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Créditos
Moderadora de Traducción

NaomiiMora

Traducción

3lik@ Mary Rhysand

AnamiletG NaomiiMora

Gerald Rimed

Grisy Taty Rose_Poison1324

Mais Sofiushca

Manati5b Vanemm08

Marbelysz Yavana E.

Maridrewfer Yiany

Recopilación y Revisión

Mais

Diseño

Evani
Índice
Sinopsis Capítulo 19

Capítulo 1 Capítulo 20

Capítulo 2 Capítulo 21

Capítulo 3 Capítulo 22

Capítulo 4 Capítulo 23

Capítulo 5 Capítulo 24

Capítulo 6 Capítulo 25

Capítulo 7 Capítulo 26

Capítulo 8 Capítulo 27

Capítulo 9 Capítulo 28

Capítulo 10 Capítulo 29

Capítulo 11 Capítulo 30

Capítulo 12 Capítulo 31

Capítulo 13 Capítulo 32

Capítulo 14 Capítulo 33

Capítulo 15 Próximamente

Capítulo 16 Agradecimientos de la autor

Capítulo 17

Capítulo 18
Sinopsis
E
n el mundo de Saskia, los huesos son la fuente de todo poder.
Cuentan el futuro, revelan el pasado y exponen secretos en el
presente. Cada ciudad tiene un vidente designado que realiza
lecturas para la gente del pueblo, y en Midwood, la Encantadora de
Huesos es la madre de Saskia.

El día de su rito de iniciación, una lectura especial de huesos que


determina el aprendizaje de todos los jóvenes de diecisiete años, los
peores temores de Saskia se hacen realidad. Recibe una asignación para
entrenar como Encantadora de Huesos, como su madre, y aún peor, una
lectura de emparejamiento que la vincula con Bram, un chico que tiene
tatuajes sospechosos que insinúan violencia.

Saskia sabe que su madre vio múltiples caminos para ella, pero eligió
uno que sabía que Saskia no querría. Su pelea lleva a una fractura en
uno de los huesos. Los huesos rotos siempre son de mala suerte, pero
este conjunto particular de huesos se ha infundido con magia adicional,
por lo que la ruptura tiene consecuencias devastadoras: el futuro de
Saskia también se ha dividido. Ahora vivirá sus dos caminos potenciales
simultáneamente.

Solo un futuro puede sobrevivir. Y la vida de Saskia está en peligro


en ambos.

The Bone Charmer – The Bone Charmer #1


Para mi madre, quien es más fuerte de lo que cree.

Y, para mi padre, a quien extraño todos los días.


1
Saskia
Traducido por Manati5b

M
añana mi futuro será decidido por los huesos del dedo de
mi abuela muerta. Es como toda mi vida ha sido
determinada: con huesos, sangre, y flamas llameantes.
Cuando tenía cinco años, mi madre me colgó sobre un cuenco de piedra
que estaba sostenido con los omóplatos de un buey y perforó mi talón
con una aguja de costura. No estoy segura de cuántas gotas de sangre
salpicaron en el cuenco. ¿Una? ¿Dos? ¿Diez? No importa. Era suficiente
sangre para infundir los huesos con mi esencia. Sangre suficiente para
decirle a mi madre lo que ella quisiera saber sobre los siguientes años de
mi vida.

Siempre ha habido una pequeña disputa entre nosotras, su


perspicacia y mi ignorancia, y viceversa. Los huesos no pueden enseñarle
mi corazón.

Me arrastro por las escaleras hacia el fuerte aroma de incienso de


sábila, una señal segura de que mi madre está consultando los huesos
sobre alguna cosa u otra. Es casi imposible espiarla, pero no puedo
resistir el intentarlo. Tal vez si supiera lo que hace tendría alguna pista
de lo que traerá el día.

La voz profunda que resuena abajo me sorprende tanto que casi


olvido evitar el ruidoso quinto escalón. Mi madre no está sola; algún
lugareño debe estar haciendo una visita de último minuto para una
lectura antes del Kenning de mañana. Me recuesto contra la pared,
decepcionada. No me importa saber el futuro de nadie, excepto el mío.
Mi pie aún se mueve como reflejo al escuchar el hueso raspando la
piedra. Cuando llego a los pies de la escalera, asomo la mirada por la
esquina.

Mi madre está sentada en el centro del cuarto frente a uno de los más
destacados agricultores en Midwood, Mikkel Hemming. Hay un cuenco
de piedra en el piso, en medio de los dos, lleno con un puñado de huesos
de animales que, por como lucen, probablemente sean los más baratos
de preparar y no especialmente poderosos. Una lectura casual entonces.
Nada como la ceremonia y solemnidad que representa el Kenning. Mi
madre ni siquiera está usando su bata de Encantadora de Huesos.

—Gracias por verme sin previo aviso —dice Mikkel—. En el momento


en que toqué el suelo esta mañana, supe que lo mejor era verte. Me
preocupa que esté muy mojado para plantar espárragos.

—No hay problema —dijo mi madre.

Ella pincha el dedo índice de Mikkel con una aguja y lo estruja por
unas cuantas gotas de sangre para los huesos. Después usa una pieza
de un pedernal y una piedra para encender un poco de fuego en el
cuenco.

El cuarto se inclina, cierro mis ojos y los aprieto. Parece que pasan
algunos minutos y después, debajo de mis párpados aún cerrados, veo a
Mikkel en la puerta, sosteniendo su sombrero en una mano. Lo observo
mientras escucho su voz en mi cabeza, agradeciendo a mi madre por su
tiempo. Mis ojos se abren, pero para mí horror mi madre apenas está al
principio de la lectura: inclinando los huesos sobre la alfombra frente a
ella.

Mi garganta se aprieta.

Esto no ha sucedido en años; esta inestabilidad alrededor de los


huesos, como si la magia fuera como un perro en una pista, decidido a
llegar a mí sin que yo quiera.

Y no quiero.

El miedo se sienta en mi estómago como leche agria. Una imagen de


tatuajes negros en forma de puntas de flecha llega al fondo de mi mente
y la aparto. Abuela dijo una vez que en las familias con largas filas de
magia de huesos —familias como la nuestra— el poder es como un fuego
que arde más con cada nueva generación. Quiso decirlo de forma
alentadora, y tenía orgullo en sus ojos cuando lo dijo, pero para entonces
yo ya sabía la verdad: cuanto más fuerte es el incendio, más difícil es
controlarlo. Y más rápido destruye.

La Magia de Huesos seria peligrosa en mis manos.

Presiono mis nudillos en mi boca. Mikkel todavía está sentado en


silencio frente a mi madre. Imaginar cualquier otra cosa es solo el
resultado de una imaginación hiperactiva. Aun así, no quiero ser
emparejada como una Encantadora de Huesos mañana. Seguramente,
hay un camino más atractivo para mí que el riesgo constante de lastimar
a alguien a quien debo ayudar.

—Tienes razón Mikkel —La voz de mi madre devuelve mi atención al


presente—. Si siembras espárragos, tendrás un brote de mancha púrpura
que te costará la mayor parte del cultivo. Te recomiendo algo mas este
año, tal vez maíz.

Mikkel suspira y se pasa una mano por el cabello.

—Eso me temía.

Ella le da una sonrisa de disculpa.

—Lamento ser la portadora de malas noticias.

Él se pone de pie.

—Mejor saberlo ahora —dice—. Gracias Della.

Empujo mi espalda contra la pared mientras ella lo acompaña hacia


la puerta y la cierra suavemente detrás de él. Subo lentamente la
escalera.

—Sé que estás ahí Saskia. No te molestes en tratar de escabullirte.

Mis mejillas se llenan de calor. Desciendo el resto de las escaleras de


dos en dos y doblo la esquina para encontrar a mi madre con las manos
en las caderas y una expresión de reproche en su rostro.

—Sabes mejor que espiar en una lectura. Me tomo la confidencialidad


muy en serio.

—No creo que la elección de cultivos del Sr. Hemming sea un secreto.

Sus labios se presionan en una línea pálida.

—¿Te gustaría tener a alguien sentado en tu lectura mañana?

Ante la mención del kenning, mi estómago, se retuerce.


—No quiero ser una Encantadora de Huesos —le digo—. Lo sabes,
¿verdad?

Ella sacude su cabeza y se aleja. La sigo a la cocina, donde recoge


una manzana del tazón sobre la mesa y corta un pedazo con un cuchillo.

—¿Madre?

—El Kenning no es para determinar lo que quieres Saskia. Es para


determinar qué es lo mejor para ti. Y para el país. —Se lleva el trozo de
fruta a la boca.

—Lo que es mejor para mi es tener un poco de felicidad —le digo.

Mastica enloquecedoramente despacio y traga antes de responderme.

—La Primera Visión causa más angustia que las demás. Las visiones
de tu abuela siempre llegaron demasiado tarde para marcar la diferencia
en la felicidad de cualquiera. Pero tal vez los huesos revelarán una de las
otras vistas para ti.

Abuela tuvo la Primera Visión: la habilidad del ver el pasado. Mi


madre tiene la Tercera Visión: la habilidad de ver el futuro. Yo desearía
tener una de las otras dos Visiones en su lugar. Entonces podría obtener
mi kennig de otro Encantador de Huesos, uno que no estuviera
preocupado por preservar el legado familiar.

Abro mi boca para decirle que ha entendido mal mis preocupaciones


por completo. No estoy preocupada por tener poco poder. Ya sé que hay
más dolor en tener demasiado. Pero si voy por este camino con ella, ella
me pedirá explicaciones que no estoy dispuesta a dar. Saber cómo quiero
que se vea mi vida debería ser suficiente para ella.

—Tampoco quiero un compañero de huesos —le digo—. A menos que


sea…

Sus ojos se entrecierran y el resto de la oración muere en mis labios.

—Los huesos no aceptan solicitudes. —Su voz es cortante,


impaciente. El cuchillo se mueve hábilmente entre sus manos mientras
corta otra rebanada de manzana—. Creo que te gustaría saber lo más
posible sobre tu futuro. No todos tienen el privilegio suficiente para
comenzar una relación con tanta seguridad.

—Sé que no podemos permitírnoslo, pero ¿qué pasa si no estoy de


acuerdo con quien elija los huesos? No quiero estar atrapada con alguien
a quien no amo durante toda mi vida.
—No seas melodramática Saska. Nadie está atrapado con alguien que
no ama. Emparejado por huesos o no.

La ira estalla en mi pecho por su arrogante desestimación de mis


preocupaciones. Es cierto que nadie se ve obligado a aceptar un
compañero de huesos compatible, pero es eso o una vida que se pasa
solo. Nadie quiere un compañero destinado a otro.

Golpeo la mesa con un puño y mi madre se sobresalta. Bien. Al menos


es una expresión además de la tranquila máscara de certeza que suele
usar.

—¿No puedes considerar mis deseos mañana? —le pregunto—. ¿Por


favor?

—¿Y qué es lo que deseas exactamente?

—Sería bueno ser emparejada como tutora.

Todos los tutores que he conocido han sobrevivido tanto a su audición


como a su vista. Incluso cuando han cometido errores, ninguno de ellos
ha lastimado a sus alumnos con algo más que una lengua afilada o
estándares implacables. Es la vocación más segura que se me ocurre.

—Es una opción interesante —dice mi madre—. Y ciertamente algo


que vale la pena considerar. —Desliza otro pedazo de manzana y me lo
ofrece. Es un pobre sustituto de una promesa, pero es lo máximo que
está dispuesto a dar.

La mañana siguiente amanece brillante y fría.

La gente del pueblo se está reuniendo en la plaza, los hombros


encorvados contra el frio que pica de la mañana de primavera. Aquellos
de nosotros que cumplimos diecisiete años este año estamos dando
vueltas alrededor del Marrow, la cabaña de piedra circular donde mi
madre espera con las cajas forradas de terciopelo que sostienen nuestro
futuro.

Hay ochenta y tres candidatos este año —cuarenta y un chicos y


cuarenta y dos chicas— y una caja para cada uno de nosotros. Los conté
yo misma, con los dedos arrastrándose sobre el pergamino plateado y la
madera pulida, todo mientras un cordón de ansiedad se apretaba más y
más alrededor de mi cuello. Todos al menos tendremos la oportunidad de
ser emparejados con un aprendiz hoy. No como hace varios años, cuando
faltaba una caja y Callum Elliot no se presentaba al kennig. Era el menor
de diez hijos, y cuando cumplió diecisiete años, su familia no podía
permitirse más que huesos de ratón. Mi madre se ofreció a renunciar a
sus honorarios, pero no fue suficiente. Entre el elevado costo de la
preparación de huesos, y el impuesto al kenning por el consejo, la familia
no pudo reunir suficientes monedas.

Al final, probablemente no habría hecho la diferencia. Huesos de


ratón era poco probable que funcionaran bien para una lectura tan
compleja. Pero incluso los huesos más caros y bien preparados a veces
pueden dejar de producir un claro kenning.

La posibilidad es un peso para cada corazón, nadie quiere ser un


sobrante.

Yo tengo el problema opuesto de Callum. Permitirme una lectura de


huesos —cualquier lectura de huesos— nunca había sido una
preocupación para mí. Pero mi preocupación es inútil ahora. No tendré
otra oportunidad de rogar a mi madre antes de la lectura, así que trato
de concentrarme en otra cosa, los cientos de linternas de papel de colores
brillantes que cuelgan de ramas delgadas, la hoguera gigante en la
distancia, los niños con los brazos llenos de mantas blancas como la
nieve, rebotando sobre los dedos del pie por el frio o la emoción.

—Saskia. —Una voz familiar envía una emoción corriendo por mi


columna vertebral.

El aliento de Declan baila contra mi cuello. Probablemente no debería


estar tan cerca de mí. Aún no. ¿Qué si uno de nosotros es emparejado de
huesos con alguien más? El pensamiento abre un hoy en mi estómago.
Mi madre no se atrevería. No cuando sabe cómo nos sentimos el uno con
el otro.

Me alejo del alcance de Declan antes de girar para enfrentarlo. Una


amplia sonrisa marca un hoyuelo en su mejilla izquierda, y sus vibrantes
ojos verdes brillan con picardía. Se ha peinado su cabello normalmente
rebelde para someterlo, salvo por un remolino desobediente justo encima
de su frente que lo hace ver como un gatito que ha sido recién arreglado
por su madre.

—Buenos días —le digo.

Deja que su mirada sostenga la mía por un momento demasiado


largo, y mis mejillas se sonrojan. Otra lenta sonrisa se desliza por su
rostro como llovizna de miel.
—Te estaré esperando allí. —Me guiña un ojo antes de alejarse. Echo
un vistazo a las otras chicas para ver si alguien notó la breve
incorrección, pero nadie está prestando atención. Es el tipo de días en
que nuestros pensamientos son solo de nosotros mismos.

Observo a Declan hasta que es tragado por la multitud de chicos, mi


corazón se hincha antes de que la preocupación haga que se encoja de
nuevo. Debería saber mejor amar a alguien antes de que los huesos
hablen. Pero hay algo en Declan, su sonrisa fácil, su risa con cuerpo, la
manera despreocupada en que enfrenta la vida, como si no tuviera dudas
de que el destino siempre funcionara a su favor. Si alguien confía en los
resultados del kenning, debería ser yo. Pero no lo estoy. De ningún modo.

El movimiento al borde del patio me llama la atención. Una figura


solitaria camina hacia la multitud de candidatos. Bram Wilberg.

Tarde para el kenning.

Se detiene cerca del Marrow y se instala bajo la sombra de un roble


gigante, justo donde una gran extensión de hierba bordea los adoquines.
Cierra los ojos e inclina su rostro hacia el cielo, apoyando su mata de
cabello castaño contra el tronco del árbol y cruzando sus musculosos
brazos sobre su estómago. Nadie se le acerca. Cuando se trata de Bram,
todos se mantienen alejados.

Especialmente yo.

Una brisa tiembla a través de los cerezos en flor y pétalos se deslizan


sobre mi cabello y hombros como la nieve rosa pálido. Cierro los ojos y
los aspiro. La fragancia sutil siempre ha estado entrelazada en mi mente
con la primavera, los nuevos comienzos y el día del kenning.

Nunca imaginé estar tan nerviosa.

Una mano cae sobre mi hombro y me giro para encontrar a Ami, sus
ojos brillando de emoción. Los músculos de mi espalda se relajan y la
abrazo rápidamente.

—Llegas tarde —le digo, mi voz amortiguada contra su cuello—.


Estaba empezando a preocuparme de tener que hacer esto sola.

Los huesos escogieron a Ami como mi amiga antes de que cualquiera


de nosotras pudiera caminar. Nuestras vidas están entrelazadas como
los hilos de una cuerda.

Ami se aleja.
—Lo siento —dice ella, rodeando su mano en el aire cerca de su
cabeza—. Mamá no dejaría de quejarse.

Su cabello oscuro está barrido fuera de su rostro y en un nudo, sus


mejillas están rosas por el frio. Usa una capa color amarillo limón que
suaviza su tez.

Me toco las puntas de mi cabello. No se me había ocurrido hacer algo


especial hoy. Por otra parte, mi madre no estaba en casa para ayudarme
a prepararme. Se fue antes del amanecer para prepararse para el
kenning. Me pregunto cómo debe ser una madre preocupada por tu
presente en lugar de tu futuro. Una madre cuya única tarea en una
mañana como esta, es trenzarle el cabello y esperar un resultado que te
haga feliz.

—¿Tu madre te ha dado pistas sobre lo que va a pasar? —pregunta


Ami, como si pudiera leer mis pensamientos. La pregunta choca con algo
crudo dentro de mí.

—No —le digo—. Ella no me dirá nada.

Ami aprieta mis dedos.

—Supongo que lo descubriremos pronto.

Como si fuera una señal, suena el claxon y un silencio cae sobre la


plaza. Es hora. Todos los candidatos comienzan a acercarse al Marrow.
Casi puedo sentir la anticipación saliendo de Ami. Ella no tiene nada de
qué preocuparse porque estará feliz con cualquier resultado. Lo que está
destinado a ser será, siempre dice eso. Pero mi estómago se siente como
un puño cerrado.

—Buena suerte Saskia.

Ami planta un rápido beso en mi mejilla antes de tomar su lugar en


la fila. Es un deseo irónico, teniendo en cuenta que la suerte es lo que
estamos tratando de superar. Pero devuelvo el sentimiento de todos
modos.

Miro a mí alrededor buscando a Declan y cuando lo encuentro, sus


ojos ya están enfocados en mí. Le ofrezco una sonrisa temblorosa, pero
su sonrisa es inquebrantable. Trato de recordar si siempre estuvo tan
seguro del futuro. Durante el último año lo ha estado, eso lo sé. Lo ha
susurrado contra mi oído en momentos robados, lo ha prometido a mis
dedos con toques fugaces. Su confianza es como un refugio contra la
tormenta que se desata dentro de mí. Puedo imaginar una vida, una vida
segura, a su lado. Y no duele que verlo apresure la sangre por mis venas.
La primera chica de la línea, Meisha, desaparece en la cabaña. La
vemos irse, miles de pares de ojos pegados a la puerta cerrada, temerosos
de perder algo si parpadeamos. El silencio se cierne sobre la plaza
durante unos minutos, pero pronto la expectativa de una respuesta
rápida se desvanece. Los niños comienzan a arrastrar los pies. Madres y
padres se susurran, sin duda preocupados por las parejas. Algunos de
los candidatos disfrazan sus preocupaciones con bromas; codos que
empujan costillas, cabezas echadas hacia atrás en una risa exagerada.
Pero otros no hablan. Algunos de nosotros no tendremos un resultado lo
suficientemente claro como para ser emparejados como tutores hoy; otros
no estarán contentos con su lectura.

Meisha probablemente solo se fue por diez minutos, pero parece que
son días. Sale del Marrow con los ojos bajos, y al principio creo que está
llorando. Pero luego levanta la vista y una sonrisa tímida se derrama de
su rostro. Buenas noticias entonces.

En lugar de dirigirse hacia la hoguera, camina hacia donde están los


niños con expresiones abruptamente pétreos. Un coro de jadeos ondula
sobre la multitud. Los padres de Meisha deben haber pagado
generosamente para asegurar una lectura de emparejamiento junto con
su kenning. La mayoría de la gente del pueblo ahorra durante años solo
para pagar un hueso para ser tutor. Solo los más ricos pueden pagar un
emparejador de huesos compañero también.

Meisha extiende su mano hacia Bunta y la plaza estalla en aplausos.


Una pareja de amor siempre es motivo de celebración.

Observando a la nueva pareja caminar hacia la hoguera de la mano


me llena de un agridulce anhelo. Qué regalo tener tanta confianza en el
destino. Espero que mi propia lectura no incluya emparejamiento, quiero
ser elegida porque soy amada, no porque el destino lo decrete, pero no
soy optimista. Mi madre nunca ha podido resistirse a conocer mi futuro,
son importar el costo. Envuelvo mis pálidos brazos y sin marcas
alrededor de mi cintura. Me pregunto cuánto tiempo le tomara al delgado
tatuaje rojo grabarse alrededor de la muñeca de Meisha. Me pregunto si
ya lo ha hecho.

Uno de los niños corre hacia adelante con una pila tambaleante de
mantas pálidas. Bunta saca una de la parte superior de la pila, y él y
Meisha se acomodan frente al fuego para tener su primera conversación
según lo previsto. Echo un vistazo a Declan, pero esta vez no está
mirando.
Varios candidatos más van y vienen, aprendices de panaderos,
artesanos, comerciantes, granjeros. Algunos de ellos son aprendices de
una de las magias de huesos, como Talladores o Sanadores. Pero hasta
ahora, ningún Encantador de Huesos. La línea se está reduciendo y mi
coraje junto con ella.

Arrastro la punta de mi bota por el borde del camino que conduce al


Marrow. Los adoquines siguen brillando, cubiertos de lluvia por la
tormenta de anoche. Pienso en las manos suaves y cremosas de mi
madre, en la forma en que solía tomar mi rostro en sus palmas después
de que me acostaba por la noche. Tienes cien futuros posibles amor
siempre decía.

Pero de esas cien posibilidades, mi madre solo puede elegir una. Y


desafortunadamente para mí, siempre se ha preocupado más por lo que
le dicen los huesos que por lo que hace su hija.
2
Saskia
Traducido por Rimed

L
a mañana avanza como un río de jarabe y, sin embargo, cuando
es finalmente mi turno, no me siento lista.

La puerta al Marrow se abre y el olor a incienso de sándalo


me golpea de pleno en el rostro. Una chica con cabello negro rizado y piel
cobriza da un paso hacia la luz del sol.

—¿Cómo te fue? —pregunto.

Ella me da una trémula sonrisa.

—Seré aprendiz de sastre —dice—, lo que es cercano a lo que


esperaba. —Su sonrisa vacila—. Realmente quería trabajar como
costurera, pero… —Se encoge de hombros—, al menos podré trabajar con
telas. —Está intentando poner cara valiente, pero está claro que está
decepcionada de su vínculo. Una oleada de ira se eleva en mi pecho. ¿Por
qué tendría que pasar su vida haciendo algo que no eligió? Pero decirlo
no nos hará ningún bien a ninguna de las dos.

—Espero que te traiga felicidad —digo.

—Gracias —dice ella—. Yo también lo espero. —Aprieta mi brazo


antes de alejarse—. Buena suerte.

La observo mientras se aleja por el camino. Mientras marcha hacia


un futuro con el que solo está media emocionada.

El impulso de correr se eleva dentro de mí como una ola. Poso una


palma plana contra mi estómago y respiro hondo. El rostro de mi padre
flota a la superficie de mi memoria. Intentar escapar de tu destino es como
intentar hacer que un sapo croe como el canto de un ave, solía decir él. No
importa cuán buenas sean tus intenciones, solo estás perdiendo el tiempo.
Y tenía razón.

Los huesos dijeron que él moriría joven, y lo hizo.

La muerte vino por mi padre solo unos meses luego de que perdimos
a Abuela, y en ocasiones, puedo sentir su aliento contra mi cuello como
si estuviera buscando alguna excusa para venir también por mí. En unos
pocos minutos mi madre podría proveerla de uno. No hay donde
esconderse, ni modo de evadir esto. Solo puedo esperar que de todas las
potenciales direcciones que mi vida podría tomar en este momento, ella
escoja una que me complazca.

Muerdo mi labio y abro la puerta. El Marrow está tenuemente


iluminado y mis ojos tardan unos instantes en adaptarse. La luz de las
velas parpadeantes envía largas sombras que se arrastran por las
paredes de piedra, y delgadas columnas de humo se curvan hacia el
techo. En el centro del cuarto, mi madre está sentada en una gran
alfombra blanca. Un cuenco de piedra vacío descansa cerca de sus
rodillas, y una caja plateada forrada en terciopelo está a su lado.

Está vestida con una túnica de seda roja que resalta el azul en sus
ojos, y su cabello pálido esta trenzado y enrollado en la parte superior de
su cabeza como una corona. Se ve como una versión mayor de mí.

—Saskia —dice ella—. Ven. Siéntate.

Me siento frente a ella. Mi corazón es un colibrí dentro de mi pecho.

—¿Estás nerviosa?

Trago.

—¿Debería estarlo?

Ella abre el cerrojo de la caja de plata y vacía su contenido en el


cuenco. Los huesos de los dedos de Abuela resuenan contra la piedra. La
visión de ellos enciende mi dolor. He sufrido demasiadas pérdidas en los
últimos años. Desvío mi mirada de los huesos y encuentro a mi madre
estudiándome atentamente.

—¿Confías en mí Saskia?

—¿Confío en ti? ¿O confío en los huesos?

Ella aprieta sus labios.

—Es lo mismo.
Pero no lo es. Sé cómo funciona la lectura: la sangre y la llama se
combinarán, y mi madre verá múltiples posibles futuros para mí. Ramas
que se dirigen en direcciones opuestas. Caminos que divergen en destinos
distintos. Pero como Encantadora de Huesos, ella ha hecho un juramento
sagrado. Tiene el deber de elegir el futuro que utilice mejor mis talentos
para satisfacer las necesidades de la gente de Kastelia. Aún si no es el
camino que me haría más feliz.

—Tienes una opción —digo.

—Saskia…

Pero levanto una mano para detenerla.

—No lo hagas. Solo haz la lectura.

Ella abre su boca, como si fuera a discutir, pero algo sobre la


expresión de mi rostro debe hacer que lo reconsidere, porque la cierra
nuevamente.

—Muy bien, entonces.

Me alcanza y yo hago una mueca cuando pincha la yema de mi dedo


del medio con una aguja de coser. Aprieta suavemente hasta que cae una
gota de sangre en la superficie. Sostengo mi mano sobre el cuenco y dejo
que la sangre se derrame sobre los huesos.

—No es suficiente —dice mi madre.

Pincha otro dedo, y luego otro, hasta que los huesos de Abuela están
manchados de rojo. Una vez que está satisfecha de que he sangrado
suficiente, levanta una roca y un trozo de piedra y, con manos expertas,
enciende los huesos.

Mi cabeza se tambalea, y no estoy segura si es la combinación del


humo e incienso, o la pérdida de sangre, o la posibilidad de que estos
huesos en particular sean usados en mi contra. Los ojos de mi madre se
agitan cerrados. Respira profundamente, y el humo parece correr hacia
ella, como si estuviera listo para seguir sus órdenes. Pasan varios
minutos y mis ojos se vuelven pesados. Mis extremidades se aflojan.
Olvido porqué estaba tan preocupada.

Pero entonces el ruido de una tapa de hierro bajando hacia el cuenco


me saca de mi ensimismamiento. Mis ojos se abren justo a tiempo para
ver a mi madre derramar los huesos ennegrecidos sobre la alfombra
blanca. Mientras ella los estudia, aparece un pliegue entre sus cejas. Sus
ojos brillan cuando levanta su cabeza.
—Serás una aprendiz en la Sala de Marfil —me dice ella, su voz plana
y sin emociones—. Entrenarás como Encantadora de Huesos con la
Segunda Visión. —Traga y su mirada se aleja de mí—. Bram será tu
compañero.

Por un momento estoy demasiado aturdida para reaccionar. Y


entonces la ira se aloja en mi pecho.

—¿Por qué harías esto?

Ella no responde. Puedo oír mi pulso rugiendo en mis oídos.

—¿Cuál de los huesos de Abuela te dijo que arruinaras mi vida? —


pregunto, tomando un puñado de ellos en mi palma.

—Saskia. —Su voz es baja y amenazadora—. No lo hagas.

¿Pero que podría hacerme ella que fuera peor que esto? Seré enviada
lejos de casa para ser entrenada para leer huesos, un destino para el cuál
no podría ser menos adecuada. Y ella me ha emparejado con un chico
cuyos tatuajes han hecho que todo el pueblo le tema, un chico que podría
haber sido mi última elección, si la elección fuese de hecho un lujo que
me perteneciera. No solo viviré una vida miserable, si no que la viviré
sola.

—¿Fue este? —pregunto, sosteniendo un delgado hueso. Cuando ella


no responde, lo tiro a un lado y tomo otro—. ¿O tal vez este?

La mano de mi madre se extiende, sus dedos rozan duramente los


míos mientras se cierran alrededor del hueso. Dos manchas se encienden
en sus mejillas y tiene fuego en sus ojos.

—Dámelo.

Ella tira. Pero yo tiro más fuerte.

Y el hueso se rompe en dos.

Toda la sangre se drena del rostro de mi madre. Ella respira hondo y


me arrebata la otra mitad.

Los huesos rotos son de mala suerte.

—¿Qué has hecho? —Su voz es aguda, aterrorizada.

Pero debería ser yo la que hace esa pregunta. Ella ha destruido


cualquier posibilidad que tenía de tener felicidad. Y de cualquier modo
esos huesos no tienen valor ahora, solo pueden ser usados una vez. Me
pongo de pie y camino hacia la puerta.
—La respuesta a tu pregunta es no —digo—. No confío en ti.

Pero ella no responde. Y cuando doy una última mirada en su


dirección, aún está mirando al hueso fracturado, una mano presionada
contra su boca en silencioso horror.

Entrecierro los ojos por la luz del sol mientras salgo del Marrow. La
siguiente chica en la fila está saltando ligeramente sobre sus pies.

—¿Entonces? —pregunta alegremente—. ¿Cómo fue?

Sacudo mi cabeza y paso junto a ella. Repentinamente, la charla en


la plaza muere mientras siento el peso de miles de miradas caer sobre
mí. La gente del pueblo me mira con expresiones que van desde abierta
curiosidad a absoluta alegría, como si el escándalo tuviera una esencia y
ellos acabaran de percibir el olor. Pero me rehúso a darles la satisfacción
de transformarme en un tema para sus chismes, así que fuerzo una
sonrisa en mi rostro. Camino con confianza hacia el otro lado del Marrow,
donde los chicos están esperando.

Declan me da una sonrisa tímida mientras me acerco, y mi corazón


se retuerce en mi pecho cuando paso junto a él.

Me detengo frente a Bram. No sé si tendré el coraje para hacer esto.


¿Pero qué opción tengo? Nadie rechaza nunca un vínculo por los huesos
en el día del kenning. Respiro hondo y extiendo mi mano. Mis dedos
tiemblan. Los oscuros ojos de Bram se abren y se retira un paso o dos
detrás de los otros chicos.

Él de hecho se aleja de mí.

El calor sube por mi cuello, inundando mis mejillas. Me quedo allí


con mi mano extendida por un segundo.

Dos.

Tres.

Finalmente, él se pasa los dedos por el cabello, dejándolo apuntando


hacia todas direcciones. Da una pequeña sacudida de resignación con su
cabeza y desliza su mano en la mía. Cada uno de sus nudillos está
tatuado con un pequeño triángulo negro. Sus palmas son ásperas. Han
pasado años desde que he estado así de cerca de Bram. Tocarlo despierta
recuerdos con los que he luchado dura y largamente por reprimir, y me
obligo a mí misma a no alejarme.

Caminamos hacia la hoguera, y lentamente el bajo zumbido de las


conversaciones comienza nuevamente. Nos sentamos en una gran y
plana roca, y una pequeña niña empuja una blanca y esponjosa manta
en mis brazos.

—Felicidades por su vinculación —dice ella.

Por el rabillo del ojo, veo a Bram estremecerse. Quiero darle las
gracias, pero las palabras se atoran en mi garganta. En cambio, solo
asiento, lo que parece satisfacerla, porque sonríe y se aleja.

Desenrollo la manta y la acomodo sobre nuestros regazos. Tan pronto


nuestras manos quedan ocultas, Bram suelta la mía.

Siento como si me hubiesen abofeteado. Después de que la picadura


se desvanece, un dolor más antiguo aparece como un moretón que pensé
que había sanado hace mucho tiempo, pero aún está sensible al tacto.

—Tampoco fuiste mi primera opción —le digo.

Sus cejas se juntan.

—¿Qué?

—Obviamente yo no era tu primera opción —digo—. Solo quería que


supieras que tampoco eras la mía.

Él no dice nada por varios largos segundos, pero entonces cuando


habla, su voz es seca, casi aburrida:

—Debidamente constatado.

Nos sentamos juntos en un tenso silencio y me pregunto qué habría


pensado mi padre de este vínculo. Él y mi madre fueron vinculados por
los huesos, pero él había afirmado que ya la amaba para cuando ella le
tendió la mano el día del kenning.

—Ciertamente no lo hiciste. —Se burló mi madre cuando él me contó la


historia.

La palma de mi padre cubría su corazón.

—Della, querida, estoy herido. Solo porque tú no me amaras a mí, no


quiere decir que yo no te amara a ti.
—No recuerdo haber visto un tatuaje rojo alrededor de tu muñeca —
dijo ella ligeramente—. Apenas habíamos hablado antes del día del
kenning. ¿Cuándo exactamente tuviste tiempo para enamorarte de mí?

Una sonrisa se derramó entonces sobre el rostro de él.

—El día que Kyle Dennis te desafió a una carrera hasta la cima del
enorme roble de los Poulsen, y lo venciste por cinco minutos.

Ella sacudió su cabeza, pero sus ojos bailaban.

—¿Cómo eso hizo que me amaras?

—¿Cómo no podría? Si tu inteligencia no me hubiera convencido, tus


pequeñas piernas colgando de las ramas mientras tarareabas los tres
versos de “Encuéntrame en la copa de los árboles” lo habrían hecho.

La historia se ganó unas risas de mi parte y un divertido jadeo de


Abuela.

—Della, ¡No lo hiciste!

La canción trata sobre dos jóvenes amantes que deben mantener su


relación en secreto porque aún no han tenido su kenning. Cada noche el
chico trepa al árbol para alcanzar la ventana del cuarto de la chica que
adora para darle un beso de medianoche. Mi madre tarareando esa
canción era una provocación para el chico que la había desafiado. Él no
solo perdió, si no que ella le anunció a toda la multitud reunida que él la
quería.

—Para ser justos —dijo mi padre—, la mitad del pueblo estaba loco por
tu madre. Yo solo fui afortunado de que los huesos decidieran sonreírme.

Pero supongo que no tenía la suerte de mi padre.

Los huesos de Abuela me habían emparejado con alguien que no


podía ser más opuesto a mi padre. Alguien que está marcado con tatuajes
que insinúan un pasado oscuro. Alguien que ha sido destinado como
soldado en la Guardia de Marfil.

Y mi aprendizaje… por primera vez desde que salí del Marrow, cae en
su lugar que he sido emparejada con Segunda Visión. Siempre había
asumido que, si me convertía en Encantadora de Huesos, sería Primera
Vista como Abuela o Tercera Visión como mi madre. Pero la habilidad de
ver cosas en el presente nunca se me había ocurrido. Ciertamente suena
más seguro que las otras visiones, encontrar objetos perdidos, ayudar a
gente a hacer decisiones, ayudar a curanderos a diagnosticar dolores de
pacientes que no pueden hablar por sí mismos. Pero entonces recordé
que los Encantadores de Huesos Segunda Visión a veces eran usados
para interrogar a criminales acusados y me siento mareada.

Dirijo mi rostro hacia la hoguera, me dejo hipnotizar por el modo en


que las llamas consumen todo a su alcance, en los troncos de madre en
el centro que habían comenzado enormes y fuertes, pero que pronto
serían reducidos a cenizas. Así es como me siento por dentro, en llamas.
Sin importar cuan fuerte soy, pronto no quedará nada.

Excepto huesos.

Cuando todo el resto es destruido, los huesos siempre se las arreglan


para sobrevivir.
3
La Segunda Ceremonia dde
Vinculación
Traducido por Gerald

Mi madre sostiene dos mitades de un hueso roto.

H
umo nubla mi visión y lucho contra el impulso de dejar que
mis párpados se cierren de nuevo. Tengo más sueño del que
debería. El Marrow está demasiado caliente y el incienso de
sándalo serpentea por mis fosas nasales, haciéndome marear. Me froto
los ojos y estudio los huesos de dedos ennegrecidos de Abuela esparcidos
por la alfombra blanca entre trozos de ceniza. Mi cabeza punza
ligeramente y me pregunto si es normal que el kenning sea mucho más
agotador que una lectura típica. Pero no es hasta que me concentro en el
rostro de mi madre que la sensación de desorientación se convierte en
alarma. Está mirando fijamente el hueso fracturado como si fuera su
propio corazón roto el que está acunando en la palma de su mano.

—¿Qué pasa? —pregunto.

Su cabeza se levanta como si se sorprendiera de verme aquí.

—Oh, Saskia.

Hay una reprimenda en su tono que no puedo entender. ¿Todavía


está molesta porque no dije que confiaba en ella? ¿Los huesos le dijeron
algo terrible sobre mi futuro? Espero a que diga más, pero no lo hace.
Vuelve su atención hacia los huesos, sus labios apretados en una línea
fina y pálida.

—Mamá —digo, sintiéndome pequeña repentinamente—. Me estás


asustando.
—Hemos hecho esto antes —dice ella.

Un escalofrío baja por mi columna vertebral.

—Por supuesto que lo hemos hecho. —Me ha hecho lecturas docenas


de veces, son tan familiares como las tartas llenas de bayas que hace
cada año en mi día de celebración de vida.

Sacude la cabeza.

—Debimos haber discutido —dice ella—. Debes haber roto esto. —


Coloca las dos partes del hueso cuidadosamente junto a las otras.

—¿De qué estás hablando? —digo—. No, no lo hice.

No tiene ningún sentido lo que dice. Pero por otro lado, ese hueso no
estaba roto hace un momento. Estoy segura de ello. Y tirarlo sobre la
alfombra no pudo haber causado una fractura como esa.

Mi madre suspira y cubre su rostro con sus manos. Su delgado


tatuaje rojo, el que se grabó en el contorno del hueso de su muñeca
cuando se enamoró de mi padre, contrasta fuertemente contra su piel,
que se ha vuelto pálida de forma poco natural.

—Estos huesos eran especiales —dice ella.

—Porque eran de Abuela.

—Sí, eso también. —Sus manos tiemblan cuando caen en su regazo—


. Pero hay más. Les infundí magia extra, la sangre de tres generaciones
de Encantadores de Huesos, cada uno con una Visión diferente.

—No entiendo —le digo—. Ni siquiera conocemos a alguien que tenga


la Segunda Vista.

La abuela tenía la capacidad de ver el pasado y mi madre puede leer


el futuro, pero el presente... y entonces me doy cuenta.

—¿Mi sangre? ¿Tengo la Segunda Vista?

¿Pero cómo lo sabría ella? Aún no ha terminado mi lectura.

—La magia adicional los hizo más poderosos, se suponía que me


permitirían ver tu futuro mucho más claramente. Los huesos eran de un
familiar cercano. Estaban entretejidos con el contexto del pasado y el
presente, pero también los hizo más peligrosos.

—¿Peligroso cómo?
Ella traga.

—Estoy preocupada... Saskia, no veo el camino para ti que esperaba


ver.

La banda de tensión que se ha estado apretando alrededor de mi


corazón repentinamente se rompe y me siento más ligera.

—Oh, bueno, tal vez los huesos te sorprendieron. Tal vez mi camino
es diferente de lo que pensaste que sería.

—No lo entiendes... Mira el hueso. ¿Ves cómo un lado está


ennegrecido alrededor de los bordes y el otro parece que nunca ha sido
tocado por la llama? Algo cambió. La magia extra... Es posible que debido
a que este hueso se fracturó, tu futuro se haya partido en dos. En lugar
de posibilidades, el camino que este hueso representaba puede haberse
convertido en realidades. Por eso no estoy viendo lo que pensé que vería.
Porque el camino de una mitad del hueso es invisible para mí.

Examino el hueso roto. Tiene razón... las dos mitades lucen


diferentes.

—Pero no sucedió nada terrible, ¿cierto? Todavía estamos aquí


sentadas. Solo un conjunto de nosotros y no dos.

Me da una mirada que hace que mi estómago se retuerza. Ya hemos


hecho esto antes.

—No quieres decir que...

—Creo que ya estás viviendo en una realidad alternativa basada en


la lectura que te di antes.

Todo el aliento sale de mis pulmones.

—¿Qué fue qué?

—Esa es la cosa —dice ella—. No lo sé.

Un temblor me atraviesa como si la tierra se hubiera movido. Como


si todavía se estuviera moviendo.

—¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Por qué harías a los huesos más
poderosos?

Toda mi vida he sido cautiva del puño de hierro de las lecturas de mi


madre. He tenido tantas que mi libertad ha sido pelada capa por capa,
como una cebolla, hasta que no me quedan opciones. No puedo imaginar
por qué necesitaría aumentar la fuerza de los huesos cuando ya han
construido una jaula ineludible a mi alrededor.

Un mechón de cabello se ha soltado de una de sus trenzas y vuela


sobre su rostro al ritmo de su respiración superficial. Mi madre suele ser
tan imperturbable como un lago en un día sin viento, pero en este
momento parece más trastornada de lo que nunca la haya visto. Ni
siquiera parece darse cuenta de que he hablado.

—¿Qué hacemos ahora? —pregunto.

Tarda mucho tiempo en responder, pero finalmente sus ojos se


encuentran con los míos.

—Mi única opción es elegir el mejor camino de lo que queda. No puedo


leer algo que no puedo ver. —Respira profundamente y estudia los huesos
frente a ella, no solo al hueso roto, sino a todos—. Tengo que encontrar
una manera de arreglar esto. Pero no tengo forma de saber lo que he
seleccionado para ti antes. No con certeza. —La tristeza de su voz me
hace sentir culpable, a pesar de que no he hecho más que sentarme aquí.

Estudia los huesos durante mucho tiempo, como si estuviera


eligiendo entre docenas de posibilidades. Luego, finalmente, se acomoda
el mechón suelto detrás de la oreja y levanta la cabeza. Se endereza un
poco más.

—Serás aprendiz aquí en Midwood como tutora —dice. Las siguientes


palabras parecen requerir más esfuerzo y no puede encontrar mi mirada
mientras las dice—. Declan será tu compañero.

Salgo de Marrow en un aturdimiento y cierro los ojos con fuerza. La


mañana es agresivamente brillante y fría en contraste con la oscuridad
sobrecalentada que acabo de dejar atrás.

La chica que está al frente de la fila rebota sobre los dedos de sus
pies.

—¿Y? —pregunta—. ¿Cómo ha ido?

Abro la boca para responder, pero luego descubro que no tengo nada
que decir. Conseguí la pasantía y el compañero que quería y aun así,
nunca he estado más preocupada por mi futuro. Mi madre dijo que lo
discutiríamos más tarde, pero no estoy segura de que esto sea algo que
hablando se pueda arreglar. La chica me mira con una expresión
expectante, así que finalmente le doy una respuesta.

—Bien —miento—. Salió bien.

Un silencio cae sobre la multitud mientras me dirijo hacia el otro lado


del Marrow, donde los chicos esperan. Declan me sonríe expectante como
si supiera exactamente hacia dónde me dirijo. Y aunque tiene razón, mi
mirada se dirige hacia los otros chicos de la fila. Mi madre dijo que
intentaría elegir un camino alternativo para mí. Que mis dos futuros
probablemente serán bastante diferentes. ¿Significa eso que sospecha
que los huesos no creen que pertenezco a Declan? Pero, ¿cómo podrían
los huesos mostrar caminos hacia una pareja diferente si es realmente
una pareja predestinada?

Se forma un bulto en mi garganta cuando doy un paso adelante y


extiendo mi mano.

Declan me muestra un conjunto de dientes blancos perfectamente


rectos. Sus ojos son del verde brillante de una manzana ácida.

—Lo sabía —dice mientras nos dirigimos a la hoguera.

Coge una manta de uno de los niños y nos sentamos en una gran
piedra plana cerca de las llamas. Traza pequeños círculos en mi palma
con su pulgar.

—¿Eres feliz? —pregunta.

—Es lo que esperaba —le digo.

Y es verdad. El alivio cae en cascada sobre mí, no fui vinculada como


una Encantadora de Huesos y no tendré una ceremonia de vinculación;
cualquier potencial para la magia que tenía se desvanecerá lentamente.
Pero mi alivio está atenuado por la inquietud. En otra realidad, ¿estoy
sentada en este mismo lugar con alguien más? ¿Lo está Declan?

¿Qué versión de mí es mejor?

Por primera vez en años, anhelo la certeza de los huesos, de un


camino que sé que está sancionado por el destino. Ahora que no la tengo,
siento que estoy caminando por un puente desvencijado hacia un futuro
incierto.

Mi madre siempre me dice que la lectura de huesos es un privilegio,


algo que hay que valorar. Pero siempre pensé que la elección era el mayor
de los lujos.
Tal vez me equivoqué.
4
La Encantadora de Huesos
Traducido por Maridrewfer

El barco que nos llevará a Ivory Hall está casi listo para zarpar y Bram
todavía no está aquí. Tal vez la posibilidad de ser vinculado conmigo era
tan desagradable que decidió abandonar Kastelia; no sería la primera vez
que alguien desaparecía después del día del kenning.

Una brisa sopla desde el puerto y me pone la piel de gallina. Froto


mis palmas arriba y abajo de mis brazos, tratando de recuperar el calor
dentro de mi cuerpo.

—Olvidaste algo. —Una capa pesada se asienta sobre mis hombros,


proporcionando alivio instantáneo. Me doy vuelta para ver a mi madre,
una maraña de emociones diferentes jugando en su rostro. Me da una
sonrisa triste mientras me estudia—. No te preocupes, amor —dice—. Él
estará aquí.

Toco la tela carmesí de la capa favorita de mi madre. Siempre me ha


encantado cómo halaga su tez. Y el mío también. De todas las cosas que
podría haberme dado —el futuro que quería, una voz sobre mi propia
vida, un camino diferente al de ella y de Abuela— eligió darme esto. Me
alejo de ella.

—No estoy preocupada —digo con suficiente mordacidad como para


que se estremezca. Y luego su expresión se cierra.

Dejo que mis ojos se alejen de ella, hacia los grupos de familias
reunidos en el puerto. Todos los que fueron asignados a un aprendizaje
fuera de Midwood abordarán el barco hoy y viajarán por el Río Shard
hasta Ivory Hall. Es una de las razones por las que el impuesto del
kenning es tan alto: el costo total de trasladar a tantas personas por todo
el país debe ser astronómico. La misma escena se repetirá en todas las
ciudades y pueblos de Kastelia. El viento empujará los barcos que parten
río arriba hacia la capital —la Ciudad de Kastelia— que se encuentra en
el delta superior. A partir de ahí, los aprendices abordarán nuevos
barcos, y los actuales los llevarán de regreso río abajo a las diferentes
aldeas y pueblos donde han sido asignados. Excepto aquellos de nosotros
aprendices en Ivory Hall, por supuesto, Bram y yo zarparemos solo una
vez.

Él todavía no está aquí.

—Saskia —dice mi madre—, hay algo que debes saber.

Ella toma mis manos entre las suyas, sus dedos rozan el pequeño
tatuaje púrpura en la base de mi pulgar. Fue mi primero. Apareció
cuando tenía cinco años, el día que comencé la escuela, el momento en
que solté la mano de mi madre y entré en el pequeño edificio de piedra
donde me esperaba mi tutor. Los tatuajes siempre se materializan como
resultado de intensas experiencias emocionales: rojo para los alegres,
azul cuando la experiencia es triste, cien colores diferentes para una
variedad de sentimientos. Cuando llegué a casa esa tarde, le mostré a mi
madre el tatuaje, una forma pequeña y redondeada que se parecía un
poco al pétalo de una flor. Estaba en el punto exacto de mi piel donde su
pulgar rodeó el mío cuando estábamos de la mano.

—¿Por qué es púrpura, mamá? —pregunté—. ¿Significa que dejarte me


hizo feliz o triste?

Presionó un beso en mi sien.

—El púrpura suele ser agridulce, mi amor —dijo—. Significa que


sentiste un poco de ambos.

Su expresión ahora es la misma que llevaba ese día. Tira de mis


bordes, me atrae hacia ella como una concha en la marea. Pero todavía
estoy demasiado enojada para darme por vencida. Hemos estado dando
vueltas alrededor una con la otra desde el kenning. Hace tres días que sé
que hay cosas que quiere contarme. Y durante tres días ella sabe que no
tiene nada que decir que yo esté lista para escuchar.

Pero ahora me voy por un año entero. La realidad cae en mi estómago


como una piedra.

—¿Qué es? —pregunto.

Ella abre la boca, pero no es su voz la que sale.


—¡Saskia! —Ami corre por el sendero hacia el puerto, su cabello sopla
salvajemente alrededor de su rostro. Me atrapa en sus brazos y me tira
con fuerza contra ella—. Gracias a los huesos que te alcancé. Corrí todo
el camino hasta aquí.

La abrazo ferozmente.

—Te voy a extrañar mucho. —A medida que las palabras salen de mi


boca, me doy cuenta de que también están destinadas a mi madre,
incluso si no pudiera mirarla a los ojos mientras las decía.

—¿Prometes escribir? —dice Ami.

—Lo prometo.

Nos separamos justo cuando suena la bocina. La multitud comienza


a surgir hacia el barco que espera, y la cara de mi madre cae. Lo que sea
que quisiera decirme, ya es demasiado tarde.

En cambio, se conforma con un beso en mi mejilla.

—Te amo, Saskia —dice—. Quiero lo mejor para ti. Por favor, créelo.

Fue la cosa incorrecta de decir, y siento que las paredes alrededor de


mi corazón se hacen más altas.

—Si quisieras lo mejor para mí, no hubieras hecho esto —digo—. ¿Por
qué los huesos me emparejarían con Bram? Ni siquiera está aquí. ¿Cómo
podría importarme una persona que es demasiado cobarde para
presentarse y lidiar con su destino?

Ami y mi madre se quedan inmóviles, con idénticas expresiones de


horror en sus rostros. Me muerdo el labio y lentamente me giro para
mirar detrás de mí. Bram se encuentra a unos metros de distancia, con
una bolsa colgada sobre su hombro, su expresión de piedra.

—Oh —le digo—. Hola.

Su mirada se encuentra con la mía solo por un momento antes de


caminar hacia el muelle sin decir una palabra.

Más tarde esa noche me paro en la cubierta del barco y miro hacia mi
casa. El cielo oscuro está lleno de constelaciones que me recuerdan a
pequeños huesos esparcidos sobre una tela de terciopelo. Como si el
futuro del mundo entero pudiera leerse con solo una mirada al cielo.
Docenas de otros aprendices se mueven alrededor del barco,
riéndose, empujándose, salpicándose unos a otros con preguntas sobre
de qué pueblo son o dónde van a comenzar su entrenamiento. Pero yo no
estoy de humor para una pequeña charla.

—¿También eres un marginado?

Me sobresalto con la voz. Una niña se apoya contra la barandilla, su


rostro vuelto hacia mí. Está demasiado oscuro para distinguir claramente
sus rasgos.

La pregunta me toma por sorpresa y me toma un momento responder.


Un marginado. Es un término despectivo utilizado para aquellos que no
pueden pagar el kenning o cuya lectura de vinculación ha sido demasiado
turbia para ser útil. Aquellos a quienes se les asigna un aprendizaje de
lo que quede una vez que todos los demás hayan sido emparejados.

—No —digo—. He sido asignada como aprendiz de Encantadora de


Huesos.

—Oh. —Puedo escuchar la nota de decepción en su voz—. Solo


pensé... —Gira la cara hacia el agua—. Simplemente no parecías tan feliz
como el resto.

Un silencio incómodo se extiende entre nosotras. ¿Cómo puedo


confesar que tiene razón, que no estoy contenta con mi compañero,
cuando ella lo tiene mucho peor? Mis padres podían permitirse tener
huesos preparados para cualquier lectura que quisieran, y mi riesgo de
ser sobrante era prácticamente inexistente. Toda mi vida ha sido
sancionada por el destino.

Me aclaro la garganta.

—¿Dónde vas a entrenar?

—Leiden —dice ella—. Soy aprendiz de sopladores de vidrio.

—Estuve allí de niña y aún recuerdo lo hermosa que era. Las


vidrieras, especialmente. —Meto las manos en los bolsillos de mi capa—
. Espero que encuentres el éxito. —Pero mis palabras suenan huecas,
incluso para mis propios oídos. Debido a que no importa cuán talentosa
sea, nadie confía en las habilidades de alguien que no tiene un vínculo
de huesos.

—Sí, —dice ella, alejándose de la barandilla—, yo también.


Y antes de que pueda decir algo más, ella se desvanece en la noche,
como si ya hubiera practicado ser invisible.

Bram ya está dormido cuando bajo la escalera hacia los dormitorios.


Todos los aprendices duermen en una habitación gigante en el vientre del
barco. Pero los demás aún deben estar de humor para celebrar.
Aparentemente, Bram y yo somos los únicos dos lo suficientemente
miserables como para querer dormir temprano. Ni siquiera la chica
sobrante está aquí todavía.

Bram yace estirado en una de las docenas de hamacas colgadas del


techo, con las manos detrás de la cabeza, los pies descalzos cruzados por
los tobillos, la cara iluminada por la luz parpadeante de la lámpara de
aceite que cuelga de un gancho en la pared. Es como si nunca lo hubiera
visto antes. Como si se hubiera transformado estando dormido, una
persona diferente cuando piensa que nadie está mirando.

La vista me inmoviliza.

Y luego noto el tatuaje —una enredadera verde delgada con hojas en


forma de lágrimas— que se enrosca sobre la parte superior de su pie y
desaparece debajo del dobladillo de sus pantalones. Nunca he visto uno
igual, ni siquiera puedo imaginar qué tipo de experiencia produciría un
diseño tan encantador e intrincado. Está tan en desacuerdo con los
violentos triángulos negros en cada uno de sus nudillos. Una punzada
aguda de culpa y miedo tuerce mi corazón mientras miro sus manos

¿Por qué los huesos me vincularían con un soldado? ¿Qué pasa si mi


madre cometió un error?

Pero no importa si lo hizo o no. Al final de nuestro año de


entrenamiento, podemos elegir aceptar o rechazar la vinculación. Si
ambos lo aceptamos, fijaremos una fecha para nuestra ceremonia de
unión. Si alguno de nosotros lo rechaza, iremos por caminos separados
y pasaremos nuestras vidas a solas. Nadie quiere una pareja destinada a
otra persona.

Selecciono una hamaca en la esquina opuesta de Bram, lo más lejos


que puedo llegar. Me siento incómoda por dormir tan cerca de él, aunque
sé que la habitación pronto se llenará y habrá tanta gente entre nosotros
que ni siquiera sabrá que estoy aquí. Observo su pecho mientras sube y
baja.
De repente sus ojos se abren de golpe. Gira la cabeza y su mirada
encuentra la mía a través de la habitación. Me quedó inmóvil. Me mira
durante varios segundos, como si no estuviera seguro de si está soñando
o despierto. Y luego su expresión se endurece y lentamente,
deliberadamente, mira hacia otro lado.

Va a ser un largo viaje a Ivory Hall.


5
La Tutora
Traducido por Sofiushca

B
ajo las escaleras la mañana después de que el barco deja
Midwood para encontrar a mi madre sentada en su silla
favorita con un libro de hechizos abierto sobre su regazo.

Se inclina hacia adelante, estudiando las páginas, con una arruga


entre las cejas. La delicada piel debajo de sus ojos está azul por el
cansancio y lleva la misma ropa arrugada que ayer. Encantar huesos es
una habilidad que requiere más de lo que da, pero los últimos días han
tenido un precio más alto de lo habitual. Mi madre se ve perdida en sus
propios pensamientos de una manera en la que raramente la he visto
antes.

Cuando era niña, jugaba a tratar de echar un vistazo a los hechizos


de huesos, arrastrándome por las escaleras horas después de que mi
madre me hubiera dado un beso de buenas noches para echar un vistazo
alrededor de la esquina donde trabajaba en una pequeña mesa de
madera. Pero ella siempre daría la espalda en el último momento,
posicionándose para que el libro de hechizos permaneciera oculto.

Tu cama está llamando, Saskia, dijo cada vez, sin darse la vuelta. Me
solía preguntar si podía ver mi futuro sin los huesos. Si había hecho
tantas lecturas sobre mí que podía predecir cada uno de mis movimientos
sin magia ni ceremonia.

Pero verla así —desenmarañada, sosteniendo el libro de hechizos a


plena vista, completamente inconsciente de mi presencia— es como viajar
a lo largo de un río que se mueve rápidamente y notar un agujero en el
fondo de la barca.
Ha estado buscando una manera de curar el hueso durante tres días
sin éxito. Apenas hemos hablado de lo que sucedió en el kenning.

—¿Encontraste lo que buscabas? —pregunto.

Levanta la cabeza de golpe y presiona una mano contra su pecho.

—Saskia —dice, con los ojos muy abiertos—. No te vi allí. —La


expresión de su rostro me dice que ella también lo siente: el agua que se
filtra a través de nuestros puntos débiles, lista para tragarnos si no
actuamos rápidamente.

—No quise asustarte. —Mi mirada cae hacia las páginas abiertas en
su regazo, hacia los diagramas de los patrones de huesos y las notas
cuidadosamente escritas en los márgenes.

Ella me nota mirando y cierra el libro. Lo deposita dentro de una caja


de madera, que cierra con una llave suspendida de la cinta alrededor de
su cuello.

—Me estoy acercando.

—¿Y si …? —Trato de encontrar una manera de hacer la pregunta


que me ha estado picando en el fondo de la mente desde el kenning—. ¿Y
si no hacemos nada? ¿Qué pasa si sigo adelante con mi vida y no nos
preocupamos tratando de curar el hueso? ¿Sería tan malo vivir dos vidas
alternativas a la vez?

Mi madre abre la ventana y una brisa fresca entra en la habitación,


cargando el delicado aroma de las lilas.

—No estarás completa hasta que el hueso lo esté —dice—. Hacer nada
no es una opción.

Echo un vistazo al hueso que descansa sobre un estante al otro lado


de la habitación. Se dividió de manera desigual, dejando una mitad más
grande que la otra. ¿Qué quiere decir ella con que no estaré completa?

Una ráfaga de viento cierra la ventana y me sobresalto. Pero mi madre


no reacciona. Está mirando a lo lejos, preocupada con su labio entre los
dientes.

—Necesito que vayas a la casa de huesos a por suministros —dice


finalmente.

Me siento culpable por el alivio que me inunda al pensar en escapar


por unas horas.
—Por supuesto —le digo.

Garabatea una lista en un trozo de papel y la presiona en mi palma.

—Sé imprecisa si alguien hace preguntas —dice ella—. Mándale mis


saludos a Ami.

Antes de siquiera tener la oportunidad de llegar a la puerta, ella ya


desbloqueó la caja y sacó el libro de hechizos nuevamente. No estoy
segura de por qué se molestó en guardarlo.

La casa de los huesos está en las afueras de la ciudad adyacente al


Bosque de los Muertos. El olor me llega mucho antes de que aparezca.
Me tapo la nariz y la boca con el dorso de la mano mientras subo a la
colina, pero el hedor de la muerte todavía se encrespa por mi nariz y me
marea.

El bosque está lleno de árboles, los troncos tallados con nombres,


fechas de nacimiento y muerte, y recuerdos cuidadosamente recortados.
En algunos de los árboles cuelgan bolsas de arpillera llenas de los
cuerpos de los fallecidos recientemente en varias etapas de
descomposición. Es el primer paso en la preparación de los huesos: dejar
que la carne se pudra para que los huesos puedan prepararse para la
familia. Flores, baratijas y notas se posan debajo de los árboles ocupados,
nuevos símbolos de dolor.

Nuestro árbol familiar está desnudo en la base. El cuerpo de mi padre


colgaba aquí no hace mucho, y antes de él, Abuela. Pero ahora los
ranúnculos y las campanillas azules han sido barridos y las ramas no
están cargadas. Paso la palma de mi mano por la corteza áspera, trazo
los suaves surcos que deletrean los nombres de las personas que amaba.
Descanso mi frente contra el árbol.

¿Qué pensaría Abuela del kenning? Siempre pensó que sería una
Encantadora de Huesos, y cuando era pequeña, esperaba que tuviera
razón. Pero luego todo cambió y la magia fue lo último que quería.
Desearía poder hablar con ella solo una vez más. Pienso en sus últimos
meses, cuando la vejez había pasado factura y comenzó a ver cosas que
no estaban allí, tener pesadillas, perder el control de la realidad. Al final...
sacudo la cabeza para aclarar los pensamientos. No tengo tiempo para
llorar. Hoy no.
La casa de huesos está situada en el extremo más alejado del bosque
en un pequeño edificio de piedra con hiedra trepando por los lados.
Empujo la puerta para encontrar a Ami sentada detrás de un largo
mostrador, con los huesos extendidos frente a ella junto con una
colección de herramientas: pequeños cepillos, cucharas pequeñas,
cuchillas planas. Su cabello de ébano cae sobre su rostro mientras
trabaja. En el kenning fue aprendiz de manipulador de huesos.
Técnicamente no es una de las magias de huesos, pero se venera como si
lo fuera.

Ami levanta la vista y una sonrisa llena su rostro.

—Qué linda sorpresa. —Se acerca al mostrador y me abraza.

—¿Cómo va el nuevo aprendizaje? —pregunto.

Sus ojos se dirigen al Maestro Oskar, quien levanta una mano en el


aire sin levantar la vista del hueso que está cepillando. Parece que es lo
más cercano a un permiso para tomar su descanso que Ami va a
conseguir.

—Va bien —me dice—. Pero hay mucho que aprender: miles de formas
de preparar huesos dependiendo de quién los necesita y para qué se
utilizan. Me temo que nunca lo recordaré todo.

—Por supuesto que lo harás —le digo.

Nos sentamos en un largo banco de madera al otro lado de la


habitación. Los huesos están en todas partes: se extienden por los
mostradores, se sumergen en frascos llenos de líquido transparente, se
secan en los estantes después de haber sido pintados recientemente para
replicar los tatuajes que llevaban sus dueños. El centro de la habitación
está lleno de mesas de diferentes formas y tamaños, todas ellas cargadas
con libros abiertos y pilas de papel. Estar aquí me recuerda por qué los
huesos son tan caros. Se necesita mucho para prepararlos para su uso,
desde el cuidador del Bosque de los Muertos, hasta los manipuladores
que los limpian y preparan, hasta los comerciantes que traen suministros
raros de los confines del país y más allá.

—¿Ya has comenzado como tutora? — pregunta Ami.

Sacudo la cabeza.

—No, pero pronto. Audra y su hijo están de vacaciones en las islas.


Comenzaré cuando regresen. —Le entrego a Ami el trozo de papel, sin
mirarla a los ojos—. Mi madre necesita suministros para el trabajo que
está haciendo.
La culpa me atraviesa el estómago. Ami es la única persona que
conoce todos mis secretos, el origen de todos mis tatuajes. Como la marca
rosa en forma de media luna que surgió en mi cadera izquierda después
de que una ráfaga de viento soplara mi falda sobre mi cabeza durante un
juego de El Prisionero del Muerto; los otros niños se burlaron de mis —
mejillas sonrojadas— semanas después. Y el tatuaje detrás de mi rodilla
derecha, una llama, teñida con tonos de rojo y naranja que ardieron en
mi piel después de la experiencia más aterradora de mi vida.

Ami siempre ha sido la persona que escuchó mis preocupaciones y se


rió de mis bromas. Cuando murió Abuela, y más tarde padre, Ami estaba
allí para ayudarme a soportar mi dolor. Incluso mi madre no pudo
alcanzarme entonces, su corazón estaba demasiado lleno de su propio
sufrimiento para soportar el mío también.

Me duele no decirle a Ami lo que sucedió en el kenning, pero prometí


que guardaría silencio. Si el ayuntamiento descubriera cómo mi madre
había infundido los huesos de Abuela con magia extra, se enfrentaría a
un tribunal. Aun así, el secreto se esconde detrás de mis costillas, una
presión incómoda que me recuerda que ya no podemos compartir todo.
La pérdida pica.

Ami estudia la lista que le di. Agarra una canasta y murmura para sí
misma mientras recoge pequeños frascos de vidrio y bolsas de polvo de
los cajones detrás del mostrador.

Saca una herramienta con un mango liso de madera y un extremo


afilado y puntiagudo, y la deja caer en la cesta.

—¿Qué es eso? —pregunto.

Ella responde sin levantar la vista.

—Se llama pinner. Hace pequeños agujeros en los huesos para que
las soluciones de preparación puedan penetrar más fácilmente.

Y luego se encuentra con un artículo que la hace detenerse.

—Maestro Oskar —dice—. ¿Dónde guardamos la esencia de pezuña


de caballo?

Por primera vez desde que llegué aquí, el hombre levanta la cabeza.

—¿Quién pregunta?

La mirada de Ami salta de mí a él y de regreso.

—Son para Della Holte… —dice—. La Encantadora de Huesos.


Él gruñe.

—Sé muy bien quién es Della Holte. Lo que quiero saber es qué
negocio tiene ella con esencia de pezuña de caballo.

La pregunta cuelga en el aire. Mi pulso se apresura en mis oídos.

—No sé —le digo finalmente—. Me temo que no lo dijo.

Él entrecierra los ojos y, por un momento, creo que lo rechazará.


Luego se aleja de la mesa, su silla raspando ruidosamente contra el piso
de madera. Se tambalea detrás del mostrador, abriendo y cerrando media
docena de los cientos de pequeños cajones que se alinean en la pared del
fondo antes de finalmente encontrar lo que está buscando. Deposita una
pequeña bolsa marrón en la canasta, junto con mis otros artículos.

Cuento varias monedas y las dejo caer sobre su mano extendida.

Él frunce el ceño.

—No puedo pensar en lo que un Encantador de Huesos necesitaría


con eso.

—Desearía saberlo —le digo. Y es la verdad.

—Necesitamos engañar al hueso para que piense que está dentro de


un cuerpo —dice mi madre cuando regreso con los suministros.

Le doy una mirada en blanco.

—Un cuerpo vivo —aclara, como si esa fuera la fuente de mi


confusión.

—¿Y cómo planeas hacer eso? —Caigo en la silla a su lado.

Botellas y bolsas se extienden por la mesa de la cocina. Mi madre


recoge cada uno de ellos, uno por uno, y examina el contenido.

—Consideré implantar el hueso en mi propio abdomen —dice—. Pero


entonces no tendríamos forma de saber si se está curando, es decir, el
hueso, no mi abdomen.

Jadeo.

—¡Madre! No puedes hablar en serio.


Ella se encoge de hombros como si encontrara mi aprensión
inmadura.

—Los huesos tienen propiedades especiales. Dentro de un cuerpo


vivo, se repararán a sí mismos.

—Bueno, claro, si alguien se cae de un árbol. Pero esto parece… —


busco una forma de expresarme—, lejos de ser lo mismo.

Se mete un mechón de cabello pálido detrás de la oreja.

—Vamos a hacer que el hueso crea que es lo mismo.

—Entonces, ¿para qué es todo esto? —Levanto una de las botellas, y


el líquido del interior se remueve—. Dado que hemos descartado cortarte
abierta.

—Vamos a hacer una solución nutritiva —dice triunfante.

Alzo las cejas.

—No te quedes ahí sentada. Ayúdame.

Va hacia uno de los gabinetes de la cocina y comienza a quitar cosas:


un tazón, una cuchara, un mortero y una maja, un recipiente
transparente de vidrio.

—Rellena esto y ponlo sobre el fuego —dice, entregándome una olla.

Una vez que el agua hierve, agregamos azúcar, sal y los ingredientes
que traje de la casa de huesos: un poco de polvo de huesos, la esencia de
la pezuña de caballo, un pequeño frasco de lágrimas. Luego mi madre
saca una aguja de coser de su bolsillo.

—Dame tu mano —dice.

Suspiro.

—¿Por qué siempre necesitas mi sangre?

—Tu sangre es poderosa —dice, pinchando nuestros dos dedos.

—No, tu sangre es poderosa. La mía es solo ordinaria.

Ella se queda inmóvil, una mano acunada en la otra, una sola gota
de sangre brillante contra su piel de marfil. Espero a que me corrija. Que
repita lo que dijo en el kenning cuando dio a entender que podría tener
la Segunda Visión. O al menos eso es lo que creo que implicaba. He estado
ansiosa por preguntarle sobre eso desde entonces, pero ha estado tan
concentrada en encontrar una manera de curar el hueso, no me he
atrevido. Pero no me corrige.

—Toda la sangre es poderosa —dice finalmente.

Mantenemos nuestras manos sobre la olla y dejamos caer unas gotas,


volviendo el líquido rojo claro. Mientras agito la solución, mi madre usa
la pinza para hacer varios agujeros pequeños en cada mitad del hueso.

—¿Se está espesando? —pregunta.

—Eso creo. —Levanto la cuchara de la olla. El líquido se ha congelado


en algo parecido a la gelatina.

—Perfecto —dice, tomando la olla y vertiendo el contenido en el


recipiente de vidrio. Encaja las dos mitades del hueso roto y las empuja
hacia la sustancia ligeramente gelatinosa.

—¿Ahora qué? —pregunto.

Mi madre se limpia el sudor de la frente.

—Esperamos.

Presiono una palma contra mi esternón y pienso en el tatuaje que hay


allí: una curva como la cuerda de un arco apretado, una línea que lo
atraviesa como una flecha. Apareció justo después de que mi abuela
muriera como un profundo azul de medianoche. Cuando murió mi padre,
se volvió negro.

—¿Puedo decirte algo? —pregunto.

La expresión de sorpresa de mi madre envía una sacudida de culpa a


través de mí. Solía contarle todo, pero en cuanto el kenning se acercaba
más, la alejé. La posibilidad de ser vinculada como Encantadora de
Huesos cuando sabía que la magia no estaba a salvo conmigo, cuando
deshonraría tanto su legado como el de Abuela, pesaba sobre mí como
una capa de hierro.

—Por supuesto —dice mi madre, su voz demasiado deliberadamente


indiferente—. Puedes decirme lo que sea.

