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Lección 9:

Apologética: Defensa de la fe y amor por la Iglesia


1. Oración Inicial
Pide la asistencia del Espíritu Santo, la ayuda e intercesión de los santos y bienaventurados del Cielo,
para ver este tema con fe y amor renovados.

“Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión, del Inmaculado Corazón de
María, tú amadísima Esposa”.

“Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión, del Inmaculado Corazón de
María, tú amadísima Esposa”.

“Ven Espíritu Santo, ven por medio de la poderosa intercesión, del Inmaculado Corazón de
María, tú amadísima Esposa”. Amén.

Espíritu Santo de Dios dame discernimiento, sabiduría, disipa las tinieblas de mi entendimiento y mi
corazón, dame elocuencia en la palabra para defender con convicción, humildad y amor mi fe. Amén.

2. Texto Bíblico
1 Pe 3, 13 – 15.

“Y ¿quién os hará mal si os afanáis por el bien? Más, aunque sufrierais a causa de la justicia, dichosos
vosotros. No les tengáis ningún miedo ni os turbéis. Al contrario, dad culto al Señor, Cristo, en
vuestros corazones, siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra
esperanza. Pero hacedlo con dulzura y respeto. Mantened una buena conciencia, para que aquello
mismo que os echen en cara, sirva de confusión a quienes critiquen vuestra buena conducta en Cristo.
Pues más vale padecer por obrar el bien, si esa es la voluntad de Dios, que por obrar el mal”.

3. Contenido para meditar


Cada día es más común que las personas quieran pruebas de aquello en lo que creen, pues no se
conforman solo con la fe.

Y no se trata simplemente de convencer con argumentos que pueden olvidarse rápidamente, ni de


involucrarse en discusiones que en lugar de acercar, lo que hacen es acrecentar las diferencias. Lo
que realmente importa es compartir con muchos la vida eterna. Por ello se hace necesaria la
humildad, oración, sencillez, dulzura y caridad en las palabras, pero también la formación en el
conocimiento, porque no se puede defender lo que no se conoce y no se ama.

La fe y la razón son como alas, así lo expresó en su momento el papa Juan Pablo II en su carta Encíclica
Fides et Ratio; que no se contradicen sino que más bien nos llevan a volar directo al Cielo.
Es innegable que hay un creciente ataque a la Iglesia Católica y a todas sus enseñanzas, haciéndolas
parecer anticuadas e innecesarias. A toda costa quieren acallarla, pues no quieren escuchar la voz de
la conciencia que denuncia su mal obrar, tal como le pasaba a los que escuchaban hablar a San
Esteban protomártir que al no ser capaz de refutar sus argumentos llenos de sabiduría, le lanzaron
piedras hasta causarle la muerte y creían estar haciendo lo correcto.

Hoy, muchos hacen alianzas para promover escándalos y mentiras, para tratar de desprestigiar la
Iglesia Católica. Podemos ver personas en múltiples países, que con gran ferocidad cometen
sacrilegios, profanan Iglesias y les causan incendios, destruyen imágenes de la Virgen, de los santos,
y usan cualquier pretexto para lanzar insultos en contra del Papa, los sacerdotes y descalificar sus
enseñanzas en favor de la vida y las buenas costumbres. Vemos cómo algunos renuncian
públicamente a su bautismo para sentir mayor libertad de hacer sus ataques.

No se puede negar que a lo largo de la historia se han cometido algunos errores; pero es necesario
recordar que Cristo como Cabeza la ha edificado sobre hombres y a pesar de las equivocaciones y los
ataques, las puertas del Infierno no prevalecerán (Cf. Mt 16, 13 – 18).

Hazte las siguientes preguntas y responde en tu interior, ¿He sido partícipe de ataques a la Iglesia,
bien sea con palabras, acciones u omisiones, e incluso con pensamientos? ¿Estoy dispuesto a profesar
mi fe y hacer una defensa activa, aunque ello me implique ser víctima de burlas e insultos, e incluso
me costara la vida? ¿He dado un mal testimonio haciendo que otros pierdan su fe o causando
divisiones en su corazón? ¿Me preocupo por profundizar en mi fe y evitar caer en confusiones?.

A continuación encontrarás algunos temas que frecuentemente causan controversias, confusiones y


ataques, y en los que es preciso formarse para saber responder con claridad y verdad:

- Sagradas Escrituras, Sagrada Tradición, Magisterio de la Iglesia.


- Divinidad y Mesianismo de Jesús.
- La Cruz de Cristo.
- La Unidad de la Iglesia, el papado de Pedro, la sucesión apostólica y los sacramentos.
- Los cismas, la Inquisición y las cruzadas.
- La Virgen María, su Maternidad Divina y Virginidad perpetua, las imágenes.
- Los dogmas, la fe y las obras.

