? Por
utopía que en la actividad científico- supuesto que la arqueología tiene que incor-
investigativa de la arqueología y la porar la voz indígena; sin embargo, ¿se po-
etnohistoria tradicional. Esta contra-historia, drá hacer esto sin colonizarlo en cierto modo,
de alguna manera, sirve de antídoto a lo que es decir, sin hacer del indígena un
resulta ser otra mitologizada historia fomen- arqueólogo?; ¿cómo se articula esto con el
tada, esta vez, por la arqueología de las elites esencialismo estratégico que el autor descri-
o, por lo menos, vulgarizada en textos de his- be como fundamental dentro de la praxis
toria oficial. Benavides señala que ha habido memorial del movimiento indígena? A mi me
excepciones en este panorama; por ejemplo, parece que la arqueología como ciencia so-
menciona a los arqueólogos sociales; sin cial aporta algo importante a un debate que
embargo, en su opinión inclusive este tipo de la arqueología tradicional positivista y los
arqueología ha sido cómplice de las prácti- nativismos exotizantes de algunos sectores
cas colonialistas de la arqueología mas tra- del movimiento indígena no traen a colación;
dicional al no dar voz o no hacer participe al esta es una perspectiva de totalidad concreta
indígena en la producción de conocimiento que sobrepasa, radicalmente, los
antropológico. Supongo que a esto se refiere particularismos de las otras dos posiciones.
Benavides cuando argumenta que «aún más Esa noción comprensiva de totalidad es, pre-
problemática es la realidad del fracaso de la cisamente, la que necesitamos para poder
arqueología como ciencia social en incorpo- construir un verdadero juicio crítico.
rar los grupos oprimidos que buscaba legiti-
mar, no sólo en sus investigaciones sino, in- Joanne Rappaport (Department of
clusive, en sus resultados de investigación”. Spanish and Portuguese,
Esto lo lleva a esgrimir que “esta realidad, Georgetown University).
sobre todo, de una arqueología que en sus
mejores momentos busca personalmente Los antropólogos que escribimos sobre los
aliarse con su principal sujeto de investiga- nuevos movimientos sociales, en particular
ción ha motivado a ese sujeto indígena a cons- sobre los movimientos indígenas, no sólo te-
truir su propia historia y, a través de ella, nemos la obligación de describir y analizar
legitimar su propio y contradictorio poder la realidad que estudiamos sino entrar en diá-
nacional y reproducción narrativa». logo con estos actores sociales. La coyuntu-
ra histórica que vivimos, cuando frecuente-
¿Significa todo esto que la arqueología
mente tenemos el mismo acceso que los ac-
ya no tiene nada que contribuir a esa lucha?;
tores que estudiamos a los dispositivos de
¿que es ajena a la reconstrucción histórico-
evaluación, a las herramientas metodológicas
política que necesita el movimiento indígena
y a la financiación, juega un papel transfor-
para su sustento? Sin pretensiones
mador en nuestra práctica investigativa. La
objetivistas ni tutelares me parece que la ar-
sofisticación de los actores sociales trascien-
queología como ciencia social e histórica tie-
de la sofisticación de los observadores: tie-
ne mucho que brindar con respecto a esta

O. Hugo Benavides 27
nen a su alcance canales de comunicación enfatizar su diferencia mediante la adopción
que no tenemos nosotros; ocupan puestos de de ciertos rasgos, como el vestuario o la len-
poder, tanto dentro de las estructuras tradi- gua, que antes funcionaban como marcado-
cionales de gobierno como en el mundo no- res étnicos pero que hoy día no son suficien-
gubernamental. Desde el punto de vista de tes para proyectar el significado de la identi-
las ciencias sociales nuestras aproximacio- dad indígena. Por otro lado Benavides ob-
nes teóricas tienen que abarcar toda esa com- serva que estos actores, vestidos de indios
plejidad y no confinarse a la descripción de pero exhibiendo una sofisticación política, se
sociedades indígenas enquistadas en un “pre- apropian de las fuentes de poder en nuestras
sente etnográfico” ni tampoco a una mirada sociedades —la financiación externa y las
que los muestra como víctimas de un proce- posiciones gubernamentales, entre otras— en
so de modernización que los canibaliza. Ya una serie de actitudes que desmientan sus
no podemos ser observadores paternalistas intenciones políticas de representar a una base
sino que tenemos que entrar en un intercam- indígena contra el neoliberalismo. Armado
bio entre iguales o, frecuentemente, en una con toda una gama de dispositivos teóricos
interlocución cuyas reglas están controladas que problematizan el papel del etnógrafo y
por aquellos que, tradicionalmente, ocupa- el carácter de la etnografía modernista
ban una posición subalterna respecto a los Benavides cuestiona la autenticidad del
investigadores externos. Bajo estas circuns- liderazgo indígena ecuatoriano.
tancias ellos determinan, en parte, cuáles van
En teoría lo que plantea Benavides es muy
a ser nuestras contribuciones, no sólo al pro-
interesante porque señala una serie de pun-
ceso social sino a la ciencia misma.
tos álgidos que los investigadores sociales
¿Cuáles son nuestras obligaciones en esta tenemos que considerar si vamos a forjar un
nueva coyuntura? Mientras que nuestras re- diálogo entre iguales con los indígenas: ¿cuá-
laciones con los nuevos actores sociales ha les son los impactos de la financiación exter-
cambiado, llevándonos a una inserción en las na en los movimientos alternativos?; ¿es real-
realidades que estudiamos —inserción que mente un avance político lograr puestos eje-
evitábamos en el pasado, aunque siempre cutivos en el gobierno?; ¿hasta qué punto
estábamos implicados en la realidad que es- logra el discurso cultural implantar un nue-
tudiábamos—, creo que todavía es nuestro vo sentido de identidad y hasta qué punto
deber producir análisis rigurosos de la reali- introduce un discurso culturalista vacío? Des-
dad, interpretaciones que tengan en cuenta afortunadamente Benavides lanza preguntas
las complejas redes de relaciones entre indí- críticas pero se niega a acercarse a ellas con
genas, la sociedad nacional y el mundo el rigor que es debido en un científico social.
globalizado pero que, a la vez, no abando- Menciona a unos cuantos dirigentes que an-
nen el estudio de la textura de la vida cotidia- dan con teléfonos celulares, vestidos de in-
na, los detalles que siempre han caracteriza- dios, pero no indaga de una forma sostenida
do la interpretación etnográfica. y seria la cuestión de qué significa ser indí-
gena hoy en día en el Ecuador y cómo es la
La polémica de Hugo Benavides intenta
multiplicidad de las aproximaciones a la
entrar en diálogo desde una posición crítica
indianidad en un país con un movimiento tan
con el movimiento indígena ecuatoriano en
desarrollado como CONAIE. En mi opinión
torno a la problemática de la autenticidad.
Benavides ha optado por la solución fácil:
Según lo que he podido percibir en su artícu-
poner en la mesa ciertos estereotipos comu-
lo por un lado le preocupa el hecho de que
nes en vez de enfocar sus poderes de obser-
los dirigentes indígenas de hoy tengan que
vación en la complejidad de la expresión

28 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


identitaria indígena moderna. A lo largo del movimientos indígenas del mundo andino.
artículo trae a colación el hecho del apoyo Analizaré el trabajo en cuestión a partir de
inicial del movimiento al gobierno de mi locus de enunciación aymara, desde don-
Gutiérrez y el hecho de que una indígena de esgrimiré mis puntos de vista y elementos
ocupa la Cancillería pero no pregunta en de- argumentativos. En tal sentido también mi
talle acerca de las implicaciones de estos he- intervención será un acto político, pero no
chos en la construcción del pluralismo a ni- buscando una estéril confrontación, menos
vel nacional o sus efectos directos dentro de con el ánimo de asumir al otro como un ene-
la CONAIE. Su artículo, a pesar de su sofis- migo y desconocido si no, más bien, como
ticación teórica, no deja de ser una suerte de un hermano y conocido, uno de los princi-
editorial periodístico. pios indígenas por el cual runa o jaqi o per-
sona presentan esa dimensión. Consecuente-
Si nuestro deber como científicos socia-
mente, se trata de tender puentes
les es entrar en un nuevo diálogo con el mo-
comunicativos entre diferentes visiones,
vimiento indígena no basta con lanzar críti-
identitarias o paradigmáticas.
cas sustentadas por estereotipos. Tenemos
que entrar en un diálogo serio en el cual nues- La realidad periférica latinoamericana se
tras observaciones nutran la conversación, constituyó bajo el consabido ideal de la mo-
mostrando nuestra voluntad real de alcanzar dernidad o la globalización que se había asen-
el pluralismo y la igualdad. Si manejamos tado en cuatro sustratos: colonialidad,
los mismos discursos de siempre, criticando etnicidad, racismo y novedad (Quijano y
a los indígenas por su “falta de autenticidad”, Wallerstein 1992); enfatizo el último concep-
no logramos sino mantener las mismas rela- to. Con esto quiero sugerir la doble partida
ciones tradicionales entre los estudiosos y el del análisis de Benavides; en vez de hablar
sector indígena. Dado que los indígenas ya sólo de los ritos y la autenticidad indígena
tienen las herramientas para trascender estas también es necesario mencionar los ritos y la
relaciones nos van a dejar atrás, ahogándo- autenticidad del Estado ecuatoriano.
nos en el paternalismo y en la imposibilidad
Para los indios es vital mirar el pasado
de contribuir con nuestras observaciones a
pues desde allí se puede entender clara y
la construcción de una nueva sociedad.
críticamente nuestro presente; de ahí que uti-
lizaré el paradigma aymara del qhip nayra,
Marcelo Fernández-Osco (Taller de una visión del pasado y del presente
Historia Oral Andina). (Fernández 2004:1-2). En la cosmovisión in-
dígena el pasado se encuentra situado en fren-
El sugestivo artículo de Benavides trata so-
te, a manera de un espejo. De ningún modo
bre el papel del pasado en la política actual
el pasado se puede asumir como una cues-
del movimiento indígena del Ecuador. La “in-
tión mecánica que se repite, pues tanto la his-
tersección entre lo local y global, entre la tra-
toria como el presente se modifican constan-
dición y el postmodernismo” es un análisis
temente. Aunque los movimientos indígenas
profundamente reflexivo y, a la vez, de nota-
desafiaron y desafían el mito de la moderni-
ble relevancia social y política para quienes
dad y la globalización, tal vez más que nin-
deseen comprender y afrontar la problemáti-
gún otro sector, también encarnaron la posi-
ca de los pueblos indígenas, en general, y
bilidad de una modernidad o globalización
ecuatorianos, en particular. A más de ser un
distinta, más real que poética, considerando
acto intelectual es un acto político de enor-
que tales conceptos, por definición y por prin-
mes consecuencias políticas globales porque
cipio, están basados en la negación, el racis-
involucra y compromete al conjunto de los

O. Hugo Benavides 29
mo y la exclusión de los mundos indígenas la descolonización de ciertos núcleos
(Dussel 1995; Mignolo 1995). institucionales duros, como las Fuerzas Ar-
madas. Así nos encontramos, al menos, con
Ante la pregunta de por qué el éxito político
dos momentos de acto político: la descoloni-
indígena tuvo que aliarse con la instituciones
zación estatal y su negociación. La realidad
militar y religiosa, aún a sabiendas de que en el
ecuatoriana se encuentra aun dominada por
pasado tuvieron que ver con su propia “des-
relaciones neo- coloniales o de colonialismo
trucción indígena” y son parte del legado colo-
interno que suponen discriminación, corrup-
nial, Benavides responde que tal “recuperación”
ción, despotismo, nepotismo, prebendalismo
se debe al proceso de “diferenciación y exclu-
o autoritarismo, también formas de racismo
sión del Estado [que] también dejan entrever
hecho conciencia (Fernández 2004:XXIII) y
una revaloración del pasado que busca legiti-
práctica. De modo que no es lo mismo nego-
mar y dar una proyección histórica a sus aspi-
ciar en situaciones de desigualdad que nego-
raciones”. En parte estoy de acuerdo con el ar-
ciar entre diferentes, en cuyo caso, inevita-
gumento pero la historia de opresión colonial
blemente, se habrán de tener resultados como
—colonialidad del poder (sensu Quijano 2003)
lo sucedido en el Ecuador. El movimiento
o diferencia colonial (sensu Mignolo
político indígena una más vez puso al desnu-
2003:68)— nos permite ver el lado oscuro de
do las huellas de esa antigua colonialidad de
esa globalización-modernidad que se sintetiza
saber y poder y, al mismo tiempo, plantea-
en el Estado ecuatoriano; dicho de otro modo el
mientos y concepciones de buen gobierno que
Estado es una “novedad” que se estructuró so-
nos muestra como otra novedad. En esta
bre las mismas bases coloniales que, según
misma dirección conceptos como “pre co-
Rivera (1993), se transformaron en “colonia-
lombino”, producto de la disciplina arqueo-
lismo interno” con fines de disciplinamiento del
lógica que también se torna en identidad del
indio, de exclusión y escarnio de su cultura.
autor, se anteponen para interpelar la identi-
El indio no permaneció en statu quo sino dad indígena ¿no será otra forma de reforzar
que, también a efecto de esa novedad, se la centralidad de esa colonialidad saber-po-
transformó; inclusive, reapropió los elemen- der? Porque las invenciones de la disciplina,
tos de opresión sin perder la capacidad como “precolombino”, son también parte de
subvertora de los mecanismos y tecnologías lo que he definido como esa novedad.
coloniales. Uno de los ejemplos más claros
El movimiento político indígena tendría
es la trilogía jurídica indígena del ama suwa/
que cuestionar y poner al desnudo el lado
no seas ladrón, ama qilla/no seas asesino y
oscuro de esa democracia propietarizada que
ama llulla/no seas flojo que se redefinió bajo
funciona montada en la miseria del indivi-
los paradigmas de la religión católica de la
dualismo colonial. La pregunta es pertinen-
trinidad –el padre, el hijo y el Espíritu San-
te: ¿es posible una democracia intercultural
to– desde la conquista; el orden colonial fue
en la cual los distintos sean representados en
irascible e intolerante frente a la religiosidad
condiciones iguales? El texto de Benavides
del mundo indígena, pero fue sometido a una
avizora la brecha entre lo que se dice y lo
progresiva praxis de descolonización. Aun-
que se hace como rasgo central del accionar
que la conquista se hizo a costa de la reduc-
político oficial ecuatoriano. La doble moral
ción de la religiosidad indígena no es menos
es un rasgo fundamental de una realidad sus-
cierto que de esa manera pudo reconstituirse.
tentada en la matriz colonial.
Las alianzas de los indígenas con los mi-
Rivera (1986:33) advirtió que “la historia
litares en Ecuador en 1999 y en las eleccio-
oral india es un espacio privilegiado para des-
nes del 2002 deben entenderse en ese marco:

30 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


cubrir las percepciones profundas sobre el or- más profundas como una transformación, un
den colonial y la requisitoria moral ... que mol- vuelco de la política o, por lo menos, el reco-
dean tanto el proceso de opresión y alineación nocimiento de la(s) diferencia(s) política(s).
que pesa sobre la sociedad colonizada como la En ese sentido no podemos hablar de inclu-
renovación de su identidad diferenciada”. Por sión sino de coexistencia de visiones, prácti-
lo tanto, la conexión entre la arqueología y el cas políticas y democracias diferentes.
movimiento político indígena tendría que ha-
ber tendido a la reconstitución de valores de Patricia Ayala Rocabado (Instituto
tipo hermenéutico-político. En la cosmovisión de Investigaciones Arqueológicas y
indígena el pasado funciona como mecanismo Museo, Universidad Católica del
interpretativo; siendo así la arqueología debe- Norte).
ría asumirse en esa perspectiva que no sólo de
cuenta de lo que pasó sino por qué pasó y quién Desde hace por lo menos dos décadas los
tenía razón en los sucesos. movimientos indígenas han alcanzado alta
En parte estoy de acuerdo con que el in- visibilidad y ganado espacio en el plano po-
dio o “indígena es la más auténtica produc- lítico de diferentes países de América Lati-
ción del occidente”; es decir, otra novedad. na. Este proceso ha repercutido fuertemente
Pero, entonces, ¿cómo podemos explicar las en el desarrollo de Ciencias Sociales como
propuestas de auto-determinación política? la arqueología y la antropología, sobre todo
No creo que la cuestión indígena se tenga porque quienes trabajamos en estas discipli-
que resolver o, al menos, entender en térmi- nas ya no somos simples espectadores sino
nos constitutivos de una relación binaria en actores activos de este proceso de reivindi-
la cual el otro es la dominación, en el marco cación étnica. Imposible negarlo: la construc-
de las contradicciones estructurales de clase. ción de identidades indígenas se fundamen-
El movimiento político indígena no tiene que ta, en parte, en el rescate cultural e histórico
explicarse, necesariamente, única y exclusi- de estas poblaciones, razón por la cual,
vamente a partir de la genealogía occidental querámoslo o no, somos actores activos de
de pensamiento; quizás se puede explicar con este escenario social. Esta es, sin duda, una
la ayuda de ciertos conceptos andinos como oportunidad para asumir que la ciencia no es
pachakuti, que significa la revuelta o reno- neutral o apolítica y que su desarrollo está
vación total, o, acaso también, desde la dife- estrechamente vinculado con su contexto
rencia colonial (Mignolo 2003) que nos per- social de producción (McGuire y Navarrete
mite dar cuenta del racismo político ecuato- 1999; Ayala 2003).
riano en su versión militar. De hecho, el acto Analizar el actual proceso de etnización
político indígena es un acto contra esa políti- que se vive en Latinoamérica involucra un
ca que reduce instrumentalmente al ciudada- posicionamiento de nuestra parte respecto a
no a un voto, reificando la novedad del voto la realidad en la cual nos desenvolvemos
como un acto democrático. como cientistas sociales, una realidad en la
Finalmente me gustaría comentar sobre cual somos varios los actores interesados en
el sentido de la palabra “multinacional”; pien- el pasado precolombino porque tiene conse-
so que es otra novedad de lo mismo porque cuencias sociales, políticas y económicas para
el Estado ecuatoriano intenta incluir a los las poblaciones indígenas contemporáneas.
indígenas en los juegos de su práctica políti- La emergencia del sujeto indígena ha produ-
ca tradicional. Más bien creo que los movi- cido una redefinición de fuerzas en el espa-
mientos indígenas están proponiendo cosas cio social: actualmente existe otro actor que
reivindica sus derechos culturales y reclama
O. Hugo Benavides 31
la legitimidad de su producción histórica en y distante construido por las investigaciones
un contexto en el cual, años atrás, era princi- arqueológicas y etnohistóricas, reinterpretado
palmente el Estado, en conjunto con y transformado en la producción de la histo-
arqueólogos e historiadores, el que otorgaba ria indígena ecuatoriana que propone una in-
sentido, construía y estudiaba el pasado. La terpretación alternativa de los datos y usa un
conformación de una identidad étnica es un lenguaje caracterizado por su involucramiento
posicionamiento político de los actores fren- y cercanía en y con el pasado.
te a su tradición cultural (Isla 2002) y con-
En otro contexto suramericano, el de la et-
duce al planteamiento de demandas por la
nia atacameña del norte de Chile, la construc-
propiedad, el control, los derechos y la defi-
ción identitaria considera diferentes formas de
nición de recursos culturales, simbólicos y
utilización del discurso arqueológico en favor
económicos que las poblaciones indígenas
de su legitimación y validación cultural y polí-
consideran suyos.
tica ante el Estado. En este proceso la visión
Benavides viene a enriquecer, sustancial- del pasado que entregamos los arqueólogos en
mente, la comprensión de este problema con textos, imágenes y salas de exhibición
su análisis del caso ecuatoriano, consideran- museográficas es copiada y/o seleccionada para
do una perspectiva integral a partir de la cual luego ser apropiada con miras a destacar aque-
es posible visualizar la intersección entre lo llos aspectos que fortalecen el proyecto de iden-
local y lo global, entre lo tradicional y lo tidad atacameña. Algunos miembros de esta
postmoderno, en un proceso que considera la etnia visitan la biblioteca y el museo local con
recuperación histórica y el papel del Estado el fin de “recuperar su tradición perdida”, re-
en la construcción de la identidad étnica del construyendo, así, un pasado de resistencia
Ecuador. Su enfoque presenta al movimiento cultural ante el arribo de influencias externas
indígena ecuatoriano como una producción lo- (Tiwanaku, los Incas y los españoles) y plan-
cal de los hechos de la globalización y plantea teando una continuidad cultural desde perío-
que el rito de la autenticidad es uno de los dos arcaicos de ocupación al destacar la fecha
principales valores postmodernos precisamen- de 10.000 A.P. como hito histórico de su pre-
te porque la sociedad global, definida desde el sencia en el territorio que ocupan. En este caso,
punto de vista Occidental, se encuentra cada de manera similar a lo planteado por Benavides,
vez más alentada a encontrar grupos diferen- ser atacameño amerita una serie de ritos de au-
tes a los cuales desarrollar/civilizar. En estas tenticidad porque no basta con ser indio sino
circunstancias el movimiento indígena ecua- que es necesario representarse como tal y, ade-
toriano se nutre del pasado precolombino, el más, ser reconocido legalmente ante el Estado
punto de partida desde donde se construye y a través de su inclusión en la Ley Indígena
mantiene la coherencia interna que sustenta (19.253). Se trata de un juego de representa-
su identidad; este pasado es idealizado y hu- ciones sociales en el cual ciertos líderes utilizan
manizado en su relato y a él se retorna en bus- reproducciones de vestimentas y tocados pre-
ca de aquello que no está, esa sociedad colombinos, así como otros replican prácticas
igualitaria, armónica y en perfecto balance con prehispánicas como la producción de herra-
su entorno; este pasado legitima su actual rei- mientas líticas por considerarlas parte de su
vindicación étnica, una historia viva que ali- acervo cultural. En esta misma línea las orga-
menta su lucha contemporánea por la igual- nizaciones atacameñas, en conjunto con la Cor-
dad y los derechos humanos. En este sentido poración Nacional de Desarrollo Indígena, im-
el pasado es manipulado como parte de la es- pulsan y patrocinan desde hace dos años la rea-
trategia política indígena, la cual supone una lización de una feria de intercambio en la fron-
revisión y reacción ante el discurso cientificista tera chileno-boliviana; algunos dirigentes étnicos

32 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


se pasean entre los concurrentes con el fin con- parte de la historia oficial ya que la posibili-
trolar que los productos sean trocados y no ven- dad de crear una historia alternativa no exis-
didos porque el trueque es lo auténtico, lo pro- te, como tampoco existe una posición de po-
pio, lo tradicional, lo ancestral, mientras la der desde donde hacerla. En este sentido los
mayoría de los participantes prefiere una tran- atacameños plantean que quieren difundir sus
sacción monetaria. La búsqueda global de la tradiciones y su patrimonio histórico y cul-
diferenciación planteada por Benavides tam- tural a través de programas de educación en
bién repercute al interior de esta etnia ya que se las escuelas y en los medios de comunica-
han constituido varias comunidades atacameñas ción (Greene 2003).
en busca de un acceso más directo a los benefi-
Otro hecho que Benavides desglosa de
cios sociales y económicos que esto les reporta
este proceso de producción histórica es el
(postulación a proyectos, becas de estudios,
papel alienante que ha tenido la arqueología
etc.). Para su reconocimiento étnico la Ley In-
ecuatoriana en la construcción del pasado
dígena solicita que se cumplan cuatro elemen-
prehispánico y la negación de la historia in-
tos claves que pueden darse en forma conjunta
dígena. Este es el resultado de nuestra pro-
o aisladamente pero que la agrupación debe
pia historia como disciplina, ya que no pode-
señalar como razón o fundamento para su cons-
mos olvidar que sus orígenes están vincula-
titución como comunidad: provenir de un mis-
dos con el momento de construcción de los
mo tronco familiar, reconocer una jefatura tra-
Estados-nación, cuando los resultados de las
dicional, poseer o haber poseído tierras indíge-
investigaciones arqueológicas eran usados
nas en común y provenir de un mismo poblado
como elementos articuladores de la identi-
antiguo. Este último requisito ha sido reitera-
dad nacional. Además, la arqueología y la
damente utilizado, ya que varias comunidades
antropología nacieron en un contexto de co-
atacameñas se han apoyado en la presencia de
lonización; a partir del conocimiento del otro,
asentamientos (aldeas o pukaras) precolombi-
de su cultura y su trayectoria histórica, Oc-
nos para legitimarse como tal, razón por la cual
cidente desarrolló sus planes de dominación.
en repetidas ocasiones investigadores de la zona
La negación de la historia indígena se
hemos recibido cartas de estas agrupación soli-
visualiza en la forma como la arqueología
citando información arqueológica que los ayu-
ha construido, tradicionalmente, el pasado
de en este proceso.
como objetivo, distante y desligado del pre-
Según Benavides el movimiento indíge- sente; así se construyó el concepto del “otro
na del Ecuador vive una singular coyuntura del pasado”, de las “sociedades
de producción histórica de la cual se despren- prehispánicas” cuyos nexos con las pobla-
den hechos como la centralidad de la trans- ciones indígenas actuales no se explicitan a
misión oral y de los testimonios en este pro- pesar de que forman parte de su historia.
ceso, así como la necesidad de escribir una Según Preucel y Hodder (1996) la identidad
historia indígena alternativa a la nacional para Occidental se construye por referencia a la
que sea oficializada. Sin duda se trata de una diferencia; en este sentido lo otro es, simple-
de las mayores victorias de este movimiento mente, lo opuesto a uno mismo. Ante este
social ecuatoriano ya que en países como hecho los grupos indígenas consideran que
Chile, donde no existe un movimiento indí- ese discurso los sitúa en posiciones subordi-
gena propiamente sino un proceso de nadas, un “otro” abstracto y deshumanizado.
etnización y diferenciación creciente impul- Los indígenas rechazan ser definidos en tér-
sado por el Estado (Gundermann 2000), la minos negativos: su propia historia, y en sus
estrategia consiste en negociar con el poder propios términos, debe ser considerada e in-
central para obtener reconocimiento como cluida en el diálogo social para comprender

O. Hugo Benavides 33
las diferentes identidades a través de un pro- bito de la difusión no sólo implican una res-
ceso de negociación y discusión (Uribe y puesta a las demandas indígenas en estos
Adán 2003). contextos sino también un cambio significa-
tivo en la práctica arqueológica y, con ello,
Para Benavides los arqueólogos nos en-
una ruptura con el discurso oficial. De este
contramos en una sutil encrucijada, entre
modo la distancia y exclusión del otro co-
legitimadores inconscientes de más de cua-
mienzan a dejarse de lado para dar paso a
tro siglos de explotación económica y cultu-
una arqueología más cercana y comprometi-
ral y, especialmente en las últimas décadas,
da con los intereses indígenas y con las nece-
como interesados en apoyar políticamente a
sidades de la sociedad en general.
las comunidades indígenas, las más cerca-
nas descendientes de las sociedades preco- Un último aspecto que quiero comentar
lombinas que estudiamos. Este dilema ha es que Benavides percibe como un fracaso
implicado que existan excepciones al discur- de la arqueología como ciencia social en
so arqueológico hegemónico que legitima el Ecuador el hecho de que su alianza con su
poder estatal pero que, para el autor, consti- principal sujeto de investigación motivó a ese
tuyen aportes más bien personales, con limi- mismo sujeto indígena a construir su propia
taciones y fracasos. En estas circunstancias, historia y, a través de ella, a legitimar su pro-
a pesar de estas contribuciones, Benavides pio y contradictorio poder nacional y su re-
considera que el discurso histórico desarro- producción narrativa. Desde mi punto de vis-
llado por la arqueología en Ecuador es mu- ta esto es más bien un aporte de esta corrien-
cho más fuerte y marcadamente hegemónico te porque este contexto de intervención de
que las características personales de los in- arqueólogos sociales y de empoderamiento
vestigadores. Ante esto pareciera no haber indígena evidencia un cambio social sustan-
opción de cambio. Sin embargo, de manera tivo: los indígenas antes no tenía ninguna
similar a lo descrito para el caso ecuatoria- posibilidad de producir una historia oficial
no, en países como Bolivia, Argentina y Chi- y, menos, tener una posición de poder a par-
le son varios los proyectos de investigación tir de la cual interpelar al Estado, hacer es-
que están integrando a las comunidades in- cuchar su voz y elegir su propio destino. La
dígenas en la reconstrucción de su pasado; arqueología social es una de las líneas de
también se realizan actualmente proyectos de pensamiento más fuertes de la arqueología
puesta en valor, protección, conservación y latinoamericana (Macguire y Navarrete
administración indígena de sitios arqueoló- 1999; Benavides 2001), sobre todo ahora que
gicos, además de programas de difusión e sus planteamientos sobre el compromiso so-
implementación de salas de exhibición co- cial del arqueólogo cobran más sentido que
munitarias (Navarro 1998; Monné y nunca en los escenarios de emergencia étnica.
Montenegro 2001; Ayala 2003; Ayala et al.
2003; Bravo 2003; Capriles 2003; Carrasco Cristina Garrido (Departamento
et al. 2003; Fernández 2003; Jofré 2003; de Ciencias Sociales, Universidad
Nielsen et al. 2003; Romero 2003). Consi- Arturo Pratt).
derando esta diversificación de experiencias
en otros países latinoamericanos lo plantea- Comentar el artículo de Hugo Benavides ha
do por el autor en cuanto a la hegemonía y sido una interesante experiencia de reflexión
fortaleza del discurso arqueológico oficialista disciplinaria dada la relevancia de los movi-
en Ecuador no es extensivo, necesariamente, mientos indigenistas como organizaciones
a otras realidades; el incremento de proyec- socio-políticas que han logrado posicionar
tos de este tipo y la creciente labor en el ám- espacios de diálogo entre la sociedad civil y

34 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


el Estado. Mi trabajo ha abordado el emer- para lograr reconocimiento y legitimación a
gente fenómeno de colectivización política sus demandas; sin embargo, su interlocución
indígena surgido en las últimas décadas des- y representación se conforman desde la ins-
de grupos étnicos andinos de Chile. Como titución estatal y no fuera de ella, esto es, no
cualquier ciudadano latinoamericano media- constituye un movimiento de contestación al
namente informado me interesa una aproxi- sistema. Estas demandas abordan desde tó-
mación a este tema desde las similitudes y picos concretos, como modernización y trans-
diferencias fundamentales entre la realidad y ferencias tecnológicas que posibiliten la par-
el contexto de los movimientos indígenas de ticipación en el mercado, hasta aspectos sim-
Chile y Ecuador. De acuerdo con Santana bólicas que cubren aspectos de identidad co-
(1990) uno de los aspectos que más llama la lectiva e individual, negociando espacios de
atención del levantamiento de junio de 1990 representación social y política. A diferencia
en Ecuador es su concepción estratégica de del movimiento indígena ecuatoriano el chi-
movilización: el descontento de las bases ge- leno no se opone a los procesos de la moder-
neró y expresó una conciencia reflexiva de nidad como legítima acción contra-
una participación desigual y fragmentaria en hegemónica sino, por el contrario, espera for-
la toma de decisiones en la escena política mar parte de ella y beneficiarse desde la par-
nacional que, de alguna manera, se tradujo ticularidad étnica que cada organización co-
en una acción de lucha para contestar la de- munitaria del norte chileno construye para sí
ficiente administración estatal ecuatoriana de como patrimonio (Garrido 2003a).
la época. Esa administración cerrada y cir-
A pesar de estas diferencias la represen-
cular no da cabida en la modernización de
tación y la autenticidad no son del todo dis-
sus procesos de constitución del Estado-Na-
pares en Chile y Ecuador porque en ambos
ción que, visto dentro del modelo neoliberal,
contextos las organizaciones indígenas se ven
se mantiene al margen o desconectado del
impulsadas a respaldar su etnicidad con base
proceso que este modelo mundializado exige
en el “rescate histórico de sus identidades cul-
para el adecuado desenvolvimiento de sus
turales ancestrales. En este sentido el pasado
premisas de desarrollo.
pre-colombino se vuelve el sitio inicial o de
La prensa internacional y diversos traba- origen desde donde construir y mantener una
jos publicados han dado cuenta de este he- coherencia interna a la presente identidad
cho, considerado el acontecimiento más im- indígena”. El éxito político que ha logrado el
portante de las últimas décadas protagoniza- movimiento indígena ecuatoriano en térmi-
do por los indígenas en el Ecuador. En ellos nos de representación identitaria, “resultado
se analizan el contexto socio-económico, la de un gran esfuerzo y compromiso de base y
amplitud del movimiento, la violencia con- lucha política y de alianzas con las mismas
trolada de sus manifestaciones, su impacto instituciones que forjaron la destrucción del
en la sociedad blanco- mestiza del país; en indígena”, concede capacidad al actor para
fin, su incidencia sobre las instancias políti- construir su pasado reconstituyendo la his-
co-gubernamentales. En este punto identifi- toria oficial desde sus saberes tradicionales
co claras diferencias con el proceso chileno y se homologa al caso chileno. Por esta ra-
de participación étnica, en el cual la capaci- zón concuerdo completamente con Benavides
dad de convocatoria que organiza las comu- cuando aboca, desde su mirada
nidades indígenas nacionales no se basa en antropológica, la tarea de entender el proce-
la premisa de la lucha ni en levantamientos so de revitalización y valoración de una his-
como estrategia si no en negociaciones con toria indígena que busca, desde una posición
los actores institucionales del Estado-nación particularmente local, legitimarse

O. Hugo Benavides 35
globalmente desde la función socio-política estructuralmente disímiles en una economía
del pasado sin juzgar la veracidad con la cual política singular. Los grupos étnicos y el des-
se imagina y articula; el pasado es concebi- pertar de la conciencia étnica son producto
do y destinado a otorgar sentido de pertenen- de procesos históricos de relaciones estruc-
cia, originalidad y autenticidad a hombres y turales de desigualdad en las cuales un gru-
mujeres que son capaces de imaginar un nue- po extiende su dominación sobre otro. La
vo orden desde donde trascender la exclu- intervención del poder en los procesos
sión y, sobre todo, la anulación de sus dife- identitarios nos lleva de la mano a lo que
rencias por mucho tiempo fundamentadas en podríamos llamar “políticas de identifica-
la historia oficial. En ese sentido es pertinen- ción” del Estado. En las sociedades moder-
te recordar que Foucault (1999:19) señaló nas el Estado se reserva la administración de
que la verdad no se puede liberar de los sis- la identidad, para lo cual establece una serie
temas de poder pero se puede separar de las de elementos y controles, lo malo, la mono-
formas hegemónicas, sociales, económicas identificación (Jiménez: 1980:40-41):
y culturales en las cuales funciona. paradigmas de identidad.
Al igual que en Ecuador, y pese a que la En este nuevo marco de representaciones
existencia de grupos étnicos no es un descu- políticas nacionales e internacionales el pro-
brimiento reciente, el Estado chileno no se blema tiene relevancia teórica desde el con-
ocupó de su presencia ni de sus diferencias. texto de la división internacional del trabajo
La oferta del Estado fue una nacionalidad y y de la globalización, en el cual las culturas
etnicidad imaginada con una historiografía alternativas se definen en términos de rela-
que representaba un origen y desarrollo co- ciones de dominación/hegemonía (Assies et
mún a todos los sujetos concentrados en sus al. 1999), esto es, las lógicas de reproduc-
fronteras geopolíticas (Anderson 1993). En ción de las sociedades y de las culturas loca-
la actualidad pareciera que vivimos un con- les se ven influenciadas y transformadas. El
texto cada día más desfronterizado en los tér- sujeto indígena reconocido en la ley 19.253
minos que alguna vez imaginara nuestro Es- o Ley Indígena chilena desde muchos ángu-
tado-Nación. En los últimos años ha cobra- los (académicos, CONADI [Corporación
do fuerza una nueva fragmentación en tér- Nacional de Desarrollo Indígena], otras
minos étnicos del territorio chileno; se etnias, autoridades gubernamentales, ciuda-
desconstruyen los límites geopolíticos y geo- danos) es interpelado como unidad social para
gráficos de la administración republicana. deslegitimarlo o legitimarlo; así está presen-
Así, en el marco de los nuevos tiempos y es- te como sujeto y constructo identitario. Ello
pacios de representación que surgen en el ha generado una retórica contradictoria en
contexto de la globalización encontramos diferentes espacios en los cuales el indígena,
grupos sociales en movimiento, inicialmente como personaje exótico, se demanda para ne-
obviados por el proceso de constitución del garlo o aceptarlo (Garrido 2003b).
Estado-Nación pero interpelados ahora para
Si nos remitimos a lo expuesto por
reflotar las diversidades. En las últimas dé-
Benavides (2004) la historia propuesta por
cadas se han movilizado las diferencias ex-
la CONAIE (1989) como parte de su histo-
presadas en un mosaico de identidades.
ria organizativa arguye un pasado que revi-
Comaroff y Comaroff (1992) establecieron
sa con mirada crítica los estudios arqueoló-
que la etnicidad tiene su génesis en fuerzas
gicos y etnohistóricos llevados a cabo en el
históricas específicas, simultáneamente es-
país. La historia propuesta por la CONAIE
tructurales y culturales; sus orígenes se asien-
es una historia alternativa a la oficial pro-
tan en la incorporación asimétrica de grupos

36 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


mulgada por el Estado ecuatoriano; lo alter- y desde donde empezar la recuperación histó-
nativo está definido por su contenido más que rica. Esta lección es claramente aprendida del
por sus métodos de apropiación histórica. estado ecuatoriano que durante siglo y medio
Esto se debe a la propia fantasía e imagina- ha producido una historia de opresión, des-
rio de la historia oficial, fácilmente compro- igualdad y explotación presentada no sólo
bada en textos escolares de historia en donde como correcta sino también como democráti-
se hablan de reinos (como el reino de Quito) ca y de civilización. Ambas historias, como
y figuras (como Pacha y Abdón Calderón) toda historia nacional, nos dice Ernest Renan,
que no existieron o están lejos de ser como sólo puede ser un gran error representativo
son descritos. El paralelo con Chile resulta porque parte esencial de ser una nación es
evidente, puesto que la autenticidad de las poder mentir sobre su pasado”. La versión
organizaciones indígenas depende de com- histórica alternativa que se propone desde los
probar su existencia simbólica y material para grupos minoritarios no debe ser juzgada con
configurar contenidos y respaldo histórico a el lente de la verdad científica sino que debe
sus demandas de participación e igualdad. ser comprendida en su situación, en la subje-
tividad que ha animado la conciencia para
La construcción de la historia alternativa,
conformar una particularidad dentro de la so-
entendiendo que la historia oficial no ha con-
ciedad global (producto de la reflexión de su-
templado la perspectiva de los diversos acto-
jetos que producen su propia cultura) y en la
res que suponía o esperaba representar, deno-
toma de conciencia étnica que los diferencia
ta la capacidad participativa en la negocia-
de otros grupos étnicos como particularidad
ción de derechos respecto de la sociedad glo-
en el marco de la identidad nacional de la cual
bal y el Estado. La Ley Indígena supuso en
forman parte. Según Jiménez (1980:48) cuan-
Chile un espacio de expresión y representa-
do hablamos de “despertar de los grupos indí-
ción étnica que antes no existía. Lo interesan-
genas” no debemos pensar en una especie de
te del fenómeno de colectivización nativa ra-
resurrección de identidades indias por largo
dica en las interpretaciones que los sujetos han
tiempo soterradas o en estado de hibernación
hecho de los tópicos que definen a una perso-
sino en la reinvención estratégica de una iden-
na como indígena, vaciando significados cul-
tidad colectiva con un pasado que reivindica
turales diferenciados a cada uno de los su-
su nombre y sus acciones.
puestos que otorgan esa calidad en el marco
jurídico chileno. No es importante si se pro- A riesgo de parecer esencialista no estoy
duce una brecha entre una supuesta verdad de acuerdo con que los antropólogos debemos
histórica oficial y la representación que de ella preocuparnos por las posibles limitaciones de
rescatan los sujetos porque “el esfuerzo de los la auto-representación indígena. Poco pode-
grupos minoritarios se orienta no tanto a mos hacer ante la autonomía con la cual los
reapropiar una identidad que frecuentemente grupos indígenas asumen la responsabilidad
les ha sido otorgada por el grupo dominante que implica construir su pasado. Es nuestro
sino a reapropiar los medios para definir por deber comprometernos en transformar nues-
sí mismos y según sus propios criterios su iden- tras sociedades en expresiones justas y equi-
tidad” (Jiménez 1980:41-42). tativas, desarrollando una conciencia vigilan-
te que nos posibilite reflexionar sin juzgar
Ante este escenario retórico concuerdo con
cómo ese pasado da sentido al presente y, po-
Benavides (2004) cuando manifiesta que la
tencialmente, dará profundidad al futuro, sin
“lucha contemporánea cobra aún más sentido
más pretensión que la de configurar nuestra
si hay un lugar histórico, por muy imaginario
propia identidad científica en ser mejores com-
que sea, de igualdad y poder a donde regresar
pañeros de viaje. La posición comprometida

O. Hugo Benavides 37
de Benavides cobra sentido para el ejercicio dad y postmodernidad o entre arqueología y
de la antropología, para desestructurarla como modernidad residen en el núcleo de los debates
ciencia que se consolidó desde y para la domi- actuales de la teoría postcolonial o del intento
nación y llevarla hacia una disciplina que pue- de comprender los mecanismos de la hegemo-
de contestar las estructuras dominantes rele- nía (Chakrabarty 1996; Butler et al. 2000).
vando otras formas de crear sentido y ordenar Hugo Benavides toca muchas de estas cuestio-
el mundo. Respecto de la historia, y con base nes al aplicarlas al caso concreto de Ecuador,
en nuevos paradigmas de búsqueda de signi- pero dado el escaso espacio del que dispongo
ficados, me quedo con la permanente me limitaré a comentar la que considero nu-
autocrítica y voluntad de revisar supuestos y clear: la constatación de que el “otro” se cons-
miradas con el fin de encontrar, más que crear, truye siempre desde el discurso dominante. La
y conocer, más que construir, al otro del pasa- lucidez del análisis le lleva a detectar esa cons-
do y el pasado del otro; en definitiva, dar ca- trucción no sólo en el discurso colonial, a tra-
bida metodológica al impulso de repensar las vés de la arqueología y de la antropología, sino
representaciones que hasta ahora ha elabora- también en el discurso del movimiento indíge-
do el discurso antropológico sobre los otros. na de la actualidad. Como se ha señalado en
Esta ruptura metodológica supone ampliar la otros lugares (Lears 1985; Fernández 2004) el
visión hacia la utilización de nuevas/otras fuen- concepto de hegemonía hace alusión a esa for-
tes que posibiliten el acercamiento hacia las ma de poder que incluye el consenso de la parte
construcciones identitarias que los sujetos han dominada, desde que Gramsci lo utilizó para
hecho en el pasado y desde ese pasado y cómo referirse a la manera como la burguesía consi-
transitan hacia el ahora en diversas formas de guió establecer y sustentar su dominio en las
representación discursiva: narraciones hechas democracias occidentales. De manera coherente
nudo; imágenes de lo cotidiano y con las implicaciones del concepto Benavides
extracotidiano en paredes, artefactos o papel; intenta esclarecer cómo el movimiento indíge-
contrastes y colores socializados en espacios na, sustentado en un discurso contra-hegemó-
de disonancia y perspectivas multifocales. nico, participa, sin embargo, en la regulación
hegemónica del Estado a través de relaciones
Almudena Hernando de las que obtiene claros beneficios internacio-
(Departamento de Prehistoria, nales. Al desenmascarar el modo como el mo-
Universidad Complutense). vimiento indígena “construye” la figura del pro-
pio indígena como un “otro”, insistiendo en su
El texto de Hugo Benavides es uno de los “autenticidad” y en su victimización, va demos-
más lúcidos y sugerentes que he leído últi- trando que el discurso del movimiento indígena
mamente. Su análisis me parece tan potente no puede ser ya si no un discurso de domina-
que permite llegar, incluso, más allá de lo ción, un discurso aliado al hegemónico nacio-
que él mismo se permite; este punto consti- nal que adapta sus recursos simbólicos a los
tuye, sin embargo, el único aspecto del texto nuevos requerimientos del poder globalizador
sobre el cual me permitiría discrepar, como de la postmodernidad, esto es, acepta represen-
intentaré explicar. tarse a sí mismo como el “otro” para gozar de
los beneficios que la nueva estrategia de domi-
Cuestiones tan fundamentales como la cons-
nación del capitalismo globalizador y
trucción del “otro no-moderno” para sostener
postmoderno otorga a la “diferencia”.
la identidad de la modernidad (Todorov 1991;
Bartra 1996) y el papel fundamental que la ar- A juicio de Benavides la arqueología ecua-
queología ha tenido en ello; la relación entre toriana también sostiene el discurso hegemó-
ciencia y poder, ciencia y colonialismo, identi- nico nacional, pero alienando la imagen del

38 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


indígena y contribuyendo “a fortalecer el pro- sirvió, además, para justificar la coloniza-
yecto reaccionario racial del estado ecuato- ción que estaba teniendo lugar, pues al iden-
riano”, quiéranlo o no los propios tificar un menor desarrollo tecnológico o
arqueólogos, presos de un “discurso históri- material con grupos del pasado se llevó sim-
co … mucho más fuerte y marcadamente bólicamente al pasado a los grupos vivos con
hegemónico que” sus propias “característi- esas características (Fabian 1983), convir-
cas personales”. Ese discurso es resultado tiéndolos, por concatenación lógica de la lí-
de “una hermenéutica histórica heredada des- nea argumental, en embriones o versiones
de la colonia … que busca legitimar su po- simples de nuestra propia sociedad. La ar-
der sobre las mismas comunidades indíge- queología moderna no podía aceptar la “di-
nas que son los actores exclusivos del pasa- ferencia” de los grupos del pasado en térmi-
do pre-colombino”. Aunque estoy completa- nos de igualdad, justificando, así, el dominio
mente de acuerdo con el resultado del análi- sobre los “otros” grupos del presente.
sis —“la arqueología es parte primordial del
Ahora bien, la cuestión es si a partir de
proceso hegemónico nacional, lo quiera o
ahora podría plantearse una arqueología que
no”— no coincido con su desarrollo: no creo
escape a ese discurso. Es aquí donde el texto
que el tipo de arqueología, alienante y racis-
de Hugo Benavides me ha resultado tan su-
ta, que se ha hecho en Ecuador tenga que ver
gerente que me lleva más allá de su propia
con el legado colonial per se sino con el esta-
reflexión. La pregunta sobre si es posible
do de cultura —la modernidad— del cual
construir al “otro” de una forma menos alie-
era expresión; es decir, creo que la arqueolo-
nante comenzó a hacerse explícita a partir
gía de la modernidad es, por su propia natu-
de la publicación de Orientalismo, el famo-
raleza, alienante y racista porque es una parte
so libro en el cual Edward W. Said (1997)
fundante y constituyente del discurso hege-
demostró que Occidente había creado
mónico de la modernidad.
artificialmente la imagen de “Oriente” como
La arqueología fue esencial para la mo- la del “otro” de un modo que le permitió
dernidad porque, al igual que los nuevos dis- definirse a sí mismo y situarse en una posi-
cursos desarrollados por Darwin, Marx o ción de dominio sobre él. Su documentado y
Freud, construyó un nuevo relato de la reali- fundamentado estudio sirvió de punto de par-
dad basado en el cambio y la transformación tida a los defensores de la llamada arqueolo-
—de lo simple a lo complejo— que situó a gía postcolonial que, desde fechas recientes,
la sociedad moderna Occidental en la cúspi- intentan denunciar el uso que Occidente ha
de de todo desarrollo y le permitió comenzar hecho de los no-occidentales para definirse a
a prescindir de dios como el artífice de su sí mismo y defienden la necesidad de esta-
destino. La arqueología tuvo por misión de- blecer una nueva relación con el “otro” que
mostrar que ese cambio, que ahora definía a contemple su diferencia en términos de res-
todos los fenómenos de la realidad, se había peto e igualdad y no de dominación colonial
producido también en nuestro más remoto (Gandhi 1998). El problema, a mi juicio, es
pasado, así que nació abocada a identificar que “construir al otro” significa objetivarle
al “otro” del pasado con una especie de em- siempre en alguna medida, someterlo a al-
brión del “nosotros” actual, que se iría com- gún tipo de reduccionismo simplificador, tal
pletando y madurando hasta llegar al pre- y como sucede con la construcción del indí-
sente que se pretendió legitimar. La imagen gena que hace el propio movimiento indíge-
del “otro” fue una imagen alienada por nece- na ecuatoriano, sobre todo incluirle en el dis-
sidad porque no nació para existir por sí mis- curso propio de la sociedad que lo define, lo
mo sino en función del presente. Esa imagen que, como mostró Foucault (1970), estable-

O. Hugo Benavides 39
ce una relación de poder. Creo que existe la También los arqueólogos postcoloniales
posibilidad de hacer una arqueología que y postmodernos, como los representantes del
devuelva al “otro” del pasado —y, en conse- movimiento indígena ecuatoriano, obtienen
cuencia, al del presente, o viceversa— el res- beneficios académicos (y, por tanto, rendi-
peto que se debe a un igual. Para ello es ne- mientos en clave de poder), sin que por ello
cesario comprender que una menor comple- parezca contradictorio seguir enarbolando
jidad socio-económica o tecnológica no im- discursos contra-hegemónicos o de resisten-
plica una mayor simplicidad cultural porque cia. De esta manera la arqueología
la percepción del mundo, la realidad en la postmoderna mantendría la misma alianza
cual creen vivir los grupos humanos, varía hegemónica que su anterior versión moder-
en relación estructural (lo que evita caer en na de una manera mucho más sutil, pero no
relativismos hermenéuticos inabordables) a menos culpable, en su avance destructor de
su grado de control material de los fenóme- toda diferencia. Si esto fuera así el movimien-
nos de la naturaleza (Hernando 2002). to indígena y la arqueología de Ecuador sólo
se distinguirían, entonces, porque el primero
Desde esta convicción es imposible la
ya ha pasado a formar parte de circuitos in-
jerarquización y se abre la posibilidad de con-
ternacionales y, por tanto, del discurso hege-
siderar la diferencia en términos de igualdad.
mónico de la postmodernidad que se vive en
Sin embargo, en realidad, y sobre todo des-
otros países mientras que la segunda es aun
pués de leer el texto de Benavides, no estoy
expresión de la modernidad que constituye
segura de que esta convicción no sea resulta-
el discurso hegemónico de su país. Sería sólo
do del mismo proceso de alianzas hegemónicas
cuestión de tiempo para que los arqueólogos
que él detecta en el movimiento indígena ecua-
ecuatorianos llegaran a pensar, como hacen
toriano porque la postmodernidad exige “in-
los de otros países y como sucede a los líde-
cluir” y no “excluir” la diferencia en sus dis-
res de su movimiento indígena, que han con-
cursos hegemónicos para que pueda sostener-
seguido escapar al “legado colonial” cuando
se la lógica de dominio de este capitalismo
en realidad no estarían sino contribuyendo a
globalizador que ya no habla de “civilización”
sostener, de manera más eficaz en la nueva
sino de “desarrollo y modernización”. Esto es,
coyuntura mundial, el nuevo discurso hege-
precisamente, lo que hace la arqueología
mónico del capitalismo postmoderno.
postmoderna y postcolonial: reconocer y ca-
racterizar la diferencia, llamar la atención so-
bre ella en la literatura del mundo occidental, Roberto Pineda (Departamento de
pedir el respeto para esas minorías que hasta Antropología, Universidad
ahora habían sido excluidas del discurso ar- Nacional de Colombia).
queológico (grupos indígenas, mujeres, etc).
En agosto de este año estuve en Quito y en
Sin embargo, con ello no hace más que in-
Otavalo. Había vivido en Quito durante va-
cluirlas en la lógica hegemónica desde la cual
rios meses en 1991 y desde entonces había
las describe, consiguiendo determinados be-
seguido (por intermedio de colegas y libros)
neficios aparentes a un precio tan alto que,
el nuevo curso del país, particularmente el
como el movimiento indígena de Ecuador, re-
auge de su movimiento indígena y su impac-
sulta demasiado difícil de reconocer: al precio
to en la vida del Ecuador. También había es-
de mantener la diferencia sólo a través de la
tado en diversas ocasiones en Otavalo, pero
apariencia, de la caricatura, de la exageración,
esta vez fuimos recibidos por su alcalde con
mientras que la diferencia profunda y real
ocasión de un seminario internacional sobre
queda absorbida y neutralizada.
políticas lingüísticas en la zona andina. El

