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Relaciones Entre Chilenos y Mujeres Peru
Relaciones Entre Chilenos y Mujeres Peru
Bachiller:
RESUMEN
AGRADECIMIENTOS
Quisiera hacer una mención especial a los historiadores Maribel Arrelucea y Hugo
Pereyra por el tiempo que dedicaron a revisar y comentar mi tesis en la última etapa de
elaboración. Así como a Jesús Salazar, buen amigo, a quien agradezco su interés en mi
tema y su apoyo en la revisión final de la presente tesis. También quisiera agradecer de
modo especial a mis amigos y compañeros de la especialidad de Historia con quienes pude
compartir los momentos más difíciles así como los más satisfactorios de mi trabajo y de
quienes recibí comentarios y críticas interesantes: Sandy Miyagusuko, Diego Chalán,
Víctor Álvarez, Juan Miguel Espinoza, Diego Luza, Rolando Iberico y Juan Pablo Ronco.
Finalmente, quiero agradecer a mi amada familia: mis padres, Gustavo y Liliana, y
mis hermanas, María Liliana y María Gracia, quienes han representado una fuente de apoyo
constante e inspiración. Asimismo, este trabajo lo dedico a la memoria de mis queridos
abuelos Luis Fernando Valle Degregori y Guillermo G. Vera Silva.
1
ÍNDICE DE CONTENIDO
Páginas
INTRODUCCIÓN 5
CAPÍTULO 1: La ciudad y la ocupación 16
1.1 La Lima del siglo XIX 16
1.1.1 Contexto citadino 17
a. Organización
b. Demografía
c. Sociedad
1.1.2 Las relaciones de pareja y la legislación 31
1.1.3 La presencia chilena en el Perú antes de la guerra del Pacífico 37
BIBLIOGRAFÍA 113
ANEXOS 120
Anexo 1: Bases de datos (No disponible en esta versión)
2
Anexo 2: Registro de matrimonio de sr. don Antonio Solo de Zaldivar, jefe del
Registro Civil de Lima, durante la ocupación, se casó con la viuda sra. doña
Doria Lila Loostounon en la parroquia San Marcelo.
3
ABREVIATURAS
AAL Archivo Arzobispal de Lima
Páginas
MAPAS
Mapa 1: La ciudad de Lima en 1880 24
CUADROS
Cuadro 1: Población de Lima en 1876 25
Cuadro 2: Población de Lima por razas 28
Cuadro 3: Legitimidad de las parejas chileno-peruanas 68
Cuadro 4: Niños chileno-peruanos en las parroquias de Lima (1882-1886) 72
Cuadro 5: Status de los padres de los niños peruano-chilenos legítimos (1882- 73
1883)
Cuadro 6: Status de los padres de los niños peruano-chilenos ilegítimos 74
(naturales) (1882-1883)
Cuadro 7: Resumen: Legitimidad de “los hijos de la guerra” y el status de sus 76
padres
Cuadro 8: Sobre la diferencia de legitimidad entre géneros 77
Cuadro 9: Valores del montepío 91
Cuadro 10: Status social de las parejas de chilenos y peruanas (1881-1883) 93
Cuadro 11: Legitimidad en las parejas chilenos y peruanas de status social alto 93
(1881-1883)
Cuadro 12: Legitimidad en las parejas de chilenos y peruanas de status social 95
mixto (1881-1883)
Cuadro 13: Legitimidad en las parejas de chilenos y peruanas de status social 95
bajo (1881-1883)
GRÁFICOS
Gráfico 1: Parejas de chilenos y peruanas registrados en los libros de bautizo 67
(1879-1886)
Gráfico 2: Matrimonios de chilenos con peruanas en Lima (1881-1883) 70
ILUSTRACIONES
Ilustración 1: Licencia de matrimonio de don Luis Alberto Plaza, teniente del 87
4
INTRODUCCIÓN1
La guerra del Pacífico es uno de los episodios más estudiados de la historia peruana
debido a su impacto en la construcción de la nación. Por generaciones, los historiadores se
han esforzado por brindar información y nuevos enfoques acerca de este hecho, pero en su
labor fueron arrastrando una visión del mismo que se consolidó como discurso histórico
oficial. Se trata de una “visión victimizada” de la participación peruana en el conflicto; un
Perú “derrotado pero noble y cargado de heroísmo”, a merced de un país (Chile) “injusto y
con un afán expansionista implacable”. Después de la celebración del centenario de esta
trágica guerra en 1979, los estudios históricos han tratado de dejar de lado aquella
tendencia, meta que ha sido mejor alcanzada por aquellos elaborados en la actualidad.2
En el caso específico de la ocupación de Lima, la etapa más dramática de la guerra,
los historiadores, en un primer momento, realizaron trabajos en los que buscaban
reconstruir el contexto social, político y económico de aquel momento. En esta línea
destacan los trabajos de Raúl Rivera Serna y los de Margarita Guerra Martiniere.3 En su
investigación, «La ocupación chilena de Lima: aspectos político-administrativos» (1984),
Rivera Serna relata con detalle la presencia de las tropas chilenas en la capital, desde la
campaña de Lima hasta el fin del gobierno de García Calderón. En aquella descripción se
encuentra información acerca de la convivencia entre chilenos y peruanos, en los primeros
días de la ocupación, así como la administración de la ciudad cautiva que ejerció el ejército
chileno, y las negociaciones políticas los líderes chilenos de la ocupación y los
representantes del gobierno provisorio peruano. Por su parte, Guerra Martiniere escribió La
ocupación de Lima (1881-1883) (1991-1996), trabajo que se divide en dos volúmenes. El
1
El presente documento es una versión corregida y actualizada de la tesis de licenciatura presentada en la
Pontificia Universidad Católica del Perú, el 5 de setiembre de 2013.
2
Rosario, 2012, pp.90-104.
3
Se ha tomado como referencia el balance realizado por el historiador Emilio Rosario, quien menciona estos
trabajos como los principales en el tema de la ocupación de Lima, incluyendo el estudio de Celia Wu de
Brading, Testimonios británicos de la ocupación chilena en Lima (1986).
6
4
Rosario, 2012, p. 97
5
Holguín calculó en su trabajo alrededor de 30 matrimonios, lo que representa sólo «2% del total de uniones
anuales, estimado en quinientos». (1972-1974, p. 170)
6
Ante la mención de las mujeres peruanas en el contexto de la guerra del Pacífico, es necesario señalar que
los trabajos dedicados a analizar su participación en el conflicto son escasos. Un trabajo que puede ser
considerado un pionero en el tema es el artículo de Maritza Villavicencio «Acción de las mujeres peruanas
durante la guerra con Chile» (1985). La investigadora, no solo se limitó a describir la labor de las mujeres en
7
el campo de batalla, casi acaparado por las valerosas y sacrificadas rabonas, sino que presentó las tácticas a
las que las mujeres de las ciudades, especialmente Lima, recurrieron para la resistencia. Las actividades de las
mujeres variaron de acuerdo a su status social y raza (esta última, entendida como referencia de clasificación
en el siglo XIX).Las mujeres de élite hicieron uso de su fortuna e influencias para recolectar fondos
destinados al auxilio de otras mujeres y huérfanos de guerra, además de prestar servicios en hospitales y
bancos de sangre. Por su parte, las mujeres de servicio (mulatas, negras, indígenas) realizaron las labores más
peligrosas, incitadas por sus patronas, como el espionaje y el tráfico de armas. Posteriormente, Rosa Grimalda
Huamán Guardia presentó en su tesis de licenciatura «La ciudad ante la guerra: mujeres, familia y sociedad
en Lima durante la Guerra del Pacífico» (2009). La autora busca desmitificar a la mujer limeña del siglo XIX
y mostrarla solidaria y no frívola; moralmente intachable y no coqueta. A través de la consulta de periódicos
de la época, libros de toma de razón, causas civiles y otros documentos en archivos como los de la Prefectura
del Callao y del Estado Mayor del Ejército, Huamán presenta las diversas actividades que las mujeres limeñas
de diferentes clases y razas realizaron. Ambos trabajos, presentan una visión heroica de las mujeres, es decir,
como patriotas cuyas acciones estuvieron enfocadas exclusivamente en el ejército peruano, mantener activa
la capital y proteger a los desvalidos.
7
Algunos indicios de relaciones entre chilenos y peruanas también son presentados por Carmen Mc Evoy en
su artículo «Bella Lima ya tiemblas llorosa de triunfante chileno en poder: una aproximación a los elementos
en el discurso nacionalista chileno» (2000). La autora destaca las relaciones de género presentes en el discurso
nacionalista chileno, en el que los chilenos destacan su virilidad al atribuirle características femeninas a la
población limeña. La erotización de Lima hizo que algunos chilenos tuvieran ansias de poseer a las hermosas
limeñas, quienes, según afirmaban, se entregarían a los triunfadores «despreciando a sus conciudadano». (Mc
Evoy, 2000, p.482).
8
sociedad patriarcal en la que los grupos de poder, integrados por hombres, reconocidos
como ciudadanos y dominadores del espacio público, manipulaban discursos legales para
priorizar sus intereses.8 Era impensable, aún en la República, la existencia de la igualdad
total entre hombres y mujeres, incluso en lo que respecta a las normas y deberes de cada
uno en la vida conyugal.9 Este trabajo, además de hacer un llamado a la Historia del
Derecho para profundizar el tema, resulta ser un interesante aporte para la presente
investigación dado que brinda información acerca del contexto legal de la vida en pareja en
el siglo XIX.
Otro trabajo importante en el tema de relaciones de pareja en el siglo XIX, y que
posee un cariz histórico, es el libro de Christine Hünefeldt, Liberalism in the bedroom:
Quarreling spouses in Nineteenth-Century Lima (2000), la autora, a través de la revisión de
1,070 demandas de divorcio y testamentos, intenta reconstruir la vida diaria de las parejas
de Lima en el siglo XIX rescatando testimonios acerca de las relaciones de pareja, actitudes
y percepciones de género, ciclo de la vida, raza y clase.10 Resulta interesante el hecho que
la autora centra su estudio en la situación de las mujeres en el Perú decimonónico y muestra
cómo la modernidad no estableció cambios significativos en la estructura patriarcal de las
familias de aquella época. Las mujeres tuvieron que enfrentarse a normas sociales y legales,
tales como la obligación que tenían de permanecer en el espacio privado, que limitaban su
acción en la sociedad.11 No obstante, para la autora, la influencia de las ideas liberales
llegadas de Inglaterra y Francia, permitió a las mujeres crear discursos, haciendo uso de su
experiencia doméstica, para defender sus derechos en las cortes.12 Sin duda, el trabajo de
Hünefeldt, también representa un importante aporte para la historia de las mujeres, ya que
brinda información sobre la posición y probabilidades de ellas en la vida pareja (convertirse
en esposas legítimas o amantes). En esa línea, la presente investigación contribuye al
desarrollo del tema, pero con la novedad de que se analiza la formación de parejas en un
contexto de crisis: la guerra.
8
Loli Esponiza, 1996, p.216
9
Loli Esponiza, 1996, p.222
10
Hünefeldt, 2000, p. 1
11
Hünefeldt, 2000, p. 367
12
Hünefeldt , 2000, p. 9
9
13
Weber citado por Burke, 2000, p.76
14
Chambers, 2003, p.182
15
Chambers, 2003, p.184
16
Chambers, 2003, p.185
11
siempre los hombres de linaje noble los superarían en honor. En el caso de las mujeres de
todas las clases, su honor dependía de su conducta sexual.17 En el caso de las mujeres de
élite, sus familias depositaban en ellas la tarea de preservar el linaje familiar y la pureza de
sangre. Por ello, sus padres se preocupaban por arreglar “matrimonios ventajosos” para
preservar el honor de la familia. Por su parte, las mujeres de status medio, si bien también
debían cuidar su conducta sexual, podían demostrar su honor a través de su condición de
hijas legítimas y a estar debidamente casadas.18 Con lo explicado anteriormente, en los
casos de hombres y mujeres, queda en evidencia el último elemento del honor: el linaje, es
decir, la virtud era heredable.19
El tema del honor en Lima del siglo XIX no ha sido estudiado a profundidad;20 no
obstante, en el caso de la ciudad de Arequipa, Chambers señala que el honor de un hombre,
después de la independencia, se vinculó con la defensa de los valores republicanos y con el
reconocimiento, por parte de sus conciudadanos, de una conducta intachable.21 De esta
forma el honor dejó de ser heredado y colocó a todos los hombres en una situación de
igualdad. Sin embargo, en el caso de las mujeres apenas hubo cambios, debido a que aún
les valoraba por su pureza sexual y su virtud doméstica.22
Finalmente, se recurrió al concepto de legitimidad, el cual fue creado a partir de las
ordenanzas que el Concilio de Trento (1545-1563) entre las que se encuentran algunas
destinadas regular las uniones sexuales de las parejas, la cual era una de las preocupaciones
de la Iglesia en aquel tiempo. La legitimidad definía a aquellas uniones que eran
17
Chambers, 2003, p.189
18
Basada en sustentos teológicos, se estableció que la mujer, para tener una vida honrada, debía estar bajo la
tutela de un hombre (padre, hermano o marido), debido a que este tenía mayor fuerza espiritual que ella y
podía guiarla a la redención. La imagen que se tenía de la mujer, como factor de disolución social y de
debilidad espiritual y moral, permitió que el hombre la sometiera espiritual y físicamente. Revisar en:
Carrasco Ligarda, 2007, 286-288.
19
Chambers, 2003, p. 185
20
No obstante, se sí se han realizado estudios significativos acerca del honor en la época colonial. Como
ejemplo de ello se tienen los trabajos de María Emma Mannarelli, Pecados Públicos: la legitimidad en Lima
en el siglo XVII (1993); Rosa Carrasco, «Las mujeres y la jerarquía Sagrada: Aspectos de su religiosidad en
los siglos XVI al XVIII» (2007) y Ann Twinan Vidas públicas, secretos privados: género, honor, sexualidad
e ilegitimidad en la Hispanoamérica colonial (2009).
21
Chambers, 2003, pp. 203-208
22
Chambers, 2003, p.223
12
moralmente bien vistas a los ojos de la Iglesia y la sociedad y, por supuesto, a los hijos
nacidos de ellas. De ese modo se crearon para ellos las categorías de legítimo para calificar
a aquellos hijos nacidos de uniones bendecidas por la Iglesia a través de matrimonios e
ilegítimo para identificar a los hijos nacidos de uniones que no se habían formalizado.
Dentro del grupo de los ilegítimos existieron los calificados como naturales, expósitos y
adulterinos. Los naturales eran aquellos cuyos padres no estaban casados, pero que no
tenían ningún impedimento para hacerlo.23Algunos de estos niños eran reconocidos por sus
padres y otros no.24Los expósitos eran aquellos niños abandonados por sus padres, quienes
no eran reconocidos. Por último, los adulterinos eran aquellos que, por parte de madre, eran
concebidos por una mujer casada.25
En Lima del siglo XIX, las relaciones de convivencia o ilegítimas eran muy
comunes, pero podían afectar negativamente el status y el honor de las personas
involucradas en la relación, especialmente a las mujeres. En la época estudiada, la conducta
sexual de los hombres, de cualquier status, no era cuestionada salvo que se involucraran en
algún escándalo (como violación, rapto o incesto). En caso de tener hijos ilegítimos,
aquellos hombres no veían afectado su status o su honor, incluso algunos podían reconocer
a sus hijos ilegítimos con mujeres que no eran de su misma condición social sin casarse con
ellas y luego formalizar una relación con otra mujer de su mismo status. En cambio, si se
sabía que una mujer, de cualquier status, estaba involucrada en una relación ilegítima, su
honor era cuestionado y podía poner en peligro su imagen a los ojos de la sociedad. Y
aquella carga negativa, pasaba irremediablemente a los hijos nacidos de aquella relación si
los tuvieran. Incluso las parejas de aquellas mujeres podían poner en duda su paternidad al
alegar de aquellas eran “mujeres indecentes”.
Con lo expuesto anteriormente se manifiesta lo que María Emma Mannarelli señala
respecto a la ilegitimidad, que esta «cruzaba y articulaba a los distintos grupos sociales, y la
sanción a esta trasgresión se elaboró a través de código de honor».26 Así mismo, queda
demostrado cómo los tres conceptos explicados se relacionan entre sí.
23
Meza, 2007, p. 376; ver el Código Civil de 1852, sección cuarta, título II: De los hijos ilegítimos, art. 236
24
Código Civil de 1852, sección cuarta, título II: De los hijos ilegítimos, art. 236
25
Código Civil de 1852, sección cuarta, título II: De los hijos ilegítimos, art. 236
26
Mannarelli, 2004, p.339
13
27
La Parroquia de El Cercado, Santiago Apóstol, fundada en 1571 en la jurisdicción de indios e incorporada a
la Parroquia de Santa Ana desde 1767 hasta 1882, no fue tomada en consideración.
28
No se elaboraron bases de datos de las parejas registradas entre 1879 y1880, solo fueron cuantificadas.
29
Otro inconveniente en el acercamiento a la cifra real de parejas surgió del mismo registro de información en
las fuentes por parte los párrocos de aquel tiempo; por ejemplo, cuando se realizó la revisión de los registros
de bautizo de la viceparroquia de los Huérfanos emitidos en 1884, estos no contaban con los datos de la
nacionalidad de los padres de los niños impidiendo identificar las parejas conformadas por chilenos y
peruanas en aquél año.
14
CAPÍTULO 1
La ciudad y la ocupación
El siglo XIX significó para la ciudad de Lima, una época de muchos cambios. El
primero de ellos, es que, en la segunda década del siglo XIX, Lima se convirtió en la capital
de una joven república que tardaría muchos años en estabilizar su Gobierno debido a la
constante disputa de los caudillos militares por el poder. No fue sino hasta 1876, cuando
fue elegido el primer presidente civil del Perú, Manuel Pardo y Lavalle. Mientras tanto, la
17
élite y el Gobierno debían realizar lo necesario para convertir a la capital en una ciudad
moderna.
En lo que respecta al ámbito económico, Lima a partir de 1840 gozó de gran
crecimiento gracias al descubrimiento de los beneficios del guano y su comercialización.
Con las ganancias que trajo el boom del guano a la antigua “Ciudad de los Reyes”
consolidó su lugar como capital del Perú y centro de la vida peruana,30 esto a través de la
renovación de su infraestructura y la adquisición de artefactos modernos.
En el ámbito social también se presentaron algunos cambios siendo los más
significativos la abolición de la esclavitud y la inmigración asiática. También es importante
destacar las migraciones del campo a la ciudad, lo que produjo problemas como la
sobrepoblación de la capital. En este ámbito, resulta importante mencionar la relación entre
raza, honor y status los cuales definían la posición de un individuo en la sociedad y la
interacción entre grupos sociales.
