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Attitude - E.C. Sheedy
Attitude - E.C. Sheedy
2
Índice
Staff
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5 3
Capítulo 6
Sobre la autora
Agradecimientos
Staff
Moderadoras de traducción
Viqijb & Gaz
Traductoras
Celemg Nina Carter
Vale ¥anli
MaryJane♥ TsuParthenopadeus
Viqijb
Moderadora de corrección 4
Meellc
Correctoras
Carola Shaw Leeconemi
*elis* tamis11
Pachi15 Gaz
Revisión Final
Carolyn
Diseño
Lectora
Sinopsis
T
antos hombres... Tantos errores. Una joven mujer sale para mejorar
sus probabilidades.
5
Capítulo 1
Traducido por *Celemg* & ¥anli
Corregido por *elis* & Leeconemi
P
recarios tacones altos, minifalda cadera-jinete, top tubo de satén
blanco, más como una curita que algo que realmente la tapara, y
gigantescos aros dorados en un set de tres piezas por oreja.
Hmm...
Perfecto.
Casi.
Hecho.
No podía esperar.
***
Ginger sabía que él, junto con cada hombre en la habitación, la había
visto al segundo que caminó dentro del exclusivo restaurante. Una audiencia.
Justo lo que quería. Para pararlos, colocó su mano en su cadera, recorrió la
habitación con una audaz sonrisa. Finalmente, estableció su mirada en el 7
misterioso y guapo hombre sentado en la mejor mesa de la habitación.
Y su cita.
Perfecto.
—¡Jes… Ginger!
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Antes de que pudiera ponerse de pie, le tiró la cena de su novia en la
cabeza.
—Ese es el problema, Trace. Era un gusano, y caí por él. No dice mucho
para mi opinión.
—Cierto. Sólo que yo cometí un millón más que el resto de mi sexo. —Se
levantó del sofá, tiró su minifalda hacia abajo, tristemente confusa—. ¿Qué soy,
de todas formas? ¿Alguna superficial incompleta mujer, sentenciada a caer por
perdedores y pedazos de sin-cerebro? ¿Algún tipo de chica idiota?
—¿Pero...?
—Eres un poco impulsiva una y otra vez. Tú sabes. Una tonta corriendo
donde los ángeles temen pisar.
—No, eso no era lo que trataba de decir. —Puso su tasa sobre la mesa de
café—. Tú sólo eres... impulsiva a veces, o quizás valiente. No lo sé. Tu corazón es
como la liebre y tu cabeza como la tortuga. —Arrugó la nariz como si la mala
analogía causara una obstrucción—. Oh, tú sabes lo que quiero decir.
—Sí, lo sé, y odio eso, lo odio. —Mala analogía o no, Trace estaba muerta.
Ginger caminó. Caminó un poco más—. Y me estoy enfermando y cansando de
ser del tipo de persona carro-delante-de-los-caballos. Tengo veinticuatro años.
Debería saberlo mejor.
—Pero tienes razón. Y eso tiene que parar. No más carreras. No más
chicos. Lo que necesito es... virginalizarme.
—¿Disculpa?
—Me haces sonar como una adicta al sexo. —Ahora Ginger estaba
seriamente perturbada. Quizás lo era. No—. Todavía no he hecho mi camino a
través del equipo de béisbol.
—Ni siquiera cerca, pero vas a caer del vagón del celibato de vez en
cuando. Y sales mucho. Demonios, el teléfono nunca para de sonar por aquí.
—Un poco, uh, ostentosa, pero esa eres sólo tú, Ginger. Es quien eres.
¿Ostentosa?
—¿Desorientador?
—Sumemos a eso mi truco de caer por caras guapas con perfectas sonrisas
de comerciales de chicles, y aparece un perdedor todo el tiempo.
—¡Ginger!
—No la ropa, por favor —suplicó Tracy—, eres la única mujer que conozco
que usa su ropa como arma. No creo poder hacer otra de tus cruzadas de
armario.
—¿Cuál es?
—Un buen chico, uno encantador, que trabaje duro, sea honesto, estable
como un sencillo granjero. Un chico con manos callosas y corazón suave quien
quiera una pareja para siempre como… como un ganso de Canadá.
—Exactamente.
—Hazlo tú misma.
Ella se detuvo, recogió sus tacones altos, colgados de sus dedos, y sonrió.
—Puede, si me pasa con Ginger Cameron. Soy el propietario del Cine Neo,
la nueva sala de cine en la ciudad. Me gustaría hablar con ella acerca de hacer la
promoción de nuestra apertura.
—Ginger está fuera ahora. Algo sobre un nuevo pájaro, pero puedo
programarle una cita con ella.
—¿Pájaro?
Clic.
***
A las tres y veinte Ginger estaba fuera del teatro mirando la marquesina
casi terminada, los toques de la decoración en las anchas puertas delanteras.
Agradable. Quien quiera que este tipo Cal fuera, estaba haciendo un gran trabajo.
Waveside Bay necesitaba una sala de cine, y como un proyecto, sería divertido
trabajar. Más divertido que sus cosas actuales: una franquicia de neumáticos y
una tienda de descuentos de alfombra.
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No es que estuviera divirtiéndose estos días. Era una mujer seria con una
agenda seria, azotando su magullada mente, poniéndola en forma para ser una
buena chica. Había sido una mujer reestructurada durante tres meses: ni citas,
ni tentaciones. Sólo veintiún meses, dos días, y quince horas para irse. Pero oye,
¿quién lo estaba contando?
***
1 El Libro de Kells: también conocido como el Gran Evangeliario de San Columba, es un
manuscrito ilustrado con motivos ornamentales, realizado por monjes celtas hacia el año
800 en Kells, un pueblo de Irlanda.
—¿Cal? —llamó Ellie en la oscuridad de la sala poco iluminada—. ¿Estás
ahí?
—¿Sí? —Cal luchó con el sillón defectuoso y lo sacó al pasillo para que el
instalador lo sustituyera, un capricho de un trabajo que no había tenido la
intención de hacer, sobre todo, sin las luces del techo completas.
—Ya voy. —Hizo un par de notas mentales de cosas por hacer, dio media
vuelta y se dirigió por el pasillo hacia su oficina.
—Guíame.
***
En el vestíbulo iluminado, Ginger se giró, componiendo su sonrisa
corporativa, y... se quedó con la boca abierta.
Maldición.
Tentación. Un imán de mujeres si es que alguna vez vio uno.
Oh, no...
Oh, no...
***
Cal trató de apartar la mirada.
Error. Esto tenía que ser una broma. Una mala broma.
Ginger Cameron era la mujer más insulsa que había visto nunca, y estaba
envuelta en suficiente tela de color beige para decorar las ventanas de una nueva
subdivisión. Su fuerte no eran las mujeres que llevaban un montón de
maquillaje, pero ésta podría utilizar un frasco o dos de algo. Cualquier cosa. ¡Y su
pelo! A excepción de los pequeños rizos que luchaban con la correa y reflejaban la
luz de la puerta abierta, se enroscaban lo suficientemente apretados como para
causar daño cerebral. Interesante color, aunque, al igual que las cejas, una
especie de oro rojizo, y...