40 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


alcalde, un indígena con formación universi- tuvo en Latinoamérica en las décadas de 1930
taria, abrió el encuentro hablando en lengua y 1940 porque despertó la conciencia sobre la
quichua y vestido a la usanza tradicional situación social del indio junto con los traba-
(aunque nos confesó que se vestía de esta jos de otros notables investigadores ecuato-
forma sólo de acuerdo con el contexto, la rianos y peruanos como Pío Jaramilo Alvarado
reunión y los intercoluctores). Se enorgulle- el gran José Carlos Mariátegui. Recordé, en-
cía de la pujanza de Otavalo, de su proyec- tonces, que el notable economista colombia-
ción internacional y de su exitosa articula- no Antonio García elaboró su texto pionero
ción al mercado mundial. Pasado y presente del indio (García 1939)
bajo el influjo del indigenismo ecuatoriano,
Como se sabe grupos de otavaleños se
país que visitó por ese entonces. También re-
encuentran diseminados por todo el mundo,
cordé que casi treinta años después García
incluyendo Estados Unidos y grandes capi-
publicó en Quito su conocido ensayo Socio-
tales europeas. La destrucción de las Torres
logía de la novela indigenista en el Ecuador
Gemelas en Nueva York y parte del edificio
(García 1969), en el cual resaltó la importan-
del Pentágono el 11 de septiembre afectaron
cia de la hacienda y la existencia del
seriamente la exportación de sus productos
huasipungo, como estructura social, en la vida
textiles. Pero los otavaleños –comentó el al-
de la sierra y su correlato en la ciudad, en
calde— reaccionaron rápidamente a la situa-
donde los indígenas «fugitivos» quedaban atra-
ción, ajustándose a las nuevas necesidades
pados en una estructura de clases cerrada,
del mercado y adoptaron como estrategia es-
desplazados a los trabajos marginales o en-
tampar en sus mochilas y ponchos, en vez de
ganchados a otros trabajos en otras regiones.
los motivos tradicionales, lemas como «Viva
USA» u otros lemas necesarios para levan- El alcade de Otavalo resaltó como los
tar el alicaido ánimo de muchos ciudadanos otavaleños tenían una tradición de comercian-
norteamericano. El optimismo de los tes, pero también muchos de ellos habían estado
otavaleños contrastó con las declaraciones atrapados en la constelación de la hacienda con
de otro indígena, miembro de una localidad todas sus secuelas. En este caso la historia de
vecina, que resaltó los grandes problemas de sus antepasados (una especie de mindalaes) no
su comunidad dedicada a la ganadería y a la parece ser una creación histórica de los indíge-
agricultura tradicional, ocupaciones típicas nas o de los antropólogos sino tener algún aside-
de los campesinos de los Andes. ro en la «realidad». De manera que el alzamien-
to de 1991 en el Ecuador, que marca una nueva
Quito me pareció una ciudad moderna, ya
fase del movimiento indígena, posee una larga
no equiparable a la Bogotá de los años de 1960
historia de lucha y resistencia, entre ellas la or-
con la cual la comparaban los colombianos para
ganización de los indígenas de la Selva, en la que
exaltar sus virtudes de tranquilidad y seguridad
sin duda jugaron un papel importante los misio-
si no una verdadera urbe en la cual se destacan,
neros, que también tuvieron significativos cam-
entre otras cosas, grandes barrios marginales
bios en su visión de la evangelización como con-
habitados por migrantes indígenas que ahora
secuencia del Concilio Vaticano II y de la teolo-
viven en las ciudades. Los quiteños también per-
gía de la liberación. El movimiento indígena ecua-
ciben problemas de seguridad y han empezado a
toriano no es, entonces, un subproducto de la
emerger esas ciudades cerradas, en jaulas, pro-
globalización ni tampoco de los grandes orga-
pias de las grandes ciudades latinoamericanas.
nismos internacionales que, por cierto, con una
Este corto viaje me llevó a pensar en la mano alientan lo tradicional pero por otra lo com-
todavía clásica novela indigenista de Jorge baten en pos de una ideología del desarrollo.
Icasa, Huasipungo, que tanta trascendencia

O. Hugo Benavides 41
Tengo también la impresión de que, como consecuencias y que la labor de los
sugiere Benavides, el movimiento indígena arqueólogos y antropólogos es contribuir al
ecuatoriano intenta construir una visión de desarrollo de una historia crítica que permi-
su pasado resaltando su carácter de víctimas ta la formación, como pensó Marc Bloch, de
de la opresión colonial y republicana y su verdaderos ciudadanos. A este respecto, y
vinculación a la historia incásica. Pero no aunque no sea yo un especialista en historia
creo que pueda colegirse que, en parte, esta de la arqueología latinoamericana, me atre-
construcción tenga una intención de mentira vo a pensar que Benavides es injusto con los
para impactar la arena exterior porque tam- pioneros de la arqueología en ese país, parti-
bién se trata de elaborar unos recuerdos que cularmente con Jijón y Caamaño y Estrada,
enfatizan una experiencia dolorosa común a entre otros. Sí, formaban parte de las elites y
los pueblos indios de Sur América, como es probable que podamos recoger citas que
anotó Renan a propósito de la memoria de los muestren, incluso, como partidarios del
los proyectos nacionales. progreso u otras ideologías dominantes de
sus respectivas décadas, pero su trabajo ha
Durante siglos la lucha indígena ha teni-
posibilitado que los ecuatorianos compren-
do como objeto lograr que las comunidades
dan que la historia de su país no se reduce a
nativas en America Latina adquieran un ver-
la expansión Inca, un imperio que, por lo de-
dadero estatuto de ciudadanía, guardando sus
más, no se imponía únicamente a través del
propias especificidades culturales y sociales.
terror y la fuerza, como parece afirmar el
El movimiento indígena en Ecuador ha lo-
autor, si no que también utilizaba, como se
grado con éxito ese propósito y no necesa-
sabe, regalos y otras estrategias que le per-
riamente significa que esté co-optado o que
mitieron expandirse, en breve tiempo, por
su participación –que ahora sabemos tem-
gran parte de los Andes. Sin embargo,
poral— en el Estado ecuatoriano signifique
Benavides llama la atención sobre la necesi-
que haya renunciado a sus propias
dad de mantener un espíritu crítico ante los
especificidades. Sin duda las reformas cons-
planteamientos de las organizaciones indíge-
titucionales y legales no garantizan plenamen-
nas y ante el papel de su dirigencia.
te el acceso a los diversos derechos ni tam-
poco la transformación del Estado pero sí En las ciudades de Colombia se ha
son un paso importante en la lucha por la incrementado la presencia de indígenas pro-
hegemonía social; en este caso los discursos cedentes del Ecuador que mendigan por las
de la CONAIE y otras organizaciones han calles; la situación de los niños otavaleños
logrado hacer mella en las «ideologías civili- en algunas ciudades europeas es, al parecer,
zadoras» que mantuvieron las elites ecuato- preocupante. No es claro que el éxito de los
rianas durante gran parte de la vida de la otavaleños y la capacidad de negociación con
República. las petroleras de muchas sociedades de la
Selva sea replicable en todas las comunida-
En síntesis, el valioso y sugestivo texto
des. Los procesos de transformación de la
de Benavides sobrevalora, a mi juicio, la
sociedad ecuatoriana no tienen, inexorable-
globalizacion y la postmodernidad como ac-
mente, un sólo destino y la implementación
tores determinantes de la dinámica indígena.
del Tratado de Libre Comercio afectará, sin
Hay que recordar que la historia de la resis-
duda, a los pueblos indios de América. Su
tencia de los pueblos indios es anterior a eso
capacidad de negociación y alianza con otros
que llamamos vagamente postmodernidad.
sectores será determinante para su futuro.
Creo, como él, que la historia como propa-
Aquí, sin duda, el arqueólogo tiene también
ganda ideológica tiene grandes y alarmantes
su aporte porque contribuye a la construc-

42 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


ción del capital simbólico y material no sólo ambiguamente, con un proyecto de capital
de los indígenas sino también de las nacio- globalizante. No hay respuesta singular o
nes latinoamericanas. sencilla a esta problemática pero no hay duda
que la respuesta se dará en el ámbito político
RÉPLICA DE HUGO y social en las siguientes décadas.
BENAVIDES En la actual coyuntura concuerdo con De
Un solo ser, pero no hay sangre.
La Luz Rodríguez y Ayala que los enuncia-
Una sola caricia, muerte o rosa. dos de la arqueología como ciencia social, a
Viene el mar y reúne nuestras vidas la cual me suscribo, son los mejores para
y sólo ataca y se reparte y canta abordar el compromiso con el continente. El
en noche y día de hombre y criatura. interés de este artículo viene directamente de
La esencia: fuego y frío: movimiento. mi formación en esta corriente intelectual
El Mar, Pablo Neruda (1977) (Benavides 2001) pero aún así creo que es
importante reconocer que la corriente, por
Ante todo debo agradecer a mis colegas por importante que sea, es más la excepción que
sus comentarios que muestran una increíble la regla, y que, aún como excepción, presen-
honestidad intelectual y sinceras ganas de ta serios problemas hermenéuticos y de cla-
entender el presente momento globalizante se aún por resolver. Estas limitaciones están
en que vivimos y del cual formamos parte dadas por lo que acertadamente Hernando
esencial. En ese sentido, como enfatiza califica como una característica constitutiva
Fernández-Osco, he tomado los comentarios de la modernidad: las arqueologías han lo-
y ofrezco mi réplica en un espíritu de tender grado definir con base en teorías y métodos
puentes comunicativos que buscan ahondar una cientificidad que legitima las modernas
en esta realidad americana, tan compleja historias de la nación (Silberman 1995). De
como nuestra. esa manera sería igual de productivo explo-
Los comentarios desarrollan varios de los rar las limitaciones epistemológicas y
puntos que mi artículo buscaba indagar para metodológicas de esta corriente, como he in-
la realidad indígena/nacional ecuatoriana en tentado hacer para el movimiento indígena
un mayor plano continental (Fernández- ecuatoriano, en vez de simplemente argüirla
Osco, Ayala y Garrido), así como los alcan- como un ente utópicamente liberador. Hay
ces teóricos que el caso ecuatoriano podría muchas esperanzas en ambos, pero aun más
vislumbrar para entender un proceso hege- si nos detenemos a re-cuestionar sus postu-
mónico y la evolución de una arqueología lados, una y otra vez, y permitirnos ser cons-
postcolonial y/o postmoderna (Hernando). De tituidos desde esos nuevos puntos de enun-
esa manera los comentarios también me han ciación (ver el último párrafo de Garrido).
permitido enriquecer aún más mi entendi- Las elucidantes comparaciones con el
miento del momento postmoderno que se vive caso chileno ofrecidas por Ayala y Garrido,
en Latino América. Mi réplica, en este senti- así como con el movimiento indígena a nivel
do, se concentra más bien en los puntos de continental elaboradas por Fernández-Osco,
desencuentro o discusión como centros de una también ofrecen fértiles pautas de futura ex-
tensión productiva que busca continuar el ploración, diálogo, y compromiso. En cierta
diálogo aquí empezado. Las preguntas plan- manera, estos comentarios destacan mi sin-
teadas por De La Luz Rodríguez sirven como cera preocupación por no generalizar proce-
eje inicial para plantear esta problemática: sos sobre los cual tengo poco conocimiento
entender (y estar comprometido) con un pro- y tratar de limitarme, lo más posible, al caso
ceso identitario indígena que se articula,
O. Hugo Benavides 43
ecuatoriano. Por eso creo que los tres ofre- quedó en el pasado pero que indígenas, blan-
cen claros puntos de encuentro (y co/mestizos y el mismo Estado son constan-
desencuentro) para entender las vicisitudes te novedades en transformación hasta nues-
del proceso identitario indígena continental tros días. Estos dos puntos dejan entrever la
sin perder de vista el importante reconoci- contribución positiva de una autenticidad
miento de la articulación local en el proceso. indígena, como en el caso ecuatoriano, que
Por eso también aplaudo la contribución de se articula más allá de modelos esencialistas
Hernando por tratar de llevar mis argumen- y que no se abstiene de “ensuciarse las ma-
tos hacia sus lógicas conclusiones, más allá nos” con el liderazgo del Estado que ha sido
de los límites nacionales ecuatorianos. De históricamente culpable de su debacle.
nuevo, busqué limitar mi argumento a mi
Finalmente, concuerdo con todos, pero en
conocimiento etnográfico (gajes de la disci-
especial con Pineda, Fernández-Osco y Ga-
plina) antes que buscar teorizar demasiado a
rrido, en que el movimiento indígena ecuato-
la ligera. Sin embargo, concuerdo mayormen-
riano es una contribución enorme en la trans-
te con el desarrollo teórico de Hernando, es-
formación social del continente y, por ende,
pecialmente con la encrucijada permanente
merece todo nuestro compromiso, apoyo y
de una arqueología postcolonial que debe de-
entendimiento para hacer que su articulación
sarrollarse entre limitaciones discursivas y
tenga los mayores alcances nacionales posi-
su necesidad de escapar de ellas.
bles. Es en parte por eso que me apenan las
Fernández-Osco también plantea varios limitaciones de Rappaport por entender mi
puntos de importante trascendencia social y discusión y análisis del caso ecuatoriano. Aun
política para el continente, desgraciadamen- más, me apena su necesidad de tildar el artí-
te muchos más de los que podría discutir aquí. culo de “editorial periodístico” como una
Uno de ellos es reconocer los procesos de doble manera de desprestigiar la tradición
ritos y autenticidad del Estado como otro periodística en antropología (ver Malkki
punto de partida y de articulación problemá- 1997) y en Latino América (ver Poniatowska
tica porque las agendas del movimiento indí- 1971, 1988; Guillermoprieto 1994, 2001) y
gena y de decenas de otros proyectos de cla- mi propia contribución. En ese sentido creo
se, raza, y sexualidad encuentran en ellos su que Rappaport se beneficiaría leyendo los
lugar inicial de conflicto y continua produc- otros comentarios que hacen justicia a la com-
ción. También me parece importante desta- plejidad del momento que vivimos y, como
car el factor de la novedad, como hace bien señaló Neruda, su esencia de fuego y
Fernández-Osco, para entender que nadie se frío, permanente movimiento. Gracias.

Referencias

Anderson, Benedict
1993 Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusión del nacio-
nalismo. Fondo de Cultura Económica, México.

Assies, Willem, Gemma van der Haar y André Hoekem


1999 El reto de la diversidad: pueblos indígenas y la reforma del Estado en América
Latina. Colegio de Michoacán, Zamora.

Ayala, Patricia
2003 Arqueología y sociedad: el caso de las comunidades indígenas en Chile. Werken
4:59-73.

44 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


Ayala, Patricia, Sergio Avendaño y Ulises Cárdenas
2003 Vinculaciones entre una arqueología social y la comunidad indígena de Ollagüe, II
Región. Chungará 35:275-285.

Bartra, Roger
1996 El salvaje en el espejo. Destino, Barcelona.

Benavides, Hugo
2001 Returning to the source: social archeology as Latin American philosophy. Latin
American Antiquity 12:355-370.

Bravo, Angel
2003 Arqueología aplicada al desarrollo de comunidades atacameñas. Chungará 35:287-
293.

Butler, Judith, Ernesto Laclau y Slavok Zizek


2000 Contingency, hegemony, universality. Contemporary dialogues on the left. Ver-
so, Londres.

Capriles, Juan
2003 Arqueología e identidad étnica: el caso de Bolivia. Chungará 35:347-353.

Carrasco, Carlos, Patricia Ayala, Mauricio Uribe y Bárbara Cases


2003 Investigaciones en Quillagua: difusión del conocimiento arqueológico y protección
del patrimonio cultural. Chungará 35:321-326.

Chakrabarty, Dipesh
1996 Postcoloniality and the artifice of History: Who Speaks for “Indian” Past? En
Contemporary postcolonial theory. A reader, editado por P. Monguia, pp 223-
247. Arnold, Londres.

Comaroff, John y Jean Comaroff


1997 Ethnography and the historical imagination. Westview Press, Boulder.

Dussel, Enrique
1995 The Invention of the Americas. Continuum, Nueva York.

Fabian, Johannes
1983 Time and the other. How anthropology makes its object. Columbia University
Press, Nueva York.

Fernández-Osco, Marcelo
2004 La ley del ayllu. Práctica de jach´a justicia y jisk´a justicia (Justicia Mayor y
Justicia Menor) en comunidades aymaras. Programa de Investigación Estratégi-
ca en Bolivia, La Paz.

Fernández, Soledad
2003 Las comunidades y la carrera de arqueología – UMSA: la experiencia con el pro-
yecto Territorialidad en regiones andinas de Bolivia desde una perspectiva inter-
na. Chungará 35:355-359.

O. Hugo Benavides 45
Fernández, Víctor
2004 Arqueología y hegemonía: la contribución de la prehistoria al pensamiento conser-
vador español entre los siglos XIX y XX. Ponencia presentada en el IV Congreso de
Arqueología Peninsular, Faro.

Foucault, Michel
1970 El orden del discurso. Tusquets, Barcelona.
1999 Estrategias de poder. Obras esenciales, volumen II. Paidós, Buenos Aires.

Gandhi, Leela
1998 Postcolonial theory. A critical Introduction. Edinburgh University Press,
Edimburgo.

Garrido, Cristina
2003a Los Colla: el pueblo de la altura, la puna, la nieve y el frío. Manuscrito sin publicar,
Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo, Universidad Católica del Nor-
te, San Pedro de Atacama.
2003b Los espacios de diálogo de los grupos étnicos de chilenos: ¿mejor que los ecuatoria-
nos? Manuscito sin publicar, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo,
Universidad Católica del Norte, San Pedro de Atacama.

Greene, Francisca
2003 Sistematización de las demandas indígenas atacameñas. Documento de trabajo in-
terno, comisión de Verdad Histórica y Nuevo Trato, grupo de trabajo Pueblos Indí-
genas del Norte, sub- grupo de trabajo Pueblo Atacameño.

Guillermoprieto, Alma
1994 The heart that beleds: Latin America now. Vintage Books, Nueva York.
2001 Looking for history: dispatches from Latin America. Vintage Books, Nueva York.

Gundermann, Hans
2000 Las organizaciones étnicas y el discurso de la identidad en el norte de Chile, 1980-
2000. Estudios Atacameños 19:75-91.

Hernando, Almudena
2002 Arqueología de la identidad. Akal, Madrid.

Isla, Alejandro
2002 Los usos políticos de la identidad. Indigenismo y Estado. Editorial de las Cien-
cias, Buenos Aires.

Jiménez, Gilberto
1980 Teoría y el análisis de la cultura. La problemática de la cultura en ciencias
sociales. Universidad Nacional Autónoma de México, México.

Jofré, Daniela
2003 Una propuesta de acercamiento al patrimonio arqueológico de la Comunidad de
Belén. Chungará 35:327-335.

46 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


Lears, Jackson
1985 The concept of cultural hegemony: problems and possibilities. The American
Historical Review 90(3):567-593.

Malkki, Lisa
1997 News and culture: transitory phenomena and the fieldwork traditions. En
Anthropological locations: boundaries and grounds of a field science, editado
por Akhil Gupta y James Ferguson, pp 86-101. University of California Press,
Berkeley.

McGuire, Randall y Rodrigo Navarrete


1999 Entre motocicletas y fusiles: las arqueologías radicales anglosajona y latinoameri-
cana. Boletín de Antropología Americana 34:89-110.

Mignolo, Walter
1995 The Darker Side of the Renaissance. Literacy, Territoriality and Colonization.
Michigan University Press, Ann Arbor.
2003 La colonialidad a lo largo y a lo ancho: el hemisferio occidental en el horizonte
colonial de la modernidad. En Colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias
sociales. Perspectivas latinoamericanas, editado por Edgardo Lander, pp 55-85.
CLACSO/UNESCO, Buenos Aires.

Monné, Merardo. y Mónica Montenegro


2001 He preguntado a los indios para conocer sus creencias acerca de las ruinas... Pacarina
3:235-239.

Navarro, Ximena (Editora)


1998 Patrimonio arqueológico indígena en Chile. Reflexiones y propuestas de ges-
tión. Universidad de la Frontera, Temuco.

Neruda, Pablo
1977 Plenos poderes. Losada, Buenos Aires.

Nielsen, Axel, Justino Calcina y Bernardino Quispe


2003 Arqueología, turismo y comunidades originarias: una experiencia en Nor Lípez
(Potosí, Bolivia). Chungará 35:369-377.

Poniatowska, Elena
1971 La noche de Tlatelolco: testimonios de historia oral. Era, México.
1988 Nada, nadie: las voces del temblor. Era, México.

Preucel, Robert e Ian Hodder


1996 Constructing identities. En Contemporary archaeology in theory, editado por
Robert Pruecel e Ian Hodder, pp 601-614. Blackwell, Londres.

Quijano, Aníbal
2003 Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina. En Colonialidad del sa-
ber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas, editado
por Edgardo Lander, pp 201-246. CLACSO/UNESCO, Buenos Aires.

O. Hugo Benavides 47
Quijano, Aníbal e Immanuel Wallerstein
1992 Americanity as a concept, or the Americas in the modern world-system”. América
134:549-557.

Rivera Cusicanqui, Silvia


1986 La historia oral ¿más allá de la lógica instrumental? Historia Oral 1:30-38.
1993 Pachakuti: los horizontes históricos del colonialismo interno. En Violencias encu-
biertas en Bolivia, volumen 1, editado por Xavier Albó y Raúl Barrios, pp 33-54.
CIPCA/Aruwiyiri, La Paz.

Romero, Álvaro Luis


2003 Arqueología y pueblos indígenas en el extremo norte de Chile. Chungará 35:337-
346.

Said, Edward
1997 Orientalismo. Paidós, Buenos Aires.

Santana, Roberto
1990 Actores y escenarios étnicos en Ecuador: levantamiento de 1990. Manuscrito sin
publicar, Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo. Universidad Católica
del Norte, San Pedro de Atacama.

Silberman, Neil Asher


1995 Promised lands and chosen peoples: the politics and poetics of archaeological
narraive. En Nationalism, politics, and the practice of archaeology, editado por
Phillip Kohl y Clare Fawcett, pp 249-262. Cambridge University Press, Cambridge.

Todorov, Tzvetan
1991 Nosotros y los otros. Reflexión sobre la diversidad humana. Siglo XXI, México.

Uribe Mauricio y Leonor Adán


2003 Arqueología, poblaciones originarias y patrimonio cultural en el desierto de Atacama.
Chungará 35:295-304.

48 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):5-48, 2005


JOGA LÁ NOS FUNDOS!: SOBRE PRÁTICAS DE
DESCARTE DE LIXO DOMÉSTICO NA PORTO
ALEGRE OITOCENTISTA
Fernanda Tocchetto
Museu Joaquim José Felizardo, Secretaria Municipal da Cultura de Porto Alegre.

Este artigo apresenta as interpretações realizadas sobre as práticas cotidianas de descarte de


lixo relacionadas a quatro unidades domésticas oitocentistas, situadas no município de Porto
Alegre, Rio Grande do Sul, Brasil. Procurei estabelecer uma relação entre os contextos arqueoló-
gicos evidenciados e os discursos e práticas situados no processo de construção da
modernidade"brasileira do século XIX. Influenciada por uma Europa moderna e já capitalista,
os discursos foram desterritorializados de seus lugares de origem e aprorriados, reinterpretados
e adaptados segundo particularidades locais ou até mesmo refutados, negados. Neste sentido, a
manutenção das práticas ou “maneiras de fazer” tradicionais que formaram dos depósitos de
lixo, foram interpretadas como condutas recursivas, de caráter tático, em contextos de intimidade,
de menor penetração dos valores modernos e princípios capitalistas na vida cotidiana.

Este artículo presenta las interpretaciones realizadas sobre las prácticas cotidianas de descarte
de basura relacionadas con cuatro unidades domésticas en el Municipio de Porto Alegre, Rio
Grande do Sul, Brasil. La autora establece una relación entre los contextos arqueológicos y los
discursos y prácticas ligados al proceso de construcción de la modernidad brasileña del siglo
XIX. Influidos por una Europa moderna y capitalista los discursos fueron desterritorializados de
sus lugares de origen y apropiados, reinterpretados y adaptados según particularidades locales o
refutados y negados. En este sentido el mantenimiento de las prácticas o “maneras de hacer”
tradicionales que formaron los depósitos de basura son interpretadas como conductas recurren-
tes, de carácter táctico, en contextos de intimidad, menos penetrados por los valores modernos y
principios capitalistas.

This paper interprets disposal practices of domestic garbage related to four households in Porto
Alegre, Rio Grande do Sul, Brazil. The author establishes a relationship between the archaeological
contexts and the discourses and practices linked to the construction of Brazilian modernity in the
XIX century. Those discourses were influenced by a modern and capitalist Europe and thus de-
territorialized from their places of origin and appropriated, re-interpreted, and adapted according
to local particularities, or else refuted or negated. In this sense the maintenance of the traditional
practices or “ways of doing” which formed the garbage deposits are interpreted as tactical,
recurring conducts in intimate contexts, less penetrated by modern values and capitalists principles.
Este artigo apresenta parte dos resultados de descarte de refugos que formaram os depó-
uma pesquisa mais ampla que explorou o sitos de lixo estudados. Como um recorte da
potencial interpretativo de sítios arqueológi- pesquisa mencionada, neste texto apresento
cos oitocentistas, situados no município de as interpretações sobre as práticas de des-
Porto Alegre. Debruçada sobre quatro uni- carte de lixo relacionadas às unidades do-
dades domésticas, procurei analisar e inter- mésticas estudadas: Casa da Riachuelo
pretar práticas cotidianas inseridas nos con- (RS.JA-17), Solar da Travessa Paraíso
textos históricos em nível local e nacional, (RS.JA-03), Solar Lopo Gonçalves (RS.JA-
entrelaçando-as ao processo de construção 04) e Chácara da Figueira (RS.JA-12). No
de uma modernidade brasileira durante o sé- século XIX, a primeira estava inserida na
culo XIX (Tocchetto 2004). Minha área urbana central, hoje centro histórico; as
preocupação foi, ao selecionar as esferas da duas seguintes situavam-se inicialmente na
vida cotidiana que seriam foco do estudo, periferia da cidade, posteriormente incorpo-
estabelecer uma relação entre os contextos radas à malha urbana; a última localizava-
arqueológicos evidenciados, os materiais re- se em área rural, no limite entre os municípios
cuperados e os discursos e práticas marca- de Porto Alegre e Viamão.
das por uma influência europeizante moder-
A interpretação que construí é uma das
na. Desterritorializados dos seus lugares de
possíveis dentro da ampla potencialidade e
origem, de uma Europa moderna e já capita-
complexidade que caracteriza a investigação
lista, os valores e idéias eram no país
sobre o passado humano. A Arqueologia que
apropriadas, reinterpretadas e adaptadas às
me proponho é interpretativa e relacionada,
particularidades locais por determinados seg-
portanto, a um processo contínuo na
mentos sociais ou até mesmo negligenciadas,
construção do conhecimento, sujeito a dife-
refutadas. Remetendo ao contexto histórico
rentes subjetividades e particularidades do
relacionado ao processo de construção de
pesquisador, como autor no presente, nas suas
uma modernidade iniciada no Brasil
maneiras de sentir, abordar e conduzir o tema
oitocentista, identifico-me com uma
de estudo. Como pontuam Shanks e Hodder
Arqueologia vinculada à investigação sobre
(1995) e Hodder (1991), o arqueólogo deve
o mundo moderno (Orser 1996). Preocupa-
ser considerado sujeito atuante e responsável
do com as transições e transformações das
pela construção interpretativa do passado. A
práticas que moldaram aspectos da vida hu-
interpretação é multifocal, isto é, um mesmo
mana desde o final do período feudal e início
passado pode ter múltiplas interpretações;
dos tempos modernos, aos princípios da
estas podem ser resultado de diferentes
industrialização e internacionalização do ca-
intenções, desejos e necessidades a partir da
pitalismo, o estudo das evidências materiais
consideração do arqueólogo enquanto
no contexto das mudanças de relações entre
subjetividade comprometida na construção
as coisas, valores e pessoas, muito pode con-
do passado.
tar sobre “a constituição da vida cotidiana
sob o capitalismo nascente e desenvolvido” Ao contextualizar historicamente as
(Johnson 1996:06). práticas cotidianas de grupos domésticos,
deparei-me com a complexidade brasileira
Sob esta perspectiva e com o olhar voltado
do século XIX, período de profundas
para especificidades deste processo,
transformações sócio-econômicas, políticas
interpretei as práticas cotidianas vinculadas
e culturais. Século em que se inicia a
às refeições e ao chá a partir das peças,
construção de uma modernidade pautada em
prioritariamente de louça e de vidro, recupe-
parâmetros europeus, internalização do ca-
radas das lixeiras domésticas, e àquelas de

50 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


pitalismo e abalos no sistema escravista até “individualismo, as fronteiras entre o públi-
sua derrocada final. A vontade de co e o privado, a valorização do universo
“afrancesamento” das elites eram o “carro familiar e a ritualização da vida cotidiana, a
chefe” das práticas para aqueles que queriam acumulação de capital (tanto real quanto sim-
sentir-se inseridos nesse processo (Alencastro bólico), os critérios de ‘respeitabilidade’, a
1997). Paris constituía-se no paradigma da fetichização do consumo e a ascensão social”
“cidade moderna”, microcosmo da (Lima 1994:87), associados à
modernidade, cidade emblemática como estandardização como parte da produção e
metrópole a partir do século XIX (Pesavento consumo de bens industrializados (Jonhson
1999). As especificidades históricas deste 1996) e novas regras de controle e disciplina
Brasil, no entanto, o fizeram singular, com da vida na rua e dentro de casa.
uma feição nacional, peculiar, dados os seus
Com este olhar, desafiado pelo contexto
condicionamentos particulares.
histórico e pelos limites da documentação
No início do século XIX, com o material e escrita, me debrucei sobre os con-
estabelecimento das duas instituições textos arqueológicos evidenciados em quatro
estruturantes do mundo moderno ocidental unidades domésticas da Porto Alegre
no país - o Estado e o mercado competitivo oitocentista1 . As análises sobre a formação
capitalista (Souza 2000) – criaram-se dos depósitos de lixo e sobre o consumo de
condições, embora incipientes, para o itens prioritariamente de louça e vidro,
desenvolvimento de uma modernidade sin- resultaram em duas possibilidades
gular, a partir da apropriação de valores e interpretativas diferenciadas, considerando o
práticas modernas européias, mas incorpo- contexto local - a cidade de Porto Alegre - e a
radas, adaptadas e resignificadas segundo natureza de cada prática. Duas esferas da vida
especificidades locais. A seletividade foi um doméstica foram contempladas – as refeições
dos aspectos marcantes deste processo e, à mesa e o chá, e os descartes de lixo – consi-
neste sentido, o Brasil não é um “país mo- deradas como ações conduzidas por sujeitos
derno e ocidental no sentido comparativo de ativos na construção e reprodução sócio-cul-
afluência material e desenvolvimento das tural. Compartilho com Giddens (1995) de que
instituições democráticas”, mas o é no mo- a aptidão reflexiva dos agentes é incorporada
mento em que, desde os oitocentos, os valo- no fluxo da vida cotidiana, engajada nas
res modernos passaram a ser os legítimos e práticas recursivas, rotineiras. A continuidade
dominantes, concorrendo com outros códi- de práticas pressupõe reflexividade, assim
gos valorativos próprios da pluralidade sócio- como esta é possível tendo em vista a
cultural do país (Souza 2000:267). reprodução de práticas que se estendem por
um espaço e tempo.
Dada a complexidade acima apontada,
procurei interpretar “maneiras de fazer” Considerando que os sujeitos têm
(Certeau 1994) cotidianas no sentido de si- participação ativa na construção do mundo em
tuar a sua inserção no processo de que vivem através das “maneiras de fazer”
apropriação e significação de discursos e rotineiras e contínuas, o espaço da vida coti-
práticas pautadas em valores modernos no
Brasil oitocentista. O país foi influenciado 1
Trabalhos arqueológicos inseridos nos
por novas idéias e atitudes associadas à quadros do “Programa de Arqueologia Ur-
sociedade moderna capitalista européia, bana de Porto Alegre, RS”, gerenciado pelo
desterritorializadas de seus locais de origem Museu Joaquim José Felizardo, Secretaria
e difusoras de princípios que valorizavam o Municipal da Cultura de Porto Alegre.

Fernanda Tocchetto 51
diana torna-se privilegiado para estudos sobre Tal comportamento com relação ao lixo
as experiências e ações dos agentes, no âmbito era compartilhado em outras cidades. Lixo
do Brasil oitocentista, sejam relacionadas à acumulado nas ruas, matérias fecais trans-
construção de práticas pautadas pelos valores portadas pelos escravos em recipientes de
modernos e capitalistas ou pelas permanências madeira - conhecidos como tigres (Freyre
de antigas condutas e saberes mútuos. 1977b) - até a praia, deficiências no
abastecimento de água potável, inexistência
Sobre os contextos nacional e de esgotos, ruas estreitas e tortuosas, bem
internacional: um panorama como a existência de morros tornando o ar
insalubre marcavam o cotidiano urbano da
A interpretação das práticas cotidianas que capital do Império. As epidemias - febre
resultaram na formação dos depósitos de lixo amarela, cólera, varíola, etc - grassavam no
das unidades domésticas estudadas passa, Rio de Janeiro (Engel 1988), bem como em
necessariamente, pela sua inserção no contexto outras grandes cidades. Em Porto Alegre, por
histórico local, a cidade de Porto Alegre, exemplo, ocorreram três surtos da epidemia
entrelaçado ao que vinha ocorrendo no país e cólera-morbo e uma de febre escarlatina nas
também fora dele. Dejetos, lixo, excremen- décadas de 1850, 1860 a e 1870 (Macedo
tos, águas servidas, miasmas, insalubridade, 1982; Weber 1992). Em Recife a situação
epidemias, saúde, higiene, saneamento foram também não era diferente. Charles Darwin,
expressões largamente usadas em discursos na década de 1830, comentou sobre as “ruas
médicos e estatais durante o século dezenove sujas e dos seus odores insuportáveis, com-
no Brasil e não menos com cem anos de parando Recife aos piores burgos orientais
anterioridade na Europa. de então” (Freyre 1977a:109).
O crescimento urbano vertiginoso O comportamento relacionado com os
associado ao aumento populacional, à dejetos cotidianos no Brasil era, no entanto,
insalubridade e às constantes epidemias no já bastante conhecido no Velho Mundo, indi-
século dezenove, provocavam um caos cando assim a origem de tais práticas. Sem
sanitário que, aos olhos do europeu ocidental falar das cidades medievais, na Lisboa dos
moderno, produziam imagens bastante ne- séculos XIV e XV, lixo, excrementos e urina
gativas. Saint’Hilaire (2002) em sua eram descartados nas vias públicas e ali
passagem por Porto Alegre em 1820, permaneciam expostos à espera das chuvas,
forneceu um panorama da situação na cidade: provocando maus odores e proliferação de
... poucas casas possuem jardins e muitas ratos e insetos (Veríssimo et al. 2001). Os
não têm sequer quintal; daí um grave autores sugerem que no Brasil colonial
inconveniente de atirarem à rua todo o repetia-se o modelo metropolitano através dos
lixo, tornando-as imundas. As portugueses, que trouxeram “hábitos
encruzilhadas, os terrenos baldios e, sanitários” consolidados (Veríssimo et al.
principalmente, as margens da lagoa são 2001:89). Neste contexto, a atenção olfativa
entulhadas de sujeira; os habitantes só voltada à putrefação conquistou espaço na
bebem água da lagoa e, continuamen- busca da compreensão dos mecanismos da
te, vêem-se negros encher seus cântaros infecção (Corbin 1987). O olfato passou a
no mesmo lugar em que os outros ser implicado “na definição do são e do
acabam de lavar as mais emporcalhadas malsão que então se esboça e contribui para
vasilhas (Saint’Hilaire 2002:46). organizar as condutas higienistas até as
descobertas pasteurianas” (Corbin 1987:31).
A ventilação e o ar puro passaram a ser os

52 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


eixos da estratégia higienista. Na França pessoal e coletiva, de manutenção das
setecentista as ações projetavam evacuar não moradias, de descarte e remoção do lixo para
só o lixo, mas também os vagabundos, os locais periféricos, de inspeção de feiras,
fedores do pútrido e da infecção social. Para abatedouros, criação de novos bairros, etc.
desinfetar e desodorizar foi instituído um Buscava-se, através da inspeção nos níveis
policiamento sanitário orientado por médi- privado e público, “transformar a cidade
cos, visando tornar-se cotidiano. doente em uma cidade sadia, limpa e orde-
nada, requisito fundamental para a
Tais preocupações higienistas cresceram
implantação e consolidação de uma sociedade
no final do século XVIII nas cidades européias,
‘moderna’, comprometida principalmente
associadas - dentre a complexidade do
com o liberalismo europeu” (Lima 1996:84).
fenômeno urbano - ao crescimento
populacional, à emergência do capitalismo e O estabelecimento de uma medicina so-
à industrialização. A sociedade moderna ca- cial, urbana, levou à introdução da medicina
pitalista passou a investir no controle dos “no funcionamento geral dos discursos e do
indivíduos através do corpo, enquanto uma saber científico” (Foucault 1985:92). A força
realidade bio-política (Foucault 1985). Uma de tais discursos, pelo o que acarretavam seus
nova ordem corporal foi implantada, consoli- conteúdos e suas representações, somada ao
dando uma ideologia de higienização (com modelo francês enquanto paradigma de
origem na medicina moderna, científica), fun- modernidade, levaram à desterritorialização
damental para o desenvolvimento do capita- dos enunciados e sua apropriação longe de
lismo e fortalecimento da burguesia. Tendo seu lugar de origem. No Brasil, a influência
em vista a construção e manutenção da ordem francesa foi incisiva para a incorporação e
social, era necessária a organização do espaço adaptação de práticas correntes naquele país,
urbano, do trabalho e do convívio social para contribuindo para a construção de uma
garantir a formação de indivíduos fortes, modernidade singular e seletiva.
sadios, moralizados e ordeiros, fundamentais
O contato com as representações
para a expansão do mercado de trabalho.
veiculadas pelos discursos modernos e a
Surge a medicina social urbana na situação caótica das grandes cidades
França, no final dos setecentos, apregoando brasileiras, acentuada em meados do século
afastar do meio urbano tudo o que poderia com a substituição do trabalho escravo pelo
provocar doenças; controlar e estabelecer livre, favoreceram a apropriação dos discur-
uma boa circulação da água e do ar; organi- sos médicos europeus por segmentos da
zar a distribuição e seqüência de ações intelectualidade e de administradores
indispensáveis à vida em comum. Delineou- empenhados em ordenar a desordem e civili-
se a noção de salubridade e higiene, técnica zar a cidade. Este quadro refletiu-se na
de controle e transformação de elementos do publicação do Primeiro Regulamento
meio que poderiam favorecer ou prejudicar Brasileiro para o Funcionamento das Câmaras
a saúde, com vistas à existência de uma base Municipais em 1828, estabelecendo
material que assegurasse indivíduos parâmetros que deveriam constar nas Postu-
saudáveis (Foucault 1985). Visando acabar ras Policiais. Dentre as orientações, constavam
com as epidemias, focos de infecção, a deliberações sobre questões urbanas dirigidas
contaminação de ares e águas, o discurso à limpeza de locais comuns e alimentos,
médico passou a exercer um controle salubridade da atmosfera, esgotamento dos
fiscalizador contra a insalubridade generali- pântanos, cautela com relação a animais e
zada. Foram difundidas regras de higiene embriagados, entre outras (Weber 1992).

Fernanda Tocchetto 53
Inserido neste contexto, um novo grupo surgir os serviços públicos de saneamento e
de médicos, representante da medicina cien- de água. Na década de 1850 foram instaladas
tífica, passou a apresentar-se como pelo Estado, por exemplo, a Junta Central de
disseminador “de um projeto de normatização Higiene Pública no Rio de Janeiro e a
do espaço social urbano inspirado nos Comissão de Higiene Pública de Pernambuco
padrões burgueses de modernização e (Freyre 1979; Sampaio 2001).
progresso” (Engel 1988:39). Visando forta-
Considerando a posição periférica de
lecer e levar ao reconhecimento desta medi-
Porto Alegre no contexto nacional, mas
cina, na qual a cidade era objeto de
influenciada profundamente pelos discursos
investigação, em 1829 foi fundada a
e práticas dos modelos paradigmáticos mo-
Sociedade de Medicina do Rio de Janeiro,
dernos em nível nacional - a capital carioca -
inspirada no modelo da Academia de Medi-
e internacional - principalmente a Paris
cina de Paris. Em 1835 esta Sociedade foi
oitocentista (Pesavento 1999), cabe um olhar
transformada na Academia Imperial de Me-
sobre os enunciados médicos e práticas
dicina, caracterizando-se oficialmente como
adotadas pela municipalidade relacionadas
“instância especializada na produção de um
às idéias de higienização da cidade.
saber destinado a viabilizar a perspectiva po-
lítica de higienização do espaço urbano”
(Engel 1988:40). Dois anos antes a Acade-
Os discursos higienistas e as
mia Médico-Cirúrgica passou a chamar-se práticas do Estado em Porto Alegre
Faculdade de Medicina do Rio de Janeiro, A situação de insalubridade e o sofrimento
cuja reforma foi também inspirada nos mol- da população com a ocorrência de grandes
des franceses. epidemias aproximava Porto Alegre de outras
A nova medicina de caráter preventivo capitais do país. Em 1829, um ano após o
tinha uma dimensão mais política que aquela regulamento sobre o funcionamento das
do período colonial, mais preocupada com a Câmaras Municipais, foi redigido o Código
cura. Não só o indivíduo era o foco das de Posturas Policiais de Porto Alegre com
atenções, mas todas as instâncias da vida cinqüenta capítulos. Publicado por Edital
social relacionadas ao planejamento urbano, somente em 1838, resultou num documento
às questões de saúde pública. A medicina que demonstrava preocupações com a
social, política e progressista, sentia-se “iden- disciplinarização do espaço urbano com
tificada com os ideais de civilização, a serviço desígnio de lugares para despejo de lixo e de
da modernidade” (Sampaio 2001:44). Não esgotos, coleta de água, lavagem de roupas
só modernizar a cidade através de reformas dos hospitais, entre outros (Monteiro 1995).
urbanas, mas também através da Uma das ações para minimizar a situação de
medicalização da sociedade, intervindo nos insalubridade foi a determinação, em 1837,
hábitos, costumes cotidianos, produzindo um de dez pontos para os despejos de “ciscos e
novo tipo de indivíduo; não só atuando na imundícies” ao longo da orla do lago Guaíba
normatização da vida pública, na rua, mas pelo Código de Posturas Policiais2.
inclusive dentro de casa, no lugar ocupado Concomitante às regulamentações quanto
até então pelo padre. ao destino do lixo na tentativa de buscar al-
Embora os discursos médicos já 2
Código de Posturas Policiais estabelecido
encontrassem certa ressonância em meados do
pela Câmara Municipal, Cap.50, editadas
século XIX, somente com o agravamento das em 1838 (Arquivo Histórico Moisés
problemáticas urbanas foi que começaram a Velhinho).

54 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


ternativas aos problemas de insalubridade, o Em 1857, com novo Decreto (no2052) em
Estado executava aterramentos na orla da função da epidemia da cólera-morbo em
antiga praia do Guaíba: na Praça Paraíso 1855, as Comissões foram substituídas por
para construção da Doca das Frutas - déca- um Inspetor de Saúde Pública (Macedo
da de 1840; no Largo da Forca para o 1982).
estabelecimento da Praça da Harmonia com
Assim, já na década de 1850, Porto Alegre
fins de lazer, em frente ao antigo Mercado
incorporou, com características locais, as
para edificação de um novo e onde hoje lo-
orientações tomadas por cidades européias
caliza-se o Paço Municipal, para construção
modernas que visavam a higienização, a
da segunda Doca - década de 1850; no largo
desodorização do meio urbano. As
onde hoje está situada a Praça Rui Barbosa,
preocupações com a salubridade manifestavam-
para instalação da Praça das Carretas - dé-
se através dos discursos médicos que
cada de 1870. As pesquisas arqueológicas
apontavam a tomada de providências na cidade:
realizadas em quatro destes locais3 – Mer-
cado Público Central, Praça Parobé (onde 1o ... cuide com o maior empenho do
estava a primeira doca), Paço Municipal e asseio das ruas, e não consinta
Praça Rui Barbosa, identificaram depósitos somente o asseio em tirar-lhes d’elas
de lixo abaixo das camadas de aterro, o lixo seco, que nenhum mal faz a
coincidindo com alguns pontos estabelecidos saúde, deixando o limo que há em
pela Câmara para descarte do lixo urbano, algumas, e as águas estagnadas, e
junto ao lago Guaíba. A municipalidade, en- lama podre, que existe em fossos
tre as décadas de 1840 e 1870 “tapou”, lite- feitos pelo descalçamento em outras;
ralmente, as lixeiras coletivas formadas com 2o Que não se consintam despejos no
depósitos cotidianos. Mesmo com intenções interior da cidade como atualmente
de expansão urbana, de reordenação e se pratica nas praias e ruas ...
reestruturação dos espaços, provocou a devendo-se marcar lugar próprio
“limpeza” destes locais de circulação de po- onde devam ser feitas e se já tiverem
bres, escravos e trabalhadores informais, sido marcados, que se faça cumprir
ocultando a sujeira, a imundície. as ordens; 3o Em se deve estender a
vigilância ao asseio dos pátios e
Às práticas de aterramento de locais in-
quintais, casas públicas, e as
salubres mencionadas, soma-se a busca de
substâncias alimentícias expostas a
reordenação e modernização do espaço cen-
venda, principalmente as frutas ver-
tral de Porto Alegre pelos serviços públicos
des = Nesta circunstância toda a
a partir da segunda metade dos oitocentos,
preocupação não é demasiada, e a
como por exemplo a urbanização dos largos
negligência pode ser causa de
da Alfândega e do Arsenal, removendo as
inúmeros danos (Correspondência
imundícies ali jogadas, a vegetação rasteira
Passiva da Câmara de Vereadores de
e drenando os terrenos (Monteiro 1995). A
Porto Alegre, Livro 23, 19/12/1853
preocupação com a limpeza urbana tornou-
– AHMV apud Weber 1992:96).
se cada vez mais alvo das atenções da
administração municipal. O governo impe- Práticas de vigilância, fiscalização e con-
rial, através Decreto no 828 de 29 de setembro trole do espaço urbano passaram a ser
de 1851, criou Comissões de Higiene Públi-
ca em algumas províncias, dentre as quais o 3
Pesquisas efetuadas pelo Museu Joaquim José
Rio Grande do Sul, mandando executar o Felizardo entre 1994 e 2002 (Programa de
Regulamento da Junta de Higiene Pública. Arqueologia Urbana de Porto Alegre).

Fernanda Tocchetto 55
implementadas através de Atos adicionados de normatização da vida cotidiana, visando
ao Código de Posturas pela Câmara Muni- indivíduos com comportamento higienizado,
cipal. As medidas foram propagadas, de for- moralizado. Esses exercícios de controle e
ma constante e insistente pelo Presidente da vigilância eram respaldados pela imprensa
Província e pela Câmara Municipal, duran- (Weber 1992).
te toda a segunda metade dos oitocentos, jus-
O encaminhamento das medidas mencio-
tificadas pelo mesmo discurso médico-
nadas resultou no Ato de 07/10/1876 no qual
sanitário de outras regiões do país (Weber
a Câmara obrigava as moradias situadas na
1992). No Ato de 23/10/1862, houve a
área de limpeza pública4 a colocarem na frente
preocupação em organizar a fiscalização da
das suas casas, diariamente, “dentro de algum
limpeza das ruas, das praças e do litoral da
caixão ou qualquer outra vasilha, todo o cis-
cidade; no de 05/02/1868 os moradores da
co e cascas de frutas, provenientes da limpeza
capital eram obrigados a conservar limpos
tirada de suas respectivas moradas para ser
seus pátios, quintais e porões (Thiesen 1999).
lançados nas carroças ocupadas da limpeza
Na mesma década, quando a cidade foi
pública” (CCPM, 1831 a 1878, p.31, AHMV
atingida por nova epidemia de cólera (1867/
apud Thiesen 1999:230). Os dejetos eram
68), foi regulamentada a atividade de fiscais
transportados em cilindros de madeira,
que deveriam apresentar-se diariamente aos
chamados cubos ou cabungos5 (Macedo
vereadores inspetores dos distritos, relatan-
1982), em carroções de quatro rodas puxados
do, entre várias coisas, sobre a situação de
por burros (Maestri 2001). Em 1878 a Câmara
asseio dos mesmos (Weber 1992).
decide que os descarregamentos do lixo
Somente em meados da década de 1870, deveriam ser feitos nos trapiches existentes no
novamente com a ameaça da cólera-morbo litoral norte – ao lado da cadeia civil e na rua
(1875/76), foram tomadas medidas definiti- Voluntários da Pátria, entre as ruas Dr. Flores
vas quanto ao serviço sanitário. Em 1875 e Senhor dos Passos – e no litoral sul, em uma
vinte e cinco médicos foram solicitados a dar “lingueta de terra” (Macedo 1982:71). Mais
orientações de combate à cólera. Em resposta, tarde passaram a ser feitos na Ponta do
o aconselhamento de uma série de medidas, Dionísio, também no litoral sul. Após 1887,
dentre as quais as seguintes: outros encaminhamentos sobre o destino do
... limpeza das ruas da cidade; 4
“Área entre a Rua da Conceição, Voluntários
fiscalização do estado de conservação
da Pátria, Sete de Setembro, Praia do
dos alimentos fornecidos à população; Arvoredo, Varzinha, Olaria até o Beco da
proibição dos despejos nos quintais; Firma, Praça da Independência, Rua da
proibição de despejos de matérias fecais Misericórdia até a Conceição (CPM, 1831
nas praias da cidade; encanamento para a 1878. F.31, AHMV)” (Thiesen 1999:229).
esgoto de matérias fecais e completar e 5
Segundo Maestri (2001:109) a expressão
fazer cumprir as Posturas Policiais “cabungo” é oriunda do étimo kibungo, do
(Macedo 1982:70; destaque meu). quimbundo. Inicialmente designava o bu-
No mesmo período o Inspetor Geral da Saúde raco em que eram despejadas as matérias
Pública aconselhava a proibição de despejos fecais e águas servidas. Posteriormente
passou a nomear o recipiente que
nos pátios, nos acessos às casas e visitas
armazenava tais resíduos, chamado também
sanitárias (Macedo 1982). Aqui se tentou não de cubo ou o tigre. O “cabungueiro” era o
só disciplinar com medidas higienistas o trabalhador, até a abolição o escravo, que
espaço da rua, mas também o espaço priva- transportava esse recipiente e despejava o
do, dentro da casa, esboçando uma tentativa seu conteúdo.