—Tengo miedo de lo que sucederá si el hueso sana.

—¿Quieres decir si no se cura?

Niego con la cabeza. La idea de dos versiones diferentes de mí


deambulando por Midwood es aterradora, pero imaginarme una versión
de mí misma que de repente desaparece de la existencia me aterroriza.
—No —digo, mordiéndome el labio—. No quiero que esta versión de
mí desaparezca.

—Oh, Saskia. —Mi madre me abraza. Huele a vainilla y me recuerda


tanto a mi infancia que no puedo evitar hundirme en ella—. No creo que
haya sido completamente clara, amor. Si el hueso no sana, todos tus
futuros desaparecerán.

Me alejo de ella.

—¿Cómo es eso posible?

Ella presiona sus labios juntos.

—Hice algo que no debería haber hecho —dice—. Usé una magia que
está expresamente prohibida, y si el consejo se entera de eso...

—¿Qué? —pregunto—. ¿Qué hiciste?

—La lectura de huesos es subjetiva. Quería que tu kenning fuera


perfecto. —Suspira—. Infundí los huesos del kenning con tu esencia.

—No entiendo. Siempre infundes los huesos con mi esencia. —Pienso


en las cientos de veces que me ha perforado los dedos al servicio de una
lectura u otra.

—No —dice ella—. Tenía los huesos preparados con tu sangre. Y la


mía y la de Abuela también. —Ahora recuerdo lo que dijo en el kenning,
que les infundió magia extra para poder ver mi futuro con mayor claridad.

—¿Cuáles eran mis otros caminos? ¿Entre qué estabas eligiendo?

Sus ojos se apartan de mí mientras responde.

—Estoy segura de que tu primer kenning tuvo muchas posibilidades,


pero sabes que no podría ver la otra mitad del hueso una vez que se
rompió.

—Pero aun así viste más de un futuro, ¿no?

Ella suspira.

—Sabes que no puedo decirte eso.

—¿Por qué no? No parece que hayas seguido estrictamente las reglas
aquí.

Sacude la cabeza.

—No es saludable saber demasiado sobre tu propio futuro.


Mi mandíbula se abre.

—¿En serio? ¿Tienes idea de cómo suena eso viniendo de ti? —Toda
mi vida se ha construido alrededor de saber todo sobre mi futuro.

—No es lo mismo —dice—. Hay una razón por la cual los


Encantadores de Huesos no pueden hacer lecturas por sí mismos. Saber
demasiado cambia tu toma de decisiones, altera tu camino. No puedo
decirte lo que vi, Saskia. Lo siento.

—Dijiste… —Trago—. En el kenning dijiste algo sobre tres


generaciones de Encantadores de Huesos.

—Te vinculé como tutora —dice suavemente.

—Pero…

—Creo que fue uno de tus posibles caminos, sí —dice—. No puedo


decirte más que eso. Tu kenning es definitivo. No puedes pasar por la
ceremonia de vinculación ahora, y nunca serás una Encantadora de
Huesos. No en esta vida.

Un espasmo de alivio me atraviesa, sabiendo que sin la vinculación,


mi potencial para la magia se desvanecerá lentamente.

—Entonces ¿los huesos no fueron infundidos con la sangre de tres


generaciones de Encantadores de Huesos?

Ella retuerce sus manos en su regazo.

—No en esta realidad —dice—. Están infundidos con la magia de dos


Encantadoras de Huesos y una tutora. Lo que los hace mucho más
frágiles de lo que desearía.

—Y si no sana...

—Tu destino ahora está entrelazado con el hueso. Lo siento mucho,


Saskia. Después del kenning, tenía planeado encerrar los huesos.
Habrían durado por generaciones. Nunca anticipé que uno se rompería.

Siento como si el piso se hubiera movido bajo mis pies. Encuentro el


coraje para una pregunta más:

—¿Qué pasa con el hueso en mi otra realidad?

—Ahora, ese hueso podría estar infundido con la sangre de tres


generaciones de Encantadores de Huesos —dice—. Lo que volvería tus
dos caminos muy diferentes. Cada alteración tiene el potencial de
cambiar el futuro de grandes y pequeñas maneras. Quizás, en esa
realidad, he pensado en una solución diferente para hacer las cosas bien.
—Acaricia mi mejilla con el dorso de sus dedos—. Solo puedo esperar ser
lo suficientemente sabia como para arreglarlo en una de ellas.
6
La Encantadora de Huesos
Traducido por Vanemm08

I
vory Hall se encuentra en lo alto de una colina justo debajo de la
primera bifurcación en el Shard. Es una estructura masiva:
blanca y reluciente, con cientos de ventanas y docenas de torres
cuadradas que se extienden hacia el cielo. Cuatro amplios carriles se
derraman colina abajo, el más cercano de los cuales corre paralelo al
puerto donde está atracado nuestro barco.

Todos los aprendices se apiñan en la cubierta, codeándose para una


mejor vista de ambos: Ivory Hall y el muelle. Me presiono contra la
barandilla, tan ansiosa por echar un vistazo como los demás. Filas de
barcos idénticos a éste están atracadas a lo largo de la costa.

Las gaviotas circulan por encima en patrones que parecen demasiado


estructurados para ser accidentales. En tierra, veo a varias personas con
capas verdes, delicadas flautas de huesos presionadas en sus labios,
tocando mientras miran hacia el cielo. Una franja blanca en cada manga
los designa como miembros de la Guardia de Marfil, pero no puedo
pensar por qué se necesitarían músicos para protección. Los estudio
durante varios minutos antes de darme cuenta de que deben ser
Vigilantes: algunos de los miembros selectos de la Guardia de Marfil que
también tienen magia de huesos. Mi padre me habló de ellos cuando era
pequeña.

—Papá, si pudieras tener algo de magia, ¿qué elegirías? —le pregunté


una vez. Era mi hora de dormir, y la pregunta era más una táctica de
pérdida de tiempo que curiosidad real. Pero él siguió jugando, como solía
hacer.

—Sería un Vigilante —dijo.


Entonces arrugué la frente.

—No hay tal cosa. —Sabía que todas las magias tenían hueso en el
título. Encantadores de Huesos, como Mamá y Abuela, Talladores de
Huesos, Quebrantadores de Huesos, Sanadores de Huesos.

—Ah, pero te equivocas, pajarito azul. El título oficial es Cantadores de


Huesos —dijo—. Pero eso es no es un nombre muy serio para alguien
encargado de defender un país, ¿verdad? A ellos les gusta que los llamen
Vigilantes. Mucho más impresionante. —Y luego me habló de personas que
podían controlar animales a través de la canción.

Los Vigilantes están guiando a las aves, viendo a través de sus ojos
para tener una mejor vista de las actividades a continuación. Enormes
perros blancos recorren la costa y suben y bajan el muelle. Sus dueños
están a cierta distancia, vestidos con las mismas capas verdes pero
tocando instrumentos más grandes. Las flautas deben estar hechas de
los huesos del mismo tipo de animal siendo controlado. Pienso en Ami de
vuelta en Midwood, aprendiz en la casa de huesos, y un dolor me
atraviesa. Me pregunto si aprenderá a preparar huesos para que los
talladores puedan convertirlos en flautas.

Alguien se aprieta a mi lado y veo a Bram. Ha estado evitándome


durante todo nuestro viaje, pero tal vez viendo a través de la capital, él
también lo siente: cómo aquí todo es diferente, cómo el hogar de repente
parece tan lejano.

—Hola —digo.

Levanta la barbilla ligeramente, sin responder, como si fuéramos


extraños intercambiando cumplidos, en lugar de dos personas de la
misma ciudad. Como si no estuviéramos vinculados por el hueso.

Suspiro y busco mi paciencia.

—¿Estás nervioso?

Sus oscuros ojos recorren mi rostro.

—¿Por qué? ¿Porque soy demasiado cobarde para aparecer y lidiar


con mi destino? —Agarra la barandilla con tanta fuerza que hace que sus
nudillos se vuelvan blancos. Sus tatuajes negros tienen un relieve tan
agudo que prácticamente le saltan la piel.

Me arden las mejillas.

—No quise decir... —Pero no me deja terminar.


—Sí, lo hiciste.

Uno de los miembros de la tripulación baja la rampa y anuncia que


es hora de desembarcar. Bram me da la espalda y pronto se pierde en la
multitud.

El muelle es un derroche de color y ruido. Vendedores de comida:


largos pinchos roscados con trozos tiernos de carne y verduras
crujientes, cuencos delicados hechos de azúcar hilada y lleno de bayas
maduras, bocados de pan dulce.

Los comerciantes caminan a lo largo del muelle, con cajas colgadas


del pecho, vendiendo sus productos. Venden pequeñas flautas de juguete
hechas de madera y pintadas de blanco, conjuntos de huesos simulados
para que los niños puedan interpretar el kenning e incluso pedazos de
concha y dientes que son en su mayoría sin valor, excepto por las lecturas
mundanas como elegir cebo para peces.

La ciudad de Kastelia es un centro comercial y fragmentos de


conversación desde más allá de nuestras fronteras flotan junto a mí en
idiomas que no entiendo: las largas vocales melódicas de Cistonian, los
tonos guturales y ásperos de la gente de Novenium, y otras lenguas tan
desconocidas que no puedo ubicarlos.

Cada uno de los barcos en el puerto parece haber descargado a sus


pasajeros al mismo tiempo, y pronto una horda de aprendices está
avanzando, subiendo hacia Ivory Hall. Estoy atrapada en una ola de
personas que se mueve rápidamente, y solo puedo confiar en que alguien
en el frente de la multitud sabe a dónde nos dirigimos.

El carril es más empinado de lo que parece, y no pasa mucho tiempo


antes de que los músculos de mis piernas estén en llamas. Para cuando
llegamos a la cima, la tarde se ha desvanecido. El sol se pone en el
horizonte, y una suave luz rosada colorea el cielo.

Una mujer está parada en una caja alta, gritando instrucciones y


señalando al grupo para que se reúna a su alrededor. Su cabello plateado
está trenzado y enrollado en un moño apretado en la parte posterior de
su cabeza, y tiene un tatuaje amarillo en forma de media luna en el
costado de su cuello. Tanto la voz y como los gestos sugieren que no es
alguien con quien jugar. Me recuerda un poco a Abuela.
Estiro el cuello para ver mejor Ivory Hall, pero ahora estamos
demasiado cerca y la estructura es demasiado masiva. Todo lo que puedo
ver es un sólido muro de piedra blanca, roto solo por un enorme conjunto
de puertas dobles arqueadas de hierro e incrustadas con ramas que
imitan el Río Shard.

Una vez que estamos todos reunidos, la mujer levanta las manos y la
charla emocionada se desvanece.

—Mi nombre es Norah —dice ella—. Soy Administradora de Ivory Hall,


y me aseguraré de que se instalen hoy en un cuarto y su horario de
entrenamiento. Si están aprendiendo en una de las magias de huesos,
también me verán mucho en sus clases de seminario.

Ella hace un gesto hacia un hombre más joven, de pie a un lado.

—Si están aprendiendo en una especialidad estándar, sigan a Jonas


hasta la entrada trasera. Los aprendices de magia de huesos me
seguirán.

Norah se baja de la caja, la mete bajo su brazo y camina


decididamente hacia la puerta principal.

El grupo se separa, la mayoría sigue a Jonas, y el resto de nosotros


nos apresuramos a ponernos al día con Norah. Bram se pone a mi lado y
me vuelvo hacia él, confundida. ¿No estaba escuchando?

Lo estudio subrepticiamente. Su perfil revela pómulos anchos y una


mandíbula fuerte con el más mínimo indicio de desaliño. Una batalla se
desata dentro de mí. ¿Le pregunto si se equivocó de sitio? No sé si
mejorará o empeorará las cosas entre nosotros, si él lo verá como un
desafío o una ofrenda de paz.

—Bram —le digo con cuidado—. Creo que se suponía que los
aprendices de la Guardia de Marfil iban hacia el otro lado.

Un músculo salta en su mandíbula. Es la única señal de que escuchó


porque no me mira.

Entonces, finalmente dice:

—Puedo seguir las instrucciones, Saskia.

—Pero... espera, ¿estás entrenando en magia de huesos?

—Se ve de esa manera —dice suavemente.

—¿Qué especialidad?
—Rompe huesos.

Un sonido de alarma me atraviesa.

—¿Por qué no me lo dijiste? —pregunto—. ¿Por qué me dejaste creer


que te asignaron como parte regular de la Guardia de Marfil?

—No preguntaste.

—¿Debería hacerlo?

—No lo sé. ¿Debería la gran Saskia Holte preguntar algo?

Siento las palabras como un cuchillo deslizándose entre mis costillas.


Es un sentimiento que he escuchado antes: qué suerte tengo de llevar
una vida encantada, una vida sin nada que dejar al azar. Como si no
tener propiedad sobre mis decisiones no fuera solo otro tipo de prisión.

—Eso no es justo —le digo.

Se encoge de hombros.

—La vida solo es justa para algunos de nosotros.

Doblo mis manos en puños, mis uñas cavan impresiones en forma de


media luna en la carne suave de mis palmas.

Mi madre desperdició sus monedas en tener huesos preparados para


una lectura de vinculación. Porque no importa lo que ella piense que me
depara el futuro, no hay forma de que me enamore de Bram Wilberg.

Norah nos lleva a través de la enorme entrada arqueada de Ivory Hall.


En el momento en que entro, es como si la presión en el aire cambiara.
Mi estómago se hunde y crece un zumbido en mis oídos. La sala parece
girar. Extiendo una mano para estabilizarme, pero en el momento en que
toco la pared, la charla de los otros aprendices se desvanece y estoy
envuelta en un silencio tan completo, que se siente como un sonido.

Y luego un zumbido, un ruido tan suave que dudo que lo escuche,


aunque lo siento allí rodeándome. Como si hubiera entrado en un
susurro.
Manos firmes me alejan de la pared y el zumbido desaparece. Norah
me guía hacia adelante y me ayuda a hundirme en una silla.

—Debes ser una Encantadora de Huesos —dice.

No puedo hacer más que asentir.

—Siéntate aquí un momento. Pasará.

Abro la boca para preguntar qué está pasando, pero luego otra ola de
mareos se lava sobre mí y no puedo hacer la pregunta. Norah me acaricia
la mano.

—Ivory Hall está hecho completamente de hueso, por lo que te


sentirás incómoda por un tiempo. Siempre es más difícil para los
Encantadores, pero te adaptarás. Hasta entonces, te sugiero que toques
tan poco como sea posible.

Un temblor me atraviesa. Ni siquiera puedo comprender la cantidad


de huesos que se necesitarían para construir algo tan vasto. ¿Y qué pasó
cuando toqué las paredes? ¿Fue eso una lectura de huesos? ¿Son estos
huesos humanos? El vello de mis brazos se eriza.

Cuando era pequeña, tenía pesadillas y me despertaba tan asustada


que apenas podía respirar. Mi padre aparecía junto a mi cama, me
tomaba la cara entre las manos, y presionaba suavemente su frente
contra la mía. Respira profundo, pajarito azul, decía, inhalando junto
conmigo. Ahora expúlsalo. Adentro. Y fuera. Nos sentaríamos así frente a
frente, respirando en armonía hasta que la paz me encontraba de nuevo,
hasta que se envolvía a mí alrededor como la luz del sol.

Su voz está en mi mente mientras aspiro aire en mis pulmones y lo


expulso de nuevo. Despacio, el mareo disminuye, y finalmente puedo ver
el gran vestíbulo: las dos escaleras en lados opuestos de la habitación
que se curvan elegantemente hacia los pisos superiores, los candelabros
de cristal, los brillantes pisos blancos que parecen mármol pero deben
ser huesos.

Dirijo mi atención a Norah, quien ha lanzado un discurso sobre las


reglas que necesitamos seguir mientras vivamos en Ivory Hall. Intento
concentrarme, algo acerca de dos aprendices en un habitación y comidas
en el comedor, y un horario de lecciones, algunas de las cuales serán uno
a uno con nuestros Maestros y otros enseñados juntos como un grupo,
pero todavía no soy sintiéndome como yo misma, y la mayor parte se me
escapa.
Afortunadamente, ella no habla mucho antes de anunciar que el
personal nos mostrará nuestras habitaciones. Cometo el error de tocar
una de las barandillas al subir las escaleras y casi pierdo el equilibrio,
pero una mano alcanza mi codo para estabilizarme.

Bram.

Se suelta tan pronto como recupero el equilibrio y camina


silenciosamente a mi lado. En este momento creo que puedo escuchar el
sonido de su sangre derramando por sus venas. Pero entonces me doy
cuenta de que es solo el susurro de las paredes.

Cuando llegamos al punto donde se separan los corredores, el


dormitorio de hombres a la izquierda, y las mujeres a la derecha, él se
aleja sin mirar atrás.

A la mañana siguiente me despierto con alguien encaramado en el


borde de mi cama. Una chica de mi edad con grandes ojos marrones y
cabello rizado que llega casi hasta la cintura. Está vestida con un
camisón blanco y me está estudiando atentamente, como si hubiera
estado allí durante horas, viéndome dormir.

Suelto un grito sobresaltado.

—Oh —dice ella—, lamento asustarte.

¿Qué creía que iba a pasar cuando se sentara en mi cama? Me froto


los ojos con el puño.

—¿Quién eres?

—Soy Tessa —dice ella.

Parpadeo hacia ella.

Ella frunce el ceño.

—¿Tu compañera de cuarto?

—Lo siento…yo…

—¿Te sientes mejor? Porque estabas en muy mal estado anoche.

Busco en mi memoria los eventos de la noche anterior, pero es como


tratar de reunir cristales rotos. Las cosas vuelven solo en pedazos.
Recuerdo vagamente caminar hacia los dormitorios, una voz parloteando
en mi oído, la sensación de que el piso desaparecía debajo de mí y luego
me derrumbé sobre la cama. Miro hacia abajo. Todavía tengo la misma
ropa que usé ayer.

Y Tessa sigue hablando:

—Si ya hubiéramos comenzado nuestras lecciones, podría haber


hecho más para ayudarte, pero como aún no hemos estado vinculados a
nuestra magia, ¿qué podría hacer? Pensé en encontrar un sanador real…
—Se ríe—, uno con algo de entrenamiento real, pero no parecías querer
que hiciera eso, así que espero que no te importe que solo te dejara sola.

—No me importa —le digo.

Ella deja escapar un suspiro de alivio.

—Oh Dios. Odiaría comenzar con el pie izquierdo. —Una colección de


tatuajes blancos en forma de estrella se curva alrededor de la parte
posterior de su oreja, y su brazo derecho está cubierto de espirales índigo.

—Soy Saskia —le digo, deslizándome en una posición sentada. La


habitación gira suavemente y mi el estómago da vueltas.

—Sí —dice ella—, me lo dijiste anoche. Justo antes de que me


quitaras del camino y cayeras de bruces sobre tu cama.

—Lo siento —le digo—. No era yo misma.

Aflojo mis trenzas y paso los dedos por mi pelo. Mi cuero cabelludo
es tan tierno que me da un respingo y desearía haber tenido al menos un
poco de consciencia para sacar las horquillas antes de conciliar el sueño.

Tessa me frunce el ceño con simpatía.

—¿Son las paredes? Leí que hacen sentir a los Encantadores


especialmente mal.

Intento asentir y me da vueltas la cabeza.

—No me di cuenta de que Ivory Hall estaba hecho de hueso hasta que
llegué aquí. ¿No te afecta?

—Lo hace —dice Tessa—. Simplemente nada lo suficientemente


grave como para enfermarme.

—¿Qué sientes?
Ella inclina la cabeza y mira al techo como si tratara de encontrar las
palabras correctas.

—Me siento… inestable. Puedo sentir las heridas en los huesos, las
dolencias que mataron a sus dueños.

—¿Entonces son humanos?

—Definitivamente —dice—. Creo que muchos de ellos eran soldados.


Probablemente Kastelians que murieron en las guerras Transdroimian.
Sus huesos son particularmente potentes. Pero otras personas deben
haber muerto por causas naturales y eligieron este como su lugar de
descanso final, porque sus huesos se sienten... más tranquilos para mí.

Trago.

—¿Distinguiste todo eso y ni siquiera te duele la cabeza?

Las puntas de sus orejas se vuelven rosadas.

—¿Cómo es para ti? Aparte de estar enferma, quiero decir.

¿Cómo es para mí? Por un momento, siento la tentación de decirle la


verdad, que estoy aterrorizada de la magia de huesos. Desde el kenning
me he sentido como si estuviera parada en la cima de una colina, a punto
de ser empujada desde atrás. Estoy en peligro de caer a toda velocidad,
fuera de control. Destruyendo todo a mí paso. Esperaba que una vez que
llegara a Ivory Hall, podría sentirme más empoderada, más conectada
con la magia. En cambio, estuve incapacitada en el momento en que puse
un pie dentro del edificio.

Pero mis secretos arden vergonzosamente dentro de mí, así que


encuentro una forma diferente de explicarlo:

—Se siente como si las paredes estuvieran susurrando.

Los ojos de Tessa se abren.

—¿Qué están diciendo?

La pregunta me toma por sorpresa. ¿Debería saber lo que están


diciendo? Si tuviera más control sobre mi magia, ¿podría escuchar algo
más que murmuraciones? Un apretado puño de miedo se cierra alrededor
de mi corazón.

—No puedo decirlo.

La expresión de Tessa se funde en algo así como lástima.


—Oh, bueno, estoy segura de que son solo las náuseas. Una vez que
se ajuste, probablemente tendrás historias fascinantes para compartir.

Ella suena mucho más segura de lo que yo me siento.

Tal vez Tessa proviene de una línea más larga de magia de huesos
que yo. Tal vez por eso ya tiene más control de su magia. No porque haya
algo malo conmigo, sino que ella es excepcional.

Mis dedos se aprietan sobre una de las horquillas que he estado


sosteniendo.

—¿Eres la primera sanadora en tu familia?

—No —dice, y respiro un poco más fácil, hasta que continúa—. Mi


décima tatarabuela era una sanadora, así que supongo que corre en la
familia, pero se saltó nueve generaciones. —Su risa es fácil.
Despreocupada.

La horquilla en mi mano se rompe en dos. De repente quiero terminar


esta conversación.

—Hablando de anoche, realmente no escuché las instrucciones.


¿Sabes dónde se supone que debo estar?

Tessa me da una sonrisa brillante.

—Por eso estaba tratando de despertarte. Necesitamos irnos ahora si


queremos llegar a tiempo. Hoy es la ceremonia de vinculación.

Mis pasos apresurados resuenan al ritmo de mis latidos mientras


Tessa y yo corremos por el largo corredor hacia el gran salón, donde se
llevará a cabo la ceremonia de vinculación. El kenning es solo una
invitación a estudiar magia de huesos; es el enlace que sella al aprendiz
a su capacidad. Una vez que termina la ceremonia, no hay vuelta atrás.

El gran salón es una sala de forma rectangular tres veces más larga
y ancha, con enormes columnas de hueso que soportan techos altos. La
luz del sol atraviesa las ventanas que bordean el lado izquierdo del
pasillo, bañando la habitación con un brillante resplandor blanco. Filas
de mesas estrechas de madera, cada una con seis cuencas de piedra,
llenan todo el centro del cuarto. Al lado de las cuencas hay capas
cuidadosamente dobladas en una variedad de colores.

El asombrado suspiro de Tessa expresa perfectamente mi asombro.

Norah se para en una tarima al otro lado del pasillo.

—Bienvenidos, aprendices —dice ella—. Antes de comenzar, echen un


vistazo. Observen las diez ventanas: ellas representan a los miembros del
Gran Consejo de Kastelia. Cinco hombres y cinco mujeres, uno miembro
de cada una de las magias de huesos y cuatro miembros que no tienen
magia en absoluto. Quizás algunos de ustedes puedan sentarse en el
consejo algún día. Muchos de los miembros de nuestro consejo actual
tuvieron sus ceremonias de vinculación en esta misma sala.

Ella continúa discutiendo cómo los árboles tallados en las paredes


imitan las muchas ramas del Río Shard, cómo la ventana circular detrás
del estrado nos debe recordar el destino, mientras que las vidrieras en el
interior simbolizan los tres tatuajes esenciales.

Mis rodillas se sienten débiles y no sé si las paredes de huesos me


están afectando nuevamente o si es un efecto secundario de estar
hipnotizada.

—Es hora —dice Norah finalmente, presionando sus palmas juntas


frente a ella—. Por favor encuentren su nombre y párense junto a su
cuenca.

Tessa se vuelve hacia mí.

—Buena suerte. —Su voz es apenas un susurro, como si no quisiera


estropear el momento con ruido.

—Gracias —le digo—. Y para ti también.

Encuentro mi nombre en una mesa cerca del frente de la habitación.


Mi corazón late un ritmo de staccato. Hubo un tiempo, cuando era muy
joven, con el que soñé este día. De convertirme en una Encantadora de
Huesos como mi madre y mi abuela. En algún lugar profundo en los
recovecos de mi memoria, puedo sentir a esa pequeña niña de puntillas,
ansiosa y emocionada con todos los demás aprendices. Pero luego me
vienen a la mente imágenes más recientes: fuego y llama, y la aterradora
sensación de estar atrapada, y esa antigua chispa de anticipación se
desvanece. Este no es el futuro que hubiera elegido para mí.

Ya no.
—Todos ustedes están interconectados —dice Norah solemnemente—
. Los Talladores elaboran las flautas de hueso que los Vigilantes usan
para controlar animales y las armas que usan los Quebradores para
proteger nuestro país. Los Mezcladores mezclan pociones de huesos que
los Sanadores usan para tratar a los pacientes. Y por supuesto, los
Encantadores realizan lecturas en todos nosotros. Aprenderán a
reconocer cada una en sus clases a medida que aprenden las cosas que
son cruciales para todos los que practican magia de huesos: anatomía,
historia, ética. Los animo a que se ayuden y se apoyen mutuamente.

Ella deja que su mirada recorra la habitación y caiga sobre cada uno
de nosotros.

—Pero su relación más importante en Ivory Hall se formará a medida


que reciban instrucción individualizada.

Una puerta se abre cerca del frente del pasillo y docenas de hombres
y mujeres en coloridas capas se vierten en la habitación.

Norah mueve sus manos frente a ella, con las palmas hacia el techo.

—Maestros —dice ella—. Conozcan a sus aprendices.

Uno por uno, los maestros encuentran a sus alumnos. Mi mirada


barre a través de la habitación. Un joven, no mayor de treinta años, se
para frente a Bram. Una mujer regordeta y amigable se para frente a
Tessa.

Y luego, finalmente, alguien se para frente a mí.

—Hola, Saskia —dice ella—. Soy la Maestra Kyra. —Ella no es joven


ni vieja. Su piel es de un marrón cálido y su cabello se aparta de su rostro
y se reúne en un intrincado giro en la nuca. Lleva una capa roja.

Abro la boca para responder, pero Kyra menea la cabeza rápidamente.


Presiono mis labios juntos.

—Maestros y aprendices —dice Norah—, bienvenidos a la


vinculación. Pueden comenzar.

Un zumbido bajo llena la sala mientras los Maestros comienzan a


hablar de una vez.

—Saskia Holte —dice Kyra—, has sido elegida como una Encantadora
de Huesos con Segunda Visión, y hoy te unirás a esta magia ya que se
ha unido a ti.

Alcanza mi mano y pincha mi dedo índice con una aguja.


—Delante de ti, yacen los huesos de los Encantadores que han venido
antes. ¿Testificas con tu sangre que honrarás su legado?

—Sí —digo, inclinando mi dedo hasta que una sola gota cae en la
cuenca.

—¿Prometes usar tus dones para el beneficio de los demás y no para


beneficio personal?

—Sí. —Otra gota de sangre.

—¿Prometes ayudar a tus conciudadanos a encontrar la felicidad, al


mismo tiempo que unes sus talentos a las necesidades del país?

—Sí. —Una tercera gota se derrama sobre los huesos de abajo.

—¿Prometes seguir cada principio de tu entrenamiento, para


defender los valores que aprendas dentro de estos muros y usar tu magia
para el bien?

—Sí. —Tengo que apretar el dedo para obligar otra gota a caer.

La Maestra Kyra toma una piedra y un poco de sílex y le prende fuego


a los huesos. Tira una bolsa de su bolsillo y lo rocía sobre el cuenco. Las
llamas se disparan más alto y giran en un azul brillante y fresco.

—Saskia Holte —dice Kyra—, has estado vinculada a esta magia y


ahora puedes usar tu capa de entrenamiento.

Asiente con la cabeza hacia el paquete doblado a un lado del cuenco,


el mismo tono rojo que ella usa. Al desplegarlo, noto que es más grueso
que la túnica de seda que usan los Maestros. Miro alrededor de la
habitación, cada una de las magias tiene su propio color, negro para los
Quebradores, azul para Sanadores, verde, morado, naranja, pero las
capas de aprendiz son de unas pocas pulgadas más cortas que las que
usan los Maestros. Y todos están hechos de lana.

Pienso en mi madre colocando su capa sobre mis hombros antes de


abordar el barco, y se me forma un nudo en la garganta. Era idéntico a
este. Pensé que su capa favorita era solo una versión de clima frío de las
de seda que solía usar, pero ahora veo el gesto por lo que era: me dio su
vieja capa de entrenamiento. Me estaba enviando en un viaje con un
pedacito de ella misma.

Y apenas le hablé antes de irme.

Me pongo la capa alrededor de los hombros y toco la gruesa tela. No


hay vuelta atrás ahora. No quería estar atada a la magia, pero como la
mayoría de las cosas en mi vida, al destino no le importan mis planes. Y
si quiero mantener a salvo a las personas que me rodean, tengo que
aprender a controlar mis habilidades. No importa cuán imposible pueda
parecer.

Es el único camino que me queda.


7
La Tutora
Traducido por Rimed

D
eclan está esperando en mi escalera delantera, un ramo de
flores púrpuras agarrado en una mano, rebotando
nerviosamente en las puntas de sus pies. Por todo el año
previo al kenning, no había hecho nada más que coquetear
descaradamente conmigo, pero ahora que estamos vinculaos, parece un
escolar nervioso cada vez que estamos juntos.

No puedo evitar sonreír.

Mientras camino por la hierba hacia la casa, pongo mi cesta bajo un


brazo para esconder el contenido. Acabo de hacer mi viaje semanal a la
casa de hueso para obtener más fragmentos triturados para la solución
de nutrientes, y aunque no hay nada en el bolso que me incrimine, me
gustaría evitar preguntas.

—Hola —digo.

Declan sonríe y empuja los lirios hacia mí.

—Son hermosas. —Las tomo y las pongo bajo mi nariz. Desprenden


una delicada fragancia que recuerda a la miel—. Gracias.

—Tenía miedo de haberte perdido —dice él—. ¿Dónde te has estado


escondiendo? —Su tono es juguetón, pero todavía me molesta. Tal vez no
sería tan susceptible si no tuviera algo que ocultar.

—Recados aburridos —digo a la ligera. Y entonces, para cambiar el


tema agrego—: ¿Cómo va el entrenamiento?
El tema es como verter arena en un frasco con conchas. Fluye a través
de cada conversación en las semanas posteriores al kenning, llenando los
huecos y presionando las pausas.

—Tan bien como puede esperarse —dice él—. A pesar de que había
subestimado cuánto pagaría la gente adinerada por raros artículos que
no necesitan. —Declan es aprendiz de comerciante y está entrenando con
un hombre que comercia con raros artefactos. Ha estado viajando de
aldea en aldea, adquiriendo artículos para los coleccionistas.—. Dejando
de lado la compañía presente, claro.

Frunzo el ceño.

—No somos ricos.

—No eres mimada —dice él—. Hay una diferencia.

Hago un ruido no convincente. Otro tema que preferiría no discutir.

—¿Qué tienes allí?

Declan intenta agarrar la canasta y yo la muevo fuera de su alcance.


Tiene un brillo travieso en sus ojos y se lanza hacia mí, intentando
quitármela de los dedos.

—Detente —digo.

Él no lo hace.

Alejo la canasta y pongo una mano en su pecho.

—¡Declan! ¡Para ya!

Él se queda inmóvil y su cara cae. Dejo caer mi mano a mi costado.


Mi respiración es irregular.

—Lo siento mucho —dice él—. Solo estaba jugando. No quise ser
entrometido.

Mis flores cayeron al suelo durante la pelea y ahora están esparcidas


a nuestros pies, pisoteadas. Ambos nos agachamos para recogerlas al
mismo tiempo.

—Exageré —digo finalmente. Estoy agachada en el piso junto a él,


nuestros rostros tan cerca que puedo sentir su aliento contra mi mejilla.
Inclino la canasta hacia él para que pueda ver dentro—. Es solo algo de
la casa de hueso —digo—. Para mi madre.

Él apenas le echa un vistazo a la canasta.


—Solo estoy intentando ser parte de tu vida —dice él—. Pero no lo
estoy haciendo muy bien.

Su expresión abatida tira de una fibra de simpatía dentro de mí.


Deseo confiar en él, dejar que me tome en sus brazos como lo ha hecho
muchas veces antes, y asegurarme que todo saldrá perfectamente para
ambos. Pero temo que decirle la verdad solo empeore las cosas. ¿Cómo
podría explicarle la semilla de duda que el kenning ha plantado en mi
corazón? No sé qué mostraron los huesos sobre mi futuro. ¿Mi madre me
vinculó con Declan en ambas realidades? Y si no con Declan, ¿con quién?

La desnuda vulnerabilidad en sus ojos descongela lo que queda de mi


ira. Toco el dorso de su mano.

—Lo sé. También quiero ser parte de tu vida.

Él enreda sus dedos con los míos.

—La próxima vez que vayas a la casa de hueso, ¿puedo ir contigo?

Quiero decir no. Casi lo hago. Pero estamos vinculados por los
huesos, en algún momento voy a tener que dejar de dudar de mí misma
y actuar como tal.

Respiro hondo.

—Sí, por supuesto.

Él pone una flor detrás de mi oreja.

—No puedo esperar.

Ami y yo nos sentamos en la orilla del Shard, nuestros pies colgando


en el agua. Es el primer día verdaderamente cálido de primavera y mi
último día de libertad antes de que comience mis deberes de tutora.

Desde que éramos niñas, ha sido nuestra tradición favorita de clima


cálido: empacar una canasta llena de comida y comerla en la orilla del río
cubierta de hierba, arrojarle migajas de pan a los patos, depositar
pequeños barcos hechos con trozos de papel doblados en el río y luego
hacer apuestas sobre dónde terminarán.

El sol en la parte posterior de mi cuello es decadente. Es agradable


tener un respiro de casa, donde la mirada de mi madre está
perpetuamente fija en el hueso roto, como si pudiera obligarlo a repararse
sólo con su voluntad.

—Así que… —dice Ami, alzando su ceja de modo sugerente—, ¿cómo


van las cosas contigo y Declan?

—Está bien —digo.

—¿Está bien? Eso no es muy romántico para un vínculo decretado


por el destino.

El secreto se siente como una burbuja en mi pecho a punto de


estallar. Pero no puedo decirle que no estoy segura de su el vínculo fue
decretado por el destino o no.

Giro una de las brillantes trenzas negras de Ami entre mis dedos y
luego la guardo detrás de su oreja.

—Tú eres la romántica, no yo.

Ella sonríe.

—Mis padres no podían costear una lectura de vinculación y,


aparentemente, quien quiera que sea mi alma gemela, tampoco es lo
suficientemente rico para costear una. Hazme reír.

—No lo sé —digo—. A veces él es genial y a veces… —Le cuento sobre


él intentando robarme la canasta hace unos días.

Su boca se frunce con desaprobación.

—Necesitas tener una conversación honesta con él, Sas. ¿Recuerdas


cuando éramos niños y sus padres le pidieron que juntara leña para el
fuego? Y pensó que sería divertido acostarse y hacerse el muerto al lado
del hacha. Cuando su madre lo encontró, gritó tan fuerte que todo el
pueblo llegó corriendo. Ella estaba lista para matarlo, de verdad, pero
Declan realmente pensó que ella estaría impresionada por su broma.
Siempre intenta hacer un juego de todo, pero a veces se pasa de raya.

Ami tiene razón. Declan siempre era el que desafiaba a sus amigos a
carreras improvisadas. Planificando bromas prácticas. Haciendo a todos
reír con su fácil cercanía. Era una de las razones por las que siempre me
había sentido atraída hacia él. Porque los únicos que riesgos que
tomaban eran en juegos. Solo le gusta el peligro que termina en risas.

Ella arrastra lentamente un dedo del pie por el agua.

—¿Es posible que estés encontrando defectos porque estás asustada?


Mi piel pica. Ami me conoce demasiado bien.

—Tal vez —le digo—. ¿Pero tú nunca has dudado de una lectura?

Se queda callada por un momento.

—¿Qué te ha pasado últimamente? Hay algo que no me estás


diciendo.

La culpa se acumula dentro de mí. Alcanzo su mano. Puede que no


sea capaz de contarle todo, pero ella aún se siente como un salvavidas.

—Solo estoy confundida —digo—. Antes del kenning, sabía que


Declan era perfecto para mí, y ahora…

—Y ahora que estás vinculada, estás evitándolo pasando todo tu


tiempo conmigo en la casa de hueso. —Su mirada me atraviesa—. No es
como que eso lo detenga de seguirte aquí como un cachorro perdido. —
Ella aprieta mis dedos—. Pero el hecho de que lo mantengas a distancia
no puede hacerlo sentir bien. ¿Quizás es por eso que fue demasiado lejos
el otro día? Estaba intentando alcanzarte. Aunque de todos modos debió
detenerse una vez que se lo pediste. Ahora que están vinculados, debes
estar dispuesta a hablarle cuando algo te preocupa. Es la única forma de
tener una buena relación.

Incluso sin saber toda la verdad, el consejo de Ami sigue dando en el


blanco.

Pateo un poco de agua en su pantorrilla.

—¿Por qué siempre tienes tanto sentido?

Ella me sonríe.

—Porque soy brillante.

—¿Pero nunca te has preguntado si los huesos se equivocan?

Su respuesta es suave:

—Nunca tuve suficiente acceso a las lecturas para preguntármelo.

Mis hombros se ponen rígidos. Los padres de Ami no son pobres, pero
tampoco ricos, y las lecturas de huesos siempre han sido un raro lujo en
su familia.

—Lo siento —digo—. Eso fue insensible.

Ella se encoge de hombros.


—Simplemente creo que no dudarías de los huesos si no hubiesen
estado siempre disponibles para ti, ¿Sabes?

Las palabras de Ami resuenan en mi mente por el resto del día.


Cuando entré al Marrow, quería ser vinculada con Declan. Quería ser
una tutora. Y ahora que tengo todo lo que deseaba, no soy feliz. ¿Qué tal
si es solo porque estoy asustada? ¿Qué tal si dejaba que mi madre
plantara una duda en todo debido al hueso roto? Si ella eligió a Declan
para mí, es porque ese era uno de mis posibles caminos, entonces, ¿por
qué estoy sintiendo dudas ahora?

No es culpa de Declan que mi madre usara magia extra en los huesos.


No es su culpa que el hueso se rompiera. En mi cabeza, lo creía. Ahora,
si tan solo pudiera convencer a mi corazón.

La tutoría no es la satisfactoria experiencia que había imaginado


cuando le dije a mi madre que era mi sueño.

Audra Ingersson camina a lo largo de la sala de estar, es una de las


al menos diez dentro de su enorme mansión. Continuamente está
construyendo nuevos espacios o modificando los que ya existen, y ahora
los cuartos fluyen juntos sin ningún sentido, cuartos fuera de la cocina,
pasillos que llevaban a callejones sin salida, ventanas entre cuartos
interiores.

Ella es un poco excéntrica, me había advertido mi madre antes que me


fuera esta mañana. Pero nada podría haberme preparado para esto.

Las botas de Audra suenan contra el piso de madrea mientras camina


a lo largo de la habitación. Parece ajena al hecho de que su hijo, Willem,
escala la barandilla.

—Es una decisión tan difícil —dice ella—. No sé si hacer que enseñes
gramática antes que caligrafía o caligrafía seguido de gramática. —Deja
de caminar y pasa una mano sobre la repisa de la chimenea. La pintura
blanca está astillada, revelando un color rojo debajo—. ¿O tal vez
podríamos comenzar el día de Will con historia?

Agarro los brazos de mi silla. Está tapizada en un sedoso material


demasiado resbaladizo para muebles, y temo que en el momento en que
me relaje, me deslizaré hacia el suelo.
—No estoy segura de que el orden de las lecciones importe tanto.

Audra se voltea hacia mí, su boca abierta en un círculo de sorpresa.

—Por supuesto que importa. Simplemente olvidé preguntar el orden


de las lecciones en mi última lectura.

El ama de llaves levanta la vista del polvo para darme una mirada
comprensiva. Willem se desliza por la barandilla y aterriza con un golpe
al final de las escaleras.

—¿Supongo que no estarías dispuesta a preguntarle a tu madre? —


La voz de Audra es brillante, ansiosa.

—Realmente no…

Pero justo entonces una campana suena en algún lugar del terreno.
La mano de Audra vuela a su boca.

—¿Es tan tarde? Oh no, realmente debo irme. Mi última lectura me


instruyó que estuviera en el mercado exactamente al medio día. —
Aunque afuera hay un cálido día, ella toma un chal de un gancho en la
pared y lo cuelga sobre sus hombros—. Volveré luego. —Señala con un
dedo en mi dirección—. No le enseñes nada a Willem hasta que hayamos
resuelto esto.

Audra cierra la puerta y me volteo hacia la ama de llaves con una


mirada impotente. ¿Cómo se supone que mantenga ocupado a Willem
toda la mañana si no puedo enseñarle nada? Había asumido que Audra
quería un tutor privado para que su hijo tuviera el beneficio adicional de
la instrucción individual, pero él estaría mejor en la escuela del pueblo
que holgazaneando aquí todo el día.

—No hay nada que hacer —dice el ama de llaves—. Audra no hará
ninguna decisión hasta que consulte a los huesos. Y quiero decir ninguna
decisión.

—Pero no ha visitado a mi madre en años —digo—. Al menos no que


yo sepa. —Me muevo en mi asiento y me deslizo hacia una esquina.

El ama de llaves me arroja una áspera manta.

—Para adherirte —dice ella con un guiño. Meto la manta debajo de


mí y la silla finalmente deja de intentar botarme—. Audra ya no obtiene
lecturas de huesos en Midwood. —El ama de llaves mira a Willem para
asegurarse de que esté fuera de alcance de oír y lo está. Casi ha vuelto
ya a la cima de la barandilla—. Tu madre dejó de soportar sus tonterías
hace años. Dijo que era inmoral consultar a los huesos por cada pequeña
decisión cuando había otros que no podían siquiera permitirse el
kenning. Pero Audra quiere lo que quiere, así que viaja a pueblos donde
los Encantadores de Huesos están felices de aceptar sus monedas... —
Ella levanta sus cejas—, y felices de darle muchos modos de gastarlas.
Construye esto, redecora eso, compra nuevas joyas durante la luna
nueva para protección extra.

Ni siquiera puedo imaginar a alguien usando su don de modo tan


corrupto. Pienso en Aura corriendo al mercado porque cree que su
destino depende de que ella este allí en un momento determinado. Mi
madre me ha dicho suficiente a lo largo de los años para saber que así
no funciona el encantamiento de huesos.

¿Y de dónde saca ella huesos para tantas lecturas?

Willem vuela del extremo de la barandilla y se estrella contra una


mesa.

—Tal vez es tiempo de jugar algo distinto —le digo—. Tu madre no va


a estar muy feliz si rompes algo.

Él se encoge de hombros.

—No le importara si a los huesos tampoco.

¿Y cómo puedo discutir eso cuando sé que tiene razón?

—Audra Ingersson es horrible —le digo a mi madre más tarde esa


noche.

Estamos sentadas con una simple cena de pan y estofado, aunque mi


madre solo empuja sus verduras con el dorso de su cuchara sin
probarlas. Está mirando a la distancia. Sigo su mirada hacia el recipiente
de vidrio en la estantería.

—Tal vez es mejor que el hueso no sane y yo deje de existir —digo—.


Eso podría ser preferible a intentar trabajar con esa mujer.

Mi madre me da una mirada de acero.

—Eso no es gracioso.

—Es un poco gracioso —digo en voz baja.


—Audra no es horrible —dice mi madre—. Está mal orientada. Cree
que, si es lo suficientemente cautelosa, puede evitar la tragedia. Pero
ninguno de nosotros puede.

—¿Pero por qué es así? —pregunto—. ¿Y cómo se hizo tan rica, de


todos modos?

Mi madre me mira con desaprobación.

—Sabes que no me gustan los chismes.

—No son chismes si son verdad —digo. Ella frunce los labios, pero la
corto antes de que pueda corregirme—. Está bien, no son chismes si no
son maliciosos. Y no estoy preguntando solo para satisfacer mi
curiosidad. Si voy a tener que trabajar con ella, sería agradable saber con
qué estoy lidiando.

Ella inclina su cabeza, considerándolo. Cuando sus hombros caen y


se sienta atrás en su silla, sé que he ganado la discusión.

—Los abuelos de Audra emigraron de Cistonia, donde la magia de


huesos es poco común —dice mi madre—. Así que su familia no creía en
las lecturas. Ni siquiera planearon un kenning para ella, ni para ninguno
de sus otros hijos. —Traza con un solo dedo alrededor del borde de su
taza como si estuviera perdida en sus pensamientos.

—Entonces, ¿qué cambió? —pregunto.

—Cuando Audra tenía catorce años, su familia se fue de vacaciones,


una semana de caminata por las montañas Droimian. En el primer día,
Audra se cayó y se torció su tobillo. El curandero local recomendó que
evitara la presión en su pie por el resto del viaje, así que Audra se quedó
detrás en la cabaña que habían alquilado. En el último día de vacaciones,
hubo un deslizamiento en las montañas y toda la familia fue asesinada.
Aniquilados en un solo trágico accidente.

Inhalo con fuerza.

—Eso es terrible.

—Lo fue —dice mi madre—. Luego de eso, Audra se obsesionó con las
lecturas de huesos. Quizás pensó que, si su familia hubiese buscado un
Encantador, sus vidas podrían haberse salvado. Se casó con un anciano
rico tras otro, el Sr. Ingersson sólo fue el último en una larga fila, e hizo
crecer su fortuna invirtiendo el dinero que ellos le dejaron. Una vez que
Willem nació, se volvió aún más fanática sobre consultarle a los huesos.
—Mi madre suspira con tristeza—. No es que eso haga más fácil lidiar
con su comportamiento, los huesos saben que lo he intentado, pero
espero que conocer su historia te dé un poco de compasión.

Suena un golpe en la puerta e intercambiamos una mirada. Ninguna


de las dos quiere levantarse.

—¡Está abierto! —grita mi madre.

Ami entra, sus ojos están rojos e hinchados, sus mejillas húmedas.
Empujo mi silla lejos de la mesa.

—¿Qué está mal?

Ella respira temblorosamente.

—Algo terrible ha ocurrido —dice ella, su voz alta y aguda—. Alguien


robó la casa de los huesos.

Mi madre cubre su boca con su mano.

—Oh, amor —dice ella—, lo siento mucho.

Ami sacude su cabeza y cierra sus ojos con fuerza. Lágrimas frescas
corren por su rostro.

—No entienden —dice ella, mirando de un lado a otro entre mi madre


y yo—. Los huesos que fueron robados… Saskia, pertenecían a tu padre.
8
La Encantadora de Huesos
Traducido por AnamiletG

Mi entrenamiento no va bien hasta ahora.

La Maestra Kyra y yo nos sentamos una frente a la otra en una mesa


circular en una de las salas de tutoría. Un puñado de pequeños huesos
de animales está esparcido sobre una tela frente a mí. El aire está
ahogado con incienso.

—No te estás concentrando —dice la Maestra Kyra.

Se supone que debo hacer una lectura para adivinar lo que


actualmente está escondido en su bolsillo izquierdo. Parece una tarea
simple, especialmente en comparación con lo que he visto hacer a mi
madre. Pero no importa cuánto lo intente, lo único que veo cuando cierro
los ojos es el vacío teñido de rojo.

—¿Es un anillo?

Ella suspira.

—No. No lo adivines. Visualízalo en tu mente.

Una gota de sudor se desliza de mi nuca y por mi columna vertebral.


Pienso en la cara de mi madre durante las lecturas: cómo parecía que
había dejado su cuerpo atrás, pero su mente estaba en algún lugar
maravilloso y lejano.

—Estás trabajando demasiado duro —dice Kyra.

Abro mis ojos.

—Acabas de decir que no estaba trabajando lo suficiente.


—No, dije que no te estabas concentrando. La lectura de huesos
requiere un enfoque total y la capacidad de dejar ir.

—Oh, ¿eso es todo? —digo por lo bajo.

Su mandíbula se tensa.

—Inténtalo de nuevo. Concéntrate y relájate.

Trato de dirigir mis pensamientos hacia los huesos. Los miro


fijamente y deseo que me digan algo, pero simplemente yacen allí,
inmóviles y mudos. Mis ojos comienzan a llorar y los dejo cerrarse. Tal
vez si al menos puedo fingir concentración, la Maestra Kyra se lo tomará
con calma. Relajo mi frente y mis hombros. Respiro hondo y el olor del
incienso parece volverse más pronunciado como si Kyra hubiera acercado
el quemador.

Detrás de mis párpados, veo una contracción, un movimiento apenas


perceptible, y la sombra de algo lentamente comienza a tomar forma.

Y luego una explosión tiembla por la habitación.

La imagen se disipa y mis ojos se abren.

—¿Qué fue eso?

Pero la Maestra Kyra no parece alarmada, solo irritada.

—Mezcladores —dice ella, bajando la cabeza en dirección a las


habitaciones al otro lado del pasillo—. Casi derriban todo el ala de
entrenamiento al menos una vez al mes. Tendrás que aprender a
ignorarlos.

Un espeso humo negro se enrosca debajo de la puerta y Kyra suspira.

—Ahora eso va a ser difícil de ignorar. —Abre de golpe la ventana y


entra aire fresco, brillante y agudo—. Tomemos un descanso —agrega—.
Consigue algo de comida. Intenta volver renovada y lista para trabajar.

Ella no espera una respuesta antes de abrir la puerta y marcharse.


La sala de entrenamiento se llena de humo que me pica los ojos y me
quema los pulmones. Saco la cabeza por la ventana y respiro hondo,
tomando un aire purificador. La tos penetrante de la Maestra Kyra se
desvanece cada vez más a medida que avanza por el pasillo.

Muy por debajo están las aguas del Shard. En este extremo del
edificio, está un largo río turquesa con mareas blancas donde el agua se
convierte en rocas. Ivory Hall, o más bien la colina en la que se alza, es
lo que primero divide el río, disminuyendo su poder al mismo tiempo que
expande su alcance.

—¿Todo bien aquí?

Me giro para ver a un hombre alto con una capa roja cerrada en el
cuello con un broche de hueso con forma de garra de oso. Su cabello
oscuro está atravesado con plata en las sienes y lo lleva recogido y atado
con un delgado cordón de cuero.

—Estoy bien —le digo.

Él se ríe entre dientes.

—Parece que estás tratando de escapar. ¿Fue tu primera lección tan


terrible?

—Solo trato de escapar del humo —le digo—, no del edificio.

Saca una pequeña bolsa del bolsillo de su capa y arroja el contenido,


un fino polvo blanco, en su palma. Luego se inclina hacia adelante y sopla
suavemente, como un niño esparciendo semillas de diente de león. La
sustancia flota en el aire como una pequeña nube antes de separarse en
delicados zarcillos que recogen el humo y lo absorben. De repente, el aire
de la habitación es tan fresco y puro como la brisa que entra por la
ventana.

Delicias burbujean en mi pecho y me río.

—¿Mejor? —pregunta.

—Mucho —le digo—. ¿Eres un Mezclador de Huesos? —Supuse por


la capa roja que era un Encantador, pero tal vez estaba equivocada. Mi
madre nunca ha realizado magia así.

—No —dice—. Solo tengo amigos muy talentosos. Soy Latham. El


mentor de la Tercera Visión.

—Soy Saskia Holte —le digo, tomando su mano extendida—,


aprendiz de la Segunda Visión.

—Ah, eso pensé. Eres una réplica exacta de tu madre. —Me suelta la
mano y se recuesta contra la mesa, con los brazos cruzados sobre el
pecho.

—¿La conoce?
—Entrenamos juntos —dice—. Era raro tener dos aprendices de
Tercera Visión al mismo tiempo, así que fuimos amigos. ¿Cómo está ella?
Ha pasado demasiado tiempo desde que nos hemos visto.

—Ella está... —Una ola inesperada de nostalgia me invade, y me toma


un momento encontrar mi voz—. Ella está bien.

—Me alegra oírlo —dice—. ¿Y cómo estás tú?

Tal vez sea el recordatorio de mi hogar, o tal vez me hayan desgastado


mis fracasos esta mañana, pero antes de que pueda detenerme, me estoy
hundiendo en una de las sillas con un suspiro.

—He estado mejor.

Él se inclina hacia delante y baja la voz:

—Mi primer día en Ivory Hall, me enfermé por todo el piso de la


entrada. Frente a cada aprendiz, nada menos. Fue humillante.

—¿De verdad?

Latham tuvo un comienzo aún más duro que yo, y fue capaz de
convertirse en un maestro Encantador de Huesos. ¿Tal vez eso significa
que todavía hay esperanza para que tome el control de mi magia? La
seguridad por sí sola se siente como si hubiera tomado un par de tijeras
afiladas y cortado la cuerda que ata mi preocupación. Me siento más
ligera cuando se va flotando.

—La primera vez dentro de estos muros... es otra cosa, ¿no?

—Sí —le digo. Aunque en general me he adaptado, aún puedo sentir


los efectos levemente: el suave movimiento de mi estómago como si
estuviera en un bote en medio del mar. La forma inestable en que mi
sangre corre por mis oídos—. ¿Por qué no nos avisan primero? Podría
haberlo manejado mejor si hubiera estado preparada.

Él se encoge de hombros.

—Creo que les gusta mantener vivo el misterio. —Su mirada recorre
los huesos de la mesa—. Kyra no te está haciendo entrenar con esos,
¿verdad?

—¿Sí…? —digo con incertidumbre.

Él sacude su cabeza.

—Y déjame adivinar: no podrías leerlos más de lo que podrías haber


leído un puñado de monedas.
—Podría haberlo hecho mejor con las monedas.

Él va al fondo de la habitación y revisa uno de los armarios a lo largo


de la pared hasta que encuentra una caja plateada con un elegante cierre.

—Probemos con esto.

Latham despliega un cuadrado de terciopelo azul marino sobre la


mesa y luego inclina la caja hacia un lado. Ocho huesos pequeños ruedan
sobre la tela. Son negros alrededor de los bordes, como si ya se hubieran
usado en una lectura, pero aún puedo distinguir las delgadas líneas rojas
que han sido pintadas en cada una para imitar el tatuaje que habría
quedado sobre ellas en la vida.

Carpales de la muñeca izquierda, entonces.

—¿De quiénes son? —pregunto. Los huesos de las manos humanas


son extremadamente valiosos. No puedo imaginar que realmente quiera
que use estos en una lectura de entrenamiento.

—Huesos de práctica —me dice.

—¿Huesos de practica? ¿No son reales?

—Oh, son muy reales —dice—. Estaban preparados para poder


leerlos una y otra vez. Sin sangre y con un poco más de claridad de lo
que es típico.

Paso la punta del dedo por el borde de la tela, dejando un camino


torcido en el grueso terciopelo.

—No sabía que eso fuera posible.

—No lo hacemos a menudo —dice—. Requiere que los huesos se


preparen con la sangre de un Encantador, por lo que no es práctico
hacerlo con cada conjunto; solo somos muchos de nosotros, y no nos
apetece ser utilizados como alfileteros. Pero es muy útil para entrenar. Te
ayuda a sentir la lectura sin necesidad de tanta concentración.

—¿Para qué se usaron estos?

—Un kenning —dice.

Mi esperanza se desinfla.

—Oh. Tengo Segunda Visión, no Tercera —le digo.

Agita una mano en el aire como si despejara mis palabras.


—No importa —dice—. Todavía puedes leerlos.

Empiezo a preguntar cómo, pero él ya está encendiendo el incienso.

—Cierra los ojos —dice, y yo obedezco—. Cuando estés lista, toca los
huesos.

Respiro hondo y luego muevo los dedos hacia adelante y recojo los
huesos en mi puño. Esta vez no es una imagen oscura la que veo detrás
de mis párpados, sino una visión que se despliega ante mí con un color
deslumbrante y un sonido nítido como si estuviera viendo una vida desde
el punto de vista de un pájaro que se cierne sobre mi cabeza. Estoy en el
futuro de un hombre, no estoy seguro de cómo lo sé, excepto que puedo
sentirlo allí, como si estuviera en su mente.

Una multitud de caminos se extienden ante mí, un sinfín de


posibilidades, como las ramas de un gran árbol. Pero dos caminos son más
anchos que los demás, y parecen brillar con una tenue luz.

Camino por un pasaje y veo al hombre como un carpintero. Le encanta


su trabajo: el olor limpio de la madera, la aspereza de su palma antes de
lijar y luego la textura satinada, la cálida satisfacción de hacer algo útil
con sus propias manos.

Un día, una niña entra en su taller para comprar una casa para
pájaros. Ella tiene ojos color esmeralda y cabello como llamas. Ella lo hace
reír. Él le pregunta si puede hacerle la cena. Unas semanas después, él le
pide que baile. Y lo hacen: descalzos en su tienda, con las plantas de los
pies cubiertas de virutas de pino que cubren el piso como una alfombra.
Unos años y varias docenas de bailes después, él le pregunta si ella
aceptará una ceremonia de vinculación porque no puede imaginarse vivir
sin ella.

Los veo a los dos construir juntos una vida. Una casa en un bonito
prado con flores silvestres en el patio. Un huerto lleno de melocotoneros,
que con frecuencia resulta en pasteles fragantes que se enfrían en la
ventana. Noches iluminadas por la luna sentadas en el porche, con los pies
en su regazo, hablando hasta el amanecer.

Tienen tres hijos: niños con mejillas con hoyuelos como pequeñas
manzanas maduras.

Los veo celebrar y los veo sufrir. La madre del hombre muere,
demasiado joven, piensa, llorando, mientras él talla su nombre en el árbol
genealógico. Pero unos años más tarde, uno de sus hijos también muere,
un accidente por ahogamiento en el río, y se da cuenta de lo que realmente
siente un joven.

La felicidad sin aliento y la tristeza indescriptible se unen en un rico


tapiz de vida. Para cuando estoy al final del camino, sé que es una buena
opción. Una vida que le traería alegría. Me doy la vuelta y sigo el camino
de regreso al principio, veo a sus hijos crecer más y más jóvenes, veo cómo
las líneas profundas en la frente de su compañero se suavizan lejos, ver
cada escena al revés.

Una vez que estoy en la bifurcación del camino, doblo a la izquierda en


lugar de a la derecha y me dirijo hacia el otro camino. Esta vez el hombre
vive en la capital. Puede ver a Ivory Hall brillando a lo lejos desde la
ventana de su taller. Tiene magia de huesos, un masón, y sus manos se
mueven rápidamente sobre varios huesos, transformándolos en flautas
para vigilantes, armas para Quebradores, cajas lisas que son resistentes
al robo y contenedores para guardar recuerdos. Su trabajo es
profundamente gratificante de una manera completamente diferente a su
otro camino. Es la misma satisfacción de la creación con la adición de sentir
que él es parte de algo más grande. El hombre también es diferente, un
poco más audaz en esta vida, un poco más confidente.

Su compañera es una sanadora, una mujer tranquila con una quietud


que parece envolver a las personas a su alrededor, para calmarlos con su
presencia. Ella no es tan bonita como la chica en su otro camino, y tampoco
tan animada, pero es una pensadora profunda y lo hace un mejor hombre.
Su vida está llena de alegrías tanto grandes como pequeñas. Una hija, solo
una, aunque deseaban más, con cabello negro y un don para los números.
Una casa espaciosa a medio camino entre su taller y su clínica. Las noches
pasaban caminando de la mano por las calles empedradas cerca del río,
bañadas por el cálido resplandor de las farolas. La madre del hombre
todavía muere. Todavía llora mientras talla su nombre en el árbol, todavía
piensa demasiado joven, todavía se aflige.

Algunas cosas son iguales. Y algunas cosas no podrían ser más


diferentes. Él envejece más lentamente en esta vida, más cómodamente.
Las habilidades curativas de su compañera se usan bien en sus crujientes
articulaciones y dedos artríticos. Otro retrato de alegría y tristeza. Otra
vida rica y feliz. Pero es muy diferente al primero.

Abro los ojos y la habitación vuelve a enfocarse lentamente. Me siento


vaciada.

Vacía.

—¿Cuál escogerías? —pregunta Latham.


La pregunta es como un peso en mi pecho. Nunca había apreciado
completamente la carga de mi madre: cómo seleccionar un camino
elimina tan completamente el otro. La visión era tan real, tan vívida, que
elegir se siente como destrucción. Si elijo el camino donde está el hombre
un carpintero, esos tres muchachos con mejillas de manzana nunca
existirán, simplemente dejarán de existir, a pesar de que conozco los
timbres de sus voces, y dónde estarán las brechas en sus sonrisas
cuando pierdan sus primeros dientes. Pero si nacen, la hija del hombre
no lo será y el mundo será despojado de su risa fácil y su mente aguda.

Pero no tengo que elegir. Estos son solo huesos de práctica.

—No sé —le digo—. Uno no parece mejor que el otro.

—Esa es la salida del cobarde —dice—. Elige.

Trago.

—El segundo camino —digo, decidiendo que tal vez perder a un hijo
es un dolor que debe evitarse.

—El Encantador de Huesos eligió el primero —dice—. Aunque el


hombre nunca se enamoró de la mujer pelirroja.

De inmediato registro tanto el dolor agudo que me atraviesa como la


sorpresa de que debería estar allí. Dolor por un hombre que nunca
conocí, a quien no reconocería si lo pasara por la calle.

—¿Pero por qué? —pregunto—. ¿Cómo?

Latham se encoge de hombros.

—El destino es predecible, pero la elección no lo es. Supongo que,


después de su kenning, tomó decisiones que no llevaron a conocerla
después de todo. O tal vez la conoció, pero dijo algo irreflexivo y arruinó
sus posibilidades. Necesitaríamos un Encantador de Primera Visión para
leer su pasado y saber con certeza.

Mis dedos se enroscan alrededor de un puñado de mi capa.

—Entonces, ¿cuál es el punto del Encantador de Huesos? ¿Por qué


molestarse si nada está garantizado?

—Porque la información es poder —dice—, pero desafortunadamente,


la Tercera Visión es limitada, solo nos dice posibilidades, no realidades.

—Entonces me alegro de tener la Segunda Visión —le digo.

Él ríe.
—Bueno, entonces yo también. Aunque desearía tener un aprendiz
este año. Pero como nadie fue igualado con la Tercera Visión, tendré que
conformarme con ayudar a los otros mentores donde pueda. —Recoge los
huesos de la muñeca y los vuelve a poner en la caja de plata.

—¿Dónde está él ahora? —pregunto, inclinando mi cabeza hacia los


huesos.

—Ah —dice Latham—, falleció hace unos años. Nunca usamos


huesos de entrenamiento hasta que el tema del kenning esté muerto.
Demasiado peligroso. —Cierra el pestillo de la caja y la vuelve a colocar
donde la encontró.

—Gracias —le digo.

—Por supuesto —dice—. Pero ahora que lo pienso, probablemente


deberíamos mantener esta ayuda adicional entre nosotros. —Él asiente
hacia los huesos de animales con los que estaba entrenando antes—.
Kyra prefiere enseñar por las malas antes de usar huesos de práctica, y
odiaría tener su lado malo. Especialmente porque no le pedí permiso
primero.

Una punzada de inquietud me atraviesa al pensar en mentirle a la


Maestra Kyra, pero lo dejo de lado. No le mentiré. Simplemente no
ofreceré voluntariamente la información.

Los huesos saben que necesito toda la ayuda que pueda obtener.
9
La Tutora
Traducido por Rose_Poison1324

Es como si mi padre hubiera muerto otra vez.

Un apretado nudo de cuñas dolorosas debajo de mi esternón: una


sensación que es a la vez pesada y vacía.

M
i madre y yo nos paramos en una enorme habitación en la
parte trasera de la casa de hueso. Estanterías profundas
llenadas con contenedores de todas las formas y tamaños,
se extienden desde el piso hasta el techo en tres de cuatro paredes. En el
centro de la habitación hay una caja grande, hermosamente tallada
hecha con los fragmentos aplastados de una costilla de ballena e
incrustada con franjas diagonales de lapislázuli. Después de la muerte
de mi padre, fue encargada a mi madre por Hilde Bystrom. A pesar de
que ella es la única talladora de hueso en Midwood, no hay alguien más
dotada en diez ciudades. La caja es una obra de arte, marfil y azul,
suavemente aperlada, y ahora completamente vacía.

Se ha ido el húmero derecho, el cuál Oskar preparó con las mismas


ondas de tono brillante que habían adornado el brazo con el que pintaba
mi padre en vida. El hermoso e hinchado diseño parecía crecer más
intricado cada vez que mi cadre completaba u proyecto que amaba. Y
para el final de su vida, el tatuaje se extendía desde el hombro hasta el
codo, como una manga hecha de joyas.

Su húmero desnudo se ha ido también. Y su cráneo, y su esternón, y


ambas rótulas que estaban marcadas con tres cuchilladas que
aparecieron cuando fue asaltado de niño y cayó sobre sus rodillas para
implorar por su vida.
Todo se ha ido. Toda la evidencia de sus esperanzas y sueños, y sus
pasiones y miedos.

El maestro Oskar está parado a un lado, su mandil está cubierto por


una capa de polvo de hueso. Su cara esta demacrada, y medias lunas
azules-violáceas se curvan debajo de sus ojos inyectados en sangre.

—No sé cómo pudo haber pasado esto —dice. Sus brazos caen por
sus costados y sus puños se abren y cierran repetidamente como si
hubiera algo invisible que él sigue tratando, y fallando, de agarrar.

—¿Por qué dejaron esto aquí? —dice mi madre. Su voz es cruda y


ronca. Pasa sus dedos gentilmente a través de un lado de la caja, como
si fuera la mejilla de mi padre lo que está acariciando.

—Yo… —El Maestro Oskar se detiene para tocar suavemente el brillo


de las gotas de sudor en su labio superior—. Supongo que la caja misma
es muy pesada para llevarla.

Mi madre lo corta con una mirada afilada.

—No, ¿por qué la dejaron aquí? ¿En medio del piso, donde seria obvio
lo que hicieron? Ellos pudieron haber puesto la caja de regreso a la repisa
y dejarnos descubrir los huesos perdidos semanas o meses o años desde
ahora.

Él palidece como si este pensamiento no se le hubiera ocurrido. Su


mirada recorre las estanterías, sobre los cientos de cajas que albergan
los restos que tiene a su cargo proteger. Puedo ver que se pregunta lo
mismo que yo: ¿Alguna de las otras está vacía?

—¿Quizás tenían prisa? —dice—. Seguramente sabían lo que estaba


en juego si hubieran sido atrapados. —Robar huesos es un crimen
castigado con la muerte. Solo un tonto correría el riesgo. Eso, o alguien
muy desesperado.

—O tal vez querían asegurarse de que supiéramos que los huesos


estaban desaparecidos —dice mi madre—. Quizás querían que yo lo
supiera.

Su expresión es una maraña de emociones: pena, miedo, resignación.


Pero curiosamente, no es conmoción. No fue el golpe helado que yo sentí
cuando Ami irrumpió en nuestra cocina con las noticias, un escalofrío
que me envolvió lentamente en un dolor insoportable hasta que
finalmente dio paso al entumecimiento, dejándome sin sentir nada.
Mi madre se encuentra con mi mirada y una mirada pasa entre
nosotras.

—¿Sabías que esto sucedería? —pregunto suavemente.

—Por supuesto que no —dice ella. Pero sus ojos se clavan en mí y


dicen algo diferente, algo parecido, no hagas preguntas como esa. Aquí
no.

El Maestro Oskar se agacha para estudiar la hendidura del tamaño


de un pulgar que sirve como cerradura de la caja, una cerradura que fue
sellada por magia de huesos y que no debería haber permitido la entrada
a nadie más que a mí o a mi madre. Y, sin embargo, la caja está abierta
y vacía.

—¿Por qué querrían anunciarse los ladrones —dice—, especialmente


para ti?

Ella deja su pregunta sin respuesta.

—Necesitamos encontrar quién hizo esto. Pronto.

—No descansaré hasta que los huesos sean localizados y se castigue


a los culpables —dice—. Tienes mi palabra.

Pero es una promesa que no está en condiciones de cumplir. Puede


ser imposible encontrar los huesos, porque ¿qué razón tendría alguien
para robarlos si no fuera para usarlos? La idea de que los huesos de mi
padre se desperdicien en una lectura para un extraño hace que mi sangre
se llene de furia y temor.

Mi madre sacude la cabeza.

—Lo siento, Oskar, pero tu palabra no es suficiente. No para esto.

—Si la gente se entera… —se calla, pero su significado es claro. Si la


gente del pueblo no cree que pueda mantener a salvo los huesos de sus
muertos, estará arruinado.

Pienso en el Sanador que practicó en Midwood cuando era niña. Tres


de sus pacientes murieron en menos de una semana entre uno y otro y
aunque había explicaciones en cada caso: un niño pequeño que se
atragantó con un poco de fruta y ya estaba azul cuando llegó el Sanador,
un hombre mayor cuyo corazón finalmente dejó de latir, y luego, un día
después, su esposa, quien murió de un corazón roto, tres muertes en tan
poco tiempo fueron suficientes para causar susurros y preocupaciones.
Pronto los padres estaban tomando barcos río arriba a Brisby o Colm
para ver al Sanador allí. El sanador de Midwood dejó la ciudad en
silencio, y nos quedamos sin esa magia ósea en particular hasta que un
nuevo aprendiz fue vinculado en el siguiente kenning.

—Lo siento —dice mi madre a Oskar—. No tengo elección.

Antes de irnos, coloco mi palma abierta sobre la caja y cierro los ojos.
Es el último lugar de descanso de mi padre y no sé si lo volveremos a
encontrar.

Por primera vez en mi vida, deseo magia de hueso. No los


encantadores dones de mi madre o Abuela, si no los poderes de un
Quebrantador de Huesos. La habilidad de infligir justicia. Para castigar
con dolor.

Para venganza.

