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NaomiiMora
Traducción
AnamiletG NaomiiMora
Gerald Rimed
Mais Sofiushca
Manati5b Vanemm08
Marbelysz Yavana E.
Maridrewfer Yiany
Recopilación y Revisión
Mais
Diseño
Evani
Índice
Sinopsis Capítulo 19
Capítulo 1 Capítulo 20
Capítulo 2 Capítulo 21
Capítulo 3 Capítulo 22
Capítulo 4 Capítulo 23
Capítulo 5 Capítulo 24
Capítulo 6 Capítulo 25
Capítulo 7 Capítulo 26
Capítulo 8 Capítulo 27
Capítulo 9 Capítulo 28
Capítulo 10 Capítulo 29
Capítulo 11 Capítulo 30
Capítulo 12 Capítulo 31
Capítulo 13 Capítulo 32
Capítulo 14 Capítulo 33
Capítulo 15 Próximamente
Capítulo 17
Capítulo 18
Sinopsis
E
n el mundo de Saskia, los huesos son la fuente de todo poder.
Cuentan el futuro, revelan el pasado y exponen secretos en el
presente. Cada ciudad tiene un vidente designado que realiza
lecturas para la gente del pueblo, y en Midwood, la Encantadora de
Huesos es la madre de Saskia.
Saskia sabe que su madre vio múltiples caminos para ella, pero eligió
uno que sabía que Saskia no querría. Su pelea lleva a una fractura en
uno de los huesos. Los huesos rotos siempre son de mala suerte, pero
este conjunto particular de huesos se ha infundido con magia adicional,
por lo que la ruptura tiene consecuencias devastadoras: el futuro de
Saskia también se ha dividido. Ahora vivirá sus dos caminos potenciales
simultáneamente.
M
añana mi futuro será decidido por los huesos del dedo de
mi abuela muerta. Es como toda mi vida ha sido
determinada: con huesos, sangre, y flamas llameantes.
Cuando tenía cinco años, mi madre me colgó sobre un cuenco de piedra
que estaba sostenido con los omóplatos de un buey y perforó mi talón
con una aguja de costura. No estoy segura de cuántas gotas de sangre
salpicaron en el cuenco. ¿Una? ¿Dos? ¿Diez? No importa. Era suficiente
sangre para infundir los huesos con mi esencia. Sangre suficiente para
decirle a mi madre lo que ella quisiera saber sobre los siguientes años de
mi vida.
Mi madre está sentada en el centro del cuarto frente a uno de los más
destacados agricultores en Midwood, Mikkel Hemming. Hay un cuenco
de piedra en el piso, en medio de los dos, lleno con un puñado de huesos
de animales que, por como lucen, probablemente sean los más baratos
de preparar y no especialmente poderosos. Una lectura casual entonces.
Nada como la ceremonia y solemnidad que representa el Kenning. Mi
madre ni siquiera está usando su bata de Encantadora de Huesos.
Ella pincha el dedo índice de Mikkel con una aguja y lo estruja por
unas cuantas gotas de sangre para los huesos. Después usa una pieza
de un pedernal y una piedra para encender un poco de fuego en el
cuenco.
El cuarto se inclina, cierro mis ojos y los aprieto. Parece que pasan
algunos minutos y después, debajo de mis párpados aún cerrados, veo a
Mikkel en la puerta, sosteniendo su sombrero en una mano. Lo observo
mientras escucho su voz en mi cabeza, agradeciendo a mi madre por su
tiempo. Mis ojos se abren, pero para mí horror mi madre apenas está al
principio de la lectura: inclinando los huesos sobre la alfombra frente a
ella.
Mi garganta se aprieta.
Y no quiero.
—Eso me temía.
Él se pone de pie.
—No creo que la elección de cultivos del Sr. Hemming sea un secreto.
—¿Madre?
—La Primera Visión causa más angustia que las demás. Las visiones
de tu abuela siempre llegaron demasiado tarde para marcar la diferencia
en la felicidad de cualquiera. Pero tal vez los huesos revelarán una de las
otras vistas para ti.
Especialmente yo.
Una mano cae sobre mi hombro y me giro para encontrar a Ami, sus
ojos brillando de emoción. Los músculos de mi espalda se relajan y la
abrazo rápidamente.
Ami se aleja.
—Lo siento —dice ella, rodeando su mano en el aire cerca de su
cabeza—. Mamá no dejaría de quejarse.
Meisha probablemente solo se fue por diez minutos, pero parece que
son días. Sale del Marrow con los ojos bajos, y al principio creo que está
llorando. Pero luego levanta la vista y una sonrisa tímida se derrama de
su rostro. Buenas noticias entonces.
Uno de los niños corre hacia adelante con una pila tambaleante de
mantas pálidas. Bunta saca una de la parte superior de la pila, y él y
Meisha se acomodan frente al fuego para tener su primera conversación
según lo previsto. Echo un vistazo a Declan, pero esta vez no está
mirando.
Varios candidatos más van y vienen, aprendices de panaderos,
artesanos, comerciantes, granjeros. Algunos de ellos son aprendices de
una de las magias de huesos, como Talladores o Sanadores. Pero hasta
ahora, ningún Encantador de Huesos. La línea se está reduciendo y mi
coraje junto con ella.
L
a mañana avanza como un río de jarabe y, sin embargo, cuando
es finalmente mi turno, no me siento lista.
La muerte vino por mi padre solo unos meses luego de que perdimos
a Abuela, y en ocasiones, puedo sentir su aliento contra mi cuello como
si estuviera buscando alguna excusa para venir también por mí. En unos
pocos minutos mi madre podría proveerla de uno. No hay donde
esconderse, ni modo de evadir esto. Solo puedo esperar que de todas las
potenciales direcciones que mi vida podría tomar en este momento, ella
escoja una que me complazca.
Está vestida con una túnica de seda roja que resalta el azul en sus
ojos, y su cabello pálido esta trenzado y enrollado en la parte superior de
su cabeza como una corona. Se ve como una versión mayor de mí.
—¿Estás nerviosa?
Trago.
—¿Debería estarlo?
—¿Confías en mí Saskia?
—Es lo mismo.
Pero no lo es. Sé cómo funciona la lectura: la sangre y la llama se
combinarán, y mi madre verá múltiples posibles futuros para mí. Ramas
que se dirigen en direcciones opuestas. Caminos que divergen en destinos
distintos. Pero como Encantadora de Huesos, ella ha hecho un juramento
sagrado. Tiene el deber de elegir el futuro que utilice mejor mis talentos
para satisfacer las necesidades de la gente de Kastelia. Aún si no es el
camino que me haría más feliz.
—Saskia…
Pincha otro dedo, y luego otro, hasta que los huesos de Abuela están
manchados de rojo. Una vez que está satisfecha de que he sangrado
suficiente, levanta una roca y un trozo de piedra y, con manos expertas,
enciende los huesos.
¿Pero que podría hacerme ella que fuera peor que esto? Seré enviada
lejos de casa para ser entrenada para leer huesos, un destino para el cuál
no podría ser menos adecuada. Y ella me ha emparejado con un chico
cuyos tatuajes han hecho que todo el pueblo le tema, un chico que podría
haber sido mi última elección, si la elección fuese de hecho un lujo que
me perteneciera. No solo viviré una vida miserable, si no que la viviré
sola.
—Dámelo.
Entrecierro los ojos por la luz del sol mientras salgo del Marrow. La
siguiente chica en la fila está saltando ligeramente sobre sus pies.
Dos.
Tres.
Por el rabillo del ojo, veo a Bram estremecerse. Quiero darle las
gracias, pero las palabras se atoran en mi garganta. En cambio, solo
asiento, lo que parece satisfacerla, porque sonríe y se aleja.
—¿Qué?
—Debidamente constatado.
—El día que Kyle Dennis te desafió a una carrera hasta la cima del
enorme roble de los Poulsen, y lo venciste por cinco minutos.
—Para ser justos —dijo mi padre—, la mitad del pueblo estaba loco por
tu madre. Yo solo fui afortunado de que los huesos decidieran sonreírme.
Y mi aprendizaje… por primera vez desde que salí del Marrow, cae en
su lugar que he sido emparejada con Segunda Visión. Siempre había
asumido que, si me convertía en Encantadora de Huesos, sería Primera
Vista como Abuela o Tercera Visión como mi madre. Pero la habilidad de
ver cosas en el presente nunca se me había ocurrido. Ciertamente suena
más seguro que las otras visiones, encontrar objetos perdidos, ayudar a
gente a hacer decisiones, ayudar a curanderos a diagnosticar dolores de
pacientes que no pueden hablar por sí mismos. Pero entonces recordé
que los Encantadores de Huesos Segunda Visión a veces eran usados
para interrogar a criminales acusados y me siento mareada.
Excepto huesos.
H
umo nubla mi visión y lucho contra el impulso de dejar que
mis párpados se cierren de nuevo. Tengo más sueño del que
debería. El Marrow está demasiado caliente y el incienso de
sándalo serpentea por mis fosas nasales, haciéndome marear. Me froto
los ojos y estudio los huesos de dedos ennegrecidos de Abuela esparcidos
por la alfombra blanca entre trozos de ceniza. Mi cabeza punza
ligeramente y me pregunto si es normal que el kenning sea mucho más
agotador que una lectura típica. Pero no es hasta que me concentro en el
rostro de mi madre que la sensación de desorientación se convierte en
alarma. Está mirando fijamente el hueso fracturado como si fuera su
propio corazón roto el que está acunando en la palma de su mano.
—Oh, Saskia.
Sacude la cabeza.
No tiene ningún sentido lo que dice. Pero por otro lado, ese hueso no
estaba roto hace un momento. Estoy segura de ello. Y tirarlo sobre la
alfombra no pudo haber causado una fractura como esa.
—¿Peligroso cómo?
Ella traga.
—Oh, bueno, tal vez los huesos te sorprendieron. Tal vez mi camino
es diferente de lo que pensaste que sería.
—¿Cómo pudiste hacer esto? ¿Por qué harías a los huesos más
poderosos?
La chica que está al frente de la fila rebota sobre los dedos de sus
pies.
Abro la boca para responder, pero luego descubro que no tengo nada
que decir. Conseguí la pasantía y el compañero que quería y aun así,
nunca he estado más preocupada por mi futuro. Mi madre dijo que lo
discutiríamos más tarde, pero no estoy segura de que esto sea algo que
hablando se pueda arreglar. La chica me mira con una expresión
expectante, así que finalmente le doy una respuesta.
Coge una manta de uno de los niños y nos sentamos en una gran
piedra plana cerca de las llamas. Traza pequeños círculos en mi palma
con su pulgar.
El barco que nos llevará a Ivory Hall está casi listo para zarpar y Bram
todavía no está aquí. Tal vez la posibilidad de ser vinculado conmigo era
tan desagradable que decidió abandonar Kastelia; no sería la primera vez
que alguien desaparecía después del día del kenning.
Dejo que mis ojos se alejen de ella, hacia los grupos de familias
reunidos en el puerto. Todos los que fueron asignados a un aprendizaje
fuera de Midwood abordarán el barco hoy y viajarán por el Río Shard
hasta Ivory Hall. Es una de las razones por las que el impuesto del
kenning es tan alto: el costo total de trasladar a tantas personas por todo
el país debe ser astronómico. La misma escena se repetirá en todas las
ciudades y pueblos de Kastelia. El viento empujará los barcos que parten
río arriba hacia la capital —la Ciudad de Kastelia— que se encuentra en
el delta superior. A partir de ahí, los aprendices abordarán nuevos
barcos, y los actuales los llevarán de regreso río abajo a las diferentes
aldeas y pueblos donde han sido asignados. Excepto aquellos de nosotros
aprendices en Ivory Hall, por supuesto, Bram y yo zarparemos solo una
vez.