56 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


lixo urbano foram tomados, como o seu de- dificuldades que exigiam soluções. Além
pósito em valas abertas na Várzea, atual Par- disso, era preciso garantir o pertencimento
que da Redenção. Reclamações da Junta de do Brasil ao mundo moderno, romper com o
Higiene forçaram a transferência do descarte passado colonial, inscrever as cidades
de lixo nestas valas para a margem do Riacho brasileiras dentre as avançadas a partir de
(atual Arroio Dilúvio canalizado), junto à estratégias saneadoras, disciplinares, com a
Ponte de Pedra para, mais tarde, iniciar o adoção de novos valores e comportamentos
processo de incinerção (Costa 1983). urbanos e civilizados (Stephanou 1999).
Somente em 1895 os serviços de saúde
pública foram regulamentados no Rio Gran- Sobre as práticas de descarte de
de do Sul (decreto no 44 de 02/04/1895). Ao lixo nas unidades domésticas
Serviço Sanitário era atribuído o estudo so-
O até agora exposto é indicativo de uma
bre o tema da higiene, o saneamento de
relação existente entre a cidade e as pessoas
espaços públicos e privados e a adoção de
que nela viviam, com o lixo produzido
estratégias para prevenir e combater as
cotidianamente - pelo menos em alguns paí-
doenças. Em 1897 foi criado, por novo de-
ses da Europa Ocidental e em territórios para
creto, a Diretoria de Higiene do Estado
onde imigraram contingentes populacionais
(Kummer 2002). Como a higiene era
carregando consigo práticas já
competência dos municípios, em 1898 foi
institucionalizadas. A atitude de depositar os
instituído um serviço regular de limpeza pú-
“ciscos e imundícies”, águas servidas e os
blica encampado pela Intendência de Porto
dejetos humanos nas ruas, nas praias, nos
Alegre, sendo estabelecidas tarifas diferen-
quintais; de conviver com águas estagnadas,
ciadas para os contribuintes. Como para a
corpos em putrefação, etc., ultrapassando
coleta das fossas móveis ou cubos uma ou
fronteiras físicas, além mar, indica uma
duas vezes por semana era exigida uma
experiência do tipo “universalizante”. Segun-
assinatura com a municipalidade, muitos
do considerações de Velho (2002:18) uma
prédios não usufruiam deste serviço que se
sociedade vive permanentemente a
tornava dispendioso para os moradores
contradição entre as particularizações de
(Bittencourt 1996). As reclamações à
experiências restritas a certos segmentos,
Inspetoria de Higiene e denúncias na
categorias, grupos e até indivíduos e a
imprensa quanto à insalubridade nas ruas e
universalização de outras experiências que
nos quintais das casas, eram uma constante
se expressam culturalmente através de con-
no final do século XIX (Bittencourt 1996).
juntos de símbolos homogeneizadores –
As pessoas que mantivessem cloacas em seus
paradigmas, temas, etc.
quintais, que jogassem águas servidas na
superfície ou que colocassem entulhos sobre Portanto, a relação do homem ocidental
o lajedo de suas casas, eram multadas6 . com o seu lixo e odores, pelo menos até as
últimas décadas do século XIX, caracteriza-
Os problemas enfrentados pelas cidades
se como uma experiência universalizante,
nas décadas finais do século XIX, abstraí-
partilhada, com uma amplitude temporal e
dos dos discursos e práticas adotadas pelo
espacial que revela sua força de difusão e
Estado, inserem o fenômeno urbano no
processo de emergência do capitalismo. O
fim da escravidão (1888), o crescimento des- 6
Somente em 1912 foi inaugurado o serviço
organizado principalmente das capitais, a de esgotos subterrâneos, com 600 instalações
instauração da República (1889), acentuaram domiciliares ligadas (Bittencourt 1996).

Fernanda Tocchetto 57
absorção para além de diferenças sociais. Por período - dos discursos higienistas, das nor-
esta relação constituir-se em práticas que não mas disciplinares e das práticas produzidas
requerem necessariamente a tomada de pelo Estado. Cabe verificar, para fins
decisões ou objetivos predeterminados como interpretativos, como se deu a apropriação
exige o projeto (Velho 2002), a ação confi- dos discursos sanitaristas e em que medida
gura-se como conduta. as estratégias adotadas pela municipalidade,
bem como a imposição das normas, foram
Faço estas considerações para relacionar as
incorporadas pelos grupos domésticos. É
práticas de descarte de lixo nos contextos das
também importante observar se as práticas
unidades domésticas - ou “maneiras de fazer
cotidianas de descarte de lixo foram
com” os refugos -, como condutas recursivas
compartilhadas ou contrastantes entre os di-
na vida cotidiana, expressões de experiências
ferentes grupos, o que pode informar sobre a
compartilhadas ou universalizantes, nas
apropriação diferenciada ou não dos discur-
palavras de Velho (2002). Depositar o lixo
sos modernos vinculados à ideologia da
produzido no quintal das residências, como
higienização dos oitocentos. A apropriação
observado nos contextos arqueológicos
dos discursos não implica necessariamente a
estudados, era uma atividade rotineira,
construção de práticas e representações às
repetitiva. O caráter rotinizado desta prática,
quais se propõe. As enunciações discursivas
no entanto, não reduz a sua dimensão reflexi-
podem ser caracterizadas como “produtoras
va. Segundo Giddens (1995), as disposições
de ordenamento, de afirmação de distâncias,
reflexivas dos sujeitos inserem-se de uma for-
de divisões; daí o reconhecimento das práticas
ma contínua no fluxo da conduta cotidiana, mas
de apropriação cultural como formas dife-
não exclusivamente em nível discursivo. A
renciadas de interpretação” (Chartier
reflexividade, ou “o que os agentes sabem so-
1990:27-28).
bre o que fazem e sobre as razões do seu fazer”
também é manifestada por uma consciência Sítio Chácara da Figueira (RS.JA-12)
prática. Uma consciência prática consiste em
Nas “fraldas” do Morro Santana, na divisa
todas as coisas que os atores sabem tacitamente
entre os municípios de Porto Alegre e Viamão
sobre o modo de “ser com” em contextos de
e sobre um terraço com vista para o leste, foi
vida social sem serem capazes de dar-lhes uma
localizada uma área de ocupação de 3.700
expressão discursiva direta (Giddens 1995:24).
m 2. Nesta foram realizadas coletas
Passemos a seguir para uma análise sobre superficiais controladas em ampla área de
os depósitos de lixo doméstico evidenciados nos dispersão de material arqueológico,
sítios arqueológicos7 e as práticas que os sondagens e escavação do espaço interior às
produziram, considerando que essas “maneiras fundações de uma habitação8 . O acesso ao
de fazer” (Certeau 1994) cotidianas eram sítio dá-se pela Av. Paraná, Vila Santa Isa-
condutas compartilhadas, permanências de bel, atualmente inserido no loteamento de-
longo tempo, como parte de um “saber mútuo”. nominado Residencial Três Figueiras.
Grande parte deste saber é de caráter prático,
“inerente à capacidade de ‘ser com’ nas rotinas
de uma vida social”, colocado na ação através 7
Informações sobre as pesquisas de campo,
da consciência prática (Giddens 1995:42). de laboratório, da documentação histórica e
as discussões pertinentes ver em Tocchetto
Como já colocado, a discussão sobre as (2004).
ações cotidianas dos grupos domiciliares da
Porto Alegre oitocentista estudados, é inserida
8
Pesquisas de campo e de laboratório reali-
zadas pelo Museu JJF, entre 1998 e 2000.
no contexto da medicina social emergente no

58 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


O(s) grupo(s) doméstico(s) que palavras, tornar modernos segundo parâmetros
habitou(aram) a chácara no Morro Santana, europeus, os ambientes urbanos, públicos e
parece(m) ter ficado à margem das orientações privados, e seus habitantes. A área rural
e práticas relacionadas à higiene em voga. O colocava-se à margem deste processo. O am-
descarte do lixo realizado de forma aleatória, biente distante da urbe e suas características
sem pontos preferenciais de depósito identifi- produtivas, ofereciam aos habitantes melhores
cados, nas áreas que corresponderiam às laterais condições de vida em termos de salubridade e
e aos fundos da moradia - configurando-se como qualidades do ar, água e alimentos. Isto explica
depósito adjacente e periférico (South 1977) -, a relação que estabeleço, considerando a cidade
provavelmente vem atestar esta possibilidade. e seu entorno periférico e rural como sede10 ,
O período de ocupação mais intensa da entre região anterior:área rural:limpo / região
propriedade, remete à segunda metade do sé- posterior:área urbana:sujo.
culo XIX, entre 1840/50 e o final do último
Um outro elemento passível de reflexão é
quartel (1885/1900), intervalo no qual os dis-
a utilização, na atividade agrícola, de adubos
cursos higienistas estavam sendo divulgados e
orgânicos para enriquecimento do solo. O(s)
incorporados nas práticas do Estado9 .
grupo(s) doméstico(s) da chácara do Morro
Vários elementos podem ter contribuído Santana poderiam estar adubando suas
para a permanência da prática de descarte plantações com restos de alimentos ou
de lixo de maneira aleatória nas proximida- também dando de comer aos seus animais
des da habitação da chácara. Por ter estado domésticos que circulavam nos arredores da
situada em área rural e distante da cidade de habitação. Ao material orgânico poderia es-
Porto Alegre, ficava preservada da
fiscalização e imposição das novas regras
9
O estabelecimento dos períodos de formação
sanitárias. As preocupações com a dos depósitos de lixo nas unidades domésticas
estudadas deu-se a partir da discussão dos grá-
insalubridade restringiam-se ao centro urba-
ficos de barras propostos por South (1978), da
no e adjacências, indicada pela definição da posição dos materiais nas camadas arqueoló-
zona de abrangência do serviço de coleta de gicas, do grau de preservação destas e pela
lixo instituído em 1876. Viamão, a cidade presença e ausência de determinadas objetos.
mais próxima, era um pequeno povoado que 10
Aqui utilizo o conceito de sede apresentado
se tornou vila somente em 1880. E, muito
por Giddens (1995:399), em sua teoria da
provavelmente, os discursos médicos ali não estruturação: “uma região física que intervém
tivessem a penetração como a ocorrida na como parte do cenário de uma interação, com
capital da Província. A região era permeada fronteiras exatas que contribuem a concentrar
de chácaras e estâncias com criação de de algum modo uma interação”. As sedes, por
animais, plantações de árvores frutíferas, sua vez, apresentam regionalização interna,
mandioca, entre outros produtos. tendo as regiões importância na constituição
de contextos de interação, na relação entre o
Continuando nessa direção, a área rural meio físico e as rotinas da vida cotidiana: “ A
opõe-se à área urbana enquanto região ante- regionalização limita zonas de espaço-tempo,
rior e região posterior (Giddens 1995) que, um limite que permite sustentar relações dife-
por sua vez, se expressa na oposição limpo/ renciadas entre regiões “anteriores” e “poste-
sujo. Explico: os discursos e medidas higienistas riores” que os atores empregam para organi-
estavam voltados para as cidades, onde as zo- zar a contextualidade de uma ação e a
nas perigosas deveriam ser circunscritas e os manutenção de uma segurança ontológica
miasmas, a insalubridade, os maus odores eli- (Giddens 1995:156). As relações entre senti-
do, norma e poder devem ser considerados na
minados visando “civilizar” ou, em outras
regionalização.

Fernanda Tocchetto 59
tar misturado o inorgânico. Esta prática, além pelos grupos domésticos ligados às famílias
de verificar-se até os dias atuais no meio ru- Monteiro parecem indicar uma aproximação,
ral, pode ser observada em contextos arqueo- embora sutil, com as medidas higienistas
lógicos (Zierden 1996). veiculadas pelo discurso médico, principal-
mente considerando o período de uma maior
Deve-se levar em consideração que a
disciplina correspondente às últimas décadas
incorporação de valores e práticas modernas
dos oitocentos. O período de ocupação do
ocorreu primeiramente nas cidades para, mais
sítio considerado reporta-se à segunda metade
tarde, no decorrer do século XX, impor-se de
dos oitocentos - entre 1845 e final do século,
forma mais efetiva também no campo (Souza
em torno de 1892. Embora o lixo doméstico
2000). Importante lembrar que o autor argu-
fosse descartado aleatoriamente nos fundos
menta que a sociedade não se moderniza em
da edificação, os depósitos eram feitos,
todas as esferas e tampouco atinge todos os
preferencialmente, próximos à estrutura de
segmentos sociais de forma hegemônica. A
habitação, caracterizando-se como refugos
permanência das práticas de descarte do lixo
secundários adjacentes. A dimensão dos frag-
doméstico na área rural, adentrando o século
mentos indica que a área não sofreu
XX, vem ao encontro da constatação acima,
pisoteamento pelas pessoas ou animais que
como por exemplo o evidenciado no Sítio do
por lá circulavam, demonstrando uma
Quincão, em Goiás, ocupado entre 1909 e
preocupação com o seu isolamento, mas não
1910 (Souza e Symanski 1996).
o distanciando da moradia apesar do espaço
Sítio Solar Lopo Gonçalves (RS.JA-04) disponível.
O Solar Lopo Gonçalves, uma casa de porão Mesmo reproduzindo esta prática,
alto e atual sede do Museu Joaquim José observou-se uma mudança de
Felizardo, localiza-se na rua João Alfredo comportamento, embora pouco visível, rela-
582, bairro Cidade Baixa. No século XIX o cionada ao grupo doméstico vinculado a
logradouro era chamado Rua da Margem, Joaquim Gonçalves Bastos Monteiro. As
tendo em vista a proximidade com o Riacho informações históricas indicam que este se-
(atual Arroio Dilúvio). Em 1996 foram iden- gundo grupo passou a residir na chácara a
tificados e escavados locais de descarte de partir da década de 1870, após o falecimento
lixo, situados no quintal da antiga chácara, de Lopo G. B. Monteiro, período de maior
relacionados aos grupos domésticos que difusão das regras de higiene, de execução
habitaram o Solar11 . Foram duas as famílias de estratégias de controle e vigilância
que ocuparam a propriedade durante o sécu- sanitária na área urbana, somadas ao com-
lo XIX: a do rico comerciante português Lopo bate incessante à insalubridade. A pesquisa
Gonçalves Bastos Monteiro, entre 1845/55 arqueológica (Symanski 1998a) evidenciou
e 1872, utilizando-a como chácara de lazer e um buraco apropriado para o depósito de lixo,
produção; e a de seu sobrinho e genro numa porção do terreno um pouco mais
Joaquim Gonçalves Bastos Monteiro, igual- periférica, com alta incidência de ossos e
mente comerciante, provavelmente ocupan- baixa quantidade de material inorgânico, re-
do-a como residência principal do último curso que preservava a visão e o olfato da
quartel do século às primeiras décadas do
XX, quando a área já estava urbanizada. 11
As informações sobre este sítio foram ex-
Segundo o evidenciado pela pesquisa ar- traídas de Symanski (1998a, 1998b), cuja
queológica, as práticas de descarte do lixo pesquisa de campo e laboratório no Solar
cotidiano no quintal do Solar Lopo Gonçalves Lopo Gonçalves resultou na sua dissertação
de mestrado em História, PUCRS.

60 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


putrefação e dos odores daí advindos. posições periféricas à habitação, com
Provavelmente esta atitude esteja relaciona- materiais produzidos a partir do século XX.
da à intensa campanha de saneamento com
Percebe-se assim uma predominância da
relação ao trato com o lixo, associado com a
prática de descarte dos restos cotidianos em
formação de miasmas e surgimento de epi-
áreas descobertas, adjacentes ao Solar ao longo
demias (Symanski 1998a, 2000).
da segunda metade do século XIX. É intri-
A área de limpeza pública sujeita à coleta gante que os grupos domésticos não tenham
por carroças a partir de 1876 não compreendia tido maiores preocupações com a
a rua na qual o Solar estava localizado. insalubridade provocada pela exposição dos
Passava bem perto, na rua da Olaria (atual detritos, visto que a família ligada a Lopo
Lima e Silva). Isto não justifica, entretanto a Gonçalves Bastos Monteiro era pertencente à
manutenção dos restos cotidianos expostos no elite porto-alegrense, com acesso aos discur-
terreno da habitação, jogados na superfície. A sos modernos que circulavam na cidade. A
identificação de um buraco de lixo relaciona- zona de várzea em que estava situada a chácara
do ao segundo grupo doméstico parece ter sido era úmida e sujeita a enchentes, resultando em
uma estratégia isolada, não significando a águas estagnadas, insetos, matérias orgânicas
incorporação dos preceitos higienistas da me- em putrefação, miasmas... A convivência com
dicina social. Provavelmente a mudança das tais situações, no entanto, não se contrapõe à
práticas relacionadas ao lixo reporte-se ao fi- escolha da família em possuir uma chácara
nal da década de 1890, quando a na periferia de Porto Alegre.
municipalidade passou a cobrar impostos para
O primeiro grupo doméstico vivia em ple-
a remoção do lixo doméstico. Somente em
no centro urbano, de burburinho comercial,
1897 aparece o primeiro registro de cobrança
na Rua da Praia, em frente ao lago Guaíba.
de impostos na rua da Margem, no qual o Solar
Região posterior, com concentração de
estava incluído.
pessoas – livres e escravos – circulando
Segundo Monteiro (1995), a expansão da cotidianamente, área insalubre, captação da
malha urbana no sentido dos antigos água comprometida em função do depósito
caminhos e arraiais no final do século XIX, de “ciscos e imundícies” na praia... Aqui
levou à ampliação da rede de ação dos cabem as relações, considerando a cidade e
serviços públicos – coleta de lixo, limpeza seu entorno periférico e rural como sede, en-
urbana, etc. No entanto, ainda nos anos vinte tre região posterior:área urbana:cidade
do século seguinte, tais serviços eram irre- baixa:sujo:centro econômico em oposição à
gulares na periferia da cidade. Enquanto a região anterior:área rural ou
área central já usufruía do sistema de esgotos, periférica:limpo:zona de produção agro-pas-
os arrabaldes “continuavam utilizando o toril e lazer. Com estas relações e oposições
Asseio Público para a remoção dos ‘cubos sugiro uma opção do primeiro grupo domés-
de despejo’ ou ‘fossas móveis’” (Monteiro tico em usufruir momentos de lazer e condições
1995:120). Embora a localidade, já densa- ambientais de maior qualidade na região an-
mente povoada e urbanizada no século XX, terior da cidade e entorno, onde era possível
estivesse usufruindo destes serviços mesmo um distanciamento dos malefícios que
que irregulares, o(s) grupo(o) doméstico(s) acarretava a vida urbana, do “ambiente
que viviam no Solar mantiveram seus hábi- epidemiológico” (Alencastro 1997:68) que
tos em depositar os restos cotidianos no quin- caracterizava as cidades maiores. Da mesma
tal. Symanski (1998a, 2000) identificou dois forma com relação ao segundo grupo que,
bolsões de refugo e dois buracos de lixo, em provavelmente, escolheu por residir na chácara

Fernanda Tocchetto 61
no último quartel do século. Mesmo que a No quintal, nos fundos do Solar, foi locali-
região onde estava situada - chamada Embos- zada uma área de depósito de lixo doméstico
cadas - fosse local de refúgio de escravos até da segunda metade dos oitocentos, a qual foi
a abolição, estivesse sujeita às inundações do sujeita a intervenções arqueológicas
Riacho e às “imundícies” jogadas em suas direcionadas ao tema dessa pesquisa12 .
margens no final do século, talvez fosse
O Solar era sede, no século XIX, da
preferível ali residir e não no sobrado, que o
Chácara do Christal, situada em área
casal ganhou de herança, localizado na parte
periférica ao centro urbano de Porto Alegre.
baixa da cidade. Somam-se às benesses da
Semelhante à ocupação do Solar Lopo
vida em uma zona periférica ao centro urba-
Gonçalves, também aqui a chácara foi habi-
no principal, a linha de bondes puxados a bu-
tada por membros de uma mesma família –
rro que passava em frente ao Solar (a partir
a do médico homeopata português Dyonísio
de 1874), o lazer proporcionado pelo Riacho
de Oliveira Silveiro. Entre 1854 e 1871, a
que margeava a rua da Margem, desembo-
propriedade era utilizada como área de lazer
cando no Guaíba, bem como a intimidade e
e produção pelo primeiro grupo doméstico.
privacidade oferecida por um imóvel fora do
Já no último quartel do século, provavelmente
perímetro urbano central.
após 1880, foi ocupada por sua esposa Maria
Volto ao intrigante que mencionei acima: Sophia Freire Silveiro (falecida em 1886) e
a permanência de práticas de descarte de pelo seu filho e herdeiro Affonso de Oliveira
refugos ou “maneiras de fazer com” o lixo, Silveiro até 1903, ano de sua morte. As
condenadas pelos discursos higienistas e pe- informações históricas indicam que este gru-
las medidas adotadas pela municipalidade po utilizou o Solar como residência princi-
(como os Atos do Código de Posturas pal, quando a região já se encontrava em
Policiais), relacionadas num primeiro momen- processo de urbanização.
to à região posterior:sujo:área urbana, mas
Situação semelhante à evidenciada no So-
situadas num contexto que se caracteriza como
lar Lopo Gonçalves, parece ter ocorrido com
região anterior:limpo:área rural ou
os grupos domiciliares do Solar da Travessa
periférica. É esta convivência, que parece
Paraíso. O depósito de restos cotidianos
conflituosa a partir dos princípios que a regem,
escavado nos fundos da edificação, no quin-
que é intrigante e instigante. Os grupos do-
tal, indica a prática de descarte aleatório do
mésticos, mesmo seguindo práticas correntes
lixo na porção do terreno que apresenta um
de seu segmento social, o qual buscava
declive natural. Os declives abruptos a oeste e
usufruir de propriedades próximas à cidade,
sudoeste do prédio foram acentuados pelo
mantinha nestas comportamentos que não
aterramento realizado para a sua construção
adequavam-se aos valores modernos, tão di-
e ampliação. Estes pontos tornaram-se os
vulgados através dos discursos médicos e
preferenciais para o depósito dos refugos
higienistas fortemente influenciados por uma
secundários (Schiffer 1991).
Europa moderna e capitalista.
O período de ocupação mais intensa do
Sítio Solar da Travessa Paraíso (RS.JA-03)
sítio, correspondente à fase de formação da
O Solar da Travessa Paraíso localiza-se na lixeira, foi entre 1840 e provavelmente mais
Travessa Paraíso no 71, bairro Menino Deus, alguns anos após 1899. Como a atenção está
no declive do Morro Santa Tereza voltado direcionada à ocupação da chácara pela
para o lago Guaíba. Atualmente é sede do
Centro de Educação Patrimonial e Ambien- 12
Pesquisas de campo e de laboratório reali-
tal da Prefeitura Municipal de Porto Alegre. zadas pelo Museu JJF, entre 2001 e 2003.

62 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


família Silveiro, o intervalo considerado cidade, a preservava da vigilância sanitária,
passa a ser o situado entre 1854, ano da sua favorecendo assim a permanência das
aquisição, e 1903, ano da morte do filho práticas.
herdeiro. A manutenção das práticas de des-
Um elemento instigante a ser incluído nas
carte do lixo doméstico a céu aberto em área
reflexões é o fato de Dyonísio ter sido médi-
adjacente (South 1977) ao Solar, ao longo
co e um dos primeiros homeopatas de Porto
da segunda metade dos oitocentos, sugere que
Alegre. Portanto, um conhecedor em poten-
os dois grupos domésticos não estavam pre-
cial dos discursos e medidas higienistas da
ocupados com os preceitos higienistas do
época e, conseqüentemente, dos malefícios
período. Embora tenham sido localizados
dos miasmas provocados pela putrefação de
dois buracos de lixo de pequenas dimensões
matérias orgânicas. Uma explicação pelo não
no interior do lençol de refugo, com material
acolhimento ou desconsideração das medi-
semelhante ao do restante da área, a prática
das higienistas em voga possivelmente resi-
dominante parece ter sido a do descarte
da na sua formação.
aleatório na superfície do terreno, próximo
ao Solar. Diferentemente que o ocorrido para No Brasil do século XIX, os médicos
as residências situadas no centro ou na dividiam-se em diferentes correntes teóricas que
Cidade Baixa (local da antiga Emboscadas), resultavam em desentendimentos quanto às for-
ainda em 1933 não havia sido instituído o mas de tratamentos das doenças (Witter 2001).
serviço público de coleta de lixo ou asseio na Práticas diferenciadas de cura conviviam com
rua Augusta, logradouro de referência mais a medicina oficial do Império, que se
próxima do Solar. Ainda nas primeiras dé- considerava a medicina científica (Sampaio
cadas do século XX, Nogueira Barbosa, 2001). As bandeiras da medicina social com
proprietário da chácara a partir de 1911 (que projetos de higienização e normatizadores eram
lá foi viver já a partir de 1908), enterrava o levantadas pelos médicos oficiais, porta-vozes,
lixo no pátio - o orgânico separado do então, da medicina científica, embora ainda pré-
inorgânico, segundo informações de sua neta pasteuriana. As medicinas consideradas alter-
- pois, como havia fossa no Solar, os nativas, no entanto, estigmatizadas como
funcionários do serviço de Asseio não “charlatanismo”, limitavam o alcance das
passavam para a coleta de lixo13 . prescrições feitas pelas autoridades higienistas.
Dentre os charlatões incluíam-se os curandeiros,
O lixo, localizado espacialmente em área
barbeiros sangradores, benzedeiros, aplicadores
adjacente à moradia, mas periférico consi-
de sanguessugas e ventosas, homeopatas e
derando seu relativo afastamento do olhar e
outros práticos.
do olfato pelo fato de ser depositado em um
abrupto declive, possivelmente até os Desde o início da década de 1840, quando
primeiros anos do século XX continuou a foi introduzida no país, a homeopatia foi alvo
ser descartado da forma habitual. Cumprindo de críticas e argumentações contrárias à sua
tanto a função de residência cotidiana ou de difusão, doutrina e prática. Os motivos eram o
uso esporádico, temporário, a manutenção seu caráter não científico e a ausência de certi-
das práticas de descarte do lixo doméstico ficados de conclusão de cursos nas instituições
na área dos fundos de maneira aleatória, prin- de ensino da medicina oficial (Faria 1994).
cipalmente a partir da segunda metade do Exemplo das diferenças existentes entre os
século, indica a não observância das medi-
das higienistas e tampouco a apropriação dos 13
Durante a escavação arqueológica foram
discursos médicos veiculados. O fato de a identificadas intrusões com a presença de
área ter sido periférica ao núcleo central da material do século XX.

Fernanda Tocchetto 63
médicos oficiais e os homeopatas, foram as no Christal. A tendência na manutenção das
críticas dos últimos aos procedimentos de seus práticas de descarte de lixo doméstico logo
adversários durante a epidemia da cólera em atrás do Solar, manifestou-se durante a
1855 no Rio de Janeiro. Neste período a sangria ocupação da propriedade pelo segundo gru-
, um método bastante empregado no tratamento po doméstico vinculado à família Silveiro, o
de várias doenças pela medicina oficial, qual não se preocupou em enterrar o lixo de
higienista, era duramente combatida pelos forma regular ou depositá-lo em porções mais
homeopatas. Segundo estes, “os métodos distantes da habitação. Só para recordar as
alopáticos eram tão perigosos que podiam cau- informações históricas apresentadas, o ano
sar a morte dos doentes” (Sampaio 2001:56)14 . de 1875 foi decisivo para início do combate
mais sistemático aos despejos nos quintais e
Nesse contexto de diferenças e discórdias,
pátios das residências de Porto Alegre pelos
os homeopatas “charlatões” e outros “igno-
discursos médicos e medidas higienistas to-
rantes” opunham-se às prescrições dos
madas pela municipalidade.
higienistas pertencentes à medicina oficial
reconhecida como legítima pelo Estado A mesma relação que fiz para o Solar Lopo
(Sampaio 2001:56). E é nesse ponto onde Gonçalves, trago para a interpretação das
quero chegar, trazendo o Dr. Dyonísio de práticas relacionadas ao presente sítio. O
volta à cena. Salientando o dito por Porto primeiro grupo doméstico, como o vinculado
Alegre (1922:08), dentre os vários médicos a Lopo Gonçalves B. Monteiro, vivia no cen-
homeopatas que existiam em Porto Alegre tro urbano, num sobrado no Caminho Novo,
na segunda metade do século XIX, lá estava atual rua Voluntários da Pátria. Num ponto
o “velho Silveiro”: desta via que seguia a orla do lago Guaíba,
situado entre as ruas da Misericórdia e do
Por ocasião da terrível epidemia de
Rosário (atuais ruas Pinto Bandeira e Vigário
cholera ... (1855 e 1856), que ameaçou
José Inácio), foi autorizado pela Câmara
dizimar a população da capital rio-
Municipal o despejo de “ciscos e imundícies”
grandense, o Dr. Silveiro (Dr. Dionysio
em 1837. Parte baixa da cidade, já urbaniza-
de Oliveira Silveiro) foi o homem da
da em meados do século XIX, com circulação
situação, o braço fórte do povo, a
de pessoas de diferentes posições sócio-
maior esperança dos afflictos, que
econômicas, caracterizando a pluralidade
nelle viam a sua ancora de salvação.
própria das cidades brasileiras oitocentistas,
Solicito sempre para com os doentes,
área sujeita a enchentes, inundações e
elle prestava auxilio a uns, acudia a
contaminação da água da praia, insalubre,
outros a apparecia em toda a parte
portanto região posterior que relaciona-se à
onde a sua presença era reclamada
área urbana:cidade baixa:suja:centro
(Galhardo 1928:860-61, citando o
econômico. Compartilhando práticas
trabalho do Dr. Ignacio C. Cardoso).
condizentes com seu segmento social, a família
Assim, a formação deste personagem no do Dr. Dyonísio Silveiro passou a usufruir das
ramo da homeopatia, com suas diferenças
em relação aos princípios da medicina ofi- 14
Sobre a postura dos homeopatas com relação
cial, higienista, pode tê-lo distanciado da às medidas tomadas pelos “cirurgiões”, que
apropriação dos discursos sanitaristas e da lançavam mão das sanguessugas, sangrias,
incorporação de medidas que evitassem a entre outros meios de tratamento no século
formação de miasmas e situações de XIX, conferir o romance A Divina Pastora,
insalubridade provocadas pela decomposição de Caldre e Fião, publicado pela primeira
vez em 1847 (Caldre e Fião 1992).
de restos orgânicos no quintal de sua chácara

64 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


vantagens de uma casa de chácara próxima à Novo, transformando-o de um passeio bu-
cidade, com fonte de água pura, arvoredos, cólico numa suja rua de armazéns de ataca-
parreiras. Um sobrado no alto do morro, região do e indústrias (Franco 1992:440).
seca e com uma linda paisagem descortinada
Como colocado para o sítio anterior, per-
em direção ao Guaíba pontilhado por ilhas. A
manece intrigante a convivência dos grupos
chácara estendia-se até a Praia de Belas,
domésticos com o seu lixo e odores por ele
caminho à beira do lago, “ponto predileto de
provocados na residência da chácara,
banho” (Porto Alegre 1994:42). Ar e água
portanto região anterior, considerando todas
puros em abundância, alimentos produzidos
as questões levantadas. O fato de Donísio
ali mesmo, maior intimidade e privacidade
ter sido médico não o mpeliu a apropriarse
propiciadas pelo afastamento da área urbana
dos discursos e medidas higienistas em voga,
– região anterior, que se relaciona por sua
e tampouc sua esposa e seu filho Affonso.
vez com área rural ou periférica: limpo:zona
de produção agro-pastoril e lazer. Sítio Casa da Riachuelo (RS.JA-17)
Assim, parece que os grupos domésticos Em uma das ruas mais antigas de Porto Ale-
que ocuparam o Solar, seja com fins de lazer gre, denominada, no século XIX, de Rua da
e produção ou como residência permanente, Ponte, foi construída uma casa de porão alto
optaram por usufruir de um espaço com ou assobradada sobre um lote urbano de 4,5
melhores condições de vida, mais saudável m de largura por 41 m de profundidade.
do que o vivenciado na cidade, no seu centro Atualmente, o lote situa-se na rua Riachuelo
urbano, área de concentração de miasmas e no 661. Nos fundos deste, no antigo pátio, foi
epidemias. O segundo grupo doméstico que, identificado um depóito de refugo doméstico
segundo possibilidade aventada, passou a que foi alvo de escavação arqueológica15 .
morar na chácara a partir da década de 1880, Concentrado em uma depressão da lar-
seria beneficiado com o transporte coletivo e gura total do terreno, o lixo ficava resguar-
com o crescimento do arraial. A opção em dado da sua visibilidade pelos moradores da
permanecer com a chácara (segundo residência por estar em posição periférica
inventário de sua esposa, ano 1888) e não (South 1977), na direção do aclive do terre-
com os sobrados indicados no inventário de no. O período de formação mais intensa da
Dyonísio, que foram provavelmente vendi- lixeira provavelmente ocorreu entre 1828 e
dos, talvez possa ser explicada pela início do último quartel do século XIX, com
preferência em viver na região anterior da menor intensidade após 1875. Considerando
cidade, já que o antigo Caminho Novo foi o intervalo entre produção, aquisição, uso e
transformando-se ao longo das últimas dé- descarte dos objetos, possivelmente por, no
cadas do século XIX. Em 1870 este mínimo, mais uma década após 1875, o
logradouro passou a chamar-se Voluntários refugo doméstico ou parte dele continuou a
da Pátria. No mesmo ano iniciou o ser descartado nos fundos do lote. Assim, a
calçamento da sua primeira quadra, tendo prática de descarte de lixo pelo(s) grupo(s)
em vista as constantes reclamações contra doméstico(s) permaneceu para além da data
os “grandes pantanais e atoleiros” nas épo- que marcou o início da coleta dos “ciscos e
cas de chuvas (Franco 1992:439-40). Em imundícies” pela Intendência em 1876.
1874 ali foi implantada a estação férrea. A
presença da ferrovia, e mais a conquista da
margem do rio para o estabelecimento de tra- 15
Pesquisas de campo e de laboratório reali-
piches, depósitos, estaleiros e oficinas, iriam zadas pelo Museu JJF, entre 1999 e 2001.
traçar definitivamente o destino do Caminho

Fernanda Tocchetto 65
Como mencionado anteriormente, o rando que em 1868 uma medida oficial
serviço sistemático e regular de recolhimento obrigava os moradores da capital a
do lixo ocorreu somente a partir de 1898, conservarem limpos os seus pátios. A posição
quando a municipalidade encampou a tarefa. do depósito na porção superior do terreno,
Provavelmente, antes disso, a execução do portanto periférica à habitação, manteve a
serviço devia sofrer revezes, o que mostravam putrefação, a formação de miasmas, distan-
as constantes denúncias e reclamações da te do olhar e do olfato. Esta possibilidade
população. Segundo informações históricas, deve ser considerada quanto à manutenção
provavelmente em 1896 o assobradado tenha da prática de descarte num contexto onde os
sido transformado em sobrado, avançando discursos circulavam com maior fluidez e
sobre o antigo pátio e tapando o buraco de onde a disciplinarização do espaço público e
lixo. Somente em 1897, um ano mais tarde, privado buscavam eficácia no combate à
aparece nos registros a cobrança de impostos insalubridade, tão avessa à modernidade
de remoção do lixo nas residências da rua, desejada.
estando o assobradado incluído.
Outras possibilidades interpretativas
Acredito que a prática de descarte do lixo, devem ser exploradas com relação à
no local identificado, tenha sido muito intensa manutenção das práticas de descarte de
entre o segundo e terceiro quartel dos oitocentos, refugo cotidianas. As “maneiras de fazer
e minimizada no último em função dos discur- com” o lixo estavam sendo questionadas e
sos médicos e normas disciplinares. No ano de sujeitas a transformações que mudariam ra-
1876, já havia recomendações do Inspetor Geral dicalmente o comportamento das pessoas
da Saúde Pública para que as casas recebessem com os odores, com seus dejetos e detritos.
“visitas sanitárias”. Isto sugere uma Os discursos modernos e os projetos
incorporação parcial no cumprimento das normatizadores deveriam extrapolar o uni-
regras de higiene, já que o controle e vigilância verso da rua, público, e entrar dentro das
eram mais intensos na área urbana central. A casas visando tornar os sujeitos “civilizados”,
rua da Ponte estava inserida na zona de segundo a ótica da modernidade e do capita-
recolhimento do lixo pelas carroças, segundo o lismo oitocentistas.
Código de Posturas Municipais, abrangendo
os limites da cidade mais antiga e urbanizada. Condutas táticas nos contextos de
A ausência de assinatura com a Intendência para intimidade
este serviço poderia somar-se à explicação so-
bre o retardo na adoção das novas práticas. Neste momento, remeto novamente à relação
estabelecida entre o homem ocidental, seu lixo
Estes dados apontam para a possibilidade
e odores e, por conseguinte, suas práticas de
dos moradores do assobradado abandonarem
descarte de refugos cotidianos, com uma
definitivamente a prática de depositar seus
experiência do tipo universalizante (Velho
restos cotidianos no pátio e apropriarem-se
2002). Por esta configuração e por estado
das novas normas, dos novos preceitos
presente nas práticas do Brasil colonial e im-
higienistas, somente após meados da década
perial, trago idéias de Corbin (1987) sobre o
de 1880 ou, até mesmo, a partir do final da
que ele denomina de antigo regime sensorial
de 1890. As evidências arqueológicas
e a revolução perceptiva que iniciou na Eu-
sugerem uma permanência de antigas
ropa em meados do século XVIII, quando a
práticas relacionadas aos restos e dejetos
convivência com os maus odores começou a
cotidianos, uma não sujeição e desobediência
ser substituída pela sua intolerância, ocasio-
aos discursos e normas higienistas, conside-

66 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


nando uma guerra à insalubridade, aos mias- através de diarréias, vômitos, suadores, he-
mas e projetos de desodorização. morragias, para o restabelecimento da saúde
do organismo (Lima 1996).
Segundo Bordeu, especialista em siste-
mas glandulares e mencionado por Corbin Como abordado anteriormente, os médi-
(1987), cada órgão espalhava em torno de cos oficiais, higienistas, faziam uso de méto-
si exalações características próprias. Os hu- dos próprios da medicina humoral no Brasil,
mores veiculavam vapores odorantes, provavelmente introduzida pelos médicos por-
legíveis, necessários de serem purgados. Tal tugueses e os que acompanharam a
purgação dava-se na eliminação dos eflúvios colonização holandesa no Brasil, como
pútridos, suores, mênstruos, urinas e sangrias, purgas, vomitórios, suadouros, etc.
matérias fecais. Pelos munctórios eram (Lima 1996). Segundo Corbin (1987:51)
exalados os odores dos órgãos e dos humo- “uma crença herdada da ciência antiga vem a
res. Os vapores e emanações expelidas ser assumida pela medicina científica do final
produziam uma atmosfera ou odor indivi- do século XVIII” na Europa, mas agora
dual, resultado dos excreta, que por sua vez redirecionada, intolerante para com os odores,
era regulados pelos ingesta – o ar, bebidas uma vez que estes passaram a ser relaciona-
e alimentos. O odor produzido pelo corpo dos com a putrefação e insalubridade
era visto como indicativo de doença e saúde, causadores de doenças, bem como com
entrando na semiologia médica: a perda de comportamentos não afinados com a ordem
um odor de saúde e o aparecimento de um burguesa em ascensão e seus valores moder-
odor mórbido era resultado da invasão de nos e capitalistas. As campanhas dos médicos
um mal. Estes pressupostos tiveram suas higienistas no Brasil eram muitas vezes
origens na teoria humoral de Hipócrates, a prejudicadas pelas estratégias de cura por eles
“antiga medicina dos humores” herdada dos apontadas. Embora os princípios da medicina
gregos (Lima 1996:46) e que tiveram ampla humoral e suas práticas estivessem
penetração nas mentalidades e práticas de amplamente difundidas no país, a população
cura até, pelo menos mais intensamente, o não a aceitava com resignação. Temendo a
final do século XIX com as descobertas de morte, como as ocasionadas pelas sangrias,
Pasteur. Conhecida como Teoria dos Hu- as pessoas preferiam buscar o auxílio dos
mores, identificava a perturbação da saúde “charlatões”, como curandeiros, homeopatas,
como decorrente de um desequilíbrio do
corpo, visto sempre como uma totalidade16 . 16
As informações sobre a Teoria dos Humo-
Possuía como premissa fundamental a res foram obtidas em Lima (1996) que,
crença no poder curativo da natureza, a pesquisando detidamente os procedimentos
partir do equilíbrio dos seus quatro elemen- cotidianos com relação ao corpo em voga
tos irredutíveis: a água, o ar, a terra e o fogo, no século XIX, teceu explanações quanto
considerados os elementos primários. A estes às práticas de cura a partir dos objetos ar-
elementos primários foram vinculados os queológicos recuperados em sítios históri-
humores definidos como elementos cos do Rio de Janeiro. A presença de frascos
secundários do corpo: sangue, pituíta (ca- de substâncias laxantes, clisteres, urinóis
para a coleta de matérias fecais e urina e
tarro), bile amarela e bile preta. O
escarradeiras em sítios arqueológicos
desequilíbrio entre os quatro humores
oitocentistas cariocas e porto-alegrenses
ocasionava as doenças, que geravam os (Symanski 1998b; Tocchetto 2004)
excessos de sangue, catarro, bile, matérias demonstram a crença na medicina
fecais e suor que deveriam ser eliminados hipocrática no Brasil.

Fernanda Tocchetto 67
espíritas, entre outros, e fazer uso de chás deveria ser afastado do olhar, do olfato,
medicinais e pnacéias17 . mascarado. A teoria microbiana e os mecanis-
mos de contágio das doenças, trazendo
Nesse contexto, entretanto, o prestígio dos
benefícios no final do século XIX, deram “o
médicos higienistas tendeu a aumentar no
golpe de misericórdia no velho humorismo
início da década de 1870, quando se
hipocrático, que já não mais atendia aos
intensificaram os debates sobre as reformas
interesses da nova classe emergente” (Lima
urbanas e combate à insalubridade. Este
1996:90).
processo resultou em uma maior influência
frente às autoridades públicas e segmentos Os discursos higienistas e as medidas de
da população no final da década de 1880. A controle e vigilância executadas pelo Estado
medicina oficial, científica, passou a ter maior no combate à ameaça pútrida produzida pe-
respaldo, atingindo maior público, na medi- las emanações dos corpos - dos humores,
da em que a perseguição aos charlatões órgãos, purgações - e das imundícies, no
intensificava-se. No entanto, entanto, não alcançaram os resultados no
tempo e nas esferas desejadas. A “fidelidade
... muitos setores sociais ainda se
ao lixo”, nas palavras de Corbin (1987), ob-
mostravam bastante incrédulos e te-
servada nas práticas de tratamento e descarte
merosos quanto aos mandos daquela
dos dejetos e excrementos na França, remete
medicina científica ... O fato de a
às permanências de elementos relacionados ao
“medicalização da sociedade” estar
antigo regime sensorial, de comportamentos
sendo imposta pelos médicos
tradicionais. Embora abundassem projetos
higienistas não significava, em
saneadores na França, permanecia a tolerância
hipótese alguma, que toda a
para com os maus odores e as resistências
sociedade estivesse aceitando
populares contra a desodorização. Corbin
facilmente aquelas regras. Ao
(1987:271) coloca que a resistência contra a
contrário, costumes e hábitos rela-
política que visava, na França, “afastar do
cionados a doença e cura de diferen-
homem toda proximidade com a merda, o
tes grupos sociais vinham sendo
esterco e o lixo” pode ser explicada de várias
mantidos (Sampaio 2001:60).
maneiras. Desde o valor terapêutico do excre-
Mesmo ainda baseada em muitos princípios da mento fundamentado em idéias antigas do
teoria humoral, a medicina científica ou ocidente, as quais reforçavam as crenças po-
higienista procurou conduzir uma nova relação pulares nas qualidades benéficas da imundície;
das pessoas com o seu meio, seu corpo e seus a importância das matérias fecais no
odores. Ainda mesmo quando incorporada à enriquecimento do solo, dos cheiros dos ex-
vida cotidiana de vários grupos sociais, as crementos na psicologia infantil; até a função
práticas de cuidados com o corpo descritas, dos odores na sensualidade. Corbin (1987:274)
visando sobretudo a eliminação dos humores percebe uma vontade geral de recusa com
em excesso do organismo e dos odores relação à disciplina fecal, da “extinção da
corporais, começaram a confrontar-se com função dionísica do corpo”, onde também se
novas regras. Impuseram-se redirecionamentos inscrevia uma resistência contra a aeração.
à sociedade cujas práticas lidavam abertamente
As práticas de descarte de lixo nos
com o sangue, enfermidades íntimas, estimu-
espaços públicos e nas unidades domésticas
lando a liberação dos fluídos, que conviviam
com os odores dos corpos e do meio. Para os
valores modernos de uma Europa já capitalista
17
Sobre este tema conferir Sampaio (2001),
Faria (1994) e Witter (2001).
e burguesa, tudo que dizia respeito ao interior,

68 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


estudadas da Porto Alegre oitocentista, infecto, nauseabundo, onde os despejos
inserem-se neste contexto apresentado. Per- agglomerados produzem toda a sorte de mias-
cebe-se a permanência de comportamentos mas (Freyre 1977b:209, sobre discurso do
arraigados desde muito tempo, ultrapassando Dr. Luís Correia de Azevedo na Academia
fronteiras políticas e físicas, constituídos por Imperial de Medicina, sobre as habitações
uma relação entre o homem ocidental e os do Rio de Janeiro no Segundo Reinado ).
odores produzidos. Experiências
Da cozinha e dos serviços gerais se
universalizantes, partilhadas, corporificadas
ocupavam os escravos. Anúncios sobre
nas condutas. Condutas estas que, repetidas
escravos fugidos caracterizavam-os como “
rotineiramente no dia-a-dia, constituíam-se
‘imundos por serem cozinheiros’ ou ‘se
em práticas institucionalizadas pela
ocuparem da cozinha’ ” (Freyre 1977b:208).
amplitude do espaço/tempo em que se
A região posterior da casa - a cozinha e área
estendiam. Conforme as considerações feitas
de serviços -, era isolada da área social – da
anteriormente, a conduta, considerada como
sala de visitas e da sala de jantar -, bem como
aquela ação que prescinde de uma ação com
das alcovas ou dormitórios para familiares ou
objetivos predeterminados (Velho 2002), é
hóspedes. Nas casas menores, como
articulada à consciência prática, resultando
possivelmente no assobradado da Riachuelo,
na “maneira de fazer com”.
a sala de refeições ou varanda de uso familiar
Considerando a natureza situada das localizava-se nos fundos da edificação, um
práticas cotidianas ou “maneiras de fazer” recinto anterior à cozinha. Essa zona da sede
ou “fazer com” (Certeau 1994), remeto ao era domínio feminino, da senhora da casa, e
espaço onde se inscreviam as condutas com dos escravos, pelo menos nas propriedades das
o lixo. A sede (Giddens 1995), neste caso, é elites e dos segmentos médios da população
a unidade doméstica que engloba a estrutura até a abolição da escravatura em 1888. Mesmo
de habitação e o seu entorno, compreendida as casas mais simples contavam com um ou
enquanto contexto arqueológico. Conforme dois cativos para os serviços domésticos
mencionado, o descarte dos refugos era rea- (Algranti 1997) ou assumindo a função de
lizado nos fundos das edificações em três dos escravos de ganho, nas quais, por falta de
sítios pesquisados - Solar Lopo Gonçalves, espaço, esticavam suas esteiras na cozinha ou
Solar da Travessa Paraíso e Casa da Ria- em qualquer outro lugar para dormir.
chuelo - e em duas áreas laterais
Tanto na área urbana quanto na rural ou
preponderantemente e fundos da casa da
periférica, a unidade doméstica de ricos e
Chácara da Figueira. Aqui faço as relações,
pobres não se restringia à estrutura de
considerando a unidade doméstica enquanto
habitação principal. Como parte integrante
sede, estabelecidas entre fora: fundos: sujo:
e fundamental das casas situadas em terre-
ocultamento: intimidade..
nos com dimensões que comportavam dife-
No lado de fora da residência, nos fundos rentes atividades, poderiam haver jardins,
preponderantemente, em local não exposto quintais com pomares, hortas e anexos, como
aos passantes, visitantes e hóspedes e senzalas ou dormitórios para escravos e
portanto oculta, situava-se a área da cozinha, latrinas, poços, fonte de água, destinados ao
de serviços e de descarte do lixo doméstico. convívio, cuidados dos animais, indústria e
Este espaço de uso cotidiano era sujo,e atividades domésticas (Algranti 1997).
sempre esse exgotto na cozinha, essa sujidade Enquanto na Colônia os quintais das cidades
bem junto à preparação dos alimentos exerciam vários fins, suprindo as
quotidianos, tendo ao lado uma area, lugar necessidades cotidianas, no final dos

Fernanda Tocchetto 69
oitocentos suas funções produtivas foram carte do lixo doméstico como resultado de
sendo substituídas pelas de lazer, tendo em condutas recursivas, conhecidas de longo
vista o desenvolvimento dos serviços urba- tempo, tratada aqui como experiência
nos (Maestri 2001). Durante o decorrer do universalizante, podem ser caracterizadas como
século XIX, entretanto, nos fundos a vida de caráter tático (Certeau 1994).Apermanência
doméstica se desenrolava intensamente. dos depósitos de lixo ainda nas últimas déca-
das do século XIX observada nos quatro sítios
Além de todos os serviços de manutenção,
estudados, período de maior difusão dos dis-
também nos fundos dos quintais eram deposi-
cursos médicos e medidas higienistas de con-
tadas as águas servidas, as matérias fecais e
trole e vigilância em Porto Alegre, remete a
todo o lixo produzido pelos grupos domésti-
práticas marginais, não oficiais. Uma resistência
cos, até que as medidas higienistas e os serviços
sutil, quase invisível, pode ser interpretada na
públicos atingissem e remodelassem as práticas
persistência de “maneiras de fazer” cotidianas,
cotidianas das áreas urbanas centrais e
não submetidas aos discursos e às estratégias
periféricas. Isto com exceção daqueles pequenos
do Estado. Segundo Certeau (1994:47), as
lotes urbanos sem quintal ou pátio, cujos “cis-
práticas de caráter tático “apresentam conti-
cos e imundícies” eram jogados na rua, terre-
nuidades e permanências”, sobrevivências de
nos baldios, nas praias...
“maneiras de fazer” institucionalizadas pelo
Estas informações, associadas às eviden- tempo, menos visíveis e que se opõe às
ciadas e analisadas pelas pesquisas arqueoló- estratégias do poder oficial18 .
gicas nas quatro unidades domésticas, levam-
Desta forma interpreto a manutenção das
me a pensar sobre as áreas dos fundos das
práticas de descarte do lixo nas unidades do-
edificações e os quintais como zonas de
mésticas como condutas táticas em contextos
ocultação, de intimidade. Áreas privadas, onde
de intimidade, de menor penetração dos valo-
não chegava o visitante (Algranti 1997), onde
res modernos e princípios capitalistas na vida
exalavam odores de diversas procedências –
cotidiana. Espaços onde era preservado o
das comidas, da fumaça do fogão, da umidade
antigo regime sensorial, a relação das pessoas
das águas que chegavam limpas e saiam sujas,
com os odores, a “fidelidade ao lixo”, nas
da decomposição das matérias orgânicas, dos
palavras de Corbin (1987). Práticas como
animais domésticos, dos miasmas produzidos
manifestação de uma resistência sutil, de
pela putrefação dos dejetos, das águas
caráter cotidiano, “invisíveis”, ocultas, por-
estagnadas...
que vinculadas à região posterior, nos fundos
Assim, a região posterior da unidade do- da casa ou suas proximidades. Esfera íntima,
méstica, de maior privacidade, era uma zona dimensão da vida mais preservada das
íntima, vedada totalmente às visitas e até mesmo mudanças de valores e atitudes e onde se pode
à parentela mais afastada. Na sala “de dentro”, ser mais o que se é. Na esfera privada dos
na cozinha (ou mesmo em toda a área de serviço fundos, no quintal, mantém-se um tempo que
fragmentada em edículas espalhadas pelo vas- sempre foi, cíclico, onde se joga o lixo de for-
to quintal, ou pomar, cercado por grades ou ma direta, ou logo depois das atividades que o
muros de taipa) e nas alcovas da sala só tinha produziram. Diferente de uma nova postura
acesso a família (Lemos 1993:99).
Preservados do olhar da modernidade, nos
18
Para Certeau (1994:101) “a tática é deter-
fundos das casas desenrolavam-se as “maneiras minada pelo ‘ausência de poder’ assim como
de fazer” e “fazer com” tradicionais, habituais. a estratégia é organizada pelo postulado de
um poder”, poder este institucionalizado ofi-
Na perspectiva apontada, as práticas de des-
cialmente.