30
Flores Rosales, 2012, p. 8
31
Ramón Joffré,1999, p.27
32
Ramón Jofffré,1999, p. 27
18
república americana también significaba civilización, como para que las transacciones
comerciales pudieran efectuarse».33
Como se destacó anteriormente, el segundo objetivo de las capitales
hispanoamericanas era el de establecerse como centros para administrar el territorio
nacional. Una vez terminadas las guerras de independencia, las antiguas capitales debían
ser reconstruidas para convertirse en sedes de gobierno de los nuevos Estados. En ellas,
militares, comerciantes y caudillos disputaban su participación en el gobierno del país, pero
sería el que asumiera el cargo de presidente quien estaría a cargo de devolver a las capitales
su papel privilegiado.34
Por último, para poder ejercer las funciones de gobierno nacional e impulsar el
comercio internacional, las capitales debían asegurar su orden interno.35 Para ello, cualquier
signo de “barbarie”, desorden o atraso debía ser eliminado. La mayor dificultad que los
gobiernos capitalinos encontraron fue el crecimiento demográfico de las ciudades debido
principalmente a las migraciones que se realizaron del campo a la ciudad. Este crecimiento
generó una reacción por parte de la población citadina de antaño ante la presencia de los
nuevos habitantes, la cual consistió en el reforzamiento de la jerarquía urbana heredada del
gobierno colonial. Esta se vería reflejada en la construcción de espacios que separaban a los
grupos sociales, como los barrios.
Lima, convertida en la capital de la República del Perú en 1821, estaba destinada a
cumplir con los objetivos propuestos y para ello, se realizaron cambios en relación a su
infraestructura, producción comercial y la adquisición tecnología moderna en sus calles y
medios de transporte.
Lima, cumpliendo con el primer objetivo explicado en los párrafos anteriores, se
había insertado en el mercado internacional por medio de la exportación de materias primas
como minerales (plata y oro) y guano,36 fertilizante codiciado en muchas naciones europeas
que pretendían potenciar su producción agrícola, cuya exportación alcanzó su auge entre
1840 y 1870. Además, su ubicación en la costa central frente al océano Pacífico la convirtió
33
Ramón Joffré,1999,p.27
34
Ramón Joffré, 1999, p.28
35
Ramón Joffré, 1999, p.28
36
Ramón Joffré, 1999, p.50
19
en «uno de los puntos más codiciados por los comerciantes ingleses»37 y en el único lugar
que conectó al Perú con Europa.
Como provincia, Lima comprendía doce distritos; estos eran los siguientes: Ancón,
Carabayllo, Lurigancho, Lima, Ate, Magdalena, Surco, Miraflores, Barranco, Chorrillos,
Pachacamac y Lurín. La ciudad de Lima se dividía en 5 cuarteles, conformados por 10
distritos y éstos se subdividían en 46 barrios. Además, se tenían en Lima 5 distritos
políticos: San Sebastián, San Marcelo, El Sagrario, Santa Ana y San Lázaro, cuyos
38
nombres derivan de las parroquias cuya jurisdicción incluían dichos distritos. A inicios
de la República, los barrios no estaban claramente definidos, debido a que la división entre
zonas de vivienda y zonas de trabajo (principalmente agrícolas) no estaban debidamente
delimitadas para crear barrios especializados. De este modo, los miembros de los diferentes
grupos sociales podían encontrarse conviviendo en un mismo espacio.39 Esta situación
cambió considerablemente en la segunda mitad del siglo XIX, cuando se introdujo en Lima
la noción de exclusividad difundida principalmente por los migrantes extranjeros, quienes
se encontraban a favor de la segregación espacial de acuerdo al origen social y racial de los
habitantes de la ciudad. En consecuencia, se construyeron modernas casas al sudoeste de
Lima, principalmente en Miraflores y Chorrillos,40 este último convertido en un exclusivo
balneario. Con ello, se cumpliría el tercer objetivo planteado por las capitales
hispanoamericanas, conservar el orden intentando separar a los diversos grupos sociales
que vivían en sus calles y controlar algunos espacios en los que la plebe pudiera ocasionar
disturbios. No obstante, Lima aún conservó su carácter semirural. En el censo de 1876, se
registraron 247 haciendas, pues, como señala Christine Hünefeldt, casi la mitad de la
población de la ciudad vivía de la agricultura.41
El punto de inicio de la modernización de Lima fue la Plaza Mayor debido a su
función como centro del sistema urbano. Desde su construcción en la época colonial,
alrededor de ella se establecieron los principales edificios administrativos y se establecieron
37
Ramón Joffré, 1999, p.50
38
Flores Rosales, 2012. p. 23
39
Ramón Joffré, 1999, p.52-53
40
Oliart,2000, p. 625
41
Hünefeldt, 2000, p. 19
20
42
Ramón Joffré, 1999, p.54
43
Ramón Joffré, 1999, p.58
44
Ramón Joffré, 1999, p.59-62
45
Ramón Joffré, 1999, p.64
46
García Bryce, citado por Ramón Joffré, 1999, p. 42
21
47
Por ejemplo, en la época republicana se celebraban: El aniversario de la independencia y el aniversario de
las batallas de Junín y Ayacucho. Revisar en: Fuentes, 1988, p.22
48
Fuentes, 1988, p.23
49
Fuentes, 1988, p.23; Middendorf, 1973, p.194
22
Ana y quedó bajo el cuidado sus sacerdotes. Fue en 1882, cuando la parroquia del Cercado
recuperó su autonomía.50
Las parroquias de San Sebastián y San Marcelo, vecinas y ubicadas al sur de la
ciudad, fueron construidas por el mismo arzobispo Loayza en 1561 y 1585
respectivamente. Finalmente, en lo que respecta a la Parroquia de San Lázaro, esta fue
fundada en 1563 para realizar los servicios al hospital al que se encontraba anexada
(también nombrado San Lázaro) y fue edificada en el margen derecho del río Rímac.
Luego, a petición del arzobispo santo Toribio de Mogrovejo, la iglesia se convirtió en vice-
parroquia del Sagrario, y en 1756 se volvió independiente.51
A partir de la segunda mitad del siglo XIX parecía que la capital había logrado su
consolidación como ciudad moderna. Lima, ya renovada, se encontraba dividida en 5
cuarteles, que comprendían 10 distritos, cada uno de ellos se componían en 46 barrios. Para
preservar el orden, los barrios eran supervisados por alcaldes de barrios quienes eran
elegidos entre personas distinguidas de la ciudad y contaban con los servicios de serenos
quienes vigilaban las calles.52 En 1852 se había construido el Mercado principal, lejos de la
Plaza de Armas, en la antigua sede del convento de Concepción. De ese modo:
[…] sin intrusos, la plaza condensaba el nuevo sueño de la elite urbana, la antigua
pila central (que encarnaba la tradición) estaba rodeada por esculturas de mármol
al más puro estilo clásico (la novedad) y de una vegetación simétricamente
dispuesta (la naturaleza sofisticada). Todo este conjunto se encontraba cercado por
una reja que indicaba sus límites y contaba con un farol en cada una de sus
esquinas para iluminarlo cuando la luz natural disminuyese.53
Efectivamente, entre 1850 y 1870 maestros franceses e italianos realizaron cambios
estéticos al espacio urbano de Lima. «Diseñaron nuevos paseos y reformaron espacios
públicos de acuerdo a la moda europea contemporánea».54 La Alameda de Acho fue
reparada en 1849 y la Alameda de los Descalzos, en 1856. Asimismo, la Plaza Bolívar fue
50
Fuentes, 1988, p.23; Middendorf, 1973, p.194; Orden Carmelitas Desclazos del Perú. Vicariato San Martín
de Porres. En: http://www.carmelitas.de/pcercado.htm
51
Fuentes, 1988, p.24; Middendorf, 1973, p.194
52
Hünefeldt, 2000, p. 32
53
Ramón Joffré, 1999, p.65
54
Oliart, 2000, p. 625
23
renovada en 1858, así como la Plaza de Armas, la Plaza de Santa Ana y el muelle de
Chorrillos55 y el empadrado de las calles.
Los grandes espacios públicos no fueron los únicos sometidos a la modernización.
Las casas de Lima en el siglo XIX tenían un aspecto agradable y contaban con las
comodidades de las ciudades de los países más modernos del momento. Estas eran poco
elevadas, pocas contaban con dos pisos y era inusual encontrar casas de tres pisos, esto
debido al temor generado por los temblores. No obstante, poco a poco se fue perdiendo este
temor dado que los arquitectos fueron empleando fierro y piedra (granito) para realizar las
construcciones.56
No obstante, la capital no solo se convirtió en una ciudad moderna por los cambios
estéticos o de distribución que se realizaron en ella, sino por la implementación de nuevas
tecnologías que mejorarían la calidad de vida de los ciudadanos; como la construcción de
tuberías de agua potable, desagüe y la instalación de un sistema de alumbrado por medio de
gas (en 1851 existían 500 postes de alumbrado en las vías públicas) y un servicio de
telégrafo. Las ganancias obtenidas del boom del guano a partir de 1840, también
permitieron al Estado invertir en la construcción de ferrocarriles. En 1848, se inició la
construcción del tren que conectó Lima y la ciudad puerto del Callao. Y otro tren comenzó
a funcionar en 1856, el cual unía la villa de Chorrillos con Lima.57Además, entre 1857 y
1851 en se crearon nuevas industrias y otras se modernizaron, principalmente las textiles,
de vidrio y de papel.58
55
Ramón Joffré, 1999, p.68
56
Fuentes, 1988, pp. 7-8
57
Oliart, 2000, p.624
58
Oliart, 2000, p. 624
24
b. Demografía
Como se ha mencionado anteriormente, durante el siglo XIX, Lima experimentó un
aumento demográfico. En 1836, Lima se encontraba habitada por 55, 627 personas; esta
cifra aumentó a 94, 195 en 185759, esto se debía no sólo a las migraciones a la capital desde
el interior del país, sino también a que el boom del guano atrajo a muchos extranjeros, entre
ellos, chinos. Entre estos últimos, hubo algunos que fueron usados ilegalmente para trabajar
en las islas guaneras.
A tres años antes de declararse la guerra contra Chile, en 1876, la población de la capital
había aumentado mucho más, a total de 100, 156 habitantes.60 A continuación, se presenta
un cuadro en el que se puede apreciar la cantidad de población que habitaba en cada uno de
los cuarteles de la ciudad de Lima en aquella época.
Cuadro 1
Población de Lima en 1876
59
Ramón Joffré,1999, p.49
60
Ministerio de Gobierno, Policía y Obras públicas, 1878, p. 301
61
Hünefeldt, 2000, p.21
26
El aumento demográfico no era la única realidad que se vivía en Lima, la alta tasa
de mortalidad infantil, así como la baja esperanza de vida y una tasa de natalidad también
baja eran situaciones que se daban en la capital. Como señala Christine Hünefeldt:
Between 1810 and 1900, 73 percent of all testators in Lima declared that they were
either married or widowed, and of these 33 percent had no children. In other words,
the third of Lima´s wives never bore children. Fertility was extremely lower than in
other cities in Latin America and the rest of the Western world in this period.62
Esta situación era preocupante: Desde inicios del siglo XIX, la noción de progreso
estaba entrelazada con cuestiones demográficas y era necesario contar con mano de obra
joven para aportar al desarrollo económico del país, sobre todo en aquella época cuando la
economía se encontraba estancada.63 También a inicios del siglo, destacan los intentos del
jurista Manuel Lorenzo de Vidaurre, quien desde muchos años atrás intentó combatir esta
realidad. Vidaurre, por ejemplo, propuso que el permanecer soltero hasta los 35 años
constituía un delito y como sanción debía de mantener 3 niños de un orfanato. Asimismo,
se consideró delito incitar a hombres y mujeres a dedicarse a la vida religiosa y, por tanto,
al celibato, también propuso que la homosexualidad debía ser considerada una traición a la
patria.
Otra situación presente en la vida diaria de Lima era la ilegitimidad. En el siglo XIX
la ilegitimidad alcanzó un alto porcentaje, esto debido a la práctica de relaciones sexuales
pre matrimoniales. A través de la revisión de testamentos, Hünefeldt señala que entre 1810
y 1820, y entre 1840 y 1860 el porcentaje de niños nacidos fuera del matrimonio era 17.8
%, luego este ascendió a 19.3 % hasta el final del siglo64 ¿La crisis social provocada por la
guerra con Chile y la ocupación de la capital influyeron en el aumento de este porcentaje al
final del siglo XIX? Por el momento, se pospondrá esta incógnita para exponer otros datos
acerca de la ilegitimidad en Lima del siglo XIX.
62
«Entre 1810 y 1900, el 73 por ciento de todos los testadores en Lima declararon que estaban casados o
viudos, y de estos el 33 por ciento no tenía hijos. En otras palabras, una de cada tres esposas de Lima nunca
tuvo hijos. La fertilidad era extremadamente baja, menor que en otras ciudades de América Latina y el resto
del mundo occidental en este periodo.» En: Hünefeldt , 2000, p. 22
63
Hünefeldt, 2000, p.20
64
Hünefeldt , 2000, p.25
27
c. Sociedad
Lima heredó de la época colonial una población racialmente diversa. Indios, blancos
y negros eran las razas más comunes en ese período junto con los mestizos y las castas. En
el siglo XIX, con el creciente desarrollo de la exportación del guano y después de la
abolición de la esclavitud en 1854, decretada por el presidente Ramón Castilla, un nuevo
grupo se integró al crisol de razas existente en la capital: los asiáticos. Estos fueron
empleados como trabajadores en las plantaciones costeras de azúcar, la construcción de
ferrocarriles y en la excavación de las islas guaneras. A continuación, se presenta un cuadro
en el que se puede observar la cantidad de representantes por raza en la ciudad de Lima
65
Hünefeldt, 2000, p.24
66
Hünefeldt señala que en las licencias matrimoniales un alto índice de mujeres ilegítimas se casa con
hombres legítimos. Esto pone en evidencia el deseo de estas mujeres de limpiar su descendencia del estigma
social con el que cargaron. Revisar en: Hünefeldt, 2000, p.25
28
Cuadro 2
Población de Lima por razas
Al observar las cifras se puede comprobar que, para el siglo XIX, Lima era una
ciudad en la que no predominaban los ciudadanos de raza blanca (no llegan ni al 50 %),
sino eran mayoría el conjunto conformado por otras razas. En este grupo predominaron los
mestizos (23 %), seguidos por los indios (19 %), los negros (9%) –quienes fueron
desapareciendo a causa de la abolición de la esclavitud y el consecuente mestizaje- y los
asiáticos (6%). Era la diversidad racial lo que caracterizaba a la ciudad de Lima, pero no era
vista como una virtud por los viajeros y representaba un inconveniente para el proyecto
político liberal, en el que se planteaba la construcción de una población homogénea para
lograr una identidad definida.67
La identidad racial en el siglo XIX no solo comprendía las características biológicas
(color de piel y facciones), sino que se relacionaba con el honor, la ciudadanía y el status
económico. Por ejemplo, como lo comenta Jesús Cosamalón, después de la liberación de
los esclavos negros, se buscó controlar o “someter” a este grupo por medio de la
criminalización de las clases populares. Pronto, la liberación de la esclavitud estuvo
asociada con desorden de la ciudad. Además, se responsabilizó a los negros, junto con los
indios y chinos, de la decadencia moral de la ciudad debido a sus prácticas culturales. Esta
67
Cosamalón Aguilar, 2004, p.161
29
valoración negativa construida acerca de estos grupos tuvo como consecuencia su exclusión
del proyecto de nación.68
Como se anotó en el párrafo anterior, la raza estuvo directamente relacionada con el
status económico del individuo. La población más pobre de la ciudad o la “plebe” era
identificada con los individuos pertenecientes a las razas marginadas: india, china y negra.
En cambio, los blancos fueron identificados con el grupo racial perteneciente a un status
económico alto. En la segunda mitad del siglo XIX, factores como: la conversión de la
deuda interna originada por Ramón Castilla para indemnizar a los afectados por las guerras
de independencia y la liberación de los esclavos, el acceso a las ganancias de la venta del
guano a Europa y el renacimiento de la producción algodonera, permitieron que este grupo
se erigiera como una clase terrateniente, constituida sobre la base de la unión de los
sobrevivientes de la élite colonial y los nuevos comerciantes. Esta élite llegó al poder
político en la figura de Manuel Pardo y Lavalle, hombre de negocios perteneciente a una
familia tradicional limeña, quien asumiría la presidencia de la República en 1872.69 La
nueva élite estaba ansiosa por imitar las costumbres y tendencias europeas debido a la
influencia positivista en la sociedad. Incluso varios intelectuales de la época enfatizaban la
importancia de fomentar la inmigración extranjera con el fin de “purificar la raza”.
La convivencia de ambos grupos, élite y plebe, fue tensa especialmente a partir de
1850 cuando la esclavitud fue abolida y la pena de muerte fue cuestionada por políticos
liberales y miembros del clero. Estos acontecimientos provocaron en la élite un temor por
el desorden social y la delincuencia que podrían ser desatados a manos de los grupos
populares.70 Se debe recordar que durante esta época se hablaba del aumento de la
criminalidad urbana, atribuida principalmente a la supuesta decadencia moral de la
población. Esta causa, estaba impregnada de estereotipos y prejuicios71 que la élite tenía
acerca de quienes conformaban la plebe, especialmente los negros. Incluso este recelo llevó
a la «satanización de algunos espacios» como conventillos, callejones y tabernas en los que
68
Cosamalón Aguilar, 2004, p.42
69
Ramón Joffré,1999, p.44
70
Aguirre,2008, p.130
71
Aguirre,2008, p.123
30
72
Ramón Joffré,1999, p.31
73
Aguirre,2008, p.123
74
Ramón Joffré,1999, p.30
75
Hünefeldt, 2000, p. 44
31
Como se puede apreciar, «durante el siglo XIX, se enfatizó la relación estrecha entre
el color de piel y la condición social del individuo».76 No obstante, a pesar de la apariencia
rígida del orden social, también existió la posibilidad de movilidad social. Como señala
Cosamalón, esto fue posible gracias a la consolidación de una sociedad mestiza. La
adquisición de educación, riqueza y cultura por los individuos garantizaban su
“blanqueamiento” ante los ojos de la sociedad y con ello lograban el ascenso social. Esta
posibilidad de ascenso y descenso era validada por el orden liberal instaurado por el
gobierno republicano.77 Sin embargo, «la “racialización” de la pobreza endureció la
discriminación existente y la volvió racial».78
Para concluir esta primera parte, se puede afirmar que en la segunda mitad del siglo
XIX, Lima se encontraba muy cerca de consolidarse como una ciudad moderna: había
logrado insertarse en el mercado internacional a través de sus exportaciones,
(principalmente el guano), renovado su infraestructura y adquirido tecnología. Sin
embargo, problemas como la sobrepoblación y el control social fueron factores con los que
el Gobierno tuvo que lidiar en esta coyuntura. Sus esfuerzos para lograr la modernización
de la capital y su sociedad pronto se verían menguados por la crisis generada a partir de la
derrota peruana en la guerra del Pacífico y, en aquel contexto, algunos de los problemas
sociales existentes se encontrarían en riesgo de agudizarse.
76
Cosamalón Aguilar, 2004, p.42
77
Cosamalón Aguilar, 2012 , p 42
78
Cosamalón Aguilar, 2012, p 47
79
Loli Espinoza, 1996, p.215-216
32
Si bien el nuevo Gobierno republicano les había asignado a sus mujeres una
responsabilidad importante, a través de la construcción de un modelo que rescataba las
virtudes femeninas como: abnegación, capacidad de amar, perdonar y consolar;83 hubo
también atribuciones heredadas de la época colonial que prevalecieron como la debilidad y
fragilidad. Por ello, en la práctica, la autoridad del esposo se mantuvo aún en el espacio
privado.
