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Beata Rafaela Ybarra

Nació en Bilbao el 16 de enero de 1843. Su familia, de clase acomodada, le


proporcionó
una educación amplia y esmerada.

Era de carácter vital, dulce y afable. Su educación cristiana y amabilidad natural


favorecieron el crecimiento de su piedad religiosa. se transformó a lo largo de su vida.
Madre de Familia
A los 18 años se casó con José Vilallonga, ingeniero catalán, que con el tiempo sería
uno
de los principales impulsores de los Altos Hornos de Vizcaya. La pareja fijó su
residencia
en Bilbao, en una finca llamada La Cava.
Fue un matrimonio feliz y fecundo. Tuvieron siete hijos, dos de ellos muertos en
temprana
edad. A la muerte de una hermana de Rafaela se hicieron cargo de cinco sobrinos a los
que
ella amó y educó como a sus propios hijos.
En los primeros años de su matrimonio Rafaela vivió conforme a los usos de su
condición
Social.

Por el camino de la Fe
Los años pasaban y los acontecimientos de su vida se sucedían; la fe y entrega a Dios
de
Rafaela se acrecentaba en todos ellos. Su amor a Jesucristo y el trato íntimo con Él,
sobre
todo en la oración y la Eucaristía eran cada vez más intensos.
Como consecuencia de su profundo amor a Dios se entregó a remediar las necesidades
de
muchas personas que acudían a ella sabedoras de su bondad; incluso se anticipaba
cuando
sabía que alguien la necesitaba.
Caridad Efectiva
Impulsó la creación de la Maternidad de Bilbao, el establecimiento en la capital de las
Hnas. de María Inmaculada para atender a las jóvenes del servicio doméstico, y de las
RR. Participó en la creación de la Universidad de Deusto, y, entre otras actividades,
pertenecía a una Asociación llamada Junta de Obras de celo dedicada a ayudar a
muchachas
necesitadas de trabajo y orientación en la que participaba activamente.

Con la fuerza del AMOR


Su amor por las jóvenes, reflejado en un trato lleno de interés, dulzura y simpatía
naturales,
se ganaba la confianza de estas chicas que no tardaron en llamarla “madre” en un
reconocimiento espontáneo y sincero a sus desvelos, cariño y trato exquisito. Rafaela
supo
imprimir a su pedagogía la clave de la maternidad; no en vano ella fue madre en todos
los sentidos.

En la casa del PADRE


Quebrantada su salud por una grave enfermedad, Rafaela falleció el 23 de febrero de
1900
en medio del cariño y veneración de familiares, religiosas y jóvenes, tenía 57 años. Su
muerte causó gran consternación en cuantas personas la conocían y fue un triste
acontecimiento en la ciudad de Bilbao.

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