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TEMA:
DOCENTE:
DRA. ELENA RUTH MARLENE LOOR RIVADENEIRA
INTEGRANTES:
MARÍA CECIBETH VERA SALDARRIAGA (C)
MARÍA NICOLLE SOLÓRZANO MOREIRA (C)
SOPHIA MERCEDES TALLEDO DELGADO (C)
LÍA CAROLINA VERA MOREIRA (C)
Figura 17-2 Arterias de la superficie inferior del cerebro. Obsérvese la formación del circuito arterial
cerebral. Se ha eliminado parte del lóbulo temporal para mostrar el trayecto de la arteria cerebral media.
Ramas
Varios pares de arterias de circunferencia reducida surgen a partir de las arterias
vertebrales y de su continuación, la arteria basilar. Éstas son las arterias cerebelosas
posteroinferior y anteroinferior, las arterias cerebelosas superiores y varias ramificaciones
más pequeñas, tales como las arterias pontinas y auditivas internas. Estos vasos pueden
exhibir asimetría y variabilidad. Las pequeñas arterias penetrantes, que surgen de la
arteria basilar, irrigan centros vitales dentro del tronco encefálico. (Waxman, 2011, p.
163).
1. Las arterias pontinas están formadas por numerosos vasos pequeños que penetran a la
sustancia del puente (protuberancia) (fig. 17-2; v. figs. 17-13 y 17-14).
2. La arteria laberíntica es una arteria larga y estrecha que acompaña a los nervios facial y
vestibulococlear en el conducto auditivo interno, y que irriga el oído interno. A menudo,
se forma como una rama de la arteria cerebelosa anteroinferior.
3. La arteria cerebelosa anteroinferior tiene un trayecto hacia atrás y lateralmente, e irriga
las partes anterior e inferior del cerebelo (fig. 17-2; v. figs. 17-13 y 17-14). Algunas ramas
se dirigen al puente (protuberancia) y a la parte superior de la médula oblongada.
4. La arteria cerebelosa superior se origina cerca de la terminación de la arteria basilar (fig.
17-2; v. figs. 17-11 y 17-14). Tiene un trayecto alrededor del pedúnculo cerebral, e irriga
la superficie superior del cerebelo. También irriga al puente (protuberancia), la glándula
pineal y el velo medular posterior.
5. La arteria cerebral posterior se curva lateralmente y hacia atrás alrededor del mesencéfalo,
y se une con una rama comunicante posterior de la arteria carótida interna (figs. 17-1 y
17-2; v. figs. 17-11 y 17-14). Las ramas corticales irrigan las superficies inferolateral y
medial del lóbulo temporal y las superficies medial y lateral del lóbulo occipital (fig. 17-
3). Por tanto, la arteria cerebral posterior irriga la corteza visual. Las ramas centrales
perforan el parénquima cerebral e irrigan partes del tálamo y del núcleo lenticular, así
como el mesencéfalo, la glándula pineal y los cuerpos geniculados mediales. Una rama
coroidea penetra en el asta inferior del ventrículo lateral e irriga el plexo coroideo;
también irriga el plexo coroideo del tercer ventrículo. Snell (2014) y Fitzgerald (2017)
coinciden en este tema.
Circuito arterial cerebral o polígono de Willis
El circuito arterial cerebral se encuentra en la fosa interpeduncular en la base del encéfalo.
Está formado por la anastomosis entre las dos arterias carótidas internas y las dos arterias
vertebrales (fig. 17-2). La arteria comunicante anterior, cerebral anterior, carótida interna,
comunicante posterior, cerebral posterior y basilares contribuyen al circuito arterial
cerebral. Éste permite que la sangre que penetra tanto por la carótida interna como por las
arterias vertebrales se distribuya a cualquier parte de ambos hemisferios cerebrales. Las
ramas corticales y centrales proceden del polígono e irrigan la superficie cerebral (Snell,
2014, p. 798).