En lo que respecta a los hombres, estos no solo dominaban el espacio privado sino
que podían desenvolverse con libertad en el espacio público debido a su educación y fuerza
para trabajar. Además, podían participar de la vida política de la ciudad al estar casados, ser
80
Bermúdez,2008, p.2
81
En los siglos anteriores, las mujeres de elite encargaban la alimentación y crianza de sus hijos a nanas o
amas de leche para poder hacer vida social y la mujeres de la plebe dejaban sus hogares para salir a trabajar
Revisar en: Bermúdez,2008, p.2. Estas actitudes fueron calificada de irresponsables durante el siglo XIX y se
hizo un llamado a esta mujeres para cambiar aquella situación.
82
Bermúdez,2008, p.2
83
Bermúdez,2008, p.2
33
letrados y tener un oficio; es decir, eran considerados ciudadanos. Los requisitos antes
mencionados, descalificaban a los miembros de la plebe, por ello, como se mencionó en el
acápite anterior, éstos se encontraban fuera del proyecto de nación.
Se tiene entonces que los hombres de élite, tenían la supremacía en «la vida
cotidiana, y a nivel político y jurídico»,84 y esta situación estaba conforme con el principio
de igualdad que se aplicó después de la Independencia (en los Códigos Civiles de 1823 y
1826). Por el contrario, las mujeres, debido a su “naturaleza inferior”, no eran consideradas
ciudadanas activas por aquel principio de igualdad; es decir, personas que pudieran
participar activamente en el espacio público y en la política.85
Habiendo expuesto la condición social y jurídica de los hombres y mujeres del siglo
XIX, se procederá a analizar y comentar algunas de las leyes que regularizaron los aspectos
más importantes de la vida en pareja; para ello, se tomará en consideración principalmente
el Código Civil de 1852 que tuvo vigencia hasta 1936.
En primer lugar, se debe mencionar los esponsales. Los esponsales eran definidos
como la promesa de contraer matrimonio que se hace entre un hombre y una mujer.86 En el
siglo XIX, se volvió una práctica común legalizar y registrar aquella promesa en presencia
de un notario como una forma de reforzar el compromiso y obligar a los novios a
cumplirlo, bajo el riesgo de una multa en caso de incumplimiento por alguna de las partes.87
Las mujeres no podían firmar los esponsales ya que no eran consideradas ciudadanas, por
ello correspondía a los padres o el curador, firmar por ellas. Esto mismo, sucedía con los
menores de edad.
Es importante señalar que, si bien los esponsales se convirtieron en registros
notariales, solo la Iglesia podía hacerlos cumplir (adquirió el rol de impedir que los
comprometidos se casaran con otros). Como lo explica Hünefeldt, por ejemplo, si un
hombre informaba a su novia que no cumpliría con su promesa de matrimonio, este no
podía ser juzgado en una Corte Civil. Este sólo escribía al sacerdote pertinente quien lo
84
Loli Espinoza, 1996. p.222
85
Loli Espinoza, 1996. p.222
86
Código Civil de 1852, sección tercera, título I: De los esponsales, art. 120
87
Código Civil de 1852, sección tercera, título I: De los esponsales, art. 127
34
Por otro lado, resulta interesante lo que Silvia Loli comenta acerca del valor que se
dio a la legalización de los esponsales, la cual consistía en una suerte modelo para controlar
y normar los enlaces de las parejas: «Para los liberales, la reglamentación minuciosa de las
esponsales era apreciada como un modelo de lo que podría normarse del matrimonio, si la
Iglesia no lo hubiera monopolizado»;89 por ejemplo, la edad adecuada para contraer
matrimonio. En el proyecto de Código Civil de 1834, establecía que debía existir un
equilibro en la edad de los contrayentes, por ello los hombres no debían contraer nupcias
con mujeres mayores que ellos, antes de los 21 años. En lo que respecta a las mujeres, si no
habían cumplido los 18 años, no estaban obligadas a contraer nupcias con hombres que les
triplicaran la edad. Por último, hombres y mujeres mayores de 21 y 18 años,
respectivamente, podían contraer matrimonio sin ninguna restricción en la edad de su
cónyuge.90 La reglamentación de la edad fue establecida a fin de evitar que los esponsales
se realicen por obligación o a través del ejercicio de la violencia. En el Código Civil de
1852 el equilibro de edad entre los contrayentes como requisito prevaleció, pero para que
los menores pudieran gozar de los efectos civiles otorgados por el matrimonio, el varón
debía haber cumplido los 18 años y la mujer los 16,91 sino ambos debían contar con el
consentimiento de sus padres.92
Según el Código Civil de 1852, los esponsales quedaban disueltos por los siguientes
motivos: muerte de los novios, existencia de algún impedimento legal entre los
contrayentes para el matrimonio, que alguno de los novios haya contraído matrimonio con
otra persona, la profesión religiosa de alguno de ellos, alguna orden mayor que el esposo
recibiera, la ausencia por más de tres años de alguno de los contrayentes, el descubrimiento
88
Hünefeldt, 2000, p. 194
89
Loli Espinoza, 1996, p. 225
90
Loli Espinoza, 1996 p. 226
91
Código Civil de 1852, sección tercera, título I: De los esponsales, art. 122
92
Código Civil de 1852, sección tercera, título I: De los esponsales, art. 124
35
de alguna enfermedad, deformidad, defecto físico o moral y alguna casusa que dan lugar al
divorcio.93
Continuando con el tema de los esponsales, es necesario hacer mención a una
situación que se podía dar durante los esponsales: las relaciones premaritales. Mantener
relaciones sexuales antes del matrimonio era un acto condenable por los códigos de
conducta de la sociedad y por la Iglesia, así como las relaciones extramaritales. Sin
embargo, como se ha comentado con anterioridad, los altos índices de ilegitimidad en Lima
del siglo XIX, muestra el fracaso, principalmente, de la Iglesia por controlar la vida íntima
de las personas.94 No obstante, las relaciones premaritales no solo sucedían en forma de
relaciones estables de convivencia, sino en forma de rapto o violación. El matrimonio, en
estos últimos casos, se realizaba para enmendar la honra femenina. Como ya se ha
mencionado en la introducción de la presente investigación, desde la época colonial, el
honor de las mujeres estaba íntimamente ligado a su conducta sexual, dado que su
virginidad aseguraba la preservación del linaje familiar y su status. Y durante el periodo
republicano esta concepción del honor femenino no cambió. La pérdida de la virginidad
podía afectar negativamente las posibilidades de matrimonio de una mujer, por ello, al
darse un rapto o violación, la familia de la mujer deshonrada esperaba que el seductor
aceptase su responsabilidad y se casase con ella, de lo contrario, este podía ofrecer una dote
para compensarla.95A pesar de ello, no era fácil para las familias afectadas llegar a esa
solución, ya que en la mayoría de denuncias, los hombres alegaban que habían sido
seducidos por aquellas mujeres. Aún existía de forma muy arraigada en la sociedad,
desconfianza hacia las mujeres debido a la imagen de seres “seductores y tentadores” que
fue difundida por la tradición católica siglos atrás; cuando se presentaba un caso de
seducción o violación la mayoría de los jueces pensaba que las mujeres habían propiciado
esa situación. Esto se debía a que los hombres eran “débiles” por naturaleza, y podían
dejarse influenciar fácilmente por sus impulsos si eran provocados o seducidos.96 En el caso
de los varones, las relaciones maritales antes del matrimonio no perjudicaban su honor ni
93
Código Civil de 1852, sección tercera, título I: De los esponsales, art. 128, incisos 1-8
94
Hünefeldt , 2000, p. 179
95
Hünefeldt , 2000, p. 227
96
Hünefeldt , 2000, p. 91
36
97
Hünefeldt, 2000, p.181
98
Código Civil de 1852, sección tercera, título V: De la celebración y solemnidades del matrimonio, art. 156
99
Loli Espinoza, 1996, p.231
100
Código Civil de 1852, sección tercera, título VII: De los derechos y deberes que nacen del matrimonio,
artículos: 175, 176,177,179,180
37
estas disposiciones del Código Civil, se pone en evidencia lo mencionado al inicio de este
acápite: la casi total dependencia de las mujeres hacia sus maridos y el dominio de estos, no
solo del espacio público sino del privado.
Finalmente, resulta pertinente mencionar las causas del divorcio establecidas en el
artículo 192 del Código antes citado que son las siguientes: el adulterio de la esposa,
concubinato o incontinencia pública del esposo, trato cruel, atentar uno de los esposos
contra el otro, odio de uno contra el otro manifestado en pleitos graves o injusticias, vicios
incorregibles como el juego o embriaguez, disipación o prodigalidad, negar los alimentos a
la esposa, abandono de la casa común o negación del cumplimiento de las obligaciones
conyugales, ausencia injustificada por más de cinco años, locura o furor permanente que
haga peligrosa la convivencia, una enfermedad crónica contagiosa y la condenación de uno
de los esposos a una pena infamante.
En el presente acápite, se ha podido bosquejar el contexto legal en el que se
formaron las parejas de la época y la situación de los miembros de las mismas. Los temas
desarrollados previamente serán retomados en el desarrollo del capítulo tercero, cuando se
analicen algunos casos concretos de parejas peruano-chilena.
103
Godoy Oreyana,2003, p. 155
104
Ministerio de Gobierno, Policía y Obras pública, 1878, p.365
105
Ministerio de Gobierno, Policía y Obras públicas, 1878, pp. 307-317
106
Cosamalón Aguilar, 2004, pp 168-169
40
entre las mujeres extranjeras (3028 registradas): como domésticas 3.7 %, costureras 3.7 % y
Hermanas de la caridad 3.6 %.107
La convivencia y relaciones entre peruanos y chilenos se vieron negativamente
afectadas una vez declarada la guerra del Pacífico el 5 de abril de 1879. Diez días después
de este hecho, el presidente de la república, Mariano Ignacio Prado decretó la expulsión de
los chilenos que habitaban en el Perú. Los chilenos debían abandonar el territorio peruano
en un plazo de 8 días desde aquella fecha. Sin embargo, hubo excepciones; pudieron
quedarse aquellos ciudadanos chilenos que cumplían los requisitos de los incisos 2° y 3°
del artículo 34 de la Constitución108 y aquellos que habían vivido en el Perú más de 10
años, estando casados con peruanas y que fueran propietarios de bienes raíces. No obstante,
aquellos que se quedaban iban a ser constantemente vigilados, y si tenían una conducta
sospechosa, a los ojos de las autoridades del Gobierno, serían expulsados del país.109 Esta
fue una medida ineludible y necesaria que ya había sido aplicada en otros países que
atravesaron por la misma situación. Por ejemplo, Francia expulsó a los alemanes de sus
tierras en la guerra franco-prusiana.
Como era de esperar, la expulsión debió colocar en una posición muy difícil a los
chilenos recién asentados en la capital y a aquellos que recién iniciaron una familia con
alguna peruana, sin dejar de mencionar a aquellos que poseían negocios. Familias
separadas, amistades y relaciones de negocios quebradas fueron las principales
consecuencias de este decreto.
Cabe mencionar que no queda claro si las chilenas eran aludidas en la orden de
expulsión. Probablemente no eran consideradas una amenaza; es decir, que pudieran tomar
las armas o realizar acciones arriesgadas de espionaje. Sin embargo, según Bulnes, muchos
chilenos abandonaron el Perú seguidos por sus mujeres e hijos. Muchas de aquellas mujeres
107
Ministerio de Gobierno, Policía y Obras públicas, 1878, pp. 307-317
108
2.° Los hijos de padre peruano o madre peruana, nacidos en el extranjero, cuyos nombres se hayan inscrito
en el registro cívico, por voluntad de sus padres, durante su minoría, ó por la suya propia, luego de que
hubiesen llegado á la mayor edad ó hubiesen sido emancipados.
3.° Los naturales de la América Española y los españoles que se hallaban en el Perú cuando se proclamó y
juró la independencia, y que han continuado residiendo en él posteriormente
109
El peruano: Diario Oficial. Dirección de gobierno. Número 82 ( Lima, martes 15 de abril de 1879), p. 325
41
debieron ser también chilenas. Las vías por las que los chilenos exiliados abandonaron el
país fueron: ferrocarriles, mulas de carga, barcos a vapor e incluso a pie.110
Dos días después de decretada la orden, se publicó una nota de prensa en la que se
expresaba apoyo a la medida tomada por el Gobierno, principalmente por los siguientes
motivos:
1° Las escenas escandalosas verificadas en Valparaíso, Antofagasta y otros
pueblos de Chile contra los agentes y los ciudadanos del Perú;
2° El bombardeo de lugares indefensos y donde no existen sino unos cuantos
peones y algunos elementos de embarque;
3° El crecido número de chilenos que hay en el Perú, y que constituye un
verdadero peligro para el orden interior;
4° Su actitud insolente y provocadora, que está dando lugar á escenas
desagradables y que puede traer represalias que el Gobierno debe evitar con el
tiempo;
5° El espionaje, tan bien organizado entre ellos, que remiten correspondencias á
Chile, comunicado cuanto se prepara y se hace en el Perú;
6° La venida de dos espías, mandados expresamente por el gobierno chileno, y que
han sido detenidos en el Callao, al dejar el vapor que los condujo.111
110
Bulnes, Guerra del Pacífico, vol. I, 1911-1919, p.190
111
El Peruano: Diario Oficial. «La expulsión de los chilenos». Sección Editorial. Número 82 (Lima, jueves
17 de abril de 1879), p. 335
112
El Peruano: Diario Oficial. «La expulsión de los chilenos». Sección Editorial. Número 82 (Lima, 17 de
abril de 1879), p. 335
113
Bulnes, Guerra del Pacífico, vol. I, 1911-1919, p. 189
42
La guerra cambió para siempre las relaciones entre los habitantes de Perú y Chile.
Sus resultados desencadenaron sentimientos de resentimiento y deseos de revancha. El
episodio de la expulsión de los chilenos no ha sido comentado ni analizado debidamente en
la historiografía peruana de la guerra del Pacífico. En el presente trabajo, se ha tratado
únicamente de mostrar, a grandes rasgos, la situación y presencia de los chilenos en el Perú
antes de la guerra. Aunque, se espera que en investigaciones futuras se pueda retomar este
tema.
1.2.1 La ocupación
Tras la reunión de negociación del 16 de enero de 1881114 entre el general chileno
Manuel Baquedano y el alcalde de Lima, Rufino Torrico, acompañado por el señor Borjes,
enviado extraordinario y plenipotenciario de Francia; el sr. Spencer Saint John, ministro
residente de S.M. Británica en el Perú; el almirante Du Petit Thouars115 y el jefe de la
114
Esa misma fecha Nicolás de Piérola salió de Lima para iniciar la resistencia en el interior del país. Más
delante, desconocería el Gobierno de Don Francisco García Calderón e intentaría establecer un gobierno que
abarcara el resto del territorio nacional, para ello nombró a tres jefes militares superiores: Lizardo Montero en
el Norte, Andrés Avelino Cáceres en el centro y Pedro Alejandrino del Solar en el sur. No obstante este
gobierno, no pasaría de 1881.
115
Hasta la actualidad es reconocida la intercesión del Almirante Du Petit Thouars para impedir que se
repitiera en Lima los destrozos de San Juan, Chorrillos y Miraflores.
43
escuadra italiana, el señor Sobrano,116 las tropas chilenas hicieron su ingreso a la capital la
tarde del 17 de enero. Baquedano seleccionó para el ingreso a las siguientes fuerzas: tres
baterías de artillería de campaña, Regimiento «Buín», 1° de Línea de Zapadores, Batallón
«Bulnes», Regimiento Cazadores a Caballo y Carabineros de Yungay.117 Se calcula que
fueron un total de 4,000 hombres. Además, Baquedano nombró como gobernador político y
militar de Lima al general Saavedra a quien Torrico entregó la ciudad.
En lo que respecta al ingreso en sí, los testimonios de la época coinciden en afirmar
que la entrada del ejército chileno a Lima se realizó en perfecto orden y que no hubo
contratiempos, a continuación presentaremos algunos de ellos:
[…] los chilenos entraron en Lima en la tarde del martes (al día siguiente que los
desórdenes se aplacaron), en perfecto orden, constituyendo un gran espectáculo.
Primero venían 30 cañones Krupp con todas sus cureñas y servidores de las piezas,
después dos regimientos de infantería y, finalmente, tres regimientos de espléndida
caballería. Las bandas tocaron música muy tranquila, ninguna canción nacional ni
nada que pudiera ofender […].118
El testimonio citado es rescatado de una carta que Robert Ramsay Sturrock, ciudadano
británico residente en Lima, escribió a su madre el 19 de enero de 1881, apenas unos dos
días después del ingreso de las tropas chilenas a la capital. Ramsay, no solo comenta el
orden del ingreso de los chilenos, sino que agrega el detalle de la música. El hecho de que
los militares no entonaran canciones que «pudieran ofender», revela su compostura ante al
triunfo y gran cautela, pero sobre ello se volverá a comentar más adelante. A continuación
citaremos otro testimonio, en esta oportunidad, de un ciudadano italiano, Perolari
Malmignati: «El ingreso de la tropa chilena fue admirable por su orden, disciplina y
circunspección. Ni un grito, ni un gesto. Parecía que estos batallones regresaban de sus
ejercicios. Lo que especialmente se admiraba era el aspecto marcial a la europea de los
chilenos».119
116
Rivera Serna, 1984, p. 13
117
Rivera Serna, 1984, p. 14
118
Este documento traducido al idioma español fue publicado en la edición n° 26 de la revista Cuadernos de
Historia del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile en Marzo de 2007, pp. 171-186.
119
Testimonio del italiano Perolari Malmignati, citado por: Guerra Martiniere, 1991, p.109
44
120
Guerra Martiniere, 1991, p.109
45
gobierno de Lima al general Cornelio Saavedra, y este al general Pedro Laos. Después de
organizar las fuerzas de ocupación y encargarse de abastecer a sus tropas, los chilenos
adoptaron las siguientes medidas administrativas: «Las oficinas públicas funcionaron en la
Comisaría de Marina y en la Diputación del Comercio y las autoridades peruanas fueron
sustituidas por funcionarios chilenos (…)».121 El viajero alemán, Hugo Zöller, también
comenta lo siguiente:
Toda la administración reposaba en manos de los chilenos: jueces chilenos,
policías chilenos, aduaneros chilenos, administraban allí donde anteriormente
peruanos negligentes se habían repartido el escaso trabajo señalado, habiendo los
chilenos sojuzgado fuertemente toda prensa nacional.122
En efecto, la prensa también fue controlada por los militares chilenos. Para esto,
varios diarios nacionales como La Tribuna, El Comercio, La Sociedad, entre otros, ya
habían suspendido sus publicaciones antes de las batallas libradas en la capital debido a la
difícil situación de la guerra y a que, desde el bloqueo del puerto del Callao -en abril de
1880- , hubo escasez de papel.123 Durante la ocupación circularon los siguientes diarios
escritos por chilenos: La Actualidad (1881), La Situación (1881-1882), Diario Oficial
(1882-1883), La Patria (1883) y El Comercio (1881-1883).
