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Principios y prácticas para el uso de cultivos de cobertura en el

manejo de sistemas de malezas - John R. Teasdale

INTRODUCCIÓN
Los cultivos de cobertura son especies que se introducen en las rotaciones de cultivos para
proporcionar servicios beneficiosos para el agrosistema. Algunos de los más importantes servicios
ambientales proporcionados por los cultivos de cobertura incluyen la protección del suelo contra la
erosión, la captura y la prevención de pérdidas de nutrientes del suelo, la fijación del nitrógeno por
parte de las leguminosas, el incremento del carbono del suelo y mejoramientos asociados a sus
características físicas y químicas, la disminución de la temperatura del suelo, el incremento de la
diversidad biológica incluyendo organismos benéficos y la supresión de las malezas y las plagas
(Sustainable Agriculture Network, 1998). Este capítulo hará especial referencia a la supresión de
las malezas por medio de los cultivos de cobertura y en la conclusión se enfatizará la necesidad de
manejar estos cultivos para optimizar la totalidad de los impactos sobre el ecosistema.
Los cultivos de cobertura pueden ser agrupados en dos categorías: 1) anuales, sembrados en el
período que no es favorable para la producción de cultivos comerciales y que son destruídos antes
de la siembra de estos y, 2) coberturas vivas que crecen al mismo tiempo que el cultivo comercial
durante parte o toda su estación de crecimiento. Los cultivos de cobertura que son destruídos
antes de sembrar un cultivo comercial tienen influencia sobre el control de las malezas, en primer
lugar por la influencia de sus residuos sobre la germinación de las semillas y el establecimiento de
las plántulas. Ejemplos de estos cultivos son Vicia villosa Roth, una leguminosa anual invernal y el
centeno, Secale cereale L., un cereal anual invernal que en los climas templados crecen en la
temporada fría y que cuando aumentan las temperaturas son destruídos antes de la siembra de un
cultivo comercial. Ejemplos de los cultivos de cobertura que están adaptados a los períodos de
barbeho más cálidos en el verano en climas tropicales y sub-tropicales, incluyen leguminosas
anuales como Mucuna spp. y Crotalaria juncea L. o gramíneas anuales estivales como Sorghum
spp.
CONTROL DE LAS MALEZAS POR MEDIO DE LOS RESIDUOS DE LOS CULTIVOS DE
COBERTURA
Los cultivos de cobertura anuales son por lo general destruídos antes de la siembra del cultivo
comercial. Esto se puede hacer ya sea por la incorporación al suelo de los residuos del cultivo de
cobertura o destruyendo el cultivo de cobertura en forma química o mecánica y dejando los
residuos sobre la superficie del suelo.
Incorporación de los residuos
La labranza ha demostrado estimular la germinación de las malezas y la emergencia de muchas
de sus semillas por medio de una breve exposición a la luz (Ballar et al., 1992). Cuando la
labranza es utilizada para incorporar residuos, muchas semillas de malezas serán estimuladas a
germinar por medio de esta operación. Por lo tanto, cuando se incorporan los residuos por medio
de la labranza, debe haber tácticas de manejo de las malezas disponibles para controlar el
potencial incremento de plántulas de malezas.
Los residuos de las plantas incorporados al suelo pueden ser tóxicos para las malezas a causa de
la liberación de compuestos alelopáticos. Existen numerosos informes sobre la alelopatía y el
aislamiento de compuestos alelopáticos de las plantas (Inderjit y Keating, 1999). Sin embargo, este
fenómeno puede no tener importancia en condiciones naturales ya que el potencial alelopático de
las plantas es afectado por numerosos factores tales como la edad de la planta, las propiedades
del suelo y las condiciones ambientales. Las interacciones de múltiples estreses en el ambiente
sobre las plantas específicas también afectará el grado de actividad alelopática (Einhellig, 1996).
Un buen control de malezas con un consecuente incremento de rendimiento de los cultivos
siguientes después de la incorporación de residuos, han sido obtenidos, por ejemplo, con tallos de
Sorghum bicolor L. antes de Triticum aestivum L. (Cheema y Khaliq, 2000), incorporación de
Brassica napus L. antes de Solanum tuberosum L. (Boydston y Hang, 1995) e incorporación de
Trifolium incarnatum L. antes de Zea mays L. (Dyck et al., 1995).
Como ocurre con el uso de los herbicidas en el control de malezas, debe haber suficiente
selectividad entre la actividad de las toxinas de los cultivos de cobertura sobre las malezas y sobre
los cultivos. Para que sea una práctica útil para el control de malezas, el cultivo debe ser
relativamente insensible a los compuestos aleloquímicos del ambiente. Las plantas de semillas
pequeñas pueden ser más sensibles a los compuestos aleloquímicos que las plantas de semillas
grandes. La selección de variedades de las especies cultivadas y el manejo adecuado de los
residuos pueden ser enfoques importantes para maximizar la actividad alelopática sobre las
malezas y minimizar los efectos deletéreos sobre los cultivos, incluyendo la autotoxicidad. El
momento y la colocación de los residuos en relación con la semilla del cultivo pueden ser
manipulados para reducir el nivel de toxicidad a que serán expuestas las plántulas emergentes.
Residuos en la superficie
Cuando en un sistema de labranza cero se detruyen los cultivos de cobertura y los residuos
permanecen en la superficie del suelo, hay múltiples factores que contribuyen a la supresión de las
malezas (Teasdale, 1998; Liebman y Mohler, 2001). La ausencia de labranza por si misma reduce
la emergencia de las malezas porque las semillas que requieren una breve exposición a la luz, no
son inducidas a germinar. Además, los residuos sobre la superficie del suelo pueden suprimir
directamente la emergencia de las malezas. El grado de control de las malezas proporcionado por
los residuos de los cultivos de cobertura sobre la superficie del suelo puede variar de acuerdo a las
especies del cultivo de cobertura, la biomasa de los residuos y las especies de malezas. La
supresión de las malezas por los residuos de los cultivos de cobertura aumenta de acuerdo a una
relación exponencial negativa a medida que aumenta la biomasa. La cantidad de residuos que son
producidos naturalmente por los cultivos de cobertura pueden reducir la emergencia de las
malezas hasta en un 90 por ciento. Las especies anuales de semillas pequeñas y con
requerimientos de luz para su germinación son las más sensibles a los residuos superficiales
mientras que las especies anuales de semillas grandes y las malezas perennes son relativamente
insensibles a la misma. La supresión de las malezas declinará durante el curso de la estación a
medida que se descomponen los residuos.
Los residuos sobre la superficie del suelo pueden tener grandes variaciones en dimensiones,
estructura, modelo de distribución y heterogeneidad espacial. Se han explorado varias
propiedades físicas de los materiales de cobertura que pueden contribuir a la supresión de las
malezas por el mero impedimiento físico de su emergencia (Teasdale y Mohler, 2000). El índice de
área de cobertura es una propiedad fundamental para definir las propiedades más importantes de
la cobertura. Es definida como la proyección del área del material de cobertura por unidad de
superficie de suelo y puede ser determinada multiplicando la masa del residuo por unidad de área
por la relación área/masa resultante de la medida de una submuestra del material de residuo. La
fracción de volumen sólido es otra propiedad importante de la cobertura que se define como la
fracción del volumen de la cobertura compuesta de material sólido. Estos dos índices en conjunto
pueden predecir la supresión de malezas de una serie de materiales de cobertura variando desde
los tallos de Z. mays que presentan una baja relación área/masa hasta las hojas de Quercus que
presentan una alta relación área/masa. Esto sugiere que los residuos con muchas capas y una
pequeña cantidad de vacíos internos tendrán condiciones más favorables para la supresión de las
malezas.
Los residuos también tienen influencia sobre el microclima del suelo al interceptar la radiación
recibida (Teasdale y Mohler, 1993). La intercepción y la reflexión de las radiaciones de onda corta
por parte de los residuos reducen la cantidad de luz disponible en la superficie del suelo, el calor
absorbido por el suelo a lo largo del día y la cantidad de humedad que se evapora del suelo. Estos
efectos pueden interactuar con los requerimientos de germinación de las semillas y determinar el
tipo de emergencia de las plántulas que ocurren en cualquier estación dada.
La eliminación de la luz por los residuos del cultivo de cobertura sigue una declinación exponencial
negativa similar a la del área cubierta ya que la eliminación de la luz por el dosel foliar del cultivo
declina en función del área foliar. Dado que la masa de la cobertura está relacionada en forma
lineal con el área de la cobertura, una relación exponencial similar existe entre la extinción de la
luz y la masa de la cobertura. Muchas especies de malezas requieren luz para activar por medio
del fitocromo el proceso de germinación antes de la emergencia. Las malezas emergentes también
requieren luz para la iniciación de la fotosíntesis antes de que se agoten las reservas seminales.