Ella toma mis manos entre las suyas, sus dedos rozan el pequeño
tatuaje púrpura en la base de mi pulgar. Fue mi primero. Apareció
cuando tenía cinco años, el día que comencé la escuela, el momento en
que solté la mano de mi madre y entré en el pequeño edificio de piedra
donde me esperaba mi tutor. Los tatuajes siempre se materializan como
resultado de intensas experiencias emocionales: rojo para los alegres,
azul cuando la experiencia es triste, cien colores diferentes para una
variedad de sentimientos. Cuando llegué a casa esa tarde, le mostré a mi
madre el tatuaje, una forma pequeña y redondeada que se parecía un
poco al pétalo de una flor. Estaba en el punto exacto de mi piel donde su
pulgar rodeó el mío cuando estábamos de la mano.
La abrazo ferozmente.
—Lo prometo.
—Te amo, Saskia —dice—. Quiero lo mejor para ti. Por favor, créelo.
—Si quisieras lo mejor para mí, no hubieras hecho esto —digo—. ¿Por
qué los huesos me emparejarían con Bram? Ni siquiera está aquí. ¿Cómo
podría importarme una persona que es demasiado cobarde para
presentarse y lidiar con su destino?
Más tarde esa noche me paro en la cubierta del barco y miro hacia mi
casa. El cielo oscuro está lleno de constelaciones que me recuerdan a
pequeños huesos esparcidos sobre una tela de terciopelo. Como si el
futuro del mundo entero pudiera leerse con solo una mirada al cielo.
Docenas de otros aprendices se mueven alrededor del barco,
riéndose, empujándose, salpicándose unos a otros con preguntas sobre
de qué pueblo son o dónde van a comenzar su entrenamiento. Pero yo no
estoy de humor para una pequeña charla.
Me aclaro la garganta.
La vista me inmoviliza.
B
ajo las escaleras la mañana después de que el barco deja
Midwood para encontrar a mi madre sentada en su silla
favorita con un libro de hechizos abierto sobre su regazo.
Tu cama está llamando, Saskia, dijo cada vez, sin darse la vuelta. Me
solía preguntar si podía ver mi futuro sin los huesos. Si había hecho
tantas lecturas sobre mí que podía predecir cada uno de mis movimientos
sin magia ni ceremonia.
—No quise asustarte. —Mi mirada cae hacia las páginas abiertas en
su regazo, hacia los diagramas de los patrones de huesos y las notas
cuidadosamente escritas en los márgenes.
—No estarás completa hasta que el hueso lo esté —dice—. Hacer nada
no es una opción.
¿Qué pensaría Abuela del kenning? Siempre pensó que sería una
Encantadora de Huesos, y cuando era pequeña, esperaba que tuviera
razón. Pero luego todo cambió y la magia fue lo último que quería.
Desearía poder hablar con ella solo una vez más. Pienso en sus últimos
meses, cuando la vejez había pasado factura y comenzó a ver cosas que
no estaban allí, tener pesadillas, perder el control de la realidad. Al final...
sacudo la cabeza para aclarar los pensamientos. No tengo tiempo para
llorar. Hoy no.
La casa de huesos está situada en el extremo más alejado del bosque
en un pequeño edificio de piedra con hiedra trepando por los lados.
Empujo la puerta para encontrar a Ami sentada detrás de un largo
mostrador, con los huesos extendidos frente a ella junto con una
colección de herramientas: pequeños cepillos, cucharas pequeñas,
cuchillas planas. Su cabello de ébano cae sobre su rostro mientras
trabaja. En el kenning fue aprendiz de manipulador de huesos.
Técnicamente no es una de las magias de huesos, pero se venera como si
lo fuera.
—Va bien —me dice—. Pero hay mucho que aprender: miles de formas
de preparar huesos dependiendo de quién los necesita y para qué se
utilizan. Me temo que nunca lo recordaré todo.
Sacudo la cabeza.
Ami estudia la lista que le di. Agarra una canasta y murmura para sí
misma mientras recoge pequeños frascos de vidrio y bolsas de polvo de
los cajones detrás del mostrador.
—Se llama pinner. Hace pequeños agujeros en los huesos para que
las soluciones de preparación puedan penetrar más fácilmente.
Por primera vez desde que llegué aquí, el hombre levanta la cabeza.
—¿Quién pregunta?
—Sé muy bien quién es Della Holte. Lo que quiero saber es qué
negocio tiene ella con esencia de pezuña de caballo.
Él frunce el ceño.
Jadeo.
Una vez que el agua hierve, agregamos azúcar, sal y los ingredientes
que traje de la casa de huesos: un poco de polvo de huesos, la esencia de
la pezuña de caballo, un pequeño frasco de lágrimas. Luego mi madre
saca una aguja de coser de su bolsillo.
Suspiro.
Ella se queda inmóvil, una mano acunada en la otra, una sola gota
de sangre brillante contra su piel de marfil. Espero a que me corrija. Que
repita lo que dijo en el kenning cuando dio a entender que podría tener
la Segunda Visión. O al menos eso es lo que creo que implicaba. He estado
ansiosa por preguntarle sobre eso desde entonces, pero ha estado tan
concentrada en encontrar una manera de curar el hueso, no me he
atrevido. Pero no me corrige.
—Esperamos.
Me alejo de ella.
—Hice algo que no debería haber hecho —dice—. Usé una magia que
está expresamente prohibida, y si el consejo se entera de eso...
Ella suspira.
—¿Por qué no? No parece que hayas seguido estrictamente las reglas
aquí.
Sacude la cabeza.
—¿En serio? ¿Tienes idea de cómo suena eso viniendo de ti? —Toda
mi vida se ha construido alrededor de saber todo sobre mi futuro.
—Pero…
—Y si no sana...
I
vory Hall se encuentra en lo alto de una colina justo debajo de la
primera bifurcación en el Shard. Es una estructura masiva:
blanca y reluciente, con cientos de ventanas y docenas de torres
cuadradas que se extienden hacia el cielo. Cuatro amplios carriles se
derraman colina abajo, el más cercano de los cuales corre paralelo al
puerto donde está atracado nuestro barco.
—No hay tal cosa. —Sabía que todas las magias tenían hueso en el
título. Encantadores de Huesos, como Mamá y Abuela, Talladores de
Huesos, Quebrantadores de Huesos, Sanadores de Huesos.
Los Vigilantes están guiando a las aves, viendo a través de sus ojos
para tener una mejor vista de las actividades a continuación. Enormes
perros blancos recorren la costa y suben y bajan el muelle. Sus dueños
están a cierta distancia, vestidos con las mismas capas verdes pero
tocando instrumentos más grandes. Las flautas deben estar hechas de
los huesos del mismo tipo de animal siendo controlado. Pienso en Ami de
vuelta en Midwood, aprendiz en la casa de huesos, y un dolor me
atraviesa. Me pregunto si aprenderá a preparar huesos para que los
talladores puedan convertirlos en flautas.
—Hola —digo.
—¿Estás nervioso?
Una vez que estamos todos reunidos, la mujer levanta las manos y la
charla emocionada se desvanece.
—Bram —le digo con cuidado—. Creo que se suponía que los
aprendices de la Guardia de Marfil iban hacia el otro lado.
—¿Qué especialidad?
—Rompe huesos.
—No preguntaste.
—¿Debería hacerlo?
Se encoge de hombros.
Abro la boca para preguntar qué está pasando, pero luego otra ola de
mareos se lava sobre mí y no puedo hacer la pregunta. Norah me acaricia
la mano.
Bram.
—¿Quién eres?
—Lo siento…yo…
Aflojo mis trenzas y paso los dedos por mi pelo. Mi cuero cabelludo
es tan tierno que me da un respingo y desearía haber tenido al menos un
poco de consciencia para sacar las horquillas antes de conciliar el sueño.
—No me di cuenta de que Ivory Hall estaba hecho de hueso hasta que
llegué aquí. ¿No te afecta?
—¿Qué sientes?
Ella inclina la cabeza y mira al techo como si tratara de encontrar las
palabras correctas.
—Me siento… inestable. Puedo sentir las heridas en los huesos, las
dolencias que mataron a sus dueños.
Trago.
Tal vez Tessa proviene de una línea más larga de magia de huesos
que yo. Tal vez por eso ya tiene más control de su magia. No porque haya
algo malo conmigo, sino que ella es excepcional.
El gran salón es una sala de forma rectangular tres veces más larga
y ancha, con enormes columnas de hueso que soportan techos altos. La
luz del sol atraviesa las ventanas que bordean el lado izquierdo del
pasillo, bañando la habitación con un brillante resplandor blanco. Filas
de mesas estrechas de madera, cada una con seis cuencas de piedra,
llenan todo el centro del cuarto. Al lado de las cuencas hay capas
cuidadosamente dobladas en una variedad de colores.
Ya no.
—Todos ustedes están interconectados —dice Norah solemnemente—
. Los Talladores elaboran las flautas de hueso que los Vigilantes usan
para controlar animales y las armas que usan los Quebradores para
proteger nuestro país. Los Mezcladores mezclan pociones de huesos que
los Sanadores usan para tratar a los pacientes. Y por supuesto, los
Encantadores realizan lecturas en todos nosotros. Aprenderán a
reconocer cada una en sus clases a medida que aprenden las cosas que
son cruciales para todos los que practican magia de huesos: anatomía,
historia, ética. Los animo a que se ayuden y se apoyen mutuamente.
Ella deja que su mirada recorra la habitación y caiga sobre cada uno
de nosotros.
Una puerta se abre cerca del frente del pasillo y docenas de hombres
y mujeres en coloridas capas se vierten en la habitación.
Norah mueve sus manos frente a ella, con las palmas hacia el techo.
—Saskia Holte —dice Kyra—, has sido elegida como una Encantadora
de Huesos con Segunda Visión, y hoy te unirás a esta magia ya que se
ha unido a ti.
—Sí —digo, inclinando mi dedo hasta que una sola gota cae en la
cuenca.
—Sí. —Tengo que apretar el dedo para obligar otra gota a caer.
D
eclan está esperando en mi escalera delantera, un ramo de
flores púrpuras agarrado en una mano, rebotando
nerviosamente en las puntas de sus pies. Por todo el año
previo al kenning, no había hecho nada más que coquetear
descaradamente conmigo, pero ahora que estamos vinculaos, parece un
escolar nervioso cada vez que estamos juntos.
—Hola —digo.
—Tan bien como puede esperarse —dice él—. A pesar de que había
subestimado cuánto pagaría la gente adinerada por raros artículos que
no necesitan. —Declan es aprendiz de comerciante y está entrenando con
un hombre que comercia con raros artefactos. Ha estado viajando de
aldea en aldea, adquiriendo artículos para los coleccionistas.—. Dejando
de lado la compañía presente, claro.
Frunzo el ceño.
—Detente —digo.
Él no lo hace.
—Lo siento mucho —dice él—. Solo estaba jugando. No quise ser
entrometido.
Quiero decir no. Casi lo hago. Pero estamos vinculados por los
huesos, en algún momento voy a tener que dejar de dudar de mí misma
y actuar como tal.
Respiro hondo.
Giro una de las brillantes trenzas negras de Ami entre mis dedos y
luego la guardo detrás de su oreja.
Ella sonríe.
Ami tiene razón. Declan siempre era el que desafiaba a sus amigos a
carreras improvisadas. Planificando bromas prácticas. Haciendo a todos
reír con su fácil cercanía. Era una de las razones por las que siempre me
había sentido atraída hacia él. Porque los únicos que riesgos que
tomaban eran en juegos. Solo le gusta el peligro que termina en risas.
—Tal vez —le digo—. ¿Pero tú nunca has dudado de una lectura?
Ella me sonríe.
