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-Vamos, vamos, chicos, en unas pocas semanas y podrán gozar del calor que ahora nos atormenta-Decía

animadamente el anglosajón-¡Tú! ¡Steve!-Llamó el mayor al castaño que aún si no lo mencionaba, lo


miraba expectante a cualquiera de sus movimientos. Sólo levanto aún más su mirar, esperando la orden-
Necesito hablar unas cosas contigo, por favor, sígueme al pasillo.-Dijo con un movimiento de su mano
hacia sí- El resto de ustedes, termine de copiar lo de la pizarra, es lo último por hoy-No dio tiempo a
recibir respuesta cuando ya salía de la sala, seguido por un –perro- ansioso alumno.- ¿Que necesitaba,
profesor? -Intrigó con una sonrisa y ojos centelleantes-Éste volteo, quedando enfrentado al menor- ¿Qué
te he dicho sobre las formalidades cuando estamos solos? Di mi nombre, Steve…-Susurró lo último,
tomando el mentón del joven y rozando su labio inferior con un dedo, tirando de él hacia afuera mientras
el dueño suspiraba-…Jo-Joseph…-Miró fijamente para luego colgarse del cuello del profesor y chocar
su boca contra la contraria. Los besos del menor siempre iniciaban de manera torpe, infantil y linda, para
él sólo bastaba con esa pequeña acción para que continuada el experimentado de Joseph a quien solía
molestar llamándolo ¡Kamasutra Viviente! Por lo culto que era éste sobre el tema y en la cama. No era
una lucha por saber quien dominaba, era más que obvio que quien introducía las cosas en está relación
era el mayor, quien acariciaba el pómulo de la oreja de Steve, para luego pellizcarlo y en la busca de
objeción de éste, deslizar su lengua y saborear su paladar, sentir sus dientes y los leves suspiros que
escapaban de la boca para terminar en la suya. Caliente, el menor sentía su rostro arder, el cual era
sostenido por la mano adulta mientras la otra se aferraba a su nuca. Se separaban leves segundos,
pequeñas pausas que eran necesarias para no asfixiarse en ese calor que los estaba fundiendo, y en el
caso de Steve, no solamente en su boca. El timbre dio señal, la pareja se separó rápidamente y de las
puertas salieron un martirio de preadolescentes, acalorados, algunos con las mejillas rojizas y el sudor
plasmado en las mangas de sus camisas, por lo que no fue difícil pasar desapercibidamente la agitación
del castaño, como sus ojos vidriosos y también el par de botones abiertos, a pesar de que no recuerda
cuando fue el momento en que lo empezaron a desvestir.
Por su parte, acostumbrado a situaciones como aquellas, el mayor sólo volvió al salón, donde sus
estudiantes se impacientaban porque le dé la señal de salida-No se molesten, ¡Ya pueden salir…!-Dio un
suspiro, ni siquiera pudo terminar la frase cuando ya habrían desaparecido, a pisoteadas, empujones y
gritos. Señoritas y señorcitos, pero aún niños. Acomodo su cabello –Sensualmente, según Steve cada vez
que lo veía- hacia atrás, aflojo un poco su corbata y retiro el saco sobre su silla. Si ya hacia tanto calor
como el de un horno, ahora era el infierno. Tal vez era su castigo por rebuscar a su joven amante durante
las clases, sacándolo de los estudios y aprovechando a la estricta regla de nunca salir a menos que sea
verdaderamente una emergencia, teniendo para ellos pasillos desolados. ¡Pero, era en realidad toda una
tragedia! Aún si reprimía los impulsos por querer secuestrarlo fuera de la clase y querer arrastrarlo al
baño más cercano o una sala vacía, no era el único culpable.
Recuerda la vez, donde se apresuraba a por corregir los exámenes, los chicos estaban como fieras
impacientes por la calificación, excepto uno, que cada tanto se paseaba de banco en banco con sus
ajustados pantalones de vestir ¿Cómo era que hacía para que enmarcaran de tal manera a su ya respingo
trasero? Y la camisa, deliciosamente transparente, con visibilidad perfecta a sus tetillas que se
endurecían ante su roce y aquellos anteojos… ¡Oh, esos anteojos! Amaba verlo con ellos mientras le
daba uno de sus servicios. Y asi eran como podían pasar diez, veinte, treinta minutos hasta incluso una
hora, embobado por el menor, quien siempre atento a todo, se sentaba descaradamente sobre su
escritorio y robaba un leve beso, casi como un mísero roce, pero lo hacia dejándolo en un estado de
trance, despertando ante las risas del resto. Luego lo llamó como tantas veces a hablar, cuando una vez
fuera de la vista de todos, lo jaló hasta el armario de limpieza.
Suspira y ensancha una sonrisa al notar que es viernes por el calendario de su celular, otro fin de semana
donde Steve se quedaría a dormir, y cuando su madre llamará para comprobar que en verdad está en la