La mañana siguiente —después de una noche sin descanso—


finalmente me rindo con dormir y me levanto de la cama justo después
del amanecer. Mi madre obviamente durmió pobremente también, porque
ya está en la puerta cuando bajo las escaleras, abrochando el botón en
el cuello de su capa de seda roja. Su cabello está trenzado y torcido en
forma de un ocho en la parte trasera de su cabeza.

—Iré contigo —le digo.

—Ciertamente no lo harás —dice sin apenas mirarme, como si fuera


un cachorro que obedecerá órdenes. Ella empuja un par de largos
guantes negros sobre sus pálidos dedos—. No debería tardar mucho.

Mi madre se sienta en el consejo de la ciudad junto con nuestro


Tallador, nuestro Sanador, nuestro Mezclador y otros dos —un hombre y
una mujer— quienes no tienen magia de huesos. El consejo de Midwood
sigue el modelo del Gran Consejo de la ciudad de Kastelia y les informa
directamente sobre cualquier cosa que no se pueda resolver localmente.
Mi madre fue llamada a una reunión de emergencia la noche anterior,
después de que regresamos de la casa de huesos.

Y yo tengo toda la intención de asistir a esa reunión.

Meto las manos en los bolsillos de mi capa gris aperlada y la sigo


afuera de la puerta. Ella se sobresalta cuando me ve ahí, y luego presiona
sus labios juntos en una fina línea.
—Dije que no.

La puerta sigue entreabierta mientras se me queda vendo, esperando


a que regrese al interior.

No lo hago.

—Saskia —dice, exasperada—. No tengo tiempo para esto.

—Conozco mis derechos —le digo—. Si el consejo se está reuniendo


por un tema relacionado a un miembro de la familia, tengo permitido
estar ahí.

Ella presiona una mano enguantada sobre su frente.

—No hay razón para que vengas —dice—. Prometo ponerte al tanto
después.

—¿Así cómo me contaste de tener los huesos de Abuela especialmente


preparados? ¿Cómo me contaste lo que mis otros caminos mostraban?
No, gracias. Prefiero verlo por mi cuenta.

Ese parpadeo de no-sorpresa en su cara ayer cuando vio la caja vacía


sacudió algo suelto dentro de mi… como un carrete tirado de listón que
ha estado desplegándose lentamente, y ahora mi confianza en ella yace
en una maraña enredada a mis pies.

Ella abre su boca para argumentar, pero debe ver la resolución en mi


expresión, porque no habla. En lugar de eso, se estira alrededor de mí y
empuja la puerta cerrada.

Caminamos silenciosamente en dirección al Auditorio de Midtown.


Nuestro aliento se curva desde nuestros labios en delicados remolinos,
pero los árboles por encima de nosotras están vivos con el canto de los
pájaros, como si el mundo siguiera con un pie en el invierno y otro en la
primavera.

Mientras nos acercamos a la plaza, la presión entre nosotras se


construye, creciendo en algo tangible, como si pudiera ponerle la palma
encima y empujarla lejos. Mi madre tiene algo que está tratando de
encontrar las palabras para decir. No estoy segura cómo puedo decirlo:
si es la imperceptible inhalación que usualmente precede a un discurso,
una rápida, expectante respiración que sigue desvaneciéndose en
silencio. ¿O si es la manera en que sigue inclinándose hacia mí
ligeramente, solo para alejarse otra vez? M digo a mi mima que no es una
premonición, ni magia de huesos que está tardando demasiado en
desvanecerse. Es simplemente que ella es mi madre, y he aprendido a
leer sus ritmos. Como la forma en que Abuela solía saber que se
avecinaba una tormenta cuando le dolían las rodillas.

—¿Qué sucede? —pregunto.

La pregunta derrite su expresión: sus ojos se suavizan, su boca se


curva en una sonrisa tierna. Pero luego se gira hacia mí y no veo nada
más que preocupación.

—Si vienes hoy, el consejo podría interrogarte —dice.

—¿Interrogarme? ¿Por asistir a una reunión?

—Tú eres una de las dos personas quienes podían haber abierto esa
caja.

Dejo de caminar.

—Pero no la abrí. Por ese motivo se está involucrado el consejo. A


menos que… ¿Tú la abriste?

—No seas ridícula, Saskia. No sería un crimen si yo la abriera. Pero


esta es una seria ofensa, y el consejo va a comenzar a cuestionar a la
gente que tenía acceso. Serán meticulosos. No dejarán piedra sin voltear.

Inclino mi cabeza hacia un lado y la estudio. No puedo decir a qué se


refiere.

—Bueno, dudo que mi no-presentación evite que me interroguen en


otro momento.

Sus dientes atrapan su labio inferior. Suspira.

—Oh.

Ella esperaba una oportunidad para prepararme. El pensamiento


tiembla en mi piel. ¿Prepararme para qué?

—El consejo tiene... métodos para asegurarse de obtener la verdad —


dice ella.

—Y lo harán. No toqué la caja de papá.

—Sí, pero últimamente has pasado mucho tiempo en la casa de


huesos.

Y al instante lo veo, como el momento en que la mecha de una vela


se prende en una habitación oscura. He estado en la casa de huesos al
menos una vez a la semana desde el kenning. Y aunque no tiene nada
que ver con el crimen en cuestión, el motivo de mis visitas es algo que mi
madre preferiría que el resto del consejo no sepa. Si saben que ella
manipuló mis huesos del kenning, podría ser eliminada como
Encantadora de Huesos.

Empiezo a caminar de nuevo y ella se pone a mi lado.

—Así que prepárame ahora —le digo—. Ya casi llegamos.

Ella se pone rígida, debe haber esperado que volviera a casa. Pero no
tengo intención de hacer eso.

—Di la verdad —dice finalmente—, tan hábilmente como puedas.

El Auditorio de Midwood es la construcción más grande en el pueblo,


tres pisos de alto y construida de piedra coloreada en color crema. Hiedra
trepa hacia el techo de dos aguas donde media docena de buhardillas
miran hacia afuera, sobre la plaza, como ojos que todo lo ven. La cámara
del consejo está situada en el centro del Auditorio de Midwood, el cual
está en el centro de la plaza, la cual está en el centro de la ciudad.

Mientras entramos, estoy abrumada con la sensación de que


entramos en el corazón latiente de Midwood. Energía rasga en el aire
como una pulsación.

Los seis miembros del consejo están sentados detrás de una larga
mesa de piedra sobre una tarima al extremo lejano de la habitación.
Están acomodados por jerarquía de izquierda a derecha: primero el
Sanador, Anders, quien viste una capa azul, luego mi madre en rojo,
Rakel, la Mezcladora en morado y Hilde el Tallador de nuestra ciudad en
naranja. Al extremo final de la mesa están Valera y Erik, los dos
miembros no-mágicos del consejo, quienes no visten capas en absoluto.

Las paredes del salón son de piedra, pero pesadas cortinas de color
azul oscuro cuelgan desde el piso hasta el techo en todos los lados,
añadiéndole calidez y suavidad, y probablemente suavizando el sonido…
eliminando el eco que de otra manera podría llegar al resto del Auditorio,
comprometiendo la privacidad.

Me siento sobre una larga banca en la parte trasera de salón, junto


con Ami, Declan, el Maestro Oskar y un puñado más de otros que el
consejo envió una vez que escuchó que los huesos de mi padre estaban
perdidos. Mi madre y yo compartimos una mirada mientras ellos
marchan uno a la vez por los corredores que fueron enviados para
buscarlos. ¿Ves? Quiero decir. No hubieras tenido tiempo de prepararme
si lo hubiéramos hecho a tu manera.

Los dedos de Declan se cierran alrededor de los míos.

—¿Estás bien? —susurra—. Ami me contó lo que pasó y me siento


enfermo.

Es la pregunta que mi madre falló en hacerme. ¿Estás bien? ¿Cómo


estás llevando perder a tu padre por segunda vez? Ella solo vio el
problema y fue a tratar de resolverlo. Modo-Rompecabezas lo llamaba mi
padre afectivamente. Cuando era más joven encontraba que era
encantador: esa mirada perdida que tenía cuando reflexionaba sobre su
libro de hechizos. La manera en que el mundo parecía desaparecer,
dejando a nadie más que ella y la magia. Pero, mientras crecía, comencé
a resentir que yo también comenzaba a desaparecer junto con todo lo
demás.

Aprieto la mano de Declan.

—Estaré bien —le digo, a pesar de no estar segura de que sea la


verdad.

—El consejo solucionará el problema —dice—. Quien sea que hizo


esto, no se saldrá con la suya.

Estoy a punto de responderle —de decirle que espero que tenga


razón— cuando el Sanador Anders se levanta y el parloteo en la
habitación se apaga.

—Todos ustedes han sido traídos aquí como testigos —dice—, del
robo de los huesos de Filip Holte.

Hay un jadeo colectivo de esas pocas personas quienes aún no han


escuchado las noticias, seguido de un ominoso silencio. Es como si el aire
hubiera dejado la habitación, llevándose el sonido también. Incluso
aunque sabía lo que Anders diría, las palabras aun aterrizan como un
estallido.

—Les pediré que vengan adelante uno por uno para la interrogación
—dice el Sanador—. Comenzando con el Maestro Oskar.

Oskar no se levanta. Su cabeza está agachada y sus manos agarran


sus rodillas tan apretadamente que sus nudillos están blancos. Varios
segundos intensos pasan sin mucho más que un susurro.
—Oskar —dice Anders gentilmente—, por favor preséntate.

El maestro de la casa de huesos se levanta de su asiento y se mueve


hacia el frente de la habitación como una nube de tormenta. Sus grandes
pasos son decididos. Sus manos están cerradas en puños a sus costados.
No está nervioso, me doy cuenta.

Está furioso.

Oskar se sienta en la silla de testigo en el lado derecho de la


habitación, posicionada para que el consejo entero pueda verlo, y los
otros testigos también.

—Este no es un tribunal formal —dice Anders—. Nadie es acusado de


nada. Simplemente estamos tratando de encontrar evidencia para que
así sepamos cómo proceder.

Pero está claro por la mandíbula apretada de Oskar que se siente


como sospechoso.

Un golpe sobre la puerta trasera de la cámara lleva a Rakel a ponerse


de pie. Un aprendiz —una niña con el nombre de Bette, quien finalizó su
formación como Mezclador en el salón Ivory la primavera pasada y que
ha estado entrenando con Rakel desde entonces— entra a la cámara
sosteniendo un keras, un cuerno para beber. Juzgando por su pequeño
tamaño, creo que viene de una cabra.

—Gracias Bette —dice Rakel, tomando el cuerno de ella—. Eso sería


todo.

La capa morada de Rakel se agita detrás de ella mientras se acerca a


Oskar y le pasa el keras.

—Bebe, por favor.

Él lame sus labios.

—¿Esto es realmente necesario?

—Si no tienes nada que esconder, no hay nada que temer.

Un recuerdo pica detrás de mi mente. Era pequeña —no mayor de seis


o siete— cuando algunos de los árboles en el Bosque de los Muertos fueron
maltratados. Alguien había llevado un cuchillo para varios de los nombres,
excavando profundas líneas a través de ellos hasta que fueron un desastre
ilegible de marcas de corte.
—¿Qué pasa si ellos nunca encuentran quién lo hizo? —le pregunté a
mi madre una noche en la cena.

—Lo harán —dijo mi madre—. Ahora come tus papas.

Piqué mi comida con mis dedos, pero no comí.

—Aunque, ¿qué pasa si no? ¿Qué tal que alguien arruina nuestro
árbol?

—No te preocupes Saskia —dijo Abuela, dando palmaditas a mi


mano—, los encontraremos.

Abuela se sentaba en el consejo entonces, y su voz era cálida y


confiada. Pero aun así no era suficiente para calmar mis miedos. El abuelo
había muerto unos pocos años antes, y a pesar de que no lo recordaba
bien, eso aún hace que mi estómago se retuerza al pensar que su nombre
ha sido borrado para siempre.

—¿Cómo estás segura? —pregunté.

Abuela se inclinó cerca de mí y puso su mano sobre la mía.

—Porque el consejo tiene un arma secreta.

Mis ojos se ampliaron.

—¿Cuál es?

—La silla de la verdad —dijo—. Nadie que se sienta ahí puede decir
una mentira.

Y solo así, mis preocupaciones se fueron, como hojas al viento. Era un


poder único de mi abuela. Ella siempre sabía decir lo correcto. Cuando
crecí, asumí que la historia era cosa de un cuento de hadas, uno de los
tantos hilos que Abuela hiló para calmar lo que sea que me atormentara.
Como el búho que se posaba en el árbol por fuera de la ventana de mi
habitación cada tarde, que Abuela dijo que había sido destinado solo para
mí: Tiene la solemne responsabilidad de protegerte, de vigilar por tus
pesadillas y tragárselas antes de que te alguna vez te alcancen.

Pero ahora la historia toma un nuevo significado y hielo se desliza por


mi columna.

La silla de la verdad. Suero de la verdad.

Las manos de Oskar tiemblan mientras lleva el cuerno a sus labios y


bebe su contenido de un solo trago. Le pasa el keras de vuelta a Rakel.
Su cara y cuello están rojos y con manchas. Él tira de su cuello.
—Comencemos con unas pocas preguntas fáciles —dice Anders
mientras Rakel se desliza nuevamente en su asiento—. ¿Cuál es tu
nombre?

—Oskar.

—¿Apodos?

Él presiona sus labios juntos, como conteniendo la respuesta para


que no se escape. Se queda quieto por varios momentos. Una fina capa
de sudor estalla en su frente. Finalmente, es demasiado para resistirlo.

—Osky —dice escuetamente—. Es como mi madre me llamaba.

Un coro de suaves risitas rompe a través de la sala. La pareja de


Oskar, Markus, se sienta en la parte trasera, frunciendo el ceño a todo
aquel que se atreve a reírse. Lanza una mirada particularmente
amenazadora en nuestra dirección. A mi lado, Declan cubre su boca para
esconder una sonrisa.

Pero yo no estoy divertida. Estoy aterrada.

—¿Cuál es tu especialidad? —pregunta Anders.

—Soy un Manipulador de Huesos y cuidador de la casa de huesos.

—¿Dirías que tratas tus responsabilidades con el cuidado que


merecen?

Su mandíbula se aprieta.

—Por supuesto que lo hago.

—¿Tu robaste los huesos de Filip Holte?

—No —dice Oskar con fuerza—. No lo hice.

—¿Lo organizaste para que alguien más los robara?

—No.

—¿Los vendiste o los arreglaste para que alguien más los vendiera en
tu lugar?

—Por supuesto que no.

—¿Sabes quién podría estar involucrado en este crimen?

Una pausa. Luego el silencio se estrecha como jarabe escurriendo de


una cuchara.
—Por favor responde la pregunta —dice Anders.

—No lo sé —dice Oskar. Saca un pañuelo de su bolsillo y da toques a


su frente—. Tal vez. Es solo una sospecha.

—¿Quién sospechas que robó los huesos de Filip Holte? —dice


Anders.

La mirada de Oskar se desliza hacia la derecha y aterriza en mi


madre.

—Della —dice.

Al principio, pienso que está dirigiéndose a ella, pero luego su mirada


se desliza lejos, y me doy cuenta que estoy equivocada.

No le está hablando a ella. Está acusándola.


10
La Encantadora de Huesos
Traducido por NaomiiMora & Mary Rhysand

El comedor ya está lleno de gente cuando llego. Los aprendices están


sentados en largas mesas que se extienden de un extremo a otro de la
habitación. Las capas de colores brillantes hacen que la escena parezca
un caleidoscopio, como si un giro produjera un diseño diferente pero
igualmente bello. Todos ya están inmersos en una conversación. La
charla emocionada llena la habitación como un zumbido bajo.

No sé dónde sentarme.

Me quedo allí incómodamente, sopesando mi deseo de escapar a la


privacidad de mi habitación contra el hambre royéndome el estómago.
Estoy a punto de darme la vuelta y salir, cuando Tessa viene corriendo
hacia mí.

—Nos sentamos en la parte de atrás —dice—. Sígueme.

No estoy segura de quién está incluido en el nosotros, ya que Tessa


es una de las únicas aprendices con las que he interactuado hasta ahora,
pero estoy agradecida. Me lleva entre dos mesas al otro lado de la
habitación.

—Te guardé un asiento —dice, deslizándose sobre uno de los bancos


e indicando el espacio a su lado.

—Gracias, Tessa.

Me siento y me encuentro cara a cara con Bram.

Mi corazón se da vuelta en mi pecho.

—Hola de nuevo —digo tan casualmente como puedo.


La chica a su lado lo empuja.

—¿Ustedes dos se conocen? —Su cabello oscuro cae en cascada sobre


sus hombros en ondas brillantes. Su capa negra combina con la de Bram,
otro Quebrantador, entonces.

Bram se aclara la garganta e inclina su cabeza hacia mí.

—Linnea, esta es Saskia. Saskia, Linnea.

—Encantada de conocerte —digo.

—Igualmente. —Sonríe y se vuelve hacia Bram con una mirada


expectante.

—Saskia y yo somos... somos...

Oh. No quiere admitir que hemos sido vinculados.

—Somos de la misma ciudad —digo.

Los ojos de Bram se dirigen a los míos. Sus expresiones son como
escuchar palabras en una lengua extranjera. Sé que son ricas en
significado, pero para mí, son insondables. No sé si está aliviado o
molesto o algo completamente diferente.

Linnea suspira, atrayendo la atención de Bram hacia ella.

—Me muero de hambre —dice.

—Bueno, parece que no tendremos que esperar más.

Un pequeño ejército de camareros se derrama en el comedor, llevando


platos de carne a la parrilla que liberan rizos fragantes de vapor, cuencos
de bayas azucaradas y hogazas trenzadas de pan glaseado con
mantequilla.

Tessa da un suspiro feliz.

—Estaba lista para comerme mi propia pierna, pero eso se ve mucho


mejor.

Mi estómago gruñe de acuerdo y ella se ríe.

—Usar magia de huesos debe aumentar el apetito —dice ella—. No


recuerdo la última vez que tuve tanta hambre.

Y a juzgar por el silencio que ha caído sobre el comedor, creo que


tiene razón. Durante varios minutos no hay nada más que el sonido de
los platos raspando las mesas y la gente lamiéndose los dedos. Poco a
poco la conversación vuelve nuevamente.

Mientras comemos, Tessa me presenta a los demás en la mesa,


incluyendo a Talon, un Vigilante con un mechón de cabello castaño rojizo
y unas pecas canela en la nariz y las mejillas. Me sorprende lo rápido que
Tessa logró reunir un grupo de amigos, como si fuera tan fácil como
juntar conchas marinas en la playa y deslizarlas en su bolsillo.

—Entonces, ¿cómo fue tu primer día de entrenamiento? —me


pregunta Talon.

Arranco un poco de pan de la hogaza en mi plato.

—No tan bueno al principio —digo—, y luego un poco mejor hacia el


final de la mañana. —No menciono a Latham ni a los huesos de práctica—
. ¿Qué hay de ti?

—Uno de los perros me mordió —dice—. Entonces... para nada bien.

—Mi mañana también fue terrible —dice Tessa—. Se suponía que


debía aliviar el dolor de cabeza de un paciente, pero estoy bastante segura
de que lo empeoré. Parecía que estaba lista para estallar en lágrimas
cuando se fue. ¿Qué pasa si nunca mejoró, y solo puedo usar magia de
huesos para lastimar a las personas en lugar de ayudarlas?

Bram se tensa, una baya suspendida a medio camino entre su plato


y sus labios.

Tessa debe notarlo, porque sus mejillas se ponen carmesí.

—Oh no. No quise decir...

Bram se lleva la fruta a la boca y mastica lentamente. Las yemas de


sus dedos están manchadas de rojo.

—Eso salió mal —dice—. Solo quería decir que se supone que la
curación se trata de ayudar a las personas, mientras se romper...

Todos sabemos lo que está pensando: romper se trata lastimar a la


gente. Acerca del uso de la magia para romper los huesos en sus brazos
o piernas, sus dedos de manos y pies. Me estremezco al pensar en cómo
debe haber ido el entrenamiento de Bram y Linnea esta mañana, cómo
deben haber sido sus fracasos.

Linnea le da a Tessa una mirada que podría atravesar el vidrio.

—Los Quebrantadores protegen a las personas. Lo que es ayudarlos.


—Lo sé —dice Tessa—. No quise decir lo contrario.

—¿De verdad? Porque parece que crees que algunas especialidades


son mejores que otras.

—Basta —digo. Los ojos de Linnea se agrandan, como si no estuviera


acostumbrada a que alguien le hable con tanta dureza. Aprieta sus
labios, su mandíbula tan tensa que imagino que sus dientes están
rechinando. Pero continuo—. Tessa no estaba hablando de ti o de Bram.
Estaba hablando de sí misma y de lo difícil que es esto. Todos hemos
tenido una transición difícil. Tal vez podríamos darnos un respiro unos a
otros.

Se vuelve hacia Bram como diciendo, ¿Puedes creer esto? Pero él no


la está mirando. Me está estudiando con una expresión que es
enloquecedoramente ilegible.

—Saskia tiene razón —dice él, finalmente.

Linnea retrocede como abofeteada.

Bram se vuelve hacia Tessa:

—No te preocupes por eso. De verdad.

Sus hombros se relajan y deja escapar un suspiro.

—Gracias. Y lo siento.

La mirada de Linnea salta de mí a Bram y de regreso. Hay algo


calculador en su expresión, algo casi aterrador. Tengo un vistazo de lo
feroz que será como Quebrantadora. Y luego, como nubes que se separan,
sonríe y de repente está radiante, como si su ira nunca hubiera estado
allí. Ríe.

—A veces puedo ser un poco intensa —dice.

Talon, que nos ha estado observando en silencio durante todo el


intercambio, de repente se anima.

—Escuché que los Mezcladores accidentalmente iniciaron un


incendio —dice—. Así que parece que tuvieron un día peor que todos
juntos. —La tensión se disipa y todos nos reímos.

Incluso Bram.

El sonido es rico y profundo, como las notas más bajas de una


melodía. Mis ojos se vuelven hacia él y capto el más mínimo indicio de
una sonrisa antes de que se desvanezca. Por un momento, olvido que
tengo buenas razones para evitar a Bram, y siento un tirón hacia él, como
si fuera solo uno de los otros. Solo alguien a quien conozco. Alguien con
quien quiero pasar más tiempo. Pero luego se rasca la frente y veo los
tatuajes en sus nudillos. Es como una patada en el estómago.

Bram es peligroso. Soy peligrosa. Y los dos juntos sería un desastre.

No puedo permitirme olvidar.

Tenía doce años la primera vez que vi un barco de la prisión atracado


en Midwood.

Los peores criminales en Kastelia son enviados a la Isla Fang, una


prisión en los confines del país, más allá del punto donde las aguas del
delta se derriten en el mar. Recibe su nombre de los huesos gigantes que
rodean el perímetro de la isla: huesos que apuntan a un extremo, como
enormes colmillos, y parecen brotar del suelo y extenderse más alto que
las copas de los árboles.

Los prisioneros son sacados directamente de su condena en Ivory Hall


para hacer el largo viaje a la Isla Fang. Los Quebrantadores de Huesos
los transportan por las ramas de la Esquirla hasta su destino final. Los
barcos se detienen en el camino para reponer alimentos y suministros,
pero nunca antes había atracado en Midwood.

Entonces, cuando estuvo a la vista, susurros y rumores se


extendieron por la ciudad como un incendio forestal, y pronto un gran
grupo se reunió cerca de la orilla, boquiabierto.

En comparación con los barcos comerciales que normalmente


desembarcaban en nuestras costas, este barco era pequeño. Un barco
solo lo suficientemente grande para una pequeña tripulación. Pero lo más
notable era la jaula hecha de hueso que se encontraba en la cubierta.

Una jaula con un hombre adentro.

—¿Qué creen que hizo? —preguntó uno de los hermanos Poulsen. Eran
gemelos y nunca podría distinguirlos.

—Probablemente mató a alguien —dijo Ami.

El otro hermano Poulsen se echó a reír.


—Debe haber hecho algo peor que eso. Mi abuelo fue un Quebrantador
en la Isla Fang, y dijo que escuchar las cosas que hacían los prisioneros te
mantendría despierto por la noche por el resto de tu vida.

Tanto Ami como yo nos estremecimos.

—Reto a alguien a subir y tocar la jaula —dijo Peder. Era dos años más
joven que yo y propenso a lanzar desafíos, pero no a aceptarlos.

—De ninguna manera —dijo Ami—. No tengo deseos de morir.

—Estoy fuera —dijo alguien detrás de mí.

—¿Y tú, Saskia? —dijo Peder.

Empecé a sacudir la cabeza cuando uno de los hermanos Poulsen se


echó a reír.

—¿Saskia? Solo lo hará si puede obtener una lectura de huesos de su


madre primero.

Los demás, todos excepto Ami, también se rieron.

Era como si alguien hubiera encendido una cerilla dentro de mí, y mi


vergüenza era el combustible. Las lágrimas ardieron en el fondo de mis
ojos, pero me negué a dejar que esos chicos me vieran llorar. Para ellos,
siempre sería la niña cuya madre conocía el futuro. La chica que tenía el
destino de su lado.

Y luego sentí un cosquilleo en el fondo de mi mente. Me vi alejándome


del barco después de tocar los huesos, con una sonrisa triunfante en mi
rostro. Los otros observaban con expresiones de rencorosa admiración.
Esto había sucedido al menos media docena de veces en el último año.
Pequeñas premoniciones: una sensación de que Ami estaba a punto de
venir justo antes de que llamara a la puerta, un pensamiento de que mi
padre prepararía ganso asado para la cena mientras salía del jardín con
un puñado de cebollas y un paquete envuelto en papel de envoltura

Magia floreciente, Abuela lo llamó cuando le conté lo que estaba


sucediendo. Aunque en realidad no será tuya hasta que esté vinculado a
ti, dijo con un guiño.

Y ahora aquí estaba el sentimiento otra vez, como un buen augurio


tranquilizador. Les demostraría que no era una cobarde. Salí corriendo
hacia el bote y salté a bordo. Alguien en tierra comenzó a gritarme, pero
tanta sangre latía en mis oídos que las palabras se desvanecieron en el
fondo. El bote se balanceó debajo de mí, pero seguí adelante y puse una
palma en el costado de la jaula.

Los huesos estaban ardiendo.

Grité y tiré de mi mano hacia atrás. Debían de haber sido mágicos con
seguridad. Me volví para correr otra vez, pero algo me atrapó y me empujó
hacia atrás.

El prisionero sostenía un trozo de mi falda. En cada uno de sus nudillos


estaba impreso con un tatuaje triangular negro.

—¿A dónde crees que vas, bella dama?

Mi corazón se estrelló contra mi caja torácica.

—Suéltame.

Se echó a reír, y sonó como el crujido del vidrio debajo de una bota.

—¿Una araña suelta una mosca cuando una se aventura demasiado


cerca de su telaraña?

Podía sentir el calor saliendo de los huesos de la jaula mientras él me


tiraba más cerca. La piel de mi palma ya comenzaba a ampollarse. Agarré
su muñeca y clavé mis uñas en su carne.

—¡Déjame en paz!

El prisionero gruñó cuando unas gotas de sangre brotaron por los


cortes que había hecho. Se apartó de mi agarre y usó el impulso para tirar
de mi mano contra la jaula. Un calor abrasador ardía entre mis dedos.

Mi visión se convirtió en túnel y se oscureció.

De repente estaba parada en una caverna muy por debajo del suelo.
Paredes onduladas se alzaban a mí alrededor como olas en cresta, blancas
como la nieve y muy hermosas.

Una mina de sal.

Mis labios estaban secos, la sed rogando en el fondo de mi garganta.


Me dolían los músculos como si hubiera estado trabajando todo el día, pero
una ira que ardía en mi pecho la eclipsaba. Me volví hacia el hombre que
estaba a mi lado, un extraño, aunque de alguna manera sentí como si lo
hubiera visto antes. Y fue entonces cuando me di cuenta: no era yo quien
lo conocía. El prisionero lo hacía.
Estaba atrapado dentro de su mente. Era su sed. Sus músculos
adoloridos. Su ira.

—Nadie se cruza conmigo y vive para hablar de eso —dijo el prisionero


mientras sus manos rodeaban el cuello del hombre.

Podía sentir los contornos de la garganta del extraño contra mi piel: su


áspera barba incipiente, la elevación de su manzana de Adán, los tensos
cordones de los músculos luchando contra la muerte, como si fueran mis
propios dedos cortándole el aliento.

Tomó toda la fuerza que tenía, pero me aparté de la visión justo cuando
el extraño cayó al suelo.

El prisionero se sentó frente a mí, todavía atrapado en la jaula de


huesos, con una mueca perversa en su rostro, como si estuviera
deliberadamente pensando en lo peor que había hecho y obligándome
presenciarlo.

—Por favor —dije—, déjame ir.

No lo hizo. Presionó mi muñeca contra el costado de la caja de huesos


nuevamente y fui absorbida por otra visión. Mi mente pasó por una serie
de imágenes horribles que me revolvieron el estómago: lo vi trinchar el
corazón que aún latía del pecho de una mujer, lo vi enterrar viva a otra
víctima y luego sentarse tranquilamente junto a la tumba hasta que los
sonidos de lucha disminuyeron. Podía sentir sus emociones como si fueran
mías: su hambre de destruir, la forma en que se alimentaba del miedo a
sus víctimas, su enferma satisfacción cuando la vida se agotaba.

—¡Déjala ir! —Esta vez las palabras no fueron mías, y fueron


acompañadas por una mano atravesando los barrotes de la jaula, seguido
de un silbido de dolor del prisionero.

Me soltó y su puño golpeó el fondo de la jaula con un ruido sordo. Su


brazo colgaba sin fuerzas a su lado, roto.

El alivio me inundó y me volví para ver a Bram Wilberg.

—Gracias —dije, una gota de sudor deslizándose por la parte posterior


de mi cuello.

Bram me tocó ligeramente el codo.

—¿Por qué hiciste eso? Podría haberte matado.

Pero no tuve tiempo de responder. El prisionero estiró una mano a


través de las barras, una mano con los mismos cuatros tatuajes negros
como la primera, y agarró mi tobillo. Los ojos de Bram se abrieron de
sorpresa ante mi agudo respirar. Tiró de mi brazo, pero el prisionero era
más fuerte. Todo mi cuerpo presionado contra la celda de huesos, y un
dolor cegado se disparó a mi costado.

Fui transportado a otra visión, pero esta vez no estaba en la mente del
prisionero, estaba en la de Bram. Tal vez tenía cuatro años, frente a una
pequeña, descolorida casa, su rostro marcado con hollín y lágrimas. Su
mente llena de rabia, pulsando con el deseo de destruir todo lo que veía.
Un hombre se le acercó y colocó una mano en su hombro.

—Podrías haber estado allí, también.

Los ojos de Bram se expandieron. Incrédulo.

—Deseó haber estado con ellos. Preferiría estar muerto que estar aquí
contigo.

El hombre frunció el ceño.

—Eso es algo terrible de decir, jovencito.

La expresión de Bram se ensombreció y el hombre apartó su mano.


Gritó. Se llevó los dedos rotos a la palma opuesta.

—Eres un monstruo. —El hombre se apartó.

—Tú eres un monstro —dijo Bram entre dientes.

La visión regresó al prisionero. Caminaba a través de un granero con


una antorcha en su mano, encendiendo balas de heno y fuego. El aire
estaba lleno de humo y el quejido de miedo de los animales.

Un tirón en mi brazo regresó la visión a Bram. Llama e ira. Y de nuevo


regresó al prisionero. Llama e ira. Ambos rostros hechos uno hasta que no
podía distinguir la diferencia. El miedo escalaba dentro de mí y sentía como
si estuviera en llamas, también.

Un crujido sonó a través del aire, y regresé al presente. Bram y yo


estábamos en el piso. La jaula de huesos estaba rota, varias barras rotas
por la mitad, y el prisionero escapaba a través de la abertura.

En la orilla, uno de los Liberadores de Huesos a cargo de custodiar el


barco gritaba y corría hacía el bote. Pero era demasiado tarde. El prisionero
ya había pasado el muelle.

Otro liberador vino abordo, me agarró por los hombros, y me sacudió


como una muñeca de trapo.
—¿Qué pensabas?

—Fue… fue una amenaza —dije suavemente.

—¿Qué hubiera pasado si no llegaba a ti a tiempo? —La voz del


Liberador era puro sentimiento.

Todo mi cuerpo temblaba y tuve que sostenerme a su brazo para evitar


tropezar. Quería decirle que no llegó a mí a tiempo, que el prisionero se
llevó algo que nunca podría regresar: el destino no estaba de mi lado. La
magia me había traicionado por completo. No dejaría el barco de manera
triunfante. Lo dejaría rota. Pero el mundo se atoraba en mi garganta.

—Y tú… —el Liberador se giró hacia a Bram—, ¿tomabas una


advertencia, también?

—No. —Bram tiró de su nunca—. Solo trataba de ayudar.

—Debiste haberle dejado a los adultos. —El liberador se acercó para


inspeccionar la jaula de cerca—. Esto no debería ser posible —dijo más
para sí mismo que para nosotros. Tocó los huesos rotos con su mano—.
Algo lo ayudó a escapar.

Un temblor de miedo me recorrió.

—¿Quién? —pregunté—. ¿Quién lo ayudó?

El Liberador ondeó una mano de forma despectiva en mi dirección.


Estaba a punto de presionarlo por una respuesta cuando una conmoción
al otro lado del bote me llamó la atención. El prisionero, perseguido por un
hombre en la Guardia Ivory, corría de nuevo hacia las escaleras de la
cubierta principal. Corría hacía mí, con las manos estiradas, como si
intentara estrangularme.

Pero antes de que pudiera tocarme, el Liberador de Huesos intervino.


Con un giro de su muñeca, rompió el humero del prisionero. El hombre
maldijo y juró y pronunció una maldición en mi casa por una cien
generaciones.

El guardia que había estado persiguiendo al prisionero rodeó la


esquina y lo tiró al piso.

—Mató a tres de la tripulación antes de que llegara a los muelles.

El tiempo pareció ralentizarse y estirarse antes de venirse en picada.


Todo el aire dejó mis pulmones en un momento de horror absoluto. Esto era
mi culpa. Confié en mi premonición, y ahora tres personas inocentes
estaban muertas.
La náusea se acumuló en mi estómago. No tenía un don como Abuela
pensaba. La magia de huesos era peligrosa en mis manos. No podía confiar
en ella.

El Liberador puso sus manos en mis hombros y me giró hacia él, como
si intentara conseguir mi atención. Sus labios se movían, pero todo lo que
podía escuchar era el correr de mi sangre en mis oídos. Y luego, finalmente:

—Necesitas un Sanador —dijo.

Bajé la mirada. Mis manos estaban cubiertas en quemaduras.

—La llevaré —dijo Bram, dando un paso hacia adelante. Pero al


momento en que lo vi, su rostro se convirtió en el del prisionero.

—No —dije—. No necesito ayuda.

Bram frunció el ceño.

—Sí, la necesitas. —Se estiró por mi brazo—. Déjame…

Me alejé y me apresuré en bajar del bote. Para entonces una multitud


se había reunido, y empezaron a hablar a la vez, sus preguntas eran
inentendibles. Me sentía aturdida.

—Saskia —dijo Bram, atrapando mi hombro—, espera.

—¿Quién murió en el fuego? —pregunté quedamente, enfrentándolo.

—¿Qué estás…?

—Te vi —le dije, más fuerte esta vez. La multitud quedó en silencio—.
Estabas enojado y rompiste los dedos del hombre, y…

Un lento horror le cubrió el rostro. Me sentí como un monstruo por ver


sus memorias más personales y luego usarlas contra él, pero cuando se
alejó, respiré un poco más fácil. No quería que me tocara. Nunca más.

Peder vino desde el bordé del barco y me tomó la manga.

—¿Entonces Bram intentaba ayudarte o herirte?

—No lo sé —dije, apartándome de la multitud y cayendo en los brazos


de Ami.

Desde ese entonces tuve una pesadilla en donde era perseguida por
las calles de Midwood, agarrada por unos puños con nudillos tatuados
de negro, cubierta en dolor y oscuridad. Siempre, despertaba sudando
frio, con el corazón acelerado, convencida de que había tenido una
premonición sobre mi muerte.

Los locales empezaron a susurrar sobre Bram. Se preguntaba por qué


lo evitaba, especulaban que debía ser peligroso. Comenzaron a darle un
ceño más fruncido de lo normal, y casi los corregía. Fue mi estúpida
decisión la de correr hacia el bote. Mi error el que costó tres vidas
inocentes. Sin embargo, estaba siendo perseguida por lo que vi en el
pesado de Bram. ¿Comenzó el fuego? ¿Realmente podía asegurarle a los
locales que no era peligroso después de la oscuridad que vislumbré en su
corazón?

Y luego, unas semanas después, vi a Bram Wilberg compitiendo a la


soga en el Festival del banquete, ambas manos apretando la soga
fuertemente, triángulos negros en sus nudillos los cuales estaban
rodeados en rojo como si se los hubiera hecho recientemente, y mi
garganta se apretó.

Su expresión era intensa. Su ceño fruncido en concentración. De


inmediato regresé al día en el bote cuando su rostro se volvió el del
prisionero, cuando no podía distinguirlos. Y ahora tenían un conjunto de
tatuajes idénticos.

Lo miré con los ojos muy abiertos hasta que levantó la vista y
nuestros ojos se encontraron por un segundo. Le dio un tirón extra a la
cuerda y el equipo contrario se adelantó y cayó.

La multitud estalló en ruidosos aplausos.

Pero me di vuelta y corrí.

Mi próxima sesión con la Maestra Kyra va incluso peor que la primera.


Me lleva la mayor parte de la mañana ver qué hay en su bolsillo, pero
finalmente se forma una forma borrosa detrás de mis ojos.

—Es una llave —digo, a partes iguales aliviada y triunfante.

—Ni siquiera cerca. —Saca una pluma de su capa y me la muestra.

Miedo helado gotea por mi columna vertebral. Estar equivocada es


peor que no ver nada en absoluto.
—Tiene que haber una manera más fácil —digo mientras Kyra recoge
los huesos y los desliza en la bolsa de terciopelo que cuelga de su
cintura—. ¿No hay huesos más poderosos con los que pueda entrenar?
—Estoy ansiosa por contarle sobre mi progreso con Latham, rogarle que
me deje usar los huesos de entrenamiento.

—No necesitas huesos más poderosos para una tarea tan simple —
dice—. Es una muleta usar huesos más poderosos de lo necesario. Sin
mencionar que no es ético. Cada hueso que usas para practicar es un
hueso que no se puede usar para otra cosa.

—Pero…

—Ya te pondrás al corriente —dice ella—, y cuando lo hagas, estarás


mejor para la lucha.

No veo cómo el fracaso me hará una mejor Encantadora de Huesos,


y abro la boca para decirle eso, pero levanta una mano.

—Soy la maestra y tú eres el aprendiz por una razón. Haz tu parte y


déjame hacer la mía. Ahora ve a tu próxima lección. —Y con eso me da la
espalda y se aleja.

Mi mirada se desliza hacia el armario donde se almacenan los huesos


de práctica. Mis dedos se contraen a mis costados.

Pero no hay tiempo.

Salgo al corredor y me uno al enjambre de otros aprendices que están


saliendo de las salas de entrenamiento desde todas las direcciones.
Nuestra próxima lección es un seminario, una de las pocas clases que
tenemos todos juntos, y se supone que tiene lugar en una habitación
debajo de Ivory Hall llamada el Taller.

Todos avanzamos lentamente en la misma dirección, atravesando los


pasillos como una serpiente gigante y colorida, hasta llegar a la parte
superior de la escalera, un conjunto amplio y elegante de escalones que
desaparece bajo tierra después de la primera curva elegante. Me pongo
de puntillas y busco una cara familiar en la multitud: Tessa, Talon o
incluso Bram, pero somos demasiados en un área demasiado pequeña y
no puedo encontrar a nadie que conozca.

Todos están ansiosos por ver el taller, así que bajamos las escaleras,
descendiendo hombro con hombro, llenando cada centímetro cuadrado.
Cuando llegamos al fondo, apenas puedo respirar.
Espero una habitación húmeda y mohosa, pero en su lugar, entramos
en un espacio cavernoso y muy iluminado que se extiende más allá de lo
que puedo ver. Docenas de esqueletos completamente ensamblados,
humanos y animales por igual, cuelgan alrededor del perímetro de la
habitación. Junto a ellos hay cajas llenas de huesos idénticos que han
sido separados y cuidadosamente etiquetados, cada uno con su nombre
y para qué magia es más útil. En el centro de la sala hay mesas de trabajo
donde, presumiblemente, seremos probados en nuestro conocimiento.

—¡Sigan avanzando, aprendices! —grita Norah desde algún lugar en


la distancia—. No se entretengan.

El taller se extiende y sigue. Pasamos por estantes forrados con


gruesos libros encuadernados en cuero, mesas extendidas con mapas de
Kastelia y un gran exhibidor en la pared, empapelada con diagramas del
cuerpo

Norah finalmente aparece a la vista. Está parada en un escenario en


el centro de un pequeño anfiteatro.

—Encuentren un asiento en la sección apropiada —dice—. Dense


prisa, ahora.

Los bancos están pintados para combinar con las capas que usamos.
Grandes franjas de azul y verde para los Sanadores y los Vigilantes,
secciones moderadas de color negro para los Quebradores, púrpura para
los Mezcladores, naranja para los Talladores. Y el punto muerto es una
pequeña sección en rojo, donde no más de seis aprendices pueden
sentarse juntos al mismo tiempo.

Este año solo somos dos.

Una chica que solo puedo suponer que es la Encantadora de Huesos


con la Primera Visión se sienta al borde de la pintura roja. Su cabello
castaño arena está trenzado para parecerse al esqueleto de un arenque:
pequeños mechones delicados entrelazados para formar un hermoso
patrón. Tan pronto como me ve, sus ojos color avellana se abren y sonríe.

—Te he estado buscando por todas partes. —Extiende su mano—.


Soy Ingrid.

—Saskia —digo, sentándome a su lado—, y también te he estado


buscando.

Charlamos mientras el resto de los aprendices llenan los asientos a


nuestro alrededor. Descubro que es de Nyburg, una ciudad dos veces
más grande que Midwood; tenían más de doscientos candidatos en su
última ceremonia de vinculación. Es la menor de cuatro hermanos y la
primera Encantadora de Huesos de su familia.

—¿Te enfermaste esa primera noche? —pregunta—. Porque yo fui


miserable.

Me río.

—Sí, mi compañera de cuarto estaba lista para ir a buscar un


Sanador.

—Lo hiciste mejor que yo —dice—. Me derrumbé en el momento en


que entré por la puerta.

Algo brillante y cálido crece dentro de mí, como si hubiera salido del
frío para sostener mis manos sobre el fuego. Es muy agradable hablar
con alguien sin un trasfondo de resentimiento o sospecha. Esto debe ser
lo que se siente pertenecer.

Norah aplaude tres veces y la habitación queda en silencio. Ingrid me


aprieta la mano antes de girarse para mirar hacia adelante. Mi mirada
recorre la habitación y cae sobre Bram. Él y varios de los otros
Quebradores están sentados juntos, y puedo decir por su lenguaje
corporal que su conversación acaba de terminar. Se ve relajado, como si
hubiera conocido a los otros aprendices toda su vida. Aprieto los labios y
me doy la vuelta, enojada por cómo mis ojos siempre parecen encontrarlo,
sin importar lo que esté buscando.

Cuando era pequeña, mi madre solía darme lecturas falsas. Me


contaba sobre múltiples caminos y luego mentía sobre cuál elegía,
sabiendo que yo me dirigiría a la inversa, lo que en realidad prefería. No
me llevó mucho tiempo entenderlo. Notaba la sonrisa de satisfacción que
tenía cuando elegía el camino opuesto. No era tonta.

Pero odiaba lo bien que mi madre me conocía. Con qué facilidad podía
manipularme, incluso cuando intentaba resistirme.

Ahora no puedo evitar preguntarme qué tipo de juego mental jugó


cuando pronunció el nombre de Bram en la ceremonia. ¿A quién vio
realmente en mi camino? ¿Estaba realmente tratando de guiarme?

¿Y me estoy resistiendo a su plan o lo estoy cumpliendo?

La voz de Norah corta mis pensamientos:

—Bienvenidos a su primer día en el Taller, mis amigos. Pasarán


mucho tiempo aquí este año.
Dejo escapar todos los pensamientos sobre mi hogar, mi madre y
Bram y enfoco toda mi atención en Norah. Estoy decidida a aprender todo
lo que pueda en Ivory Hall para poder dominar el Encantamiento de
huesos de una vez por todas.

Entonces todos a mi alrededor estarán a salvo, y nadie más que yo


volverá a controlar mi destino.
11
La Tutora
Traducido por Sofiushca

El suero de la verdad huele terrible.

H
ago una mueca mientras llevo el cuerno a mis labios. Por una
parte porque me revuelve el estómago y por otra para
comprarme unos segundos más mientras mis pensamientos
aún están a salvo. Di la verdad lo más inteligentemente que puedas, dijo
mi madre.

Como ella hizo.

Hemos estado en la cámara del consejo por horas. Horas que parecen
días.

El Maestro Oskar presentó un caso convincente contra mi madre:


cómo llegué a la casa de huesos por la esencia del casco de caballo, cómo
me negué a decirle para qué lo estaba usando, cómo pasé una cantidad
inusual de tiempo con el nuevo aprendiz, cómo lo visitaba a menudo
cuando él no estaba y más tarde descubrió que había estado allí.

Y, por supuesto, el testimonio de Ami confirmó todo lo que dijo. Sí,


parecía que visitaba a propósito cuando el Maestro Oskar no estaba allí.
No, no le había dicho por qué mi madre necesitaba suministros. Sí, había
traído a mi destinado en una de mis visitas a pesar de que no tenía nada
que ver con la casa de huesos.

Todo el tiempo, observé la cara de mi madre por alguna señal de


preocupación, pero su expresión permaneció serena incluso cuando los
otros miembros del consejo parecían más y más preocupados.

El interrogatorio de Declan fue el más corto, pero el más doloroso.


Anders le preguntó si había visitado la casa de huesos y con qué
propósito. Las respuestas de Declan fueron cortas y confiadas. Dijo que
quería saber dónde estaba pasando mi tiempo, quería conocer a mi mejor
amiga, quería estar conmigo lo más posible.

—¿Qué tan bien conoces a Saskia?

Su mirada encontró la mía y la sostuvo.

—Muy bien —dijo—. La conozco desde que éramos niños. Y nosotros...


—Dejó de hablar abruptamente y abrió mucho los ojos, como un animal
que acaba de verse atrapado en una trampa.

—¿Y ustedes qué?

Declan tragó saliva.

—Nos hemos estado viendo desde antes del kenning.

La expresión de Anders se hizo más aguda. Internamente, me


estremecí. Emparejarse antes del kenning siempre ha sido mal visto. Crea
problemas cuando un candidato se une a un compañero que está
enamorado de otra persona. Anders hizo una pausa por un momento,
parecía considerar seguir investigando, pero luego pareció decidir dejar
caer la línea de preguntas. Aun así, no era un momento ideal para que me
percibieran como una infractora de reglas.

—¿Has notado algún cambio en el comportamiento de Saskia


recientemente?

Declan se mordió el interior de la mejilla. No habló durante varios


largos momentos.

Anders se aclaró la garganta.

—¿Y bien?

—Sí —dijo Declan suavemente.

—¿De qué manera?

—Ella ha sido menos... ella misma desde el kenning.

—¿Menos honesta?

—No sé si lo pondría de esa manera.

—¿Cómo lo pondrías?

Declan se removió en su asiento.


—Ha estado más distante. Menos abierta.

—¿Como si estuviera guardando secretos?

El ceño de Declan se frunció como si estuviera dispuesto a no


responder. Pero finalmente la respuesta se derramó de sus labios como
veneno.

—Sí.

La sala se quedó quieta y en silencio.

—Solo una pregunta más —dijo Anders—. ¿Alguna vez te has


aventurado más allá de la antecámara de la casa de los huesos?

—No —respondió Declan simplemente—. Estuve con Saskia y Ami todo


el tiempo.

—Gracias por su tiempo —dijo Anders—. Estás excusado.

Anders se volvió hacia mi madre:

—Della, odio hacer esto...

—Por supuesto —dijo alegremente—. No tengo nada que ocultar.

Se bebió el suero de la verdad de un trago. Anders no se molestó en


comenzar con preguntas fáciles como lo había hecho con cada otro testigo:

—¿Para qué necesitabas la esencia del casco de caballo?

La voz de mi madre era clara como una campana cuando respondió.

—Uno de los huesos kenning se fracturó. Quería repararlo.

Dejé de respirar. La sangre rugió en mis oídos, pero los otros miembros
del consejo no parecían alarmados. Debe haber sido la manera en la que
preparaba los huesos el problema. Pero Anders no sabría preguntar sobre
eso, y su respuesta inteligente hizo que pareciera que estaba reparando
una pequeña grieta, sin tejer dos versiones del futuro juntas.

—¿Por qué esconderlo de Saskia? —preguntó Anders—. ¿Por qué no


podría explicarle a Oskar lo que planeabas hacer con los suministros?

—No se lo dije porque no quería que se sintiera culpable.

—¿Por qué se sentiría culpable?

La mirada de mi madre se deslizó hacia mí y le tomó un momento


responder.
—Porque fue su culpa. Saskia rompió el hueso.

Las palabras me cortaron hasta la médula. Porque las dijo con


acusación en su voz. Las dijo como si hubiera perdido la capacidad de
mentir.

Por primera vez desde el kenning, me di cuenta de que me resentía por


algo que ni siquiera recordaba haber hecho. Miré al suelo frente a mis pies
por el resto de su testimonio. Solo miré hacia arriba cuando Anders me
llamó.

Di la verdad tan inteligentemente como puedas. Mi madre le dijo al


consejo la verdad, que el hueso se rompió, que quería repararlo, pero no
toda la verdad. No es que haya infundido los huesos con magia extra. No
es que el hueso se haya roto durante el kenning en lugar de después. No
es que estuviera tratando de engañar al hueso para que pensara que
estaba dentro de un cuerpo.

Ella respondió a todas las preguntas como si no tuviera nada que


ocultar, a pesar de que estaba escondiendo mucho. Cuando dejó la silla de
testigos, incluso el Maestro Oskar parecía que se sentía mal por acusarla.

Pero yo no soy mi madre, y no puedo ser confiada con sus secretos.

El cuerno tiembla contra mis labios mientras tomo un sorbo. La


amargura golpea la parte posterior de mi garganta y me dan arcadas.
Debería haberlo tragado todo de una vez. Tomo el resto del suero y le
paso los keras a Rakel. El calor sube en mis mejillas, y trato de enfriarlas
presionando mis palmas contra mi cara.

—¿Estás lista? —pregunta Anders. Su voz suena lejana, como si


estuviera gritando desde el fondo de un pozo.

Me las arreglo para asentir.

—¿Cuál es tu nombre? —pide.

—Saskia —la respuesta prácticamente salta de mi boca, como un


estornudo inesperado.

—¿Cuántos años tienes?

Esta vez, estoy más preparada. Evito responder por un momento,


pero sigue siendo irresistible. Más como una tos que puedo contener un
poco, pero no para siempre.

—Tengo diecisiete años.


—¿Y fuiste vinculada en tu kenning?

—Sí.

—¿Con quién?

—Declan.

—¿Y le estás ocultando secretos?

—Sí. —Tan pronto como la palabra sale de mi boca, me doy cuenta


de que no debería haberlo dicho así. Debería haber dicho, no le cuento
todo, pero estoy segura de que llegará a su tiempo. Por el rabillo del ojo,
veo a Declan estremecerse.

Sin embargo, no tengo tiempo para pensarlo, porque las preguntas


siguen llegando:

—¿Cuándo descubriste que faltaban los huesos de tu padre? ¿Por qué


visitas la casa de huesos con tanta frecuencia? ¿Sabías lo que tu madre
planeaba hacer con la esencia del casco de caballo?

Y luego una pregunta que no puedo responder:

—¿Por qué rompiste uno de los huesos kenning?

Esta vez las palabras no están esperando en la punta de mi lengua.


La ausencia es tanto una sorpresa como un alivio. Como una picazón que
desaparece sin ser arañada. Tal vez tengo algo de control sobre la
respuesta porque no hay una respuesta.

—No lo sé —le digo finalmente. Y luego, después de un segundo


agrego—: fue un accidente, y me siento terrible. —Mis ojos se posan en
mi madre y ella me da una sonrisa triste. No estoy segura si es genuina
o si es para aparentar.

La expresión de Anders se suaviza.

—Estoy seguro que sí —dice—. Primero el hueso dañado de tu abuela,


y ahora esto.

Una ola de dolor me invade y me lleva al mismo lugar oscuro que he


visitado tantas veces desde que Abuela y mi padre murieron. Las
palabras de Anders son las mismas que han hecho eco en mi mente una
y otra vez durante los últimos años. Y ahora esto. Y ahora esto. Y ahora
esto.

No estoy segura de cuántas fracturas más puedo soportar hasta que


me desmorone.
Declan, Ami y yo paseamos por la ciudad, cada uno perdido en
nuestros pensamientos. Los únicos sonidos son el chirrido de los grillos
y el chasquido de nuestras botas contra los adoquines. Estamos
apuntando vagamente en dirección a la casa de Ami, pero ninguno de
nosotros parece tener prisa por llegar allí.

El consejo excusó a todos los testigos y ahora se reúne en privado


para discutir los próximos pasos. A pesar de entrevistar a todos los que
incluso se encuentran a poca distancia de la casa de huesos desde la
muerte de mi padre, no están más cerca de descubrir lo que sucedió.

Los eventos del día se nos aferran como musgo a piedra.

Me pregunto si los demás tienen tanto miedo de hablar como yo, si


les preocupa que el suero aún no se haya agotado, si sus secretos se
sienten como caballos desenfrenados dentro de ellos, resoplando y
pisoteando y esperando la oportunidad de liberarse.

—¿Alguno de ustedes tiene hambre? —pregunta Ami.

Estamos pasando el Tib & Fib, una taberna llamada así por un cliente
que se emborrachó tanto que se cayó y se rompió los dos huesos de la
pierna. Siempre me ha sorprendido que el lugar pudiera permanecer en
el negocio con un nombre tan desafortunado, pero tal vez a las personas
que ahogan sus penas en bebidas fuertes no les importa. Tal vez sienten
que la fortuna ya los ha abandonado.

—No la suficiente hambre como para comer allí —dice Declan.

Un cliente abre la puerta cuando pasamos, y la risa estridente sale a


la calle junto con el olor a carne a la parrilla.

Ami sonríe.

—El Diente Dulce se acerca más a lo que tenía en mente. —Ella se


vuelve hacia mí—: ¿Qué piensas?

Casi le digo que no, pero, pensándolo bien, tengo la urgencia


abrumadora de algo dulce, dejar que un poco de azúcar se derrita en mi
lengua y ahuyentar el sabor de las últimas horas: el suero de la verdad
amarga y la mirada aún más amarga en los ojos de mi madre cuando me
culpó por el hueso roto de Abuela.

—Sí —decimos Declan y yo en el mismo momento.

Los tres nos reímos, y un poco de mi tensión se desvanece.


Nos dirigimos al final de la calle, pasando la Posada del Dragón
Blanco y la Casa Sanadora, con sus cientos de botellas de remedios de
huesos alineados dentro de las ventanas. Cuando llegamos a la
panadería, Ami abre la puerta y el olor a azúcar flota hacia nosotros.

Ordenamos lo suficiente para diez personas: pequeños bollos dulces


rellenos de pasta de almendras, trozos de pan frito enrollados en canela
y azúcar, cuadrados de queso aterciopelado cubiertos con bayas de saúco
moradas. El panadero envuelve nuestras golosinas en tela y las coloca en
una pequeña canasta de mimbre que le ofrece a Ami.

—Disfruten —dice.

Le toma un momento a Ami responder. Su expresión es ansiosa, como


si sintiera peligro al responder a algo tan inocuo como bromas comunes.
Y entonces, finalmente:

—Gracias. Lo haremos.

Comemos mientras caminamos, cada uno de nosotros sacando otro


postre de la canasta que colgaba del codo de Ami en el momento en que
terminamos de masticar el primero. Bocas que comen no pueden ser
bocas que hablan.

De los tres, Ami vive más cerca de la plaza del pueblo, en una de las
casas más amigables de Midwood. En los días cálidos, la puerta siempre
está abierta y el olor a pan horneado flota en la brisa como una invitación.
Las cajas de flores en las ventanas superiores derraman flores coloridas
que se deslizan por la fachada para que parezca que la casa está llorando
pétalos. Cuando éramos pequeñas, nuestras casas me parecían más
semejantes. Ambas estaban llenos de amor y ruido, ambas estaban llenas
de familia, padres y abuelos que nos adoraban. Pero lentamente, mi casa
se vació, la pena se hundió en los huecos que la muerte dejó atrás,
mientras que la de ella se mantuvo igual.

El contraste es un dolor constante.

Para cuando llegamos a la puerta de entrada de Ami, el día casi ha


terminado. El sol se derrite en el horizonte, dejando atrás un brillante
charco de luz naranja.

Ami se vuelve hacia mí antes de entrar y me abraza.

—Lo siento. —Su voz se atropella con las palabras.

—Ami, no lo hagas —le digo—. No es necesario.


Pero sus ojos se llenan de lágrimas.

—Te hice parecer culpable —dice—. Cuando sé que no lo eres. Pero


las respuestas simplemente llegaron y no pude... no tenía control. Es
como si no pudiera aclarar ni poner nada en contexto.

Aprieto su mano.

—Lo sé. Fue lo mismo para mí. —Echo un vistazo por encima del
hombro a Declan, que se ha echado atrás para darnos privacidad y está
estudiando atentamente las plantas en el huerto al lado de la casa de
Ami—. No hiciste nada mal. Pero entiendo la necesidad de disculparte.
Creo que tengo algunas explicaciones que dar.

Ami me da una mirada comprensiva.

—Solo estabas siendo honesta.

—Sí —le digo—. Lo que hace que sea más difícil de explicar.

Ella mira hacia Declan y luego de vuelta a mí. Su voz baja, en forma
de conspiración.

—Tendrás que informarme más tarde sobre qué secretos le estás


ocultando.

Intento reír, pero sale forzado y artificial.

Ami golpea su cadera ligeramente contra la mía.

—A menos que a mí también me ocultes secretos. —Suena juguetona,


pero la conozco lo suficiente como para escuchar la nota de inseguridad
en su voz.

—Ami… —Quiero explicar, pero no puedo encontrar las palabras. ¿Y


qué pasa si el suero de la verdad sigue vigente? ¿Qué pasa si empiezo a
hablar y accidentalmente digo demasiado?

Su expresión vacila y un escalofrío cae entre nosotras.

He perdido mucho. No puedo perder a Ami también.

—Hablaremos mañana. Lo prometo.

Ella asiente una vez, pero su expresión es cautelosa. Me entrega la


canasta llena de golosinas.

—Necesitas esto más que yo.


Mis sentimientos son una maraña dentro de mí mientras camino
hacia Declan. Se pone de pie y se limpia la tierra de las palmas.

—¿Ami está bien?

—Sí —digo—. Solo un poco inquieta por el suero de la verdad.

—Creo que todos lo estamos. —Algo cambia en su expresión, y de


repente entiendo que ha estado actuando por el bien de Ami. Obviamente
está más dolido de lo que me di cuenta.

—Declan...

—Si no quieres estar conmigo, ¿por qué no simplemente rechazas la


vinculación?

—Por supuesto que quiero estar contigo.

Sacude su cabeza.

—No puedo tener una relación con alguien que me oculta secretos,
Saskia.

Una espiral de alambre se desliza alrededor de mi corazón y se


aprieta.

Todo es culpa de mi madre. Ella nunca debería haberme dado una


lectura de vinculación. Ya me había enamorado de Declan antes de que
dijera su nombre en el kenning y me llenara de dudas. Sin embargo, un
emparejamiento de hueso que fracasa nunca es un buen augurio para
ninguna de las partes. Necesito encontrar una manera de arreglar esto.

Coloco mi mano sobre su antebrazo.

—Declan, sabes lo que siento por ti. Lamento cómo he estado


actuando últimamente.

—Simplemente no entiendo lo que hice.

—No hiciste nada. Mi madre… —Me esfuerzo para encontrar una


manera de decirle la verdad sin revelar demasiado—. Ella sabía que no
quería una lectura de emparejamiento, así que cuando dijo tu nombre...

Levanta una mano para detenerme.

—Esta historia no me está haciendo sentir mejor.

Me río.
—No, no porque no quisiera que estuviéramos juntos, sino porque
quería que tú me eligieras.

—Pero, Saskia —dice suavemente—. Ya lo hice.

Todo dentro de mí se suaviza, como la mantequilla en una cocina


cálida. He sido tan injusta con él. Paso una mano desde su hombro hasta
su palma y entrelazo mis dedos con los suyos.

—¿Podemos empezar de nuevo? —le pregunto—. ¿Por favor?

Su expresión es dura.

—Solo tengo una pregunta.

Una astilla de pavor penetra mi corazón. Trago.

—¿Cuál es?

—¿Cuántos de esos postres crees que puedo meter en mi boca al


mismo tiempo?

Sonrío, y mi preocupación se desenrolla en un movimiento rápido,


como la cuerda al final de un carrete de cometa. Declan nunca fue bueno
para mantener las conversaciones serias por mucho tiempo.

—Mmm. ¿Cuatro?

Se lleva una mano al pecho.

—Tu total falta de fe me ofende, Saskia.

—¿Cinco?

Sacude la cabeza con fingida exasperación mientras recoge un


puñado de golosinas, las desenvuelve y comienza a llevárselas a la boca
mientras caminamos.

Uno. Tres. Cinco. Ocho.

—Para —le digo—. No podrás respirar.

Se encoge de hombros como si el aire, o la falta de él, fueran


intrascendente. Especialmente si hay un desafío en juego.

Diez. Doce. Catorce.

Se vuelve hacia mí, sus mejillas hinchadas como una ardilla de fiesta.

Me río entre dientes, suavemente al principio, y luego es como si una


presa hubiera estallado, y pronto me estoy riendo tan fuerte que las
lágrimas corren por mis mejillas. Tan fuerte que soy yo, no Declan, quien
realmente tiene problemas para respirar.

—¿Qué es tan gracioso? —pregunta Declan.

O al menos creo que eso es lo que está diciendo. Es difícil saberlo con
la boca tan llena. Lo intenta de nuevo, pero un poco de saúco gotea de
sus labios y aterriza en su barbilla.

—Encantador —le digo, arrugando la nariz—. De verdad. Nunca te


has visto más guapo.

La esquina de su boca se curva hacia arriba. Mueve la mandíbula


hacia arriba y abajo, masticando durante varios minutos antes de
finalmente tragar y dejar escapar un suspiro de satisfacción.

—Impresionante —le digo—. Es una maravilla que no te hayan


vinculado como probador de sabor. Podrías hacer mucho en tan poco
tiempo.

Me sonríe. Sus dientes son morados.

Ya casi estamos en mi casa. Es muy diferente a la de Ami: esparcida


donde la de ella es ordenada, formal donde la de ella es acogedora. Una
luna llena cuelga bajo en el cielo, iluminando la piedra blanca y grabando
las hojas de los robles en plata. Un búho ulula suavemente en la
distancia, e imagino al pájaro atrapando y tragando una pesadilla.

Declan me acompaña por el camino hacia la puerta principal.

—Gracias por hacerme reír —le digo.

—Gracias por reírte —dice—. Me hizo sentir mejor. —Sus ojos son
suaves ahora, y todo el humor ha desaparecido de su expresión.

—Lamento lo de hoy. —le digo—. No quise decir… —Entrelazo mis


dedos y los sostengo frente a mí—. No quise que mi respuesta saliera de
esa manera. No es que te haya estado mintiendo. Yo solo...

—Saskia —dice Declan—. No te disculpes por decir la verdad.

—Simplemente no quiero que pienses...

Levanta la mano y mete un cabello suelto detrás de mi oreja.

—Puedo ser paciente —dice—, siempre y cuando me prometas que


tengo la oportunidad de convertirme en la persona en la que confías tus
secretos.
Su pulgar roza mi mejilla. Cuando deja caer la mano a su costado,
noto el más leve toque de rosa que rodea su muñeca, una línea tan débil
que podría ser solo un truco de la luz.

Los acontecimientos del día me pesan: los huesos de mi padre se


pierden. El suero de la verdad. La mirada en el rostro de mi madre cuando
me acusó con los ojos. Nada de eso conduce exactamente al romance.
Pero de alguna manera Declan ha logrado cortar todo eso y hacerme
sentir completamente a salvo. Él me ama. Incluso con todos mis defectos.

—Lo prometo —le digo.

Y hablo en serio. Es hora de que tome el control de mi propio destino


y confíe en mi propio corazón. Declan me eligió mucho antes de que los
huesos hablaran.

Es hora de que yo también lo elija.


12
La Encantadora de Huesos
Traducido por Yavana E.

No entré en mis clases esta mañana con la intención de robar huesos


de entrenamiento.

P
ero han pasado varias semanas y mi progreso es
dolorosamente lento. Tessa ya está curando heridas
complicadas; Talon ha dominado la vista canina y ha pasado a
controlar las aves; incluso las cartas de Ami sugieren que está dominando
rápidamente sus deberes en la casa de huesos en Midwood. Pero aún yo
estoy luchando con lo básico.

Y la Maestra Kyra no parece ni un poco preocupada.

Después de nuestra lección de hoy, en la que me tomó la mayor parte


de la mañana para discernir lo que acababa de desayunar —tostadas
secas, té con un terrón de azúcar y un tazón de bayas— me dio una
palmadita en el hombro y me dijo que estaba haciendo grandes progresos.

¿Por qué entonces siento que estoy fallando a cada paso? Ayer vi a
Ingrid salir de una de las salas de entrenamiento con un libro de hechizos
bajo el brazo, con las mejillas enrojecidas de placer. El hecho de que me
hayan dado mi propio libro de hechizos es otro hito para el que la Maestra
Kyra no cree que esté preparada. Vengo de una larga línea de
Encantadores de Huesos. ¿No debería venir sin esfuerzo a mí... la forma
en que mis ojos son exactamente del mismo tono que los de mi madre, o
mi risa suena como la de la abuela?

Cuando era joven, podía sentir la magia dentro de mí como un pulso.


Ese día en el barco de la prisión se sentía más como un maremoto, tan
fuerte que amenazaba con hundirme. Tan fuerte que destruyó tres vidas.
Después, pasé años alejando la magia. Pero, ¿y si eso empeoraba las
cosas? Porque ahora que estoy buscando mi poder, no puedo encontrar
más que una gota. ¿Qué pasa si vuelve a surgir y no he aprendido a
controlarlo? Las apuestas son mucho más altas ahora que he estado
atado a la magia de los huesos. Pronto empezaré a tener
responsabilidades.

¿Y si alguien sale herido? ¿Qué pasa si me llaman para determinar la


culpabilidad o inocencia de un prisionero y mi visión es inexacta? Podría
terminar condenando a alguien a la horca que no lo merece; o alguien
culpable podría salir libre y sus futuros crímenes serían mi culpa.

La Maestra Kyra puede no estar preocupada, pero yo sí. No puedo


permitirme moverme tan lentamente.

Ahora me paro frente al armario en la parte de atrás de la habitación,


librando una guerra conmigo misma.

Ir a espaldas de la Maestra Kyra es como hacer trampa. Estoy segura


de que introducirá los huesos de práctica cuando crea que estoy lista,
pero a este ritmo no será hasta dentro de meses. Aunque Latham pensó
que estaba lista el primer día. Las palmas de mis manos se humedecen
y las limpio en mi capa. Tal vez el estilo de enseñanza de la Maestra Kyra
es demasiado rígido. El pensamiento se siente como una brisa a través
de mi mente. Como una justificación.

Abro con facilidad la puerta del armario y encuentro estantes llenos


de cajas marrones de varios tamaños. Cada una de ellas está etiquetada
con una letra pequeña y clara. Huesos de un búho de orejas largas,
conjunto completo, fuerza: 38. Huesos de un zarapito gordo, sólo vértebras
cervicales, fuerza: 52. Huesos de una rata marrón, sólo tarso y metatarso,
fuerza: 5.

En un estante adyacente hay un montón de pequeños cuencos de


piedra, trozos de pedernal y fajos de incienso envueltos con hilo. Y otro
estante está forrado con libros encuadernados en cuero: Encantador de
Huesos: Una historia completa, Fundamentos del Encanto de Huesos,
Anatomía Humana, Zoología: Esqueletos de animales en aplicaciones de
Encantador de Huesos. Pero no hay libros de hechizos. Esos siempre se
guardan bajo llave. Mi madre tenía su propio libro de hechizos
cuidadosamente guardado incluso de mí.

Y nada de huesos de práctica tampoco. Abro todos los armarios de la


habitación con el mismo resultado. Hay una variedad de huesos
ordinarios, pero nada como lo que Latham me mostró cuando llegué. Tal
vez los reubicó para eliminar la tentación. Estoy a punto de rendirme,
cuando una ráfaga de luz solar entra por la ventana y, por el rabillo del
ojo, capto un destello de oro en el estante superior de uno de los armarios.

La caja de huesos de práctica que Latham encontró era de plata, pero


tal vez... arrastro un banco de madera al fondo de la habitación. La altura
adicional es suficiente para que las yemas de mis dedos rocen el estante
superior. Me paro en la punta de los pies y alcanzo ciegamente,
empujando a un lado las cajas que se sienten llanas hasta que mi mano
se cierra alrededor de una caja metálica de fantasía, por la sensación de
la misma. Mi pulso se dispara. Bajo y examino la caja. Es de plata con
pies de garra, y la parte superior está adornada con un patrón elevado de
vides doradas y rosas... deben haber sido las flores doradas las que me
llamaron la atención en la luz. No es la misma caja que usé antes con
Latham, pero Ivory Hall debe estar llena de cientos de juegos de huesos
de práctica. Con cuidado, doy vuelta la caja y examino el fondo. Una
pequeña etiqueta está pegada en la parte inferior. Huesos de una hembra
adulta, sólo falanges, conservados para su estudio (Primera, Segunda o
Tercera Visión, uso general), fuerza: 486. Desengancho el cierre de plata.
La caja está forrada en terciopelo azul afelpado.

Y los huesos del interior son iguales a los de Abuela.