Su respuesta es suave:
Mis hombros se ponen rígidos. Los padres de Ami no son pobres, pero
tampoco ricos, y las lecturas de huesos siempre han sido un raro lujo en
su familia.
—Es una decisión tan difícil —dice ella—. No sé si hacer que enseñes
gramática antes que caligrafía o caligrafía seguido de gramática. —Deja
de caminar y pasa una mano sobre la repisa de la chimenea. La pintura
blanca está astillada, revelando un color rojo debajo—. ¿O tal vez
podríamos comenzar el día de Will con historia?
El ama de llaves levanta la vista del polvo para darme una mirada
comprensiva. Willem se desliza por la barandilla y aterriza con un golpe
al final de las escaleras.
—Realmente no…
Pero justo entonces una campana suena en algún lugar del terreno.
La mano de Audra vuela a su boca.
—No hay nada que hacer —dice el ama de llaves—. Audra no hará
ninguna decisión hasta que consulte a los huesos. Y quiero decir ninguna
decisión.
Él se encoge de hombros.
—Eso no es gracioso.
—No son chismes si son verdad —digo. Ella frunce los labios, pero la
corto antes de que pueda corregirme—. Está bien, no son chismes si no
son maliciosos. Y no estoy preguntando solo para satisfacer mi
curiosidad. Si voy a tener que trabajar con ella, sería agradable saber con
qué estoy lidiando.
—Eso es terrible.
—Lo fue —dice mi madre—. Luego de eso, Audra se obsesionó con las
lecturas de huesos. Quizás pensó que, si su familia hubiese buscado un
Encantador, sus vidas podrían haberse salvado. Se casó con un anciano
rico tras otro, el Sr. Ingersson sólo fue el último en una larga fila, e hizo
crecer su fortuna invirtiendo el dinero que ellos le dejaron. Una vez que
Willem nació, se volvió aún más fanática sobre consultarle a los huesos.
—Mi madre suspira con tristeza—. No es que eso haga más fácil lidiar
con su comportamiento, los huesos saben que lo he intentado, pero
espero que conocer su historia te dé un poco de compasión.
Ami entra, sus ojos están rojos e hinchados, sus mejillas húmedas.
Empujo mi silla lejos de la mesa.
Ami sacude su cabeza y cierra sus ojos con fuerza. Lágrimas frescas
corren por su rostro.
—¿Es un anillo?
Ella suspira.
Su mandíbula se tensa.
Muy por debajo están las aguas del Shard. En este extremo del
edificio, está un largo río turquesa con mareas blancas donde el agua se
convierte en rocas. Ivory Hall, o más bien la colina en la que se alza, es
lo que primero divide el río, disminuyendo su poder al mismo tiempo que
expande su alcance.
Me giro para ver a un hombre alto con una capa roja cerrada en el
cuello con un broche de hueso con forma de garra de oso. Su cabello
oscuro está atravesado con plata en las sienes y lo lleva recogido y atado
con un delgado cordón de cuero.
—¿Mejor? —pregunta.
—Ah, eso pensé. Eres una réplica exacta de tu madre. —Me suelta la
mano y se recuesta contra la mesa, con los brazos cruzados sobre el
pecho.
—¿La conoce?
—Entrenamos juntos —dice—. Era raro tener dos aprendices de
Tercera Visión al mismo tiempo, así que fuimos amigos. ¿Cómo está ella?
Ha pasado demasiado tiempo desde que nos hemos visto.
—¿De verdad?
Latham tuvo un comienzo aún más duro que yo, y fue capaz de
convertirse en un maestro Encantador de Huesos. ¿Tal vez eso significa
que todavía hay esperanza para que tome el control de mi magia? La
seguridad por sí sola se siente como si hubiera tomado un par de tijeras
afiladas y cortado la cuerda que ata mi preocupación. Me siento más
ligera cuando se va flotando.
Él se encoge de hombros.
—Creo que les gusta mantener vivo el misterio. —Su mirada recorre
los huesos de la mesa—. Kyra no te está haciendo entrenar con esos,
¿verdad?
Él sacude su cabeza.
Mi esperanza se desinfla.
—Cierra los ojos —dice, y yo obedezco—. Cuando estés lista, toca los
huesos.
Respiro hondo y luego muevo los dedos hacia adelante y recojo los
huesos en mi puño. Esta vez no es una imagen oscura la que veo detrás
de mis párpados, sino una visión que se despliega ante mí con un color
deslumbrante y un sonido nítido como si estuviera viendo una vida desde
el punto de vista de un pájaro que se cierne sobre mi cabeza. Estoy en el
futuro de un hombre, no estoy seguro de cómo lo sé, excepto que puedo
sentirlo allí, como si estuviera en su mente.
Un día, una niña entra en su taller para comprar una casa para
pájaros. Ella tiene ojos color esmeralda y cabello como llamas. Ella lo hace
reír. Él le pregunta si puede hacerle la cena. Unas semanas después, él le
pide que baile. Y lo hacen: descalzos en su tienda, con las plantas de los
pies cubiertas de virutas de pino que cubren el piso como una alfombra.
Unos años y varias docenas de bailes después, él le pregunta si ella
aceptará una ceremonia de vinculación porque no puede imaginarse vivir
sin ella.
Los veo a los dos construir juntos una vida. Una casa en un bonito
prado con flores silvestres en el patio. Un huerto lleno de melocotoneros,
que con frecuencia resulta en pasteles fragantes que se enfrían en la
ventana. Noches iluminadas por la luna sentadas en el porche, con los pies
en su regazo, hablando hasta el amanecer.
Tienen tres hijos: niños con mejillas con hoyuelos como pequeñas
manzanas maduras.
Los veo celebrar y los veo sufrir. La madre del hombre muere,
demasiado joven, piensa, llorando, mientras él talla su nombre en el árbol
genealógico. Pero unos años más tarde, uno de sus hijos también muere,
un accidente por ahogamiento en el río, y se da cuenta de lo que realmente
siente un joven.
Vacía.
Trago.
—El segundo camino —digo, decidiendo que tal vez perder a un hijo
es un dolor que debe evitarse.
Él ríe.
—Bueno, entonces yo también. Aunque desearía tener un aprendiz
este año. Pero como nadie fue igualado con la Tercera Visión, tendré que
conformarme con ayudar a los otros mentores donde pueda. —Recoge los
huesos de la muñeca y los vuelve a poner en la caja de plata.
Los huesos saben que necesito toda la ayuda que pueda obtener.
9
La Tutora
Traducido por Rose_Poison1324
M
i madre y yo nos paramos en una enorme habitación en la
parte trasera de la casa de hueso. Estanterías profundas
llenadas con contenedores de todas las formas y tamaños,
se extienden desde el piso hasta el techo en tres de cuatro paredes. En el
centro de la habitación hay una caja grande, hermosamente tallada
hecha con los fragmentos aplastados de una costilla de ballena e
incrustada con franjas diagonales de lapislázuli. Después de la muerte
de mi padre, fue encargada a mi madre por Hilde Bystrom. A pesar de
que ella es la única talladora de hueso en Midwood, no hay alguien más
dotada en diez ciudades. La caja es una obra de arte, marfil y azul,
suavemente aperlada, y ahora completamente vacía.
—No sé cómo pudo haber pasado esto —dice. Sus brazos caen por
sus costados y sus puños se abren y cierran repetidamente como si
hubiera algo invisible que él sigue tratando, y fallando, de agarrar.
—No, ¿por qué la dejaron aquí? ¿En medio del piso, donde seria obvio
lo que hicieron? Ellos pudieron haber puesto la caja de regreso a la repisa
y dejarnos descubrir los huesos perdidos semanas o meses o años desde
ahora.
Antes de irnos, coloco mi palma abierta sobre la caja y cierro los ojos.
Es el último lugar de descanso de mi padre y no sé si lo volveremos a
encontrar.
Para venganza.
No lo hago.
—No hay razón para que vengas —dice—. Prometo ponerte al tanto
después.
—Tú eres una de las dos personas quienes podían haber abierto esa
caja.
Dejo de caminar.
—Oh.
Ella se pone rígida, debe haber esperado que volviera a casa. Pero no
tengo intención de hacer eso.
Los seis miembros del consejo están sentados detrás de una larga
mesa de piedra sobre una tarima al extremo lejano de la habitación.
Están acomodados por jerarquía de izquierda a derecha: primero el
Sanador, Anders, quien viste una capa azul, luego mi madre en rojo,
Rakel, la Mezcladora en morado y Hilde el Tallador de nuestra ciudad en
naranja. Al extremo final de la mesa están Valera y Erik, los dos
miembros no-mágicos del consejo, quienes no visten capas en absoluto.
Las paredes del salón son de piedra, pero pesadas cortinas de color
azul oscuro cuelgan desde el piso hasta el techo en todos los lados,
añadiéndole calidez y suavidad, y probablemente suavizando el sonido…
eliminando el eco que de otra manera podría llegar al resto del Auditorio,
comprometiendo la privacidad.
—Todos ustedes han sido traídos aquí como testigos —dice—, del
robo de los huesos de Filip Holte.
—Les pediré que vengan adelante uno por uno para la interrogación
—dice el Sanador—. Comenzando con el Maestro Oskar.
Está furioso.
—Aunque, ¿qué pasa si no? ¿Qué tal que alguien arruina nuestro
árbol?
—¿Cuál es?
—La silla de la verdad —dijo—. Nadie que se sienta ahí puede decir
una mentira.
—Oskar.
—¿Apodos?
Su mandíbula se aprieta.
—No.
—¿Los vendiste o los arreglaste para que alguien más los vendiera en
tu lugar?
—Della —dice.
No sé dónde sentarme.
—Gracias, Tessa.
Los ojos de Bram se dirigen a los míos. Sus expresiones son como
escuchar palabras en una lengua extranjera. Sé que son ricas en
significado, pero para mí, son insondables. No sé si está aliviado o
molesto o algo completamente diferente.
—Eso salió mal —dice—. Solo quería decir que se supone que la
curación se trata de ayudar a las personas, mientras se romper...
—Gracias. Y lo siento.
Incluso Bram.
—¿Qué creen que hizo? —preguntó uno de los hermanos Poulsen. Eran
gemelos y nunca podría distinguirlos.
—Reto a alguien a subir y tocar la jaula —dijo Peder. Era dos años más
joven que yo y propenso a lanzar desafíos, pero no a aceptarlos.
Grité y tiré de mi mano hacia atrás. Debían de haber sido mágicos con
seguridad. Me volví para correr otra vez, pero algo me atrapó y me empujó
hacia atrás.
—Suéltame.
Se echó a reír, y sonó como el crujido del vidrio debajo de una bota.
—¡Déjame en paz!
De repente estaba parada en una caverna muy por debajo del suelo.
Paredes onduladas se alzaban a mí alrededor como olas en cresta, blancas
como la nieve y muy hermosas.
Tomó toda la fuerza que tenía, pero me aparté de la visión justo cuando
el extraño cayó al suelo.
Fui transportado a otra visión, pero esta vez no estaba en la mente del
prisionero, estaba en la de Bram. Tal vez tenía cuatro años, frente a una
pequeña, descolorida casa, su rostro marcado con hollín y lágrimas. Su
mente llena de rabia, pulsando con el deseo de destruir todo lo que veía.
Un hombre se le acercó y colocó una mano en su hombro.
—Deseó haber estado con ellos. Preferiría estar muerto que estar aquí
contigo.
El Liberador puso sus manos en mis hombros y me giró hacia él, como
si intentara conseguir mi atención. Sus labios se movían, pero todo lo que
podía escuchar era el correr de mi sangre en mis oídos. Y luego, finalmente:
—¿Qué estás…?
—Te vi —le dije, más fuerte esta vez. La multitud quedó en silencio—.