70 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


exigida a partir da década de 1870, que in- XIX - desde a dejeção em ampla área no entor-
cluía preparar um recipiente adequado para o no da edificação, a concentração em pontos
lixo diário ser armazenado, reservar uma área determinados até a preparação de alguns poucos
da casa onde ficaria aguardando o dia da co- buracos para enterrar o lixo - e as questões
leta, colocá-lo na frente da casa para ser particulares levantadas para as unidades e os
recolhido em determinado dia da semana, ou grupos domésticos, foi percebida uma tendência
mesmo planejar um local para cavar um bu- comum. O descarte dos refugos nos quintais
raco de lixo com ferramentas adequadas nos das residências foi realizado,
fundos do pátio. Era exigida uma mudança preponderantemente, de forma exposta, sem
corporal e uma nova relação das pessoas com preocupações com os preceitos e medidas
seus dejetos, seus restos, podendo-se higienistas que começaram a ser difundidas e
estabelecer uma relação com a manutenção aplicadas a partir da década de 1850 na cidade.
da crença na teoria humoral, da proximidade Um direcionamento diferenciado, possivelmente
com os humores e odores. a partir dos anos oitenta, deu-se com o(s)
grupo(s) doméstico(s) do assobradado da Ria-
Uma descontinuidade com antigas
chuelo. Localizado em pleno centro urbano,
práticas, um conflito entre dois modelos - a
numa das ruas mais antigas de Porto Alegre
tradição como parte da experiência
estava, portanto, sujeito à vigilância sanitária e
universalizante e uma modernidade associada
penalidades pela Intendência.
ao capitalismo - é sugerido. Tais condutas
táticas cotidianas, por possuírem um caráter O apresentado constituí-se em uma
repetitivo, habitual e rotineiro, remetem à possibilidade interpretativa sobre as práticas de
consciência prática e a presença do sujeito descarte de lixo. M Knoxville esmo conside-
ou do agente no momento em que esta rando as especificidades de cada sítio arqueo-
pressupõe uma reflexividade na ação, um lógico e seus contextos arqueológicos, e as par-
saber tácito sobre as “maneiras de fazer com” ticularidades dos grupos domésticos, quando
sem uma expressão discursiva direta acessíveis na documentação histórica - no caso
(Giddens 1995). os referentes ao Solar Lopo Gonçalves e Solar
da Travessa Paraíso -, as “maneiras de fazer
Sem desconsiderar as especificidades
com” o lixo foram partilhadas, bem como
analisadas nos quatro sítios arqueológicos so-
provavelmente seus significados.
bre a formação dos depósitos de lixo no século

Referências

Alencastro, Luiz Felipe de


1997 Vida privada e ordem privada no Império. Em História da vida privada no Brasil.
Império: a corte e a modernidade nacional, editado por Luiz Felipe de Alencastro,
pp 11-93. Companhia das Letras, São Paulo.

Algranti, Leila Mezan


1997 Famílias e vida doméstica. Em História da vida privada no Brasil. Cotidiano e
vida privada na América Portuguesa, editado por Laura de Mello e Souza, pp 83-
154. Companhia das Letras, São Paulo.

Bittencourt, Dóris Maria M. de


1996 Casas residenciais em Porto Alegre em finais dos séculos XIX e início do XX. Tese
de Doutorado, USP, São Paulo.

Fernanda Tocchetto 71
Caldre e Fião, José Antonio do Vale
1992 A divina pastora. Porto Alegre, RBS.

Certeau, Michel de
1994 A Invenção do cotidiano. Artes de fazer. Vozes, Petrópolis

Chartier, Roger
1990 A história cultural. Entre práticas e representações. Bertrand Brasil, Rio de
Janeiro.

Corbin, Alain
1987 Saberes e odores: o olfato e o imaginário social nos séculos XVIII e XIX.:
Companhia das Letras, São Paulo.

Costa, Telmo Cardoso


1983 Pequena história da limpeza pública na cidade de Porto Alegre. DMLU, Porto
Alegre.

Engel, Magali
1988 Meretrizes e doutores: saber médico e prostituição no Rio de Janeiro (1840-
1890). Edit. Brasiliense, São Paulo

Faria, Fernando Antonio


1994 Querelas brasileiras: homeopatia e política imperial. Notrya, Rio de Janeiro.

Foucault, Michel
1985 Microfísica do Poder. Edições Graal, Rio de Janeiro.

Franco, Sergio da Costa


1992 Porto Alegre: guia histórico. Editora da Universidade/UFRGS, Porto Alegre.

Freyre, Gilberto
1977 Vida social no Brasil nos meados do século XIX. Arte Nova, Rio de Janeiro.
1977a Sobrados e mocambos: decadência do patriarcado rural e desenvolvimento do
urbano,Tomo 1. J. Olympio Editora, Rio de Janeiro.
1979 Oh de casa! Em torno da casa brasileira e de sua projeção sobre um tipo nacio-
nal de homem. Instituto Joaquim Nabuco de Pesquisas Sociais, Recife.

Galhardo, José Emygolio Rodrigues


1928 História da homeopatia no Brasil. Em Livro do Primeiro Congresso Brasileiro de
Homeopathia, pp 860-864. Instituto Hahnemanniano do Brasil, Rio de Janeiro.

Giddens, Anthony
1995 La constituición de la sociedad. Bases para la teoría de la estructuración.
Amorrortu, Buenos Aires.

Hodder, Ian
1991 Interpretive archaeology and its role. American Antiquity 56:7-18.

Johnson, Mathew H.
1996 An archaeology of capitalism. Blackwell, Londres.

72 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


Kummer, Lizete Oliveira
2002 A medicina social e a liberdade profissional: os médicos gaúchos na primeira Repú-
blica. Dissertação de Mestrado, UFRGS, Porto Alegre.

Lemos, Carlos
1993 Transformações do espaço habitacional ocorridas na arquitetura brasileira do sécu-
lo XIX. Anais do Museu Paulista Nova Série 1:95-105.

Lima, Tania Andrade


1994 Dos morcegos e caveiras a cruzes e livros: a representação da morte nos cemitérios
cariocas do século XIX. Anais do Museu Paulista - História e Cultura Material
2:87-150.
1996 Humores e odores: ordem corporal e ordem social no Rio de Janeiro, século XIX.
História, Ciências, Saúde 2(3):46-98.

Macedo, Francisco Riopardense de


1982 Porto Alegre: aspectos culturais. SMEC, Porto Alegre.

Maestri, Mário
2001 O sobrado e o cativo. A arquitetura urbana erudita no Brasil escravista: o caso
gaúcho. UPF, Passo Fundo.

Monteiro, Charles
1995 Porto Alegre, urbanização e modernidade. A construção social do espaço urba-
no. EDIPUCRS, Porto Alegre.

Orser, Charles E.
1996 A Historical Archaeology of the Modern World. Plenum, Nueva York.

Pesavento, Sandra J.
1999 O imaginário da cidade: visões literárias do urbano – Paris, Rio de Janeiro,
Porto Alegre. Editorial da Universidade/UFRGS, Porto Alegre.

Porto Alegre, Achylles


1922 Noutros tempos (Chronicas). Liv. do Globo, Porto Alegre.
1994 História popular de Porto Alegre. Unid. Editorial/SMC/PMPA, Porto Alegre.

Saint’Hilaire, Auguste de
2002 Viagem ao Rio Grande do Sul. Martins Livreiro, Porto Alegre.

Sampaio, Gabriela dos Reis


2001 Nas trincheiras da cura: as diferentes medicinas no Rio de Janeiro Imperial.
Editora da UNICAMP, Campinas.

Schiffer, Michael B.
1991 Formation processes of the archaeological record. University of New Mexico
Press, Albuquerque.

Shanks, Michael e Ian Hodder


1995 Processual, postprocessual and interpretive archaeologies. Em Interpreting
archaeology. Finding meaning in the past, editado por Ian Hodder, Michael Shanks,

Fernanda Tocchetto 73
Alexandra Alexandri, Victor Buchli, John Carman, Jonathan Last e Gavin Lucas,
pp 3-29. Routledge, Londres.

South, Stanley
1977 Method and theory in historical archaeology. Academic Press, Nueva York.
1978 Evolution and horizon as revealed in ceramic analysis in historical archaeology. Em
Historical archaeology: a guide to substantive and theoretical contributions, edi-
tado por Richard Schuyler, pp 68-82. Baywood, Nueva York.

Souza, Jessé
2000 A modernização seletiva. Editora Universidade de Brasília, Brasília.

Souza, Marcos André T. De e Luis Cláudio Symanski


1996 Análise distribucional intra-sítio em arqueologia histórica: algumas implicações.
Revista de Arqueologia 9:25-42.

Stephanou, Maria
1999 Tratar e educar: discursos médicos nas primeiras décadas do século XX. Tese de
Doutorado, UFRGS, Porto Alegre.

Symanski, Luis Cláudio P.


1998a Espaço privado e vida material em Porto Alegre no século XIX. EDIPUCRS,
Porto Alegre.
1998b Bebidas, panacéias, garrafas e copos: a amostra de vidros do Solar Lopo Gonçalves.
Revista da Sociedade de Arqueologia Brasileira, 11:71-86.
2000 As práticas de deposição de refugo em uma unidade doméstica oitocentista: o Solar
Lopo Gonçalves. Anais do IX Congresso da Sociedade de Arqueologia Brasileira,
Rio de Janeiro. (CDROM).

Thiesen, Beatriz
1999 As paisagens da cidade: Arqueologia da área central da Porto Alegre do século
XIX. Dissertação de Mestrado, PUCRS, Porto Alegre.

Tocchetto, Fernanda
2004 “Fica dentro ou joga fora?” Sobre práticas cotidianas em unidades domésticas na
Porto Alegre oitocentista. Tese de Doutorado, PUCRS, Porto Alegre.

Velho, Gilberto
2002 Individualismo e cultura: notas para uma antropologia da sociedade
contemporânea. Jorge Zahar, Rio de Janeiro.

Veríssimo, Francisco, William Bittar e José M. Alvarez


2001 Vida urbana: a evolução do cotidiano da cidade brasileira. Ediouro, Rio de
Janeiro.

Weber, Beatriz Teixeira


1992 Códigos de posturas e regulamentação do convívio social em Porto Alegre no sécu-
lo XIX. Dissertação de Mestrado, UFRGS, Porto Alegre.

74 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):49-75, 2005


Witter, Nikelen Acosta
2001 Dizem que foi feitiço: as práticas da cura no sul do Brasil (1845 a 1880).
EDIPUCRS, Porto Alegre.

Zierden, Martha
1996 The urban landscape, the work yard, and archaeological site formation process in
Charleston, South Carolina. Em Historical archaeology and the study of American
culture, editado por Lu Ann de Cunzo e Bernard Herman, pp 285-317. University
of Tennesse Press, Knoxville.

Fernanda Tocchetto 75
DE LA INVENCIÓN, REINVENCIÓN Y
DESCUBRIMIENTO DEL PAISAJE AMAZÓNICO Y
SUS HABITANTES
Santiago Mora
Department of Anthropology, St. Thomas University.

La percepción de la naturaleza y de la cultura y sus mutuas relaciones por parte de los investiga-
dores ha tenido un impacto fundamental en el desarrollo de las investigaciones arqueológicas en
la región amazónica. Esas percepciones han posibilitado o negado la investigación de ciertas
temáticas como parte de un proceso histórico en el cual se define el nativo (pasado y presente) y
el espacio que ocupa y sus mutuas interacciones. No solo estos aspectos se involucran en el
proceso de “conocer” la Amazonía; el investigador hace parte de él y en él se define. Este
artículo intenta aproximarse a la forma como el ámbito amazónico es representado por los inves-
tigadores, particularmente por los viajeros de finales del siglo XIX y principios del XX y por
algunos trabajos recientes. Este período de inicio ha sido seleccionado porque es esencial en la
definición de la Amazonía como espacio y contenidos objeto de investigaciones antropológicas y
arqueológicas. El artículo señala las continuidades y discontinuidades que sugieren convergen-
cias en las representaciones y, por tanto, en la forma de percibir la historia. Sin embargo, esta no
es la regla; en otras oportunidades los relatos indican construcciones opuestas que explicarían,
tentativamente, por qué algunas temáticas nunca fueron abordadas.
A percepção da natureza e da cultura e suas relações mútuas por parte dos investigadores tem
tido um impacto fundamental no desenvolvimento das investigações arqueológicas na região
amazônica. Essas percepções têm possibilitado ou negado a investigação de certas temáticas
como parte de um processo histórico no qual se definem o nativo (passado e presente), o espaço
que ocupa e suas mútuas inter-relações. Estes aspectos não só implicam no processo de conhecer
a Amazônia; o investigador faz parte dele e nele se define. Este artigo busca aproximar-se da
forma como o âmbito amazônico é representado pelos investigadores, particularmente pelos via-
jantes do final do século XIX e princípios do XX e por alguns trabalhos recentes. Este período de
início foi selecionado pois é essencial na definição da Amazônia como espaço e conteúdo, objeto
de investigações antropológicas e arqueológicas. O artigo destaca as continuidades e
descontinuidades que sugerem convergências nas representações e, portanto, na forma de perceber
a história. No entanto, esta não é a regra; em outras oportunidades os relatos indicam construções
opostas que explicariam, tentativamente, por que algumas temáticas nunca foram abordadas.
The perception of nature and culture and their mutual relationships by researchers has had a
tremendous impact in the development of archaeological investigations in the Amazonian region.
Those perceptions have made possible or negated research of certain topics as a part of the
historical process in which the native (past and present) and the space he/she occupies and their
mutual interactions are defined. These aspects not only involve the process of “knowing” the
Amazon; the researcher is a part of it and is defined through it. This paper strives to approach the
way the Amazonian realm has been represented by researchers, especially travelers of the late XIX
and early XX centuries and some recent works. These starting period has been selected because is
essential in the definition of the Amazon as a space and contents targeted by anthropological and
archaeological investigations. The paper points out the continuities and discontinuities that suggest
convergence in the representations and, thus, in the form of perceiving history. This not the rule,
however; in other cases the narratives indicate opposite constructions which would explain why
certain topics were never approached.

De la invención sucedieron unos a otros, dejando atrás un


paisaje saqueado, descompuesto: el
“doradismo”, el esclavismo y el extractivismo
La naturaleza
son sólo algunos de ellos; por cerca de 400
Finalmente, me vi obligado a llegar a la años fueron empleados para interactuar con
conclusión de que la contemplación de la este mundo o, mejor, para lucrase de él. En
naturaleza por si sola no es suficiente para esta vieja concepción el conocimiento dife-
llenar el corazón y la mente humana. rente a la ubicación de las riquezas era irre-
Bates (1910:274) levante porque no aportaba ganancias bru-
tas. Los animales y las plantas eran conside-
rados como objetos, recursos inmutables que
El siglo XIX representó una reorganización
podían ser reemplazados a lo largo de las
de la naturaleza o, si se quiere, su invención.
generaciones por “nuevos” animales y plan-
En esta época se revolucionó la forma como
tas pero que tenían como característica inhe-
el mundo era visto. En pocos años se reco-
rente la inmutabilidad. Los perros eran pe-
gieron y reelaboraron los conocimientos
rros y solo podrían ser eso; hasta las bestias
acopiados por siglos y fue posible desterrar
que habían surgido del delirio sufrido por los
de las mentes de algunos la idea de una natu-
primeros europeos que visitaran el continen-
raleza estática, regida por leyes divinas, para
te americano eran, ante todo, inalterables. Se
dar paso a un mundo dinámico con criaturas
trataba de un mundo organizado por una ri-
que se transmutaban unas en otras de mane-
gurosa clasificación basada en un dogma re-
ra incansable, llenando un paisaje en el cual
ligioso con el cual se creaban sitios fijos para
las posibilidades de sobrevivir se transfor-
objetos fijos. Un mundo en apariencia esta-
maban continuamente. El cambio era la ley
ble, pero peligroso para quienes notaran las
más importante en el universo y lo había afec-
transformaciones.
tado profundamente, como se empezaba a
reconocer a cada paso. Aunque este proceso A pesar de su inmutabilidad esta visión
intelectual ocurrió en Europa se nutrió de un aceptaba pequeñas variaciones y cambios a
arduo trabajo en las regiones tropicales, las lo largo del tiempo. El aparente deterioro que
cuales proporcionaron la materia prima para se pudiera observar en algunos puntos del
la creación de esta nueva imagen del mundo. orbe, como en los lugares donde una avalan-
Hasta entonces la mayor parte de la explora- cha, la actividad de un volcán o una súbita
ción realizada en el universo desconocido de inundación habían desolado el paisaje, era el
las Américas había sido soportada por una resultado de cambios a los cuales ni Dios
lógica que se basaba en la extracción de ri- mismo ponía atención; después de todo la
quezas que, tarde o temprano, terminaban naturaleza era solamente el vehículo tempo-
en los mercados europeos. Los “ismos” se ral para la perfección espiritual. Por ello re-

Santiago Mora 77
sultaba extraordinario que, de un momento nómenos de la naturaleza, como sal-
a otro, algunos se dedicaran a discurrir so- vajes, como desconectados, no pue-
bre asuntos como las catástrofes naturales, den por más tiempo aceptar que el
diferentes al diluvio universal, o que intenta- hombre es el trabajo de un acto de
ran racionalizar estos cambios con la “crea- creación separado (Darwin 2001:63-
ción” de leyes. Los humanos sólo eran capa- 64).
ces de una transformación significativa: si-
Caímos de los cielos, saliendo de la supuesta
guiendo las enseñanzas de las sagradas es-
perfección que Dios había ejercido al hacer-
crituras y de los religiosos era posible aproxi-
nos semejantes a él, para reconocernos en
marse a un estado de perfección. Sin embar-
las semejanzas que teníamos con otros ani-
go, los nuevos conocimientos podían expli-
males. La teoría de la evolución creó rela-
car cosas hasta entonces sólo descifrables a
ciones entre mundos hasta entonces distan-
través de la lógica religiosa. Darwin y
tes, al tiempo que admitió la necesidad de
Wallace fueron capaces de ver un mundo
reexaminar su historia. Bajo estas ideas lle-
sometido a una continua transformación en
gó el auge de los exploradores, concienzu-
el cual tenía sentido el presente sólo como
dos descriptores de mundos distantes y exó-
resultado de una larga historia de infinitas
ticos que proporcionaron la materia prima
transformaciones. La “evolución” había sido
para el desarrollo de interminables compa-
reconocida; el contenido del tiempo y su tér-
raciones para entender la creación. El ejerci-
mino nunca tendrían el mismo significado.
cio de la descripción implicó la clasificación
Un importante efecto de la caracteriza- de aquello que era descrito y, por tanto, un
ción de esta evolución es que obligó la reali- reordenamiento de cada conjunto respecto a
zación de extensas comparaciones en busca otros. Así se examinó detenidamente el mun-
de las semejanzas y diferencias entre con- do de la mano de un sistema clasificatorio
juntos que, hasta entonces, habían sido con- que se amplió a cada paso y bajo los supues-
siderados como incomparables. El análisis tos de la teoría de la evolución para com-
de la variación entre los miembros de las es- prender de una manera adecuada las relacio-
pecies y entre especies bien definidas creó nes entre sus componentes como parte de un
un nuevo mapa de la vida en el planeta. Por proceso de cambio. Así surgieron dos ideas
ejemplo, colocó a los humanos en el mismo complementarias pero antagónicas: la esta-
plano en el cual se encontraban los animales bilidad, en la forma de adaptación, opuesta
y obligó la comparación de sus característi- y complementado la idea de cambio como
cas morfológicas, entre otras, para delimitar evolución. Esta aparente contradicción con-
sus posiciones: sumiría muchas horas del tiempo de biólo-
gos, ecólogos, antropólogos y arqueólogos
Los grandes principios de la evolu-
en el futuro (cf. Alland 1975; Ingold 1979;
ción se levantan claros y firmes, cuan-
Diener et al. 1980; Lansing 2003).
do estos grupos de hechos son consi-
derados en relación a otros, tales Por razones ajenas a la teoría de la evo-
como las afinidades mutuas entre los lución el sistema clasificatorio diseñado por
miembros del mismo grupo, su dis- Linnaeus se transformó en la herramienta
tribución geográfica en el pasado y esencial para comparar e inferir los capri-
el presente, y su sucesión geológica. chos de la fuerza descomunal encarnada en
Resulta increíble que todos estos he- la evolución. No es difícil imaginar a estos
chos estén equivocados. Quienes no exóticos viajeros, con sus atuendos de corte
están contentos al considerar los fe- europeo, balbuceando entrecortadas palabras

78 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


en latín, una lengua muerta, en medio de la Un mundo maravilloso, rico y exótico, se
inmensidad de la naturaleza tropical. Se tra- recreó en cada página de estas crónicas. La
ta del génesis: así crearon un nuevo univer- mayoría de las veces es un lugar placentero
so. Darwin (1989) había dado la vuelta al que sólo de cuando en cuando es irrumpido
mundo recolectando evidencias que le habla- por un peligro insospechado. La aventura y
ban claramente de este proceso de transfor- lo desconocido fueron ingredientes indispen-
mación. Su teoría era, en parte, el resultado sables en estos escritos. Los ruidos extraños
del viaje que realizó por cinco años en el que salen de la selva en las noches eran inex-
Beagle. Por su lado Alfred Wallace (1905, plicables; las huellas del tigre en la playa re-
1969) había viajado por el Amazonas y el cuerdan su presencia, aun que no lo poda-
Orinoco, inspirado por el texto de otro viaje- mos ver. Muchos de estos viajeros descubrie-
ro, W.H. Edwards; más tarde pasó años en ron, muy a su pesar, que las enfermedades
el suroeste asiático estudiando detenidamen- tropicales constituían un gran peligro. Los
te la fauna de varias islas. Bates (1910), quien tigres, las culebras, las pirañas y los caníba-
acompañó a Wallace en la primera parte de les resultaron criaturas inofensivas compa-
su viaje por el Amazonas, describió cientos radas con fiebres, delirios, escalofríos y pér-
de especies vegetales y animales de esa re- dida de conciencia, recurrentes en cartas y
gión. Spruce (1996) también trabajó en la escritos. Wallace (1905) relató en su diario
Amazonía y construyó un catálogo intermi- la muerte de su hermano por fiebre. No exis-
nable de las plantas que vio en sus viajes por te en la selva tropical animal más voraz, pe-
Sudamérica. Era necesario un intenso traba- ligroso y abundante que el infame mosquito.
jo para describir y crear un nuevo mundo. Lentamente, con cada publicación, con cada
Junto con los más calificados explorado- charla, con cada ejemplar de flora que llegó
res otros viajeros se pusieron en marcha. La a las colecciones europeas, con cada exage-
gran mayoría de ellos, ante su falta de pre- ración y mentira, se fue edificando la reali-
paración académica, sólo anhelaba conocer dad de la Amazonía: un paisaje indescifrable
tierras distantes y, si fuera posible, ilustrar desde la distancia.
ante el “mundo civilizado” este exótico uni- En 1863 Henry Walter Bates publicó El
verso. La naturaleza tropical, dibujada bajo naturalista por el río Amazonas. En la pági-
la óptica del romanticismo que caracterizó na 37 de la reimpresión de 1910 se presenta
esa época, empezó a ser conocida. Uno de a los ojos del lector el mundo tropical. El
estos viajeros vio el delta del Amazonas de detalle de la complejidad de este pequeño
la siguiente manera: espacio presentado es tan absurdo que pier-
En las partes pandas hay regimien- de su significado; percibimos su compleji-
tos de pastos acuáticos, semejantes dad pero somos incapaces de detallar todo lo
a largas plumas. Hay árboles para- que se encuentra en él. La imagen de exube-
dos en el agua que se aferran a unas rancia generada resulta acongojante (Figu-
raíces rectas y pálidas que, a pesar ra 1). Bates presentó un mundo sin cielo, a
de todo, se mantienen firmes. Esta in- no ser por las copas de los árboles que lo
tensa explosión de vida muy raramen- cubren todo. A la izquierda, en el dibujo, cre-
te enseña la tierra a la cual se en- ce un árbol inmenso; a pesar de sus podero-
cuentra sujeta; los ríos laterales y las sas dimensiones es víctima de las implaca-
quebradas son tantas que se podría bles parásitas que se abrazan a su ser para
pensar que esta selva está flotando, crecer y alimentarse. De arriba caen los be-
un archipiélago de vapores verdes jucos y se extienden como una malla en to-
opacos (Tomlinson 1930:143). das direcciones. En el lado opuesto surgen,

Santiago Mora 79
Figura 1

como de la nada, hojas inmensas entre tron- Los nativos


cos descomunales. Algunas de ellas, con una
estructura semejante a la de los helechos, se Recogen bananas, supongo, y se las
doblan para recostarse sobre un pequeño ria- comen, balanceándose en sus hamacas.
chuelo o lago. Del fondo y sobre lo que, po- Viven una existencia puramente animal.
siblemente, es el límite entre las aguas y la Tomlinson (1930:162)
tierra se levantan cañas inmensas. En el pri- Los humanos caímos muy bajo con la teoría
mer plano se destacan dos elementos: una de la evolución, pero algunos de los euro-
palma que parece crecer tranquilamente a la peos de la época notaron que, empleándola,
sombra del gigante arbóreo y dos diminutos era posible que algunos de nuestros congé-
humanos, de espaldas a nosotros, que pare- neres cayeran aún más bajo. Con ella fue
cen estar concentrados en sus actividades. A posible crear subdivisiones entre los grupos
pesar de tratarse de un mundo que fue carac- humanos. Basados en lo que creían era la
terizado, entre otras cosas, por la diversidad cultura de los nativos y usando un punto de
de su fauna los únicos dos animales visibles vista etnocéntrico confundieron y camuflaron
son estos dos nativos. Intuimos que no son todo bajo aquello que más tarde llamaron
los únicos: el bosque esconde muchos otros. raza. Así fue posible aplicar las ideas relati-
Una cerbatana casi interminable apunta ha- vas a la competencia entre especies de Darwin
cia la parte media de la ilustración; posible- y Wallace o los conceptos creados por
mente un mico será la presa perseguida. El Malthus (1976) en relación con la lucha por
título de la ilustración es tan significativo los recursos a las comunidades humanas. La
como el resto de los detalles implícitos: El supervivencia del más fuerte fue la regla usa-
interior primigenio del bosque amazónico da para explicar las relaciones entre las cul-
(Interior of primaeval forest on the Amazons). turas. Estos preceptos se transformaron en

80 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


una verdad, para muchos autoevidente. Ba- eran completamente flexibles, redon-
tes (1910:43), escribiendo sobre el contacto deadas, y posaban como si estuvie-
de los europeos y los indígenas de la ran conscientes de que este lugar les
Amazonía, señaló que “el resultado inevita- pertenecía. Están inconscientes de su
ble del conflicto de intereses entre los euro- gracia como animales… Estaban tan
peos y una raza indígena débil, cuando las bien con sus cuerpos y extremidades
dos entran en contacto, es el sacrificio de la carmelitas y satinadas en este apar-
última”. Por ello muchos europeos fueron tado y soleado puerto donde el agua
capaces de aceptar con naturalidad el corre, enmarcados por esta exube-
etnocidio de pueblos enteros. Por ejemplo, la rante vegetación tropical, como si
explotación del caucho, una importante cau- fueran una manada de ciervos. Nun-
sa en la disminución de la población en la ca había visto al hombre primitivo
Amazonía, fue considerada, por algunos, en su ambiente natural hasta enton-
como el camino para civilizar unos cuantos ces. Se encontraba como lo estuvie-
de estos salvajes que vivían en condiciones ra al principio; contemple con mu-
tan diferentes a las de los civilizados. Esto cho respeto a la espléndida criatura
supuso Lang (1912), un viajero de la de la cual nos hemos derivado
Amazonía de principios del siglo XIX, y lo (Tomlinson 1930:161).
manifestó abiertamente.
Estas imágenes, valiosas para atraer nuevos
Aunque los nativos de la Amazonía eran viajeros y aventureros a las selvas, no eran
débiles para un buen número de explorado- consideradas por quienes creaban las bases
res esta característica se entremezclaba con para el estudio humano. Las descripciones
la idea de primigenios. Los europeos de las instituciones, la religión y las leyes (si
reconociron en ellos fósiles vivientes, rema- es que tenían alguna), adquiridas y transfor-
nentes de otras etapas. Su condición alber- madas en datos a través de charlas con fun-
gaba la posibilidad de representar a algunos cionarios coloniales u ocasionales visitantes
de sus más primitivos ancestros. Estas ideas de estos mundos y a través de los ejemplares
se entremezclaron en el discurso que generó coleccionados como prueba de la exótica tec-
las imágenes de este mundo. El romanticis- nología y destreza estética de pueblos desco-
mo demostró que era un complemento fun- nocidos fueron empleados para encasillar los
damental en la visión de muchos de estos via- nombres de los grupos en tablas en las cua-
jeros. Así fue creado el retrato de un animal les adquirían un valor evolutivo. Tylor
que vivía en una lujuriosa naturaleza, en per- (1996:31), uno de los primeros antropólogos,
fecta concordancia con ella. Este ser primiti- afirmó: “Justamente como el catálogo de to-
vo, a pesar de todos sus defectos, tenía sus
encantos1 : 1
Esta idea del nativo como primitivo se en-
La quebrada era angosta, pero era cuentra en casi todos los escritos de los na-
caudalosa y profunda. Unas mujeres turalistas. Por ejemplo, Darwin describió la
y algunos niños se estaban bañando impresión que le causaron los indígenas que
allí y nos miraron fijamente cuando vio en la Patagonia de la siguiente manera.
aparecimos. Algunos yacían sobre el “Nunca podré olvidar la sorpresa que sentí
la primera vez que vi a un grupo de
pasto, asoleándose. Otros se cepilla-
Fuegensis en una playa silvestre, dada la
ban sus largas cabelleras negras, que reflexión que inmediatamente vino a mi
caía sobre sus cuerpos oscuros y co- mente – estos eran nuestros ancestros”
lor miel. Las figuras de las mujeres (Darwin 2001:74).

Santiago Mora 81
das las especies de plantas y animales de un un solo vestigio de este esplendor
distrito representan su flora y su fauna de la aborigen al este de los Andes, ni una
misma manera la lista de todos los utensilios sola prueba de que los primeros ha-
de la vida común de las gentes representa bitantes del gran río fueran más sa-
esa totalidad que llamamos cultura”. bios que sus descendientes (Orton
1875:463-465).
Así se homologaba la cultura y los uten-
silios, posibilitando una configuración espa- En el fondo de estas explicaciones se encon-
cial para las secuencias de salvajes, bárba- traba la relación entre la naturaleza y los
ros y civilizados en el mundo. Esta visión humanos, dos conjuntos analíticos separa-
sólo reflejaba la necesidad de sistematizar una dos en la concepción europea, a pesar de la
situación incomprensible para los europeos. teoría de la evolución. La Amazonía se veía
Se esperaba que este sistema clasificatorio como un espacio extremadamente rico pero
fuera tan exitoso en su aplicación a las so- habitado por gentes que, a lo menos, resulta-
ciedades humanas como lo había sido el sis- ban ser perezosas. Muchos pensaron que se
tema linneano a la naturaleza. Este sistema trataba más de una actitud, posiblemente una
tenía aplicaciones y ventajas políticas. El aberración psicológica generada a lo largo
desprecio que sentían muchos de los euro- del tiempo, y no una imposibilidad física.
peos por formas culturales diferentes de las Humboldt y Bonpland (1985:101) aventu-
suyas los llevaron a crear una línea en el tiem- raron una regla general:
po y el espacio que las mantenía separadas.
La diligencia agrícola de los pueblos
Los nativos sólo podían ser débiles salvajes,
y de casi todas las civilizaciones pri-
inferiores o fósiles de tiempos pasados mien-
mitivas del género humano está en
tras los civilizados adquirían nuevos dere-
relación opuesta a la fertilidad del
chos. Otro viajero de la Amazonía escribió:
suelo y con la bondad de la naturale-
El indio no es un animal tropical. El za que los rodea. Mientras más po-
negro o el caucásico se encuentran bre sea ésta e invencibles los obstá-
más en su medio en el Ecuador. El culos que ella enfrenta más fuerte son
indio es muy susceptible a los cam- estimuladas las fuerzas del hombre y
bios de clima o de altitud. Está pro- más tempranamente son desarrolla-
penso a la enfermedad cuando va del das éstas a través de su uso.
río principal a las regiones de los tri-
Sólo unos pocos fueron capaces de crear una
butarios altos, o viceversa. No es ca-
explicación diferente. Dos casos resultan sui
paz de tolerar un cambio en la forma
generis. Wallace notó las diferencias entre la
de vestir; las plumas y la corteza son
cultura material de los indígenas de la
mejores para ellos que el abrigo y el
Amazonía y la de los europeos. Como buen
calicó … El ingenio de los nórdicos
hombre de su tiempo reconoció cierta supe-
puede triunfar sobre estos obstácu-
rioridad entre sus artefactos y los produci-
los físicos, sin embargo; los aborí-
dos por los nativos. Sin embargo, al buscar
genes no tienen mucho futuro en el
una explicación para este fenómeno no recu-
valle del Amazonas. Von Martius pue-
rrió a argumentar la innata pereza de los in-
de pensar que ellos son los decaden-
dígenas o su debilidad; los años que vivió
tes descendientes de un tiempo pasa-
entre ellos le demostraron lo falso de estas
do más perfecto; en otras palabras,
argumentaciones. Para él la razón debía en-
no un grupo salvaje, sino una raza
contrase en las formas organizativas de la
degenerada. Sin embargo, no existe
producción; es decir, no se trata de un pro-

82 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


blema innato sino de la consecuencia tempo- Wallace soñaba con una Amazonía de utili-
ral de su organización: dad para la humanidad. Sus riquezas garan-
tizarían un bienestar futuro. En sus memo-
Estas gentes parecen estar siempre
rias escribió a este respecto: “Es de esperase
trabajando, pero tienen muy poco
que en un futuro no muy remoto este grande
para mostrar de su trabajo. Las mu-
y lujurioso país será utilizado no para la crea-
jeres van a traer yuca o batata o tie-
ción de riqueza para los especuladores sino
nen que desyerbar o plantar; en otras
que proveerá hogares felices para millones
oportunidades tienen que producir
de familias” (Wallace 1905:321). Resulta
cerámica y remendar y lavar la ropa.
paradójico que uno de los proponentes de la
Los hombres están siempre ocupados,
teoría de la evolución, que había servido de
ya sea haciendo claros en el bosque
modelo para establecer un nuevo orden en
o cortando madera para fabricar una
los estudios sociales al tiempo que clasifica-
canoa y unos remos o produciendo
ba el mundo exótico, explicara las diferen-
tablas para un fin u otro; y sus casas
cias de la cultura a partir de sus elementos y
siempre necesitan mantenimiento y
no basado en factores extrínsecos de orden
hay que traer las hojas para techar
ambiental, como hacían sus contemporáneos.
desde lugares distantes; o desean ca-
nastos, arcos o flechas o cualquier Un etnólogo, posiblemente el más brillan-
otra cosa que ocupa la casi totalidad te de cuantos visitaron la Amazonía, vio un
de su tiempo, y a pesar de esto no mundo diferente al descrito por sus contem-
alcanzan a producir las mínimas co- poráneos. Koch-Grunberg fue capaz de pene-
sas que necesitan para vivir o para trar en las culturas nativas como nadie lo ha-
que tengan tiempo para entretenerse bía hecho y mirar el mundo desde allí. El pai-
cazando las presas que abundan en saje que vio no era un paisaje fragmentado en
la selva que los rodea. Esto es, prin- el cual era posible reconocer especies anima-
cipalmente, resultado de que todo el les y vegetales separados de los humanos.
mundo tenga que hacer por sí mismo Percibió un mundo más complejo, difícil de
las cosas, lentamente y con mucho comprender para un europeo. Tal vez por ello
trabajo que resulta innecesario, en sus libros tuvieron una mala distribución y
lugar de ocuparse de una sóla clase sólo después de muchos años fueron traduci-
de industria e intercambiar sus pro- dos a idiomas diferentes al alemán.
ductos por aquellos artículos que
necesite. Un indígena se demora una Interacciones
semana cortando un árbol en el bos-
que y produciendo un artículo, el cual Durante años los viajeros se desplazaron
con la división del trabajo puede ser guiados por nativos dentro del territorio de
producido rápidamente: la conse- la Amazonía, a quienes llamaron “mis indí-
cuencia es que su trabajo produce genas” y clasificaron en salvajes, semi-civi-
una minucia por semana y él, por lizados o civilizados para explicar el tipo de
tanto, está durante toda su vida ape- relaciones que entablaban con ellos. Mandé
nas ganando un pobre abastecimien- a mis indígenas a pescar, mis indígenas fue-
to de ropas en un país en el cual los ron de caza, mis indígenas hicieron el cam-
alimentos se pueden obtener casi por pamento. Estas expresiones se repitieron una
nada (Wallace 1969:118). y otra vez, recalcando la “propiedad” del ex-
plorador sobre los nativos. El explorador
siempre está buscando las respuestas en las

Santiago Mora 83
claves que los indígenas dan sobre el mundo Más que las lenguas, dada la diversidad
que conocen perfectamente. Bates (1910), por lingüística de la Amazonía, los separaba un
ejemplo, incluyó información de los indíge- abismo inmenso representado en la concep-
nas en sus descripciones de la naturaleza; otro ción del paisaje. A pesar de la proximidad
tanto hizo Spruce (1996). Wallace (1985:iv) física habitaban geografías opuestas. Para
escribió en su estudio sobre las palmas que los exploradores y viajeros la Amazonía se
“mi primer propósito fue familiarizarme con encontraba compuesta por especies que de-
los aspectos de cada una de las especies y bían ser descritas. Los ínfimos detalles de
aprender su nombre indígena; pero ni siquie- los especímenes daban claves para entender
ra esto resulta una tarea fácil porque, fre- la naturaleza. Esta obsesión por el detalle los
cuentemente, era incapaz de ver alguna dife- cegaba, impidiéndoles ver las poblaciones,
rencia entre los árboles que los indígenas me que sólo serían parte de discurso evolutivo
aseguraban eran diferentes y que tenían pro- en una época posterior. Más aún, resultaba
piedades y usos distintos” impensable un mundo que interactuaba cons-
tantemente, manteniendo un equilibrio entre
Así se posibilitó que surgieran en los tex-
sus partes, y en el cual los especímenes eran
tos de los viajeros relaciones ecológicas evi-
solo fragmentos minúsculos entre las muchas
dentes para los nativos que, de otra manera,
poblaciones que conformaban un entorno
hubieran sido difíciles de encontrar para quie-
dinámico. Así se alejaron de la totalidad, para
nes solo entendían de especies. Esta no fue la
entonces inherente a la concepción del pai-
única contribución de los indígenas; es posi-
saje de los nativos. Por ello solo podían in-
ble suponer que los exploradores también
tentar traducir a sus términos los “dispara-
aprendieron muchas claves taxonómicas,
tes” que escuchaban y veían; después de todo
consideradas como relevantes en el mundo
algún sentido debían tener las cosas que ocu-
de los nativos, para construir el nuevo or-
rrían: “Los gauchos piensan que los indíge-
den. Al menos así lo sugiere la cita anterior
nas consideran este árbol en si mismo como
de Wallace. Sin embargo, existía un límite
Dios; me parece más probable que lo vean
para lo que se podía aprender: cuando las
como un altar. La única razón que puedo
explicaciones sobrepasan la lógica emplea-
imaginar para esto es que es una marca so-
da por el explorador eran presentadas como
bresaliente en un paso peligroso”(Darwin
patrañas o ideas absurdas o, posiblemente,
1989:85).
no se mencionaron. Por ello, y a pesar del
estrecho contacto entre indígenas y explora- La lógica basada en la experiencia cultural
dores, estos últimos fueron incapaces de pe- de los viajeros se impuso, desvirtuando el mundo
netrar en profundidad en el mundo nativo. que habitaban los nativos y a los nativos mis-
Los indígenas tampoco entendían lo que los mos, quienes vivían en un lugar en el cual el
europeos hacían. Bates relató cómo los indí- paisaje que veían los europeos hubiera podido
genas lo imitaban en una de sus fiestas, ridi- llamarse naturaleza-historia. Allí no existía la
culizando su trabajo. Koch-Grunber división entre lo humano y lo natural porque
(1995:107, Tomo I) afirmó: “Eran todas per- eran una sola fuerza encarnada por el relato
sonas bulliciosas y vivaces, muy dadas a reír que era evidente al mirar el paisaje. Este mun-
y bromear. Aunque se burlaban de mi sus do con sus seres y sus “cosas-seres”, invisibles
mofas inofensivas e inocentes no me moles- para la mayoría de los europeos, hablaba cons-
taban; ellos no podían entender lo que yo tantemente a quienes lo podían escuchar:
hacía y me tomaban por una persona total-
La cachoeira rugía y las olas se mo-
mente chiflada”.
vían en constante vaivén por entre las

84 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


rocas. Los ruidos semejaban voces de evaluar. Hay más pobres en la tierra aho-
de espíritus que narraban historias ra que nunca antes; la inequidad ha llevado a
de épocas remotas, cuando los ante- algunos de ellos a límites de miseria inimagi-
pasados de los actuales pobladores nables. Más de 45% de la población mun-
grabaron en la dura piedra los dibu- dial vive en la pobreza mientras un reducido
jos que hoy resultan enigmáticos para grupo de privilegiados disfruta de los recur-
sus sucesores (Koch-Grunber sos y servicios que se derivan de la naturale-
1995:141, Tomo I). za (Stiglitz 2002). Las guerras de baja inten-
sidad se han combinado con las guerras mun-
Para los nativos el espacio había surgido a
diales, permitiendo que en el siglo que pasó
través de la acción humana, que le otorgaba
no hubiera un sólo día de paz en el planeta.
sentido2 . En él diferentes “marcadores” re-
Epidemias como el SIDA se expanden rápi-
cordaban los sucesos que confirmaban y re-
da y silenciosamente. Hemos “excavado” la
afirmaban el pasado-presente para transfor-
estratosfera y nuestra historia empieza a to-
marlo, creando la historia. La naturaleza,
mar un curso que a muchos agradaría que
como componente humano del paisaje, era
fuera impredecible para su momentánea tran-
parte de la historia y la historia era presente
quilidad. Al mismo tiempo, nunca habíamos
constante en el paisaje. Por ello no es sor-
sabido tanto sobre nosotros y nuestra posi-
prendente que Koch-Grunber escribiera cómo
ción en el universo. La producción agrícola
en los chorros se escuchan las voces de los
ha superado cualquier límite que tuviera en
antepasados, presentes en hitos geográficos
el pasado: somos capaces de producir casi
donde se combinan varias dimensiones es-
interminables cantidades de alimentos. Por
paciales y temporales. Un diálogo constante
primera vez contamos con un mapa del
entre aquello que para los europeos se en-
genoma humano. En fin, los volúmenes de
contraba en categorías separadas imprimía
datos que podemos procesar hoy eran, hace
la dirección del mundo de los nativos y le
tan solo unos años, inimaginables. Con esta
daba la forma que tenía.
información transformamos el mundo.
De la re-invención y el Estas nuevas condiciones y sus contras-
descubrimiento tes han generado múltiples respuestas; entre
ellas la redefinición de la naturaleza y la his-
toria. Un historiador afirmó recientemente:
El paisaje años después: el presente
En esta nueva aproximación, el lu-
El inicio del siglo XXI, como el inicio del gar de la naturaleza ha cambiado:
siglo XX, nos ha sorprendido con un nuevo la naturaleza se ha desplazado del
intento por reorganizar la naturaleza. El or- trasfondo al frente. Como una regla,
den existente hasta ahora ha resultado insu- los trabajos clásicos describían como
ficiente para explicar nuestras acciones, nues- la naturaleza disciplinaba a los hu-
tra condición y nuestra historia. Algunas de manos, obligándolos a reconciliarse
nuestras acciones recientes son capaces de
transformar abruptamente lo que hasta hace 2
Ahora que muchos de los nativos que habitan
poco era el dominio de la naturaleza, cada en la Amazonía no necesitan de sus traducto-
vez más difícil de separar de la historia. Vi- res (antropólogos) sino que se encuentran en
posición de relatar sus propias historias sur-
vimos en un mundo lleno de incertidumbres,
gen estas visiones de un mundo en constante
global, en constante transformación. Los lo-
movimiento, al cual las acciones humanas dan
gros del siglo que terminó son complicados rumbo (e.g., Matapí y Matapí 1997).

Santiago Mora 85
con la naturaleza y adaptarse o a re- de chamanes; estos últimos poseen espíritus
sistir y luchar contra la naturaleza. que acumulan lentamente y llevan consigo a
En contraste, los estudios recientes en lo largo de la vida y los cuales, una vez muerto
su mayoría lamentan lo que se le ha su portador, se trasforman en geografía. El
hecho a la naturaleza, y el precio que paisaje es parte del chamán y se encuentra
tenemos que pagar por los daños cau- representado en su indumentaria en la forma
sados y la devastación (Myllyntaus de una toga, que es en sí misma el paisaje.
2001:144). La muerte del chamán crea hitos geográfi-
cos. Otros accidentes geográficos conmemo-
En esta nueva concepción la naturaleza y el
ran importantes eventos de las aventuras
medio son vistos como conceptos enraizados
míticas. Hay sitios en los cuales una mujer
en la cultura y, por lo tanto, fundamentales
fue transformada en una inmensa roca o lu-
en sus mutuas definiciones. Lentamente se
gares de los cuales emergen fuerzas sobre-
borra el límite que los separó durante tanto
naturales porque allí descansa un chamán.
tiempo. Algunas trayectorias históricas han
Esta geografía no es solo humana sino que
sido reconstruidas para desenmarañar las
constituye la propiedad de dueños represen-
complejas interacciones que ocurren entre las
tados como entidades sobrenaturales. Espí-
sociedades y el paisaje que crean. Este es el
ritus y humanos interactúan formando la geo-
caso de la historia reciente de algunas regio-
grafía en esa parte del mundo (Humphrey y
nes españolas (cf. Butzer et al. 1985; Butzer
Onon 2004). Esta historia no es ajena a la
1995). Allí el cambio cultural representado
historia que, tiempo atrás, escucharon los
por la expulsión de los árabes y la
viajeros y los antropólogos en la Amazonía.
reocupación de la región determinó transfor-
maciones en la densidad de la población y el Esta geografía cambiante fue reconocida
uso del espacio que llevaron al surgimiento en la Amazonía mucho tiempo después de
de un nuevo paisaje, en continua transfor- que los viajeros concluyeran sus marchas.
mación. Los académicos dedican hoy en día Para poder identificarla fue necesario acla-
más tiempo que nunca a la definición de eso rar que este mundo no se basaba en dispara-
que hasta hace muy poco tenía un significa- tes, invenciones de mentes enfermas o dege-
do claro como naturaleza, paisaje, historia y neradas. Era necesario demostrar que la cons-
las relaciones entre ellos (e.g., Horigan 1988; trucción de ese cosmos seguía una lógica
Pálsson 1996; Ellen 1997; Russell 1997; semejante a aquella que los occidentales po-
Balée 1998; Balée, ed., 1998; Rival 1998; dían comprender. Los antropólogos, como
Muir 1999; Ulloa 2001; Posey 2002). buenos traductores y “racionalizadores” de
lo exótico, se encargaron de esto. En 1976
El desarrollo de esta nueva perspectiva
Reichel-Dolmatoff publicó su artículo
nos ha llevado a preguntarnos: ¿existe en to-
Cosmología como análisis ecológico: una
das las sociedades la separación entre natu-
perspectiva desde la selva pluvial”3 , en el
raleza y cultura?; ¿cómo ven otras socieda-
cual empleó los fundamentos de la moderna
des el paisaje?; ¿cuál es su historia?; ¿cómo
ecología y demostró que la concepción de la
se forma y define el espacio? Las respuestas
naturaleza de algunos grupos indígenas
a estas preguntas son sorprendentes. Por
amazónicos se encontraba guiada por pre-
ejemplo, estudios realizados en Mongolia
ceptos semejantes a aquellos que resultaban
(Humphrey 1994) señalan que el paisaje no
tan caros a los ecólogos. Las semejanzas eran
es una categoría abstracta, independiente de
prodigiosas. A este artículo siguieron varios
los humanos, sino que está conformado por
accidentes que corresponden a los poderes 3
La versión castellana fue publicada en 1977.

