Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. EL EMPERADOR Y EL RÉGIMEN
Apenas tres años después de la proclamación de la II República francesa, esta misma nación
ponía su suerte en manos de un hombre visto como providencial y aureolado con los
recuerdos de la epopeya napoleónica. Ya en las elecciones de 1848 era elegido presidente por
abrumadora mayoría. Su nombre, su pasado y sus ambiciones era una amenaza para la
República, pero hasta ese momento, había parecido demasiado insignificante para ser
peligroso y desde luego, lo que no parecía posible es que pudiera llegar a ser el heredero del
legado napoleónico.
Luis Napoleón Bonaparte. Sobrino de Napoleón e hijo de Luis Bonaparte. Nació siendo su
padre rey de Holanda. En su intento de restaurar la
gloria del imperio, intentó fallidamente tomar el
poder en Estrasburgo y Boulogne. Fue condenado
a cadena perpetua, consiguiendo escaparse en
1846. Manifestaba ideas sociales y políticas
avanzadas, anticapitalista, amigo del pueblo llano,
aunque no comulgaba con las ideas anarquistas
(era defensor del orden) . Había tomado parte en el
levantamiento revolucionario de 1830 en Italia.
El análisis del golpe de Estado deja al descubierto la escasa hostilidad que se opuso a
Napoleón. Hay una llamada al pueblo francés a apoyar al decreto presidencial de disolución
o Dictadura bonapartista
o Persecución que eliminaría cualquier oposición.
o Combinación del sufragio universal y el gobierno autoritario.
o Constitución de 1852
o Régimen autoritario
o Presidente controla todos los poderes
o Tres Asambleas:
o Senado
o Consejo de Estado
o Cuerpo Legislativo
o Superioridad del Ejecutivo
o Proclamación del II Imperio
Evolución política
1
Orleanistas y legitimistas: facciones claramente monárquicas, pero irreconciliables entre ellas, ya que los
primeros defendían la línea de Luis Felipe de Orleáns, mientras que los segundos apoyaban la línea de
Carlos X
Imperio autoritario
Imperio liberal
Napoleón III llevó a cavo una política social nueva y relativamente atrevida:
Las nuevas concesiones del Emperador no pudieron con una nueva generación de
republicanos que se presentaban a las elecciones con un sugestivo programa. Cada paso para
2
En 1864 representantes de los obreros fabriles ingleses y franceses fundaron, en Londres, la Asociación
Internacional de Trabajadores, que aspiraba a acabar con el sistema capitalista. Karl Marx, que vivía en
Londres por esos años, fue elegido miembro del Consejo General provisional de la Internacional y se
convirtió en la figura predominante en el seno de la Internacional, redactó sus estatutos y un discurso
inaugural muy cuidado concebido para salvaguardar la unidad de los objetivos.
evitar conflictos suponía un fortalecimiento de los enemigos del Imperio y las elecciones de
1869 dan el triunfo a los republicanos en las grandes ciudades. El último texto constitucional
(1870) en el que se intenta armonizar el poder autocrático y la soberanía popular no llegó a se
aplicado.
En materia económica pretende conseguir una sostenida expansión que estimularía el Estado
promoviendo obras de gran envergadura y subvencionando vastas empresas. El II imperio es
el primer régimen que en Francia se plantea como objetivo prioritario el desarrollo
económico y, además sus intenciones se vieron beneficiadas por una coyuntura favorable.
Entre las transformaciones más destacadas se encuentra:
La política comercial es librecambista 3; para sacar a Francia del retraso industrial, pensaba
Napoleón que la revolución de los transportes debía estar acompañada de la desaparición del
proteccionismo aduanero de los regímenes anteriores. Esta política le llevó a enemistarse con
grandes financieros cuidadosos de defender el trabajo nacional.
En los últimos años del II Imperio, la lucha se va a centrar en torno a la cuestión del
monopolio de las grandes compañías ferroviarias y en la cuestión del libre-cambio. La
derrota de esta política fue también la derrota del régimen imperial. Su política económica,
aparentemente contradictoria, de mezclar el librecambismo y la intervención estatal no hizo
más que adelantarse a la práctica hoy común del mundo occidental.
3
Posición en favor de la libertad del comercio internacional, sus argumentos se resumen en la teoría de
que toda persona posee el derecho natural de comprar y vender bajo las mismas condiciones y en los
mercados que considere más ventajosos; la división Internacional del trabajo es generadora de una
productividad mayor que la resultante del proteccionismo y la competencia tiene efectos beneficiosos que
se traducen en el perfeccionamiento de la tecnología y la reducción de precios
4. POLÍTICA EXTERIOR
Intervenciones en Europa:
Esta política intervencionista acarrea a Napoleón III la enemistad de las potencias europeas.
Francia aparece aislada internacionalmente teniendo en sus fronteras dos grandes potencias
nuevas, hostiles y aliadas. Los errores napoleónicos fueron cuidadosamente aprovechados por
Bismarck y favorece la guerra, que si no la deseaba, al menos la consideraba beneficiosa para
culminar la unificación alemana. Napoleón y los bonapartistas, quizá en un intento de
fortalecer el régimen con un favorable suceso exterior, llevaron a la guerra que en condiciones
desastrosas para Francia la llevaron a la derrota.
En julio de 1870, el primer ministro prusiano Bismarck 4 involucró a Francia en una guerra
aparentemente suscitada por la sucesión al trono español. Los ejércitos franceses no eran
equiparables a los de Prusia
y a los de los otros estados
alemanes en fuerza,
organización y dirección.
Fueron derrotados en el
campo de batalla y, el 2 de
septiembre, Napoleón y su
principal ejército se rindieron
en Sedan. Cuando las
noticias llegaron a París, el 4
de septiembre, se proclamó la
República y se creó un
Gobierno de Defensa
Nacional para continuar la
guerra. Durante cuatro meses, París resistió el asedio alemán y sus ejércitos, organizados
precipitadamente, se enfrentaron a las fuerzas alemanas en el valle del Loira.
En enero de 1871, cuando la capital de la nación estaba a punto de terminar con su reserva de
alimentos y las operaciones militares continuaban sin muchas esperanzas, el gobierno francés
capituló. Bismarck garantizó un armisticio de tres semanas para que en ese tiempo se eligiera
una Asamblea Nacional que tuviera autoridad suficiente para firmar la paz. La Asamblea se
reunió en Burdeos y el 1 de marzo aprobó los preliminares de la paz, por los que Francia
cedería Alsacia y un tercio de Lorena a Alemania, pagaría una indemnización de 5.000
millones de francos y se sometería a una ocupación militar hasta haber pagado las
indemnizaciones, lo que fue ratificado en el Tratado de Frankfurt, firmado junto con el ya
proclamado Imperio Alemán en mayo. Napoleón es hecho prisionero en Sedán (sept-1980).
Fue la política exterior y lo que produjo el definitivo hundimiento del II Imperio francés.
Bibliografía:
- VV. AA. Historia Universal Contemporánea. Editorial CEURA S.A. Madrid 2005.
- PALMER, R. Y COLTON, J., Historia Moderna Universal, Akal Textos, Madrid 1981.
- VV.AA. Historia del Mundo Contemporáneo, Editorial Universitas, Madrid, 2003
- Recursos de Internet: www.artehistoria.com
4
En 1870, Bismarck utiliza la candidatura de Hohenzollern al trono español, como pretexto para desencadenar la
guerra. Dicha guerra es declarada por Francia el 19 de julio de 1870.
La segunda, que corresponde a la época central del reinado (le Victoria, coincide con
sus años de esplendor pero incluye también, el inicio de la decadencia, desencadenada
por la persistencia de dos graves factores de inestabilidad: la cuestión de Irlanda y el
problema social, a los que habría de añadir el fin del casi monopolio en el desarrollo
económico que Inglaterra había detentado hasta 1870, cuando empieza a surgir la
El período cronológico que vamos a considerar (1848-1870) nos sitúa en la Europa de los
nacionalismos y del romanticismo, también de las transformaciones sociales y económicas
derivadas de la primera revolución industrial. La ideología romántica no tendría en Inglaterra
las mismas connotaciones revolucionarias que en otros países europeos.
El nacionalismo, por su parte, se concentrará en un área específica (Irlanda), marcada por una
continuidad temporal de hondas raíces históricas. La revolución industrial, en cambio, y, por
tanto, las transformaciones sociales y económicas derivadas de ella, sí que la afectarán de
lleno como país impulsor y pionero que había sido y seguiría siendo en este terreno hasta bien
entrado el siglo XIX.
Las coordenadas generales del período vienen marcadas en el plano político, por una
indudable estabilidad, apoyada, como ha subrayado Palmer, en la consecuencia indirecta que
la revolución de 1830 había tenido en Inglaterra: tranquilizar a las clases medias, espectadoras
de los logros que había obtenido la burguesía francesa sin que se desencadenase
obligadamente una revolución social.
En realidad, desde finales del siglo XVIII la profunda transformación económica operada en
Inglaterra había provocado una evolución social que demandaba el equiparable cambio
político y que obligaría a la introducción de sucesivas reformas destinadas a adecuar la
estructura política a la realidad social. El desarrollo de la industria y el avance técnico de la
agricultura habían generado unos grupos burgueses económicamente poderosos que
aspiraban a competir con la nobleza tradicional en el Parlamento, pero para ello era
imprescindible una reforma del sistema electoral.
Aunque Inglaterra desde principios del siglo XVIII había sabido darse un régimen más liberal
que el de los demás países europeos, el sistema electoral era anticuado y muy poco
representativo de la nueva estructura social. Mientras aldeas casi despobladas, los burgos
podridos, tenían representación en la Cámara de los Comunes, grandes ciudades corno
Manchester o Liverpool carecían de ella.
Los burgos o centros urbanos que tenían derecho a elegir miembros del Parlamento estaban
concentrados en el sur, pero con la revolución industrial la población se había desplazado al
norte. Por otra parte, cada burgo era diferente: algunos estaban casi totalmente despoblados,
muchos conservaban los antiguos derechos medievales y otros estaban completamente
dominados por personas influyentes.
2. LA REFORMA ELECTORAL.
Las medidas se completan en la etapa siguiente con la introducción del voto secreto
(1872), el reconocimiento de los sindicatos obreros (1871) y del derecho de huelga
(1875).
Este estado de cosas había provocado sucesivos proyectos de reforma de la Cámara de los
Comunes, pero ninguno logró ser aprobado. La revolución de 1830 y el advenimiento de
Guillermo IV (1830-1847) la hicieron posible. Un gobierno de coalición presidido por el wigh6
(liberal) Lord Grey, después de un crítico período de agitaciones populares y con el apoyo de
la alta burguesía, logró vencer la resistencia de los tories 7 (conservadores) y del monarca e
hizo votar la reforma electoral en 1832.
6
Whig, antiguo partido político británico, tradicionalmente opuesto al partido tory. El término whig
probablemente se deriva de whiggamore, un término en un principio aplicado a los covenanters del siglo
XVII, en Escocia, que apoyaban a los presbiterianos. También recibió este nombre un partido
estadounidense creado en 1834 para oponerse a la política del presidente democrático Andrew Jackson, y
que desapareció en 1856 tras haber aportado cuatro presidentes a Estados Unidos.
7
Tory, miembro del antiguo partido político británico, tradicionalmente enfrentado al whig. El nombre,
derivado de una palabra del irlandés antiguo que significa 'huida' o 'fugitivo', se aplicó por primera vez a
los irlandeses católicos que a mediados del siglo XVII fueron expulsados de sus tierras por los ingleses.
4 En el siglo XIX la Cámara de los Comunes se hizo democrática. La reforma electoral de 1832 otorgó el
voto a las clases medias por primera vez. Las actas de 1867 y 1884 se lo concedieron a los trabajadores, y
otra en 1885 creó distritos electorales idénticos. La Ley del Parlamento de 1911 debilitó la Cámara de los
Lores. Las mujeres con más de 30 años obtuvieron el voto en 1918; las que tenían más de 21, en 1928. En
1969 se redujo la edad electoral a 18 años.
La reforma electoral de 18328 fue muy moderada, pero dobló el número de electores,
redistribuyó los escaños y dio entrada en la Cámara de los Comunes a los representantes de
las ciudades y la industria. El censo electoral se amplió casi en un 50 por 100 y sobre todo
produjo una redistribución de escaños en detrimento de la antigua nobleza terrateniente,
suprimiéndose los 143 diputados de los burgos podridos (unos se abolieron, otros quedaron
reducidos de dos a un escaño), y en beneficio de la burguesía urbana (pequeños comerciantes,
industriales) frente a la alta burguesía comercial.
La reforma electoral se completará durante el gobierno del conservador Disraeli con la Ley de
1867, que supone una nueva redistribución de sedes y una nueva ampliación del cuerpo
electoral. Para poder votar había que poseer una casa o pagar un alquiler. Los obreros
cualificados que pudieran probar la residencia adquirieron también el derecho a voto. Pero
aunque se desplaza a los grandes propietarios, los pequeños propietarios rurales y los
braceros siguen sin poder votar.
Los grupos políticos también se adecuaron a la nueva sociedad industrial. El partido liberal se
formó con los aristócratas whigs partidarios de la reforma, algunos liberales tories y los
industriales. El partido conservador agrupó al sector principal de los tories, con algunos whigs
radicales. Desde 1832 hasta 1914 los dos grandes partidos se alternaron en el poder. Peel,
conservador, y Palmerston, liberal, serán los dos grandes hombres de la primera etapa del
reinado de Victoria, junto con Gladstone (liberal) y Disraeli (conservador) en la segunda. La
reforma electoral fue acompañada de medidas legislativas que afectaron al terreno político, al
social y al ámbito de la administración y gobierno locales.
9
Guerra de Crimea, conflicto bélico que enfrentó en la península de Crimea a Rusia y a una coalición
formada por Gran Bretaña, Francia, el reino de Cerdeña y el Imperio otomano desde 1853 hasta 1856. Esta
contienda tuvo una importancia decisiva en la historia política de la Europa posterior a las Guerras
La muerte de Palmerston (1865) señala el fin del dominio parlamentario ejercido por los
grandes magnates. La nueva generación dio paso en el país a las influencias democráticas.
Gladstone impulsó también reformas interiores:
3. EL PROBLEMA DE IRLANDA.
La situación en Irlanda era muy grave. Los grandes propietarios eran ingleses y el campesino
irlandés, una masa de pequeños arrendatarios, estaba indefenso ante su señor. Los católicos
habían de pagar, además, el diezmo a la Iglesia anglicana que era la única oficial, hasta que
Gladstone, en su primer gobierno, la separó del Estado. Una importante población de colonos
británicos y protestantes se había establecido en el Norte (Ulster) y había además grandes
diferencias de lengua y carácter. La población irlandesa no tenía igual en toda Europa y tan
pronto como creciera más allá del límite de producción de patata —que era el alimento básico
— podía desencadenarse una catástrofe. Esto fue lo que ocurrió en los años 40. Las malas
cosechas y las plagas originaron la gran hambre irlandesa de 1845-1847, provocando la muerte
o la emigración masiva hacia América de millares de irlandeses.
Napoleónicas.
En el plano político, la oposición irlandesa, radical y religiosa, había sido recogida por
O'Conell que fundó la Asociación Católica (1823), dirigió la campaña para obtener los
derechos negados por la Inglaterra anglicana e impulsó un
cambio en sentido conciliador. Desde 1817 los irlandeses eran
admitidos a todos los grados del ejército y también se aprobó
la igualdad de los católicos, aunque no la autonomía. A pesar
del reconocimiento de sus derechos políticos, O'Conell se
desprestigió. Así se fundó la Joven Irlanda, movimiento
nacionalista y liberal, que separaba el problema religioso del
nacional y en 1857 se creó en París una sociedad republicana:
Fenier, que reclamaba la independencia, mientras fuera del
continente se gestaba un nuevo partido: Sinn Fein10, partidario
de la república y de la lucha armada que en 1867 intentó una
sublevación.
4. LIBRECAMBIO E IMPERIO.
La industria es ahora elemento dirigente del país. A partir de este momento, con el
librecambismo, Inglaterra pasa a depender de las importaciones, a cambio de la exportación de
manufacturas. El bienestar de Gran Bretaña depende del libre cambio y del dominio del mar.
10
La creación del Sinn Féin fue consecuencia directa del colapso del movimiento irlandés para el
autogobierno (Home Rule), producido a finales del siglo XIX y originado principalmente por la ruptura
ocurrida en el movimiento tras la pública caída en desgracia del dirigente irlandés Charles Stewart Parnell.
Los líderes del Sinn Féin exigieron la plena independencia nacional y no una mera autonomía política. En
cooperación con los sindicatos irlandeses y con grupos socialistas, el Sinn Féin incrementó,
progresivamente, su presión sobre el gobierno británico.
Cobden dirigió la campaña contra las Corn Laws y en 1842 se rebajaron los derechos de aduana
sobre las materias primas, pero hasta 1846, como consecuencia del hambre irlandesa, no se
suprimieron. Este acto heroico derrotó a Peel e inauguró una larga etapa de predominio wigh.
Con la revocación de las Leyes de Cereales, Inglaterra apostó decididamente por el libre cambio
y lo que significaba: depender a partir de ahora de los productos ultramarinos para sus
alimentos. Por eso era fundamental fortalecer la flota mercante y asegurarse la libertad de
navegación. Rusell (liberal) derogó las Actas de Navegación (1846).
Las principales consignas del librecambio, capitaneado por la Liga de Manchester que dirigía
Cobden eran: el individualismo económico, la libertad de contrato, la libre competencia y el
libre comercio. La teoría de la nueva economía política fue elaborada por los economistas
británicos de la segunda mitad del siglo XVIII. En 1776 Adam Smith había publicado La
Riqueza de las Naciones. Según Smith cada país debía especializarse en aquella producción
para la que estaba naturalmente mejor preparado, cuanto menor fuera el coste de los productos
mayores beneficios obtendría.
El auge del librecambismo, que se mantuvo hasta 1875, propició la expansión del comercio y
la aplicación de innovaciones técnicas, porque se necesitan materias primas, alimentos baratos
y mercados exteriores. Londres se convirtió en la capital financiera del mundo. Los ingleses
eran los principales exportadores de capital. Los intercambios mundiales fueron posibles
gracias a la adopción del patrón oro (Gran Bretaña lo adoptó en 1816, Europa occidental y los
11
Laissez-faire (en francés, ‘dejad hacer’), doctrina económica que propugna una política de no
intervención del gobierno en los asuntos económicos y defiende el capitalismo, la libre competencia y las
preferencias naturales de los consumidores como principales fuerzas que permiten alcanzar la
prosperidad y la libertad. Surgió a finales del siglo XVIII como doctrina económica del emergente
liberalismo, ante los impuestos al comercio y el control estatal ejercido por las monarquías absolutistas
europeas en virtud de las teorías del mercantilismo, dominante durante la edad moderna.
Estados Unidos lo harían en los años 1870) y la estabilidad de la tasa de cambio entre las
monedas que se mantuvo hasta 1914. A partir de 1880-1890 el capitalismo industrial se
convertiría en capitalismo financiero, en gran medida impulsado por la expansión del
ferrocarril que requería grandes inversiones.
Pero la nueva práctica económica exigía sobre todo nuevos mercados. En realidad, Gran
Bretaña ya tenía un imperio considerable, aumentado por la penetración en nuevas zonas,
especialmente Sudamérica, huérfanas de sus antiguos colonizadores. Los viejos imperios
coloniales se habían situado sobre todo en América. La nueva etapa significa la penetración en
Asia, África y el Pacífico. También se pasa, en general, del modelo de colonia de poblamiento
(aunque se mantienen las tradicionales: Canadá, Australia y Nueva Zelanda) al de colonia de
explotación, porque se buscan materias primas para la industria, alimentos de consumo
corriente (té, café, cacao) y mercado para la producción industrial y las manufacturas.
El imperio de la era victoriana tendrá unas connotaciones específicas que le diferencian tanto
de la etapa mercantilista anterior como del inmediatamente posterior (la etapa propiamente
imperialista: (1870-1914). Sus rasgos generales podrían resumirse en tres:
Lo segundo con la India, donde la East Indian Company perdió definitivamente su monopolio
(Indian Act) en 1833. Un momento difícil se produjo en 1857 con la sublevación de los cipayos,
el «gran Motín» de la India, que fue duramente reprimido por los británicos. La combinación
de fuerza, habilidad administrativa y astucia política (utilización del enfrentamiento interno
entre musulmanes e hindúes) relegó para mucho tiempo el incipiente nacionalismo hindú.
Por otra parte, Hobbsbawm ha puesto de relieve el proceso sistemático de destrucción del
artesanado textil indígena, coartando la posibilidad de desarrollo autóctono y obligando a la
India a vender su materia prima a la metrópoli para comprarle después productos
manufacturados hechos con ella.
primas y de mano de obra y. sobre todo, una cadena de puertos excelente para controlar el
comercio con el interior del continente y las rutas que unían la India con el Pacífico Occidental.
Pero todos los esfuerzos británicos por incentivar el comercio y para reforzar los puntos de
apoyo en la costa china habían sido nulos.
La primera guerra del Opio comenzó en 1839 cuando las autoridades chinas destruyeron un cargamento
de opio en Cantón. Los británicos respondieron a esta acción enviando una expedición de buques de
guerra a esta zona en febrero de 1840. Obtuvieron una rápida victoria tras la que se firmó el Tratado de
Nanjing, suscrito el 29 de agosto de 1842. Según este acuerdo, completado por otro convenio firmado el 8
de octubre de 1843, China se comprometía a pagar una gran indemnización, abrir cinco puertos al
comercio exterior, permitir el asentamiento de súbditos británicos en los mismos y ceder Hong Kong a
Gran Bretaña. Asimismo se otorgaba a los ciudadanos de Gran Bretaña residentes en China el derecho a
ser juzgados sólo por cónsules británicos. Otros países occidentales reclamaron privilegios similares y
también les fueron concedidos.
El acuerdo de Nakin puso fin a la primera Guerra del Opio, mantenida entre Gran Bretaña y China a raíz
de que el gobierno chino intentara acabar con el contrabando de opio realizado por los comerciantes
británicos. Por el Tratado de Nanjing, China se comprometía a pagar una fuerte indemnización, a abrir
cinco puertos al comercio exterior, así como a permitir el asentamiento de súbditos británicos en los
mismos y ceder Hong Kong a Gran Bretaña.