Debería haberlo esperado, por supuesto. Un juego de huesos de dedos


femeninos se parece a otro, pero la vista me da un nudo en la garganta
que no puedo tragar. Me pregunto quién era esta mujer, qué la obligaría
a donar sus restos para ser usados así. La idea de los huesos de la abuela
escondidos en un armario en algún lugar, explotados una y otra vez por
extraños, me enferma. Cierro la caja y vuelvo a subir al taburete de
madera. No es como si supiera lo que haría con los huesos.

Abro el armario y vuelvo a meter la caja dentro. Mis dedos rozan el


cuero, lo que se siente como la columna vertebral de un libro. Mi aliento
se recupera. ¿Por qué alguien pondría un libro aquí, escondido detrás de
las cajas de huesos, a menos que estuvieran tratando de esconderlo?
Avanzo con los dedos, empujando el libro hacia mí hasta que está lo
suficientemente cerca para agarrarlo. Y luego lo saco del armario.

Es un libro de hechizos.

Tal vez me lleve los huesos de entrenamiento conmigo después de


todo.
Intento volver tranquilamente a la habitación de las mujeres, pero
cuanto más me acerco, más rápido me muevo, es como si mis piernas
estuvieran convencidas de que me siguen aunque mis ojos estén seguros
de que no lo hacen. Los últimos pasos son prácticamente una carrera.
Los objetos robados se sienten como una pesa de plomo en el fondo de
mi bolso.

Mis manos tiemblan mientras tanteo el pomo de la puerta.

Tessa está sentada en su escritorio, con un libro de hechizos abierto


delante de ella; está tan absorta que no me oye entrar en la habitación.
Apoya su barbilla en la palma de su mano y su pelo rizado cae sobre su
hombro como una cortina.

Al verla, me atraviesa una sacudida de alarma.

Agarro mi bolso con más fuerza a mi lado.

—Has vuelto pronto —digo. Sale más acusador de lo que pretendía, y


Tessa mira hacia arriba, sorprendida.

Si nota la mordedura en mi voz, no la muestra. Me da una sonrisa


cansada.

—En realidad, creo que has vuelto tarde.

Miro por la ventana. Ella tiene razón. El sol está en lo alto del cielo, y
la luz amarilla cálida inunda la habitación sin proyectar mucha sombra.
La mañana se ha ido.

Me hundo en la cama y me quito el bolso del hombro, empujándolo


subrepticiamente detrás de mí.

—Supongo que perdí la noción del tiempo.

Inclina la cabeza hacia un lado.

—¿Te sientes bien?

—Estoy bien. ¿Por qué?

—Pareces un poco afiebrada —dice—. ¿Quieres que te eche un


vistazo?

Las gotas de sudor en mi frente, el calor que cubre mis mejillas. Lo


último que necesito es que Tessa me examine y decida que no estoy
enferma, pero que exhibo los clásicos signos de engaño.

—No —le digo—. Creo que sólo estoy cansada.


Se muerde el labio.

—¿Es que no confías en mí? Porque soy mucho más competente de


lo que era hace unas semanas. —Se mueve hacia el libro de su
escritorio—. He estado estudiando como una loca, y aunque no pueda
hacerte sentir mejor, al menos puedo prometerte no hacerte peor. O
puedo conseguir a la Maestra Dina, si lo prefieres. Ella te hará sentir
como nueva en poco tiempo.

Una ola de afecto me inunda. La locuacidad de Tessa ha crecido en


mí, y ahora es tan reconfortante como escuchar el regazo del océano en
la orilla. Lo que me hace sentir aún más culpable por haberle mentido.

—Por supuesto que confío en ti —digo—. Es sólo agotamiento. Estoy


segura de ello.

—Tal vez deberías descansar en lugar de bajar al comedor —dice—.


Puedo traer algo para ti si quieres.

La esperanza salta en mi pecho. Es la solución perfecta: tiempo a


solas garantizado para estudiar el libro de hechizos sin tener que explicar
una ausencia evidente.

—Gracias —digo—. Tal vez me acueste un poco.

Su expresión es la misma que mi madre siempre usaba justo después


de que me hiciera tragar una cucharada de medicina como un niño, un
toque de exasperación justo cuando se derrite en el alivio.

Tessa se levanta para estirarse, y admiro, no por primera vez, los


tatuajes en forma de remolino en sus brazos. Me recuerdan un poco a los
de mi padre, pero ella no ha mencionado ser una artista. Aunque se
considera descortés preguntar sobre el origen de los tatuajes de alguien,
casi siempre provienen de experiencias demasiado personales como para
compartirlas casualmente, tengo la suficiente curiosidad como para
sentirme tentada. Tal vez más tarde, cuando nos conozcamos mejor.

Tessa se coloca su capa con un encogimiento de hombros.

—Le diré a los demás que te quedaste para descansar —dice—. Estoy
segura de que te echarán de menos.

Me reclino un poco para mostrarle que estoy ansiosa por dormirme,


pero olvido que mi bolsa está detrás de mí. La esquina de la caja de
huesos se hunde en mi espalda baja y antes de que pueda detenerme,
me estremezco. Tessa vacila en la puerta. Se muerde el interior de su
mejilla. Me estudia como si estuviera añadiendo una serie de grandes
números en su cabeza.

Y luego abre la boca, sin duda para golpearme con un aluvión de


preguntas. Pero no la dejo llegar tan lejos.

—Eres una buena amiga, Tessa —le digo.

Y luego me pongo de costado y cierro los ojos.

Me quedo inmóvil, fingiendo dormir, por lo que se siente como una


eternidad. Espero que Tessa vuelva a entrar en la habitación en cualquier
momento para ver cómo estoy una vez más. No es hasta que escucho el
bajo burbujeo de la charla flotando desde el comedor que me atrevo a
sentarme y sacar el libro de hechizos.

Está cubierto con un cuero azul oscuro, un color tan profundo, que
es casi negro, y acentuado en cada esquina con triángulos de color
borgoña. En la parte delantera, en letra dorada en espiral, hay una
palabra: Hechizos.

Abro el libro, y un torrente de emociones florece dentro de mí, como


una flor mortal. Es la emoción de lo prohibido, pero también el miedo a
ello.

Las páginas están llenas de diagramas de huesos en diferentes


configuraciones, largos párrafos de explicaciones y notas garabateadas
en los márgenes. Una inscripción dice: Hechizo para el corazón pesado
(Primera Visión): El esternón de cualquier animal o humano de sangre
caliente junto con cuatro costillas de la misma fuente. Especialmente
revelador para las acciones pasadas que han causado culpa o dolor.
Funciona como un hechizo incruento, pero la sangre y la llama producen
una mayor precisión.

Paso a la sección sobre la Segunda Visión. Hechizo de prisión


(Segunda Visión): El isquion de un pájaro no volador colocado en paralelo
al fémur de cualquier bestia de cuatro patas. Particularmente útil para
detectar las razones por las que un sujeto puede sentirse atrapado. En los
márgenes está garabateada una nota: Huesos de avestruz muy superiores
a los de un pingüino. Los huesos de pollo producen una visión borrosa.

Recorro página tras página de hechizos, patrones y consejos para


hacer las visiones más precisas. Una sección entera en la parte de atrás
discute el kenning, cómo es importante usar los huesos más poderosos
disponibles, humanos si es posible. Y cómo cuanto más estrechamente
relacionados estén los huesos con el sujeto, más claro será el kenning.
Los huesos de los familiares directos producen lecturas con los resultados
más puros. Paso la punta de mi dedo sobre las palabras. Por eso mi madre
quería que los huesos de la abuela estuvieran preparados a tiempo para
mi kenning.

¿A quién pertenece este libro? ¿Y por qué tiene información para las
tres Visiones? Se supone que los libros de hechizos son altamente
individualizados. Son las posesiones más valiosas y mejor guardadas de
cualquiera que tenga magia de huesos. Busco en las páginas un nombre,
alguna señal del dueño del libro, pero no encuentro nada.

Las voces fuera de la puerta me sacan de mis pensamientos. Meto el


libro de hechizos bajo la almohada y cierro los ojos justo a tiempo. El
ruido se extiende por la habitación, la charla y la risa, junto con el cada
vez más irritado hacer silencio de Tessa.

—Saskia está tratando de descansar. No hagas ruido.

Me doy la vuelta y abro los ojos. Tessa sostiene una bandeja con pan
y fruta.

—Estás de suerte —dice—. Norah anunció que tenemos la tarde libre,


así que puedes seguir descansando.

Talon, Bram y Linnea están detrás de ella, con las bolsas en la mano.

—¿A dónde van todos?

Tessa pone la bandeja en mi regazo.

—Decidimos que sería un buen momento para explorar la Ciudad de


Kastelia —dice—. Me gustaría que te sintieras mejor.

La decepción cae dentro de mí. Nada me gustaría más que salir de


Ivory Hall por unas horas, pero no puedo tener una recuperación
milagrosa después de tan poco tiempo.

—Yo también —digo—. Pero espero que se diviertan.

Bram me está estudiando con una expresión de disección.

—¿Qué te pasa?

—No me pasa nada —digo—. Sólo estoy cansada.

Sus ojos sostienen los míos.


—Todos estamos cansados. Hay algo que no nos estás diciendo.

Linnea le pone una mano en el codo.

—Vamos ahora. No hay necesidad de interrogarla.

Bram la ignora.

—Tu piel está toda manchada.

El comentario hace que me ardan las mejillas. Casi puedo sentir la


rojez que se desliza por mi cuello y mi pecho.

Talon se ríe.

—Es la piel clara —dice—. Yo también me pongo un poco manchado


cuando estoy enfermo.

—Saskia se mancha cuando está nerviosa —dice Bram.

Me pongo la palma de la mano en el cuello. Mi piel está en llamas.

—Y también cuando estoy enferma —digo a la defensiva, lo cual es


cierto, aunque mi voz tiembla con las palabras.

La mirada de Bram me hace sentir como si me hubiesen puesto al


revés para inspeccionarme.

Tessa frunce los labios y toca el interior de mi muñeca con la punta


de los dedos.

—Tu pulso es rápido. Tal vez debería quedarme aquí contigo.

—No —digo—. Estoy bien.

—No me importa. Yo sólo...

—Estoy bien —digo más firmemente—. Por favor, ve.

Si antes no tenía ganas de acostarme, ahora sí.

El grupo se va, aunque Tessa echa otra mirada preocupada sobre su


hombro antes de irse. El suave clic de la puerta que se cierra produce
una cascada de alivio. Pero sólo dura un momento antes de ser
reemplazado por una aguda sensación de pérdida. Prefiero hacer turismo
con una pandilla de nuevos amigos que estar atrapada en una habitación
abarrotada. En cambio, mi incapacidad para controlar mi magia me ha
robado otro poco de alegría.
De repente siento nostalgia de la risa de Ami. Por el guiso de carne de
mi madre. Por el búho que anida fuera de la ventana de mi habitación.
Me permito un tramo de autocompasión hasta que me siento vacía. Luego
meto todos mis sentimientos detrás de una puerta cerrada en mi mente.

Y reabro el libro de hechizos.


13
La Tutora
Traducido por Vanemm08

El hueso roto de Abuela ha comenzado a sanar.

S
e ha formado un callo suave alrededor de los bordes de la
ruptura, una gruesa red de nuevos huesos tejidos que mi
madre afirma es una buena señal de que la solución está
funcionando.

—¿Cuánto tiempo tenemos? —pregunto.

Nos paramos frente al estante, estudiando el contenedor de vidrio que


alberga el hueso. Mirando pero sin tocar, necesita permanecer tan quieto
como posible.

—En un cuerpo vivo, un hueso se reparará solo en un mes o dos. Pero


espero que esto tome más tiempo… —Ella suspira y se masajea las
sienes—. Aunque no estoy segura.

Los huecos debajo de sus ojos son más pronunciados hoy. Puedo
decir que no está durmiendo bien, y desearía que hubiera algo que
pudiera hacer, algo que pudiera decir. Pero no sé cómo escalar el muro
que se ha levantado entre nosotras.

—¿Qué sucederá cuando el hueso esté completamente curado? —


pregunto—. ¿Una de mis realidades solo desaparece? ¿Al instante?

Es una conversación que hemos tenido antes, pero todavía no puedo


entenderlo. El miedo en mi corazón es como una bestia dormida. A veces
me olvido de que incluso está allí: pasan días enteros en donde no pienso
en el hecho de que estoy viviendo en una realidad fracturada. Entonces
algo sucede que hace que el miedo se agite, despierte, se estire, y recuerdo
cuán grande es, cómo en cualquier momento me podría tragar entero.
La boca de mi madre se levanta en los bordes. Una triste sonrisa. Me
alcanza y mete un cabello suelto detrás de mi oreja.

—No dolerá, amor. Ni siquiera sabrás que ha sucedido.

De alguna manera eso no es reconfortante.

—¿Qué otros caminos viste para mí? —pregunto—. Necesito que me


digas. —Ella no responde de inmediato, y entonces presiono—. Si esta no
es la realidad que sobrevive, nunca sabré que lo discutimos. Y si es así,
entonces los otros caminos no importan, ¿verdad? El destino habrá
hablado.

—Saskia…

Un silbido agudo perfora el aire, seguido del chillido de un pájaro.


Vigilantes.

El ayuntamiento solicitó a Ivory Hall que enviara refuerzos después


de que Oskar descubriera que faltaban otros tres conjuntos de restos de
la casa de los huesos. Hace varios días, casi un mes después de que se
les solicitó, llegó un grupo de cantantes de huesos, y ahora los pájaros
circulan arriba, los perros patrullan las calles de Midwood, y un gran
merodeador —una criatura que parece que es mitad lobo, mitad león—
protege la entrada a la casa de los huesos. Aunque sé que el animal no
atacará sin una orden específica del Vigilante que lo controla, todavía me
seca la boca cada vez que visito a Ami. Nuestro pequeño pueblo, que
siempre se sintió tan seguro, ahora se siente como si estuviera
conteniendo la respiración, preparándose para un golpe que podría
aterrizar en cualquier momento.

Hace una semana nunca había visto una flauta de hueso, y ahora
puedo distinguir la melodía de un comando de suspensión canina de una
llamada de retorno aviar. Pero el silbato que acabamos de escuchar es
completamente desconocido.

Mi madre y yo nos apresuramos a la ventana. Docenas de cuervos


vuelan en formación en el extremo norte de la ciudad. Sin embargo, los
perros vigilantes que ladran salvajemente en la distancia están
demasiado lejos para verlos.

—¿Crees que encontraron los huesos de papá?

Su expresión tiembla en el límite entre la esperanza y el miedo, y no


estoy segura de en qué forma caerá. Su mirada está fija en el cielo. Por
un momento creo que podría no responder, que se ha ido a algún lugar
de su mente donde no puedo seguirla, pero luego, abruptamente, me
mira. Su cara es suave e ilegible.

—Vamos a averiguarlo —dice.

Parece como si todo Midwood tuviera la misma idea.

Pasamos personas paradas en sus porches con la cara inclinada


hacia arriba, niños que trepan árboles para una mejor visión, y aún más
de la gente del pueblo que se derrama en las calles y siguen a los pájaros
como un faro.

Los cuervos siguen cambiando de posición, como si trataran de ver


mejor lo que sea sucediendo abajo. Cada vez que creo que he identificado
dónde están, cambian y mi perspectiva junto con ellos.

Cuando pasamos por la plaza del pueblo, Willem Ingersson pasa a


mi lado y Audra se arrastra hacia atrás, gritándole que reduzca la
velocidad. He estado en la casa de los Ingersson al menos dos docenas
de veces para dar clases particulares a Willem, con resultados mixtos. A
veces Audra está tranquila, sosegada, y me deja instruir a su hijo sin
interrupción. Otras veces, está agitada, reclamando los huesos que
necesitan ser consultados antes de que pueda decir una palabra. Esos
son los días malos. Es una suerte que Willem sea brillante y aprenda los
conceptos rápidamente, porque requiere diez veces más para enseñarle
de lo que debería.

Audra nos ve y se detiene.

—¿Qué está pasando, Della?

Mi madre se encoge de hombros.

—Me temo que no lo sé. Saskia y yo estamos tratando de resolverlo


junto con todos los demás.

Audra entrecierra los ojos.

—Estás mintiendo —dice ella—. ¿Por qué no me lo dices?

—No sé nada más que tú.

—No te creo.
Los ojos de Audra están muy abiertos y parece haber olvidado que
Willem estaba huyendo de ella. Estiro el cuello y escudriño a la multitud,
relajándome un poco cuando finalmente lo veo hablando con algunos de
los otros niños cerca del meollo.

—Puedes creer lo que quieras —dice mi madre—. No me preocupa. —


Ella intenta alejarse, pero Audra la agarra del brazo.

—Della, por favor. Consulté los huesos solo esta mañana. ¿Por qué
no revelarían esto?

En lugar de responder, mi madre mira fijamente la mano de Audra.


Toma varios segundos, pero Audra finalmente la suelta. Mi madre la
nivela con una mirada de acero.

—Tal vez ellos no revelarán nada porque lo que sea que esté
sucediendo no tiene nada que ver contigo. Los huesos no te sirven a ti y
solo a ti solo porque eres rica, Audra. ¿Alguna vez has pensado en los
cientos de niños que podrían haber evitado las sobras si hubieras hecho
algo menos tonto con tus excesos?

La expresión de sorpresa de Audra coincide con la mía. Rara vez veo


que el temperamento de mi madre se quede corto, y mucho menos verla
perder el control lo suficiente como para despotricar.

—Las sobras no son mi responsabilidad —dice Audra con los dientes


apretados—. Y si tú te preocuparas tanto por ellos, deberías haber
seguido haciendo lecturas para mí. Habrías hecho muchas más monedas
para ahorrar. —Con eso gira sobre sus talones y se aleja. En la dirección
opuesta de Willem.

La miro lo suficiente como para asegurarme de que se da vuelta para


encontrar a su hijo. Le toma un tiempo inquietantemente largo, pero
finalmente lo hace.

—Eso fue... interesante —le digo.

La cara y el cuello de mi madre están enrojecidos y con manchas: su


piel reacciona a situaciones de alta emoción exactamente como la mía.

—Esa mujer... —Me mira y se sobresalta un poco, como si hubiera


olvidado que estoy aquí—. Lo siento, Saskia. No debería haber hablado
con Audra de esa manera.

Ella toma varias respiraciones profundas y su tez vuelve a la


normalidad. Siempre he envidiado su habilidad de deslizarse en un aura
de calma tan fácilmente como ponerse una bata, pero esta vez hace que
algo dentro de mí se desinfle. Es muy raro saber exactamente cómo se
siente mi madre, y esperaba que no fuera tan fugaz. Ella guarda sus
pensamientos tan estrechamente como su libro de hechizos, y ahora que
me ha sorprendido mirando, se ha cerrado de golpe.

—¿Por qué no? Si eso es lo que realmente piensas, ¿por qué no ser
honesta?

—No deberíamos darnos el lujo de decir algo desagradable solo


porque es cierto. A menos que realmente pensemos que nuestra opinión
podría marcar una diferencia para mejor.

—¿Y tú no?

Sacude la cabeza.

—Audra Ingersson sabe lo que siento por su lectura del hueso. Lo ha


hecho durante mucho tiempo.

—Esto podría hacer que mi próxima sesión de tutoría sea incómoda


—le digo.

Mi madre agita una mano frente a su cara como si alejara una mosca.

—Audra lo habrá olvídalo todo para entonces. Ese es parte de su


problema: solo vive en el momento y nunca considera las consecuencias
a largo plazo. Quiere ver su camino lo suficientemente lejos como para
saber qué hay alrededor de la próxima curva, pero en realidad no le
importa mucho hacia dónde se dirige su camino. O cómo sus elecciones
afectan su futuro.

¿Hacia dónde se dirige mi camino? ¿Sobrevivirá este camino? Son las


preguntas que anhelo gritarle a ella. Preguntas que me dan ganas de
agarrarla por los hombros y sacudirla hasta que las respuestas se
derramen de sus labios como agua sobre piedras. Pero sé que no discutirá
eso. Especialmente no aquí, ya que la plaza del pueblo se llena cada vez
más.

Los cuervos han cambiado nuevamente, dando vueltas en un patrón


más típico. Están aún más lejos al norte de lo que primero pensé.
Cruzamos la plaza del pueblo y caminamos por un camino ancho,
finalmente terminando en un vecindario con casas grandes y patios
pequeños, mi padre solía llamar esta calle ocupada pero estéril. Las
personas que viven aquí tienen muchas monedas pero no tienen tiempo
para el cuidado de flores o árboles.
Una oleada de actividad al final de la calle acelera nuestros pasos
hacia adelante. Al menos una docena de los vigilantes se reúnen
alrededor de una de las casas, junto con perros, caballos y una multitud
de la gente del pueblo. El Maestro Anders se para en el porche, hablando
con uno de los Vigilantes: sus brazos se agitan violentamente en el aire,
y está claro que está gritando, aunque todavía estamos demasiado lejos
para escuchar algo más que el zumbido de cien personas hablando a la
vez.

El fuerte aliento de mi madre corta el ruido.

—¿Qué pasa?

Se pone pálida y presiona la palma de su mano contra su pecho.

—¿Madre, qué pasa? ¿Quién vive aquí?

Su voz está llena de temor:

—Rakel —dice en voz baja.

Rakel. La Mezcladora que sirve en el ayuntamiento. Un zumbido crece


en mis oídos.

—¿Crees que ella robó los huesos?

—Por supuesto que no —dice mi madre—. Nunca haría eso.

Pero la aprehensión en su voz cuenta una historia diferente. Ella y


Rakel han estado cerca por años, y no puedo imaginar lo que ese tipo de
traición le haría a ella. ¿Pero qué más causaría tal agitación?

Veo a Declan al borde de la multitud y grito su nombre. Saluda y se


acerca trotando.

—¿Que está pasando? —pregunto—. ¿Sabes?

Su cabello castaño cae sobre su frente y se lo quita de los ojos antes


de entrelazar sus dedos con los míos. Su muñeca está rodeada en rosa
pálido, un tono más oscuro que la última vez que lo vi. Mi muñeca todavía
está desnuda, aunque reviso todas las mañanas para ver si el tatuaje de
amor ha comenzado a surgir.

—Algo con la Maestra Rakel —dice Declan—, pero eso es todo lo que
he escuchado.

—Síganme —dice mi madre. Se apresura a través de la multitud,


empujando a la gente fuera de su camino—. Disculpe. Pasando. Salgan
del camino, por favor. —Su voz es fuerte y autoritaria, y todos se hacen
a un lado sin discutir. Declan y yo seguimos detrás de ella.

—No entiendo cómo sucedió esto —dice Anders—. Midwood está lleno
de Vigilantes ¿No es eso para lo que están aquí? ¿Para evitar tragedias
como esta?

El vello en la parte posterior de mi cuello se eriza.

La expresión del Vigilante es tensa, como si fuera un cordón


demasiado estirado, a punto de romperse.

—Usted nos pidió que centremos nuestra atención en la casa de los


huesos, así que eso es lo que hicimos —dice—. En el futuro, necesitamos
vigilar toda la ciudad. Obviamente.

Mi madre sube los escalones del porche.

—Anders. —Toca su codo—. ¿Qué está pasando?

El Sanador se vuelve hacia ella:

—Oh, Della —dice su nombre como un padre cuyo hijo tropezó en la


habitación durante una discusión viciosa, sobresaltado y luego lleno de
arrepentimiento de no poder retroceder el tiempo. Que no puede hacer
que no suceda. El dolor está escrito en su cara—. Es Rakel —dice
finalmente—. Ha sido asesinada.
14
La Encantadora de Huesos
Traducido por Maridrewfer

L
os huesos son la fuente de toda la magia —dice Norah,
caminando por el escenario en el anfiteatro—. Son la parte
— más permanente de nosotros, perduran mucho después de
que la carne se pudra. Pero incluso mientras nuestros huesos todavía
están dentro de nuestros cuerpos, son poderosos. Si se rompen, pueden
curarse a sí mismos. Y la médula dentro de ellos lucha contra el mal,
evita las enfermedades y te mantiene bien. Pero con el tiempo todos
sucumbimos a las garras de la muerte; la magia en nuestros huesos es
todo lo que queda.

Ella se vuelve hacia nosotros y sonríe.

—Y ustedes son los afortunados a quienes se les confía ejercer ese


poder. Úsenlo con sabiduría. Háganos sentir orgullosos. Pueden irse.

Me pongo de pie y me estiro. Solo tenemos un breve descanso antes


de comenzar las carreras de huesos al otro lado del taller.

Ingrid se tapa la boca con la mano y ahoga un bostezo.

—Esa fue una buena conferencia —dice ella—, pero un poco


redundante, ya que la misma información está en las primeras páginas
de nuestros libros de hechizos.

Una punzada me atraviesa, pero trato de aclarar mi voz cuando


respondo:

—Creo que una pequeña crítica no es lo peor.

No le digo que acabo de recibir mi libro de hechizos esta mañana y


todavía tengo que abrirlo para descubrir qué hay en las primeras páginas.
No digo que he estado estudiando un libro de hechizos robado que está
lleno de misterios pero que no tiene nociones tan elevadas en ninguna de
sus páginas.

Ingrid me da una cálida sonrisa.

—Tienes razón. El Maestro Yaffa siempre dice que la repetición es la


forma más rápida de aprender. —Recoge sus cosas y toca mi hombro
ligeramente—. Voy a ir allí antes de que todos los Quebrantadores tomen
las mejores mesas. Nunca había visto a gente moverse tan rápido.

—Claro —le digo—, te veré más tarde.

Mis días en Ivory Hall han caído en una rutina. Lecciones con el
Maestro Kyra por las mañanas, sesiones en el taller por las tardes,
comidas en el comedor con Tessa, Talon, Bram y Linnea.

Y cada momento que tengo para mí, estudio el libro de hechizos


robado. Se ha convertido en una obsesión, una gran necesidad dentro de
mí: dominar el encantamiento de huesos, controlar mi magia en lugar de
dejar que me controle a mí.

Deslizo mi bolso sobre un hombro y me abro paso entre los bancos,


bajo las escaleras y atravieso la sala hasta el lado opuesto del taller. Filas
de pequeñas mesas llenan el centro del espacio, y los aprendices se
reúnen alrededor de ellas, tres o cuatro en una mesa.

Busco a Tessa en la multitud, pero no puedo encontrarla. Las mesas


se están llenando rápidamente, y debato si tomar un lugar ahora o seguir
buscando un amigo para emparejarme. Una mano en mi codo me hace
girar. Espero encontrar a Tessa o Talon, pero es Latham.

Mi corazón tartamudea. No lo he visto desde el segundo día en Ivory


Hall, cuando me mostró los huesos de entrenamiento.

—Saskia —dice, su voz llena de calidez—, he tenido la intención de


buscarte. ¿Cómo están las cosas?

—Bien —le digo—, lo estoy haciendo genial. —Interiormente, me


estremezco ante el falso brillo en mi voz.

Las cejas de Latham se juntan y se inclina un poco más cerca.

—¿Cómo estás realmente? —La pregunta me recuerda a la fuerza a


mi madre, que siempre podía escuchar las mentiras que decía mi voz,
incluso si mis palabras eran ciertas. De repente me siento tan
transparente como un cristal.
—Yo... bueno, supongo que desearía estar haciendo un progreso más
rápido.

—¿Kyra sigue moviéndose al paso de un glaciar?

Mis ojos se abren y considero una respuesta honesta sobre hablar


mal de la Maestra Kyra a uno de sus colegas.

Él se ríe como si pudiera ver mis pensamientos.

—No hay necesidad de responder eso. Sin embargo, estoy bastante


sorprendido de que no me hayas buscado. Te dije que estoy feliz de
ayudar.

Pero me siento extraña por entrenar con él cuando ya tengo un tutor.


Parece desleal a la Maestra Kyra de alguna manera.

—Gracias de todos modos —digo—, pero lo conseguiré


eventualmente. Probablemente solo necesito más práctica.

—Bueno, si cambias de opinión, no dudes en venir a mi oficina —


dice—. Normalmente estoy cerca después de la cena. Te tendremos
realizando lecturas como un maestro en poco tiempo.

No espera que responda antes de darme una palmada en el hombro


y alejarse, lo que lo hace sentir decidido. Como si el destino ya hubiera
determinado mi camino.

Mi conversación con Latham me retrasó tanto que ahora casi todas


las mesas están ocupadas. Vago por los pasillos, buscando un asiento
vacío. Paso a Tessa, sentada con Talon en una mesa llena, y me da una
sonrisa de disculpa. Finalmente veo una mesa con solo otras dos
personas. Tenían sus rostros volteados, pero veo una capa negra y una
púrpura. Doy vueltas a la mesa. El Mezclador es un chico que he visto
por ahí pero que no conozco bien.

Y el Quebrantador es Bram.

—¿Te importa si me siento aquí?

Bram pone su pie en el asiento frente a él y me lo desliza.

—No necesitas mi permiso.


—Lo sé. —Me hundo en la silla y dejo caer mi bolso en el suelo—. Solo
estaba siendo educada.

—Oh, mi error. No me di cuenta de que fuiste cortés.

Lo fulmino con la mirada, pero las comisuras de su boca se levantan


un poco. ¿Me está tomando el pelo? La posibilidad rompe mi impresión
de él, y lucho por reorganizar las piezas en algo familiar.

No funciona.

—¿Dónde está Linnea?

Tan pronto como la pregunta sale de mi boca, me arrepiento. Parece


que estoy celosa de su amistad y no quiero que piense que me importa.
No me importa. Simplemente necesito una forma de volverlo a poner en
contexto. Encontrar a la persona que conozco de Midwood: tranquila,
peligrosa. No este extraño que no puedo leer.

Sus ojos se dirigen a los míos.

—No la he visto hoy. Estoy seguro de que está por aquí en alguna
parte.

—¿Ustedes dos tuvieron una discusión?

Su expresión se oscurece, finalmente algo que reconozco.

—No —dice brevemente—. ¿Por qué lo preguntas?

—Solo que ustedes, los Quebrantadores, parecen inseparables. —


Intento mantener mi tono ligero.

—Ah, bueno, parece que olvidé mi pago semanal al Vigilante que la


mantiene vigilada con su gato espía.

Esta vez son las comisuras de mi boca las que se levantan un poco.

El Mezclador nos mira de un lado a otro como si no pudiera entender


el intercambio. Él no es el único.

Norah aplaude sus manos varias veces y la habitación queda en


silencio. Las carreras de huesos son las favoritas entre los aprendices, y
hay un aire de anticipación en la sala.

—¿Listos para la cuenta regresiva? —pregunta Norah. Es


recompensada con varios cientos de puños golpeando al unísono sobre
las mesas—. Muy bien entonces. Tres. Dos. Uno. ¡Inicien!
Rasgo la tela del centro de la mesa y la tiro al suelo. Una pila de
huesos se encuentra en un montón desorganizado: nuestra tarea es
trabajar en equipo para ensamblarlos en un esqueleto adecuado e
identificar el animal del que provienen.

La mano de Bram roza la mía mientras ambos alcanzamos el cráneo.


Las yemas de sus dedos son suaves. Se contraen con mi toque.

Me alejo primero.

—Adelante.

Bram toma el cráneo y lo da vuelta en sus manos mientras lo estudia


desde todos los ángulos.

Comienzo a ensamblar los otros huesos —costillas, fémur, tibia,


peroné— enroscándolos y colgándolos del marco de entrenamiento. El
chico Mezclador se muerde el labio, mirando las vértebras sin tocarlas.
Él se ve fuera de su elemento. Extiendo la mano alrededor de él y recojo
los huesos delgados y delicados en mi palma, contándolos antes de
ponerlos en sus lugares apropiados.

—Es un Bradypus —susurro.

—¿Cómo lo sabes? —Bram no levanta la vista de los huesos con los


que está trabajando. Sus dedos son hábiles y se mueven rápidamente,
clasificándose y ensamblándose.

—Nueve vértebras cervicales. Dientes de corona alta y raíces abiertas.


Sin incisivos.

Bram examina el cúbito, el radio y los dígitos.

—Creo que tienes razón.

—¿Qué es un Bradypus? —pregunta el Mezclador.

—Perezoso de tres dedos —Bram y yo decimos al mismo tiempo.

Deslizamos los últimos huesos en su lugar y saltamos sobre nuestros


pies.

—¡Terminado! —grita Bram.

Un coro de gemidos decepcionados llena la sala, pero nadie deja de


trabajar. No seremos declarados ganadores hasta que se inspeccione la
precisión de nuestro trabajo.

Norah viene a nuestra mesa y estudia nuestro esqueleto.


—Bien hecho —dice ella—. ¿Han identificado al animal?

—Es un Bradypus —le digo.

Sus cejas se arquean apreciativamente.

—Correcto de nuevo. Hacen un buen equipo.

Ella nos lo dice a los tres, pero el chico Mezclador apenas tocó los
huesos. Éramos Bram y yo. Ella piensa que nosotros dos hacemos un
buen equipo. Pienso en el bote de la prisión, en la última vez que
combinamos fuerzas, y de repente me siento incómoda.

—Solo hemos tenido suerte —le digo.

Bram se atenúa. Su sonrisa vacila, luego se desvanece, y me golpea


con una pérdida repentina y rápida.

Una tormenta de confusión se desata en mi pecho y me obligo a mirar


sus manos extendidas sobre la mesa. A sus nudillos. Bram sigue mi
mirada. Sus puños se cierran y luego desaparecen en sus bolsillos.

—Bram…

Pero no me deja terminar.

—Tengo un lugar donde necesito estar.

—Bram, espera... —Cojo un poco de su capa entre mis dedos, pero él


se aleja sin mirar atrás.

Se va antes de escucharnos pronunciar a los ganadores de la carrera


de huesos.

Bram no aparece en el comedor para la cena.

Me deslizo en mi lugar habitual en la mesa entre Tessa y Talon.


Linnea se sienta frente a mí. Junto a ella, el asiento de Bram está
visiblemente vacío. Aunque trato de no reaccionar ante su ausencia, debo
fallar, porque Tessa responde a mi pregunta no formulada:

—Le duele la cabeza.

Linnea asiente mientras sumerge su cuchara en su sopa y se la lleva


a la boca, soplando delicadamente antes de tomar un bocado. Ella traga.
—Está descansando en su habitación.

—El pobre hombre parecía que los huesos acababan de predecir su


muerte prematura —dice Talon.

Una sensación incómoda cruje dentro de mí. ¿Bram compartió sus


problemas con todos menos conmigo? ¿Les dijo que lo ofendí? La idea se
sienta en mi estómago como comida en mal estado.

Agito mi sopa distraídamente, recojo las verduras solo para dejar que
goteen de mi cuchara nuevamente. Perdí el apetito.

—Entonces, ¿cómo va la capacitación de todos? —pregunta Tessa.

—Mis ejercicios de entrenamiento auditivo deben estar dando sus


frutos —dice Talon—, porque finalmente pude identificar la diferencia
entre la melodía de invocación de un búho manchado y la de un lobo gris.

—Parece que serían melodías realmente diferentes —dice Linnea


juguetonamente—, debes ser un cantante terrible.

Talon lanza un pedazo de pan a la cabeza.

—Tienen exactamente la misma melodía, solo que en una clave


diferente. Y para su información, mi voz hace que tanto hombres como
mujeres se desmayen.

Linnea descansa su barbilla en su palma.

—Oh, ¿ahora te has convertido en un fanfarrón? Muy bien, entonces,


escuchémoslo. Canta algo para nosotros.

—No podría —dice Talon—, piensa en cómo haría sentir a los


aprendices menores. Pero si no te importa jactarte, tengo en mente un
Vigilante en particular que podría usar algunos huesos rotos.

Ella ríe.

—Si quisiera, en realidad podría hacerlo pronto. En los últimos días,


comencé a romper más por intención que por accidente, lo cual es un
buen cambio de ritmo.

—Esta debe ser una semana de suerte —dice Tessa—, hoy logré cerrar
completamente una laceración en la clínica. Es la primera vez que
soluciono un problema sin causar otro. —Se vuelve hacia mí y me empuja
las costillas con el codo—. ¿Y tú, Saskia? ¿Puede decirnos qué preguntas
habrá en nuestros exámenes?

Forzo una sonrisa tensa.


—Solo si Talon canta por nosotros.

Pero siento que una soga se ha apretado alrededor de mis pulmones.


Todos están progresando tan bien y yo estoy fallando en todo: lectura de
huesos, amistad, interacción humana básica. Tal vez soy una tonta por
no aceptar la ayuda del Maestro Latham.

Me paro y recojo mi bandeja. No sirve de nada sentarse aquí y perder


el tiempo cuando podría estar trabajando con los huesos de práctica.

—¿Sin hambre? —pregunta Talon.

—Realmente no. Y tengo algo que necesito hacer.

—¿No puede esperar? —dice Linnea—. Apenas tocaste tu comida.

Mis manos se aprietan alrededor de la bandeja. Tiembla en mis dedos.


¿Por qué cree que puede hablar conmigo como si fuera una niña? Pasan
varios segundos mientras trato de recuperar el control sobre mi
temperamento. Nada bueno saldría de gritarle a Linnea. Canalizo la
calma practicada de mi madre, obligo a mis dedos a relajarse, mi
expresión se afloja.

—Me temo que no —le digo—. Debería haber comido más rápido, pero
ya es demasiado tarde. Tengo una cita con uno de los Maestros.

La oficina de Latham es casi tan grande como una de las salas de


práctica, aunque mucho más lujosamente decorada. Las gruesas
cortinas de terciopelo rojo retenidas por cordones dorados cuelgan a
ambos lados de los grandes ventanales, tanto tiempo que se juntan en
los brillantes pisos blancos. Estantes blancos llenos de libros, huesos y
artefactos se alinean en las paredes. Latham y yo nos sentamos uno
frente al otro en una gran mesa en el centro de la habitación en lujosas
sillas de gran tamaño. Un montón de huesos de práctica descansan sobre
una tela de terciopelo negro frente a mí. Esta vez no son huesos de los
dedos, sino huesos de los pies humanos, los siete que forman el tarso:
calcáneo, astrágalo, cuboide, navicular y tres cuneiformes.

La anticipación se eriza sobre mi piel.

—¿Kyra ha trabajado contigo en lecturas sin sangre? —pregunta


Latham.
—No —le digo. Varias de las entradas en el libro de hechizos
mencionan lecturas sin derramamiento de sangre, pero no con el
suficiente detalle como para haber podido averiguar cómo hacerlo.

—Es una habilidad avanzada —dice—, una que requiere una gran
cantidad de tiempo para dominar, pero los huesos de práctica deberían
permitirte tener algo de éxito.

Pasa las manos por los huesos y los desplaza en línea recta.

—Encantar huesos requiere sangre del sujeto de la lectura para unir


la magia a los huesos; de lo contrario, el pasado, el presente o el futuro
es demasiado extenso para verlo de inmediato. La magia debe tener
dirección y enfoque. La sangre proporciona eso, sirve como una especie
de marco para lo que deseamos ver. Pero los Encantadores de Huesos
muy hábiles pueden dirigir la magia con sus pensamientos.

Pienso en todas las veces que mi madre me pinchó las yemas de los
dedos y me pregunto por qué no solo realizó una lectura sin sangre. O tal
vez ocasionalmente lo hizo y nunca me lo dijo.

—¿Cómo funciona?

—Coloca tus manos sobre los huesos —dice—, debes estar en


contacto con todos ellos.

Pongo mis palmas en la línea de huesos, asegurándome de tocar cada


uno de ellos.

—Bien —dice Latham—. Ahora cierra los ojos y piensa en alguien que
conoces bien. Alguien que puedas imaginar con perfecta claridad. —Hace
una pausa—. Tu madre, tal vez.

Mis párpados se deslizan hacia abajo y trato de concentrarme, pero


la primera persona que aparece en mi mente es Bram. Respiro hondo e
intento de nuevo. Mi madre se me viene a la mente: las líneas finas que
se arrugan alrededor de sus ojos cuando sonríe, la forma en que tararea
para sí misma cuando está de buen humor, la lluvia de pecas esparcidas
en el puente de su nariz en verano. La extraño más de lo que pensaba.
Será agradable volver a verla.

Permito que mis recuerdos me arrastren, sientan el tirón familiar de


los huesos justo antes de una visión.

Pero no es mi madre lo que veo.

Es Bram.
Él yace en su habitación en su cama. Sus manos están metidas
debajo de su cabeza y mira al techo. Sorprendida, saco mis manos de los
huesos y abro los ojos.

Latham me estudia con la cabeza inclinada hacia un lado.

—Estás luchando contra eso.

—Yo solo... no vi lo que esperaba.

—Viste lo que querías ver.

Aplano mis palmas contra la mesa.

—Estoy distraída —le digo. Me niego a creer que quería ver a Bram.

Mi padre me dio un rompecabezas una vez: dos anillos entrelazados


de acero que, según él, podrían separarse si yo era lo suficientemente
inteligente. Pasé semanas jugando con él, examinándolo desde todos los
ángulos, girándolo en diferentes direcciones, dejándolo frustrada antes
de levantarlo unos minutos más tarde. Estaba obsesionada con los
anillos, hasta que descubrí la solución. Una vez que finalmente los liberé
el uno del otro, nunca los recogí de nuevo.

Bram es solo otro rompecabezas que no puedo resolver. En el


momento en que mi madre dijo su nombre en el kenning lo convirtió en
un enigma. Desde entonces, el bote de la prisión ha surgido en mi mente.
El asesino es la persona más aterradora que he conocido, y no puedo
dejar de imaginar su rostro fundiéndose con el de Bram, ambos
iluminados por las llamas, con el corazón lleno de ira mientras
observaban el mundo arder a su alrededor. Lo común que vi en cada uno
de sus pasados es una astilla en mi corazón. Cada vez que veo los
triángulos negros en los nudillos de Bram, vuelvo a ese horror. Pasar
tiempo con Bram no me ha acercado más a las respuestas, no parece la
persona que he imaginado en los últimos cinco años. Pero, ¿por qué
tendría exactamente los mismos tatuajes que el prisionero a menos que
tuvieran algo esencial en común?

Una vez que descubra los secretos de Bram, ya no necesitaré pensar


en él.

Cubro los huesos con mis palmas e intento nuevamente. Esta vez los
huesos me arrojaron aún más rápidamente a una visión.

Un golpe en la puerta de Bram. Se sienta y se pasa una mano por la


cara antes de responder. Talon se encuentra en el umbral, con una bolsa
de papel en la mano.
—Nada cura un dolor de cabeza como los dulces robados. —Talon
sacude la bolsa suavemente antes de ofrecérsela a Bram—. Arriesgué mi
vida para robarlos de la cocina, así que espero que los aprecies.

Bram sonríe débilmente.

—Prometo comerme la evidencia.

—Buen hombre —dice Talon—. ¿Te sientes mejor?

Bram tira de la nuca.

—Realmente no. Creo que solo necesito dormir.

—Bueno, entonces, te dejaré con tus dulces panecillos y tu almohada.

—Fue bueno de tu parte venir —dice Bram—, y gracias por esto.

—Ni lo menciones. —Talon sale de la habitación y cierra la puerta


detrás de él.

Bram deja la bolsa en su mesita de noche. Retira las sábanas y se


quita la camisa.

Se me corta el aliento. Abro mis ojos. Doblo mis manos en mi regazo.

—¿Qué viste? —pregunta Latham.

—Nada —le digo—, no pude ver nada en absoluto.


15
La Tutora
Traducido por Rimed

S
e supone que Midwood es seguro. Es por eso que anhelaba
quedarme aquí, lejos de los peligros de la magia de huesos.
Pero desde el asesinato de Rakel, mi mente ha estado llena con
vívidas y horribles imágenes: un corte en la garganta, sangre
burbujeando en la herida, ojos grandes y oscuros apagándose
lentamente.

Hace que sea casi imposible concentrarse en enseñarle a Willem.

Se supone que él debería estar etiquetando el mapa de Kastelia que


le di: puntos de referencia, ciudades, pueblos, distribuidoras que fluyen
del río Shard. En cambio, está dibujando animales en los márgenes.

—Willem —digo—, necesitas concentrarte o nunca terminaremos.

—¿Crees que ellos volverán? —pregunta. Dibuja escamas en un pez


en la parte inferior del mapa.

—¿Quiénes?

—Los asesinos.

Un dolor llena mi pecho. Esto no es algo por lo que un niño deba


preocuparse. No es algo por lo que nadie debería preocuparse. Y, sin
embargo, las mismas preguntas brotaban en el corazón de todos en
Midwood desde el asesinato: ¿Quién hizo esto? ¿Y por qué? ¿Volverán a
matar?

—¿Sabes qué? —digo—. Creo que tenemos que hacer algo distinto
hoy. ¿Qué tal un juego?
Él se anima, se quita una maraña de rizos de delante de sus ojos.

—¿Qué tipo de juego?

—¿Qué tal si vamos en una búsqueda por cosas que parecen lugares
en el mapa?

Él se levanta de su silla.

—¡Eso suena divertido!

La casa de Audra es perfecta para una actividad como esta: está llena
de pasajes ocultos, rincones, grietas y cuartos llenos de tesoros al azar.
Willem salta mientras señala lugares; un pedazo de cuerda con la forma
de la delgada ciudad de Selvag, un árbol en miniatura para sostener joyas
que se parecía al Shard con sus muchas ramas, una colcha con un
patrón que le recordaba a Willem la plaza de la ciudad de Midwood:
bloques de colores brillantes que disminuyen de tamaño a medida que se
acercan al centro.

Esto es lo más comprometido que lo he visto nunca con su


aprendizaje. Es como si sus pies necesitaran sentir que viajan lejos de
los horrores de las últimas semanas tanto como su mente.

La lección pasa de un juego de aprendizaje a un juego de esconderse.


Cualquier otro día, habría intentado detener a Willem, recordarle que
necesita concentrarse en la tarea que tiene adelante. Pero no tengo el
corazón para hacerlo. Hoy no. Así que cubro mis ojos y cuento,
escuchando como sus pasos se alejan y luego desaparecen.

Buscar a Willem en esta casa es como caminar por el paisaje de un


sueño. Abro puertas que no van a ningún lado, camino por un pasillo que
tiene una ventana en el piso con una vista directa a una sala de estar en
el nivel inferior y encuentro un cuarto decorado con cientos de adornos
de cristal de distintos colores que cuelgan del techo.

—Willem —llamo—, ¿dónde estás?

Abro la puerta de un armario y encuentro una hilera de vestidos de


baile, todos ellos largos y cubiertos por varios adornos: lentejuelas,
plumas, perlas, pétalos de flores. Ninguno parece haber sido usado
alguna vez. Me pregunto si las lecturas de huesos de Audra la habían
empujado también a comprar ropa.

Este parece el tipo de lugar que un niño pequeño podría elegir para
esconderse.
Empujo los vestidos a un lado. Pero en vez de una sólida pared,
encuentro un par de puertas dobles, del tipo que normalmente podría
adornar la entrada de un buen hogar. Parecen estar hechas de nogal, y
la mitad superior está adornada con vidrio esmerilado. Giro la manija.

—¿Willen? ¿Estás aquí?

Abro la puerta y me quedo sin aliento. El cuarto está lleno de huesos,


cientos de ellos, cuidadosamente etiquetados y exhibidos bajo un cristal.
Pero estos no son huesos ordinarios. Ya han sido preparados por un
Manipulador: han sido blanqueados por la luz del sol y están pintados
para coincidir con los coloridos tatuajes de sus dueños.

Es un museo de huesos.

Me acerco a una de las vitrinas y presiono mi mano contra el vidrio.


Dentro hay un fémur con tres marcas de corte pintadas de morado, una
calavera con espirales naranjas en la parte superior, una clavícula con
una hilera de flores. Cada hueso está etiquetado con un nombre, un
género, una edad al momento de morir. Ninguno de estos huesos provino
de personas de Midwood, hasta donde puedo decir, ninguna de las
personas de las que provenían están relacionadas con Audra.

¿Entonces por qué los tiene ella?

Algo en la esquina del cuarto llama mi atención. Una vitrina con la


parte superior abierta, como si la exhibición siguiera en progreso.

Dentro hay un hueso con un tatuaje que reconocería en cualquier


lado.

Un tamborileo comienza en mi centro y crece tan fuerte que es lo


único que puedo escuchar, lo único que puedo sentir. Es como si mi
corazón latiera en todos lados a la vez, en mi pecho, mi garganta, mis
oídos.

Voy a la vitrina y paso los dedos a lo largo del húmero de mi padre,


trazo las ondas color rubí que Oskar había pintado con tanto cuidado
para que coincidieran con su tatuaje de maestría.

Un repentino y agudo tirón en mi estómago hace que el cuarto se


incline. Cierro con fuerza mis ojos y el rostro de mi padre aparece detrás
de mis párpados. Se siente exactamente como caer en una premonición.
Mi pulso se dispara y aparto bruscamente mi mano. Esto no puede estar
pasando. Mis tendencias a la magia ya deberían estar desapareciendo.
No tuve una ceremonia de vinculación, y jamás había oído hablar de una
afinidad no vinculada que durara tanto tiempo luego del kenning. Respiro
lenta y deliberadamente y dejo que mi miedo retroceda. Cuando lo hace,
estoy llena de un dolor tan fuerte, que llena mis ojos de lágrimas. Este
no es un prisionero cuyos recuerdos me perseguirán. Este es mi padre, y
haría cualquier cosa por verlo nuevamente.

Incluso magia de huesos.

Levanto el húmero y lo acomodo en mis brazos. Entonces cierro mis


ojos y me dejo llevar. El rostro de mi padre aparece nuevamente, con una
brocha en su mano y un lienzo frente a él. Sonríe cuando una versión
más joven de mí entra a la habitación.

—¿Qué piensas, pajarito azul?

Es una pintura de mi madre. Está sentada en un columpio que cuelga


de un roble gigante. Sus pies descalzos apuntan hacia el cielo y su cabeza
está echada hacia atrás en una carcajada, cabello pálido saliendo detrás
de ella. Jamás la he visto tan despreocupada en la vida real.

—Me encanta —le digo.

Su sonrisa es radiante.

—Ustedes dos se parecen mucho, ¿no crees?

Demasiado pronto, la visión se desvanece y un dolor agridulce me


atraviesa, quemando cada emoción hasta que no queda nada más que la
ira. Audra no tiene derecho.

Salgo de la habitación y golpeo la puerta detrás de mí. El sonido trae


a Willem corriendo.

—¿Te perdiste, Saskia? Todos se pierden en nuestra casa —Nota el


hueso en mis brazos, y sus ojos se abren—. Tienes que devolver eso. A
mamá no le gustará que lo hayas tocado.

Me agacho para evitar pegarme en la cabeza con los globos de cristal


que cuelgan del techo.

—No me importa lo que le guste a tu madre —espeto.

Lleva su labio inferior dentro de su boca en un puchero. Suspiro y me


recuerdo que solo es un niño. No es mi lugar decirle que su madre es una
ladrona y quizás incluso una asesina, aunque anhelo gritarle las palabras
a alguien, a cualquiera, si eso calma los pensamientos dentro de mi
cabeza. Mi mente es como un panal de abejas, ruido, caos y
preocupaciones tan frenéticas que se mezclan en un bajo zumbido. Pero
Willem no es más responsable de las acciones de su madre que yo de las
de la mía.

—Todo estará bien —le digo mientras caminamos de vuelta al frente


de la casa—. Ahora, ¿por qué no vas a tu habitación un momento?

A través de la gran ventana, veo a Audra caminando por el césped


hacia la puerta. Mi corazón salta a mi garganta. Es muy tarde para irme
sin que ella me vea. Puedo volver a poner el hueso o reportarla luego al
consejo del pueblo, dejarlos recuperar el hueso y aplicar un castigo
apropiado, o puedo confrontarla ahora. Si fuera cualquier otro hueso,
habría evitado un altercado con Audra y corrido a la seguridad como
siempre lo hago. Pero es mi padre. No dejaré aquí ninguna parte de él un
momento más de lo necesario.

Me imagino volando a través del cuarto cuando Audra abra la puerta,


inmovilizándola contra la pared y presionando el hueso de mi padre
contra su garganta hasta que me diga lo que quiero saber.

Pero cuando finalmente escucho la llave en la cerradura, algo dentro


de mí se queda muy quieto. Me siento, mi espalda tan derecha como el
filo de una cuchilla, y coloco el húmero de mi padre sobre mi regazo.
Audra entra en la habitación con varias bolsas colgadas de ambos brazos.
Se sobresalta cuando me ve. Y luego su mirada se desvía hacia el hueso.

—¿Qué crees que estás haciendo con eso? —Su voz es estridente. Las
bolsas se deslizan al suelo.

—Creo que tú eres la que necesita responder esa pregunta.

Audra entrecierra sus ojos. Sus labios se tuercen cruelmente.

—¿Cómo te atreves?

—Esto fue robado de la casa de los huesos hace unas pocas semanas.
—Mi voz es tranquila y uniforme. La furia se ha reunido dentro de mí,
concentrándose en un afilado y gélido punto que estoy lista para usar
como arma—. El consejo del pueblo ha estado buscando al culpable, para
poder imponer el castigo apropiado.

Audra palidece. Mis palabras han encontrado su lugar.

—Sabes lo que les hacen a los ladrones de huesos, ¿no? —pregunto.

Ella se toca las joyas en su cuello.

—Yo no robé ese hueso, Saskia. Yo…


—Los cuelgan.

Audra presiona una palma contra su pecho como si intentara


mantener su corazón palpitando en su lugar.

—Yo no robé nada. Compré ese hueso por un precio justo, más que
justo, y me pertenece a mí.

Y simplemente así, mi ira explota dentro de mí, se rompe en mil


pedazos que se sienten como si cortaran cada parte de mí.

—¡Pertenecía a mi padre!

Audra toma aire rápidamente.

—No, eso no puede ser correcto…

Me levanto tan rápido que mi silla cae.

—¿Dónde está el resto de ellos?

Se aleja de mí hasta que su espalda está presionada contra la


ventana.

—¿El resto de ellos? No sé de qué estás hablando.

—Todos los restos de mi padre fueron robados de la casa de los


huesos. Los quiero de vuelta.

Algo en el comportamiento de Audra cambia. Se endereza. Su


expresión se vuelve distante.

—Bueno, yo solo compré un hueso.

—¿Dónde lo compraste?

Ella me da una sonrisa apretada.

—Me temo que ese no es asunto tuyo.

—¿No es asunto mío? Es el hueso de mi padre. Pertenece a mi familia.

—¿Cómo iba a saber que era robado? Si se cometió un crimen, no fue


por mí.

De repente las piezas caen en su lugar. Si solo este hueso ha sido


robado, ¿a quién más podría culpar el consejo del pueblo? Pero los otros
huesos perdidos le dan una coartada. Ella debe estar diciendo la verdad.
No sabe dónde están los demás.
Un peso se asienta en mi estómago. Pienso en mi padre, que amaba
los juegos. Siempre dijo que el secreto para ganar era comprender no solo
tu mayor fortaleza, sino también la mayor debilidad de tu oponente, y
entonces encontrar una manera usar una contra la otra.

Mi mente busca una forma de cambiar nuevamente el equilibrio de


poder. De soltar la lengua de Audra.

—Creo que mi madre tenía razón. Ya no necesitarás un tutor para


Willem.

La expresión de Audra se congela. Parpadea.

—¿Qué quieres decir? Por supuesto que necesita un tutor.

Recojo mi bolso y me dirijo hacia la puerta.

—Eso no es lo que dicen los huesos.

Audra agarra mi brazo y me da vuelta. Sus ojos son salvajes.

—¿Tu madre hizo una lectura?

Le lanzo sus propias palabras a la cara:

—Me temo que eso no es asunto tuyo.

—Saskia, por favor. —La voz de Audra es suavidad y miel ahora—.


¿Tu madre realmente hizo una lectura?

Dudo y pretendo considerar su solicitud. Pienso en las advertencias


de Abuela sobre los mentirosos, y entonces cierro mi corazón contra su
recuerdo. Si esto es lo que tengo que hacer para encontrar los huesos de
mi padre, entonces lo haré. Incluso si me cuesta mi honor.

—¿Cómo crees que supe dónde encontrar el hueso?

Debería estar avergonzada por la punzada de satisfacción que siento


cuando el miedo se arrastra por su expresión, pero no lo estoy.

—¿Qué más mostró la lectura?

—No debería decirlo —le digo, lo que sé que solo la hará sentir más
desesperada.

Su mirada cae al hueso en mi mano.

—No sabía que era de tu padre. Lo siento.


No lo hace. Es una manipulación para obtener lo que quiere, pero
Audra no es la única que conoce las reglas de ese juego.

—Mi madre vio dos caminos. Uno donde me ayudas a encontrar los
huesos de mi padre. El otro donde no lo haces y algo terrible te ocurre a
ti… —Hago una pausa—, y a Willem.

La cara de Audra se afloja.

—¿Qué es? ¿Qué ocurre?

Sacudo mi cabeza.

—No lo sé. Ella pensó que me angustiaría demasiado si me daba los


detalles. Así que, Audra, ¿qué camino elegirás?

—Pero ¿cómo puedo ayudarte? No sé quiénes robaron los huesos o


donde están ahora.

Está evadiendo la pregunta que ya planteé. Pregunto nuevamente:

—¿Dónde compraste esto? ¿Quién te lo vendió?

Audra traga. Un brillo de sudor brilla en su labio superior.

—No puedo decirte eso.

Le doy lo que espero que sea una triste sonrisa.

—No, mi padre no pensó que lo harías. ¿Le dirás a Willem que lo


extrañaré?

No espero que responda antes de irme. Estoy a medio atravesar la


puerta cuando sus pasos retumban detrás de mí.

—Espera. —La palabra se arrastra de su garganta. Salvaje. Como si


le costara algo decirla.

Me volteo. Levanto mis cejas.

—Hay un barco mercante que a veces atraca cerca. Venden productos


que son… poco convencionales.

—Por poco convencionales, ¿quieres decir robados?

Ella seca sus palmas en el dobladillo de su camisa.

—No… quiero decir… —Señala hacia el húmero de mi padre—,


obviamente algunos lo son. Pero otros son… mal vistos.

—¿Cómo encuentro el barco?


—Atraca en un lugar distinto cada noche. No puedes encontrarlo sin
un contacto.

—Tu puedes ser mi contacto —le digo.

Ella sacude su cabeza.

—No. Eso no es posible.

—¿Prefieres el camino alternativo?

Somos interrumpidas por el estruendo de pequeños pasos en las


escaleras.

—Hola, mamá —dice Willem. Y luego a mí—: ¿Qué es un camino


alternativo?

La mirada de Audra salta entre mí y su hijo. Sus dedos se tuercen


juntos.

—Tu madre me llevará a una aventura esta noche —digo


alegremente—. Te lo contaré todo la próxima vez que venga a darte clases.

Los hombros de Audra caen. Como todo lo demás en su vida, su


libertad le ha sido arrebatada por su miedo a los huesos. Sabe que no
tiene alternativa.

—Nos iremos al anochecer —dice ella.

Por primera vez desde que comenzó esta conversación, respiro


profundamente. Voy por ti, Papá.
16
La Encantadora de Huesos
Traducido por Vanemm08

L
a siguiente vez que me encuentro con Latham, él tiene un
hueso adicional sobre la mesa.

—Como no podías ver nada durante nuestro último intento,


pensé que sería bueno intentar esto.

Sus manos están extendidas frente a él, y noto un tatuaje rojo


desteñido alrededor de su muñeca, como si hubiera amado a alguien una
vez hace mucho tiempo.

Sigue mi mirada hacia el tatuaje, y un destello de dolor cruza su


expresión.

—Ella fue... —Sacude la cabeza un poco—. No importa, es historia


antigua.

—¿Murió? —Tan pronto como la pregunta sale de mi boca, deseo


poder retomarla. Es demasiado personal y siento el calor corriendo por
mis mejillas.

—No nada de eso. La amaba, pero las reglas del Gran Consejo no nos
permitían estar juntos. Como dije, fue hace mucho tiempo. Ahora,
¿deberíamos empezar?

Pero el comentario me molesta. ¿Qué reglas evitarían que una pareja


enamorada estuviera junta? ¿A menos que la chica que amaba fuera
emparejada con otra persona, y ella quisiera aceptar el emparejamiento?
¿Tal vez él estaba enamorado de ella, pero ella no le devolvió el afecto?

Latham se aclara la garganta y mi atención vuelve a él.


Examino el hueso entre nosotros. Es más grande que cualquiera con
el que hayamos trabajado antes: un fémur, probablemente de un hombre
adulto.

—¿Qué hace? —pregunto—. ¿Es otra práctica de huesos?

—De cierta manera —dice—. Se llama un intensificador. Todos los


huesos de práctica que hemos estado usando son intensificadores, pero
este es particularmente potente. Usarlo durante una lectura debería
aumentar tanto tu poder como tu alcance.

—¿Mi alcance?

—Cada Encantador de Huesos tiene un límite de hasta dónde pueden


ver. Una persona con Tercera Visión podría ver solo uno o dos años en el
futuro, mientras que alguien más dotado podría ver varias décadas. Lo
mismo ocurre con un Encantador de Huesos con Primera Visión: su
alcance determina cuán lejos pueden llegar al pasado. Para ti, el
intensificador debería estirar su capacidad de ver un poco en ambas
direcciones. Si usualmente tienes un rango de solo unas pocas horas, le
permitirá ver hacia adelante o hacia atrás unos días, o incluso unos
pocos meses.

Otra cosa que la Maestra Kyra no se ha molestado en mencionar. Un


pozo de resentimiento burbujea dentro de mí. No puedo evitar
preguntarme si ella ve tan poca promesa en mí que le hace creer que no
valgo sus mejores esfuerzos.

Pienso en confesar que en realidad vi una breve visión durante mi


último intento, pero no quiero arriesgarme a que Latham guarde el
intensificador. Tengo curiosidad por lo que sucederá si lo uso. Mi
entrenamiento con la Maestra Kyra ha sido dolorosamente aburrido en
las últimas semanas y anhelo un desafío.

—¿Necesito hacer algo especial para usarlo?

—No —dice—. Funciona como cualquier otra lectura sin sangre.


Tendrás que estar en contacto con los huesos de entrenamiento y el
intensificador todo el tiempo.

Respiro hondo. Estoy decidida a ver a Ami. He estado pensando en


ella toda la tarde, dejando que los recuerdos de ella caigan en mi mente:
su cabello negro, su sonrisa fácil, la forma en que salta de puntillas
cuando está emocionada. Espero que me ayude a verla más claramente
durante la lectura.

—¿Lista? —pregunta Latham.


Asiento y pongo mis palmas sobre los huesos, asegurándome de
tocarlos todos. Cierro los ojos. El tirón en mi estómago es casi
instantáneo.

Ami. Largo cabello cayendo sobre su rostro. Delantal verde cubierto


con una fina capa de polvo blanco colgando de su cuello. Se apoya contra
el mostrador de la casa de los huesos, sus codos apuntalando su barbilla.
Sus mejillas están sonrojadas. Está sonriendo.

—Has estado aquí todos los días esta semana —dice ella—. Si no
tienes cuidado, voy a creer que solo estás apareciendo para coquetear
conmigo.

—Pero, ¿y si solo estoy apareciendo para coquetear contigo?

Declan. La vista me asusta tanto que me arranco de la visión. De


repente estoy consciente de la sensación de los huesos debajo de mis
palmas. De la brisa que sopla desde la ventana abierta. De la oleada de
nostalgia que empuja contra mi caja torácica. Ami no ha mencionó en
cualquiera de sus cartas que Declan haya estado dando vueltas por la
casa de los huesos. ¿Tal vez le preocupa cómo me sentiría? Declan y yo
nos estábamos viendo antes del kenning. Pero no he pensado en él desde
que llegué a Ivory Hall. Ni una sola vez.

—Has perdido tu enfoque. —La voz de Latham me devuelve a la tarea


en cuestión. Toca el cierre de hueso en su cuello—. No permitas que tu
atención divague.

—Lo siento —le digo.

Me aclaro la mente y me concentro en encontrar a Ami nuevamente.


Pero antes de que pueda evocar una imagen clara de ella, estoy siendo
barrida en otra visión.

Una gran sala con largos bancos contra cada pared. Pisos de tierra
cubiertos en una capa de paja. Dos chicos enfrentados en el centro de un
anillo. Uno es alto y musculoso con el pelo corto y una expresión feroz.
Un tatuaje irregular que se parece el borde de una sierra le rodea el
cuello.

El otro chico es Bram.

La visión se desliza y se inclina como si mi mente hubiera pisado una


capa de hielo sólido. Empiezo a alejarme. No luches contra eso. Las
palabras de Latham me llegan como si vinieran de un lugar lejano en la
cima de una montaña: apenas puedo escucharlas, incluso cuando
resuenan con autoridad.
Los chicos se rodean mientras sus mentores gritan instrucciones
desde el costado. Busca una apertura. Su debilidad es tu oportunidad.
Ataca.

Bram alcanza una pequeña bolsa de terciopelo llena de pequeños


huesos que cuelga de un cinturón en su cintura. Agarra un hueso entre
el pulgar y el índice y lo dobla ligeramente. Su oponente hace una mueca
y acuna su codo.

La expresión de Bram es aguda. Mira al otro chico con cuidado, sin


alejar su mirada ni por un momento, incluso mientras sus dedos hurgan
en la bolsa. Encuentra el hueso que está buscando y lo aprieta en el
centro.

Su oponente gruñe, mete la mano en la bolsa de su cintura y rompe


uno de los huesos a la mitad.

Bram gime y se derrumba en el suelo. Su rostro se ha puesto pálido


y sus respiraciones están llegando en jadeos irregulares. Su pierna
izquierda está doblada en un ángulo antinatural.

—¡Inaceptable! —grita el mentor de Bram, irrumpiendo en el anillo


de combate. Se vuelve hacia su colega—: Darius, tu aprendiz está fuera
de control.

El Maestro Darius se vuelve hacia el chico con el tatuaje aserrado:

—Tranquilízate, ¿de acuerdo? Puedes hacer mucho daño sin


realmente romper el hueso.

El chico se encoge de hombros.

—Pero es mucho más divertido romper cosas. —Su expresión hace


que quiera darle una bofetada. Mis manos se enroscan alrededor de los
huesos debajo de mis palmas.

—Toma asiento —dice el maestro Darius—. Estarás al margen por


ahora. —Luego se vuelve hacia el mentor de Bram—. Estás siendo un
poco blando. Les estamos enseñando a ser guerreros. No diplomáticos.

—Sí, y su aprendiz necesita saber que hay una diferencia entre ser
un guerrero y un bruto. Haría bien en practicar un poco de autocontrol.

Escucho a los dos hombres discutir con una consternación creciente.


Nadie está ayudando a Bram. Sus labios están presionados juntos como
si estuviera tratando de evitar llorar. Sus dedos se curvan alrededor de
puñados de paja. Trato de avanzar, y luego recuerdo que no estoy
realmente aquí. Que no puedo llamar a un Sanador, que no puedo ir a
Bram y prometerle que estará bien.

La visión se vuelve negra alrededor de los bordes como si me estuviera


moviendo hacia atrás a través de un túnel. Lo último que veo es que la
cara de Bram se afloja, sus ojos se cierran.

Jadeo cuando la oficina de Latham se materializa a mí alrededor.


Paredes blancas, una brisa suave ondulando sobre mi piel.

—Parece que has tenido éxito —dice Latham.

Asiento con la cabeza. Pero la sensación dentro de mí es hueca: se


siente mucho más como una derrota que como una victoria.

—¿Viste algo desagradable? —pregunta Latham—. Dime.

—Sí —le digo—. Uno de los otros aprendices. Un chico de Midwood.


Estaba herido en su entrenamiento.

No es hasta que la cara de Latham se cae que reconozco cuán


esperanzado se había visto antes.

—¿Hice algo mal? —pregunto.

—No. —Sacude su cabeza—. No claro que no. Supuse que verías a tu


madre, eso es todo.

Mi mirada se dirige a su muñeca y al pálido tatuaje allí.

—Me recuerdas a ella —dice, como si leyera mis pensamientos.

—Solo en apariencia —le digo—. De lo contrario, nunca nos hemos


parecido mucho.

—Sospecho que tú y tu madre tienen más en común de lo que


piensas.

Pero se equivoca. No me conoce lo suficientemente bien como para


compararme con mi madre. Y podría decírselo si no fuera por el hoyo en
mi estómago, la persistente necesidad de saber qué sucedió después de
que Bram cerró los ojos.

Las lecciones terminaron hace una hora, pero los corredores de


entrenamiento todavía están llenos de ruido: aprendices en grupos,
alardeando de los éxitos del día, maestros refunfuñando entre sí sobre
los fracasos, el susurro de docenas de capas cuando la gente se voltea y
se mueve.

Pero Bram no está aquí.

Deambulo por el dormitorio de hombres, el ala de entrenamiento, el


comedor e incluso la enfermería, pero no puedo encontrarlo.

El pánico revolotea en mi pecho como un pájaro sostenido con


demasiada fuerza.

Me digo a mí misma que mi preocupación no tiene nada que ver


específicamente con Bram, que estaría deambulando por estos pasillos
en busca de cualquier aprendiz que viera herido. Ni siquiera necesito
hablar con Bram. Me sentiré mejor si puedo echarle un vistazo, lo
suficiente como para saber que está respirando, que sus heridas han sido
curadas.

La tentación de volver a Latham baila al borde de mi mente como un


poco de carne tendido a un cachorro. Podría pedir hacer otra lectura. En
realidad podría intentar ver a Bram esta vez en lugar de resistir. Pero la
idea de abrirme a Latham así, confiar en él con mis preocupaciones, no
puedo hacerlo. Una cosa es aceptar su ayuda con el entrenamiento, pero
compartir algo personal se siente como cruzar una línea.

Pienso en los huesos de entrenamiento en mi habitación. No he


intentado usarlos con nadie solo conmigo. Sin otra fuente de sangre, ha
sido mi única opción, así que me he centrado más tiempo en el libro de
hechizos robado. Ahora que sé sobre lecturas sin sangre y tengo algo de
experiencia enfocando la magia, los huesos podrían resultar mucho más
útiles.

Mis pies comienzan a moverse antes de tomar una decisión


conscientemente: me llevan de regreso al dormitorio de las mujeres. Me
detengo afuera de la puerta y escucho. Si no estoy sola, no seré capaz de
hacer una lectura.

Tessa no está aquí. Me quedo sin aliento.

Me arrodillo y busco dónde escondí los huesos debajo de la cama.


Saco la caja, el libro de hechizos, una tela de terciopelo. Mi corazón late
con un ritmo staccato mientras paso página tras página hasta que
encuentro el hechizo de bienestar que estoy buscando. Arreglo los huesos
tal como están en las páginas: cada hueso se toca en el punto central y
se despliega como los radios de una rueda.
Coloco mi mano sobre los huesos y cierro los ojos, dejando que la cara
de Bram llene mi mente: mandíbula fuerte, ojos oscuros, una mata de
cabello castaño desordenado. La magia comienza a remolcarme cuando
una imagen de las manos de Bram flota en mi memoria.