Para establecer un orden social en la ciudad, las autoridades chilenas del gobierno
de ocupación, mantuvieron algunas autoridades peruanas como las municipales bajo la
condición de colaboración con el gobierno chileno, por su parte, el almirante Lynch
reinstaló la Alcaldía del Callao. Otras medidas que fueron tomadas por los soldados
chilenos consistieron en comprometer a los militares peruanos a no tomar las armas contra
Chile, siendo este compromiso obligatorio, prácticamente, bajo pena de muerte. También,
se buscó recuperar el orden de la ciudad combatiendo los ataques de “bandoleros” que
surgían dentro de ella. Incluso, los chilenos también tuvieron que lidiar con los ataques que
eran organizados desde fuera. Andrés Avelino Cáceres envió soldados a la capital para
hostigar a los ocupantes. Estos soldados fueron confundidos por bandoleros.
121
Guerra Martiniere, 1991, p. 89
122
Zöller, 2006, pp. 201-202
123
Varillas M, 1979, p.110
46
124
Rosario, 2011, pp.53-54
125
Rosario, 2011, pp.57
126
Rosario, 2011, pp.57
127
Basadre, 2005, t. IX, p.177
128
Rosario, 2011, p. 62
47
129
Rosario, 2011, p. 65
130
Guerra Martiniere, 1991, p.232
48
Volviendo al tema del cupo, las listas mencionadas también incluyeron nombres de
comerciantes y familias de prestigio; nombres que Piérola había considerado para que les
brindaran una contribución a su causa. Sin embargo, aún con esas listas no se pudo cumplir
con el cupo de 20, 000 pesos fijados por el ejército invasor y que debían ser pagados en un
corto plazo. Ante la conciencia de la lamentable situación económica que enfrentaba la
capital, el entonces presidente García Calderón, decide que el gobierno debía asumir esa
responsabilidad el 15 de marzo. Por su parte, los chilenos a través de apropiaciones y
confiscaciones logaron cubrir los gastos mensuales de las fuerzas de ocupación. Ante esto,
el gobierno convocó a una reunión con alrededor de 400 comerciantes nacionales y
extranjeros con los cuales lograron reunir 200, 000 pesos que se pagaron a cuenta y el resto
quedó sin cubrir. Fueron las firmas extranjeras las que aportaron mayor cantidad de dinero,
ya que estaban interesadas en que la situación en la capital se regularice para que sus
negocios no se vieran perjudicados. Además, las casas de importación y exportación que
funcionaban en Lima, que contaban con el apoyo de sus casas matrices en Europa o Estados
Unidos, también hicieron aportaciones importantes, dado que les interesaba mantener una
buena relación con los ocupantes.131En este contexto, el Consejo Provincial de Lima, eligió
un nuevo alcalde, César Canevaro. Durante su gestión en el Municipio de Lima, Canevaro
no sólo se encargó de la recaudación de cupos sino que, emprendió la tarea de reconstruir la
ciudad y encargarse de calles edificios públicos, hospitales y cárceles.132
El período de la ocupación no fue fácil ni para los habitantes de la capital ni para los
ocupantes chilenos. Por su parte, el ejército chileno no podía permanecer mucho tiempo en
el territorio peruano debido a los costos que esto significaba para el tesoro público de su
país.133 Ante esto, las autoridades chilenas de la ocupación estaban conscientes de que la
retirada era una posibilidad, «pero no sin antes verificar que el Congreso Nacional dictara
una ley mediante la cual se definiese la nueva frontera con el Perú, estableciendo cuáles de
los territorios recientemente incorporados debían permanecer ocupados hasta la cancelación
de la indemnización de guerra».134En la Moneda, los asesores del presiente chileno Aníbal
131
Guerra Martiniere, 1991, pp. 234-235
132
Basadre, 2005, t IX, p.179
133
Rosario, 2011, pp.54
134
Mc Evoy, 2011, p.351
49
135
Santa María asumió la presidencia de Chile el 18 de setiembre de 1881, aproximadamente cinco meses
después de iniciada la ocupación de Lima por el ejército chileno. Sería Santa María quien vería el final de la
guerra con la firma del tratado de Ancón en 1883. Su gobierno culminó el 29 de agosto de 1886.
136
Revisar: Mc Evoy, 2011, p.348
137
Mc Evoy, 2011, p.348
138
Basadre, 2005, t. IX, P.175
139
Mc Evoy, 2011, p.358
140
Del Busto, 2006, p.437
50
de la Caja Fiscal del gobierno peruano y embargó los fondos nacionales en la caja de
Londres y el 28 de setiembre se suspendió el ejercicio de las autoridades que no fueran
establecidas por la autoridad de la ocupación, y en una carta privada, Lynch comunicó a
García Calderón que su gobierno había concluido.141
Debido a la amenaza de desarticulación de su gobierno, García Calderón convocó al
Congreso en su casa, en Lima el 29 de setiembre. En aquella reunión propuso la elección de
un Vicepresidente y propuso para el cargo al contraalmirante Lizardo Montero. Al día
siguiente se inició un intercambio de comunicaciones entre García Calderón, y el jefe de la
ocupación chilena. Por su parte, el presidente provisorio alegaba que no había derecho a
cesarlo como presidente. Esto debido a que él había sido elegido por el pueblo peruano y su
gobierno era reconocido en diversas partes del territorio. Además, había realizado gestiones
(pago del cupo, reuniones para acordar la paz, entre otros) con las autoridades chilenas, por
lo que había sido reconocido como jefe de Estado. Asimismo expresó las razones por la
cuales era imposible la firma de un tratado de paz con cesión territorial 142 y su discordancia
con la toma de la caja fiscal y los fondos depositados en la banca de Londres. Al contrario,
Lynch sostenía que el gobierno de la Magdalena carecía de estabilidad y poder. Decía
Lynch el 1 de octubre: «Encontrándose el gobierno provisorio (agregaba) con sus poco
afortunadas huestes desarmadas, inhábil para tratar, incapaz de organizar un poder y
dejando mucho que desear en materia de buenos propósitos, ha llegado el momento de
poner término al ejercicio de sus funciones que hasta aquí solo ha podido desempeñar
nuestra tolerancia».143 Agregaba que no era posible «la existencia de una autoridad política
en presencia de un ejército enemigo que ha invadido la misma capital en que establece su
asiento ese régimen».144En lo que respecta a la Caja Fiscal y otros edificios públicos,
alegaba que eran propiedad del ejército chileno así como todos los elementos que podían
141
Del Busto, 2006, p.438
142
Estas eran: «la voluntad peruana de oponerse a ella, la segura caída del gobernante que la firmara, la
renovación eventual de las hostilidades, la inaplicabilidad del derecho de conquista en América». Revisar en:
Basadre, 2005, t. IX, p.191
143
Patricio Lynch, citado por Basadre, 2005, t. IX, p.191
144
Patricio Lynch, citado por Basadre, 2005, t. IX, p.191
51
145
Basadre, 2005, t. IX, p.191
146
Del Busto, 2006, p.438
147
Basadre, 2005, t. IX, p.235
148
Basadre, 2005, t. IX, p.235; Del Busto, 2006, p.441
52
149
Del Busto, 2006, p.441
150
Por ejemplo, los que apoyaban la decisión del general de Iglesias en Lima crearon el “Club de la Paz” y
emitieron un manifiesto el 19 de enero de 1883.
151
Del Busto, 2006, p.442
53
paz lograda, el 23 de octubre, el ejército chileno bajo el mando de Patricio Lynch abandonó
la capital y se estableció en pueblos vecinos.152 El resto de las fuerzas chilenas terminarían
de retirarse del territorio peruano en agosto de 1884.153
152
Bulnes, vol. 3, 1911-1919, p.190
153
Del Busto, 2006, p.444
154
Mc Evoy, 2000, p.477
54
155
Arrelucea Barrantes, 2007, p. 318
156
Klaiber Lockwood S.J., 1978, p. 28
157
Arrelucea Barrantes, 2007, pp. 322- 323
158
Arrelucea Barrantes, 2007, pp. 322- 323
159
Arrelucea Barrantes, 2007, pp. 324
160
Arrelucea Barrantes, 2007, p. 320
55
Bolivia, que era visto como un «espacio bárbaro, rural y andino».161 Su población estaba
compuesta principalmente de indios «lampiños, con rasgos feos, grotescos»162 que
habitaban el país.
El discurso nacionalista chileno planteaba la superioridad de las razas puras sobre
las impuras. En ese sentido, los chilenos relacionaron la mezcla de razas en los pueblos
vecinos con la barbarie y el salvajismo.163 Al mismo tiempo, lo salvaje y lo primitivo
estuvo asociado a lo femenino. Ante esto, los chilenos consideraban su raza como superior
y con atribuciones masculinas, estas últimas relacionadas con la civilización. Chile,
entonces estaba llamado a dominar a sus vecinos sumidos en un estado de naturaleza.164
Otro elemento en el discurso chileno que influyó en el imaginario que los soldados
tuvieron de la sociedad limeña, fue la exaltación de la virilidad chilena (mencionada en el
párrafo anterior). Como lo explica Carmen Mc Evoy, a partir de 1860, afloraron en el
espacio público chileno los términos civilización y virilidad.165 Así como en el caso
norteamericano, estudiado por Gail Bederman,166 es posible que sobre todo en 1870,
cuando Chile enfrentaba una crisis socioeconómica, se utilizara el tema de la virilidad para
constituir una autoridad ante la crisis y, la guerra, espacio masculino por excelencia,
también fue aprovechada para ese fin. Ante esto, las naciones rivales de Chile en el
conflicto fueron feminizadas, comparadas con una mujer frágil que esperaba ser dominada.
Como señala Carmen Mc Evoy, se difundieron entre las tropas chilenas muchas historias
especialmente enriquecidas con estereotipos de la sociedad peruana. El más conocido de
estos estereotipos fue el de la sensualidad de las mujeres limeñas. 167 Se decía: «las
engreídas y rumbosas limeñas no usaban calzones y que en camisa dormían la ardorosa
161
Arrelucea Barrantes, 2007, p. 320
162
Arrelucea Barrantes, 2007, p. 323
163
Mc Evoy, 2000, p.484
164
Mc Evoy, 2000, p.484-485
165
Mc Evoy, 2000, p.474
166
Bederman explica que le tema de la virilidad se volvió vital en Estados Unidos en el período 1870-1910,
cuando el país atravesó problemas económicos y sociales que afectaron principalmente a los hombres de
clase media y que generaron confrontaciones políticas entre los dirigentes y las clases populares. Entonces, La
virilidad fue utilizada «con la finalidad de construir un autoridad civil capaz de controlar el desborde social y
moldear el futuro de la nación». Gail Bederman, citada por Mc Evoy, 2000, p.474
167
Esta imagen fue difundida desde la época colonial, con las famosas “tapadas”.
56
168
Mc Evoy,2000, p.480-481
169
Mc Evoy,2000, p. 482
170
Revisar Mc Evoy, 2000, pp. 482-483
171
Rivera Serna, 1984, pp. 19-20
57
europea […]».175 Esta figura del salvaje soldado chileno fue difundida entre la población
limeña y generó desconfianza y temor, tanto así que después de las derrotas en San Juan y
Miraflores, temiendo la falta de piedad para con las mujeres, niños y ancianos, muchas
familias huyeron de Lima para refugiarse en buques extranjeros. Otras abandonaron la
capital con anticipación hacia Chancay, Ancón, Huacho, Tarma y Jauja. En la misma
ciudad: conventos, legaciones, consulados y templos también abrieron sus puertas para
albergar a aquellos que buscaron refugio.176
Después de establecerse el Gobierno de ocupación, los habitantes de Lima
regresaron paulatinamente a ocupar sus casas y a realizar sus actividades con relativa
normalidad, debido a que la ciudad no podía permanecer inactiva mucho tiempo. El
testimonio de un soldado ocupante, rescatado por Margarita Guerra, señala lo siguiente:
Poco a poco va mejorando el enfermo. De noche, especialmente, se ven llegar
muchas familias con sus servidumbres, y pequeñas maletas que cargan dos
zambos. Ya en uno que otro balcón se asoman caras pálidas, de ojos negros, que
no revelan grandes cóleras, pero que inspiran muchos sueños.177
Los chilenos fueron testigos del retorno de estas familias y, de la regulación de las
actividades en la ciudad. No obstante, cabe también anotar en este testimonio, como lo
remarca Margarita Guerra, la cierta fantasía que despiertan las mujeres limeñas178, esto
también debido a la difusión de la imagen estereotipada de las limeñas que se difundían en
las tropas chilenas, la cual se comentó en el acápite anterior.
En lo que respecta al contacto entre los soldados chilenos y miembros de la
sociedad limeña, los viajeros de la época comentan sobre las visitas de miembros de alto
rango del ejército chileno a algunas familias de élite, por ejemplo, Hugo Zöller dice:
Del numeroso ejército de ocupación, solo Lynch y algunos otros altos jefes
frecuentaban familias peruanas. Los demás oficiales parecían resarcirse de la falta
de placeres sociales, con buenas comidas y bebidas, dentro de lo que permitían las
condiciones sudamericanas.179
175
Boletín de la Guerra del Pacífico: 1879-1881. Santiago: Andrés Bello, 7 de octubre de 1880, citado por
Klaiber Lockwood S.J., 1978, p. 32
176
Rosario, 2011, p.52
177
Guerra Martiniere, 1991, p. 125
178
Guerra Martiniere, 1991, p. 125
179
Zöller, 2006, p. 203
59
El viajero alemán también menciona la interacción de los soldados chilenos con miembros
de las clases bajas de la ciudad. También describe el ambiente desolado que aún se
experimentaba en algunos espacios de la misma, salvo aquellos que eran usados por los
chilenos, además de los hoteles:
Ningún teatro, ningún concierto, ningún café decente, ningún paseo que, por la
hermosura de su naturaleza resarciese su soledad; ningún museo, ninguna tienda
sugestiva, y ni siquiera la posibilidad de haber excursiones, en vista de que el
dominio chileno no se extendía sino una legua de la redonda siendo muy grande la
inseguridad fuera de la ciudad. […] Sin embargo, en un teatro había
representaciones, pero el público se componía únicamente de oficiales chilenos, un
par de mujeres oficiales,180 soldados y gente de medio pelo, peruana y chilena.181
Por su parte, Rivera Serna también comenta que hubo un necesario contacto entre el
pueblo y el ejército de ocupación, ya que debido a la escasez de víveres en la ciudad,
«muchas mujeres acudían a la hora del reparto del rancho a los cuarteles para procurarse
alimentos […]».182 Resulta interesante el hecho de que Rivera Serna mencione a las
mujeres, quienes junto con los niños y ancianos fueron las más vulnerables, y que resalte
que en aquel momento de crisis, ellas hicieran todo lo posible para subsistir, aun cuando
tuvieran que exponerse ante los miembros del ejército invasor.
Ambos fragmentos del testimonio de Zöller citados y la información proporcionada
por Rivera Serna presentan aspectos de la convivencia entre ocupantes y cautivos que no
han sido estudiados con mayor profundidad. Esto debido, probablemente a las escasas
fuentes que contengan más información para realizar tal estudio. Sin embargo, en los
comentarios de Zöller resulta necesario destacar la cierta flexibilidad de la población
peruana en su trato con los chilenos. Como se mencionó en la introducción del presente
trabajo, existe información proporcionada por Holguín acerca de 30 matrimonios que se
llevaron a cabo durante la época de la ocupación y Rodríguez corrobora este dato a través
de la revisión de fuentes parroquiales. A esto se debe agregar, lo comentado por el escritor
180
El autor no explica a qué se refiere con «mujeres oficiales», puede deberse a un error de traducción y en
realidad se quiera decir: «mujeres de oficiales».
181
Zöller, 2006, pp. 203
182
Rivera Serna, 1984, p. 20
60
Ricardo Palma en sus cartas a Piérola que por mucho tiempo había pasado por alto. El 29
de mayo de 1881 Palma escribe:
En cuanto a los chilenos, parece que empezamos a habituarnos con la permanencia
de ellos, tanto que ya se han celebrado cuatro o cinco matrimonios limeños.
Desventurada tierra! Aquí está el pueblo resignado, con su ignominia y nada
quiere hacer por sacudirla. […]183
Esto quiere decir que, con el tiempo, los soldados chilenos pudieron tener un
contacto más cercano con la sociedad limeña, especialmente con las mujeres. Y se han
encontrado datos que comprueban que este contacto generó relaciones que culminaron en
matrimonios, pero también existieron relaciones que no se realizaron como uniones
formales. De algunas de estas relaciones nacieron hijos, y en otras no. Por otro lado, resulta
probable que algunas de estas parejas perduraron aún después de la ocupación, como
también muchas no. Adicionalmente, es importante mencionar que muchos peruanos
pudieron compartir la reprobación de Palma sobre estas uniones debido a que ellas
representaban aceptación y sometimiento al enemigo.
Se tienen entonces, que muchas de las experiencias de la convivencia de la sociedad
limeña con el ejército chileno no han tenido lugar en la historia de la ocupación, pero que
resulta importante conocerlas para apreciar la verdadera complejidad de este episodio de la
guerra del Pacífico.
Antes de concluir el presente capítulo, los lectores probablemente se formulen la
siguiente pregunta: ¿Qué llevó a esas mujeres a relacionarse con los chilenos si podían
correr el riesgo de ser calificadas de traidoras? Hasta que no se cuente con fuentes de tipo
personal (como diarios y cartas) que proporcionen esta información, probablemente nunca
se llegue a conocer los motivos de aquellas mujeres. En un contexto de guerra ocurren
diversos abusos, entre ellos violaciones, y es seguro que muchas mujeres fueron víctimas
de estos. La presión social sobre el honor de las mujeres en el siglo XIX pudo llevar a sus
familias a considerar al matrimonio como una solución válida a pesar de la nacionalidad del
novio. O también es posible que aquellos actos de violación nunca fueran reportados por las
mujeres y no se hiciera nada al respecto. Otro motivo que se puede considerar, como señala
183
Palma, citado por Rodríguez Díaz, 2009, p. 119
61
Rodríguez, es que las familias de alto status de Lima casaran a sus hijas con miembros del
ejército invasor como una forma de proteger sus intereses durante ese período.184
Finalmente, en este conjunto de probabilidades también caben relaciones consentidas entre
ambos, chilenos y peruanas, estas serían matrimonios o relaciones de convivencia.
Ante lo mencionado, conviene recalcar que no se ha propuesto como objetivo de
esta investigación identificar el motivo de estas relaciones diversas, solo se limitará a
mostrar su existencia, las condiciones de quienes las conformaron y los frutos de estas
relaciones, los hijos. Sobre esta información y las fuentes que se utilizaron para conseguirla
se expondrá en el siguiente capítulo.