La extinción de la luz por los residuos puede ser un importante factor que inhibe la emergencia de
las malezas a través de los residuos.
Los residuos de los cultivos de cobertura sobre la superficie del suelo pueden reducir la
temperatura máxima del suelo entre 2-5 °C y elevar la temperatura en 1 °C en los climas
templados, si bien esto varía de acuerdo a la intensidad de la radiación, la humedad y el tipo de
suelo. Las mayores diferencias se encuentran probablemente en las áreas tropicales o más secas
del mundo. La mayoría de las semillas de malezas germinan dentro de un gran rango de
temperaturas, por lo que una reducción de la temperatura máxima del suelo causada por los
residuos generalmente tiene escasa influencia sobre la germinación. A causa de la disminución de
la temperatura máxima y del aumento de la temperatura mínima del suelo, la amplitud de la
temperatura diaria del suelo también se reduce por la cobertura de residuos. La amplitud de las
altas temperaturas a menudo es necesaria para romper la latencia de las semillas de algunas
especies de malezas y una reducción de la amplitud de la temperatura del suelo causada por la
cobertura de residuos puede prevenir la germinación de las especies de malezas que tienen este
requerimiento.
Los residuos sobre la superficie del suelo incrementan su humedad aumentando la infiltración del
agua de lluvia y disminuyendo la pérdida por evaporación. La mayor humedad del suelo bajo los
residuos del cultivo de cobertura podrían beneficiar o retardar la germinación de las malezas,
dependiendo de los requerimientos específicos. En condiciones de saturación del suelo los
residuos podrían demorar la evaporación y reducir la germinación de las especies inhibidas por el
exceso de humedad. Bajo condiciones de sequía, la retención de humedad del suelo podría
favorecer la germinación de las malezas y la sobrevivencia de las plántulas.
En la mayoría de los campos los residuos tendrán una distribución espacial relativamente
heterogénea. Esta puede ser causada por poblaciones relativamente desuniformes de las plantas
del cultivo de cobertura dentro del campo dando lugar, después de su secado, a áreas con capas
finas o gruesas de residuos. Aún en el caso de poblaciones relativamente uniformes de los cultivos
de cobertura puede ser detectada una distribución desuniforme de residuos en algún micrositio.
Por ejemplo, más del 50 por ciento de los sitios medidos bajo un cultivo de cobertura
aparentemente uniforme de Vicia villosa permitieron una trasmisión de luz superior al 10 por ciento
a nivel del suelo (Teasdale y Mohler, 1993). Esto puede ser explicado por la relación exponencial
que existe entre la cobertura del suelo y el índice de área de cobertura (Teasdale y Mohler, 2000).
Suponiendo una distribución al azar del material de cobertura, serán necesarios cada vez más
materiales para llegar a cada unidad sucesiva de incremento de cobertura del suelo por medio de
los mismos. Por ejemplo, es necesario un incremento del índice de área de cobertura de 1,4-1,9
(=0,5) para elevar la cobertura del suelo de 75 a 85 por ciento, pero es necesario un incremento de
1,9-3,0 (=1,1) para elevar la cobertura del suelo de 85 a 95 por ciento. Incluso un índice de área de
cobertura relativamente alto (=4), dejará cerca del dos por ciento del suelo al descubierto. Por
estas razones, los residuos del cultivo de cobertura dificílmente proporcionarán una cobertura
completa del suelo y es probable que no brinden un control total de las malezas o durante toda la
estación. Los cultivos de cobertura pueden contribuir al control de malezas pero son necesarios
herbicidas u otras tácticas de control para optimizar ese control y el rendimiento de los cultivos.
Todas las tácticas de control de malezas, incluyendo los cultivos de cobertura, ejercen una presión
selectiva sobre las poblaciones de malezas y seleccionarán aquellas especies que están mejor
adaptadas al sistema. Las especies perennes y algunas malezas anuales con semillas grandes,
que tienen requerimientos mínimos para romper la latencia de las semillas y suficientes reservas
de energía para penetrar las capas de material de cobertura serán, muy probablemente, las que se
establezcan y reproduzcan en los residuos de un cultivo de cobertura. Además, las especies que
tienen una fenología similar a la del cultivo de cobertura pero que pueden sobrevivir al manejo de
ese sistema, constituirán un problema mayor. Por ejemplo, se ha observado que Lolium
multiflorum Lam. puede establecerse con un cultivo de cobertura de V. villosa o que Digitaria
sanguinalis (L.) Scop. puede establecerse en una siembra de primaveral con cobertura de Glycine
max (L.) Merr. y que ambas especies pueden rebrotar y reproducirse después que el cultivo de
cobertura es cortado, cuando se prepara la tierra para un cultivo comercial. Por lo tanto, los
cultivos de cobertura deben ser usados en rotaciones que previenen el incremento de las especies
adaptadas a ese sistema de cultivos de cobertura.
Aplicaciones prácticas
Los cultivos de cobertura que producen grandes cantidades de biomasa favorecerán la
supresión de las malezas dejando grandes cantidades de residuos disponibles
Las especies vigorosas que están bien adaptadas y que son sembradas en la fecha óptima de
siembra son las más útiles. Por ejemplo, Vigna unguiculata (L.) Walp. está adaptada a condiciones
secas y cálidas y produjo 8,2-9,6 t/ha de residuos como cultivo de cobertura que efectivamente
suprimieron las malezas en un clima desértico (Hutchinson y McGiffen, 2000). Las mezclas de
cultivos de cobertura que tienen requerimientos complementarios de recursos constituyen otro
enfoque para incrementar la biomasa del cultivo de cobertura. A menudo, una combinación de
gramíneas y leguminosas forma mezclas de cultivos de cobertura efectivas, por las mismas
razones por las que participan exitosamente en cultivos intercalados. Una policultura de V. villosa
con T. incarnatum y Secale cereale produjo más biomasa y suprimió más malezas que cada una
de esas especies en régimen de monocultura (Teasdale y Abdul-Baki, 1998).
Los residuos de los cultivos de cobertura que se descomponen lentamente extienden el
período de supresión de las malezas
La descomposición lenta está asociada con materiales residuales que tienen una alta relación
carbono/nitrógeno. Por ejemplo, los residuos de Secale cereale que tienen una relación
carbono/nitrógeno más alta que la leguminosa V. villosa tuvo un período más largo de supresión
de las malezas (Mohler y Teasdale, 1993). Más aún, los equipos tales como la cortadora de pasto
que tritura los residuos favorecen la descomposición, comparada con los rodillos que mantienen
los residuos intactos.
Bajas cantidades de residuos pueden estimular la emergencia de las malezas
En algunos casos, cuando hay bajos niveles de residuos de cultivos de cobertura (1-2 t/ha),
pueden emerger más malezas que en parcelas sin cobertura (Mohler y Teasdale, 1993; Teasdale
y Mohler, 2000). Los bajos niveles de residuos no son suficientes para inhibir la emergencia de las
malezas sino que pueden crear un ambiente favorable para su germinación y emergencia. Estos
residuos pueden retardar la evaporación y proporcionar condiciones uniformes de humedad en el
suelo, más favorables para la germinación y la emergencia que aquellas que existen en la
superficie del suelo desnudo. Además, los compuestos nitrogenados liberados en la zona de
germinación, especialmente a partir de los cultivos de cobertura con leguminosas, pueden
estimular la germinación de algunas especies seleccionadas de malezas.
Formación de una cobertura con múltiples capas de material densamente comprimido
Dado que el índice de área de cobertura y la fracción de volumen sólido son determinantes
importantes de la supresión de las malezas, las prácticas de manejo que crean un área máxima de
cobertura y volumen sólido o, viceversa, que minimizan el volumen de cobertura vacío, maximizan
la supresión de las malezas. El material de cobertura compuesto de hojas anchas dentro de una
matriz de tallos de gramíneas tal como podría ser obtenido de una mezcla de un cultivo de
cobertura leguminosa-gramínea puede ser más efectivo que una cobertura compuesta
básicamente de tallos u hojas solas. Además, el uso de implementos como rodillos compresores o
trituradores de tallos que comprimen la cobertura para el proceso de secado pueden maximizar el
potencial de supresión de los cultivos de cobertura. El uso de cultivos de cobertura con
poblaciones uniformes y que minimiza los huecos en los materiales cortados es, por lo tanto,
recomendable. Esto maximiza el área con una cantidad óptima de residuos y minimiza el área con
niveles de residuos inefectivos o estimulantes.
MATERIALES DE COBERTURA VIVOS
Estos materiales son plantas cultivadas junto con cultivos comerciales. Por lo general no son
cultivadas para ser cosechadas o para obtener ganancias comerciales de las mismas sino para
proporcionar beneficios ecológicos incluyendo la protección del suelo contra la erosión, mejorar la
fertilidad del suelo, ofrecer superficies para caminos, suprimir las malezas y reducir las
poblaciones de plagas (Hartwig y Ammon, 2002). Las especies usadas típicamente con estos
propósitos son las leguminosas bajas y las gramíneas. Las especies forrajeras y cespitosas a