Una sensación atraviesa mi piel como el hielo. Me tiemblan los dedos,


pican para alejarme de los huesos y terminar la lectura, pero los obligo a
quedarse. Empujo mis pensamientos hacia la cara de Bram. Pienso en el
día de la carrera de huesos: el conjunto concentrado de su boca mientras
trabajaba, labios ligeramente fruncidos, su expresión triunfante cuando
fuimos los primeros en terminar, el dolor agudo en sus ojos cuando me
negué a reconocer que habíamos trabajado bien juntos. No tengo tiempo
para procesar mi arrepentimiento antes de que se detenga rápidamente
visión.

Bram camina por los terrenos fuera de Ivory Hall. Sus manos están
metidas en los bolsillos de su capa negra, y se ve perdido en sus
pensamientos. Lo estudio por cualquier signo de lesión, una insinuación
de favorecer su pierna derecha, una cojera, una mueca mientras aterriza
en la izquierda. Pero no encuentro nada. Físicamente, parece estar en
perfecto estado de salud. Sigo mirando. Suavemente patea un guijarro y
lo mira rodar cuesta abajo. Se sienta en un muro bajo de piedra y apoya
la cabeza sus manos.

La visión se desvanece. No siento nada del placer que pensé que


podría tener al completar mi primera lectura sin sangre. No estoy segura
de lo que esperaba, pero de alguna manera presenciando tal momento
privado sin vigilancia me hace sentir sin ataduras en lugar de triunfante.
Saco los huesos en mi palma y los deposito en la caja. Cierro el libro de
hechizos. Pongo todo de vuelta en mi escondite.

Me siento en el borde de mi cama y miro las paredes blancas como


hueso sin verlas realmente.

Bram no está herido, eso es todo lo que importa. No la falta de color


en esta sala. No la sensación de decepción por algo que no puedo
nombrar.

Quizás mis lecturas son inexactas. Quizás Bram nunca resultó herido
en absoluto. Tal vez está sentado en su habitación en este mismo
momento.

Solo hay una forma de averiguarlo. Deslizo mis brazos en mi capa y


salgo corriendo por la puerta.
Bram está exactamente donde los huesos dijeron que estaría.

Se sienta de espaldas a mí en un muro bajo de piedra con vistas a la


ciudad. El sol se está poniendo y el horizonte es naranja sangre. Con su
cabello castaño y su capa negra, se ve como una mancha contra el cielo
vibrante.

Si me voy ahora, él nunca sabrá que estuve aquí.

No lo hago.

Doy un paso hacia él. La punta de mi bota atrapa una roca perdida y
la hace saltar a través de los adoquines. Bram se da vuelta, y por una
fracción de tiempo, su expresión es completamente en blanco, como si su
mente no hubiera captado sus ojos. Y luego la sorpresa baña sus
características.

—Saskia —dice—, ¿qué haces aquí? —Se mueve para hacerme sitio y
me siento a su lado.

—Estaba preocupada por ti —le digo.

Ladea la cabeza hacia un lado. Una pregunta.

—Segunda Visión.

Su expresión cambia. Me mira con cautela.

—¿Me viste?

—Lo hice —le digo—. Estabas entrenando. Te lastimaste.

—Me lastimo todos los días. Eso no debería ser un shock bajo las
circunstancias.

Mis mejillas se calientan. Miro hacia otro lado y estudio la ciudad que
se encuentra debajo de nosotros, a las luces que se derraman por el valle
y se preguntan cuántas personas se están riendo en este mismo
momento. ¿Cuántos están de luto? ¿Cuánto de lo que está sucediendo ya
lo había visto un encantador de huesos?

—¿Tu pierna se siente mejor?

—¿Mi pierna? —Se mueve contra la pared—. No me lastimé la pierna.

—¿No lo hiciste?
Me giro hacia él y se ríe de mi sorpresa. El sonido es profundo,
melodioso. Hace que mi estómago suba y baje.

—Quizás necesites más práctica —dice, empujando mi hombro con el


suyo.

—Probablemente —le digo.

Pero entonces la comprensión se asienta sobre mí como una capa de


escarcha. El intensificador. Latham dijo que aumentaría mi alcance. Tal
vez lo que vi no ha sucedido todavía.

—¿Hay un Quebrantador de Huesos con un tatuaje irregular en el


cuello? ¿Uno que parece una sierra?

—Ese sería Viktor —dice Bram—. Está construido como una montaña
y tiene un temperamento de un oso que acaba de recibir un disparo en
los cuartos traseros con una flecha.

Sonrío.

—No es una buena disposición para un Quebrantador.

—Oh, conoces a los Quebrantadores. Todos somos brutos —lo dice a


la ligera, pero hay una nota de amargura en su voz.

El aire entre nosotros se enfría. Y es aún más mordaz debido a la


calidez que vino antes.

Encuentro un hilo suelto en el dobladillo de mi manga y lo envuelvo


alrededor de mi dedo.

—Ten cuidado con él —le digo.

La mirada de Bram encuentra la mía.

—No necesito tu consejo.

Su voz es suave de la misma forma en que la serpiente que se mueve


a través de la hierba es suave, silenciosa, pero aún peligrosa. Despierta
recuerdos de las mismas palabras que salen de mi propia boca. Me
molestaba cada vez que mi madre me daba una advertencia basada en
un discurso. Sus advertencias siempre se sentían como cuerdas que me
ataban abajo, uniéndome a un camino u otro. Y ahora, mientras miro a
los ojos desafiantes de Bram, me pregunto si ella sintió la misma
sensación de impotencia que yo siento ahora.
El consejo de mi madre siempre se sintió como que intentaba
imponerme sus elecciones. Pero tal vez solo me estaba advirtiendo que
tuviera cuidado con las mías.

Me levanto y quito las arrugas invisibles de mi capa.

—Viktor no pelea limpio —le digo—. Sólo sé cuidadoso.

Él hace un ruido suave que indica que escuchó pero no promete nada.

—¿Y Bram? —Toco su hombro—. No creo que seas un bruto.

Cuando lo digo, me doy cuenta de que es verdad. Mi percepción de él


ha cambiado gradualmente durante las últimas pocas semanas. Como la
forma en que la oscuridad se mueve hacia el amanecer en cientos de
pequeños momentos, cada uno idéntico al anterior, hasta que de repente
abres tu ojos y encuentras el mundo transformado. Todavía no estoy
segura de quién es Bram, pero sé que no es quien pensé que era el día
del kenning.

Mis dedos se doblan sobre la parte superior de su omóplato.

—Lamento haberte juzgado mal. —Trago. Las siguientes palabras son


más difíciles de decir—: Y especialmente lamento si dejé que otras
personas también te juzgaran mal.

Levanta la mano y, por un momento, creo que tiene la intención de


tocarme. Que colocará su mano sobre la mía y podremos comenzar de
nuevo. Pero mueve sus dedos a través de su cabello en su lugar. Elige un
camino diferente. Deja caer su mano sobre su regazo.

Dejo que mis dedos se deslicen de su hombro. Y me alejo sin


despedirme.
17
La Tutora
Traducido por marbelysz

E
l pequeño bote de Audra se desliza silenciosamente a través
de las tranquilas aguas negras del Shard. Las dos sentadas
una frente a la otra, aunque no hablamos, no nos miramos a
los ojos. El único sonido es el delicado chapoteo de los remos mientras
dos de los criados de Audra reman hacia un pueblo que nunca he estado.

A lo lejos puedo ver el barco, nada más que una forma oscura contra
el cielo nocturno. He estado huyendo del peligro durante años, y ahora
estoy navegando hacia él. Pero si hay una pequeña oportunidad de
descubrir que sucedió con el resto de los huesos de mi padre, tengo que
arriesgarme. Ajusto la capucha de mi capa gris para asegurarme de que
mi cara está en la sombra.

No te acerques demasiado como para ver algo si eres reconocible, dijo


Audra antes de irnos. Y si nos atrapan una vez que estemos a bordo, no
nos dejaran salir con vida.

Mis trenzas están sujetas detrás de mi cabeza, y una bufanda oscura


cubre mi cabello brillante. Llevo un par de guantes de satén hasta el codo
de Audra para ocultar el tatuaje en forma de pétalo en mi pulgar.

Audra a menudo está rodeada de sirvientes, por lo que su visita al


mercado de sombras con una criada para ayudarla a llevar sus compras
no será inusual. Pero aun así es arriesgado. Aunque es poco probable
que veamos a alguien de Midwood, no es imposible. Alguien robó esos
huesos, lo que requirió al menos una visita a nuestro pueblo.

Tal vez debería haber ido con mi madre y el resto del Consejo en lugar
de perseguir un barco lleno de criminales. Pero es bastante difícil obtener
fragmentos de información de mi madre sobre mi propia vida. Me ha
dejado fuera de esto completamente.

Pienso en todas las cosas que podrían salir mal: mi capucha podría
caerse y exponer mi cara. Alguien podría reconocerme incluso disfrazada.
Audra se podría quebrar y delatarnos, está lejos de ser la persona más
estable que he conocido.

Sus pensamientos deben estar bailando con los míos, porque se


inclina hacia adelante.

—Esta es una idea terrible. No es demasiado tarde para regresar.

No puede perder los nervios ahora. Ella sostiene mi vida en sus


palmas.

—Si regresamos, tu destino está sellado.

El recordatorio sella sus labios con tanta seguridad como si los


hubiera untado con cera caliente. Se endereza y mira hacia otro lado.

Nos paramos junto al muelle, y los dos remeros mantienen el bote


firme mientras desembarcamos. Audra se inclina hacia mí y sisea en mi
oído:

—Mantén la cabeza baja y no hables. Ni una palabra.

El muelle está poblado por media docena de hombres. Si no supiera


que el barco en el puerto alberga un mercado ilegal de sombras, no
pensaría en la escena que tengo ante mí: un hombre que sale a pescar
un poco por la noche, otros dos en una conversación profunda, otros
mirando por encima el agua perdidos en sus pensamientos, como si
estuvieran cuidando un corazón roto o preocupándose por cómo pagar
una deuda.

En cambio, veo a los hombres por lo que son: centinelas,


estratégicamente ubicados para proteger el barco desde cualquier
dirección.

Audra hace contacto visual con uno de los hombres y toca con un
dedo su sien. Él la reconoce con un sutil hundimiento de la barbilla. Se
nos ha otorgado acceso.

Sigo a Audra por la rampa de acceso, mi corazón late con tanta fuerza
en mi pecho que estoy segura de que la primera persona que encuentre
lo escuchará, sospechará de mí, me detendrá y me arrancará la capucha
de la cabeza. Pero cuando llegamos a la cima, la cubierta está vacía y tan
ominosamente silenciosa como un cementerio. Estoy a punto de
preguntarle a Audra qué sucede cuando me corta con una mirada aguda
y silenciosa.

Cuando doblamos la esquina, veo la razón de su mirada. La cubierta


principal no está completamente vacía después de todo. Un hombre
sentado en una silla de madera vigila la escalera que conduce a debajo
de las cubiertas. Sus dedos están entrelazados detrás de su cabeza y está
recostado hacia atrás, balanceando la silla con solo dos patas. Cuando
nos ve, se pone de pie y la silla aterriza en la cubierta con un ruido sordo.

—Lady Ingersson —dice—, ¿regresó tan pronto?

Ella ríe levemente como si no le importara nada en el mundo.

—¿Qué puedo decir? Tengo un apetito insaciable por la buena


mercadería.

—Y excelente gusto también. —Mira a su alrededor para echarme un


vistazo—. ¿Quién es su amiga?

Audra agita una mano despectivamente frente a su cara.

—No es una amiga. Una criada. Realmente no se puede esperar que


cargue todas mis bolsas, ¿verdad?

—Se supone que tengo que aprobar cualquier nuevo cliente con el
jefe. Será mejor que espere aquí conmigo hasta que termine su negocio.

—Ella no es un cliente, Max. —La voz de Audra gotea con desdén—.


Es una sirvienta. Ahora, si puedes, déjenos pasar. No tengo toda la noche.

Max se mueve sobre las puntas de sus pies. Se pasa una mano por la
frente.

—Gasto más que sus próximos diez clientes combinados —dice


Audra—. Me lo pensaría dos veces antes de que me rechaces.

Max suspira y se hace a un lado.

—Bien. Pero la próxima vez…

Audra lo empuja sin esperar el final de la oración, y me apresuro


detrás de ella, segura de que me veo exactamente como una tímida
criada.

Bajamos la escalera y nos adentramos en otro mundo: uno lleno de


gente hablando en voz baja, puestos repletos de mercancías, hombres y
mujeres sentados a la mesa, comiendo, bebiendo, riendo silenciosamente
chistes susurrados. Es el tipo de escenario que debería estallar de ruido.
Pero, en cambio, es una visión del caos con los sonidos de una sobria
fiesta en el jardín. La yuxtaposición es inquietante.

Las linternas cuelgan de ganchos en las paredes, proyectando el


mercado en una luz parpadeante que solo se suma a lo inquietante.

Mantengo mi rostro a la sombra de mi capucha mientras examino los


puestos que pasamos. Uno tiene bandejas llenas de gemas raras,
probablemente robadas, ya que cada una es única, y algunas tienen joyas
con iniciales ya talladas en oro. Otro puesto tiene pociones hechas de
polvo de huesos, algunas que prometen curar enfermedades, otras que
garantizan la belleza, pociones que afirman profundizar los sentimientos
y pociones que afirman hacer que dejes de sentir.

Pasamos por un vendedor que vende artefactos hechos de hueso:


platos y cucharas, esculturas y coronas funerarias. La bilis se eleva en el
fondo de mi garganta. Ahora realmente entiendo la frustración de mi
madre con la forma en que Audra gasta sus monedas. Antes de comenzar
a trabajar con Audra, nunca pensé mucho en la forma en que se usaban
los huesos, pero ahora, pensar en cómo algunos beben de tazas de té
hechas de hueso mientras que otros son demasiado pobres para
permitirse un kenning adecuado me hace sentir enferma. Los estantes
están llenos de mercancías. ¿Cuántos huesos fueron sacrificados para
que los ricos puedan hacer alarde de sus riquezas? ¿Cuántos niños
crecieron sin el beneficio de ver hacia dónde podría conducir su camino
para que estos huesos se puedan moldear en algo inútil?

Meto las manos en los bolsillos de mi capa para mantenerlas quietas.


Tengo un impulso casi irresistible de dar un golpe en la exhibición, de
enviar todas estas baratijas profanas al suelo y verlas romperse en mil
pedazos.

Los siguientes puestos son peores.

Los huesos kenning valorados por el poder de sus dueños:


metacarpianos que afirman ser de un Sanador de Huesos, falanges que
prometen pertenecer a un Tallador de Huesos. Obviamente fueron
robados, ya que aquellos sin su propia familia fallecida pueden comprar
huesos kenning en el mercado de la plaza del pueblo. La gente honesta
no necesita colarse como ladrones en la noche para obtenerlos.

Otro vendedor vende recuerdos robados. Un letrero en su puesto dice:


¡EXPERIMENTE EL PELIGRO, SIN EL RIESGO! Los recuerdos están
atrapados dentro de pequeños huesos que se encuentran en coloridos
recipientes de vidrio de varias formas y tamaños. Están etiquetados por
evento: ¡PASA POR UNA CASCADA EN UN BARRIL DE MADERA! ¡SUBE
A LA CIMA DEL MONTAJE OSTA! ¡NADA CON UNA BALLENA! ¡HAZ EL
AMOR A UNA HERMOSA MUJER!

Mis uñas se enroscan en mis palmas, cortan formas de media luna


en mi carne. Estos recuerdos fueron extraídos de personas reales.

Audra alcanza mi codo.

—Date prisa ahora —dice con voz cantarina.

Pero luego me pellizca. Con fuerza. Mi horrorizada sorpresa debe


estar llamando la atención. Me lleva a través de filas y filas de puestos
hasta que finalmente se detiene.

Levanto mis ojos y mis costillas colapsan alrededor de mi corazón.


Los huesos de mi padre se muestran tan ceremoniosamente como las
manzanas en un puesto de frutas: sus costillas, su cráneo, cestas llenas
de huesos de los dedos de las manos y los pies. Un letrero en la pared
proclama: ¡HUESOS EXPERTAMENTE PREPARADOS! ¡MÚLTIPLES
USOS!

La ira fractura mi visión. De repente entiendo el deseo que lleva a


alguien a la violencia.

Audra me mira por encima del hombro como si dijera, los has visto.
Ahora vámonos.

—Cómpralos —le digo.

El pánico chispea en sus ojos.

—¿Perdóname? —Su voz es indignada.

—Cómpralos todos.

Audra me agarra del codo y me arrastra fuera del alcance auditivo del
vendedor.

—Eso no fue parte de nuestro trato —dice.

La miro con una mirada helada.

—O compras cada uno de esos huesos o haré una escena tan grande
que toda este barco sabrá que eres una traidora.

Ella traga. Sus ojos están llenos de odio y miedo, pero ambos sabemos
qué emoción ganará. Saca su monedero y regresa al vendedor.
—Tomaré todo el conjunto —dice ella.

El vendedor da un silbido bajo.

—No puedo venderlos a todos, señora. Nos quedaremos sin


inventario.

—Mi moneda es tan buena como la de cualquier otra persona —dice


Audra altivamente—. ¿Qué importa?

Él se inclina hacia adelante y apoya los codos en el mostrador.

—Importa porque si vienen otros clientes y no tengo nada que


mostrar, es posible que no vuelvan otra vez, ¿entiende?

Estoy a punto de arrancarme el manto y provocar una escena cuando


otra voz proviene de la parte posterior del puesto.

—Adelante, véndelos. Pronto nos llegaran más.

Hay algo familiar en la voz, pero no puedo ubicarla sobre el bajo


murmullo que zumba en el resto del mercado. Me acerco más a Audra y
trato de verlo mejor, pero la parte trasera del puesto está demasiado
oscura para ver más que una sombra.

El vendedor se vuelve hacia la voz.

—¿Estás seguro de eso?

—Estoy seguro —dice—. Mañana llega otra colección completa, y


luego, en unas pocas semanas, anotaremos en grande. Acabamos de
desmontar a una Mezcladora en Midwood.

Mi sangre corre fría y mis rodillas se debilitan. Están hablando de


Rakel, de asesinarla por sus huesos. Y esa voz…

Le pertenece a Declan.

Audra compra los huesos. El vendedor los pone en un saco de


arpillera, del tipo que se usa para retener a los muertos. Me da la bolsa,
como si realmente fuera la criada de Audra, como si no me estuviera
entregando mi propio corazón robado. Aprieto la mandíbula, rechino los
dientes para evitar escupirle en la cara. Mantengo mi cabeza agachada
dentro de mi capucha, y no dejo que mi mirada vague hacia la parte
trasera del puesto, donde Declan permanece en la oscuridad.
Silenciosamente, cargo el saco fuera del mercado de sombras y lo llevo
al pequeño bote de Audra. Sus sirvientes nos alejan. Cuando el barco
está fuera de la vista, me inclino sobre el costado del barco y vomito.

Me digo a mí misma que no fue la cobardía lo que me impidió


lanzarme sobre el mostrador y sujetar mis brazos alrededor del cuello de
Declan. Me digo que tengo información vital que llevar al Consejo del
pueblo. Información que no puedo compartir si estoy muerta. Me digo
muchas cosas. Pero el problema es que no puedo diferenciar la verdad de
las mentiras.

Pienso en la mano de Declan deslizándose sobre la mía. De su aliento


contra mi cuello cuando me dijo que se había enamorado de mí. De la
forma esperanzadora en que he examinado mi muñeca todos los días en
busca de cualquier indicio de un tatuaje de amor.

Las náuseas amenazan de nuevo. Mis pensamientos se persiguen


unos tras otros hasta que quedo mareada con ellos. ¿Cómo he podido ser
tan estúpida? ¿Soy tan mala jueza de carácter? Y luego un pensamiento
terrible, uno que me atraviesa como una cuchilla, ¿qué precio obtendrían
mis huesos en el mercado sombra? Especialmente si alguien pensó, hace
meses, que había una posibilidad de que me vincularan como
Encantadora de Huesos en el kenning. ¿Qué tan valiosos serían los
huesos de mi madre?

Debe ser mucho más fácil matar a alguien que confía en ti.

Audra no habla todo el camino de regreso a Midwood, que


probablemente sea lo mejor. Algo oscuro y feo está creciendo dentro de
mí. Puedo sentir el susurro de sus alas.

El bote se desliza junto al muelle, y no espero a que los sirvientes de


Audra estabilicen el bote antes de ponerme de pie y arrastrar los huesos
de mi padre a la orilla. Levanto el saco sobre mi hombro y me dirijo a
casa.

—Espera —dice Audra. Contra mi mejor juicio, me vuelvo. Su mirada


se dirige a la bolsa—. Deberás proporcionar un pago para esos.

Mi sangre se convierte en fuego en mis venas.

—El destino te lo pagará, Audra. Cuento con ello.

Mi madre se sienta en una silla junto al fuego, con una lámpara de


aceite encendida en una mesa cercana. Su libro de hechizos descansa
sobre su regazo, pero su palma está presionada firmemente sobre la
cubierta de cuero, como si su instinto es protegerlo incluso mientras
duerme.

Me aclaro la garganta y ella se agita. Sus ojos se abren y luego se


agrandan de miedo. Vuela sobre sus pies. El libro de hechizos cae al
suelo. Toma un atizador de donde cuelga cerca del fuego.

De repente, me doy cuenta de cómo me debo ver: encapuchada,


enguantada, un saco colgado del hombro, como si estuviera aquí para
robarla, o algo peor.

—Soy solo yo —digo.

—¿Saskia? —Su voz todavía está nublada por el sueño y la


confusión—. Me asustaste. ¿Dónde has estado?

Bajo el saco de arpillera al suelo.

—Es una larga historia.

—Traté de leer los huesos para encontrarte —dice ella—. Pero


necesitaba a alguien con Segunda Visión. Estabas demasiado cerca del
presente para que lo viera.

—Lo siento. —Me quito la capa, y me quito la bufanda y las trenzas


del cabello.

—Estás llorando —dice.

—No.

Pero cuando toco con mis dedos mi mejilla, el satén negro se vuelve
húmedo. No puedo soportar la sensación de los elegantes guantes de
Audra en mi piel por un segundo más. Me los quito uno por uno y los tiro
al fuego. Miro cómo sus dedos se curvan y se derriten. Un olor amargo
ahoga el aire.

Mis manos están sudorosas y uno de mis nudillos está manchado de


tinta; qué apropiado que Audra me prestara una tela que destiñe cuando
se humedece.

Froto la mancha con el pulgar, pero no cede.

Acerco mi mano a mi cara y examino la marca. No es tinta. Es un


pequeño tatuaje negro. Y tiene forma de triángulo.
18
La Encantadora de Huesos
Traducido por AnamileG

M
e siento a la sombra de un álamo temblón, recostado y
apoyando los codos en la hierba fresca. Tessa se acuesta
boca abajo junto a mí, preguntándome sobre los huesos de
los vertebrados emplumados. El suave calor de la primavera ha dado
paso al calor del verano, lo que hace que estudiar en las laderas que
rodean Ivory Hall sea mucho más agradable que estar dentro del
dormitorio sofocante o en una de las salas de entrenamiento. Talon y
Linnea se sientan cerca, trabajando con réplicas de huesos de animales.
Están practicando identificarlos solo por sentimiento, una habilidad
importante para todos nosotros, pero especialmente para Linnea y los
otros Quebrantadores. Por eso es lamentable que Bram no esté aquí.
Trato de no imaginar dónde podría estar, trato de no pensar en él en
absoluto. Obviamente no está interesado en reparar la grieta entre
nosotros. Lo dejó perfectamente claro la otra noche cuando intenté
disculparme.

—¿Saskia?

Mi cabeza se levanta. Puedo decir por el tono impaciente en la voz de


Tessa que no es la primera vez que dice mi nombre.

—Lo siento —le digo—, ¿qué fue eso?

—Estás tan distraída hoy. ¿Todo está bien?

—Estoy bien. Mi mente solo vagó por un momento. ¿Puedes repetir la


pregunta?

Tessa mira su libro.


—Nombra tres pájaros cuyos picos cerrados a menudo se confunden
con dientes, y los principales usos mágicos para ellos.

Me muerdo el interior de la mejilla mientras pienso.

—¿El ganso de ganso silvestre, el tucán y... el pájaro enano con pico
de diente?

—Bien —dice Tessa—. ¿Usos mágicos?

Toco mis dedos en la hierba.

—Los Mezcladores los usan para pociones que disuelven el metal...


¿Hay más usos?

—Los Talladores los usan para hacer cuchillos —grita Talon. Sus ojos
están cerrados y siente los contornos de un cubito de cocodrilo.

—¿Lo hacen?

—Sí —dice—. No son las herramientas más poderosas que hacen los
Talladores, pero son buenas para cortar cosas blandas. Como los
tomates.

Linnea se ríe.

—Solo tú pensarías usar magia para cortar comida.

Talon le da una sonrisa boba, con los ojos aún cerrados. Linnea lo
está estudiando con afecto abierto. Es una expresión que nunca antes
había visto en ella. Sus mejillas están sonrojadas y sus ojos son
particularmente brillantes hoy. Esmeralda y deslumbrante.

—Me tomo la comida muy en serio. —Los dedos de Talon se cierran


alrededor de un extremo del hueso—. ¿Es este un antebrazo de algún
tipo?

—Sé más específico —dice Linnea.

—¿Radio?

La boca de Linnea se curva.

—Nop.

Talon abre un ojo y mira el hueso.

—Me refería al cúbito.

—Tramposo —dice Linnea, golpeando su brazo.


—Saskia es la que hizo trampa. Ella obtuvo su respuesta de mí.

Empiezo a protestar cuando Tessa mira por encima de mi hombro y


se ilumina.

—Oh Dios. Bram se acerca.

Levanto los codos de la hierba y me siento. Las bromas fáciles de


Talon crearon una delicada burbuja de satisfacción a mí alrededor, pero
en el momento en que veo a Bram caminando cuesta abajo, aparece como
si hubiera sido golpeada con el pinchazo rápido de un alfiler. No es solo
la forma en que se sostiene, pisando rígida y precisamente como si
estuviera evitando cualquier movimiento no esencial, lo que me hace
quedar quieta, sino la expresión cruda en su rostro. La vulnerabilidad.

Está herido.

Estoy de pie antes de recordar haber decidido pararme.

—¿Qué pasó? —pregunto.

Los ojos de Bram se encuentran con los míos. Me da una mirada


extraña.

—Viktor.

Pienso en el ángulo de su pierna cuando lo vi en la visión.

—Entonces, ¿cómo estás caminando?

Puedo sentir al resto del grupo mirándonos. Prácticamente puedo


sentir el peso de sus preguntas a mis espaldas.

Tessa rompe el silencio primero:

—¿Qué está pasando?

—Bram se lastimó en el entrenamiento de hoy —dice Linnea. Me


mira—. Pero no estoy segura de cómo Saskia lo sabe.

—Lo vi durante una lectura de huesos.

No menciono que lo vi hace días, tan atrás que no debería haber sido
posible para alguien con Segunda Visión, y tampoco Bram.
Afortunadamente, los demás parecen demasiado preocupados por él para
hacer más preguntas.

Me vuelvo hacia Bram:

—En mi visión, tu pierna estaba rota.


Se estremece mientras se baja a la hierba.

—Sanadores —dice—, buenos.

—Entonces, ¿por qué sigues sufriendo? —pregunta Tessa.

—Mi mentor no cree en el control del dolor. Piensa que aprender a


manejar las molestias es una parte importante de mi entrenamiento.

—Oh, por el amor de Dios. Eso es ridículo. —Tessa se arrodilla en la


hierba a su lado—. Saskia, traje algunos huesos conmigo. ¿Me los
traerías, por favor?

Encuentro su bolsa apoyada contra el tronco del árbol.

—¿También necesitas tu libro de hechizos?

—No —dice ella—, tengo el patrón memorizado. Solo necesito los


huesos y una aguja.

Mientras busco en la bolsa de Tessa, puedo escucharla hacerle


preguntas a Bram sobre su dolor: dónde le duele más, cuánto tiempo ha
estado herido, qué hizo el otro Sanador para ayudarlo. Su voz es suave y
relajante.

Encuentro una aguja y el pequeño contenedor de huesos y se los


entrego. Tessa los coloca en un patrón junto a Bram y luego pincha su
dedo y deja caer unas gotas sobre los huesos. Ella toca su pierna,
pasando la palma de su mano desde su cadera hasta su tobillo,
suavemente al principio y luego con más firmeza.

La expresión de Bram se parece a un hombre muriendo de sed que


acaba de recibir una jarra de agua. El alivio lo invade. Y luego tanta
felicidad que hace que el color aumente en mis mejillas.

Tessa se recuesta sobre sus talones.

—¿Eso está mejor?

Él estira la mano y atrapa sus dedos entre los suyos.

—Sí —dice—. Gracias.

Pienso en mi mano sobre el hombro de Bram la otra noche y deseo


no haberla puesto allí.
—Tu mejora es notable, Saskia —dice la Maestra Kyra.

Acabo de identificar el número total de Talladores en la sala de


entrenamiento de al lado y pude escuchar la lección de los Mezcladores
al otro lado del pasillo.

En las últimas semanas hemos pasado a tareas cada vez más


desafiantes, y entre mis sesiones con Latham y mis lecciones regulares,
finalmente siento que estoy progresando.

—A este ritmo, no pasará mucho tiempo hasta que obtengas tu


tatuaje de maestría —dice Kyra.

El comentario se siente como estar parada cerca del fuego en un día


frío.

Nuestros libros de historia dicen que hay tres tatuajes esenciales que
indican una vida bien vivida: un tatuaje de amor, que se puede adquirir
de cualquier vínculo especialmente fuerte, no necesariamente solo del
tipo romántico; un tatuaje de pérdida, que generalmente aparece después
de la muerte de un ser querido; y un tatuaje de maestría, que es el más
exclusivo y proviene de un alto logro en la especialidad de uno. Los que
mueren sin los tres son llorados especialmente intensamente. Los
tatuajes de dominio suelen ser los primeros en aparecer: muchas
personas adquieren experiencia en su disciplina antes de encontrar un
gran amor o perder a alguien cercano a ellos, pero solo los mejores
aprendices logran un tatuaje de dominio antes de terminar el
entrenamiento.

Pienso en el tono joya del brazo derecho de mi padre, una obra de


arte que capturó perfectamente no solo su habilidad como pintor sino
también su alegría. Y el tatuaje de maestría de mi madre: un óvalo vertical
dentro de uno horizontal más grande, ambos enmarcados por gruesas
líneas arqueadas en la parte superior e inferior. Como el ojo de un gato.
Situado justo debajo de su hombro, más pequeño y más reservado que el
de mi padre, pero también le queda bien.

—¿Un tatuaje de maestría? ¿De verdad piensas eso? —pregunto.

Ella me da una sonrisa rara.

—Lo hago. ¿Intentamos otra tarea?

—Sí —le digo—. Dame algo desafiante.

Ella golpea su dedo contra sus labios mientras piensa.


—Elije a alguien específico, alguien aquí en Ivory Hall, y ve si puede
localizarlo. —Empiezo a cerrar los ojos—. Esto va a ser más difícil —
advierte—. Dirigir magia hacia una persona específica sin el beneficio de
su sangre es una habilidad avanzada.

Pero la Maestra Kyra no sabe que he estado practicando lecturas sin


sangre con Latham durante semanas.

—¿Qué tal Norah? —pregunto.

Kyra se ríe.

—Nunca eliges el camino fácil, ¿verdad? Norah llevará un escudo.


Será imposible verla.

—¿Un escudo?

—Un talismán creado por un Tallador que bloquea la magia. La


mayoría de los Maestros los usan para protegerse contra los aprendices
descontentos. Imagina el daño que un joven Quebrantador enojado
podría hacer. O un Mezclador que prepara un veneno. —Ella levanta las
cejas juguetonamente—. O un Encantador de Huesos que puede espiar
cada momento privado.

Arrugo mi nariz. No deseo ver los momentos privados de Norah.

—¿Qué tal mi compañera de cuarto?

—Muy bien. Dale una oportunidad.

Pongo mis palmas planas sobre los huesos. Me imagino a Tessa tan
claramente como puedo: sus grandes ojos marrones, los rizos que
enmarcan su rostro y su cascada en una caída por la espalda, los tatuajes
en forma de estrella en su cuello, la melodía reconfortante de su voz. El
tirón en mi estómago me dice que estoy cerca. Las figuras sombrías
entran y salen de mi visión, pero no se solidifican en nada reconocible.

La frustración invade mi mente y la imagen se rompe.

Mis manos se contraen sobre los huesos, pero las dejo allí. Puedo
hacer esto. Presto atención a mi respiración entrando y saliendo de mi
cuerpo, a mis pulmones llenándose de aire y luego desinflando.

Lo intento de nuevo.

Un tirón hacia los huesos. Una silueta: los contornos de los rizos de
Tessa cayendo sobre su rostro mientras se inclina sobre algo. Pero no
puedo ir más lejos. Intentar sostener la imagen es como tratar de retener
el agua en mis palmas ahuecadas. Solo puedo manejarlo por unos
momentos antes de que comience a filtrarse.

Un dolor agudo me atraviesa la cabeza. Me muerdo el labio e intento


aguantar, pero no sirve de nada. La visión ya se está desvaneciendo.

Levanto mis manos y me recuesto en mi silla. Mis sienes palpitan, y


cuando abro los ojos, la habitación se ve roja y borrosa.

—Lo hiciste bien en un primer intento —dice la Maestra Kyra—. ¿Qué


crees que salió mal?

Los golpes en mi cráneo son implacables. Hace que sea difícil pensar
con claridad.

—No sé —le digo—. Simplemente no pude obtener una imagen clara.


Tal vez podría haberlo hecho con un intensificador.

El aliento de Kyra es un silbido.

—¿Qué dijiste?

—Yo solo...

La expresión en su rostro hace que las palabras mueran en mi


garganta. Sus palmas se aplanan contra la mesa y sus ojos son salvajes.
Debería haberle contado sobre las lecciones adicionales de Latham. No
sé por qué no lo hice. Al principio, cada vez que tenía la tentación de
mencionarlo, me detenía, preocupada de que pusiera fin a mis sesiones
con él. Y luego, cuando comencé a progresar, quería que la Maestra Kyra
quedara impresionada conmigo, que pensara que había mejorado por mi
cuenta. Ahora puedo ver que fue un error.

—¿Has estado usando un intensificador en tu práctica?

—No quise hacer ningún daño —digo—. Solo estaba tratando de


mejorar.

—La magia oscura nunca debería ser un atajo para mejorar. —Su voz
apenas está controlada. Como un animal rabioso en el extremo de una
correa tensa.

El miedo se filtra en mí.

—No sabía que era magia oscura. —Mi voz suena pequeña para mis
propios oídos.

El puño de la Maestra Kyra cae sobre la mesa.


—Los intensificadores son el tipo de magia más oscura. Debes saber
cómo se hacen si has podido conseguir uno.

Es como si su ira latiera en mi cabeza. Lo siento palpitar en la base


de mi cráneo.

—No —digo—, no lo sé.

Su mirada me fulmina.

—Solo se pueden hacer de los huesos de una persona que fue


asesinada. —Ella traga—. Violentamente.

Las palabras caen como cuchillas. Las náuseas amenazan en el fondo


de mi garganta.

—No —le digo—. Eso no puede ser cierto. ¿Quizás me equivoqué con
el nombre del hueso?

—¿Dónde conseguiste un intensificador, Saskia?

—No tengo uno —le digo—. El Maestro Latham me dejó tomar


prestado el suyo. Me ha estado ayudando con práctica adicional.

La boca de Kyra se aplana en una línea delgada y áspera. Puedo sentir


su incredulidad como un peso contra mi pecho.

—Por favor no me mientas. El castigo por usar magia oscura es


severo. Su honestidad contribuiría en gran medida a disminuir su
sentencia.

—¿Mi sentencia? Pero no sabía que era magia oscura. Latham dijo...

Ella levanta una mano.

—Estoy increíblemente decepcionada. Esto tendrá que ser reportado


a Norah. Ella decidirá si llevar el caso al Gran Consejo.

—Por favor —le digo—, todo esto es un malentendido. Pregúntale a


Latham. Corroborará todo lo que te dije.

La luz del sol entra por la ventana. Anteriormente pensé que parecía
alegre, cómo envió las motas de polvo bailando en el aire suspendidas en
un calor dorado. Pero ahora es duro. Deslumbrador. Mi ropa está pegada
a mi piel.

La mirada de la Maestra Kyra es fría. Ella no me cree.

Pero lo hará. Tan pronto como hable con Latham, lo hará.


Dos miembros de la Guardia de Marfil me acompañan a una sala de
asambleas. Una larga mesa llena el centro del espacio. Sentados a un
lado están Norah y los tres Maestros Encantadores de Huesos. Me quedo
sin aliento al ver a Latham. Él puede explicar y terminar todo esto.

Una silla vacía me espera al otro lado de la mesa. Intento captar la


mirada de Latham mientras me siento, pero no me mira a los ojos.

—Saskia —dice Norah, no sin amabilidad—, estoy segura de que te


das cuenta de por qué estás aquí.

—En realidad, no lo hago —le digo—. No completamente. —Mi mirada


se posa en Latham. Espero a que interceda, para ofrecer algunas
palabras de explicación o disculpa.

No lo hace.

La certeza se drena de mí en un movimiento rápido, como el agua de


un vaso con punta.

Norah me da una mirada de búsqueda.

—¿Es cierto que has estado usando intensificadores en tu práctica de


lectura de huesos?

Me siento más derecha en mi silla. No dejaré que me condenen por


algo que no hice.

—El Maestro Latham se me acercó poco después de llegar a Ivory Hall


y me ofreció tutoría adicional. Él fue quien introdujo el intensificador. No
sabía que era magia prohibida hasta que la Maestra Kyra me lo dijo más
temprano hoy.

La mirada de Norah se desliza hacia Latham, que se encoge de


hombros.

—Como dije antes, no tengo idea de qué está hablando.

Siento que me he perdido un paso. Como si el suelo debajo de mis


pies hubiera desaparecido abruptamente y ahora no hay nada más que
aire. Su negación no tiene sentido.

—¿Por qué estás mintiendo?


Busco en la cara de Latham, trato de encontrar alguna pista del
mentor que he llegado a conocer, pero parece un hombre diferente. Las
arrugas en las comisuras de sus ojos se han suavizado, y su boca,
generalmente ligeramente hacia arriba como si estuviera a solo unos
minutos de una sonrisa, ahora es una línea plana y dura.

Se inclina hacia adelante y descansa sus brazos sobre la mesa.

—Cualquiera que sea su plan, no funcionará. Tenemos formas de


descubrir la verdad.

Sus palabras me dan escalofríos. Ambos sabemos que no es la verdad


lo que busca, pero no puedo entender lo que gana con su deshonestidad.
¿Ayudar al aprendiz de otro maestro es una gran ofensa?

Latham se vuelve hacia Norah.

—¿Has buscado en su habitación?

La sangre se drena de mi cara. Norah se da cuenta. Veo su aviso. Veo


el cambio en su expresión. Miro cómo su simpatía se desvanece.

La comprensión se desarrolla dentro de mí. Latham no está tratando


de protegerse. Está tratando de implicarme.

—Busque en su habitación —le dice Norah a uno de los guardias—,


y traiga algo relevante.

Mi garganta se aprieta. Veo el resultado tan claramente como si


tuviera Tercera Visión. Cuando el guardia registre mi habitación,
encontrará el libro de hechizos robado y los huesos de práctica robados,
dos elementos que no tienen nada que ver con Latham. Sin embargo, de
alguna manera estoy segura de que él sabe que están allí.

Me veré como una mentirosa.

La ayuda de Latham fue un objeto brillante que nunca debería haber


tocado. No me di cuenta de que era un arma hasta que me cortó y me
dejó sangrando. Hasta que fue demasiado tarde.

El guardia regresa con el libro de hechizos y la caja de huesos y los


coloca en el centro de la mesa.
—Explica esto —dice Norah.

La caja plateada brilla. Resisto el impulso de alcanzarlo, de trazar mis


dedos a lo largo del patrón elevado de las vides y las rosas por última vez.

Trago y entrelazo mis dedos con fuerza.

—Los encontré en la sala de entrenamiento y los llevé a la práctica.

La Maestra Kyra desliza la caja hacia ella y levanta la tapa. Sus cejas
se arquean.

—Estos no vinieron de mi sala de entrenamiento.

Levanto mi mirada hacia la de ella.

—Lo hicieron.

Un destello pasa sobre su expresión, y por un momento creo que


podría creerme. Y luego suspira.

—Tenías tantas promesas, Saskia. No necesitabas recurrir a esto.

—Lamento haber tomado los huesos de práctica —digo—. Fue un


error. Pero tienes que creer...

—¿Huesos de practica? Los huesos que usamos en el taller para


estudiar son huesos de práctica. Estos… —Su boca se adelgaza mientras
mira la caja—. Son algo completamente distinto. Nunca entrenamos con
intensificadores.

—Latham me dijo que eran huesos de práctica. Dijo que me


ayudarían a progresar más rápido. —Mi mirada salta de la Maestra Kyra
a Norah al Maestro Yaffa, desesperada por que uno de ellos me crea—.
¿Cómo habría sabido cómo usarlos por mi cuenta? ¿Cómo habría sabido
algo de esto si no me lo hubiera dicho?

Latham se aclara la garganta.

—Quizás lo aprendiste en casa. Tu madre también es una


Encantadora de Huesos, ¿no es así?

La furia serpentea por mis venas.

—Sabes que lo es. Entrenaste con ella.

Latham se queda muy quieto.

—Oh —dice suavemente—, creo que entiendo de qué se trata todo


esto. —Se vuelve hacia los demás—: Della Holte y yo tuvimos una especie
de rivalidad durante nuestros días como aprendices. Lo consideré una
competencia amistosa, pero me temo que Della no siempre lo vio así.
¿Quizás ha transmitido sus quejas a su hija? Quizás es por eso que mi
nombre fue el primero en llegar a los labios de Saskia cuando se sentía
acorralada.

Me pongo de pie de un salto.

—¿Cómo te atreves? ¿Cómo te atreves a ponerle esto a mi madre


cuando no has hecho nada más que confabular y confabular desde que
llegué aquí?

—¿Maquinar y conspirar? Solo me di cuenta de quién eras hace unos


momentos. Aunque debería haberlo sabido tan pronto como entraste en
la habitación. Eres una réplica exacta de tu madre.

Dijo lo mismo el día que lo conocí. Sin embargo, se ve completamente


inocente; su expresión es tan suave como un guijarro arrancado del fondo
del Shard.

—Alguien debe habernos visto juntos —le digo—. Tiene que haber una
manera de descubrir que está mintiendo.

—Hay una manera —dice Norah—. ¿Yaffa?

El Maestro Yaffa saca una tela de terciopelo, una aguja de coser y un


conjunto de huesos.

—Echemos un vistazo a tu pasado, querida.

El alivio me inunda. Nunca había estado tan ansiosa por ofrecer mi


sangre. Observo la cara de la Maestra Yaffa mientras lee, trato de
interpretar cada movimiento, cada contracción. ¿Está viendo a Latham
ofrecerle tutoría? ¿Está mirando mientras él me encuentra en el taller y
me pide que vaya a su oficina? La tensión se enrosca dentro de mí.

Cuando Yaffa finalmente abre los ojos, su expresión está en blanco


por varias respiraciones largas. Y luego se vuelve hacia Norah y le da una
sutil y triste sacudida de cabeza. ¿Cómo podría no haberlo visto en mi
pasado? ¿Cómo podría haber logrado engañar a un Encantador de
Huesos de Primera Visión?

Lo último de mi esperanza tiembla. Y como una copa de vino


derramado, se desangra gota a gota hasta que no quede nada.

Norah suspira y se masajea las sienes.


—Lo siento, Saskia. No tenemos más remedio que pedirte que
abandones Ivory Hall. Tu aprendizaje finaliza.
19
La Tutora
Traducido por NaomiiMora

H
e escuchado a mi madre llorar tres veces en toda mi vida.
Una vez en el día en el que Abuela murió. Lo contuvo hasta
que me fui a la cama esa noche, hasta que secó mis lágrimas
y escuchó mis recuerdos. Más tarde, cuando pensó que estaba dormida,
escuché los sollozos apagados de su habitación, descontrolados y
abandonados.

Sonaba exactamente como un niño que ha perdido a su madre. La


comprensión se hundió y onduló como una piedra arrojada a un lago
tranquilo: mi madre era hija de alguien. Debía sentirse huérfana ahora.

Dos veces, la escuché llorar por mi padre. El día que murió, y


nuevamente el día en que tuvimos su ceremonia de muerte y colgamos
su cuerpo en el árbol genealógico. Fue el día en que presionó su último
beso en su sien y lo miró a la cara por última vez.

Pero yo nunca, hasta este momento, había visto llorar a mi madre.

Es como si su dolor no pudiera encontrar una expresión completa


hasta que se aliviara. Lágrimas silenciosas ruedan por sus mejillas
mientras vacía la bolsa que puse a sus pies. Mientras cuenta los huesos
de mi padre para asegurarse de que estén todos aquí. Y lo están, incluido
el que tomé de la casa de Audra.

Los huesos yacen en el suelo entre nosotros, y también lo hace el


recuerdo de mi padre. El fantasma de su risa. El leve olor a pintura que
siempre se aferraba a él.

—No deberías haber hecho esto sola —dice, secándose la cara con el
dobladillo de la manga—. Podrías haber sido herida. O asesinada.
—Pero no pasó. ¿Entonces, qué hacemos ahora?

—Informaremos al ayuntamiento y les dejaremos manejarlo.

Su mirada cae sobre mis manos y la veo registrar el nuevo tatuaje


que apareció en mi nudillo.

—Oh, Saskia —dice con tristeza.

La vergüenza me estremece y muevo mi mano debajo de mí para


cubrir el tatuaje.

—No lastimé a nadie —digo—. Solo quería hacerlo.

Se forma un pliegue entre las cejas de mi madre.

—¿Por qué pensaría que lastimaste a alguien?

La pregunta me toma por sorpresa. Mis pensamientos se ralentizan.

—El tatuaje... supongo que siempre asumí que era por algún tipo de
violencia.

—No —dice en voz baja—, es un tatuaje raro, por lo que no hablamos


mucho sobre eso, pero generalmente significa que el dueño ha sido
traicionado. Saskia, ¿qué pasó esta noche?

Pienso en las pocas veces que he visto este tatuaje antes, y en una
sola ola, los hechos se reorganizan en mi mente. Como la marea sacando
algas y dejando conchas.

—No podemos informar al ayuntamiento —digo—. Declan estaba allí.


—Decirlo en voz alta es un nuevo shock. Asumí que el tatuaje apareció
como resultado de mí imaginando, mis manos alrededor de su garganta,
pero debe haber sido por su traición.

—¿Declan estaba dónde?

—En el mercado negro. —Trago—. No comprando. Vendiendo.

Su boca se tensa. Puedo ver los tendones en su cuello.

—¿Los huesos de tu padre?

La culpa se eleva en mi garganta. Por ser portadora de malas noticias.


Por no ver a Declan por quien es. Por no ser la hija que mi madre quería.

—Sí.
Su mirada cae. Traza un dedo delgado a lo largo del omóplato de mi
padre de la misma manera que podría haberlo hecho cuando estaba vivo.

—No estás sorprendida —digo.

—No —dice ella—. Supongo que no.

—Sin embargo, me vinculaste con él de todos modos. —Es lo que


quería en ese momento, pero es mi madre. Es una Encantadora de
Huesos. Debería haberlo sabido mejor.

—Es complicado.

—¿Cómo, madre? —pregunto—. ¿Cómo es complicado?

No responde, y su silencio es atronador dentro de mi cabeza.

—¿Por qué harías esto? ¿Cuál de los huesos de Abuela te dijo que
arruinaras mi vida?

Una sensación ondula mi columna vertebral. Pienso en el día del


kenning. De la voz de mi madre mientras acunaba el hueso roto en su
palma. Ya hemos hecho esto antes.

Las mismas palabras se sientan en mi lengua ahora: las pruebo como


una medicina amarga. Puedo sentir el eco de un momento similar
temblando profundamente en mis huesos, y la expresión de mi madre me
dice que ella también lo siente. ¿Esto significa que estaba equivocada
cuando dijo que mis líneas de tiempo eran diferentes? En otra realidad,
¿podríamos estar ambas sentadas en este mismo lugar teniendo esta
misma conversación?

Toco su muñeca justo encima del tatuaje de amor que solo se ha


vuelto más oscuro desde la muerte de mi padre.

—Me vinculaste con un criminal. Pusiste mi vida en peligro. ¿No crees


que al menos me debes una explicación?

El silencio se extiende entre nosotras, denso con una vida de medias


verdades, mentiras y cosas sin decir.

Mi madre suspira.

—¿Qué es lo que quieres saber?

—La verdad.

—No es tan simple como eso, no cuando se trata de lectura de huesos.


Hay muchas verdades, algunas más probables que otras, todas ellas
cambiantes, en constante cambio. La verdad de hoy podría ser la mentira
de mañana.

—No hables con acertijos. No te sorprende que Declan vendiera


huesos robados. ¿Por qué?

—Olvidas que he estado realizando lecturas en Declan desde que


nació. Conozco su carácter. Es un seguidor, no un líder. Un niño que
siempre estaba parado en la cúspide entre el bien y el mal. Pudo haber
seguido cualquier camino.

Me pregunto cómo debe ser eso, mirando una y otra vez el futuro de
las mismas personas, sabiendo de lo que son capaces, qué pueden hacer.
Lo que podrían haber hecho pero no hicieron. ¿Juzga a cada persona en
la ciudad por elecciones que nunca tomaron? ¿Cómo me juzga por
romper el hueso de Abuela cuando no lo hice? No esta versión de mí, de
todos modos.

—Entonces, ¿por qué me vinculaste con él? —Mi voz suena suave y
pequeña. Como una súplica.

Quiero que diga que los huesos le mostraron que Declan y yo


podríamos haber tenido una gran historia de amor, que me hubiera
hecho más feliz que nadie, que yo era la persona que podía alejarlo de
esa cúspide y darle transformar su vida en algo honorable y bueno.

Pero eso no es lo que dice.

—Vincularte con él condujo a este momento, ¿no? ¿A encontrar los


huesos de tu padre? ¿A descubrir la verdad?

—¿Me usaste para obtener el resultado que querías?

—No —dice—, no fue así. —Pero lo fue. Puedo ver en su rostro que
así fue.

La tristeza florece dentro de mí. Estaba tan preocupada por el


kenning, que mi madre me vinculara como una Encantadora de Huesos,
nerviosa porque no le importarían mis deseos. No se me había ocurrido
que no pensaría en mi seguridad, cuando la seguridad era todo lo que
realmente yo quería.

—Declan pudo haberme matado —digo—. Todavía puede.

—Lo denunciaremos al resto del ayuntamiento. Lo sentenciarán a


muerte o lo enviarán a la Isla Fang. No será un peligro para ti.

—No funcionará —digo—. Alguien en el consejo lo está ayudando.


Sus cejas se arquean.

—¿Qué te hace pensar eso?

—El suero de la verdad. Mintió después de tomarlo. Estaba vendiendo


los huesos de papá en el mercado negro. Obviamente, sabía algo sobre
cómo desaparecieron de la casa de los huesos.

Sus rasgos se reorganizan a medida que la comprensión se apodera


de ella. Alguien en esa habitación debe haberse asegurado de que el keras
de Declan estuviera lleno de algo más, algo inofensivo. Presiona una
mano contra su frente.

—Ninguna de mis lecturas implicaba a nadie en el consejo.

Me paro y tamborileo con los dedos sobre la repisa de la chimenea. El


fuego en el hogar cruje y uno de los troncos se inclina, enviando chispas
volando. Pienso que el calor de las llamas tiene un costo: consumen y
consumen sin ser saciadas. Un hambre que nunca desaparece.

—Parece que la verdad ha cambiado —digo—. Ahora nos hemos


quedado sin opciones.

—No —dice—. Puedo arreglar esto.

—Perdóname si estoy teniendo problemas para confiar en ti en este


momento.

—Saskia. —Cierra los ojos. Su mandíbula se tensa—. Por favor, no te


enfades conmigo. Las decisiones que tuve que tomar son imposibles.
Tenías muchos caminos. Elegí el que produciría los mejores resultados
para la mayoría de las personas.

—Simplemente no es el mejor camino para mí.

—El kenning no te quita tus opciones. Está destinada a darte


dirección.

Sus excusas y obviedades rascan el fondo de mi mente. Este es el


destino que quería, así que debería estar enojada conmigo misma. Pero
ella no solo es la Encantadora de Huesos, es mi madre. Debería haberme
protegido.

—Me hiciste una lectura de emparejamiento, mamá. Me emparejaste


con alguien que sabías que no se podía confiar. Y ahora viviré mi vida
sola. ¿Cómo me deja eso opciones?

Se levanta y da un paso hacia mí.


—No sabía que no se podía confiar en él. —Su voz es alta y ligera—.
Dije que no estaba sorprendida. El futuro de Declan siempre ha sido
difícil de leer, no importa cuán caros y bien preparados estén los huesos.
Siempre ha tenido más caminos potenciales que otras personas...

—¿Y sus caminos en el kenning demostraron que sería un aprendiz


como criminal?

Se muerde el labio y una sombra pasa sobre su rostro. La realización


me quita el aliento como una ráfaga de viento helado.

—No tuvo una vinculación clara, ¿verdad? Declan es un marginado.


—Puedo ver por su expresión que es verdad—. ¿Me vinculaste con alguien
cuyo futuro no pudiste ver?

—Lo vi en uno de tus caminos —dice ella—. Fue suficiente.

—Obviamente no.

—¡Rompiste el hueso, Saskia! —grita—. ¡Me dejaste sin opciones!

—No —digo—. No lo hice. Y como dijiste, todos tenemos opciones.

Suspira y atrapa una de mis trenzas en sus dedos, girándola


alrededor de su palma.

—No vivirás tu vida sola, cariño. A los condenados por delitos no se


les permite permanecer vinculados. Si no podemos confiar en nadie en
Midwood, le hablaremos de Declan al Gran Consejo. No tendrás que
volver a verlo.

—No tengo intención de romper las cosas con él —digo.

Suelta mi trenza y retrocede como si la hubiera abofeteado.

—Eso es ridículo. Por supuesto que lo harás.

—Mi vida estará en peligro en el momento en que sepa que sospecho


de él. Tengo que seguir viéndolo.

—Inaceptable —dice—. Te enviaré a algún lugar lejano hasta que esto


se resuelva. Tengo una vieja amiga que vive en un pueblo cerca de la
capital. Estarás a salvo allí.

—No me iré —digo. Quienquiera que esté trabajando con Declan mató
a Rakel. Podrían matarte a continuación.
—Estaré bien. —Su voz es firme, pero sus ojos la llaman mentirosa.
Sus lágrimas anteriores dejaron caminos torcidos por sus mejillas y
brillan a la luz del fuego—. Estoy preocupada por ti.

Suelto una risa frágil.

—No estabas preocupada cuando dijiste el nombre de Declan en el


kenning.

—Saskia…

Levanto una mano para detenerla.

—Tú misma dijiste que tengo opciones. Las estoy tomando ahora.
Seguiré viendo a Declan. Lo usaré como él me usó a mí: para recopilar
información, para acercarme a quien hizo esto. Y una vez que sepamos
el alcance completo de sus crímenes, y quién más está involucrado, lo
informaremos al Gran Consejo.

—Saskia, por favor... —Su voz se apaga mientras sigue mi mirada


hasta el hueso del dedo de Abuela.

—Tal vez no importa si mi vida está en peligro —digo—. Quizás


tengamos suerte y esta realidad no sea la que sobreviva.

Ami y yo estamos sentadas al borde del Shard, con los dedos del pie
trazando patrones en el agua cuando Declan deambula hacia nosotras,
sonriendo. Su rostro es una imagen de inocencia.

Sabía que volver a verlo sería difícil. Pero aun así, no estoy
completamente preparada para la ira cruda y abrasadora que me sube la
garganta. Por lo doloroso que es tragar esta rabia que arde como una
llama. Pero sé que incluso el error más pequeño en este momento podría
ponerme en peligro, así que obligo a mis puños a abrirse, mi boca a
curvarse en una sonrisa.

—Te he estado buscando por todas partes —dice, inclinándose para


depositar un beso en mi frente. Sus labios están secos y agrietados. Su
textura me hace pensar en la muda de piel de una serpiente.

—Bueno, aquí estoy. —Mi voz suena completamente falsa para mis
propios oídos: alta, tensa.
Aparece un pliegue entre las cejas de Declan. También lo oye. Es
como si me hubiera acercado demasiado al borde de un acantilado y
pudiera sentir el suelo cediendo debajo de mí, las rocas moviéndose y
cayendo en el abismo debajo. Tengo que recuperar el equilibrio, hacerle
creer que soy exactamente como era la última vez que me vio.

Pero no sé si puedo.

¿Cómo puedo pretender ser amigable con él cuando sé lo que ha


hecho? ¿Cuándo me duele todo el cuerpo con la necesidad de lastimarlo
tanto como él lo hizo?

Pienso en las palmas de mi padre en mis mejillas. De la forma en que


solía mirarme cuando hacía algo para hacerlo sentir orgulloso. De sus
huesos expuestos a la venta en el mercado negro.

Mi resolución se endurece en algo con forma de cuchilla.

—No desaparezcas —digo, palmeando el suelo a mi lado—. Siéntate


con nosotras.

Una sonrisa se extiende por su rostro, y mi estómago se tambalea.


Echo un vistazo a Ami. Su expresión es suave y cálida, como mantequilla
derretida. No le he contado sobre Declan, no quería ponerla en peligro, y
ahora estoy contenta. Me concentro en hacer coincidir mi expresión con
la de ella. Le ofrezco a Declan una manzana y unas rodajas de queso de
la canasta de picnic a mi lado.

—Gracias —dice—. Entonces, ¿qué han estado haciendo ustedes esta


mañana?

Tomo un bocado de pan en el momento en que la pregunta sale de su


boca. Quiero que Ami hable primero: sé cuál será su respuesta y quiero
ver la reacción de Declan.

Ami suspira.

—El Maestro Oskar y yo hemos estado trabajando en la preparación


de los huesos de Rakel. Es muy triste lo que le pasó.

Los ojos de Declan brillan de interés y rechino los dientes.

—Es una tragedia —dice—. Estuve en el Bosque de los Muertos


presentando mis respetos hace unos días y vi que su árbol genealógico
está vacío nuevamente. Debe ser muy difícil estar en contacto con sus
huesos día tras día después de lo sucedido. Estoy seguro de que se
sentirá aliviado cuando haya terminado.
Declan ha envuelto ingeniosamente una serie de declaraciones en
una capa de simpatía, y aunque nada de lo que dijo contenía una
pregunta real, las observaciones prácticamente ruegan por respuestas.
Tengo la sensación de que las tendrá.

—Ha sido muy difícil —dice Ami—. Sigo imaginando los últimos
momentos de Rakel, cuán asustada debió haber estado, y me da ganas
de llorar cada vez que toco uno de los huesos. Pero deberíamos terminar
en una o dos semanas, y luego los huesos serán entregados a su familia,
y no necesitaré revivirlo todos los días.

Mis dedos se enroscan alrededor de un puñado de hierba. Necesito


cambiar el tema antes de que obtenga información adicional.

—¿Y tú, Declan? —pregunto—. ¿Cómo va tu nueva pasantía?

Pasa un dedo por mi brazo, y la piel de gallina se levanta en mi piel.

—Aburrido. Definitivamente tú eres la parte más interesante de mi


día.

¿Cuántas veces ha hecho esto antes? ¿Cuidadosamente evitando mis


preguntas con palabras dulces? ¿Atrayendo mi atención suavemente a
algo además de cómo pasa su tiempo? De repente, estoy tan orgullosa de
mi muñeca desnuda, tan feliz de que mi corazón sea más sabio que mi
cabeza.

Ami se levanta y se sacude las migajas de sus pantalones.

—Mejor me voy —dice—. He estado fuera demasiado tiempo y el


Maestro Oskar probablemente se está preguntando dónde estoy.

Me pongo de pie y abrazo a Ami. La idea de ella dejándome a solas


con Declan me llena de temor, y me pregunto si puede sentir los rápidos
latidos de mi corazón. Pero no debe notarlos, porque se va sin mirar atrás.

Me siento al lado de Declan de nuevo.

—Así que estábamos hablando de cómo está yendo el comercio.

—No —dice, envolviendo un mechón de mi cabello alrededor de su


dedo—. Creo que estábamos hablando de lo hermosa que eres.

Arrugo la frente.

—¿Por qué sigues haciendo eso?

—¿Haciendo qué?
—Cambiar de tema. No me cuentas nada sobre tu vida.

Su expresión cambia. Lo he desequilibrado y ahora solo necesito darle


un empujón suave. Trazo el débil tatuaje rosado alrededor de su muñeca.
Si puede mentirse a sí mismo así de bien, entonces al menos puedo fingir
lo suficiente como para obtener la información que necesito.

—Sabes, hace que sea difícil enamorarse de ti cuando no me dejas


entrar.

La alarma parpadea en su rostro, solo por un instante, pero es


suficiente para que me dé cuenta de que hay algo en juego para él. Que
necesita mantenerme cerca por alguna razón.

Y tengo la intención de averiguar qué es.

—Lo siento —dice—. Mi trabajo es tan aburrido que me parece más


interesante hablar sobre otras cosas. Como tú.

Sonríe, pero mi expresión sigue siendo de piedra. Pienso en la primera


vez que me habló de su pasantía, cómo dejó de lado el hecho de que su
kenning no produjo un resultado claro. Sabía que mi madre nunca
rompería la confidencialidad, y usó su discreción contra mí como un
arma. Pero también es un arma que puedo usar.

—Ser tutora no es exactamente fascinante —digo suavemente—, pero


comparto historias contigo todo el tiempo.

Se pasa los dedos por el pelo.

—Cierto. Entonces, ¿qué es lo que quieres saber?

—Todo —digo—. ¿A dónde vas todos los días? ¿Qué haces?

—Te he dicho todo esto antes —dice—. Encuentro artefactos raros


para las personas con muchas monedas para gastar.

—¿Qué tipo de artefactos?

Traga.

—Toda clase de cosas. La semana pasada, un hombre preguntó si


podíamos encontrarle un tablero de juego hecho de hueso.

—¿Un tablero de juego?

Me da una mirada extraña.

—Sí. ¿Qué está mal con eso?


—¿No te molesta que la gente desperdicie huesos en algo tan trivial?
¿Cuándo se podrían hacer tantas otras cosas con ellos?

Suelta una risa sin humor.

—Nunca te tomé por una idealista. El tablero de juego ya existía,


Saskia. No lo hice; solo ayudé a encontrarlo.

Quiero discutir con él. Para señalar que si encuentra y vende estos
artículos, está ayudando a garantizar que haya un mercado para ellos,
garantizando que los Talladores de Huesos continúen haciéndolos. Pero
luego me recuerdo a mí misma que no estoy aquí para cambiarlo; estoy
aquí para descubrir sus secretos.

—Supongo que es cierto —digo, manteniendo mi tono ligero—. Quizás


soy demasiado idealista. Solo desearía que las cosas fueran justas para
todos, ¿sabes?

Sus dedos se cierran alrededor de los míos y resisto el impulso de


alejarme.

—Tu buen corazón es una de las cosas que más amo de ti.

Casi me río. Porque en este momento mi corazón está lleno de tanta


oscuridad, se siente como si hubiera sido sumergido en una tina de tinta
y emergido negro y goteando.

El pulgar de Declan acaricia un delicado patrón en el dorso de mi


mano.

—¿Qué estás pensando?

Mi mirada cae a nuestros dedos entrelazados. Y luego un destello de


color me llama la atención. Una sola gota de rojo en la pernera de los
pantalones de Declan. Solo una gota en un ángulo que sería difícil de ver
para él. Se ve pegajoso, como sangre seca.

Dejo que la oscuridad en mi corazón se derrame y se extienda hasta


que me alcance. Le doy una sonrisa a Declan, dulce y coqueta.

—Estaba pensando en cómo no he estado en tu casa desde que nos


vincularon. Y me pregunto si alguna vez me invitarás.

—Tienes que dejar de verlo —dice mi madre una tarde cuando entro
por la puerta principal.
No es la primera vez que hace la solicitud y estoy segura de que no
será la última. He pasado cada momento libre de las últimas semanas
con Declan. Dando largos paseos con él en los prados y bosques que
rodean Midwood, dejándolo meter flores detrás de mi oreja, fingiendo
enamorarme de él mientras intento reconstruir los detalles de su vida.
Con qué frecuencia se va. Los posibles pueblos y aldeas que podría haber
visitado en función de cuánto tiempo pasa. Si parece feliz o decepcionado
cuando regresa.

Pero no estoy mucho más cerca de descubrir quién lo está ayudando


y por qué.

Me fijo en la expresión dibujada de mi madre. Los huecos debajo de


sus ojos. El libro de hechizos yaciendo abierto en el suelo junto a una
tela salpicada de huesos.

—¿Por qué? —pregunto—. ¿Viste algo importante?

—No —dice—. No puedo ver nada. —Se masajea la frente—. Esto es


demasiado peligroso. Tenemos que pensar en otra forma.

Toco su brazo.

—No hay otra manera.

Su mirada cae sobre mi muñeca y el tatuaje rosa pálido allí. Arruga


la nariz.

—Eso es una abominación.

Sonrío. Me tomó semanas descubrir cómo Declan había logrado


engañar a su corazón para que se enamorara de mí. Todos los días,
miraba el tatuaje con partes iguales de asombro y repulsión,
observándolo cada vez más oscuro y deseando que apareciera una línea
débil en mi propia muñeca en respuesta a las mentiras que me decía.

Mi mente seguía dando vueltas al problema, mirándolo desde todos


los ángulos, tratando de encontrar una solución. Los tatuajes siempre
aparecen con experiencias emocionalmente intensas. Tal vez necesitaba
tener un momento emocional con Declan, algo que convenciera a mi
cuerpo y a mi corazón de que me estaba enamorando de él, incluso si mi
mente supiera que era una farsa.

Pero no pude evitar la sensación de que me faltaba algo. Como buscar


un objeto perdido y saber que lo has visto en algún lugar recientemente,
pero sin poder recordar exactamente dónde. Y luego, un día, recordé la
sangre en los pantalones de Declan. Mi mente se enganchó con esa gota.
Recordé el sentarme junto al codo de mi padre y verlo mezclar colores en
su paleta: cómo unas gotas de pintura blanca podían cambiar un tono
de zafiro profundo a celeste, y algunas más de celeste al azul pálido del
cielo justo donde se encontraba con el horizonte.

¿Y si esa gota no fuera sangre? ¿Y si fuera pintura? Tal vez Declan la


derramó mientras se preparaba para mezclar dos colores: muchas gotas
de blanco mezcladas con rojo sangre para un tatuaje de amor reciente,
cada vez menos gotas de blanco cada día, para que el tatuaje se viera
como si apareciera gradualmente.

—Puede ser una abominación —le digo a mi madre—. Pero es


inteligente.

Fue el último regalo de mi padre para mí. Un conjunto de sus pinturas


y su pincel más delicado, uno con cerdas tan finas que deja una línea
apenas perceptible, perfecta para pintar una sola brizna de hierba o un
falso tatuaje de amor.

La mirada de puro triunfo en la cara de Declan la primera vez que vio


mi muñeca pintada valió la pena las horas de experimentación para
obtener el color y la línea correctos, lo suficientemente pálidos como para
ser nuevos, pero lo suficientemente oscuros para ser vistos. Y lo
suficientemente delgada como para no sentirse alzada cuando la tocaran.

—Estás jugando con fuego, Saskia —dice mi madre.

—Tal vez —digo—. Pero el fuego proporciona calor, comida y vida. A


veces el fuego es la única forma de sobrevivir.

Traga.

—Podríamos intentar otra cosa.

Sacudo la cabeza He tenido esta conversación con ella demasiadas


veces para contarla.

—No podemos ir al ayuntamiento. Todavía no he descubierto quién


ayudó a Declan a evitar el suero de la verdad.

—No —dice ella—, eso no es lo que quise decir.

Inclino la cabeza y me muerdo el interior de la mejilla, segura de que


está a punto de ofrecer alguna variación de que me vaya de la ciudad.

—Podría enseñarte a leer huesos.


La oración es como una copa caída de dedos resbaladizos. Aterriza
con una gran sorpresa y me deja en silencio. Debo haber escuchado mal.

—¿De qué estás hablando?

Se cruza de brazos y acuna los codos en las palmas de las manos


como si tratara de mantenerse caliente en una habitación fría.

—El kenning no cambia tus habilidades naturales —dice—. Todavía


podrías aprender.

—Dijiste que era imposible para mí ser una Encantadora de Huesos


en esta vida. Dijiste que la vinculación era definitiva y que nunca podría
tener una ceremonia vinculante.

—Y todo eso es cierto. Pero esas son restricciones legales, no físicas.


El Gran Consejo nunca te reconocerá como Encantadora de Huesos.
Enseñarte violaría mi código de ética, podría meterme en muchos
problemas si alguien se entera; pero aun así deberías poder aprender. Y
es un plan más seguro que este. —Agita una mano hacia el tatuaje
pintado en mi muñeca.

¿Más seguro? Pienso en el prisionero matando a esas tres personas


inocentes porque confié en mi magia floreciente. De los meses
posteriores, cuando me torturé imaginando sus cuerpos colgando en un
lejano Bosque de los Muertos. De sus nombres tiernamente tallados en
los troncos de sus árboles genealógicos. De sus familias llorando por mi
culpa.

—Tienes la Segunda Visión, Saskia —dice mi madre, su voz ahora


más urgente—. Estoy casi segura de eso. Piensa en lo que eso podría
significar.

Podría espiar a Declan. Podría ver lo que está haciendo sin acercarme
a él.

No hay nada seguro en que aprenda a encantar los huesos. Pero


quizás tampoco hay nada seguro en que rechace mi poder. Quizás mi
miedo no sea muy diferente al de Audra. Las dos intentamos evitar el
dolor controlando el destino: ella obsesionándose con el poder de los
huesos y yo evitándolo. Pero rechazar la magia no me ha protegido. Rakel
está muerta. Declan es un traidor. Mi vida está en peligro de desaparecer
por completo.