86 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


más de un calibre semejante (Reichel- se hacen realidad en las características físi-
Dolmatof 1978a, 1978b, 1982, 1985, 1996). cas del entorno y, para muchos, como
Más tarde Reichel-Dolmatoff (1990:41) afir- Reichel-Dolmatoff, recuerdan un comporta-
mó que “el significado de la ecología indíge- miento que crea más significados y garanti-
na lo comprenderemos únicamente si lo mi- za su supervivencia. El estudio de las com-
ramos como un sistema memorativo”. Pron- posiciones que hacen las culturas, y las cul-
to otros autores se involucraron en la discu- turas amazónicas en particular, de su paisaje
sión. De este modo los animales (que no hace y de las relaciones con él han permitido la
mucho fueran denominados con nombres en identificación de diferentes actitudes hacia la
latín) y el paisaje en el que vivían tomaron naturaleza. Su destrucción, aprovechamien-
un nuevo aspecto. La naturaleza empezó a to o protección puede explicarse en estos
ocupar el espacio que le fuera vedado ante- contextos históricos y sociales (Arhem 1996,
riormente y se mostró conformada por miem- 2001; Descola 1996; Rocha y Mora 1996).
bros activos en la vida de las comunidades Así surge una visión alterna a los problemas
indígenas. El delfín, por ejemplo, pudo ser de occidente, un punto de comparación.
visto como el seductor de muchas jovenes
(Reichel 1989; Pineda 1990; Slater 1994) y Una mirada al paisaje: la geografía
la danta como un viejo glotón, seres
contrastantes que en mucho y poco se dife- No se escuchaba ningún sonido sino el
rencian de los humanos. La caza, a pesar de ruido intruso de nuestro vapor. Ocasional-
mente rozábamos una espuma que se
implicar depredación, en algunas comunida-
proyectaba o un bejuco colgante de una
des es vista como un proceso de enamora- cornisa. Fue entonces cuando probamos
miento en el cual el cazador seduce a una la selva.
presa que se entrega para su beneficio
(Reichel-Dolmatoff 1977b), un acto desco- Tomlinson (1930:143)
munal de amor. Así, poco a poco, se creó Posiblemente la mayor sorpresa que uno
una nueva definición de la naturaleza y de su pueda encontrar en su primera visita a cual-
expresión a través del paisaje: quier selva tropical es el silencio, la quietud
El medio forma una colcha de signi- y la homogeneidad del espacio en el cual uno
ficados que hacen de él una huella se encuentra inmerso. Para alguien que es-
para el comportamiento, una fuente pera un mundo que ha sido reconocido por
inagotable de información intelectual su diversidad y por los inmensos volúmenes
y de placer estético, una guía en lo de “cosas” vivas es una experiencia realmente
conocido y lo desconocido. Es el ho- frustrante cuando todo parece de los mismo
gar en el cual todos sus ocupantes en diferentes tamaños. Verde aquí y allá. Solo
comparten, pero el cual no tiene pro- se mueven unas cuantas hormigas en el piso
pietario porque sirve a todos, siem- y parecen ser comunes y corrientes. Con el
pre y cuando todos sus asociados tiempo brota, sin que uno sepa de donde, una
participen en su mantenimiento absurda diversidad. Después de todo toma
(Reichel Dolmatoff 1996:45). tiempo reconocer las características de este
mundo. Es necesario aprender, nuevamente,
Un paisaje que no está lleno de recursos pro- a ver, a oler y a escuchar. Una vez la
rrumpe en el universo amazónico que vieran “ecología” se encuentra en su lugar es posi-
los naturalistas; aunque también los posee ble reflexionar sobre ella como paisaje. Guia-
no tienen valor en sí mismos sino significa- dos por los habitantes de estas regiones he-
do. Los significados, propios de la cultura, mos sido capaces de ver otro panorama. Así

Santiago Mora 87
las características físicas y ecológicas cobran estos seres (Reichel-Dolmatof 1968; Van der
significados que las explican y las redefinen. Hammen 1992). La toponimia refleja la his-
La historia y la geografía se superponen como toria que da origen a la topografía y a los
parte de un mismo significado cuya identifi- petroglifos que conmemoran dichos eventos.
cación permite la reconstrucción de un pai- Siguiendo el curso de los ríos viajeros y ex-
saje basado en símbolos. La lectura de este ploradores vieron surgir puntos en los cuales
paisaje se puede hacer de dos formas com- las anomalías testimonian la historia, pero
plementarias, que dependen una de otra: el que solo sería reconocida muchos años des-
relato y su testimonio. Sin la existencia de pués. Quienes tallaron las piedras fundaron
una de ellas es imposible pensar en la otra. la historia al hacerlas parte de aquello que es
La inmensidad de la selva, que hasta hace conmemorado por la cultura y que crea y
poco pareciera homogénea, está compuesta explica el paisaje.
por accidentes que la organizan en el relato o
Con base en esta interpretación podemos
que el relato organiza en el paisaje, según se
fragmentar la homogeneidad del paisaje
quiera.
amazónico, que puede ser visto como un tex-
Al desplazarse por los ríos los viajeros to. Una lectura puede ser, por ejemplo, el re-
notaron cómo el espacio se encuentra corta- lato del viaje que realizó la anaconda ances-
do por múltiples anomalías. La descripción tral que fundó el mundo en la Amazonía
de estas “rarezas” fue consignada en sus es- noroccidental. Reichel-Dolmatoff (1990:39),
critos: refiriéndose a este viaje, afirmó: “Todas es-
tas etapas están marcadas por petroglifos
La espuma sale hacia arriba como
grabados en las rocas que yacen cerca de los
agua pulverizada. Hay un sitio don-
raudales y chorros, en conmemoración de los
de las rocas amontonadas forman
eventos míticos, y de los tiempos de migra-
una cueva natural que se conoce con
ciones y conflictos con los moradores ante-
el nombre de Katsirípana. A la iz-
riores”. Dadas las características del relato
quierda, un rústico puente hecho de
los parajes “raros” no pueden ser homogé-
palos y plantas trepadoras permite
neos; ¿qué sentido tendría escribir un libro
pasar por encima de este laberinto
que repite indefinidamente la misma página?
de rocas. En la orilla derecha hay un
Estos corresponden a sucesos específicos que
sendero por el que se pueden arras-
son y deben ser reinterpretados a nivel local
trar las embarcaciones y se puede
y regional. Por ello es posible realizar varias
pasar evadiendo la caída de agua.
lecturas de ellos dada la multiplicidad de sig-
En estas rocas hay una gran canti-
nificados en constante transformación que
dad de grabados con figuras huma-
pueden albergar:
nas y animales (Koch-Grunber
1995:164, tomo I). El río corre por la elevada orilla ro-
cosa y está por altos acantilados. Así,
Los accidentes topográficos transforman el
la margen izquierda constituye una
cauce de los ríos y permiten que se fundan
sola masa de roca que se alza esca-
testimonios históricos y naturales en esta vi-
lonada y que, durante la época de las
sión que es incapaz de separarlos. Los datos
inundaciones, queda separada de la
etnográficos demuestran que estos acciden-
tierra firme por un estrecha emboca-
tes se encuentran asociados en los relatos a
dura. La superficie de una de estas
las transformaciones que generaron en el
largas gradas verticales tiene
paisaje algunos personajes míticos; sus nom-
petroglifos de aproximadamente uno
bres se asocian con episodios en la vida de

88 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


y medio metros, que representan fi- tos lugares. Las investigaciones arqueológi-
guras humanas y de peces que, a juz- cas han demostrado que en algunos de los
gar por la erosión, deben ser muy an- sitios donde se encuentran estos petroglifos
tiguos. Casi todas estas figuras han en proximidad de los chorros ocurrió una
sido recientemente restauradas por ocupación humana prolongada y estable que
los indios, pero a veces se notan al- contribuyó a la formación de suelos
gunas líneas falsas donde, con bue- antrópicos. Estos son depósitos de suelos,
na intención, completaron un diseño generalmente de coloración oscura y ricos
y cambiaron la apariencia original en materiales arqueológicos, que tiene pro-
(Koch-Grunber 1995:171, tomo I). piedades distintivas y sobresalientes en tér-
minos de la producción agrícola4 ; por eso se
Goldman (1972), quien también notó cómo
ha sugerido que pueden representar una al-
los indígenas tallaban recalcando los antiguos
ternativa a la deforestación porque son una
petroglifos, los interpretó como marcadores
solución a los problemas impuestos por la
territoriales entre diferentes grupos étnicos.
agricultura itinerante en condiciones de altas
Se podría pensar que la historia otorga co-
densidades de población (Denevan 1996,
nocimientos y derechos sobre áreas específi-
2001a, 2002). Los suelos antrópicos han sido
cas que son reconocidas en las tallas. Esta
interpretados como respuestas adaptativas
definición-función de límite ha sido identifi-
que transforma el paisaje a partir de un pro-
cada por otros antropólogos en los chorros,
ceso sistemático de alteración de los estratos
áreas en las cuales, frecuentemente, hay
superiores del suelo. De esta forma contri-
petroglifos. Adicionalmente, algunos grupos
buyen a la formación, dada la intervención
reconocen en estos lugares el origen de las
humana, de un patrón de asentamiento acor-
gentes. En la mitología de los grupos del bajo
de a la ecología e historia locales (Denevan
Caquetá los chorros son concebidos como
1996, 2001b). De este modo se aproximan a
lugares de origen de la gente de este mundo y
la percepción del pasado reconocida por al-
de comunicación con el mundo de abajo,
gunos etnógrafos, arqueólogos y geógrafos.
poblado de espíritus. Una segunda concep-
ción de los chorros aparece vinculada a la Estos eventos del pasado constituyen un
marcación de hitos territoriales y la defini- legado, algo que ha sido dado, confiado, otor-
ción del espacio chamanístico (Van der gado; no se trata, simplemente, de un pedazo
Hammen 1992:93). Estos lugares no sólo de selva o un trecho de río sino de un antiguo
constituyen límites en un sentido horizontal paisaje cultural y mitológico cargado de pro-
sino que implican la separación entre mun- fundas implicaciones sicológicas y éticas. El
dos verticales, de los cuales pueden emerger manejo ecológico del área no es sólo una res-
las voces de los ancestros que definieron la puesta a un ambiente físico sino una condi-
historia al tallar los petroglifos. La separa- ción humana (Reichel-Dolmatoff 1990:39).
ción entre estos mundos y su unión, en algu- El paisaje es visto como una fuente de cono-
nos casos, parece encontrase articulada por cimientos históricos y ecológicos que
la presencia de “dueños” de las localidades, interactúa con los presentes habitantes al re-
como es el caso del chorro de Córdoba, en el memorar lo pasado, al tiempo que entabla
bajo Caquetá, donde Amerú y su gente una relación con el futuro. De esta manera
(pupuchi) ejercen control (Van der Hammen
1992:112). 4
Un buen número de publicaciones recientes
se concentra en el estudio de los suelos ne-
Una mirada más detenida permite identi- gros desde diferentes perspectivas (e.g.,
ficar y adicionar nuevas características a es- Lehmann et al. 2003).

Santiago Mora 89
es posible definir y conforman territorios cuya amazónica forzando una concepción de la
justificación se basa en la historia étnica que cultura y de las relaciones de ésta “hacia” el
les da coherencia y permite su manejo como medio que propició la pérdida de la percep-
relaciones ecológicas socializadas. La uni- ción de una naturaleza construida y, hasta
dad de orbe, basada en estas interacciones, cierto punto, interactiva desde un punto de
resulta innegable (cf. Van der Hammen 1992; vista que no solo involucraba la productivi-
Cayón 2001). dad. El determinismo propuesto en la déca-
da de 1950 enfatizó, ante todo, una relación
Generalmente se cree que los antepasa-
de dominación en la cual la naturaleza se
dos tribales continúan reafirmando sus dere-
imponía sobre la cultura. La eficiencia en los
chos sobre ciertos parajes, como los depósi-
sistemas sociales, caracterizada por su ca-
tos de terra preta, viejos sitios de vivienda o
pacidad de cosechar la energía del medio,
desechos abandonados tiempos atrás en las
como propuso White (1949) y fue presenta-
profundidades de la selva. Estos dueños so-
do en el modelo de Meggers (1954, 1957),
brenaturales aparecen, ocasionalmente, en
cegó a antropólogos y arqueólogos y contri-
forma humana al propietario actual o a un
buyó a la creación de una visión que poco o
viandante y le aconsejan. El paisaje ha sido
nada nos dice de la conceptualización del
organizado de tal manera que sus moradores
mundo y de la historia que relatan los nati-
indígenas son sus guardianes, sus protecto-
vos y el paisaje. Una historia que ahora debe
res elegidos (Reichel-Dolmatoff 1990:41). La
ser estudiada. En el siglo pasado se constru-
interacción del pasado con el presente no solo
yó un muro inexpugnable entre el investiga-
implica la contemplación sino también la
dor, su sociedad y su cultura y la de los nati-
acción porque estos sitios son poseedores de
vos, mundos que no tenían nada en común.
plantas cuyas cualidades solo pueden ser
Ni siquiera los esfuerzos de Steward (1955)
explicadas bajo los conocimientos del chamán
al incorporar la idea de adaptación y su rela-
que las “manipula” para permitirles la entra-
ción con un núcleo cultural fueron capaces
da al presente. Por ello es común que a estos
de alejarnos de una visión puramente econó-
sitios acudan algunos indígenas en busca de
mica. Ni siquiera las consecuencias de con-
estas plantas; allí encontrarán especies con
cebir la estructura de la sociedad como ente
poderes sorprendentes.
productivo y adaptativo fueron exploradas
Bajo esta perspectiva del paisaje emerge en profundidad, ocupándose los estudios
una historia diferente de aquella que había- únicamente de los problemas productivos.
mos podido reconstruir con una visión que
Hoy surge un paisaje en el cual son evi-
separa la naturaleza, la cultura y la historia.
dentes los lugares en los cuales el mundo se
Por muchos años antropólogos y arqueólogos
reorganiza, áreas en las cuales se definen las
fueron capaces de reducir la historia de los
características de la naturaleza y ésta cobra
pueblos “sin historia” o con una historia in-
una nueva definición, la historia. La natura-
comprensible para occidente exclusivamen-
leza no debe ser explicada sólo como un pro-
te a procesos de adaptación en los cuales las
ceso productivo, reconstruido a partir de la
condiciones ecológicas determinaban la cul-
abstracción que es posible realizar con la
tura. Así fue posible admitir que un ámbito
observación etnográfica, sino que debe abrir
complejo como la selva tropical lluviosa, pero
las puertas para que otras interpretaciones
a todas luces pobre, creaba limitantes para
cobren sentido y exista la posibilidad de un
el desarrollo cultural. Betty Meggers, la más
diálogo entre participantes: un paisaje múlti-
persistente proponente de estas ideas, marcó
ple, en continua transformación.
la pauta en los estudios en la región

90 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


Referencias

Alland, Alexander
1975 Adaptation. Annual Review of Anthropology 4:59-73.

Arhem, Kaj
1996 The cosmic food web. Human-nature relatedness in the Northwest Amazon. En
Nature and society. Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola y
Gísli Pálsson, pp 183-204. Routledge, Londres.
2001 Ecocosmología y chamanismo en el Amazonas: variaciones sobre un tema. Revista
Colombiana de Antropología 37:268-288.

Balée, William
1998 Historical ecology: premises and postulates. En Advances in historical ecology,
editado por William Balée pp 13-29. Columbia University Press, Nueva York.

Balée, William (Editor)


1998 Advances in historical ecology. Columbia University Press, Nueva York.

Bates, Henry
1910 The naturalist on the river Amazon. J.M. Dent & Sons, Londres.

Butzer, Karl W.
1995 The realm of cultural-human ecology: adaptation and change in historical perspective.
En The earth as transformed by human action, editado por Billie Lee Turner II,
William C. Clark, Robert W. Kates, John F. Richards, Jessica T. Mathews yWilliam
B. Meyer, pp 685-701. Cambridge University Press, Cambridge.

Butzer, Karl, Juan F. Mateu, Elizabeth Butzer y Pavel Kraus


1985 Irrigation agrosystems in eastern Spain: Roman or Islamic origins? Annals of the
Association of American Geographers 75:479-509.

Cayón, Luis
2001 En la búsqueda del orden cósmico: sobre el modelo de manejo ecológico tukano
oriental del Vaupés. Revista Colombiana de Antropología 37:234-267.

Darwin, Charles
1989 Voyage of The Beagle. Penguin Books, Nueva York. [1839].
2001 The descent of man. General summary and conclusions. En Readings for a history
of anthropology, editado por Paul A. Erickson y Liam D. Murphy, pp 63-75.
Bradview Press, Peterborough.

Denevan, William
1996 A bluff model of riverine settlement in prehistoric Amazonia. Annals of the
Association of American Geographers 86:654-681.
2001a La agricultura prehistórica en la Amazonia. En Desarrollo sostenible en la
Amazonia. ¿Mito o realidad?, editado por Mario Hiraoka y Santiago Mora, pp
15-22. Abya-Yala, Quito.

Santiago Mora 91
2001b Intensive prehistoric cultivation and the origins of dark earths in Amazonia. Sim-
posio Terra Preta, Congreso de Geografos Latino Americanos, Benicassim.
2002 Cultivated landscapes of native Amazonia and the Andes. Oxford University
Press, Oxford.

Descola, Philippe
1996 Constructing natures: symbolic ecology and social practice. En Nature and society.
Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola y Gísli Pálsson, pp
82-102. Routledge, Londres.

Diener, Paul, Donal Nonini y Eugene F. Robkin


1980 Ecology and evolution in cultural anthropology. Man 15:1-31.

Ellen, Roy
1997 The cognitive geometry of nature: a contextual approach. En Nature and society.
Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola y Gísli Pálsson, pp
103-123. Routledge, Londres.

Goldman, Irving
1972 The Cubeo: indians of the northwest Amazon. University of Illinois Press, Urbana.

Humboldt, Alexander von y Aimée Bonpland


1985 Ideas para una geografía de las plantas. Jardín Botánico de Bogotá, Bogotá.

Humphrey, Caroline
1994 Shamanic practices and the state in northern Asia: views from the centre and
periphery. En Shamanism, history and the State, editado por Nicholas Thomas y
Caroline Humphrey, pp 191-228. University of Michigan Press, Ann Arbor.

Humphrey C. y Onon Urgunge


2004 Shamans and elders: experience, knowledge, and power among the Daur
mongols. Oxford University Press, Oxford.

Horigan, Stephen
1988 Nature and culture in western discourses. Routledge, Londres.

Ingold, Tim
1979 The social and ecological relations of culture-bearing organisms: an essay In
evolutionary dynamics. En Social and ecological systems, editado por Phillip C.
Burnham y Roy Ellen, pp 271-291, Academic Press, Nueva York.

Koch-Grunberg, Theodor
1995 Dos años entre los indios. Universidad Nacional, Bogotá.

Lange, Algot
1912 In the Amazon jungle. Adventures in remote parts of the Upper Amazon river,
including a sojourn among cannibal indians. G.P Putnam’s Sons, Londres.

Lansing, Stephen
2003 Complex adaptive systems. Annual Review of Anthropology 32:183-204.

92 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


Lehmann, Johannes, Dirse C Kern, Bruno Glaser y William Woods
2003 Amazonian dark earths. Origin, properties, and management. Kluwer,
Dordrecht.

Malthus, Thomas
1976 Essay on the principle of population. W.W. Norton & Company, San Francisco.

Matapí Carlos y Uldarico Matapí


1997 Historia de los upichia. TropenBos, Bogotá.

Meggers, Betty
1954 Environmental limitation on the development of culture. American Anthropologist
56:801-824.
1957 Environment and culture in the Amazon basin: an appraisal of the theory of
environmental determinism. En Studies in human ecology, pp 71-89. Panamerican
Union, Washington.

Muir, Richard
1999 Approaches to landscape. MacMillan, Londres.

Myllyntaus, Timo
2001 Environment in explaining history. Restoring humans as part of nature. En
Environment in explaining history, editado por Timo Myllyntaus y Mikko Saikku,
pp 141-160. Ohio University Press, Columbus.

Orton, James
1875 The Andes and the Amazon or across the continent of South America. Harper
and Brothers, Nueva York.

Pálsson, Gísli
1996 Human-environmental relations:orientalism, paternalism and communalism. En
Nature and society. Anthropological perspectives, editado por Philippe Descola y
Gísli Pálsson, pp 63-81. Routledge, Londres.

Pineda, Roberto
1990 Convivir con las dantas. En La selva humanizada: ecología alternativa en los
trópico húmedo colombiano, editado por Francois Correa, pp 147-165. ICAN-
FEN-CEREC, Bogotá.

Posey, Darrell
2002 Upsetting the sacred balance. Can the study of indigenous knowledge reflect
cosmic connectedness? En Participating in development, editado por Paul Sillitoe,
Alan Bicker y John Rottler, pp 24-42. Routledge, Londres.

Reichel, Elizabeth
1989 La danta y el delfín: manejo ambiental e intercambio entre dueños de maloca y chamanes
el caso Yukuna-Matapi (Amazonas). Revista de Antropología 1-2:68-133.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo
1968 Desana: simbolismo de los indios Tukano del Vaupés. Universidad de Los Andes,
Bogotá.

Santiago Mora 93
1976 Cosmology as ecological analysis: a view from the rain forest. Man 11:307-318.
1977a Cosmología como análisis ecológico: una perspectiva desde la selva pluvial. En
Estudios antropológicos de Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, pp 24-52.
Colcultura, Bogotá.
1977b El simbolismo de caza, pesca y alimentación entre los Desana. En Estudios
antropológicos de Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatoff, pp 333-354. Colcultura,
Bogotá.
1978a Desana animal categories, food restriction, and the concept of color energies. Journal
of Latin American Lore 4:243-291.
1978b Beyond the milky way. Hallucinatory imagery of the Tukano indians. University
of California, Los Angeles.
1982 Astronomical models of social behavior among some indians of Colombia. En
Ethnoastronomy and archaeastronomy in the American tropics, editado por
Anthony F. Aveni y Gary Urton, pp 165-181. New York Academy of Science, Nueva
York.
1985 Tapir avoidance in the colombian Northwest Amazon. En Animal myths and
metaphors in South America, editado por Gary Urton, pp 107-143. University of
Utah Press, Salt Lake City.
1990 Algunos conceptos de los indios Desana del Vaupés sobre manejo ecológico. En La
selva humanizada. Ecología alternativa en el trópico húmedo colombiano, edi-
tado por Francois Correa, pp 35-41. ICAN-FEN-CEREC, Bogotá.
1996 The forest within. The world-view of the Tukano Amazonian indians. Themis,
Londres.

Rival, Laura
1998 Domestication as a historical and symbolic process: wild gardens and cultivated
forest in the Ecuadorian Amazon. En Advances in historical ecology, editado por
William Balée, pp 232-250. Columbia University Press, Nueva York.

Rocha, Claudia y Santiago Mora


1996 Conservación y manejo de la naturaleza: relaciones humanas y no humanas en dos
contextos sociales. Entrevista a Philippe Descola. Diversa 2:39-43.

Russell, Emily
1997 People and the land throgh time. Linking ecology and history. Yale University
Press, New Haven.

Slater, Candace
1994 Dance of the dolphin: transformation and disenchantment in the Amazonian
imagination. University of Chicago Press, Chicago.

Steward, Julian
1955 Theory of culture change. University of Illinois Press, Urbana.

Stiglitz, Joseph
2002 Globalizaqtion and its discontents. W.W. Norton & Company, Nueva York.

94 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):76-95, 2005


Spruce, Richard
1996 Notas de un botánico en el Amazonas y en los Andes. Abya-Yala, Quito. [1908].

Tomlinson, Henry M.
1930 The sea & the jungle. Duckworth, Londres.

Tylor, Edward
1996 The science of culture. En Anthropological theory. An introductory history, edi-
tado por Jon McGee y Richard L. Warms, pp 26-40. Mayfield, Chicago.

Ulloa, Astrid
2001 Transformaciones en las investigaciones antropológicas sobre naturaleza, ecología
y medio ambiente. Revista Colombiana de Antropología 37:188-232.

Van der Hammen, María Clara


1992 El manejo del mundo. Naturaleza y sociedad entre los Yukuna de la Amazonia
colombiana. TropenBos, Bogotá.

Wallace, Alfred R.
1905 My Life. A record of events and opinions. Dodd, Meand and Company, Nueva
York.
1969 A narrative of travels on the Amazon and río Negro. Haskell, Londres. [1853].
1985 Palms trees of the Amazon and their uses. John Van Voorst, Londres. [1853].

White, Leslie A.
1949 The science of culture: a study of man and civilization. Grove Press, Nueva York.

Santiago Mora 95
ARQUEOLOGÍA COLOMBIANA:
BALANCE Y RETOS
Carl Henrik Langebaek
Departamento de Antropología, Universidad de los Andes.

Este artículo tiene como objetivo hacer un balance de la arqueología colombiana desde dos
perspectivas relacionadas pero poco articuladas en la práctica: la investigación empírica y el
trabajo de campo orientado al estudio sobre el desarrollo de la agricultura y el surgimiento de
cacicazgos, y la discusión teórica. Se hace un seguimiento de los principales aportes desde las
dos orillas pero, también, los enormes problemas que implica el mutuo desconocimiento que
últimamente se ha desarrollado. En particular se hace una crítica de la arqueología
pretendidamente no teórica y de la teoría que en nada se vincula a la práctica de investigar el
pasado y que no ha aportado lo prometido, incluso, en su pretensión de generar narrativas
propias.
Este artigo tem como objetivo fazer um balanço da arqueologia colombiana a partir de duas
perspectivas relacionadas, porém pouco articuladas na prática: a investigação empírica e o
trabalho de campo orientado ao estudo sobre o desenvolvimento da agricultura e o surgimento
de cacicados, e a discussão teórica. Analisam-se os principais aportes de ambas correntes,
porém também se destaca o enorme problema derivado do mútuo desconhecimento que
ultimamente tem se desenvolvido. Em particular, critica-se a arqueologia pretensamente não
teórica e a teoria que em nada se vincula à prática de investigar o passado e que não atingiu o
prometido, inclusive, em sua pretensão de gerar narrativas próprias.
This paper aims at providing a balance of Colombia archaeology from two complementary
perspectives: empirical research on issues such as the development of agriculture and the rice of
chiefdoms, and the discussion of theoretical issues. Contributions of both kinds are described, but
the limitations derived from dealing with them as separated issues are highlighted. Not only the
supposedly “objective” practice is criticised, but also the theoretical discussions that seem not to
address empirical problems and have even failed in their objective of producing local narratives as
an alternative to those proposed, and proposed better, in Europe and the United States.

Hacer un balance de la arqueología colom- tes empíricos de quienes trabajan en campo.


biana de los últimos años no es tarea fácil. Otra posibilidad es hacer una crítica de los
Una tentación es caer en la fórmula ances- presupuestos teóricos con los cuales se tra-
tral: resumir y evaluar los más recientes apor- baja en Colombia. Los dos caminos se han
ensayado en múltiples ocasiones y tienen cier- El fin de un viejo modelo: la
to valor (Gnecco y Piazzini, eds., 2003; agricultura
Langebaek 2003). Por separado cualquiera
de estas opciones es poco productiva. El pri- En la década de 1980 la arqueología colom-
mero es excesivamente empirista. Considera biana tenía fe en un esquema cronológico
que los avances de la disciplina consisten en cuasi-evolucionista y en algunas interpreta-
encontrar cosas, evaluar y contrastar hipóte- ciones sobre las causas y consecuencias de
sis. El segundo corresponde a una simple los cambios sociales que se consideraban más
“inspección naval”. Desde la cómoda posi- importantes. Este esquema corresponde, des-
ción se cuestiona la pulcritud teórica o polí- de luego, al trabajo de Gerardo Reichel-
tica de los colegas. No importa que nada de Dolmatoff (1965, 1983, 1986). Esa monu-
eso resulte en una propuesta alternativa o en mental obra definió una periodización de la
algo más que en encontrar fallas —a veces, arqueología colombiana, generalmente acep-
por supuesto bastante relativas— en los tra- tada por sus colegas, y brindó interpretacio-
bajos de los demás. Desde luego, todo ba- nes para explicar los cambios de un período
lance de la arqueología colombiana siempre a otro, combinando de manera articulada in-
tendrá algo de las dos cosas. Y las dos son formación arqueológica, etnográfica y
necesarias. La arqueología se desenvuelve en etnohistórica. Aunque esto no quiere decir
dos ámbitos, imposibles de separar: la inves- que otros arqueólogos contemporáneos no
tigación de problemas específicos mediante contribuyeran sustancialmente a la arqueo-
el trabajo de campo y el debate teórico. Este logía colombiana Reichel-Dolmatoff repre-
artículo se concentra en dos temas. Por un senta un cambio significativo debido a la ela-
lado, en el desarrollo de la agricultura y de boración de sus argumentos y su impacto en
los cacicazgos como ejemplo de los esfuer- relación con sus colegas (Langebaek 2003).
zos que se han hecho en el país para conocer La arqueología tenía lo que parecía una
mejor dos problemas concretos mediante la agenda común sobre la cual se trabajaba
investigación; por otro lado, en el contexto como verdad revelada o como guía de inves-
paradigmático en el cual se desarrolla la dis- tigación crítica. El Caribe colombiano, don-
ciplina hoy. Mi objetivo es señalar los retos de se había concentrado la investigación de
que implican los más recientes cambios en Reichel-Dolmatoff, se veía como un lugar
esos ámbitos. Las transformaciones acadé- clave para entender la secuencia de cambios
micas de los últimos años en la arqueología sociales en el resto del país. El origen de la
colombiana no se deben a que existan ahora agricultura en esa región habría tenido un
más certezas sobre el pasado o mejores teo- impacto continental. Más tarde, la introduc-
rías si no a que cada vez se cuenta con más ción del maíz desde Mesoamérica habría lle-
preguntas, una variedad mucho más amplia vado al desarrollo de cacicazgos, también en
de cosas que no se conocen y menos capaci- la costa Caribe. El continuo crecimiento de
dad, al menos por el momento, de aclararlas. la población habría permitido la colonización
En lo paradigmático se quiere hacer una eva- de las regiones andinas y la Sierra Nevada
luación crítica de las múltiples maneras de de Santa Marta, donde los muiscas y taironas
ver la arqueología que se están abriendo paso, habrían representado los máximos logros
con los consecuentes riesgos y beneficios que antes de la llegada de los españoles. Un re-
eso implica para nuestra disciplina. paso de la bibliografía de la época señala un
acuerdo tácito con este esquema, incluso en-
tre los contradictores de Reichel-Dolmatoff
(Langebaek 2004).

Carl Henrik Langebaek 97


Las investigaciones recientes desarrolla- Snarskis 1984). Al hacerlo aceptaron, implí-
das en el país ponen en duda la validez del cita o explícitamente, la vieja idea de que la
esquema y de las interpretaciones que lo agricultura era un “descubrimiento” y que,
acompañaban. Para ilustrar este punto haré por lo tanto, bastaba con identificar el centro
referencia a la propuesta de Reichel- en el cual se había logrado tal avance para
Dolmatoff sobre el origen de la agricultura y resolver el problema. Los arqueólogos ela-
sus interpretaciones sobre el desarrollo de boraron mapas con flechas que marcaban el
cacicazgos. Los orígenes de la agricultura sentido de las influencias, casi siempre con
constituyeron un verdadero paradigma en la alguna que señalaba al norte de Colombia
arqueología colombiana. Ese paradigma asu- como centro de origen. Desde luego, el obje-
mió, como en tantas otras partes del mundo, tivo consistió en tratar de emular a Reichel-
que la agricultura era un problema de cono- Dolmatoff, dando inicio a una larga carrera
cimiento o, mejor, de “ignorancia”. Por mu- para descubrir los sitios con la alfarería más
cho tiempo se aceptó que se trataba de una antigua. Cambió el lugar donde se suponía
práctica que se había originado en Perú o se habían dado los primeros “descubrimien-
México. Los primeros pobladores de Colom- tos”, pero la manera de ver el asunto siguió
bia habrían aprendido los beneficios de la siendo la misma.
agricultura “descubierta” en otras partes.
Sin embargo, con el tiempo surgieron dos
Esta situación cambió cuando Reichel-
problemas. El primero consistió en evaluar
Dolmatoff empezó a encontrar acumulacio-
la coherencia de los argumentos, el segundo
nes de conchas y restos de comida asociados
en confrontar nueva información arqueoló-
con cerámica con desgrasante de fibra vege-
gica con las propuestas hechas por Reichel-
tal que parecía muy antigua en varios sitios
Dolmatoff. La discusión sobre el origen de
del norte del Departamento de Bolívar. En
la agricultura involucró para Reichel (y para
las primeras publicaciones sobre esos sitios
muchos que siguieron después) aspectos en-
propuso que se trataba de evidencias de ca-
tre los cuales existe confusión. Por un lado,
zadores recolectores con cerámica, pero sin
la domesticación de plantas. La mayor parte
agricultura (Reichel-Dolmatoff 1955). A par-
de la discusión reciente sobre agricultura en
tir de la década de 1970, justo cuando se
el norte de Suramérica se concentró en estu-
empezó a proponer en Ecuador que sitios
dios de polen o de restos que muestran cam-
como Valdivia correspondían a agricultores,
bios en el paisaje o en el consumo de plantas
Reichel empezó a especular sobre la posibi-
alimenticias domesticadas. El problema es
lidad de desarrollos muy tempranos de la
que los cazadores-recolectores frecuentemen-
agricultura en esa región de Colombia.
te producen cambios en el paisaje y en la
En este contexto el “problema” pareció composición de la vegetación (Gnecco 2000).
limitarse a saber qué tan antiguos eran los Por otra parte, la domesticación e, incluso,
sitios con las primeras evidencias de agricul- el cultivo de plantas pueden ocurrir en socie-
tura. Los análisis de carbón permitieron a dades cuya base económica sigue siendo la
Reichel-Dolmatoff plantear que desde el 5000 caza y la recolección y donde se continúa
a.C. se habían dado los primeros pasos ha- practicando un poblamiento móvil. En mu-
cia la agricultura en la costa Caribe. La pro- chas partes de Suramérica se encuentran evi-
puesta sirvió para que arqueólogos de países dencias de utilización de plantas domestica-
vecinos plantearan que la agricultura y la das hacia el tercer milenio AC o antes. Se
alfarería en sus respectivos países habían sido sabe, además, que hace por lo menos 10.000
introducidas desde el norte de Colombia (e.g., años los antiguos pobladores de muchas par-

98 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


tes del continente transformaron el paisaje vasijas especializadas en la transformación
con el cual interactuaban (Piperno y Pearsall de alimentos cultivados o en el almacenamien-
1998). En numerosos sitios arqueológicos en to; en tercer lugar, la utilización de
Ecuador, Perú, Brasil y Colombia se han desgrasantes más adecuados para resistir el
encontrado evidencias muy antiguas de plan- calor; en cuarto lugar, un incremento en el
tas, miles de años antes del Formativo co- tamaño de los recipientes (lo cual los hace
lombiano. más difíciles de transportar). Pero no sólo se
esperaría encontrar cambios en la tecnología
Las investigaciones llevadas a cabo en la
cerámica; otro cambio propuesto consiste en
costa Caribe durante los últimos años sugie-
que los primeros agricultores debieron tener
ren que los sitios del Formativo temprano no
mayor interés por ocupar las tierras más apro-
corresponden a agricultores (Oyuela 1993;
piadas para el cultivo. Recientes trabajos en
Pratt 1999). Más bien, se trata de cazado-
una zona investigada en el Bajo Magdalena
res-recolectores que utilizaban cerámica con
muestran que los cambios asociados al desa-
desgrasante de fibra vegetal y aprovechaban
rrollo de la agricultura ocurrieron mucho
plantas, algunas de ellas silvestres. Este modo
después del Formativo temprano, entre 1500
de vida se mantuvo, por lo menos, durante
y 800 AC. Hacia esa época las ollas y los
3500 años, cuando entre 1500 y 800 AC,
cuencos grandes se elaboraron con más fre-
cientos de años después de la introducción
cuencia que los tecomates. Las vasijas se
de la alfarería, se empezó a adoptar la agri-
hicieron mucho más grandes, más apropia-
cultura. Los argumentos para pensar que los
das para la cocción de alimentos y mucho
pobladores del Caribe colombiano durante
menos fáciles de transportar. El desgrasante
el Formativo temprano no eran agricultores
de arena remplazó la fibra vegetal. Además,
se basan, entre otras cosas, en el estudio de
la población pasó a ocupar los mejores sue-
su cerámica. En efecto, se ha propuesto que
los de la región (Langebaek y Dever 2000).
la cerámica del Formativo temprano no se
relacionó con agricultores sedentarios. El La muestra de cerámica en la que se basó
razonamiento fue el siguiente: la utilización el estudio del Bajo Magdalena es amplia; sin
de desgrasante de fibra permite una rápida embargo, como explícitamente se reconoce
producción de cerámica, así como cierta (Langebaek y Dever 2000), el tamaño del
portabilidad, pero no resulta adecuada para estudio regional es pequeño. No obstante, las
elaborar vasijas que sirvan para la cocción conclusiones ponen en duda el papel que se
de alimentos ni para el almacenamiento (Pratt asigna al Caribe como centro desde el cual
1999; Langebaek y Dever 2000). Por otra la agricultura se dispersó a otras regiones del
parte, se ha sugerido que las vasijas encon- interior del país. Si se puede hablar de socie-
tradas en los sitios del Formativo temprano, dades agricultoras esto ocurrió entre 1500 y
mayormente tecomates, permitieron cierto 800 AC, cientos de años después de la intro-
grado de movilidad a sociedades recolectoras ducción de la cerámica. En algunas partes
que probablemente no dependieron de la agri- de Centroamérica, Venezuela y el interior de
cultura (Langebaek y Dever 2000). Colombia las primeras aldeas agrícolas se
desarrollaron en una época similar a las re-
Algunos autores proponen que la adop-
portadas en el Bajo Magdalena, casi siem-
ción de la agricultura coincide con cambios
pre enfatizando la ocupación de los mejores
en la cerámica que se pueden resumir así: en
suelos de sus territorios.
primer lugar, una reducción en la utilización
de tecomates (o su desaparición); en segun- Con las nuevas propuestas sobre el For-
do lugar, un aumento en la popularidad de mativo temprano no se ha avanzado mucho

Carl Henrik Langebaek 99


más allá de entender un poco más de qué nado el esquema de Reichel-Dolmatoff y la
clase de sociedades se está hablando. Los validez de esta clase de preguntas. Es evi-
resultados no son concluyentes a la hora de dente que mucho antes del desarrollo de
documentar el contexto en el cual se desa- cacicazgos los Andes estaban poblados, in-
rrolló la agricultura en la región. Por descar- cluso, por gente que cultivaba maíz. Además,
te se pueden eliminar algunas posibilidades. cada vez más arqueólogos han empezado a
Las hipótesis basadas en los cambios preocuparse por estudiar el rango posible de
climáticos del Holoceno o el aumento en la sociedades humanas, sin preocuparse si son
densidad de población parecen tener pocas más “complejas” que otras. En este sentido
probabilidades de éxito. Los cambios en la el estudio de las sociedades en las cuales se
cerámica que insinúan la presencia de socie- dieron los primeros pasos hacia el desarrollo
dades sedentarias y agricultoras son muy tar- de jerarquías sociales y elites es cada vez más
díos como para poder ser interpretados como importante. Por la misma razón las investi-
una respuesta a cambios ocurridos hace más gaciones llevadas a cabo en Colombia debe-
de 10.000 años. Por otra parte, la densidad rían ser más importantes en el contexto ame-
de población de la primera parte del Forma- ricano.
tivo es demasiado baja como para asumir que
Hablar de cacicazgos ha obligado a que
existía una presión sobre recursos. Quizás
los arqueólogos piensen cómo se organiza-
dejar de mirar al Caribe como centro de ori-
ban las sociedades que estudiaban. En este
gen y difusión de la agricultura estimulará a
sentido se ha tenido que reconocer hace poco
que los estudios que se están haciendo en otras
que, en el fondo, las únicas evidencias de
partes del país contribuyan a un mejor cono-
cacicazgos eran las crónicas de los españo-
cimiento de las condiciones en las cuales se
les del siglo XVI. Lo que se sabía de taironas
desarrolló la agricultura. Es probable que este
(Reichel-Dolmatoff 1951) y muiscas
proceso obedezca a factores específicos que
(Broadbent 1964; Londoño 1985; Langebaek
variaron de una región a otra. Para saberlo
1987) se debía, principalmente, a los docu-
la información disponible no es suficiente.
mentos. Muchas veces ese conocimiento se
En resumen, no hay propuestas más intere-
utilizó para interpretar aspectos del pasado
santes para entender el proceso que llevó a la
prehispánico, sobre todo en la Sierra Neva-
agricultura; sabemos, sin embargo, que las
da de Santa Marta y los Andes orientales,
certezas de hace algunos años se encuentran,
donde, para colmo, también se acudía a la
casi con seguridad, descartadas.
información etnológica de los indígenas ac-
tuales —especialmente koguis y uwas, a quie-
El fin de otro viejo modelo: los nes algunos antropólogos habían contribui-
cacicazgos do a congelar en el pasado (Reichel-
Dolmatoff 1951; Osborn 1985). Desde lue-
Un segundo ejemplo es el desarrollo de
go el ejercicio resultó dudoso y los
cacicazgos. Para Reichel-Dolmatoff este pro-
arqueólogos se vieron obligados a
ceso obedeció a la colonización de las ver-
cuestionarse de qué estaban hablando cuan-
tientes por agricultores de maíz que produ-
do se referían a cacicazgos y qué nuevo esta-
cían excedentes suficientes para mantener una
ban agregando a lo que ya se sabía sin nece-
elite. Un aspecto que parecía intrigante con-
sidad de excavar. Esto obligó a concentrarse
sistía en preguntarse por qué no se alcanzó
en el registro arqueológico.
en Colombia el desarrollo de las sociedades
prehispánicas de Perú o de México. Las in- La propuesta de Reichel-Dolmatoff, an-
vestigaciones recientes también han cuestio- tes de que sucumbiera por completo a la ten-

100 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


dencia de interpretar el pasado a partir del sociedades con jerarquización social en el Pe-
presente de las sociedades indígenas, había ríodo Clásico, entre el 0 y el 900 DC, aproxi-
favorecido el estudio del registro arqueoló- madamente. Esto quizás no es una gran sor-
gico, pero sobretodo para cuestionarse los presa para quienes trabajaban en la región,
cómos y los cuándos de los cacicazgos pero sí lo es la interpretación sobre las carac-
(Langebaek 2003); con ello la reconstruc- terísticas generales de esa jerarquización. Aso-
ción de secuencias cronológicas avanzó ciadas a montículos, rampas e impresionan-
significativamente. Pero cuando el estudio de tes conjuntos de estatuaria se encontraron gran-
los por qués se hizo importante las propues- des concentraciones de población. Pese a la
tas tradicionales no fueron favorecidas. Mu- monumentalidad de la estatuaria el carácter
chas de las propuestas planteadas para ex- de las tumbas y de sus modestos ajuares indi-
plicar el origen de sociedades complejas se có que el prestigio social no se basó en el con-
basaron en el crecimiento de población y los trol de recursos y la acumulación de riquezas
cambios climáticos. Otras consideraciones se (Drennan 1995). El estudio de las viviendas
relacionaron con la guerra o con el intercam- del Período Clásico no mostró diferencias sig-
bio. Algunos autores extranjeros han consi- nificativas en el acceso a recursos (Drennan
derado a los antiguos habitantes de Colom- 2000). El análisis de la producción de cerámi-
bia como protagonistas en la elaboración de ca no mostró que sirviera de base para el con-
sus propuestas. Carneiro (1970) postuló que trol político y acumulación de riqueza (Taft
el crecimiento de población y la guerra ex- 1991). La comparación entre patrones de asen-
plicaban el desarrollo de cacicazgos basado tamiento y recursos agrícolas indicó, por otra
en datos del Valle del Cauca. Mary Helms parte, que el control de recursos agrícolas por
(1979) propuso que el control de conocimien- parte de las elites no jugó ningún papel impor-
to esotérico por parte de los caciques había tante en su transformación, como tampoco
sido central para los cacicazgos, tomando parece haber sido el caso de la dinámica de
ejemplos de Panamá y Colombia. Sin em- crecimiento de población (Drennan y Quattrin
bargo, la información en la cual se basaron 1995). En resumen, las sociedades del Perío-
esas propuestas era etnohistórica y, por lo do Clásico se caracterizaron por roles de
tanto, cuestionable que se pudiera proyectar liderazgo mínimamente diferenciados y su base
al pasado prehispánico. En Colombia el es- principal pareció residir en el ámbito del siste-
tudio arqueológico de esos planteamientos es ma de creencias más que en la habilidad de
relativamente reciente; sin embargo, lo poco ejercer la fuerza o controlar recursos básicos.
hecho ha descartado, por lo menos, la vali- Los líderes, a pesar la naturaleza
dez universal de algunas de las propuestas individualizada de sus posiciones, tenían poca
más importantes. En el Alto Magdalena, el riqueza personal (Drennan 1995). Los resul-
territorio muisca, Tierradentro, Nariño, el tados de la investigación en el Alto Magdale-
Valle de Aburrá, el Eje Cafetero (e.g. na han contribuido a conocer aspectos de los
Jaramillo et al 2001) y el litoral del norte de cacicazgos colombianos que antes no se ha-
la Sierra Nevada de Santa Marta los traba- bían imaginado porque se consideraban re-
jos regionales han llegado a una conclusión: sueltos o difíciles de estudiar en el registro
ninguna variable de las que tanto se habló arqueológico. Sin embargo, no se puede asu-
parece haber sido ni estrictamente necesaria mir que lo propuesto para el Alto Magdalena
ni suficiente. sea válido para entender procesos ocurridos
en otras partes de Colombia, en épocas dife-
Algunos resultados interesantes empiezan rentes y en medio de condiciones ambientales,
a debatirse. En el Alto Magdalena, por ejem- culturales y sociales distintas.
plo, las investigaciones indican que existían

Carl Henrik Langebaek 101


En cada región de Colombia la arqueolo- monumentales son limitadas y, cuando apa-
gía ha encontrado procesos que empiezan a recen, son distintas. A diferencia del Período
marcar contrastes con los del Alto Magdale- Clásico del Alto Magdalena las primeras for-
na. Un ejemplo es el de los Andes orientales mas de jerarquización no se relacionan con
(Boada 1999; Kruschek 2001; Langebaek monumentos asociados a personajes impor-
2001). La primera ocupación Herrera, que tantes si no con sitios de uso colectivo, don-
inicia hacia 400 AC, se caracterizó por la de las peculiaridades individuales fueron
presencia de pequeños grupos que vivieron mínimamente diferenciadas. Esas primeras
en sitios dispersos, casi siempre ubicados en formas de jerarquización social en los Andes
lugares fértiles. Durante el Período Muisca orientales no implicaron el surgimiento de
Temprano, después de 1000 DC, la pobla- jerarquías a nivel regional, proceso que se
ción aumentó y la mayor parte de la pobla- registró sólo más tarde, durante el Período
ción se desplazó a lugares menos aptos para Muisca Tardío, después de 1200 DC.
la agricultura. Simultáneamente algunas for-
Dos estudios recientes a nivel de aldeas
mas de cerámica, como jarras y cuencos, se
han ayudado a comprender mejor la secuen-
hicieron más populares (Langebaek 1995).
cia arqueológica en los Andes orientales.
Además, se hicieron entierros con caracoles
Gracias al estudio de El Venado, una aldea
procedentes de la costa Caribe, ubicada a más
ocupada desde el Período Herrera hasta la
de 1000 kilómetros de distancia. Otra carac-
llegada de los españoles en el valle de
terística del Período Muisca Temprano es la
Samacá, se ha encontrado que ya desde fina-
construcción de las pocas obras que hoy se
les del Período Herrera algunos sectores del
podrían considerar monumentales en los
sitio tenían una mayor proporción de cerá-
Andes orientales, como El Infiernito (Cardale
mica decorada, así como artefactos asocia-
1987). Evidentemente el Período Muisca
dos a la producción textil (Boada 1999). Las
Tardío fue escenario de dramáticos cambios
investigaciones de Kruschek (2001) en Funza
en la organización de los grupos que ocupa-
han mostrado que en la Sabana de Bogotá
ban la región; pero ¿cómo se pueden expli-
también hubo acceso diferencial a cerámica
car esos cambios?
decorada desde el Período Herrera. Para la
El desarrollo de cacicazgos en los Andes última parte de la secuencia, el Período
Orientales tuvo algunas cosas en común con Muisca Tardío, Kruschek encontró que las
el Alto Magdalena, así como otras diferen- unidades domésticas de la elite controlaban
tes. Las dos áreas comparten la baja densi- las tierras más fértiles. La evidencia del Pe-
dad de población y la lógica del poblamiento, ríodo Herrera sugiere la presencia de sitios
que no parece haber estado orientada a la internamente diferenciados, sin que esto sig-
explotación de los suelos más fértiles. Las nificara la formación de “cacicazgos” con
diferencias son más sustantivas. El desarro- un dominio regional basado en la
llo es tardío; apenas hacia 1000 DC, cientos jerarquización de sitios. Un contraste con el
de años después que en el Alto Magdalena, Alto Magdalena, aunque la información es
se encuentran las primeras evidencias que la aun escasa, consiste en la evidencia de algún
mayor parte de los investigadores llamaría tipo de control económico por parte de las
de cacicazgos. El entorno en el cual surgen, elites. Los resultados del estudio de El Vena-
en el valle de Fúquene, parece haber sido de do insinúan continuidad en el desarrollo de
intensa competencia social, fiestas comuna- los cacicazgos en los Andes orientales. El
les y guerra (Langebaek 1995). Los sitios de estudio permite hacer un seguimiento de uni-
ocupación son aptos para la defensa, pero dades domésticas desde el Período Herrera
no para la agricultura. Las manifestaciones hasta el último período prehispánico, insi-

102 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


nuando pocos cambios abruptos como los cualquier otra región estudiada
que se podrían esperar en circunstancias en sistemáticamente en Colombia (Langebaek
las cuales el liderazgo no era et al. 1998). Durante el siglo XIII DC, justo
institucionalizado si no basado en el carisma al inicio de un período seco, esas aldeas des-
personal. aparecieron por completo para dar paso a
pequeños asentamientos y la densidad de
El Alto Magdalena y los Andes orienta-
población se redujo significativamente. Al
les son dos ejemplos que ayudan a compren-
tiempo que ese proceso ocurría en el Ran-
der las investigaciones que pueden hacer los
chería en el litoral de la Sierra Nevada, pro-
arqueólogos para estudiar secuencias de cam-
bablemente afectado por el mismo período
bio social. Los resultados de investigaciones
seco, la población no solo no se redujo sino
similares en áreas disímiles permiten com-
que aumentó considerablemente, colonizan-
parar secuencias en diferentes escalas, desde
do la Sierra Nevada y formando aldeas gran-
las unidades domésticas hasta procesos re-
des en las montañas y en la costa (Langebaek
gionales más amplios. Los resultados hacen
et al. 1998).
sospechar que la diferenciación económica
pudo haber sido mínima en los primeros En el valle de Aburrá el poblamiento ini-
cacicazgos del Alto Magdalena y mayor en cial fue similar al del período Herrera, pero
los Andes orientales, aunque la competencia el desenlace fue distinto (Langebaek et al.
y las fuentes de poder en ambas regiones fue- 2002). El primer período de ocupación por
ran más de carácter social e ideológico que parte de alfareros correspondió a pequeñas
puramente económico. Factores como la di- aldeas, más o menos del mismo tamaño, ubi-
námica de población, el acceso a tierras fér- cadas sobre los suelos más fértiles. Luego,
tiles y los cambios climáticos no fueron de- un poco antes de que en los Andes orientales
terminantes en la dirección de las transfor- se diera inicio al período Muisca temprano,
maciones sociales en ninguna de las dos re- se desarrollaron aldeas sobre suelos poco
giones puesto que la producción parece ha- atractivos para la agricultura. En este caso
ber sido más fragmentada de lo que inicial- parece haber existido un claro interés por
mente se pensaba, incluso en los Andes orien- explotar yacimientos de oro y sal. Durante
tales, donde los documentos españoles ha- esta época, correspondiente al auge de la lla-
blan de la existencia de cacicazgos con un mada orfebrería Quimbaya clásico, se pue-
amplio dominio territorial. de reconstruir el desarrollo de jerarquías de
asentamientos, así como un continuo proce-
Quizás el proceso de aprendizaje más
so de aumento de población. Si los
notable se pueda lograr a medida que se es-
estimativos arqueológicos son correctos la
tudien secuencias alejadas de las tradicional-
densidad de población en el valle de Aburrá
mente consideradas como importantes para
fue considerablemente mayor a la de los An-
el estudio de cacicazgos. Hacia 500 AC,
des orientales durante el último período
mucho antes del Período Clásico en el Alto
prehispánico. Sin embargo, no parece haberse
Magdalena y en una época en la cual la ma-
desarrollado una complejidad social y políti-
yor parte de las poblaciones de los Andes
ca similar a la que encontraron los europeos
orientales eran pequeñas concentraciones
a su llegada al antiguo territorio muisca.
Herrera de no más de 50 habitantes, en la
cuenca del río Ranchería existían sitios no-
tablemente grandes, probablemente habita- Las agendas
dos por cientos de personas, y una densidad Los recientes cambios en la arqueología co-
de población a nivel regional sin paralelo en lombiana no sólo han venido en forma de