En octubre de 1856, la policía de Cantón abordó el navío Arrow y acusó a su tripulación de realizar
contrabando de opio. Los británicos, que ansiaban conseguir mayores derechos comerciales, utilizaron este
incidente para lanzar otra ofensiva con la que se inició la segunda guerra del Opio. Las fuerzas británicas
ayudadas por las francesas no tardaron en lograr un nuevo triunfo militar en 1857. Cuando el gobierno
chino se negó a ratificar el Tratado de Tianjin, firmado en 1858, se reanudaron las hostilidades. En 1860,
después de que las tropas británicas y francesas ocuparan Pekín e incendiaran el Palacio de Verano, las
autoridades chinas accedieron a aceptar el acuerdo. Las concesiones obtenidas gracias a este convenio
fueron las siguientes: la apertura de nuevos puertos comerciales, permiso de residencia en Pekín para
emisarios extranjeros, admisión de misioneros cristianos y la posibilidad de viajar al interior de China. La
importación de opio fue legalizada en posteriores negociaciones.
Tratado de Tianjin, nombre por el que se conoce al conjunto de acuerdos firmados en la ciudad china de
Tianjin, desde el 26 hasta el 28 de junio de 1858, por China con cada una de las cuatro potencias imperiales
occidentales con intereses sobre su territorio: Gran Bretaña, Francia, Rusia y Estados Unidos. Existe otro
pacto que ha pasado a ser conocido como Tratado de Tianjin, firmado en junio de 1885, por medio del cual
finalizó la guerra entre Francia y China en Vietnam y se aseguró la aceptación por parte de China del
régimen colonial francés en vigor en Indochina.
La segunda guerra del opio (1851-1864) concluyó con los Tratados de Tientsin que
abrieron China definitivamente a los occidentales.
Aunque es muy citada, no nos resistimos a reproducir aquí, por su evidente significación, la
afirmación del economista liberal William Stanley Jevons en 1866 que resume la situación
imperial británica:
«Actualmente, las cinco partes del inundo son tributarias nuestras. Las planicies de América del Sur y
de Rusia son nuestros campos de trigo. Chicago y Odessa son nuestros graneros. El Canadá y los países
bálticos, nuestros bosques. Australia mantiene nuestras reservas de ovejas, América del Sur nuestros
rebaños de bueyes.
El Perú nos envía su plata, California, su oro. Los chinos cultivan el té para nosotros y de las Indias
orientales afluyen hacia Inglaterra ríos de café, azúcar y especias. Francia y España son nuestros viñedos.
El Mediterráneo es nuestro de vergel. Nuestro algodón lo sacamos de Estados Unidos...»
Tal era el ámbito mundial al que llegaba, y del que dependía, la economía del imperio. Era la
aplicación práctica de la teoría de las «ventajas comparativas» elaborada por los economistas
ingleses de la segunda mitad del siglo XVIII y que suponía de hecho una auténtica división
internacional del trabajo.
5. LA CUESTIÓN SOCIAL.
Estratificación social desigual que explica el reconocimiento parcial de las Trade Unions y el
desarrollo del movimiento cartista.
Los intentos de reunir a todos los trabajadores en sociedades generales de obreros empezaron
en 1818 y prosiguieron entre 1829 y 1834. En general, fracasaron por falta de organización y
madurez. Consiguieron, no obstante, hacerse oír y también un reconocimiento parcial de las
Trade Unions y del derecho a declararse en huelga. En Gran Bretaña las ideas socialistas se
mezclaron con el movimiento en favor de nuevas reformas parlamentarias, que se vio
impulsado por un grupo de la clase obrera conocido como los carlistas, por la Carta del
Pueblo13 que redactaron en 1838.
13
La Carta del Pueblo contenía seis demandas específicas, a saber: el sufragio para todos los varones
mayores de veintiún años, el voto secreto, elecciones parlamentarias anuales, la abolición de los requisitos
de propiedad para ser miembro del Parlamento, la asignación de un sueldo a los parlamentarios y distritos
electorales equitativos. Cuando estas peticiones fueron rechazadas por la Cámara de los Comunes, la
asociación lanzó una campaña nacional en apoyo de su programa y aproximadamente 1.250.000 personas
firmaron una petición en la que reclamaban al Parlamento que la carta fuera sancionada como ley.
Esta Carta, resumía las aspiraciones de la clase obrera inglesa en seis puntos:
El movimiento cartista14 topó con la firme oposición del Gobierno y, a pesar del clamor
popular que suscitó, fue muriendo lentamente. Pero no todo se perdió, porque medidas como
la Ley de Minas (1842) o la Ley de Diez Horas (1847) no hubieran sido posibles sin él. El
Partido Laborista, es decir, la organización de los trabajadores como fuerza política
independiente, no surgirá hasta principios de siglo.
Cuando el Parlamento volvió a rechazar el documento, los cartistas decidieron pasar a la acción directa y
convocaron una huelga general. Esta protesta fue un fracaso, pero provocó el estallido de revuelta en
Newport, Monmouthshire y Gales en noviembre de 1839, en la que muchos dirigentes del movimiento
fueron arrestados y encarcelados. Los cartistas presentaron una segunda petición firmada por tres
millones de seguidores en 1842, pero el Parlamento volvió a negarse a escuchar sus demandas. El cartismo
atravesó un periodo de declive hasta 1848, fecha en la que se remitió otra solicitud al Parlamento. A pesar
de las multitudinarias manifestaciones, esta carta no se aceptó alegando que el número de firmas era
insuficiente y que algunos de los signatarios no existían. Aunque este movimiento fue perdiendo fuerza
gradualmente, todas sus demandas, salvo la que reclamaba elecciones parlamentarias anuales, fueron
elevadas finalmente a la categoría de leyes.
14
Cartismo, movimiento popular que actuó en Gran Bretaña desde 1838 hasta 1848 en favor de la reforma
social y electoral. Su apelativo tiene su origen en la Carta del Pueblo, el nombre dado a un programa de
reforma que la Asociación de Trabajadores de Londres, dirigida por William Lovett y Francis Place, envió
al Parlamento en 1837. Este movimiento, respaldado por la Asociación, surgió a raíz del amplio malestar
provocado por las leyes de Reforma de 1832 y la Poor Law Amendment Act (Ley de Enmienda a las leyes
sobre los pobres) de 1834, legislación que los trabajadores consideraron discriminatoria.
Vuelta al statu quo salido del Congreso de Viena: diversos Estados, reimposición
del absolutismo; influencia dominante de Austria.
Crece la aspiración unitaria, concentrada en torno a Piamonte (único Estado con
dinastía italiana y régimen constitucional).
Cavour, figura clave de la unidad: moderniza el reino de Piamonte y lo incorpora
a la escena internacional (guerra de Crimea).
Austria encarnaba el último ejemplo de una secular dominación extranjera, como un cuerpo
extraño que era preciso expulsar del suelo italiano. La lucha italiana se presentaría, desde esa
confrontación con Austria, no sólo como una lucha por la independencia de un dominio
extranjero, sino también como la lucha por alcanzar la libertad frente a una forma de poder
tiránico.
En 1831, Mazzini funda la “Joven Italia”, siendo los métodos de que se debería valer esta
asociación, también de carácter secreto para proteger la identidad de sus miembros, la
educación y la insurrección. El juramento de sus socios contenía el compromiso de
<consagrarse del todo y para siempre a la tarea de constituir a Italia en nación, Una,
Independiente, Libre y Republicana>. Así, la “Joven Italia” se afirmaba como republicana y
unitaria, si bien Mazzini, que se mostraba intransigente en los principios de la unidad y de la
independencia, mantendría una actitud más abierta y posibilista respecto al principio
republicano, si esto entorpecía los objetivos prioritarios de la unidad y la libertad.
15
G. Mazzini (1805-1872): la extensión dada a este apartado, es debida a que en exámenes anteriores ha
caído como pregunta corta “el nacionalismo mazziniano”.
También en 1843, aparece publicada la obra de Cesare Balbo, Las esperanzas de Italia,
que representa las concepciones de los liberales moderados italianos, que
consideraban perjudicial el republicanismo de Mazzini y sus métodos peligrosos e
impracticables, ya que desconfiaban del sufragio universal y pretendían una reforma
de tipo constitucional y un cierto tipo de unificación para Italia. Balbo y sus
seguidores insistían sobre todo en la expulsión de los austriacos, por medios pacíficos
si era posible, y eran partidarios de una vía monárquica, precisamente la que encarnaba
la dinastía de Saboya, siendo el rey en esos años Carlos Alberto.
Distante de las soluciones monárquicas y del papado, pero dentro de una visión
federalista para Italia, Carlo Cattaneo, defiende una federación de Estados italianos de
régimen republicano, autónomos de un gobierno central, y respetuosos mutuamente
con sus tradiciones y caracteres peculiares, con un modelo que se aproximaba a la
Confederación Helvética.
El movimiento revolucionario de 1848, tuvo gran incidencia en las tierras italianas en las que
había prendido el pensamiento liberal y latía un espíritu de independencia contra Austria. Los
cinco días de Milán (18-22 de marzo-1848) fueron jornadas de intensas luchas contra el general
austriaco Radetzky, al que logran expulsar.
Camilo Benso, conde de Cavour (1810-1861), liberal cuyas ideas procedían de fuentes francesas
e inglesas, estaba convencido de la necesidad de reformas (comerciales, industriales, agrícolas
– introdujo el cultivo científico que promocionó desde la Sociedad Agraria-, políticas), si el
Piamonte quería asumir la dirección del movimiento independentista italiano, y encauzó los
primeros pasos de la unificación italiana desde su liberalismo conservador, rechazaba las
soluciones revolucionarias y recurría a la ayuda de una potencia extranjera y al desarrollo
económico para lograr sus fines.
Junto a Cesare Balbo, funda en 1847 el periódico “Il Risorgimento”, que propugnaba la
independencia de Italia, una liga de príncipes italianos y reformas moderadas. Cavour jugó
un papel destacado en las peticiones de una constitución en el Piamonte en 1848. En 1850-1851,
Cavour forma parte del gobierno de Azeglio como ministro de Agricultura y Comercio, y
posteriormente de Hacienda. En 1852, el rey Víctor Manuel II le nombra primer Ministro, y
lleva las carteras de Hacienda, Agricultura y Comercio, y temporalmente Interior y Exterior.
Cavour era consciente de que la unificación no se podía realizar sin la alianza de una potencia
extranjera. Su primer éxito diplomático lo obtuvo con la participación en 1855 en la guerra de
Crimea combatiendo del lado anglo-francés, y exponiendo en el Congreso de París (1856), que
cerraba la guerra de Crimea, la cuestión italiana y el freno que suponía para ella la
inestabilidad que ocasionaban los gobiernos austriacos.
En 1856, G. Farina, Daniel Manin y Giogio Pallavicino fundan la Sociedad Nacional, que tenía
por objetivo la unificación de Italia bajo el rey del Piamonte, y que gozaba del favor de los
republicanos mazzinianos como Garibaldi.
También se sellaba el matrimonio entre Napoleón Jerónimo, sobrino del Emperador francés,
con Clotilde, hija del rey Víctor Manuel II. Los acuerdos se firmaron en enero de 1859,
después de haberse asegurado Napoleón III la aprobación de Rusia.
En marzo de 1859, se llama a filas a los reservistas del Piamonte, y llegan voluntarios a Turín,
en este momento Cavour decide situar tropas cerca de la frontera lombarda, que dieron el
resultado buscado: el ultimátum austriaco, que pedía al Piamonte la desmovilización de las
tropas en tres días, pero fue rechazado. Dando comienzo la guerra el 29 de abril de 1859. Junto
a la decisiva aportación militar francesa, los piamonteses también contaban con la colaboración
de Giuseppe Garibaldi.
En mayo, estallan las revoluciones pacíficas en Parma, Módena, Toscana, maquinadas por la
Sociedad Nacional. El 4 de junio de 1859, las tropas austriacas eran derrotadas en la batalla de
Magenta. Durante los días 13-15 de junio, se producen insurrecciones en las legaciones
pontificias (Ravena, Ferrara, Bolonia). El 24 de junio, tiene lugar la batalla de Solferino, que fue
bastante sangrienta.
Napoleón III se alarmó con la extensión de los conflictos, (Toscana, Estados Pontificios), y sin
previo acuerdo con Víctor Manuel II, propuso un armisticio al emperador austriaco Francisco
José. Los dos emperadores se reúnen en Villafranca, y acuerdan favorecer la creación de una
confederación italiana cuya presidencia sería ofrecida al Papa. Austria cedía la Lombardía a
Francia, para que ésta a su vez la cediera al Piamonte, excepto las plazas de Mantua y
Peschiera; Austria conservaría el Véneto; se restablecería en sus tronos a los príncipes
italianos (Toscana y Módena).
Estas cláusulas fueron aceptadas como preliminares de la paz por Víctor Manuel II, aunque se
reservaba su libertad de acción con respecto a los levantamientos de Italia central. Cavour
dimitió indignado, el mismo día que se firma el Tratado de Zurich (10-XI-1859), que recogía
El 17 de marzo de 1861 se produce en Turín la proclamación del Reino de Italia, por el primer
parlamento italiano, siendo Víctor Manuel II su rey, y un gobierno basado en la constitución
concedida en el Piamonte en el año 1848.
Italia se alía a Prusia (III-1866) y, tras la victoria de ésta en la guerra contra Austria
(Sadowa, 3-VII-1866), incorpora Venecia.
En septiembre de 1870 ocupa Roma, a consecuencia de la derrota del II Imperio
francés en la guerra contra Prusia.
En 1862 se lanza una gran campaña de agitación nacional para la anexión de Roma, todavía
ocupada por tropas francesas. Garibaldi abandona su retiro de Caprera y organizó la Sociedad
para la emancipación de Italia, también organizó una conspiración contra Austria, que fue
abortada. El 29 de agosto de 1862, tropas gubernamentales derrotan a Garibaldi en
Aspromonte, donde resultó herido y capturado, siendo liberado unos meses después.
En septiembre de 1864, Napoleón III accedía a evacuar Roma en el plazo de dos años,
(Convención de Septiembre), a cambio de que Italia trasladara la capital de Turín a Florencia.
El 8 de abril de 1866 se firma la alianza secreta entre Italia y Prusia, que estipulaba que en el
caso de que Prusia fuese a una guerra contra Austria, Italia se sumaría al conflicto y recibiría en
compensación el Véneto, aunque incluía una cláusula en la que la guerra debería comenzar
antes de tres meses. Iniciada la guerra las tropas italianas sufrieron una derrota en Custozza
(24-VI-1866).
Las tropas prusianas obtienen una importante victoria frente a los austriacos en Sadowa (3-
VII-1866). La flota italiana también fue derrotada en la batalla de Lissa. Las tropas de
Garibaldi obtienen la victoria de Bezzecca el 21 de julio, el mismo día que los austriacos y
Prusia declaran el alto el fuego. La paz, firmada en Viena el 3 de octubre, significó para Italia la
anexión del Véneto, que recibía no directamente, sino a través de Napoleón III.
En diciembre de 1866, las tropas francesas finalizan su retirada de Roma. Garibaldi volvió a
ponerse al frente de un cuerpo de voluntarios y comenzó la invasión de los territorios
pontificios. Pero de nuevo las tropas francesas tras desembarcar en Civitavecchia ayudan al
Papa. Garibaldi sufriría una derrota frente a los franceses en Mentana (3-XI-1867).
Tras el fracaso de la vía democrática ensayada en las revoluciones de 1848, y con motivo de la
constitución surgida del Parlamento de Francfort, elegido por sufragio universal, se planteó la
idea de llegar a una unión por voluntad popular, independientemente de los soberanos, pero
su fracaso quedó patente cuando el rey de Prusia Federico Guillermo IV, rechazó la corona
imperial que le ofrecían, ya que no admitía que su poder tuviera una raíz popular, aunque
confiaba en conseguir la unidad alemana según sus propias ideas y con el consentimiento de
sus iguales, los príncipes.
prusiano de Asuntos Exteriores), Prusia intenta crear una nueva confederación, inspirada en el
principio de la “Pequeña Alemania” o “Unión restringida”, al margen de la Confederación
Germánica. Sajonia, Hannover y 27 pequeños estados se adhieren inicialmente al proyecto.
Durante algo más de un año el Parlamento de la nueva Confederación se reúne en Erfurt.
Austria responde en febrero de 1850, a ese intento de supremacía prusiana, formando una
alianza con Baviera, Wurtemberg, además de Sajonia y Hannover que habían abandonado el
campo prusiano. Mediante esta alianza logra controlar políticamente la Confederación
Germánica. El intento prusiano es frustrado por Austria que aprovecha la primera ocasión, un
incidente a causa del estado de Hesse-Kassel, desafiando militarmente a Prusia. En ese
enfrentamiento queda patente la debilidad prusiana en ese momento, Viena recibe el apoyo de
la Confederación Germánica e incluso de Rusia.
Al poco tiempo, su sentimiento alemán se pone a prueba con la guerra austro piamontesa. El
episodio favorece la aparición de un fuerte sentimiento nacionalista en la opinión pública
alemana. Amplios sectores de población reclaman una guerra contra Francia por su apoyo
político al Piamonte, el cual se interpreta en Alemania como un síntoma de los deseos de
Napoleón III de aprovechar las dificultades internas austriacas para anexionarse zonas del
sur de Alemania.
Prusia, a pesar de las presiones para que forme un frente común con Austria, no acepta el
compromiso, anteponiendo sus intereses de Estado al sentimiento nacional alemán, lo que
provoca una gran frustración entre la población alemana.
Poco después de la llegada de Guillermo I al trono, se produce una grave crisis institucional,
que modifica profundamente el rumbo político de Prusia. El nuevo rey, quiere reorganizar y
potenciar el ejército, para colocar a Prusia en una posición preponderante en la Confederación
Germánica. Se incrementa a 68.000 el número de reclutas anuales y aumenta el servicio
militar a tres años que es obligatorio. El primer proyecto de ley es rechazado por la Cámara en
marzo de 1860.
Hasta 1862, hay intentos de llegar a un compromiso entre el gobierno y el Parlamento, pero la
mayoría liberal viendo las implicaciones políticas del proyecto, no acepta las reformas
propuestas, en las que el gobierno se reservaba las decisiones en temas militares. Además el
proyecto de von Roon, implicaba una filosofía anti liberal, pues el ejército debía ser una
escuela donde los ciudadanos aprendieran la obediencia y la disciplina que les marcaría tanto
en la vida militar como en la civil. En marzo de 1862, la Cámara que cuenta con mayoría
liberal, es disuelta por el monarca, y convoca elecciones para el mes de mayo, pero estas
elecciones aumentan la mayoría de la oposición.
En este ambiente de crisis, Guillermo I baraja la abdicación, los jefes del ejército el golpe de
estado, pero von Roon propone al rey que nombre como Canciller a Bismarck, que por
entonces era el embajador prusiano en París, aunque no contaba con las simpatías del rey.
Desde esta perspectiva ideológica y política, Bismarck emprende la tarea de gobierno con la
sistemática oposición del Parlamento prusiano, recurriendo a la restricción de las libertades,
depuración de los funcionarios, manipulación de la prensa. Gobierna al margen del
Parlamento, utilizando, a veces, procedimientos de dudosa legalidad y recurriendo al estado
de excepción en alguna ocasión.
También conocida como guerra de los Ducados, entablada contra Dinamarca, utilizando como
causa o pretexto el confuso asunto de la sucesión al trono danés, y su incidencia en los ducados
de Schleswig, Holstein y Lauenburgo. Los ducados estaban sometidos a una situación especial
regulada por el Tratado de Londres de 1852.
Se trataba de una cuestión sucesoria, la muerte del rey danés Federico VII, que no tenía sucesor
directo y que fue sucedido por Cristian de Gluscksburg (Cristian IX), que redactó una
constitución tendente a incorporar el ducado de Schleswig; ya que el nuevo monarca al no ser
familiar por vía paterna del anterior, no podía ser soberano del ducado, al persistir un
concepto patrimonial de la soberanía.
Bismarck propone una alianza a Austria contra Dinamarca (16-I-1864); las dos potencias
acuerdan enviar un ultimátum a Dinamarca, exigiendo la revocación de la constitución, o de
lo contrario la invadirían, y determinar el futuro de los ducados mediante mutuo acuerdo.
Dinamarca rechaza el ultimátum y el 1 de febrero de 1864 un ejército austro-prusiano, penetra
en Schleswig, enfrentándose a los daneses. Con el fin de detener la guerra se convoca una
reunión (Conferencia de Londres –abril-junio), que fracasó debido a la obstinación danesa y a
la astucia de Bismarck.
El 26 de junio se reanuda la guerra, que termina con una aplastante derrota de los daneses.
Por la Paz de Viena (30-X-1864), el rey Cristian IX, cede los ducados de Schleswig, Holstein y
Lauenburgo y la ciudad de Kiel a Austria y a Prusia.
Para crear las condiciones bélicas, Bismarck, en primer lugar, debía vencer las resistencias
internas, tanto del propio Emperador y del gobierno prusiano, como de la opinión pública, a
los que una guerra entre Estados considerados como hermanos era poco asumible. Era un
conflicto considerado como necesario por Bismarck, que lo venía preparando desde hacía
tiempo sin llamar la atención, e iba disponiendo el aislamiento internacional de Austria.
Bismarck se reunió con Napoleón III en Biarritz (X-1865), en dicha reunión parece que hizo
vagas insinuaciones de compensaciones en el Rin a favor de Francia, a cambio de las cuales
obtuvo de Napoleón III la promesa de la neutralidad francesa.
En abril de 1866, Bismarck concluyó una alianza con Italia, por si estallaba una guerra entre
Austria y Prusia, por la que Italia se uniría a Prusia, estableciendo un nuevo frente en el sur,
con la intención de distraer a las tropas austriacas y no concentrarlas en un único frente y en
compensación recibiría el Véneto. Sólo quedaba preparar el pretexto que permitiera iniciar las
hostilidades.
El gobernador austriaco de Holstein convocó a la Dieta del ducado para discutir sobre su
propio futuro. Siendo la respuesta prusiana la ocupación militar del ducado (junio 1866).
Austria logra el apoyo de la Confederación de Estados alemanes, que moviliza su ejército en
coordinación con el austriaco contra Prusia. El gobierno prusiano declaró que la constitución
había sido violada y para Prusia significaba el fin de la Confederación, dando comienzo la
guerra.
El 15 de junio de 1866, el ejército prusiano ataca Hannover, Hesse y Sajonia. Bismarck había
previsto minuciosamente junto con el ministro de la guerra von Roon, los preparativos
militares del conflicto. Las reformas militares y las mejoras técnicas habían potenciado
notablemente la maquinaria bélica prusiana.
Los prusianos derrotan a las tropas de Hannover en la batalla de Langensalza (27-29 de junio).