184
Rodríguez Díaz, 2009, p. 120
62
CAPÍTULO 2
El presente capítulo está dedicado al análisis del tipo de fuentes empleadas para el
desarrollo de esta investigación y los aportes que brindan al desarrollo del tema. Primero, se
presenta la definición de fuentes parroquiales, sus alcances y limitaciones. Segundo, se
destacan los aportes que la información de estas fuentes representa para el estudio acerca de
las relaciones de pareja, y en particular en el contexto de la guerra del Pacífico. Finalmente,
se presenta la cuantificación de la información recolectada en las bases de datos elaboradas
para la investigación. Esto permitió identificar la diversidad de parejas de hombres chilenos
y mujeres peruanas que se formaron durante la ocupación, así como en los años previos y
posteriores a la misma. Asimismo, se analiza y comenta la información recolectada acerca
de los hijos nacidos de las diversas relaciones.
Las fuentes parroquiales son documentos producidos por los párrocos quienes
registraron en libros los eventos importantes en la vida de un católico como el bautismo, el
matrimonio o la defunción (entierro). La emisión de registros parroquiales fue obligatoria
desde el Concilio de Trento (1545- 1563). Y su calidad, en el registro y organización de la
información, mejoró con el paso del tiempo.186
185
Fragmento extraído del artículo «¿Tuvo razón el general Iglesias para signar el tratado?». Artículo
dedicado al señor Mariano Castro Zaldívar. El Comercio, jueves 25 de octubre de 1883.
186
Brel Cachón, 2012, p.94
63
Debido a la información que ofrecen, las fuentes parroquiales han sido utilizadas
para realizar principalmente estudios relacionados con demografía y movimientos
poblacionales; sin embargo, también poseen ciertas limitaciones que obligan al investigador
a ser cuidadoso con su uso. A continuación, se procederá a presentar los tres tipos de
registros parroquiales considerando sus aportes y las dificultades que se pueden encontrar
en ellos para la elaboración de una investigación.
a. Libros de bautizo
Estos libros presentan los registros de los bautizos de niños, y de adultos que
decidieron incorporarse a la fe católica. En ellos, se puede encontrar la siguiente
información acerca de los niños bautizados: fecha de registro, nombre, fecha de nacimiento
o tiempo de vida, raza, nombres sus padres y el lugar de origen de éstos, nombres sus
padrinos y los nombres de los testigos del bautizo. En el caso de los adultos figura lo
siguiente: la fecha del registro, el nombre del bautizado, su lugar de origen, edad, nombre
de los padrinos y testigos. Es importante mencionar que los registros al ser anotados por el
párroco, contienen su firma. Asimismo, en caso de reconocimiento de hijos naturales,
figuran las firmas de sus padres.
Si bien los datos obtenidos de los registros de bautizos son útiles para elaborar
investigaciones sobre genealogía, legitimidad y demografía (en ausencia de censos), la
fiabilidad de esta fuente puede ser cuestionada. En primer lugar, la información encontrada
puede presentar errores en el registro de los datos como nombres, apellidos o lugares de
origen, pero esta puede ser corroborada a través de la revisión de otros documentos
parroquiales.187 En segundo lugar, existe un problema al momento de realizar cálculos: la
mortalidad infantil. Es decir, muchos niños fallecían antes de que sus padres los bautizaran
187
En el desarrollo de la presente investigación fue detectado un error de registro de datos. Se trató del estado
de los hijos de la pareja conformada por Tomás Sandoval y Manuela Sánchez. Ellos habían bautizado un
hijo legítimo en la parroquia San Marcelo en 1879, lo que indicaba que eran una pareja casada. Sin embargo,
la pareja bautizó a su segundo hijo en la misma parroquia en 1882, pero el niño había sido registrado como
natural. Posteriormente, en la vice-parroquia de Los Huérfanos, bautizaron a su tercer hijo, pero a diferencia
del anterior, fue registrado como legítimo. Si no se hubiesen revisado los libros parroquiales de 1879, se
hubiera considerado que esta pareja se consolidó con un matrimonio después de la ocupación, y que en todo
caso, Tomás recién había llegado a la capital con el ejército chileno.
64
lo que impedía que fueran registrados en los libros de bautizo. Este inconveniente no
permite elaborar un estudio demográfico con cifras precisas de los nacimientos en un
determinado periodo a pesar de que existía la posibilidad de que algunos niños recibieran el
“bautizo de socorro” cuando estaban en peligro de muerte, de los cuales se conservan
algunos registros. Con lo expuesto, es necesario reconocer que los estudios demográficos
realizados sobre la base de libros de bautizo solo pueden ofrecer una aproximación del
número de nacimientos.
b. Libros de matrimonios
Los libros de matrimonios contienen los registros de matrimonios celebrados en una
parroquia. Los registros consignan la siguiente información: nombres de los novios, edades,
estados, nombres de sus padres, lugares de origen y oficio en el caso del novio, padrinos y
testigos del matrimonio. Estas fuentes resultan muy útiles para analizar movimientos de
población o migraciones, debido a que ofrecen datos acerca de las condiciones de los
inmigrantes y sus lugares de origen. Asimismo, aportan al desarrollo de investigaciones de
índole social, porque presentan información como el uso de títulos (doctor. don, doña, entre
otros) que da luces sobre la condición de los miembros de las parejas registradas.
En lo que respecta a los inconvenientes que puede presentar esta fuente, estos
consisten, como en el caso de los registros de bautizo, en errores de registro de algunos
datos y en que solo presentan información acerca de parejas oficiales, dejando de lado a
aquellas en una situación de convivencia. Esta carencia no permite calcular el número real
de parejas en un período determinado.
c. Libros de defunciones
Los libros de defunciones ofrecen información de la que se puede tener una alta
confianza, ya que la costumbre y obligación de enterrar a los muertos estaban lo
suficientemente arraigadas en las poblaciones como para que incluso los que no tenían
familia, los forasteros o los desconocidos fueran enterrados,188 por ello esta fuente permite
realizar un análisis cuantitativo bastante cercano a la realidad.
188
Brel Cachón, 2012, p. 94
65
189
Brel Cachón, 2012, p. 94
66
mencionadas esperando poder presentar las condiciones demográficas y sociales del grupo
estudiado en la capital.
Si bien el objetivo principal del presente estudio son las parejas de chilenos y
peruanas que se formaron en la ocupación, es necesario revisar la cantidad de parejas de
chilenos y peruanas que existieron antes de la ocupación para apreciar el impacto que aquel
acontecimiento tuvo en la composición de su grupo. En ese sentido, también resulta
conveniente presentar la cantidad de parejas registradas después de la ocupación. Por ello, a
parte de los años que corresponden a la ocupación, se revisaron los registros de bautizo que
corresponden a los años (1879-1880) y (1884-1886). A continuación, se presenta un gráfico
en el que se puede ver la cantidad de parejas que hallamos en los períodos señalados:
Gráfico 1
Fuente: Archivo Arzobispal de Lima (AAL). Libros de bautizo de las parroquias: El Sagrario,
Santa Ana, San Lázaro, San Marcelo, San Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos (1879-
1886).
presencia de ciudadanos chilenos, 1, 206 (632 hombres y 574 mujeres) en 1876.190 Esto
explica la formación estas parejas y la existencia de un contacto previo entre las sociedades
peruana y chilena antes del conflicto. En lo que respecta al período de la ocupación, se tiene
que entre 1882-1883 el número de parejas se elevó a 145. Finalmente, en los años
posteriores, el número de parejas descendió a 51.191 Estas cifras sugieren que la ocupación
fue un episodio que propició el aumento del número de parejas de chilenos y peruanas.
Cuadro 3
Legitimidad de las parejas chileno-peruanas
Fuente: AAL. Libros de bautizo de las parroquias: El Sagrario, Santa Ana, San Lázaro,
San Marcelo, San Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos (1879-1886).
190
Ministerio de Gobierno, Policía y Obras públicas, censo de 1876, p.303
191
Para calcular el número de parejas registradas en los libros de bautizo, en el período de 1882-1883, se
descontaron 3 parejas que ya habían registrado hijos entre 1879-1880. También, no se han considerado 3
parejas que, por el promedio de concepción de sus hijos, dan indicios que habían iniciado su relación antes de
iniciada la ocupación en 1881 y una pareja que tuvo gemelos (es, decir se descontó un registro de esta pareja).
69
vivieron estas parejas e inevitablemente imaginamos que en aquel contexto los encuentros
entre la mayoría de chilenos y mujeres peruanas, especialmente de bajos recursos, fueron
fugaces o incluso violentos. No obstante, esta tendencia también puede explicarse a partir
del hecho que, como ya se ha mencionado en otras oportunidades, las relaciones de
convivencia eran comunes en la ciudad de Lima a finales del siglo XIX y esto se revela en
los altos índices de ilegitimidad que investigadores, como Christine Hünefeldt, han
calculado en Lima de aquella época. Ya se había anotado que desde inicios del siglo XIX
hasta 1860, el porcentaje de niños nacidos fuera del matrimonio era 17.8 %, y que este
ascendió a 19.3 % hasta el final del siglo.192 En el caso de las parejas compuestas por
chilenos y peruanas, esta tendencia a sostener relaciones de convivencia se mantuvo aún
después de la ocupación, dado que se puede observar cómo del total de parejas encontradas
en el período 1884-1886, el 72.5 % de relaciones son ilegítimas, mientras que el 25% son
legítimas.
Otro aspecto importante de los datos recolectados es el status de las parejas, el cual
ha sido un indicador para identificar los diversos tipos de parejas. El criterio usado en la
presente investigación para definir el status de las parejas es uso de los títulos Don y Doña.
En ese sentido, las parejas de status alto son aquellas en las que ambos miembros usan los
títulos; las de status bajo, aquellas que no usan ninguno de ellos y las de status mixto, son
aquellas parejas en las que uno de los miembros usan el título Don o Doña. La relación
entre el status y la legitimidad de la pareja se expondrá en el análisis de algunos casos que
revisarán en el tercer capítulo de la investigación. Además, resulta importante señalar la
tendencia del lugar de procedencia de los miembros de las parejas. En el caso de los
varones, la mayoría de los registros figura como su lugar de origen –Chile-; por ello, no es
posible determinar con precisión el lugar de origen de la mayoría de chilenos salvo algunas
excepciones. Entre otras referencias de lugar de procedencia de los chilenos se tienen las
siguientes ciudades: Santiago de Chile, Vallenar (en Atacama), Valparaíso, Concepción,
Acongagua (al norte de Santiago) y San Fernando (provincia de Colchagua en el centro de
Chile). En lo que respecta a las mujeres peruanas, la mayoría de ellas procedían de la costa
192
Hünefeldt, 2000, p.25
70
central y sur, principalmente de Lima y Arequipa. Asimismo, hay un gran número de ellas
que procede de la Sierra central, específicamente del departamento de Junín.
Antes de proceder a exponer los datos encontrados en los libros de matrimonios, el
contexto estudiado exige que se dé razón de los soldados chilenos. Entre los padres, los
libros de bautizo tienen registro de 6 parejas de soldados chilenos con mujeres peruanas; de
ellas, 3 estaban casadas y otras 3 mantenían una relación de convivencia. La mayoría de
estas uniones se hicieron con mujeres de élite y aunque, aparentemente las tendencias entre
legitimidad e ilegitimidad en el grupo de soldados son similares, cuando se revisa la
información de los libros de matrimonios se observa que los soldados tendieron a entablar
relaciones legítimas. Esto se comprobará al revisar cada uno de estos casos con mayor
detenimiento en el siguiente capítulo.
En lo que respecta a los libros de matrimonios, fueron revisados aquellos que
correspondían a los años de la ocupación militar de la ciudad, es decir desde 1881 a 1883.
En ellos, se encontraron un total de 27 parejas casadas. A continuación, se presenta un
gráfico en el que se puede apreciar el número de matrimonios que encontramos en cada
parroquia.
Gráfico 2
Matrimonios de chilenos con peruanas en Lima (1881-1883)
193
Revisar: Rodríguez Díaz, 2009, p.120
72
Cuadro 4
Niños chileno-peruanos en las parroquias de Lima (1882-1886)
Fuente: AAL. Libros de bautizos de las parroquias: El Sagrario, Santa Ana, San Lázaro,
San Marcelo, San Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos (1882-1886).
Como se puede observar, en todas las parroquias, entre 1882-1886, mayor cantidad
de niños peruano-chilenos fueron bautizados durante el período de la ocupación. En aquel
período, la parroquia en la que se registraron más niños fue Santa Ana (45), seguida por El
Sagrario (36), Los Huérfanos (22), San Lázaro (20), San Sebastián (19) y San Marcelo (9).
Las diferencias identificadas entre las cantidades de registros de estos niños en las
parroquias, inevitablemente, generan algunas preguntas acerca de las familias a las que
pertenecieron: el origen social de los padres, si sus padres estaban casados o si convivían, y
si los anteriores elementos (status social y legitimidad de la relación) influyeron en la
elección de la parroquia para el bautizo. En un intento para responder a las interrogantes, se
presentan dos cuadros en los que figuran cifras acerca del origen social de los padres de los
“hijos de la guerra” en cada parroquia. Como se ha mencionado anteriormente, el criterio
194
No se han tomado en cuenta 3 niños que fueron concebidos antes de la ocupación.
73
para definir el status social de los padres fue el uso de los títulos Don y Doña. Los padres
de status alto son aquellos que usan ambos títulos; los de status bajo, aquellos que no usan
ninguno y los de status mixto, son aquellas parejas en los que solo el padre o la madre usan
los mencionados títulos. Primero, se analizará la información acerca de los niños legítimos,
y luego, la de los hijos naturales.
Cuadro 5
Status de los padres de los niños peruano-chilenos legítimos (1882-1883)
"Hijos de la guerra" legítimos y el status de sus padres
El San San Santa San Los
Sagrario Marcelo Lázaro Ana Sebastián Huérfanos
Padres de status
7 2 8 3 5 0
alto
Padres de status
0 0 0 3 0 0
mixto
Padres de status
3 0 2 8 3 2
bajo
Total 10 2 10 14 8 2
Fuente: AAL. Libros de bautizos de las parroquias: El Sagrario, Santa Ana, San Lázaro, San Marcelo, San
Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos (1882-1883).
En el caso de Santa Ana, se puede observar que la mayoría de niños tuvieron padres
que pertenecieron a un status social bajo, mientras que el número de padres de status alto o
mixto es muy reducido. Ante lo señalado, conviene recordar que la parroquia Santa Ana se
ubicaba en el tercer cuartel de la ciudad junto al hospital militar que llevaba su mismo
nombre. Además, estos se encontraban muy cerca del barrio de indios, lejos del centro de la
ciudad. Precisamente, esta lejanía hace pensar que la parroquia era frecuentada por
personas de bajo status, por lo que las cifras en el caso de esta parroquia no deben generar
sorpresa. Esta situación, se repite en la viceparroquia de Los Huérfanos, en la que las únicas
dos parejas de padres casados que figuran en aquel período pertenecieron a un status social
bajo. Esta parroquia, se ubicaba también lejos del centro de la ciudad, al lado del asilo para
huérfanos.195
195
Hünefeldt, 2000, pp. 46-479
74
Cuadro 6
Status de los padres de los niños peruano-chilenos ilegítimos (naturales) (1882-1883)
"Hijos de la guerra" ilegítimos y el status de sus padres196
El San San Santa San Los
Sagrario Marcelo Lázaro Ana Sebastián Huérfanos
Padres de status
11 7 3 7 4 2
alto
Padres de status
1 0 0 1 1 0
mixto
Padres de status
14 0 7 23 6 18
bajo
Total 26 7 10 31 11 20
Fuente: AAL. Libros de bautizos de las parroquias: El Sagrario, Santa Ana, San Lázaro, San Marcelo, San
Sebastián y la vice-parroquia de los Huérfanos (1882-1883).
196
Se ha tomado en consideración los padres de los niños nacidos y registrados en las parroquias entre 1882-
1883. Para determinar el status de los padres, como se ha mencionado en repetidas ocasiones, se ha
considerado el uso de los títulos Don y Doña.
75
En el caso de los niños ilegítimos, todos los niños, encontrados en las fuentes
revisadas, fueron identificados como naturales; es decir, niños concebidos en el tiempo en
que sus padres no tenían ningún inconveniente para casarse.197 Dentro del grupo de los
ilegítimos, los naturales se encontraban en una posición privilegiada, dado que podían ser
legitimados a través el matrimonio de sus padres.198 Por otro lado, «los adulterinos e
incestuosos estaban relegados a la condición de parias».199
La mayoría de niños ilegítimos (naturales), bautizados en las parroquias de Santa
Ana y los Huérfanos tuvieron padres de status social bajo, situación muy similar a la de los
legítimos en aquellas parroquias. Sin embargo, a diferencia de los niños legítimos, la
mayoría de los niños ilegítimos registrados en las parroquias de San Lázaro, el Sagrario y
San Sebastián tuvieron padres de status social bajo. Excepción a este cambio fue la
parroquia de San Marcelo, en la que los padres de 7 niños ilegítimos registrados
pertenecieron a un status social alto.
Si nuevamente se suman las cifras de las cinco parroquias, se tiene que 68 niños
ilegítimos, bautizados durante la ocupación, tuvieron padres de status social bajo. Les
siguen 34 niños cuyos padres pertenecieron a un status social alto. Mientras que apenas tres
niños legítimos tuvieron padres de status social mixto.
Con lo revisado anteriormente, se puede afirmar que, durante la ocupación, la
mayoría de los “hijos de la guerra” fueron ilegítimos (naturales) y que sus padres sostenían
una relación de convivencia. A continuación, se presenta un cuadro de resumen en el que se
puede verificar lo afirmado.
197
Código Civil de 1852,sección cuarta, título II: De los hijos ilegítimos, art. 236
198
Código Civil de 1852, sección cuarta, título IV: De la legitimación:, art. 264
199
Ramos, 2005, vol. 2, p.287
76
Cuadro 7
Resumen: Legitimidad de “los hijos de la guerra” y el status de sus padres
Padres
Hijos Status alto Status mixto Status bajo
Legítimos 25 3 18
Ilegítimos 34 3 68
Total 59 6 86
200
«Casi una quinta parte (18. 2 por ciento) de los niños de Lima nacieron fuera del matrimonio entre 1810 y
1900, desde un 17.8 por ciento entre 1810 y 1820 y entre 1840 y 1860 y el aumentó a 19.3 a finales de siglo».
Hünefeldt, 2000, p. 25
201
Es importante señala que los bajos niveles de ilegitimidad señalados por Hünefeldt responden a la
naturaleza de las fuentes que ella emplea para realizar sus estudio, los testamentos. Era muy común que
muchos padres reconocieran a sus hijos ilegítimos antes de morir, ya sea para redimirse de sus pecados o para
organizar la distribución de sus herencias.
77
una vez culminada la ocupación. Según los registros de bautizo consultados por Clavero,
había 1797 ilegítimos y 1576 legítimos en la ciudad de Lima. Es decir, del total de
bautizados registrados (3373) un 53% eran ilegítimos y 47 %, legítimos. Se tiene entonces
que en la ciudad de Lima, después de la guerra, la tendencia a un incremento de la
ilegitimidad continuaba.202 Otro dato que brinda Clavero, y que se comprobó en la
recolección de datos, es la diferencia que existió del grado de legitimidad entre géneros. A
continuación, se muestra un cuadro en el que se puede apreciar una comparación entre la
información recolectada acerca de los “hijos de la guerra” en las fuentes parroquiales
revisadas para el presente estudio y la información presentada por Clavero.