Mi mirada se desliza hasta el hueso de Abuela. Está casi curado.


—Nos estamos quedando sin tiempo —dice mi madre suavemente,
como si pudiera ver el hilo de mis pensamientos.

Se me forma un nudo en la garganta. No debe pensar que esta


realidad será la que sobreviva. Presiono una mano en mi frente. Si alguna
vez hubo un momento para arriesgarme, para abrazar mi poder, es ahora.

—Muy bien —digo—. ¿Cómo empiezo?

Sus hombros se relajan y la tensión desaparece de su expresión. Se


sienta en el suelo cerca de los huesos y acaricia el espacio a su lado.

—Ven —dice—, déjame mostrarte.


20
La Encantadora de Huesos
Traducido por marbelysz

M
e paro en el muelle, esperando abordar el barco que se
supone me llevará de regreso a Midwood. El muelle está
lleno de tanto color y vida como la primera vez que estuve
aquí: los ricos y deliciosos aromas de carne asada, vendedores agitando
mercancía y gritando precios, gaviotas chillando en lo alto. Y sin embargo,
se siente diferente de lo que era hace algunos meses, de la misma manera
que la casa del árbol que Ami y yo construimos cuando éramos niñas se
sintió diferente cuando dormimos en ella nuevamente años después. Es
la sensación de darse cuenta de que el lugar es como siempre, y tú eres
el que cambió.

Durante años he temido convertirme en una Encantadora de Huesos,


esperaba contra todo pronóstico que mi madre dijera algo diferente en el
kenning. Pero ahora la magia se siente parte de mí y la pérdida de esa
identidad es visceral. Como una flor que comienza a florecer cuando una
tormenta rompe los pétalos y los dispersa en el viento. He sido deshecha.

Una garganta se aclara detrás de mí y me giro.

Bram.

—¿Qué estás haciendo aquí? —El shock endurece mi voz, y las


palabras salen más afiladas de lo que pretendía.

—No apareciste para la cena, y Tessa dijo que tus pertenencias no


estaban. No pude conseguir que ninguno de los instructores me dijera
nada, excepto que te dirigías a casa. —Su mandíbula se aprieta—. ¿Es
verdad?

Trago.
—Media verdad. No estoy yendo a casa.

—Dime lo que sucedió.

La vergüenza sube por mi garganta al pensar en admitir que me


expulsaron. A pesar de nuestra historia, odio la idea de que la opinión de
Bram sobre mi decaiga aún más.

Observo a una niña pequeña con trenzas arrodillarse al borde del


muelle y pone un pequeño velero de madera al agua. Lo arrastra,
girándolo en círculos lentos, haciéndolo volar sobre el agua antes de
sumergirlo debajo de la superficie. Y luego se va. El pequeño bote se aleja
y ella empieza a llorar. El padre de la niña se inclina y saca el velero del
agua, y lo pone goteando en sus ansiosos dedos. Resopla y se limpia las
lágrimas con el dorso de su mano.

Pienso en lo bueno que debe ser tener a alguien que corrija tus
errores, para alejarte del borde del sufrimiento. Que llegue con manos
fuertes y te devuelva las cosas que has perdido.

Bram está todavía mirándome expectante, esperando una respuesta.

—Me echaron —le digo, frustrada por lo difícil que son las palabras
para decir en voz alta—. Uno de los instructores me tendió una trampa.
Quería que me expulsaran de Ivory Hall. Tengo que averiguar por qué.
Entonces no puedo ir a casa. Necesito encontrar a alguien que practique
magia oscura.

Su cabeza se mueve bruscamente hacia atrás.

—Espera. ¿Qué? ¿Has perdido la cabeza?

Su comentario me hace sentir pequeña e ingenua. Mi sangre se


dispara con fuego.

—Adiós, Bram. —Giro sobre mis talones y avanzo hacia el barco tan
rápido como me permiten mis pies.

Bram corre detrás de mí.

—Saskia, detente.

No lo hago.

Me agarra por la muñeca y me hace girar. Al principio creo que está


a punto de gritarme, sus ojos son salvajes y enojados, pero algo en la
expresión de mi rostro hace que su expresión cambie. Las líneas duras
alrededor de su boca se suavizan. Sus ojos se vuelven suaves.
—Solo dime qué está pasando.

Mi corazón se acelera. Se desata una guerra dentro de mí, no sé si me


atrevo a decirle la verdad. Si incluso la Maestra Kyra, una de las personas
más imparciales que conozco, no me creía, ¿por qué Bram lo haría? No
me he ganado exactamente su confianza. Pero me siento completamente
sola, y me hace más valiente de lo que podría ser de otra manera.

—La Maestra Kyra dice que estaba usando magia oscura. Es lo que
me ayudó a llegar tan lejos en el futuro cuando te vi lastimado.

—¿Qué quieres decir, ella dice que estabas usando magia oscura? O
lo estabas o no lo estabas.

Le cuento sobre Latham. Sobre la práctica de huesos y el gran


intensificador. Le explico que Latham me hizo creer que me estaba
ayudando, me convenció de que quería que tuviera éxito. Espero a que la
expresión de Bram se endurezca con disgusto o sospecha. Pero no lo
hace. Solo escucha atentamente, con el ceño fruncido y labios fruncidos
en concentración.

—¿Piensas que Latham está buscando venganza? —pregunta Bram—


. ¿Por algo que sucedió entre él y tu madre?

—Eso es lo que asumí al principio —le digo—, pero ahora creo que es
más que eso. Si solo quisiera vengarse, podría haberme engañado sin
tomarse tanto tiempo dándome tutorías. Algo más está sucediendo. Lo
siento en mis extrañas.

Bram se golpea la pierna con sus dedos. Es un gesto que he llegado


a reconocer, es algo que hace cuando reflexiona sobre las cosas, como si
sus pensamientos estuvieran buscando un ritmo para darles forma.

Uno de los tripulantes del barco baja la pasarela y grita la llamada de


embarque. Toco el brazo de Bram ligeramente, y sus ojos se levantan para
encontrarse con los míos.

—Tengo que irme ahora. ¿Les dirás a los demás que me despedí?

No me responde, así que me doy la vuelta y me apuro por la pasarela.


Pero sus pasos están justo detrás de mí.

Me giro para enfrentarlo.

—¿Qué estás haciendo?

—Voy contigo.
Sacudo la cabeza.

—No.

Suelta una risa dura.

—¿No?

Mi mirada se dirige hacia la pasarela. Los tripulantes la levantarán


pronto y será demasiado tarde.

—Tienes que volver a Ivory Hall. Si desapareces, Acabarán con tu


aprendizaje—. Podría ser capaz de ayudar. —Su mano se cierra alrededor
de mi codo y me quedo inmóvil.

Bram sigue mi mirada y sus ojos se posan en los tatuajes en sus


nudillos.

—¿O tienes miedo de que te asesine mientras duermes cuando


estemos solos?

Mis mejillas pican de calor.

—Eso es ridículo. No te tengo miedo. —Pero no quiero decirle el resto


de la verdad: que por una vez no estoy concentrada en sus tatuajes, sino
en la forma en que mi piel se derrite bajo sus dedos.

Se mueve hacia mí y retrocedo hasta que estoy presionada contra la


baranda sin ningún lugar a donde ir. Pone una palma a cada lado de mí,
sus dedos se enroscan alrededor de la madera sedosa. Está tan cerca,
que puedo sentir su aliento en mi cara. Mi pulso se acelera.

—Te diré qué —dice—. Si prometes escucharme, prometo no matarte


sin una buena razón.

Me doy cuenta de que sus ojos son más avellana que marrones. Sus
irises están salpicados de oro, como el interior de una roca que se ha
abierto.

Trago.

—¿Cuál sería una buena razón para matarme?

Se levanta una esquina de su boca.

—Te lo haré saber.

El barco comienza a alejarse del muelle. Es demasiado tarde para que


Bram regrese a Ivory Hall.
—Bien —le digo—. Te escucharé.

—Creo que conozco a alguien que nos puede ayudar.

Mi mente se engancha en el nosotros. Algo revolotea suavemente en


mi estómago, como alas desplegándose. Pero luego capto el resto de lo
que dice Bram.

—No lo sé. Después de todo lo que sucedió con Latham, debo tener
cuidado en quien confió.

—Si vas a buscar información sobre magia oscura, tendrás que


confiar en alguien. Y la mayoría de tus opciones serán malas.

No está equivocado.

—Su nombre es Esmee —dice rápidamente, como si pudiera sentir


una apertura en mi vacilación—. Es amiga de tu madre.

Esto me detiene. Lo estudio con cautela. Es exactamente lo que me


dijo Latham para hacerme confiar en él. ¿Por qué todos asumen que
invocar a mi madre ganara mi confianza?

Bram niega con la cabeza como si pudiera sentir el tono de mis


pensamientos.

—No estoy tratando de engañarte. Tu madre confía en Esmee. Al


menos lo hizo una vez. Y yo confió en ella ahora.

Muerdo el interior de mi mejilla. Necesito saber más de la magia


oscura que Latham estaba usando, y este parece un plan tan bueno como
cualquier otro.

— ¿Dónde vive?

—No lejos de aquí. Podríamos llegar a su casa en un día o dos. —


Bram tira de su nuca—. Solo hay un problema.

Levanto mis cejas en pregunta.

Bram suspira y señala detrás de nosotros.

—Ella vive por allá.


Nuestra primera oportunidad de desembarcar llega a la mañana
siguiente en Calden. El día amanece brillante y fresco. Bram y yo nos
vestimos con capas grises lisas. Llevamos mis pertenencias en una cesta
robada de la cocina. Con una cesta de frutas tirada encima. Con suerte
nos hará ver como comerciantes, simples agricultores que van de pueblo
en pueblo, vendiendo la comida que hemos cultivado.

Pero nadie nos ofrece una segunda mirada mientras desembarcamos.


Quizás la tripulación del barco no ha sido advertida de vigilarnos. Quizás
no fue necesario, porque alguien más nos está observando. Alguien que
no necesita estar cerca. Alguien que puede observar desde la comodidad
de Ivory Hall.

Un escalofrió me atraviesa.

Bram y yo reunimos las últimas de nuestras monedas y juntamos lo


suficiente para alquilar un pequeño bote que nos lleve rio arriba. Después
de pasar la capital, es otro día de viaje hacia el sur hasta el puerto de
Grimsby. Mientras viajamos, Bram me cuenta sobre Esmee, como es una
historiadora, conocedora de toda la magia de los huesos, pero experta en
encantado huesos en particular. No dice cómo la conoció, y no pregunto.
La tensión anterior aun vibra entre nosotros, como los momentos
posteriores al choque de los platillos, no tanto ruido, pero tampoco
silencio.

Es tarde en el día cuando llegamos. El cielo está teñido de luz suave


que se derrite lentamente hacia la oscuridad. La ciudad me hechiza en el
momento en que me bajo del bote, cautivándome con su encanto. Los
edificios de colores brillantes con techos de verde vivo se unen como niños
con sombreros de lana acurrucados en el frio, y las calles empedradas se
sumergen y se elevan sobre el terreno montañoso.

Bram me lleva más allá de todas las tiendas, un boticario con hileras
de botellas de vidrio, una panadería con docena de pasteles en la ventana,
una juguetería que derrama la risa de los niños desde su puerta abierta.

No hablamos mientras nos movemos por la parte más tranquila de


Grimsby, más allá de todas las casas, hasta las afueras de la ciudad. El
sol ha desaparecido cuando Bram me lleva a las profundidades del
bosque.

Mis pasos son lentos. Una oleada de inquietud me invade.

—Todavía no estoy planeando asesinarte —dice Bram por encima del


hombro.
—No pensé que lo hicieras —digo, alterada.

Lanza una mirada en mi dirección.

—¿Estás segura?

Un destello de molestia me atraviesa.

—Deja de decir eso.

Se gira y agrega:

—¿Dejo de preguntar si estás segura? —Está siendo deliberadamente


obtuso y me dan ganas de quitarme un zapato y arrojárselo.

—No pienso que me vayas a asesinar.

Levanta una ceja.

—Aunque si lo fueras —digo, en voz baja—, este sería el lugar


perfecto.

Las comisuras de su boca se alzan. Y luego se ríe como si no pudiera


evitarlo. Como si el sonido saliera de su boca, inesperadamente,
sorprendiéndolo incluso a él.

Algo en mi pecho se afloja, como un puño que se abre. O un capullo


bien cerrado que estalla en flor. Hace que sea más fácil respirar cuando
comenzamos a caminar nuevamente.

Paulatinamente el día se extiende y la luz se desvanece.

—No esta tan lejos ahora —dice Bram. El sol se ocultó hace mucho
tiempo, y la luz de luna brilla a través de las hojas de los árboles.

Después de la larga caminata a través del denso bosque, ramas que


rozan la parte superior de mi cabeza, ramas que se rompen bajo mis pies,
espero encontrar una cabaña de cazadores rudamente labrada o una
pequeña choza hecha de paja. Pero la casa de Esmee es tan hermosa
como el resto de Grimsby. La cabaña se encuentra escondida en medio
de un claro de flores silvestres. Las ventanas brillan a la luz de las velas.

Bram me toma por mi antebrazo.

—Una cosa más que debes saber sobre Esmee… —Traga saliva—.
Ella no ha sido vinculada por huesos.

Me golpeo con una ola de shock frio. Esto congela la esperanza dentro
de mí.
—Pero dijiste que era una experta… Tú dijiste…

—Y ella lo es —dice Bram—. Todo lo que dije es cierto.

—¿Confiaste mi destino en una cualquiera? —El pánico es resbaladizo


dentro de mis venas. Pongo mis palmas en su pecho y lo empujo tan
fuerte como puedo, pero no se mueve, ni siquiera cambia su estabilidad—
. Me engañaste. —Lo empujo de nuevo, frustrada por su fuerza, ante mi
debilidad.

Me toma por las muñecas y las sostiene contra su pecho.

—Bueno, asumo que esto es una mejora sobre el hecho de que me


tengas miedo.

—Eres un mentiroso —le escupo esas palabras.

—No te mentí.

—Ocultaste la verdad. Es lo mismo.

—Solo porque Esmee no esté vinculada por huesos…

Pero no quiero escuchar nada de lo que él dice. Me libero de su agarre


y me doy vuelta.

—Saskia. — La voz de Bram es un poco ronca y enojada—. Ahora tú


también eres cualquiera….

Las palabras me detienen en el lugar. Me roban el aliento de la


garganta y me hacen imposible hablar por un largo momento.

—No es lo mismo.

—¿No lo es?

Me he enfocado tanto en descubrir a qué está jugando Latham que


no había considerado lo que significaba ser expulsado de Ivory Hall por
el resto de mi vida.

—Mi madre puede protestar por la decisión de Norah. Ella lo


solucionará. —Mis ojos se dirigen a los suyos—. Para nosotros dos.

Bram pasa los dedos por su cabello.

—Tal vez Esmee no tenía a nadie para solucionarlo —dice


suavemente—. ¿Eso realmente la hace menos que tú?

—No dije que era menos que yo. Yo solo… —Pero las palabras mueren
en mis labios. Por mucho que me hayan molestado los huesos, he
confiado en ellos como la mejor fuente de conocimiento. Pero ser
expulsada de Ivory Hall no ha borrado lo que aprendí más de lo que tener
huesos kenning me hace más adecuada para la magia que alguien que
sea pobre. Mi madre me enseñó mejor que esto. Pero, aun así, mi instinto
es desconfiar de cualquiera que no tenga vinculación por huesos. El
pinchazo de las picaduras de comprensión y la vergüenza caliente me
atraviesa.

—Dale una oportunidad —dice Bram.

Asiento y lo sigo hasta la puerta.

Esmee responde de inmediato. Es al menos un ancho de mano más


baja que yo, con una cara agradable, muy arrugada y un mechón de
cabello blanco que lleva recogido en un moño en la parte posterior de su
cabeza.

Espero que salude a Bram, pero en lugar de eso vuelve su mirada


hacia mí.

—Saskia Holtie —dice—, te he estado esperando.


21
La Tutora
Traducido por Yiany

M
e senté frente a una tela de terciopelo esparcida con una
docena de huesos metacarpianos. Durante los últimos siete
días, he hecho poco más que comer, dormir e intentar
aprender la Segunda Visión de Encantamiento de Huesos de una
Encantadora de Tercera Visión. He tenido cierto éxito al realizar lecturas
de mi madre, porque tengo acceso a su sangre, pero no he podido ver más
que contornos borrosos de cualquier otra cosa.

Me tiemblan las sienes mientras trato de concentrarme en Declan y


entregarme al tirón de magia que siento bajo en el vientre. Pero no está
funcionando.

Respiro hondo y abro los ojos.

Mi madre me mira con una expresión tan esperanzada que me duele


sacudir la cabeza y admitir que volví a fallar. Sus ojos se atenúan cuando
su optimismo se desvanece.

—Lo siento —digo—. Me sigo acercando mucho, pero no puedo


distinguir nada más que sombras.

Se para y se dirige a la ventana. Sus dedos se enroscan alrededor del


marco de madera. Sus nudillos se vuelven blancos.

—Necesitamos la sangre de Declan —dice.

Su irritación chispea contra la mía.

—¿Por qué no lo dijiste? —pregunto—. Correré allí y le pediré algo.


Ella presiona sus labios juntos. Sus ojos se cierran como si estuviese
invocando paciencia de alguna reserva interna.

—Sé que estás haciendo lo mejor que puedes, Saskia. Pero no es


suficiente.

—Entonces comenzaré a ver a Declan nuevamente. No creerá que


estoy enferma para siempre. —Mi madre ha mantenido a Declan a raya,
y también a Audra, diciéndole a todos que he contraído un virus
estomacal.

—No —dice—, inaceptable.

—¿Tienes una mejor idea?

—Tal vez. —Su mirada se vuelve lejana—. Hay una especie de


murciélago que se alimenta de sangre. Su saliva contiene un agente
anestésico para que puedan morder a un animal dormido sin despertarlo
y lamer su sangre en paz.

Mi estómago se revuelve ante la imagen.

—¿Y qué? ¿Encontramos un Vigilante que pueda controlar un


murciélago vampiro?

—No confío en ninguno de los Vigilantes lo suficiente como para


preguntar —dice—, pero Abuela una vez tuvo un cliente que era
especialmente sensible al dolor, por lo que encargó una aguja especial
hecha del hueso de un ala de murciélago. Fue infundido con la saliva del
animal. Gran podía extraer sangre sin que el cliente sintiera nada.

—¿No creo que Oskar tenga agujas como esa en almacén en la casa
de los huesos?

Ella sonríe por primera vez en varios días.

—No —dice—, pero creo que puedo conseguir una.

Mi madre regresa con la aguja de hueso la noche siguiente. Se ha ido


por horas, tanto tiempo que mi optimismo se transformó gradualmente
en preocupación. Y luego mi preocupación se convirtió en ansiedad.
Cuando escucho su llave en la cerradura, mi ansiedad se ha incendiado,
convirtiéndose en ira irracional.
La encuentro en la puerta, un torrente de preguntas se acumula en
mi lengua, mordaz y amarga, pero en el momento en que veo su rostro,
las trago una por una. Tiene una expresión que nunca antes he visto en
ella. Es cruda y vulnerable. Culpable.

Sus manos temblorosas llevan una pequeña caja. No es del tipo que
generalmente se usa para los huesos: plata u oro, forrado de terciopelo...
caro. Está hecho de madera simple y barata y parece que podría contener
suministros de pesca.

—¿Estás bien? —pregunto.

Sus ojos no se encuentran con los míos.

—Estoy bien, solo cansada. Conseguir la aguja fue más difícil de lo


que pensaba; tuve que recurrir a comprarla de un comerciante menos
que placentero. No es ideal, pero se me acabaron las opciones. —Mete la
caja en el cajón superior de su escritorio—. Encontraré a Declan mañana
y obtendré suficiente sangre para que tengas mucha práctica.

El tono de su voz me inquieta.

—¿Cómo? No puedes solo caminar hacia él y apuñalarlo con ella.

Me da una sonrisa cansada y apoya el dorso de sus dedos contra mi


mejilla. Se sienten como hielo.

—Lo resolveré. Ahora duerme un poco. Aprenderás mejor si estás bien


descansada.

Se quita los zapatos y camina lentamente por el pasillo. La puerta de


su habitación se cierra suavemente detrás de ella.

Miro el espacio vacío que dejó atrás. El vacío se siente como si tuviera
un pulso, como si el estrés que experimentó al encontrar el hueso se
hubiera convertido en algo vivo.

Saco la caja de madera del cajón y quito la tapa. La aguja descansa


sobre una cama de tela suave. Con cautela, la pellizco entre el pulgar y
el índice para examinarla. Está hecha de un hueso delgado y afilado y es
prácticamente ingrávida, tan delicada que podría romperse en dos con la
menor cantidad de presión. La punta hueca tiene una cámara adentro
para atrapar la sangre. La presiono contra la yema del dedo. Siento una
suave presión, pero nada más. No es hasta que alejo el hueso y noto una
leve mancha de sangre en mi piel que me doy cuenta de que la aguja me
atravesó. Le doy la vuelta y miro dentro del hueco. Algunas gotas de mi
sangre llenan la cámara.
Mi corazón se acelera. Esto realmente podría funcionar. Pero no
puedo imaginar ningún escenario en el que mi madre se acerque lo
suficiente a Declan para usar la aguja sin despertar sospechas. Tengo
que ser yo quien lo haga. Si espero hasta la mañana, nunca la convenceré
de que me deje ir. No sin pelear. Se negó a dejarme jugar en el Shard con
mis amigos hasta que cumplí los diez años porque estaba convencida de
que aún no era una nadadora lo suficientemente fuerte. Esta vez, su
deseo de protegerme podría arruinarnos a las dos.

Voy a mi habitación y revuelvo la caja debajo de mi cama hasta que


encuentro el juego de pintura de mi padre. No he actualizado mi tatuaje
desde la última vez que vi a Declan. Mezclo los colores y agrego una gota
menos de blanco que la última vez. Si realmente me estuviera
enamorando, la larga ausencia podría haber calentado mi corazón hacia
él. Una vez que la pintura está seca, encuentro las pinzas para el cabello
talladas en hueso que dejó cuando escuchó que estaba enferma: un
tesoro traído de una de sus paradas comerciales que no he podido mirar.

Pero esta noche necesitaré todas las ventajas que pueda obtener.

Recojo dos secciones de cabello, una encima de cada oreja, luego las
retiro y aseguro el estilo con las pinzas para huesos. Luego tomo mi capa
del gancho en la pared y me deslizo en la noche.

El aire frío muerde mis mejillas mientras camino por la orilla del
Shard. Solo la más delgada franja de luna ilumina el cielo. La caja en mi
bolsillo se siente tan pesada como un ladrillo, aunque no pese casi nada.

Primero pruebo en la casa de Declan —trepo el árbol fuera de su


ventana y golpeo el cristal con una rama—, pero está durmiendo tan
profundamente que no me escuchó o no está allí.

Mi siguiente parada es el barco comercial. Declan a menudo pasa la


noche a bordo si tiene una noche tarde o temprano en la mañana.
Cuando veo la embarcación a lo lejos, amarrada junto al muelle, estoy
dividida entre querer que Declan esté allí y esperar que no lo esté.

Me dirijo al borde del agua y saco un guijarro del bolsillo —he estado
reuniendo piedras de varios tamaños desde que salí de la casa de
Declan— y lo tiro al agua al costado del barco donde sé que duerme.
Espero, pero la noche está quieta. La suave luz de una lámpara de aceite
brilla en el agua. Lanzo una piedra más grande. El agua salpica contra el
barco. Nada.

Lanzo tres piedras en rápida sucesión. Golpean contra el agua con


una grieta que reverbera durante la noche. Pero aun así, no hay
movimiento en el barco.

Mi pecho se aprieta con partes iguales de decepción y alivio. Me alejo.

—¿Saskia?

Me giro para encontrar a Declan, descalzo y sin camisa. Su cabello es


desordenado y su expresión es aturdida y somnolienta.

—Estás aquí —le digo.

Se frota los ojos.

—Sí, pero, ¿qué haces aquí?

La sangre corre por mis oídos. Siento náuseas.

—Te extrañé —le digo. Él tiembla—. Estás frío. Lo siento mucho.

Froto mis palmas a lo largo de sus brazos y pienso en los libros de


anatomía que mi madre me ha obligado a estudiar durante la última
semana. Tomo sus dos manos en las mías y trazo mis pulgares a lo largo
de las venas sobre sus nudillos. Pero él verá si trato de usar la aguja allí.

Me atrae más cerca.

—No te arrepientas. También te extrañé. —Entrelaza sus dedos con


los míos. Trazo la arteria sobre su muñeca, pero luego descarto
rápidamente el pensamiento. Una arteria sangrará demasiado—. ¿Te
sientes mejor?

—Mucho —le digo. Mi mirada cae hacia la vena que corre debajo de
su clavícula—. Quería agradecerte por las pinzas para el cabello. Giro la
cabeza para que pueda ver que los estoy usando.

Sonríe.

—¿Te gustan?

—Las amo. —Meto los puños en los bolsillos y empujo la caja para
abrirla con el pulgar. Enrollo mis dedos alrededor de la aguja.

Los ojos de Declan caen sobre mis manos y mi corazón se acelera.

—¿Todo está bien?


Mi boca se seca.

—Por supuesto. ¿Por qué?

Mete un cabello suelto detrás de mi oreja.

—Pasaste de tocarme a meter las manos en los bolsillos.

Trago. Declan está completamente despierto ahora y prestando


atención. Esto va a ser aún más desafiante de lo que pensaba.

—Tengo frío. —Quito mis manos de mis bolsillos, asegurándome de


mantener el hueso en el hueco de mi palma.

Sus brazos se deslizan alrededor de mi cintura.

—Estoy más que feliz de calentarte.

Me recorre un escalofrío que no tiene nada que ver con la


temperatura. Trazo mi pulgar contra los contornos de la garganta de
Declan, sintiendo el suave gesto de una vena. Suspira contra mí, su
aliento cálido contra mi cuello. Todavía no puedo encontrar un vaso
sanguíneo adecuado. E incluso si pudiera, él todavía no está lo
suficientemente distraído como para que pueda lograr esto sin que lo
note.

La gravedad está trabajando en mi contra, haciendo que sus venas


sean demasiado planas. Necesito que se hinchen. Lo que significa que lo
necesito de espaldas.

Las náuseas amenazan en el fondo de mi garganta nuevamente, pero


sonrío mientras tiro de la mano de Declan. Lo llevo del muelle a la orilla
del río, donde nos hundimos en un parche de hierba fría. Sus anchas
pupilas brillan a la luz de la lámpara.

—¿De dónde viene todo esto? —Su expresión oscila entre la maravilla
y la duda.

Deslizo mi mano detrás de su cuello, la aguja todavía metida en mi


palma.

—Estoy enamorada de ti —digo.

Sus ojos se suavizan. Ya ha visto mi tatuaje cada vez más oscuro,


pero es diferente decir las palabras en voz alta. Más vulnerable. Más
íntimo. Se acerca a mí. Sé lo que debe suceder después, pero mi corazón
se aprieta en protesta. Este es un momento que nunca volverá. Un
momento que estoy a punto de tirar.
Dirijo mi rostro hacia él y nuestros labios se encuentran.

Mi mente se queda en blanco. Es mi primer beso y no es más que una


farsa. La pérdida es como una patada rápida al intestino. Declan se aleja
y estudia mi cara.

—¿Estás bien? Te alejaste de nuevo.

Nadie puede detectar una mentira como un mentiroso.

Necesito hacer un mejor trabajo vendiendo esto o voy a estropearlo


todo.

—Me hiciste olvidar dónde estaba por un momento —le digo,


asegurándome de que suene un poco sin aliento—. Quizás lo recuerde
mejor si lo intentamos de nuevo.

Esta vez lo beso. Finjo que no es más que un recipiente para contener
mi ira, mi preocupación, mi miedo. Derramo todas las emociones
negativas que tengo en él hasta que siento que estoy en llamas. Dejo que
mis manos se hundan en su cabello. Lo empujo sobre su espalda y dejo
que mis dedos vaguen por su cuello. Él encuentra cada beso con
intensidad hambrienta.

Ahí. La sensación blanda de una vena. Finalmente encuentro su


yugular. Presiono todos mis dedos contra su garganta al mismo tiempo
que sumerjo la aguja en su vena. Él gime y profundiza el beso. Espero
hasta estar segura de que tengo suficiente sangre y luego quito la aguja
y presiono un pulgar contra la vena para detener el sangrado. Los dedos
de Declan recorren mi cara, pero sigo presionando su cuello.

Finalmente, cuando estoy segura que ha pasado el tiempo suficiente,


deslizo la aguja en el bolsillo de mi capa y me aparto.

—Vuelve. —Declan me atrae hacia él, pero pongo una mano contra
su pecho.

—Mi madre se despertará pronto. No quiero que sepa que me escapé.

Él gime y se sienta.

—Estoy seguro de que dormirá un poco más.

Bajo la cabeza hacia el horizonte, lo que me obliga a revelar una franja


de luz rosa intenso.

—Ella es madrugadora. Además… —Lo empujo ligeramente en las


costillas con mi codo—, tenemos toda nuestra vida, ¿verdad?
Se aclara la garganta.

—Tienes un punto.

Pero no me pierdo la sombra oscura que cruza su expresión antes de


que pueda barrerla.

Nadie puede detectar una mentira como un mentiroso.


22
La Encantadora de Huesos
Traducido por NaomiiMora

B
ram y yo nos sentamos frente a Esmee en la acogedora sala
principal de su cabaña. Un fuego arde en la chimenea y en la
mesa baja entre nosotros hay un plato de golosinas a medio
comer, creaciones de azúcar hilada que parecen pedazos de encaje, junto
con una tetera con té que hace tiempo se ha enfriado. He tratado de
hacerle varias preguntas a Esmee desde que llegamos, pero cada vez hace
un sonido tut-tut.

—No hablemos hasta que hayas sido alimentada y mimada, corderito.


—Su tono, aunque amable, no dejaba lugar a discusión. Es pequeña,
pero dominante.

Bram la conoce mejor, así que trato de seguir su ejemplo, pero no ha


hecho nada desde que llegamos, excepto comer y hablar sobre lo delicioso
que está todo. Finalmente, ya no puedo soportar la conversación de estilo
cortés, y tengo el coraje de volver a abordar el tema:

—Entonces, debes tener la Tercera Visión —digo.

Esmee da una carcajada que la hace sonar años más joven de lo que
probablemente es.

—¡Oh, cielos no! Tengo la Primera Visión. No oficialmente, por


supuesto. No tuve una ceremonia de vinculación. ¿Qué te haría pensar
que tenía la Tercera?

Me muerdo el labio, confundida.

—Cuando llegamos, dijiste que me estabas esperando. Así que


simplemente asumí... —me detengo.
—Ah —dice, lamiendo un poco de azúcar de su pulgar—. Eso se debe
a la carta que tu madre envió para ti.

Tanto Bram como yo inhalamos bruscamente.

—¿Mi madre envió una carta? —digo—. ¿Cuándo? ¿Qué dice?

La respuesta de Bram es más contundente:

—¡Esmee! ¿Por qué no nos lo dijiste de inmediato?

Esmee le da una mirada de reproche y las puntas de sus orejas se


vuelven rosas.

—Lo siento —dice Bram, bajando la mirada a su regazo. Claramente


le importa su opinión: nunca antes lo había visto tan tímido.

Esmee se vuelve hacia mí.

—No sé lo que dice. No tengo la costumbre de leer correspondencia


que no está dirigida a mí. Espera aquí y te la traeré.

Se dirige hacia el dormitorio en la parte trasera de la cabaña. Bram


se vuelve hacia mí:

—Tu madre sabía que vendrías aquí —dice—. ¿Qué crees que
significa eso?

—No lo sé. —Muerdo mi pulgar. Un apretado puño de miedo se ha


asentado en mi estómago.

Esmee regresa con la carta unos momentos después. Tanto ella como
Bram me miran expectantes mientras rompo el sello de cera y despliego
el papel cremoso. Hay un collar metido en el pliegue, un colgante con tres
círculos superpuestos tallados en hueso, y lo coloco sobre la mesa junto
a mí. La vista de la pequeña y cuidadosa letra de mi madre hace que mi
garganta se apriete.

Querida Saskia,

Esperaba que nunca necesitaras recibir esta carta y me duele mucho


que la estés leyendo ahora. Durante tu ceremonia de vinculación, elegí el
camino que creía que te traería la mayor felicidad posible. Ese camino
principal se ramificaba docenas de veces, y cada uno de esos caminos se
separaba aún más. Pequeños cambios en tu futuro que llevaban en
diferentes direcciones. Casi todos ellas eran igualmente encantadores.
Pero algunas de las ramas conducían al peligro, un peligro que nunca podía
ver completamente al principio, pero siempre podía ver que terminaba en
tragedia. Cada vez que sucedía algo terrible, el punto de ramificación era
la cabaña de Esmee, así que te envío esta carta con la esperanza de que
llegue a tiempo.

Independientemente de las elecciones que hagas de aquí en adelante,


es esencial que no regreses a Midwood. No hasta que te contacte y te haga
saber que es seguro. ¿Por favor, prométeme que cumplirás este deseo? No
importa cuán tentador pueda ser volver a casa, necesito que te mantengas
alejada.

Adjunto un escudo para protegerte. Esmee puede explicar cómo


funciona. Creo que alguien te está vigilando, Saskia. Alguien que tiene
acceso a la magia defensiva. Tal vez ya sepas quién es, pero todavía no.
Ten cuidado en quién confías.

Te amo, pajarito azul. Nunca lo olvides.

-M.

La carta revolotea de mis dedos y cae al suelo. Es como si todo el aire


hubiera sido exprimido de mis pulmones. ¿Mi madre vio mi muerte? No
lo dice explícitamente, pero no puedo evitar leer entre líneas. Estoy
especialmente desconcertada de que me llamara pajarito azul, un apodo
generalmente reservado solo para mi padre. Su corazón debe haber
estado en un lugar tierno para usarlo ella misma.

—¿Qué decía? —La voz de Esmee es gentil. Abro la boca y luego la


cierro de nuevo. No puedo encontrar las palabras para responder. Ella
recoge la carta—. ¿Puedo?

Asiento con la cabeza. Mientras Esmee lee, se forma un pliegue entre


sus cejas.

—Oh, mi Dios —dice una vez que llega al final. Saca el collar de donde
lo dejé en la mesa—. Mejor ponte esto ahora, corderito.

Pero su voz suena como si viniera de un túnel. La miro sin ver


realmente. Me siento distante, como si nos estuviese mirando a los dos
desde la distancia. Esmee comparte una mirada con Bram. Sin hablar,
se pone de pie y le quita el collar. Él camina detrás de mí y aparta
suavemente mi cabello. Coloca la delgada cadena contra mi clavícula y
cierra el broche. Su pulgar roza la base de mi cuello.

De repente, estoy completamente presente de nuevo, consciente de


los latidos de mi corazón. De mi aliento.
Me muevo para que las manos de Bram se muevan. Pero aun así, me
lleva un momento encontrar mi voz.

—¿Qué es esto? —digo, levantando el colgante.

—Es un escudo —dice Esmee—. Evitará que cualquier Encantador de


Huesos te vea mientras lo llevas puesto.

—¿Incluso mi madre?

Frunce el ceño.

—Incluso tu madre.

Las implicaciones hacen que mi mente brille con nuevos temores. Mi


madre está tan preocupada por esto que está dispuesta a que me oculte.
Incluso de ella.

—¿Sabes a quién se refiere? —pregunta Esmee, mirando la carta—.


¿Quién podría estar observándote?

Le cuento sobre Latham. La historia se desenrolla de mí como una


bola de estambre enredada, gruesa y torpe. Esmee escucha en silencio,
sus ojos llenos de simpatía y conmoción. Bram también está pendiente
de cada palabra, a pesar de que ya ha escuchado algunos de los detalles.
Cuando termino de hablar, la boca de Esmee se ha apretado.

—Esto es ciertamente algo más que una pequeña venganza de los días
de entrenamiento de tu madre, pero me temo que no tengo más
información de lo que se trata.

Trago.

—Escuché que sabías sobre la magia oscura.

Su mirada se desliza hacia Bram y luego de regreso. El silencio es


denso. Y luego, finalmente dice:

—Sé algo al respecto.

—¿Me contarás?

Suspira.

—Un poco de conocimiento puede causar mucho dolor.

—Sí —digo—. Lo sé. Un poco de conocimiento es todo lo que Latham


estaba dispuesto a darme.

Sus labios se fruncen. Los golpea con dos de sus dedos.


—Muy bien entonces.

Se pone de pie y va a una estantería en la pared del fondo. Baja varios


volúmenes y los coloca en mi regazo.

—Ve si puedes encontrar lo que estás buscando allí. Pero recuerda


que la magia siempre tiene un precio. Y la magia oscura es
particularmente costosa.

—No quiero usar la magia. Solo quiero entender lo que está haciendo
Latham.

Su mano cae suavemente hasta la coronilla de mi cabeza y recuerdo


a mi madre con fuerza.

—Sé que esa no es tu intención —dice—. Sólo sé cuidadosa.

Examino los libros a la luz de una lámpara baja. Bram se sienta a mi


lado, su cabeza descansando sobre la mesa, roncando suavemente. Duró
más que Esmee, quien se durmió hace horas.

Leer las páginas me llena de una sensación de vergüenza. Es como si


las palabras fueran seres vivos, sombríos y siniestros, y se aferran a mí
como los hilos de una telaraña. A pesar de todos mis estudios, no puedo
encontrar nada que explique el interés que Latham mostró en mí. No
tomó muestras de mi sangre o mi cabello para maldecirme, no destruyó
mi memoria ni sacó la voz de mi garganta. No puedo entender lo que ganó
al darme clases, o por qué me estaría mirando ahora, incluso si es él.
¿Qué pasa si mi madre vio un peligro diferente?

Un ruido detrás de mí me hace girar.

—No quise asustarte —dice Esmee.

Su expresión me hace dar cuenta de que mi mano está presionada


contra mi pecho. Mi corazón se acelera bajo mi palma. Respiro hondo y
trato de convencer a mi cuerpo de que no estoy en peligro.

—¿Te desperté? —pregunto.

Esmee tira de su chal más fuerte alrededor de sus hombros.

—Tengo el sueño inquieto. —Va al armario y saca dos tazas de té—.


¿Qué tal un descanso?
—Sí, por favor —digo, de repente desesperada por un respiro de
maldiciones y asesinatos.

Esmee pone una tetera sobre el fuego.

—Entonces, ¿cuál es la historia aquí? —Mueve sus dedos, indicando


el espacio entre Bram y yo.

Una oleada de inquietud me atraviesa.

—No hay historia. —Su expresión escéptica se parece tanto a una


reprimenda que el calor me sube por el cuello y a las mejillas—. Nos
emparejaron en la ceremonia de vinculación, pero no creo... —No puedo
encontrar las palabras para los sentimientos inquietos que se agitan
dentro de mí. Mi opinión sobre Bram ha cambiado, pero todavía me ve
como la chica que arruinó su vida—. Ninguno de nosotros tiene la
intención de aceptarlo a fin de año.

Esmee vierte té en las tazas. El vapor se enrosca en el aire.

—¿Estás segura de eso?

Tiro del borde de mi manga.

—Entonces, ¿cómo conoce a Bram?

Ríe.

—Necesitas más práctica para esquivar una pregunta, cordero. Eso


fue torpe. —Pone una taza frente a mí y me da una cuchara—. Pero te
complaceré. Bram nació en Grimsby. Yo era amiga de sus padres antes
del accidente.

La sorpresa que me atraviesa debe mostrarse en mi cara, porque


Esmee deja de revolver su té.

—¿Debes estar al tanto de la historia de Bram?

Sacudo la cabeza.

—Sé que se mudó a Midwood cuando era joven. No sabía... —Me


detengo, insegura de cómo hacer todas las preguntas en mi mente—.
¿Qué accidente?

Esmee rocía miel en su té…

—Un incendio. Uno de los aldeanos sacó a Bram, pero sus dos padres
murieron. Después, las habilidades mágicas de Bram lo hicieron... difícil
de ubicar, así que se quedó conmigo hasta que tu madre me ayudó a
encontrar una pareja en Midwood dispuesta a acogerlo.

Mi boca se seca. La historia es como una pesadilla familiar y me


presiona tan firmemente que apenas puedo respirar. ¿Cómo nunca me di
cuenta de que sus padres habían muerto en ese incendio? Todo este
tiempo, me ha aterrorizado la ira que vi en el corazón de Bram ese día.
Pero ahora tiene mucho sentido. Pienso en la muerte de mi propio padre.
El día que Oskar grabó el nombre de padre en nuestro árbol genealógico,
tomé un montón de platos elegantes de la cocina y los tiré uno por uno
contra el costado de nuestra casa solo por la satisfacción de verlos
destrozarse.

Quería destruir todo a mí alrededor para que todo el mundo estuviera


tan roto como yo me sentía.

Pero mi padre todavía estaba vivo cuando vi los recuerdos de Bram,


así que no me di cuenta de cuánta ira y pena pueden superponerse. Cómo
pueden ser casi imposibles de desenredar una vez que se hayan
fusionado.

Me lleva mucho tiempo encontrar mi voz y decir:

—¿Bram tenía habilidades mágicas tan joven?

—Todos los niños que tienen magia de huesos muestran signos


tempranos —dice Esmee—. Supongo que tu madre sabía que serías una
Encantadora de Huesos hace mucho tiempo, ¿verdad? —Muevo mi peso
y la silla cruje. Esmee asiente como si mi molestia fuera suficiente
respuesta—. El kenning no crea la verdad; solo la revela.

—¿Qué lo hizo difícil de colocar? —pregunto, mirando a Bram. Su


respiración es profunda y uniforme. Probablemente no debería hablar de
él sin su conocimiento, pero mi curiosidad es más fuerte que mi culpa.

—Estaba confundido y enojado —dice—. Cualquier niño lo habría


sido. Pero Bram era poderoso. Ocasionalmente, cuando atacaba, la gente
salía lastimada.

—¿Lastimada cómo?

—Huesos rotos en su mayoría —dice.

Jadeo.

—¿Pero cómo tuvo acceso a huesos a esa edad? ¿Y sin ningún


entrenamiento?
—No necesitaba huesos preparados, puede extraer magia de los
huesos dentro de un cuerpo vivo. Por eso la gente le tenía miedo.

Un escalofrío me atraviesa.

—Yo también le tenía miedo. Pensé que tal vez era violento.

Los ojos de Esmee se estrechan.

—Bram no es violento. ¿Nunca hiciste un berrinche cuando eras


joven? ¿Nunca arremetiste en frustración? Era un niño pequeño. Uno que
estaba afligido.

Una lágrima se desliza por mi mejilla y la limpio con el dorso de mi


mano.

—Lo sé ahora, pero es demasiado tarde. Arruiné todo entre nosotros.

Le cuento sobre el barco de la prisión en Midwood. Sobre ver dentro


de la mente del prisionero y luego dentro de la de Bram. Le cuento que
sus caras se mezclan. Sobre la jaula rota que permitió escapar al
prisionero. Sobre las tres personas que murieron.

—Oh, pobres queridos —dice, como si Bram estuviera despierto y


contáramos la historia juntos—. Eso debe haber sido terrible. ¿Qué dijo
tu madre al respecto?

Sacudo la cabeza.

—Nunca se lo dije. Estaba tan avergonzada de que mi visión estuviera


equivocada, que la gente murió por mi culpa.

—No los mataste; el prisionero lo hizo. —Sus ojos se posan en Bram—


. Estoy segura de que Bram sintió lo mismo.

—Debería haberle preguntado sobre el incendio. Pero cuando vi esos


tatuajes... los mismos que tenía el prisionero... fui una cobarde.

Su mano cae para cubrir la mía.

—Eras una niña —dice, haciéndose eco de cómo describió a Bram


anteriormente—, una que había sido traumatizada.

De repente, un pensamiento surge en mi mente.

—Los huesos de la jaula eran intensificadores. Por eso mis


habilidades fueron tan magnificadas. —Pienso en la jaula de huesos
rotos. Bram no tenía la intención de ayudar al prisionero a escapar más
de lo que pretendía ver los pensamientos del hombre—. Y las de Bram
también.

Esmee se para y me toca el hombro.

—Probablemente tengas razón. Tal vez es hora de que ambos dejen


sus viejas heridas en el pasado, donde pertenecen.

Toma su taza de té y camina hacia el dormitorio. Mi mirada cae al


libro de hechizos. Lo he estado estudiando durante horas y no he llegado
a ningún lado. Entre eso y todo lo que acabo de aprender sobre Bram,
me siento tan derrotada que quiero acurrucarme y llorar.

—Esmee, espera.

Se detiene. Voltea.

—La Encantadora de la Primera Visión en Ivory Hall dijo que no podía


ver a Latham en mi pasado, pero ¿y si no estaba diciendo la verdad?
Podría haber estado protegiéndolo. —Esmee inclina la cabeza y espera a
que termine—. No puedo dejar de preguntarme si podría volver a ver mis
interacciones con Latham, sabiendo lo que sé ahora...

—¿Me estás pidiendo que te lea?

Trago.

—¿Lo harías?

Su expresión se suaviza.

—Tengo una idea aún mejor.

Esmee y yo nos sentamos en el piso de su habitación frente a un


cuenco lleno de huesos. El tenue aroma a vainilla flota en el aire.

Me quito un mechón de cabello de los ojos.

—No entiendo cómo funcionará esto.

—Es simple —dice Esmee—. Usaré los huesos para leer sobre ti, sobre
tu pasado, y simultáneamente los usarás para leer sobre mí en el
presente. Para ver lo que estoy viendo en tus recuerdos. Si funciona, será
como si tuvieras la Primera Visión y estuviera realizando una lectura
sobre tu propio pasado. Puedes buscar pistas en sus interacciones con
Latham que podría haberse perdido cuando las experimentaste por
primera vez. ¿Tiene sentido?

—¿En teoría?

Me da una palmada en el brazo.

—Usaremos mi sangre junto con la tuya para que puedas verme más
claramente. —Me da una aguja—. Tendrás que quitarte el escudo.
Bloqueará tu magia.

Deslizo el colgante de mi cuello y lo pongo a mi lado.

—Puede que me lleve algún tiempo encontrar los recuerdos que estás
buscando. Centra todos tus pensamientos en mí y en tus interacciones
con Latham. No hay nada más, ¿entendido?

Aprieto los labios y asiento. Mi mente se ha consumido con Latham


durante horas. No será difícil mantenerlo a la vanguardia de mis
pensamientos.

Esmee pincha su dedo y mancha los huesos con sangre. Luego los
enciende. Humo sale del cuenco. Los huesos crujen y se rompen con el
calor. Finalmente, cubre el cuenco con una tapa pesada y apaga la llama.
La mayor parte de mi entrenamiento no incluyó llamas, es una técnica
más avanzada, pero he visto a mi madre realizar este ritual docenas de
veces y me da una punzada de nostalgia.

Esmee inclina los huesos sobre la tela entre nosotras. Cierro mis ojos.
El uso del fuego hace innecesario estar en contacto con los huesos, por
lo que espero que la lectura sea más difícil, pero siento la atracción de la
magia de inmediato.

Me sumerjo en una visión.

La cara de mi madre se enfoca, más joven de lo que la he visto nunca,


y tan cerca que puedo ver la delicada pelusa en los costados de sus
mejillas. Mi pequeña mano se cierra alrededor de su nariz. Se ríe y besa
mi palma del tamaño de un bebé.

La visión cambia. Puedo sentir el esfuerzo de Esmee por arrastrarla


hacia adelante y la sigo. Esta vez veo a una niña rubia con dedos
regordetes agarrados al borde de una mesa baja de madera. Se pone de
pie. Mi padre se sienta cerca y aplaude mientras mira.

—¡Lo hiciste, pajarito azul!


Se vuelve hacia él y le da una sonrisa casi desdentada, a excepción
de cuatro incisivos de bebés, dos en la parte superior y dos en la parte
inferior.

Otro cambio. Una sacudida que nos arrastra a través del tiempo.

Cientos de otras escenas de mi infancia pasan, demasiado rápidas


para captar algo más que vistazos pasajeros. Y luego estoy sentada frente
a mi madre en el kenning. Me veo arrebatando el hueso de Abuela de los
dedos de mi madre, y me siento mal cuando se rompe.

Esmee vuelve a adelantar la visión: mi viaje a Ivory Hall pasa volando,


luego la ceremonia vinculante, hasta que llegamos a mi primer día de
entrenamiento con la Maestra Kyra. Esta fue la primera vez que conocí
al Maestro Latham. Inhalo bruscamente mientras el tirón de Esmee
ralentiza la lectura. En la visión, escucho la explosión desde el otro lado
del pasillo y veo cómo la habitación se llena de humo. La Maestra Kyra
abre las ventanas. Tomemos un descanso, dice antes de salir de la
habitación. Latham debería llegar en cualquier momento.

Pero no lo hace.

Me veo sentada un momento cerca de la ventana, respirando el aire


fresco. Y luego me paro y salgo de la habitación, sola.

Me salgo de la visión, sin aliento. Los ojos de Esmee se abren y apaga


la llama.

—Eso explica mucho —dice, secándose una gota de sudor de la frente.

Mis dedos se curvan alrededor de mis rodillas.

—No explica nada. Latham estuvo allí ese día. Me mostró los huesos
de práctica. Hice una lectura con ellos. —Presiono mis palmas contra mis
mejillas—. Tienes que creerme.

Los ojos de Esmee son suaves.

—Por supuesto que te creo. Tu madre dijo que estabas en peligro por
alguien que tenía magia defensiva, y ese es el hechizo de protección más
fuerte que he visto.

Se me corta el aliento.

—¿Viste a Latham?

Esmee niega con la cabeza.

—No, pero vi indicios de la magia que usó para borrarse.


—¿Para borrarse a sí mismo?

—Funciona un poco como cortar una tira de tela del centro de un


paño y luego coser las dos piezas restantes de nuevo. Si observas con
mucho cuidado, siempre podrás detectar la costura. Pero esto fue hecho
magistralmente, casi indetectable. Si no hubiera sabido dónde mirar, lo
habría pasado por alto. —Inclina la cabeza y me estudia—. ¿Quieres que
te lo enseñe?

—Sí —digo—. Por favor.

—Esta vez presta atención al momento exacto en que recuerdas a


Latham entrando en la memoria. No lo verás, pero buscar dónde debería
estar te ayudará a detectar la imperfección en su hechizo.

Vuelve a encender los huesos y estoy atrapada en otra visión. El taller.


Norah acaba de terminar una conferencia y estamos a punto de competir
en una carrera de huesos. Frenéticamente, busco el lugar exacto donde
vi a Latham. Recuerdo que me encontró para saludar. Ofreciéndome
lecciones adicionales. Pero no puedo encontrar ni una pista de que
hayamos hablado alguna vez. Antes de darme cuenta, Bram y yo estamos
armando el esqueleto de Bradypus.

Esmee nos empuja hacia adelante en el tiempo. Me veo alejándome


del comedor, dirigiéndome hacia la oficina de Latham. Y luego todo se
ralentiza, como si Esmee me estuviera dando deliberadamente unos
minutos adicionales para mirar más de cerca. Allí. La visión se vuelve
borrosa en los bordes, solo un poco. Y en lugar de ir a la oficina de
Latham, me dirijo hacia mi habitación.

Un nudo se aprieta debajo de mi esternón. No es de extrañar que haya


podido hacerme ver como una mentirosa. Mi enfoque flaquea y estoy a
punto de alejarme cuando la visión cambia de nuevo.

Latham. Camina a lo largo de una calle de adoquines y pasa una


botica y luego una panadería y luego una juguetería. Se queda inmóvil.
Toca su clavícula. Maldice. Se da la vuelta y vuelve sobre sus pasos,
mirando el suelo mientras camina. Un suspiro de alivio mientras se
inclina para recoger el broche de hueso que generalmente mantiene
cerrada su capa. Tiene forma de garra de oso. Se lo lleva al cuello y lo
vuelve a colocar en su lugar.

Y luego desaparece.

Mis ojos se abren de golpe. El terror se hincha dentro de mí y hace


que sea imposible respirar.
—Entraste en tu propia visión —dice Esmee—. Te perdí. —Su mirada
recorre mi rostro—. ¿Qué pasa?

—Tenemos que irnos —digo.

—Saskia, cálmate. Dime qué está mal.

—Latham está en camino hacia aquí. Tenemos que irnos ahora.

La expresión de Esmee se inunda de alarma.

—¿Tú lo viste a él?

—Tan pronto como mi atención flaqueó, lo vi caminando por las calles


de Grimsby.

Se mete los dedos a su pelo blanco y se masajea el cuero cabelludo.

—Tiene sentido. Has estado intensamente concentrado en él toda la


noche. Pero tal vez…

Le cuento sobre el broche de hueso que dejó caer Latham. Debe


funcionar de la misma manera que el collar. Y por un momento, los dos
estuvimos sin éste.

La cara de Esmee se pone pálida.

—No debería haber dejado que ustedes dos se quedasen tanto tiempo.
No pensé... Sí, cordero, date prisa.

Me pongo el collar sobre la cabeza antes de correr a la habitación


principal de la cabaña. Bram se sienta y se frota el sueño de los ojos.

—¿Qué está pasando?

—Latham está en camino aquí —digo—. Tenemos que irnos.

—¿Qué? ¿Cómo lo sabes?

—No hagas preguntas. Sólo muévete.

Me mira de forma extraña, pero se pone de pie y comienza a recoger


sus cosas.

Las palabras de mi madre se desplazan por mi mente. Cada vez que


sucedía algo terrible, el punto de ramificación era la cabaña de Esmee. He
sido tan tonta por quedarme aquí y confiar en la seguridad del escudo.
Latham debe habernos visto venir a Bram y a mí antes de recibir la carta
de mi madre.
Agarro los libros de Esmee.

—¿Puedo llevarme esto? —pregunto mientras los meto en mi bolso.

—Por supuesto —dice—, tómalos.

Algo sobre cómo lo dice me hace detenerme.

—Tú también vienes, ¿verdad?

Me da la sonrisa tensa de alguien que está tratando de ocultar la


preocupación.

—Me quedaré y detendré a Latham. Te dará algo de tiempo.

La mandíbula de Bram se pone rígida.

—Esmee, no. —Hay algo en su expresión que nunca había visto antes:
algo vulnerable y joven. No sé si el cambio es real o si estoy dejando que
la visión de él como un niño oscurezca la realidad—. Ven con nosotros.
Por favor.

Esmee se pone de puntillas y acuna su rostro en sus palmas.

—Necesitas irte ahora. Vete lo más lejos posible de aquí. —Su mirada
se desliza hacia mí y luego de vuelta a Bram—. Protégela.

Bram asiente una vez y luego acerca a Esmee y apoya su barbilla


sobre su cabeza.

—Ha pasado demasiado tiempo desde que he estado aquí. Y este no


fue tiempo suficiente.

—Bien —dice.

Se aleja y la estudia con diversión:

—¿Bien?

—Cuando amas a alguien, nunca es suficiente tiempo. —Le sonríe—


. Yo también te quiero. Ahora vete de aquí.

Bram y yo salimos de la cabaña y caminamos en una oscuridad tan


completa que parece como si la noche nos hubiera tragado de un solo
trago. Nos movemos en la dirección opuesta a Grimsby, más y más en el
bosque. Miedo frío gotea por mi columna vertebral. Me sobresalto por
cada rama que se rompe, por cada hoja susurrante. Latham podría estar
en cualquier parte. ¿Y si nos vio salir de la cabaña de Esmee? ¿Qué pasa
si sabe dónde terminaremos antes que nosotros? Presiono una palma en
el colgante en mi garganta para asegurarme de que todavía está allí. Que
mi madre de alguna manera puede protegerme a través del espacio y el
tiempo.

Me tropiezo con la rama de un árbol caído y un grito se me escapa


antes de que pueda evitarlo. Casi me caigo, pero en el último momento,
Bram me agarra del codo y me estabiliza.

Pienso en ese primer día en Ivory Hall. De cómo me impidió caer. Pero
también, cuán abruptamente me soltó, como si no hubiera tenido la
intención de ayudarme en absoluto.

Pero no se aleja tan rápido esta vez. Sus dedos todavía rozan mi codo.
Me rozan la longitud del brazo. Desliza su mano en la mía.

Se me corta la respiración y de repente estoy agradecida por la


privacidad de la oscuridad, contenta de no tener que pensar en mi
expresión, en lo que podría revelar.

La piel de Bram es áspera contra la mía, pero su mano es fuerte y me


hace caminar con más confianza.

Un fuerte ruido divide la noche. Tanto Bram como yo nos quedamos


inmóviles.

—¿Qué fue eso? —susurro.

Antes de que pueda responder, un destello de luz ilumina su rostro.


Los dos nos volvemos. La cabaña de Esmee está envuelta en llamas. Está
tan lejos en la distancia que no parece más grande que una antorcha
parpadeante. Bram hace un sonido estrangulado en el fondo de su
garganta.

—Nunca podremos correr lo suficientemente rápido —digo—.


Tenemos que encontrar un lugar para escondernos.

No contesta. Su rostro es un retrato helado de horror.

Lo sacudo.

—¿Bram? Tenemos que irnos ahora.

Nada.
Me paro frente a él y tomo su rostro en mis palmas. Obligándolo a
mirarme.

—Esmee no estaba allí —digo—. Ella escapó. —Sus ojos comienzan a


enfocarse—. Bram, escapó.

Debe darse cuenta de que, sin huesos para leer, no tengo forma de
saber si Esmee está realmente a salvo. Pero necesita esta mentira en este
momento si va a sobrevivir. Ambos lo hacemos.

Bram traga. Me da un solo asentimiento. Y luego corremos.


23
La Tutora
Traducido por Rose_Poison1324

Mi madre está furiosa.

T
ienes alguna idea de lo peligroso que fue esto? —La aguja
de hueso tiembla en sus dedos. La vena de su sien pulsa.
—¿
—No es tan peligroso como hubiera sido si tú lo hubieras
intentado —le digo.

—¡Saskia! —Su cara está pálida, excepto por dos brillantes manchas
rojas en cada mejilla—. ¿Por qué tienes que hacer todo más difícil? Por
una vez en tu vida, ¿puedes solo cooperar?

—Supongo que por cooperar quieres decir obedecer, ¿verdad? ¿No


quieres que piense por mí cuenta?

Ella suspira y se hunde en una silla.

—No, eso no es lo que quiero decir.

Pienso en todas las veces que mi padre solía sentarse en el borde de


mi cama y consolarme después de haber peleado con mi madre.

—Eso no es lo que quiso decir, pajarito azul —dijo una vez, después de
que me llamara cabezota. La palabra me había atravesado, un insulto que
parecía atacar tanto mi aspecto como mi carácter en un paquete
conveniente.

—Es lo que ella dijo.

—Bueno, a veces las personas no dicen exactamente lo que quieren


decir. A veces dicen algo más porque tienen demasiado miedo de decir la
verdad.
—Eso ni siquiera tiene sentido —le dije—. Solo estás tratando de
protegerla.

Me palmeó el tobillo.

—No tiene sentido ahora, pero algún día lo hará. Y estoy tratando de
protegerlas a los dos.

Crucé mis brazos sobre mi pecho.

—Entonces, ¿estás diciendo que cabezota es el código para otra cosa?


¿Ella quería decir realmente que me encuentra inteligente y encantadora?

Él se echó a reír, un sonido que vino desde su barriga que levantó las
comisuras de mi boca sin poder evitarlo.

—No estoy seguro de si utilizaría la palabra encantadora —dijo, con


los ojos brillantes—, al menos no esta noche. Pero tal vez sea un código
para el hecho de que ustedes dos son muy parecidas. E imagina lo
frustrante que sería tener una discusión contigo mismo. Siempre perderías.

Al final, había crecido con límites suaves, como el hielo que apenas
comienza a derretirse. Así era como se comunicaba mi padre: enmarcaba
a cada persona de la mejor manera posible, los juzgaba por sus
intenciones y no por sus errores. Cuando murió, mi madre y yo no solo
perdimos la relación que teníamos con él, sino también el pegamento que
nos mantenía unidas.

Me siento a su lado. La aguja de hueso todavía está apretada con


fuerza en su puño.

—¿Cuál es la verdadera razón por la que estás enojada? —pregunto


gentilmente.

Su mirada se encuentra con la mía y su expresión se suaviza. Quizás


está pensando en mi padre también.

—Me asustaste —dice ella—. No sabía dónde estabas. Asumí lo peor.

Pongo mi cabeza sobre su hombro.

—Lo siento —digo—. Yo también estaba asustada. Pensé que tenía


una mejor oportunidad de obtener la sangre de Declan de la que tú
tendrías.

—¿Cómo la conseguiste?

Mis mejillas se inundan de calor y los ojos de mi madre se abren como


si mi expresión acabara de revelar más de lo que quería saber.
Ella rodea su mano con la mía y la aprieta.

—Quizás algunas cosas no necesiten una discusión.

Al menos en eso podemos estar de acuerdo.

La sangre de Declan lo cambia todo.

Es como si, hasta ahora, hubiera estado tratando de encontrar mi


camino a través de un laberinto con los ojos vendados, y cuando
finalmente puedo ver claramente, la lectura de huesos se siente natural.
Familiar. Como si ya lo hubiera dominado hace mucho tiempo y solo
necesitara recordarlo. Es tan fácil como sumergirse en un baño tibio.

Pero a medida que avanza el día, ver a Declan rápidamente pasa de


emocionante a tedioso.

—No puedo creer que me hayas emparejado con él —le digo a mi


madre.

Acabo de salir de una visión de Declan comiendo un plato de sopa


con menos gracia que un niño pequeño. El líquido goteó por su mentón
y sobre su pecho y ni siquiera se molestó en tratar de limpiarlo. Aun así,
era preferible verlo rascarse los cuartos traseros anoche.

—Es un bufón.

Mi madre ignora mis quejas.

—¿Por qué dejaste de mirar?

—Él no está haciendo nada —le digo—. No se ha movido en horas.

—Saskia, necesitamos... —Su expresión cambia. Agarra mi codo y me


acerca, examinando mi brazo.

—Ouch —le digo—, ¿qué estás haciendo?

Me suelta. Su mano cubre su boca.

Levanto mi brazo hacia mi cara. Un débil tatuaje ha florecido en mi


piel: una red de formas almendras entrelazadas con un círculo enhebrado
en el centro. El resultado es un intrincado diseño de nudo con tres
esquinas.

—¿Qué es?
—Creo que... —Se ve inestable, como si acabara de perder el
equilibrio—. Creo que es un tatuaje de dominio.

Me río.

—Eso no es posible. Acabo de empezar a aprender.

Su mirada se dirige al hueso de Abuela.

—Las dos mitades del hueso están tejiéndose juntas.

Mi diversión se evapora.

—Pero mis dos caminos no pueden afectarse entre sí. ¿Verdad?

—No lo creo. Pero no sé cómo explicar esto.

Mi camisa está húmeda. Se aferra a mí. Froto un pulgar a lo largo de


la pintura en mi muñeca. Pienso en la sombría satisfacción de las últimas
semanas, en encontrar un propósito a pesar de todo el dolor, en sentirme
como yo por primera vez desde la muerte de mi padre. Pero esta vida es
tanto una mentira como este tatuaje.

Es una vida destinada a desaparecer.

Mi voz, cuando la encuentro, es temblorosa:

—¿Esto significa que soy una buena Encantadora de Huesos en mi


otra vida?

La idea de que otra versión de mí misma —una más feliz— exista una
vez que me haya ido es lo único que tengo. Es un destello de esperanza
que me abraza, como una llama detrás de una palma ahuecada.

Los ojos de mi madre se elevan a los míos. El dolor crudo allí me hace
estremecer.

—No lo sé, Saskia —dice ella—. No sé qué significa.

El humo me quema los ojos, se enrosca en mi nariz. Se me pega como


arena en los dedos mojados. Coloco la tapa sobre el cuenco para extinguir
la llama, y luego derramo los huesos sobre la tela frente a mí. La magia
me lleva a una visión, y sonrío. El aire está limpio aquí. Fresco.

Declan se encuentra en la cubierta de un barco, rodeado por un


pequeño grupo de personas. Una chispa brillante de conmoción recorre
mi columna mientras miro al hombre a su lado. Está vestido con una
capa roja. Un Encantador de Huesos. El hombre es mucho mayor que
Declan, probablemente cercano a la edad de mi madre. Su cabello es
largo y oscuro, con un toque de gris en las sienes. Lo lleva peinado hacia
atrás y atado en la nuca con un cordón de cuero.

—Todo está en su lugar —dice Declan—. Tendremos los huesos de


Rakel en nuestra posesión al final del día. —Juguetonamente empuja a
una chica a su lado—. Y luego, con la ayuda de Bette, podemos eliminar
al próximo miembro del Consejo.

El nombre atraviesa mi memoria. Bette. La trabajadora de Rakel. Así


debe ser cómo Declan evitó el suero de la verdad: Bette llenó su keras
con algo inofensivo. Ella también habría tenido acceso libre a Rake… útil
para planificar un asesinato. La chica se ríe y Declan planta un beso en
su cuello. Las náuseas me suben por la garganta y tengo que obligarme
a permanecer en la visión.

—Excelente —dice el Encantador de Huesos—. ¿Y cómo va nuestro


otro proyecto?

—No podría ir mejor —dice Declan—. Saskia está exactamente donde


la quiero.

—¿No sospecha nada?

Se ríe y sacude la cabeza.

—No. Es arcilla en mis manos. Estará lista a tiempo, lo prometo.

El Encantador de Huesos entrecierra los ojos y la sonrisa de Declan


vacila, luego muere.

—Eres bastante arrogante para alguien con tanto que perder. ¿Sabes
lo que le hago a las personas que me decepcionan? —Asiente con la
cabeza a un hombre parado junto a él, y de repente Declan grita y se
agarra del hombro. El Encantador de Huesos se inclina cerca—. Los
rompo.

Declan jadea.

—¿Tú…? —Su rostro es una máscara de dolor.

—¿Hice que Lars te rompiera el hombro? No, solo lo pellizcó un poco


como advertencia. —Perlas de sudor en la frente de Declan. Parece que
pudiera estar enfermo. El Encantador de Huesos pone una mano sobre
el hombro ileso de Declan—. Asegúrate de que esa chica se enamore de
ti. ¿Lo entiendes?

—Sí. —La palabra sale como un susurro.

—Y asegúrate de que tengamos los huesos de Rakel al atardecer.


Tomaré lo que necesito para hacer más intensificadores, y puedes
quedarte con las ganancias de la venta del resto.

¿Intensificadores? La palabra desconocida rueda por mi mente. ¿Para


eso estaban destinados los huesos de mi padre? Pero eso no puede ser
correcto. Pude recuperar el esqueleto completo, así que obviamente este
hombre no usó ninguno. ¿Por qué molestarse en robarlos solo para dejar
que Declan los venda en el mercado negro?

El Encantador de Huesos se da vuelta y se aleja. Los demás lo siguen;


todos menos Declan y Bette. Los dos desembarcan. La expresión de
Declan todavía está llena de dolor.

—¿Estás bien? —pregunta ella una vez que están de vuelta en tierra.

—¿Me veo bien? —escupe él.

Bette se estremece. Su boca se convierte en un puchero.

Declan suspira.

—Lo siento —dice—. Solo tengo dolor. No es tu culpa.

Ella le frota la espalda con la palma de la mano.

—Ese hombre es horrible —dice ella—. No sé por qué lo aguantas.

—Porque me va a hacer rico —dice Declan. Luego ve su expresión y


le pasa un brazo por los hombros—. Nos hará ricos —corrige.

—Cuando fui aprendiz en Ivory Hall el año pasado, nunca supuse que
uno de los Maestros estuviera en los negocios del mercado sombra. O
asesinara gente. Me pregunto cuál es su historia.

—No sé y no me importa —dice Declan—. Siempre y cuando


mantenga su parte del trato.

—Pero en realidad no tiene sentido…

Declan desliza una palma detrás de su cuello y baja sus labios a los
de ella. Cualquier argumento que estaba a punto de hacer, desaparece.
Absorbo una brusca respiración al salir de la visión. Mi corazón
martilla en mi pecho.

—Tenemos que llegar a la casa de los huesos para advertir al Maestro


Oskar y Ami —le digo—. Declan planea robar los huesos de Rakel esta
noche.

—Espera —dice mi madre—, cálmate. Dime lo que viste.

—Toma tu capa. Te lo diré en el camino.

Espesas nubes corren por el cielo. Meto mis manos en los bolsillos de
mi capa.

—Tendremos suerte si llegamos a la casa de los huesos antes de que


empiece a llover. —Internamente, me estremezco por lo mal que suena
mi voz. Lo falsa. Pero quiero llenar el silencio con algo más que la verdad.

Temibles gusanos dentro de mí.

—Saskia —dice mi madre suavemente—. ¿Qué viste? —Sus palabras


suenan con una nota de tristeza, como si se estuviera preparando para
lo peor. Como si ya lo supiera en algún nivel.

—Había un Encantador de Huesos con Declan —le digo.

No la miro a la cara, pero puedo sentirla tensa a mi lado.

—¿Sabes quién fue?

Mientras describo al hombre, su respiración se hace superficial.

—Y hay otra cosa —digo—. Es un maestro en Ivory Hall. —Ella aspira


una bocanada de aire como si alguien la pateara en el estómago—. ¿Lo
conoces?

—Se llama Latham. Entrenamos juntos en Ivory Hall.

—¿Cómo era él? —pregunto, desesperada por entender lo que vi.

—Cuando lo conocí por primera vez, era amable. Simpático. Fue


vinculado por huesos con una chica llamada Avalina. Ella y Latham eran
de pueblos vecinos, y por todas las apariencias estaban profundamente
enamorados. Pero a mitad de año, ella abandonó abruptamente Ivory Hall
y nadie la volvió a ver. Después de eso, Latham fue diferente. Se mantuvo
reservado y parecía estar resentido con todos los que lo rodeaban.

—¿Sabes que le pasó a la chica? ¿Por qué se fue?

—No estoy segura —dice mi madre—. Hubo rumores de escándalo.


Algunos dijeron que la familia de Avalina había sobornado al Encantador
de Huesos para que hiciera una lectura falsa, y cuando el Gran Consejo
se enteró, su vínculo fue anulado. Lo que sea que haya sucedido, Latham
estaba claramente desconsolado. Y furioso con el Consejo, junto con
cualquiera que los haya apoyado. —Suspira—. Aun así, eso no explica
por qué estaría involucrado en el robo de huesos en Midwood.