Al mismo tiempo, el general prusiano von Moltke, formó tres cuerpos de ejército y los hizo
avanzar separadamente, para un mejor aprovechamiento de los ferrocarriles existentes. El 3 de
julio de 1866, tiene lugar la batalla de Sadowa (Koniggratz para los prusianos), donde éstos
infligieron una derrota decisiva a las tropas austriacas, pese a las victorias austriacas de
Custozza y Lissa frente a los piamonteses.
El camino de Viena estaba abierto, e incluso los sectores de opinión opuestos a la guerra,
claman ahora por una derrota total de Austria, pero Bismarck frena esas intenciones
imponiendo su criterio a los jefes militares y al propio Emperador. El 26 de julio de 1866, por la
paz preliminar de Nikolsburg, Hannover, Hesse, Nassau, Francfort serían incorporados a
Prusia, así como Schleswig y Holstein; Austria quedaría excluida de la Confederación
Germánica, lo que suponía el fin de la misma; además Austria debería pagar una
indemnización. El tratado definitivo de la Paz de Praga, (23-VIII-1866), ponía fin a la guerra.
Pero el gran éxito era político, suponía la consolidación de Prusia como potencia
predominante dentro de Alemania y la exclusión definitiva de Austria de los asuntos
Se forma por una serie de tratados entre Prusia y los otros estados situados al norte del río
Main. Su constitución fue obra esencialmente de Bismarck. En la nueva Confederación de la
Alemania del Norte (16-IV-1867), los estados miembros conservaban sus propias estructuras
de autogobierno, así como leyes, impuestos, etc., pero las fuerzas militares y la política
exterior eran controladas por el gobierno federal, el rey de Prusia era el comandante en jefe.
La presidencia la detentaba el rey de Prusia, representado por un canciller (Bismarck),
responsable sólo ante él.
La tensión franco prusiana iba en aumento, debido a que Francia se siente burlada en sus
expectativas de compensaciones territoriales sugeridas por Bismarck.
Napoleón III, pretende anexionarse Luxemburgo en 1867, pero Prusia deja bien claro que no
aceptaría el hecho, ya que lo considera como una ofensa al sentimiento nacional alemán. Se
produce una grave crisis que se cierra con la celebración de una Conferencia internacional en
Londres, en la que Prusia cedía su derecho a mantener guarniciones en la fortaleza de
Luxemburgo, el ducado dejaba la órbita de la Confederación Germánica y su neutralidad e
independencia quedaba garantizadas por las potencias. Este acuerdo, suponía una profunda
humillación para Napoleón III, quien a partir de entonces consideró inevitable el
enfrentamiento con Prusia.
Bismarck inicia una aproximación a los estados del sur de Alemania (Baviera, Wurtemberg,
Baden y Hesse-Darmstadt) con su integración en el Zollverein (unión aduanera), y llega a la
conclusión de que solamente la guerra con Francia y la posible dominación francesa en el Rin,
empujarán a los estados del sur a unirse a la Confederación de la Alemania del Norte, ya que
una amenaza exterior disolvería los recelos particularistas de los estados y reforzaría el
sentimiento nacional alemán.
Ante una exigencia del gobierno francés pidiendo la renuncia de Leopoldo al trono español,
dirigida a Guillermo I, que se encontraba en la localidad de Ems, éste acepta desaconsejar la
candidatura, lo cual hace público (12-VII-1870) a través de un comunicado oficial del padre de
Leopoldo, pero el gobierno francés también exige la renuncia oficial del rey de Prusia, la
exigencia implicaba dudar de la palabra de Guillermo I, lo que se considera insultante.
El texto de las entrevistas llega a Bismarck, que reúne el contenido y le da un sentido más
agresivo. Esta versión del telegrama de Ems es repartida a los periódicos de Berlín y París. El
efecto es inmediato, provocando la excitación de la opinión pública germana y francesa.
Francia declaró la guerra a Prusia el 19 de julio de 1870.
Prusia consigue el apoyo militar de los estados de Alemania del Sur. Tres ejércitos alemanes
invadieron Francia. El general von Steinmetz desde el Mosela, el príncipe Federico Carlos
desde el Palatinado hacia Metz y el príncipe heredero Federico desde el alto Rin hacia
Estrasburgo. Federico obtuvo sendas victorias (4-6 de agosto) en Worth y Weissenburg sobre
las tropas francesas al mando de Mac Mahon, lo que hace que los franceses evacuen Alsacia.
El 16-18 de agosto tienen lugar las batallas de Mars-la-Tour y Gravelotte, los alemanes sitian
Metz, que estaba defendida por el mariscal Bazaine, y avanzan hacia Chalons. Cuando Mac
Mahon acude a socorrer a Bazaine se produce la batalla de Sedán (1-IX-1870), en la que las
tropas francesas son aplastadas, Napoleón III comunica la rendición. Estallan revueltas en
París, y Napoleón III se ve forzado a exiliarse.
En los meses siguientes se produciría la invasión del territorio francés, con la resistencia del
improvisado ejército del Loire en Orleáns, que es movilizado por el Gobierno de Defensa
Nacional. Tras un sitio de cuatro meses los alemanes toman París. La capitulación definitiva
francesa se produce el 28 de enero de 1871.
Durante la guerra la opinión pública alemana pidió la unión del norte y del sur de Alemania.
Bismarck negoció con los diferentes estados de forma individualizada, y a finales de
noviembre de 1870 se habían firmado todos los tratados de unión. El 18 de enero de 1871,
Guillermo I fue proclamado Emperador de Alemania en la galería de los espejos del palacio de
Versalles, la corona fue ofrecida por sus iguales, los soberanos alemanes.
Por el Tratado de Francfort (10-V-1871), Francia pierde Alsacia y gran parte de Lorena, que
pasan a ser propiedad común de todos los estados alemanes; debe pagar una indemnización
de cinco mil millones de francos oro, cuyo pago estará garantizado por la ocupación por el
ejército alemán de 21 departamentos franceses.
BIBLIOGRAFÍA
Notas: 1) Reino de Cerdeña-Piamonte (más los territorios del signo 2, cedidos a Francia en 1860); 3)
Anexión del Milanesado (1859); 4) Anexión de la Italia peninsular y Sicilia; 5) Conquista de Venecia
(1866); 6) Anexión de Roma y región romana (1870).
La unificación de Italia por la monarquía de Saboya es un hecho paralelo a la de Alemania por Prusia.
Sus etapas son sensiblemente las mismas. Ambos fenómenos responden al movimiento nacionalista que
se desarrolló durante el siglo XIX en varias
partes del continente europeo.
En 1815, el reino de Cerdeña-Piamonte, regido por los Saboyas, comprendía el territorio indicado por los
signos 1 y 2, o sea, por Saboya, Piamonte, Génova, Niza y Cerdeña. A pesar de reiteradas tentativas
militares y políticas, esta situación no experimentó cambio alguno hasta 1859, en que gracias a la victoria
obtenido con el auxilio de Napoleón III sobre Austria, esta potencia cedió al Piamonte el Milanesado
(signo 3), aunque por el apoyo recibido Víctor Manuel II hubo de entregar a Francia Saboya y Niza (signo
2). Al año siguiente, mediante plebiscitos y atrevidas empresas guerreras, como la de Garibaldi, los
ducados de Parma, Módena y Toscana, la Romaña y las Marcas, y el reino de las Dos Sicilias (signo 4), fueron
incorporados al reino de Italia, que se creó oficialmente en 1861. En 1866, participando al lado de Prusia
en la guerra contra Austria, la nueva monarquía, aunque sus ejércitos resultasen vencidos en el campo de
batalla, obtuvo Venecia (signo 5). Sólo faltaba incorporar al reino la ciudad de Roma, lo que se logró por
un golpe de fuerza en 1870 (signo 6), aprovechando para tal fin el derrumbamiento del régimen de
Napoleón III en Francia
De los países europeos, Italia fue, junto con Alemania, el último que llevó a cabo su
unificación política, entre 1859 y 1870. El movimiento de afirmación nacional ha sido
denominado “Risorgimento” (= Resurgimiento), por analogía con el Renacimiento artístico y
cultural del s. XVI. A partir de la Alta Edad Media, Italia padeció una serie de dominaciones
extranjeras: estuvo bajo la hegemonía del Imperio germánico, de Francia, de la corona de
Aragón, de la monarquía española y de Austria.
El Risorgimento nació por una convergencia de causas. La más antigua fue la lenta afirmación de una
identidad cultural, aglutinada en torno a la lengua toscana, que se cargó de contenido sociopolítico
durante el período de la Ilustración del s. XVIII. Para tratar de paliar la falta de adecuación de las
estructuras del Antiguo Régimen al desarrollo demográfico y a las reivindicaciones sociales, los
soberanos del despotismo ilustrado realizaron una serie de reformas que pusieron de manifiesto la
necesidad de transformaciones políticas: los inconvenientes de la fragmentación política (Italia estaba
dividida en pequeños estados), los arcaísmos económicos y el peso social de grupos retrógrados, estimula a
los intelectuales a la exaltación de las ventajas de la unidad.
Frente a este triple impulso pueden distinguirse tres obstáculos: la división territorial consagrada por
el Congreso de Viena, la presencia austriaca en el norte y centro de la península y la cuestión
romana (un Estado que se resistirá a ser absorbido en el proceso de unificación).
Los problemas más serios que debía afrontar Italia para concretar la unidad se vinculaba a la
problema de los Estados Pontificios ( recordemos que el papa Pío IX, que había sido elegido sumo
pontífice en 1846, gozó de fama de progresista, pero tras la revolución en Roma de 1848 se mostró
El Reino de Piamonte-Cerdeña, con capital en Turín, será el que impulse su unidad. Carlos
Alberto y Víctor Manuel II de Saboya serán quienes tengan más posibilidades de éxito porque
cuentan con el ministro Cavour, cuya actividad puede resumirse en tres ámbitos: político,
económico y diplomático. En el ámbito político hace del Piamonte un Estado moderno y
liberal: nuevo código, cuerpo de funcionarios, marina de guerra anclada en La Spezia,
laicización del Estado con disolución de las órdenes religiosas contemplativas y nacionalización
de sus bienes. En el orden económico, ante la falta de capitales en Piamonte, Cavour no duda en
recurrir a la Banca extranjera para crear una infraestructura ferroviaria y una red de canales.
En el dominio diplomático, Cavour piensa que debe situarse la cuestión italiana en un contexto
europeo (intervención del Piamonte en la Guerra de Crimea junto con Francia e Inglaterra
contra los rusos, con el objeto de conseguir el apoyo de las grandes potencias en una hipotética
guerra contra Austria).La eficacia y el dinamismo del Piamonte-Cerdeña concitaron en
torno suyo a todos los exiliados políticos, que eran generosamente acogidos y recibían la
nacionalidad sarda. Turín fue, desde entonces, el foco más activo de la vida cultural y
política de Italia y la cuna del despertar nacional.
El Reino Lombardo-Veneto, con capitales en Milán y Venecia, respectivamente, estaban bajo
dominio austriaco.
Los Ducados de Toscana, Módena y Parma, aunque independientes, estaban bajo influencia
austriaca.
Los Estados Pontificios tenían su capital en Roma,
y el Reino de las Dos Sicilias, con capital en Nápoles, estaba bajo la soberanía de los
Borbones.
Estos siete Estados sufrirán movimientos revolucionarios que se extienden desde la Restauración (1815)
hasta su unidad en 1870, con raíces tanto en las Revoluciones atlánticas ( idea de independencia) como
en la Revolución francesa ( idea de ruptura con el Antiguo Régimen).
Los acontecimientos de 1848 se saldaron con un fracaso para los intereses nacionalistas, pero
confirmaron el papel central del reino de Piamonte en la tarea de la unificación política. El rey
Carlos Alberto, después de sus derrotas ante las tropas austriacas, tuvo que abdicar (1849) en
su hijo Víctor Manuel II. Los nacionalistas italianos eran conscientes de que la coyuntura de
1848 se había desperdiciado por la falta de respaldo popular, dadas las escasas promesas de
reformas sociales que habían hecho los líderes revolucionarios pero, sobre todo, por el
particularismo de los pequeños Estados y por la falta de apoyo de las grandes potencias.
En ese sentido, Piamonte, que había mantenido su Constitución, quedó como la única
esperanza y hacia allí confluyeron líderes nacionalistas como Balbo, Gioberti, Mazzini,
Garibaldi, Manin, Giuseppe La Farina, o Giorgio Pallavicino. La Sociedad Nacional Italiana,
fundada por algunos de ellos en agosto de 1857, se encargaría de difundir por Italia los ideales
de la unidad.
2. EL PROCESO DE UNIFICACIÓN
El fracaso del movimiento revolucionario de 1848 en la península italiana traerá consigo dos
ideas fundamentales que se extenderán por todo el territorio: la idea de unidad y la idea de
expulsión de Austria. Será Cavour quien represente esas ideas recurriendo tanto a medios
políticos internos italianos como a una calculada política exterior europea.
En cuanto a política interior, Cavour consigue que todos
los movimientos revolucionarios italianos acepten la
propuesta de unidad en torno al Reino de Piamonte-
Cerdeña. Consigue el apoyo de Mazzini (fundador de la
“Joven Italia” en 1831 que propugnaba la formación de
una república con capital en Roma), Garibaldi (antiguo
miembro de los carbonarios) y de los patriotas refugiados
en el Piamonte huyendo de la represión desencadenada en
1848-49. Para fortalecer más la unión de las diversas
corrientes crea, en 1857, la “Sociedad Nacional Italiana”.
De todas maneras, el factor decisivo fue la labor de modernización desarrollada por los
ministerios de D´Azeglio y Cavour, presidente del Consejo desde 1852. Esa tarea consistió en la
adopción de un programa de reformas que convirtió a Piamonte en el Estado puntero de Italia,
a la vez que le ganaba la consideración de las potencias extranjeras. La red ferroviaria8, estaba
ya articulada, en su parte norte, a la altura de 1861.. Las autoridades piamontesas, por otra
parte, reconstruyeron el puerto de Génova. También en esta época se reorganiza el Ejército
(general La Marmora), a la vez que se crea la Marina y se dota de un arsenal al puerto de La
Spezia. Cavour pudo, desde mediados de los años cincuenta, iniciar una labor diplomática que
le asegurara el respaldo de alguna gran potencia en su contencioso con Austria.
La Francia de Napoleón III parecía el aliado más lógico. Aunque el propio Napoleón se había
manifestado a favor de la política de las nacionalidades, sus
palabras no habían sido acompañadas por ninguna medida
práctica. En cuanto al propio emperador, que permanecía
dubitativo, terminaría por decidirse tras el atentado que sufrió
(14 de enero de 1858) a manos de Felice Orsini, que puso de
manifiesto la profundidad de los sentimientos nacionalistas
entre algunos italianos. El emperador permitió que se diese
publicidad a las opiniones del terrorista, antes de ser ajusticiado,
y preparó a la opinión pública para un cambio de actitud en su
política italiana.
Mientras Víctor Manuel II manifestaba en el Parlamento (10 de enero) que no era "insensible a
los gritos de dolor" que llegaban hacia él desde muchos lugares de Italia, Napoleón e
manifestaba su respaldo a la política piamontesa. Sólo quedaba provocar a Austria, para que
estallase la guerra que deseaba Piamonte.
La declaración de guerra por parte de Austria no se hace esperar ( había exigido el desarme del
Piamonte) y en abril comienzan las movilizaciones. Las campañas en la Lombardía estuvieron jalonadas
por las victorias franco-italianas. En Magenta y Solferino son vencidas las tropas austriacas, que
pierden Lombardía. Pero antes de ser ocupado el Véneto, Napoleón III firma, ante la sorpresa general,
un armisticio con Austria (Paz de Villafranca). ¿Por qué? Varias teorías: por sentimientos
humanitarios ante el alto número de víctimas en las batallas, por las crecientes reticencias de la opinión
pública francesa y por un avance de las tropas prusianas hacia el Rin. Así, Piamonte obtuvo
Lombardía (Milán) pero Venecia quedó en manos de los austriacos ( ello provocó el odio de los
italianos hacia un aliado que les había abandonado en un momento crítico).
Sin embargo, el proceso de unificación continuó a cargo de los italianos y abarca de agosto de 1859 a
febrero de 1861. Al no haberse alcanzado los objetivos de Plombières, Francia renunció a reclamar
Saboya y Niza. Pero, también según lo convenido en Plombières, con Toscana y los ducados de la
Italia central se tenía que formar un reino para un primo de Napoleón III. Ante esta situación, los
toscanos pedían la anexión al Piamonte por lo que Cavour reanudó las negociaciones con Napoleón
III para anexionar al Piamonte los ducados de Toscana, Parma y Módena (Italia central) a cambio de
Saboya y Niza. A continuación, varios plebiscitos confirman la unión con Piamonte de Parma,
Módena y Toscana, así como el traspaso de nacionalidad de Saboya y Niza.
Finalmente, en febrero de 1861 se reunió en Turín una asamblea integrada por diputados de todas las
nuevas regiones incorporadas; a dicha asamblea se la denominó Parlamento Italiano, proclamó la
existencia de Italia y reconoció como su rey a Víctor Manuel II. Así, a comienzos de 1861 toda Italia
estaba unida al Piamonte, excepto Venecia y los Estados Pontificios. A partir de este año, el proceso
de unificación italiana se vio frenado durante una década. Cavour había muerto en 1861 y sus
sucesores tuvieron que enfrentarse con los enormes problemas causados por lo laborioso de la fusión
administrativa de los antiguos estados, por el marasmo económico y financiero y por el bandidaje
que asolaba el sur de la península. Francia, que mantenía su cuerpo de ocupación para proteger a Pío IX,
bloqueaba el sueño italiano de “Roma capital”.
Italia obtuvo a Venecia como consecuencia lejana del convenio de Plombières. En 1866, Italia se alió
con Prusia en la Guerra Austro-Prusiana, sufriendo varios reveses (Custozza y Lissa); pero
Austria, vencida en Sadowa, pidió a Napoleón III que intercediera cerca de Bismarck para obtener
mejores condiciones de paz, y ofreció Venecia como premio. A su vez, Napoleón III cedió Venecia
a Víctor Manuel II.
Para Roma se tuvo que esperar a que Francia pasara por la crisis del año 1870. Desde 1849 Napoleón
III estableció una división de su ejército en los Estados Pontificios para defensa del Papa. Los italianos
deseaban que Roma fuera la capital del nuevo Estado establecido. Los católicos franceses presionaban a su
emperador para que las tropas francesas permanecieran en Roma e incluso la propia emperatriz
manifestaban “antes los prusianos en París que los italianos en Roma”, por lo que la situación era
extremadamente difícil. Mediante negociaciones diplomáticas entre Víctor Manuel II y Napoleón III se
llegó a la transacción de la retirada de las tropas francesas de Roma ante la promesa formal que Víctor
Manuel II respetaría el Estado Pontifical. Evacuado el territorio romano, Garibaldi intentó ocuparlo
violando el compromiso italiano ante los franceses, siendo derrotado por una nueva intervención francesa
en 1867. lema por la vía de la acción directa y amenazó a Roma a finales de octubre de 1867, pero fue
derrotado en Mentana el 3 de noviembre por unas tropas francesas. Los franceses se instalaron en
Civitá Vecchia y las relaciones con el Estado italiano entraron en una fase de gran tirantez. Los
acontecimientos, sin embargo, se precipitaron.
tensión entre liberales y conservadores, que era también un cierto enfrentamiento entre los
sectores ligados a la economía urbana (ciudades del norte) y los intereses agrícolas
predominantes en el sur. La organización de un nuevo Estado sería necesariamente lenta y el
propio D´Azeglio, en otra frase suya no tan conocida, señaló que no "había que darse prisa
para construir Italia a partir de los italianos". Parte de los problemas seguirían sin resolver
hasta bien entrado el siglo XX.
B) LA UNIFICACIÓN ALEMANA.
Notas: 1) Prusia antes de 1866; 2) Estados que, con Prusia integraron la Confederación del Norte en 1866;
3) Límites de la Confederación Germánica (1815-1866 y 1866-1871); 4) Límites de la Confederación del
Norte; 5) Límites del Imperio alemán en 1871.
El mayor cambio político ocurrido en Europa en el siglo XIX fue la unificación de Alemania por Prusia y la
fundación del Segundo Reich gracias a la obra de Guillermo I y de su canciller, el príncipe Otón de
Bismarck. El mapa indica, con el signo 1, la extensión territorial de Prusia en 1815, a consecuencia de los
tratados firmados en el Congreso de Viena. Durante medio siglo no se alteró esta situación (signo 3, límites
de la Confederación Germánica), a no ser desde el punto de vista económico, pues Prusia se convirtió en el
centro del Zollverein (Unión aduanera). Las divergencias entre Austria y Prusia pro la hegemonía en
Alemania estallaron con motivo de la ocupación de los ducados de Schleswig-Holstein. La guerra de 1866
fue ganada por Prusia, y a consecuencia de esta victoria, no sólo se incorporó dichos ducados, sino
también el reino de Hannover, el electorado de Hesse y el ducado de Nassau. De este modo formó un
territorio unido desde Renania a Prusia oriental (signo 2).
A consecuencia de este triunfo, Bismarck fundó la Confederación del Norte, separada de los Estados del
Sur por el límite correspondiente al signo 4. Sólo quedaban al margen de la nueva formación política
Baviera, Wurtemberg y Baden, los cuales ingresaron en el Imperio cuando éste fue creado en 1871 en
Versalles, después del triunfo de las armas alemanas sobre las francesas en la guerra franco-prusiana.
Entonces también se incorporaron al Segundo Reich las provincias de Alsacia y Lorena, que fueron
cedidas por Francia en el tratado de paz de Francfort.
El proceso que conduce a la unificación de los diversos Estados alemanes bajo la forma de un Imperio es,
en buena medida, consecuencia de una profunda maduración social y económica en el mundo alemán
después de las revoluciones de 1848, y del fortalecimiento político de Prusia en el conjunto de esos
Estados.
En ese sentido, la unificación parece ser más el resultado de la conjunción de procesos de diverso signo
que el final de una política diseñada por un sector nacionalista que distó mucho de ser tan articulado y
unánime como pudiera suponerse. Las convicciones liberales y los sentimientos nacionalistas, desde luego,
no desaparecieron con la reacción absolutista. El propio Federico Guillermo IV, bajo la inspiración del
ministro J. M. von Radowitz, había tratado de aprovechar su liderazgo de aquellos años para intentar que
los príncipes alemanes le pusieran al frente de un proyecto de unificación, ofreciéndole la Corona imperial
alemana. Federico Guillermo consiguió el apoyo de una treintena de Estados en la llamada Unión
restringida, que votó una Constitución federal en abril de 1850. Aparte de la resistencia de los príncipes,
y del recelo de los propios nobles prusianos (Junkers) a todo lo que no fuera el fortalecimiento de Prusia,
Federico Guillermo se encontró con la dura réplica de Austria, que estaba respaldada por la alianza rusa.