Cuadro 8
Sobre la diferencia de legitimidad entre géneros
Fuentes: AAL Libros de bautizos de las parroquias: El Sagrario, Santa Ana, San Lázaro, San Marcelo,
San Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos (1882-1886) y Clavero, José Gonzáles. Demografía
en Lima 1884. Lima: Imprenta de J. Francisco Solís, 1885, p.35.
Ambos estudios coinciden en señalar que los índices de ilegitimidad más altos
corresponden a niñas. En los años de la ocupación chilena (1882-1883), de las 79 niñas
202
En el caso chileno la ilegitimidad también alcanzó altos niveles en el siglo XIX, especialmente a partir de
1880. Ver el trabajo de Rojas Flores, 2010, p.125.
78
registradas el 66% fueron ilegítimas, mientras que en el caso de los varones de un total de
72, solo un 26 % fueron registrados como ilegítimos (naturales). En el período posterior a
la ocupación, de 1884 a 1886, el porcentaje de ilegitimidad aumentó para el caso de
hombres y mujeres; sin embargo, la diferencia entre ambos tuvo la misma tendencia. De las
29 niñas registradas, el 79 % fueron ilegítimas (naturales), mientras que de los 33 niños
registrados 64% fueron ilegítimos (naturales). Clavero, quien presentó cifras considerando
a todos los niños registrados en los libros de bautizo en 1884, mostró la tendencia
mencionada. De 1714 mujeres registradas, el 53 % eran ilegítimas y de 1659 hombres
registrados, 54 % eran ilegítimos. Ya se había anotado en el primer capítulo que desde
inicios del siglo XIX la diferencia de cifras legitimidad entre hombres y mujeres era muy
notoria. Hünefeldt señala que a inicios del siglo XIX 20.1 % de hombres se habían
manifestado como ilegítimos en sus licencias matrimoniales en con traste con 24.6 % que
habían manifestado ser de la misma condición. Con el pasar de los años, esta diferencia
aumentó ya que se registraron como ilegítimos 13.2 % de hombres a diferencia de 20.5 %
de mujeres.203
No se conoce con certeza el origen de esta diferencia, demostrada a con distintas
fuentes, pero lo que se puede predecir es que la mayoría de los “hijos de la guerra”, no
tuvieron un futuro fácil debido a que la ilegitimidad continuaba siendo un estigma social.
Además, como señala Carlos Ramos, desde la ley, el código civil de 1852 también se
encargó de hacer sentir una marcada diferencia entre la condición de los hijos legítimos y
los ilegítimos naturales.204 Por ejemplo, a diferencia de los hijos legítimos, quienes se
encontraban bajo la patria potestad del padre, los hijos naturales dependían su madre. El
padre estaba en la obligación de dar alimento a «toda clase de hijos» (se incluyen a los
diferentes tipos de hijos ilegítimos).205 Sin embargo, los hijos naturales, al ser ilegítimos,
no tenían derecho a exigir alimentos en los siguientes casos: cuando hubiesen cumplido los
veintiún años, a no ser que se encontraran enfermos; cuando se les hubiese asegurado la
subsistencia hasta la misma edad y cuando se les hubiese enseñado alguna profesión, arte u
203
Hünefeldt, 2000, p.24
204
Ramos, 2005, vol. 2, p.287
205
Código Civil de 1852, sección cuarta, título III: De los deberes entre padres e hijos, y los alimentos, art.
244, inciso 3. Citado por Ramos, 2005, vol. 2, p. 287
79
oficio con el que pudieran subsistir.206 Respecto de las herencias, los hijos ilegítimos eran
herederos de sus madres, cuando ellas no contaran con hijos legítimos.207Éstos también
podían heredar a los parientes maternos, salvo los adulterinos.208 Por otro lado, si los hijos
ilegítimos eran reconocidos por sus padres, podían heredar sólo el quinto de su herencia, si
aquel tenía descendientes legítimos; la mitad, cuando no tuviera ascendientes legítimos, y
todo cuando el padre no contara con descendientes y ascendientes legítimos y su madre no
participara de la herencia.209 En cambio, los hijos legítimos eran herederos eran los
primeros en ser llamados a la sucesión.210
En el caso particular de las niñas ilegítimas, no sólo estaban sometidas a los
dictámenes del código respecto a la potestad, alimentos y herencia, sino que también no
tenían derecho a recibir una dote, dado que, ese era el deber que un padre debía asumir con
sus hijas legítimas.211 Para poder superar su condición adversa en la sociedad, las mujeres
ilegítimas podían casarse con hombres legítimos.212
Si bien, no todos los hijos ilegítimos pudieron ser legitimados con el matrimonio de
sus padres, era posible que los padres establecieran un lazo con sus hijos naturales a través
del reconocimiento de estos. De acuerdo con el Código Civil de 1852, el reconocimiento de
los hijos naturales (ilegítimos) por sus padres debía realizarse en los «registros de nacidos,
o en la partida de bautismo, o en escritura pública o en testamento».213 En Chile, el
reconocimiento de los hijos naturales también procedía por los mismos medios.214 El
reconocimiento de aquellos niños en partidas de bautizos, se realizaba a través de la firma
del padre en el registro.
206
Código Civil de 1852, sección cuarta, título III: De los deberes entre padres e hijos, y los alimentos, art.
263.Citado por Ramos, 2005, vol. 2, p. 287
207
Código Civil de 1852, sección tercera, título XIX: De la sucesión de los hijos ilegítimos, art. 904. Citado
por Ramos, 2005, vol. 2, p. 287
208
Código Civil de 1852, sección tercera, título XIX: De la sucesión de los hijos ilegítimos, art. 894
209
Código Civil de 1852, sección tercera, título XIX: De la sucesión de los hijos ilegítimos, art. 892. Citado
por Ramos, 2005, vol. 2, p. 288
210
Código Civil de 1852, sección tercera, título XIX: De la sucesión de los hijos ilegítimos, art. 874
211
Código Civil del 1852, sección quinta, título II: De la dote, art. 980.Inciso 1
212
Hünefeldt señala que en las licencias matrimoniales un alto índice de mujeres ilegítimas se casa con
hombres legítimos. Esto pone en evidencia el deseo de estas mujeres de limpiar su descendencia del estigma
social con el que cargaron. Hünefeldt, 2000, p.25
213
Código Civil 1852, sección cuarta, título II: De los hijos ilegítimos, art. 238
214
Código Civil de chileno de 1857, libro primero, título XII: De los hijos naturales, art. 271, inciso 1
80
Entre los años de ocupación chilena, fueron encontrados once registros de bautizo
firmados por padres chilenos, de ellos siete son de hijos naturales.215 Entre los casos de
niños naturales con padres de status alto se tiene el de don Daniel Escobar, quien junto a su
esposa, doña Luisa Benavides, bautizó a su hija, Ema Rosario, el 26 de mayo de 1882.216
don Justino Gac, chileno oriundo de Valparaíso, quien firmó el registro de su hija Rosa
Julia. La madre de la niña, Josefa Salazar, pertenecía a un status social inferior al de Justino
debido a que no estaba registrada con el título de Doña. El registro se firmó el 6 de agosto
de 1882 en la parroquia San Sebastián.217 También se cuenta con los casos del capitán
general segundo ayudante del Estado Mayor General del Ejército Chileno, Francisco
Alberto de la Gándara y Borkesky, quien firmó el registro de un hijo, Carlos Alberto, cuya
madre es desconocida, el 18 de setiembre de 1882 en la parroquia del Sagrario218; el de don
Manuel A. Fuendaliza quien firmó el registro de su hija Zoila Virginia el 2 de octubre de
1883 en la parroquia San Lázaro; 219 y el de Luis Victor Gana, quien firmó el registro de su
hija, Luisa Amalia, el 2 de octubre de 1883.220 Y entre los hijos naturales de padres de
status social bajo, se tienen los casos de Ricardo Alfré, quien firmó el registro de su hijo
Adolfo Segundo, el 20 de setiembre de 1882 en la vice-parroquia de los Huérfanos221 y el
de Juan Sepúlveda, quien firmó el registro de su hija Melchora María Rosa, el 20 de enero
de 1883 en la vice-parroquia de los Huérfanos.222
A pesar de la existencia de estos registros firmados, su representatividad es mínima
en comparación al resto de registros consultados para la presente investigación ¿El contexto
de ocupación influyó en esta cifra tan baja?
215
Entre estos casos se ha encontrado un registro de bautizo de la parroquia San Marcelo, con fecha de 28 de
mayo de 1882, el cual es firmado por el padrino a petición del padre para dejar constancia de que este último
reconoce a su hija. Se trata del registro de bautizo de Juana Rosa Raquel, hija natural de Don Felix Matos,
oriundo de Concepción de Chile. AAL, Parroquia San Marcelo, Libro de bautizos de españoles n° 23 (1882-
1889), n° 237, f. 81
216
AAL, Parroquia San Sebastián, Libro de bautizos de españoles n° 25 (1881-1885), n° 560, f. 166
217
AAL, Parroquia San Sebastián, Libro de bautizos de españoles n° 25 (1881-1885), n° 632, f. 183
218
AAL, Parroquia el Sagrario, Libro de bautizos de españoles n° 31 a (02 Abr 1882-14 Abr 1886), f. .39
219
AAL, Parroquia San Lázaro, Libro de bautizos de españoles n° 33 (1883-1886), f. 203
220
AAL, Parroquia Santa Ana, Libro de bautizos de españoles n° 38 (1882-1885), f.157
221
AAL, Viceparroquia de los Huérfanos, Libro de bautizos de españoles n° 24 (1881-1883), n°705, f.118v.
222
AAL, Viceparroquia de los Huérfanos, Libro de bautizos de españoles n° 24 (1881-1883) n°902, f.151
81
223
Bello, 1873, pp.80-81
224
Bello, 1873, p.80
225
Código Civil de 1852, título II: De los peruanos y extranjeros, art. 30
226
Constitución de 1860, título V: De los peruanos, art. 33
227
Constitución de 1860, título V: De los peruanos, art. 34
228
Constitución de 1860, título V: De los peruanos, art. 35
82
ciudadanía de aquellos niños? Según Bello, los niños de padres extranjeros siguen la
condición de su padre, en este caso la ciudadanía, hasta que cumplan la mayoría de edad
para manifestar su deseo de tener la misma ciudadanía del padre o no.229 En ese sentido, si
el padre chileno regresaba a su país con su familia peruana, éste podía decidir que sus hijos
tuvieran la ciudadanía chilena hasta que alcanzaran la mayoría de edad, dado que, al dejar
de depender de su padre, ellos podían manifestar si deseaban seguir siendo chilenos o
adquirir la ciudadanía peruana por derecho de nacimiento.
El tema de los “hijos de la guerra” genera muchas preguntas y temas pendientes
como el tipo de relación que tuvieron con sus padres chilenos o cómo fueron percibidos
estos niños en la sociedad limeña de “la reconstrucción”. La información recolectada en el
presente estudio podría ser empleada para consultar otras fuentes que permitan conocer
con mayor detalle la vida de aquellos niños. Este resulta ser un tema interesante y emotivo,
y que representaría un aporte interesante al estudio de los aspectos sociales de la ocupación
e impulsaría el desarrollo de estudios acerca historia de la infancia.
229
Bello, 1873, p.82. Es indispensable anotar que, según Bello, en algunos países la dependencia de la
condición del padre se cumple para hijos legítimos y naturales; mientras que un hijo espurio debía seguir la
condición de la madre. Revisar: Bello, 1873, p. 80.
83
CAPÍTULO 3
Algunas historias que no se contaron de la ocupación
involucrados en aquellas relaciones eran mal vistos por la sociedad, debido a que se veía
comprometido el honor de ambos, especialmente de las mujeres, porque su honor dependía
de su conducta sexual. En lo que respecta al destino de aquellas parejas, los registros de
bautizo de más de un hijo de ellas, permiten sugerir que algunas de estas parejas fueron
relativamente estables. Esta estabilidad llevó a que algunas de estas parejas en relación de
convivencia contrajeran matrimonio años después de iniciar sus encuentros. Con el
matrimonio, no solo legitimaban su relación a los ojos de la Iglesia y de la sociedad, sino
que también podían legitimar a sus hijos con su reconocimiento en las partidas de bautizo.
En la última parte del presente capítulo, se exponen algunos ejemplos concretos de parejas
ilegítimas que tuvieron un final como el propuesto en el presente párrafo.
Otras parejas que vivieron una relación de convivencia no lograron legitimar sus
relaciones sino que se separaron y los miembros se casaron con otras personas. Respecto a
las mujeres, estas tuvieron la oportunidad de rehacer sus vidas con otros hombres a pesar de
haber tenido hijos con sus primeras parejas. Un caso últimamente conocido, y que
representa un ejemplo de la situación antes descrita, es el de los padres de Manuel
Candamo cuya relación se dio décadas previas a la guerra del Pacífico. Su padre, Pedro
Gonzáles de Candamo, era oriundo de Valparaíso y llegó al Perú como coronel de milicias
en el “ejército libertador” dirigido por el general don José de San Martín. Con los años, se
convirtió en un exitoso y reconocido hombre de negocios y finanzas.230 Por otro lado, no se
ha encontrado mucha información acerca de la madre de Manuel Candamo, Mercedes
Iriarte, pero se ha dado a conocer que la pareja, además de Manuel, tuvo otros tres hijos:
Carlos, Virginia y Mercedes. Todos ellos « fueron hijos naturales, ya que el padre
manifestó en su testamento no haber contraído matrimonio».231 No obstante, en el mismo
testamento, Pedro Gonzáles de Candamo solo mencionó como hijos a Carlos, Virginia y
Mercedes, excluyendo a Manuel.232 A pesar de la relación aparentemente estable de la
230
de la Puente Candamo y de la Puente Brunke, 2008, pp.27-28
231
de la Puente Candamo y de la Puente Brunke, 2008, p.29
232
Se desconoce el motivo que llevó a Pedro Gonzáles de Candamo a excluir a Manuel de su testamento, sin
embargo este recibió el apoyo de sus hermanos, quienes le regalaron cien mil dólares sustraídos de la parte de
la herencia que cada uno recibió de su padre. Con el tiempo, Manuel se convirtió en un exitoso hombre de
negocios y en una figura política reconocida. Durante la guerra con Chile asumió responsabilidades públicas
como miembro de la Junta Central Administradora de Donativos. Después de dejar a su familia en Piura para
85
protegerla, retornó a Lima para incorporarse como soldado de la reserva para la defensa de la ciudad ante el
avance de las tropas chilenas. Entre setiembre y diciembre de 1881 formó integró la Junta Patriótica. A partir
del 6 de diciembre de 1881, inició su labor como delegado del gobierno de Lizardo Montero. Su función en la
guerra se vería interrumpida cuando fue acusado por las autoridades chilenas de apoyar a Cáceres con la
resistencia. Fue exiliado a Chile con otras personalidades públicas desde el 1 agosto de 1882 hasta octubre de
1883. Revisar en: De la Puente Candamo y De la Puente Brunke, 2008, pp.31-34.
233
De la Puente Candamo y De la Puente Brunke, 2008, p.29
234
Vergara Quiroz, 1993, p. 151
235
De hecho, desde mediados del siglo XIX, en Chile, «la imagen de una familia moderna, conformada por
una pareja casada e hijos reconocidos y debidamente bautizados comenzó a fortalecerse». Sin embargo, este
modelo de “familia moderna”, en la sociedad en general, no logró imponerse debido que otros tipos de
convivencia continuaron existiendo. Revisar en: Flores Rojas, 2010, p.123.
86
verá próximamente, el status social de las novias y las dotes, o bienes, que podrían aportar
al matrimonio jugaron un rol importante en la formación de éstas parejas.
La necesidad de seguimiento y control de los enlaces matrimoniales de los soldados
por parte de los altos mandos del Ejército se manifestó en dos instituciones: «licencias de
casamiento» y el «montepío». La primera, era una solicitud que un soldado emitía para
obtener la autorización de sus superiores para contraer matrimonio.236 Y consistía en un
conjunto de documentos que acreditaban la intachable calidad moral de la novia y su status.
En el contenido de aquellos documentos figuraba la siguiente información acerca de la
novia: fecha de nacimiento, edad, procedencia regional y familiar. Además, el soldado
exponía sus motivos para el enlace, la calificación del rango social de la novia, y la
apreciación que él tenía de ella.237 Como se mencionó en párrafos anteriores, también se
tenía muy en cuenta el aporte económico de la novia en el matrimonio a través de su dote,
la cual dependía de su status social y del grado militar del novio.
Durante la ocupación de Lima por el ejército chileno, la mayoría de militares
optaron por casarse con peruanas, como muestra de ello se han encontrado licencias de
matrimonio dirigidas a los párrocos peruanos de las parroquias donde contrajeron
matrimonio con ellas. Entre ellos, existe un caso que llama especialmente la atención
después de lo expuesto anteriormente. Se trata de la licencia de matrimonio de don Luis
Alberto Plaza, teniente del Regimiento nº 1 de Artillería del Ejército chileno, para casarse
con doña Amabilia Bielich emitida el 27 de abril de 1883. Ambos contrayentes cumplían
con el requisito de tener mismo status social, lo cual pudo haber sido bien visto por los
superiores del teniente y, por lo expresado en el documento, el enlace contaba con el
consentimiento de los padres de los novios. Resulta interesante el hecho de que en la
licencia se solicitaba al párroco de la viceparroquia de Los Huérfanos, Juan M. Rivas, que
se ponga de acuerdo con el vicario castrense del ejército chileno para que este último
efectúe la ceremonia. Al final, esta logró llevarse a cabo el 8 de mayo de 1883, siendo
celebrada por el vicario castrense chileno Agustín Azolas. Además, la licencia, junto con
los registros que acreditan la realización del matrimonio, cuenta con el sello de la vicaría
236
Como señala Quiroz, la licencia en un primer momento fue otorgada por el rey, luego por el presidente.
237
Vergara Quiroz, 1993, p. 164
87
Ilustración 1
Licencia de matrimonio de don Luis Alberto Plaza, teniente del Regimiento nº 1 de
Artillería del Ejército chileno, y doña Amabilia Bielich (27 de abril de 1883)
En lo que respecta a los motivos que los militares expresaban para contraer
matrimonio, Vergara Quiroz señala que variaron dependiendo de las concepciones acerca
de la función de la mujer y del matrimonio que se difundieron en el Ejército durante del
238
AAL, Viceparroquia de los Huérfanos, Licencias y matrimonios, libro n° 1, f.188
88
siglo XIX.239 Para el período entre 1861 y 1881, Vergara identifica tres motivos que se
repiten en las licencias de matrimonio revisadas por él. El primero, de menor grado (1%),
consistía en que los soldados deseaban «regularizar su situación». Esto significaba que
deseaban legitimar una relación de convivencia o salvar el honor de su novia embarazada.