Una lluvia suave comienza a caer. Mancha nuestras capas. Las


mejillas de mi madre brillan en la suave luz. El resto de lo que tengo que
decirle pesa sobre mí como una piedra alrededor de mi cuello.

—Fue la trabajadora de Rakel, Bette, quien ayudó a Declan a evadir


el suero de la verdad.

Esta es la parte más fácil de lo que tengo que decir. La otra parte se
mueve inquieta dentro de mí. No quiero mentirle. Pero tampoco quiero
lastimarla.

La mano de mi madre va a su garganta.

—Dime el resto.

—Soy parte de su plan. Este hombre…

—Latham —dice ella, su voz un ronco susurro.

—Latham. Parte del trabajo de él para Declan es cortejarme,


enamorarme. Creo que tiene la intención... —Trago—. Creo que Latham
planea matarme.

Mi madre está en silencio. Es el tipo de silencio que es más que una


simple falta de sonido. Es un silencio hambriento, uno que consume todo
a su alrededor: lo que se dice, lo que no se dice, todo lo que se dirá en el
futuro. Un silencio tan lleno que se abulta en los bordes.

—No —lo dice suavemente, pero con el poder suficiente como para
romper la quietud que nos rodea. El viento se levanta y azota nuestro
cabello. La lluvia nos llega de lado, azotando, empapando.

—¿Qué?
—No —dice ella de nuevo—. No te matará —Se da vuelta para
mirarme y la expresión feroz en su rostro me hace sentir como si hubiera
desatado una bestia—. No lo dejaré.

La casa de los huesos aún está escoltada por los Vigilantes. Varias
bandadas de pájaros vuelan en formación por encima. Perros rodean el
edificio. Un merodeador camina delante de la puerta. Mi madre señala a
una mujer con una capa verde que está parada en la línea de los árboles
con una gran flauta de hueso presionada en sus labios. La mujer hace
contacto visual. Sus dedos se mueven rápidamente a través del
instrumento, y el merodeador cae sobre su vientre y cierra los ojos como
un gato durmiendo en un parche de luz solar.

El Vigilante corre hacia nosotros.

—¿Cómo puedo ayudarles?

—Necesito hablar con Oskar —dice mi madre.

La boca del Vigilante se aprieta.

—¿Puedo preguntar por qué?

Mi madre endereza su columna vertebral. La cabeza ladeada a un


lado.

—Soy el segundo miembro de más alto rango del Consejo de Midwood


y una Encantador de Huesos de Tercera Visión. Eso debería ser razón
suficiente, ¿no te parece?

Las cejas de la Vigilante desaparecen en su línea de cabello.

—Por supuesto —dice ella—. Perdone mi impertinencia.

Caminamos con cuidado alrededor del merodeador, que ha


comenzado a roncar; es un sonido ferozmente húmedo que hace temblar
el suelo.

Ami levanta la vista de su trabajo cuando entramos en la casa de los


huesos, y su rostro se derrite en una sonrisa. Es una de las cosas que
siempre me ha encantado de ella: la forma en que su expresión siempre
está a un instante de radiante, como si estuviera iluminada desde dentro.

—Hola —dice ella—, debes sentirte mejor.

La mentira se desliza entre nosotras como una cuña. Pero no podía


decirle a Ami la verdad. Si quería que Declan creyera que estaba enferma,
toda la ciudad necesitaba creerlo también.
—Sí —le digo—. Mucho mejor. ¿Cómo han estado las cosas aquí?

Su mirada se desliza por la ventana, hacia los perros que patrullan


los jardines.

—Tranquilo —dice ella—, y un poco solitario.

Oskar asoma la cabeza desde la trastienda. Cuando nos ve, su


expresión se oscurece.

—Della. ¿Qué estás haciendo aquí?

Su tono es decididamente menos acogedor que el de Ami. Él y mi


madre no han hablado desde que descubrió los huesos perdidos de mi
padre y el Consejo nos interrogó a todos. Claramente, Oskar todavía
alberga algún resentimiento.

—Necesitas mover los huesos de Rakel —le dice mi madre—. Hoy.

La cara de Oskar se pone morada.

—¿Disculpa?

—Los huesos de Rakel necesitan ser trasladados a otra ubicación —


enuncia más deliberadamente esta vez, lo que me hace darme cuenta de
que también está guardando algo de resentimiento. Su tono sardónico
parece enfurecer aún más a Oskar. Sus manos se mueven a los costados,
y me pregunto qué fantasía de venganza está jugando en su mente.

—¿De dónde sacaste esta información?

Intento mantener mi expresión tranquila. Pero puedo sentir el calor


arrastrándose en mis mejillas. Estoy segura de que a Oskar le encantaría
denunciar a mi madre por infringir la ley enseñándome encantamiento
de huesos.

Su mirada se vuelve puntiaguda. Ella arquea una ceja.

—De una visión, Oskar. Con huesos que tú preparaste.

Él da una risa burlona.

—Se necesitaría un regimiento completo de la Guardia Ivory para


pasar a los Vigilantes. ¿Tu visión mostraba cómo alguien podría pasarlos
por alto?

Ella se encoge de hombros.


—Y aun así me las arreglé bien. —Ahora solo lo está provocando por
diversión.

—No hay un lugar más seguro en toda la ciudad —dice Oskar—. Me


parece un poco sospechoso que lo pidas.

Ella pone los ojos en blanco.

—Culparme por tus fallas se está volviendo un poco agotador, ¿no te


parece? Mueve los huesos. No muevas los huesos. Tú decides. Pero si
sucede algo, me aseguraré de que el Consejo sepa que tuvimos esta
conversación. —Se vuelve hacia mí—: Vamos, Saskia.

Ami y yo compartimos una mirada incómoda. Apenas nos dijimos


hola antes de que las cosas se pusieran incómodas. Lo siento, gesticulo.
Ella me da una sonrisa cómica, con los ojos muy abiertos, y levanta una
mano en un gesto mientras mi madre me invita a salir.

La lluvia ha disminuido a llovizna, pero el suelo todavía está


empapado. Apenas puedo seguir el ritmo de mi madre mientras ella pisa
el suelo. Nuestras botas rechinan en el barro. Murmura por lo bajo
mientras camina, pero solo puedo escuchar fragmentos de su diatriba:
palabras individuales que flotan detrás de ella en el viento. Arrogante.
Condescendiente. Tonto.

—¡Della! ¡Espera! —Oskar corre en nuestra dirección, luchando por


ganar la ventaja en la hierba resbaladiza. Para cuando nos alcanza, está
salpicado de barro y jadeando—. Revisé los huesos de Rakel —dice—, y
ya han desaparecido.

Agujas aturdidoras caen sobre mí.

—Pero eso es imposible.

Mi madre lanza una mirada aguda y silenciosa en mi dirección.

Oskar se vuelve hacia mí.

—¿Por qué, Saskia? ¿Por qué es imposible? ¿No es esto precisamente


de lo que viniste a advertirme?

Aprieto los labios, temerosa de decir algo incorrecto.

—De lo que yo vine a advertirte —dice mi madre—. Saskia quería ver


a Ami.

Pero la expresión de Oskar dice que no está convencido.

—¿Que está pasando? —Su mirada rebota entre nosotras dos.


—No sé, Oskar —dice mi madre—. Pero es algo que debes resolver
antes de que el Consejo venga a llamar.

—Sabes más de lo que dices.

—Te equivocas. Traté de ayudar, pero llegué demasiado tarde. Tú, por
otro lado, has estado en la casa de los huesos todo el tiempo.

Él levanta sus manos en el aire.

—¡No tuve nada que ver con esto!

—Entonces quizás deberías gastar tu energía en descubrir quién lo


hizo. —Una ráfaga de actividad estalla alrededor de la casa de los huesos
mientras los Vigilantes jalan a sus animales dentro del perímetro y se
consultan entre ellos en tonos acalorados—. Parece que te necesitan —
dice mi madre.

Oskar se pasa los dedos por el pelo.

—Esto no ha terminado.

—Sí, eso es exactamente lo que me temo.

Un escalofrío me invade mientras caminamos por el Bosque de los


Muertos, un tipo de horror lento que convierte mi sangre en hielo. Se
supone que tengo Segunda Visión. Pero los huesos de Rakel ya están
perdidos. Con certeza, me doy cuenta de que no leí el presente.

Hice una lectura del pasado.


24
La Encantadora de Huesos
Traducido por Grisy Taty

El bosque está en llamas.

B
ram y yo corremos hasta que nuestros pulmones arden,
tropezando sobre raíces y piedras. Aferrándonos el uno al otro
para mantenernos erguidos. Y entonces una gran formación
de rocas se eleva frente a nosotros, surgiendo del suelo como una bestia
durmiente, e iluminada solo por la parpadeante luz de la llama distante.

—El Pie del Gigante —dice Bram, su tono lleno tanto de


reconocimiento como de sorpresa—. Vamos. Sé dónde podemos
escondernos.

Me empuja hacia adelante y empieza a escalar. ¿Se refiere a que


escalemos la columna de piedra y tomemos refugio bajo la planicie
sobresaliente?

—Seremos muy fáciles de detectar ahí arriba.

—No —dice—, no es allí a dónde vamos. Solo confía en mí.

Así que escalamos.

Lo sigo, arañando sobre roca afilada e inestable, haciendo mi mejor


esfuerzo para igualar su paso hasta que, finalmente, se detiene en la base
de la formación. Una pequeña cueva está escondida tras un racimo de
plantas y pequeños árboles. Un suspiro de alivio sale de mí.

—Después de ti —dice, apartando las ramas para que pueda


arrastrarme al interior. Me sigue y estamos sumergidos en completa
oscuridad.
Estoy cubierta de rasguños y cortes. No puedo verlos, pero puedo
sentir sus elevados contornos, y la sangre se escurre por mis codos y
palmas.

Cuidadosamente, bajo al suelo y Bram se sienta junto a mí.

—¿Estás seguro de que no será capaz de encontrarnos? —pregunto.

—Sí —dice Bram. Su aliento está tan cerca que puedo sentirlo
levantando suavemente las hebras de cabello que han escapado de mi
trenza—. Solía jugar aquí cuando era pequeño. Nunca sabrías que había
una cueva a menos que la estuvieras buscando.

—Pero Latham estará buscando.

—Tendría que escalar sobre las mismas rocas y ramas que nosotros.
Los escucharíamos venir mucho antes de que nos encuentre.

No señalo que incluso si lo escuchamos venir, no tendremos ningún


lugar a dónde ir.

No hablamos por varios minuto, cada uno removiéndonos para


encontrar una posición cómoda, pero chocando con el otro en su lugar.
La cueva apenas tiene espacio suficiente para los dos.

El silencio se vuelve pesado.

—Lo siento —digo finalmente.

—¿Por qué?

—Esmee. Esto no hubiera ocurrido si no me hubieras llevado a su


hogar. Yo no… —Trago—. Espero que esté a salvo.

—Sí —dice suavemente—, también yo.

Deseo desesperadamente que hubiera suficiente luz para ver su


expresión. Para ver si encontraría resentimiento allí, o entendimiento.

—Nosotros podemos quedarnos aquí hasta mañana —dice Bram—, y


entonces averiguaremos qué hacer después.

—Nosotros. —La palabra se asienta contra mi corazón, cálida y


reconfortante. Empujo mi bolso bajo mi cabeza e intento dormir.
Cuando abro mis ojos la mañana siguiente, Bram se ha ido.

Decepción se desliza dentro de mí, veloz y afilada y fría. Debe haber


decidido no quedarse después de todo. Tuve una tonta imagen de los dos
averiguando esto juntos. De Bram ayudándome a encontrar los puntos
perdidos que ha hecho pedazos mi vida. De él ayudándome a unirlo todo.

Me siento y empujo mis rodillas a mi pecho. Mis ojos arden con


lágrimas no derramadas. Nunca me he sentido más sola. No puedo
regresar a Ivory Hall. No puedo regresar a Midwood. No tengo un amigo
en el mundo que pueda ser un lugar seguro justo ahora. Me permito un
momento de desesperación —solo un momento para sentir la tristeza que
brota dentro de mí, grueso y consumidor— antes de darme la vuelta e
ignorarla completamente como un niño indisciplinado. No tengo el lujo
de sentir lástima por mí misma. No ahora.

Si ya no hay un nosotros, entonces necesito hacer un plan.

Suave luz salpicada se arrastra en la cueva. Debería ser suficiente


para leer. Me muevo más de la entrada y saco uno de los libros de Esmee
de mi bolsa, balanceándolo sobre una de mis rodillas. Si voy a escapar
de Latham, necesito saber exactamente lo que quiere.

Doy la vuelta a la página que estaba estudiando anoche. Mis ojos


nublan a medida que busco a través de hechizos de magia oscura: todos
ellos llenos de sacrifico y sufrimiento. Me hacen sentir sucia cuando los
leo. Odio la forma que Latham me ha forzado a confrontar la magia
oscura. Para sumergirme en sus horrores por horas cada vez. Y entonces
me cruzo con una frase que hace a mi corazón detenerse: Las
generaciones de Encantadores de Huesos.

Mi sangre se hiela mientras leo.

Control completo del destino es la más poderosa de toda la magia


oscura y casi imposible de obtener. El hechizo requiere los huesos de tres
generaciones de Encantadores de Huesos: uno con la Primera Visión, uno
la Segunda Visión, y uno con la Tercera Visión. Los tres deben ser
asesinados violentamente para que sus huesos sean, en efecto,
intensificados. El poder de los huesos están directamente relacionados con
la cantidad de tiempo que los tres han vivido, vidas más largas
produciendo magia más poderosa. Como mínimo, el Encantador más joven
debería tener los tatuajes esenciales antes de ser asesinado. El mago
afortunado que alcance este difícil hechizo tendrá la habilidad de ver el
pasado, presente y futuro con perfecta claridad. Un don que otorga
extraordinario poder.
Todo el aire deja mis pulmones. Latham me quiere muerta. Y no solo
a mí, sino a mi madre también. La realización se arrastra sobre mí piel
cuando pienso en los días finales de Abuela. Su paranoia, pero no estaba
delirante; estaba asustada. Latham la asesinó. Tuvo que. Bilis se eleva
en el fondo de mi garganta. ¿La aterrorizó a propósito en las semanas
previas a su muerte para que su asesinato fuera más violento?

Pienso en el día del kenning, en mi madre viendo cada uno de mis


senderos. ¿Me vio riendo con Latham, aceptando su consejo cuando
nunca escuché el de ella? ¿Sabía que quería matarla? ¿Qué mató a
Abuela? ¿Mi relación con Latham se sintió como un cuchillo deslizándose
entre su omóplato?

Empujo lejos los pensamientos. Su carta decía que no sabía quién me


estaba observando. Si supiera sobre Latham, nunca me habría dejado
abandonar Midwood.

Un crujido fuera de la cueva me pone sobre mis pies. Mi pulso


enloquece. Cuando las ramas se separan, estoy lista. Levanto el pesado
libro de Esmee sobre mi cabeza y golpeo al asaltante fuerte en el rostro.
Grita. Pierde el equilibrio. Golpea el suelo con un ruido sordo. Pero no es
Latham.

Es Bram.

Mi pecho se aprieta. Me arrodillo y tomo su cabeza en mis manos.

—Lo siento tanto —digo, mis dedos viajando a lo largo de los


contornos de su rostro, intentando evaluar el daño.

Nada parece estar roto, pero su nariz está sangrando y un ojo se está
empezando a inflamar. Su mejilla se está volviendo en una alarmante
sombra de púrpura.

Gruñe.

—Recuérdame nunca escabullirme tras de ti de nuevo.

Agarro mi capa y presiono el borde en su nariz para detener el


sangrado.

—Pensé que eras alguien más.

—¿Otro tipo se coló en la cueva anoche? —dice—. Sabía que era


mucho esperar que fueras tú abrazándome.

Doy algo a medio camino entre una risa y un llanto.


—Me siento terrible.

—Bueno, deberías. Tengo fuertes sentimientos sobre acurrucarme


con extraños.

—Pensé que me habías dejado.

—No —dice, toda la diversión desaparee de su voz.

Se levanta hasta una posición sentada. Su expresión es diferente


ahora. Como si alguna armadura hubiera sido arrancada y ahora está
desprotegido.

—Fui a revisar la cabaña de Esmee. Pensé que sería más seguro sin
ti solo en caso de que Latham siguiera allí.

—¿Y?

Su rostro cae a sus manos, y me pregunto si quiere esconder su


expresión de mí. Si tiene miedo de mostrar su dolor.

Toco su rodilla y sus manos caen.

—Esmee está muerta —dice planamente—. Latham se ha ido.

Un profundo pozo de simpatía se abre dentro de mí. Pienso en mi


visión de Bram de pie fuera del carbonizado hogar de sus padres. Que
Esmee hubiera muerto de la misma forma es un cruel giro del destino. O
tal vez Latham sabía la historia de Bram. Tal vez lo hizo a propósito.

—Bram… lo siento tanto… —Pero no tengo las palabras para


reconfortarlo, e intentar encontrarlas me hace sentir como si estuviera
disminuyendo su pena, intentando hacerla más pequeña para que encaje
en un recipiente que pueda entender.

Así que en su lugar tomo su mano en la mía, inclino mi cabeza sobre


su hombro.

—Latham no se librará de esto —digo—. No lo dejaremos.

—Ni siquiera estamos seguros de qué quiere.

—De hecho —digo—, creo que lo hacemos.


El rostro de Bram cambia mientras lee el libro de Esmee. Un lento
oscurecimiento. Del amanecer a la oscuridad. De la curiosidad al horror.

—Oh, Saskia —dice mi nombre en un angustiado suspiro. Como el


llanto de un funeral. Como si ya estuviera muerta.

—Explica por qué Latham quería ser mi tutor. Por qué estaba tan
ansioso de que aprendiera Encantamiento de Huesos. Esperó que
obtuviera mis tatuajes de dominio para que mis huesos fueran más
poderosos cuando me matara. Gracias a las estrellas que no lo hice.

Bram se estremece. Sus ojos se amplían.

—¿Qué?

—Saskia, yo no…

Sigo su mirada a mi antebrazo y un estremecimiento me atraviesa.


Un tatuaje ha florecido sobre mi piel: una red de siluetas almendradas
entrelazadas con un círculo enroscado por todo el centro. El resultado en
un intrincado nudo diseñado con tres esquinas.

—¿Cómo es esto posible? No había nada ahí anoche.

—Dijiste que Esmee hizo una lectura complicada contigo —dice


Bram—. ¿Tal vez fue suficiente para alcanzar el dominio?

Atrapo mi labio inferior con mis dientes. La Maestra Kyra dijo que
estaba cerca. ¿Pero podía una lectura —incluso una avanzada— hacer la
diferencia? ¿Y los tatuajes de dominio solo se mostraban así? ¿Durante
la noche y lleno de color?

—Al menos no estoy enamorada.

Las palabras se deslizan antes de que las analice. Mis mejillas arden.
Bram tose. Aclara su garganta. Aparta la mirada.

Un silencio incómodo se extiende entre nosotros. Es Bram quien


habla primero.

—¿Entonces qué quieres hacer? —Hace un gesto hacia el libro—.


Sobre esto, quiero decir.

—No lo sé —digo—. Desearía tener acceso a los huesos.

Sus ojos resplandecen.


—Lo tienes. —Sale de la cueva y escanea el suelo. Y entonces regresa
con una gran mochila—. Lo traje de regreso de la casa de Esmee —dice—
, pero olvidé todo al respecto cuando me atacaste.

Tomo la bolsa y le echo un vistazo al contenido. Está lleno de huesos,


cuidadosamente separados en grupos clasificados para lecturas. Al fondo
hay varias piezas de sílex, una roca pequeña, y una tela aterciopelada.
También hay dos frascos de agua y un poco de comida.

Mi garganta se aprieta.

—¿Tuviste el ánimo de reunir todo esto?

—No —dice Bram—, Esmee las dejó para ti.

—¿Qué? ¿Dónde?

—En un banco de almacén junto a la puerta trasera. Era mi escondite


favorito cuando era pequeño. Esmee probablemente supo que si
regresaría buscaría allí. —Restriega una mano sobre su rostro—. El
exterior estaba carbonizado, pero nada en el interior estaba destruido.
Era un buen escondite.

Corro mis dedos a lo largo de la bolsa, trazando patrones en la tela


rústica.

—Me sentiría culpable usando estos.

—No —dice—, Esmee vivió sin arrepentimiento. Escogió dar su vida


para que pudiéramos escapar. Estaría enojada si no usaras su regalo
sabiamente.

Sonrío.

—Nunca querría hacer enojar a Esmee.

Bram sonríe de regreso, una cosa inflamada y deforme, sombreada


con aflicción, que aguijonea mi corazón.

—No —dice—, realmente no querrías.

Ceniza cae del cielo como nieve gris. El fuego murió hace mucho —
después de quemar un camino hasta el Shard— pero ahora el viento
arranca las cenizas del suelo del bosque, y revolotean frente a la entrada
de la cueva como un sombrío recordatorio de todo lo que hemos perdido.
Un puñado de huesos está esparcido sobre un trapo frente a mí. Mi
cabeza está palpitando levemente. He estado intentando ver a Latham
por casi un día entero, sin ningún progreso.

—Creo que necesitamos un plan de respaldo —dice Bram—. Si


Latham está portando un escudo, puede que nunca lo veas de nuevo. —
Sus ojos parpadean a la limitada comida y agua que Esmee nos dejó—.
No podemos quedarnos aquí para siempre.

Froto mis ojos con mi pulgar e índice. Me siento como un paño


arrugado.

—Eventualmente se lo quitará. Si quiere matarme, tendrá que


encontrarme primero.

Las manos de Bram caen a mi rodilla.

—¿Pero si no lo ves pronto…?

Suspiro.

—Entonces regresaremos a Ivory Hall e intentaremos conseguir una


reunión con el Gran Concejo.

Bram no remarca lo imposible que eso será. El Gran Concejo no


concede simplemente una audiencia con cada aprendiz que tenga una
queja; especialmente una que ha sido expulsada. Tenemos muchas más
probabilidades de ser detenidos que de conseguir una reunión con
alguien que pueda ayudarnos.

Pienso en Tessa, Talon y Linnea en Ivory Hall. Los imagino sentados


bajo un árbol, interrogándose unos a otros sobre anatomía y
chismorreando sobre los instructores. Me pregunto si piensan en
nosotros, si nos extrañan. Mis ojos pican. Anhelo los tiempos más
simples, cuando mis únicas preocupaciones eran si estaba aprendiendo
encantamiento de huesos lo suficientemente rápido y cuestionándome si
estaba emparejada con la persona correcta.

—Luces exhausta —dice Bram—. ¿Tal vez deberías descansar un


rato?

Sacudo mi cabeza.

—No. Seguiré intentando.

Me observa cuidadosamente, buscando mi rostro.

—Está bien —dice—, pero al menos bebe algo primero.


Me tiende uno de los frascos de agua. No me di cuenta lo sedienta
que estaba hasta que lo llevo a mis labios. El frío líquido deslizándose por
mi garganta es un alivio.

—Gracias —digo, regresándole el frasco.

Y entonces coloco mis manos sobre los huesos, cierro mis ojos y lo
intento de nuevo.

Latham se encuentra en los terrenos a las afueras de Ivory Hall,


enmarcado por la suave luz del atardecer. Una gentil niebla deja motas
sobre los hombros de su túnica roja de seda. Su mirada se arrastra a lo
largo de las colinas salpicadas con aprendices: estudiando, comiendo,
unos cuantos de ellos caminando brazo a brazo, el rubor rosa del
romance nuevo en sus mejillas.

Un aprendiz en una túnica azul trota hacia Latham, sus rizos oscuros
balanceándose tras ella. Tessa.

—Discúlpeme —dice—. ¿Me preguntaba si podría hacerle una


pregunta?

—Por supuesto. —Latham le da la misma sonrisa aparentemente


sincera que lo hizo parece tan confiable cuando lo conocí la primera vez.

—Ya que eres uno de los Maestros Encantadores de Huesos, me


pregunto si puede decirme qué le ocurrió a mi amiga. Su nombre es
Saskia Holte.

Latham echa un vistazo al cielo como si estuviera buscando en su


memoria.

—Ella era la aprendiz de Segunda Visión —indica Tessa—, y se fue


recientemente sin despedirse.

Sus ojos brillan con reconocimiento.

—Ah sí, ahora sé de quién estás hablando. Lo siento, pero no puedo


discutir los resultados de sesiones disciplinarias con otros aprendices.

La boca de Tessa cae abierta.

—¿Fue disciplinada?

Latham luce mortificado.


—Oh no. He dicho demasiado. Por favor no lo difundas por ahí. Estoy
seguro que Saskia estaría terriblemente avergonzada.

—Claro que no —dice Tessa—, pero no tiene ningún sentido. ¿Qué


pudo haber hecho?

—Ya te he dicho que no puedo decir.

—¿Al menos puede decirme si va a regresar?

Latham da una pequeña, triste sacudida de su cabeza.

—Estoy bastante seguro que no.

El rostro de Tessa cae. Él pone una mano sobre su hombro.

—Me dirijo a Midwood mañana en la mañana por algunos negocios.


¿Te gustaría que la encontrara y le pidiera que te escriba?

Tessa presiona una palma sobre su corazón.

—Sí —dice—. Sí, por favor.

Latham tira de su collar y la visión se desvanece.

Mis ojos de abren de golpe. Bram está acostado junto a mí,


acurrucado sobre su lado con los ojos cerrados. Su cabello ha crecido
desde que dejamos Midwood, y ahora revolotea a lo largo de su frente. Lo
observo por un momento. El ligero ascenso y caída de su pecho. Sus
labios llenos, ligeramente separados en el sueño. La enredadera verde
tatuada que se curva sobre la cima de su pie. La visión de él empuja algo
dentro de mí, y estoy llena de tristeza.

Pongo una mano sobre su hombro y lo sacudo suavemente. Se


sobresalta.

—¿Qué pasa? ¿Está todo bien?

—Tenemos que regresar a Midwood —le digo.

Se levanta a una posición sentada.

—¿Funcionó? ¿Qué viste? —Mientras le digo, su expresión se


oscurece—. ¿La carta de tu madre no decía que no regresaras?
—Va a matarla, Bram. Tenemos que advertirle.

Empiezo a reunir nuestras cosas —el libro de hechizos de Esmee, los


huesos, nuestros frascos de agua— y a meterlas en nuestras bolsas.

—Oye —dice Bram, tocando mi muñeca—, cálmate. ¿Y si es una


trampa?

—Por supuesto que es una trampa —le digo—. Latham no solo se


olvidó de ponerse su escudo. Quería que supiera que va a Midwood. Pero
aquí está la cosa: sé que va a ir a Midwood.

Las cejas de Bram se elevan un poco.

—No lo sigo.

—Latham no es el único que puede tender una trampa. Sé que está


intentando sacarme de mi escondite para que pueda matarme. Pero tal
vez podamos ser más astutos que él. Tal vez podamos despistarlo lo
suficiente para advertir a mi madre.

—Saskia, no creo…

—¿Si fuera tu madre, qué harías?

Es una pregunta horrible para hacerle, cuando sé lo culpable que se


siente porque no pudo salvar a sus padre, pero necesito que entienda de
dónde vengo. No puedo hacer esto sin él.

—¿Bueno?

Suspira y rastrilla una mano a través de su cabello.

—Iría. ¿Pero cómo vamos a despistarlo cuando ni siquiera puede


vernos?

—Eso depende —digo—, de qué tan buen actor seas.


25
La Tutora
Traducido por NaomiiMora

E
l camino a casa desde la casa de los huesos se siente
surrealista, como si alguien hubiera recogido mi vida y la
hubiera volcado y ahora no recuerdo cómo encajan las piezas.

Las preguntas brotan dentro de mí, pero cuando llegan a mi garganta,


explotan y desaparecen.

No estoy segura de qué podría decir mi madre, qué respuestas podría


dar, eso disminuiría la aparente derrota que me está superando. He
pasado semanas aprendiendo el Encantamiento de Huesos solo para
interpretar la visión incorrectamente, para leer el momento equivocado
en el tiempo. Y ahora los huesos de Rakel se han ido.

—Tu tatuaje de maestría tiene tres esquinas —dice mi madre. Su voz


se divide en el silencio como el sonido de una campana al amanecer. De
repente y sorprendente.

—¿Eso significa algo?

En lugar de responder mi pregunta, hace una propia:

—¿Sabías que no siempre hubo ceremonias de vinculación?

—No —digo, no sabía.

—Solía ser que la magia podía desarrollarse naturalmente, sin tantos


límites. Sin esa formación especializada. Pero algunos aprendices eran
expertos en muchas áreas diferentes de la magia, y otros solo estaban
dotados en una. El Gran Consejo sintió que creaba un desequilibrio de
poder. Así que intentaron igualar las cosas con la ceremonia vinculante.
Si la ceremonia de vinculación identifica a un aprendiz que tiene magia
de huesos, se les asigna especializarse en un área pequeña. Y a través
del enlace, acuerdan limitar su magia a los límites de esa especialidad.
Es como podar un jardín. La magia es dirigida y confinada. Y
eventualmente el potencial en otras áreas se marchita y muere. Y la
magia nutrida se hace más fuerte.

—Pero la mayoría de la gente no tiene magia en absoluto —digo—. Así


que ya había un desequilibrio de poder.

Me da una pequeña sonrisa como si mi respuesta la hubiera


complacido.

—Sí, tienes razón. Hace mucho tiempo, la magia se consideraba algo


que pertenecía a todos. No todos manejaban magia, por supuesto, pero
todos tenían acceso a ella. Al igual que una mujer con una voz hermosa,
ella podría ser la que canta, pero todos tienen el placer de escuchar la
música. Y un panadero puede hornear una deliciosa barra de pan, pero
todos pueden comerla.

Suspira.

—Pero ahora los huesos se compran y venden. La magia tiene un


precio. Y todos sufrimos por la pérdida.

Pienso en su discusión con Audra hace unas semanas: ¿Alguna vez


has pensado en los cientos de niños que podrían haber evitado ser
sobrantes si hubieras hecho algo menos tonto con tu exceso? Siempre me
pregunté por qué el pueblo supone que somos ricas cuando no lo somos.
Siempre hemos vivido confortablemente, pero aparte de las lecturas
constantes que mi madre me ha realizado, no hemos vivido de manera
extravagante. Ahora me doy cuenta: tal vez hemos tenido suficientes
monedas para ser considerados ricos, pero mis padres usaron nuestro
exceso en algo más que lujos para nosotros.

El calor repentino estalla en mi pecho.

—Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con mi tatuaje?

—No asististe a la ceremonia vinculante —dice mi madre—, así que


tu magia no ha sido podada. Está creciendo como una planta en la
naturaleza, extendiendo raíces y yendo a donde quiera.

—¿Entonces tengo Primera Visión en lugar de Segunda?

—Creo que podría tener ambas —dice ella—. Y tal vez Tercera Visión
también.
La ironía no se me escapa. Tengo más poder del que jamás imaginé.
Sin embargo, a los ojos del país de Kastelia, no tengo poder en absoluto.

A la mañana siguiente, me despierto con alguien golpeando la puerta


principal. Es un ruido fuerte y persistente que me arrastra a través de
las capas de sueño de gasa. Me levanto y camino por el pasillo, pero mi
madre es más rápida. Escucho el suave crujido de las bisagras cuando
abre la puerta.

—Valera —dice ella, su voz llena de preocupación—. ¿Qué pasa?

Doy vuelta a la esquina. Uno de los miembros no mágicos del


ayuntamiento se encuentra en nuestro umbral. Su boca está tensa en
una línea sombría. Sus ojos están arrugados por el dolor. ¿Tal vez ha oído
hablar de los huesos de Rakel? Abuela solía decir que las malas noticias
viajan más rápido que una nube de tormenta.

—Es Anders —dice Valera. Su voz es cruda y capta su nombre. El


tiempo se ralentiza. Se estira. No quiero que Valera diga otra palabra.
Quiero vivir para siempre en este momento entre no saber y saber. Pero
no puedo—. Está muerto.

Mi madre agarra el borde de la puerta. Sus nudillos se vuelven


blancos.

—¿Cuándo? ¿Cómo?

—Fue asesinado anoche —dice Valera—. Su garganta... —respira


temblorosamente—. Al igual que Rakel.

Un zumbido crece en mis oídos. Anders era un Sanador, el trabajo de


su vida era aliviar el dolor de los demás. Si alguien merecía morir
gentilmente, era él.

Valera pone su palma en el antebrazo de mi madre.

—Della, eres el miembro más importante del Consejo ahora. Debes


decidir cómo quieres manejar esto.

Mi madre da una risa oscura y medio salvaje.

—¿Cómo quiero manejar a cada uno de nosotros siendo seleccionados


uno por uno?

Valera frunce el ceño.


—Necesitamos detener a quien hizo esto para que no vuelva a
suceder.

La cara de mi madre cambia. Como cortinas cerrándose.

—Reúne al resto del Consejo. —Su voz es indiferente y sin vida. Hace
que un cuchillo frío de miedo se deslice por mi columna vertebral—. Te
veré en Midwood Hall en una hora.

Si mi madre estuviera en casa, estaría horrorizada por lo que le he


hecho a la casa. Parece que una banda de ladrones nos ha robado. Las
puertas del armario están abiertas de par en par. Los cajones abiertos en
diversos grados, como una boca llena de dientes torcidos, muebles que
se han movido lo suficiente para que se note.

Estuve buscando durante horas, pero finalmente lo encontré: una


pequeña caja de huesos de Abuela escondida en el cajón inferior del
escritorio de mi madre. La caja es hermosa, delicadamente dorada, con
una leona en la tapa. Estaba bien oculta, envuelta en un metro de seda
azul y escondida debajo de una pila de mantas.

Mi madre se pondrá furiosa cuando se dé cuenta de que usé los


huesos de Abuela para una lectura. Pero prefiero verla enojada que
muerta.

Me dijo en el kenning que infundió los huesos con magia adicional


para que le permitieran ver mi futuro más claramente. Espero que me
ayuden a desarrollar los detalles de los planes de Declan para que
podamos detenerlo.

Reúno todos los suministros y enciendo un poco de incienso de canela


para aumentar mi concentración. Luego me siento en la alfombra de
lectura de mi madre y arrojo los huesos de Abuela al cuenco. La aguja de
hueso descansa sobre el piso en mi rodilla, pero no he decidido si la
necesitaré. No estoy segura de dónde mirar. ¿Otra lectura de Declan? ¿De
mi madre?

Un golpe en la puerta me saca de mis pensamientos. Estoy tentada a


ignorarlo, pero podrían ser noticias sobre los huesos perdidos de Rakel o
un mensajero de Midwood Hall.
Abro la puerta y encuentro a Declan esperando en el porche
delantero. Verlo me congela los pies en el suelo.

—Bueno, hola —dice, inclinándose para besar mi mejilla—. Te he


extrañado. —Me empuja sin esperar respuesta.

El pánico florece dentro de mí. El incienso todavía está ardiendo. La


cuenca está llena de huesos de Abuela. Una aguja llena de su propia
sangre descansa sobre la alfombra.

El paso seguro de Declan se tambalea cuando ve la sala preparada


para una lectura. Cambia una expresión falsa por otra: afecto por
curiosidad casual. Pero sus verdaderos sentimientos están ocultos bajo
una delgada capa, y su sospecha se está mostrando.

—Oh, ¿está tu madre aquí?

La forma en que pregunta me hace darme cuenta de que vino aquí


sabiendo que ella se había ido. Sus ojos se mueven de mí a los huesos y
viceversa, como si tratara de resolver un rompecabezas.

Parpadeo. Mi shock helado comienza a descongelarse. Tengo que


manejar esto con cuidado.

—No lo está —digo, señalando hacia el cuenco—. Tuvo que irse a


toda prisa.

Rompo la punta brillante de la varilla de incienso y la dejo caer en un


pequeño recipiente con agua.

—¿Todo está bien? —pregunta Declan. Viene detrás de mí y pasa sus


brazos alrededor de mi cintura. Los músculos de mis hombros se tensan.

—No —digo, desenredando suavemente de su agarre, y girando para


enfrentarlo—. Acabamos de recibir algunas malas noticias. Anders está
muerto.

Sus ojos se abren.

—Oh, Saskia, lo siento mucho. Tu madre debe estar devastada.

Me imagino con una espada en la mano. No tan devastado como estoy


a punto de convertir a tu madre. Aún no. Por ahora debe creer que estoy
enamorado de él. Que creo que está de mi lado. Aun así, no puedo resistir
una pequeña provocación.
—Está desconsolada —digo—, pero el Consejo tiene una fuerte
ventaja sobre un sospechoso, por lo que esperamos que quien lo haya
hecho sea atrapado pronto.

Se estremece. Un pequeño movimiento, apenas perceptible, pero me


llena de placer. Su rostro se suaviza rápidamente.

—Yo también lo espero. —Rodea mis muñecas con sus dedos, y de


repente estoy agradecida de que volviera a aplicar la pintura en mi
muñeca antes de que nos fuéramos a la casa de huesos ayer—. ¿Hay algo
que pueda hacer?

Sus palmas viajan a lo largo de mis brazos, dejando mis mangas


abultadas en mis hombros. Trato de bajarlas, pero no soy lo
suficientemente rápida. Su mirada se posa en el tatuaje de maestría.

Algo chispea en sus ojos.

—Esto es nuevo.

Mi mente se queda en blanco.

Siento como si hubiera sido arrastrada por una visión del futuro. Una
serie de imágenes pasan por mi mente. En este momento: Declan
encontrándome sola en la casa con un cuenco de huesos y una varita de
incienso ardiente; él haciendo la conexión con mi nuevo tatuaje de
maestría; un informe al Gran Consejo; un juicio mi madre despojada de
su estado y posiblemente encarcelada.

Se necesitaría muy poco para destruirnos a los dos.

Pero luego pienso en mi padre. De la forma en que solía repartir


pequeñas pepitas de sabiduría como si fueran dulces. La explicación más
probable suele ser la verdadera, me dijo una vez cuando intentaba
adivinar su estrategia en un juego de Vientos y Corrientes. Cuando
escuches aletear alas, asume pájaros, no dragones.

La explicación más probable para los huesos es que mi madre estaba


preparando una lectura antes de irse. Mi tatuaje de maestría
probablemente vino de mi aprendizaje asignado. Declan no tiene motivos
para desconfiar de mí a menos que le dé uno.

—Si hubiera sabido que un tatuaje de tutoría sería tan grande,


hubiera deseado una especialidad diferente —digo a la ligera.

—Pero es muy temprano para lograr el dominio. Especialmente


cuando no has pasado tanto tiempo con Willem.
Abro mucho los ojos con fingida indignación.

—Muchas gracias —digo—. ¿Tienes idea de lo difícil que es enseñarle


cuando tiene una madre como Audra? Me sorprende que el tatuaje haya
tardado tanto en aparecer.

Se ríe y el nudo en mi pecho se afloja. Pasa un pulgar por el diseño.

—Me pregunto por qué tiene tres puntos.

—Cuerpo, mente y espíritu. Las tres piedras angulares de una


educación integral.

Hace un pequeño ruido de apreciación. Mi respuesta parece haberlo


convencido, porque la sospecha ha desaparecido de su expresión. Me
acerca y planta un beso en mi frente. No retrocederé.

—Tengo que irme —dice.

—¿Tan pronto? —pregunto, incluso cuando el alivio me inunda.

—Es una entrega que no puede esperar —dice—. Pero prometo que
nos veremos más tarde.

Es una promesa que espero que nunca tenga la oportunidad de


cumplir.

Los huesos de Abuela me atrapan en una visión con más velocidad y


fuerza que nunca.

Pero es como intentar nadar en un mar turbulento. Ondas de


imágenes se estrellan sobre mí, una tras otra, dejándome sin aliento y
desorientada: mi madre parada en la orilla del río, mirando hacia el agua;
Declan y Latham sentados en una mesa de la esquina en un bar con poca
luz; Ami mordiendo una manzana madura. No estoy segura de ver el
pasado, el presente o el futuro. No estoy segura de lo que estoy viendo en
absoluto. Mi estómago gira vertiginosamente.

Decidí usar mi propia sangre para la lectura. Podría ser lo


suficientemente parecida a la de mi madre como para permitirme verla
en la reunión del Consejo, o tal vez incluso extenderme más en el futuro
para ver qué peligro podría haber allí.

Lentamente, una sola imagen comienza a cristalizarse: una cara en


forma de pera suavizada con arrugas, sabios ojos grises, una sonrisa
torcida que promete travesuras y amor en igual medida. Mi corazón se
queda quieto. No es mi madre lo que veo, sino Abuela.

De repente me siento impotente. Anhelo arrojarme a sus brazos y


descansar mi cabeza contra su hombro, acurrucarme con ella en un
parche de hierba y llenarla de preguntas, abrazarla para siempre. Algo
dentro de mí se divide, y dos sentimientos se entrelazan en el abismo
como manos juntas. Alegría al ver de nuevo la cara de Abuela y tristeza
porque no es real.

Abuela se sienta en su tocador, su cabello sin trenzarse. Se derrama


por su espalda como un rastro de nieve recién caída. Está tarareando para
sí misma, una canción que reconozco de una vieja canción de cuna que a
menudo me cantaba cuando era joven. Un suave golpe suena en su puerta.

—Adelante —llama, su voz ronca con la edad, y tan familiar que me


duele por dentro.

Miro cómo una versión de mí, una joven, entra en la habitación, deja
caer un beso en la parte superior de su cabeza y se sienta a sus pies.

—¿Qué tienes en mente, amor? —pregunta Abuela.

—¿Crees que los huesos siempre tienen la razón?

Fuera de la visión, mi estómago se aprieta. Recuerdo esta discusión.


Sucedió la noche en que murió Abuela. No puedo soportar mirar. No
puedo soportar alejarme.

Su mano cae suavemente sobre mi cabeza.

—Bueno, esa es una pregunta difícil. Creo que los huesos siempre
dicen la verdad, pero su precisión depende de la lectura.

—¿Qué quieres decir?

—La Primera Visión es la más precisa: el pasado es algo rígido e


inmutable. La Segunda Visión generalmente también es acertada. A veces
las personas toman decisiones de última hora que se desvían de una
lectura, pero eso se trata más del alcance del Encantador de Huesos que
de la precisión de los huesos. Es la Tercera Visión la que a menudo resulta
más espinosa.

En la visión, me inclino hacia ella. En mi memoria, puedo oler el


delicado aroma lila del aceite que usó para evitar que su piel se reseque.

—¿Entonces la Tercera Visión puede estar equivocada?


Abuela se ríe.

—Siento que esta es una trampa que estás poniendo para tu pobre
madre. No, nunca está equivocada. Simplemente está más abierta a la
interpretación. Los Encantadores de la Tercera Visión ven muchos, muchos
caminos potenciales para alguien durante una lectura. Posiblemente no
puedan deambular por cada uno, tomaría años. Por lo tanto, tienen que
elegir los caminos más probables para explorar.

Me giro y la miro.

—Pero, ¿qué pasa con el kenning?

—¿Qué pasa con eso?

—¿Y si mi madre no toma el camino que yo elegiría?

Abuela acaricia mi cabello. Casi puedo sentir el fantasma de su mano


en mi cabeza.

—Saskia, estás actuando como si el destino y la libertad fueran


opuestos.

—¿No lo son?

—No, amor, son compañeros en el baile de la vida. Siempre


rodeándose, tocándose y luego volviéndose a separar, ambos hechos más
hermosos por la existencia del otro.

Mi expresión vacila en la visión. Recuerdo haberme preguntado si la


lucidez de Abuela se estaba desvaneciendo, como solía ocurrir en las
horas de la tarde. Si lo que decía era sabiduría o necedad.

La visión avanza. Me veo abrazar Abuela. Observarla mirar detrás de


mí con una expresión de amor sin complicaciones que me aprieta el
corazón.

Y luego un ruido. Un arrastrado de pies.

—¿Quién está ahí? —llama Abuela. Alguien sale de las sombras. Es el


mismo hombre que vi en la visión anterior con Declan.

Latham, mi madre lo llamó. Lleva guantes de cuero negro y sostiene un


paño en una mano.

—Eres tú otra vez —dice Abuela—. ¿Por qué estás aquí?


—Ese fue un hermoso discurso sobre el destino y la libertad —dice
Latham, acercándose a ella—. Estoy aquí porque tengo la intención de
controlar ambos.

—Vete. —La voz de la Abuela es firme.

Él se ríe, un sonido oscuro y horrible.

—Oh, lo haré. Pero no hasta que obtenga lo que vine a buscar. He


esperado años para encontrar tres generaciones de Encantadores de
Huesos.

Es el turno de Abuela para reír.

—Saskia ni siquiera ha tenido su kenning todavía. Podría ser vinculada


como panadera por todo lo que sabes.

Latham se burla:

—Creo que ambos sabemos que no será panadera. He estado mirando


a Saskia durante mucho tiempo. Si alguien alguna vez tuvo una afinidad
natural por el Encantamiento de Huesos, ella lo tiene.

Los ojos de Abuela se ponen tan duros como el pedernal. Empuja su


silla hacia atrás del tocador y da un paso hacia él.

—Claramente no conoces a las mujeres de nuestra familia si crees que


te saldrás con la tuya.

Abre la boca, un grito ya se forma en sus labios, pero Latham camina


detrás de ella y presiona la tela contra su nariz y boca. Mientras lucha, él
le susurra al oído la forma gráfica y terrible en que matará a su hija y a su
nieta.

Quiero gritar a mí misma en la otra habitación. ¡Haz algo! ¡Ayúdala!

Pero no puedo salvarla. El pasado es una cosa rígida e inmutable.


Abuela murió sabiendo que las personas que más amaba sufrirían. Para
ella, esa habría sido la muerte más violenta de todas.

Salgo de la visión, temblando. Gotas de sudor en mi frente. Mi


estómago se sacude y salgo corriendo para vomitar, agitada y con arcadas
hasta que no quede nada. Me limpio la boca con el dorso de la mano y
me hundo en la hierba.

Abuela fue asesinada mientras yo estaba en la habitación contigua.


El conocimiento rompe mi dolor, lo convierte en una herida recién
abierta, un dolor agudo y abrasador que casi me asfixia. Si tan solo
hubiera sabido que ella estaba en peligro. Si tan solo hubiera regresado
a su habitación una vez más.

Y justo al lado de mi angustia hay confusión. Si el objetivo de Latham


era matarnos a las tres, ¿por qué no lo hizo esa noche? Todos estábamos
en el mismo lugar. Hubiera sido muy fácil. ¿Y por qué necesita que Declan
le pase información? ¿Pretender estar enamorado de mí? Las preguntas
sin respuesta invaden mi mente como una colonia de hormigas.

Pienso en la mirada de acero de Abuela cuando prometió que las


mujeres de nuestra familia no dejarían que Latham se saliera con la suya
matándonos a todas. Me levanto del suelo y regreso para hacer otra
lectura.

Mi último regalo para Abuela será asegurarme de que ella le haya


dicho la verdad.
26
La Encantadora de Huesos
Traducido por Vanemm08

Vamos a utilizar el propio plan de Latham contra él.

É l se aseguró de que lo viera en una visión para atraerme a


Midwood. Entonces, si nos ve en una, tal vez podamos llevarlo
a otro lugar. Solo funcionará si no sospecha que estamos
tratando de engañarlo.

Bram y yo nos paramos afuera de la cueva. Mis dedos están apretados


alrededor del delgado cordón del escudo, pero tengo el colgante apretado
firmemente contra mi esternón, para que los huesos no pierdan el
contacto con mi piel

—¿Estás listo? —pregunto—. Una vez que lo deje ir, tenemos que
asumir que estamos siendo observados.

—Listo cuando lo estés tú —dice.

Con cuidado, paso el cordón del escudo alrededor de una rama y lo


dejo ir. Bram y yo hacemos un espectáculo de recolectar pequeñas bayas
de los arbustos, tratando de actuar de la manera más natural posible.
Regresamos a la cueva y empacamos nuestras cosas, y después de que
un tiempo adecuado ha pasado, Bram toca el dorso de mi mano.

—¿Cómo te sientes? —Es la señal que acordamos antes de quitar el


escudo.

—Nerviosa —le digo—. Pero logré usar los huesos que Esmee dejó
para cambiar por suficientes monedas para comprar una nota rápida
para enviárselo a mi madre.
Sin embargo, las Notas Rápidas son mensajes enviados a través de
pájaros, por lo general, de garganta blanca con cola de aguja,
ocasionalmente también se usan águilas doradas. Las aves son
excepcionalmente rápidas por si solas, pero cuando están equipadas con
cápsulas de mensaje hechas de hueso y controladas por Vigilantes, sus
velocidades son notables. Pero son increíblemente caras.

—¿Dónde le dijiste que nos encontrara? —pregunta.

—En el muelle de Calden. —Y luego, con incertidumbre, agrega—:


¿Crees que está lo suficientemente lejos de Midwood?

—Espero que sí.

Mis dedos vuelan a mi garganta.

—Mi escudo... —digo, en lo que espero sea un completa voz de


pánico—, se ha ido.

Los ojos de Bram se abren y se pone de pie de un salto.

—Tiene que estar aquí en alguna parte —dice—. Te ayudaré a buscar.

Hacemos un espectáculo de búsqueda en la cueva y luego en el área


exterior hasta que la encontramos exactamente donde lo dejamos.

—Oh, gracias a los huesos —le digo—. Debe haberse enganchado en


una rama.

Me deslizo el delgado cordón sobre mi cuello y suspiro de alivio. Si


Latham cree que nos encontraremos con mi madre en Calden, tal vez él
vaya allí primero para tratar de interceptarnos. Nos comprará algo de
tiempo para llegar a Midwood antes que él.

Solo puedo esperar que Latham haya estado mirando. Y que hayamos
sido más convincentes que él.

Bram y yo nos paramos en el muelle de la ciudad de Kastelia,


esperando hablar con el capitán del Falcon. Es uno de los varios barcos
de la flota alada: barcos pequeños y estrechos con tres mástiles y
plataformas cuadradas, que se utilizan principalmente para transportar
té y especias. Ellos viajan con una tripulación limitada y generalmente
no aceptan pasajeros. Pero son los barcos más rápidos en todo el país, y
estoy decidida a estar a bordo de este cuando salga más tarde hoy.
Me muevo sobre las puntas de mis pies mientras esperamos. Me
están sudando las manos.

Finalmente, un hombre se nos acerca. Es más joven de lo que pensé


que sería, tal vez a mediados de los años treinta, con cabello cobrizo
brillante y una barba bien recortada.

—¿Qué desean?

—Necesitamos transporte a Midwood —le digo.

—¿Hicieron que mis hombres me llamaran para esto? Niños idiotas.


Vayan a comprar un boleto. —Señala al otro lado del puerto—. Los barcos
salen de allí.

—No —le digo—, queremos navegar a bordo del Falcon.

—No acepto pasajeros —dice—, e incluso si lo hiciera, no podrían


permitírselo.

Se aleja.

—¡Tenemos huesos para comerciar! —digo.

Él se detiene. Voltea.

—¿Qué tipo de huesos?

—De alta calidad. Una mezcla de animales y humanos. Ya preparados


para las lecturas. —Abro la bolsa y saco un conjunto de huesos para
mostrarle.

Él les da una mirada superficial.

—Lindo, pero no hay trato. Ustedes dos tomarían espacio que podría
usarse para carga, y esos huesos no compensarían los ingresos perdidos.

Trago. Saco un segundo conjunto de huesos.

—¿Qué pasa si agrego estos?

Sus ojos parpadean con interés.

—¿Cuántos huesos tienes allí?

Bram y yo compartimos una mirada. Esperábamos conservar al


menos algunos de los huesos, pero no estoy segura de que tengamos otra
opción. Abro la bolsa y le enseño. El señor suelta un silbido bajo.
—¿Qué, en nombre de Kastelia, te haría renunciar a todos estos
huesos para dar un paseo?

—Tenemos que llegar a Midwood lo más rápido posible —le digo—. Es


una cuestión de vida o muerte.

Nos estudia a Bram y a mí con los ojos entrecerrados, mirándonos de


arriba abajo. Finalmente suspira.

—No puedo rechazar una oferta como esa. Entrégamelos y síganme.

Le doy el bolso, esperando no cometer un error. Sin los huesos, estaré


ciega.

Bram y yo nos sentamos uno al lado del otro en la cubierta calentada


por el sol del Falcon. Los miembros de la tripulación nos miran de vez en
cuando, pero en su mayor parte, nos dejan en paz.

El viento sopla mi cabello alrededor de mi cara. En cualquier otra


circunstancia, podría ser relajante, pero lo único en lo que puedo pensar
es en llegar a mi madre antes de que Latham lo haga. ¿Y si nuestros
últimos momentos juntos fueron en el puerto antes de que me fuera a
Ivory Hall? Estaba tan enojada que apenas la reconocí. Ni siquiera me
despedí. ¿Y si ella muere creyendo que la odiaba?

¿Las cosas habrían resultado diferentes si hubiera aceptado el


kenning? ¿Si hubiera perdonado a mi madre por ser una sirvienta del
destino? Quizás entonces nos habríamos ido en mejores términos, y no
habría llegado a Ivory Hall con nostalgia. Quizás entonces la conexión de
Latham a mi madre —la conexión que él afirmó que tenían— no habría
tenido el poder de calentarme como lo hizo, para suavizar mis defensas.
Suspiro.

—¿En dónde estabas? —pregunta Bram—. Pareces perdida en tus


pensamientos.

—¿Alguna vez deseaste poder retroceder en el tiempo y elegir un


camino diferente?

Se queda callado por un momento, y puedo decir que está sopesando


su respuesta.

—No —dice finalmente—, realmente no.


Me vuelvo hacia él, sorprendida.

—¿No cambiarías nada?

—Me han sucedido cosas terribles, pero no cambiaría mis propias


elecciones, no. Me hicieron quien soy, errores y todo. ¿Y quién puede
decir que un camino diferente me habría llevado a algún lugar mejor?
Fácilmente podría resultar peor.

Me empuja el hombro suavemente.

—Por supuesto, tal vez me sentiría diferente si fuera un Encantador


de Huesos.

—¿Entonces crees en la libertad sobre el destino?

—Creo en ambos. El destino es la capacidad de ver las elecciones que


probablemente harán las personas. Eso no roba la libertad.

Las palabras tienen un timbre familiar.

—¿Dónde has oído eso?

La boca de Bram es suave, como si recordara algo agradable:

—Tu madre.

Su tono es como una llave en mi mente. La gira y levanta mi


ignorancia como la tapa de una caja. Una llena de visión vívida y brillante.

— La conoces. Como algo más que la Encantadora de Huesos.

—Ella siempre me cuidaba. Creo que sintió que se lo debía a Esmee.


Incluso antes de que me mudara a Midwood, cuando Esmee todavía
intentaba convencerme de que fuera, Della vino a la cabaña y me dio una
lectura.

—¿Qué te mostró?

Su boca se curva en una suave sonrisa.

—No me lo dijo. Ella solo puso su mano encima de la mía y dijo: He


echado un vistazo a tu futuro, Bram, y prometo que hay un montón de
felicidad allí. Fue suficiente para influir en mí.

El dolor se hincha en mi garganta. ¿Qué pasa si mi madre me vio en


ese futuro? ¿Y si se suponía que yo era parte de esa felicidad? En cambio,
he pasado los últimos años presionando a Bram para que se alejara y lo
acusé, al menos en mi propia mente, de ser un monstruo.
Abuela me dio una manta cuando era pequeña. Fue tejida en un lado
con una hermosa escena de verano: árboles y pájaros y un sol dorado en
el cielo. Pero por el otro lado, el patrón se veía completamente diferente,
solo una mezcla de hilos conectados que no tenía ningún sentido en
absoluto. Cuando mi madre me vinculó con Bram, supuse que ella me
estaba emparejando con alguien que sabía que era violento. Pero tal vez
solo me estaba emparejando a un chico que ella sabía que tenía un futuro
lleno de felicidad.

Al mediodía, el capitán del barco —cuyo nombre, recientemente


supimos, es Gunnar— nos trajo una comida sencilla: pan duro, carne
seca salada y una manzana para cada uno.

—Probablemente no sea a lo que están acostumbrados, pero es todo


lo que tenemos —dice—. Así que no quiero escuchar ninguna queja.

Pero Gunnar no necesita preocuparse. Nunca he probado nada mejor.


Alivia el hambre persistente que me ha estado atormentando desde que
salimos de la cueva. Y Bram debe sentir lo mismo, porque come con
entusiasmo y sin charlas.

Cuando terminamos con nuestra comida, la tripulación nos muestra


nuestros cuartos: una pequeña cabina con dos camas integradas en un
nicho en la pared, una encima de la otra. Es tan estrecho que no hay
espacio para que los dos estemos en el espacio al mismo tiempo, así que
me deslizo en el colchón inferior y me siento con las piernas cruzadas en
los tobillos. Bram me sigue detrás y se instala en la litera superior.

Momentos pasan. Los únicos sonidos son el susurro de Bram


hurgando en su mochila y el suave ritmo de su aliento.

Hay tantas cosas que anhelo decir. Toda la mañana he estado al


borde de abrir la boca, pero cada vez que me acercaba, perdía el coraje.
Esto se siente diferente sin embargo; de alguna manera estar sola con
Bram, pero incapaz de verlo, me afloja la lengua.

—Antes de que Esmee muriera, me contó lo que les pasó a tus padres.
—Trago—. Desearía haberlo sabido. Ese día en el bote de la prisión... el
asesino me llevó a una visión de su pasado cuando me tocó. Había hecho
cosas indescriptibles. Estaba aterrada. Y luego cuando me agarraste, vi
el fuego en tu pasado. Estabas tan enojado. Los dos estaban muy
enojados. Más tarde, cuando vi tus tatuajes... Estaba asustada e hice
suposiciones. Estaba equivocada, Bram, y lo siento.

Bram no habla en tanto tiempo que estoy segura de que se ha


quedado dormido. Pero luego lo escucho moverse encima de mí.
Inhalando rápidamente.

—¿Recuerdas el primer día que nos conocimos? —pregunta.

La pregunta es tan inesperada que me quedo quieta.

—Sí —digo suavemente.

Fue en el festival de la cosecha justo después de que Bram se mudó


a Midwood. Lo vi a la sombra de un árbol de roble, trenzando vides juntas
en una larga cadena, así que me senté junto a él y me presenté. Al
principio él era tímido, pero con un poco de insistencia, finalmente
conseguí que hablara. Al final de nuestra conversación, torció las vides
en una corona y la puso sobre mi cabeza. Guárdalo, dijo. Es tuyo.

No he pensado en ese día en años.

—Estaba tan roto cuando llegué a Midwood —dice Bram—, y tú me


hiciste sentir como que tenía la oportunidad de ser feliz allí. Como si
pudiera ser querido después de todo. Y por unos pocos años las cosas
estaban bien. Hasta…

Dejo de respirar. Mi corazón se siente como vidrio hilado.


Transparente. Quebradizo. Espero que termine la oración. Hasta que
traté de ayudarte, pero me traicionaste. Hasta que arruinaste mi
reputación. Hasta que me trataste como un criminal.

Pero no lo hace. Solo suspira.

—Desearía que las cosas hubieran sido diferentes entre nosotros.

—Yo también.

Mi voz capta las palabras y quiero decir algo más, algo que construirá
un puente que atraviese el espacio entre nosotros, pero no sé cómo. Bram
y yo estábamos en el mismo camino una vez. Hasta que lo arruiné todo.

Hasta que dejé que mi libertad robara mi destino.


A medida que pasan los días, queda en claro por qué estos barcos se
llaman buques de flota alada. Viajan tan rápido que parece que estamos
volando. Navegamos por pueblos y aldeas que aún estarían a una semana
o más si hubiéramos estado en otro barco.

Me paro en la cubierta, mi mirada fija en el morado oscuro del


horizonte en el norte. Estrellas brillando a la distancia.

Bram se une a mí. Descansa su mano sobre la reja de madera


brillante cerca de la mía. Está tan oscuro que él es poco más que una
figura a mi lado.

—Nos estamos acercando a casa —dice—. ¿Estás lista para esto?

—No creo que alguna vez esté lista —le digo.

Bram y yo no hemos discutido nuestra conversación de la otra noche.


Permanece entre nosotros como una roca gigante en medio de un
sendero. Los dos la rodeamos educadamente, pero sus palabras son un
eco constante en mi mente: desearía que las cosas hubieran sido
diferentes entre nosotros.

En los últimos días algo ha tomado forma dentro de mí. Puedo sentir
los contornos, pequeño. Caliente. Pesado. Como una piedra que se ha
instalado suavemente.

—Es tarde —le digo—. Creo que me iré a la cama.

—Espera. —Su mano se cierra alrededor de mi codo y me quedo


inmóvil.

—Nuestra conversación de antes... Me tomó unos días reunir mis


pensamientos. —Me deja ir y se pasa los dedos por el cabello—. No eres
la única que ha cometido errores. Te odié por ver esos recuerdos, odié
que me miraras diferente a causa de ellos, cuando todo lo que quería era
dejar atrás el pasado. Y entonces, después del kenning... no puedes
imaginar lo aterrador que fue imaginarte como la Encantadora de Huesos
del pueblo. El saber que la persona en la que necesitaba confiar para las
lecturas había visto mis recuerdos una vez y descubrió mi falta de
carácter. —Mi estómago se sacude y mis dedos se enroscan alrededor de
la barandilla—. El hecho de que nos vincularan solo empeoró las cosas.
Sentí que nunca me escaparía de ti. Como si tu poder moldeara para
siempre el cómo me vería la gente.

La voz de Bram me detiene, la cadencia vacilante, la corriente


subterránea del dolor. Siento como si estuviera dentro de una lectura de
huesos, mirándolo en el cruce de dos caminos, sin estar segura de hacia
cuál se volverá. Una elección me destrozará y la otra reparará mi corazón.

Se aclara la garganta y sigue hablando:

—Una vez que llegamos a Ivory Hall, a veces sentía como si tuviera
un vistazo de esa chica que conocía antes del día en el barco de la prisión.
La chica que era mi amiga. Pensé que quizás pasando tiempo conmigo
otra vez recordarías nuestra amistad.

Muevo mi mano para que descanse sobre la suya.

—Te vi de manera diferente, pero no porque recordaba quién eras


entonces. Sino porque ahora sé quién eres. Y para lo que vale, no le temo
a tu poder. Ya no.

—Me alegro —dice—. Nunca te haría daño, Saskia. —Su voz es un


hilo apretado.

—Lo sé —le digo—. Lamento no haberlo visto antes.

—Yo también lo siento —dice.

—Entonces, ¿todavía me odias?

Él suelta una pequeña risa.

—No. No te odio.

Puede ser más de lo que merezco, pero es mucho menos de lo que


esperaba.

Nos quedamos juntos en silencio durante un rato, y luego me doy


cuenta de que mi mano todavía está cubriendo la suya. Mis mejillas se
calientan. Empujo mis puños en los bolsillos de mi capa. Sus dedos se
deslizan de la barandilla y me preocupa que se vaya.

—Bram...

—¿Sí?

—Deseo... —Siento como si estuviera tropezando en una habitación


en la oscuridad. Buscando algo que quiero desesperadamente pero que
no puedo encontrar.

—¿Qué, Saskia? ¿Qué deseas?

Me vuelvo hacia él. Nuestras caras finalmente están lo


suficientemente cerca que puedo ver su mandíbula grabada a la luz de la
luna plateada. Sus ojos sostienen los míos. Una pregunta silenciosa. No
miro hacia otro lado.

Desliza una palma debajo de mi cabello y la apoya en la curva de mi


cuello. Mi aliento es irregular. El pulgar de Bram acaricia mi mejilla, y mi
piel chispea ante su toque. Cierro el espacio estrecho entre nosotros y
descanso mi mano contra su pecho. Su latido es salvaje debajo de mis
dedos. Su rostro se inclina hacia el mío.

Entonces el barco golpea un poco de agua agitada y perdemos el


equilibrio y tropezamos. Agarro la barandilla para estabilizarme. Mi
respiración es irregular y mis pensamientos giran salvajemente. Quiero
volver a la mano de Bram contra mi piel, sus labios a centímetros de los
míos. Pero el momento era como una mariposa en una palma ahuecada:
delicada e imposible de recuperar una vez que se ha ido volando.

Un grupo de marineros borrachos se tambalea a la vuelta de la


esquina, hablando y riendo a carcajadas.

Bram suspira y escucho toda mi frustración en ese solo sonido.

—Ya es tarde. Probablemente deberíamos dormir un poco.

Y mientras me alejo esa noche, no puedo evitar preguntarme si el


destino alguna vez funcionará a mi favor.
27
La Tutora
Traducido por 3lik@

E
l aire es espeso con el olor acre de humo mezclado con
incienso de canela picante. Una combinación nauseabunda.
Mi cabeza flota mientras inclino otro conjunto de huesos de
Abuela desde el lavabo sobre la alfombra frente a mí. Caigo en la visión
de la misma manera que uno podría caer en un río que se mueve
rápidamente. Fácilmente arrastrado, pero completamente fuera de
control.

Respiro hondo y trato de centrarme. Esta vez usé la sangre de Declan.


Por mucho que anhele volver a ver a Abuela, no tengo tiempo para la
autocomplacencia. No si quiero detener a Latham antes de que haga algo
terrible. Necesito encontrar a Declan, y rápido. Empujo mis
pensamientos hacia él, trato de ver su rostro en mi mente. Las imágenes
parpadean dentro y fuera de foco hasta que, finalmente, lo encuentro.

Declan y Latham están parados detrás de Midwood Hall, con la


espalda presionada contra la fachada de piedra.

—¿Tu chica entiende el plan? —pregunta Latham.

—Sí —dice Declan, casi ásperamente—. No te preocupes por eso.


Bette tiene todo bajo control. —La cara de Latham endurece. Declan se
estremece bajo el peso de su mirada. Él traga—. Ella sabe cómo dejar la
puerta trasera abierta y retrasar a Della en la cámara del consejo hasta
que lleguemos allí.

—No podemos evitar errores —dice Latham—. Te haré personalmente


responsable si esto sale mal, ¿está claro?

—Por supuesto —dice Declan—. Entiendo.


—No estoy segura de que lo entiendas. —La mirada de Latham se
dirige hacia el cielo: verano de brillante azul y sin nubes, el sol en su
punto más alto. Un gato atigrado naranja maúlla desde la rama de un
árbol cercano—. La reunión del consejo debería terminar en breve —
dice—. Ve al frente y hazme una señal cuando los miembros comiencen
a irse. Entraremos una vez que se hayan ido.

Alejo mis manos de los huesos de Abuela y la habitación vuelve a


enfocarse. El latido de mi corazón ruge en mis oídos. Latham está
preparando una emboscada. Tengo que llegar a Midwood Hall antes de
que termine esa reunión y advertir a mi madre.

Me arden los pulmones y me duelen las piernas. No estoy segura de


haber corrido tan rápido en mi vida. Presiono una palma a mi costado
para calmar el dolor punzante debajo de mis costillas.

Midwood Hall está justo al otro lado de la plaza del pueblo. Respiro
hondo y me obligo a dar un empujón más a través de los adoquines. Dejo
que mi mirada barra los terrenos en busca de cualquier signo de Declan,
pero no lo veo. O está muy atento, o la reunión ha terminado y llego
demasiado tarde. Me apresuro a entrar en el edificio y me recibe un
silencio misterioso. Mis pasos resuenan mientras me curvo por los
pasillos. El miedo se enrosca dentro de mí como una serpiente. De
repente deseo haber pensado deslizar un cuchillo en mi bota.

Un conjunto pesado de puertas dobles oculta la sala del consejo, y


tiro de una de ellas, aliviada al encontrarla desbloqueada.

Pero el cuarto está vacío.

Me giro en un círculo lento, confundida. Sé que el consejo tuvo una


reunión esta mañana. Vi a mi madre irse con mis propios ojos. Sé que
Latham y Declan estaban aquí. Esta vez tuve cuidado de prestar atención
a los detalles, para no confundir el pasado con el presente. Es la misma
hora del día. El cielo tiene el mismo tono de azul. Corro desde la cámara
del consejo y por los pasillos hasta la puerta de atrás. Latham y Declan
no se encuentran por ningún lado. Debo haber estado equivocada.

Mi mirada se eleva hacia arriba. Un gato atigrado me observaba desde


su percha en la rama del árbol. El mismo gato que vi en la visión. ¿Habrá
encontrado Latham la manera de manipular mis visiones para
engañarme? ¿Es eso posible?
Un destello de color me llama la atención, y me giro para ver una capa
naranja.

—Hilde —llamo. La Talladora de Huesos se da vuelta y yo corro hacia


ella.

—Saskia —dice ella—, ¿qué haces aquí?

—Estoy buscando a mi madre. ¿La has visto?

—Me imagino que ya está de vuelta en casa. La reunión del consejo


terminó hace un momento.

—¿Se quedó ella? ¿Más tiempo que todos los demás, quiero decir?

—No, se fue con el resto de nosotros. Yo acabo de regresar porque


olvidé algo. —Hilde inclina la cabeza y me observa detenidamente—.
¿Está todo bien, querida?

—¿La viste irse?

—Saskia, ¿qué pasa?

Agito una mano impaciente frente a mi cara.

—¿La viste irse o no? Es importante.

—Sí, salimos juntas. Se dirigía hacia su casa cuando nos separamos


y nos despedimos. Ahora dime qué te está molestando.

Pero no me quedo el tiempo suficiente para responder. Corro hacia


casa tan rápido como me pueden llevar mis piernas ya agotadas.

La puerta principal está entreabierta. El cabello se me eriza en la nuca


y la sangre se estremece en mis venas. Cada instinto grita que algo no
está bien. Pero aun así, entro.

Y el aire sale de mí en un movimiento rápido, como un golpe en el


estómago que me ha enviado a volar, agitada, y cayendo al suelo.

Mi madre sentada en el centro de la habitación atada a una silla.


Declan se para detrás de ella, con un cuchillo apretado contra su cuello.
Latham camina de un lado a otro por la habitación.

—Saskia —él dice—, qué amable de tu parte unírtenos.


28
La Encantadora de Huesos
Traducido por NaomiiMora

E
l Falcon arriba a Midwood a última hora de la mañana. Es un
día de verano perfecto: vibrantes hojas verdes contra un cielo
azul. Solo un indicio de brisa saliendo del puerto. Cálido, pero
no caliente. La mano de Bram se enrosca alrededor de la mía mientras
desembarcamos. Todo mi cuerpo todavía está floreciendo con la novedad
de él. El milagro de unirnos, de vernos finalmente, en medio de la
desesperación, como dos velas parpadeando en la oscuridad. Su palma
contra la mía es tanto un consuelo como un recordatorio de todo lo que
podría perder.