Piel genial. Clara. Suave como la crema. Lo que la hacía ¿qué? Inclinó la
cabeza, mirándola fijamente. Muy a principios de los veintitantos. Maldijo
interiormente, primero a Ellie, luego a sí mismo por estar de acuerdo con su
sugerencia y con esta reunión. De ninguna manera podía esta remilgada tener la
experiencia que necesitaba. Estaba abriendo un teatro, por el amor de Dios, no
un maldito convento. Y qué demonios era ese olor que llevaba. Le recordaba a
esas cosas de bolsita de lavanda que su abuela ponía en su armario de la ropa.
Cal se sentó, juntó los dedos y se tocó la barbilla. Si iba a frustrar esas
grandes esperanzas, mejor hacerlo de una vez.
Ella entrecerró los ojos. Tenía su pálida cara de repente no tan pálida, dijo:
—¿Qué parezco?
—No creo…
¿Quién lo hubiera imaginado? Bajo todo ese pelo apretado y metros de tela
yacía el espíritu de un policía de calle. Tal vez el cuerpo de una mujer de verdad.
20
Capítulo 2
Traducido por Vale
Corregido por Carola Shaw
—¿T
racy? ¿Estás en casa? —gritó Ginger, cerró de golpe
la puerta y echó su portafolios y el bolso sobre la silla
más cercana.
—Lo arruiné.
—No puedo imaginar por qué pensaría eso —dijo Tracy secamente—. Has
hecho una imitación tan prominente de la abuela indigente de alguien, y eres tan
maravillosamente... ondeante. —Miró la falda plisada de Ginger, luego bajó.
Olfateó—. Y esos zapatos...
Ginger metió la pierna, rodó el tobillo anclado por una bomba de color
beige moteado.
—Hum.
—¡Trace! 23
—Bien. —Tracy hizo un gesto con la mano como si espantara una mosca
invisible—. Me callo, pero tú eres la que siempre habla de vestirse para el trabajo.
—Me doy por vencida. Así que, vamos, dime qué pasó.
—Piensa. Es importante.
Ginger tomó el pepino en vinagre que Tracy había puesto con su bocadillo,
se quedó mirando la pared y trató de aparentar que recordar a Cal era todo un
desafío.
—¿Quién?
24
Ginger frunció el ceño.
Ginger se calentó por su tema. Podría ser beige, pero no era ciega.
—Eran verdes, Trace. O avellana. Algo por el estilo. —En realidad eran del
color de las ramas de cedro con un toque de brillo de Navidad. Eran hermosos 25
ojos, llenos de preguntas y promesas. Y humor, supuso. Su pecho como que
medio cedió. ¿Había algo mejor que el sexo caliente y la risa? No lo creía.
—Entonces es él. Tiene que serlo. —La voz de Tracy se levantó en emoción.
—¿Quién ? ¿De qué estás hablando? Estoy en una seria ventilación aquí
y…
Ginger miró aún más. Sin duda era él, pero ¿quién era?
—¿Ves las telenovelas? —Ginger estaba fascinada con las telenovelas, pero
con su horario de trabajo, nunca se dio el lujo de conectar con la línea de las
historias, así que en vez de frustrarse a sí misma, las dejó solas.
—Lo sabía. —Ginger se puso muy roja mientras Trace sacudió la cabeza.
¡Pero no esta vez! Sus entrañas, o lo que sea que provocaba el problema
ahí abajo, se vieron seriamente ceñidas. De ninguna forma iba a caminar
penosamente el camino amarillo con otro chico cuya única credencial importante
la ganara en el dormitorio.
—No puedo creer que esté en Waveside. —Los ojos marrones de Tracy se
abrieron en un shock retardado—. Y en realidad hablé con él cuando concerté la
cita. —Se veía como si fuera a desmayarse, pero se recuperó para disparar a
Ginger una mirada acelerada—. ¿Y dices que lo arruinaste?
—Así dice el hombre. —Estaba loca otra vez—. Pero digo, tal vez no. —Se
levantó de la mesa, colocó los platos en el fregadero, y apoyó la espalda contra el
mostrador—. Me forcé a una cita más. —Puso su boca en una línea recta—. Le
dije que me gustaría volver en dos días. Y cuando entre a su oficina, tengo la
intención de hacerlo volar fuera de sus zapatillas.
—Ni una.
*** 27
Cuando Hudson Blaine entró en la oficina de Cal, los dos hombres hicieron
la cosa del abrazo, brazos rápidos, varonil palmada en la espalda.
—Pensé que debería tener una visión de primera mano de lo que estamos
intentando hacer aquí. Hace el trabajo más fácil.
—Supones bien.
Hudson se rió.
—Demasiado. Y no tengo que usar una picana y el látigo para obtener que
el tipo firme un contrato por el cual la mayoría de los actores matarían.
—Lo mejor.
Hudson sonrió.
—Lo has logrado hasta aquí sin mis tarifas de las grandes ciudades, Cal.
¿Por qué ahora? ¿Ningún talento local?
Cal tuvo una fugaz imagen de una mujer en tela de la tienda. Tobillos
delgados. Suave, suave piel.
—Quick. Kiff Quick. Y sí, es tan divertida como el rumor dice que es. No
29
podría tener una mejor revelación.
Estaba haciendo la cosa correcta aquí. Y, con suerte, nunca volvería a ver
a la mujer Cameron de nuevo.
***
Ginger se quedó en las puertas del teatro, paralizada. Decir que estaba
tensa sería la madre de todas las subestimaciones.
Venta de alta presión era una cosa, pero lo que estaba a punto de hacer la
categorizaba como venta forzosa. Trató con las puertas, desbloqueadas justo
como lo habían estado hace dos días. Dejó escapar un suspiro de alivio.
En el interior del vestíbulo, oyó las voces de los hombres, en el fondo, ruido
y demasiado silencio para escuchar con claridad. Tomando otro segundo para
recobrar la compostura, se marchó a la oficina de Beaumann, un buque de
guerra en una misión, blindado en lana gris plomo, camisa blanca abotonada
hasta el cuello y prácticos zapatos de salón. Bajó el collar de su cuello con el dedo
índice y llamó a la puerta entreabierta a la oficina de Cal. Con un ligero empujón,
abrió sus puertas lo suficientemente amplias como para mostrar a dos hombres
sentados en el escritorio.
Los pies de Cal se hallaban apoyados en un extremo, los del otro hombre,
en el otro. Ambos conjuntos de pies tocaron el suelo al mismo tiempo. El
desconocido se puso de pie y Cal se quedó boquiabierto. Tuvo un momento de
satisfacción por la culpa en su rostro. Tenía el aspecto de un ex convicto que
había visto a su oficial de libertad condicional en una venta ilegal de armas.