menudo son usadas como especies para coberturas vivas ya que su hábito de crecimiento es más
bajo que la mayoría de los cultivos y porque son relativamente fáciles de establecer y manejar. Las
leguminosas a menudo son incluídas en los sistemas de producción con el objetivo de mejorar la
fertilidad y calidad del suelo mientras que las gramíneas se incluyen en los casos en que son
importantes la durabilidad y la resistencia al tráfico. Algunos cultivos de cobertura vivos pueden
producir partes comestibles tales como V. unguiculata y Mucuna spp., las que pueden
complementar los ingresos producidos por el cultivo primario con el cual son sembradas en forma
intercalada.
Los cultivos de cobertura vivos pueden proteger las plantas de los cultivos formando una barrera
para las malezas y otras plagas originadas en el suelo. Los cultivos de cobertura vivos también
crean una comunidad distinta que reduce los niveles de los insectos dañinos atrayendo enemigos
naturales de las plagas o creando un ambiente en el cual las plagas encuentran dificultades para
llegar a multiplicarse en las especies cultivadas. La mayor limitación que se encuentra para usar
cultivos de cobertura vivos es la competencia por agua y nutrientes que conduce a menores
rendimientos del cultivo comercial. Son necesarios enfoques imaginativos de manejo para aliviar el
detrimento que causan los cultivos de cobertura vivos y al mismo tiempo fortalecer los beneficios
para el manejo de malezas y plagas.
Supresión de malezas por medio de cultivos de cobertura vivos y el problema de la
selectividad
Desde el momento que las malezas y los cultivos de cobertura vivos compiten por los mismos
recursos, las malezas pueden ser suprimidas por medio de la introducción de cultivos de
coberturas vivos en los sistemas de producción. Si un cultivo de cobertura se establece antes de la
emergencia de las malezas, la presencia de vegetación verde que cubre el suelo crea alrededor de
la misma un ambiente desfavorable para la germinación, emergencia y crecimiento de las
malezas. Varios requerimientos para romper la latencia y promover la germinación de las semillas
de las malezas en el suelo -luz con una alta relación roja/ultrarroja y gran amplitud diaria de la
temperatura del suelo- se reducen más por la presencia de plantas de cobertura vivas que por
residuos secos (Teasdale y Daughtry, 1993). Una vez que los cultivos de cobertura vivos han sido
establecidos también utilizan la luz, el agua y los recursos nutritivos que de otra manera estarían
disponibles para las malezas. La alelopatía es otro mecanismo por medio del cual los cultivos de
cobertura vivos pueden suprimir las malezas (Fujii, 1999). Sin embargo, es difícil separar
experimentalmente este fenómeno de los mecanismos relacionados con la competencia por los
recursos para el crecimiento. Las malezas pueden escapar a la supresión causada por los cultivos
de cobertura vivos por medio de huecos en el dosel foliar de las plantas de cobertura, por su
capacidad morfológica o fisiológica para acceder a los recursos a pesar de la presencia de la
cobertura viva, o por formas de emergencia y de crecimiento que evitan el período de mayor
competencia del crecimiento del cultivo de cobertura.
Los cultivos de cobertura que crecen durante los períodos en que los cultivos no están presentes
en la rotación pueden ayudar a mantener la cobertura del suelo y ocupar un espacio que de otra
manera sería ocupado por las malezas. Por ejemplo, los cultivos de cobertura sembrados en otoño
proporcionaron una cobertura del suelo que lo protegió de la erosión y suprimió las malezas
durante el barbecho de verano en las praderas de Canadá (Moyer et al., 2000). Además, los
cultivos de cobertura sembrados en otoño pueden convertirse en un cultivo de cobertura vivo para
un cultivo que se siembre dentro de ese cultivo de cobertura el año siguiente. Enache e Ilnicki
(1990) desarrollaron un sistema por medio del cual Trifolium subterraneum L. fue sembrado en
otoño y produjo una cobertura densa de vegetación baja que permaneció viva hasta su
senescencia natural, varias semanas después de la siembra de maíz en la primavera siguiente. La
cobertura subsiguiente continuó suprimiendo las malezas en todo el resto de la estación hasta que
las plantas espontáneas de T. subterraneum emergieron en el otoño siguiente y establecieron un
nuevo cultivo de cobertura. La biomasa de las malezas se redujo en 53-94 por ciento por medio de
esta cobertura viva mientras que la biomasa de las malezas en el S. cereale seco varió entre una
disminución de 11 por ciento y un incremento de 76 por ciento en comparación con parcelas de
control sin cobertura. Del mismo modo, la biomasa de las malezas se redujo en 52-70 por ciento
en V. villosa viva tratada en forma similar a la descrita para T. incarnatum mientras que la biomasa
de la maleza varió entre una reducción de 41 por ciento y un incremento de 45 por ciento en
residuos de V. villosa secos, comparados con un tratamiento sin cultivo de cobertura (Teasdale y
Daughtry, 1993). O sea, que un cultivo de cobertura viva puede causar una mayor supresión de las
malezas que los residuos del cultivo de cobertura desecados.
Los cultivos de cobertura vivos también pueden ser intercalados con el cultivo comercial principal
sembrándolo poco tiempo antes, al mismo tiempo o enseguida después del cultivo principal. Estas
especies secundarias intercaladas a menudo se conocen como cultivos de sofocantes (Liebman y
Staver, 2001). Los cultivos sofocantes deberían ser especies que se establecen más rápidamente
que las malezas y cuyo período máximo de crecimiento coincide con la emergencia de las malezas
tempranas pero no coincide con el del cultivo. En forma ideal el cultivo sofocante debería suprimir
el crecimiento de las malezas durante el período crítico de su establecimiento, o sea, el período en
el que las malezas emergentes causarán una pérdida en el rendimiento de los cultivos (Buhler et
al., 2001). El cultivo sofocante llegará entonces a su senescencia después del período crítico de
competencia con las malezas, minimizando así la competencia subsecuente con el cultivo principal
durante el resto de la estación. Otro enfoque consiste en el uso de especies anuales de
crecimiento bajo, de rápido establecimiento y maduración sembradas con cultivos de grano de
ciclo más largo. Por ejemplo, con el uso de Brassica anual y Medicago spp., (Buhler et al., 2001)
observaron varios niveles de control de malezas dependiendo de la estación, las especies y las
variables del momento de las operaciones. Sin embargo, un buen control de las malezas estuvo
por lo general asociado con pérdidas de rendimiento del cultivo principal.
En sistemas tropicales Chikoye et al. (2001) sembraron varios cultivos sofocantes con diferentes
hábitos de crecimiento en un sistema intercalado de Z. mays - Manihot esculenta Crantz y
encontraron que Mucuna cochinchinensis (Lour.) A. Chev., Lablab purpureus L. y Pueraria
phaseoloides (Roxb.) Benth. fueron efectivas para recuperar suelos fuertemente infectados con la
maleza perenne de difícil control Imperata cylindrica (L.) Beauv. Después de tres años, la biomasa
de rizomas de I. cylindrica se redujo en 94 por ciento al controlar cinco veces la maleza, 89 por
ciento con M. cochinchinenesis, 77 por ciento con L. purpureus, 74 por ciento con V. unguiculata y
55 por ciento con P. phaseoloides. Akobundu et al. (2000) observaron que Mucuna spp. suprimió I.
cylindrica hasta la estación siguiente cuando el rendimiento de Z. mays fue mayor y el control
manual de las malezas se redujo en 50 por ciento comparado con las parcelas sin cultivo de
cobertura. Coberturas vivas de Mucuna deeringiana (Bort) Merr. y Canavalia ensiformis (L.) DC
redujeron la biomasa y mejoraron los rendimientos de Z. mays en un sistema tradicional de roza y
quema en México (Caamal-Maldonado, 2001). Liebman y Dyck (1993) revisaron la literatura donde
uno o más cultivos principales fueron intercalados con un cultivo sofocante y encontraron que la
biomasa fue más baja que sin el cultivo sofocante en 47 casos, variable en tres casos y mayor en
cuatro casos. Por ello, los cultivos sofocantes pueden ser herramientas eficientes para manejar las
malezas así como para mejorar la fertilidad del suelo y proporcionar una producción adicional de
alimentos en el caso de que los cultivos de cobertura tengan partes comestibles.
La mayor dificultad que se encuentra para la adopción y uso de cultivos de cobertura vivos es su
falta de selctividad. Típicamente, un cultivo de cobertura vivo que es suficientemente competitivo
para suprimir las malezas también suprimirá el crecimiento y el rendimiento del cultivo principal.
Gran parte de la investigación hecha con cultivos de cobertura vivos se ha enfocado en la
documentación y búsqueda de soluciones a este problema (Liebman y Staver, 2001; Teasdale,
1998). Se han utilizado varios enfoques para reducir la competencia entre los cultivos de cobertura
vivos y los cultivos comerciales sin eliminar los atributos deseables y los beneficios del cultivo de
cobertura vivo. Estos intentos para obtener selectividad han obtenido resultados variables pero a
menudo resultan inconsistentes.
Aplicaciones prácticas
El cultivo de cobertura vivo ideal para la supresión de las malezas debería tener las siguientes
características:

 Capacidad para proporcionar una completa cobertura de la tierra con vegetación densa.

 Rápido establecimiento y crecimiento que desarrolla el dosel foliar más rápidamente que
las malezas.

 Selectividad entre la supresión de malezas y el cultivo asociado.

Los medios para obtener la selectividad entre las malezas y el cultivo asociado incluyen:

1. Uso de cultivos de cobertura de crecimiento bajo que compiten sobre todo por la luz; en este
caso, dado que el cultivo de cobertura vivo se establece antes que las malezas, mantendrá la
supresión de las mismas excluyendo la luz pero no tendrá impacto sobre los cultivos que crecen
más altos y no competirá excesivamente con estos por los recursos del suelo como agua y
nutrientes.
2. Siembra del cultivo de cobertura vivo de modo que su período máximo de crecimiento no
coincida con el período crítico durante el cual la competencia pudiera tener un mayor impacto
sobre el rendimiento de los cultivos.

3. Reducción de la distancia entre surcos y/o incremento de la población del cultivo para fortalecer
la competitividad del cultivo en relación con el cultivo de cobertura vivo.

4. Proporcionar un suplemento de agua y nitrógeno para compensar los recursos utilizados por las
plantas del cultivo de cobertura vivo.

5. Supresión del cultivo de cobertura vivo de modo de reducir su competitividad con el cultivo
principal.

Los medios para suprimir el cultivo de cobertura vivo incluyen:

a) Aplicación al voleo de un herbicida a una dosis tal que los suprime pero que no es letal.

b) Aplicación en bandas de un herbicida para destruir el cultivo de cobertura vivo en el surco del
cultivo principal de modo de reducir la competencia dentro del área del surco pero permitir la
supresión de las malezas por el cutlivo de cobertura vivo en el área entre los surcos.

c) Labranza en fajas para proporcionar condiciones de siembra adecuadas, sin competencia


dentro del surco, pero permitiendo la supresión de las malezas por el cultivo de cobertura vivo
entre los surcos.

d) Corte del cultivo de cobertura vivo para reducir su altura y vigor.