Estabas enojado y rompiste los dedos del hombre, y…
Desde ese entonces tuve una pesadilla en donde era perseguida por
las calles de Midwood, agarrada por unos puños con nudillos tatuados
de negro, cubierta en dolor y oscuridad. Siempre, despertaba sudando
frio, con el corazón acelerado, convencida de que había tenido una
premonición sobre mi muerte.
Lo miré con los ojos muy abiertos hasta que levantó la vista y
nuestros ojos se encontraron por un segundo. Le dio un tirón extra a la
cuerda y el equipo contrario se adelantó y cayó.
—No necesitas huesos más poderosos para una tarea tan simple —
dice—. Es una muleta usar huesos más poderosos de lo necesario. Sin
mencionar que no es ético. Cada hueso que usas para practicar es un
hueso que no se puede usar para otra cosa.
—Pero…
Todos están ansiosos por ver el taller, así que bajamos las escaleras,
descendiendo hombro con hombro, llenando cada centímetro cuadrado.
Cuando llegamos al fondo, apenas puedo respirar.
Espero una habitación húmeda y mohosa, pero en su lugar, entramos
en un espacio cavernoso y muy iluminado que se extiende más allá de lo
que puedo ver. Docenas de esqueletos completamente ensamblados,
humanos y animales por igual, cuelgan alrededor del perímetro de la
habitación. Junto a ellos hay cajas llenas de huesos idénticos que han
sido separados y cuidadosamente etiquetados, cada uno con su nombre
y para qué magia es más útil. En el centro de la sala hay mesas de trabajo
donde, presumiblemente, seremos probados en nuestro conocimiento.
Los bancos están pintados para combinar con las capas que usamos.
Grandes franjas de azul y verde para los Sanadores y los Vigilantes,
secciones moderadas de color negro para los Quebradores, púrpura para
los Mezcladores, naranja para los Talladores. Y el punto muerto es una
pequeña sección en rojo, donde no más de seis aprendices pueden
sentarse juntos al mismo tiempo.
Me río.
Algo brillante y cálido crece dentro de mí, como si hubiera salido del
frío para sostener mis manos sobre el fuego. Es muy agradable hablar
con alguien sin un trasfondo de resentimiento o sospecha. Esto debe ser
lo que se siente pertenecer.
Pero odiaba lo bien que mi madre me conocía. Con qué facilidad podía
manipularme, incluso cuando intentaba resistirme.
H
ago una mueca mientras llevo el cuerno a mis labios. Por una
parte porque me revuelve el estómago y por otra para
comprarme unos segundos más mientras mis pensamientos
aún están a salvo. Di la verdad lo más inteligentemente que puedas, dijo
mi madre.
Hemos estado en la cámara del consejo por horas. Horas que parecen
días.
—¿Y bien?
—¿Menos honesta?
—¿Cómo lo pondrías?
—Sí.
Dejé de respirar. La sangre rugió en mis oídos, pero los otros miembros
del consejo no parecían alarmados. Debe haber sido la manera en la que
preparaba los huesos el problema. Pero Anders no sabría preguntar sobre
eso, y su respuesta inteligente hizo que pareciera que estaba reparando
una pequeña grieta, sin tejer dos versiones del futuro juntas.
—Sí.
—¿Con quién?
—Declan.
Estamos pasando el Tib & Fib, una taberna llamada así por un cliente
que se emborrachó tanto que se cayó y se rompió los dos huesos de la
pierna. Siempre me ha sorprendido que el lugar pudiera permanecer en
el negocio con un nombre tan desafortunado, pero tal vez a las personas
que ahogan sus penas en bebidas fuertes no les importa. Tal vez sienten
que la fortuna ya los ha abandonado.
Ami sonríe.
—Disfruten —dice.
—Gracias. Lo haremos.
De los tres, Ami vive más cerca de la plaza del pueblo, en una de las
casas más amigables de Midwood. En los días cálidos, la puerta siempre
está abierta y el olor a pan horneado flota en la brisa como una invitación.
Las cajas de flores en las ventanas superiores derraman flores coloridas
que se deslizan por la fachada para que parezca que la casa está llorando
pétalos. Cuando éramos pequeñas, nuestras casas me parecían más
semejantes. Ambas estaban llenos de amor y ruido, ambas estaban llenas
de familia, padres y abuelos que nos adoraban. Pero lentamente, mi casa
se vació, la pena se hundió en los huecos que la muerte dejó atrás,
mientras que la de ella se mantuvo igual.
Aprieto su mano.
—Lo sé. Fue lo mismo para mí. —Echo un vistazo por encima del
hombro a Declan, que se ha echado atrás para darnos privacidad y está
estudiando atentamente las plantas en el huerto al lado de la casa de
Ami—. No hiciste nada mal. Pero entiendo la necesidad de disculparte.
Creo que tengo algunas explicaciones que dar.
—Sí —le digo—. Lo que hace que sea más difícil de explicar.
Ella mira hacia Declan y luego de vuelta a mí. Su voz baja, en forma
de conspiración.
—Declan...
Sacude su cabeza.
—No puedo tener una relación con alguien que me oculta secretos,
Saskia.
Me río.
—No, no porque no quisiera que estuviéramos juntos, sino porque
quería que tú me eligieras.
Su expresión es dura.
—¿Cuál es?
—Mmm. ¿Cuatro?
—¿Cinco?
Se vuelve hacia mí, sus mejillas hinchadas como una ardilla de fiesta.
O al menos creo que eso es lo que está diciendo. Es difícil saberlo con
la boca tan llena. Lo intenta de nuevo, pero un poco de saúco gotea de
sus labios y aterriza en su barbilla.
—Gracias por reírte —dice—. Me hizo sentir mejor. —Sus ojos son
suaves ahora, y todo el humor ha desaparecido de su expresión.
P
ero han pasado varias semanas y mi progreso es
dolorosamente lento. Tessa ya está curando heridas
complicadas; Talon ha dominado la vista canina y ha pasado a
controlar las aves; incluso las cartas de Ami sugieren que está dominando
rápidamente sus deberes en la casa de huesos en Midwood. Pero aún yo
estoy luchando con lo básico.
¿Por qué entonces siento que estoy fallando a cada paso? Ayer vi a
Ingrid salir de una de las salas de entrenamiento con un libro de hechizos
bajo el brazo, con las mejillas enrojecidas de placer. El hecho de que me
hayan dado mi propio libro de hechizos es otro hito para el que la Maestra
Kyra no cree que esté preparada. Vengo de una larga línea de
Encantadores de Huesos. ¿No debería venir sin esfuerzo a mí... la forma
en que mis ojos son exactamente del mismo tono que los de mi madre, o
mi risa suena como la de la abuela?
Es un libro de hechizos.
Miro por la ventana. Ella tiene razón. El sol está en lo alto del cielo, y
la luz amarilla cálida inunda la habitación sin proyectar mucha sombra.
La mañana se ha ido.
—Le diré a los demás que te quedaste para descansar —dice—. Estoy
segura de que te echarán de menos.
Está cubierto con un cuero azul oscuro, un color tan profundo, que
es casi negro, y acentuado en cada esquina con triángulos de color
borgoña. En la parte delantera, en letra dorada en espiral, hay una
palabra: Hechizos.
¿A quién pertenece este libro? ¿Y por qué tiene información para las
tres Visiones? Se supone que los libros de hechizos son altamente
individualizados. Son las posesiones más valiosas y mejor guardadas de
cualquiera que tenga magia de huesos. Busco en las páginas un nombre,
alguna señal del dueño del libro, pero no encuentro nada.
Me doy la vuelta y abro los ojos. Tessa sostiene una bandeja con pan
y fruta.
Talon, Bram y Linnea están detrás de ella, con las bolsas en la mano.
—¿Qué te pasa?
Bram la ignora.
Talon se ríe.
S
e ha formado un callo suave alrededor de los bordes de la
ruptura, una gruesa red de nuevos huesos tejidos que mi
madre afirma es una buena señal de que la solución está
funcionando.
Los huecos debajo de sus ojos son más pronunciados hoy. Puedo
decir que no está durmiendo bien, y desearía que hubiera algo que
pudiera hacer, algo que pudiera decir. Pero no sé cómo escalar el muro
que se ha levantado entre nosotras.
—Saskia…
Hace una semana nunca había visto una flauta de hueso, y ahora
puedo distinguir la melodía de un comando de suspensión canina de una
llamada de retorno aviar. Pero el silbato que acabamos de escuchar es
completamente desconocido.
—No te creo.
Los ojos de Audra están muy abiertos y parece haber olvidado que
Willem estaba huyendo de ella. Estiro el cuello y escudriño a la multitud,
relajándome un poco cuando finalmente lo veo hablando con algunos de
los otros niños cerca del meollo.
—Della, por favor. Consulté los huesos solo esta mañana. ¿Por qué
no revelarían esto?
—Tal vez ellos no revelarán nada porque lo que sea que esté
sucediendo no tiene nada que ver contigo. Los huesos no te sirven a ti y
solo a ti solo porque eres rica, Audra. ¿Alguna vez has pensado en los
cientos de niños que podrían haber evitado las sobras si hubieras hecho
algo menos tonto con tus excesos?
—¿Por qué no? Si eso es lo que realmente piensas, ¿por qué no ser
honesta?
—¿Y tú no?
Sacude la cabeza.
Mi madre agita una mano frente a su cara como si alejara una mosca.
—¿Qué pasa?
—Algo con la Maestra Rakel —dice Declan—, pero eso es todo lo que
he escuchado.
—No entiendo cómo sucedió esto —dice Anders—. Midwood está lleno
de Vigilantes ¿No es eso para lo que están aquí? ¿Para evitar tragedias
como esta?
L
os huesos son la fuente de toda la magia —dice Norah,
caminando por el escenario en el anfiteatro—. Son la parte
— más permanente de nosotros, perduran mucho después de
que la carne se pudra. Pero incluso mientras nuestros huesos todavía
están dentro de nuestros cuerpos, son poderosos. Si se rompen, pueden
curarse a sí mismos. Y la médula dentro de ellos lucha contra el mal,
evita las enfermedades y te mantiene bien. Pero con el tiempo todos
sucumbimos a las garras de la muerte; la magia en nuestros huesos es
todo lo que queda.
Mis días en Ivory Hall han caído en una rutina. Lecciones con el
Maestro Kyra por las mañanas, sesiones en el taller por las tardes,
comidas en el comedor con Tessa, Talon, Bram y Linnea.
Y el Quebrantador es Bram.
No funciona.
—No la he visto hoy. Estoy seguro de que está por aquí en alguna
parte.
Esta vez son las comisuras de mi boca las que se levantan un poco.
Me alejo primero.
—Adelante.
Ella nos lo dice a los tres, pero el chico Mezclador apenas tocó los
huesos. Éramos Bram y yo. Ella piensa que nosotros dos hacemos un
buen equipo. Pienso en el bote de la prisión, en la última vez que
combinamos fuerzas, y de repente me siento incómoda.
—Bram…
Agito mi sopa distraídamente, recojo las verduras solo para dejar que
goteen de mi cuchara nuevamente. Perdí el apetito.
Ella ríe.
—Esta debe ser una semana de suerte —dice Tessa—, hoy logré cerrar
completamente una laceración en la clínica. Es la primera vez que
soluciono un problema sin causar otro. —Se vuelve hacia mí y me empuja
las costillas con el codo—. ¿Y tú, Saskia? ¿Puede decirnos qué preguntas
habrá en nuestros exámenes?
—Me temo que no —le digo—. Debería haber comido más rápido, pero
ya es demasiado tarde. Tengo una cita con uno de los Maestros.
—Es una habilidad avanzada —dice—, una que requiere una gran
cantidad de tiempo para dominar, pero los huesos de práctica deberían
permitirte tener algo de éxito.
Pasa las manos por los huesos y los desplaza en línea recta.