—Sí. —Los ojos de Cal se estrecharon—. Puedo ver que realmente estás
desconcertada por ello.
Se concentró en él.
—Le dije que estaría de vuelta en dos días, Sr. Beaumann, y aquí me ve.
Generalmente hago lo que digo que haré. Por supuesto, si efectivamente quiere
que me vaya... —Contuvo la respiración.
Le tomó la mano.
—He oído hablar de su empresa, Sr. Blaine. —The Blaine Groups era una
de las empresas más nombradas de relaciones públicas en L.A. No le tomó un
miembro de Mensa averiguar lo que hacía en la oficina de Cal. Pero no quería
renunciar ahora. El problema era que no sabía a dónde ir desde aquí—. Hace un
trabajo fabuloso. 31
—¿Señorita Cameron? —Cal puso una mano sobre las de ella, terminando
efectivamente con la descompresión.
Cal miró como si estuviera a punto de perder algunas palabras, tomó una
ruidosa respiración, y dejó su mano sobre la de ella para quedarse.
***
Una hora más tarde Cal salió con Ginger fuera de su oficina y de la puerta
principal del teatro a la calle. El sol golpeó sus ojos con un deslumbrante brillo,
pero apenas había parpadeado antes de que Cal tuviera la puerta cerrada detrás
de ella.
Lo había arruinado.
—La cosa es que se parece a un oficial de la década de los años veinte del
Ejército de Salvación. —Se puso de pie—. ¿Sus ideas para anuncios de radio,
anuncios locales y comunicados de prensa? Genial, seguro, ¿pero la parte de las 33
juntas con la gente de este proyecto? No puedo verlo.
—Sólo dile que cambie su imagen. Que consiga algo de ropa nueva.
—Llámala como quieras, pero bajo esa carpa que ella llama traje hay una
maldita persona creativa. —Hud se puso de pie—. Volveré al hotel. Llámame
cuando decidas. —Hizo una pausa—. Y recuerda... será mucho más barata que
The Blaine Groups.
***
—Levántate, Ginge. Es el teléfono. ¡Y es él! —gritó Tracy como si estuviera
tratando de arrojar sus palabras a la tercera planta en lugar de los dos metros
que la separan de la cama de Ginger.
—Hola.
—¿Cameron?
—Sí.
—Estaré allí —dijo con voz ronca, su voz cargada de sueño, su cerebro
todavía no aceptaba que Beaumann estaba al teléfono.
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—¿Aún estás en la cama? —preguntó, su tono una octava más bajo—. ¿Te
he despertado?
—No siempre. A veces es… —se detuvo, sin saber lo que iba a decir, pero
segura que no era la nueva, y mejorada Ginger quien estaba a punto de decirlo.
—Ah.
—¿Perdón?
—No, sólo tráete a ti misma. —Lo escuchó exhalar—. Hoy en día eso es
todo lo que puedo manejar. Nos vemos a las tres. —Colgó.
—Bueno... —instó Tracy con los ojos muy abiertos—. ¿Qué quería?
—Está bien, sé cuándo soy vencida. Usa todo lo que quieras, pero no
pienses en arrastrar a mis nietos en tus rodillas, ya que no tienes los tuyos. —
Salió enfadada, dejando a Ginger hacer la conexión entre las faldas plisadas y
nietos.
36
Capítulo 3
Traducido por MaryJane♥
Corregido por Pachi15
C
al, protegido detrás de la fortaleza de su escritorio, pensaba que las
cosas habían ido bien. En retrospectiva, podría haber editado el
comentario acerca de la ropa interior de tweed, porque en ese
momento se veía como un tejón acorralado con un dolor de muelas.
—Déjame ver si entendí ¿Quieres que compre ropa nueva? —dijo Ginger
con voz mortalmente baja.
Miró su reloj.
Distraído, continuó: 38
—Aunque es muy difícil decirlo de este lado de las cortinas. Y tienes esa
piel genial, como crema rica. —Pasó el pulgar por su mejilla. La calidez y el calor
en él lo sacudieron. Su mirada, caliente y brillante, chocó con la suya, y su ingle
se apretó. Se sorprendió.
—No estoy pidiendo que te expongas. Pero para el próximo par de meses
representarás a mi empresa. Encuentro un montón de gente. Todo lo que pido es
que acentúes lo positivo en beneficio de Cine Neo y Ginger Ink.
—Digo que debería ser juzgada por mi cerebro no mis selecciones de moda.
Debería ser capaz de llevar arpillera con broches de seguridad, y no deberías
tener algo que decir al respecto. Pero quiero el trabajo. —Le tendió la mano—. Voy
a volver a visitar mi armario, eso es todo lo que puedo prometer.
Cal le tomó la mano extendida, se preguntó cómo hacía una mano, tan
delicada y suave, sentirse como tornillo de banco de carpintero. Aun así, quería
aferrarse a ella.
—Me conformo con cualquier cosa que disipe la idea de que has estado en
almacenamiento criogénico durante cuarenta años.
—Reír o llorar. Haz tu elección. —Estaba seguro de que vio una breve
curva de sus labios carnosos y pálidos.
—¿La trajiste?
—Claro, ¿por qué no? Mientras llamaré Hud. Le diré que tome el avión.
—¿Cameron? —llamó.
Giró.
—¿Sí?
Se acarició la mandíbula.
—Lo hiciste.
Y no todos los días un hombre decidía confiar en una mujer que lo había
engañado, dos veces. Pero había algo en Ginger...
***
40
Caía la tarde, unos días más tarde, cuando Ginger pasó la mano por
delante de Cal para llegar a un archivo, y le agarró la muñeca, echó un vistazo a
su reloj y maldijo suavemente en voz baja.
Podrían haber sido las cinco y hora de terminar, pero Ginger estaba tan
emocionada que podría haber trabajado durante horas todavía.
Lástima que su entusiasmo era tan sexy. Más de una vez en el tiempo que
habían pasado juntos, ella había tenido que alejarse de su calor. Momentos como
cuando se sentaba en el sofá, cerraba las manos detrás de la cabeza y estiraba
sus largas piernas, parecía totalmente relajado. Y mientras habían hablado
acerca de la publicidad cruzada todo lo ella que podía pensar era cruzar la
habitación hacia él, y darle a sus pantalones la prueba de control de calidad.
Cal se levantó, dobló y estiró hasta que su pecho se expandió para llenar
su camisa de algodón.
—Danos otro minuto, Ellie. Ya casi hemos terminado aquí. —Cuando Ellie
se alejó, volvió su atención de nuevo a Ginger—. Acerca de hacer el sitio web. ¿A
quién me recomiendas?
Alzó la cabeza.
—¿Y qué? —Pasó el dedo índice a lo largo de la costura del hombro hasta
el codo. Sus ojos eran sensuales, burlones—. Meterte en algo no hecho con hilos
de metal.
***
Cuando Cal dejó de reír, puso sus pies sobre el escritorio y mantuvo la
sonrisa en su cara.
