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El Jabón de Castilla recibe este nombre por haberse producido a gran escala en los territorios de la Corona

de Castilla, desde donde era exportado a numerosos lugares de Europa y América. Su ingrediente principal
es el aceite de oliva, lo que lo convierte en un jabón muy suave e hidratante, perfecto para todo tipo de
pieles, en especial para pieles sensibles, también es adecuado para los niños e incluso para el
afeitado.
Para preparar un jabón debemos mezclar tres ingredientes base: una grasa, ya sea un aceite o
manteca; sosa cáustica y agua destilada. Al mezclarlos se produce una reacción conocida como
saponificación, convirtiendo estos tres ingredientes en un jabón.
Respecto a las cantidades a utilizar de cada ingrediente y cómo calcularlas os diré que es un tema un tanto
complejo y que necesitaría otra entrada solo para eso para no aburriros. Yo calculo la cantidad de aceite,
sosa y agua gracias a la calculadora de la pagina de Mendrulandia, donde introduciendo los aceites y su
peso os calcula directamente la cantidad de sosa y agua a utilizar. Igualmente, en cada jabón que hagamos,
os dejaré indicadas las cantidades necesarias.
El Jabón de Castilla lleva como ingrediente principal el aceite de oliva, aunque yo he preferido acompañarlo
de otros dos ingredientes para que se conserve mejor, no se deshaga con facilidad y haga un poquito de
espuma. Para un jabón de 600 gramos vamos a necesitar los siguientes ingredientes: 264 gr de aceite de
oliva, 115 gr de aceite de coco, 28 gr de cera de abejas, 139 gr de agua destilada y 54 gr de sosa.

Lo primero que necesitamos hacer es mezclar la sosa con el agua, para lo que iremos echando en el
recipiente del agua la sosa, poco a poco y nunca al revés, porque podría salpicar y quemarnos la piel. Se
deja reposar hasta que la sosa se haya disuelto totalmente en el agua. Tened cuidado en este punto, porque
la sosa eleva la temperatura del agua y podríais quemaros.
Mientras la sosa se disuelve en el agua, ponemos un recipiente al baño maría, donde introducimos el
aceite de oliva, el aceite de coco y la cera de abejas. Cuando la mezcla esté bien caliente, la cera de
abejas se haya derretido, y la sosa se haya disuelto completamente en el agua, verteremos la mezcla de
sosa y agua reposada sobre los aceites y empezamos a batirlo con una batidora.
Seguimos batiendo hasta que llega un punto que se conoce como “punto de traza”, que es cuando la
mezcla se espesa y se vuelve opaca, adquiriendo una consistencia parecida a las natillas. En este momento
se puede dejar un rastro en la superficie, es el indicativo de que ya ha llegado al conocido punto de traza.
Paramos de batir el jabón y lo dejamos reposar al baño maría con el fuego al máximo, cuidando de que no
nos quedemos sin agua y rellenando si hiciera falta. Ahora llega la fase conocida como “fase volcán”, que
es cuando el jabón entra en erupción, crece (y puede desbordarse, cuidadín) y se torna con una consistencia
parecida a la compota de manzanas. Cuando llegue este punto significa que se está produciendo la
reacción de saponificación, es decir, que nuestra mezcla se está convirtiendo en un jabón (que rápido
crecen, snif snif). En este momento, volvemos a batir la mezcla, dejamos que la “fase volcán” se repita una
vez más para asegurarnos de que ha saponificado correctamente y lo retiramos del fuego.
Ahora solo nos queda enmoldar nuestro jabón y dejarlo reposar durante unas horas. Cuando veáis que
la mezcla es consistente podéis desmoldarlo y cortarlo al gusto. Debéis esperar unas 24 horas para poder
usar el jabón y, aunque suene a guarrada, para comprobar si su PH es correcto, tenéis que tocarlo con la
punta de la lengua. Si no pica, ya tenemos el jabón listo para ser usado y con un PH adecuado para nuestra
piel.

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