casa de un amigo debería fingir una agudísima voz que sonaría ridícula ¿Por qué hacer él eso y no el
castaño? Simple, su madre reconocía su voz hasta en el más ruidoso lugar. Un leve susurro de parte del
joven mencionándola y ya estaba a su lado, revolviendo su cabello y hostigándolo con preguntas sobre si
alguien le había molestado. Fantaseaba con hacer que usará una camisa suya hasta que la voz del
material de sus alucinaciones lo devolvió a si-…Hola-Sonrió levemente. De manera inmediata, el mayor
se levantó y sostuvo sus hombros, agachándose hasta quedar a una altura donde sus rostros se veían
enfrentados. -¿Qué sucedió? ¿A dónde fuiste?-Pregunto con seriedad en sus ojos. Los seis meses de
relación que tenían no era meramente sexo desenfrenadamente salvaje en la cama, en la cocina, en el
instituto, en el baño, en el auto y en cualquier otro lugar donde pudieran hacerlo-¡No pasa nada, deja de
actuar tan seriamente!-Río- ¡Eres tan gracioso mirándome de esa manera!-Continuaba riendo, pero
Joseph seguía inmute –A pesar de que por dentro pensaba en hacerle el amor ahí mismo- esperando a la
confesión. Al notar que el mayor no cambiaría tan simplemente de parecer, beso su nariz-¡Sólo fui al
baño, pervertido!-Aún sorprendido por el contacto, percibió que no era toda la verdad-No me estás
contando todo, ¿Verdad? Steve…-Mordisqueó y lamió levemente el cuello, sin dejar ninguna marca que
durase unos pocos segundos, las duraderas estaban más abajo. Retorció una de sus tetillas por sobre la
ropa y con la otra mano dejo sobre el escritorio los anteojos que opacaban total intromisión sobre el
rostro del castaño, quien respiraba débilmente ante los besos que le eran repartidos sobre el rostro.
Debajo del parpado, en la frente, en la nariz, incluso en su pequeña barbilla, menos los labios. El mayor
se alejo antes de que Steve lo tomara para dar un verdadero beso-¿Por qué te alejas? ¡Quiero seguir
jugando!-Dijo jalando el cuello de la camisa- No, no –Detuvo el aferramiento tomando la manos- No
haré nada hasta que me digas que fue lo que hiciste al ir al baño. –Corto los intentos infantiles del menor
por distraerlo y cambiar de tema. Conocía cada pequeña táctica para hacerlo caer. La más conocida y
adorable, era el toqueteo y coqueteo del castaño, pequeños roces en los labios que terminarían en
gemidos en el estacionamiento. La segunda consistía en las preguntas de un tiernísimo –En todos los
aspectos- Steve preguntando ¿Ya no me quieres? ¿Ya no piensas que soy lindo? Ocasionando que un
correcto –pervertido- Joseph cayera, abrazándolo y manoseando cada pulgada de su delgaducho cuerpo
hasta que salieran esas tontas e inventadas ideas de su cabeza, como las del mayor por saber la verdad
detrás del asunto, dejado ahora de lado. La última era la mejor y la más preferida por el profesor. El
menor lo sentaba sobre una silla, sobre el mismo suelo, donde sea, luego se arrodillaba entre sus piernas
acercándose a las partes nobles para frotar su nariz y sus mejillas sobre éstas aún con el pantalón
entremedio, intrigaba coquetamente-¿Quieres seguir hablando o quieres seguir con esto?- Haciendo
énfasis en la última palabra y a sabiendas de la dureza que se resguardaba con dolor debajo de la tela.
Pocas veces, nunca eran las que el mayor elegía la primera opción.
Está vez los intentos no eran diferentes, pero debía cambiar el rumbo que tomaban las cosas-No, no, está
vez no caeré en tus juegos, Steve-Detuvo el que lo sentarán, parándose con la espalda arqueara- Sabes
que lo único que me molesta es que me mientan o me oculten cosas. Acaso… ¿Acaso no tenemos la
suficiente confianza como para contarnos estás cosas triviales?-Fingió un mueca de angustia- Eh…
Joseph…-Acarició la mejilla del nombrado con la palma de la mano, pero éste alejo la cabeza a un lado-
¿…No confías en mí?-Casi con su voz quebrada, sabía que era necesario para hacer ceder al castaño-
¡Esta bien, esta bien!-Suspiro el menor tal como niño cuando sus planes en una travesura fallan- Luego
de que nos besáramos, y tocara la campana… Tú te volviste para acá…-Retrocedían los hechos dentro
de la cabeza del peli-rubio- No te habrás dado cuenta, porque si no me habrías ayudado… Pero…-
Murmuró la confesión inaudiblemente- ¿Pero?-Remarcó el profesor- Pero el que nos besáramos de tal
forma, hizo que tuviera una erección- Agua fría, el quiebre de un vaso, el Apocalipsis, música del cielo,
eran miles las maneras en la que había caído aquello para Joseph. Se acerco al ahora cabizbajo
muchacho, sonrojado hasta por las orejas-¿Sabes otra cosa?-Levantó la cabeza, mientras veía acercarse
al mayor acercarse a su oído-…Ahora soy yo quien tiene una erección.

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