Una cosa era segura, Ginger Cameron no lo había decepcionado. Una vez
que habían conseguido trabajar, todo había sido muy divertido. Eléctrico. Por
supuesto, ella ignoró su petición, no había cambiado su estilo, o lo que demonios
fuera, y aún se veía como un guardián de una prisión de siglo, pero era fuerte
como el infierno. La había visto llegar con su espectáculo de ropa retro, su traje
más creativo que el anterior. Haciéndolo mirar hacia adelante en sus mañanas.
¿Lo siguiente? Otro encuentro con Ian, su hermano impaciente con cerebro
calculador que pensaba que pasar una velada revisando estados financieros era 43
mejor que un orgasmo.
¿Qué demonios había bajo toda esa maldita falda de todos modos? Inclinó
la cabeza para ver mejor, imaginando piernas largas y bien torneadas que
conducían exactamente donde un hombre querría estar.
Mientras que consideraba las posibilidades, ella dejó caer las llaves del
auto, y cuando se agachó para recogerlas, vislumbró un trasero perfecto. Silbó
suavemente y dejó escapar un largo suspiro.
La tentación agitó una bandera, gritando cuan divertido sería que se
despegaran algunas capas de tejido y descubrieran a la verdadera Ginger
Cameron. Respondió a la tentación, recordando que era una mala idea mezclar
los negocios con placer. La tentación respondió con una disertación sobre las
mujeres, el sexo y el valor del juego en el alivio del estrés. Muy lógico, tentación y
profundidad.
Si bien era cierto, todo trabajo y nada de juego hacían a un niño tonto,
pensó Cal, era el equivalente de un adicto a la televisión petrificado. Averiguar lo
que llevaba Cameron debajo de la ropa, era exactamente el tipo de juego que
necesitaba en estos momentos. Infiernos, él no había tenido sexo en mucho
tiempo, probablemente había olvidado cómo hacerlo.
Sonrió. No era una casualidad. Cualquier hombre que pudiera olvidar las
atractivas curvas exuberantes de una mujer, el calor de la fusión y la bienvenida
a casa situada en el vértice de sus muslos, tenía que tener una lobotomía. Por
supuesto, no estaba absolutamente seguro de que Ginger en realidad tuviera
curvas, pero sería divertido averiguarlo. Y no podía pensar en un mejor momento
para empezar que ahora mismo.
Pasaría por su casa esta noche, después de su encuentro con Ian, y vería
lo que estuviera haciendo con el sitio web.
***
Al final resultó que la casa de Ginger estaba en la playa a unos diez
kilómetros por la carretera desde el hotel donde él e Ian tuvieron la cena. Una
cena que no había salido bien.
A pesar de que parecía que todas las luces de la casa estaban prendidas,
estaba bien para ser después de las nueve. Sabía que había una buena
probabilidad de que le diera un portazo en la cara, pero incluso eso sería
divertido.
Tenía pechos.
La mandíbula de Cal no cayó, pero su mirada seguro que lo hizo, muy por
debajo de la línea sexual correcta del hombre moderno.
—Ya es tarde.
—Lo sé.
—Tienes razón.
—Así que ¿estaré aquí hasta que esté bien, o vas a invitarme a entrar?
Cerró el último botón, tiró del suéter alrededor de sus caderas, y dio un
paso atrás.
—Te lo prometo.
Una sonrisa levantó sus labios, y se sorprendió cuando ella la dejó estar.
Cameron no sonreía mucho.
46
—Eres una verdadera pieza de trabajo. ¿Sabes eso? —dijo ella.
—Y yo diría, hablando como un hombre que acaba de tener una visión del
paraíso. —Jugó con el botón superior suéter del suéter de ella—. Eres una pieza
muy especial de ti misma.
—No lo creo. A partir de ese demasiado breve anticipo, supongo que todo
está en su justa medida.
—Los avances, como debes saber, en el negocio del cine y todo, no cuentan
toda la historia.
—¿Uno? —Él arqueó una ceja—. Podría jurar que vi dos. —Se acercó a
ella—. Tal vez debería hacer un recuento.
—Un Neandertal hasta los huesos. Qué suerte la mía. —Se alejó de él.
***
47
Ginger todavía daba vueltas por el shock de que Cal apareciera en su
puerta. Y allí estaba ella, con un top y medio desnuda. ¿Y si no hubiera tenido
una buena vista? Luego, por supuesto, había actuado como todo hombre en
apuros. Había sonreído como un idiota y puesto promesas en sus ojos.
Naturalmente había estado toda temblorosa y débil. Ella ni siquiera tenía a Tracy
aquí, estaba visitando a sus padres por un par de días.
Durante tres meses había tenido su termostato sexual muy bien ajustado
a cero, y una sonrisa de Cal Beaumann la enviaba por las nubes. Estaba
desesperada. ¿Qué pasaba con ella, de todos modos? Gruñó interiormente. ¿Por
qué no podría un sincero, seguro trabajo de agente de relaciones públicas, hacer
este tipo de magia? Haciendo hormiguear su piel, acelerar su corazón, y su
vientre saltar y apretarse. ¿Por qué tenía que ser un pedazo de pastel de carne
delicioso con ego del tamaño de Texas?
—Esto es todo. —Asintió en la habitación que una vez fue un garaje para
tres autos hasta que el dueño anterior lo había mejorado para su estudio. Era
esta oficina, chimenea en una de las paredes, ventanas que daban a la playa en
otros das, que Ginger llevaría a sus hijos aún no nacidos.
Sonrió.
48
—No puedo pensar en cosas mejores.
Frunció el ceño.
Se frotó la mandíbula, con una intrigante sombra, y luego puso sus ojos en
ella como si fuera un sándwich y no hubiera comido en un mes.
—Sí.
—Yo tampoco. Prefiero hacerlo. Y creo que también lo harías. —Su mirada
recorrió más de ella, caliente y ligeramente divertida, a continuación, la miró—.
Eres como uno de esos paquetes de truco, Ginger. Conoces la clase. Mucha
envoltura. Primero el cuadro grande, entonces la caja más pequeña, entonces el
más pequeño. —Le acarició la mejilla con los nudillos—. Hasta que sólo hay una
pequeña caja a la izquierda. La que contiene el regalo perfecto.
—Irte —dijo bruscamente—. Creo que debes irte. —Dio un paso atrás—. El
sexo entre nosotros... es una mala idea, en serio. En cuanto a mí. —Respiró—.
He estado trabajando en el diseño de páginas web durante horas, y ahora sólo
quiero ir a la cama. —Alineó sus labios tercamente—. Sola —agregó.
Cal torció la boca para evitar sonreír. El rostro de Ginger era rosa. Casi la
tenía. En realidad, estaba bastante seguro de que la tendría, si no esta noche,
pronto. Cerró la distancia que había puesto entre ellos.
Sin duda, más una maldición que un elogio. Niveló su mirada en la de él,
como si se tratara de un arma de fuego.