Pienso en todas las veces que mi madre me pinchó las yemas de los
dedos y me pregunto por qué no solo realizó una lectura sin sangre. O tal
vez ocasionalmente lo hizo y nunca me lo dijo.
—¿Cómo funciona?
—Bien —dice Latham—. Ahora cierra los ojos y piensa en alguien que
conoces bien. Alguien que puedas imaginar con perfecta claridad. —Hace
una pausa—. Tu madre, tal vez.
Es Bram.
Él yace en su habitación en su cama. Sus manos están metidas
debajo de su cabeza y mira al techo. Sorprendida, saco mis manos de los
huesos y abro los ojos.
—Estoy distraída —le digo. Me niego a creer que quería ver a Bram.
Cubro los huesos con mis palmas e intento nuevamente. Esta vez los
huesos me arrojaron aún más rápidamente a una visión.
S
e supone que Midwood es seguro. Es por eso que anhelaba
quedarme aquí, lejos de los peligros de la magia de huesos.
Pero desde el asesinato de Rakel, mi mente ha estado llena con
vívidas y horribles imágenes: un corte en la garganta, sangre
burbujeando en la herida, ojos grandes y oscuros apagándose
lentamente.
—¿Quiénes?
—Los asesinos.
—¿Sabes qué? —digo—. Creo que tenemos que hacer algo distinto
hoy. ¿Qué tal un juego?
Él se anima, se quita una maraña de rizos de delante de sus ojos.
—¿Qué tal si vamos en una búsqueda por cosas que parecen lugares
en el mapa?
Él se levanta de su silla.
La casa de Audra es perfecta para una actividad como esta: está llena
de pasajes ocultos, rincones, grietas y cuartos llenos de tesoros al azar.
Willem salta mientras señala lugares; un pedazo de cuerda con la forma
de la delgada ciudad de Selvag, un árbol en miniatura para sostener joyas
que se parecía al Shard con sus muchas ramas, una colcha con un
patrón que le recordaba a Willem la plaza de la ciudad de Midwood:
bloques de colores brillantes que disminuyen de tamaño a medida que se
acercan al centro.
Este parece el tipo de lugar que un niño pequeño podría elegir para
esconderse.
Empujo los vestidos a un lado. Pero en vez de una sólida pared,
encuentro un par de puertas dobles, del tipo que normalmente podría
adornar la entrada de un buen hogar. Parecen estar hechas de nogal, y
la mitad superior está adornada con vidrio esmerilado. Giro la manija.
Es un museo de huesos.
Su sonrisa es radiante.
—¿Qué crees que estás haciendo con eso? —Su voz es estridente. Las
bolsas se deslizan al suelo.
—¿Cómo te atreves?
—Esto fue robado de la casa de los huesos hace unas pocas semanas.
—Mi voz es tranquila y uniforme. La furia se ha reunido dentro de mí,
concentrándose en un afilado y gélido punto que estoy lista para usar
como arma—. El consejo del pueblo ha estado buscando al culpable, para
poder imponer el castigo apropiado.
—Yo no robé nada. Compré ese hueso por un precio justo, más que
justo, y me pertenece a mí.
—¡Pertenecía a mi padre!
—¿Dónde lo compraste?
—No debería decirlo —le digo, lo que sé que solo la hará sentir más
desesperada.
—Mi madre vio dos caminos. Uno donde me ayudas a encontrar los
huesos de mi padre. El otro donde no lo haces y algo terrible te ocurre a
ti… —Hago una pausa—, y a Willem.
Sacudo mi cabeza.
L
a siguiente vez que me encuentro con Latham, él tiene un
hueso adicional sobre la mesa.
—No nada de eso. La amaba, pero las reglas del Gran Consejo no nos
permitían estar juntos. Como dije, fue hace mucho tiempo. Ahora,
¿deberíamos empezar?
—¿Mi alcance?
—Has estado aquí todos los días esta semana —dice ella—. Si no
tienes cuidado, voy a creer que solo estás apareciendo para coquetear
conmigo.
Una gran sala con largos bancos contra cada pared. Pisos de tierra
cubiertos en una capa de paja. Dos chicos enfrentados en el centro de un
anillo. Uno es alto y musculoso con el pelo corto y una expresión feroz.
Un tatuaje irregular que se parece el borde de una sierra le rodea el
cuello.
—Sí, y su aprendiz necesita saber que hay una diferencia entre ser
un guerrero y un bruto. Haría bien en practicar un poco de autocontrol.
Bram camina por los terrenos fuera de Ivory Hall. Sus manos están
metidas en los bolsillos de su capa negra, y se ve perdido en sus
pensamientos. Lo estudio por cualquier signo de lesión, una insinuación
de favorecer su pierna derecha, una cojera, una mueca mientras aterriza
en la izquierda. Pero no encuentro nada. Físicamente, parece estar en
perfecto estado de salud. Sigo mirando. Suavemente patea un guijarro y
lo mira rodar cuesta abajo. Se sienta en un muro bajo de piedra y apoya
la cabeza sus manos.
Quizás mis lecturas son inexactas. Quizás Bram nunca resultó herido
en absoluto. Tal vez está sentado en su habitación en este mismo
momento.
No lo hago.
Doy un paso hacia él. La punta de mi bota atrapa una roca perdida y
la hace saltar a través de los adoquines. Bram se da vuelta, y por una
fracción de tiempo, su expresión es completamente en blanco, como si su
mente no hubiera captado sus ojos. Y luego la sorpresa baña sus
características.
—Saskia —dice—, ¿qué haces aquí? —Se mueve para hacerme sitio y
me siento a su lado.
—Segunda Visión.
—¿Me viste?
—Me lastimo todos los días. Eso no debería ser un shock bajo las
circunstancias.
Mis mejillas se calientan. Miro hacia otro lado y estudio la ciudad que
se encuentra debajo de nosotros, a las luces que se derraman por el valle
y se preguntan cuántas personas se están riendo en este mismo
momento. ¿Cuántos están de luto? ¿Cuánto de lo que está sucediendo ya
lo había visto un encantador de huesos?
—¿No lo hiciste?
Me giro hacia él y se ríe de mi sorpresa. El sonido es profundo,
melodioso. Hace que mi estómago suba y baje.
—Ese sería Viktor —dice Bram—. Está construido como una montaña
y tiene un temperamento de un oso que acaba de recibir un disparo en
los cuartos traseros con una flecha.
Sonrío.
Él hace un ruido suave que indica que escuchó pero no promete nada.
E
l pequeño bote de Audra se desliza silenciosamente a través
de las tranquilas aguas negras del Shard. Las dos sentadas
una frente a la otra, aunque no hablamos, no nos miramos a
los ojos. El único sonido es el delicado chapoteo de los remos mientras
dos de los criados de Audra reman hacia un pueblo que nunca he estado.
A lo lejos puedo ver el barco, nada más que una forma oscura contra
el cielo nocturno. He estado huyendo del peligro durante años, y ahora
estoy navegando hacia él. Pero si hay una pequeña oportunidad de
descubrir que sucedió con el resto de los huesos de mi padre, tengo que
arriesgarme. Ajusto la capucha de mi capa gris para asegurarme de que
mi cara está en la sombra.
Tal vez debería haber ido con mi madre y el resto del Consejo en lugar
de perseguir un barco lleno de criminales. Pero es bastante difícil obtener
fragmentos de información de mi madre sobre mi propia vida. Me ha
dejado fuera de esto completamente.
Pienso en todas las cosas que podrían salir mal: mi capucha podría
caerse y exponer mi cara. Alguien podría reconocerme incluso disfrazada.
Audra se podría quebrar y delatarnos, está lejos de ser la persona más
estable que he conocido.
Audra hace contacto visual con uno de los hombres y toca con un
dedo su sien. Él la reconoce con un sutil hundimiento de la barbilla. Se
nos ha otorgado acceso.
Sigo a Audra por la rampa de acceso, mi corazón late con tanta fuerza
en mi pecho que estoy segura de que la primera persona que encuentre
lo escuchará, sospechará de mí, me detendrá y me arrancará la capucha
de la cabeza. Pero cuando llegamos a la cima, la cubierta está vacía y tan
ominosamente silenciosa como un cementerio. Estoy a punto de
preguntarle a Audra qué sucede cuando me corta con una mirada aguda
y silenciosa.
—Se supone que tengo que aprobar cualquier nuevo cliente con el
jefe. Será mejor que espere aquí conmigo hasta que termine su negocio.
Max se mueve sobre las puntas de sus pies. Se pasa una mano por la
frente.
Audra me mira por encima del hombro como si dijera, los has visto.
Ahora vámonos.
—Cómpralos todos.
Audra me agarra del codo y me arrastra fuera del alcance auditivo del
vendedor.
—O compras cada uno de esos huesos o haré una escena tan grande
que toda este barco sabrá que eres una traidora.
Ella traga. Sus ojos están llenos de odio y miedo, pero ambos sabemos
qué emoción ganará. Saca su monedero y regresa al vendedor.
—Tomaré todo el conjunto —dice ella.
Le pertenece a Declan.
Debe ser mucho más fácil matar a alguien que confía en ti.
—No.
Pero cuando toco con mis dedos mi mejilla, el satén negro se vuelve
húmedo. No puedo soportar la sensación de los elegantes guantes de
Audra en mi piel por un segundo más. Me los quito uno por uno y los tiro
al fuego. Miro cómo sus dedos se curvan y se derriten. Un olor amargo
ahoga el aire.
M
e siento a la sombra de un álamo temblón, recostado y
apoyando los codos en la hierba fresca. Tessa se acuesta
boca abajo junto a mí, preguntándome sobre los huesos de
los vertebrados emplumados. El suave calor de la primavera ha dado
paso al calor del verano, lo que hace que estudiar en las laderas que
rodean Ivory Hall sea mucho más agradable que estar dentro del
dormitorio sofocante o en una de las salas de entrenamiento. Talon y
Linnea se sientan cerca, trabajando con réplicas de huesos de animales.
Están practicando identificarlos solo por sentimiento, una habilidad
importante para todos nosotros, pero especialmente para Linnea y los
otros Quebrantadores. Por eso es lamentable que Bram no esté aquí.
Trato de no imaginar dónde podría estar, trato de no pensar en él en
absoluto. Obviamente no está interesado en reparar la grieta entre
nosotros. Lo dejó perfectamente claro la otra noche cuando intenté
disculparme.
—¿Saskia?
—¿El ganso de ganso silvestre, el tucán y... el pájaro enano con pico
de diente?
—Los Talladores los usan para hacer cuchillos —grita Talon. Sus ojos
están cerrados y siente los contornos de un cubito de cocodrilo.
—¿Lo hacen?
—Sí —dice—. No son las herramientas más poderosas que hacen los
Talladores, pero son buenas para cortar cosas blandas. Como los
tomates.
Linnea se ríe.
Talon le da una sonrisa boba, con los ojos aún cerrados. Linnea lo
está estudiando con afecto abierto. Es una expresión que nunca antes
había visto en ella. Sus mejillas están sonrojadas y sus ojos son
particularmente brillantes hoy. Esmeralda y deslumbrante.
—¿Radio?
—Nop.
Está herido.
—Viktor.
No menciono que lo vi hace días, tan atrás que no debería haber sido
posible para alguien con Segunda Visión, y tampoco Bram.
Afortunadamente, los demás parecen demasiado preocupados por él para
hacer más preguntas.
Nuestros libros de historia dicen que hay tres tatuajes esenciales que
indican una vida bien vivida: un tatuaje de amor, que se puede adquirir
de cualquier vínculo especialmente fuerte, no necesariamente solo del
tipo romántico; un tatuaje de pérdida, que generalmente aparece después
de la muerte de un ser querido; y un tatuaje de maestría, que es el más
exclusivo y proviene de un alto logro en la especialidad de uno. Los que
mueren sin los tres son llorados especialmente intensamente. Los
tatuajes de dominio suelen ser los primeros en aparecer: muchas
personas adquieren experiencia en su disciplina antes de encontrar un
gran amor o perder a alguien cercano a ellos, pero solo los mejores
aprendices logran un tatuaje de dominio antes de terminar el
entrenamiento.