Carl Henrik Langebaek 103


conocimiento acumulado de secuencias so- das en verificar planteamientos en el registro
bre las cuales se sabe más que antes. El paso arqueológico significa la imposición de un
gigantesco ha sido una mayor claridad sobre paradigma hipotético-deductivo, etc. Estas
las muchas cosas que no se pueden explicar críticas, centradas casi siempre en las propues-
y que hace unos pocos años ni siquiera se tas de Binford, no son nada nuevo en la agen-
hubieran podido plantear en forma de pre- da de la arqueología y en el caso colombiano
guntas. El hecho de que el Formativo colom- no han agregado nada significativo a la hora
biano y el desarrollo de los cacicazgos no de interpretar el registro arqueológico. Acu-
sean ahora lo que parecían ser hasta hace den simplemente a criticar un paradigma (que
unos pocos años no equivale al caos ni es muchas veces no es el que se evidencia en el
sinónimo de la incapacidad de la arqueolo- trabajo criticado) como si los problemas con-
gía para alcanzar interpretaciones razonables cretos no importaran. Este tipo de críticas no
sobre el pasado; es una invitación a estudiar aporta mucho al estudio del pasado, ni siquie-
esos procesos con menos certezas y, por lo ra del papel de la arqueología en el presente.
tanto, con mayor probabilidad de decir co- Lo más grave es que no se basan en un análi-
sas nuevas. Esos cambios, además, no se sis juicioso de la trayectoria de la arqueología
pueden reducir a un proceso acumulativo de procesual en el país.
investigación empírica. Ese ha sido parte del
En Colombia el arraigo de la arqueolo-
proceso más reciente, pero de ninguna ma-
gía procesual fue limitado y la influencia de
nera el único. Últimamente se ha impuesto
Binford mínima. En la década de 1970 se
en el país una gran variedad de transforma-
realizaron varias tesis de doctorado norte-
ciones académicas y una renovada actitud
americanas en Colombia (Bruhns, Wynn,
crítica ante la arqueología. Los nuevos avan-
Sutherland, Murdy), pero ninguna de ellas
ces en el conocimiento sobre las sociedades
se hizo con una agenda procesual. Por esa
del pasado no han implicado que todos tra-
misma época la resolución 626 bis de 1973
bajen en una agenda común. Al presentar los
limitó la llegada de nuevos investigadores,
recientes desarrollos en el estudio del pasado
especialmente norteamericanos. En contras-
me refiero a lo que, en el fondo, no es más
te con otros países latinoamericanos, nota-
que una agenda considerada común por un
blemente Argentina, en Colombia casi nadie
pequeño grupo de investigadores; el contex-
ha trabajado con los presupuestos hipotéti-
to en el cual se lleva a cabo su trabajo coin-
co-deductivo y cientifista de Binford. El tra-
cide, también, con el desarrollo de otras agen-
bajo de Gnecco (2000, 2004) en La Elvira
das que no pueden pasar desapercibidas.
utilizó su modelo de movilidad, pero para
Los problemas que pueden derivarse de descartarlo por su componente determinista
esta situación son dos. Primero, que ese pe- ecológico. Un proyecto de investigación, el
queño grupo de arqueólogos —al que perte- Programa Arqueológico Sierra Nevada de
nezco— no sea lo suficientemente reflexivo Santa Marta (Soto 1988), introdujo la lectu-
con respecto a sus interpretaciones. Los ejem- ra de Lewis Binford y David Clarke, pero
plos de proyectos relacionados con el desa- sus interpretaciones se enmarcan dentro de
rrollo de la agricultura y de las sociedades la arqueología normativa. Tan sólo Oyuela
complejas se han presentado —y criticado— (1987) ha defendido explícitamente la pro-
con frecuencia como parte de una agenda puesta de Binford, sin mayor eco entre sus
procesual. La crítica que se ha hecho coincide colegas. El rechazo a la arqueología
en señalamientos simplistas: que el uso de la procesual en Colombia se puede interpretar
estadística es positivista, que la aplicación de con diversas razones; la más importante sea
las mismas o similares metodologías interesa- una resistencia histórica a cualquier forma

104 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


de evolucionismo en el país, ya sea de corte se puede inferir que ese control no garantiza-
positivista o marxista (Langebaek 2003). ba privilegios si no que implicaba compro-
misos, como en efecto se argumenta para las
Los trabajos que he citado con referencia
formas de jerarquización más “primitivas”
al desarrollo de la agricultura y de las socie-
(e.g., Clastres 1985). En el caso del estudio
dades complejas no se han basado en la idea
regional en Fúquene ¿qué significa que la
de una ciencia al estilo propuesto por Binford.
ubicación de los sitios Muisca temprano co-
La mayor parte se inspira en los trabajos de
rresponda a sitios fáciles de defender? Tam-
Drennan, a su vez derivados de los de
bién puede haber múltiples alternativas. La
Flannery. Incluso, algunos autores han criti-
solución a esa clase de problemas no consis-
cado a Binford (Langebaek 1996; Gnecco
te en señalarlos como resultado de un para-
1999). Eso no quiere decir que no existan
digma específico sin más. Este tipo de pre-
limitaciones conceptuales en esas interpreta-
guntas obliga a enfatizar aún más el estudio
ciones. La más importante es la asimilación
del registro arqueológico. Hacer preguntas
de la lógica racional moderna, capitalista, a
más refinadas y diseñar estrategias de cam-
la organización social prehispánica. En el
po que ayuden a solucionar esos problemas
caso del Formativo temprano se afirma que
son propuestas viables en lugar de caer en la
la forma y tecnología de la cerámica más tem-
especulación metafísica.
prana resulta incongruente con la idea de
agricultores; no obstante, se afirma que la Aquí viene el segundo problema. Las que
alfarería no tenía funciones puramente prác- se han planteado como alternativas deberían,
ticas y las inferencias se basan en la produc- como mínimo, dar cuenta del registro arqueo-
ción de cerámica siguiendo criterios estricta- lógico o generar narrativas contestatarias del
mente funcionales. Boada (1999) encontró orden colonial sobre el cual se fundamenta
en El Venado que ciertas unidades domésti- la práctica. Solo así tendría sentido la cre-
cas tenían acceso a los mejores cortes de car- ciente diversidad en las formas de practicar
ne, asumió que los habitantes de cierto sec- la disciplina. La pregunta no es qué tan al-
tor del asentamiento consumían mejor carne ternativas pueden ser esas nuevas arqueolo-
que otros y supuso una sociedad jerarquizada gías; después de casi 20 años se les puede
en la cual el acceso a recursos básicos era preguntar que tanto lo han sido. Para res-
restringido, a semejanza de la nuestra. ¿Es ponder esta pregunta primero es necesario
esto necesariamente cierto? Existen varias identificar esa diversidad. Una de las corrien-
posibilidades alternativas: por ejemplo, los tes que empezó a desarrollarse a partir de la
mejores cazadores comían las mejores par- década de 1980 puede asociarse con intentos
tes porque, al fin y al cabo, habían trabajado aislados por asimilar la reacción británica
para ello, pero generosamente repartían el contra la arqueología procesual norteameri-
resto en la comunidad; o quienes tenían ma- cana. Esto ha incluido, por lo menos, tres
yor prestigio tenían la prerrogativa de invi- tendencias. En primer lugar, el desarrollo de
tar a comer a otros miembros de la comuni- algo cercano a una “aproximación
dad en su vivienda, sin que ello significara contextual”, usualmente estructuralista, que
que el consumo de las mejores presas se li- invita a estudiar aspectos interrelacionados
mitaba a ciertas personas. Las unidades do- del registro arqueológico con el fin de enten-
mésticas de las elites de Funza se asocian a der el significado de cada uno de esos aspec-
las tierras más fértiles, por lo que Kruschek tos y su importancia en cada cultura (Giraldo
(2001) asumió que las controlaban a título 2000; Therrien 2004). En segundo lugar, el
de propiedad y que recibían un claro benefi- desarrollo de críticas a los estudios que mar-
cio económico de ello; sin embargo, también can una profunda diferencia entre aspectos

Carl Henrik Langebaek 105


culturales específicos y las generalizaciones número de publicaciones sobre el tema. Por
válidas para distintos contextos culturales. lo demás su conclusión es discutible: que la
Parte de esa corriente ataca los estudios com- arqueología procesual no fue adoptada en
parativos y critica los estudios de cambio Colombia debido a su neutralidad científica
social. tildándolos de “evolucionistas”. En que no servía a los intereses del Estado na-
tercer lugar, la tendencia a estudiar aspectos cionalista. Como señala Piazzini (2003: 308)
“nuevos” como alternativa a los enfoques la evidencia sugiere exactamente lo contra-
materialistas, tales como cosmologías en con- rio. En realidad, después de las agitadas dé-
textos sociales específicos, estilos artísticos cadas de 1920 y 1930, en pleno apogeo de
y creencias (Velandia 1994; Lleras 1999). reivindicaciones étnicas y hasta raciales, el
Estado favoreció la institucionalización de
Sin embargo, son pocos los trabajos que
la arqueología con una agenda explícitamente
han contribuido a brindar reales interpreta-
“neutra” (Langebaek 2003). Boucher de
ciones contextuales porque niegan la impor-
Uribe (1985), Gnecco (1995), Enciso y
tancia de lo hecho en lugar de considerarlo
Therrien (1996) y Herrera (2001) han hecho
insuficiente. Decir que se va a estudiar cosas
otros intentos de comprender la práctica de
que nadie ha trabajado no es suficiente para
la disciplina desde una perspectiva histórica.
demostrar que se está investigando algo in-
Algunos de los trabajos realizados se han
teresante o relevante o que quienes estudia-
dedicado a analizar las formas de hacer ar-
ron otras cosas estaban tratando asuntos irre-
queología con el fin de identificar el contexto
levantes. Uno de los problemas con el llama-
social y político en el cual se desarrollan las
do a estudiar la ideología o cualquier aspec-
teorías que explican el pasado (Gnecco 1999;
to aparentemente dejado de lado por los es-
Flórez 2001; Langebaek 2003). Más concre-
tudios anteriores es que se ha caído en falsas
tamente se refieren a la forma como el pasa-
dicotomías y, sobre todo, en la falacia de que
do genera discursos de poder. La pretensión
los temas “nuevos” por el solo hecho de serlo
es válida, incluso urgente, pero lo será aun
son “mejores”. Estas falsas dicotomías nun-
más cuando el estudio del pasado y el análi-
ca han sido explícitamente formuladas pero
sis de la sociedad contemporánea se pueda
son evidentes: la arqueología de sitio se “opo-
enriquecer de esas reflexiones. A estas altu-
ne” a la arqueología regional, el estudio de la
ras es insuficiente encontrar que la arqueo-
ideología al de la economía, etc. Recordan-
logía se entronca en un discurso colonial o
do lo que alegaba Flannery (1972): leyendo
que hay discursos disidentes o que la prácti-
a unos el lector imagina que la gente solo
ca favorece discursos hegemónicos. En este
trabaja, come y se reproduce; leyendo a los
sentido se debe anotar que una limitación de
otros pensaría que la gente solo piensa y ela-
estos estudios es la enorme desproporción
bora ideologías.
entre la teoría foránea de la que se nutre, en
Otra tendencia se refiere el estudio de la relación con el análisis juicioso de las fuen-
historia de la arqueología y la construcción tes. Estas últimas se han relegado a unas
social de conocimiento. Jaramillo y Oyuela pocas referencias, mientras las primeras ge-
(1994) escribieron un ensayo cuantitativo de neralmente se constituyen en el “cuerpo” de
la historia de la producción arqueológica. El la crítica. No obstante, los procesos median-
estudio analizó el volumen de la producción te los cuales las elites colombianas han ma-
sobre el tema prehispánico, pero no interpre- nipulado el pasado son lo suficientemente
tó cualitativamente la información, con lo plásticas, peculiares y complejas como para
cayó en un serio problema conceptual: el seguir eludiendo el estudio riguroso de la
impacto del tema prehispánico se redujo al enorme cantidad de información disponible

106 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


(Gnecco 1999; Alvarado, Maldonado y Serna vantes mediante investigaciones rigurosas que
2003; Aparicio 2003; Echeverri 2003; se refieran a casos concretos. Otro reto, por
Piazzini 2003). cierto, consiste en que esa multiplicidad de
prácticas favorezca el debate y la articula-
En los últimos años se ha hecho un lla-
ción, en lugar de la mutua ignorancia o des-
mado que tiene que ver con el papel de la
precio. Por ahora mucho de lo que se ha pro-
disciplina en las comunidades que viven en
puesto no pasa de ser promesa de lo que se
las zonas donde se hace arqueología o se re-
puede hacer a futuro. No han contribuido,
lacionan, o se quieren relacionar, histórica-
excepto casos muy puntuales, a profundizar
mente con quienes vivían en los sitios estu-
en el conocimiento del pasado. Con franque-
diados (Vasco 1997). Esto incluye, natural-
za, las diversas formas de hacer arqueología
mente, a los indígenas, pero también a co-
no parecen enfrentarse aun en un sano deba-
munidades campesinas e, incluso, grupos
te académico, no solamente en torno a las
urbanos. Desde luego, los indígenas se ade-
concepciones teóricas fundamentales si no en
lantaron a los arqueólogos hace años, cuan-
la interpretación del pasado.
do reclamaron desde la década de 1970 el
control de Ciudad Perdida en la Sierra Ne- La diversidad de arqueologías que co-
vada de Santa Marta y se quejaron de que mienza a abrirse paso representa un justo y
tras años de investigación en San Agustín los válido reconocimiento de que el estudio del
arqueólogos no hubieran podido decir nada pasado es más complejo de lo que la mayor
serio (Langebaek 2004). Estos trabajos han parte de los arqueólogos admitía en el país
planteado, explícitamente, la necesidad de hasta hace poco. En ese sentido esa diversi-
hacer una arqueología “postcolonial”, esto dad, seguramente, está para quedarse. Pero,
es, que cuestione seriamente el asunto de los por esa misma razón, su reto consiste en ofre-
usuarios de la arqueología y de la utilidad cer alternativas constructivas o, incluso, crí-
que los proyectos pueden tener para las co- ticas válidas a lo que se ha hecho. En esto
munidades en cuyos territorios se practica último se ha tenido relativo éxito. En lo pri-
(Gnecco 1999). Existen trabajos que explo- mero se ha fracasado. El problema puede ser
ran la validez de establecer diálogos entre más grande de lo que parece, incluso cuando
conocimientos, admitiendo que la arqueolo- se hace referencia a nuevas prácticas que se
gía es una forma diversa de ver el pasado y desligan de comprender el pasado y concen-
que existen muchas otras maneras de verlo. tran sus esfuerzos en la crítica social con-
Algunos trabajos recientes presentan las po- temporánea. Una de las objeciones a la ar-
siciones contrastantes de los “teóricos” de la queología es su falta de conciencia crítica
arqueología colombiana, esfuerzo particular- sobre su papel como generador de narrati-
mente loable en la Revista de Estudiantes de vas. La validez de las nuevas arqueologías
Arqueología de la Universidad Nacional de en su ataque a las corrientes más convencio-
Colombia. Sin embargo, el llamado no ha nales (normativa, procesual) es innegable. No
pasado, en general, de ser planteado desde la obstante, el discurso sobre el cual se ha mon-
orilla de los practicantes expertos. El llama- tado el llamado crítico ofrece poco más que
do al diálogo rara vez se ha concretado. lo que la arqueología de los países centrales
ya ha ofrecido. Incluso, en el caso colombia-
El reto no es sólo plantear posibles for-
no no va más allá, excepto en su aparatosa
mas de estudiar el pasado, abriéndolas como
terminología, de lo que los académicos de
espacios promisorios pero, al fin y al cabo,
izquierda de los 1960 y 1970 ya le habían
imaginados, para ser llenados en el futuro; el
criticado a la arqueología normativa (García
verdadero desafío consiste en hacerlas rele-
1948, 1985; Torres 1975) En particular, la

Carl Henrik Langebaek 107


crítica a la modernidad, centro del debate, arqueólogos implica excavar y trabajar en cam-
proviene de universidades del llamado Pri- po? Aquí viene una paradoja: los trabajos teó-
mer Mundo (e.g., Thomas 2004) y aquí se ricos acusan con frecuencia, y a veces con ra-
hace de caja de resonancia sin mayor valor zón, a los trabajos empíricos de separar teoría
agregado. Tan solo se contextualiza el deba- e investigación, es decir de ser positivistas pero,
te con asuntos locales, que es exactamente la al mismo tiempo, los trabajos teóricos pueden
crítica que se le hace, y con razón, a lo que la ser acusados, la mayor parte de las veces, de
arqueología normativa y la procesual termi- olvidar la investigación concreta. Aunque eso
naron por hacer. Para que la arqueología pro- no sea positivismo es idealismo.
pia sea capaz de generar narrativas nativas
Pero eso no es lo peor. Lo más grave es que
debe hacerlo de forma explícita y diferencia-
con toda seguridad muchos arqueólogos segui-
da. Ese no ha sido el caso. La crítica a la
rán haciendo arqueología como de costumbre,
arqueología moderna ha sido un punto de lle-
solo que cambiando alguna terminología o ci-
gada, no uno de partida, y eso dificulta las
tando ciertos autores de vanguardia. Desde lue-
cosas enormemente.
go, de todos los riesgos el mayor consiste en que
Es injustificado ignorar la producción de la arqueología siga siendo practicada en el fondo
las metrópolis. Los discursos metropolitanos como si nada hubiera pasado. En esto hay que
no pueden ser superados ignorándolos. Ade- ser completamente francos: mucha de la arqueo-
más, hay que ser selectivo con ellos porque no logía que aún se hace en el país es de carácter
todos representan lo mismo. Igualmente grave normativo, anterior a la arqueología procesual.
es reproducir ese colonialismo a veces auto- Lamentablemente las discusiones a fondo de
impuesto, incluso cuando se trata de propues- carácter teórico (Gnecco 2003; Mora 2003;
tas aparentemente contestatarias. Resulta iró- Politis 2004) para muchos se han reducido a
nico que algunos de los tantos textos cuestiones formales. Para algunos hacer arqueo-
“postcoloniales” tengan como punto de refe- logía contemporánea consiste en hacer uso de
rencia la academia foránea o que genuinos es- tecnologías modernas, con lo cual realmente no
fuerzos nacionales por conocer el pasado se se hace ninguna contribución a la forma como
caricaturicen como evidencias de un programa los arqueólogos pueden enriquecer el pensamiento
hegemónico real o imaginario. Además, resul- teórico sobre el pasado. Hacer un uso sistemáti-
ta cuestionable que el estudio del registro ar- co de técnicas modernas de datación, sofisticados
queológico —y, en realidad, del pasado mis- análisis de restos óseos o de vestigios de fauna y
mo— parece irrelevante, un tema de interés del flora pasa, para muchos, por hacer arqueología
positivismo y un lastre de la ciencia colonial, “científica” y “moderna”. Cuantificar (sin saber
en relación con los estudios del presente. Aún para qué) da la impresión de ser “científico” o, al
asumiendo la validez de las agendas contrario, criticar cualquier intento de cuantifi-
postprocesuales quedan muchas cosas por res- car (de nuevo sin saber por qué) hace pasar a
ponder: aparte de los juicios de valor, ¿dónde más de uno como más “social” y “crítico” y has-
están los diagnósticos concretos y las propues- ta “posmoderno”. El hecho es que un gran nú-
tas alternativas? Más aun, ¿qué de lo que están mero de arqueólogos trabaja aún con los presu-
diciendo los arqueólogos de esa corriente es puestos teóricos inductivos y positivistas que
realmente nuevo? ¿qué han dicho que otros no fueron criticados hace ya 50 años o más. En un
hayan dicho mejor, en otros países, hace años? artículo reciente Mora (2003) considera positi-
Si la respuesta es poco o nada es mejor recono- vo el súbito cambio de paradigma entre los
cer que la disciplina se debe a otras metas dis- arqueólogos colombianos que en la década de
tintas a estudiar el pasado. Finalmente: ¿qué de 1970 fueron normativos, en la de 1980
la crítica social que pueden hacer los procesuales y en la de 1990 postprocesuales. Sin

108 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


cuestionar de ninguna manera sus ejemplos en tir del estudio de sitios arqueológicos. A la
general se trata, más bien, de un síntoma negati- arqueología colombiana le puede pasar algo
vo. Para saber lo que muchos arqueólogos de parecido a lo que le sucedió a los arqueólogos
hoy serán en la próxima década bastará con leer británicos a medida que perdían su imperio y,
las publicaciones más recientes de la academia por lo tanto, la capacidad de hacer trabajo de
norteamericana y europea. Su destino será campo en sus colonias, sólo que con la trágica
“criollizar” esas propuestas, sin mayor esfuerzo circunstancia de ser el pasado de nuestro pro-
por cambiar la forma como enfrentamos los te- pio país el que se podría sacrificar. El futuro
mas concretos que caracterizan a la arqueología de las diversas formas de hacer arqueología
y que ella podría ayudar a comprender mejor en Colombia es impredecible. Mucho depen-
que cualquier otra disciplina. derá no sólo de la calidad del debate académi-
co o de la capacidad de cada arqueólogo de
Si la terminología de los arqueólogos
traducir sus inquietudes teóricas al mundo de
procesuales presumía, muchos de los auto-
la arqueología de campo si no, también, de
res más contemporáneos francamente pare-
aspectos políticos e institucionales.
cen escribir con el firme propósito de con-
fundir. Muchos arqueólogos elaboran bellos No todo se juega en el campo de la teoría o
y hasta coherentes argumentos que únicamen- de las modas académicas. Los cambios
te tienen el defecto de no tener la más remota institucionales tendrán un papel importante en
conexión con el mundo de los sitios arqueo- lo que suceda de aquí en adelante. La forma
lógicos. Hacen un llamado por una arqueo- como se hace arqueología en Colombia en-
logía por fuera del grupo de expertos pero de frenta retos que no son estrictamente acadé-
tal forma que un núcleo cada vez más redu- micos. El reto institucional más grande tiene
cido de personas puede entenderlos. Además, que ver con la capacidad de formar capacidad
queda el problema del rigor, el cual de nin- crítica propia. Antes que hacer un llamado a
guna manera es residual en esta discusión. una ciencia postcolonial, a forzar a hacer creer
La proliferación de arqueologías puede ser que el futuro es la arqueología histórica o a
buena, siempre y cuando se mantengan las defender la arqueología procesual o la moder-
condiciones mínimas de rigor con respecto nidad reflexiva que puede ofrecer la arqueo-
al estudio de la cultura material. Algunas in- logía el reto consiste en formar estudiantes y
terpretaciones sobre el pasado son más ra- profesionales críticos que puedan contribuir
zonables que otras, aunque también es evi- de diversa maneras a la disciplina y a su país
dente que la arqueología seria y rigurosa se desde su propia experiencia. Sólo recientemen-
puede hacer desde muchas ópticas. La cre- te se ha entendido que los pregrados no son el
ciente heterogeneidad de metas, teorías y dis- escenario natural de ese cambio. Los
cursos podría enriquecer el futuro al hacer postgrados recién ahora comienzan a desarro-
posibles contrastes entre las diferentes pro- llarse, no sin obstáculos, pero sí con la visión
puestas teóricas y la información generada a necesaria para hacerlos prosperar. La forma-
través del trabajo de campo. Se trataría de ción limitada al pregrado no ha sido el caldo
una excelente oportunidad para generar de- de cultivo para la discusión teórica. Sólo los
bates teóricos en estas tierras referidos al postgrados podrán ofrecer ese espacio, ojalá
estudio de nuestro propio pasado. orientados a reflexiones teóricas pero sin olvi-
dar los problemas concretos que implica estu-
La actual situación del país favorece las
diar el pasado y la forma como hoy en día, y a
especulaciones de salón y va en detrimento de
través de la historia del país, éste se apropia.
propuestas que tengan la virtud de poder ser
sustentadas con información generada a par-

Carl Henrik Langebaek 109


Agradecimientos

Agradezco los comentarios de Francisco Gnecco (Universidad del Cauca) y Carlo


Zarur (Universidad de los Andes), Cristóbal Emilio Piazzini (Universidad de Antioquia).

Referencias

Alvarado, Jairo, Jorge Maldonado y Adrián Serna


2003 Formas públicas de la arqueología y discursos escolares: poder, memoria y pedago-
gía a través de las representaciones del pasado. En Arqueología al desnudo , edita-
do por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini, pp 223-266. Universidad del Cauca,
Popayán.

Aparicio, Juan Ricardo


2003 Los hechos científicos y la arqueología de Colombia. En Arqueología al desnudo ,
editado por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini, pp 267-299. Universidad del Cauca,
Popayán.

Boada, Ana María


1999 Organización social y económica en la aldea muisca de El Venado-Valle de Samacá,
Boyacá. Revista Colombiana de Antropología 35:118-145.

Boucher de Uribe, Priscilla


1985 Raíces de la arqueología en Colombia. Universidad de Antioquia, Medellín.

Broadbent, Sylvia
1964 Los chibchas: organización sociopolítica. Universidad Nacional, Bogotá.

Cardale, Marianne
1987 En busca de los primeros agricultores del Altiplano Cundiboyacense. Maguaré
5:9-126.

Carneiro, Robert
1970 A theory of the origin of the State. Science 169: 733-738.

Clastres, Pierre
1985 Investigaciones en antropología política. Gedisa, Barcelona.

Drennan, Robert
1995 Mortuary practices in the Alto Magdalena: the social context of the “San Agustín”
Culture. En Tombs for the living: Andean Mortuary Practices, editado por Tom
D. Dillehay, pp 79-110. Dumbarton Oaks, Washington.
2000 Las sociedades prehispánicas del Alto Magdalena. Instituto Colombiano de An-
tropología e Historia, Bogotá.

Drennan, Robert y Dale W. Quattrin.


1995 Patrones de asentamiento y organización sociopolítica en el Valle de la Plata. En
Perspectivas regionales en la arqueología del Suroccidente de Colombia y nor-
te del Ecuador, editado por Cristóbal Gnecco, pp 85-108. Universidad del Cauca,
Popayán.

110 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


Echeverri, Marcela
2003 Nacionalismo y arqueología: la construcción del pasado indígena en Colombia (1939-
1948). En Arqueología al desnudo, editado por Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini,
pp 133-153. Universidad del Cauca, Popayán.

Enciso, Braida y Monika Therrien


1996 Compilación bibliográfica e informativa de datos arqueológicos de la sabana de
Bogotá, siglos VIII al XVI. Instituto Colombiano de Antropología, Bogotá.

Flannery, Kent
1972 The cultural evolution of civilizations. Annual Review of Ecology and Systematics
3:399-426.

Flórez, Franz
2001 Cacicazgos del edificio Colombia prehispánica. Limitaciones metodológicas de un es-
quema al alcance de los niños. Arqueología del Área Intermedia 3:95-150.

García, Antonio
1948 Bases de la economía contemporánea. Ediciones RFIOC, Bogotá.
1985 La crisis de la Universidad. La Universidad en el proceso de la sociedad co-
lombiana. Plaza y Janes, Bogotá.

Giraldo, Santiago
2000 Del Rioja y otras cosas de los caciques: patrones de intercambio tairona en el siglo
XVI. Revista del Área Intermedia 2: 47-68.

Gnecco, Cristóbal
1995 Praxis científica en la periferia: notas para una historia social de la arqueología
colombiana. Revista Española de Antropología Americana 25: 9-22.
1999 Multivocalidad histórica. Hacia una cartografía postcolonial de la arqueolo-
gía. Universidad de los Andes, Bogotá.
2000 Ocupación temprana de bosques tropicales de montaña. Universidad del Cauca,
Popayán.
2003 Teorías en la práctica de la arqueología en Colombia. Revista de Estudiantes de
Arqueología 1:29-36.
2004 Against ecological reductionism: Late Plesitocene hunter-gatherers in the tropical forests
of northern South America. Quaternary International 109-110:13-21.

Gnecco, Cristóbal y Emilio Piazzini (Editores)


2003 Arqueología al desnudo. Reflexiones sobre la práctica disciplinaria. Universi-
dad del Cauca, Popayán.

Helms, Mary
1979 Ancient Panamá, Chiefs in search of power. University of Texas, Austin.

Herrera, Leonor
2001 Colombia. En Encyclopedia of Archaeology, editado por Tim Murray, pp 354-
369. ABC-Clio, Santa Barbara.

Carl Henrik Langebaek 111


Jaramillo, Luis Gonzalo, Leonardo Ivan Quintana y Samir Enríquez
2001 Reconocimientos arqueológicos en los municipios de Buenavista, Circasia, Córdoba,
Montenegro, Quimbaya (Quindío) y Chinchiná (Caldas). En Arqueología preventiva
en el Eje Cafetero. Reconocimiento y rescate arqueológico en los municipios juris-
dicción del Fondo para la Reconstrucción del Eje Cafetero, editado por Víctor
González y Carlos Andrés Barragán, pp 17-37. ICANH, Bogotá.

Jaramillo, Luis Gonzalo y Augusto Oyuela


1994 Colombia: a quantitative analysis. En History of Latin American Archaeology,
editado por Augusto Oyuela, pp 49-68. Avebury, Aldershot.

Kruschek, Michael
2001 The evolution of the Bogotá chiedfom: a household view. Disertación, Universidad
de Pittsburgh, Pittsburgh.

Langebaek, Carl Henrik


1987 Mercados, poblamiento e integración ética entre los muiscas, siglo XVI. Banco
de la República, Bogotá.
1995 Arqueología regional en el territorio muisca. Estudio de los valles de Fúquene y
Susa. University of Pittsburgh Memoirs in Latin American Archaeology No ,
University of Pittsburgh-Universidad de los Andes, Bogotá.
1996 La arqueología después de la arqueología en Colombia. En Dos lecturas críticas-
Arqueología de Colombia, pp 9-42. Fondo de Promoción de la Cultura, Bogotá.
2001 Arqueología regional en el Valle de Leiva: procesos de ocupación humana en
una región de los Andes orientales de Colombia. ICANH, Bogotá.
2003 Arqueología colombiana: ciencia, pasado y exclusión. Colciencias, Bogotá.
2005 Los indios de ayer: raza, nación y política. Universidad de los Andes, Bogotá.

Langebaek, Carl Henrik y Alejandro Dever


2000 Arqueología en el bajo Magdalena: un estudio de los primeros agricultores del
Caribe colombiano. ICANH-Universidad de los Andes, Bogotá.

Langebaek, Carl Henrik, Andrea Cuéllar y Alejandro Dever.


1998 Medio ambiente y poblamiento en la Guajira: investigaciones arqueológicas en
el Ranchería Medio. ICANH, Bogotá.

Langebaek, Carl Henrik, Emilio Piazzini, Alejandro Dever e Iván Espinosa


2002 Arqueología y guerra en el Valle de Aburrá: estudio de cambios sociales en una
región del noroccidente de Colombia. Fondo de Promoción de la Cultura-Institu-
to Francés de Estudios Andinos-Universidad de los Andes, Bogotá.

Londoño, Eduardo
1985 Los cacicazgos muiscas a la llegada de los conquistadores españoles. El caso del
zacazgo o “reino” de Tunja. Tesis de grado, Departamento de Antropología, Uni-
versidad de los Andes, Bogotá.

Llanos, Hector
1995 Los chamanes jaguares de San Agustín: génesis de un pensamiento mitopoético.
Edición privada, Bogotá.

112 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


Lleras, Roberto
1999 Prehispanic metallurgy and votive offerings in the Eastern Cordillera, Colom-
bia. BAR, Oxford.

Mora, Santiago
2003 Teorías en la práctica de la arqueología colombiana. Revista de Estudiantes de
Arqueología 1:49-63.

Oyuela, Augusto
1987 Implicaciones de las secuencias locales y regionales en los aspectos culturales de los
tairona. En Chiefdoms in the Americas, editado por Robert D. Drennan y Carlos
A. Uribe, pp 213-230. University Press of America, Lanham.
1993 Sedentism, food production and pottery origins in the tropics: the case of San Jacin-
to 1, Colombia. Disertación doctoral, Departamento de Antropología, Universidad
de Pittsburgh, Pittsburgh.

Osborn, Ann
1985 El vuelo de las tijeretas. FIAN, Bogotá.

Piazzini, Carlo Emilio


2003 Historias de la arqueología en Colombia. En Arqueología al desnudo, editado por
Cristóbal Gnecco y Emilio Piazzini, pp 301-27. Universidad del Cauca, Popayán.

Piperno, Dolores y Deborah Pearsall


1998 The origins of agriculture in the lowland tropics. Academic Press, Nueva York.

Politis, Gustavo
2004 Acerca de la arqueología en Colombia. Revista de Estudiantes de Arqueología 2: 70-83.

Pratt, Ann F.
1999 Determining the function of one of the New World´s earliest pottery assemblages.
Latin American Antiquity 10:71-850.

Reichel-Dolmatoff, Gerardo
1951 Datos historico-culturales sobre las tribus de la antigua Gobernación de Santa
Marta. Banco de la República, Bogotá.
1955 Conchales de la costa Caribe de Colombia. En Anales del XXXI Congreso Inter-
nacional de Americanistas, Tomo 2, pp 619-626. Sao Paulo.
1965 Colombia. Thames and Hudson, Londres.
1983 Colombia indígena. Período prehispánico. En Manual de historia de Colombia,
Tomo 1, pp 33-224. Colcultura, Bogotá.
1986 Arqueología de Colombia. Un texto introductorio. Segunda Expedición Botáni-
ca, Bogotá.

Snarskis, Michael J.
1984 Central America: the Lower Caribbean. En The archaeology of Lower Central
America, editado por Fred Lange y Doris Stone, pp 195-232. University of New
Mexico Press, Albuquerque.

Carl Henrik Langebaek 113


Soto, Alvaro
1988 La Ciudad Perdida de los tayrona. Historia de su hallazgo y descubrimiento.
Neotrópico, Bogotá.

Taft, Mary
1991 Patrones de producción y distribución de la cerámica. En Cacicazgos prehispánicos
en el valle de la Plata. Tomo 2: cerámica, cronología y producción artesanal,
editado por Robert Drennan, Mary Taft y Carlos Alberto Uribe eds, pp 105-185.
University of Pittsburgh Memoirs in Latin American Archaeology 5, Pittsburgh.

Therrien, Monika
2004 Dandies en Bogotá: industrias para la civilización y el cambio, siglos XIX y XX. En
Arqueología histórica en América del Sur. Los desafíos del siglo XXI, editado por
Pedro Funari y Andrés Zarankin, pp 105-130. Universidad de los Andes, Bogotá.

Thomas, Julian
2004 Archaeology and modernity. Routledge, Londres.

Torres, Ignacio
1975 La cuestión indígena en Colombia. Publicaciones de la Rosca, Bogotá.

Vasco, Luis Guillermo


1997 Para los guambianos, la historia es vida. Boletín de Antropología 28:115-27.

Velandia, Cesar Augusto


1994 San Agustín: arte, estructura, y arqueología. Fondo de Promoción de la Cultura,
Bogotá.

114 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):96-114, 2005


UM PALIMPSESTO SOBRE TEORIA NA
ARQUEOLOGIA BRASILEIRA
José Alberione dos Reis
Departamento de História e Geografia da Universidade de Caxias
do Sul/Rio Grande do Sul-Brasil (UCS).

A problemática que gira em torno de elucidar a utilização de teoria na Arqueologia brasileira


instigou a pesquisa. Uma pergunta fundante: ¿existe teoria na Arqueologia brasileira? Este artigo
apresenta perspectivas de respostas e algumas considerações sobre esta problemática.
Esta investigación fue instigada por la problemática que gira en torno de elucidar la utilización
de teoría en la arqueologia brasileira. Una pregunta fundante es si existe teoria en la arqueologia
de ese país. Este artículo presenta perspectivas de respuestas y algunas consideraciones sobre
esta problemática.
This research was promted by the problems around the elucidation of the use of theory in Brazilian
archaeology. A starting question is if there really is theory in the archaeology of that country. This
paper presents sketches of answers and sopme considerations about this problem.

Começando
Como diz o romancista Júlio Cortázar para Hoje estou cada vez mais convencido de
o jazz, o que vale como tesouro são os takes, que as fronteiras entre ciência e poesia, entre
produzidos nos estúdios de gravação e lá ciência e arte, entre o dionisíaco e o apolí-
guardados como documentos a serem escla- neo, dentro do dito mundo acadêmico,
recidos no post mortem de seus autores. Os confundem-se, fundem-se, imbricam-se. De
takes são únicos e não se repetem. Portanto, acordo com Hissa (2002) é preciso um
exclusivos e testemunhos de raros momen- entendimento e aceitação cada vez maior de
tos de criações ímpares. Assim, o que vai que as fronteiras entre as ciências são conti-
por aqui escrito é do campo do indeciso, do nuamente abaladas por mobilidades. Movem-
sendo construído, desconstruído, refeito, feito se mais do que se fixam. Compreende
e seguindo diferentes trajetórias e “...ciência como a arte de combinar
questionamentos. Neste artigo apresento um informações...” (Hissa 2002:160).
panorama geral da pesquisa realizada: o Duvidando de que ciência é tarefa de
tema, os questionamentos, a metodologia, as descoberta, salienta que o trabalho científico
fontes e algumas não-conclusões. procura reunir o que sempre esteve separa-
do, inclusive idéias. Fronteiras científicas se textos publicados sugerem como se fosse
movem, buscam articular arte com mesmo desnecessário marcar teorias ou elas
informação. Nesta intensidade Santos (2002) estão veladas, ocultadas em um proposital
fala de uma crise que está promovendo o fim mascaramento de inexistência. Tais
da hegemonia de uma velha ordem científica constatações apontam para um equivocado
imperante até hoje. Ciência como arte de re- entendimento do rigor científico da pesquisa
unir informações, fronteiras em movimento, arqueológica no Brasil como prescindindo de
crise hegemônica, poesia junto com ciência. postulados teóricos. As publicações acentuam
Para mim, quebrar fronteiras unindo ciência descrições detalhistas num contraste entre
com poesia é buscar aproximações. Neste uma “massa de conhecimentos empíricos e
sentido concordo com Luhmann (2002:59) as limitadas generalizações teóricas” (Kern
ao dizer que “... talvez devesse haver, para 1991:1). Sugerindo respostas às questões,
realizações mais exigentes da teoria, uma posso caracterizar não tanto oposição, mas
espécie de poesia paralela, que dissesse tudo aderência velada a correntes teóricas.
uma vez mais, de modo diferente, e com isso
Para a arqueologia brasileira, no mais
referisse a linguagem da ciência aos limites
amplo panorama geral escrito por Prous
de seu sistema funcional”.
(1992), não aparece teoria explícita. Em Souza
O que afirmo aqui é minha convicção de (1991), são relatadas e apresentadas algumas
que as fronteiras, até agora tão escolas teóricas - também arqueológicas -
substancialmente rígidas e pretensamente estrangeiras. Apesar deste caminho de
marcadas entre e diante dos mais variados ocultamentos na Arqueologia brasileira, teoria
campos do conhecimento, estão, felizmente, já tem motivos de reflexões. Funari (1989a,
sofrendo abalos, diluições e soluções de 1989b, 1992, 1995, 1998, 2003) tem se des-
continuidade que apontam para trocas tacado por salientar a importância e a
transdisciplinares e solidariedade de necessidade fundamental da teoria no fazer ar-
entrecruzamentos teóricos e metodológicos. queológico brasileiro. Neste sentido aponta:
Afinal, há muito tempo Mills (1975) salientou “... não há prática arqueológica sem fundo teó-
sobre a admirável escolha de se realizar rico. É precisamente nestes termos que pode-
qualquer atividade intelectual dita científica mos dizer que há teoria arqueológica no Bra-
que não marque separação entre o trabalho sil, não como um quadro aberto e explícito de
do cientista e a vida do cientista. Assim posto, assertivas sobre a ontologia do conhecimento
vou ao desvendar do palimpsesto. arqueológico, mas como uma hermenêutica
subjacente que informa tanto atividades de
O que? - Elucidando alguns tópicos campo e seus relatos, como artigos em geral”
sobre como se apresenta teoria na (Funari 1998:14). Lima (2000) questiona so-
arqueologia brasileira bre a separação entre arqueólogo de campo e
arqueólogo de gabinete, uma clivagem entre
O que é passível de elucidação sobre a teoria e prática. Marca a distância do fazer
existência de teoria na Arqueologia brasileira? teórico brasileiro em relação à produção in-
Quais teorias estão fundamentadas nas pes- ternacional. Em um artigo que traça um pa-
quisas no Brasil? Este trabalho foi elabora- norama geral da Arqueologia brasileira,
do na tentativa de responder a estes Barreto (1998) destaca as principais etapas e
questionamentos. É motivado pela influências sofridas por esta área.
constatação de que, no Brasil, na maioria dos
Volto ao teorizar sobre teoria. O que é teoria?
resultados das pesquisas em arqueologia,
Qual o estatuto, o lugar que deve ocupar teoria
permanece ainda uma resistência à teoria. Os

116 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


em qualquer trabalho científico-acadêmico? São diferentes formas e justificaram a pesquisa
perguntas gerais em direção a quem se propõe realizada:
trabalhar e pesquisar em ciência. É um
a) “Existe teoria arqueológica no Brasil?
pressuposto universalmente consensual que
... Há uma falta de teoria na Arqueologia
ciência sem teoria, no mínimo, é ficção. As
Brasileira ... é ainda muito comum
questões, no que apontam para a Arqueologia
desprezar artigos interpretativos como
brasileira, são oriundas do que vem sendo cons-
sendo muito teóricos” (Funari 1998:13).
tatado como um lugar de falta, de medo ou de
Esta afirmativa remete a uma hipótese
descaso. Partindo deste campo do conhecimento,
em relação à produção acadêmica no
as respostas poderão ser encontradas em vários
que diz respeito às teorias: elas existem
caminhos ou fundamentações advindas da
nas pesquisas, porém não de forma ex-
Filosofia da Ciência, da Epistemologia, etc. São
plícita. Daí o desinteresse/temor em
questões básicas, portanto, que subjazem em
relação ao interpretar. Posso pensar que
qualquer pretensão de um fazer científico.
este desinteresse/temor faça parte de um
Não há trabalho científico sem base teóri- jogo entre saber/poder na pesquisa ar-
ca. Neste sentido, aponta Althusser (s.d.:23): queológica. A partir desta condição, nos
“uma pesquisa ou uma observação nunca é deparamos com paradigmas que
passiva: só é possível sob a direção e o controle controlam todo e qualquer conhecimento
de conceitos teóricos que nela agem, quer direta, científico. Este controle é notadamente
quer indiretamente nas suas regras de o poder que a ciência interpõe ao social,
observação, de seleção e de classificação na ao político, em conjugação ao ideológi-
montagem técnica que constitui o campo de co. Neste sentido, reflete Morin (1994:
observação ou da experiência”. 106): “... ignorou-se que as teorias cien-
tíficas não são o puro e simples reflexo
Neste sentido, assinalo uma
das realidades objetivas, mas são os co-
incongruência que transparece na produção
produtos das estruturas do espírito hu-
acadêmica da Arqueologia brasileira, qual
mano e das condições sócio-culturais do
seja, um pretenso fortalecimento e
conhecimento”.
conhecimento de métodos em detrimentos de
explicitação em termos teóricos. Dito de outro b) Portanto, não há falta de teoria na li-
modo, vem salientado o que já se sabe há teratura publicada sobre a
muito, na arqueologia brasileira, sobre mé- Arqueologia brasileira. Porém, existe
todos e técnicas de pesquisas porém separa- que tal “literatura referida traz
do de seus discursos teóricos explícitos marcadamente o que se pode denomi-
correspondentes. Pelo exposto, fica claro que nar de conceitos no vazio, isto é,
o que ocorre na arqueologia brasileira pode embora presentes não são
ser um proposital velamento, reforçador de explicitados” (Reis 2002: 23).
descritivismos e de dados empíricos, em de-
c) O referido desinteresse/temor é algo
trimento de um assumir teórico,
marcante ainda na pesquisa arqueo-
conceitualmente explícito.
lógica brasileira no sentido de clivar,
de um lado o dito arqueólogo de gabi-
Por que? A presença da teoria na nete e, de outro, o arqueólogo de cam-
arqueologia brasileira po. Marca separação. É um equívoco
persistente, como se teoria estivesse
Em relação a tais questões, colocam-se três
separada ou esvaziada de uma prática.
situações que poderão ser encaminhadas de

José Alberione dos Reis 117


Como é possível, então, sustentar uma normas empíricas ... Qualquer argu-
verificabilidade empírica se a teoria mento de que a teoria é irrelevante à
está implícita e ou desconectada dos Arqueologia é por si próprio teóri-
dados empíricos pesquisados? Teoria co.
implícita, com conceitos no vazio, faz
Desta forma, não parece ser mais passível
distância de axiomatização daqueles.
de descaso ou ignorância o que diz respeito
Com isto, sustento pela absoluta
ao presente ideológico do arqueólogo ao in-
necessidade de axiomatização dos
terpretar o passado. Esta interpretação não é
conceitos primários, oriundos das
apenas a construção de um passado, que
posições teóricas da Arqueologia e de
sempre é feita pelo arqueólogo e finalizada
outras, advindas dos mais variados
num texto, mas também a construção deste
campos do conhecimento, que
passado a partir do contexto político, social,
conformam as produções acadêmicas
econômico e ideológico do arqueólogo
da Arqueologia brasileira.
enquanto agente construtor de conhecimento.
Para que esta, que não está isolada do resto
das ciências, adquira maturidade e cresça Onde? Teses e dissertações de
enquanto ciência social, deve cumprir a instituições acadêmicas – PUCRS,
exigência de explicitar os princípios e conceitos USP, UFPE
teóricos que subjazem aos procedimentos téc-
nicos empregados na obtenção e na pretensa A proposta deste trabalho ancora-se em um
interpretação e/ou explicação dos dados levantamento, o mais exaustivo possível, das
construídos. Esclarecer a existência, o uso e a teses e dissertações produzidas em três centros
aplicação de teoria na Arqueologia é hoje quase formadores de profissionais em nível de pós-
um destaque anacrônico diante da importância graduação no âmbito da arqueologia brasileira.
já sedimentada das questões teóricas nas Estes estão localizados na Pontifícia
ciências humanas. Relevante é o que é Universidade Católica do Rio Grande do Sul
salientado por Yoffee (1996:108): “A questão, (PUC/RS), Museu de Arqueologia e Etnologia
portanto, não é, devem os arqueólogos ser teó- (MAE/USP) e na Universidade Federal de
ricos, mas qual teoria é boa e apropriada”. Pernambuco (UFPE). Também analisei os pro-
Daí que ser implicitamente empirista/positi- gramas das disciplinas focadas em teoria e
vista nas exaustivas descrições, sem ministradas nos cursos de pós-graduação das
interpretações teoricamente fundamentadas e instituições mencionadas. Da mesma forma,
explicitadas, é comodamente livrar-se de um trabalhei com os programas de algumas disci-
compromisso e ousadia em, verdadeiramente, plinas que foram ministradas no extinto curso
assumir-se como arqueólogo construtor e in- de Graduação emArqueologia da Universidade
térprete de passados. Neste sentido, destacam Estácio de Sá (UNESA/RJ) e com os artigos
Shanks e Tilley (1996:10-11) que: publicados – entre 1981/1999 - nos anais das
Reuniões Científicas da Sociedade de
A arqueologia tradicional tem
Arqueologia Brasileira (SAB) que trataram
freqüentemente tomado uma atitude
explicitamente de questões teóricas.
que diminui a teoria do assunto real
da Arqueologia. Sua quietude sobre Num levantamento geral, que não tem a
os problemas da teoria resulta não pretensão de ser completo e total, localizei 225
tanto de uma rejeição de fundamen- textos que englobam o conjunto das produções
tos filosóficos mas antes, de um con- acadêmicas das três instituições, num período
senso largamente silencioso sobre compreendido entre 1970 e 2001.

118 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


Como? O levantamento geral das
LEVANTAM ENTO GERAL DAS dissertações e das teses.
TESES/DISSERTAÇÕES
Amostragem e critérios
Uni versi dade Federal de Pernambuco (UFPE)
Dissertações: 25 (1984/1999) O levantamento geral demonstrou uma ampla
Teses: 03 (1995/1997) gama de diversidades temáticas, de orientadores
Total UFPE: 28 e de locais de produção das teses e dissertações.
Pont i fí ci a Uni versi dade do Ri o Grande do Sul PUCRS) Esta situação levou-me por escolhas subjeti-
Dissertações: 50 (1982/2001) vas de critérios definidores da amostragem que
Teses: 02 (1991/2001)
redundou em 71 textos conforme os quadros
Total PUC: 52
apresentados. Os critérios da amostragem que
Uni versi dade de São Paul o (USP)
foram estabelecidos são os seguintes: a)
repercussão e importância das teses/
a) Dissertações: 92 (1970/2001)
dissertações; b) área de pesquisa onde se
b) Teses: 45 (1972/2001)
vinculam; c) importância do orientador na pes-
c) Livre- docências : 04 (1975/2000)
quisa arqueológica; d) formação acadêmica dos
Total: 141
autores; e) locais de produção; f) orientadores
d) Teses no exterior: 04 (1992/1998)
que atualmente são professores nos cursos de
Total: 04
pós-graduação das instituições; g) diversidade
Total /USP: 45 dos temas; h) prioridade para as teses. Saliento
Total das teses: 58 que estes critérios não foram aplicados unifor-
Total das dissertações: 167 memente em relação ao todo do universo da
Total geral das teses/dissertações: 225 abrangência do levantamento geral. Foram ajus-
tados de acordo com as especificidades e diver-
A partir destes 225 textos e através de vários sidades oriundas dos três diferentes locais de
critérios, compus a amostragem final da pes- produção das teses e dissertações.
quisa que abrange 71 textos. Selecionado e definido o universo empírico,
parti para uma segunda etapa da pesquisa. Efetuei
UNIVERSO EM PÍRICO
a leitura de cada um dos 71 textos que visava
duas direções. De uma, a extração de dados que
Uni versi dade de São Paul o - USP
dariam conta dos itens elaborados nas fichas es-
Dissertações 19
pecíficas para o universo empírico1 . De outra, a
Teses 24
busca de respostas advindas de diversas questões
Total 43
direcionadas a esse: Quais teorias arqueológicas
Pont i fí ci a Uni versi dade Cat ól i ca do RS - PUCRS
estavam sendo aplicadas? Estavam explicitadas
Dissertações 12
ou se apresentavam de forma implícita? De que
Teses 02 modo eram tratados os conceitos básicos em cada
Total 14
Uni versi dade Federal de Pernambuco - UFPE
1
Além do item apresentado neste texto–
Dissertações 11
conceitos explícitos/implícitos – também
Teses 03
trabalhei sobre financiamento das pesqui-
Total 14 sas arqueológicas, contextualização sócio-
Total/dissertações 42 política na realidade brasileira, pronome
Total/teses 29 pessoal usado na redação das teses/
Total geral de teses/dissertações 71 dissertações, inserção institucional das pes-
quisas, entre outros.