—Lo que no puedo entender es por qué vienes a mí. Tiene que haber una
docena de mujeres en esta ciudad que saltarían en la oportunidad de dormir con
Cal Beaumann, estrella de telenovelas.
—No hay luz. Sólo hay una mujer seria, persiguiendo una carrera seria. —
Hizo una pausa—. Quiero hacer mi trabajo, no al cliente, si me entiendes.
Él no le hizo caso.
Se veía molesta.
—Bien, ¿qué?
—No me besaste.
—No, no lo hice.
—Oh, cierto, se me olvidaba, viniste a buscar sexo, del tipo recreativo, sin
condiciones. —Su tono fue gracioso.
—¿Hay algún otro tipo? —Logró una sonrisa, pero su comentario le dolió.
51
***
Ginger se tiró sobre la cama y golpeó la almohada, luego rodó sobre su
espalda para mirar al techo.
Pero lo que realmente la asustó fue que en realidad había querido que la
besara. Mucho.
Gimió, se dio la vuelta otra vez y se hizo la muerta, boca abajo en la cama.
Pasó los dedos por su pelo irritante, lo metió detrás de las orejas.
Y tan de repente, revivió el toque de Cal en su mejilla, acariciando la línea de su
mandíbula.
A
l día siguiente, Ginger fue al teatro de Cal a las 11:30. Una
catástrofe de la moda definida en un traje café sin forma, medias de
Nylon, zapatos de tacón bajo y el cabello atado en un moño tan
apretado que parpadear requería planificación anticipada. Llegó para encontrar
las puertas del teatro abiertas. Llenó su mente de resolución y entró.
Ella se aclaró la garganta para hacer espacio para una mentira y movió un
botón de plástico negro.
—¿Qué estás… ?
—Ya verás.
Miró a Cal.
—¿Lo haces?
—No, pero…
—Pero…
***
Una hora después, Ginger tenía las rodillas apoyadas en el asiento frente a
ella, posesión completa de las palomitas y se estaba riendo tanto que apenas notó
que el brazo de Cal estaba envuelto a lo largo del respaldo de su asiento. Cuando
él puso su mano en su hombro, ella sonrió.
—Esa es la idea.
Ella no debería de estar haciendo esto. No. Pero su pulgar estaba tibio y
expertamente insistente mientras trabajaba su camino hacia arriba por su
cabello para suavemente frotar los músculos tensos en la base del cráneo.
Cuando presionó ahí, cerró los ojos, apoyando la cabeza de vuelta en su mano.
Suspiró, perdida en la luz, el toque confidente de sus manos, hasta que, poniendo
su boca en su oreja, él susurró:
Él se recostó en su silla. 56
—Siéntate. Y deja de farfullar como una vieja solterona. —Le dio una
mirada digna del más astuto detective de Baltimore—. No combina con lo que hay
en el paquete.
Se sentó.
—Explícame, Cameron. ¿Por qué una mujer con tanto potencial como tú se
esconde detrás de malos trajes, mal cabello y mala actitud?
—Al menos no trataste de defender el traje. Así que, Cameron, ¿qué tienes
en contra del sexo? ¿Miedo?
—¿Y ese soy yo? —Le dio una mirada pensativa—. ¿Algo que has decidido
sólo con verme?
Sus palabras hicieron eco. Le estaba recordando lo que ella había dicho
cuando él trató de echarla de su oficina durante la primera reunión.
Él rió.
—Muy gracioso.
—Ya veo.
—¿Quién lo dice?
Estaban peligrosamente cerca. Tan cerca que ella podía ver plenamente
una imperfección en su atractivo rostro de cantante de ópera, una cicatriz con
forma de medio circulo debajo de su mandíbula. Fue olvidado cuando él levantó
su cara, y la forzó a encontrar su mirada.
***
A las 9 en punto, sentada como un tronco en su oscura sala de estar,
Ginger escuchó a Cal tocar la puerta. Su cuerpo se sacudió y tragó hasta que su
garganta dolió.
Hace diez minutos, por tercera vez, se había armado con holgados
pantalones beige de lana, que picaban como un río de hormigas rojas, y un
mullido cuello de tortuga tan grande que amenazaba, ya sea con estrangulación o
agotamiento por calor. Los había escogido en una etapa de no-lo-haré.
60
Cal tocó de nuevo y ella caminó por el pasillo.
—Si no dejas de morder ese labio, vas a sacar sangre. —Le levantó la
barbilla, mirándola a los ojos—. Relájate, cariño.
Cal rozó sus labios en un beso que tomaría el primer lugar por brevedad en
el Libro de los Record Guiness. Dos segundos, máximo. Luego retrocedió y le dio
una larga mirada a su uniforme.
—Vine porque dije que lo haría. ¿Cometí un error? ¿Quieres que me vaya?
—Si paso y nos tomamos ese ‘café’. —Él sonrió y su corazón se detuvo a
medio latido—. Estaré impaciente por el postre después de la primera taza.
—Gracias a Dios. —Él la jaló a sus brazos. Ella vio su cara mientras la
movía cerca de la suya, vio sus ojos ponerse serios y oscuros en ese momento
antes que sus labios se unieran, ardientes e incontrolables.
Por favor, agregó, perdiéndose aún más en el beso, con la fácil seducción
de su lengua... hazla una muy, muy grande red.
Cal se alejó, sus ojos negros ante la tenue luz de la entrada, iluminada sólo
por una luz de noche cerca de la puerta. Tomó su cara entre sus manos.
—¿Huh?
—Por aquí.
—No.
—Bien. —Su mirada fue de su cara a su cabello, y pasó su dedo índice por
la línea de su cabello, bajando a través de su mejilla, luego la besó—. Eso
convierte a esto en una primera vez —murmuró y la besó de nuevo. Un beso con
alas de mariposa y deseos oscuros.
En el mismo instante, se recordó que Cal era sólo otra cara atractiva, un
mujeriego legendario. No se permitiría tener expectativas. Ninguna otra que
diversión.
Rió.
—Lo soy. —Deshizo el último botón—. Hasta que mi mente descubre lo que
quiere. —Descansó sus manos en su tensa cintura estrecha y lo miró—. Y he
decidido. —Sacó su camisa de sus jeans y desabrochó su cinturón—. Te quiero a
ti.
65
Presionó su mano contra el bulto en sus jeans, trazándola audazmente con
su dedo, luego lo miró.
Muy grande. Tal vez esos rumores eran reales. Chica afortunada, estaba a
punto de averiguarlo.
Le sonrió.
—Eres caliente, Cameron. —Su voz retumbó en sus labios, y entrecerró los
ojos para encontrarse con los de ella—. Eso me gusta. Tú me gustas.
—Así que vamos a sacarte de lo que sea en el infierno que estés usando y
vamos a empezar. —La levantó y ella salió de la cama para pararse frente a él, su
corazón como loco y sus pulmones forzándose por respirar—. Quítatelo,
Cameron. Quítatelo todo. —Una sonrisa se mantuvo brevemente en sus labios
antes que agregara—: He estado queriendo decir eso desde el día que nos
conocimos.