El canciller austriaco Schwarzenberg convocó a finales de noviembre de 1850, en Olmütz, al ministro
prusiano O. von Manteuffel y le obligó a la renuncia de los proyectos de hegemonía prusianos. La
Confederación Germánica era restablecida, al igual que la Dieta, mientras que Prusia era humillada y
Austria afirmaba momentáneamente su hegemonía sobre una gran Alemania
Los tratados de Viena de 1815 establecen para Alemania una Confederación Germánica de 39
Estados de los cuales sobresalen dos, Austria y Prusia como los más poderosos. Este sistema de
Confederación favorece el predominio de Austria sobre la misma, lo que excluye, en un principio,
todo intento de unificación debido a la política ejercida por el canciller Metternich que, no sólo
mantiene la hegemonía política de Austria en la Confederación, sino también en el resto de la Europa
restaurada.
Esta situación cambiará a mediados de siglo porque la política de Metternich se irá deteriorando
progresivamente por ser el máximo responsable del absolutismo -lo que le acarreará problemas con las
nacionalidades de las provincias italianas y Hungría que conforman el Imperio austriaco- y por su
desarrollo económico tardío, teniendo que esperar a la década de 1860-70 para encontrar una
industrialización en marcha. ( Austria creía que para continuar siendo árbitro de las naciones
germánicas le bastaba su heredado prestigio histórico. Es más, Austria era un país rico que para
conservar su tesoro se empobrecía; para preservar sus posesiones en Italia o mantener a Hungría bajo su
dependencia, se debilitaba y enervaba). En cambio, Prusia tomó la iniciativa a mediados de siglo al actuar
su burguesía protestante e intelectual a favor no sólo del proceso de unidad, sino también del proceso de
desarrollo económico de la región; para ello, crea una zona libre de comercio entre los Estados alemanes
denominada Zollverein, que, desde 1834, suprimirá las barreras aduaneras alemanas y protegerá sus
productos frente a los extranjeros consiguiendo, en 1852, bajo su dirección, la integración de todos los
Estados alemanes, excepto Austria, en una unidad económica, preparando de esta forma la unidad
política deseada y alentada, desde las universidades, por los filósofos alemanes sobre todo a raíz de la
publicación de los “Discursos a la Nación alemana” de Fichte.
Este fortalecimiento de las corrientes nacionalistas, en el que participaban también poetas como
H. Heine y G. Herweg, contó con el apoyo de una prensa que alcanzaba altas cotas de difusión
(Deutsche Zeitung) y, lo que era más importante, de un ávido público lector. El desarrollo de la
educación y alto nivel de lectura permitió también que Alemania contase con personas mejor
capacitadas para las nuevas necesidades de la industria o para asimilar las mejoras técnicas
incorporadas a la organización militar.
El Zollverein.
La población alemana, en los años que van de 1850 a 1870 pasó de 33 a 42.000.000 de habitantes,
con un índice de crecimiento anual que fue ligeramente superior al de otros países europeos
(inferior al del Reino Unido) y que se debió, fundamentalmente, al incremento de un índice de
natalidad que llegó a estar cercano al 40 por 1.000. El proceso de urbanización fue también muy
acusado, como en otros países europeos, lo que no impidió que dos terceras partes de la
población continuaran siendo rurales a comienzos de los años setenta. Los que acudieron a las
ciudades se convirtieron muchas veces en un proletariado industrial forzado a vivir en pésimas
condiciones y con un salario sólo ligeramente superior al mínimo indispensable para sobrevivir.
Esto generó la aparición de organismos de solidaridad, como cooperativas, entidades de
crédito y las primeras organizaciones sindicales. También propició el nacimiento de
instituciones de caridad promovidas por figuras destacadas de las Iglesias católica. En su
conjunto, ninguna de estas iniciativas intentaba subvertir el orden social, lo que sí hacía el
socialismo de Marx y Engels, que trataba de sustituir el sistema capitalista establecido. Sus
doctrinas, sin embargo, penetraban muy lentamente.
multiplicaba por dos y medio y el consumo de materia prima de algodón lo hacía por
tres y medio.
Por otra parte, los años sesenta asistieron a un crecimiento espectacular de la industria
química (1863, creación de la Badische Anilin und Sodafabrik; 1866, trabajos de
Werner von Siemens), y en 1867 los productos alemanes recibían un generalizado
reconocimiento en la Exposición Internacional de París.
El mundo alemán se estaba convirtiendo, por tanto, en una gran potencia que exigía medidas
de articulación económica. El Zollverein, originado por las corrientes librecambistas generadas
en una industria y una agricultura que habían incrementado también sensiblemente sus
posibilidades de exportación se había consolidado en torno a Prusia, y se completó en los años
cincuenta con las anexiones de Hannover y Oldenburg. Austria, que se había puesto al margen
de esta iniciativa en sus orígenes, experimentaba en estos años una
marginación económica que no tardaría en tener repercusiones
políticas.
3. BISMARCK Y GUILLERMO I.
líderes liberales. Pero, a la vez, quiso dejar claro que las posibilidades de la unificación
alemana pasaban por un Ejército y por un Estado fuertes.
Por otra parte, el respeto a la autoridad del Estado y el mantenimiento del principio del orden
eran valores compartidos por muchos liberales nacionalistas. A medida que la política de
Bismarck comenzara a dar sus primeros frutos, muchos de esos liberales terminarían
adhiriéndose a las filas del ministro-presidente. En enero de 1864 Bismarck se entrevistó con el
líder socialista Lassalle, que buscaba el apoyo de un Estado fuerte para conseguir mejoras en
las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Incluso en el Partido de Progreso, había
algunos pensaban que era necesario sacrificar los principios de la libertad para hacer posible la
unificación política. Había quienes pensaban que el desarrollo del nacionalismo pondría a
Bismarck en la necesidad de contar con ellos, para asegurarse el apoyo popular.
Para ello provocará tres guerras sucesivas en siete años (1864-1870): la de 1864 contra Dinamarca,
la de 1866 contra Austria y la de 1870 contra Francia. En tres jugadas elevó a Prusia a la categoría
imperial.
La guerra contra Dinamarca (la Guerra de los Ducados, 1864) tuvo por excusa una cuestión de
nacionalismo. Los ducados del sur de Dinamarca (Schleswing, Holstein y Lavenbourg) eran casi en su
totalidad de población alemana, pero estaban gobernados por Dinamarca (según el Congreso de Viena de
1815).
Bismarck, que pronto apreció las ventajas de la anexión de los ducados, porque significaba la
incorporación de la importantísima base naval de Kiel y el acceso al Mar del Norte, trató de
maniobrar prudentemente. En enero de 1864 pactó una alianza con Austria que preveía una
acción militar conjunta contra Dinamarca, a la vez que establecía que ambas potencias
decidirían por mutuo acuerdo el futuro de los ducados. Aunque mirado con recelo por el rey
Guillermo, Bismarck había conseguido que Austria trabajara en una línea favorable a Prusia
A la muerte del rey danés, que no tenía descendencia, se produjo un conflicto sucesorio que,
hábilmente manejado por Bismarck, implicó a Austria y a Prusia a luchar contra Dinamarca. Después
de una corta lucha lograron derrotar a Dinamarca y se resolvió que Prusia y Austria se repartieran la
administración de los ducados. Pero las cláusulas por las que se integraba a los ducados en la
Zollverein permitía a Prusia la marginación de Austria (fuera de la Zollverein) que provocaría la
ruptura de las dos potencias.
A todo ello siguió la guerra. La guerra austro-prusiana (1866) fue muy corta y demostró a las claras el
predominio militar de Prusia, que venció a los austriacos en Sadowa. Italia, según lo convenido,
había abierto otro frente contra los austriacos (siendo esta argucia permitida tanto por Rusia como
por Inglaterra, que consideraban que sólo el poder alemán neutralizaría la agresividad de Napoleón III).
Austria, tras la derrota, pidió a Napoleón III que interviniera, y las negociaciones de paz se
establecieron en el Tratado de Praga: Prusia excluye a Austria del proceso de reorganización alemán y
establece con los Estados del norte la Confederación de Alemania del Norte, integrada por 22 Estados,
teniendo como presidente al rey de Prusia y a Bismarck como canciller, creándose dos organismos
legislativos (Bundesrat y Reichstag), ambos controlados por Prusia (el rey de Prusia asumía todos los
poderes militares y diplomáticos, con el derecho de declarar la guerra, conferir la paz y concertar
tratados). Los Estados del sur eran reacios al dominio prusiano. Por eso, para llenar el abismo abierto
entre el norte y el sur de Alemania, Bismarck planea una tercera guerra para culminar la unificación
alemana.
La entrevista de Napoleón III con Bismarck en Biarritz, en octubre de 1865, fue abordada por
el canciller prusiano con la pretensión de que Francia se mantendría al margen de un previsible
conflicto austro-prusiano, mientras que Prusia se comprometía a apoyar a Italia para
conseguir la anexión de Venecia. Napoleón, por su parte, aceptaba estos planteamientos con la
convicción de que un conflicto que presumía habría de ser largo le brindaría la oportunidad de
actuar de mediador en los asuntos alemanes y, posiblemente, de conseguir algunas ventajas
territoriales.
La situación comenzó a deteriorarse desde finales de abril, cuando fracasaron los intentos de
evitar la movilización de ambas potencias, y después de que Prusia hubiera presentado un plan
de reforma de la Confederación Germánica que era una nueva maniobra política para excluir
a Austria del mundo germánico, a la vez que daba satisfacción a las aspiraciones de los
elementos nacionalistas. Austria trató de contraatacar, en los primeros días de junio, apelando a
la Dieta de la Confederación en torno a la cuestión de los ducados daneses, pero esa fue la
ocasión para que Prusia declarase que no reconocía ya a la Confederación Germánica, y para
iniciar las hostilidades contra Austria y sus aliados (Sajonia, Hannover y Hesse-Kassel).
Aunque muchos pensaron que la guerra sería larga y se decantaría del lado austriac o, los
hechos fueron muy diferentes. La derrota italiana en Custozza (24 de junio), con el
desbaratamiento del segundo frente querido por Moltke, tampoco resultó decisiva. Por el
contrario, la movilidad de tropas prusianas, como consecuencia del aprovechamiento de la red
ferroviaria, resultó decisiva para la obtención de una victoria concluyente en Sadowa
(Königgrätz) el día 3 de julio. Las noticias de Sadowa fueron recibidas en París como una
derrota que amenazaba la misma seguridad francesa, pero Napoleón optó por iniciar tareas de
mediación que le había pedido Austria, que también servían para rehabilitar la posición
internacional de Francia. Consecuencia de estas gestiones fueron los acuerdos preliminares de
paz, firmados en Nikolsburg el día 26 de julio, por lo
Todos estos extremos se confirmarían en la Paz de Praga, que se firmó el 23 de agosto. Por parte
de Bismarck, la aceptación de estos acuerdos estaba encaminada a refrenar las exigencias de su
rey y sus generales, empeñados en infligir un castigo humillante al imperio austriaco. Bismarck,
por el contrario, no quería una Austria humillada y prefirió dejarla intacta en sus territorios.
El sueño de Bismarck se había realizado: no sólo Francia estaba derrotada sino que toda Alemania
había aceptado la guerra impuesta por Prusia, consiguiendo convertir la constelación de estados en
una unidad política, un Estado federal de múltiples soberanos bajo la autoridad imperial .La paz
firmada en Frankfurt en 1871 fue muy dura para Francia, pues pierde Alsacia y Lorena y tiene que
pagar una indemnización de cinco mil millones de francos (= Alsacia y Lorena volverán a ser francesas
después de la derrota alemana en 1918). Los resultados de tres guerras victoriosas son evidentes: el rey
de Prusia pasa a ser emperador de Alemania; el ejército prusiano constituye una formidable
máquina de matar, por su armamento y por la categoría de los estrategas de su Estado Mayor; una red
de transportes densa y una industria estimulada por el crecimiento del mercado exterior anuncian la
aparición de otra gran potencia.
proclamación del Imperio se produjo el día 18 de enero de 1871 en la Galería de los Espejos del
Palacio de Versalles. Con ella se culminaba el proceso de la unificación política alemana.
A mediados del siglo XIX, y a pesar del fracaso de las revoluciones de 1848, el orden
contrarrevolucionario de 1815 está ya en definitivo retroceso. Liberalismo y nacionalismo
constituyen fuerzas ascendentes que los estadistas no pueden desconocer y en todas partes
tratan de encauzar. Incluso la conservadora monarquía prusiana se había dotado en 1850 de
una constitución moderadamente progresiva. En las dos décadas siguientes casi todos los
países experimentan cambios profundos: los movimientos nacionalistas triunfan en Italia y
Alemania, y la presión de los valores liberales hace avanzar el sistema representativo, que
articula los nuevos Estados-nación, orienta el II Imperio hacia la apertura política e igualmente
se pone de manifiesto en la reforma electoral británica de 1867.
Austria y Rusia, tradicionales bastiones de reacción e inmovilismo, tampoco quedan al
margen de estas corrientes. Pero, enfrentadas a una enorme complejidad nacional y trabadas
por el formidable peso de estructuras arcaicas, las reformas son insuficientes y/o mal
sucedidas.
Después del fracaso revolucionario de 1848, se impone en Viena una política de centralismo y
absolutismo germánicos, que a la vez trata de impulsar la modernización del Imperio
(ferrocarriles, unión aduanera, etc.). Pero el “sistema Bach” provoca el malestar de los
Francisco José, emperador de 1849 hasta 1916, nunca pudo liberarse de su propia tradición.
Sentía una cordial aversión por todo lo que fuese liberal, progresivo o moderno. Se alió con la
jerarquía católica y con el Vaticano, que también, durante décadas y a partir de 1848, se situó
claramente en contra de todo compromiso con los nuevos tiempos.
Desde el gobierno se ensayaron diversos proyectos con posterioridad a 1849, pero ninguno
durante el tiempo suficiente para comprobar si sería eficaz. Durante varios años, la idea
dominante fue la centralización: gobierno del imperio mediante el lenguaje alemán y la
eficiencia alemana, manteniendo la abolición de la servidumbre y favoreciendo la
construcción de ferrocarriles y de otros instrumentos de progreso material. Esta centralización
germánica y burocrática era enojosa para las nacionalidades no germánicas, especialmente
para los magiares –quienes, como el más fuerte de los grupos no germanos, sentían la influencia
germana de un modo más opresivo. En la guerra de 1859, los magiares simpatizaron con los
italianos.
2. LA REFORMA (1859-1867)
La derrota de 1859 en la guerra contra Italia es el final de esta política. Sin embargo, en los años
inmediatos, las reformas oscilan sucesivamente de una orientación federalista (Diploma de
Octubre de 186016) a otra de signo unitario y liberal (Patente de febrero de 186117) que se
estrella contra el nacionalismo magiar.
Además de la persona del monarca, Finanzas, Relaciones Exteriores y Guerra son comunes a
ambos Estados. El Compromiso del 67 satisfará durante bastantes años al nacionalismo
magiar, pero deja sin resolver el problema de las restantes nacionalidades:
Budapest practica una política de magiarización hacia las minorías de Transleithania
y en Cisleithania, y por distintas razones (entre las cuales, la oposición de Budapest y
la propia rivalidad entre los nacionalismos), Viena no consigue articular un sistema
(reclamado sobre todo por los checos) similar al que había resuelto los problemas con
Hungría.
Pero esa misma diversidad nacionalista y el atraso de las poblaciones, campesinas en su gran
mayoría, contribuye a que se mantenga en pie la monarquía austrohúngara hasta 1919.
El Compromiso de 1867 creó una Doble Monarquía, de un tipo que no tenía paralelo en
Europa. Al oeste del río Leitha estaba el Imperio de Austria (Cisleithania) y al este el reino de
Hungría (Transleithania). Los dos se consideraban ahora exactamente iguales. Cada uno tenía
su propia constitución y su propio parlamento, ante el que en cada país era responsable su
respectivo gobierno. El idioma administrativo de Austria sería el alemán y el de Hungría el
magiar. Ninguno de los dos estados podría intervenir en los asuntos del otro.
16
Diploma de Octubre de 1860: concesión del poder legislativo a las Dietas y a un Reichsrat
17
Patente de Febrero de 1862: división de Reichsrat en Cámara de los Señores y de los Diputados, en
detrimento de las Dietas
18
Augsleich: palabra alemana que significa tratado, compromiso, pacto. Con ella se designó el acuerdo
concluido el 8 de febrero de 1867 entre los nacionalistas moderados húngaros (Andrassy y Deak) y el
canciller austríaco Beust: por él se reconocían a Hungría los mismos derechos que a Austria. De este
acuerdo resultó la formación de la monarquía dual.
19
Eslavo: la palabra “esclavo” en muchos idiomas (alemán Sklave) se había derivado de la palabra
“eslavo”.
Los dos estaban unidos por el hecho de que el mismo Habsburgo sería siempre emperador de
Austria y rey de Hungría. No existía un parlamento común pero los delegados de los dos
parlamentos habían de reunirse, alternativamente, en Viena y en Budapest, y habría un
gobierno común para la hacienda, los asuntos exteriores y la guerra. Para este gobierno
común de Austria-Hungría se designarían austríacos y húngaros. Tanto Austria como
Hungría, bajo la Doble Monarquía, eran estados parlamentarios constitucionales, aunque el
principio de responsabilidad gubernamental no fuese consecuentemente respetado. Ninguno de
los dos era democrático.
Alejandro I murió en Taganrog, en 1825. Su muerte fue la señal para la revolución en Rusia.
Los oficiales del ejército ruso, durante las campañas de 1812-1815 en Europa, se habían
familiarizado con muchas ideas perturbadoras. Cuando Alejandro murió hubo un momento
de incertidumbre acerca de cuál de sus dos hermanos, Constantino o Nicolás, le sucedería. Los
corrillos inquietos del ejército preferían a Constantino, a quien se consideraba más favorable a
las innovaciones en el estado. En diciembre de 1825 proclamaron a Constantino en San
Petersburgo.
Pero Constantino había abdicado, mucho tiempo antes, a favor de Nicolás, que era el legítimo
heredero. El levantamiento, conocido como la revuelta decembrista, fue sofocado enseguida.
La revuelta decembrista fue la primera manifestación del movimiento revolucionario
moderno en Rusia. El efecto inmediato de esta revuelta fue el de que Rusia se viese sometida a
una represión más fuerte. Nicolás I (1825-1855) mantuvo una autocracia incondicional y
despótica.
La Guerra de Crimea
La presión de Rusia sobre Turquía venía de tiempo atrás. Cada generación tuvo su guerra
ruso-turca. Ahora, en 1853, Nicolás formuló nuevas exigencias al Imperio Turco –todavía
grande, pero ya decadente-, penetrando en los dos principados danubianos, Valaquia y
Moldavia (que luego se conocerían como Rumanía), con fuerzas militares. Esta vez la disputa
implicaba, aparentemente, la protección de los cristianos dentro del Imperio Truco. Sobre
aquellos cristianos, los franceses reivindicaban también una cierta jurisdicción protectora.
Napoleón III estimuló al gobierno turco a que se resistiese a las exigencias rusas de proteger a
los cristianos dentro de Turquía. La guerra entre Rusia y Turquía estalló a finales de 1853. En
1854, Francia se puso al lado de los turcos, al igual que Gran Bretaña, cuya política tradicional
consistía en apoyar a Turquía y al Cercano contra la penetración rusa. Se les unió, además, un
pequeño aliado, que no tenía ningún interés visible en la cuestión: el pequeño reino montañoso
de Cerdeña, que entraba en la guerra, principalmente, con el fin de plantear el problema
italiano en la conferencia de paz.
El Imperio Austríaco tenía sus razones para no desear que Rusia conquistase los Balcanes y
Constantinopla, ni que Inglaterra y Francia dominasen por sí solas la situación; así pues,
Austria, aunque no se había recobrado todavía de los trastornos de 1848-1849, movilizó, con
grandes esfuerzos, sus ejércitos y ocupó Valaquia y Moldavia. El zar Nicolás murió en 1855, y
su sucesor, Alejandro II, pidió la paz.
Un congreso con todas las grandes potencias hizo la paz en París, en 1856. Mediante el tratado,
las potencias se comprometían conjuntamente a mantener la “integridad del Imperio Turco”.
Rusia cedió la orilla izquierda de la boca del Danubio a Moldavia, y abandonó su pretensión de
una protección especial de los cristianos en el Imperio Turco. Moldavia y Valaquia (unidas
como “Rumania” en 1858), junto con Serbia, fueron reconocidas como principados auto-
gobernados bajo la protección de las potencias europeas. Se decidió que Rusia no mantendría
barcos de guerra en el Mar Negro, y que el Danubio sería un río internacional, abierto a la
navegación comercial de todas las naciones. En el Congreso de París todo parecía armonioso.
Pero los conflictos estaban fraguándose ya. Napoleón III necesitaba gloria. Los italianos
querían algún tipo de Italia unificada. Los prusianos, que no habían hecho nada en la Guerra de
Crimea, temían que su posición como gran potencia pudiera estar deteriorándose. El cambio en
la Europa central y en Italia significaba una ruptura del Tratado de Viena de 1815. Tras la
Guerra de Crimea, las fuerzas que se oponían al cambio eran muy débiles. Eran los Imperios
Ruso y Austríaco los que habían defendido firmemente el status quo. Pero estas dos potencias,
que habían intentado muy seriamente mantener el acuerdo de Viena, ya no podían defenderlo
por más tiempo. La primera prueba surgió en Italia (ver tema referido a la Unificación de
Italia).
4. LAS REFORMAS.
Por el contrario, desde 1863, la insurrección nacionalista polaca (animada por el nuevo clima
de libertades) pone punto final a los cambios, hace retroceder las reformas e inaugura una
nueva fase de endurecimiento reaccionario. La intelligentzia, radicalizada, nutre ahora los
cuadros de una corriente revolucionaria de matriz autóctona y voluntarista (nihilismo), que
busca agitar al campesinado y practica una estrategia de terror. En 1881 el Zar es asesinado
cuando parecía disponerse a preparar una solución constitucional.
También para Rusia supuso una serie de cambios de la Guerra de Crimea. Alejandro II (1855-
1881) no era liberal por naturaleza ni por convicción. Pero comprendió que tenía que hacer
algo decisivo. Las reformas de Rusia siguieron, a cierta distancia, el modelo europeo.