José Alberione dos Reis 119


texto? Quais referenciais teóricos arqueológicos e trabalhar para a elucidação de minha pro-
não arqueológicos estavam sendo utilizados? blemática? Depois de madrugadas e de
chimarrões, fiz as seguintes escolhas: um
Nesta etapa da pesquisa e tentando en-
lugar teórico assentado na Arqueologia Pós-
contrar um suporte para responder as
Processual com a utilização de algumas
questões acima apresentadas, busquei uma
propostas de Shanks e Tilley (1987, 1989a,
possível sustentação dentro de uma
1989b, 1996), Shanks e Mackenzie (1994) e
metodologia hermenêutica (Palmer 1989)2 ,
Tilley (1989, 1991, 1993, 1995, 1998).
aplicada como heurística sobre as teses/
dissertações, visando a elucidação do lugar Em Shanks e Mackenzie (1994), enfatiza-
e da existência da teoria arqueológica nestes se a Arqueologia como uma prática social do
textos científicos. Um trabalho de presente, carregada de subjetividade, uma
interpretação que, através da hermenêutica, dialética entre um ‘eu arqueológico’ e o outro
passando do dito e do escrito ao não dito e ao ou o objeto. A Arqueologia é encarada como
não escrito, mas pensado. um “...modo de produção cultural do passado
material” (Shanks e Mackenzie 1994:28). Em
Utilizei-me do conceito de ‘posição teórica’
dois famosos textos e, quem sabe, já fora das
ao referir-me às quatro principais tendências
modas para muitos arqueólogos, Shanks e Tilley
que abrangem as utilizações de teoria arqueo-
(1996) afirmam importantes considerações so-
lógica na Arqueologia brasileira: Histórico-
bre a Arqueologia como um trabalho realizado
Cultural, Processual, Pós-Processual e Escola
no presente, autobiográfico. É feito a partir de
Francesa. Esta denominação faz parte apenas
um sujeito observador e produtor, o arqueólogo,
da discursividade arqueológica brasileira. Não
inserido no contexto social, político, cultural e
há esta dita ‘escola francesa’ na França e nem
ideológico no presente. Os autores enfatizam a
lá tem qualquer nome semelhante (Prous 1996).
Arqueologia como uma prática social e uma
Desta maneira, tal situação, diferente das outras
experiência no presente. Confrontam a oposição
posições teóricas, dificulta a conformação de
convencional entre objetividade e subjetividade,
um corpus teórico que possa ser consensual e
propondo que isto seja superado. Pretendem
congruente com esta peculiar denominação.
uma investigação sobre as fissuras existentes
Mesmo assim, corro este risco. Da mesma
entre a prática e a teoria arqueológica. Tilley
maneira como para a dita ‘escola americana’,
(1989, 1991, 1993, 1995, 1998), nestes vários
a denominação de ‘escola francesa’ está im-
textos, expõe diversas idéias que, para a
plantada mesmo com ressalvas e ou
finalidade do aqui escrito, podem ser sintetiza-
discordâncias na Arqueologia brasileira.
das nesta sua afirmação: “AArqueologia é uma
Sobre o conceito de ‘posição teórica’, relação entre passado e presente, mediada por
assim se refere Gándara (1994:74): “pode- indivíduos, grupos e instituições. Isto tem,
mos definir posição teórica como o conjun- inexoravelmente, alguma relevância
to de pressupostos valorativos, ontológicos contemporânea. Inevitavelmente toma um
e epistemo-metodológicos que orientam o caráter político e ideológico” (Tilley 1995:106).
trabalho de uma comunidade acadêmica par-
ticular e que a permitem produzir
investigações concretas, algumas das quais
atuam como casos exemplares”. 2
Utilizar-se da hermenêutica, enquanto teoria
geral da interpretação, como uma metodologia
Diante deste conjunto de leituras, sempre
das ciências humanas, visa elucidar como au-
como uma sombra fantasmática a me insti- tores criaram um conjunto de significados e
gar, a pergunta: de qual lugar teórico vou sentidos em seus próprios textos.

120 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


Para não concluir cluir como somando tomadas, ensaios,
indecisões. Trabalhando por entre construir/
É possível, portanto, pelo que aqui escrevi, desconstruir visando não o definitivo, mas o
perguntar e investigar sobre o lugar da teoria que é processo. É a velha estória: saímos pelo
na Arqueologia brasileira. É inconteste sua mundo buscando respostas para perguntas.
existência. Precisei fazer um desvelamento Enquanto caminhamos, de repente, algumas
que explicitasse o que já existe implícito ou respostas são encontradas. Porém, ocorre
oculto. Fundamentei um esclarecimento so- também que, no andar, já mudaram as
bre que teorias estão sendo aplicadas e usa- perguntas. Não concluindo, transito pelo que
das nas pesquisas arqueológicas. Confirmei acredito ser esta movimentação de fronteiras
que é possível a elucidação sobre a existência dos mais variados campos produtores de
e uso de um corpus teórico na Arqueologia conhecimento. Um movimento que volta a
brasileira, posto que fragmentado, disperso convergir arte com ciência. A Arqueologia
ou oculto nos textos publicados. como fértil e instigador campo para tal, com
Algumas palavras finais em defesa da sua provocadora transdisciplinaridade.
teoria na pesquisa acadêmica. Digo defesa Afinal, entendo que devemos mesmo ser
pois, no meu entendimento, a presença explí- artesãos na produção científica do
cita da teoria é fundamental, especialmente na conhecimento, sem temores do que venha ser
pesquisa realizada pela Arqueologia brasileira. arte nesta artesania, do que seja expor a
Talvez esta defesa seja hoje considerada uma subjetividade de quem pesquisa. Nisto tudo,
posição fora de moda, retrógrada ou tendo sempre em vista que trabalhamos com
desnecessária. Afinal, a pesquisa não se move teorias e métodos ao produzir o que ainda
por si própria? Será mesmo assim? Sobre esta chamamos de ciência, no meu entender, com
questão de onde está ou não mais está a teoria consciência.
na Arqueologia, Criado (2001) aponta que a Vou burilar esta escrita de não conclusões.
teorização arqueológica tem sumido das agen- Estará como aforismos que vão se superpondo
das temáticas ultimamente. Em seu lugar neste palimpsesto que produzi sobre efeitos
estaria sendo recolocado algo como uma de teoria na Arqueologia brasileira.
reação empiricista. Diz o autor: “Há, além
disso, uma paralisia dentro da teorização ar- * O meu lugar: escolhi trabalhar e falar a
queológica que não oferece novos paradigmas partir de um lugar assentado no âmbito da
com os quais se possa ler a realidade arqueo- Arqueologia Pós-Processual. O que me
lógica. Uma domesticação da crítica arqueo- motivou e instigou foi o apontado por Shanks,
lógica que aponta para um amaciamento pela em Pearson and Shanks (2001), no que este
institucionalização das ‘críticas’ e pelos denominou de atitude. É uma constante
subseqüentes jogos de poder e de estratégias desmistificação sobre nossas produções e
da reprodução acadêmica” (Criado 2001:127). reflexões enquanto arqueólogos, mantendo
sempre um cristalino senso de humildade. É
Por que, então, intitulo estas páginas finais o que me refiro ao movimento de construir/
com um ‘Para não concluir’? Este trabalho desconstruir enquanto arqueólogos artesãos.
vem abrindo caminho por entre as sendas
aonde vem se assentando teoria nas * Onde está o presente nesta pesquisa? Em
discursividades da Arqueologia brasileira. relação a este tema volto a citar Kuhn
Abrir caminho em veredas desconhecidas é (1989:394):”... as escolhas que os cientistas
ritmo de processo, de vir a ser. Daí que fazem entre teorias rivais dependem não só de
entendo, nesta situação, ser bastante difícil critérios partilhados ... mas também de fatores
já concluir, fechando, encerrando. Não con- idiossincráticos, dependentes da biografia e da

José Alberione dos Reis 121


personalidade individuais”. Escolhas teóricas, no vazio” (Reis 2002). Evidenciaram uma
na academia, ainda que não assumidas no curiosa e contínua situação que denominei
corrente, estão subsumidas nestas dependências. de “padrão referencial” (Reis 2004: 161):
Passado - inclusive o de ontem - é o que busca- autores que não se distanciam numericamente
mos e onde trabalhamos enquanto arqueólogos. de um para outro e diminuem entre si, na
De onde partimos? Deste lugar contemporâneo, quase totalidade dos casos, com o valor de
o presente. É daí que atua o arqueólogo como uma unidade. Além disso, a impressionante
sujeito responsável por construir interpretações quantidade de autores referenciados apenas
sobre o passado através do uso e emprego ex- uma vez. Respondendo às questões acima.
plícito das teorias na discursividade arqueoló- Não acredito que tais situações indiquem
gica. Salientar pelo presente, assentamento de resistência. No meu entendimento, o lugar
uma Arqueologia comprometida social e da teoria na Arqueologia brasileira está
politicamente com a construção de passados, é assentado em aderências, colagens, simbioses
uma provocação de encarar o trabalho do veladas e ocultadoras no que concerne ao uso
arqueólogo como sendo o de um intelectual e emprego de teorias. Pode ser um velamento
produtor de conhecimento. Com isto - sempre proposital, reforçador de descritivismos e de
mantendo atenção constante no perguntar por dados empíricos, em detrimento de um
quê? para que? e para quem? - tal conhecimento assumir teórico e conceitualmente explícitos.
vai sendo produzido. Vale lembrar, neste con- Ainda que tenha se instalado um jogo entre
texto, que ainda concordo com Gramsci implícito/explícito em termos de assumir e
(1991:8) ao situar um possível lugar de atuação usar teorias na discursividade da Arqueologia
de um intelectual comprometido: brasileira, a teoria lá está. Neste sentido,
concordo com o que diz Hegmon (2003:233):
O modo de ser do novo intelectual
“Teoria é onipresente; é como damos sentido
não pode mais consistir na
ao mundo, mesmo que (ou especialmente) ela
eloqüência, motor exterior e
não é explícita”.
momentâneo dos afetos e das paixões,
mas num imiscuir-se ativamente na * A hipótese da tese: é possível a
vida prática, como construtor, orga- elucidação sobre a existência e uso de um
nizador, “persuasor permanente”, já corpus teórico na Arqueologia brasileira, em
que não apenas orador puro - e su- grande parte fragmentado, disperso ou ocul-
perior, todavia, ao espírito matemá- to nos textos publicados. Bem, quanto ao
tico abstrato; da técnica-trabalho, possível, digo que sim, pelos resultados
eleva-se à técnica-ciência e à apresentados. Tal corpus teórico está repre-
concepção humanista histórica, sem sentado, de um lado, pelo emprego das quatro
a qual permanece “especialista” e posições teóricas arqueológicas - Arqueologia
não se chega a “dirigente” (especia- Histórico-Cultural, Processual, Pós-
lista mais político). Processual e Escola Francesa. De outro, pelo
uso de referenciais teóricos advindos de va-
* Onde está a teoria? Houve resistência?
riados campos do conhecimento, principal-
Houve aderência? A elucidação sobre qual
mente da Antropologia e da História.
ou quais lugares ocupou a teoria no universo
empírico não apontou para resistência, * Finalmente, então, o que foi mesmo que
mascaramento ou indefinição. Os dados encontrei no universo empírico pesquisado?
pesquisados demonstram uma maior Algumas perguntas específicas permearam
tendência para a não explicitação teórica, constantemente minha pesquisa: quais teorias
confirmando o que pontuei como “conceitos arqueológicas estavam sendo aplicadas?

122 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


Estavam explicitadas ou se apresentavam de Teses/dissertações PUC - UFPE - USP
forma implícita? De que modo eram trata- Total: 71
dos os conceitos básicos em cada texto? AHC AP APP EF Total
Quais referenciais teóricos arqueológicos e Conceitos arqueológicos
01 17 06 02 26
não arqueológicos estavam sendo utilizados? explícitos
Conceitos arqueológicos
Enfim, todas estas perguntas podem ser implícitos
13 18 06 08 45

reduzidas a uma única e fundamental que Conceitos não-


03 17 08 03 31
tentei responder aqui: existe teoria na arqueológicos explícitos
Conceitos não-
Arqueologia brasileira? arqueológicos implícitos
11 18 04 07 40

Sim, existe. A Arqueologia Processual -


implícita e explicitamente - é a posição teóri-
ca mais destacada e o autor mais citado é Neste quadro, continua mantendo destaque
Binford. Seguem-se, respectivamente, as a Arqueologia Processual, seja nos conceitos
posições teóricas da Arqueologia Pós- arqueológicos e nos não-arqueológicos, tan-
Processual, da Escola Francesa e da Históri- to implícitos quanto explícitos. Com estes
co-Cultural e com, também respectivamen- resultados finais, fica clareada a escolha pelo
te, os autores mais citados: Hodder, Leroi- implícito na discursividade que pesquisei.
Gourhan e Meggers. Dentre os arqueólogos Confirmo o velamento, o ocultamento dos
brasileiros, o mais citado é Funari, vincula- referenciais teóricos arqueológicos e não-ar-
do à posição teórica pós-processual. O placar queológicos empregados. No meu
final do jogo implícito/explícito, somando os entendimento, o não explicitar conceitos é a
dados das teses/dissertações com os dados fragilidade teórica fundamental da atual
dos Anais da SAB, ficou assim: discursividade na produção acadêmica da
Arqueologia brasileira. Em função disso,
também destaquei a necessidade de
axiomatizar teorias, no sentido de clarear,
Teses/dissertações 71 delimitar e organizar o conjunto de conceitos
Artigos/sab 52
teóricos que compõem qualquer teoria utili-
zada na produção discursiva. Explicitar
Total 123
conceitualmente de quais lugares falamos, ao
Conceitos arqueológicos explícitos 49 39,83% menos para a Arqueologia - ciência humana,
social, cuja precípua teoria vem sendo
Conceitos arqueológicos implícitos 74 6 0 , 16 %
construída na mais saborosa e desafiante
Conceitos não- arqueológicos explícitos 48 39,02% transdisciplinaridade - é um marcante
Conceitos não- arqueológicos implícitos 75 60,97% assumir para com os comprometimentos teó-
ricos, sociais e políticos nas construções dos
passados. É a tal ‘atitude’ que salienta Shanks
(Person e Shanks 2001:08).
Relacionando as quatro posições teóricas
Na base de tudo o que escrevi e que me
arqueológicas - Histórico-Cultural (AHC);
instigou a esta pesquisa, está uma vontade
Processual (AP); Pós-Processual (APP);
de insistência. É salientar e fundamentar a
Escola Francesa (EF) - com os dados dos
importância da teoria nos fazeres arqueoló-
conceitos explícitos e implícitos, arqueoló-
gicos. Bem, esta situação talvez não seja
gicos e não-arqueológicos, obtive o seguinte
tendência apenas dos arqueólogos brasileiros.
quadro:
Neste sentido, falando sobre a Arqueologia

José Alberione dos Reis 123


em geral, salientam Shanks e McGuire na arqueologia brasileira é referido como um
(1996:76): “a Arqueologia é muito lugar de cópia. Dito de outro modo, por aqui
freqüentemente associada, na literatura po- não só velaríamos, mas copiaríamos, e mal,
pular, com uma prática: escavando a terra. teorias por outros construídas. Nós,
Em sua maioria, as ciências são definidas arqueólogos brasileiros, além de não
em termos de um programa intelectual, a produzirmos, copiaríamos mal o que
Arqueologia em termos de um tipo de pensaram os colegas do hemisfério norte. Que
trabalho ... AArqueologia foi tradicionalmen- lugar de cópia é este? Estaria sugerindo a
te definida em termos de sua prática”. existência de uma colonização teórica? Penso
que neste copiar, copiar mal, não produzir
É possível separar uma prática destituída
teoria, perpassa alguma coisa de equívoco,
de reflexão? Existe prática sem pensamento?
de não suficientemente estudado para já assim
Teoria é para quem pensa e prática é para
ser afirmado.
quem faz? Que Arqueologia prática é essa,
se dizendo sem teoria? Volto aqui à minha Vamos continuar velando teoria, nos
escolha, do lugar situado no âmbito da queixando e nos constatando como copiado-
Arqueologia Pós-Processual. Veio afirmar res ou vamos assumir outros níveis de
pela teoria como fundamento de se pensar, compromissos com a teoria (Bhabha 2001)?.
se interpretar qualquer prática arqueológica. “Existe uma pressuposição prejudicial e
Trazer teoria, trabalhar com teoria, aplicar autodestrutiva de que a teoria é
teoria nos fazeres arqueológicos são desafios. necessariamente a linguagem de elite, dos que
Escavar cansa. Interpretar dói. “Seres hu- são privilegiados social e culturalmente”
manos pensam ao agir e ação invoca (Bhabha 2001:43). Neste mesmo caminho,
pensamento. Alienar a arte do artesanato, a para a Arqueologia brasileira Funari (1995:7)
razão da ação, a teoria da prática quebra em já alertava que “a teoria arqueológica tem
pedaços aquelas coisas que estão naturalmen- sido encarada, muitas vezes, como uma
te unidas na ação humana. Faz destacar um espécie de luxo cuja existência seria justifi-
pólo da unidade em detrimento do outro. cada em países ricos, mas cuja valia, no Bra-
Deste modo, este sistema de oposições pode sil, estaria por se provar”. Ficar numa visão
melhor ser descrito como sendo ideológico” de se considerar teoria como um luxo ou
(Shanks e McGuire 1996:77). aceitá-la como lugar privilegiado e elitizado,
facilita e até acomoda esta posição de
Velamento em termos de referenciais teó-
queixosos copiadores. Desloca para este lu-
ricos não-arqueológicos e de posições teóri-
gar ainda indefinido, uma situação que
cas arqueológicas, considerando o ideológi-
Gnecco (1995:15), ao tratar da Arqueologia
co acima destacado, está mais para efeitos
na Colômbia, chamou de “tensão teórica na
de poder institucionais - poder enquanto
práxis da disciplina”.
produção de saber (Foucault 1984) - do que
para arqueólogos práticos - temerosos, re- Volto a enfatizar. Esta situação de cópia
sistentes, inconscientes - em oposição às advém, até o momento, apenas como doxa.
teorias nos fazeres arqueológicos. Pesquisar Não foi contemplada com pesquisas e resul-
e elucidar sobre relações e imbricações entre tados que a confirme ou não, que esclareça
ideologia, efeitos de poder e instituição não sobre como e por que copiamos. E assim vem
foram temas desta pesquisa. se sucedendo! Pois, fazeres científicos no
Brasil, já vem acontecendo de longa data, de
Porém, neste velamento, há algo mais a
práticas e de vínculos institucionais (Lopes
empreender. Seguidamente o lugar da teoria

124 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


1997; Figueirôa 1998; Dantes 2001; Ferreira construídos nesse espaço contraditório e
2002). ambivalente da enunciação que começamos
a compreender porque as reivindicações
Há uma dinâmica e uma complexidade
hierárquicas de originalidade ou “pureza”
maiores, para além de simples cópia, no que
inerentes às culturas são insustentáveis,
diz respeito à relação da produção teórica
mesmo antes de recorrermos a instâncias his-
entre quem produz e suas possíveis perife-
tóricas empíricas que demonstram seu
rias (Arboleda 1987). Isto é, enquanto
hibridismo” (Bhabha 2001:67).
arqueólogos, copiamos simplesmente porque
estamos distantes e periféricos dos centros Assim, neste final de escrita, trouxe estas
hegemônicos e produtores da teoria? Há algo considerações para marcar uma necessidade
mais? Em um artigo que apresenta um pano- de se melhor trabalhar com este “espaço
rama sobre teoria e método no contraditório e ambivalente da enunciação”
desenvolvimento da Arqueologia na Améri- (Bhabha 2001) no que diz respeito às
ca Latina, Politis (2003) aponta para outra condições de possibilidade da teoria na
situação que não de cópia. Para o autor, teoria Arqueologia brasileira.
tem sido um ativo componente em tal
arqueologia, ainda que sob efeitos de Agradecimentos
“...subordinação intelectual e falta de
confiança em seu próprio potencial de pes- A tal autoria corre por minha conta e risco
quisa” (Politis 2003:260). sobre o que aqui escrito foi. Porém, é claro
que muito devo agradecer pelas colaborações
Afinal, que tipo de cópia é esta então? que sustentaram a pesquisa e a escrita deste
Transcrição de um texto original, mera texto. Financeiramente contei com o susten-
reprodução, imitação, plágio, falsificação do to da Fundação de Amparo a Pesquisa do
original, subordinação periférica? Entendo Estado de São Paulo (FAPESP).
que há superficialidade e lugar comum nestas Pensadoramente o apoio dos colegas
questões. No entanto, subjaz nelas o que arqueólogos Pedro Paulo Abreu Funari, Lu-
ainda requer aprofundamento e pesquisa no cio Meneses Ferreira e Fernanda Bordin
âmbito da discursividade e do compromisso Tocchetto. Além destes, os pertinentes
com teoria na Arqueologia brasileira. “É comentários advindos dos três avaliadores
apenas quando compreendermos que todas anônimos. A todas estas pessoas e a Fapesp
as afirmações e sistemas culturais são sou muito agradecido.

Referências

Althusser, Louis.
s.d Sobre o trabalho teórico. Presença, Lisboa.

Arboleda, Luis Carlos


1987 Acerca del problema de la difusión científica en la periferia: el caso de la física
newtoniana en la Nueva Granada (1740/1820). Quipu 4:7-32.

Barreto, Cristiana
1998 Brazilian archaeology from a Brazilian perspective. Antiquity 277:573-581.

Bhabha, Homi K.
2001 O local da cultura. UFMG, Belo Horizonte.

José Alberione dos Reis 125


Criado, Felipe
2001 Problems, function and conditions of archaeological knowledge. Journal of Social
Archaeology 1:126-146.

Dantes, Maria Amélia (Editora)


2001 Espaços da ciência no Brasil 1800-1930. Fiocruz, Rio de Janeiro.

Ferreira, Lúcio M.
2002 Vestígios de civilização: a arqueologia do Brasil imperial (1838/1877). Dissertação
de mestrado, UNICAMP, Campinas.

Figueiroa, Silvia F.
1998 Mundialização da ciência e respostas locais: sobre a institucionalização das ciências
naturais no Brasil (de fins do século XVIII à transição ao século XX). Asclépio
2:107-123.

Foucault, Michel
1984 Vigiar e punir: o nascimento da clínica. Vozes, Petrópolis.

Funari, Pedro Paulo


1989a Brazilian archaeology and world archaeology: some remarks. World Archaeological
Bulletin 3:60-68.
1989b Reflexões sobre a mais recente teoria arqueológica. Revista de Pré-História 7:203-
209.
1992 La arqueología en Brasil: política y academia en una encrucijada. Em Arqueología
en América Latina hoy, editado por Gustavo Politis, pp 57-69. Fondo de Promo-
ción de la Cultura, Bogotá.
1995 Mixed features in archeological theory in Brazil. Em Theory in archaeology. A
world perspective, editado por Peter Ucko, pp 236-250. Routledge, Londres.
1998 A importância da teoria arqueológica internacional para a arqueologia sul-america-
na: o caso brasileiro. Primeira Visão 76:13-31.
2003 Teoria e métodos na arqueologia contemporânea: o contexto da arqueologia históri-
ca. Primeira Versão 120:13-20.

Gándara, Manuel
1994 Consecuencias metodológicas de la adopción de una ontología de la cultura: una
perspectiva desde la arqueología. Em Metodologia y cultura, editado por José
González e Jaime Galindo, pp 67-118. CONACULTA, México.

Gnecco, Cristóbal
1995 Praxis científica em la periferia: notas para una historia social de la arqueología
colombiana. Revista Española de Antropología Americana 25:9-22.

Gramsci, Antonio
1991 Os intelectuais e a organização da cultura. Civilização Brasileira, Rio de Janeiro.

Hegmon, Michelle
2003 Setting theoretical egos aside: issues and theory in North American archaeology.
American Antiquity 68:213-243.

126 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


Hissa, Cássio
2002 A mobilidade das fronteiras. Inserções da geografia na crise da modernidade.
UFMG, Belo Horizonte.

Kern, Arno A.
1991 Abordagens teóricas em arqueologia. Texto apresentado em Mesa Redonda sobre
Teoria Arqueológica. VI Reunião Científica da Sociedade de Arqueologia Brasileira,
Rio de Janeiro.

Kuhn, Thomas
1989 A tensão essencial. Editorial 70, Lisboa.

Lima, Tania Andrade de


2000 Teoria e Método na arqueologia brasileira: avaliação e perspectivas. Em Anais do
IX Congresso da Sociedade de Arqueologia Brasileira. Sociedade de Arqueologia
Brasileira, Rio de Janeiro. (CDROM)

Lopes, Maria M.
1997 O Brasil descobre a pesquisa científica: os museus e as ciências naturais no
século XIX. Hucitec, São Paulo.

Luhmann, Niklas
2002 Ciência incompreensível. Problemas de uma linguagem própria à teoria. Novos
Estudos 63:51-59.

Mills, Wright
1975 A imaginação sociológica. Zahar, Rio de Janeiro.

Morin, Edgar
1994 Ciência com consciência. Europa-América, Mira-Sintra

Palmer, Robert
1989 Hermenêutica. Editorial 70, Lisboa.

Pearson, Michael e Michael Shanks


2001 Theatre/Archaeology. Routledge, Londres.

Politis, Gustavo
2003 The theoretical landscape and the methodological development of archaeology in
Latin América. American Antiquity 68: 45-272.

Prous, André
1992 Arqueologia brasileira. UNB, Brasília.
1996 Histórico do setor de arqueologia UFMG e o papel das missões Franco-Brasileiras.
Em Anais da VIIIª Reunião Científica da SAB, volume 1, pp 131-150. EDIPUCRS,
Porto Alegre.

Reis, José Alberione dos


2002 Para uma arqueologia dos Buracos de Bugre: do sintetizar, do problematizar,
do propor. EDUCS, Caxias do Sul.

José Alberione dos Reis 127


2004 “Não pensa muito que dói”. Uma palimpsesto sobre teoria na arqueologia brasileira.
Tese de doutorado, UNICAMP/IFCH/PPG, Campinas.

Santos, Boaventura de Sousa


2002 Um discurso sobre as ciências. Afrontamento, Porto.

Shanks, Michael e Iain Mackenzie


1994 Archaeology: theories, themes and experience. A dialogue between Iain Mackenzie
and Michael Shanks. Em Archaeological theory: progress or posture?, editado
por Iain Mackenzie, pp 19-40. Aldershot-Brookfield, Avebury.

Shanks, Michael e Randall McGuire


1996 The craft of Archaeology. American Antiquity 61:75-88.

Shanks, Michael e Christopher Tilley


1987 Re-constructing archaeology. Routledge, Londres.
1989a Archaeology into the 1990s. Norwegian Archaeological Review 22:1-41.
1989b Questions rather than answers: reply to comments on Archaeology into the 1990s.
Norwegian Archaeological Review 22:42-54.
1996 Social theory and archaeology. Polity Press, Cambridge.

Souza, Alfredo de
1991 História da Arqueologia Brasileira. IAP, Pesquisas no 46, São Leopoldo.

Tillery, Christopher
1989 Excavation as theatre. Antiquity 63:275-280.
1991 Interpreting material culture. Em The meanings of things. Material culture and
symbolic expression, editado por Ian Hodder, pp 185-194. Harper Collins, Lon-
dres.
1995 Archaeology as socio-political action in the present. Em Critical traditions in
contemporary archaeology. Essays in the philosophy, history and socio-politics
of archaeology, editado por Valerie Pinsky e Alison Wylie, pp 104-116. University
of New Mexico Press, Albuquerque.
1998 Archaeology: the loss of isolation. Antiquity 72:691-693.

Tilley, Christopher (Editor)


1993 Interpretative archaeology. Berg, Oxford.

Yoffee, Norman
1996 Teoria social e evolucionista e seus descontentes. Em Anais da VIII Reunião Cien-
tífica da Sociedade de Arqueologia Brasileira, volume I, pp 47-81. EDIPUCRS,
Porto Alegre.

128 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):115-128, 2005


RESEÑAS/RESENHAS

Imagens da Pré-História, Parque Nacional Serra da Capivara de Anne-Marie Pessis.


Resenhado por Pedro Ignácio Schmitz.
Arqueología colombiana. Ciencia, pasado y exclusión de Carl Langebaek. Reseñado por
Wilhelm Londoño.
El argentino despertar de las faunas y de las gentes prehistóricas: coleccionistas, estu-
diosos, museos y universidad en la creación del patrimonio paleontológico y arqueoló-
gico nacional (1875-1913) de Irina Podgorny. Reseñado por Lúcio Menezes Ferreira.
El pasado extraviado: prehistoria y arqueología del Uruguay de Mario Consens. Rese-
ñado por José María López Mazz.
The First South Americans de Danièlle Lavalée. Resenhado por Levy Figuti.
Arte Rupestre na Amazônia – Pará de Edithe Pereira. Resenhado por Fabíola Andréa
Silva.
Gold and power in ancient Costa Rica, Panamá and Colombia, editado por Jeffrey Quilter
y John W. Hoopes. Reseñado por Clemencia Plazas.

Imagens da Pré-História, Parque que a partir de 1980, se vem dedicando ao


Nacional Serra da Capivara de tema, no Nordeste do Brasil. Desde muitos
Anne-Marie Pessis. FUMDHAM/ anos são conhecidas as abundantes e
PETROBRÁS, São Raimundo diversificadas pinturas e gravuras das
Nonato, 2003. Resenhado por Pedro savanas tropicais brasileiras); hoje também
Ignácio Schmitz (Instituto já existe um estudo consistente e boa
divulgação do material de parte da planície
Anchietano de Pesquisas/
amazônica.
Universidade do Vale do Rio dos
Sinos). Observando a distribuição das pinturas nas
savanas tropicais podem ser indicados três
Publicações sobre arte rupestre brasileira focos temáticos. O vale do Rio São Francis-
vem-se multiplicando nas duas últimas dé- co, em que predominam figuras de significa-
cadas, com um tratamento mais consistente do não imediatamente percebido (grafismos
do tema e uma apresentação gráfica mais puros), que são reunidos ora numa Tradição
elaborada. A melhor demonstração deste São Francisco, ora numa Tradição
crescimento é o livro de Anne-Marie Pessis, Geométrica, ora numa Tradição Astronômica,
sem haver ainda concordância entre os estu- movimento, infinitamente repetidas em
diosos quanto à sua definitiva classificação e pequenas variações, dispostas em extensas
interpretação. No Planalto de Minas Gerais faixas, sobre paredes lisas ou irregulares, que
são numerosas e destacadas as representações era possível alcançar com a mão, a partir do
de animais, especialmente de veados e peixes, chão ou de alguma saliência natural. Nos
que proporcionaram as bases para o estratos do interior dos abrigos costumam
estabelecimento da Tradição Planalto. Áreas recuperar-se poucos materiais trabalhados,
muito áridas do Piauí parecem ser o foco de sugerindo que se trata de ocupações
duas tradições pictóricas em que dominam estacionais de caçadores, cujos
representações antropomorfas que vêm assentamentos mais permanentes estariam na
acompanhadas de alguns tipos de zoomorfos; chapada por cima da cuesta, ou na planície
a mais antiga e mais elaborada dessas tradições fronteira a ela. Quando a aridez se acentuava
é denominada Tradição Nordeste; posterior e nos longos períodos do ano sem chuva, eles
graficamente menos elaborada surge a se refugiariam nos espaços abrigados da
Tradição Agreste. Grafismos puros aparecem cuesta e dos canyons, onde a umidade se
com mais ou menos intensidade em todas es- mantém por mais tempo, as plantas
tas tradições, sem necessariamente terem sua continuam verdes e os animais se concentram.
origem no vale do São Francisco. A obsessiva criação de sempre novas figu-
ras junto às já existentes pode ser considera-
O livro de Anne-Marie Pessis apresenta,
do o registro, como que o “diário”, dessas
de forma magistral, a Tradição Nordeste,
incontáveis e sucessivas passagens pelo lu-
como ela se manifesta no Parque Nacional
gar, por uma população que não tem direito
Serra da Capivara, em São Raimundo
de se fixar.
Nonato, Piauí, fazendo referências menores
à forma como ela aparece em Seridó, no Rio O trabalho nesses sítios não se restringe
Grande do Norte; de passagem fala também ao estudo das pictografias. Perto de 300 sítios
da tradição Agreste, de uma possível tradição já foram escavados, os perfis e pisos expostos
Geométrica local e do aparecimento de foram protegidos, os frágeis suportes das
algumas gravuras. pinturas consolidados, passarelas metálicas
foram construídas para que o visitante possa
O Parque Nacional Serra da Capivara,
chegar perto das pinturas sem perigo para
cujas pinturas estuda, é certamente o espaço
ele e sem dano para as obras indígenas. Tra-
brasileiro com maior densidade de arte ru-
ta-se de um imenso esforço de estudo,
pestre, sendo já conhecidos mais de 700 sítios
preservação e divulgação por todos os meios.
e cadastradas mais de 60.000 figuras. A pes-
quisa começou em 1970, sob a coordenação O livro de Anne-Marie Pessis foi precedido
de Niède Guidon e, desde 1980, conta com a pela bonita obra de Niède Guidon, “Peintures
participação científica e administrativa de préhistoriques du Brésil, l’art rupestre du Piaui”,
Anne Marie Pessis. em que as pictografias são apresentadas com
sua classificação. O livro da sucessora já tem
Os sítios com pinturas encontram-se nas
condições de aprofundar a reflexão e aumentar
paredes de uma cuesta arenítico/
exponencialmente o material ilustrativo com
conglomerática que separa a alta chapada de
uma apresentação gráfica superior. Ler o livro
uma antiga planície, e nas paredes dos
é visitar o Parque pela mão da autora, vendo o
canyons que penetram nesses terrenos altos,
ambiente, os trabalhos feitos e especialmente
escoando suas águas. Cada um desses rasos
as belíssimas pinturas. O texto está escrito em
e iluminados abrigos costuma reunir cente-
Português (p. 9-161), Francês (p. 163-267) e
nas de pequenas figuras, cheias de

130 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


Inglês (p. 269-304), e as 247 fotos coloridas, A parte seguinte do livro apresenta a
de alta resolução, proporcionam, a quem assim sucessão das tradições rupestres do Parque:
o quiser, um texto paralelo, embora a intenção a Tradição Nordeste, que se desenvolveu de
tenha sido a de complementar o escrito. 12.000 a 6.000 anos. É uma tradição narra-
tiva que, por meio de pequenas figuras de
A beleza visual das reproduções fotográ-
homens, animais, plantas e objetos represen-
ficas e a linguagem agradável do texto não
ta cenas da vida cotidiana, como caça, sexo,
são as únicas qualidades da obra, como des-
família, violência, além de crenças religio-
taca Niède Guidon, na apresentação: “O texto
sas e manifestações rituais. Aprimoramento
da obra é denso, sem concessões a fantasias
técnico, maestria pictural, domínio de recur-
ou suposições interpretativas, tão comuns na
sos gráficos são alguns dos elementos desta-
descrição de registros rupestres da pré-
cados pela autora.
história. Em cada frase nota-se produto de
cuidadosa reflexão e, ao longo do livro, com “As pinturas dos sítios arqueológicos da
uma abordagem integradora, apresenta-se a região do Parque Nacional Serra da Capivara
capacidade humana de se atingir a memória são muito diversificadas tanto na temática e
gráfica, unicamente lograda pelo Homo na técnica de realização quanto na maneira
sapiens.(...) Os critérios de análise expostos como as figuras estão dispostas sobre a
nesta obra, permitem o estabelecimento de parede. Em cada sítio, as pinturas aparecem
perfis gráficos fatíveis de caracterizar uni- como uma grande colagem, resultado das
dades culturais, além de levantar hipóteses obras realizadas em épocas diferentes por
que poderão ser confirmadas, através da cul- grupos étnicos diversos...” (p. 80-81).
tura material resultante das escavações ar- “Existem figuras com traços de identificação
queológicas” (p. 12). suficientes para permitir reconhecimento
imediato dos elementos do mundo sensível,
O livro se compõe das seguintes partes.
enquanto outras evocam formas incomple-
A Introdução fala do desencontro entre a cul-
tas ou formas não reconhecíveis. Nesse con-
tura do colonizador europeu e a cultura
junto de imagens dispostas ao acaso, estão
milenar dos habitantes da América, sendo a
misturados ritos, evocados mitos, plasmados
recuperação da verdadeira imagem dos gru-
grafismos emblemáticos e um universo sim-
pos étnicos que habitaram o Nordeste do Bra-
bólico de crenças e acontecimentos sociais
sil o desafio colocado ao pesquisador que
confundidos no tempo.” (p. 81). “Junto às
assim paga a dívida com relação à história
pinturas da Tradição Nordeste existem, nos
indígena e pode sensibilizar a consciência
mesmos sítios ... figuras pintadas de um tipo
nacional sobre os povos indígenas para se
totalmente diferente, que formam parte de
interromper o genocídio físico e cultural.
outra tradição designada como Tradição
Depois é apresentado o Parque, com seus
Agreste. Desta tradição fazem parte pintu-
130.000 hectares, no coração do chamado
ras de dimensões geralmente maiores e
Polígono das Secas, a região semi-árida do
representam figuras reconhecíveis e isoladas.
Nordeste brasileiro: clima, vegetação, fau-
Dominam as figuras humanas, sendo raros
na, ocupação humana através do tempo até
os animais. Não tem sido encontradas
os dias atuais e o significado que o Parque
representações de objetos nem de figuras
tem como ambiente, cultura e promoção so-
fitomorfas. As pinturas raramente
cial da população local. Sob o título “O início
representam cenas narrativas; excepcional-
da prática gráfica”, a autora mostra o que a
mente retratam caçadas. No plano técnico,
representação gráfica significa na evolução
as pinturas são negligenciadas, optando-se
da espécie humana.
pela procura de efeitos óticos através de gran-

Reseñas/Resenhas 131
des superfícies pintadas e preenchidas sem O livro é indispensável para quem deseja
utilizar procedimentos cuidados de conhecer arte rupestre do Brasil e para quem
acabamento. O tratamento das figuras é li- quer avançar na compreensão da arte rupes-
mitado e de má elaboração, não permitindo, tre como realização humana.
na maioria das vezes, nem mesmo a
identificação das espécies animais represen- Arqueología colombiana. Ciencia,
tadas.” (p. 86-87) Esta tradição teria existi- pasado y exclusión de Carl
do entre 9.000 e 2.000 atrás. Langebaek. Colciencias, Bogotá,
A seguir é descrito, com detalhes, o Esti- 2004. Reseñado por Wilhelm
lo Serra da Capivara, o mais antigo da Londoño (Departamento de
Tradição Nordeste, e o Estilo Serra Branca, Antropología, Universidad del
que lhe é posterior. Cauca).
O Epílogo junta as reflexões e
Abordar un escrito de la pluma de Carl
considerações da autora. Entre muitas outras
Langebaek garantiza aprender unas cuantas
pode-se destacar a evolução da Tradição Nor-
cosas, ya sea sobre el registro arqueológico
deste. “No começo observa-se a valorização
de una región, sobre los mecanismos respon-
do grupo em face do indivíduo, tendência que
sables de su aparición o sobre el contexto
se inverte paulatinamente com a evolução do
social y cultural que permitieron las investi-
estilo para formas de maior individualização.
gaciones disciplinarias. En este texto el lec-
É também constatável a passagem de um re-
tor encontrará un exhaustivo recuento de
gistro gráfico de natureza lúdica a um regis-
nombres y teorías que, en el entender de su
tro com a finalidade de comunicação social. A
autor, pueden definirse como los elementos
evolução gráfica não modifica em nada o
fundantes de la arqueología colombiana.
caráter essencialista dos registros da Tradição,
o que se transforma é a seleção do que se con- Para lograr el repaso Langebaek inicia
sidera essencial na encenação. Pode-se obser- su descripción de intereses sobre objetos ar-
var a evolução da temática tratada: no começo, queológicos tomando como punto de refe-
pouco perceptível, considera temas vitais e rencia “expertos” que en determinados mo-
lúdicos; depois torna-se mais diversificada e mentos tuvieron que decir algo sobre la ma-
explora novos temas, como a violência, os terialidad del pasado. La laxitud del término
castigos e as execuções. Podem-se observar, experto, obligatoria en este recorrido monu-
também, dois sistemas de apresentação, mental, permite agrupar historias fascinan-
estruturados sobre dois tipos de organização tes como el reporte de Francisco Romero de
social, o das comunidades Serra da Capivara, 1693 sobre la destrucción a regañadientes de
com certa dominância permissiva, refletida na un santuario arhuaco ordenada por la igle-
temática e na dinâmica da encenação gráfica, sia, los comentarios a los envíos de
e o dos grupos portadores do estilo Serra antiguedades por parte de José Celestino
Branca, com tendência restritiva, simbólica e Mutis a España, las exposiciones del virrey
mais hermética. Entre esses dois polos, os re- Messía de la Cerda a finales del XVIII en
gistros oferecem um leque de modalidades grá- Bogotá, por solo mencionar tres experien-
ficas de transição que formam o complexo cias. De fechas tan tempranas como 1693,
Serra Talhada.” (p. 155-156) Para la obra nos lleva hacia los debates contem-
acompanhar todo o pensamento da autora é poráneos de la disciplina donde se intentan
indispensável ler o texto e fixar-se nas desarrollos sustantivos, políticos y
ilustrações. epistemológicos. En este transecto temporal,

132 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


Langebaek logra un inventario detallado de gigantes, solo animales que ya no existían.
los autores nacionales y extranjeros más so- Del paso del misticismo de los gigantes a la
bresalientes que tuvieron que ver con la ar- curiosidad empirista la obra reseña el pro-
queología, catalogando incluso una exotérica blema de la raza en los debates sobre las ca-
reflexión de Soledad Acosta a finales del si- racterísticas de las poblaciones subordina-
glo XIX sobre el pasado prehispánico que das. Aparece con todo su rigor la tesis de
está en espera de que un enfoque feminista Buffon según la cual el atraso de la pobla-
en arqueología reivindique sus aportes. ciones americanas se debía al medio. Este
debate es enriquecido por la presentación de
La obra constituye un logro en la organi-
las obras de Mutis y Humboldt, el primero
zación de autores y problemas arqueológi-
alimentando una serie de investigaciones
cos diacrónicamente expuestos, todo esto en
antropológicas, el segundo opinando sobre
una glosa envidiable; sin embargo, la obra al
modelos de complejidad social que
referirse al interés por la arqueología (o los
desvirtuaban las conjeturas eurocéntricas.
objetos o el debate o todo a la vez) en diver-
sos periodos de la historia colombiana igno- Ante la dureza de Buffon las replicas de
ra explícitamente el desinterés por la mate- Juan de Velazco en Quito y Francisco Javier
rialidad del pasado, por ejemplo, la Clavijero en México presentan a América
satanización de los objetos prehispánicos por como un escenario para la civilización, con
parte de la iglesia en la colonia o el de mu- una larga tradición histórica interrumpida por
chos campesinos que solo buscan oro o de España, una metrópoli que se mira desde el
los propios funcionarios estatales en la ac- ocaso del mundo colonial con desdén. Un
tualidad que en la consecución de licencias bello ejemplo es el poema de José María
para construcción la última de sus exigen- Salazar para el virrey Antonio Amar y
cias es la visita de un arqueólogo. Borbón, en el cual se exalta el clima capita-
lino. Pero para mostrar que no todo es con-
La investigación de Langebaek marcha
senso Langebaek incluye la idea de Caldas
con la línea del tiempo, enseña la continui-
de destruir la selva y organizar el espacio
dad, el perfeccionamiento, el paso de las re-
para erradicar las fiebres y calenturas pro-
presentaciones de la iglesia marcadas en la
pias del trópico. Estos debates permiten in-
metáfora de la idolatría, a las preguntas más
ferir el grado en que la selva y sus habitantes
elementales lanzadas por funcionarios colo-
se consideraban un obstáculo para la civili-
niales a finales del XVIII que interrogaban
zación.
por el valor sociológico de los objetos
prehispánicos. En este derrotero aparecen las La parte histórica del texto relata las os-
obras de José Domingo Duquesne, Juan de cilaciones entre la exaltación de la
Santa Gertudris y Antonio de Ulloa. monumentalidad prehispánica para desacre-
ditar los planteamientos eurocéntricos y la
Una referencia importante de la investi-
reflexión más local para normalizar la dife-
gación enseña que en el debate de los gigan-
rencia. En este proceso la lista es infinita:
tes representaba una continuidad trascenden-
Manuel del Socorro Rodríguez y el proble-
tal con el pensamiento clásico. A inicios del
ma de la antiguedad de América como exal-
XIX un autor resaltado por Lengebaek, Ma-
tación de una nacionalidad en crecimiento;
nuel del Socorro Rodriguez, debate en una
la comparación de los Muisca como los Az-
publicación de la época la necesidad de acla-
tecas o Incas Colombianos; las primeras ex-
rar que los descrubrimientos de huesos de
pediciones sugeridas por el General Franciso
grandes dimensiones correspondían a anima-
de Paula Santander, el gran modernista del
les cuyas “dimensiones eran mayores”, no

Reseñas/Resenhas 133
XIX colombiano, que hicieron posible la vi- nes a estudiar el pasado, el indigenismo
sita de Boussingault con el “aval” de Cuvier; Méxicano, Triana y Cuervo y sus alegorías
las impresiones de expertos como el peruano de corte indigenista, la reconstrucción
Mariano Rivero sobe San Agustín, todo esto antropológica de Trimborn y Eckert basada
señalando que los productores de esa en crónicas, la llegada de las misiones fran-
monumentalidad había perecido antes de la cesas, alemanas e inglesas y la necesidad de
llegada de los españoles. Catastrofismo y ciu- regular la circulación de precolombinos al
dadanía, aunque Langebaek no lo señala, extranjero.
están unidos en le texto para sugerir que en
La institucionalización de la disciplina
la consolidación de la república era necesa-
viene a ser una síntesis de la exaltación del
rio generar una ruptura con el pasado a tra-
pasado en un nacionalismo incipiente, junto
vés de su apropiación científica para la cons-
con la preocupaciones disciplinarias propias
trucción de la individualidad.
de una mirada científica, además de una es-
De una racionalidad moderna que privi- trategia de darle coherencia a una legislación,
legia al individuo es donde proviene la obra la obra no lo menciona, que se preocupa del
de Joaquin Acosta de inicios del XIX, el apo- registro arqueológico.
yo a ciertas investigaciones por parte del
En los años cuarenta del XX aparece en
General Tomás Cipriano de Mosquera, la
escena Paul Rivet, el difusionismo, la arqueo-
reseña de sitios arqueológicos por parte de la
logía normativa, la descripción de San
Comisión Corográfica y su dictum: enume-
Agustín a cargo de Pérez de Barrada y
rar “todas las cosas dignas de mencionarse”,
Gregorio Hernández de Alba, las evaluacio-
entre ellas los “monumentos antiguos”.
nes disciplinarias de Schottelius, el miedo a
A mediados del siglo XIX, teniendo a los interpretar condenado luego por el
indígenas sincrónicos bajo un régimen civiliza- porcesualismo y sus determinismo, hasta lle-
dor, y los diacrónicos en una exlatación que gar a el posprocesualismo y el relativismo.
rayaba en la obsesión, aparece la obra de
Como se puede apreciar, el contenido de
Ezequiel Uricochea, Vicente Restrepo, Liborio
la obra es lineal y la riqueza de las anécdotas
Zerda, el primero con la introducción de da-
y comentarios de los autores reseñados ador-
guerrotipo para el registro de antigüedades, el
nan este derrotero. En ella, el punto de parti-
segundo polemizando contra los argumentos
da es más profundo que el de llegada, la fili-
eurocentricos, y el tercero con la propuesta de
grana esgrimida para tratar el interés en el
tres edades como lo hiciera Thomsen en Dina-
siglo XVIII y XIX por la arqueología, con-
marca.Además de los intentos de sitematización
trasta con las parcas reflexiones al respecto
temporal, aparecen las organizaciones espacia-
de relativismo, o de la arqueología
les, “el caso de Uribe Angel”, el maridaje entre
posprocesual y sus diálogos comunitarios,
guaqueros y expertos, la emergencia de socie-
excluídos de la agenda que propone el libro .
dades cadas vez más especializadas y la comi-
sión de expertos como Jorge Isaacs para aten- Si miramos el libro desde la ruptura, en-
der problemas antropológicos, el uso de con- contramos que el mismo transcurre narran-
ceptos como evolución y/o difusión, el apego a do el perfeccionamiento del raciocinio ar-
la raza como instrumento de explicación de la queológico, desde que los objetos de estudio
comprejidad social. fueron exonerados de su destrucción bajo la
mirada eclesial hasta su conceptualización
En 1937, el mismo debate, Clímaco
como elementos de contraste de la investiga-
Hernández y la existencia de naciones indí-
ción científica. El libro narra paralelamente
genas civilizadas, Arciniegas y sus invitacio-