66
Ella tomó la parte inferior de su suéter, la pasó por su cabeza y empezó a
bajar el cierre de sus pantalones.
—Eh, eeh.
Cal bajó el sujetador para exponer sus pezones, tomó cada uno entre el
pulgar y el dedo índice y los apretó gentilmente. Cuando la miró, su expresión era
mitad molesto, mitad divertido.
—Maldita sea que fue bueno que no supiera eso, o hubiéramos estado aquí
mucho antes que esto. —Se inclinó para tomar una dolorida, necesitada punta en
su boca—. Definitivamente azúcar —murmuró, lamiéndola con largos y lentos
movimientos de su lengua antes de retirarse. Luego asintió hacia sus pantalones
de lana—. Quítatelos.
Ella se los quitó. Cal, sin la camisa, con su cierre yaciendo abierto y su
cresta sobresaliendo alto entre sus muslos, no se movió. Su tono fue profundo,
áspero y bajo cuando dijo:
Ella se estremeció, no con el soplido del aire frío contra su piel recién
expuesta, si no de la forma en que la miraba. Con apreciación y deseo crudos, y
hambre que revolvía el estómago.
Ella lo miró, lamiendo sus labios. Limpio, delgado, duro y esperando. Por
ella. Él era más que magnífico. La última cosa que quería era darle la espalda.
Pero cuando le sonrió e hizo un círculo con sus manos, levantó sus manos, las
unió sobre su cabeza y comenzó a rotar lentamente. Cuando su espalda estaba
hacia él, vino detrás de ella y puso sus manos en su cintura. Besó su nuca, su
hombro, con su respiración caliente y humeante contra su piel sensible.
67
Cal bajó sus bragas, puso su mano en su pubis, ahuecándolo, y
presionando su larga longitud contra sus nalgas.
Profundamente.
La respiración de Ginger fue nada más que jadeos y gemidos, movió sus
caderas en conjunto con su mano, dejó que su cuerpo le hiciera el amor a su
toque explorador, cada hueso y músculo viniendo a la vida bajo el rose y
deslizamiento de sus hábiles dedos.
Cuando él empezó a moverse hacia abajo, Ginger agarró sus nalgas tensas,
deslizando una mano bajo él y tomando su poderosa erección. Era como una roca
dura y preparada.
Ella apretó los dedos alrededor de él, la piel delicada sobre su pene dura
como roca era como pétalos suaves en su mano, con la punta cobrando vida
contra su palma. Apretó y lo bombeó, su propia hambre cambiando a crítica.
Abrió la boca. Sin palabras.
Ella abrió sus piernas ampliamente, una invitación que las mujeres le han
dado a un macho caliente desde los tiempos de prehistoria, y se ofreció a sí
misma. Todo.
69
Cal se cernió sobre ella, centrándose y hundiéndose profundamente, su
gemido, al entrar, pura satisfacción masculina.
C
al sacudió la cabeza en un intento de agitar sus sesos de vuelta
en su lugar.
Tomando su peso sobre sus codos, miró a la mujer debajo de él. Tenía los
ojos cerrados, y su húmedo pelo caía a través de su frente, por su mejilla. Lo 70
apartó, luego sopló un mechón perdido por su oreja. Su pecho estaba tan
contraído que apenas podía sacar el aliento suficiente para reemplazar el aire que
tomó para hacer eso. La sangre rugió a través de sus venas, pero se estremeció,
la capa de sudor sobre sus hombros y su espalda era como hielo formándose bajo
el frío nocturno. ¿O simplemente estaba temblando como un maldito adolescente
luego de su primer polvo alucinante?
Ginger apoyó los brazos en su pecho, encontrándose cara a cara con él.
—¿No era esa la idea? —Sacó los ojos de él, como si fuera difícil encontrar
su mirada. Recostó su mejilla en su pecho, su cabello, captando la luz de la
lámpara de la mesilla de noche, parecía como si estuviese veteado con fuego.
Le acarició la cabeza con una mano, con la otra corrió la sensual curva del
trasero y de vuelta, donde caía a formarse la cintura. Su pelo era suave y elástico
al tacto, y su piel, todavía cubierta del rocío de su amor, era oro caliente.
—No.
—¿No fue tan bueno para ti como lo fue para mí? —preguntó, su tono 71
plano, con una ceja levantada en cuestionamiento, o amenaza.
Cerró los ojos cuando ella tomó sus bolas, jugando con ellas.
Esta vez ella dejó que la manta yaciera arrugada y agrupada en sus
rodillas.
—Eso crees.
—Yo seducirte…
Ella comenzó a decir algo, supuso que era una negación, entonces, se
detuvo y miró hacia otro lado antes de volver su mirada hacia él.
—Muy bien, tengo miedo. ¿De acuerdo? —Aún se veía desafiante, pero
también parecía como si fuese a llorar.
—No quiero “aflojar” a tu alrededor. —Se detuvo, miró hacia otro lado y
luego a él—. Porque no quiero enamorarme de otro tipo que no será el que me 73
traiga flores en nuestro aniversario de oro.
—¡Nunca usé zapatos de crepe! —En esa negación, ella dudó y arrugó la
frente—. Me vestí así porque no quería llevar a nadie dentro, atraer el tipo
incorrecto de atención.
—De alguna manera no creo que estemos hablando del mismo tipo de
potencial, Beaumann. Estoy hablando de asar carne los domingos, minivans y
tarjetas de calificaciones. Creo que estás pensando más allá de la línea de éstos.
—Pasó la mano por su muslo cubierto por la sabana y por una parte de él que no
pensaba lógicamente en el mejor de los casos, por no hablar de cuando lo
acariciaban hacia el olvido.
—¿Qué?
Lo miró testaruda.
—¿Nadie te ha dicho que a los tipos no les gusta hablar después del sexo?
Cuando ella llegó, sólo con un poquito de mala gana, a sus brazos, la besó
hasta que la dificultad en su garganta creció al tamaño de un balón y el dolor en
su estómago creció hasta casi malditamente acobardarlo. Dios, qué hermosa
boca; qué fantástica suave piel. Profundizó el beso, sabiendo con certeza que
podía estar en serios problemas con esta mujer especial, pero no podía cuidarse.
Porque tenía el tenue pensamiento de que ella era la clase de problema que había
estado buscando toda su vida.
Cuando lo tocó, trazándolo con su dedo medio, oyó un ronco gruñido desde
la cabecera.
Pasó las manos entre sus muslos. Caliente. Liso… inflexible. Aplicó más
presión y deslizó su mano hacia los risos resbaladizos en el vértice de sus
muslos. Sacó su dedo ligeramente, escribiendo directamente a través de su
apertura.
—Deja que te vea, Ginger. Ábrete para mí. —Otro golpe, más lento. Su
dedo rondando por su duro nudo apretado.
Sus ojos brillantes con sexo, abiertos con cansancio hacia los suyos.