Kyra se ríe.
—¿Un escudo?
Pongo mis palmas planas sobre los huesos. Me imagino a Tessa tan
claramente como puedo: sus grandes ojos marrones, los rizos que
enmarcan su rostro y su cascada en una caída por la espalda, los tatuajes
en forma de estrella en su cuello, la melodía reconfortante de su voz. El
tirón en mi estómago me dice que estoy cerca. Las figuras sombrías
entran y salen de mi visión, pero no se solidifican en nada reconocible.
Mis manos se contraen sobre los huesos, pero las dejo allí. Puedo
hacer esto. Presto atención a mi respiración entrando y saliendo de mi
cuerpo, a mis pulmones llenándose de aire y luego desinflando.
Lo intento de nuevo.
Un tirón hacia los huesos. Una silueta: los contornos de los rizos de
Tessa cayendo sobre su rostro mientras se inclina sobre algo. Pero no
puedo ir más lejos. Intentar sostener la imagen es como tratar de retener
el agua en mis palmas ahuecadas. Solo puedo manejarlo por unos
momentos antes de que comience a filtrarse.
Los golpes en mi cráneo son implacables. Hace que sea difícil pensar
con claridad.
—¿Qué dijiste?
—Yo solo...
—La magia oscura nunca debería ser un atajo para mejorar. —Su voz
apenas está controlada. Como un animal rabioso en el extremo de una
correa tensa.
—No sabía que era magia oscura. —Mi voz suena pequeña para mis
propios oídos.
Su mirada me fulmina.
—No —le digo—. Eso no puede ser cierto. ¿Quizás me equivoqué con
el nombre del hueso?
—¿Mi sentencia? Pero no sabía que era magia oscura. Latham dijo...
La luz del sol entra por la ventana. Anteriormente pensé que parecía
alegre, cómo envió las motas de polvo bailando en el aire suspendidas en
un calor dorado. Pero ahora es duro. Deslumbrador. Mi ropa está pegada
a mi piel.
No lo hace.
La Maestra Kyra desliza la caja hacia ella y levanta la tapa. Sus cejas
se arquean.
—Lo hicieron.
—Alguien debe habernos visto juntos —le digo—. Tiene que haber una
manera de descubrir que está mintiendo.
H
e escuchado a mi madre llorar tres veces en toda mi vida.
Una vez en el día en el que Abuela murió. Lo contuvo hasta
que me fui a la cama esa noche, hasta que secó mis lágrimas
y escuchó mis recuerdos. Más tarde, cuando pensó que estaba dormida,
escuché los sollozos apagados de su habitación, descontrolados y
abandonados.
—No deberías haber hecho esto sola —dice, secándose la cara con el
dobladillo de la manga—. Podrías haber sido herida. O asesinada.
—Pero no pasó. ¿Entonces, qué hacemos ahora?
—El tatuaje... supongo que siempre asumí que era por algún tipo de
violencia.
Pienso en las pocas veces que he visto este tatuaje antes, y en una
sola ola, los hechos se reorganizan en mi mente. Como la marea sacando
algas y dejando conchas.
—Sí.
Su mirada cae. Traza un dedo delgado a lo largo del omóplato de mi
padre de la misma manera que podría haberlo hecho cuando estaba vivo.
—Es complicado.
—¿Por qué harías esto? ¿Cuál de los huesos de Abuela te dijo que
arruinaras mi vida?
Mi madre suspira.
—La verdad.
Me pregunto cómo debe ser eso, mirando una y otra vez el futuro de
las mismas personas, sabiendo de lo que son capaces, qué pueden hacer.
Lo que podrían haber hecho pero no hicieron. ¿Juzga a cada persona en
la ciudad por elecciones que nunca tomaron? ¿Cómo me juzga por
romper el hueso de Abuela cuando no lo hice? No esta versión de mí, de
todos modos.
—Entonces, ¿por qué me vinculaste con él? —Mi voz suena suave y
pequeña. Como una súplica.
—No —dice—, no fue así. —Pero lo fue. Puedo ver en su rostro que
así fue.
—Obviamente no.
—No me iré —digo. Quienquiera que esté trabajando con Declan mató
a Rakel. Podrían matarte a continuación.
—Estaré bien. —Su voz es firme, pero sus ojos la llaman mentirosa.
Sus lágrimas anteriores dejaron caminos torcidos por sus mejillas y
brillan a la luz del fuego—. Estoy preocupada por ti.
—Saskia…
—Tú misma dijiste que tengo opciones. Las estoy tomando ahora.
Seguiré viendo a Declan. Lo usaré como él me usó a mí: para recopilar
información, para acercarme a quien hizo esto. Y una vez que sepamos
el alcance completo de sus crímenes, y quién más está involucrado, lo
informaremos al Gran Consejo.
Ami y yo estamos sentadas al borde del Shard, con los dedos del pie
trazando patrones en el agua cuando Declan deambula hacia nosotras,
sonriendo. Su rostro es una imagen de inocencia.
Sabía que volver a verlo sería difícil. Pero aun así, no estoy
completamente preparada para la ira cruda y abrasadora que me sube la
garganta. Por lo doloroso que es tragar esta rabia que arde como una
llama. Pero sé que incluso el error más pequeño en este momento podría
ponerme en peligro, así que obligo a mis puños a abrirse, mi boca a
curvarse en una sonrisa.
—Bueno, aquí estoy. —Mi voz suena completamente falsa para mis
propios oídos: alta, tensa.
Aparece un pliegue entre las cejas de Declan. También lo oye. Es
como si me hubiera acercado demasiado al borde de un acantilado y
pudiera sentir el suelo cediendo debajo de mí, las rocas moviéndose y
cayendo en el abismo debajo. Tengo que recuperar el equilibrio, hacerle
creer que soy exactamente como era la última vez que me vio.
Pero no sé si puedo.
Ami suspira.
—Ha sido muy difícil —dice Ami—. Sigo imaginando los últimos
momentos de Rakel, cuán asustada debió haber estado, y me da ganas
de llorar cada vez que toco uno de los huesos. Pero deberíamos terminar
en una o dos semanas, y luego los huesos serán entregados a su familia,
y no necesitaré revivirlo todos los días.
Arrugo la frente.
—¿Haciendo qué?
—Cambiar de tema. No me cuentas nada sobre tu vida.
Traga.
Quiero discutir con él. Para señalar que si encuentra y vende estos
artículos, está ayudando a garantizar que haya un mercado para ellos,
garantizando que los Talladores de Huesos continúen haciéndolos. Pero
luego me recuerdo a mí misma que no estoy aquí para cambiarlo; estoy
aquí para descubrir sus secretos.
—Tu buen corazón es una de las cosas que más amo de ti.
—Tienes que dejar de verlo —dice mi madre una tarde cuando entro
por la puerta principal.
No es la primera vez que hace la solicitud y estoy segura de que no
será la última. He pasado cada momento libre de las últimas semanas
con Declan. Dando largos paseos con él en los prados y bosques que
rodean Midwood, dejándolo meter flores detrás de mi oreja, fingiendo
enamorarme de él mientras intento reconstruir los detalles de su vida.
Con qué frecuencia se va. Los posibles pueblos y aldeas que podría haber
visitado en función de cuánto tiempo pasa. Si parece feliz o decepcionado
cuando regresa.
Toco su brazo.
Traga.
Podría espiar a Declan. Podría ver lo que está haciendo sin acercarme
a él.
M
e paro en el muelle, esperando abordar el barco que se
supone me llevará de regreso a Midwood. El muelle está
lleno de tanto color y vida como la primera vez que estuve
aquí: los ricos y deliciosos aromas de carne asada, vendedores agitando
mercancía y gritando precios, gaviotas chillando en lo alto. Y sin embargo,
se siente diferente de lo que era hace algunos meses, de la misma manera
que la casa del árbol que Ami y yo construimos cuando éramos niñas se
sintió diferente cuando dormimos en ella nuevamente años después. Es
la sensación de darse cuenta de que el lugar es como siempre, y tú eres
el que cambió.
Bram.
Trago.
—Media verdad. No estoy yendo a casa.
Pienso en lo bueno que debe ser tener a alguien que corrija tus
errores, para alejarte del borde del sufrimiento. Que llegue con manos
fuertes y te devuelva las cosas que has perdido.
—Me echaron —le digo, frustrada por lo difícil que son las palabras
para decir en voz alta—. Uno de los instructores me tendió una trampa.
Quería que me expulsaran de Ivory Hall. Tengo que averiguar por qué.
Entonces no puedo ir a casa. Necesito encontrar a alguien que practique
magia oscura.
—Adiós, Bram. —Giro sobre mis talones y avanzo hacia el barco tan
rápido como me permiten mis pies.
—Saskia, detente.
No lo hago.
—La Maestra Kyra dice que estaba usando magia oscura. Es lo que
me ayudó a llegar tan lejos en el futuro cuando te vi lastimado.
—¿Qué quieres decir, ella dice que estabas usando magia oscura? O
lo estabas o no lo estabas.
—Eso es lo que asumí al principio —le digo—, pero ahora creo que es
más que eso. Si solo quisiera vengarse, podría haberme engañado sin
tomarse tanto tiempo dándome tutorías. Algo más está sucediendo. Lo
siento en mis extrañas.
—Tengo que irme ahora. ¿Les dirás a los demás que me despedí?
—Voy contigo.
Sacudo la cabeza.
—No.
—¿No?
Me doy cuenta de que sus ojos son más avellana que marrones. Sus
irises están salpicados de oro, como el interior de una roca que se ha
abierto.
Trago.
—No lo sé. Después de todo lo que sucedió con Latham, debo tener
cuidado en quien confió.
No está equivocado.
— ¿Dónde vive?
Un escalofrió me atraviesa.
Bram me lleva más allá de todas las tiendas, un boticario con hileras
de botellas de vidrio, una panadería con docena de pasteles en la ventana,
una juguetería que derrama la risa de los niños desde su puerta abierta.
—¿Estás segura?
Se gira y agrega:
—No esta tan lejos ahora —dice Bram. El sol se ocultó hace mucho
tiempo, y la luz de luna brilla a través de las hojas de los árboles.
—Una cosa más que debes saber sobre Esmee… —Traga saliva—.
Ella no ha sido vinculada por huesos.
Me golpeo con una ola de shock frio. Esto congela la esperanza dentro
de mí.
—Pero dijiste que era una experta… Tú dijiste…
—No te mentí.
—No es lo mismo.
—¿No lo es?
—No dije que era menos que yo. Yo solo… —Pero las palabras mueren
en mis labios. Por mucho que me hayan molestado los huesos, he
confiado en ellos como la mejor fuente de conocimiento. Pero ser
expulsada de Ivory Hall no ha borrado lo que aprendí más de lo que tener
huesos kenning me hace más adecuada para la magia que alguien que
sea pobre. Mi madre me enseñó mejor que esto. Pero, aun así, mi instinto
es desconfiar de cualquiera que no tenga vinculación por huesos. El
pinchazo de las picaduras de comprensión y la vergüenza caliente me
atraviesa.
M
e senté frente a una tela de terciopelo esparcida con una
docena de huesos metacarpianos. Durante los últimos siete
días, he hecho poco más que comer, dormir e intentar
aprender la Segunda Visión de Encantamiento de Huesos de una
Encantadora de Tercera Visión. He tenido cierto éxito al realizar lecturas
de mi madre, porque tengo acceso a su sangre, pero no he podido ver más
que contornos borrosos de cualquier otra cosa.
