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Se llama asistente a la primera jerarquía porque los ángeles que la componen están
rodeando siempre al trono de Dios, y representan los principales atributos de la
Divinidad el amor: la sabiduría y el poder.
Por tanto, para Dionisio este universo no es una mera jerarquización sino que la
jerarquía es un orden sagrado o actividad que permite las iluminaciones para imitar
a Dios en la medida de sus fuerzas, así que el fin de la jerarquía es tender hacia
la divinización. La obra citada de la Jerarquía Celeste fue muy comentada a lo
largo de la Edad Media, y su fascinación mística influyó en la iconografía
cristiana.
El Coro de Querubines. Significan plenitud de ciencia, por cuanto Dios como Señor
de las Ciencias vive en medio de una luz inaccesible e inefable; por ello Ezequiel
los representa llenos de ojos, que no son más que luz y sabiduría, que pueden
transmitir. Son como la guardia privada de Dios. El celo personal y personificado
por la gloria de Dios y por su defensa. Fue precisamente un Querubín el que expulsó
a nuestros primeros padres del Paraíso terrenal. Delante del trono del Papa hay
cuatro querubines. También delante de muchos Santuarios particularmente venerados,
hay un Querubín. Dice Ana Catalina Emmerick que debemos invocarles en todas las
tentaciones contra la fe. También que son muy apropiados para las almas
escrupulosas, en especial aquellos que están asediados contra la santa virtud de la
pureza.
El Coro de los Tronos. El nombre de tronos sirve para señalar que son ellos asiento
de la gloria en la que se halla la majestad divina. Es un coro real. Se dice eso
porque cada obispado, lo mismo que cada reino o cada comunidad de claustro, tiene
un ángel del coro de los tronos. Ellos presentan al Altísimo las oraciones de su
Diócesis, de su reino o de su convento, ennoblecidas y santificadas por su propia
oración. Una disposición divina ha querido que se les mencione en el prefacio. El
Ángel de España, lo mismo que el Ángel de Portugal que se apareció en Fátima,
pertenece a este concreto coro real.
Jerarquía de imperio: dominaciones, virtudes y potestades.
El Coro de las Dominaciones. Llamadas así por el poder que ejercen sobre los coros
inferiores para extender el reino de Dios, así que arden con deseos vehementes de
llevar a todas partes el nombre divino. Los ángeles de este coro son donados a
todos aquellos que son llamados a enseñar, sea en una Universidad, sea en una
cátedra, sea en un Concilio, sea sobre determinado asunto en la dirección
espiritual. Los misioneros suelen ser protegidos por estos ángeles. Los superiores
de un seminario, así como los seminaristas, tienen uno al lado de ellos; y estos
ángeles les inspiran a que recen por la conversión de los que están en el error o
en la incredulidad, o por los malos católicos.
El Coro de las Virtudes. Son las que inspiran a las almas grandes los sentimientos
que las hacen dignas de Dios. Estos ángeles personifican la virtud, que es una
fuerza en el orden del bien. Dios los envía a aquellos que ponen toda su fuerza de
voluntad y toda su perseverancia para llegar a ser mejores. Son ellos los que nos
ayudan a ir extirpando defectos. Son los que nos advierten, y los que a veces nos
han salvado de caer en el pecado de forma casi milagrosa, o nos han ayudado a
perseverar en el bien. Esto es sólo posible sin violar la voluntad humana, cuando
el pecador, aunque débil, quiere de todo corazón no ceder a las tentaciones y
permanecer en gracia de Dios. Este concreto coro puede serle de inestimable ayuda
para avanzar por el sendero de la virtud y perfección.
El Coro de las Potestades. Denominadas así gracias al poder que tienen sobre los
ángeles caídos o demonios. “Los Ángeles del Coro de las Potestades son grandes,
salvo raras excepciones”. Están dedicados exclusivamente al servicio de los
sacerdotes. Según la beata monja Ana Catalina Emmerick, tienen un aspecto grave y
que el demonio huye de este coro. Las Potestades velan sobre los sacerdotes,
especialmente en cuanto al cumplimiento de su función. Es muy importante el
invocarlos cuando se sufre de aridez en la oración y de sequedad espiritual.
También cuando uno está tentado de ceder a la cólera o impaciencia.
Jerarquía ejecutiva: principados, arcángeles y ángeles.
El Coro de los Principados. Son los encargados de velar por el gobierno espiritual
y temporal de los pueblos. Por tanto los príncipes y gobernantes se hallan bajo su
custodia. Cada parroquia tiene un ángel que pertenece a este coro. Según algunos
místicos son grandes y de aspecto majestuoso. Están arrodillados delante del
santísimo Sacramento y oran noche y día por todas las familias de la comunidad
parroquial. Ellos conocen a todos los parroquianos de su Iglesia e imploran el
perdón cada vez que se produce un escándalo. Su rostro es amigable y lleno de
afecto, y se ensombrece de gran tristeza cuando alguien recibe los sacramentos de
una manera poco digna o de forma sacrílega.
El Coro de los Ángeles. Con la misión de guardar a cada pueblo o nación y a cada
hombre en particular. Son los ángeles custodios que nos guían y protegen, día y
noche. No se separan nunca, aunque no se les invoque. Son los mensajeros entre Dios
y nosotros para las cosas frecuentes de cada día. Enjugan nuestras lágrimas, velan
sobre nosotros y llevan nuestras oraciones y peticiones delante del Señor. En
realidad no sólo el último coro, están a nuestro servicio, y la devoción hacia
ellos aumentará en nosotros la virtud y la santidad.