CULTIVOS DE COBERTURA COMO PARTE DE UN SISTEMA INTEGRADO DE MANEJO DE


MALEZAS
Los principios universales de manejo y un cambio hacia un enfoque de sistemas para protección
de los cultivos son fundamentales para combatir las malezas agrícolas así como también otras
plagas. El manejo ecológico de las malezas se basa en prácticas preventivas y procesos naturales
de regulación de la población con herbicidas o por medio de prácticas de cultivo, solamente
cuando son necesarias. El énfasis se pone para maximizar los procesos ecológicos benéficos
dentro de los sistemas de producción que pueden mantener poblaciones de malezas a niveles
bajos y manejables. Si bien los sistemas agrícolas están simplificados en comparación con los
ecosistemas naturales, existen muchas oportunidades para rediseñar y manejar sistemas
agrícolas y reducir las poblaciones de las malezas.
Los materiales vegetales vivos y muertos asociados al uso de cultivos de cobertura en los
sistemas agrícolas son particularmente adecuados para desarrollar sistemas ecológicos de manejo
de malezas. Por lo general, un ambiente biológico y físico más diverso en la superficie de los
suelos, tal como el que está asociado a los cultivos de cobertura, ofrece oportunidades para
regular y minimizar las poblaciones de malezas. Liebman y Gallandt (1997) proponen sistemas
integrados de manejo de malezas exitosos que pueden ser desarrollados combinando varias
estrategias menores que acumulativamente reducen la relativa adecuación de las malezas a los
cultivos. Un sistema integrado, incluyendo cultivos de cobertura en combinación con otras
estrategias, podría mejorar el control de malezas comparado con la confiabilidad de cada
estrategia individual. Sin embargo, no todas las estrategias de manejo son igualmente compatibles
con los cultivos de cobertura. Por ejemplo, los herbicidas activos en el suelo pueden ser
adsorbidos por los residuos del cultivo de cobertura y son menos efectivos con cultivos de
cobertura que sin ellos. La cultura mecánica a menudo no es tan eficiente en los sistemas de
labranza reducida donde la cobertura viva y/o muerta puede interferir con el equipo de cultivo y
donde el suelo sin labrar es menos susceptible a la fragmentación y a la desecación de las
plántulas de malezas como en el suelo limpio bien labrado. Los cultivos de cobertura deberían ser
más compatibles con las medidas de control como los herbicidas de postemergencia o los agentes
de biocontrol que actúan sobre el follaje de las malezas después de la emergencia que las
prácticas que actúan a través del suelo. Más importantes son las estrategias a largo plazo
necesarias para desarrollar el mantenimiento de las poblaciones de malezas a bajos niveles por
medio de rotaciones de cultivos supresivos, espaciamiento de la población del cultivo/espacio
entre surcos y manejo de la fertilidad.
En resumen, el manejo de las malezas es uno de los tantos beneficios potenciales del uso de los
cultivos de cobertura. Por lo tanto, el manejo de estos cultivos debe ser diseñado para optimizar
todos los beneficios potenciales que puedan derivar de esos cultivos y minimizar sus impactos
negativos. Por ejemplo, altos niveles de biomasa de cultivos de cobertura pueden ser deseables
para el control de la erosión y la supresión de las malezas pero pueden interferir con las
operaciones de siembra, mantener el suelo a temperaturas demasiado bajas en primavera o
competir con el cultivo por una limitada humedad del suelo. Las prácticas de manejo que
favorecen la rápida degradación de los cultivos de cobertura tales como el corte pueden reducir la
efectividad para la supresión de malezas pero ayudan a la liberación de nitrógeno que puede
estimular el crecimiento temprano del cultivo. El agotamiento de la humedad del suelo por los
cultivos de cobertura debe ser una consideración primaria en elmanejo de aquellas áreas del
mundo en que la humedad del suelo es el factor limitante de la producción. El manejo de los
cultivos de cobertura requiere comprender todos los impactos potenciales sobre los sistemas de
cultivo, la definición de los objetivos más importantes a ser alcanzados por el uso de los cultivos de
cobertura y un enfoque equilibrado para satisfacer esos objetivos.
Aplicaciones prácticas
1. Integrar los cultivos de cobertura en un enfoque preventivo a largo plazo para el manejo de las
malezas que incluya un plan de rotaciones para minimizar las poblaciones así como intervenciones
apropiadas para controlar las malezas emergentes.
2. Rotar los cultivos de cobertura dentro de las rotaciones de cultivos. El uso continuo de las
mismas especies como cultivo de cobertura con el mismo modo de siembra y crecimiento
seleccionarán las especies de malezas que están adaptadas a esas especies y modo de
crecimiento. Además, los cultivos de cobertura pueden hospedar nematodos y patógenos y
pueden incrementar las poblaciones de esas plagas. Los cultivos de cobertura deberían ser
rotados en la misma forma que se rotan los cultivos para reducir el crecimiento de las poblaciones
de malezas nocivas y plagas.
3. Los cultivos de cobertura pueden permitir una reducción del insumo de herbicidas. La supresión
de las malezas hecha por los residuos del cultivo de cobertura por lo general permite que los
cultivos se establezcan antes que las malezas. Muchos herbicidas aplicados al suelo en
presiembra o preemergencia serán adsorbidos por los residuos del cultivo de cobertura y serán
inefectivos; el uso de esos productos con altos niveles de residuos de cultivos de cobertura puede
no ser económico. Sin embargo, los herbicidas de postemergencia que son aplicados al follaje de
las malezas emergidas pueden ser usados en forma más eficiente con sistemas de cultivos de
cobertura. Pueden ser usados solamente cuando sea necesario y ser seleccionados para malezas
específicas que deben ser controladas. Este enfoque puede reducir las pérdidas de herbicidas
hacia el ambiente; se reemplazan los herbicidas de preemergencia que pueden ser persistentes y
que a menudo son detectados en la tierra y en las aguas superficiales, con los herbicidas de
postemergencia que son usados a menores dosis y son menos persistentes.
4. El manejo equilibrado de cultivos de cobertura para la supresión de las malezas con otros
requerimientos de manejo. Los objetivos primarios del manejo de los cultivos de cobertura puede
derivar de otros beneficios importantes de los cultivos de cobertura como la contribución de
nitrógeno al cultivo comercial o reducir las altas temperaturas del suelo. Alternativamente, la
necesidad de minimizar las influencias negativas de los cultivos de cobertura tales como el
agotamiento de las reservas de humedad del suelo o la interferencia con las operaciones de
siembra pueden llegar a ser consideraciones importantes. El manejo exitoso de los cultivos de
cobertura requiere un plan equilibrado para maximizar los beneficios y minimizar sus aspectos
negativos de modo de obtener un agrosistema productivo y sostenible.
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Métodos preventivos y culturales para el manejo de malezas -
Paolo Bàrberi

