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Diego Moreira1
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En este mismo Congreso de Marienbad, Lacan presentó un texto, cuya exposición,
que incluía la construcción llamada "del estadio del espejo", fue interrumpida
deliberadamente por E. Jones [presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Londres]. La
armonía estaba rota y Lacan se retiró sin entregar el texto para la memoria del
Congreso. Parte de esa conferencia se publicó en el artículo de la Encyclopédie
Française, “La familia” [1938]. Hacia 1946, en Acerca de la causalidad psíquica, Lacan
considera que se trata de una «fase», más bien que estadio, fundamental para acceder a
la relación en la cuál se constituye el yo. En 1949, Lacan presenta una comunicación al
16° Congreso Internacional de Psicoanálisis en Zurich: «El estadio del espejo como
formador de la función del yo [Je] tal como se nos revela en la experiencia
psicoanalítica». Luego de haber aparecido en la Revue Francaise de Psychanalyse, y
resumido en el International Journal of Psychoanalysis, fue incluido en los Escritos
(1966).
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Lacan recurre al "test del espejo", descrito en 1931 por Henri Wallon. Aunque Lacan
le atribuye el trabajo a Baldwin en los Escritos 1.
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Lacan se incorpora a la Sociedad Psicoanalítica de París en 1934, a la edad de 33
años.
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"Chacun sait que quand je suis entré dans la psychanalyse avec une balayette qui
s'appelait le stade du miroir, j'ai commencé par repérer, - parce qu'après tout, c'était
interpretación adaptativa de la Ego Psychology. El estadio del espejo es considerado
como un drama cuya presión interna “se precipita de la insuficiencia a la anticipación;
y que para el sujeto, presa de la ilusión de la identificación espacial, maquina las
fantasías que se sucederán desde una imagen fragmentada del cuerpo hasta una forma
que llamaremos ortopédica de su totalidad, y a la armadura por fin asumida de una
identidad enajenante. (Lacan 1966, p. 90) Su estructura distingue todo el “desarrollo”
anímico.8-9
Dicho de otra forma, el estadio del espejo implica una identificación, un acto del
pensar que incluye la transformación en el sujeto cuando admite una imagen. Así, el yo
[moi] se constituye como la imagen del espejo, pero en su estructura invertida.
Por otra parte, cobra valor la agresividad, que ocupa su lugar sobre el otro y
procura imponerse.
Es notorio que la fase del espejo concluya con el drama de celos por el que se
conforma un objeto tercero, que implica una identificación (Acerca de la causalidad
psíquica). Considero que la matriz del sentimiento de sí emerge del transitivismo cuya
marca siempre llevará. El sentimiento de tener un único cuerpo se enlaza al despertar de
los celos.
dans Freud, c'est dit, repéré, sérié - j'ai pris le stade du miroir pour faire un porte
manteau." Traducción propia.
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La noción de la agresividad se enlaza a un desgarramiento del sujeto. Este
desgarramiento implica un momento primordial que remite a la captación de la imagen
del otro, y a la anticipación del sentimiento de su discordancia motriz, a la que luego va
a estructurar retroactivamente en imágenes de fragmentación como lo pone en evidencia
la fenomenología de la experiencia kleiniana (Lacan, 1966, Variantes de la cura tipo).
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La identidad se puede diferenciar en los entes de la totalidad; la identidad y la
diferencia se constituyen como dos modos de la totalidad. Lo diverso se conforma por
lo dis-tinto.
ES notorio que la voz al igual que el deseo derivan o transitan del cuerpo de la
madre al niño y viceversa. En tanto la voz de la madre se puede separar, el pequeño la
puede introyectar, hacerla propia y reelaborarla mediante sus gorgeos y balbuceos.
Aquí agrego: “Este acontecimiento puede producirse, como es sabido desde los
trabajos de Baldwin, desde la edad de seis meses, y su repetición ha atraído con
frecuencia nuestra meditación ante el espectáculo impresionante de un lactante ante el
espejo, que no tiene todavía dominio de la marcha, ni siquiera de la postura en pie, pero
que, a pesar del estorbo de algún sostén humano o artificial (lo que solemos llamar unas
andaderas), supera en un jubiloso ajetreo las trabas de ese apoyo para suspender su
actitud en una postura mas o menos inclinada, y conseguir, para fijarlo, un aspecto
instantáneo de la imagen.
Hacia 1953 Lacan, pone énfasis sobre la función del significante. Ubica al Ideal
del yo en lo simbólico y no en la dimensión de la imago. De manera, que lo simbólico
determina lo imaginario, el Ideal del yo determina el Yo ideal.
