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Obsesivo Retrato

Hace un tiempo que la observaba desde mi balcón. Tan perfecta como una muñeca de porcelana. Y tan inalcanzable
como un joya.
En cambio, yo era un simple fotógrafo, por lo que lo único que podía hacer era enmarcar eternamente su bella imagen en
una fotografía.

Mi observación se volvió mi obsesión. Sin poder notarlo, pasaba casi todo el día mirándola a lo lejos, capturando cada
pose, gesto y acción, creando de esta manera mi enfermiza colección, que para cualquiera, serían tan solo imágenes de
una joven común.
A pesar de que estábamos uno en frente del otro, ella nunca se percató de mi presencia, mucho menos de ser
fotografiada o de mi mirar.
Con el tiempo, ya no hacia otra cosa que observarla perdidamente con el foco de mi cámara fotográfica. Si salía,
esperaba que volviera entreteniéndome con las imágenes de ella, las cuales me rodeaban a lo largo de todo mi
apartamento.
¡Llegué a tal punto de perder mi empleo! Mis amigos se distanciaron. Mi familia se desesperaba de preocupación.
Pero nada de eso me importaba. Sólo quería plasmar la hermosura de mi reina de marfil. Desempleado, me era imposible
pagar el alquiler del lugar. Tendría que buscar un trabajo o debería irme, pero al parecer no lo necesité. Mi familia se
habría ocupado de ello .Ya nada podía distraerme. Ahora podía retratar todo el tiempo que quisiera a mi Joven Diosa.

A medida que pasaba el tiempo, sentado en el sillón de mi balcón acompañado con tan sólo mi cámara esperando a la
causa de mi perdición. Sentía que no era suficiente el simple hecho de retratar su imagen…Sino también el lugar donde
vivía. Pero… ¿Cómo retratar algo así?

Fue una tarde, cuando la vi salir desapareciendo en la espesa lluvia. Habría calculado todo. Cuando ella saldría, me
escabulliría a su apartamento, conociendo de esta manera el entorno donde residía mi admiración. Fue tan simple entrar,
la recepcionista despreocupada solo me dio la llave, sin siquiera levantar la mirada de su novela.

Desordenado, sucio y con un hedor desagradable, era todo lo que podía decir del lugar. ¿Cómo puede vivir de esta
forma?- Me preguntaba a mi mismo. Luego de inspeccionar el lugar detalle por detalle, me dispuse a limpiar para tomar
una mejor imagen del ambiente.-Ella no puede vivir en un lugar así-Pensé.
Rápidamente, pasaron cerca de dos horas, las cuales no sentí al estar tan ocupado en la limpieza de ese asqueroso
lugar. Fue cuando escuché la llave chocando contra la cerradura-¿Ya llegó?-Dudé temeroso.
Debía salir de ese lugar desapercibido a toda costa.- ¿Pero por dónde?-Me intrigaba, hasta cruzar mi mirada con el
balcón.- ¡El balcón!...Podré saltar al mío desde aquí-Concluí mientras salía al mismo. La puerta, tardíamente se estaba
abriendo, era ahora o sería historia.
Salté ágilmente, pero mis cálculos no salieron exactamente como esperaba y caí al suelo. Si, caí al suelo desde un
séptimo piso. ¿Cómo sobreviví? Ni yo mismo lo sé. Según lo que oí de mi alarmada madre, caí chocando mi cabeza
contra el suelo de cemento, causándome de esta manera una lesión cerebral. Pero debía aceptar que era
verdaderamente un milagro que siguiera vivo. Estaba confundido, y no estaba seguro de cuánto tiempo habría pasado en
ese hospital de segunda, hasta que recibí la respuesta luego de salir del mismo.- ¡¿Un mes!?-Pregunté desconcertado.-
Exactamente…-Afirmó mi padre- La caída causó que sufrieras de traumatismo craneoencefálico, esto mismo causó el
coma. Al menos no sufriste amnesia, porque sino no sabríamos qué hacer…-Sollozaba mi progenitor.

No podía creerlo. ¿Un mes? ¿Tanto tiempo estuve en ese condenado hospital?