Tales lámparas de fuego no podían ser sino ángeles en calidad de ministros del
Señor, al que asisten para gobernar el cosmos. Visión tan grandiosa ha llenado la
imaginación cristiana a lo largo de los siglos, especialmente durante la Edad
Media, que vio a los ángeles oficiando el rito de la liturgia celeste. Así, figuras
como San Basilio bien expresaban: "Glorificar a Dios es la ocupación de los
ángeles; la única función de todo el ejército celeste es ensalzar al Creador".
Así, los ángeles fueron para los cristianos como los maestros del culto divino, por
eso en la pictografía van vestidos con trajes litúrgicos o llevando
particularidades afines. En la Iglesia primitiva estuvo muy extendida la creencia
de que los textos litúrgicos y la música usados en los templos eran de origen
angélico, incluso que algunos Salmos eran una oración angélica. Al respecto en una
visión de San Ignacio de Antioquía, se le aparecieron dos coros cantando himnos en
alternancia, y por ello introdujo tal costumbre en su iglesia; San Juan Damasceno
refiere que los ángeles revelaron a los fieles de Constantinopla el canto del
trisagio, por otra parte Casiano relata que los doce salmos del oficio nocturno
monástico fueron determinados en su número por un ángel resolviendo una cuestión
polémica.
Estas leyendas piadosas nos revelan la profunda convicción cristiana de ser los
ángeles maestros en la labor de alabar a Dios. De todo ello se infiere que los
cristianos, especialmente los monjes, que desean hacer vida angélica en este mundo,
han de imitar a los ángeles tanto en la contemplación de Dios como en su alabanza.
Por su parte, los textos apócrifos (aparecen en libros de Enoc, el cuarto libro de
Esdras y en la literatura rabínica) nos muestran cuatro nombres más de arcángeles,
para un total siete, lo que tal vez se explicaría por el significado místico de
este número, o porque sean las siete lámparas de fuego del libro del Apocalipsis ya
mencionado, así que habría que añadir los nombres de Uriel, Barachiel o Baraquiel,
Jehudiel o Jophiel y Seathiel o Saeltiel. Debido a los excesos por lo que en el
siglo VIII la Iglesia romana llamó la atención al respecto por las invocaciones
sospechosas a seis desconocidos arcángeles; el Concilio de Letrán delimitó el culto
a los tres arcángeles más conocidos por los fieles cristianos.
Arcángel San Uriel
Desde un comienzo permaneció junto a la triada arcangélica. Su nombre, derivado del
hebreo, hace referencia al fuego (llama o luz de Dios). Se le personifica con una
espada en el jardín del Edén pues se cree que fue el espíritu que expulsó del
paraíso a nuestros primeros padres Adán y Eva.
Su ministerio en ocasiones es como psicopompo (el que lleva las almas de los
difuntos al juicio de Dios) y también se cree que es el encargado de la protección
de las tierras y los templos consagrados a Dios. Se le invoca pidiéndole nos
otorgue las virtudes contrarias para combatir la ira, la impaciencia y el odio. Su
devoción fue muy conocida en occidente hasta el siglo XV, en Rusia y sus países
satélites se le venera actualmente.
Arcángel San Gabriel
Conocido por ser el ángel de la Anunciación a la Santísima Virgen María, quien
portó el mensaje de salvación a la humanidad por medio de la Encarnación del Hijo
de Dios. A partir del siglo XIV apareció oficialmente su culto, aunque ya era
invocado desde hacía siglos por la cristiandad.
Este Arcángel es reconocido como el ángel mensajero, se le personifica con una vara
perfumada de la flor de la azucena. Es el patrono de los medio de comunicación y de
los profesionales relacionados con estas profesiones debido a que dejó al mundo la
más maravillosa noticia con su Anunciación.
Arcángel San Rafael
Su culto se generó en Occidente desde el siglo XV, aunque tuvo oratorios dedicados
en la época carolingia en Centula y Saint-Gall. Fue ubicado en correspondencia con
los otros arcángeles por motivos honoríficos y para perfeccionar la triada
arcangélica. Su nombre proviene del griego y significa "medicina de Dios", y se le
invoca tanto para las enfermedades espirituales como físicas o corporales. Dios es
médico y Rafael es el arcángel encargado de la misión salutífera hacia los hombres.
Uno de los principales aspectos del influjo de San Miguel fue las peregrinaciones a
lugares privilegiados por la presencia de este arcángel, como el Monte Gargano en
cuya cúspide se manifestó a fines del siglo V, lo que dio comienzo de una
extraordinaria extensión de su culto por toda Europa, llegando a ser este lugar un
polo de atracción para los cristianos que viajaban a Italia, como los reyes
lombardos y los emperadores del Sacro Imperio, y entre los franceses recuerdan a
San Odón, abad de Cluny y a Suger.
El lugar era estimado por la misteriosa gruta del arcángel, en cuya puerta se leía:
Terribilis est iste tocus, y una escalera que descendía hasta el fondo, donde
podían verse las huellas de los pies de San Miguel. Tal importancia se dio a este
sitio que fue catalogado entre las peregrinaciones mayores, origen de otras menores
a manera de filiales en varios lugares del sur de Italia, pero el más famoso fue el
Monte St. Michel de Normandía, que como no tenía gruta se hizo de forma artificial.
Arcángel San Seathiel o Saeltiel
Se le representa agitando un incensario como instrumento litúrgico utilizado para
simbolizar las oraciones que se llevan ante el trono de Dios. También como
despensero de gracias carga una canasta de frutas o flores, simbolizando la gloria
de la vida con Dios alcanzado por la práctica de las virtudes.
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