La Rusia Imperial era una organización política muy difícil de describir. Sus propios súbditos
no sabían qué hacer con ella. Unos, llamados occidentalistas20 a mediados del siglo XIX, creían
que Rusia estaba destinada a ser como Europa. Otros, los eslavófilos21, creían que Rusia debía
20
Occidentalismo: en la Rusia de mediados del s. XIX, doctrina que propugnaba la apertura del país a las
corrientes europeas occidentales. Frente a los eslavófilos, defendieron la europeización de Rusia como
condición para su desarrollo, aunque divergieron entre sí sobre qué aspectos debían tomar del modelo
europeo. En 1849 el movimiento occidentalista se disolvió.
21
Eslavófilo: miembro de la intelligentsia que en Rusia y en el s. XIX se oponía a los occidentalistas. Los
eslavófilos comprendían los círculos de nobles que durante la primera mitad del s. XIX combatieron la
servidumbre feudal y crearon una teoría nacionalista. Partían del conservadurismo de la nobleza agraria
confiar en un especial destino propio, que la imitación de Europa sólo podía debilitar o
corromper.
Nadie ponía en duda que Rusia era diferente de Europa, al menos en cierto grado. La
institución predominante era la autocracia del zar. No se trataba, exactamente, del
absolutismo conocido en Occidente. Los zares no gobernaban mediante leyes; regían el
país con ucases, con la acción policíaca y con el ejército. Más que ningún otro estado de
Europa, el Imperio ruso era una máquina que se sobreponía a su pueblo, sin conexión
orgánica –burocracia pura y simple-
Pero, a medida que los contactos con Europa se sucedían, muchos rusos fueron adquiriendo
ideas de libertad y de fraternidad, de una sociedad justa y sin clases, de personalidad
individual enriquecida por la cultura humana y por la libertad moral. Con tales sentimientos,
fueron muchos los hombres que se convirtieron en críticos constantes del gobierno y de la
propia Rusia. El gobierno, a pesar de parecer tan sólido, tenía miedo de aquellos hombres. La
imprenta y las universidades eran, por regla general, severamente censuradas.
Una segunda institución fundamental, que se había desarrollado con el zarismo, era la
esclavitud legalizada o servidumbre. El grueso de la población estaba formado por
siervos dependientes de amos. La servidumbre rusa se parecía a la esclavitud de las
Américas en que los siervos constituían una “propiedad”; podían comprarse y venderse
y utilizarse en ocupaciones distintas a la agricultura. Unos siervos trabajaban la tierra.
Otros podían ser utilizados por sus dueños en fábricas o en minas, o alquilados para
tales fines.
Otros eran más independientes, pues trabajaban como artesanos o como mecánicos, pero
tenían que entregar una cierta cuota de sus ingresos. Los propietarios tenían una cierta
responsabilidad paternalista por sus siervos, y en los pueblos, constituían una especie de
gobierno local de carácter personal. La ley, como en la América del Sur, intervenía poco o nada
entres los dueños y la masa de los siervos, de modo que la suerte diaria del siervo dependía de
la personalidad o de las circunstancias económicas de su propietario.
A mediados del siglo XIX, tanto los rusos conservadores como los liberales estaban de
acuerdo en que la servidumbre tenía que acabar algún día. Cada vez en mayor medida, se
reconocía que la servidumbre era un mal sistema de relaciones de trabajo, pues hacía de los
“mujiks”22 unos ignorantes y estúpidos ganapanes, sin incentivos, ni iniciativas, ni respeto
propio, ni orgullo de su condición de trabajadores, y también muy malos soldados para el
ejército.
Los rusos ilustrados, con ideas occidentales, se encontraban distantes del gobierno, de la
iglesia ortodoxa y de los hombres corrientes de su propio pueblo. De ahí que, alrededor de esta
época, surgiese otro rasgo distintivo de la vida rusa, la “intelligentsia”, que se consideraba a sí
misma como una clase aparte. Estaba formada por estudiantes, graduados universitarios y
personas que disponían de mucho tiempo libre para leer. La intelligentsia rusa tendía a las
filosofías amplias y universales. Sus miembros creían que los intelectuales debían desempeñar
un papel importante en la sociedad. Algunos, abrumados por la enorme inmovilidad del
para exigir reformas antifeudales. Había una tercera corriente, la de los demócratas revolucionarios, que
defendían a los mujiks, a los millones de campesinos y siervos rusos. Después de las reformas de 1860 se
agudizó la lucha entra estas corrientes. Algunos eslavófilos preconizaron la unidad de todos los eslavos
(paneslavismo) bajo la égida del zarismo. Esta ideología se convirtió en un arma al servicio del imperialismo
de la autocracia zarista.
22
Mujik: campesino ruso.
Alejandro II, al convertirse en zar, intentó ganarse el apoyo de los liberales entre la
intelligentsia. Dio autorización para viajar fuera de Rusia, aligeró los controles sobre las
universidades, y permitió que la censura fuese relativamente incumplida. Se fundaron
periódicos y revistas. El resultado fue una gran erupción de opinión pública, que estaba de
acuerdo, por lo menos, en un punto: en la necesidad de emancipar a los campesinos.
Alejandro II, fundamentalmente conservador en asuntos rusos, procedió a establecer una rama
especial del gobierno para estudiar la cuestión. Tras gran número de discusiones, de
proposiciones y de memoranda, un ucase imperial de 1861 declaraba abolida la servidumbre
y libres a los campesinos.
Por aquel gran decreto, los campesinos se hicieron legalmente libres, en el sentido occidental.
Desde entonces, fueron súbditos del gobierno, no súbditos de sus propietarios. Se esperaba
que se viesen animados por un nuevo sentimiento de dignidad humana.
Los campesinos, por otra parte, tenían ahora la mitad de la tierra cultivable, por derecho
propio. Pero no la poseían según los principios de la propiedad privada o del cultivo
independiente que se habían hecho predominantes en Europa. La tierra del campesino, cuando
se redimía, se convertía en propiedad colectiva de la antigua asamblea campesina rural, o
mir23. La aldea, como unidad, era responsable ante el gobierno de pago de la redención y de la
recaudación de las sumas necesarias entre sus distintos miembros. La asamblea rural, en caso
de falta de pago, podía exigir trabajo obligatorio del moroso o de un miembro de su familia;
y podía impedir a los campesinos que se marchasen de la aldea.
Alejandro II procedió a revisar y a occidentalizar el sistema legal del país. Se aprovechó para
reformar los tribunales, de arriba abajo. Los males inveterados eran la arbitrariedad de la
23
Mir: comuna campesina rusa formada por la reunión de comunidades agrarias de base familiar. El mir
existía tanto en las tierras del Estado como en las de los nobles e Iglesia. Su característica fundamental era
la explotación comunal de la tierra, redistribuyéndose los frutos entre los campesinos usufructuarios. Dejó
de existir después de la Revolución de 1917.
autoridad y la indefensión del súbdito. Estos males fueron considerablemente aliviados por el
edicto de 1864. Los juicios pasaron a ser públicos. Todas las diferencias de clase en materias
judiciales quedaron abolidas, aunque, en la práctica, los campesinos continuaron sometidos a
fuertes desventajas. Se estableció una clara sucesión de tribunales inferiores y superiores. Se
formularon exigencias a favor de una preparación profesional para los jueces. Se introdujo un
sistema de jurados.
Hasta 1863-1864 tienen lugar una serie de importantes cambios: comienzo de la apertura
económica al exterior y desarrollo de la infraestructura; flexibilización en materia de
libertades; emancipación de los siervos; reforma de la justicia; reorganización, con criterios
representativos, de la administración local (“zemstvos”). Medidas todas descompresoras, que
no resuelven los problemas de fondo, socioeconómico (presión demográfica sobre la tierra y
descapitalización) y políticos (oposición del poder al establecimiento de una Duma 25
representativa de toda Rusia).
Los revolucionarios no estaban contentos con las reformas, que, de tener éxito, no harían más
que fortalecer el orden existente. Los insatisfechos miembros de la “intelligentsia”, en los años
1860, comenzaron a llamarse a sí mismos “nihilistas”: no creían en “nada” –excepto en la
ciencia-, y tenían una visión cínica del zar reformador y de sus zemstvos. Los campesinos,
agobiados con pesadas cuotas de redención, seguían fundamentalmente descontentos.
llegaron en muchos casos a creer, como escribió Alejandro Herzen, que el futuro verdadero y
natural del socialismo se encontraba en Rusia, gracias a la debilidad misma del capitalismo
en Rusia y a la existencia de un tipo de colectivismo ya establecido en las asambleas rurales o
comunas.
Alejandro II, alarmado por aquella amenaza secreta, volvió a apoyar a los liberales. En 1880, el
zar aligeró nuevamente el sistema autocrático. Abolió la temida Tercera Sección o policía
secreta creada por su padre, permitió a la prensa que discutiese libremente casi todos los
temas políticos, y estimuló a los zemstvos para que hiciesen lo mismo. Para asociar más a los
representantes del pueblo con el gobierno, propuso, no exactamente un parlamento, sino dos
comisiones nacionalmente elegidas, que se reunirían con el consejo de estado. Firmó el edicto
correspondiente el 13 de marzo de 1881, y el mismo día, fue asesinado por los esfuerzos
conjuntos de los miembros altamente preparados de la Voluntad del Pueblo.
Bibliografía:
KINDER, H.; HILGEMANN, W. Atlas histórico mundial (II). Editorial Istmo. Madrid, 1999.
PALMER, R.; COLTON, J. Historia Contemporánea. Editorial Akal Textos. Madrid, 1980.
TORRE, H. de la; MORALES, V. Historia Universal Contemporánea. Editorial Centro de
Estudios Ramón Areces, S.A. Madrid, 1992.
VV.AA. Historia Universal EL PAÍS (Tomos 22 y 23). Editorial Salvat. Barcelona, 2004
www.artehistoria.com
Secularmente la Rusia imperial se había considerado protectora de los demás pueblos eslavos y
sucesora de Bizancio. La verdadera influencia rusa en los Balcanes comenzó con Alejandro I, que
insistió en ser protector de los cristianos súbditos de los turcos, porque la mayoría de ellos eran eslavos y
de la Iglesia ortodoxa. Esta posición de protector espiritual de los cristianos le obligó a intervenir
repetidas veces en los asuntos interiores del Imperio otomano, con la consecuencia de que los rusos
estuvieron en constante guerra con los turcos del año 1806 al 1812. Por fin, unas paces concertadas entre
ambos imperios establecieron la semi-independencia de Moldavia y Valaquia (que en conjunto forman
la moderna Rumania) y que Besarabia se incorporara al Imperio ruso.
El estallido de la insurrección griega contra la dominación turca en 1820 abrió el proceso hacia la
independencia de Grecia. En una primera etapa de la guerra greco-turca, hasta 1824, los otomanos
ejercieron una fuerte represión sobre los nacionalistas helenos. Pero a partir de 1827, Rusia e Inglaterra
apoyaron la causa griega (Francia se adhirió un año después) que por el Tratado de Adrianópolis
(1829), consiguió su independencia, ratificada al año siguiente. La victoria sobre los turcos supuso para
Rusia el protectorado sobre Moldavia y Valaquia, y la costa del Mar Negro que se extiende hasta el
Danubio.
El gobierno ruso, en manos del reaccionario zar Nicolás I (sucesor de Alejandro I), impulsó
activamente la política expansionista de Rusia aprovechando la debilidad turca. El colapso del
Imperio otomano a manos rusas podría llevar aparejada la irrupción rusa en el Mediterráneo y la
amenaza a los estados ribereños. Por otra parte, el surgimiento de estados eslavos aliados de Rusia en los
Balcanes, aumentaba el peligro. Francia y especialmente Inglaterra se propusieron evitarlo.
La lucha entre los pequeños estados balcánicos (un enrevesado mosaico de culturas y religiones),
pretendidos por las grandes potencias vecinas (Rusia y Austria) fue la base sobre la que se gestó la
Primera Guerra Mundial.
RUSIA
En el plano de la política interior procuró una completa identificación con la Iglesia ortodoxa,
para fortalecer los sentimientos nacionales y su sistema autocrático. Su formación militar le
llevó a rodearse de consejeros militares (Kiselev, Kankrin, Kleinmikhel, Protasov) en los que
buscó más la eficiencia que las grandes innovaciones.
Estos objetivos, que respondían a la doctrina política que se denominó nacionalidad oficial,
fueron fijados en una fórmula acuñada por el que fue ministro de Instrucción Pública durante
muchos años, conde Sergei Uvarov: "Ortodoxia, autocracia, nacionalidad". Con ello pretendían
subrayar una imagen de Rusia como pueblo elegido de Dios, que alcanzaría mejor sus fines
cuanto más respetada fuera la autoridad del zar. Nacionalidad, en este contexto, equivalía a
una profunda rusificación en todos los aspectos de la vida rusa.
Por otra parte, esta política exigió también un fuerte control policial y, en ese sentido,
se hizo famosa la actuación de la Tercera Sección de la Cancillería Imperial, dirigida
desde 1827 por el general Beneckendorff, que llegó a tener un gran poder.
Fue una época en la que se empezaron a apreciar indicios de crecimiento económico aunque,
en términos comparativos, Rusia acentuase paulatinamente su retraso con respecto a otros
países del continente europeo.
A lo largo del reinado de Nicolás I (1825-1855) Rusia casi triplicó el número de sus
fábricas y de los que trabajaban en ellas, a la vez que incrementó en una proporción
parecida el volumen de sus exportaciones de cereales, que constituían el principal
capítulo de su balanza comercial.
En realidad todas esas innovaciones resultaban inconsistentes en una nación que estaba
necesitada de una profunda reforma social.
La nobleza, con una estricta jerarquización de sus rangos, controlaba los principales
puestos civiles y militares. Catalina II había fijado sus derechos, por la Carta de la
Nobleza de 1785, y Nicolás acentuó esa situación predominante con medidas de
descalificación de los menos ricos (en tierras y en siervos), así como con medidas
encaminadas a impedir la infiltración de las clases burguesas. La nobleza pudo así
reservarse los puestos clave del Ejército y de la Administración.
El mundo rural ruso sufría graves tensiones y, aunque fuera imposible un movimiento
coordinado, las revueltas populares (sabotajes, saqueos, incendios, etc.) se
multiplicaban con el paso de los años.
Las medidas para controlar la difusión de las ideas no impidieron, o tal vez ayudan a entender,
que estos años fueran los de floración de una cultura específicamente rusa.
Un papel destacado corresponde en esa tarea a Alexander Pushkin (1799-1837), que fue
el forjador de la lengua rusa como vehículo de expresión literaria. Poeta ya conocido
durante el reinado de Alejandro I, se vio expulsado de San Petersburgo aunque
Nicolás I autorizó su regreso. Su temprana muerte, en un duelo, no impidió que dejara
obras maestras como Eugenio Oneguin, Boris Godunov, o La hija del capitán.
Otro brillante poeta del momento, también muerto en duelo en plena juventud, fue
Mijail Lermontov (1814-1841), que se dio a conocer a raíz de la muerte de Pushkin (La
muerte de un poeta) y que, con Un héroe de nuestro tiempo, dejó una profunda huella
en la literatura posterior.
También es de entonces la renovación en las artes (pintura del realismo crítico, de Venetsianov
y Fedotov) y en la música, en donde Mijail Glinka (1804-1857) es figura destacada. A él se debe
el estreno del himno nacional ruso en 1833.
Reformas educativas
Este renacimiento cultural tuvo como telón de fondo una renovación de la política educativa
que tuvo como protagonista a S. S. Uvarov, ministro de Educación durante la mayor parte del
reinado de Nicolás I. El número de estudiantes y de centros se duplicó durante aquellos años y,
aunque se establecieron medidas de vigilancia por la Carta universitaria de 1835, las
universidades rusas tuvieron prestigio en campos científicos como la electricidad o el
magnetismo (tendido del primer telégrafo eléctrico en 1835). El matemático Lobachevsky fue
una destacada figura en geometría no euclidiana, y el cirujano Pirogov fue un innovador en
técnicas de anestesia, utilizadas durante las campañas militares.
En realidad, el gran debate en Rusia fue el que se libraba entre occidentalistas y eslavófilos,
según insistiesen en la necesidad de adaptarse a los países occidentales o tratasen de encontrar
una vía específicamente rusa para abordar los problemas existentes. El debate, que debía
mucho a corrientes filosóficas occidentales, parecía centrarse en el problema de determinar un
destino nacional.
Entre los occidentalistas, admiradores del Reino Unido, hay que contar a Katkov,
Kaveline y, sobre todo, a Alexander Herzen (1812-1870), que emigró de Rusia en 1847 y
difundió desde Londres un periódico (La Campana) crítico hacia el sistema. La
experiencia de las revoluciones de 1848, sin embargo, le hizo ver la necesidad de
aceptar algunas instituciones peculiares rusas (v. g.: la comuna) en el proceso de
Entre los eslavófilos, muchos de ellos altos funcionarios, se pedía al zar una
regeneración del autocratismo a partir de la emancipación de los siervos y de la
reforma agraria. Sus sentimientos de hostilidad hacia el individualismo de Occidente,
les hicieron derivar algunas veces hacia un paneslavismo que tampoco era muy
agradable para los sentimientos legitimistas del zar.
Política exterior
A lo largo de todo el reinado la política exterior fue quizás el objeto preferente de la atención
del zar. Concurrían, en ese sentido, la misma formación militar del soberano y su fuerte
sentido dinástico, que le llevaban a procurar el máximo prestigio de Rusia, a la vez que
combatir toda amenaza a su concepto de autocracia, que se vería amenazado por cualquier
peligro que se perfilase frente a su autoridad o la de cualquier soberano legítimo. De ahí su
continuada voluntad de intervención en los asuntos de otros Estados, apenas mitigada por los
consejos de su ministro de Asuntos Exteriores, Nesselrode. Para llevar a cabo esa activa política
interior dispuso de un Ejército muy numeroso (en torno al millón de hombres), formado con
soldados duramente adiestrados que tenían que cumplir veinticinco años de servicio. El
Ejército estaba muy deficientemente entrenado y sólo parecían eficientes las armas de artillería
e ingenieros. A ello había que sumar un alto grado de corrupción que aún lo hacía más
vulnerable, aunque los rusos mantuviesen largo tiempo el convencimiento de que eran
invencibles.
Los primeros compases de la política exterior contribuyeron a fortalecer esa confianza ya que
Nicolás I obtuvo los resultados apetecidos. Aún con reticencias por lo que tenía de atentatorio
contra los principios del legitimismo, el zar trató de sacar partido de las debilidades del
Imperio Otomano en su lucha contra los independentistas griegos.
Con todo, la atención política rusa estaba también dirigida a la Europa occidental, en donde
Nicolás I recelaba siempre del rebrote de la revolución.
Por otro lado, se acentuó la represión interna, como demostró la condena a muerte de 15
miembros del círculo de Petrachevski, entre los que se encontraba el novelista Dostoievski. El
indulto en el último momento pudo ser provocado por Nicolás con ánimo de dar ejemplo, pero
dejó una sombría imagen de crueldad.
La Guerra de Crimea
El rechazo al protectorado ruso sobre los ortodoxos del imperio Otomano y la autonomía de
las provincias rumanas significaban la desaparición de la influencia rusa. Por otra parte se
neutralizaba el Mar Negro al prohibir a Rusia el mantenimiento de la flota de guerra y sus
arsenales. Nicolás I, que había muerto en febrero de 1855 en un clima de fuerte inquietud
social, dejó una situación en la que eran necesarias profundas reformas.
AUSTRIA
Los años que van desde el Congreso de Viena hasta los acontecimientos
revolucionarios de 1848 son conocidos como la época del sistema
Metternich en la vida del Imperio austriaco, que fue ministro de
Asuntos Exteriores desde 1809 y canciller desde 1821. La imagen más
común de Metternich ha sido la de un reaccionario preocupado por los
avances de la Revolución, que no supo asumir el liderazgo que
reclamaba el nacionalismo alemán, ni aplacar al resto de los
nacionalismos que se manifestaron en el seno del Imperio austriaco.
Los checos de Bohemia y Moravia, en el norte, estaban dirigidos por una nobleza muy
integrada, que hablaba alemán, y era una nación que registraba un considerable
renacimiento cultural desde comienzos de siglo, bajo la inspiración de Frantisek
26
Sobre los escasos 38.000.000 de habitantes que contaba el Imperio a la altura de 1848, sólo unos 8.000.000
eran de lengua alemana. Otros grupos importantes eran los magiares, que se acercaban a los 6.000.000; los
italianos, 5.000.000; y los checos, 4.000.000. Después, en orden descendente, hay que aludir a las
poblaciones de rutenos (3.000.000), rumanos (2,5), polacos (2), eslovacos (2), serbios (1,5) y eslovenos (1),
aparte de una dispersa población de judíos, que no debió alcanzar el millón de personas.
Palacky. La tradición del husismo fue empleada para enfrentarla a los valores
germánicos.
Sus vecinos eslovacos, sin embargo, se debatían, para encontrar sus señas de identidad
nacional, entre la tradición husita que compartían con los checos, o la búsqueda de la
formación de una gran nación eslava.
El reino de Hungría planteaba problemas por las tensiones entre una alta nobleza
terrateniente, muchas veces no magiar y germanizada, que monopolizaba la Cámara
alta de la Dieta húngara, junto con los obispos católicos, y una baja nobleza, que
controlaba la vida política local, y que coincidía en la Cámara baja de la Dieta con los
hombres de profesiones liberales y de más profundas convicciones nacionalistas
antigermanas. Su nacionalismo era nobiliario y exclusivista
Serbios, eslovenos y croatas alentaban la reivindicación de la vuelta a las Provincias
de Iliria, creadas por Napoleón, que agruparían también el territorio de Dalmacia.
El sistema Metternich
Para ello contaba con el apoyo de la Iglesia católica, de una burocracia imperial notablemente
germanizada, y del Ejército imperial, que salvaguardaba los intereses austriacos, especialmente
en Italia.