INTRODUCCIÓN
En muchos sistemas agrícolas de todo el mundo la competencia de las malezas es uno de los
principales factores que reducen el rendimiento de los cultivos y los ingresos de los agricultores.
En los países desarrollados, a pesar de la disponibilidad de soluciones de alta tecnología (p. ej.,
herbicidas selectivos y cultivos genéticamente modificados resistentes a los herbicidas) la
proporción de las pérdidas de rendimiento de los cultivos no parece disminuir significativamente
con el pasar del tiempo (Cousens y Mortimer, 1995). En los países en desarrollo, los herbicidas
difícilmente están accesibles a un precio razonable, por lo tanto, los agricultores a menudo deben
confiar en métodos alternativos para el manejo de las malezas.
En todo el mundo, el limitado éxito de los herbicidas se debe probablemente a la excesiva
simplificación hecha cuando se enfrenta el problema. Se ha puesto demasiado énfasis en el
desarrollo de las tácticas de control de malezas (especialmente de los herbicidas sintéticos) como
«la» solución para cualquier problema relacionado con las mismas, mientras que la importancia de
integrar diferentes tácticas (p. ej., métodos preventivos, culturales, mecánicos y químicos) basadas
en las estrategias de manejo de las malezas en los sistemas de producción, han sido por largo
tiempo escasamente consideradas.
El manejo integrado de las malezas está basado en el conocimiento de las características
biológicas y ecológicas de las mismas para entender la forma en que su presencia puede ser
modulada por las prácticas culturales. En base a este conocimiento, el agricultor debe
primeramente construir una estrategia general de manejo de las malezas dentro de su secuencia
de cultivos comerciales y después elegir el mejor método de control directo de las malezas durante
los ciclos de cultivo. Además, es necesario recordar que el manejo de las malezas está siempre
estrictamente vinculado al manejo del cultivo. Como tal, las interacciones entre el manejo de las
malezas y otras prácticas culturales deben ser debidamente consideradas. Por ejemplo, la
inclusión de cultivos de cobertura en una secuencia de cultivos es una forma interesante de
integrar el manejo de las malezas con el manejo de los nutrientes y con beneficios adicionales
para otras propiedades importantes del agrosistema (p. ej., fertilidad y retención de la humedad del
suelo, biodiversidad).
COMO IMPLEMENTAR UNA ESTRATEGIA EFECTIVA DE CONTROL DE MALEZAS
Una estrategia efectiva de manejo de malezas a largo plazo está basada en la aplicación práctica
del concepto ecológico de la máxima diversificación del disturbio, lo que significa diversificar los
cultivos y las prácticas culturales tanto como sea posible dentro de un agroecosistema dado. Esto
lleva a una completa disrupción de los nichos ecológicos de las malezas (Liebman y Davis, 2000)
y, por lo tanto, a la minimización del riesgo de la evolución de la flora en el sentido de favorecer un
número limitado de especies altamente competitivas. Además de esto, un sistema de producción
altamente diversificado también reduce el riesgo del desarrollo de poblaciones de malezas
resistentes a los herbicidas.
En la práctica, las estrategias de manejo de malezas deberían integrar métodos indirectos
-preventivos- con métodos directos -culturales y curativos. La primera categoría incluye cualquier
método usado antes de la siembra de un cultivo mientras que el segundo método abarca cualquier
método aplicado durante el ciclo de crecimiento del mismo. Los métodos en ambas categorías
pueden influenciar tanto la densidad de las malezas (p. ej., el número de individuos por unidad de
superficie) y/o el desarrollo de las malezas (producción de biomasa y cobertura del suelo). Sin
embargo, mientras que los métodos indirectos están dirigidos a reducir el número de plantas de
malezas que emergen en un cultivo, los métodos directos también tienen como objetivo aumentar
la capacidad competitiva del cultivo contra las malezas.
Los métodos preventivos incluyen rotación de los cultivos, cultivos de cobertura (usados como
abonos verdes o cobertura muerta), sistemas de labranza, preparación de la cama de semillas,
solarización del suelo, manejo del drenaje y de los sistemas de riego y de los residuos de los
cultivos.
Los métodos culturales incluyen la época de siembra del cultivo y la ordenación espacial, la
selección del genotipo del cultivo, los cultivos de cobertura (cuando se usan como cobertura viva),
los cultivos intercalados y la fertilización.
Los métodos curativos incluyen cualquier método químico, físico (p. ej., mecánico o térmico) y
biológico usado para el control directo de las malezas en cualquier cultivo establecido. Una lista de
los principales métodos que pueden ser usados en la estrategia de manejo integrado de malezas
se presenta en la Tabla 1.
A continuación se describen los principales efectos que la aplicación de los métodos preventivos y
culturales causan sobre las malezas tratando de subrayar sus posibles interacciones las cuales no
siempre son fáciles de predecir en el campo. Los métodos curativos no se discuten aquí; sin
embargo, se debe señalar que su efectividad se puede incrementar si se aplican conjuntamente
métodos preventivos y culturales.
MÉTODOS PREVENTIVOS
Rotación de cultivos
La diferenciación en el tiempo de los cultivos sembrados en un mismo predio es un medio
fundamental y bien conocido para el control preventivo de las malezas. Obviamente, los diferentes
cultivos requieren distintas prácticas culturales las cuales son un factor de disrupción del ciclo de
crecimiento de las malezas y, como tales, previenen la selección de la flora hacia una mayor
abundancia de las especies problemáticas (Karlen, 1994). En contraste, el cultivo continuado
selecciona la flora de las malezas favoreciendo aquellas especies que son más similares al cultivo
y tolerantes a los distintos métodos usados para el control de malezas (p. ej., herbicidas) por
medio de la aplicación reiterada de las mismas prácticas culturales año tras año.
Además, los cultivos repetidos pueden interactuar negativamente con los sistemas de labranza y
modificar la flora de las malezas hacia una composición más dificultosa de combatir. Por ejemplo,
en las zonas templadas en los cultivos continuos de cereales la labranza mínima puede causar
después de unos pocos años la dominancia de las gramíneas con semillas de poca latencia tales
como Alopecurus myosuroides y Bromus spp. (Froud-Williams, 1983). En estos casos, el
consecuente mayor uso de graminicidas actúa como un factor adicional de selección de biotipos
resistentes a las malezas. Para recuperar situaciones florísticas altamente degradadas como la
citada, es imperativo rotar cereales con diferentes períodos de crecimiento y arar el suelo a ciertos
intervalos para perjudicar a las gramíneas con semillas de poca latencia que normalmente no
pueden emerger desde grandes profundidades. Si hubiera un largo período de barbecho entre el
cultivo del cereal y el cultivo siguiente, este período podría ser explotado para cultivar el suelo y
estimular la emergencia de las malezas problemáticas las cuales son destruídas por un cultivo
adicional y por medio de herbicidas.
La rotación entre los cultivos que tienen el mismo período de crecimiento, si bien es preferible al
cultivo continuado, no es tan exitosa como la rotación de cultivos con especies de diferentes ciclos
para reducir el número de malezas que emergen en el campo. Comparado con la reducción de la
densidad de las malezas, el efecto de la rotación de cultivos sobre la biomasa de las malezas es
menos sistemático porque depende de factores tales como los siguientes:

 la capacidad competitiva de los cultivos incluidos en la rotación;

 la efectividad de los métodos de control directo de las malezas (p. ej., herbicidas);

 la frecuencia de la labranza y los tratamientos culturales.

Cultivos de cobertura (usados como abono verde o cobertura muerta)


La inclusión de cultivos de cobertura en la rotación entre dos cultivos comerciales es un buen
método preventivo que puede ser usado en una estrategia de manejo de malezas. Los cultivos de
cobertura no producen un producto comercializable pero extendiendo el período en el cual el suelo
permanece cubierto por la vegetación ejercitan una serie de efectos benéficos en el agrosistema
tales como optimización del uso de los recursos naturales (radiación solar, agua, nutrientes del
suelo), reducción de la escorrentía, de la lixiviación de nutrientes y de la erosión del suelo y, sobre
todo, supresión de las malezas (Lal et al., 1991).
Los efectos de los cultivos de cobertura dependen en gran parte de las especies del cultivo de
cobertura y su manejo después del cultivo comercial y de la composición de la comunidad de
malezas (Bàrberi y Mazzoncini, 2001). La supresión de las malezas se efectúa en parte por la
competencia por los recursos -luz, nutrientes y agua- durante el ciclo de crecimiento del cultivo de
cobertura y en parte por los efectos físicos y químicos que ocurren cuando los residuos de los
cultivos de cobertura se dejan sobre la superficie del suelo como cobertura muerta o son
enterrados y usados como abono verde (Mohler y Teasdale, 1993; Teasdale y Mohler, 1993). La
interferencia con las malezas, incluyendo la competencia, efectos físicos y alelopáticos, es por lo
general mayor cuando se usan como cultivos de cobertura gramíneas y crucíferas que cuando se
usan leguminosas (Blum et al., 1997). La interferencia de los cultivos de cobertura y sus residuos
está relacionada con la ocupación de nichos ecológicos que de otra manera estarían disponibles
para las malezas. Esto es consecuencia, básicamente, del resultado del secuestro de los
nutrientes del suelo, especialmente nitrógeno, de la liberación de compuestos aleloquímicos (p. ej.,
glucosinatos de las crucíferas y sorgoleone de Sorghum spp.) y de modificaciones del
microambiente del suelo (Galland et al., 1999). Algunos ejemplos de cultivos fuertemente
supresores de malezas son el centeno (Lámina 1), sorgo, coles, roqueta, y mostaza. En sentido
contrario, si bien la supresión de las malezas por parte de las leguminosas puede ser importante,
su efecto residual es por lo general bajo en razón de la gran cantidad de nitrógeno liberado a partir
de sus residuos después de la destrucción del cultivo de cobertura que estimula la emergencia de
las malezas, especialmente cuando las leguminosas son utilizadas como abono verde (Blum et al.,
1997).
Tabla 1. Clasificación de las prácticas culturales potencialmente aplicables en un sistema
integrado de manejo de malezas, basada en su efecto prevalente.

Práctica Método Efecto prevalente Ejemplo


cultural
Rotación de Preventivo Reducción de la Cultivos de verano e invierno
cultivos emergencia de alternados
malezas
Cultivos de Preventivo Reducción de la Cultivo de cobertura sembrado
cobertura (como emergencia de entre dos cultivos comerciales
abono verde o malezas
cobertura
muerta)
Labranza Preventivo Reducción de la Arada profunda, alternancia de
primaria emergencia de arada profunda con labranza
malezas limitada
Preparación de Preventivo Reducción de la Técnica de falsa preparación de
la cama de emergencia de cama de semillas
semillas malezas
Solarización del Preventivo Reducción de la Uso de película negra o
suelo emergencia de transparente (invernadero o
malezas campo)
Sistema de riego Preventivo Reducción de la Colocación de riego (micro/goteo),
y drenaje emergencia de limpieza vegetación en canales
malezas
Manejo de Preventivo Reducción de la Cultivo con residuos
residuos de emergencia de
cultivos malezas
Época de Cultural Mejoramiento de la Uso de trasplantes, mayor
siembra y capacidad densidad de siembra, menor
ordenación competitiva del distancia entre surcos,
espacial del cultivo anticipación/demora de fecha
cultivo siembra o trasplante
Elección Cultural Mejoramiento de la Uso de variedades de rápida
genotipo del capacidad emergencia, crecimiento alto y
cultivo competitiva del cobertura temprana del suelo
cultivo
Cultivos de Cultural Mejoramiento de la Cultivo de leguminosas sembrado
cobertura capacidad entre surcos del cultivo
(usados como competitiva del
cobertura viva) cultivo (dosel foliar)
Cultivos Cultural Reducción de la Cultivos comerciales intercalados
intercalados emergencia de
malezas,
mejoramiento de la
capacidad
competitiva del
cultivo
Fertilización Cultural Reducción de la Uso de fertilizantes orgánicos de
emergencia de liberación lenta de nutrientes,
malezas, enmiendas, colocación del
mejoramiento de la fertilizante, anticipación o demora
capacidad de fertilización con N de
competitiva del presiembra o complementaria
cultivo
Cultivo Curativo Muerte de la Rastreada postemergencia,
vegetación existente, aporcar
reducción de la
emergencia de
malezas
Aplicación de Curativo Muerte de la Aspersión pre- o postemergencia
herbicidas vegetación existente,
reducción de la
emergencia de
malezas
Control termal de Curativo Muerte de la Quema de malezas preemergencia
malezas vegetación existente, o postemergencia localizada
reducción de la
emergencia de
malezas
Control biológico Curativo Muerte de la Uso de patógenos o plagas
de malezas vegetación existente, específicos para las malezas
reducción de la
emergencia de
malezas
Cuando los cultivos de cobertura son utilizados como cobertura muerta (o sea, se dejan
descomponer sobre la superficie del suelo), la supresión de las malezas parece ser más bien el
resultado de los efectos físicos de la cobertura que aquellos causados por nutrientes o
compuestos alelopáticos (Teasdale y Mohler, 2000). La supresión de las malezas parece estar
particularmente relacionada con el índice de área de cobertura (área de cobertura dividida entre el
área del suelo) la cual tiene influencia sobre la extinción de la luz por la cobertura y,
consecuentemente, con la germinación de las semillas de las malezas. Las especies de malezas
de semillas pequeñas parecen ser más sensibles que las de semillas grandes a los efectos físicos
de la cobertura así como también a los compuestos alelopáticos (Liebman y Davis, 2000). La
siembra oportuna de los cultivos de cobertura es sumamente importante para fortalecer la
producción de biomasa y, por lo tanto, para incrementar su potencial de supresión de malezas.
Los cultivos de cobertura también pueden interactuar con otras biotas; por ejemplo, promueven el
establecimiento de micorrizas vesiculares-arbusculares las cuales a su vez pueden cambiar la
composición de la flora de las malezas favoreciendo especies de plantas relacionadas con las
micorrizas en detrimento de especies no relacionadas con las mismas (Jordan et al., 2000).