—Te deseo, Cal. —Se arqueó alto y se estremeció, un escalofrío que sentía
hasta los huesos; y cada terminación nerviosa de su polla martilleó—. Pero si
tengo que decirte eso, tal vez debería volver atrás y tener Sexo 101. —Se meció
hacía arriba, tomó los primeros centímetros de él, y luego más.
—Oh, Cal… —Ella empujó su pelvis hacia arriba, con fuerza contra él, pero
su liberación se avecinaba, lo ensordeció. Se esforzó por contenerse. Espera.
Presta atención…
Espera.
***
Ginger se obligó a abrir los párpados, y rápidamente los selló de nuevo.
Tendría que haber cerrado las persianas; la salida del sol, toda alegre y
prometedora, era más de lo que podía manejar sin una taza de café en su
temblorosa mano. Tal vez una sacudida de cafeína podría calmar la mezcla
salvaje de la mañana, después de la emoción, una rebelde multitud desenfrenada
de miedo, satisfacción, anticipación y la desenfrenada alegría. Por desgracia, el
miedo estaba en lo más alto. No es que lo admitiría, por supuesto.
Anoche...
No habría ninguna ilusión. Ni planes para el futuro. Iba a hacer lo que los
chicos hacían, vivir el momento sexual y disfrutar de ello.
Y, como la Alta Diosa soltera, buscando en todas las partes conocidas, Cal
podría suministrar un montón de diversión.
Él se echó a reír.
—Entonces será mejor que entres aquí, así puedo mostrarte cuánto lo
siento. —Se acercó a él y lo arrastró bajo la corriente de agua caliente.
—¿Y si la presión aumenta? —Se dejó caer de rodillas, dejó que sus manos
se deslizaran hasta sus pantorrillas fuertes, a sus muslos, a sus esbeltas nalgas.
Su piel se estremeció ante su toque. Quería saborearlo, como él la había
saboreado. Rodeó los testículos con los dedos, los pesó en sus palmas antes de
presionar la cara contra su pene erecto.
—En otra ocasión, bebé, o me temo que te daré más de lo que esperabas.
—Iba a argumentar que estaría bien con ella, cuando él deslizó la mano para
acariciar su monte, arrastrando un dedo a lo largo de los pliegues de su apertura.
La distracción perfecta. La besó en la boca con suavidad, y escuchó los bordes
irregulares de su respiración. La penetró con el dedo, jugando mientras susurra—
: Estás mojada. Toda resbaladiza y húmeda. —Deslizó su dedo, de nuevo. Ella se
quedó sin aliento. La miró a los ojos y sonrió—. ¿Crees que nos romperemos el
cuello si hacemos un poco de gimnasia en la ducha?
Abrió los ojos y se encontró con los suyos, ahora oscuros y salvajemente
fieros. Cuando sus ojos se cerraron de nuevo, le dijo en una voz oscura y
retumbando de tensión:
80
—No. Mírame. Quiero verte llegar.
—¿Más?
—No creo que alguna vez pueda dejarte ir, Cameron —dijo las palabras
suavemente, casi para sí mismo, como si aún no pudiera creer en ellas—. Creo
que tal vez el amor ha entrado en escena. —Sus ojos eran misteriosos y
maravillosamente brumosos, de una forma que nunca lo había hecho antes.
Él dudó.
Cogió la bata y salió del cuarto de baño, con la cabeza alta y su corazón a
toda marcha.
***
El café estaba listo y burbujeando, cuando Ginger oyó la llave de Tracy en
la cerradura.
Cal estaba en la puerta, con una toalla de color lila envuelta alrededor de
sus caderas, luciendo como el sexy juguete del sueño de una chica: grande, malo,
y listo para cualquier cosa. Su pelo era un desastre mojado, pero atractivo, con la
mandíbula sin afeitar que era un tócame, y sus ojos estaban llenos del sexo de la
noche pasada —y esta mañana. La panza de Ginger tocó fondo junto con la
mandíbula de Tracy. Ambas lo miraron fijamente.
—¡Lo sabía! Sabía que lo sería. —Miró por el pasillo donde Cal había
caminado hacia la habitación—. ¡Y está en nuestra casa, probablemente desnudo
al otro lado de esa pared! —Se quedó mirando la pared, absorta de cualquier
visión de un Cal desnudo que se hubiera inventado.
—Es cierto.
—¿Y?
—Y, ¿qué? —Apuró el último sorbo de café.
—No demasiado lento, espero —dijo Cal desde la puerta. Estaba parado en
la entrada, secándose el pelo con otra de sus toallas de color lila.
—Te llamo en una hora. Si estás lista para ello, vamos a caminar a la
playa. —Su voz bajó una muesca y se las arregló para morderle la oreja. La
mordedura, junto con el rubor de su cálido aliento, se disparó a su ingle—. Si
vamos a ir despacio, será mejor que empecemos. —Tiró de la toalla alrededor de
su cuello y se la entregó.
Tracy, sin dejar de sonreír como una tonta, le dio un pulgar hacia arriba.
—Y tienes miedo de que Cal sea sólo otra de esas caras bonitas por las que
siempre has sido engañada. Tienes miedo de que no tenga sustancia, ni el poder
de permanencia. Que todo lo que quiere de ti es algo de sexo fácil y sin ataduras. 85
¿Alguna vez piensas que puedes estar juzgando el libro por su portada? ¿Que no
hay bichos bajo la manta, y que Cal es sólo la hoja limpia que parece ser?
—Un tipo decente que está trabajando duro en su negocio y quien lo lleva,
excepto a sí mismo, muy seriamente.
Esperaba que así fuera, con todo su corazón a menudo herido, eso
esperaba, pero no quería decirlo en voz alta, tentaría esos dadores de la mala
suerte.
—No. Es sólo... nuevo, como todo lo demás en Cal. —Se puso de pie—. Voy
a vestirme. —Se acercó a la puerta y se detuvo, enderezó los hombros, pero no se
volvió para mirar a su amiga cuando dijo—: Te juro que si he cometido otro error,
si Cal no es el hombre que creo que es, seré la primera mujer en el siglo XXI en
soldarse un cinturón de castidad de acero inoxidable.
***
Cal entró en su apartamento alquilado a tiempo para escuchar el timbre
del teléfono. Se dirigió directamente allí.
Cal gimió para sus adentros. Debería haberse imaginado que la llamada
sería sobre negocios.
—Sólo han pasado un par de semanas desde que pasamos por esto, Ian.
Todo está bien. Como te dije, vamos a estar abriendo a tiempo. —Amaba a su
hermano, pero como un hermano, no como un socio de negocios. Su falta de
entusiasmo por la actividad principal y la obsesión con los números lo volvía loco.
Estaba contando los días hasta que le pudiera comprar su parte y poseer el Cine 86
Neo por completo.
—No.
—¿Qué?
Tan probable como una bola de nieve en el infierno que Cal pudiera
conseguir esa cantidad de dinero. En unos pocos meses, tal vez, pero no ahora.