En ese sentido, el sistema de Metternich ha sido visto, antes que nada, como un sistema de
relaciones internacionales europeo, inspirado a partir de los intereses austriacos, contrarios al
liberalismo y a la implantación de regímenes constitucionales, pero el liderazgo austriaco
parecía debilitado después de 1830. En todo caso, Austria pudo mantener una cierta
preeminencia y, a comienzos de los años cuarenta, Metternich obtuvo garantías suficientes de
la estabilidad del Imperio Otomano, a la vez que veía difuminarse los peligros de una posible
entente liberal franco-británica. Según algunos, Metternich había intentado ser el "gendarme de
Europa", frente a los avances del liberalismo y el nacionalismo y, en ese sentido, sus logros
fueron también moderados, ya que no consiguió impedir la progresiva implantación de
regímenes liberales en la Europa occidental, ni contener del todo los procesos nacionalistas. Las
Crecimiento económico
Los datos que se conocen sobre las condiciones materiales de vida sugieren un crecimiento
sostenido que permite situar en los años treinta la consolidación del proceso de
industrialización. La población mantuvo, después de las guerras napoleónicas, un crecimiento
cercano al 1 por 100 anual, sin que concurrieran amenazas considerables a ese crecimiento que
debió llevar a la población de Austria y Hungría desde los 20.000.000, en 1800, hasta unos
30.000.000 a mediados de siglo.
Las exigencias de la política exterior resultaban cada vez más onerosas para una población que
veía empeorar sus condiciones de vida y que tuvo que sufrir una serie de malas cosechas a
partir de 1845.En ese clima, las noticias procedentes del extranjero que llegaban a Viena en los
primeros días de marzo de 1848, crearon un clima de inquietud que se dirigió pronto contra el
Gobierno y contra quien mejor lo simbolizaba: Metternich.
TEMA 17. ESTADOS UNIDOS E IBEROAMÉRICA
La Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 supuso, por primera vez en la historia,
que una colonia se emancipara de su metrópoli para crear un nuevo estado, los Estados
Unidos. La dominación británica quedó así sustituida por la soberanía de los antiguos colonos,
convertidos en ciudadanos de pleno derecho. De hecho, la independencia de Estados Unidos se
alcanzó, al cabo de seis años de guerra (1885-1781), por el Tratado de Versalles de 1783.
La Constitución promulgada en 1789 (todavía hoy vigente, aunque se le han agregado, con el
transcurso del tiempo, 26 enmiendas con objeto de adecuarla a las nuevas circunstancias)
afirma que la soberanía reside en los Estados (cada uno de los cuales tiene Gobernador,
Parlamento, policía y leyes propias), aunque hay un gobierno federal que se ocupa de los
asuntos concernientes a toda la nación.
Sólo el gobierno federal posee la soberanía exterior, es decir, el derecho a hacer la guerra y a
concluir tratados, así como a representar a la Unión ante las potencias extranjeras. También
tiene una soberanía interior, ya que puede recaudar impuestos indirectos, alistar a la milicia y
contar con un aparato judicial. Globalmente, la ley de la Unión es superior a la de los Estados.
2. EXPANSIÓN TERRITORIAL.
La compra:
27
Compra casi “obligada” porque era peligroso dejar un territorio vecino a Estados Unidos, con
el agravante de estar allí la desembocadura del Mississippí, en poder de Bonaparte).
3º) Alaska (1867) comprada al gobierno imperial ruso por 7 millones de dólares28.
El poblamiento:
Zonas semivacías, muchas de ellas ocupadas por población india, a la que se expulsa,
se convierten con la llegada de los colonos en nuevos estados de la Unión. Así se
integra Oregón (1846), a través de un tratado firmado con Inglaterra, constituyéndose
de manera definitiva la frontera entre Canadá y Estados Unidos. También Utah es
colonizada por la llegada de los mormones.
La guerra:
Entre 1783, fecha del reconocimiento de su independencia, y 1913, se constituye uno de los
Estados llamados a desempeñar un papel hegemónico en el mundo: los Estados Unidos de
América. Nacidos en la lucha por la independencia de las colonias inglesas del litoral
atlántico de América del Norte, su territorio primitivo se reducía al de aquéllas, o sea, una
franja costera entre los Apalaches y el océano (signo 1). Pero por el tratado de paz de
Versalles se hicieron ceder las tierras de Luisiana oriental, que en 1773 Inglaterra había
arrebatado a Francia (signo número 2).
El signo 4 indica el límite que alcanzó la colonización del Nordeste. La anexión de Florida
en 1812 fue el primer avance registrado por los Estados Unidos en terreno colonizado por
España; luego, la guerra con México dio a la Unión (signo 5) los territorios de Tejas,
Arizona, Nuevo México y California, hasta los ríos Colorado y Grande. La última
rectificación de fronteras correspondió a la incorporación del territorio de Tucson en 1853
(signo número 6).
Sin embargo, a pesar del desarrollo económico que estaba alcanzando Estados Unidos
durante la primera mitad del s. XIX, entre los Estados del norte y del sur existían
profundas divergencias. El crecimiento económico no era homogéneo: los Estados del
norte se industrializaban a ritmo vertiginoso, mientras que los del sur, dedicados al
cultivo del algodón, padecían un atraso económico. Los burgueses y obreros del norte
contrastaban con los terratenientes y esclavos del sur.
Lo que más agriaba las relaciones entre Norte y Sur eran los conflictos que producía
la esclavitud -prohibida en el Norte, tras el compromiso de Missouri, y vista como
una necesidad en el Sur-. Al fundarse la Unión, las dos tendencias (abolicionista y
esclavista) estaban equilibradas; había tantos estados que permitían la esclavitud como
estados que la prohibían. Pero, ¿qué ocurriría con los nuevos estados incorporados a
la Unión por la marcha hacia el Oeste? Cuando entraba en la Unión un estado nuevo
esclavista, como Texas, se tenía cuidado de ascender a la categoría de estado un
territorio de la región del Norte, donde no se admitían esclavos (en alguna ocasión se
empleó la estratagema de dividir los estados antiguos abolicionistas para que no
predominaran los esclavistas). El Parlamento de la Unión estableció que a partir de
ciertas líneas de demarcación no se permitiría la esclavitud, pero los arreglos no
fueron duraderos porque no satisfacían enteramente a ninguna de las partes.
29
La primera línea de ferrocarril se puso en funcionamiento en 1830. Tres líneas transcontinentales
atravesaron el país. La construcción se inició con capital extranjero, pero cada vez fue adquiriendo más
importancia el capital norteamericano.
De este modo, a uno y otro lado de la línea divisoria entre los estados esclavistas y los
demás se desarrollaron imágenes falseadas que alimentaban la hostilidad e
impulsaban a la venganza. Finalmente, esta oposición, aunque se basaba en motivos
políticos, económicos y sociales, acabó convirtiéndose en enfrentamiento cultural: se
trataba de la existencia de dos naciones.
En 1861 estalla la guerra civil. Fue la más sangrienta que han sostenido los Estados
Unidos, costó más de medio millón de muertos y grandes destrucciones. Inglaterra y
Francia reconocieron a los estados del Sur, su envío de material de guerra no les
llegará debido al bloqueo naval decretado por los estados del Norte; en cambio, Rusia
tiende a favorecer a los estados del Norte.
Los confederados estaban más motivados en su lucha que sus adversarios: se batían
por su propia existencia, por su cultura, por el mantenimiento de un determinado
género de vida. Tenían fe y ésta los sostuvo a pesar de su inferioridad numérica (23
estados del Norte contra 11 del Sur) y armamento, de la escasez de municiones, de
provisiones y de medicinas (superioridad industrial del Norte frente al Sur). Pese a
esa inferioridad numérica y económica de los sudistas, éstos oponen gran resistencia
conducidos por el general Lee y obtienen ventajas iniciales; paulatinamente, las
ventajas se inclinaron para los nordistas que eran superiores en hombres y material de
guerra. La capitulación incondicional del general Lee en Appometox Court House
ante el general Grant en 1865 pone fin a la guerra.
5. LA RECONSTRUCCIÓN
Las consecuencias de la guerra fueron todavía más trágicas que la propia guerra, en
parte por el asesinato de Lincoln cinco días después de la rendición del Sur. Lincoln,
miembro del ala moderada del partido republicano, había emancipado a los esclavos
en 1864 pensando que su integración en la sociedad debía hacerse gradualmente.
Desaparecido Lincoln, los republicanos radicales quisieron “reconstruir” el Sur a su
imagen, apoyándose en los negros emancipados y en los blancos pobres, a expensas
de los antiguos plantadores. El Sur tuvo que pasar por la humillación de un gobierno
de vencedores; se le dividió en cuatro grandes regiones que administraron generales
nombrados por el Presidente. Esta época, que se llamó era de reconstrucción, fue en
verdad era de venganza. Impusieron gobernadores negros y expropiaciones sin cuento.
El vicepresidente Andrew Johnson, a quien la muerte de Lincoln elevó
automáticamente a la presidencia, quiso frenar la política de represalias, logrando
sólo enemistarse con el Parlamento. Era el inicio de los primeros roces graves entre el
poder ejecutivo y el legislativo.
6. RECUPERACIÓN ECONÓMICA
formación de un Partido Populista en 1892 cuya petición más concreta era la de elevar
los precios de los productos agrícolas.
Los dos bandos enfrentados fueron las fuerzas de los estados del Norte contra los recién
formados Estados Confederados de América, integrados por once estados del Sur que
proclamaron su independencia.
Douglas conminó a los Demócratas Sureños a permanecer en la Unión, pero éstos por su parte
nombraron su propio candidato presidencial y amenazaron con separarse si los Republicanos
resultaban victoriosos. La mayoría en los estados Sureños y fronterizos votaron contra
Lincoln, pero el Norte lo apoyó y ganó las elecciones.
En marzo de 1861, cuando Lincoln tomó posesión de su cargo, Carolina del Sur, Misisipi,
Florida, Alabama, Georgia, Louisiana y Texas se constituyeron en los Estados Confederados
de América con Jefferson Davis como presidente, proclamando su secesión de la Unión, acto
que Lincoln declaró ilegal en su discurso inaugural.
El primer acto de guerra fue el asalto confederado a la guarnición de Fort Sumter el 12 de abril
de 1861. La represión del ejército al recuperar Fort Sumter, hizo que a los estados se les unieran
Virginia, Arkansas, Tennessee y Carolina del Norte. De este modo comenzó la guerra civil
entre los Estados Confederados del Sur y los Estados del Norte, que acabaría con la victoria de
estos últimos en 1865.
En el trasfondo, era una lucha entre dos tipos de economías, una industrial-abolicionista
(Norte) y otra agraria-esclavista (Sur), la cuales eran totalmente diferentes. Los Sureños
declararon que no peleaban sólo por la esclavitud. Después de todo, la mayoría de los soldados
confederados eran demasiado pobres para poseer esclavos. El Sur estaba empeñado en una
guerra de independencia que mantuviera las relaciones entre el Norte y el Sur. Los
confederados generalmente tuvieron la ventaja de pelear en su propio territorio, y su moral era
excelente. Tenían magníficos soldados, pero eran mucho menores en número que las fuerzas de
la Unión del Norte. Al finalizar la guerra, algunos de los integrantes de dichas partidas fueron
perseguidas como forajidos por las tropelías cometidas durante la contienda.
Para librar la guerra, el Sur se financió con la exportación de algodón que embarcaba hacia
Europa y el Norte, con la emisión de un nuevo papel moneda, tras rechazar Lincoln un
préstamo de 5.000.000 al 12% de interés ofrecido por Moses Taylor. Ambas partes
suspendieron algunas libertades civiles, imprimieron montañas de papel moneda y
recurrieron al reclutamiento.
La prioridad de Lincoln fue mantener a Estados Unidos como un sólo país. Tras las pérdidas
iniciales de las primeras batallas, tuvo que reconocer que el desarrollo de la guerra, sólo podía
cambiarlo haciendo de la guerra una batalla contra la esclavitud y así podría obtener apoyo
para la Unión tanto en el interior como en el exterior. Consecuentemente, el 11 de enero de
1863, segundo año de guerra, dio a conocer la Proclama de Emancipación, que otorgaba
libertad a todos los esclavos en áreas aún controladas por la Confederación.
El ejército Sureño obtuvo importantes victorias en la primera etapa de la guerra, pero en el año
1863 su comandante, el General Robert E. Lee, se dirigió hacia Pennsylvania. En Gettysburg se
encontró con un ejército de la Unión, y así dio comienzo la batalla de mayor magnitud jamás
librada en suelo Norteamericano. Después de tres días de lucha desesperada, los Confederados
fueron derrotados. La marina de la Unión rápidamente impuso un bloqueo que creó grave
escasez de material bélico y bienes de consumo en la confederación. Al mismo tiempo, en el río
Misisipi, el General de la Unión, Ulysses S. Grant, tomó la importante ciudad de Vicksburg.
Las fuerzas de la Unión controlaban ahora todo el valle del Misisipi, dividiendo en dos a la
Confederación y ahogando su salida al mar.
En 1864, un ejército de la Unión al mando del General William T. Sherman atravesó Georgia
destruyendo el campo. Mientras tanto, el general Grant se batía implacablemente con las
fuerzas de Lee en Virginia. El 2 de abril de 1865, Lee se vio forzado a abandonar Richmond, la
capital de la Confederación. Una semana después se rindió y todas las demás fuerzas
confederadas se rindieron poco después. 14 de abril Lincoln fue asesinado por el actor John
Wilkes Booth. s.
La Guerra Civil fue el episodio más traumático de la historia de los Estados Unidos. Las
cicatrices no se han cerrado por completo hasta el día de hoy. Todas las guerras posteriores en
que ha participado Estados Unidos han tenido lugar mucho más allá de sus fronteras, pero este
conflicto devastó al Sur y sometió a esa región a la ocupación militar. El país perdió más
hombres en esta guerra que en cualquier otra: un total de 636.000 muertos.
La guerra resolvió dos problemas fundamentales que habían dividido a Estados Unidos desde
1776: puso fin a la esclavitud, que fue completamente abolida por la Enmienda 13 de la
Constitución en 1865; y decidió, de una vez por todas, que Estados Unidos no es una colección
de estados semi-independientes sino una sola nación indivisible. Después de cuatro amargos
años de guerra, se conservó la Unión y se liberó a los esclavos.
Son varios los datos que certifican a la Guerra de Secesión Americana como la primera guerra
moderna. Fue la primera en que combatían ejércitos de ciudadanos comunes y no soldados
profesionales. No fue la típica contienda europea motivada por derechos regios sobre
determinados territorios, como lo había sido la Guerra de Crimea, antecesora de la Guerra de
Secesión, sino que existía un componente ideológico. El resultado del conflicto se tenía que dar
en el campo de batalla, no se planteaban negociaciones alternativas a las que las bayonetas
imponían. Fue una guerra donde predominó la estrategia sobre la táctica, pues ganó quien más
capacidad de aguante tuvo, quién más industria tuvo, quien más capacidad tuvo para reponer
con hombres nuevos las víctimas de los campos de batalla. Aparece la guerra total: Sherman, en
su «avance hacia el mar», destruyó todo lo que pudo, entendiendo que lo no devastado podía
servir para el enemigo. Locomotora W.H. Whiton usado también para transportar al
presidente Lincoln.
Por vez primera se emplea el telégrafo y el ferrocarril en las operaciones militares. Si bien el
componente tradicional no desaparece, pues todavía las órdenes en el campo de batalla y los
transportes necesitaban del componente animal. Se utilizaron por vez primera barcos
metálicos, aunque el bloqueo se hizo casi enteramente por los tradicionales barcos de madera y
de vela. Algunos barcos acorazados se emplearon en los ríos de la cuenca del Misisipi aunque
algunos de ellos eran embarcaciones con casco de madera con protección metálica. En esta
guerra apareció el rifle de retrocarga, la ametralladora e incluso el submarino, la bomba de
relojería y las minas, tanto de tierra como submarinas, aunque las últimas no fueron decisivas,
y sí cuestionadas pues dañaban el orden moral de la guerra y eran consideradas como
herramientas bárbaras. Además no se las consideraba como elementos decisivos para la guerra.
Cuando el general Johnston trasladó rápidamente en tren a más de 8.000 hombres desde el
valle del Shenandoah para reforzar al ejército confederado en Bull Run, dio al mundo la
primera demostración de la importancia estratégica de los ferrocarriles en tiempos de guerra.
Los observadores europeos estuvieron presentes en esta guerra, de ahí que el ejército prusiano
se movilizará contra Austria poco antes de la Batalla de Sadowa (1866) en ferrocarril, siendo
éste el primer caso europeo.
La fotografía apenas llevaba 30 años como ciencia, arte o medio de representación. Pero fue en
la Guerra Civil Estadounidense cuando además sirvió como documento gráfico, como medio de
representación de la realidad. Junto a los militares aparecieron unos hombres que iban
acompañados de extraños aparatos: cámaras fotográficas, cuartos oscuros.
IBEROAMÉRICA
Notas: 1) Límites del Imperio colonial español a fines del siglo XVIII; 2) Íd.
meridionales de los Estados Unidos de Colombia; 3) Íd. entre virreinatos y
capitanías; 4) Íd. estatales después de la Independencia; 5) Centros de las Juntas de
1809-1811; 6) Ruta de San Martín; 7) Ruta de Bolívar.
1. INTRODUCCIÓN.
por un lado, 4 millones de criollos (blancos, ricos y cultos) que habían nacido
en América y eran descendientes de españoles;
por otro, 300.000 españoles;
y por último, una gran masa social formada por indios, negros, mestizos y
mulatos.
los primeros, por el régimen de explotación al que los sometían los blancos;
los criollos, aunque controlaban el comercio y la industria, por la
imposibilidad de intervenir en la vida política del país, al estar reservados los
cargos administrativos a los españoles.
Otro factor que favoreció el proceso emancipador fue el conseguir una auténtica
libertad comercial que rompiese el monopolio español. El sistema comercial montado
por España imposibilitaba que las colonias estableciesen relaciones comerciales con
otros países. Sin embargo, el escaso desarrollo industrial de España le impedía
abastecer de productos manufacturados el mercado sudamericano y generaba el
descontento de las capas más ricas de la población (los criollos).
2. EL TRIUNFO DE LA INDEPENDENCIA
Desde finales del siglo XVIII, fruto de las ideas ilustradas, un viento de independencia
recorre los territorios coloniales americanos.
Sólo la zona de Perú y Quito se mantuvo vinculada a España. Sin embargo, salvo
en el primer caso, todos los levantamientos fueron rápidamente reprimidos por la
actuación de las tropas del virrey Abascal del Perú y por el ejército que Fernando
VII envió una vez finalizada la guerra contra Napoleón.
es que no todos los países americanos funcionan igual y que los procesos históricos
y las distintas fuerzas sociales existentes han modelado culturas políticas
diferentes en los distintos países del continente. Las explicaciones generalizadoras,
del tipo de la herencia colonial o de la dependencia, sólo son posibles porque, salvo
algunas excepciones muy concretas, nuestro conocimiento de la primera mitad del
siglo XIX es bastante limitado, especialmente en lo que se refiere a la Historia
política. Las historias nacionales que más han avanzado en este sentido son las de
Argentina y México, aunque existen bastantes baches en su conocimiento. Lo que
hasta ahora se ha hecho de forma mayoritaria es o bien extender las certezas
evidentes para los últimos años del período colonial o retrotraer aquellas que sirven
para el período iniciado en torno a 1870/1880.
La primera entre liberales y conservadores, con una frontera muy tenue entre
ambos, que muchas veces se expresaba en cuestiones religiosas o educativas y
no en problemas políticos o ideológicos, aunque los enfrentamientos
terminaran en guerras abiertas.
La segunda, federalismo o centralismo, giraba en torno a la organización
administrativa del país y al modelo a aplicar.
En la mayor parte de los Estados la natalidad se mantuvo muy alta a lo largo del s.
XIX, pero a pesar de ello, su población, en relación con el espacio, es débil. A
principios de siglo sólo unos 20 millones de habitantes ocupaban el inmenso
espacio de Sudamérica. Ante esta situación, las repúblicas independientes
estimularon la inmigración europea. Europa encontró en ello una válvula de
escape para el gran crecimiento demográfico que vivió sobre todo en la segunda
mitad del siglo. La llegada de inmigrantes estimuló el crecimiento de las ciudades
y generó un estilo de vida bastante europeo.
Uno de los cambios más importantes desde el punto de vista social fue la supresión
paulatina de la esclavitud en la mayoría de los Estados. En 1810 la Junta Suprema
de Caracas dio un paso adelante al suprimir la trata y el comercio de esclavos.
Durante la lucha por la independencia, la mayoría de los gobiernos decretó leyes
que prohibían la esclavitud, y firmaron acuerdos para perseguir a quienes se
dedicaban a la trata. También se decretó la libertad de vientres, según la cual el hijo
de una esclava nacía libre. A mediados de siglo, en Iberoamérica sólo se mantenía
En lo que a las manufacturas se refiere, México fue el único país que en estos años
pudo conservar un sector textil lanero de una cierta envergadura (Puebla) siguió
en activo después de la independencia.
Los años que van de mediados del siglo XIX hasta principios de las décadas de 1870 o
1880, inicio del crecimiento económico motivado por el auge exportador, fueron
aquellos en los que se sentaron las bases del crecimiento posterior. El crecimiento
respondió en buena medida a la expansión de la economía europea entre 1850 y la
crisis de 1873, lo que aumentó la demanda de productos latinoamericanos, tanto por
parte de los países europeos como por los Estados Unidos. Si bien Gran Bretaña siguió
siendo el líder mundial indiscutido, surgieron otras potencias industriales, como los
Estados Unidos, Francia y Alemania, que comenzaron a rivalizar por los mercados
latinoamericanos.
Los países que conocieron una mayor expansión de sus exportaciones fueron
Argentina, Chile y Perú, aunque sin igualar a Cuba.
ESQUEMA
Introducción
EL ESCENARIO ASIÁTICO
El Imperio turco-otomano (1453-1918)
El Congreso de Viena afecta al Imperio turco-otomano.
Independencias y nacionalismos dentro de los límites de su territorio durante el
siglo XIX.
Cuestión de Oriente (1854-1914)
Las provincias árabes y los Estados vasallos fueron sufriendo la penetración
occidental gradualmente.
Oriente Medio
Engloba los territorios situados desde la orilla derecha del Tigris (actual Irak) y se
prolonga hacia Afganistán y Pakistán.
La dinastía Kajar reinó en Persia a lo largo del siglo XIX; enfrentamientos con rusos
y británicos por la posesión de diversos territorios.
Península Indostánica
Restos del Imperio Mongol hacia 1800 en la franja de Delhi.
Confederación de Maharatta en la parte central de la península.
Expansión de la Compañía Inglesa de las Indias Orientales a costa de otras
compañías y factorías europeas (francesas, portuguesas y holandesas)
Paulatino control británico de la Península, que a partir de la represión de la
“revuelta de los cipayos (1857) se acentúa.
Oriente Extremo
Los límites geográficos incluyen China, Corea, península Indochina, Taiwan,
Filipinas e Indonesia.
China: período de estabilidad con la dinastía Ching (1644-1911).