Figura 1. Alta supresión de malezas a causa de un cultivo de cobertura de centeno (P. Bàrberi)
SISTEMAS DE LABRANZA
El principal efecto de la labranza sobre las malezas está relacionado principalmente con el tipo de
implemento usado y con la profundidad de la labranza. Estos factores tienen considerable
influencia sobre la distribución de las semillas y propágulos de las malezas en todo el perfil del
suelo y, por lo tanto, afectan directamente al número de malezas que pueden emerger en un
campo.
El arado de rejas es sumamente efectivo para reducir la densidad de las malezas y, por lo tanto,
es un importante método preventivo cuando los agricultores están obligados a usar (o desean
usar) métodos directos de control de malezas parcialmente supresivos (p. ej., control mecánico);
además, reduce el trabajo necesario para la posterior remoción manual de las malezas. Al
contrario, cuando la labranza no provoca la inversión del suelo (especialmente la labranza cero)
las semillas de malezas son enterradas solo en forma parcial y, por lo tanto, están generalmente
distribuídas en la capa superior del suelo desde donde pueden fácilmente germinar y dar origen a
plantas vigorosas.
Teóricamente, si el control directo de las malezas ha sido suficientemente efectivo como para
reducir las caída de las semillas de las malezas (S), los sistemas sin inversión del suelo, con el
correr del tiempo, deberían reducir la densidad de las malezas en mayor medida que los sistemas
basados en las aradas. Esto debería ocurrir en los suelos no invertidos a causa del mayor
agotamiento del banco de semillas (D) debido a altas tasas de emergencia y condiciones
ambientales (relacionadas con menos semillas enterradas) que conducen a una latencia
secundaria y a una mayor depredación de semillas por parte de la fauna del suelo. En términos de
la dinámica de la población de las malezas, ocurre una reducción en el tamaño de la población si
D>S, una situación que raramente se encuentra con la labranza sin inversión ya que el control de
las malezas en el campo difícilmente es completo y, por lo tanto, las malezas tienen buenas
oportunidades de formar semillas y reabastecer el banco de semillas del suelo. Por esta razón, las
densidades de las malezas en los sistemas de labranza mínima o labranza cero son
invariablemente más altos que en los sistemas basados en la labranza (Froud-Williams, 1988;
Cardina et al., 1991; Spandl et al., 1999).
Los datos de bancos de semillas de malezas tomados en un experimento a largo plazo en cuatro
sistemas de labranza fueron usados por 12 años consecutivos en una rotación continua de trigo de
invierno o una rotación de guandul y trigo de invierno; mostraron que la densidad total de las
malezas fue mayor en el tratamiento sin labranza, labranza mínima (p.ej., rastra rotatoria a 15 cm
de profundidad) y arado cincel (a 45 cm profundidad) en las capas de suelo 0-15, 15-30 y 30-45
cm, respectivamente (Bàrberi y Lo Cascio, 2001). La densidad en el total del suelo (0-45 cm) no
difirió significativamente entre los sistemas de labranza, pero en el caso sin labranza más del 60
por ciento del total de las plántulas emergieron de la capa superior comparadas con un promedio
de 43 por ciento en los otros sistemas de labranza (Figura 1). La rotación de cultivos no tuvo
influencia sobre el tamaño del banco de semillas o sobre la distribución de las plántulas en las
capas de suelo y tuvo una influencia limitada sobre la abundancia de las principales especies. El
banco de semillas fue dominado (>66 % de la densidad total) por Conyza canadensis y
Amaranthus retroflexus que prosperaron con arado de cincel y sin labranza, respectivamente.
Entre las otras especies importantes, Bilderdykia convolvulus y Chenopodium album estuvieron
asociadas principalmente con la arada con rejas, Papaver rhoeas y Portulaca oleracea con la
labranza mínima y Lolium multiflorum y Veronica spp. con la labranza cero. Los resultados
sugieren que si bien la sustitución de la arada con rejas por la labranza sin inversión
(especialmente en el caso de labranza mínima) puede no resultar, a largo plazo, en mayores
problemas de malezas, es probable que el uso de la labranza cero incremente las infestaciones de
malezas a causa de la mayor concentración de semillas de la capa superior causando,
consecuentemente, un mayor requerimiento de aplicación de herbicidas. El uso de labranza cero
puede ser deseable en los trópicos a causa de las condiciones que podrían exacerbar los
problemas de control de malezas.

Figura 2. Porcentaje de distribución de plántulas en las distintas capas de suelo con arado de
rejas a 45 cm de profundidad (P 45), arado de cincel a 45 cm profundidad (CP 45), rastra rotatoria
a 15 cm profundidad (RH 15) y labranza cero (NT) después de 12 años consecutivos de aplicación
de los distintos sistemas de labranza (según Bàrberi y Lo Cascio, 2001, modificado; los datos son
medias de dos rotaciones de cultivos). En cada capa de suelo las barras con la misma letra no son
significativamente diferentes a P £ 0,05 (prueba LSD).
El disturbio causado a las malezas por la labranza depende más del tipo de implemento que de la
profundidad de la labranza. Las herramientas que no invierten el suelo (p. ej., arado de cincel)
aumentan la densidad de las malezas y cambian la composición de la flora de malezas hacia una
mayor presencia de bianuales, perennes y anuales no estacionales. La mayoría de estas especies
se caracterizan por tener semillas dispersadas por el viento, de poca longevidad y latencia y son
incapaces de emerger de las capas profundas (Zanin et al., 1997). Algunas especies que por lo
general no son favorecidas por la inversión de la labranza o la labranza cero son las perennes
Agropyron repens, Calystegia sepium, Lolium perenne y Plantago spp. y las anuales Digitaria
sanguinalis, Lolium multiflorum, Setaria viridis y Thlaspi arvense.
La relativa abundancia de especies perennes en una comunidad de malezas también es
favorecida por una reducción de la frecuencia de la labranza dentro de la secuencia de los cultivos.
Por ejemplo, la inclusión de una cobertura perenne en una rotación de cultivos significa que el
suelo no es labrado todos los años. La falta de disturbio del suelo unida a un mayor control de las
malezas anuales por medio de repetidos cortes puede cambiar la composición de la comunidad de
malezas en el sentido de una mayor presencia de bianuales y perennes. Al contrario, los sistemas
que se basan en la labranza parecen favorecer a algunas dicotiledóneas anuales como
Chenopodium album, Papaver rhoeas y Polygonum spp., si bien este efecto siempre está
modulado por la efectividad de los métodos de control de malezas -por ejemplo, herbicidas-
usados en la rotación (Légère et al., 1993; Liebman et al., 1996).
En un sistema dado de cultivo la densidad de las malezas puede ser reducida en forma sensible
cuando los métodos de labranza cambian, más que cuando el mismo sistema de labranza es
usado año tras año. Un ensayo a largo plazo llevado a cabo en Pisa, Italia, en una rotación de dos
años de soja-trigo de invierno mostró que alternando el arado con rejas a 50 cm de profundidad
con labranza mínima (rastra rotatoria a 15 cm profundidad) fue posible reducir la densidad de las
malezas en el trigo, comparadas con el arado de cincel (a 50 cm de profundidad), labranza mínima
o arada superficial (a 25 cm profundidad) aplicadas cada año. (Bàrberi et al., 2001, Tabla 2). El
uso de labranza mínima para el trigo de invierno y de la arada profunda para la soja fue mejor que
el sistema opuesto ya que en el primer caso la comunidad de malezas estaba compuesta
principalmente por especies menos competitivas (Anagallis arvensis y Papaver rhoeas vs. Lolium
spp., Polygonum aviculare y Veronica spp. en el segundo caso). Una forma simple de diversificar
el sistema de labranza es incluir en la rotación cultivos que requieren diferentes operaciones de
labranza, por ejemplo, cereales y raíces.
PREPARACIÓN DE LA CAMA DE SEMILLAS
La labranza para la preparación de la cama de semillas tiene dos efectos contrastantes: (i) elimina
la vegetación emergida después de la primera labranza y, (ii) estimula la germinación de las
semillas de malezas y la consecuente emergencia de las plántulas gracias a la mezcla del suelo y
la reubicación de las semillas en capas menos profundas. Estos dos efectos pueden ser
explotados en forma conjunta por medio de la aplicación de la técnica de la falsa cama de
semillas, un método preventivo que tiene el objetivo específico de reducir la emergencia de las
malezas en el ciclo de cultivo siguiente.
La técnica de la falsa cama de semillas consiste en el laboreo anticipado para la preparación de la
cama de semillas de modo de estimular tanto como sea posible la emergencia de las malezas
antes de la siembra. Las malezas emergidas son entonces destruídas por una pasada sucesiva de
cultivador o por la aplicación de un herbicida total (p. ej., glifosato), siendo este último
particularmente útil cuando hay malezas perennes. En el momento de la siembra, el banco de
semillas de aquellas especies que son capaces de emerger junto con el cultivo se ha parcialmente
agotado y su emergencia con el cultivo será reducida. El laboreo puede ser hecho con cualquier
herramienta pero las rastras de dientes elásticos (Figura 3) son preferibles en razón de su alta
capacidad de trabajo y su costo relativamente bajo. La aplicación de la técnica de la falsa cama de
semillas puede reducir la emergencia de las malezas en más del 80 por ciento comparado con la
preparación común (van der Weide et al., 2002). Obviamente, la aplicación de esta técnica implica
que haya suficiente tiempo -por lo menos 2-3 meses en los climas templados- entre la cosecha del
cultivo anterior y la siembra del cultivo siguiente para permitir la emergencia de las malezas. Para
que este método sea efectivo el suelo debe tener un buen contenido de humedad y favorecer la
germinación de las semillas de malezas o, dicho de otra manera, este método puede ser inútil
cuando la disponibilidad de agua del suelo es limitada. En los casos en que los agricultores
esperan fuertes lluvias entre la primera labranza y la siembra del cultivo, deben evaluar si la
preparación anticipada de la cama de semillas puede aumentar el riesgo de dañar la estructura del
suelo o de demorar la siembra ya que no puede ser trabajado en forma adecuada: ambos efectos
pueden contrastar los beneficios de la técnica de la falsa preparación de la cama de semillas y, por
lo tanto, requieren una cuidadosa evaluación.
Tabla 2. Densidad relativa (porcentaje) de las principales especies de malezas y densidad total de
malezas (plantas m2) observadas en trigo de invierno inmediatamente antes de la aplicación de
herbicida de postemergencia (datos promedio de dos años y tres dosis de nitrógeno). Los datos se
presentan con una transformación arco-seno (densidad relativa) o transformación de raíz cuadrada
(densidad total de malezas) de la media para permitir una interpretación directa de SED. DP =
arada profunda (50 cm); SP = arada superficial (25 cm); TLP = arada en dos capas (arada
superficial + subsolado a 50 cm); CP = arado de cincel (50 cm); MT = labranza mínima (rastra
rotatoria a 15 cm). Significado de la prueba de F tests (indicado como superescrito): *,**,***, ns = P
£ 0,05, 0,01, 0,001 y no significativo, respectivamente. Según Bàrberi et al. (2001), modificado.