Recuerda si estando con tus familiares, amigos, compañeros de trabajo o estudio, o con personas que
atacan tu fe, has tenido la oportunidad de defender lo que crees, de defender la Iglesia de insultos o
calumnias, de evitar que ofendan a Nuestro Señor, a la Virgen, y medita:

- ¿Doy argumentos llenos de prepotencia, queriendo imponer mi pensamiento?


- ¿Trato de lograr la conversión de aquellos que se encuentran en el error?
- ¿Me dejo llevar por argumentos contrarios a la fe verdadera?
- ¿Siento vergüenza de hablar y prefiero callar para quedar bien con los demás? Ojalá no tengas
que escuchar un día lo que dice el Evangelio, el que se avergüence de Mí ante los hombres, yo
me avergonzaré de él ante mi Padre (Cf. Mc 8, 34-38).
- ¿Siento miedo de defender la fe católica por no estar bien preparado en todos los temas? No
tengas miedo, si tienes una recta intención, el Espíritu Santo pondrá en tus labios las palabras
indicadas, como lo ha hecho con San Esteban y con todos los mártires que han preferido dar
su vida antes que renegar de la fe.

No puedes continuar siendo como un velero que se deje llevar hacia donde sople el viento de la
confusión, debes tener total convicción de lo que crees, profundizar en la lectura orante de la Palabra
de Dios, frecuentar los sacramentos, para que el Señor te asista con la sabiduría del amor.

Además es necesario que te formes porque no basta solo con orar, y esto no quiere decir que debas
convertirte en un gran teólogo; pero al menos debes preocuparte por conocer el Catecismo de la
Iglesia Católica que es donde está el compendio de nuestra fe, leer buenos libros que te ayuden a
avivar la fe, conocer la historia de la Iglesia, la vida de los santos, entre otros.

Santo del día: San Irineo de Lyon.

San Irineo de Lyon, Padre de la Iglesia, tenía un profundo conocimiento de las Sagradas Escrituras, y
un vehemente celo por dar testimonio de Cristo. Sin embargo, la defensa de la fe la ejercía siempre
con cortesía y moderación. No hacía alarde de su conocimiento.

Daba el santo argumentos de sentido común que podían comprender desde las personas más
intelectuales, hasta las más sencillas que no tenían ningún tipo de formación. Aprendamos de San
Irineo que decía estas hermosas palabras que siguen siendo muy apropiadas para nuestra época:

“No debería buscarse en otros la verdad que puede encontrarse fácilmente en la Iglesia, pues
en ella, como en un rico tesoro, depositaron los apóstoles todo lo relativo a la verdad, para
que todos pudieran beber de este brebaje de vida. La Iglesia es la puerta a la vida”.

Reflexiona si quieres seguir ocultando lo que crees, o callando, aun sabiendo que vives en una época
en la que abunda la confusión, el relativismo, el error, y que muchas personas podrían salvarse si eres
valiente y les compartes un poco de lo que has recibido, si les contagias el amor por la Iglesia, y les
anuncias la verdad para que puedan salir de sus equivocaciones.

Recuerda que tal vez tú mismo eras de aquellos que iban por el camino equivocado y gracias a que
alguien te anunció la Buena Nueva del Evangelio pudiste abrazar la fe auténtica.

La verdadera vocación del cristiano es el martirio, y qué mejor manera de corresponder a Cristo que
dio la vida por ti en la Cruz, que defendiendo la única Iglesia que Él mismo fundó. A lo mejor no tengas
que derramar tu sangre, pero si afrontar ataques y señalamientos por ser cristiano, vive tu vocación
sin miedo, para que seas digno de entrar al Reino de los Cielos. ¡Ánimo el martirio nos espera! profesa
con orgullo y alegría que eres Católico y que así morirás.
4. Oración final
Señor quita mis miedos, dame la valentía y determinación, la sabiduría, el amor y la pasión que tenían
los mártires por defender nuestra fe, y que les llevó a dar su vida con gran alegría y convicción de
confesar la fe verdadera. No permitas jamás que me deje confundir y me aleje de la sana doctrina.

Señor, manda tu Espíritu Santo sobre aquellos que no te conocen, que conociéndote no te aman, que
atacan tu Iglesia, e ilumina su entendimiento para que conozcan la verdad y que la sangre que han
derramado los mártires sea verdadera semilla de nuevos y valientes cristianos.

Sumo, glorioso Dios, ilumina las tinieblas de mi corazón y dame la fe recta, esperanza cierta y
caridad perfecta, sentido y conocimiento, Señor; para que cumpla tu santo y verdadero
mandamiento. Amén.

5. Práctica

Puesto de pie o de rodillas, tomando en tus manos un Crucifijo y un rosario si te es posible, haz el
Credo Niceno–Constantinopolitano (Credo largo) lentamente, con plena convicción de la fe que
profesas en esta bella oración.

Busca libros (recomendado: Iglesia Católica Dulce Hogar), o cursos que sean de recta doctrina, para
formarte en los temas de la defensa de la fe católica, en los que tengas mayores falencias.

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