El polígono de Willis (nombrado por el neuroanatomista inglés sir Thomas Willis) es una
confluencia de vasos (que forman un hexágono) de la que surgen todas las arterias
cerebrales principales. Está alimentado por el par de arterias carótidas internas y por la
arteria basilar. Al completarse el polígono, contiene una arteria comunicante posterior a
cada lado y una arteria comunicante anterior. El polígono de Willis muestra diversas
variaciones entre individuos. Las arterias comunicantes posteriores pueden ser de gran
tamaño en uno o ambos lados (tipo embrionario); la arteria cerebral posterior puede ser
delgada en su tramo inicial (tipo embrionario); y la arteria comunicante anterior puede
ser doble, delgada o ausente. A pesar de estas variaciones, la oclusión de cada una de las
principales arterias cerebrales normalmente produce un cuadro clínico característico.
(Waxman, 2011, p. 163).
Las arterias constituyentes del polígono de Willis distribuyen docenas de finas ramas
centrales (perforantes) que entran en el encéfalo a través de la sustancia perforada anterior
al lado del quiasma óptico y a través de la sustancia perforada posterior por detrás de los
cuerpos mamilares. Se han clasificado de diversos modos, pero lo más sencillo es
agruparlas en ramas cortas y largas. Las ramas centrales cortas se originan de todas las
arterias constituyentes y de las dos arterias coroideas. Irrigan el nervio, el quiasma y el
tracto ópticos, así como el hipotálamo. Las ramas centrales largas se originan de las tres
arterias cerebrales. Irrigan el tálamo, el cuerpo estriado y la cápsula interna. Incluyen las
ramas estriadas de las arterias cerebrales anterior y media. (Fitzgerald, 2017, p. 55).
Figura 17-3 Zonas irrigadas por las arterias cerebrales. A: superficie lateral del hemisferio derecho. B:
superficie medial del hemisferio derecho. La zona irrigada por la arteria cerebral anterior está coloreada
de azul, la zona irrigada por la arteria cerebral media lo está de rosa, y la arteria coloreada por la arteria
cerebral posterior lo está de marrón.
Las variaciones en el tamaño de las arterias que forman el circuito arterial cerebral son
frecuentes, y se ha descrito la ausencia de una o de ambas arterias comunicantes.
Arterias para áreas encefálicas específicas
El cuerpo estriado y la cápsula interna están irrigados principalmente por las ramas
centrales estriadas medial y lateral de la arteria cerebral media (fig. 17-4); las ramas
centrales de la arteria cerebral anterior irrigan el resto de estas estructuras. Tanto Snell
(2014), como Waxman (2011) y Fitzgerald (2017) coinciden en este tema.
Figura 17-4 Corte coronal de los hemisferios cerebrales que muestra la irrigación arterial a las estructuras
cerebrales profundas desde la arteria cerebral media.
El tálamo está irrigado principalmente por ramas de las arterias comunicante posterior,
basilar y cerebral posterior.
El mesencéfalo está irrigado por las arterias cerebral posterior, cerebelosa superior y
basilar. El puente (protuberancia) está irrigado por las arterias basilar y cerebelosa
anterior, inferior y superior.
La médula oblongada está irrigada por las arterias vertebral, espinal anterior y posterior,
cerebelosa posteroinferior y basilar.
El cerebelo está irrigado por las arterias cerebelosa superior, cerebelosa anteroinferior y
cerebelosa posteroinferior. (Snell, 2014, p. 800)
Inervación de las arterias cerebrales
Las arterias cerebrales reciben un rico aporte de fibras nerviosas posganglionares
simpáticas. Estas fibras derivan del ganglio simpático cervical superior. La estimulación
de estos nervios produce vasoconstricción de las arterias cerebrales. No obstante, en
circunstancias normales, el torrente sanguíneo local está controlado principalmente por
las concentraciones de dióxido de carbono, hidrogeniones y oxígeno presentes en el tejido
nervioso; la elevación de la concentración de dióxido de carbono o de hidrogeniones y la
disminución en la tensión de oxígeno producen vasodilatación.