A inicios del siglo XIX, este motivo era muy común en las licencias presentadas por
soldados, casi un 25.6 % entre 1819 y 1839, pero al parecer el esfuerzo del Estado chileno
por ordenar la vida familiar de los soldados contribuyó al descenso de esta cifra.240 El
segundo motivo identificado, que representaba un 13%, es el de «atender hijos de
matrimonio anterior», esta razón era presentada principalmente por los viudos que alegaban
que era necesaria una figura femenina en su hogar para poder educar a sus hijos
adecuadamente. No obstante, como señala Vergara Quiroz, esta también era una excusa que
algunos hombres utilizaron para «disfrazar algunos casos de paternidad
extramatrimonial».241 El tercero, y el más común en el periodo estudiado (84 %), es el
«trato de esponsales», el cual se trató de una formalidad más que de una excusa. Esto se
debe a que, como se ha explicado anteriormente, los esponsales era una promesa de
matrimonio que los novios pactaban entre ellos.242 Se puede establecer, entonces, que
durante los años que se desarrolló la guerra del Pacífico, la mayoría de los soldados se
casaron para regular sus compromisos.
Por el momento, no es posible determinar los motivos que llevaron a que las
familias limeñas permitieran que sus mujeres se casaran con chilenos (soldados y civiles)
durante la ocupación de la capital; es decir, si fue por interés, protección o amor surgido
entre los novios. Lo que sí se puede afirmar, gracias a la revisión de fuentes, es que en el
caso de la ocupación de los 16243 militares chilenos, de diferentes rangos (soldado,
sargento, teniente, ayudante mayor, entre otros), encontrados en los registros de bautizo y
239
Vergara Quiroz,1993 p. 194
240
Vergara Quiroz,1993 p. 196
241
Vergara Quiroz, 1993, p. 196
242
Vergara Quiroz, 1993, p. 196
243
Se está contando a don Francisco Javier Herreros, Capitán del Escuadrón Carabineros de Yungay. A pesar
de que bautizó a un hijo después de la ocupación, en 1885. Es muy probable que haya conocido y desposado a
la madre del niño, doña Enriqueta Gómez Silva, durante la ocupación.
89
matrimonios revisados, 13 (81.2 %) optaron por casarse con las peruanas que conocieron.
Es así que se puede apreciar que, aparentemente, los esfuerzos del Estado y del Ejército
chilenos por hacer que sus altos mandos formaran familias legítimas estaban dando
resultados. Sin embargo, no por ello se debe descartar la posibilidad de la existencia de
abusos hacia mujeres por parte de los soldados. De hecho, el uso de la violencia por parte
de los soldados chilenos es el elemento que ha quedado más grabado en la memoria de los
peruanos, incluso en la actualidad. En ese sentido, se presenta a continuación un cuadro de
la pintora peruana Etna Velarde en el que se representa el ataque a una familia en una
residencia en Miraflores.
Ilustración 2
«Ataque a una familia en Miraflores» de Etna Velarde
Fuente: Etna Velarde Trazos de una vida (7 de junio-7 de julio, 2012) Catálogo.
Museo de arte de San Marcos, p.28
El lugar de la escena es una residencia de una familia de clase alta (se deduce por la
decoración de la habitación). En un extremo, se puede observar a dos soldados chilenos
atacando, sin contemplación, a una pareja de ancianos que se encuentran indefensos ante la
90
presencia agresiva y fuerza de los soldados. Al extremo derecho, casi al centro del cuarto,
se ve a una joven mujer siendo violentada por dos soldados. Su vestido blanco, sin duda,
hace alusión a su virginidad a punto de ser vulnerada por los soldados. Esta pintura, refleja
una de las realidades vividas en todo contexto de guerra, y que lamentablemente pudo
reproducirse en el contexto de la ocupación. En efecto, Bulnes menciona en repetidas
oportunidades cómo el contraalmirante Patricio Lynch y otros altos mandos del ejército
chileno tuvieron que lidiar con la indisciplina de sus oficiales, “incitada” por los atractivos
de la ciudad y su clima.244 Sin embargo, a la luz de las nuevas investigaciones que se
realicen sobre la convivencia entre la sociedad peruana y chilena durante la ocupación, esta
imagen tendrá que estar acompañada por otras en las que muestren posibilidades distintas al
uso de violencia. Y el acogerlas, representará un reto difícil, pero necesario para
comprender la verdadera dinámica social vivida durante la ocupación.
Retomando el tema propuesto en este acápite, se ha comprobado que entre los 16
soldados, encontrados en las fuentes parroquiales en el período de la ocupación, existió la
tendencia de consolidar sus uniones con matrimonios. Por el contrario, al revisar los
registros de los 156245 chilenos civiles se percibe la tendencia a establecer relaciones de
convivencia con sus parejas.
Ya se había mencionado otra institución que el Estado y el Ejército chilenos
emplearon para fomentar la formación de familias legítimas en la milicia: el «montepío» o
«monte de piedad». Este fue un medio que encontraron los gobiernos colonial y
republicano para proteger a las familias de sus empleados militares, el cual consistía en un
monto de dinero que era entregado a los familiares del soldado cuando este fallecía. Este
monto era pagado desde día siguiente del fallecimiento del soldado y equivalía a un cuarto
de su sueldo.246 Esta institución fue de gran utilidad para los objetivos planteados por las
autoridades del Estado chileno en lo que respecta a los matrimonios de los soldados, debido
a que, como señala Vergara Quiroz: « […] el montepío sirvió para afirmar el matrimonio
244
Revisar en: Bulnes, Guerra del Pacífico, vol. III, 1911-1919, pp.17-18 y p.525
245
Se están considerando a los civiles encontrados en los libros de bautizos y de matrimonios de los años
1881-1883.
246
Vergara Quiroz, 1993, p. 156
91
como única forma legal de familia y proteger, preferentemente, al deudo femenino».247 Para
acceder al montepío, el deudo del soldado (viuda, madre, hijas o hijos) debía demostrar el
parentesco legítimo con el difunto; de este modo, los solicitantes debían recurrir a distintos
documentos parroquiales. Las viuda debía presentar la partida de nacimiento de su esposo y
su licencia de casamiento; la madre, la fe del bautizo de su hijo, del matrimonio y muerte
de su esposo; los hijos debían presentar sus partidas de bautizo.248 Y desde la segunda
mitad del siglo XVIII se había establecido una escala del montepío acorde con los cargos
de los militares, esta no varió desde 1768 hasta 1890.249
247
Vergara Quiroz, 1993, p.156
248
Vergara Quiroz, 1993, p. 156
249
Vergara Quiroz, 1993, pp.152-153
250
Esta información pertenece al trabajo realizado por Colón y Lariátegi, el cual es citado por Quiroz, 1993,
p.156
251
Código Civil de 1852, sección segunda, título II: De los peruanos y extranjeros, art. 41
92
252
Mannarelli, 2004, p. 350
253
No se han tomado en cuenta a las parejas que se formaron antes de la ocupación.
93
Cuadro 10
Status social de las parejas de chilenos y peruanas (1881-1883)
Tipos Cantidad %
Parejas de status alto 75 43.6
Cuadro 11
Legitimidad en las parejas de chilenos y peruanas de status social alto (1881-1883)
Parejas de status alto (ambos usan títulos
de Don y Doña)
Estado Cantidad %
Casadas 45 60
Convivencia 30 40
Total 75 100
Fuente: AAL, libros de bautizos y de matrimonios de las siguientes parroquias: El Sagrario, San Marcelo, San
Lázaro, Santa Ana, San Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos. Registros entre 1881 y 1883.
254
Conviene recordar que, como se mencionó en la introducción de la presente investigación, se están
considerando los datos recolectados de los libros de bautizo de los años 1882-1883 y de los libros de
matrimonio entre los años 1881-1883.
94
Se tiene entonces que durante la ocupación de Lima, las parejas de status social alto
decidieron consolidar su relación con un matrimonio (60 %). Para explicar esta tendencia,
conviene citar a Verena Martínez Allier quien realizó un estudio acerca del matrimonio en
Cuba del siglo XIX y sostiene que mientras las mujeres pertenecieran a un status social más
alto, mayor control se ejercía sobre su conducta sexual. Esto se debía a que, como se ha
señalado con anterioridad, a las mujeres se les había asignado la responsabilidad de
preservar el linaje y el status de sus familias.255 Se tiene entonces, que en el trascurso de la
ocupación, los chilenos de status social alto prefirieron casarse con las peruanas de su
mismo status. Se debe recordar que aún en el siglo XIX las diferencias de status social
entre los novios eran consideradas por los padres como un impedimento para el matrimonio
de alguno de sus hijos. Para los padres del siglo XIX aún era importante la noción de la
“pureza de sangre”. Por ello, al presentarse esa situación, alegaban que sus hijos «carecían
de experiencia» para reconocer lo que implicaba casarse con personas que no eran de su
misma condición social. Esta oposición a pesar de que se trataba como un «asunto
familiar», en realidad implicaba cuestiones sociales clase o raza.256
Los padres de las novias probablemente se sintieron aliviados por el status social y
económico de sus futuros yernos chilenos, esto los llevó a aceptar la idea de establecer un
vínculo con ellos, incluso con los militares en la época de ocupación. Además, la
preferencia de éstos últimos de casarse con mujeres de status alto, como se ha comentado
comentado en el acápite anterior, refleja el esfuerzo de los altos mandos del Ejército de
promover matrimonios ventajosos para sus miembros.
No obstante, a pesar de los altos índices de matrimonios encontrados y su
implicancia, no se debe pasar por alto la existencia de las relaciones de convivencia (40 %)
en este grupo. No se cuenta con información que permita determinar las razones por las que
algunas de las relaciones entre hombres y mujeres de la misma condición social no lograran
consolidarse. Sin embargo, como se mencionó en el primer capítulo, si hubo intimidad en
una pareja y esta no se formalizara con un matrimonio, los varones compensaban
255
Martinez-Allier, citada por Mannarelli, 1993, p. 212
256
Hünefeldt, 2000, p. 113
95
económicamente a las familias de sus parejas para “restaurar” la imagen de sus mujeres.
Posteriormente, aquellas mujeres podían contraer matrimonio con otros hombres,
La tendencia de mayor legitimidad se invierte al momento de observar a las parejas
de status social mixto y de status social bajo. A continuación, se presentan los cuadros que
con las cifras correspondientes a cada grupo.
Cuadro 12
Legitimidad en las parejas de chilenos y peruanas de status social mixto (1881-1883)
Parejas "mixtas" (solo uno usa título)
Status Estado Cantidad %
Don y no Doña Casadas 2 18.1
Don y no Doña Convivencia 5 45.4
No Don y Doña Casadas 3 27.2
No hay datos 1 9
No Don y Doña Convivencia 0 0
Total 11 100
Fuente: AAL, libros de bautizos y de matrimonios de las siguientes parroquias: El Sagrario, San Marcelo, San
Lázaro, Santa Ana, San Sebastián y la viceparroquia de los Huérfanos. Registros entre 1881 y 1883.
Cuadro 13
Legitimidad en las parejas de chilenos y peruanas de status social bajo (1881-1883)
Estado Cantidad %
Casadas 21 24.4
Convivencia 65 75.5
Total 86 100
Fuente: AAL, libros de bautizos y de matrimonios de las siguientes parroquias: El Sagrario, San
Marcelo, San Lázaro, Santa Ana, San Sebastián, viceparroquia de los Huérfanos. Registros entre 1881 y
1883.
En lo que respecta al primer grupo, es posible identificar dos casos: aquellos en los que
el varón pertenecía a un status social alto y la mujer no, y en los que el varón pertenecía a
un status social bajo y la mujer a uno alto. Como ya se ha mencionado en otra oportunidad,
96
el uso de los títulos Don y Doña permite conocer la realidad social de los involucrados en
las distintas relaciones.
En el primer caso de las parejas de status social mixto, es clara la tendencia a mantener
relaciones de convivencia representando un 45.4 % en dicho grupo. Los chilenos de status
social alto también se relacionaron de manera ilícita con mujeres que no pertenecían a su
grupo, y esta situación, como lo demuestran las cifras, también era el caso más común entre
las parejas de este grupo. Lo expuesto puede encontrar su sustento en el hecho de que,
como menciona Mannarelli para el caso de las parejas de status mixto formadas en Lima en
la época colonial: «Las diferencias sociales entre grupos obstaculizaban la transmisión de
formas de regulación social como el matrimonio».257 De este modo, probablemente, la
mayoría de chilenos de status alto residentes en Lima no se preocuparon por legitimar sus
relaciones con mujeres de status inferior al suyo.258
En lo que respecta al segundo caso, resulta interesante observar que las mujeres de status
social alto prefirieron formalizar las relaciones que sostuvieron con hombres de menor
status que ellas antes que verse involucradas en relaciones ilegítimas. Ante la inexistencia
de relaciones ilegítimas en este caso, es sugerente pensar que el código de honor jugó un rol
importante en aquella decisión.
Por último, se tienen las relaciones de parejas cuyos miembros pertenecieron a un
status social bajo. Entre ellas, era más común entablar relaciones de convivencia (75.5 %)
que casarse (24.4 %). Esta situación se debe a que «la sociedad estará menos interesada en
la ilegitimidad cuando se da en las clases sociales, más bajas, ya que su posición es menos
significativa para la estructura social más extensa».259 Es decir que existió un desinterés de
las autoridades por un mayor control de la legitimidad en las relaciones en los estratos bajos
de la sociedad. Como se ha comentado anteriormente, esta tendencia existió antes de la
guerra y las cifras calculadas sugieren que aquella tendencia no se vio interrumpida en el
257
Mannarelli, 2004,p.338
258
En Chile del siglo XIX, la ilegitimidad también estaba presente en los diferentes grupos sociales a pesar a
la connotación negativa que esta tenía. Sin embargo, en los sectores sociales bajos «el estigma de la
ilegitimidad tenía escaso desarrollo», a pesar de la presión que ejercía la Iglesia, «la mayoría de la población
se encontraba en condición de amancebamiento». Revisar en: Rojas Flores, 2010, p.124.
259
Malinowski citado por Mannarelli, 1993, p. 213
97
contexto de la ocupación. Además, resulta muy probable que la llegada de una nueva
población de chilenos y el contexto de crisis impulsaron el aumento de la ilegitimidad.
En lo que respecta a los matrimonios, es necesario volver a señalar que desde antes
de la guerra hubo chilenos que se casaron con mujeres peruanas, y la existencia de
matrimonios y bautizos de niños peruano-chilenos, en los que los padrinos fueron peruanos,
demuestran que hubo una continuidad en el contacto entre peruanos y chilenos durante la
guerra. Sin embargo, la existencia de matrimonios de peruanas con militares demuestra
también que la ocupación fue una oportunidad para establecer nuevos vínculos. Se había
comentado que, con las fuentes consultadas, es imposible determinar cuáles fueron los
motivos que llevaron a las familias de las novias a permitir la realización de tales enlaces.
Pero el contexto, específicamente en los casos de los matrimonios con militares, y los
análisis de casos similares en otros países proporcionan posibles respuestas.
En el primer capítulo se había mencionado que en la sociedad de Lima del siglo
XIX existió un miedo a la plebe basado en los estereotipos y temores a ciertos grupos
raciales y sociales, el cual fue heredado de la época colonial. Aquella desconfianza fue el
motivo por el cual la élite excluyera a las clases populares del proyecto de nación iniciado
después de la independencia. Esta fue una situación fue similar en otros países. Jesús
Cosamalón desarrolló una investigación acerca del control social de la ciudad de México
durante la ocupación americana (1847-1848), y comenta que en aquel contexto « […] las
autoridades consideraban la ocupación una coyuntura extremadamente peligrosa para el
orden de la ciudad y no únicamente por la presencia del invasor en sí misma. El temor era
que los pobres de la ciudad, el pueblo o la plebe, terminaran por romper el endeble marco
institucional que aún sostenía el ayuntamiento».260 Es decir, se temían las revueltas de los
miembros marginados del pueblo y los costosos desastres que podrían causar. Y
efectivamente, durante la ocupación del ejército americano hubo robos, asesinatos de
soldados y otros incidentes en la ciudad provocados por léperos y hombres del pueblo.261
Sin embargo, los miembros de la plebe también desarrollaron una convivencia
armoniosa con los invasores, dado que hubo algunos negocios que prosperaron por la
260
Cosamalón Aguilar, 2005, pp. 100-101
261
Cosamalón Aguilar, 2005, p. 120
98
presencia de los americanos tales como la venta de uniformes, zapatos, licores y tabaco.262
Incluso algunas mujeres se dedicaron a la prostitución y se convirtieron en compañeras de
las tropas invasoras. Posteriormente, culminada la ocupación, estas mujeres llamadas
«margaritas» fueron lapidadas por los mexicanos quienes desaprobaron su conducta.263
Lo que se puede percibir, es que la plebe tuvo diferentes reacciones frente a la presencia del
ejército invasor: resistencia y acogida, y estas mantuvieron preocupada a la élite. Ese
mismo sentimiento de inseguridad pudo ser compartido por élite limeña, no solo por
presencia de las tropas chilenas en la capital, sino por los desórdenes: saqueos, incendios y
asesinatos ocurridos en Lima entre el 15 y 16 de enero de 1881, provocados por los
soldados peruanos sobrevivientes de las batallas de Miraflores y Chorrillos, y por parte del
pueblo264 agobiado por las derrotas de las tropas peruanas, la falta de alimentos, la ausencia
de autoridades políticas y administrativas, entre otros.265 La más perjudicada en estas
acciones fue la población china, cuyos miembros eran acusados de ser aliados de los
chilenos. En ese sentido, algunas familias peruanas, especialmente las de élite, pudieron
recurrir a aliarse con los militares chilenos para protegerse de las reacciones violentas de la
plebe durante la ocupación y después de esta. Un artículo publicado en el diario El
Comercio el 30 de noviembre de 1883, perteneciente a El Siglo de Montevideo, relata lo
siguiente:
Apenas ocupada Lima por las fuerzas peruanas al mando del general Iglesias ha comenzado
la emigración de las familias peruanas más acaudalas, que huyen de su país temerosas de
los excesos del populacho.
¿A dónde van a refugiarse? A Chile, al país vencedor, a país que tan duramente hace sentir
a los peruanos su vencimiento.
¿No es éste un hecho característico que da idea de la situación moral del Perú? La hemos
dicho y la repetimos. Es inevitable la permanencia de las tropas chilenas en el Perú por
algún tiempo, si aquel país no ha de continuar siendo presa de las más espantosa
anarquía.266
262
Cosamalón Aguilar, 2005, p. 120
263
Cosamalón Aguilar, 2005, pp. 120-121
264
Guerra Martiniere, 1991, pp.56-63
265
Guerra Martiniere, 1991, pp.57
266
El Comercio, « Siglo de Montevideo del 6». Sección Exterior. n° 15, 065 (30 de noviembre de 1883).
99
Como se puede apreciar, este miedo a la plebe pudo llevar a que miembros de la
elite realizaran acciones que podrían ser juzgadas de antipatrióticas después del conflicto,
como puede ser el caso de la celebración de enlaces matrimoniales con militares chilenos.
Incluso, el destino elegido por las familias peruanas para emigrar permite inferir que
tuvieron algún amigo o conocido que los recibiera o que ya estaban emparentadas con
chilenos por los matrimonios durante la ocupación o antes del conflicto.
Se ha mencionado que con las fuentes consultadas no es posible conocer con
certeza los motivos de los matrimonios. El contexto, las comparaciones con el
comportamiento de otras sociedades en la misma situación y la información recolectara
para la presente investigación han permitido brindar algunas posibles respuestas.