—¿No creo que Oskar tenga agujas como esa en almacén en la casa
de los huesos?
Sus manos temblorosas llevan una pequeña caja. No es del tipo que
generalmente se usa para los huesos: plata u oro, forrado de terciopelo...
caro. Está hecho de madera simple y barata y parece que podría contener
suministros de pesca.
Miro el espacio vacío que dejó atrás. El vacío se siente como si tuviera
un pulso, como si el estrés que experimentó al encontrar el hueso se
hubiera convertido en algo vivo.
Pero esta noche necesitaré todas las ventajas que pueda obtener.
Recojo dos secciones de cabello, una encima de cada oreja, luego las
retiro y aseguro el estilo con las pinzas para huesos. Luego tomo mi capa
del gancho en la pared y me deslizo en la noche.
El aire frío muerde mis mejillas mientras camino por la orilla del
Shard. Solo la más delgada franja de luna ilumina el cielo. La caja en mi
bolsillo se siente tan pesada como un ladrillo, aunque no pese casi nada.
Me dirijo al borde del agua y saco un guijarro del bolsillo —he estado
reuniendo piedras de varios tamaños desde que salí de la casa de
Declan— y lo tiro al agua al costado del barco donde sé que duerme.
Espero, pero la noche está quieta. La suave luz de una lámpara de aceite
brilla en el agua. Lanzo una piedra más grande. El agua salpica contra el
barco. Nada.
—¿Saskia?
—Mucho —le digo. Mi mirada cae hacia la vena que corre debajo de
su clavícula—. Quería agradecerte por las pinzas para el cabello. Giro la
cabeza para que pueda ver que los estoy usando.
Sonríe.
—¿Te gustan?
—Las amo. —Meto los puños en los bolsillos y empujo la caja para
abrirla con el pulgar. Enrollo mis dedos alrededor de la aguja.
—¿De dónde viene todo esto? —Su expresión oscila entre la maravilla
y la duda.
Esta vez lo beso. Finjo que no es más que un recipiente para contener
mi ira, mi preocupación, mi miedo. Derramo todas las emociones
negativas que tengo en él hasta que siento que estoy en llamas. Dejo que
mis manos se hundan en su cabello. Lo empujo sobre su espalda y dejo
que mis dedos vaguen por su cuello. Él encuentra cada beso con
intensidad hambrienta.
—Vuelve. —Declan me atrae hacia él, pero pongo una mano contra
su pecho.
Él gime y se sienta.
—Tienes un punto.
B
ram y yo nos sentamos frente a Esmee en la acogedora sala
principal de su cabaña. Un fuego arde en la chimenea y en la
mesa baja entre nosotros hay un plato de golosinas a medio
comer, creaciones de azúcar hilada que parecen pedazos de encaje, junto
con una tetera con té que hace tiempo se ha enfriado. He tratado de
hacerle varias preguntas a Esmee desde que llegamos, pero cada vez hace
un sonido tut-tut.
Esmee da una carcajada que la hace sonar años más joven de lo que
probablemente es.
—Tu madre sabía que vendrías aquí —dice—. ¿Qué crees que
significa eso?
Esmee regresa con la carta unos momentos después. Tanto ella como
Bram me miran expectantes mientras rompo el sello de cera y despliego
el papel cremoso. Hay un collar metido en el pliegue, un colgante con tres
círculos superpuestos tallados en hueso, y lo coloco sobre la mesa junto
a mí. La vista de la pequeña y cuidadosa letra de mi madre hace que mi
garganta se apriete.
Querida Saskia,
-M.
—Oh, mi Dios —dice una vez que llega al final. Saca el collar de donde
lo dejé en la mesa—. Mejor ponte esto ahora, corderito.
—¿Incluso mi madre?
Frunce el ceño.
—Incluso tu madre.
—Esto es ciertamente algo más que una pequeña venganza de los días
de entrenamiento de tu madre, pero me temo que no tengo más
información de lo que se trata.
Trago.
—¿Me contarás?
Suspira.
—No quiero usar la magia. Solo quiero entender lo que está haciendo
Latham.
Ríe.
Sacudo la cabeza.
—Un incendio. Uno de los aldeanos sacó a Bram, pero sus dos padres
murieron. Después, las habilidades mágicas de Bram lo hicieron... difícil
de ubicar, así que se quedó conmigo hasta que tu madre me ayudó a
encontrar una pareja en Midwood dispuesta a acogerlo.
—¿Lastimada cómo?
Jadeo.
Un escalofrío me atraviesa.
—Yo también le tenía miedo. Pensé que tal vez era violento.
Sacudo la cabeza.
—Esmee, espera.
Se detiene. Voltea.
Trago.
—¿Lo harías?
Su expresión se suaviza.
—Es simple —dice Esmee—. Usaré los huesos para leer sobre ti, sobre
tu pasado, y simultáneamente los usarás para leer sobre mí en el
presente. Para ver lo que estoy viendo en tus recuerdos. Si funciona, será
como si tuvieras la Primera Visión y estuviera realizando una lectura
sobre tu propio pasado. Puedes buscar pistas en sus interacciones con
Latham que podría haberse perdido cuando las experimentaste por
primera vez. ¿Tiene sentido?
—¿En teoría?
—Usaremos mi sangre junto con la tuya para que puedas verme más
claramente. —Me da una aguja—. Tendrás que quitarte el escudo.
Bloqueará tu magia.
—Puede que me lleve algún tiempo encontrar los recuerdos que estás
buscando. Centra todos tus pensamientos en mí y en tus interacciones
con Latham. No hay nada más, ¿entendido?
Esmee pincha su dedo y mancha los huesos con sangre. Luego los
enciende. Humo sale del cuenco. Los huesos crujen y se rompen con el
calor. Finalmente, cubre el cuenco con una tapa pesada y apaga la llama.
La mayor parte de mi entrenamiento no incluyó llamas, es una técnica
más avanzada, pero he visto a mi madre realizar este ritual docenas de
veces y me da una punzada de nostalgia.
Esmee inclina los huesos sobre la tela entre nosotras. Cierro mis ojos.
El uso del fuego hace innecesario estar en contacto con los huesos, por
lo que espero que la lectura sea más difícil, pero siento la atracción de la
magia de inmediato.
Otro cambio. Una sacudida que nos arrastra a través del tiempo.
Pero no lo hace.
—No explica nada. Latham estuvo allí ese día. Me mostró los huesos
de práctica. Hice una lectura con ellos. —Presiono mis palmas contra mis
mejillas—. Tienes que creerme.
—Por supuesto que te creo. Tu madre dijo que estabas en peligro por
alguien que tenía magia defensiva, y ese es el hechizo de protección más
fuerte que he visto.
Se me corta el aliento.
—¿Viste a Latham?
Y luego desaparece.
—No debería haber dejado que ustedes dos se quedasen tanto tiempo.
No pensé... Sí, cordero, date prisa.
—Esmee, no. —Hay algo en su expresión que nunca había visto antes:
algo vulnerable y joven. No sé si el cambio es real o si estoy dejando que
la visión de él como un niño oscurezca la realidad—. Ven con nosotros.
Por favor.
—Necesitas irte ahora. Vete lo más lejos posible de aquí. —Su mirada
se desliza hacia mí y luego de vuelta a Bram—. Protégela.
—Bien —dice.
—¿Bien?
Pienso en ese primer día en Ivory Hall. De cómo me impidió caer. Pero
también, cuán abruptamente me soltó, como si no hubiera tenido la
intención de ayudarme en absoluto.
Pero no se aleja tan rápido esta vez. Sus dedos todavía rozan mi codo.
Me rozan la longitud del brazo. Desliza su mano en la mía.
Lo sacudo.
Nada.
Me paro frente a él y tomo su rostro en mis palmas. Obligándolo a
mirarme.
Debe darse cuenta de que, sin huesos para leer, no tengo forma de
saber si Esmee está realmente a salvo. Pero necesita esta mentira en este
momento si va a sobrevivir. Ambos lo hacemos.
T
ienes alguna idea de lo peligroso que fue esto? —La aguja
de hueso tiembla en sus dedos. La vena de su sien pulsa.
—¿
—No es tan peligroso como hubiera sido si tú lo hubieras
intentado —le digo.
—¡Saskia! —Su cara está pálida, excepto por dos brillantes manchas
rojas en cada mejilla—. ¿Por qué tienes que hacer todo más difícil? Por
una vez en tu vida, ¿puedes solo cooperar?
—Eso no es lo que quiso decir, pajarito azul —dijo una vez, después de
que me llamara cabezota. La palabra me había atravesado, un insulto que
parecía atacar tanto mi aspecto como mi carácter en un paquete
conveniente.
Me palmeó el tobillo.
—No tiene sentido ahora, pero algún día lo hará. Y estoy tratando de
protegerlas a los dos.
Él se echó a reír, un sonido que vino desde su barriga que levantó las
comisuras de mi boca sin poder evitarlo.
Al final, había crecido con límites suaves, como el hielo que apenas
comienza a derretirse. Así era como se comunicaba mi padre: enmarcaba
a cada persona de la mejor manera posible, los juzgaba por sus
intenciones y no por sus errores. Cuando murió, mi madre y yo no solo
perdimos la relación que teníamos con él, sino también el pegamento que
nos mantenía unidas.
—¿Cómo la conseguiste?
—Es un bufón.
—¿Qué es?
—Creo que... —Se ve inestable, como si acabara de perder el
equilibrio—. Creo que es un tatuaje de dominio.
Me río.
Mi diversión se evapora.
La idea de que otra versión de mí misma —una más feliz— exista una
vez que me haya ido es lo único que tengo. Es un destello de esperanza
que me abraza, como una llama detrás de una palma ahuecada.
Los ojos de mi madre se elevan a los míos. El dolor crudo allí me hace
estremecer.
—Eres bastante arrogante para alguien con tanto que perder. ¿Sabes
lo que le hago a las personas que me decepcionan? —Asiente con la
cabeza a un hombre parado junto a él, y de repente Declan grita y se
agarra del hombro. El Encantador de Huesos se inclina cerca—. Los
rompo.
Declan jadea.
—¿Estás bien? —pregunta ella una vez que están de vuelta en tierra.
Declan suspira.
—Cuando fui aprendiz en Ivory Hall el año pasado, nunca supuse que
uno de los Maestros estuviera en los negocios del mercado sombra. O
asesinara gente. Me pregunto cuál es su historia.
Declan desliza una palma detrás de su cuello y baja sus labios a los
de ella. Cualquier argumento que estaba a punto de hacer, desaparece.
Absorbo una brusca respiración al salir de la visión. Mi corazón
martilla en mi pecho.
Espesas nubes corren por el cielo. Meto mis manos en los bolsillos de
mi capa.
Esta es la parte más fácil de lo que tengo que decir. La otra parte se
mueve inquieta dentro de mí. No quiero mentirle. Pero tampoco quiero
lastimarla.
—Dime el resto.
—No —lo dice suavemente, pero con el poder suficiente como para
romper la quietud que nos rodea. El viento se levanta y azota nuestro
cabello. La lluvia nos llega de lado, azotando, empapando.
—¿Qué?
—No —dice ella de nuevo—. No te matará —Se da vuelta para
mirarme y la expresión feroz en su rostro me hace sentir como si hubiera
desatado una bestia—. No lo dejaré.
La casa de los huesos aún está escoltada por los Vigilantes. Varias
bandadas de pájaros vuelan en formación por encima. Perros rodean el
edificio. Un merodeador camina delante de la puerta. Mi madre señala a
una mujer con una capa verde que está parada en la línea de los árboles
con una gran flauta de hueso presionada en sus labios. La mujer hace
contacto visual. Sus dedos se mueven rápidamente a través del
instrumento, y el merodeador cae sobre su vientre y cierra los ojos como
un gato durmiendo en un parche de luz solar.