No me importó que estuviera a más de treinta cuadras de casa. Tampoco me importó que hubiera podido tomarme un taxi o
hasta pedir que me lleven mis padres. Nada. Corrí apresurado, hacía demasiado tiempo que no veía o tomaba algún retrato
de ella.
Mi ansiedad me estaba consumiendo. Hasta que finalmente llegué, tratando de dominar mi jadeante respiración. A pesar de
que mi apartamento estaba lleno de polvo, moho y demás asquerosidades, no le tomé importancia. Sólo busqué
arduamente mi cámara. Hasta que recordé, que el mismo día que fui al apartamento de ella, la dejé en la mesa al lado de
su cama…Luego ya me encontraba en el suelo… Entonces, ¿Aún seguirá en esa misma mesa? –Me preguntaba.
No me quedaba otra, debería averiguarlo. Pero ¿Cómo? ¿Qué le diría? ¿”Dejé mi cámara cuando entré en tu apartamento,
puedes devolvérmela”? La simple idea de hacer eso era totalmente estúpida.-No me queda otra, tendré que conformarme
con verla desde mis binoculares-Murmuré cabizbajo dirigiéndome hacía una caja polvorienta que se encontraba oculta en
una esquina de la sala.
Era lo único que tenía guardado en la misma, por lo que no me tomó mucho tiempo tenerlo en mis manos.
Ya era medianoche.-Ah, se habrá dormido-Pensé al ver las luces apagadas.-Qué lástima-Susurré recostándome en mi
sucia cama.
Al despertarme, me apresuré a salir a mi balcón junto a mis gastados binoculares. Hubiera preferido no despertarme, pero
lastimosamente lo hice y descubrí que el sitio donde anteriormente mi obsesión solía habitar… Ya no era así. Donde antes
se encontraban sus ropas tiradas, maquillajes y demás…No estaban. Tan sólo sábanas blancas que cubrían viejos
muebles.
En ese momento, me derrumbé, caí de rodillas al suelo. Ya nada tenía sentido. Ya nada importaba. ¿Qué haría? ¿Cómo
podría volver a verla? Y lo más importante… ¿Dónde se encontraba ella?
Divagando, recorrí mi apartamento. Observando vagamente cada imagen. Cada gesto, cada reacción… Pero ninguna tenía
sentido ya. Ninguna se comparaba con verla en movimiento. Ahora, tan sólo eran basura. No sabía dónde estaba, pero de
algo estaba seguro. No la iba a dejar ir tan fácilmente.

Me levanté pesadamente del suelo y me encaminé a la recepcionista de su apartamento.


-Se fue-Fue lo que me dijo secamente.- ¿Por qué?-Le pregunté con toque de desespero.
-Haces muchas preguntas, muchacho.-Me contestó volviendo a su lectura.-Y usted no contesta ninguna-Respondí
enojándome. En cambio, me ignoró.-Dígame. ¡¿Por qué se fue!?
-Ah, pensó que le habían robado. Yo creo que simplemente le hicieron una muy buena limpieza, pero bueno, eso es todo.-
Contestó sin observarme. Sin más me marché.

-Se fue por mi culpa…-Era lo único que resonaba en mi cabeza.

Ni siquiera tuve la oportunidad de hablarle. Mucho menos de saber su nombre.


De tal manera, caí en una profunda depresión. Por más de ocho meses, si no me equivoco.
Para mayor desgracia, mi madre, que tanto se preocupó por mí, terminó del peor modo, habría muerto.
El día de su funeral lloré como un bebé. Había perdido, nuevamente, algo muy importante para mí. Me senté a un lado de
su tumba, hasta quedarme dormido. Cuando desperté, ya era tarde y de noche. No tenía prisa, ya que nadie me esperaba
en casa ni nada. Caminé un tiempo por el gran cementerio, al punto de perderme. Fue entonces cuando me crucé con una
imagen de mi desaparecida, donde ella sonreía de manera pasiva.
¿Qué hacía allí? Estaba posada en su tumba. Así es, era la suya. Estaba muerta. ¿Por qué? No lo sé. Tal vez jamás lo
sepa. Eso fue suficiente para no querer volver. Tal vez regresaría, pero no por un funeral ajeno.

Retorné a mi apartamento cerca del amanecer. Había sido un largo viaje.


Salí al balcón el cual no había usado hace mucho tiempo y dejé caer al vacío cada imagen, fotografía y retrato de ella
acompañado del comienzo de la lluvia.
La misma empapó mi cuerpo. Agotado, me recosté en la vieja silla mientras observaba a la joven que sonreía en el retrato,
la única acción que le faltaba a mi colección. Acerqué la daga que empuñaba en mi mano derecha a mi garganta, presioné
un poco y sentí cómo el metal de la misma me causaba un leve cosquilleo al paso que la piel se abría. La sangre no tardó
en verse presente y pronto vi mi mano bañada de ella, al igual que mi cuello y el cuchillo. Intentaba que la sangre limpiara
mis pecados y la lluvia borrara todo.
Finalmente, cerré lentamente mis ojos y dejé caer la fotografía, ahora manchada, al suelo. Su imagen se diluía lentamente
al igual mis fuerzas abandonaban mi cuerpo.

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