3.3 Status, honor y legitimidad en las parejas de chilenos y mujeres peruanas: Casos
representativos
A continuación, se revisan algunos casos, significativos para los objetivos
propuestos en la presente investigación, y se analizan a la luz de los conceptos legitimidad,
honor y status. En primer lugar, se comentan aquellos casos encontrados en los libros de
bautizos. Y en segundo lugar, se procede a analizar aquellos encontrados en los libros de
matrimonios.
Como se mencionó anteriormente, algunas de las parejas de chilenos y peruanas
fueron estables, esto puede ser verificado a través del registro del bautizo de más de un hijo
de las parejas. De las 197 parejas registradas en nuestra base de datos, 12 tuvieron más de
un hijo.267 De ellas, 9 fueron ilegítimas y 3 legítimas. Sin embargo, entre las 197 parejas,
también se identificaron casos en los que algunos chilenos tuvieron relaciones con mujeres
distintas, estos son los casos de Clodomiro Muñoz y Manuel Díaz. El primero llevaba una
relación legítima con Donatila Salas, ya que bautizaron un hijo legítimo, Clodomiro
Segundo, en la parroquia Santa Ana el 8 de junio de 1882.268 Como se puede apreciar, se
trata del caso de una pareja del mismo status y legítima, en la que el honor de ambos
267
Datos obtenidos de la revisión de los libros parroquiales de las siguientes parroquias (1882-1886): El
Sagrario, San Marcelo, San Lázaro, Santa Ana, San Sebastián y Vice-Parroquia de los Huérfanos. AAL.
268
AAL, Parroquia Santa Ana, Libro de bautizos de españoles n° 27 (1881-1882), f.187
100
militares por sus compatriotas en el contexto de la ocupación y después de ella. Por ello,
solamente se puede señalar que estas relaciones cumplieron con proteger el honor femenino
en el estricto significado que este tuvo para las mujeres del siglo XIX; es decir, su conducta
sexual no fue motivo de escándalo.
En lo que respecta a las tres relaciones ilegítimas encontradas, como se ha
mencionado en varias oportunidades, estas posiblemente pusieron en duda el honor de las
mujeres involucradas en ellas, especialmente si aquellas mujeres pertenecieron a un status
social alto, ya que sus familias depositaban en ellas la misión de hacer prevalecer el linaje
familiar. Las mujeres de los sectores populares no llevaban esa responsabilidad, pero era
importante para ellas defender su imagen de mujeres de bien; es decir, de mujeres que
estaban debidamente casadas y que eran hijas legítimas.
Las fuentes consultadas no brindan información que permita determinar cuál fue el
destino de cada una de estas parejas, sin embargo se cuenta con un caso en particular da
razón acerca de un camino que pudieron seguir. En la parroquia San Marcelo, el 15 de
enero de 1885, el chileno don Francisco Javier Herreros, capitán del Escuadrón de
Carabineros de Yungay y su esposa doña Enriqueta Gómez Silva, natural de Ica, bautizaron
a su hijo Héctor Javier Manuel Demetrio, quien había nacido el 22 de diciembre de 1884.273
Es muy probable que los esposos contrajeran nupcias antes o durante la ocupación militar.
La fecha de bautizo del niño, 15 de enero de 1885, induce a pensar que don Francisco
Javier se quedó en Lima después de la ocupación militar chilena. En relación a esta
posibilidad cabe mencionar que entre 1884 y 1885 tuvo lugar una guerra civil entre Miguel
Iglesias y Andrés A. Cáceres; y muchos miembros del ejército chileno que se quedaron en
los alrededores de Lima, después de la ocupación, apoyaron a Iglesias en la contienda hasta
agosto de 1884, cuando se retiraron del territorio peruano. Ante esto, resulta muy probable
que Francisco Javier permaneciera en Lima para defender la integridad y legitimidad del
gobierno de Iglesias. No obstante, la historia de la pareja no terminó allí. La partida su hijo,
Héctor, sería requerida a inicios del siglo XX cuando, este contrajo matrimonio en 1913
con doña María Respaldiza en la parroquia Santa Ana en Santiago de Chile. Con ello, se
tiene que algunos chilenos, después de terminada la guerra, volvieron a su país con sus
273
AAL, Parroquia San Marcelo, Libro de bautizos de españoles n° 23 (1882-1889), n° 1099, f.335
102
nuevas familias. Esto explicaría también el hecho que describe el artículo del diario El
Comercio del 30 de noviembre de 1883 citado en párrafos anteriores: el que algunas
familias peruanas dejaran la capital para refugiarse en Chile. Sería muy difícil para una
familia, dejar su hogar sin ningún contacto en el país de destino, por lo que una alianza
matrimonial facilitaría la migración y la instalación de la familia de la novia extranjera en
la tierra del novio.
Otro destino posible de las parejas de militares chilenos y mujeres peruanas, que no
se debe descartar, es el que aquellos regresaran a su país dejando a las mujeres con las que
convivieron, ya que no había un enlace formal que los uniera. Este pudo ser el caso de don
José Santos Valderrama, sargento de uno de los cuerpos del ejército chileno,274 y de don
Cruz Nuñez, militar oriundo de Valparaíso,275 quienes tuvieron hijos naturales con mujeres
peruanas residentes en Lima durante la ocupación. No obstante, los registrados como
padres no firmaron la partida de bautizo de sus hijos. Como se mencionó en el capítulo
anterior, la firma del registro de bautizo de un hijo natural por el padre garantizaba su
reconocimiento.276 Al no estar casados con aquellas mujeres y al no reconocer a sus hijos,
éstos hombres no contaban con una razón poderosa para permanecer en el territorio
peruano por lo que sus relaciones probablemente acabaron una vez finalizada la guerra.
También se encontró otro caso que llama la atención entre los militares que
sostuvieron una relación ilegítima con mujeres peruanas. Se trata de Francisco Alberto de la
Gándara y Borkesky, capitán general segundo ayudante del Estado Mayor General del
Ejército chileno, quien el 18 de setiembre de 1882 bautizó a un hijo natural suyo y de una
«mujer desconocida». El niño, Carlos Alberto, de raza blanca, fue bautizado en la parroquia
del Sagrario habiendo nacido el día 2 de aquel mes. Sus padrinos fueron don Emilio Puyó,
ciudadano francés, y la señorita doña Isabel Gignorex, en representación de doña Rafaela
Gonzales de Valdéz. Dos aspectos llaman la atención en el presente caso: el anonimato de
la madre y la firma del padre en el registro de bautizo que, como ya se había mencionado,
es una muestra de reconocimiento por parte del padre. Cabe destacar que, si Carlos Alberto
274
AAL, Parroquia San Marcelo, Libro de bautizos de españoles n° 23 (1882-1889), n° 282, fs. 95-96
275
AAL, Parroquia San Marcelo, Libro de bautizos de españoles n° 23 (1882-1889), n° 714, f. 224
276
O`Phelan, 2006, p.42
103
277
AAL, Parroquia el Sagrario, Libro de bautizos de españoles n° 31 a (02 Abr 1882-14 Abr 1886), f.39
278
Mannarelli,1993, p. 231
279
Vergara Quiroz, 1993, p. 178
280
Vergara Quiroz, 1993, p. 181
104
281
Lamentablemente en el Archivo Arzobispal de Lima no se conservan los libros de matrimonio
corresponden al período de la ocupación, por lo que se recurrió a la revisión de licencias de matrimonio las
cuales eran presentadas antes de realizar la celebración de las nupcias.
282
Holguín, 1972-1974, p. 168
283
AAL, Viceparroquia de los Huérfanos, Licencias de matrimonio, libro n°1, n°249, f.140 v.
105
represalias en contra suya por parte de sus compatriotas por el hecho de estrechar vínculos
de parentesco con un miembro del ejército invasor.
Otro detalle que no se puede dejar de mencionar respecto a los matrimonios es que
no todas las parejas fueron casadas por sacerdotes peruanos, sino también por sacerdotes
chilenos. Cuando el Estado chileno declaró la guerra al Perú, el clero lo apoyó no sólo a
través del uso de la prensa sino con el envío de capellanes para acompañar a las tropas. El
vicario capitular de Santiago, Larraín Gandarillas, definió, en el Boletín Eclesiástico, la
doble misión que tenían los capellanes: primero, brindar el «servicio religioso del ejército y
la armada, y el segundo, velar por los heridos en combate».284 En ese sentido, algunos de
estos capellanes celebraron los matrimonios de chilenos que decidieron casarse con mujeres
peruanas durante la ocupación de Lima. Sin embargo, debían ponerse de acuerdo con los
párrocos peruanos para realizar los enlaces en las parroquias a cuya jurisdicción pertenecían
las novias.285 En los archivos, se encontraron dos matrimonios celebrados por don Agustín
Azolas, capellán mayor del Ejército chileno. Uno se realizó el 02 de agosto de 1883 cuando
el capellán casó al chileno, don Juan Meyerholz, de 25 años, con doña Victoria Teodocia
Gagliardo, de 18 años, en la parroquia de San Lázaro.286 El otro, el 26 de abril de 1883,
cuando casó a don Matías Gonzales, sargento mayor, de 30 años, con doña Corina
Iturrino,287 de 21 años, en la parroquia de Santa Ana.288 En este último caso, se dispensó el
parentesco de tercer grado que tenían los novios. El parentesco mencionado pone en
evidencia la existencia de un enlace o contacto con la población chilena antes de la guerra.
En este caso en particular, se estaría reafirmando un lazo entre familias peruana y chilena.
284
Vergara citado por Mc Evoy, p.121
285
En su investigación, Holguín presenta un caso que ilustra esta situación, cuando el vicario castrense
chileno, Enrique Christie, en abril de 1882, intentó realizar el matrimonio de seis peruanas con soldados
chilenos de un batallón acampado en el balneario de Chorrillos. El vicario quiso administrar el sacramento sin
la intervención de los párrocos peruanos de aquella jurisdicción, pero fue obligado por el gobernador
eclesiástico a desistir de su intención y respetar la autoridad arzobispal de Lima. Revisar: Holguín, 1972-
1974, pp. 169-170
286
AAL, Parroquia San Lázaro, Libro de matrimonios de españoles n° 14 (1882-1891), p.42
287
En el registro de matrimonio menciona que a los novios se les dispensó el parentesco que tenían en tercer
grado. Esto sugiere que, en algunos casos, había conexiones familiares entre las élites de Lima y Chile que,
probablemente, fueron retomadas durante la ocupación.
288
AAL, Parroquia Santa Ana, Libro de matrimonios de españoles n° 13 (1881-1888), p. 49
106
289
AAL, Viceparroquia de los Huérfanos, Licencias y matrimonios, libro n° 1 (1868-1883), f.188
107
1884.290 Este ejemplo ilustra una vez más que durante la guerra la dinámica de interacción
entre peruanos y chilenos no se vio interrumpida.
Por último, se procederá a analizar un caso sumamente interesante. El 12 de octubre
de 1883, el sr. don Antonio Solo de Zaldívar,291 jefe del Registro Civil de Lima, durante la
ocupación, se casó con la viuda sra. doña Dalila292 Loustounon en la parroquia San
Marcelo. Los novios pertenecieron a un status social alto, probablemente esto compensaría
el hecho de que Doria Lila fuera viuda haciendo posible su unión. El cargo que ocupó don
Antonio y el status de la familia de la señora Loustounon, se manifestaron en los testigos y
padrinos:
«Fueron testigos los señores don José G. Bonilla, sargento mayor del Ejército chileno y don
Rudesindo Bonilla Gana, empleado en la Oficina General de Correos, y padrinos el sr.
general don José Rufino Echenique y la madre de la contrayente».293
Se puede observar que los testigos de la ceremonia fueron un militar de rango
medianamente alto y otro ocupando un puesto administrativo. En lo que respecta a los
padrinos, se tiene a la madre de la novia (prueba del consentimiento de la familia peruana)
y al general José Rufino Echenique. No se cuenta con información acerca de la vida de
Echenique antes de que llegara al Perú con su familia desde Bolivia en 1814, incluso la
nacionalidad de sus padres en un misterio. La ausencia de datos no hace posible determinar
si aceptó apadrinar aquel matrimonio porque estaba emparentado con chilenos o porque era
290
AAL, Parroquia de San Lázaro, Libro de bautizos de españoles nº 33 (1883-1886), f. 180
291
Don Antonio, probablemente era pariente del vicealmirante Patricio Lynch Solo de Zaldívar, pero no se ha
podido probar en esta investigación. No obstante, en la parroquia de El Sagrario, se han encontrado dos
partidas de dos de los hermanos de Patricio Lynch. Se tratan de Estanislao Miguel Solo de Zaldívar (hermano
mayor de Patricio), bautizado el 13 de agosto de 1823, y Gregorio Emilio, bautizado el 07 de mayo de 1826.
Los padres de los hermanos Lynch fueron Estanislao Lynch Roo, de nacionalidad argentina, y María del
Carmen Solo de Zaldívar, de nacionalidad española. El hecho de encontrar registros de parientes de Patricio
Lychn en Lima pone en evidencia, una vez más, el contacto constante entre las sociedades peruana y chilena
antes de la guerra.
Para ver los registros consultar: Libro de bautizos de españoles de la parroquia El Sagrario n° 18, f. 196 y
n°19, f.46
292
En el proceso de investigación se encontró el nombre de la novia como Doria Lila Loostounon, el cual
figura en la tesis. Sin embargo, en los documentos citados para la exposición de este caso el nombre de la
novia figura como Dalila Loustaunau, Dalila o Lila Loustounon.
293
AAL, Parroquia San Marcelo, Libro de matrimonios n° 7 (del 03 octubre de 1878 al 06 de febrero de
1894), n°328, f. 155. Ver anexo 2.
108
amigo cercano de la familia de la novia. En todo caso, sería de esperar que una persona que
asumió un compromiso con Perú desde la Independencia y que ejerció la presidencia de
1851 a 1855 no hiciera ningún tipo de manifestación de concordia con los miembros del
ejército chileno durante la guerra.294 La presencia de Echenique en el matrimonio y su
apadrinamiento del mismo genera cuestionamientos acerca de la situación de convivencia
entre chilenos y peruanos durante la guerra, es decir hace ver que las actitudes de ambos
bandos fueron en realidad más flexibles.
Continuando con la historia de la pareja, don Antonio falleció de tisis o tuberculosis
el 8 de marzo de 1884. La señora Loustounon, al quedar viuda nuevamente, solicitó al
Ejército la pensión de seiscientos pesos que equivalían a tres meses de sueldo de su difunto
marido, la cual le correspondía según el artículo 23 de la ley emitida el 22 de diciembre de
1881. Esta ley estipulaba que las viudas, hijos legítimos y madres de los militares
fallecidos por causas naturales, debían recibir el sueldo de tres meses correspondientes al
empleo que ejercía su pariente deudo.295 En su caso, señora Loustounon reclamaba la
pensión que le correspondía a su difunto marido por su servicio al ejército como
administrador de correo del ejército, cargo que ejerció en 1880. Del 24 de setiembre al 4
diciembre de 1884, se debatió en la Contaduría Mayor y la Dirección de Tesoro de Chile si
la señora Loustounon realmente debía recibir esa pensión, dado que solo tendría derecho a
ella si su difunto marido estuvo ejerciendo algún cargo militar cuando contrajo la
enfermedad. Antonio fue nombrado administrador de correos de Lima en marzo de 1881, y
oficial encargado del Registro Civil de Lima en agosto de 1882, cargos que eran de
condición civil. El punto central del debate era, justamente, el hecho de que Antonio había
fallecido en 1884 cuando aún tenía un cargo civil.
Al final, la señora Loustounon demostró que su esposo contrajo la enfermedad en
abril de 1880, a consecuencia de las penalidades que experimentó en campaña mientras
294
Se debe recordar que después de que fuera desterrado por Castilla en 1855, José Rufino Echenique regresó
clandestinamente a Lima en 1861. Luego, fue elegido diputado por Lima en 1862 y fue senador por el mismo
departamento entre 1868 y 1872. Después de asumir este último cargo (antes de la Guerra del Pacífico), se
retiró de la vida pública (Milla, 1986, p.271). Y cuatro años después de apadrinar el matrimonio citado,
falleció (16 de junio de 1887).
295
Varás, 1888, p. 314
109
296
Varás, 1888, p. 315
297
Varás, 1888, p. 313
110
CONCLUSIONES
1. La convivencia entre la sociedad peruana, los miembros del ejército chileno y los
chilenos civiles que habitaron la capital durante el período de ocupación de Lima fue
asumida de distintas formas. Si bien existió un rechazo por parte de la sociedad limeña
hacia la población chilena (civil y militar), la existencia de registros de bautizos de niños
(de padre chileno y madre peruana) y de matrimonios entre chilenos y peruanas demuestran
que la interacción y las relaciones entre ambas sociedades no se vieron interrumpidas del
todo en aquel contexto tensión y crisis.
6. La legitimidad, status y honor que definían las relaciones de pareja en Lima del
siglo XIX, también estuvieron presentes en las relaciones entre chilenos y peruanas, a pesar
del contexto de crisis en el que se formaron. Esto pudo verificarse en la reconstrucción de
las situaciones de pareja a través de la información recolectada de las fuentes parroquiales.
Como se ha comprobado, ilegitimidad de las relaciones de convivencia afectó
negativamente la el status y honor de los miembros de las parejas, especialmente de las
mujeres, cuyo honor dependía de su conducta sexual. En cambio, la legitimidad de las
parejas casadas preservó el status y el honor de los involucrados.
7. A partir de los datos recabados en los libros de bautizos, se puede determinar que
durante el período de ocupación, entre los años 1882-1883, existió una tendencia de
formación relaciones de convivencia (100 de 145 parejas encontradas). Aquella situación, a
su vez, generó el nacimiento de mayor cantidad de niños ilegítimos entre los “hijos de la
guerra” en aquel periodo. Esto puede deberse no solo a que la ilegitimidad era una situación
común en Lima del siglo XIX, sino al contexto de crisis generado por la guerra.
9. Las parejas de status social alto tendieron, en su mayoría, a casarse (60 %) mientras
que en las parejas de status social bajo tendieron, en su mayoría, a establecer relaciones de
convivencia (75.5 %). En lo que respecta a las parejas de status social mixto no es posible
establecer una tendencia determinada; sin embargo, se pudo notar un ligero aumento en la
ilegitimidad en el caso de parejas en las que el hombre perteneció a un status social alto y la
mujer no.
10. A diferencia de los chilenos civiles, los soldados chilenos tendieron a casarse con
las mujeres peruanas que conocieron, lo cual legitimaba sus relaciones a los ojos de la
Iglesia y la sociedad. Esta situación se debió a los esfuerzos del Estado chileno para
reformar la imagen del soldado; convertirlo en un hombre de familia responsable.
Asimismo, otro motivo que se puede considerar es la necesidad de la élite limeña de
establecer alianzas con el ejército de ocupación, dado que la mayoría de los matrimonios
señalados se realizaron con mujeres de status social alto.
113
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Códigos y constituciones
Anexo 2
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durante la ocupación. Se casó con la viuda doña Doria Lila Loostounon en la parroquia San
Marcelo.
1883, AAL, Parroquia San Marcelo, Libro de Matrimonio n°7 (del 03 octubre de 1878 al 06 de
febrero de 1894), n°328 p. 155
121