134 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


la historia de la creación discursiva del re- sa; en tanto volumen seriado de la historia de
gistro arqueológico como evidencia de la su- la disciplina se entienden sus linealidades. Por
cesión de etapas que abrían y cerraban épo- ello este texto resulta ideal para iniciar discu-
cas tal como el ocaso de la monarquía impe- siones históricas, políticas y hasta sustantivas
rial a manos de una burguesía incipiente. El en un diálogo constante con la historia, la filo-
texto al interior de sus líneas asocia la disci- sofía y la antropología. Este libro es una pu-
plina a varios frentes, como contra-argumen- blicación de rigor para arqueólogos y demás
to a las tesis eurocentricas, como exaltación sujetos interesados en Colombia.
de la nacionalidad, como objeto de ciencia,
en todos estos niveles de lo que se trata es de El argentino despertar de las
la construcción de la individualidad moder- faunas y de las gentes
na bajo el técnicismo de la ciudadanía. prehistóricas: coleccionistas,
Aunuque el texto no lo mencione, cada vez estudiosos, museos y universidad
más existe un consenso en el sentido de que
en la creación del patrimonio
la arqueología es indispensable en los proce-
sos de de modernización. De ahí la unión in- paleontológico y arqueológico
disoluble entre el nacionalismo de los mu- nacional (1875-1913) de Irina
seos y la investigación disciplinaria. Podgorny. Universidad de Buenos
Aires/Libros del Rojas, Buenos Aires,
En virtud de ese señalamiento el texto com-
2001. Reseñado por Lúcio Menezes
prende la historia de un dispositivo de encau-
samiento de la memoria, fenómeno propio de Ferreira (Unicamp-Fapesp).
las sociedades disciplinadas. No se trataría, Recientemente Martín Rudwick, historiador
entonces, exclusivamente de la narración del de Paleontología, parafraseando a Bruno
paso del misticismo colonial al empirismo re- Latour y Steve Woolgar, consideró que, com-
publicano sino de la formación de una mirada paradas a la vida social de los laboratorios,
disciplinada sobre el pasado que supone la las ciencias de campo y los museos son para
concreción de un individuo cuyos referentes la Historiografía especializada tierra semi-in-
históricos comienzan donde empieza la nación. cógnita. La obra de Irina Pogdorny, en los úl-
De la manera más explícita la historia de la timos años, viene desbravando el terreno, pun-
disciplina sería la historia de la normalización teando los caminos por el que recorrieron en
de la infinidad de posibilidades de percibir el Argentina la Historia Natural y la Arqueolo-
pasado a través de la unificación del sistema gía. Escritora prolífica Podgorny se dedica a
de coordenadas responsables de su aprecia- una variedad de temas (como la relación entre
ción. La historia de esta técnica seria la histo- arqueología y educación y la recepción de la
ria de los museos, instrumentos de medición Nueva Arqueología en Argentina), publican-
de la episteme moderna, que suponen una cons- do en más de una lengua y en varias revistas.
trucción a un doble nivel, la suya y la de su Sus temas están relacionados, en la mayoría
público. Aunque este tipo de preguntas puede de las veces, con la comprensión de la forma-
generar cierto ruido molesto en una prosa de ción histórica de la argentinidad.
continuidades no puedo dejar por fuera de esta
reseña la ausencia en la obra de reflexiones Esta obra contiene, por lo menos, dos
que unan a los arqueólogos con las comuni- vertientes teóricas: (a) los estudios históri-
dades nativas en un suerte de diálogo que se cos, iniciados desde mediados de 1970, so-
ha venido explorando desde la década de 1980 bre la función de la arqueología y de la cul-
en el país. Ponderando la obra en su conteni- tura material, en general, para la formula-
do sorprende el inventario de autores y su glo- ción de identidades sociales y culturales. Por

Reseñas/Resenhas 135
otra parte, Podgorny no se distingue por el de había exhibido las reliquias argentinas en
programa clásico en Historia de las Ciencias, los salones de la Exposición Universal, trajo
por un análisis internalista que trasciende el en su equipaje no solamente su libro La anti-
tiempo, que presciende de la Historia para güedad del hombre en el Plata (1881) si no
autenticar la verdad epistemológica de las también los francos provenientes de la venta
proposiciones científicas. Su trabajo consti- de parte de sus colecciones.
tuye uno de los aportes de la Historia social
La focalización en este aspecto duplo
y cultural de las ciencias definidos en los años
de las colecciones lleva a Podgorny a descri-
1980 tanto en el centro como en la periferia,
bir con lujo de detalles la transición, en sue-
tanto en el Europa, como en Norteamérica y
lo argentino, de la actitud de coleccionar como
Latinoamérica. Podgorny estudia cómo los
obsesión individual –cultivo específico del
enunciados científicos forman habitus socia-
mundo burgués, en las palabras de W. Ben-
les y cognitivos, configuraciones en perma-
jamín– a una obsesión estatal. Estribada en
nente transformación, negociación y conflic-
los estudios históricos sobre la formación de
to. Examina las prácticas científicas concre-
los museos mundiales, Podgorny analiza, en
tas empleadas por instituciones de investiga-
el caso argentino, cómo las coleciones de la
ción, los proyectos políticos que las susten-
elite y de políticos fueron transformadas en
tan, la acción social, alianzas e intrigas de
preocupación de Estado y cómo fueron
los científicos. Su punto de partida, pues, no
oficializadas en los museos para inculcar
es el de la verificabilidad epistemológica, no
nuevos hábitos civiles dictados por el nacio-
es el de la narrativa ufanista de las ciencias
nalismo. La institucionalización de las Cien-
desvelando la naturaleza y las sociedades,
cias Naturales y de la Arqueología, en este
sino el de interpretar cómo las ciencias, en
sentido, acompañó la institucionalización de
articulación con los grupos sociales y con-
las colecciones, convirtiendo a los coleccio-
textos históricos, inventan un cierto orden.
nistas y viajantes naturalistas, que vendían
En El argentino despertar de las sus objetos a quien más les ofreciera, en cien-
faunas y de las gentes prehistóricas Podgorny tíficos, Directores de Museos, profesores uni-
explora dos aspectos de las colecciones de versitarios.
fósiles y artefactos indígenas: por un lado, las
Entre la miríada de instituciones ana-
relaciones entre científicos y coleccionistas;
lizadas, Podgorny destaca el Museo de La
por el otro, los enlaces políticos entre científi-
Plata, dirigido por Francisco P. Moreno
cos e instituciones, sobre todo los museos y
(1852-1919); el Museo Nacional de Histo-
universidades. El énfasis incide sobre las co-
ria Natural de Buenos Aires, regido entre
lecciones de FlorentinoAmeghino (1853-1911)
1902 e 1911 por Ameghino; el Museo
debido al lugar central que ocupó en las insti-
Etnográfico, fundado en 1904 en las depen-
tuciones científicas argentinas entre 1880 y
dencias de la Facultad de Filosofía y Letras
1911. En la descripción de estos objetos
de la Universidad de Buenos Aires y volca-
Podgorny muestra cómo las colecciones de
do, sobre todo, a las exploraciones arqueo-
Ameghino surcan un trayecto paradigmático
lógicas del noroeste argentino. Podgorny nos
y evidencian las múltiples redes de intercam-
muestra cómo esos museos, en compás con
bio tejidas en torno de bienes simbólicos
otras asociaciones científicas y universida-
(semióforos, diría Pomian) que adquirieron
des argentinas, fueron creados para explorar
gran valor monetario en el mercado interna-
y explotar el territorio y circunscribirlo
cional: los fósiles pampeanos y las antigüeda-
geopolíticamente. Como armas de un Esta-
des arqueológicas del noroeste argentino.
do que asumió el papel de “curador de colec-
Ameghino, volviendo de su viaje a París, don-

136 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


ciones”, los museos internalizaron reglas so- miliares, fueron tomadas por el Estado. De
ciales y la idea de Nación, inventariaron y este modo, argumenta Podgorny, en este con-
catalogaron los objetos de la conquista cien- texto conducido por los dictámenes de la
tífica del territorio, los despojos de la domi- Restauración Nacionalista, el patrimonio
nación y del etnocidio de los indígenas. Fran- arqueológico y paleontológico, bajo el do-
cisco Moreno bien ejemplifica esa postura minio de coleccionadores particulares y del
bélico-científica: donando sus colecciones al voluntarismo de Directores de museos, fue
Museo de La Plata, éste había mencionado, normalizado por una ley que congregó las
en carta al Ministro de Gobierno, la utilidad colecciones y los científicos, sometiéndolos
práctica de los estudios de Antropología y al brazo instrumental de las instituciones de
Arqueología: anclar la identidad argentina en investigación y del Ministerio de Instrucción
la Prehistoria, someter y “pacificar” a los Pública. El espíritu mercantil que animaba
grupos indígenas. las colecciones fue substituido por un
triunfalista espíritu nacional. La Historia, la
En el interior de los museos argenti-
Arqueología y la Paleontología se conjuga-
nos, Podgorny rastrea, basándose en docu-
ron para declinar los verbos de inspiración
mentación oficial, periódicos, publicaciones
patriótica, de la tradición, del
de los museos y correspondencias privadas,
pertenecimiento, de la colectividad. La divul-
las relaciones entre Ciencia/científicos/Esta-
gación científica y la extensión universitaria
do y la presentación pública de la Ciencia.
aparecen, nos recuerda Podgorny, como ob-
Nos demuestra, en el conjunto de estas rela-
jetivos patentes de las Universidades de La
ciones, que la donación de colecciones para
Plata y de Buenos Aires. La palabra de los
el Estado, como lo hizo Moreno, no siempre
científicos, a través de conferencias públi-
implicaba el renunciar a ellas. En el mismo
cas, publicaciones especializadas y manua-
acto público en que se desprendió de sus co-
les didácticos, guiaban, junto con los acer-
lecciones, Francisco Moreno, como Direc-
vos de los Museos, el proceso educativo ar-
tor del Museo de La Plata, se unió a las mis-
gentino.
mas definitivamente, amparado por decreto
de gobierno. Por otro lado Ameghino, cuan- Podgorny, en suma, despierta la me-
do trabajaba como Vicedirector del Museo moria nacional argentina para lo que está ante
de La Plata entre 1886 y 1887, vendió para ella, en pleno paisaje de sus monumentos cien-
esta institución sus colecciones tíficos, aún vivos, erigidos como espacios pú-
paleontológicas y arqueológicas. En razón blicos, los Museos y las Universidades Na-
de su contienda con Moreno, que se extendió cionales de La Plata y de Buenos Aires. Su-
durante veinte años, acabó siendo alienado mándose a otros trabajos en Historia de la Ar-
de sus colecciones. Fue exonerado del Mu- queología Argentina, como los de Gustavo
seo de La Plata y Moreno le prohibió inves- Politis y Alejandro Haber, el libro de Irina
tigar los materiales que había conseguido con Podgorny despierta para los debates del pre-
su hermano Carlos Ameghino en expedicio- sente aquello que, sólo en la apariencia, repo-
nes patrocinadas por el Estado. saba, adormecía en la memoria de las institu-
ciones nacionales. La conquista científica del
La ley 9080 de 1913, no obstante,
territorio nacional, la constitución de la Na-
nacionalizó definitivamente los fósiles y an-
ción por las Ciencias, puede todavía ser vis-
tigüedades indígenas, integrando el pasado
lumbrada por entre las paredes de lugares
del territorio a la Historia de Argentina. Des-
públicos, en la materialización palpable de
pués de la muerte de Ameghino en 1911, sus
fósiles y artefactos pacientemente colecciona-
preciosas colecciones, heredadas por sus fa-
dos y estudiados por próceres científicos. El

Reseñas/Resenhas 137
libro, en este sentido, ofrece elementos com- prehistórica, los prejuicios explicativos, “las
parativos para escribir otras Historias de las fantasmagóricas etnias”, “la agonía” y “los
Ciencias y de los Museos: la nacionalización estertores” del período indígena y la creación
del patrimonio que se dio en Argentina ocu- de la Banda Oriental. El “Libro de la Arqueo-
rrió –y todavía ocurre– en todo el mundo; en logía” propone un modelo ambiental y
Latinoamérica y en Brasil, en especial, se ven climático, presenta conceptos arqueológicos,
procesos similares, la Historia, la Arqueolo- muestra el uso de la teoría de los sistemas, el
gía y las Ciencias Naturales promoviendo ac- estudio de los sitios arqueológicos y presenta
tivamente, en los contextos poscoloniales, la en sociedad su modelo de la Prehistoria uru-
construcción de los Estados Nacionales. Lo guaya. La tercera parte profundiza en la iden-
que está en juego en la comprensión de los tidad uruguaya, en la etnohistoria, en la temá-
significados políticos de esos procesos, los tica patrimonial, crítica a sus colegas, y plan-
cuales Podgorny nos ayuda a interpretar, es la tea un “transitorio final”.
cuestión, intensamente perturbada y pertur-
El libro de Consens abarca una variedad
badora, de nuestra relación con los embates
grande de circunstancias, problemas y dife-
del presente latinoamericano, marcado inter-
rentes temas de debate que, por sí mismos,
namente por extrema desigualdad social y, ex-
tal vez merecerían un tratamiento diferente.
ternamente, por una nueva versión de Impe-
El trabajo presenta una base de datos impor-
rialismo y Guerra Fría. Comprender la Histo-
tante y una mirada crítica sobre varios te-
ria, como ya había anunciado Marc Bloch,
mas que hacen a la actualidad arqueológica
no es comprender el pasado sino el presente –
latinoamericana. La heterogeneidad de tópi-
un presente, en nuestro caso, heredero de re-
cos tratados, en discursos de diferente nivel
gímenes dictatoriales, recién ingresado en “de-
de especialización, nos plantean la interro-
mocracias plutocráticas” y fraccionado por las
gante al respecto del público al que va dirigi-
alternativas del universalismo y del
da la obra. No queda claro si la importante
multiculturalismo.
información reunida y los análisis teórico-
metodológicos rinden más como un manual
El pasado extraviado: prehistoria y para estudiantes universitarios o se trata pro-
arqueología del Uruguay de Mario piamente de un “libro de autor”.
Consens. Editorial Linardi y Risso,
Es muy loable el esfuerzo de hacer llegar
Montevideo, 2003. Reseñado por a diferentes públicos los rudimentos arqueo-
José María López Mazz lógicos básicos y las contribuciones teóricas
(Departamento de Arqueología, más relevantes, que han hecho de la Arqueo-
Universidad de la República, logía una ciencia. No lo es tanto su tono de
Montevideo). denuncia y acusación, que seguramente desde
lejos confunde al lector extrauruguayo. La
Mario Consens propone y desarrolla en este
prédica político arqueológica de Consens es
libro una crítica sistemática de los conceptos
sorprendente, desconcertante e incomprensi-
sobre los cuales se ha construido un pasado
ble, ya que como allí se afirma pero si “so-
prehistórico en Uruguay. Para alcanzar su
mos pocos y nos conocemos bien”.
objetivo aborda los prejuicios de una socie-
dad americana “sin indios” desde una pers- Señalando el mérito que representa ese
pectiva antropológica, en un obra que organi- gran esfuerzo documental, conceptual y téc-
za en “tres libros”. En el primero, “El libro de nico este proyecto de corte enciclopedista con
la Prehistoria”, define conceptos fundamen- énfasis en la opinión (y el estilo) personal
tales: el poblamiento, la organización social tiene, sin embargo, algunos puntos opinables.

138 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


En primer lugar no posee un eje conceptual la conquista y se adentra en una crítica pro-
rector claro que oriente lógicamente la re- funda contra la totalidad del sistema
flexión a través de los diferentes temas que institucional arqueológico realizando
analiza. Los nombres originales dados a los impugnaciones desde un posicionamiento
capítulos y apartados del libro pueden com- (aparentemente superior) que, para desgracia
prometer la comprensión de la obra por el del lector, Consens no aclara explícitamente.
efecto retórico y de las metáforas (e.g., “las Entre las páginas 319 y 323 la catarsis alcan-
fantasmagóricas etnias”, ”transitorio final”). za un punto alto y su discurso adquiere ribe-
El lector transita por una alternancia sucesi- tes de mesianismo. En ese “infierno chico” que
va de temas (distintos y distantes) que, a tra- son las arqueologías nacionales sudamerica-
vés de la redundancia de algunos, revelan las nas aún hay incomodidad generacional con el
preocupaciones profundas del autor. En cada orden académico e institucional surgido de la
libro se sucede la crítica a las implicancias restauración democrática.
teóricas relativas a la interpretación
Para finalizar el libro Consens vuelve
historiográfica del pasado, el análisis de con-
sobre el tema de la construcción social del
ceptos elementales de arqueología y prehis-
pasado, pero ya a modo de epílogo. El libro
toria, temas especializados de teoría
tiene un estilo personal a través del cual el
antropológicas e interpretaciones históricas
autor explora las relaciones entre investiga-
y culturales. La manera de citar al final del
ción científica e identidad nacional. En algu-
texto no parece la más adecuada pues com-
nos análisis domina la claridad y la origina-
plica la consulta rápida de la base documen-
lidad teórica. Pero a veces se asoma la vieja
tal y, por lo tanto, el seguimiento del hilo
amargura de constatar que quién no tiene
argumental. Algunas fotos son confusas y el
identidad no precisa un pasado. Los nuevos
lenguaje por momentos se vuelve complica-
desafíos y los nuevos escenarios sugieren la
do e inexacto.
dirección futura de la arqueología sudameri-
En el apartado “Arqueología: los escena- cana. El análisis desde una arqueología na-
rios” Consens presenta un modelo cional no parece ya importante pues, antes
paleoambiental con mucha base de datos e de todo, se trata de una arqueología bien he-
interpretaciones que seguramente llamará la cha o mal hecha. La virtud de un libro, decía
atención de los especialistas que trabajan el Foucault, es servir como una caja de herra-
Pleistoceno final y el Holoceno temprano. mientas, prestando utilidad en diferentes cir-
Algo similar ocurre con la presentación de cunstancias; algo que los lectores, en gene-
un modelo para la prehistoria de Uruguay ral, y los del circuito arqueológico, en parti-
(p. 241), propuesta que siempre genera ex- cular, oportunamente se encargarán de esti-
pectativa. Lamentablemente el modelo no está mar sobre este trabajo. Espero que este libro
muy documentado con la actividad arqueo- de corte conflictivo y personal contribuya al
lógica uruguaya reciente que viene produ- debate, permita aumentar el conocimiento y
ciendo información fresca año tras año en sea benéfico para la ciencia y la comunidad.
las tierras bajas, en la costa Atlántica o en el
valle del río Uruguay. The First South Americans de
La última parte del libro (“Hacia una nue- Danièlle Lavalée. Originalmente
va prehistoria”) vuelve a retomar el problema publicado como Promesse
de la relación entre identidad y construcción d’Amérique: La préhistoire de
del pasado con apoyo de información especí- l’Amérique du Sud. Hachette, París,
fica; realiza luego un análisis documental de 1995. Tradutor Paul G. Bahn.

Reseñas/Resenhas 139
University of Utah Press, Salt Lake Atlântida e ETs. Já no período dos naturalistas,
City, 2000. Resenhado por Levy a autora destaca entre tantos, Lund e o Homem
Figuti (Museu de Arqueologia e da Lagoa Santa, a origem dos Sambaquis e a
Etnologia da Universidade de São polêmica entorno do Homo americanus de
Ameghino. Ao final, a autora aponta o
Paulo).
nascimento da arqueologia científica na Amé-
Esta obra de Mme. Lavalée é um raro estudo rica do Sul com os trabalhos dos alemães Reiss,
da pré-história da América do Sul, que Stübel e Uhle, em fins do séc. XIX.
cobrindo de forma exaustiva os períodos No capítulo seguinte (The Fist
Paleoíndio, Arcaico e Formativo, para, Occupants), a autora abre a discussão colo-
notavelmente, no alvorecer das grandes cando os campos opostos da polêmica da
Civilizações Andinas. O leitor perceberá uma ocupação da América entre conservadores (a
visão da arqueologia sul-americana clara- partir de 12.000 anos) e radicais (mais de
mente empiricista, o que não é surpresa para 20.000 anos), retratando-os, de certo modo,
quem conhece esta arqueóloga. Também se como dois exércitos em batalha. Situa o início
percebe um certo viés da autora para a região desta oposição no começo do século XX, com
de sua especialidade, os Andes, e pelo menos as controvérsias entre Ameghino versus
do ponto de vista de um arqueólogo brasileiro, Holmes e Hrdlicka, a partir da qual se
o Brasil parece sub-representado. Porém, estabelece a teoria da ocupação recente das
neste caso em particular, devo voltar esta Américas, destacando como os sítios Folsom
questão a meus compatriotas: existe e Clovis encaixaram-se nessa teoria. No pa-
bibliografia sobre o tema? E se esta existe, norama atual, a autora destaca como “porta
qual o grau de acessibilidade internacional? estandarte” dos conservadores T. Linch, e do
De qualquer modo, é uma publicação de fá- lado radical, MacNeish e Bryan. A seqüência
cil leitura, com estilo agradável e algumas do capitulo compreende os sítios Paleoíndios
tiradas irônicas, densamente documentada em conhecidos das Américas, onde constam suas
seus sete capítulos, que descrevo a seguir. descrições, quais as evidências e quais os
No primeiro capítulo (The Discovery of a contra-argumentos. Em um balanço geral,
World?), a autora discorre sobre os eventos e fica claro que Monte Verde é o mais conclu-
polêmicas da origem do homem americano, sivo dos sítios com mais de 12.000 anos e
desde a Descoberta ao estabelecimento da que leva os conservadores a revisarem suas
arqueologia. Passando pela descoberta e a teorias. Tendo em vista este fato, a discussão
“invenção” da América pelos europeus, o capí- se expande para quais seriam as rotas de
tulo também aborda a caça aos metais precio- migração, quais os dados da genética e da
sos ou a busca do Eldorado e a discussão sobre antropologia biológica disponíveis.
o status dos Ameríndios, declarados humanos No terceiro capítulo (The Time of the
em 1537 por uma Bula Papal. Tendo sido Hunters) é abordado, basicamente, o Arcai-
reconhecidos como homens, restava a questão co Antigo, começando com as mudanças
de onde vieram, e as conjecturas iniciais sobre climáticas do limite Pleistoceno/Holoceno.
as origens dos homens americanos são Segue-se a discussão de quem seria o princi-
inevitavelmente bíblicas ou associadas a algum pal agente da extinção da megafauna, clima
povo da antiguidade clássica. Dentro desta linha ou homem, sendo que a questão deste último
de pensamento, a autora também inclui os au- suscita novas observações sobre a presença/
tores contemporâneos de realidade fantástica, ausência de indústrias com pontas de projétil.
onde aparecem como centros de origem No desenvolver do capítulo somos brinda-

140 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


dos com a descrição e análise dos sítios das da Colômbia, do que nos Andes Centrais: o
Cordilheiras, passando para as Terras cultivo intensivo do milho, o surgimento da
Baixas, Amazônia, Planalto Central cerâmica e da tecelagem, das sociedades
Brasileiro, Pampa e Patagônia. Esta parte se hierárquicas e dos primeiros centros
encerra com a descrição dos vestígios cerimoniais. Enfatiza também a controversa
esqueletais do período. origem do milho (México versus Peru), com
destaque para o interessante sítio de Los
No quarto capítulo (The Andean Boom),
Gavillones. A questão da origem da cerâmica
Levalée apresenta um quadro da região
aparece como uma peça teatral, dividida em
andina durante o Arcaico, entre 8.000 a 5.000
quatro atos: a cerâmica Valdivia e sua origem
anos, mostrando os sítios chave do princípio
nipônica, autoctonicismo ou difusionismo, a
do sedentarismo, as primeiras vilas de pes-
cerâmica colombiana e a cerâmica amazônica
cadores no litoral, as múmias chinchorro e o
brasileira do sítio Taperinha. Entretanto, ao
início da domesticação de plantas e animais.
final, Lavalée retoma a questão do ponto de
Se por um lado a domesticação dos
vista da associação entre cerâmica e horti-
camelídeos e do porquinho da índia é uma
cultura. Valdivia reaparece, então, como a
trilha singular da região andina, a questão
primeira cultura ceramista/horticultora,
das origens da horticultura é foco de debate,
sendo os outros candidatos ainda caçadores/
pois se os vestígios de plantas domesticadas
pescadores/coletores. Temos uma rápida
estão nas Terras Altas, suas origens naturais
referência ao início da tecelagem do algodão
nos levam ao trópico úmido, o que conduz
e da lã, e passamos para o mais antigo cen-
ao capítulo seguinte (The Other Side of the
tro cerimonial (uma proto-cidade), o sítio
Cordillera). Para o mesmo período aborda-
Real Alto no Equador, com suas estruturas
do no capitulo anterior, a autora destaca os
habitacionais/cerimoniais e suas vênus. Para
povos costeiros do Atlântico: os Sambaquis
o surgimento de sociedades hierárquicas,
do Sul-Sudeste do Brasil, os Conchales
vemos a descrição dos templos pré-cerâmicos
Patagônicos e os Concheros Caribenhos, com
do Peru de Huaca de Los Ídolos, Huaca de
abundante bibliografia. Passando para os
Los Reyes, Kotosh e La Galgada, que
caçadores coletores do interior, vemos rela-
aparecem tanto na costa como nas
tivamente curtas passagens sobre as Tradição
montanhas.
Itaparica, Umbu e Humaitá do Brasil e os
caçadores de guanacos dos Pampas. Ao fi- Ao finalizar o livro (Epilogue:
nal, a autora reflete sobre “as prováveis Civilization), com a primeira “Alta
razões para a ausência de um sistema”: por- Civilização” e o que Lavalée considera o fim
que vemos as mudanças radicais nos Andes da Pré-História para os Andes, vemos Chavin
e culturas (quase) imutáveis nas Terras de Huantar e as questões que cercam suas
Baixas? Embora não ofereça explicações, a origens: serrana, costeira ou florestal? Ci-
autora considera que as extensas áreas não tando, “Chavin, melting pot or crossroads?”
pesquisadas ainda poderão mudar este pa- é uma questão que permanece não resolvida.
norama. Para o resto da América do Sul, resta uma
longa pré-história.
Para o período seguinte, entre 5000 a
4000 anos, tratado no sexto capítulo (Pesants, É inevitável a comparação da obra de
Artisans, Priests), a autora nos apresenta uma Levalée com o livro de T. Dillehay, The
fase de importantes inovações e adverte que Settlement of the Americas, ambos publica-
esse processo ocorreu mais cedo e mais dos em inglês em 2000 (embora o original
esplendidamente nos litorais do Equador e em francês seja de 1995), que abordam com

Reseñas/Resenhas 141
vigor a questão da antiguidade do homem na deste trabalho realizado com competência e
América. Creio que os dois livros são sistematicidade pela pesquisadora. De
complementares, afinal Dillehay aborda ex- maneira muito clara e didática ela nos
clusivamente essa questão em seu livro, apresenta um panorama da pesquisa sobre o
enquanto Lavalée nos oferece um panorama tema na região e um inventário de mais de
mais vasto da Arqueologia Sul Americana, cem sítios arqueológicos com pinturas e
ou melhor, do que entende como a Pré- gravuras rupestres.
História Sul Americana. Porém, quaisquer
O capítulo inicial do livro é dedicado ao
críticas que possamos colocar sobre esta
relato sobre a história das pesquisas sobre
obra, tampouco a desmerecem como um livro
arte rupestre na Amazônia e à explicação
obrigatório na cabeceira do arqueólogo.
sobre as suas diferentes etapas e o estado
atual em que se encontram as investigações
Arte Rupestre na Amazônia – Pará sobre o tema. A autora dá ao leitor a
de Edithe Pereira. UNESP, São possibilidade de se situar na problemática e
Paulo, 2003. Resenhado por Fabíola entender como os trabalhos foram conduzidos
Andréa Silva (Museu de Arqueologia e quais foram as diferentes interpretações
e Etnologia da Universidade de São dadas a respeito destes fenômenos culturais.
Paulo). Nos capítulos seguintes ela trata de
O livro Arte Rupestre na Amazônia – Pará, apresentar a metodologia e os resultados de
de Edithe Pereira é o resultado do esforço sua pesquisa. Explica que as suas fontes de
desta pesquisadora no sentido de resgatar e informação foram bibliográficas, orais, bem
enriquecer o nosso conhecimento sobre os como resultantes de seus trabalhos de cam-
vestígios de arte rupestre existentes nesta po e salienta que as mesmas foram organiza-
região amazônica. Segundo ela, viajantes e das de modo sistemático em forma de
cronistas já haviam registrado a sua cadastro.
ocorrência desde o início da conquista e Um dos capítulos foi destinado a
colonização destas terras brasileiras. Apesar apresentar a distribuição espacial e
disso, estas expressões culturais das quantitativa dos sítios. Com o auxílio de
populações que ocuparam a Amazônia no mapas e tabelas, a pesquisadora ressalta as
passado ficaram relegadas para o segundo áreas de concentração dos sítios com arte
plano na maior parte das pesquisas arqueo- rupestre no Pará, define áreas que ela consi-
lógicas. dera promissoras para a pesquisa tendo em
No sentido de transformar o cenário ainda vista a existência de informações e de alguns
incipiente do conhecimento a respeito destes sítios com este tipo de vestígio e, ainda,
registros, a pesquisadora se lançou em um aponta a ocorrência de sítios isolados situa-
trabalho de busca de informações orais e dos em pontos esparsos e distantes entre si,
documentais sobre a existência e a nas diferentes cidades paraenses.
localização de sítios arqueológicos contendo No capítulo destinado ao inventário dos
arte rupestre. Paralelamente, realizou várias sítios arqueológicos ela utiliza como
pesquisas de campo, registrando, documen- referencial de agrupamento dos mesmos, as
tando e analisando as pinturas e gravuras bacias hidrográficas. A localização dos sítios
rupestres existentes em diferentes regiões do toma como referência o município, o rio e o
Estado do Pará. Ao longo da leitura desta local específico onde eles aparecem. Para
obra nós podemos vislumbrar os resultados cada sítio temos uma descrição resumida das

142 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


suas características e das manifestações ru- de la metalurgia no fueron los únicos marca-
pestres que ele apresenta, um pequeno histó- dores de cambios sociales prehispánicos pero
rico da pesquisa realizada no mesmo e as sí un campo de estudio lleno de indicadores
referências bibliográficas e documentais an- para entender las diferencias de uso social,
teriormente existentes sobre ele. Tudo isso de género y de jerarquías sociales y el oro
nos é apresentado de uma forma como elemento comercial y simbólico fun-
esteticamente esmerada com riqueza de fo- damental en la América Intermedia. Jeffrey
tos e desenhos. Cabe ressaltar que este capí- Quilter anota en la introducción que cada
tulo é o mais volumoso da obra e reflete o seminario-libro es una oportunidad para ha-
fôlego e a determinação da autora em sua cer síntesis y empezar desde un nuevo punto
tarefa de tornar este patrimônio arqueológi- del conocimiento sobre el tema. En este sen-
co conhecido. tido los logros de este libro son innegables.
Los artículos de Saunders, Graham y
O que aprendemos com a leitura desta
Falchetti profundizan en el simbolismo de la
obra é que a Amazônia, ao contrário do que
metalurgia, aspecto fundamental para enten-
se imaginava, apresenta uma grande
der su función social en tiempos
diversidade estilística no que se refere aos
prehispánicos. Bray y Fernández/Quintanilla
conjuntos rupestres. Além disso, ela é um
contextualizan y dan profundidad en el tiem-
incentivo para que as pesquisas sobre este
po y el espacio a las áreas metalúrgicas
tema tenham continuidade tanto no sentido
Tairona y Diquís. Snarkis y Cooke, como
de que outros sítios com pinturas e gravuras
siempre, ofrecen una mirada general, pero
rupestres sejam localizados e inventariados
llena de información confiable, del panora-
como, também, para que se possa melhor
ma metalúrgico de Costa Rica y Panamá.
contextualizá-los com os demais testemunhos
Langebaek y Hoopes/Fonseca proponen hi-
arqueológicos deixados pelas populações do
pótesis nuevas sobre el papel de la metalur-
passado.
gia en la sociedad, en el primer caso, y sobre
Este livro é um testemunho da riqueza e la correspondencia de la metalurgia con la
da complexidade dos modos de vida das familia lingüística Chibcha y ciertos símbo-
populações que ocuparam a região los iconográficos, en el segundo. El cuidado-
amazônica. Neste sentido, desenvolver a pes- so análisis de documentos del siglo XVI en
quisa da arte rupestre com a seriedade que Costa Rica hecho por Ibarra ayuda a esta-
Edithe Pereira vem fazendo nestas terras do blecer diferencias de género y jerarquía en el
Pará é, sem dúvida, crucial para que se possa uso del oro, material que, sin duda, ayudará
complementar e desenvolver o cenário expli- a las interpretaciones sobre su papel en tiem-
cativo da pré-história brasileira. pos prehispánicos.
El artículo de Nicholas J. Saunders
Gold and power in ancient Costa ”Catching the light”: technologies of power
Rica, Panamá and Colombia, and enchanment in pre-columbian gold
editado por Jeffrey Quilter y John W. working reflexiona sobre la relación entre la
Hoopes. Dumbarton Oaks, noción amerindia del poder y la materiali-
Washington, 2003. Reseñado por dad, específicamente sobre la “estética del
Clemencia Plazas (Investigadora brillo”, visión panamericana del mundo en
independiente). la cual los fenómenos naturales (sol, luna,
agua, hielo, arco iris y nubes y materiales
La diversidad de artículos de este libro es naturales como minerales, plumas, pieles,
una prueba de que la presencia y el manejo perlas, conchas, cerámica, tejidos y metales)

Reseñas/Resenhas 143
poseían sacralidad interna exhibida por su simbolismo de sus combinaciones y trans-
superficie brillante. El mundo era percibido formaciones desde el contexto de la regene-
como un lugar multisensorial donde la valo- ración cíclica. La relación de los metales con
ración espiritual de la materia integró los los ciclos biológicos confería el poder sim-
aspectos físicos y espirituales de la experien- bólico necesario para mantener la estabili-
cia fenomenológica. Saunders propone que dad social y la supervivencia. En este con-
el brillo del metal ayudó a que la metalurgia texto el oro incorruptible ha sido asociado al
se difundiera en América Central procedente poder germinativo masculino del sol, visto
de Sur América, en contraposición a la hipó- como deidad inmortal, y el cobre, que se oxi-
tesis de Bray que explica la presencia de es- da, a la luna en su acepción femenina que se
tos objetos en Centroamérica, entre otros as- transforma y muere para renacer periódica-
pectos, por su iconografía neutral. mente. El olor de los metales también es sig-
nificativo: el peculiar olor del cobre es aso-
La mirada innovadora de los historiado-
ciado a enfermedad, putrefacción, peligro y
res del arte sobre el material arqueológico es
contaminación. El balance y el orden entre
siempre enriquecedora porque puede ver la
los elementos fue, tal vez, lo que hizo a las
peculiaridad de las formas de un área deter-
aleaciones de oro y cobre tan apreciadas en
minada. Tal vez por ser mi área de estudio
el mundo prehispánico como alianzas correc-
percibo que Mark Miller Graham interpreta
tas sobre las cuales descansaban la
equivocadamente, en Creation imagery in the
sobrevivencia y la identidad social.
gold work of Costa Rica, Panamá and Co-
lombia, las tetillas masculinas como pechos En su artículo Gold, stone and ideology:
de mujer, cuando en esa misma área symbols of power in the tairona tradition of
Veraguas, Gran Chiriquí, se reprodujeron northern Colombia Warwick Bray relee las
mujeres en oro con pechos generosos. Coin- descripciones del siglo XVI, gracias a las re-
cido con el autor en la asociación de la ser- copilaciones de crónicas de Reichel-Dolmatoff
piente con la fertilidad y la fecundidad, pero y de otros autores. Buscando evidencias de
en su sentido básico no sexuado. El proble- jerarquización encuentra que se describen al-
ma surge cuando se interpreta este símbolo deas de diferente tamaño, de veinte a mil es-
sólo como masculino. La serpiente o los tructuras o casas con jerarquización de car-
saurios como seres primordiales del mundo gos: caciques principales, menores y de ba-
de abajo pertenecen a ese ámbito de los seres rrios; también se mencionan capitanes, prin-
asexuados que en la iconografía se represen- cipales (nobles), mandadores, capitanes de
tan, a veces, como hombres o como mujeres. guerra y pregoneros, además de los diferentes
Es el caso de los falos serpentiformes o la rangos de guerreros (fuera, claro está, de los
Cuatlicue azteca, serpiente y madre, esencia mojanes, lideres religiosos que en ocasiones
de lo femenino. Por eso cuando el autor esta- mandaban a los caciques). Aún en las des-
blece “la existencia de la primacía masculi- cripciones de 1739 se dice que los indígenas
na de la creación en la América Intermedia” más importantes llevaban joyas de buen oro y
no puedo dejar de recordar los mitos Kogis los demás de oro bajo. Los arqueólogos, se-
de la Sierra Nevada de Santa Marta en Co- gún el autor, han constatado las diferencias en
lombia que hablan de la madre autosuficiente, los tamaños de las casas y su corresponden-
documentados por Reichel-Dolmatoff. cia con la riqueza de los ajuares. Estoy de
acuerdo con la afirmación de Bray de que es-
In The seed of life: the simbolic power of
tudiar a los Kogi de la Sierra Nevada de San-
gold-copper alloys Ana María Falchetti ana-
ta Marta para entender el material Tairona no
liza las propiedades de los metales y el
es una analogía etnológica sino una continui-

144 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


dad etnológica que los mismos indígenas re- costarricenses entre el siglo IV y VII dC. Este
conocen como fundamental para su identidad suceso es una oportunidad única para enten-
étnica. A pesar de que en 1578 ya se evidencia der cómo ingresaron tecnologías y símbolos
un colapso cultural en la Sierra y el mama o foráneos y se adaptaron a las necesidades de
sacerdote surge como nuevo líder el uso ac- expresión local. En este trabajo Snarkis, ajus-
tual de los objetos de oro en los rituales y las tado a los datos excavados, ve como en el
ofrendas de cuentas de piedra prehispánicas Área Central de Costa Rica, este reemplazo
son algunas pruebas de continuidad regional. coincide con cambios fundamentales que im-
El oro no solo representa riqueza económica plican una cosmovisión diferente. La tesis de
sino capital sobrenatural, poder cósmico y el Snarkis implica una “suramericanización” de
conocimiento para utilizarlo. los grupos costarricenses: ya no sólo son tec-
nologías foráneas adaptadas a necesidades
Los grupos prolíficos en objetos metalúr-
locales sino cambios profundos que
gicos y estilísticamente coherentes de Amé-
dinamizaron el desarrollo político y social de
rica Intermedia han sufrido saqueos intensi-
los grupos centroamericanos. Esta es una lí-
vos y la subsiguiente descontextualización
nea de investigación muy rica y con mejores
de su material. Gracias al esfuerzo de Stone
datos podremos entender mejor como ocu-
y Lothrop y, ahora, de Patricia Fernández e
rrieron las mutuas influencias entre Colom-
Ifigenia Quintanilla (Metallurgy, balls, and
bia y el Istmo.
statuary in the Diquís Delta, Costa Rica:
local production of power symbols) se ha El artículo de Richard Cooke, Ilean Isaza,
podido recuperar gran parte de las asocia- John Griggs, Benoit Desjardins y Luis Al-
ciones y ubicación espacio temporal del ma- berto Sánchez Who crafted, exchanged, and
terial orfebre de Diquís, en el Pacífico Sur displayed gold in pre-columbian Panamá?
de Costa Rica. La relación entre esta meta- está lleno de información sólida con asocia-
lurgia con centros nucleados planeados con ciones fiables, fechas absolutas e informa-
plazas y casas (construidas sobre montícu- ción geológica. Los autores rebaten muchas
los circulares bordeados por cantos rodados de las afirmaciones repetidas a lo largo de
de piedra, caminos pavimentados, esferas de las últimas décadas y comprueban que en el
piedra y esculturas antropomorfas desde el istmo sí hay oro, cobre y plata en estado na-
800 al 1550 dC. con su mayor ocupación en tural. Con datos etnohistóricos y arqueoló-
la zona cercana al poblado de Palmar del Sur gicos ilustran la presencia de orfebres,
entre el 1000 y el 1200 dC) refuerza la tesis fundidores y posibles talleres en Panamá re-
de Snarkis, en este libro, sobre los rasgos batiendo la aseveración de Sauer y Helms
asociados al cambio del jade por la metalur- sobre la imposibilidad de los aborígenes de
gia. Al observar las representaciones huma- Panamá para elaborar piezas complejas.
nas del Pacífico Sur se observan diversas Mostrando motivos en cerámica y concha
variantes regionales que no descartan la po- demuestran que muchos de los motivos del
sibilidad de otros centros de producción en oro panameño son de larga data en el Istmo
esta región sin que esto disminuya la impor- como parte de un “sistema semiótico del gran
tancia de Diquís como centro de producción Coclé” que existe desde, por lo menos, el es-
de símbolos de poder en piedra y metal. tilo cerámico La Mula temprano (siglo II aC).
Concuerdo con los autores en que el Istmo,
Michael Snarkis regresa en From jade to
en particular Panamá, fue un sitio de pro-
gold in Costa Rica: how, why, and when?
ducción de orfebrería, tanto de piezas marti-
sobre el tema del reemplazo del jade por el
lladas como fundidas, basadas en las técni-
oro como material privilegiado por las elites
cas introducidas de Colombia con una ico-

Reseñas/Resenhas 145
nografía compartida por siglos. La presen- da, seguramente, desde tiempos remotos y no
cia en Sitio Conte y en Parita de figuras ge- necesariamente como copias entre unos y otros.
melas supuestamente armadas permite suge-
En Gold work and chibchan identity:
rir a los autores que las piezas de oro no re-
endogenous change and difuse unity in the
presentan deidades sino cualidades espera-
Istmo-Colombian area John W. Hoopes y
das entre estos pocos personajes poderosos,
Oscar M. Fonseca insisten en su cambio de
las de ser héroes guerreros; disiento de su
denominación del Área Intermedia. Estoy de
aseveración porque muchos de los llamados
acuerdo en su empeño y en su disgusto con
guerreros son mujeres con senos desarrolla-
la terminología vigente. Vista su nueva pro-
dos y taparrabos sin órgano sexual masculi-
puesta del Área Istmeña-Colombiana, desde
no; además, por lo menos en dos ocasiones,
la perspectiva de Colombia encuentro pro-
los llamados bates, espadas, o banderas pa-
blemas en la ubicación de su límite septen-
recen ser antorchas. Se desdibujan, enton-
trional. El área istmeña, sin duda, forma una
ces, las figuras agresivas y, con ellas, el ideal
misma área cultural con el norte de Colom-
de héroe guerrero. La gemelaridad en el caso
bia, coincidente con la presencia, desde el
de estas piezas es uno de los aspectos míticos
siglo XVI, de grupos hablantes de lenguas
más sobresalientes de Suramérica y su re-
chibchas. Su límite septentrional estaría ubi-
presentación como mujeres, en muchos ca-
cado al sur de las áreas Quimbaya y Tolima,
sos mujeres-murciélago con antorchas, nos
que sirven de puente longitudinal entre las
lleva a suponer conceptos religiosos comple-
dos provincias metalúrgicas de Colombia, la
jos más que cualidades o reflejos de cualida-
del norte y la del sur. Las áreas metalúrgicas
des humanas terrenales.
del suroccidente colombiano (Calima,
Estoy de acuerdo con el argumento de Carl Malagana, Nariño, San Agustín, Tierradentro
Henrik Langebaek (The political economy of y Tumaco) se integrarían con el Ecuador para
pre-columbian gold work: four examples from crear una nueva área porque, aunque tienen
northern South America) en que la metalurgia fuertes nexos con los Andes Centrales, si-
no es el único indicador social y de cambios guen siendo una zona ligada al norte de Co-
sociopolíticos pero disiento de su interpretación lombia. Los autores afirman, con razón, que
de que la presencia de la metalurgia en el en esta Área Istmeño-Colombiana existen
suroccidente colombiano muestra un prestigio horizontes estilísticos que dejan entrever una
ligado a carreras individuales en cacicazgos en cosmovisión compartida entre múltiples ras-
los cuales las instituciones ideológicas regula- gos de una “unidad difusa” que condicionó
ron el acceso al poder. El oro del suroccidente la estructura de poder entre las gentes de ha-
colombiano no está constituido por centenares bla chibcha desde los primeros siglos de nues-
de piezas únicas, como dice Langebaek, si no tra era hasta el siglo XVI. El Área Istmeño-
por piezas semejantes. Casi no hay diferencias Colombiana privilegia convergencias
entre las decenas de pectorales con caras diacrónicas más que sincrónicas y se define
antropomorfas centrales o entre las orejeras de por poblaciones de habla chibcha de gran
carrete. En vez de piezas únicas hay decenas de continuidad regional. Las audaces hipótesis
categorías de piezas casi idénticas que nos ha- del artículo son estimulantes y crean líneas
blan de jerarquías sociales reconocidas y no de de investigación prolíficas que, ojalá, se ten-
poderes individuales. La semejanza entre algu- gan en cuenta en trabajos futuros.
nos iconos de las piezas del oro del suroccidente
Finalmente, el trabajo reflexivo y cuidado-
y la estatuaria de San Agustín puede explicarse
so de Eugenia Ibarra en Gold in the everyday
como símbolos de una cosmovisión comparti-
lives of indigenous peoples of sixteenth-century

146 Arqueología Suramericana / Arqueologia Sul-americana 1(1):129-147, 2005


southern central america analiza fuentes do- ben el uso de objetos de oro por mujeres, su
cumentales del siglo XVI buscando informa- ofrecimiento por las mujeres de los caciques a
ción escondida, más que estadísticas y descrip- los españoles o el hecho de la necesidad de una
ciones, que le permita entender el significado preparación ritual especial de las mujeres antes
del oro de mina y trabajado, su comercio y su de tocarlas. El oficio de la minería o del trabajo
función civil y sagrada, deteniéndose a mirar del metal parece haber sido exclusivo de los
quién lo usaba, cuando y para qué, quién lo hombres. El oro se podía intercambiar por bie-
ofrendaba y a quiénes. Siguiendo la revisión nes materiales o inmateriales como conocimien-
que hizo Godelier de los datos de Mauss sobre tos esotéricos, técnicas curativas, hierbas espe-
los Baruyas de Nueva Guinea sólo algunos ob- ciales. El comercio del oro fue intenso desde
jetos eran donables y la donación se hacía con Nicaragua hasta Ecuador con algunos sitios de
el fin de establecer relaciones con el “otro”, para comercio importantes como El Golfo de Urabá,
catalizar su fuerza. Las crónicas son claras al la península de Azuero, Boruca y el Golfo de
expresar la reticencia de la gente frente a las Nicoya en Panamá. El oro circuló entre indíge-
piezas que servían para actos propiciatorios y nas del mismo grupo, de diferentes grupos
para establecer relaciones con los seres sobre- étnicos y con seres sobrenaturales; estas rela-
naturales. Algunos pocos documentos descri- ciones no eran exclusivas de las elites.

Reseñas/Resenhas 147
NOTICIAS/NOTÍCIAS

Informe sobre el XV CONGRESO y destacada participación indígena, siguien-


NACIONAL DE ARQUEOLOGIA do una línea iniciada desde la década de 1980
ARGENTINA, Universidad por el Congreso Mundial de Arqueología.
Nacional de Rio Cuarto, Cordoba. Esta participación de diferentes grupos abo-
20 al 25 de septiembre de 2004. rígenes marca un creciente reconocimiento
de las implicaciones sociales de nuestra la-
Pedro Paulo Funari (Universidade
bor. En este sentido en el plenario final se
Estadual de Campinas) y Andrés discutió la cuestión indígena con la forma-
Zarankin (CONICET, Profesor ción de un grupo de trabajo ad hoc.
Visitante de la Universidade Estadual
de Campinas). La estructura del congreso estuvo dividi-
da en simposios y mesas de comunicación.
El XV Congreso Nacional de Arqueología Los simposios, con propuestas generadas
Argentina tuvo lugar entre el 20 y el 25 de desde fuera de la organización del congreso,
noviembre en el campus de la Universidad trataban temas específicos como arquitectu-
Nacional de Río Cuarto, Provincia de Cór- ra arqueológica, discursos materiales en la
doba. El encuentro contó con más de 1.200 sociedad moderna, ceramología, perspecti-
inscritos y más de 640 ponencias. Participa- vas en el análisis de conjuntos líticos, ten-
ron del Congreso investigadores de varios dencias temporales en la utilización de los
países, principalmente de Brasil, Uruguay, recursos animales, procesos de formación del
Chile y Perú. El XVCNAA evidenció un cre- registro arqueológico, consecuencias socia-
ciente interés por enfoques sociales del pasa- les de la arqueología, teoría y método en el
do. Si en encuentros anteriores las sesiones estudio arqueológico de la desigualdad so-
que mas público y ponencias atrajeron fue- cial, arqueología subacuática, los laberintos
ron las que trataban temas como sistemas de la teoría arqueológica en Sudamérica y el
adaptativos, procesos de formación, estudio arqueológico de procesos de migra-
tafonomía y evolución en esta ocasión fue- ción y dispersión de poblaciones humanas
ron los simposios que abordaban cuestiones prehistóricas
como las consecuencias sociales de la arqueo- Las mesas de comunicación siguieron una
logía, cultura material y sociedad moderna, estructura tradicional (territorial) que se re-
desigualdad social o teoría social en pite congreso tras congreso con criterios que
Sudamérica, entre otros temas de nítido ca- poco estimulan a una reflexión más amplia:
rácter social y político de la disciplina. Otra arqueología del noroeste, noreste y centro-
particularidad del evento fue una novedosa
oeste argentino, arqueología de las sierras nes. Las conferencias de invitados refleja esta
centrales, arqueología de la región pampeana, apertura, con las charlas de Arno Kern (Bra-
arqueología de la Patagonia, arqueología his- sil) y de Luis Lumbreras (Perú).
tórica
Otro punto a destacar fueron las discu-
El congreso también contó con varias siones sobre el contexto político de la pro-
mesas redondas, destacándose la de Avances ducción de arqueología. Podemos mencio-
teóricos y metodológicos de la Arqueología nar como punto destacado la evaluación crí-
Argentina en la que participaron, entre otros, tica del legado de la Arqueología Social La-
Gustavo Politis, Hugo Yaccobacio, Luis tinoamericana, llevada a cabo por Lumbre-
Borrero y Myriam Tarrago. ras, cuya conferencia magistral despertó la
mayor ovación del congreso. Su charla, que
La organización fue buena, consideran-
trató sobre su experiencia en la Arqueología
do la gran cantidad de asistentes y de traba-
Social Latinoamericana, analizada varias
jos presentados. Sin embargo, hubo casos
décadas después de su inicio (a comienzos
como las mesas de desigualdad social o teo-
de 1970), parece marcar un creciente interés
ría en las cuales las salas no alcanzaron para
por una relectura de los años de plomo en
albergar a todo el publico interesado en es-
nuestro continente, cuyas consecuencias,
cuchar las ponencias -quizás porque estos
desgraciadamente, continuamos padeciendo.
temas, que ahora despiertan interés, no se
pensaban que serian tan procurados por los En síntesis, el congreso resultó un ámbi-
asistentes. Las actividades paralelas, como to interesante para observar la heterogenei-
recepción y cena, sirvieron como espacio de dad de posiciones teóricas y políticas que
acercamiento entre colegas. coexisten en la arqueología, no sólo Argen-
tina si no también de la región. En algunos
Los estudiantes de diversas regiones fue-
casos se establecieron debates intensos e in-
ron mayoría, lo que refleja el crecimiento de
teresantes entre visiones opuestas; estas con-
la arqueología en Argentina. La presencia de
frontaciones nunca excedieron los marcos
colegas de países vecinos, como Uruguay,
académicos, por lo que nos dejaron a todos
Chile y Brasil, acentúa una tendencia de in-
con ganas de continuar estas discusiones en
tegración e interés creciente en la producción
próximos encuentros.
arqueológica en la región. La participación
de brasileños fue la más numerosa registra- Agradecimientos
da hasta el momento y muestra como las dis-
Agradecemos a FAPESP y FAEP/
cusiones en los tres países (Argentina, Uru-
UNICAMP por el apoyo para participar del
guay y Brasil), en el pasado tan distintas,
XV Congreso Nacional de Arqueología Ar-
ahora encuentran temas y cuestiones comu-
gentina.

Noticias/Notícias 149

También podría gustarte