Sin embargo, se sinceró:
Tenía que encontrar una manera de hacer que las cosas funcionaran. Y
maldición si Ian no tenía razón sobre el banco ─ellos tardarían una eternidad
para aprobar un préstamo, si lo hacían en lo más mínimo.
88
Capítulo 6
Traducido por Nina Carter
Corregido por tamis11
D
os días después, Ginger se apresuró en entrar a la casa, corrió a
su habitación, se lanzó sobre la cama y derramó las lágrimas
suficientes como para inundar el estado de Nevada. Cuando se
calmó el diluvio, se sentó, tomó un pañuelo de papel y se llevó las rodillas al
pecho. Después de algunos jadeos espantosos por intentar tomar aire, se calmó.
Cal podría hacerla reír en la cama, entre otras cosas, pero no cambiaba el
hecho que ella cometió el mismo error.
Con esas ideas en mente, fue a su armario y lo abrió. Era un mar de color
beige. Frunció el ceño. ¿En qué había pensado? No era una persona que vestía de
beige, nunca lo fue y nunca lo sería. Se dirigió a la cocina, tomó un par de bolsas
de basura. En menos de media hora las prendas ofensivas, desde el color vainilla
al café oscuro, estaban listas para dirigirse a la fundación Goodwill.
Era hora de una nueva Ginger, y era tiempo de tomar unas vacaciones
vencidas. Un viaje por carretera. ¡Sí! Era exactamente lo que necesitaba. Ir de
compras a Seattle, luego a Canadá. Unas cuantas horas y estaría en otro país.
Perfecto.
—Estás vestida.
—¿Y?
—¿Qué es eso?
—Ropas viejas.
Tracy puso lo que Ginger sólo podía describir como su mirada resignada a
nada y se dejó caer en la cama.
—Por favor, no digas ese nombre. A una mujer no le gusta revivir sus
errores.
—Algunos errores. El tipo está loco por ti.
—Ah… Ahí es donde te equivocas. Cal Beaumann está loco por él mismo.
—Sacó un par de pantalones negros, les subió el cierre y se dirigió hacia su
cómoda.
De ahí sacó una camiseta roja, que iba espantosa con su cabello y un
montón de lencería que lanzó sobre la cama. Volvió a su armario casi vacío y sacó
una maleta.
—¿Adónde vas?
—¿Primero? A Seattle.
—Ir de compras. 91
—No lo hagas, Ginge. Él llamará. Harán que las cosas funcionen. Ya sabes
lo que dicen, la paciencia alimenta al corazón.
—No lo sé. Podría ser por un par de días o por siempre. Te llamaré —
reiteró y levantó su maleta, su orgullo herido, y se dirigió a la puerta. Pretendía
tomarse todo el tiempo que pudiera.
No era algo de todos los días que una mujer tuviera que superar a un
hombre como Cal Beaumann.
***
Cal llamó a Ginger la mañana siguiente. Tenía mucho que decir y estaba
impaciente por hacerlo.
—¿Ella está dónde? —le dijo a Tracy, inseguro de haber oído bien.
—Maldición. —Si no fuera Tracy la que estaba al otro lado del teléfono,
habría utilizado una palabrota. De acuerdo, debió llamar, pero, diablos, sus
problemas de negocios no eran de Ginger. Y no había tenido nada que decir hasta
que las cosas estuvieron finalizadas y cuando se fue no había garantía que lo
harían.
***
Ocho días después, Ellie dejó la correspondencia sobre su escritorio y él le
agradeció en un murmuro. Ella se dirigió a la puerta y luego se detuvo.
—¿Cal? —preguntó.
—Uh-huh.
—No hay problema. —No dejó de mirar los afiches que había esparcido
sobre su escritorio.
—¿Dijiste Ginger?
—Ehhh.
—En serio.
***
Ginger, a medio quitarse un chaleco de color cobre, dejó de tirar de la
prenda para mirar al par de ojos verdes más furiosos que jamás había visto. Cal.
Se quitó el chaleco por la cabeza, pero sólo logró enganchar su cabello en uno de
los botones de adorno.
—Compras.
—¿Y qué diablos es eso? —Señaló su torso, sus piernas cubiertas por unos
pantalones plateados y sus botas hasta la pantorrilla con gravas—. Pareces
basura espacial.
Cal lo vio.
—Entonces habla. Tengo todo el tiempo del mundo para escuchar. No soy
la que se va de la ciudad.
—Tampoco yo.
—No soy la que venderá un negocio, una vida que amo porque alguien
abrió su billetera y… —Alzó la mirada para encontrar la suya—. ¿No te vas?
—¿No qué?
—¿No lo harás?
—No. Mi hermano tuvo la idea de vender, una idea muy mala, y cuando lo
propuso, tuve que moverme rápido o lo perdía todo. Por lo tanto, tuve que ir a L.A
lo antes posible. —Hizo una pausa—. La buena noticia es que tengo un nuevo
socio. Hud.
95
—¿Hudson Blaine?
—Así es. Tomó la parte de Ian y me dará tres años para pagarle. Es un
buen trato tanto para él como para mí. —Le quitó la camiseta de las manos y la
dejó en el estante, luego llevó las manos de Ginger a sus labios y besó sus
nudillos—. Sin embargo, fue un error no llamarte. Lo siento. —La miró a los
ojos—. En serio.
—Sí, lo estás —dijo él. Puso las manos sobre sus hombros y la miró con
profundidad a los ojos—. Estoy enamorado de ti, Ginger. Siempre lo estaré.
—¿De verdad? —Oh Dios, hablaba como un ratón atrapado en una caja de
cereales. Cal la amaba.
—Y significa que quiero que esta relación sea exclusiva. —Su voz era
tranquila—. ¿Estás bien con eso?
Él sonrió.
96
—Cualquier mujer en su sano juicio lo haría.
—Es probable que me tome toda la vida. —Su sonrisa era perversa.
Ella le dio una mirada, su corazón latía con fuerza. Obviamente, los
corazones tendían a hacer ese tipo de cosas cuando el objeto de su deseo estaba
frente a ellos, colgando como la fruta prohibida.
Él la tiró con fuerza contra su pecho y pudo sentir su corazón; sus latidos
era erráticos e impredecibles como los suyos.
—Entonces, que comience la diversión. —La besó de forma prolongada y
profunda, de una manera tan mística y excitante que no creía que pudiera ser
superado.
Le devolvió el beso desde su alma hasta la suya. Era la clase de beso que
una mujer sólo podía darle al hombre con el que quería compartir su vida. Un
beso de realización.
Pasó los dedos por el cabello de Cal y tiró de él para mirarlo a los ojos.
Ginger sonrió.
Vive a sólo unos pasos del mar, y si un paseo por la playa rocosa mientras
se comunica con la Madre Naturaleza no le da nuevas ideas para sus libros, un
par de minutos pensando acerca de las peculiaridades y dilemas de la naturaleza
humana lo hacen con toda seguridad.
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