Método de labranza
DP SP TLP CP MT MT DP SED
después de después (6 df)
DP MT
Especies
Anagallis arvensis** 26,3 15,8 26,7 18,0 15,2 25,8 21,5 3,09
Cerastium arvense ns
0,0 0,0 0,0 0,0 2,7 3,3 0,0 2,65
Lolium spp.* 16,0 8,0 11,9 12,5 18,7 7,2 15,6 3,18
Matricaria chamomilla ns
2,4 2,6 0,0 9,6 0,9 4,7 9,2 5,64
Papaver spp.* 6,8 20,5 7,9 13,9 26,2 12,0 19,1 4,93
Polygonum aviculare ns
25,9 15,3 18,1 21,8 17,4 25,1 20,5 4,55
Rumex spp.*** 14,1 7,5 10,3 18,3 7,5 8,1 3,7 1,88
Veronica spp. ns
28,2 53,3 40,9 29,0 40,3 30,2 36,7 9,49
Vicia spp.* 15,6 0,0 0,0 0,0 0,0 00 3,9 4,35
Densidad total malezas** 5,1 7,6 5,0 8,1 9,7 5,8 6,7 1,02
Figura 3. Rastra de dientes elásticos con cuatro marcos modulares de 1,5 m de ancho cada uno
de ajuste independiente (P. Bàrberi).
SOLARIZACIÓN DEL SUELO
La solarización del suelo es un método preventivo que explota el calentamiento solar para eliminar
las malezas y reducir así su emergencia. Este método es citado brevemente ya que es motivo de
otro capítulo de esta publicación.
La alta temperatura del suelo, si dura lo suficiente, puede matar las estructuras reproductivas de
las plagas, las enfermedades y las malezas. La solarización puede ser definida como una
desinfección del suelo que explota la energía solar disponible durante el período más cálido del
año. Para incrementar el efecto de la solarización la superficie del suelo debe ser uniforme y
contener suficiente agua para favorecer la transferencia de calor hacia las capas más profundas
del perfil y hacer que las estructuras reproductivas de las plagas, las enfermedades y las malezas
sean más sensitivas al daño del calor. Por esta razón, antes de la solarización, el suelo
generalmente es regado y posteriormente cubierto con una película de plástico para incrementar
su calentamiento y evitar la disipación del calor hacia la atmósfera.
El éxito de la solarización del suelo como método de control de malezas no depende de la
temperatura máxima alcanzada en el suelo sino de la duración de la temperatura por encima de
cierto umbral (45 °C), todos los días (Horowitz et al., 1983). Obviamente, la solarización del suelo
puede ser usada solamente en climas cálidos o bajo condiciones de invernadero en regiones
templado cálidas y del Mar Mediterráneo. Por ejemplo, una importante reducción de la emergencia
de las malezas se observó en los 12 meses siguientes a la solarización en un invernadero túnel
usado para la producción de hortalizas en la zona central de Italia (Temperini et al., 1998). Para
retener el máximo del efecto de la solarización del suelo este no debe ser subsecuentemente
cultivado porque de lo contrario las malezas presentes en las capas profundas, menos afectadas
por el calentamiento, son traídas hacia la superficie del suelo y pueden germinar.
MANEJO DE LOS SISTEMAS DE RIEGO Y DRENAJE
Una elección correcta de los sistemas de riego y drenaje y su mantenimiento son importantes
medidas preventivas para reducir la infestación de malezas. Una limpieza periódica de las malezas
establecidas a lo largo de los canales evita su invasión al campo. En los casos en que es
económicamente posible, la sustitución de canales por tuberías subterráneas de drenaje elimina
una fuente potencial de infestación con malezas. El uso de sistemas de riego localizados, como el
riego por goteo, favorecen el desarrollo de los cultivos en detrimento de las malezas (Berkowitz,
1988). Al contrario, los sistemas de riego por aspersión favorecen las malezas ya que muchas de
ellas tienen una mayor eficiencia en el uso del agua (producción de biomasa por unidad de agua
usada para la evapotraspiración) que los cultivos.
MANEJO DE LOS RESIDUOS DE LOS CULTIVOS
La labranza de los residuos de los cultivos estimula la germinación de las semillas de las malezas
y su emergencia, por lo tanto, es un hecho favorable ya que agota el banco de semillas. Sin
embargo, se debe evitar que las malezas que surgen lleguen a formar semillas volviendo de esa
manera a restablecer las reservas de semillas en el suelo. La labranza de los residuos puede ser
considerada negativamente en algunos ambientes caracterizados por la alta tasa de
mineralización de la materia orgánica del suelo. En estos casos es preferible no disturbar el suelo
sino cortar los residuos y distribuirlos tan uniformemente como sea posible sobre su superficie
para ahogar a las malezas que germinan debajo de los mismos. Este es realmente el mismo
efecto que puede ser esperado de los cultivos de cobertura cuando son usados como una
cobertura muerta.
Si bien las semillas de muchas especies de malezas pueden ser «devitalizadas» quemando los
residuos, esta técnica es siempre desalentada ya que produce un efecto negativo sobre el
contenido de materia orgánica del suelo.
MÉTODOS CULTURALES
Época de siembra y ordenación espacial
En algunos casos la modificación de la fecha de siembra, de la densidad del cultivo y de la forma
de su establecimiento pueden reducir la emergencia de las malezas y/o incrementar la capacidad
competitiva del cultivo (Mohler, 1996), si bien este efecto es dependiente en alto grado de las
especies cultivadas y del ambiente. Spandl et al. (1998) observaron que comparando la siembra
de trigo en otoño con aquella de primavera, en esta última estación la maleza Setaria viridis
emergió en un solo flujo, lo cual la hizo más vulnerable a los métodos de control de malezas
(herbicidas o culturales). En casos como estos, la fecha de siembra del cultivo puede ser usada
por el agricultor como un método de manejo cultural. En otros cultivos como los guisantes de
enrame o las papas, un aumento de la densidad de siembra puede conducir a una mayor habilidad
competitiva del cultivo frente a las malezas pero con un cierto detrimento sobre los rendimientos
en razón de la mayor competencia intraespecífica entre las plantas de guisantes (Lawson y
Topham, 1985) o a una menor calidad de los tubérculos de papa o a una mayor susceptibidad de
este cultivo a las enfermedades (Litterick et al., 1999).
Por el contrario, en los cultivos que muestran una mayor plasticidad fenotípica la modificación de la
densidad de siembra y/o de la forma de siembra puede ofrecer mejores oportunidades de ser
explotada en las estrategias de manejo de las malezas. Este es el caso de la Vicia faba var. minor,
una leguminosa adaptada a los ambientes del Mediterráneo que es a la vez una fuente de
proteínas para los animales y una especie que mejora la fertilidad del suelo; este cultivo puede ser
sembrado en surcos poco distanciados (15 cm) o más espaciados (40-70 cm). En el primer caso el
número de vainas y el rendimiento de grano por planta disminuyen y la altura de inserción de la
vaina en el tallo aumenta (lo que reduce las pérdidas en la cosecha mecánica) pero el rendimiento
de grano por unidad de superficie y el contenido de proteína cruda son aún aceptables (Bonari y
Macchia, 1975). Gracias a esta plasticidad fenotípica es probable que la ordenación espacial de
esta especie pueda ser aún optimizada, por ejemplo, sembrando en pares de surcos y usando una
distancia entre surcos (40-50 cm) que permite los trabajos culturales entre los surcos, obteniendo
así, probablemente, un mayor control de las malezas.
El uso de trasplantes en vez de semillas, como ocurre en el caso de muchas hortalizas, también
aumenta la capacidad competitiva del cultivo al incrementar la diferencia de desarrollo entre los
cultivos y las malezas con ventaja para los primeros. Más aún, el uso de trasplantes puede
aumentar la selectividad (o sea, la relación entre el daño a las malezas y al cultivo) de las
desmalezadoras de torsión (Figura 4) que son herramientas simples y poco costosas para el
control de malezas entre los surcos (Melander, 2000). Por ejemplo, en la remolacha azucarera el
control mecánico de las malezas puede ser hecho cinco días después del trasplante pero puede
tener el efecto negativo de causar raíces bifurcadas que pueden disminuir su calidad. El uso de
trasplantes, comparado con la siembra directa, a menudo aumenta los costos de producción de los
cultivos y las necesidades de mano de obra.
Figura 4. Desmalezadora de torsión: dientes elásticos que pueden ser acoplados con
herramientas para carpir y permitir el control de las malezas entre los surcos (P. Bàrberi).
Elección del genotipo del cultivo
Diferentes genotipos del mismo cultivo poseen características que pueden resultar en una mayor o
menor capacidad competitiva frente a las malezas. Estas características son, típicamente, aquellas
relacionadas con una mayor velocidad de emergencia de las plántulas, un rápido establecimiento
del dosel foliar (Rasmussen y Rasmussen, 2000) y mayores tasas de crecimiento en las primeras
etapas del cultivo. El uso de estos genotipos puede, por lo tanto, reducir la necesidad de aplicar
medidas de control directo de las malezas como herbicidas o métodos culturales.
El potencial para seleccionar genotipos de cultivos con características competitivas ha sido
demostrado en varias muestras de trigos australianos si bien la expresión de la ventaja de la
competitividad en el campo está fuertemente influenciada por las condiciones ambientales
(Lemerle et al., 2001).
No todas las características que dan a los cultivos la ventaja de la competitividad sobre las
malezas pueden ser explotadas; por ejemplo, la altura de la planta que está generalmente
correlacionada con la supresión de las malezas (Benvenuti y Macchia, 2000), presenta a menudo
una correlación negativa con el rendimiento del cultivo y una correlación positiva con la posibilidad
de vuelco.
La mayor habilidad competitiva de un genotipo también puede estar relacionada con la producción
y liberación de compuestos aleloquímicos que inhiben la emergencia de las malezas y su
crecimiento. Olofsdotter (2001) demostró que algunas variedades de arroz pueden ejercer un
considerable efecto alelopático contra las malezas; por lo tanto, existe un cierto potencial para usar
la selección del genotipo como un método cultural para el manejo de las malezas en el cultivo.
Cultivos de cobertura usados como cobertura viva
Los cultivos de cobertura también pueden ser utilizados como coberturas vivas, o sea que pueden
crecer juntamente con un cultivo comercial, por lo general en surcos alternados. En este caso los
beneficios del cultivo de cobertura están relacionados principalmente con la mayor supresión de
las malezas y con la conservación de la humedad del suelo. Sin embargo, es muy importante
evitar la competencia entre el cultivo comercial y la cobertura viva. Para ello, el crecimiento de la
cobertura viva debe estar constantemente bajo control por medio de cortes o con dosis sub-letales
de herbicidas a fin de evitar que domine al cultivo comercial (Figura 5). En este caso, el manejo de
la cobertura viva no es simple y la conveniencia de este método es dudosa en aquellos ambientes
en que la competencia por la luz y el agua pueden ser fundamentales.
Figura 5. Cultivo de cobertura vivo entre remolacha azucarera y trébol subterráneo (Trifolium
subterraneum). Arriba: buen desarrollo del cultivo de cobertura; debajo: excesivo desarrollo del
cultivo de cobertura (P. Bárberi)
Cultivos intercalados
Otro método cultural adecuado para aumentar la capacidad competitiva de los cultivos frente a las
malezas es la siembra de cultivos intercalados. Como cultivos de cobertura, los cultivos
intercalados aumentan la diversidad ecológica en un campo. Más aún, incrementan el uso de los
recursos naturales por el dosel foliar y, comparados con los cultivos puros, a menudo compiten
mejor con las malezas por la luz, el agua y los nutrientes (Liebman y Dyck, 1993). Por ejemplo,
comparado con un cultivo puro, un cultivo intercalado de puerro y apio sembrado en un diseño en
surcos redujo la cobertura relativa del suelo por parte de las malezas en 41 por ciento, redujo la
densidad y la biomasa de Senecio vulgaris en 58 y 98 por ciento, respectivamente, y aumentó el
rendimiento total del cultivo en 10 por ciento (Baumann et al., 2000).
Una mayor supresión de las malezas y un incremento del rendimiento de los cultivos ha sido
demostrado en muchos ambientes para los cultivos intercalados de cereales y leguminosas (Ofori
y Stern, 1987). Como en el caso de la cobertura viva, el éxito de los cultivos intercalados radica en
la mejor combinación entre los requerimientos de las especies componentes por la luz, el agua y
los nutrientes, lo cual aumenta la complementariedad del uso de los recursos y reduce la
competencia entre los cultivos intercalados. En la práctica, esto significa optimizar la ordenación
espacial de los cultivos intercalados, las densidades relativas de las plantas y su crecimiento
relativo en el tiempo en cualquier ambiente dado (Ofori y Stern, 1987).
Fertilización
La fertilización nitrogenada de presiembra puede aumentar la capacidad competitiva del cultivo
frente a las malezas en aquellos cultivos que en las primeras etapas tienen altas tasas de
crecimiento; sin embargo, este efecto es modulado por el tipo de malezas que prevalecen en el
campo. Por ejemplo, en girasol cultivado en las condiciones del Mediterráneo, una aplicación de
fertilizante nitrogenado sintético incrementó la supresión de las malezas de emergencia tardía
como Chenopodium album, Solanum nigrum y Xanthium strumarium, en comparación con una
aplicación fraccionada de 50 por ciento en presiembra y 50 por ciento en cobertura (Paolini et al.,
1998). Al contrario, la misma técnica dio lugar a una ventaja competitiva para malezas de
emergencia temprana como Sinapis arvensis. Del mismo modo, la anticipación o la demora de la
aplicación en cobertura del nitrógeno en el cultivo de remolacha azucarera incrementó la
capacidad competitiva con dominancia de malezas de emergencia tardía o temprana,
respectivamente (Paolini et al., 1999).
La modulación de las interacciones competitivas cultivos-malezas por medio de la fertilización del
cultivo es difícil de realizar cuando se usan fertilizantes orgánicos (p. ej., estiércol) o enmiendas a
causa de la baja liberación de los nutrientes de esas fuentes. Sin embargo, la aplicación de
fertilizantes sintéticos u orgánicos junto con o próximos al surco del cultivo, pueden mejorar el
manejo de las malezas ya que aumentan las posibilidades relativas de que el cultivo capture
nutrientes, especialmente nitrógeno, en detrimento de las malezas (Rasmussen, 2000).
CONCLUSIONES
Los agricultores tienen varios métodos preventivos y culturales entre los recursos disponibles para
construir una buena estrategia de control de malezas. La conveniencia de usar un método u otro
depende las actitudes locales y de las limitaciones tales como la disponibilidad financiera y de
mano de obra, el acceso a los insumos técnicos (semillas, fertilizantes, herbicidas), características
ambientales, sociales y económicas que pueden limitar el rango de las elecciones agronómicas
posibles (p. ej., duración de la época de crecimiento, tipos de lluvia y temperatura, tasa de
mineralización del suelo, estructura de la finca y del mercado, patrimonio cultural, existencia de
servicios de asesoramiento, etc.). Sin embargo, la mayor diversificación del sistema de producción
(o sea, secuencia de cultivos y prácticas culturales asociadas) basada en principios
agroecológicos es la clave para un manejo efectivo a largo plazo de las malezas en cualquier
situación. Al respecto, siempre se debe insistir sobre la inclusión sistemática de métodos
preventivos y culturales para el control de malezas. Esto obviamente implica que los agricultores
deben ser educados para adquirir un mayor nivel de conocimientos y capacidad técnica. Las
soluciones simples tales como la monocultura y la confianza en los herbicidas como único método
de control de las malezas puede ser exitoso a corto plazo pero nunca cuando se consideran los
problemas a largo plazo.
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