Hoy me desperté con una delicada línea rosa alrededor de mi muñeca,


tan débil que apenas era visible. Una ola de ironía agridulce se apoderó
de mí. El tatuaje que me marca como una chica enamorándose es el
mismo que hace que mis huesos sean más útiles para Latham. El
momento en que finalmente me siento viva es el momento en que soy más
valiosa estando muerta.

—Bienvenida a casa —dice Bram una vez que estamos en tierra firme.
Su voz suena exactamente como la siento yo: cargada de preocupación,
pero disparada con un delgado rayo dorado de esperanza.

—Igualmente. —Me inclino hacia él, deseando decir algo


tranquilizador, pero ambos sabemos que sería una mentira. No me
sentiré mejor hasta que haya visto a mi madre.

Cada vez que pienso en su carta, las ondas de inquietud sobre mi


piel: ... es esencial que no vuelvas a Midwood... Por favor, prométeme que
cumplirás este deseo... No importa lo tentador que sea volver a casa,
necesito que te mantengas alejada. Pero no sabía lo que estaba pidiendo
cuando escribió esas palabras. Y no honraré su deseo si la pone en
peligro.

Caminar por Midwood con Bram se siente surrealista. Todo parece


más pequeño, transformado de alguna manera por mis viajes, como si la
ciudad ahora existiera solo en yuxtaposición con todos los otros lugares
en los que he estado.

Un niño pequeño pasa corriendo a nuestro lado, el hijo de Audra


Ingersson, Willem, perseguido por su tutor de aspecto acosado.

—¡Willem, vuelve aquí! —grita—. Detente en este momento, jovencito.


—No la reconozco, debe haber sido vinculada de otra ciudad. Una
punzada de simpatía me atraviesa. Willem no parece una carga fácil.

—¿Alguna vez te dije que esperaba ser vinculada como tutora en el


kenning? —pregunto.

Los labios de Bram se curvan en una sonrisa amable.

—¿De verdad?

—Es cierto —digo, mirando a Willem subir una colina, y luego girar
hacia el tutor y sacar la lengua—. Aunque ahora no puedo recordar por
qué.

Bram se ríe. Y luego, en un tono serio dice:

—Te habría convenido.

—¿Más que una Encantadora de Huesos?

Él considera esto.

—Tal vez no. Pero aun así, estoy seguro de que habrías sido buena.

—¿Qué esperabas en el kenning?

—Quería usar mis habilidades para ayudar a las personas. Para ser
considerado un activo y no un pasivo.

—¿Eso es todo?

—Bastante.

—¿Entonces obtuviste exactamente lo que querías?

No se pierde el tono coqueto en mi voz, y juguetonamente empuja su


hombro contra el mío.
Pero cuando mi casa aparece, mis músculos se tensan y mi deseo de
tratar de aligerar el estado de ánimo se desvanece. La mano de Bram se
aprieta alrededor de la mía.

—Todo va a estar bien. —Subimos al porche—. ¿Y Saskia?

Dirijo mi rostro hacia él y sus ojos se suavizan.

—Sí, obtuve exactamente lo que quería.

Una maraña de emociones se agita dentro de mí. Sobre todo, tristeza


por no poder congelar el tiempo y sostener este momento encantador en
la palma de mi mano. Anhelo disfrutar de una alegría sin complicaciones.

Pero ese no es el camino frente a mí.

La puerta cruje cuando la abro fácilmente. Pasamos el umbral. El aire


es pesado y quieto.

Me muevo por todas las habitaciones, gritando el nombre de mi


madre, pero solo el silencio responde. Podría estar en cualquier lugar. El
mercado. La casa de los huesos. Midwood Hall.

Donde quiera que esté, no está en casa.

Me dirijo a mi habitación. Está más ordenada de lo que la dejé: el


edredón alisado y remetido, las almohadas mullidas, los muebles libres
de polvo. Un par de zapatos demasiado pequeños se coloca perfectamente
debajo de la cama como si todavía se usaran a diario. Como si pudieran
ser necesarios en cualquier momento.

Se me forma un nudo en la garganta. Mi madre me extraña. Nunca


ha sido buena con las palabras, mi padre fue el padre más expresivo,
pero esta habitación se siente como leer una carta de amor.

Me siento en el borde de la cama y Bram se hunde a mi lado.

—Tenemos que encontrarla —digo. La urgencia me atraviesa como un


tambor.

Bram pasa sus dedos por los míos.

—Lo haremos. Empecemos a buscar.


Cuando llegamos a la plaza del pueblo, veo a Hilde saliendo de
Midwood Hall. Su capa naranja es un punto brillante en la distancia. El
alivio salta en mi pecho.

—Debe haber una reunión del consejo programada para esta mañana
—digo a Bram. El sol ha salido en el cielo. Es casi mediodía.

—Hilde —grito—, ¡espera!

La Talladora de Huesos se da vuelta y sus ojos se abren de sorpresa.

—Saskia. ¿Qué estás haciendo aquí?

—De visita —digo—. ¿Has visto a mi madre?

Sus ojos se estrechan con sospecha.

—¿Sabe ella que has vuelto a Midwood?

—Es una sorpresa. ¿La has visto?

—Sí —dice Hilde—, la reunión del consejo acaba de terminar, pero tu


madre se quedó atrás. Bette pidió hablar con ella a solas.

Me toma un momento extraer el nombre de mi memoria. Bette es el


oficial que estudia con Rakel. Terminó su aprendizaje de Mezclador en la
primavera y llegó poco antes de que Bram y yo nos fuéramos a Ivory Hall.

—Gracias —le digo a Hilde.

Nos apuramos por el camino. Un gato atigrado se pasea por los


adoquines, deteniéndose para examinarnos antes de seguir adelante.

Midwood Hall está casi vacío. Nuestros pasos resuenan mientras nos
abrimos paso hacia la cámara del consejo en el centro del edificio.
Cuando llegamos a las puertas dobles, Bram y yo tomamos una manija
y las abrimos al mismo tiempo.

El tiempo se queda inmóvil. El mundo se calla. Puedo sentir cada


latido lento de mi corazón mientras veo la escena delante de mí. Mi
madre, atada a una silla en el centro de la cámara. Latham con un
cuchillo grande. Un hombre que no reconozco se encuentra cerca, con
sus enormes brazos cruzados sobre su amplio pecho. Lleva una capa
negra. Un Quebrantador.

Latham llegó aquí primero. Pensé que podría vencerlo en su propio


juego, pero debería haberlo sabido mejor. Ha estado un paso adelante de
mí todo el tiempo.
Pero es la expresión de mi madre, la decepción que se hunde en su
rostro, lo que finalmente me rompe.

El tiempo vuelve a su lugar. La sangre ruge en mis oídos.

Todos vamos a morir en esta habitación.


29
La Tutora
Traducido por Gerald

L
as paredes se sienten como si se cerraran a mi alrededor.
Estaba tan segura de que encontraría a Latham y a Declan
afuera de la cámara del consejo, tan segura de que podría
avisar a mi madre a tiempo. Los huesos de Abuela poderosos, las visiones
que tuve mientras los usaba fueron tan vívidas. Pero confié demasiado
en ellos. Tal vez si me hubiera quedado en casa, las cosas habrían sido
diferentes. Tal vez si mi madre y yo hubiéramos estado juntas, podríamos
haber evitado esto.

—Bueno, no te quedes ahí parada —dice Latham—. Ven a unirte a


nosotros.

Sonríe como si estuviéramos en un baile y estuviera invitándome a


bailar. Doy otro paso más adentro de la casa, mi mente luchando por
encontrar cómo salir de esto. Pero no estoy segura de poder hacerlo.

—Saskia, piensa... —empieza a decir mi madre. Pero Latham levanta


un dedo y Declan presiona el cuchillo con más fuerza contra su garganta.

—No nos pongamos parlanchines, Della. Realmente no tenemos


tiempo.

—¿Qué es lo que quieres? —pregunto.

Me estoy demorando a propósito. Mi mente está repleta de


información al azar, como un rompecabezas sin terminar en una caja.
Recojo cada pieza. La examino. Las descarto cuando no encaja. ¿Qué
intentaba decirme mi madre cuando entré? ¿Pensar en qué? ¿Y qué tiene
que ver esto con la visión que vi? Las náuseas me suben a la garganta
cuando pienso en el barco prisión. He estado equivocada sobre la magia
antes, tan equivocada que murió gente, ¿y si está pasando de nuevo? ¿Y
si pongo a mi madre en más peligro intentando advertirle?

—¿No es obvio? —dice Latham—. Quiero a tu madre. Te quiero a ti.

—¿Te refieres a que nos quieres muertas?

—Desafortunadamente, sí. Tus huesos solo me son útiles si te


mueres. No es nada personal.

Escucho la voz de mi padre en mi cabeza. Encuentra el punto débil


de tu oponente.

—¿No conseguiste suficiente dinero vendiendo los huesos de Rakel en


el mercado de la Sombra? ¿Ahora necesitas también los nuestros?

Los ojos de Declan se amplían y lanza una mirada culpable en mi


dirección. La hoja de su mano tiembla. Una ráfaga de claridad. Le molesta
que sepa lo que ha hecho. Él es el punto débil.

Latham se ríe.

—Has estado haciendo un poco de trabajo de detective. Qué


encantador. Pero no, no soñaría con vender tus huesos o los de Della.
Son demasiado valiosos para eso.

Si no quiere vender nuestros huesos, ¿qué quiere con ellos? ¿Por qué
mi madre y yo somos diferentes a los demás? ¿Los huesos de mi padre,
junto con los de Rakel y Anders, solo fueron un incentivo para Declan?
¿Una forma de obtener ganancias a cambio de ayudar a Latham para
llegar a mí?

Algo sobre la visión que vi baila en los bordes de mi mente. Algo que
capto en destello pero que no puedo alcanzarlo.

Mi madre hace un pequeño ruido, un sutil cambio en su asiento y


mis ojos encuentran los suyos. Intenta decirme algo, pero no sé qué.

—¿Realmente Declan necesita sostenerla a punta de cuchillo? —


pregunto. Necesito una razón para seguir mirándola sin despertar las
sospechas de Latham.

—Oh, ¿esto está tomando demasiado tiempo para ti, cariño? ¿Te
gustaría que él le cortara la garganta ahora mismo?

Mi boca se seca. Necesito pensar.

—Le dijiste a mi Abuela que querías matarnos a las tres. ¿Ahora vas
a dejar que algún lacayo lo haga?
Los ojos de Latham se estrechan. Y luego se ríe.

Robo otra mirada a mi madre. Me mira la mano fijamente. Toco mi


muñeca y sus ojos brillan. El tatuaje pintado. ¿Pero qué quiere que haga?

—Alguien ha estado aprendiendo a ser Encantadora de Huesos a


escondidas y debo decir que estoy encantado. Descubrir que tienes
afinidad con las tres Visiones es un regalo especial. —Se vuelve hacia mi
madre—. Eres una flecha tan recta, Della. No pensé que lo tuvieras en ti.
Pero, gracias. El tatuaje de maestría de Saskia era la última pieza que
necesitaba.

Su mención del tatuaje no puede ser una coincidencia. ¿Mi madre me


está diciendo que me deshaga del tatuaje falso? Lamo mi pulgar y me
froto la muñeca. Sus hombros se relajan ligeramente, lo que me hace
pensar que lo entendí bien. Pero el tatuaje no se borra.

—¿Qué quieres con nuestros huesos? —pregunto mientras sigo


trabajando en la eliminación de la pintura.

Sonríe como un gato con un ratón entre sus garras. Está disfrutando
de esto.

—¿Della no te dijo lo que los huesos de tres generaciones de


Encantadores de Huesos pueden hacer? Oh, es cierto. Ella no cree en el
uso de la magia oscura. Excepto cuando se trata de protegerte, por
supuesto.

Mi estómago se enfría.

—¿De qué estás hablando?

—¿Della? ¿Quieres decirle a tu hija lo que hiciste o lo hago yo? —Le


señala a Declan que baje el cuchillo. Una vez que su garganta está libre
de la cuchilla, mi madre respira profundamente.

—Saskia ya sabe que infundí a los huesos con magia adicional.

Magia adicional. Los pensamientos que han estado entrando y


saliendo de mi mente se cristalizan. Tal vez la visión que vi no era
inexacta. Los huesos de Abuela son más poderosos de lo normal. Tal vez
la visión era de mi otra línea de tiempo. Un lento pulso de terror me
atraviesa. Si eso es cierto, significa que mis dos caminos no eran tan
diferentes después de todo. Debía haberme quedado en Midwood en
ambos. Declan trabajaba con Latham en ambos. El pequeño parpadeo de
esperanza que tenía de un futuro diferente, uno mejor, se desvanece.
—Oh, no seas modesta, Della —dice Latham. Se vuelve hacia mí—.
Tu madre usó un poco de magia prohibida para hacer los huesos de tu
Abuela especialmente potentes. Lo cual fue brillante, en realidad.
Siempre había planeado convertir sus huesos en intensificadores
matando violentamente a cada uno de ustedes. Pero tener los huesos
preparados con sangre de las tres generaciones, fue un golpe de
genialidad. Uno que pretendo replicar.

Intensificadores. Es la misma palabra que él utilizó en la visión


cuando hablaba con Declan sobre el robo de los huesos de Rakel. De
repente, los recientes asesinatos encajan en su sitio. Latham ha estado
matando gente para acumular una colección de huesos especialmente
poderosos. Tal vez por eso sabe tanto sobre nuestra familia: Ha estado
usando los intensificadores para leer nuestros caminos futuros. ¿Pero
qué quería con los huesos de mi padre? Papá no fue asesinado
violentamente, así que no podían ser usados como intensificadores.

—No somos tan diferentes, tu madre y yo —continúa Latham—. Es


solo que la necesito muerta para hacer mi magia. Y me temo que a ti
también. Pero una vez que tenga tus huesos, seré capaz de ver lo que
quiera, controlar lo que quiera, pasado, presente o futuro.

—No importará —dice mi madre con calma—. No puedes cambiar el


pasado sin importar el poder que tengas. Lo que le sucedió a Avalina...

—No digas su nombre. —El rostro de Latham se retuerce con rabia—


. No tienes ni idea de lo que puedo hacer.

Mi corazón golpetea contra mis costillas. Nos estamos quedando sin


tiempo. Necesito poner presión sobre el punto débil. Me dirijo a Declan.

—¿Qué te prometió? ¿Dinero?

Declan se estremece. Parece un poco enfermo y me pregunto si no


conocía todo el plan de Latham hasta ahora. ¿Alguna parte de él todavía
se preocupa por mí? Si es así, podría usar eso a mi favor.

—¿Toda nuestra relación fue una mentira? —pregunto—. ¿Tenías


sentimientos por mí antes de que Latham llegara a ti o actuaste durante
todo el tiempo?

Él no responde, pero balancea su peso. Se lame los labios.

—Basta de charla —dice Latham—. Decían, pásame el cuchillo.

Pero Decían no se mueve.


—Te está usando —digo—. ¿De verdad crees que te dejará vivir
después de todo lo que acaba de confesar?

La mirada de Declan se mueve hacia Latham. Ajusta su agarre del


cuchillo, la cuchilla está manchada con sudor. Parpadea. Ya casi está
allí. Solo necesita otro empujón.

—Le has dado todo lo que necesita, Declan. Tan pronto como estemos
muertas, te matará a ti también.

Latham extiende una mano, con la palma hacia arriba.

—Dámelo.

Usando el momento de vacilación de Declan, lo golpeo en el costado,


desbalanceándolo y alejándolo de Latham. La hoja vuela de sus dedos.
Cojo un gran jarrón y lo estrelló sobre la cabeza de Declan. Se desploma
hasta el suelo. Busco el cuchillo que se ha caído, enrollo mis dedos
alrededor del mango. Una oleada de victoria se hincha dentro de mí.

Pero detrás de mí, escucho el escalofriante sonido de risas.


30
La Encantadora de Huesos
Traducido por 3lik@

N
uestro plan falló. Latham llegó antes que nosotros, lo
suficientemente lejos como para poder capturar a mi madre.
Mi corazón duele al verla atada a una silla en el medio de la
cámara del consejo, al cuchillo en la mano de Latham. Bram se para
frente a mí cuando entramos en la habitación, protegiéndome con su
cuerpo.

—Quédate detrás de mí —dice.

La risa de Latham resuena por la habitación.

—Saskia trajo su propio Quebrantador. ¿No es encantador, Della?

Mi madre lo ignora. Su mirada está fija en mí.

—¿No recibiste mi carta?

—La recibí —le digo.

—¿Y apareciste de todos modos? Saskia, te dije que te mantuvieras


alejada. —Sus ojos brillan por la traición.

Me he imaginado volver a ver a mi madre cientos de veces. Pensar en


ello es como una moneda en mi bolsillo que no puedo resistir alcanzar
una y otra vez solo para asegurarme de que aún está allí. Sin embargo,
no se suponía que fuera así. He arriesgado todo para llegar aquí. Para
advertirla. Esperaba que estuviera agradecida, orgullosa de mí al menos.
Pero no esperaba la decepción en su rostro que se desliza debajo de mi
piel como una astilla.
—¿Tu hija vino hasta aquí para salvarte y así es como le das las
gracias? —La voz de Latham está llena de indignación. Falso, por
supuesto. Pero es como si supiera exactamente cómo alcanzar mi corazón
y tocar la cuerda que haría el sonido más triste. Me corroe lo fácil que
puede ver a través de mí cuando mi propia madre no puede.

—Esto es una locura, Latham —dice mi madre. —No importa cuánto


poder acumule, no puede cambiar lo que sucedió con Avalina.

Miro de un lado a otro entre ellos. Sus dedos se aprietan en un puño.


El nombre claramente lo afecta. Pienso en el desvaído tatuaje rojo
alrededor de la muñeca de Latham y en lo que dijo durante nuestro
entrenamiento: la amaba, pero las reglas del Alto Consejo no nos
permitían estar juntos.

—Oh, Della, no pretendamos que tú y yo somos muy diferentes. Mira


los extremos que hiciste para cambiar el destino de Saskia. Y sin
embargo, aquí estamos.

—Desátala. —La voz de Bram tiembla de rabia. Sus manos están


enroscadas a los costados, sus nudillos blancos—. Ahora.

Los ojos de Latham se abren, sobresaltados. Su pierna tiende a


doblarse. Se tiene que agarrar el respaldo de una silla para mantenerse
erguido.

—No te atrevas, pequeño Quebrantador. Ese es un juego que vas a


perder. ¿Lars?

El mayor Quebrantador sumerge sus dedos en la bolsa que cuelga de


su cintura y rompe uno de los huesos. Una de las costillas de Bram se
rompe con un crujido repugnante. Su cara se pone pálida. Presiona una
mano en su costado, pero su expresión permanece enfocada. Lars gruñe
de dolor.

—Saskia —dice mi madre, su voz baja pero urgente—, corre.

Sacudo la cabeza.

—No te dejaré. —Mis ojos están fijos en Bram, que todavía está
intercambiando rupturas con Lars—. O él…

—Por favor —dice ella—, por favor, vete ahora mientras están
distraídos.
En cambio, me acerco a ella, intentando ver mejor los nudos
alrededor de sus muñecas. Si puedo desatarla, tal vez tendremos una
disputa posibilidad de escapar.

Lars se estrella contra el estrado. Bram avanza hacia él, rasga la bolsa
de su cinturón y lo arroja a un lado. La mirada de Latham parpadea entre
ellos. Y luego a mí. Él tiene que recuperar la bolsa de hueso del
Quebrantador, o Bram lo superará.

Latham señala un dedo en mi dirección.

—No te muevas.

Pero en el momento en que mira hacia otro lado, corro hacia mi


madre. Las cuerdas alrededor de sus muñecas le han dejado irritadas.
La sangre gotea por sus manos. Claramente ha estado tratando de soltar
la cuerda por su cuenta.

Bram suelta un grito agudo y me arriesgo a echarle un vistazo. Está


húmedo y pegajoso, pero todavía está de pie. Sigo tirando de los nudos.

—Déjame —dice mi madre—. Por favor, Saskia. Haz esta última cosa
por mí.

Última cosa. Las palabras son un duro golpe en mi corazón. Continúo


con mi tarea.

De repente, soy tirada del pelo. Una cuchilla fría presiona contra mi
garganta.

—Detente o ella muere —dice Latham.

Bram se queda inmóvil. Su expresión se transforma de la


concentración al horror.

—Déjala ir. —Más una súplica que una orden.

Latham suspira. Puedo sentir su aliento, caliente contra mi cuello.


Una ola de náuseas me recorre.

—Realmente no me has dejado otra opción, pequeño Quebrantador.


Tenía la esperanza de sacar un poco de esto. Sus huesos serían más
valiosos si ella muriera lentamente. Pero, por desgracia, eres demasiado
talentoso y no puedo permitir que arruines todo.

Lucho contra Latham, pero su agarre es fuerte. Su rodilla puede estar


lesionada, pero sus brazos son fuertes. Cuando trato de darle una
patada, clava el cuchillo en mi piel. Un cálido chorro de sangre se desliza
por mi cuello.

—Por favor. —La voz de Bram es suave, rota—: No hagas esto.

—¿La amas?

Bram duda, una docena de emociones parpadean en su rostro.

Latham me abraza más fuerte contra él, y presiono mis labios para
no llorar.

—¿La. Amas?

—¡Sí! —espeta Bram.

—Bien —dice Latham—. Todos deberíamos ser amados antes de


morir. —Su boca se dobla en una cruel sonrisa—. Nos hace mucho más
poderosos.

Su cuchillo se desliza entre mis costillas. Un momento rápido de


intenso dolor seguido de un completo entumecimiento, creo que debí
haber imaginado la hoja. Latham suelta mis hombros y me tropiezo hacia
adelante. Miro hacia abajo. La sangre florece en mi camisa, pero se siente
como un sueño. Debería estar más angustiada si realmente me estuviera
muriendo. Pongo mis dedos en la tela y salieron pegajosos.

Alguien está gritando.

Bram corre hacia mí. La agonía tuerce sus rasgos. Intento preguntarle
si está bien, preguntar dónde está herido y qué se ha roto, pero las
palabras salen confusas. Me levanta en sus brazos y nos deslizamos al
suelo.

¿Es mi madre gritando?

Bram presiona una palma contra mi estómago, pero aún puedo sentir
la sangre goteando.

—Quédate conmigo —dice—. Por favor, quédate conmigo.

No voy a ninguna parte. Intento decírselo, pero no puedo respirar


correctamente. Le toco la cara. Sus mejillas están húmedas de lágrimas.

—¿Saskia?

Me doy cuenta de que mis ojos se han cerrado y lucho por volver a
abrirlos.
La cara de Bram se cierne sobre la mía, borrosa. Conozco esta
expresión. Es la misma que usaba en la visión mientras veía arder su
casa. Desesperación sombría.

—¿Bram?

—¿Si? —Me quita el pelo de la cara. Mis mejillas están húmedas, pero
creo que quizás sean sus lágrimas cayendo y no las mías.

—Tatuaje. —La palabra sale débilmente, pero creo que entiende.

Levanta mi brazo y un sollozo ahoga su garganta. Su pulgar rosa a lo


largo de la delgada línea. Lleva mi mano a sus labios y besa el suave
interior de mi muñeca. Ahueco su barbilla en mi palma y se inclina hacia
mí. Sus dedos trazan los contornos de mi cara como si estuviera tratando
de memorizar cada detalle. Luego inclina su cabeza hacia la mía, besa
mis sienes, mis mejillas, el lugar justo debajo de mi oreja.

Finalmente sus labios y los míos. El beso es lento, suave y salado con
lágrimas.

El amor se derrite a través de mí. Hay tantas cosas que quiero decirle,
pero no sé si puedo encontrar la fuerza.

—¿Tú…? —Estoy sin aliento para terminar.

Bram levanta su brazo y tira de su manga hacia atrás. Un tatuaje rojo


brillante rodea su muñeca, vibrante y vivo.

—No es el primer tatuaje que me has hecho.

Sus dedos acarician suavemente mi frente. Sus lágrimas siguen


cayendo. Pienso en el tatuaje en la planta de su pie: las hojas en forma
de lágrima que cuelgan de una fina enredadera. De Bram torciendo el
mismo tipo de vid en una corona y ofreciéndomela. Puedo escuchar el
final de su oración aunque él no lo diga. El tatuaje del amor no fue lo
primero que le di. Pero será el último.

Levanto mis dedos hacia sus labios y trato de hablar.

—¿…me am…?

Manchas negras se precipitan en mi visión. Y el mundo se oscurece.


31
La Tutora
Traducido por Yiany

D
eclan yace en el suelo rodeado de vidrios rotos del jarrón que
rompí sobre su cabeza. Un delgado riachuelo de sangre gotea
por su sien. Me mira boquiabierto, mi mano ahora enroscada
alrededor de su cuchillo, como si fuera una extraña. Pero la risa
proveniente del otro lado de la habitación es cualquier cosa menos
temerosa.

Me giro para encontrar a Latham con mi madre en sus brazos: su


espalda presionada contra su pecho, otro cuchillo más grande en su
garganta. Su risa se desliza por mi columna vertebral como hielo.

—No pensaste que le daría a ese estúpido chico mi única arma,


¿verdad?

—Déjala ir —le digo—, por favor.

Mi madre ni siquiera lucha contra él. Su mirada está fija en mí.


Suplicando por algo que no puedo descifrar.

—Mejor —dice—, tengamos más de eso.

—¿Más de qué?

Latham sonríe, pero es una expresión malvada y salvaje.

—Más ruegos.

¿Por qué no está peleando? Esta no es la mujer que Abuela describió


cuando le dijo a Latham que nunca se libraría de matarnos a los tres.

—Haz algo —le digo. Esta vez mi ruego es por mi madre, no por
Latham. Aun así, parece complacerlo.
—Della no va a hacer nada, cariño. Sabe que tengo la intención de
que muera violentamente, por lo que está tratando de escapar
pacíficamente. No funcionará, pero admiro el esfuerzo.

La bilis se eleva en el fondo de mi garganta. Mis dedos se aprietan


alrededor del cuchillo en mi puño. Doy un paso hacia Latham. Tal vez
pueda acercarme lo suficiente como para hacer algo de daño. Tengo que
al menos intentarlo. Mi madre sacudió sutilmente la cabeza.

Latham hace un ruido de desaprobación. Un dolor agudo atraviesa


mi pierna y lloro. Frenéticamente, mi mirada recorre la habitación. Veo a
un hombre con una capa negra merodeando en el pasillo. Un
Quebrantador.

—Gracias, Lars —dice Latham, y el hombre se derrite en las


sombras—. Considera eso como una advertencia. Ahora, entonces,
¿dónde estábamos?

—Deja de jugar, Latham —dice mi madre—. Dejala sola. Mis huesos


proporcionarán energía más que suficiente para una persona.

—Ah, pero no estoy haciendo esto solo por una persona. Lo hago por
cada Encantador cuyo poder ha sido limitado por el consejo. Todo
Encantador que haya perdido a alguien que debería haber podido salvar.
Todo Encantador que ha sido impedido de controlar el destino por las
ridículas reglas del Consejo. Creo que de todas las personas lo
entenderías, Della.

—Soy la última persona que lo entenderá —dice mi madre.

La voz de Latham se suaviza, como si estuviera susurrando al oído de


una amante cuando dice:

—¿No dijiste siempre que el kenning debería ser gratis? ¿Que las
reglas del Consejo favorecían a los privilegiados en lugar de a los más
talentosos? Tenías razón, Della. Avalina y yo estaríamos juntos si no
fuera por el Consejo. Y tal vez tu esposo aún estaría vivo si hubieras
estado dispuesta a romper algunas reglas también.

Siento que la sangre se drena de mi cara. ¿Ella podría haber salvado


a mi padre?

—Incluso si tienes razón, esta no es la manera de cambiar las cosas.


—Ella traga, y sus ojos miran hacia mí—. Y no podría haber salvado a
Filip. Algunas cosas no pueden ser alteradas.
—Con suficiente potencia, cualquier cosa puede ser alterada. No
tienes idea de las cosas maravillosas que he planeado para Kastelia.
Piensa en esto como un sacrificio digno para tu país.

—No te preocupas por nadie más que por ti mismo. Nunca lo harás.

La espada de Latham muerde su carne. Un hilo rojo corre por su


cuello, brillante contra su pálida piel.

—No te diré que te calles de nuevo.

—Todavía no tienes los huesos de Abuela —le digo, aferrándome a


este hecho, como una rama delgada que se arquea sobre un vórtice—. Si
nos matas, nunca los encontrarás.

—¿No?

Su tono hace que mi mirada se corte hacia mi madre. Su expresión


es pétrea.

—No los tengo todos, es verdad —dice—. Della usó algunos en el


kenning. Agita una mano hacia el lavabo al otro lado de la habitación—.
Y parece que una de ustedes usó algunos más recientemente. ¿Pero el
resto? Son míos.

—¿Cómo? —pregunto—. ¿Cuándo?

Él da una risa oscura.

—¿Della no te lo dijo? He tenido los huesos de tu Abuela desde que


los manipuladores terminaron de prepararlos. Excepto por los pocos que
Della contuvo y se había preparado a escondidas, pero los conseguí a
tiempo.

—Estás mintiendo —digo—. Oskar nos habría dicho que estaban


desaparecidos.

—Oskar es un tonto incompetente. Todavía no sabe que están


desaparecidos —dice Latham—. Entonces, cuando tomé los huesos de tu
padre, me aseguré de dejar en claro que incluso él sabía que se habían
ido. Necesitaba algo personal para involucrarte, querida Saskia.

Pienso en la caja abierta y vacía en el medio del piso en la casa de los


huesos. De mi madre especulando que alguien quería que ella supiera lo
que habían hecho. Latham se estaba burlando de ella. ¿Pero por qué?
Intento recordar lo que dijo sobre mi tatuaje de maestría. Algo sobre que
era la última pieza que necesitaba. Los huesos perdidos de mi padre,
junto con los asesinatos de Anders y Rakel, llevaron a mi madre a
entrenarme. Latham debe haber sabido exactamente qué serie de eventos
conducirían al tatuaje en mi brazo. Ha estado planeando esto por meses.
Quizás por años.

Y jugué directamente en sus manos.

Si el hueso no se hubiera roto, si hubiera aceptado mi destino, tal vez


no estaríamos aquí ahora. Quizás no me sentiría tan impotente.

Pero no soy impotente. Puede que no esté vinculada como una


Encantadora de Huesos, pero estoy entrenada como una. Y eso tiene que
ser bueno para algo. Aun así, no es como si pudiera sacar un conjunto
de huesos y hacer una lectura aquí y ahora. Encuentra el punto débil de
tu oponente. La magia nutrida se hace más fuerte. La sabiduría de mi
padre y mi madre resuenan en mi mente y se funden. Pienso en la
primera vez que tuve éxito leyendo los huesos. De las palabras de Latham
a Declan: asegúrate de que esa chica se enamore de ti.

Mis pensamientos giran alrededor de mi mente como el juguete de un


niño.

Y luego se ralentizan.

Se inclinan.

Y se quedan quietos.

Latham necesita que tenga el tatuaje de maestría, pero también


necesita que tenga el tatuaje de amor.

Y no lo tengo.

Mi plan para engañar a Declan para que crea que estoy enamorada
de él es el punto débil de Latham. Puedo usar lo que Latham no sabe
contra él. Ese es mi poder.

Me froto la muñeca con más fuerza. Finalmente el tatuaje comienza


a mancharse.

—Latham, no hagas esto —dice mi madre—, por favor.

Está tratando de comprarme más tiempo. Lamo mi pulgar y unto la


pintura a lo largo de mi piel.

—Avalina no querría esto para ti. Odiaría en lo que te has convertido.

Latham respira hondo. Se vuelve hacia mí y me quedo inmóvil. La


cabeza ladeada a un lado. Pajaril. Inquisitivo.
—¿Qué tal un pequeño ruego, Saskia? ¿Te gustaría abrazar a tu
madre por última vez?

Mi mente se queda en blanco. Sé que la pregunta es un juego, pero


no puedo entender la estrategia.

Él deja caer el cuchillo a su lado.

—¿Bien?

—Sí —digo, mi voz tensa.

Latham le da un pequeño empujón a mi madre.

—Continúa entonces. Despídete.

Ella da un paso hacia mí. Y luego otro. Su expresión es resignada,


triste. Me da una pequeña sonrisa mientras me alcanza. Y luego, de
repente, sus ojos se abren. Mira su pecho, la sangre que se filtra a través
de su camisa.

Estaba a solo un momento de caer en sus brazos, cuando Latham la


apuñaló por la espalda.

Mi visión se pone roja. Grito.

—Mamá, no. ¡Por favor no!

Mi madre titubea. La atrapo y nos caemos al suelo. Su respiración es


irregular. Sus ojos son vidriosos. Presiono mis manos contra la herida,
pero la sangre brota de mis dedos. Las lágrimas corren por mis mejillas.

Latham me agarra por los brazos y me tira hacia atrás. Mi madre cae
lejos de mí, todavía sin aliento.

Lucho contra Latham, le doy un fuerte codazo en la nariz. Gruñe y


aprieta su agarre. Mi hombro arde de dolor. Latham me voltea sobre mi
espalda y presiona el cuchillo contra mi garganta. Me levanto y lo golpeo
en la cara.

Gira el cuchillo en su puño para que el extremo romo del mango


quede frente a mí, y luego lo golpea con fuerza sobre mi sien. El dolor
explota en mi cabeza. Sangre tibia gotea por mi mejilla.

—¡Mi tatuaje de amor es falso! —grito.

Su expresión vacila.

—¿Qué?
—Nunca podría amar a alguien como Declan.

Gira la cabeza en dirección a Declan.

—Será mejor que esté mintiendo.

Latham usa sus rodillas para sujetar mis hombros hacia abajo. Me
agarra la muñeca y la tuerce con fuerza, doblando todo el brazo en un
ángulo antinatural. La agonía me provoca náuseas en la garganta. Acerca
mi mano a su rostro y examina mi muñeca. Solo puedo esperar haber
hecho un buen trabajo al untar la pintura oscura.

Declan hace un ruido que suena como un animal asustado. Sus ojos
están fijos en mí y llenos de temor. Latham me escupe en la muñeca y
me frota la piel. La furia tranquila cincela sus facciones. Entonces,
abruptamente, su expresión cambia. Sonríe. Comienza a reír.

Deja caer mi mano y se sienta sobre sus talones. Examino el tatuaje


y se me hiela el corazón. Debajo de la pintura manchada, una tenue línea
rosa se ha grabado alrededor de mi muñeca.

Y no tengo idea de dónde vino.

Me quito el pelo de la frente y me alejo de él. Si solo puedo llegar a mi


madre...

—No te molestes —dice Latham en voz baja—. Ella ya está muerta.

Está mintiendo. Tiene que estarlo. Me arrastro hacia ella a pesar de


que mi cabeza grita en protesta. Yace boca abajo en un charco de sangre.
Sus ojos están abiertos y vacíos.

—¡No! —La palabra raspa mi garganta—. Por favor, no.

La alcanzo, agarro su mano fría en la mía. Mi visión se vuelve borrosa.


Lágrimas calientes ruedan por mis mejillas y no me molesto en
limpiarlas. Durante meses me ha preocupado que esta realidad
desaparezca, pero simplemente desaparecer sería un final mucho más
misericordioso.

—Lars —dice Latham—, átala. Vamos a matarla lentamente.

El Quebrantador tira de mis manos a la espalda y sujeta con una


soga. Intento luchar contra él, pero no sirve de nada. He perdido
demasiada sangre y él es demasiado fuerte.
Latham avanza hacia la cocina y escucho que los armarios y cajones
se abren y se cierran de golpe. Se me encoge el estómago. Probablemente
esté buscando cosas para torturarme.

Me giro hacia Declan. Se sienta inmóvil en la esquina, todavía


rodeado de vidrios rotos. Pero su expresión es atormentada y llena de
arrepentimiento. Ha sido mi ruina, pero también es mi última
oportunidad de supervivencia.

—Nunca respondiste mi pregunta —digo suavemente—. ¿Alguna vez


te preocupaste por mí?

Se estremece. Sus ojos son inciertos mientras caen sobre mi muñeca.


¿Se pregunta si el tatuaje significa que estoy enamorada de él después
de todo? ¿Puedo usar eso para salvarme?

—Hemos pasado por muchas cosas. Declan, por favor.

Su mirada se dirige a Lars, que está revisando su cartera de huesos.


Los dedos de Declan se cierran alrededor de un fragmento de vidrio. Le
doy un asentimiento alentador. Si puede incapacitar a Lars, tendremos
muchas más posibilidades de escapar. Latham no será casi tan poderoso
sin su Quebrantador.

En un movimiento fluido, Declan se pone de pie. Pero en lugar de


atacar a Lars, se aleja del Quebrantador y se dirige hacia el frente de la
casa. La última de mis esperanzas se desvanece y el odio candente me
quema. Debería haber sabido que me abandonaría y se salvaría.

Declan abre la puerta.

—¡Ayuda! —grita—. ¡Alguien ayuda! Nosotros...

Sus palabras se estrangulan y cae al suelo. Lars se encuentra en el


umbral, con su bolsa de huesos abierta, una vértebra de rana rota entre
su pulgar e índice. Me atraganto la idea de que la columna vertebral de
Declan se rompa.

Latham sale corriendo de la cocina, su rostro retorcido de ira.


Sostiene un mazo en una mano y una aguja larga en la otra.

—¡Idiota! —le grita a Lars—. ¿Cómo salió?

La cara del Quebrantador se vuelve pétrea. Mete una mano en la bolsa


de su cintura y deja que los pequeños huesos caigan entre sus dedos.

—Esta ciudad está llena de Vigilantes. —Sus ojos miran hacia mí—.
Será mejor que la mates ahora.
Latham mira por la ventana y su mandíbula se tensa.

—Demasiado tarde. La Guardia de Marfil ya casi está aquí.

Se inclina y toma el cuerpo sin vida de mi madre en sus brazos.


Aprieto mi hombro contra su pierna para tratar de detenerlo, pero apunta
un pie a mi sien y me patea. El dolor me atraviesa la cabeza. Pruebo la
sal y no sé si es por sangre o lágrimas o por ambas.

Latham se dirige hacia la puerta, acunando a mi madre cerca de su


pecho, y lloro.

—Por favor —le digo—. Por favor, no te la lleves.

Se vuelve hacia mí y sonríe.

—Te veré pronto, Saskia. Puedes contar con eso.

Se va, y me quedo sola preguntándome cómo es que un corazón roto


puede seguir latiendo.
32
Saskia
Traducido por Grisy Taty

Nado a través de capas de oscuridad, intentando alcanzar la


superficie, pero el sueño me empuja. Me hunde. Me mantiene cautiva.

M
i cráneo está pesado con dolorosos martilleos. Pulsantes y
e implacables. Distantemente, soy consciente de que algo
necesita mi atención: mi mente se extiende hacia eso, pero
está fuera de alcance. El golpeteo es demasiado ruidoso para
concentrarse. Imágenes me empujan a la superficie: mi madre trenzando
mi cabello, dedos expertos moviéndose rápidamente entre hebras pálidas;
Ami acostada en el césped a la orilla del Shard, sus dedos excavando en
el brillante césped verde; Abuela empujándome a su regazo para una
historia. Y entonces otra imagen me empuja más profundamente en la
oscuridad: el destello de una espada contra una garganta; amplios,
asombrados ojos; miedo ácido.

Le ordeno a mis ojos abrirse, pero no obedecerán. Es demasiado


esfuerzo. Así que me rindo y dejo que la oscuridad me trague, que me
lleve a un lugar donde el dolor no existe y los corazones no pueden
romperse.

Un grito golpea a través del pequeño silencio que envuelve mi mente.


Mis ojos se abren. Intento sentarme, pero mi cabeza palpita con dolor.
Mis extremidades se sienten lentas y pesadas.

—¿Saskia? —La voz de Ami está al borde de la histeria. Se arrodilla


junto a mí—. ¿Puedes escucharme? ¿Qué ocurrió?
Me alejo de los recuerdos que plagan mi mente. Pesadillas. Solo
pesadillas. Excepto… los pensamientos no se alejan flotando cuando
intento sostenerlos, como lo hacen los sueños. Se vuelven más vívidos.
Más reales. Dolor empuja contra mi caja torácica. Hago un sonido
involuntario.

Ami afloja los nudos en mis muñecas y luego limpia la sangre sobre
mi frente con el borde de su manga.

—Hay un Vigilante muerto afuera. —Su voz tiembla—, y Declan… —


Se detiene—. Sas, ¿quién hizo esto?

Aprieto mis ojos con fuerza antes de abrirlos de nuevo.

—Quiero… —Es tan difícil hablar. Las palabras se sienten como grava
en mi garganta—. Quiero a mi madre.

Ami muerde su labio. Sus ojos se llenan con lágrimas.

—Necesitas un Sanador —dice. Puedo escuchar la forzada calma en


su tono, como si estuviera luchando para mantenerse entera. Aprieta mi
hombro gentilmente—. Tengo que irme por ayuda, pero no me iré por
mucho. Vas a estar bien, lo prometo.

Pero se equivoca. Nunca estaré bien de nuevo.

La puerta se cierra tras ella e intento una vez más sentarme. Mi


cabeza palpita y una ola de mareos me recorre. Cuando mis ojos
finalmente se enfocan, desearía no haberlos abierto nunca. Mi madre se
ha ido, pero el pozo de sangre permanece, un recordatorio de que no fue
solo un mal sueño. El llanto sube por mi garganta, tan denso que
difícilmente puedo respirar.

Mi mirada parpadea al hueso de Abuela sobre el estante. Había


estado tan preocupada sobre está vida desapareciendo, pero ahora es mi
única hebra de esperanza. Anhelo desaparecer de esta existencia y vivir
en un mundo donde mi madre sobrevive. Cuidadosamente, me pongo de
pie. Mi cabeza duele. Saco el hueso del estante. Sigue suspendido en la
solución nutritiva. Le doy vueltas de un lado a otro. Lo examino desde
todos los ángulos.

Y entonces caigo sobre mis rodillas.

El hueso está completamente curado. Esta es la realidad que


sobrevivió.
Las palabras de Abuela vagan a través de mi mente. Saboreo la
amarga verdad en ellas. El pasado en una cosa rígida e inalterable.

Mi madre se ha ido para siempre.

El tiempo pasa. Las sombras en la habitación se alargan, volviéndose


versiones distorsionadas de los objetos sobre ellas. Versiones más
oscuras, más horribles de la verdad.

Vagamente, me pregunto a dónde ha ido Ami. Y entonces recuerdo


que Midwood ya no tiene un Sanador. Anders está muerto. Justo como
Rakel. Y Declan. Y mi madre.

Froto la pintura en mi muñeca hasta que la línea rosa debajo es


claramente visible. He esperado meses para ver esto: primero con la
intensa esperanza que realmente estaba enamorada de Declan, y luego
cuando estaba desesperada por engañar a mi cuerpo para creer algo que
no era cierto. Pero nunca apareció. ¿Entonces por qué ahora?

Los tatuajes siempre se producen en respuesta a experiencias


altamente emocionales. Es por eso que tan pocos niños tienen tatuajes
por amar a sus padres. Esa clase de amor es demasiado instintiva,
demasiado gradual. Pero muchas personas que no tenían tatuajes de
amor antes de que fueran padres los consiguen la primera vez que
sostienen a sus hijos en sus brazos.

Es un solo momento de abrumante amor.

Pero tal vez ver un cuchillo presionado contra la garganta de mi


madre —entender lo que significaría perderla— fue suficiente para que el
tatuaje se materializara. Es la única explicación en la que puedo pensar.

Voces vagan desde afuera y me sacan de mis pensamientos. Arranco


el hueso de Abuela de la solución nutritiva y lo empujo en mi bolsillo.

La puerta se abre, y Ami entra, seguida por los dos miembros no-
mágicos del Consejo del pueblo —Valera y Erik— junto a varias personas
que no reconozco. Un jadeo colectivo ondula por toda la habitación.

—Oh, cariño —dice Valera. Algo sobre la tierna nota en su voz, el


dolor crudo, hace que lágrimas frescas caigan—. ¿Qué en el nombre de
los huesos ocurrió aquí?

Las palabras caen de mis labios como vidrio roto: afiladas e


impactantes, con piezas irregulares que cortan mientras caen. Les digo
sobre todo excepto sobre el hueso roto de Abuela. No sé cómo lo
explicaría, y aunque mi madre se ha ido, todavía quiero proteger sus
secretos. Además, tal vez mi línea de tiempo nunca se dividió en lo
absoluto. Tal vez esta terrible vida fue la única que alguna vez tuve.

Un Sanador viene desde Brisby el día siguiente. Es un viejo con una


espesa melena de brillante cabello plateado. Sus manos son gentiles
mientras me examina. El bulto en mi cabeza es del tamaño de una
ciruela, y todavía duele cuando me muevo.

—Te recuperarás, pero deberías descansar por unos cuantos días. Sin
correr. Sin nadar. Tanto descanso como sea posible. —Mi familia entera
está muerta. Todo lo que quiero hacer es dormir.

Posa una palma sobre mi antebrazo.

—Tienes que haber sufrido mucho más de lo que es justo para alguien
tan joven. No soy un Sanador tan experimentado para aliviar ese dolor.
Nunca se irá, no completamente, pero recuerda que las cosas afiladas
tienden a volverse nulas con el tiempo.

Volteo mi rostro y miro fijamente la pared. No estoy de humor para


sabiduría campechana o promesas falsas. El Sanador espera por un rato
antes de recibir el mensaje de que no voy a decir nada más.

—Dejaré algo sobre la mesa de noche para el dolor. —Me da una


incómoda palmada en la espalda y entonces se va, cerrando la puerta
tras él.

Vacío la medicina de un trago. Amargura cubre mi lengua y se desliza


por mi garganta. Me hundo en las almohadas y espero a que el dolor
desaparezca. No lo hace.

Persigo el sueño, pero nunca lo alcanzo. Cada vez que empiezo a


dormirme, me despierto de un salto, sin aliento. Es como si mi mente
supiera que el sueño es una criatura con garras. Que mis pesadillas no
se desvanecerán cuando me despierte.

Un suave golpe suena en la puerta y Ami asoma su cabeza. He robado


su cuarto, su cama, su paz.

—¿Puedo entrar?

—Por supuesto.

Se sienta al borde de la cama.

—¿Te sientes mejor?


Me encojo de hombros. El denso sentimiento de la medicina ha
empezado desaparecer, y la lucidez que viene con él no es bienvenida.

—El Gran Consejo va a enviar un equipo a investigar —dice Ami—, y


la Guardia de Marfil está buscando a Latham. Pensé que te gustaría
saberlo.

—No lo encontrarán.

Frunce el ceño.

—Podrían.

Pero está equivocada. Asaltó la casa de los huesos mientras la


Guardia de Marfil permanecía afuera. Mientras un equipo de Vigilantes
tenía a sus animales cercando el edificio. Cualquiera que sea la magia
que tiene a su disposición es más fuerte que la de ellos.

El amanecer se filtra a través de las cortinas. Las horas han pasado


como días. Los días como meses. Estoy atrapada por el tiempo: se mueve
demasiado lento y demasiado rápido al mismo tiempo. Difícilmente puedo
creer que mi madre murió hace apenas una semana. Y sin embargo se
siente tan lejano, tan inalcanzable, es como si hubiéramos estado juntas
en un año.

Y todavía no puedo soportar ir a casa.

Una garganta se aclara —profunda, masculina— y levanto mi cabeza.

Bram Wilberg se encuentra en el umbral. La visión de él envía una


sacudida de reconocimiento a través de mí. Desde el encuentro con el
prisionero cuando tenía doce, cada vez que nuestros caminos se han
cruzado, he sentido una combinación de culpa y miedo que me hacía
darme la vuelta. Pero ahora… hay algo más. Una agitación desconocida
en mi pecho que me da curiosidad y confusión por partes iguales.

—Lamento llegar sin anunciar —dice—. ¿Puedo entrar?

Paso una mano sobre mi cabello, de repente autoconsciente sobre


desastrosa trenza de ayer.

—Sí, por supuesto. —Mi voz sale rasposa, ya sea por demasiado llanto
o muy poca charla, no lo sé.
Bram llega a mi cama. Su mirada cae a mis manos y sus ojos se
amplían con sorpresa. Al principio creo que está mirando al tatuaje de
amor alrededor de mi muñeca. Pero no. Está mirando fijamente al
pequeño tatuaje negro en mi nudillo. De repente el peso completo de
nuestra historia se asienta entre nosotros como una barricada. Empujo
mis manos bajo el edredón.

La expresión de Bram se aclara, como una pizarra limpiada.

—Escuché sobre tu madre. Lo siento tanto. Era una mujer increíble.


—Es el mismo sentimiento que he escuchado al menos tres docenas de
veces mientras los lugareños han venido a ofrecer sus respetos.

—Sí —digo imperturbablemente—, lo era. —Algo escurridizo baila al


borde de mi mente, pero soy demasiado lenta para alcanzarlo.

—¿Cómo estás?

—Estoy sobreviviendo.

Su rostro cae.

—Lo siento. Qué pregunta tan horrible. Por supuesto, no estás bien.
Pensarías que después de seis días en un barco habría pensado algo
mejor para decir.

De repente la habitación llega a un enfoque nítido y me doy cuenta


de lo que no había podido descifrar antes. Bram llegó aquí mucho más
rápido de lo que debería haber sido posible. Si ha pasado los últimos seis
días en un barco, tendría que haber dejado Ivory Hall casi
inmediatamente después de que mi madre muriera.

—¿Cómo te enteraste de lo que sucedió?

—Oh —dice Bram—, el Maestro Latham me lo hizo saber.

Mi estómago se tambalea.

—¿Viste a Latham? ¿Estaba en Ivory Hall?

Las cejas de Bram se unen, como si estuviera confundido con mi


fuerte reacción.

—De hecho, no, envió una Nota Rápida sugiriendo que te podría venir
bien una visita. Como que me tomó bajo su protección este año. Y como
supo que era tan cercano a tu madre… —Mi sangre se congela y Bram
deja de hablar—. ¿Qué ocurre? ¿Qué está mal?

—Bram, Latham fue el que la mató.


Su rostro se tensa.

—No —dice—, eso no puede ser correcto.

—Estuve allí. Ella cayó en mis brazos luego de que la apuñalara por
la espalda.

Inhala una honda respiración.

—Eso no tiene ningún sentido. ¿Por qué lo haría? ¿Y por qué me


enviaría a mí un mensaje?

Corro mis palmas por mis brazos, fría de repente. Ni siquiera sé por
dónde empezar a explicar.

Bram toca mi codo suavemente.

—¿Hay algo que pueda hacer? —Tanto la expresión en su rostro como


el tono de su voz son tan encantadoramente familiares que siento un
tirón bajo en mi vientre.

—De hecho, sí —digo—. ¿Podrías conseguirme los recursos para una


lectura de huesos?
33
Saskia
Traducido por Mais

M
e siento en el suelo de la habitación de Ami frente a un
cuenco de piedra con solo un hueso solitario en la parte
baja. Bram camina de un lado a otro a través de lo largo de
la habitación.

—Todavía no entiendo cómo vas a hacer una lectura cuando fuiste


entrenada como tutora.

No estoy segura qué tanto contarle. Dos impulsos se pelean dentro de


mí: uno es una inexplicable ternura por Bram, casi un tirón irresistible
hacia él que me hace querer confesar todo; pero el otro es igual de fuerte
y no puedo evitar desconfiar de él. La última persona que Latham empujó
hacia mí, me traicionó. ¿Y si Bram es el nuevo Declan?

Trago saliva y decido tomar un punto medio.

—El hueso de mi abuela se rompió en el kenning, y se… complicaron


las cosas. Estoy esperando ahora que está sanado, ver lo que mi madre
vio y descubrir qué hacer.

—Pero no estás entrenada —dice él. Y entonces, después de una


pausa agrega—: ¿O sí?

—Estoy suficientemente entrenada.

Me pincho el dedo con una aguja de coser y moteo el hueso con mi


sangre. Abuela, donde sea que estés, por favor haz que esto funcione.
Utilizo una roca y una pieza de pedernal para encender el hueso, y luego
cierro mis ojos.
Colores explotan detrás de mis párpados y soy jalada hacia una
visión. Docenas de caminos se estiran ante mí, dividiéndose en cientos
más. Pero unas cuántas ramas son más brillantes y anchas que las otras.
Camino por un curso bien iluminado y me veo a mí misma esperando en
el puerto por el barco que me llevará hacia Ivory Hall. Bram aborda junto
conmigo. Estamos vinculados, pero ambos estamos infelices por eso. Este
camino se divide en docenas de otros. Exploro uno por uno.

En su mayoría, Bram y yo lentamente llegamos a entender nuestro


pasado, derribamos el muro entre nosotros, y nos enamoramos. En unos
cuántos caminos, nos evitamos y rechazamos el vínculo. Me observo a mí
misma ser entrenada como Encantadora de Huesos, fallando al principio,
pero eventualmente aprendiendo. Aceptando mi poder. Volviéndome
dotada. Pero entonces veo algo que me hace parar en seco. Algunos
caminos tienen huecos en ellos, periodos cortos de tiempo donde parezco
desaparecer. En cada uno de esos caminos, eventualmente termino en
una pequeña cabaña en un pueblo que no reconozco. En algunos de ellos,
me veo morir violentamente, aunque la identidad de mi atacante es
invisible. En otros, sostengo una carta de mi madre advirtiéndome que
estoy en peligro. Un collar con tres círculos enlazados se desliza fuera del
sobre. Lo coloco alrededor de mi cuello y el camino desaparece. No es un
hueco, sino un final. Me observo morir una y otra vez. No tengo dudas
que el futuro que mi madre seleccionó para mí en el primer kenning llevó
a una rica y completa vida: ella no hubiera elegido otra forma. Pero
cualquier decisión que tomé luego debe haberse desviado hacia el
desastre.

Me apresuro de regreso y voy por cada uno de los caminos para


empezar conmigo quedándome en Midwood. Esta vez no hay huecos. A
veces soy vinculada como tutora y gano un tatuaje maestro muy diferente
del que ahora yace en mi brazo. Otras veces, soy vinculada como joyera,
panadera, zapatera. En cada uno, gano un tatuaje maestro diferente. Y
cada camino desaparece rápido. Muero violentamente por la mano de
alguien que es invisible para mí, que fue invisible para mi madre. Latham
me mata al final de todos ellos.

Excepto uno.

Un delgado y pobremente iluminado camino lleva hacia un vínculo de


huesos con Declan. En ese camino mi vida se reproduce más o menos
como realmente fue. Es mi madre quien muere. Y yo vivo.

Una vez que toma su último aliento, cientos de otros caminos se


amplían y destellan a la vida. Y Latham espera en las sombras para
matarme al principio de todos ellos. Intento seguir las opciones mientras
bifurcan, pero están demasiado borrosas para verlas. No debo tener
suficientes huesos —o suficiente rango— para continuar.

Me salgo de la visión sin aliento, y sollozando. Mi madre sabía que


Latham la mataría si escogía este camino. Murió así yo podía vivir.

Una mano cae en mi hombro.

—Sakia, ¿está todo bien?

Me había olvidado que Bram estaba aquí. El sonido de su voz regresa


cada sentimiento tierno que experimenté mientras caminaba por mis
caminos de Ivory Hall. Me pongo de pie y me enfrento a él, mi voz urgente.

—Tienes que volver a la capital. Estarás en peligro si te quedas cerca


de mí.

Me doy cuenta ahora por qué Latham envió a Bram. Bram no es el


nuevo Declan. No de la forma en que pensé, de todos modos. De alguna
manera, Latham recolectó suficientes intensificadores para ver ambos
caminos.

Pienso en su dicha cuando mencionó mi tatuaje maestro antes que


matara a mi madre. Necesitaba que lo tenga antes de morir, así que debe
haber planeado que obtenga ese tatuaje en mi otra realidad, pero lo
obtuve aquí en su lugar. Y pienso en el delgado tatuaje rosa que
misteriosamente apareció sin mí enamorándome. Debe haber venido de
mi camino de Ivory Hall, aunque Latham pensó que me había enamorado
de Declan y logrado insertarlo en Midwood.

Él sabía que los tatuajes aparecerían en diferentes líneas de tiempo y


estaba planeando matarme en ambas. Si ha visto mis otras posibilidades,
entonces sabe que Bram es la persona más probable a terminar conmigo.
Por eso envió a Bram de vuelta a Midwood. Latham quiere que me
enamore de Bram en esta realidad también.

Porque tatuajes de amor —al igual que el mismo amor— pueden


desvanecerse. Cosas que no son nutridas eventualmente, se marchitan.
Y sin los tres tatuajes, mis huesos serán inútiles. Asegurar que el tatuaje
se quede intacto le compra más tiempo para matarme.

Mientras más conectado esté Bram conmigo, en más riesgo estará, lo


que significa que debo quedarme tan lejos de él como sea posible.

—¿Qué sucedió? —pregunta Bram—. ¿Qué viste?


—Latham me quiere muerta. Tiene los huesos de mi abuela y los de
mi madre también, y no va a dejar de cazarme hasta que me mate. —
Tomo sus dedos en los míos, y se sienten familiares de una forma que
hace que mi corazón se rompa—. Gracias por venir, pero debes irte ahora.

—Saskia, ¿qué sucede? No solo voy a irme si estás en peligro.

Por un breve y brillante momento, me imagino aferrándome a él.


Rogándole que se quede y pelee conmigo. Diciéndole que podríamos tener
una gran historia de amor, que hicimos eso una vez en otra vida. Pero es
momento de crecer, ser la hija de mi madre. Necesito ser igual de altruista
que ella. Retiro mi mano.

—Vete —digo—. Por favor.

—No. Saskia, quiero ayudarte.

La expresión seria en su rostro rompe mi ya corazón dividido en dos.

Sé lo que tengo que hacer, pero la idea me enferma. Tomo una


respiración profunda y fuerzo un frío en mi voz.

—Evitarme es el mejor camino para ti. Vuelve a Ivory Hall. Olvida que
existo.

Inclina su cabeza a un lado y estudia mi rostro.

—¿No hiciste una lectura de mí, así que cómo sabes que un camino
diferente llevará a algo mejor? Fácilmente podría virar hacia lo peor.

Las palabras retumban en mi mente. Él me dijo algo similar antes.


En otro lugar, en otro tiempo. Apuesto mi vida por eso.

—Bram, por favor. —Mi garganta se aprieta. Lucho contra las


urgencias de abrazarlo y alejarlo—. Latham me quiere muerta. No quiero
que tú también estés en peligro.

—Él mató a tu madre y luego me envió aquí a ayudarte en tu dolor.


—Las manos de Bram caen a las mías, se curvan alrededor de mis
dedos—. Creo que ya es demasiado tarde.

Debería de gritarle. Decir algo tan horrible que nunca quiera volver a
hablarme. Encontrar una forma de herirlo tan profundamente que lo
mantenga a salvo.

Pero me siento vacía por dentro, lo suficiente que simplemente podría


desvanecerme, y su mano en la mía es lo único que me mantiene en
tierra. No puedo atreverme a hacerlo.
—Fuimos amigos una vez —dice—. ¿Recuerdas?

—Sí —digo suavemente—. Lo recuerdo.

—Entonces déjame ayudar. Por tu madre. —Tira de su nuca—. Por ti.

La idea de tener a Bram a mi lado, de no tener que enfrentar esto a


solas, me envuelve como una sábana caliente. ¿Tal vez puedo ser
suficientemente fuerte para aceptar la amistad de Bram sin enamorarme
de él? Tal vez el tatuaje todavía puede desvanecerse para mantenernos a
ambos a salvo.

O tal vez el destino tiene otros planes.

Otra semana pasa antes de poder obligarme a ir a casa. Alguien —


probablemente ante la petición del consejo del pueblo— ha limpiado la
casa por completo. La sangre ha sido frotada en el suelo y en las paredes,
el vidrio deslizado lejos. El olor fuerte de pulido de madera es grueso en
el aire.

Camino a través de las habitaciones como una extraña. La casa se


siente como una cáscara vacía. Mi madre fue su alma, y ahora es solo
una colección de cosas compartiendo el mismo espacio.

Corro mis dedos a lo largo del manto de la chimenea. Soy una


huérfana. Me siento renacida por este hecho, enmarcada en algo más
duro. Algo con menos curvas y más ángulos. No sé a dónde ir desde aquí.

—¿Hola? ¿Hay alguien en casa?

Una mujer se acerca a la entrada. Su pelo plateado está trenzado y


anudado en un moño apretado en la parte de atrás de su cabeza, y tiene
un tatuaje amarillo de una media luna en el lado de su cuello. Me ve y su
rostro se relaja en una sonrisa.

—La puerta estaba abierta —dice, extendiendo su mano—. Tú debes


ser Saskia.

—Sí. —Tomo su mano—. ¿Y tú eres?

—Norah. Soy Administradora de Ivory Hall. —Debe ver mi expresión


confundida porque explica—: Estoy a cargo de todos los aprendices que
entrenan en la capital.

—Oh —digo—, encantada de conocerte.


—Lamento terriblemente tu pérdida —dice—. Della era adorada por
todos la que la conocían. —Para ahora, el sentimiento ha perdido
significado y solo me hace sentir inerte.

—¿Y tú? —pregunto—. ¿La conocías, quiero decir?

—Solo por su reputación. Pero muchos de los instructores que han


enseñado en Ivory Hall hablan muy bien de ella.

—Uno de sus instructores la asesinó —digo. Estos días mi paciencia


es un pudín hueco que se evapora rápidamente.

Naroh traga.

—Estoy al tanto de eso. Estamos haciendo todo lo posible para


encontrar a Latham. Estoy confiada que lo haremos. Pero ese no es el
motivo por el que estoy aquí.

—¿Por qué lo estás, entonces?

—Tu madre nunca reportó los resultados de tu kenning al Gran


Consejo.

Mis dedos se entrelazan. La habitación se siente demasiado caliente.

—¿No lo hizo?

Norah sacude la cabeza.

—Un descuido, estoy segura. Sé que su madre murió recientemente…

—Mi abuela. Latham también la mató.

Su expresión vacila.

—No había escuchado esa parte —dice suavemente—. Lo lamento. —


Suaviza las invisibles arrugas en su camisa—. Escuché que Della había
perdido su esposo, tu padre, recientemente también. Tanta tragedia.
Debe haber tenido un montón en su mente. Normalmente hubiéramos
tenido a otro Encantador de Huesos que verifique y registre los
resultados. Pero, desafortunadamente, los huesos utilizados en tu
kenning están desaparecidos.

—No sé dónde están.

—No, por supuesto que no. ¿Solo quería saber si podrías contarme
sobre tu kenning? Sé que has hecho algo de trabajo en tutorías, pero no
puedo imaginar… —Se aclara la garganta—. ¿Realmente ese era tu
vínculo?
Envuelvo mis brazos a través de mi cuerpo, agradecida que mis largas
mangas escondan mi tatuaje maestro.

—No estás en problemas —dice suavemente—. Solo necesitamos


saberlo para nuestros registros.

Pienso en el sacrificio de mi madre por mí. De la fiera expresión en su


rostro cuando le dije que pensaba que Latham quería matarme. No se lo
permitiré.

Y no se lo permitió.

Mi madre nunca hizo algo sin razón. Si no reportó los resultados de


mi kenning, no fue un accidente. Tal vez fue capaz de ver más por este
camino con todos los huesos de mi Abuela, más de lo que yo pude con
solo uno. Tal vez estuvo planeando esto todo el tiempo.

Una idea se desarrolla dentro de mí como un mapa a una nueva


tierra. No puedo decidir si es valiente o tonto.

Me siento como si estuviera de pie al borde de un acantilado sin idea


de si el agua debajo es tan profunda y calmada o hueca y turbulenta. Si
salto, ¿nadaré hacia orillas más verdes o seré aplastada contra rocas?

—¿Saskia? —dice Norah—. ¿Fuiste vinculada como tutora?

—No —digo—. Fue vinculada como Encantadora de Huesos. —Podría


ser una mentira, pero se siente como la verdad.

Su rostro registra solo un momento de sorpresa, como si medio


esperaba esta respuesta.

—¿Por qué no viniste a Ivory Hall a empezar tu aprendizaje?

—Mi padre acababa de morir. Y mi abuela antes de eso. No estaba


lista para dejar casa.

—Lo entiendo —dice—. Normalmente no tendríamos permitido


aceptar a un aprendiz tan tarde; una vez que el kenning ha terminado,
no permitimos nuevos ingresos. Pero bajo las circunstancias… —Bajo las
circunstancias, quiere decir que uno de sus propios instructores asesinó
a mi familia—, creo que es apropiado hacer una excepción. ¿Te gustaría
venir a Ivory Hall y comenzar tu entrenamiento?

La idea rueda dentro de mí —áspera, incómoda— pero gradualmente


toma la forma de algo luminoso y atractivo. Como una perla retirada de
una ostra. Además de Ami, no queda nada para mí en Midwood. Pero
Latham trabajó en Ivory Hall. E incluso si ya no está ahí, debe haber
dejado pistas. No puedo silenciar el eco de su voz dentro de mi cabeza:
No tienes idea de las cosas maravillosas que he planeado para Kastelia.
La posibilidad de encontrar respuestas —de tener otra oportunidad de
detenerlo— es demasiado tentadora para resistir.

Entonces está Bram. Trabajar juntos desde Ivory Hall le permitirá


continuar su aprendizaje. Y si vamos a frustrar el plan de Latham, ambos
necesitamos todo el entrenamiento que podamos.

Los dedos de mis pies se aferran al borde del acantilado. Tomo una
respiración, la dejo ir, y salto.

—Sí —digo—. Me gustaría mucho eso.

La boca de Norah se curva en una sonrisa suave.

—Creo que vas a llegar a ser una maravillosa Encantadora de Huesos.


Al igual que tu madre.

Espero que tenga razón. No puedo pensar en un mejor destino.


Próximamente
Saskia regresa a Ivory Hall para entrenar
en magia de huesos, decidida a evitar que
Latham obtenga el poder de las tres
visiones: pasado, presente y futuro. Pero el
peligro acecha en la centro de la fortaleza.
Se están llevando a cabo pruebas para los
aprendices, y las tareas se sienten
específicamente diseñadas para
atormentar a Saskia, que es exactamente
lo que Latham quiere.

A medida que se vuelve cada vez más


suspicaz, su sed de venganza la consume.
Junto con los amigos en los que puede
confiar y el chico que amó en otra vida,
Saskia rastrea pistas del pasado de
Latham para determinar qué hará a continuación. Su búsqueda los lleva
a través de Kastelia y a un taller que alberga una gran colección de
horrores, incluidos los huesos que Latham le robó a Abuela, y el
conocimiento de que el futuro no está en peligro, sino también el pasado.

The Bone Thief - The Bone Charmer #2


Agradecimientos de la autora
Escribir es a menudo un esfuerzo
solitario, pero se necesitan muchas
personas para convertir un borrador en
un libro. Estoy increíblemente agradecida
con cada uno de ellos.

En primer lugar, a mi increíble editora,


Ashley Hearn: No puedo agradecerte lo
suficiente por lo bien que entendiste esta
historia y estos personajes desde el
principio. Tus brillantes conocimientos no solo hicieron de este un mejor
libro, sino que también me hicieron una mejor escritora. ¡Realmente eres
la Encantadora de Libros!

A mi fantástica agente, Kathleen Rushall, a quien le encantó la idea


de The Bone Charmer desde el momento en que se la conté por primera
vez y la defendió con entusiasmo en cada paso del camino. ¡Realmente
no hay palabras para expresar adecuadamente cuánto te aprecio! Desde
tus agudos conocimientos editoriales hasta tus hábiles consejos
profesionales, nunca me llevaste por mal camino.

También aprecio a todas las demás mujeres inteligentes y


comprensivas de la Agencia Literaria Andrea Brown; y un agradecimiento
especial para Jennifer March Soloway, quien tuvo la amabilidad de leer
las primeras páginas y brindar comentarios invaluables.

Estoy muy agradecida con todo el equipo de Page Street por ayudar a
traer The Bone Charmer al mundo: el editor Will Kiester; las publicistas
Lauren Cepero y Lauren Wohl; las pasantes editoriales Trisha Tobias y
Chelsea Hensley; la gerente de producción Meg Palmer; la editora de
producción Hayley Gundlach; la directora editorial Marissa Giambelluca;
la diseñadora Kylie Alexander; la ilustradora Mina Price; y el fantástico
equipo de ventas de Macmillan. Estoy muy agradecida con cada uno de
ustedes por el papel que desempeñaron para hacer realidad este libro y
hacerlo mejor de lo que hubiera sido sin ustedes.

También a Kaitlin Severini: Muchas gracias por la cuidadosa


corrección de estilo y por hacerme ver más inteligente de lo que soy.
Mi más sincero agradecimiento a Katie Nelson, Kate Watson, Emily
R. King, Rosalyn Eves y Tricia Levenseller. Las adoro a todas, y estoy muy
contenta de tenerlos en mi vida, tanto como compañeras escritoras como
amigas.

A los autores que me acompañan en fechas de escritura en una


variedad de cafés: Kendare Blake, Marissa Meyer, Lish McBride y Rori
Shay. Gracias por hacer que el trabajo se sienta un poco menos solitario.
(Y por ayudarme a localizar la palabra correcta cuando he estado mirando
al vacío durante demasiado tiempo).

Mientras escribía este libro, explorando ideas sobre el destino y el


dolor y el amor de la familia, no tenía forma de saber que a mi papá le
diagnosticarían cáncer de esófago poco después de que terminara la
última página. O que fallecería justo antes de que se comenzara a editar.
Fue una agonía abrir el archivo en mi computadora y darme cuenta de
que el libro comienza con una niña que recientemente perdió a su padre,
escrito antes de que tuviera la menor idea de que estaba a punto de
perder el mío. Mi padre fue uno de los mayores partidarios de mi carrera
como escritora y, mientras lo editaba, lo sentí conmigo en cada página.
Papá, desearía haberte visto envejecer; te necesité en mi vida durante
mucho más tiempo, pero estaré eternamente agradecida de que
estuvieras allí en primer lugar. Gracias por elegir un camino que te llevó
a mí.

A mi mamá, que sobrevivió al peor año de su vida, sin dejar de estar


ahí para las personas que la rodean: ¡Te amo con todo mi corazón!

Para mis hijos, Ben, Jacob e Isabella, que son inteligentes y


divertidos, y algunas de las mejores personas que he tenido el privilegio
de conocer. ¡No puedo esperar a ver adónde los llevan sus caminos!

Finalmente, a Justin, quien me ayuda a construir mundos, tanto


reales como imaginarios, y luego me toma de la mano mientras vivimos
allí. Eres mi todo.

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