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a biopolítica de Europa: ¿cómo surge la otredad

inglesa?
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A lo largo de la historia europea, la etnicidad, la raza, el idioma y las diferencias de clase han sido caldo
de cultivo para los escenarios más violentos y revolucionarios de esta región. Si hacemos una breve
retrospectiva a la historia de las hegemonías europeas, encontraremos los ingredientes de la coyuntura
que tiene el 2021 para este continente.
La hegemonía holandesa del S. XVI sirvió como un referente intelectual y cultural para naciones como
Alemania, Francia o Suecia, poco a poco esta influencia cultural y modelo de libertad inspiró a decenas
de autores europeos, y específicamente franceses. Siendo el corazón de la República de las Letras
durante el S. XVII, Francia, desafió la hegemonía holandesa como modelo cultural. La población
europea tenía ahora un nuevo modelo a seguir; sin embargo, la rivalidad entre Países Bajos y Francia
pronto tendría otro tinte.

Los orígenes de la otredad inglesa.


La condición insular de Gran Bretaña y el papel de su burguesía influiría drásticamente en el
pensamiento colectivo de su población; mientras que en la masa continental la aristocracia moldeaba
las tradiciones, la cultura y el arte mirando a la vida en palacio como musa; en las islas británicas, la
burguesía se tendría de inspiración a sí misma. Este factor repercutiría en lo que las clases medias
urbanizadas leían y conversaban diariamente, la función simbólica que tuvo la sangre real fue clave,
mientras que las revueltas del S.XVIII contra el absolutismo sucedían en Europa continental, Gran
Bretaña y su burguesía acordaban la separación de la administración económica y política.

Esta división evitó una revolución en el interior del territorio británico, la plenitud tecnológica y
comercial inglesa, aunada a esta sabia decisión regulativa del poder político y del poder económico,
conllevó a una exitosa administración militar que procuró la existencia colectiva del reino, además de
que neutralizó al enemigo exterior francés.
Foucault, en su obra “Historia de la sexualidad” identificó dos polos en la historia de la humanidad,
uno intelectual correspondiente al S.XVI con (recordemos) el contexto histórico de la hegemonía
holandesa y otro político en el XVIII, donde nacen las decisiones regulativas del Estado y el poder que
se encuentran íntimamente vinculadas con los procesos biológicos. Pues bien, este polo coincide con el
ascenso de la hegemonía inglesa y coincide no sólo con la historia británica sino también con el
proceso evolutivo del capitalismo. Gran Bretaña no sólo resultó vencedora de una guerra, la
interpretación biopolítica de este acontecimiento fue el asesinato legítimo de quienes significaban una
amenaza para la sociedad inglesa. Esto no es nuevo, toda guerra se puede traducir como una decisión
sobre los cuerpos, la vida y la muerte a merced de las naciones; pero el hecho novedoso es ahora el
reconocimiento de la existencia de esto.
Para cerrar este preámbulo, podemos decir que la otredad inglesa es resultado del factor geográfico que
la aisló de los conflictos y las costumbres continentales; también es resultado del factor económico, ya
que la burguesía inglesa presentó diferencias significativas con respecto a otras en Europa, e influyó en
las decisiones de la corona; y finalmente del factor monárquico, la destreza en las técnicas políticas que
la casa reinante ha podido hacer a través de sus instituciones como el gobierno, el Estado y la familia.

Europa unida: ¿estrategia o convicción?


La Unión Europea ha nacido, atrás quedaron las estrategias individuales. La realidad del mundo es que
Europa está en medio de los conflictos hegemónicos; el último período de treinta años de guerra ha
sido diferente a los otros periodos de guerra con igual duración, como resultado: la hegemonía
abandonó Europa. Este hecho coyuntural, ha propiciado el nacimiento de una utopía supranacional, la
normatividad de las instituciones nacidas de esta utopía ahora supera las fronteras, en Frankfurt se
deciden las normas de tipo económico, en Bruselas las de tipo político y en Luxemburgo se vela por el
cumplimiento de la legalidad.
Las fuerzas materiales de la Unión norman qué productos consumir, como distribuir los ingresos y qué
medidas económicas para la atención de emergencias y crisis se han de instaurar en los Estados
miembro. Sin embargo, la diversidad en la riqueza de los miembros ha propiciado problemas de tipo
político; como consecuencia de la crisis económica de 2008, se tuvieron que aprobar paquetes de
rescate económico para Grecia, prontamente surgirían nuevos problemas de este tipo con las economías
de Italia y España.
Si bien la Unión nace con el ideal de cooperación de por medio, el descontento de las fuerzas políticas
por el rescate financiero de las naciones europeas menos prósperas es notorio. El hartazgo fue tomando
forma en los discursos de diferentes políticos ingleses, hasta llegar a emanar de la máxima figura
política: el primer ministro. El referéndum como apuesta de luchas políticas a través de afirmaciones
del derecho fue un producto sesgado por los grupos hegemónicos británicos, razón por la que una
diferencia del 1% fuese motivo suficiente para que Theresa May invocará el artículo 50 del Tratado de
Lisboa.
El Brexit como fenómeno es complejo, pues se disfraza de democracia una técnica de poder que
pretende tener el mismo impacto que una victoria de guerra. No, no se ha derramado sangre, una
superestructura tal como lo es el capitalismo permite ahora otra esfera de acción, el abandonar la Unión
significa también una pérdida económica para la Europa continental, es un golpe a la economía de las
naciones que necesitan el apoyo financiero de la Unión. El Reino Unido ha decidido sacrificar a las
sociedades que representan un peligro financiero para el bienestar de la sociedad inglesa. Aquí se
rompe la utopía.
El objetivo es traer de vuelta la plenitud económica a la vida de los ingleses, quienes, recordemos, son
un pueblo compuesto por quienes siempre han vivido en la otredad, celosos con su cultura y sus
costumbres, y compuesto también por quienes han vivido toda su vida como ciudadanos europeos. Para
los primeros, la estrategia que se vio en la Unión Europea, ha fracasado, ¿la convicción? sesgada por la
otredad. Para los segundos, la convicción toma forma en ideologías que buscan tener fuerzas materiales
para no ser invisibilizados por el Estado hegemónico que se ha formado a partir de 2008.

¿Qué depara a Bruselas?


El Brexit ha puesto en evidencia la falta de cohesión política al ulterior de los Estados, ha denotado que
las diferencias étnicas, raciales, idiomáticas y culturales están presentes, que necesitan ser
representadas y más aún: canalizadas. Aún queda pendiente el analizar el papel de la monarquía, una
clase noble que es representada por una reina que ha vivido lo suficiente para traer al presente las
tradiciones y los ideales más añejos, factor que sin duda ha condicionado el cómo es manejado el
sentimiento de otredad en las nuevas generaciones y las nuevas instituciones.
El Brexit es una coyuntura producto de determinadas relaciones de fuerza, y no tiene por qué significar
un final de la supranacionalidad de la Unión Europea, en mi opinión, no considero que esto pueda
llegar a tener un efecto dominó, pues si bien existen escenarios similares en Bruselas, recordemos que
la Europa continental tiene sus propias características y necesidades. La supervivencia continental es
una estrategia obligada y aunque cree imaginarias convicciones, es una fórmula necesaria para afrontar
nuevas disputas por la hegemonía global, aunque estás ya no estén en Europa.

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