Tanto Snell (2014), como Waxman (2011) y Fitzgerald (2017), coinciden en este tema.
Venas del encéfalo
Las venas del encéfalo no tienen tejido muscular en sus paredes, que son muy delgadas y
tampoco disponen de válvulas. Proceden del cerebro, y se sitúan en el espacio
subaracnoideo. Atraviesan la aracnoides y la capa meníngea de la duramadre y drenan en
los senos venosos craneales (fig. 17-5). (Snell, 2014, p. 800).
Las venas emisarias drenan desde el cuero cabelludo, a través del cráneo, y hacia las venas
meníngeas y senos durales de mayor tamaño. Existe comunicación entre la mayoría de
estos canales. A diferencia de las venas sistémicas, las venas cerebrales no tienen válvulas
y rara vez acompañan a las arterias cerebrales correspondientes. (Waxman, 2011, p. 165)
El drenaje venoso del encéfalo tiene gran importancia en relación con los procedimientos
neuroquirúrgicos. También es esencial para el neurólogo, ya que la obstrucción venosa,
las trombosis venosas y las comunicaciones arteriovenosas congénitas pueden generar
una serie de síndromes clínicos. Sin embargo, en la práctica clínica general, los problemas
(distintos a los hematomas subdurales) causados por las venas cerebrales son raros, en
comparación con las arteriopatías. (Fitzgerald, 2017, p. 60).
Venas cerebrales externas
Las venas cerebrales superiores pasan por encima de la superficie lateral del hemisferio
cerebral y drenan en el seno sagital superior (fig. 17-5).
La vena cerebral media superficial drena en la superficie lateral del hemisferio cerebral.
Tiene un trayecto hacia abajo en el surco lateral, y se vacían en el seno cavernoso (fig.
17-5).
La vena cerebral media profunda drena la ínsula, y se une con las venas cerebral anterior
y estriada para formar la vena basal. La vena basal se une finalmente a la vena cerebral
magna, que a su vez drena en el seno recto (fig. 17-5).
Tanto Snell (2014), como Waxman (2011) y Fitzgerald (2017) coinciden en este tema.
Venas cerebrales internas
Existen dos venas cerebrales internas que están formadas por la unión de la vena
talamoestriada con la vena coroidea en el agujero interventricular. Las dos venas tienen
un trayecto posterior por la tela coroidea del tercer ventrículo, y se unen por debajo del
rodete del cuerpo calloso para formar la vena cerebral magna, que drena en el seno recto.
(Snell, 2014, p. 801).
Las venas cerebrales internas (con sus tributarias, las venas septal, talamoestriada y
coroidea) se vacían en esta vena, como también lo hacen las venas basales (de Rosenthal),
que rodean (una hacia la derecha y otra hacia la izquierda) el lado del mesencéfalo,
drenando la base del prosencéfalo. La vena precentral del cerebelo y las venas de la
porción superior del tronco encefálico también se vacían en la gran vena, que se curva
hacia arriba detrás del esplenio y se une con el seno sagital inferior para formar el seno
recto. El drenaje venoso de la base del cerebro también se vacía en la vena cerebral media
profunda (que corre dentro de la cisura de Silvio) y después pasa al seno cavernoso.
(Waxman, 2011, p. 165).
Debajo de la sustancia perforada anterior se forma una vena basal a través de la unión de
las venas cerebrales anterior y media profunda. La vena basal transcurre alrededor del pie
del pedúnculo cerebral y drena en la vena cerebral magna. (Fitzgerald, 2017, p. 61).
Venas de áreas encefálicas específicas
El mesencéfalo drena por venas que desembocan en las venas basales o cerebrales
magnas.