Guerra del opio y tratado de Nanking (1842), que permite a los europeos una
mayor penetración económica en China, lo que provocará reacciones de tipo
nacionalista.
En Indochina, los expedicionarios franceses intentan imponer una “pax europea”.
Gran Bretaña se acantonó en el territorio de Birmania.
Japón
EL CONTINENTE AFRICANO
Introducción:
Norte de África
Gran parte del norte de África estaba bajo control turco-otomano.
Sudán en la esfera del Bajá de Egipto Mehemet Alí.
Regencia otomana con amplia autonomía en Túnez y Argel.
El sultán Alaui de Marruecos capea las dificultades internas y el incipiente acoso de
españoles, franceses y británicos.
África Oriental
Reino de Abisinia (después sería Etiopía), con mayoría de cristianos entre sus
moradores.
Sultanato de Zanzíbar, en la actual Tanzania, con comercio de esclavos y especies y
abundantes piratas en sus costas.
Estado bantú de Monomotapa.
Archipiélagos Africanos
Madeira, Canarias, Madagascar, Malabo, Santo Tomé. Tenían gran importancia en los
viajes de exploración y en la navegación comercial entre Europa y las colonias de
América y los enclaves comerciales de Oriente.
Notas: 1) Limites del Imperio turco a comienzos del siglo XIX; 2) Limites de los Estados balcánicos en 1914; 3) Limites de las
reformas territoriales en los Balcanes a lo largo del siglo XIX; 4) Albania; 5) Territorios incorporados al Imperio austro-
húngaro en 1909; 6) Núcleo y ampliaciones del Estado griego; 7) Núcleo y ampliaciones del Estado búlgaro; 8) Núcleos y
ampliaciones del Estado o servio; 9) Núcleo y ampliaciones del Estado rumano; 10) Residuo del Imperio turco.
Ya desde antes del Congreso de Viena, las relaciones y contactos con las potencias
europeas son bastante intensos. Por el citado Congreso pierde la Besarabia a favor de
Rusia. Aunque en 1804, se producen los primeros levantamientos en Serbia, que se
repiten en 1815-1817.
Los rusos por el tratado de Unkiar-Skelessi (VI-1833), logran que Turquía cierre los
Dardanelos a todos los buques de guerra extranjeros. Mehemet Alí continúa con sus
conquistas en Arabia, llega hasta el Golfo Pérsico (1838), inquietando a los británicos
que empiezan a ver perjudicados sus intereses comerciales en la Península
Indostánica. En 1839 los turcos invaden Siria, y vuelven a ser derrotados por Ibrahim
en Nezib, y la flota turca se entrega en Alejandría a Mehemet Alí, ante el temor de que
fuera entregada a los británicos.
En 1853, tras una disputa en los “santos lugares” de Palestina entre católicos y
ortodoxos, y por considerarse el Zar Nicolás I protector de todos los cristianos
ortodoxos que vivían en el Imperio turco-otomano, además de las aspiraciones que
tenía el Zar sobre los estrechos del Mar
Negro, estalla la guerra de Crimea, que
enfrentó a Rusia contra el Imperio turco-
otomano, Gran Bretaña, Francia y
fuerzas piamontesas. La guerra se cierra
con el Congreso de París (febrero-marzo
1856), por el cual las potencias admitían
a Turquía en el concierto europeo, se
producía la neutralización del Mar
Negro, y surge un nuevo territorio
autónomo, Rumania, prácticamente
independiente; lo que implicaba una
nueva desmembración del Imperio
turco-otomano.
Las primeras insurrecciones en Creta tienen lugar entre 1866-1868, que piden su unión
a Grecia, pero son sofocadas todas las revueltas.
En 1869, se abre a la navegación el Canal de Suez, cuyos efectos fueron situar de nuevo
al Imperio turco-otomano en el camino de la ruta más importante al Extremo Oriente.
Con el establecimiento del exarcado búlgaro (1870) se inicia un gran movimiento
nacionalista en la región de la futura Bulgaria.
Por el Tratado de San Stefano, (marzo 1878), se otorgó a Rusia una gran extensión en
el Cáucaso (Ardahan, Kars, Batum y Bayazid), Dobrudja y la región del delta del
Danubio; se decretó la independencia de Rumania, Serbia y Montenegro; la
autonomía de Bosnia y Herzegovina; y se creó un gran principado autónomo
denominado la Gran Bulgaria. Gran Bretaña y Austria-Hungría se opusieron a la
expansión rusa, y el Tratado de San Stefano fue revisado en el Congreso de Berlín
(junio-julio 1878), por el cual se dividía la Gran Bulgaria en: Bulgaria propiamente
dicha, al norte de la Cordillera Balcánica; la Rumelia Oriental, al sur de la Cordillera,
y Macedonia; los británicos ocuparon Chipre y limitaba el papel de Rusia en la región.
También los otomanos perdieron el control del norte de África: Argelia fue tomada
por Francia en 1830 y Túnez en 1881. Gran Bretaña ocupó Egipto en 1882. Los
otomanos conservaron las provincias asiáticas e incluso aumentaron su poder en
Arabia.
ORIENTE MEDIO
PERSIA
Persia estuvo gobernada por la dinastía Kajar o Kadjar desde 1794 hasta 1925; fue
fundada por Aga Mohamed (1794-1797). Fue sucedido por su sobrino Fath Alí Sha
(1797-1835). Su reinado estuvo caracterizado por la intervención de Persia en los
conflictos europeos; por la rápida infiltración de la influencia extranjera y por el
comienzo de la penetración rusa en Asia Central.
Ya desde 1798 los británicos, para proteger sus intereses en India, indujeron a los
persas a atacar Afganistán, dando así comienzo una serie de guerras para recuperar
sus provincias orientales.
Desde 1804, se producen los primeros enfrentamientos con Rusia por la toma de
Erevan, de la que son expulsados. Una misión francesa llega a Persia en 1806, por la
cual Napoleón ofrecía su ayuda para reconquistar Georgia y para atacar a la India.
Firman el Tratado de Finkenstein (V-1807), por el cual el general francés Gardanne y
70 oficiales reorganizarán y modernizarán el ejército persa. Otras misiones británicas
son enviadas a Persia, que consiguen que la influencia de su país siga siendo la
predominante.
Tras nuevos enfrentamientos con Rusia (1812), se alcanza el tratado de Gulistán, por el
que Persia cedía Derbent, Bakú, Karabagh, y abandonaba sus pretensiones sobre
Georgia, Daguestán, Mingrelia y Abkhasia.
Entre 1821-1823, se produce la última guerra contra Turquía, que finaliza con el
Tratado de Erzerum, el cual no supuso ningún cambio territorial. Surgen nuevas
disputas territoriales contra Rusia (1825-1828), que tras la batalla de Ganja, permite
que los rusos se apoderen de Erevan y Tabriz.
Mohamed Sha (1835-1848) sube al trono ayudado por rusos y británicos. Se confirma
el tratado de Erzerum (límites frontera turco-persa), y se produce un asedio sobre
Herat. Fue sucedido por su hijo Nasr Ed-Din (1848-1896), en su reinado se
emprendieron reformas económicas y militares.
Rusia conquistó el valle del Syr Daria (1849-1854), lo que permite la penetración rusa
hacia Asia Central. Los persas toman Herat en 1856, lo que provoca una guerra contra
los británicos; por el tratado de París de 1857, los persas se ven forzados a evacuar el
territorio afgano y a reconocer la independencia de Afganistán.
A principios del siglo XX, el gobierno persa concede una licencia para la explotación
del petróleo, que será el antecedente para la fundación en 1909 de la “Anglo-Persian
Oil Company.”
En 1907, se produce la Entente anglo-rusa; por la que Rusia reconocía los intereses
preponderantes de Gran Bretaña en el Golfo Pérsico; estando la parte norte de Persia
sometida a la esfera rusa; una franja central quedaría abierta a futuras concesiones en
uno u otro sentido, y por supuesto este acuerdo se hizo sin consultar en absoluto a los
persas.
PENÍNSULA INDOSTÁNICA
Desde principios del siglo XIX, Gran Bretaña era prácticamente dueña de la India. Se
libró de sus adversarios más importantes: Tipu-Sahib de Mysore en 1806 y de la
confederación Maharatta entre 1817-1818, al tiempo que la Compañía Inglesa de las
Indias Orientales consolidaba su autoridad sobre Rajputana, Oudh, Carnatic, Surat.
Los últimos soberanos mogoles de Delhi no conservaban ni siquiera una soberanía
nominal sobre el resto del país. Sólo Assam, el Pendjab y el Sind escaparon a la
fiscalización directa o indirecta de la potencia colonial.
En la India, sólidamente enmarcada por los funcionarios del “Indian Civil Service”, el
inglés sustituyó al persa como lengua oficial. En justicia se aplicó la ley colonial
británica, que fue codificada hacia 1850.
Estas ideas presidieron en 1885, la creación del Congreso Nacional Hindú, este partido
nacionalista y revolucionario fue muy moderado en sus orígenes, pidiendo la
participación hindú en los consejos legislativos británicos y la admisión en puestos
de responsabilidad en el “Indian Civil Service”, pero se obtuvieron escasos
resultados. Tilak, impulsó movimientos más drásticos, señalaba el papel de las masas
populares, a las que se dirigía en periódicos escritos en lenguas vernáculas, insistía en
la importancia de la acción, incluso ilegal, como era los boicot contra las autoridades,
se declaró partidario del hinduismo, criticó duramente el occidentalismo y se opuso a
la moderación que representaba Gokhale. El choque de estas dos políticas opuestas
dio un nuevo impulso al movimiento nacional hindú.
Isabel es declarada mayor de edad con trece años por el partido moderado,
oficialmente el monárquico-constitucional que intenta la estabilización política.
Constituido el Ministerio González Bravo, se produce la disolución de la Milicia
Nacional y la creación de la Guardia Civil.
El partido moderado lo integraban las clases medias ilustradas, las enriquecidas por
la desamortización, la aristocracia latifundista y la burguesía. De acuerdo con sus
intereses, en 1845, se redacta una Nueva Constitución que mantiene gran parte de los
artículos de la de 1837, aunque mucho mas moderada, que deposita la soberanía en la
Corona y las Cortes. Aunque busca el equilibrio entre ambas, en la práctica supone un
aumento del poder real. El Senado se modifica, pero los senadores son elegidos por la
Corona. El tiempo de los diputados se aumenta, pero para ser elegidos se seguía
considerando tener una determinada renta. Unión de Iglesia y Estado, supresión del
control parlamentario de la Hacienda, Ley de Régimen Municipal. La Constitución
rompió el consenso y se convirtió en el instrumento para el control del poder por un
solo partido.
A partir del 48 afloran numerosos problemas en el partido moderado que unidos a los
planteados por la oposición llevan a un desgaste político y Narváez descontento con
sus partidarios se retira constituyendo un duro golpe para los moderados que
nombran a Bravo Murillo. Durante su gabinete se crean nuevos ministerios. Fue el
primer gobierno español que publica las cuentas del Estado. Se fomentaron las obras
públicas, dando un gran impulso a la red de ferrocarriles y a las obras del canal de
Isabel II. Se reanudan las relaciones con la Santa Sede, rotas con Espartero, al firmar el
Concordato de 1851, por el que se reconoce a Isabel II. Nuevo Plan de Enseñanza con
la estatalizacion de las Universidades.
4. LA REVOLUCIÓN DE 1868.
La batalla del Puente de Alcolea (Córdoba) dio la victoria a los sublevados. La reina
huye a Francia y en Madrid se constituye el gobierno provisional.
A partir del 15 de octubre de 1868, Serrano fue reconociendo las diversas libertades
(de enseñanza, de imprenta, de asociación, de reunión pacífica, de residencia, de
cultos) y el derecho de todos los ciudadanos, mayores de 25 años y con derecho de
vecindad (25 % de la población), a la participación política (sufragio universal).
Sobre estas bases, el Gobierno llevó a cabo algo jamás intentado hasta aquel momento
en España, la convocatoria de elecciones por sufragio universal con el fin de designar
los diputados de la única cámara de que debían componerse las Cortes
Constituyentes. Una vez reunidas, tras una intensa campaña electoral (resultaron
victoriosos los monárquicos progresistas, seguidos de los monárquicos unionistas y
de los demócratas federales -fracción ésta del Partido Demócrata-), aprobaron una
nueva Constitución.
Prim, como jefe de gobierno de la Regencia, intentará por todos los medios que el
candidato elegido sea bien visto por todos los partidos políticos españoles e incluso
por las potencias europeas (el apoyo por parte de Prusia al candidato Leopoldo de
Hohenzollern provocará el rechazo de Francia y será el detonante de la guerra franco-
prusiana en 1870, con la consiguiente caída de Napoleón III).
Por una u otra razón fueron rechazadas a lo largo de un año hasta 13 candidaturas al
menos. Y, al cabo, la elección recayó en la persona de Amadeo de Saboya (hijo de
Víctor Manuel II de Italia), por el prestigio de la casa de Saboya al haber realizado la
unificación italiana y, sobre todo, porque era el candidato de Prim. Por primera vez,
España cuenta con una monarquía “popular” ya que es el pueblo soberano quien elige
al monarca frente a la monarquía borbónica que se apoya en la tradición.
El republicanismo esta dividido entre los que quieren una Republica unitaria (único
gobierno para todo el país) y los que desean la Republica federal (Estados autónomos
que se ponen de acuerdo para crear un Estado de rango superior, como Estados
Unidos)
31
Constitución de 1873= non nata. Recoge los principios en los que se basaría si hubiese triunfado el
republicanismo federal: España se divide en 17 estados incluidos Cuba y Puerto Rico. Declaración de
derechos que casi coincide con la Constitución de 1869. diferencias entre Iglesia y Estado. Libertad de
culto. Prohibía la dotación del clero.
clases sociales y sobre todo entre los jefes y oficiales del ejercito, a los que se obligaba a
combatir contra los carlistas y cantonalistas.
Bibliografia:
1. ISABEL II (1843-1868).
Su jefe, el general Narváez, llevó a cabo con mano firme una política de estabilidad. Su política
se caracterizó por la centralización y unificación del aparato administrativo del Estado:
o se creó la Guardia Civil como fuerza armada del gobierno para garantizar la ley y el
orden;
o se reformó la Hacienda...
Moderado que, unidos a los planteados por la oposición, acabarían por desgastarlo e
inutilizarlo como fuerza política.
Entre estos problemas, el primero serio se planteó cuando Narváez, disconforme con la
displicente actitud de sus partidarios, decidió retirarse. Ello constituyó un duro golpe para el
moderantismo que, no obstante, trató de capearlo concediendo las riendas del gobierno a otro
moderado ilustre, Bravo Murillo (1851). Sin embargo, si éste como administrador llevó a cabo
la labor más relevante de su época (fue el primer gobierno español que publicó las cuentas del
Estado y dio un impulso extraordinario a la red de ferrocarriles y a las obras del canal de
Isabel II) y como político logró reanudar las relaciones con la Santa Sede, que habían quedado
rotas con Espartero (Concordato de 1851), fracasó de modo rotundo al intentar imponer un
régimen autoritario. A su caída (1852), su partido se halló
tremendamente desgastado, a la par que muy desprestigiado entre
sus adversarios, también por la salida a la luz pública de algunos
escándalos financieros.
Pero si con el cambio político pudo salvarse la Corona, lo cierto es que el país vio incrementar
sus problemas con la llegada al poder del progresismo, tan dividido como su antagonista. No
sólo dejó sin resolver el problema económico, sino que agravó el problema político-social con la
desamortización de los bienes comunales (desamortización de Madoz, 1855) y las medidas
anticlericales, que de inmediato supusieron la ruptura, otra vez, del Concordato de 1851 y las
relaciones con Roma. De ahí que tras la crisis de 1855-56, en la que fueron frecuentes los
motines y alteraciones del orden (Barcelona, Andalucía y Cuenca del Duero), Espartero se
viera obligado a dimitir.
No es de extrañar por ello que muy pronto, tras un bienio tan sólo de
mantenimiento (1856-58), el viejo sistema moderado se viese obligado a ceder también ante el
empuje de la Unión Liberal, partido de centro que se había ido formando, a instancias de
O’Donell, con gentes descontentas pero templadas de los dos viejos partidos históricos (los
progresistas de Espartero y los moderados de Narváez).
La época de la Unión Liberal (1858-1863) fue la más estable de la España constitucional, por
varios factores:
Pese a todas estas positivas realizaciones, ya desde muy pronto pudo advertirse que la Unión
Liberal no lograría sobrevivir a la caída de su líder. Por ello, cuando O’Donell cayó en 1863, el
partido se vino abajo. Tras la dimisión de O’Donell, la reina podía haber ofrecido nuevamente el
poder a los progresistas, asegurando así una dinámica bipartidista, al estilo de la británica que
tan buenos resultados estaba dando. En lugar de eso, volvió a llamar a Narváez. Su actitud
frustró la consolidación del liberalismo en España.
El partido progresista, viéndose marginado en la vida política tanto por la postura de la reina
como por el funcionamiento de las elecciones, optó por la abstención. Paralelamente, se
produjo en su seno un relevo generacional. La vieja guardia fue sustituida por nuevos políticos
entre los que pronto descolló Práxedes Mateo Sagasta. También se produjo el relevo de los
militares: a Espartero le sucedió el general Prim, avalado por sus éxitos en Marruecos y en
Méjico.
34
Estos últimos eran figuras de la intelectualidad española -Castelar, Pi y Margall...-, que coincidían sólo
con los progresistas en la necesidad de una revolución que restableciese una auténtica soberanía
nacional, pero preconizaban la república como única forma lógica de gobierno, prescindían de todo
contacto con la Iglesia y en la cuestión social, sin renunciar a un liberalismo doctrinario, mantenían
contacto con las nuevas doctrinas del socialismo
común sentir de las Cortes Constituyentes) y, como sistema representativo, las Cortes
bicamerales (con un Senado que debería en su momento ser elegido por las provincias),
elegidas por medio del sufragio universal masculino. Esta Constitución contiene una
declaración de derechos y libertades, triunfando la idea de libertad de cultos y la soberanía
nacional. Al proclamarse como forma de gobierno la monarquía, las propias Cortes, en
consecuencia, hubieron de nombrar una Regencia, cuya presidencia recayó en Serrano, el cual
nombró a Prim como Jefe de Gobierno.
La Regencia de Serrano tiene como tarea primordial la búsqueda de un monarca para el trono
español, lo que produce la división entre el grupo de monárquicos, ya que mientras unos
apoyan la candidatura del rey de Portugal (Fernando Coburgo), otros apoyan la candidatura
del duque de Montpensier (el cuñado de Isabel II), mientras que los demócratas tienen como
candidato a Amadeo de Saboya.
Prim, como jefe de gobierno de la Regencia, intentará por todos los medios que el candidato
elegido sea bien visto por todos los partidos políticos españoles e incluso por las potencias
europeas (? el apoyo por parte de Prusia al candidato Leopoldo de Hohenzollern provocará el
rechazo de Francia y será el detonante de la guerra franco-prusiana en 1870, con la consiguiente
caída de Napoleón III).
Por una u otra razón fueron rechazadas a lo largo de un año hasta 13 candidaturas al menos. Y,
al cabo, la elección recayó en la persona de Amadeo de Saboya (hijo de Víctor Manuel II de
Italia), por el prestigio de la casa de Saboya al haber realizado la unificación italiana y, sobre
todo, porque era el candidato de Prim. Por primera vez, España cuenta con una monarquía
“popular” ya que es el pueblo soberano quien elige al monarca frente a la monarquía
borbónica que se apoya en la tradición.
Mientras tanto, los carlistas se habían alzado en armas de nuevo (tercera guerra carlista, 1872) y
crecía el sentimiento republicano en el pueblo, a lo que hay que añadir la rivalidad entre Ruiz
Zorrilla y Sagasta, que debilitaba todavía más los pilares sobre los que descansaba la
monarquía recién instaurada.
Amadeo I comprendió que no podría reinar constitucionalmente sobre aquel volcán político
que era España y renunció al trono el 11 de febrero de 1873, poco más de dos años después de
haber sido proclamado rey por las Cortes españolas.
La situación se agravó por la virulencia que por esas mismas fechas adquirió otra vez en el
norte la guerra carlista. Ampliamente superado por la situación y, probablemente, también
muy impresionado por la equivocada interpretación que los españoles acababan de hacer de su
propia doctrina federal, Pi i Margall dimitió a los pocos días de haberse hecho cargo del poder.
Esta concepción radical del federalismo republicano pondrá sobre el tapete la existencia física
de España como nación.
El caos político provocado dio lugar a dos tipos de reacción: una militar y otra política, ambas
tendentes a la unidad del país.
hora de ratificar las varias condenas a muerte que resultaron para los cantonalistas, el
presidente se negó a hacerlo (era enemigo de la pena capital). En consecuencia, presentó su
dimisión, siendo sustituido por Emilio Castelar.
Sin embargo, la rebelión carlista no había podido ser sofocada y los propios republicanos
están multidivididos. Cuando el 2 de enero de 1874 se reunieron las Cortes, una votación
adversa derribaba a Castelar de la jefatura del Estado. A continuación, las Cortes intentaron
elegir a Eduardo Palanca como quinto presidente. Pero esta última elección no pudo llevarse a
efecto por el golpe de estado de Pavía, capitán general de Madrid, que ocupó militarmente el
Congreso, expulsando a los representantes de la nación.
En adelante, el Poder Ejecutivo republicano, por deseo expreso de los capitanes generales reunidos
en Madrid, pasó a manos del general Serrano, iniciándose de este modo el Régimen de la
Interinidad.
Durante esta fase de algo menos de un año, Serrano ejerció una curiosa especie de dictadura:
suspendió las garantías constitucionales disolviendo inmediatamente las Cortes y organizó un
Gobierno provisional, con el nombramiento de un gobernador general (Zabala), que prosiguió
la liquidación del cantón de Cartagena (ocupado finalmente el 13 de enero por el general
López Domínguez) y la guerra carlista (que sin embargo no sería concluida hasta 1876).
Durante la República, se había ido formando un partido restaurador que veía en la persona de
Alfonso (hijo de Isabel II) la restauración de la monarquía borbónica, dirigido por Canovas del
Castillo. El partido “alfonsino” comenzó a tener un enorme arraigo en todas las clases sociales
a las que la anarquía hacía la vida imposible y, sobre todo, entre los jefes y oficiales del
Ejército, a los cuales se obligaba a combatir contra los carlistas y los cantonalistas.