Así, en una nota al pie de página del Tomo 1, del Capital, se lee una memorable
e imprescindible frase: “En cierto modo, con el hombre sucede lo mismo que con la
mercancía. Como no viene al mundo con un espejo en la mano, ni tampoco afirmando,
como el filósofo fichtiano, "yo soy yo", el hombre se ve reflejado primero sólo en otro
hombre. Tan sólo a través de la relación con el hombre Pablo como igual suyo, el
hombre Pedro se relaciona consigo mismo como hombre. Pero con ello también el
hombre Pablo, de pies a cabeza, en su corporeidad paulina, cuenta para Pedro como la
forma en que se manifiesta el genus [género] hombre.” (Marx, 2002, El Capital, Libro
primero, Cap. I, Mercancía y dinero, nota 27).
“No hay hecho más que por el hecho de que el parl'étre lo diga. No hay otros hechos
que aquellos que el parl'étre reconoce como tales diciéndolos. No hay hechos más que
de artificios.” Lacan, 1975/7610
Me he ocupado del lazo del sujeto con su cuerpo y el yo, siguiendo un singular
itinerario, la tesis propuesta por Lacan desde El estadio del espejo hasta James Joyce:
"El hombre adora su imagen". Así, considere El estadio del espejo y el jubiloso ajetreo
del sujeto ante la imagen especular que lo sustrae de la fragmentación. Y ahora accedo
con Joyce “esta adoración es la única relación que el parlêtre tiene con su cuerpo”
(Conferencia II).
En Lacan (1975/76) se lee: “El adora su cuerpo. Lo adora porque cree que lo
tiene. En realidad, no lo tiene, pero su cuerpo es su única consistencia - mental, por
supuesto.”
Aquí, la pregunta por el ser habitado por el lenguaje debe ser planteada: En el
Seminario XX, "Aún", Lacan (1972/73) propone el término "parlêtre". Un neologismo
francés, que implica la articulación de dos significantes, "parler" (hablar) y "etre" (ser),
traducido como "habla-ser" o "hablanser”, en tanto el ser se constituye por el habla.
Parlêtre nombra al inconsciente: “Ello habla de él, y ahí es donde él se aprehende".
Es notorio que la voz al igual que el deseo derivan o transitan del cuerpo de la
madre al niño y viceversa. En tanto la voz de la madre se puede separar, el pequeño la
puede introyectar y hacerla propia y reelaborarla mediante sus gorgeos y balbuceos.
Este trabajo de introyección implica el juicio de atribución (Freud, 1950a, 1925).
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Lacan (1975/76) Seminario 23, clase 4, 13 de enero de 1975.
En el texto “Retrato del artista adolescente”, Joyce mediante su alter Ego,
Stephen, narra una escena, en la que varios compañeros de la escuela lo maltratan y
golpean. El mismo está sorprendido por su falta de reacción, no siente nada.
Una elocuente frase de Lacan está vigente: “no hay relación sexual”. Es decir,
que la relación sexual no se puede escribir. Pero, lo admito y de buena gana, hay una
relación del hablanser con su propio cuerpo (imagen) y este lazo es de adoración.
En el nudo del Joyce adolescente, hay un lapsus, un fallo, que opera como una
excepción a la afirmación que el hombre adora su imagen. Este fallo implica que uno de
los aros, el imaginario, quede desanudado. Estableciendo el desapego que el adolescente
tiene con su cuerpo. Un cuerpo ligado al afecto. Cuando se pierde el matiz afectivo al
cuerpo se lo deja caer.
Aquí, se requiere entre las condiciones del hablan ser, que las dimensiones que
habita, lo real, lo simbólico y lo imaginario, se anuden.
Se corrige el defecto del nudo mediante una escritura singular, criptica, que
implica el itinerario del artista, letra de gozo, que procura acotar el sentido de la lengua
inglesa. Así, Joyce el escritor del enigma por excelencia, se constituye en Padre de su
propio Nombre.
Así, Lacan nos dice que el Sinthome “está en el lugar mismo en el que el falla,
donde hay una especie de lapsus del mismo” (17 de febrero de 1976). La tétrada, el
nudo de cuatro implica el fracaso del nudo de tres.
Entonces, el sinthome enlaza las tres dimensiones y cifra el gozo del adolescente
Joyce.
En Joyce no sólo encontramos la conformación del sinthome, sino también, la
singular manera de construir un Ego, —el Ich de los alemanes y el Ego de los ingleses
—, que no transita por el cuerpo sino por lo que piensa de sí. Este Ego es narcisista y se
funda en la imagen del cuerpo. El Ego implica una articulación de la imagen y el afecto.
Esto solo no justificaría el enorme trabajo de Joyce, que no adora su cuerpo y,
por el contrario, tiene una idea de sí mismo que pasa por la escritura y no por dicho
cuerpo que está desanudado.
Ante la necesidad de su Ego, le llega una escritura criptica, ilegible y sin sentido,
incluso habla de sí mismo como un libro. Así se construye y de manera incesante, un
sinthome que lo anuda.