El puente (protuberancia) drena a través de venas que desembocan en la vena basal, de
las venas cerebelosas o de los senos venosos vecinos.
La médula oblongada drena a través de venas que desembocan en las venas espinales y
en los senos venosos vecinos. El cerebelo drena a través de venas que desembocan en la
vena cerebral magna o en los senos venosos adyacentes.
Figura 17-5 Drenaje venoso del hemisferio cerebral derecho. A: superficie lateral. B: superficie
medial. El puente (protuberancia) drena a través de venas que desembocan en la vena b
Capilares encefálicos
El aporte de sangre capilar al encéfalo es mayor en la sustancia gris que en la sustancia
blanca. Esto es previsible, puesto que la actividad metabólica de los cuerpos de las
neuronas en la sustancia gris es mucho mayor que en las terminaciones nerviosas de la
sustancia blanca. La barrera hematoencefálica aísla el tejido cerebral del resto del cuerpo,
y está formada por las uniones estrechas que existen entre las células endoteliales en los
lechos capilares.
Tanto Snell (2014), como Waxman (2011) y Fitzgerald (2017), coinciden en este tema.
Circulación cerebral
El torrente sanguíneo al cerebro debe aportar oxígeno, glucosa y otros nutrientes al tejido
nervioso, y eliminar dióxido de carbono, ácido láctico y residuos metabólicos. Se ha
demostrado que el cerebro está irrigado por sangre arterial procedente de las dos arterias
carótidas internas y de las dos arterias vertebrales. El aporte de sangre a la mitad del
cerebro procede de la arteria carótida interna, y la arteria vertebral de este lado y sus
respectivos flujos se juntan en la arteria comunicante posterior en el punto en el que la
presión de las dos es igual y no se mezclan (fig. 17-6). Si, no obstante, la arteria carótida
interna o la arteria vertebral se ocluyen, la sangre fluye hacia atrás o hacia delante a lo
largo de este punto para compensar la reducción del torrente sanguíneo. El circuito arterial
cerebral también permite que el torrente sanguíneo atraviese la línea media, como se
observa cuando se ocluye la arteria carótida interna o vertebral de un lado. También se ha
observado que los dos flujos de sangre desde las arterias vertebrales se mantienen
separados del mismo lado de la luz en la arteria basilar, y que no se mezclan. Aunque las
arterias cerebrales se anastomosan las unas con las otras en el circuito arterial cerebral y
mediante ramas en la superficie de los hemisferios cerebrales, una vez que penetran en la
sustancia cerebral, no se producen más anastomosis.
El factor más importante para que la sangre fluya a través del cerebro es la presión
sanguínea arterial. A ésta se oponen factores como el aumento de la presión intracraneal,
aumento de la viscosidad de la sangre o estenosis del diámetro vascular. El flujo de sangre
cerebral es marcadamente constante a pesar de los cambios de la presión sanguínea
general. Esta autorregulación de la circulación se logra mediante una disminución
compensatoria de la resistencia vascular cerebral cuando disminuye la presión
intracraneal, y por un aumento de la resistencia vascular cuando aumenta la presión
arterial. No es necesario insistir en que esta autorregulación no mantiene un torrente
sanguíneo adecuado cuando la presión arterial se reduce a un nivel muy bajo. (Snell, 2014,
p. 803).
Hay muchos factores fisiológicos y patológicos que pueden afectar el flujo sanguíneo en
las arterias y venas del cerebro. Bajo condiciones normales de regulación autónoma, la
presión de las arterias cerebrales pequeñas se mantiene a 450 mm de H2O. Esto garantiza
la perfusión adecuada de los lechos capilares cerebrales a pesar de cambios en la presión
arterial sistémica. El incremento de actividad en un área cortical se acompaña de una
variación en el volumen sanguíneo hacia dicha área. ( Waxman, 2011, p. 174).
Figura 17-6 Circuito arterial cerebral que
muestra la distribución de sangre desde las
cuatro arterias principales.