Con los movimientos revolucionarios de 1848 se cierra el ciclo abierto en 1820 debido
a una inadecuación entre el orden político impuesto en 1815 en el congreso de Viena
y la expansión continuada del liberalismo político, económico y de los cambios
sociales que estaba produciendo el crecimiento industrial. Las dos décadas siguientes
constituyen la etapa de predominio de la corriente de pensamiento positivista y el
auge de la tendencia del realismo en las artes y en la literatura. A partir de los 80
aparece el naturalismo como derivación extrema de la corriente naturalista y entra en
crisi la filosofía positivista, si bien su influencia perdura hasta la IGM y en cierto modo
hasta nuestros días.
En las décadas centrales del XIX tuvieron lugar acontecimientos políticos significativos
y de gran trascendencia en Italia, Alemania, liberación de los siervos en Rusia, Guerra
Civil en los EEUU. Paralelamente se publican el Ensayo sobre el principio de la
población de Malthus, la Constitución inglesa de Walter Bagelot, El Origen de la
especies de Darwin, Sobre la libertad y la servidumbre de la mujer de Stuart Mill o El
Capital, de Marx.
Una de las características fundamentales de esa época fue la vinculación entre las
innovaciones tecnológicas, el avance de la ciencia y el desarrollo de la industria. Se
producen avances espectaculares en Quimica, Astronomía, Matemáticas, Física o
Medicina (Pasteur, antirrábica 1855), Maxwell desarrolla matemáticamente las leyes
del electromagnetismo y Mendel descubrió las leyes de la herencia, completando el
camino que había tenido un hito fundamental en Darwin.
Sus representantes más destacados son Augusto Comte en Francia, Herbert Spencer y
John Stuart Milli en Inglaterra, Haeckel en Alemania y Ardigó en Italia. Quizás el
más destacado sea Stuart Mill, con el perfil del clásico liberal convencido de que había
que propiciar el desarrollo pleno de las capacidades individuales en lo que tenían de
más noble y sobre la base del respeto hacia los límites de
las libertades de los demás. Su arraigado liberalismo le
llevo a defender la libertad de pensamiento y de
palabra, de los marginados dentro del sistema social , así
los derechos de la mujer. En su famoso ensayo Sobre la
servidumbre de la mujer (1861), escrito en colaboración
con su esposa. En el mismo consideró errónea la
subordinación de un sexo a otro y las supuestas
diferencias intelectuales entre el hombre y la mujer en
función de sus distinta fisiología y psicología. Considera
que ambos presentan las mismas potencialidades. Era
evidente lo inaceptable de sus ideas para muchos de sus
contemporáneos, pero a Stuart Miil le cabe el ser uno de los pioneros en la lucha por
la emancipación femenina.
Pero junto a este reflejo fiel de las costumbres y formas de vida, la novela realista
encierra una fuerte carga de psicologismo y sentimentalismo. Stendhal, Gerge Sand,
Flaubert en Francia, o Dickens, Thackeray, Trollope o George Eliot (Mary Ann
Evans) en Inglaterra; recogen estos aspectos señalados. No se puede olvidar la
originalidad de la narrativa risa, con autores de la talla de Dostoievski o Tölstoi. Esta
misma originalidad se daría en el ámbito de la música, con la creación en S an
Petersburgo del “grupo de los cinco”, a los que hay que unir la figura del solitario
Tchaikovski.
En torno a 1880 empezó a tomar forma la corriente Naturalista, que bebió sus fuentes
especialmente de Herbert Spencer, quien influenciado por el paleontólogo Lamarck,
creía en la transmisión de las características adquiridas, junto a la consideración de
un orden natural y social en el que sólo podían sobrevivir los más aptos. Emile Zola
fue el representante más destacado del naturalismo literario.
En los últimos años del siglo XIX se empezaron a detectar los síntomas de la crisis de
este mundo construido por una burguesía capitalista que en continuo proceso de
enriquecimiento, se había lanzado a la aventura imperialista ante la necesidad de
encontrar nuevas materias primas para el desarrollo de sus industrias y nuevos
mercados para la venta de sus productos manufacturados. Se había desencadenado
un proceso que llevaría a los europeos a un callejón sin salida. Mientras tanto, este
“fastasma” que desde mediados de siglo recorría Europa, mostraba unos perfiles muy
nítidos y amenazantes en estos años finiseculares.
Las condiciones materiales y sociales del proletariado eran extremadamente duras, porque a lo
prolongado de su jornada laboral se añadía la insalubridad del lugar de trabajo, falta de
seguridad en el mismo, alojamientos lúgubres, alimentación deficiente y explotación de
mujeres y niños (El trabajo de niños y niñas en talleres, fábricas y minas, donde a menudo
realizaban un trabajo excesivo para su edad, perjudicaba gravemente su salud y, además,
recibían un salario muy inferior al de los adultos). La escasa intervención del Estado para paliar
esa situación hace que los comienzos del movimiento obrero fueran de carácter violento,
destruyendo las máquinas.
La reacción contra la injusta situación en que vivían los trabajadores inspiró a una serie de
pensadores las primeras críticas teóricas del sistema capitalista, y diversas alternativas para
evitar las desigualdades sociales y construir una sociedad justa. A estos reformadores sociales
se les conoce como socialistas utópicos, a causa del carácter idealista de las soluciones que
preconizaron.
Este grupo de hombres dio cuerpo a lo que puede definirse como la fase inicial de la evolución
del pensamiento socialista; sus planteamientos no se limitaron a una crítica de la realidad
existente sino que se adentraron también en la descripción de un sistema social que ellos
pretendían perfecto. Sin embargo, y aunque influyeron notablemente en las ideas de muchos
pensadores posteriores, sus teorías han pasado a la historia más por su costado romántico que
realista. Fue en Francia donde se desarrolló el socialismo utópico. Destacan, entre otros,
En los inicios del movimiento obrero, la situación era muy desfavorable para los trabajadores.
Una legislación de carácter antiobrero prohibía la constitución de asociaciones de
trabajadores, pues se consideraban que atentaban contra el principio de libertad en la
contratación y en las relaciones laborales. Por tanto, la reivindicación obrera básica en esta
etapa inicial fue el reconocimiento legal del derecho de asociación. Para paliar la falta de
seguridad social, los trabajadores empezaron a crear sociedades de socorros mutuos, con
objeto de hacer frente al paro, las enfermedades y los accidentes laborales.
Fue en Inglaterra donde tomaron forma las primeras organizaciones obreras. En 1825 se
derogaron las leyes antiasociativas, lo que permitió el desarrollo de las Trade Unions, que
reúnen a una élite de obreros especializados con el fin de obtener mejoras salariales y,
mediante una cuota de afiliación, ayudar a sus compañeros en caso de huelga. Los obreros
alemanes actúan igual que los ingleses, mientras que los franceses tendrán que esperar el
derecho de asociación para poder organizarse, conseguido durante el II Imperio.
También fue en Inglaterra donde tuvo lugar un primer intento de crear un partido político
obrero. La decepción de las masas obreras por la insuficiente apertura que supone la Ley
electoral de 1832 provoca el nacimiento del movimiento cartista. En torno a la “Carta del
Pueblo” de 1838, un documento que formulaba una serie de reivindicaciones básicas, tanto de
carácter laboral como político (sufragio universal masculino, democracia política...), se
aglutinó este movimiento político, que consiguió la jornada de 10 horas (1847), pero que acabó
disolviéndose.
3. LAS IDEOLOGÍAS.
Las dos ideologías que más influencia ejercieron en la evolución del movimiento obrero fueron
el anarquismo y el marxismo.
3.1. Anarquismo.
No aceptaban ningún tipo de Estado, ni siquiera controlado por los trabajadores, como el que
propugnaban los marxistas, pues consideraban que el Estado atenta directamente contra la
libertad y es en si mismo opresor. Por lo tanto, su objetivo era la destrucción del Estado por
los trabajadores, pero no a través de la acción política, sino mediante la huelga general
revolucionaria (la acción directa ejercida por sindicatos, asociaciones culturales y
cooperativas), que se convirtió en una de las ideas clave del pensamiento anarquista. La
influencia del anarquismo en el movimiento obrero fue muy importante, ya que contribuyó al
surgimiento del sindicalismo revolucionario y a la adopción de actitudes apolíticas por
amplios sectores del proletariado.
Marxismo.
Pocas personas han tenido una influencia tan determinante en la evolución del mundo
contemporáneo como Karl Marx. En el “Manifiesto Comunista” (1848) Marx y su amigo y
colaborador Friedrich Engels plantearon una visión materialista de la historia, que concibieron
como una lucha de clases entre opresores y oprimidos. En su obra fundamental “El capital”,
Marx analizó críticamente el sistema capitalista, enunciando el concepto clave de la plusvalía,
es decir, la apropiación por el capitalista de los beneficios producidos por el trabajador.
Para acabar con la explotación capitalista, el marxismo considera la necesaria conquista del
poder político por los trabajadores, que instaurarán la dictadura del proletariado y
socializarán la propiedad para avanzar, de esta manera, hacia una nueva sociedad sin clases,
explotadores ni explotados: la sociedad comunista. Estas doctrinas tuvieron una amplia
difusión entre las sociedades industrializadas y cristalizaron en la constitución de varios
partidos socialistas.
La toma de conciencia de los problemas comunes que afligían al proletariado en todas las
naciones industriales suscita la necesidad de una organización que encauce la movilización
del obrerismo europeo.
Marx redacta sus principales documentos y poco a poco comienzan a afiliarse los trabajadores.
La I Internacional proclama que la emancipación de los trabajadores debía ser obra de ellos
mismos, y representó un paso muy importante en la toma de conciencia de la clase obrera,
hasta llegar a considerar que los problemas y objetivos del proletariado eran comunes,
pasando por encima de las diversas nacionalidades.
Sin embargo, el desarrollo de la I Internacional se vio afectado por las graves disensiones
entre los partidarios de la acción política de los trabajadores (Marx) y los partidarios de
Bakunin, los bakuninistas, que se oponían a aquélla. La polémica se zanjó con la expulsión de
los bakuninistas en el Congreso de La Haya (1872). Esta expulsión, unida al estallido de la
guerra franco-prusiana de 1870 y a la represión provocada por los sucesos de la Comuna de
París, hirieron de muerte a la I Internacional, que se disolvió en 1876.
Finalmente, en 1889 se formó en París la II Internacional, que agrupó los diferentes partidos
socialistas. La II Internacional tendrá que dirimir sus enfrentamientos, por una parte, entre
anarquistas y socialistas sobre la forma de llevar la lucha de la clase obrera (por medio del
sindicalismo o por medio de los partidos socialistas) y, por otra, entre los socialistas que
desean la independencia de los sindicatos frente a los partidos políticos.
Sin embargo, la petición -no escuchada- por parte de la Internacional de no intervención del
proletariado mundial en la Primera Guerra Mundial paralizó su funcionamiento, que se vio
afectado posteriormente, por la Revolución rusa y por la creación de partidos comunistas, que
se agruparon en la III Internacional (1919).
La reacción contra la injusta situación en que vivían los trabajadores inspiró a una
serie de pensadores las primeras críticas teóricas del sistema capitalista, y diversas
alternativas para evitar las desigualdades sociales y construir una sociedad justa. A
estos reformadores sociales se les conoce como socialistas utópicos, a causa del
carácter idealista de las soluciones que preconizaron. Este grupo de hombres dio
cuerpo a lo que puede definirse como la fase inicial de la evolución del pensamiento
socialista; sus planteamientos no se limitaron a una crítica de la realidad existente
sino que se adentraron también en la descripción de un sistema social que ellos
pretendían perfecto. Sin embargo, y aunque influyeron notablemente en las ideas de
muchos pensadores posteriores, sus teorías han pasado a la historia más por su costado
romántico que realista.
35
El trabajo de niños y niñas en talleres, fábricas y minas, donde a menudo realizaban un
trabajo excesivo para su edad, perjudicaba gravemente su salud y, además, recibían un salario
muy inferior al de los adultos.
En los inicios del movimiento obrero, la situación era muy desfavorable para los
trabajadores. Una legislación de carácter antiobrero prohibía la constitución de
asociaciones de trabajadores, pues se consideraban que atentaban contra el
principio de libertad en la contratación y en las relaciones laborales. Por tanto, la
reivindicación obrera básica en esta etapa inicial fue el reconocimiento legal del
derecho de asociación. Para paliar la falta de seguridad social, los trabajadores
empezaron a crear sociedades de socorros mutuos, con objeto de hacer frente al
paro, las enfermedades y los accidentes laborales.
Fue en Inglaterra donde tomaron forma las primeras organizaciones obreras. En 1825
se derogaron las leyes antiasociativas, lo que permitió el desarrollo de las Trade
Unions, que reúnen a una élite de obreros especializados con el fin de obtener mejoras
salariales y, mediante una cuota de afiliación, ayudar a sus compañeros en caso de
huelga. Los obreros alemanes actúan igual que los ingleses, mientras que los
franceses tendrán que esperar el derecho de asociación para poder organizarse,
conseguido durante el II Imperio.
También fue en Inglaterra donde tuvo lugar un primer intento de crear un partido
político obrero. La decepción de las masas obreras por la insuficiente apertura que
supone la Ley electoral de 1832 provoca el nacimiento del movimiento cartista. En
torno a la “Carta del Pueblo” de 1838, un documento que formulaba una serie de
reivindicaciones básicas, tanto de carácter laboral como político (sufragio universal
masculino, democracia política...), se aglutinó este movimiento político, que consiguió
la jornada de 10 horas (1847), pero que acabó disolviéndose.
Disturbios cartistas
Sus dirigentes trataron en numerosas ocasiones de que sus peticiones fueran atendidas. En julio
de 1839, Thomas Attwood, diputado por Birmingham y jefe del partido Unión Política de
Birmingham, presentó una petición con 1.200.000 firmas
al Parlamento que no fue aceptada. Entonces se originó
una división entre los tres dirigentes del movimiento:
Lovett (moderado), O´Brien (que interpretaba la Carta
como el medio para llevar a cabo una revolución social)
y el irlandés Feargus O´Connor, (uno de sus más
fervorosos defensores, aunque en 1842 se retiró de la
Carta original y persiguió un concépto utópico de
reforma social agrícola).
Tras muchas discusiones entre los tres, se llegó a la conclusión de que era necesaria una huelga
general, propuesta que no se llevó a cabo finalmente, aunque sí hubo estallidos de violencia
esporádicos, como por ejemplo, el ocurrido en Newport en 1839.
Aunque los cartistas no consiguieron sus objetivos, obtuvieron éxitos parciales, como la reducción de la
jornada laboral a 12 horas, después a 10 y sobre todo mostraron la concienciación de los trabajadores en
torno a objetivos políticos. Algunos vestigios del Cartismo sobrevivieron hasta el año 1858, aunque ya no
tuvo más importancia política.
3. IDEOLOGÍAS
Las dos ideologías que más influencia ejercieron en la evolución del movimiento
obrero fueron el anarquismo y el marxismo.
3.1. Anarquismo.
defensa del individualismo se compagina con una actitud solidaria y una práctica
de la ayuda mutua. Los obreros deberían ser autodidactas que se preocuparan de
su formación personal). No aceptaban ningún tipo de Estado, ni siquiera
controlado por los trabajadores, como el que propugnaban los marxistas, pues
consideraban que el Estado atenta directamente contra la libertad y es en si mismo
opresor. Por lo tanto, su objetivo era la destrucción del Estado por los trabajadores,
pero no a través de la acción política, sino mediante la huelga general
revolucionaria (la acción directa ejercida por sindicatos, asociaciones culturales y
cooperativas), que se convirtió en una de las ideas clave del pensamiento
anarquista. La influencia del anarquismo en el movimiento obrero fue muy
importante, ya que contribuyó al surgimiento del sindicalismo revolucionario y a
la adopción de actitudes apolíticas por amplios sectores del proletariado.
Aunque Proudhon tendrá gran influencia en el sindicalismo francés, sin embargo, no organizó
ningún movimiento de masas.
Bakunin fundará en 1868 la Alianza Internacional de la Democracia Socialista que, unida por
un tiempo a la I Internacional, tendrá luego vida propia y que casi desaparece después de la
represión que seguirá a la Comuna de París. Posteriormente, al separarse definitivamente de
las internacionales socialistas, Bakunin fundó la Federación Jurasiana, que aglutinó a buena
parte de los anarquistas de los años finales del siglo XIX. Por último, el anarquismo se organizó
en centrales sindicales, dando lugar al anarco-sindicalismo que tuvo mucha fuerza en los
países latinos, especialmente España.
3.2. Marxismo.
Pocas personas han tenido una influencia tan determinante en la evolución del
mundo contemporáneo como Karl Marx. En el “Manifiesto Comunista” (1848)
Marx y su amigo y colaborador Friedrich Engels plantearon una visión materialista
de la historia, que concibieron como una lucha de clases entre opresores y
oprimidos. En su obra fundamental “El capital”, Marx analizó críticamente el
sistema capitalista, enunciando el concepto clave de la plusvalía, es decir, la
apropiación por el capitalista de los beneficios producidos por el trabajador. Para
acabar con la explotación capitalista, el marxismo considera la necesaria conquista
del poder político por los trabajadores, que instaurarán la dictadura del
proletariado y socializará la propiedad para avanzar, de esta manera, hacia una
nueva sociedad sin clases, explotadores ni explotados: la sociedad comunista. Estas
doctrinas tuvieron una amplia difusión entre las sociedades industrializadas y
cristalizaron en la constitución de varios partidos socialistas.
Marx dio coherencia a la idea de que el proceso histórico forma parte del engranaje
socio-económico e interpretó, con detalle, el sistema capitalista, lo que constituye la
base de su teoría económica.
La "mano invisible" del mercado sería, según Marx, la propia asesina del capitalismo,
pero como la muerte tardaría quizás generaciones en llegar era preferible acelerar el
proceso mediante la revolución.
En otras palabras, los empresarios se verían obligados a reducir los sueldos de los
trabajadores y a producir en mayor cantidad para abaratar costes debido a la
competencia en el mercado. Menor salario llevaría a menor consumo, aunque se
fabricarían más productos.
Las crisis de sobreproducción darían lugar al paro y al cierre de empresas, cada vez en
mayor número, hasta la desaparición del sistema. La contradicción básica del
capitalismo serían la propiedad privada y el mercado, que determinarían la
explotación de los trabajadores. Así, al tiempo que edifican el capitalismo, lo
conducen a su destrucción.
Los capitalistas cada vez serían menos aunque más ricos; por el contrario, el
proletariado más pobre y más numeroso. En este momento, la revolución social
actuará acelerando el fin del proceso capitalista. Marx propone, para ello, la
organización de la clase obrera en lucha sindical y política.
La puesta en acción de sus ideas inspiró a buena parte de las corrientes del movimiento
obrero.
Enseguida surgieron escisiones entre los seguidores de Marx, que fundamentalmente se
pueden agrupar en dos tendencias: el "marxismo ortodoxo" y el "revisionismo".
Además de Engels, que dirige el movimiento marxista en su línea más purista hasta su muerte
en 1895, representan esta tendencia Most en Alemania, Ferri y Labriola en Italia, Guesde y
Lafargue en Francia (aunque pronto abandonan la ortodoxia). A pesar de que la fidelidad a
Marx no es absoluta, se pueden situar en esta corriente al checo Karl Kautsky y a la alemana
Rosa Luxemburg, que señalan la transición al leninismo.
El estallido de la Comuna de París en 1871, supuso un duro golpe para la AIT, aunque ésta
apenas participó en su organización. El Gobierno francés y otros europeos, utilizaron la
Comuna como pretexto para perseguir a los miembros de la AIT, lo que impidió que el
Congreso anual se reuniese hasta finales de 1872.
Para evitar este problema, Marx lleva la central de la AIT a EE.UU. En el Congreso de
Filadelfia (1876) se decreta la suspensión de la I Internacional, que así desaparecerá
jurídicamente aunque, de hecho, dejó de ser operativa en 1872.
Dentro del periodo de la I Internacional hay que situar, en 1871, "La Comuna de París". La
influencia de la Comuna en la I Internacional fue negativa, pues el terror provocará la represión
del obrerismo, tanto en Francia como en otros países, aunque no debe olvidarse que la AIT se
disuelve, en última instancia, por los enfrentamientos internos.
El hecho de que la AIT dejase de tener operatividad, y aun desapareciera desde 1876, no
significa que el movimiento obrero no existiese entre 1872 y 1889; por el contrario, en diversos
países aparecieron partidos socialistas (los dominantes serán el francés, inglés y alemán),
cuyas formas de lucha se parecían en los diversos países de Europa, especialmente por el uso de
la huelga. Los dirigentes de esos partidos deseaban unirse en una organización que reflejara
el sentir de los diversos partidos (en camino inverso que la I Internacional, puesto que las
secciones recogían el sentir del Consejo General).
Por otra parte, en el mundo occidental, especialmente en los países industrializados, se va a dar
un fuerte desarrollo del capitalismo que, lejos de debilitarse, se hará más fuerte y producirá
una mayor riqueza general, lo que, como ya hemos visto, redundará en una mejora sensible de
las condiciones de vida de gran parte de la clase obrera. Este período dará lugar a la
intensificación de la lucha obrera, pero también al revisionismo de las doctrinas de Marx.
La II Internacional nace en 1889 como deseo de unir a los distintos partidos en una
organización que orientase las actividades a escala internacional. Su base fue desde el principio
marxista y los anarquistas quedaron prácticamente excluidos. La sede se instaló en Bruselas y
estaba compuesta por los partidos socialistas ya existentes. El hecho de que existiera una
organización central no significa centralismo; por el contrario, esta Internacional se caracteriza
por la autonomía de los grupos nacionales; la finalidad de este organismo era asegurar que las
distintas federaciones se relacionasen entre sí, a través de Congresos periódicos que daban
una serie de orientaciones indicativas no vinculantes.
En el primer Congreso se decidió instaurar el 1 de Mayo como fiesta anual del trabajo, así
como reivindicar la jornada laboral de ocho horas y suprimir el horario nocturno. Los
anarquistas asistieron -sin ser invitados- a las salas donde se celebraba el Congreso, de las que
se les expulsó violentamente (pocos años después, en el Congreso de 1906, fueron condenados
por su antiparlamentarismo y por la utilización del terrorismo).
Bernstein, que tuvo su propia "Historia Intelectual" dentro del contexto de su época, , negaba
la teoría marxista de la progresiva acumulación del capital en manos de unos pocos
capitalistas y la progresiva miseria del proletariado. Opinaba que era vana la esperanza del
mundo proletario en el hundimiento del capitalismo. Propugnaba, como único camino para
llegar al socialismo, la acción sindical -no revolucionaria- y aspiraba al socialismo a través de
progresivas reformas del capitalismo.