—¿Disculpa?
—Te equivocas. Traté de ayudar, pero llegué demasiado tarde. Tú, por
otro lado, has estado en la casa de los huesos todo el tiempo.
—Esto no ha terminado.
B
ram y yo corremos hasta que nuestros pulmones arden,
tropezando sobre raíces y piedras. Aferrándonos el uno al otro
para mantenernos erguidos. Y entonces una gran formación
de rocas se eleva frente a nosotros, surgiendo del suelo como una bestia
durmiente, e iluminada solo por la parpadeante luz de la llama distante.
—Sí —dice Bram. Su aliento está tan cerca que puedo sentirlo
levantando suavemente las hebras de cabello que han escapado de mi
trenza—. Solía jugar aquí cuando era pequeño. Nunca sabrías que había
una cueva a menos que la estuvieras buscando.
—Tendría que escalar sobre las mismas rocas y ramas que nosotros.
Los escucharíamos venir mucho antes de que nos encuentre.
—¿Por qué?
Es Bram.
Nada parece estar roto, pero su nariz está sangrando y un ojo se está
empezando a inflamar. Su mejilla se está volviendo en una alarmante
sombra de púrpura.
Gruñe.
—Fui a revisar la cabaña de Esmee. Pensé que sería más seguro sin
ti solo en caso de que Latham siguiera allí.
—¿Y?
—Explica por qué Latham quería ser mi tutor. Por qué estaba tan
ansioso de que aprendiera Encantamiento de Huesos. Esperó que
obtuviera mis tatuajes de dominio para que mis huesos fueran más
poderosos cuando me matara. Gracias a las estrellas que no lo hice.
—¿Qué?
—Saskia, yo no…
Atrapo mi labio inferior con mis dientes. La Maestra Kyra dijo que
estaba cerca. ¿Pero podía una lectura —incluso una avanzada— hacer la
diferencia? ¿Y los tatuajes de dominio solo se mostraban así? ¿Durante
la noche y lleno de color?
Las palabras se deslizan antes de que las analice. Mis mejillas arden.
Bram tose. Aclara su garganta. Aparta la mirada.
Mi garganta se aprieta.
—¿Qué? ¿Dónde?
Sonrío.
Ceniza cae del cielo como nieve gris. El fuego murió hace mucho —
después de quemar un camino hasta el Shard— pero ahora el viento
arranca las cenizas del suelo del bosque, y revolotean frente a la entrada
de la cueva como un sombrío recordatorio de todo lo que hemos perdido.
Un puñado de huesos está esparcido sobre un trapo frente a mí. Mi
cabeza está palpitando levemente. He estado intentando ver a Latham
por casi un día entero, sin ningún progreso.
Suspiro.
Sacudo mi cabeza.
Y entonces coloco mis manos sobre los huesos, cierro mis ojos y lo
intento de nuevo.
Un aprendiz en una túnica azul trota hacia Latham, sus rizos oscuros
balanceándose tras ella. Tessa.
—¿Fue disciplinada?
—No lo sigo.
—Saskia, no creo…
—¿Bueno?
E
l camino a casa desde la casa de los huesos se siente
surrealista, como si alguien hubiera recogido mi vida y la
hubiera volcado y ahora no recuerdo cómo encajan las piezas.
Suspira.
—Creo que podría tener ambas —dice ella—. Y tal vez Tercera Visión
también.
La ironía no se me escapa. Tengo más poder del que jamás imaginé.
Sin embargo, a los ojos del país de Kastelia, no tengo poder en absoluto.
—¿Cuándo? ¿Cómo?
—Reúne al resto del Consejo. —Su voz es indiferente y sin vida. Hace
que un cuchillo frío de miedo se deslice por mi columna vertebral—. Te
veré en Midwood Hall en una hora.
—Esto es nuevo.
Siento como si hubiera sido arrastrada por una visión del futuro. Una
serie de imágenes pasan por mi mente. En este momento: Declan
encontrándome sola en la casa con un cuenco de huesos y una varita de
incienso ardiente; él haciendo la conexión con mi nuevo tatuaje de
maestría; un informe al Gran Consejo; un juicio mi madre despojada de
su estado y posiblemente encarcelada.
—Es una entrega que no puede esperar —dice—. Pero prometo que
nos veremos más tarde.
Miro cómo una versión de mí, una joven, entra en la habitación, deja
caer un beso en la parte superior de su cabeza y se sienta a sus pies.
—Bueno, esa es una pregunta difícil. Creo que los huesos siempre
dicen la verdad, pero su precisión depende de la lectura.
—Siento que esta es una trampa que estás poniendo para tu pobre
madre. No, nunca está equivocada. Simplemente está más abierta a la
interpretación. Los Encantadores de la Tercera Visión ven muchos, muchos
caminos potenciales para alguien durante una lectura. Posiblemente no
puedan deambular por cada uno, tomaría años. Por lo tanto, tienen que
elegir los caminos más probables para explorar.
Me giro y la miro.
—¿No lo son?
Latham se burla:
—¿Estás listo? —pregunto—. Una vez que lo deje ir, tenemos que
asumir que estamos siendo observados.
—Nerviosa —le digo—. Pero logré usar los huesos que Esmee dejó
para cambiar por suficientes monedas para comprar una nota rápida
para enviárselo a mi madre.
Sin embargo, las Notas Rápidas son mensajes enviados a través de
pájaros, por lo general, de garganta blanca con cola de aguja,
ocasionalmente también se usan águilas doradas. Las aves son
excepcionalmente rápidas por si solas, pero cuando están equipadas con
cápsulas de mensaje hechas de hueso y controladas por Vigilantes, sus
velocidades son notables. Pero son increíblemente caras.
Solo puedo esperar que Latham haya estado mirando. Y que hayamos
sido más convincentes que él.
—¿Qué desean?
Se aleja.
Él se detiene. Voltea.
—Lindo, pero no hay trato. Ustedes dos tomarían espacio que podría
usarse para carga, y esos huesos no compensarían los ingresos perdidos.
—Tu madre.
—¿Qué te mostró?
—Antes de que Esmee muriera, me contó lo que les pasó a tus padres.
—Trago—. Desearía haberlo sabido. Ese día en el bote de la prisión... el
asesino me llevó a una visión de su pasado cuando me tocó. Había hecho
cosas indescriptibles. Estaba aterrada. Y luego cuando me agarraste, vi
el fuego en tu pasado. Estabas tan enojado. Los dos estaban muy
enojados. Más tarde, cuando vi tus tatuajes... Estaba asustada e hice
suposiciones. Estaba equivocada, Bram, y lo siento.
—Yo también.
Mi voz capta las palabras y quiero decir algo más, algo que construirá
un puente que atraviese el espacio entre nosotros, pero no sé cómo. Bram
y yo estábamos en el mismo camino una vez. Hasta que lo arruiné todo.
En los últimos días algo ha tomado forma dentro de mí. Puedo sentir
los contornos, pequeño. Caliente. Pesado. Como una piedra que se ha
instalado suavemente.
—Una vez que llegamos a Ivory Hall, a veces sentía como si tuviera
un vistazo de esa chica que conocía antes del día en el barco de la prisión.
La chica que era mi amiga. Pensé que quizás pasando tiempo conmigo
otra vez recordarías nuestra amistad.
—No. No te odio.
—Bram...
—¿Sí?
E
l aire es espeso con el olor acre de humo mezclado con
incienso de canela picante. Una combinación nauseabunda.
Mi cabeza flota mientras inclino otro conjunto de huesos de
Abuela desde el lavabo sobre la alfombra frente a mí. Caigo en la visión
de la misma manera que uno podría caer en un río que se mueve
rápidamente. Fácilmente arrastrado, pero completamente fuera de
control.
Midwood Hall está justo al otro lado de la plaza del pueblo. Respiro
hondo y me obligo a dar un empujón más a través de los adoquines. Dejo
que mi mirada barra los terrenos en busca de cualquier signo de Declan,
pero no lo veo. O está muy atento, o la reunión ha terminado y llego
demasiado tarde. Me apresuro a entrar en el edificio y me recibe un
silencio misterioso. Mis pasos resuenan mientras me curvo por los
pasillos. El miedo se enrosca dentro de mí como una serpiente. De
repente deseo haber pensado deslizar un cuchillo en mi bota.
—¿Se quedó ella? ¿Más tiempo que todos los demás, quiero decir?
E
l Falcon arriba a Midwood a última hora de la mañana. Es un
día de verano perfecto: vibrantes hojas verdes contra un cielo
azul. Solo un indicio de brisa saliendo del puerto. Cálido, pero
no caliente. La mano de Bram se enrosca alrededor de la mía mientras
desembarcamos. Todo mi cuerpo todavía está floreciendo con la novedad
de él. El milagro de unirnos, de vernos finalmente, en medio de la
desesperación, como dos velas parpadeando en la oscuridad. Su palma
contra la mía es tanto un consuelo como un recordatorio de todo lo que
podría perder.
—Bienvenida a casa —dice Bram una vez que estamos en tierra firme.
Su voz suena exactamente como la siento yo: cargada de preocupación,
pero disparada con un delgado rayo dorado de esperanza.
—¿De verdad?
—Es cierto —digo, mirando a Willem subir una colina, y luego girar
hacia el tutor y sacar la lengua—. Aunque ahora no puedo recordar por
qué.
Él considera esto.
—Tal vez no. Pero aun así, estoy seguro de que habrías sido buena.
—Quería usar mis habilidades para ayudar a las personas. Para ser
considerado un activo y no un pasivo.
—¿Eso es todo?
—Bastante.
—Debe haber una reunión del consejo programada para esta mañana
—digo a Bram. El sol ha salido en el cielo. Es casi mediodía.
Midwood Hall está casi vacío. Nuestros pasos resuenan mientras nos
abrimos paso hacia la cámara del consejo en el centro del edificio.
Cuando llegamos a las puertas dobles, Bram y yo tomamos una manija
y las abrimos al mismo tiempo.
L
as paredes se sienten como si se cerraran a mi alrededor.
Estaba tan segura de que encontraría a Latham y a Declan
afuera de la cámara del consejo, tan segura de que podría
avisar a mi madre a tiempo. Los huesos de Abuela poderosos, las visiones
que tuve mientras los usaba fueron tan vívidas. Pero confié demasiado
en ellos. Tal vez si me hubiera quedado en casa, las cosas habrían sido
diferentes. Tal vez si mi madre y yo hubiéramos estado juntas, podríamos
haber evitado esto.
Latham se ríe.
Si no quiere vender nuestros huesos, ¿qué quiere con ellos? ¿Por qué
mi madre y yo somos diferentes a los demás? ¿Los huesos de mi padre,
junto con los de Rakel y Anders, solo fueron un incentivo para Declan?
¿Una forma de obtener ganancias a cambio de ayudar a Latham para
llegar a mí?
Algo sobre la visión que vi baila en los bordes de mi mente. Algo que
capto en destello pero que no puedo alcanzarlo.
—Oh, ¿esto está tomando demasiado tiempo para ti, cariño? ¿Te
gustaría que él le cortara la garganta ahora mismo?
—Le dijiste a mi Abuela que querías matarnos a las tres. ¿Ahora vas
a dejar que algún lacayo lo haga?
Los ojos de Latham se estrechan. Y luego se ríe.
Sonríe como un gato con un ratón entre sus garras. Está disfrutando
de esto.
Mi estómago se enfría.
—Le has dado todo lo que necesita, Declan. Tan pronto como estemos
muertas, te matará a ti también.
—Dámelo.
N
uestro plan falló. Latham llegó antes que nosotros, lo
suficientemente lejos como para poder capturar a mi madre.
Mi corazón duele al verla atada a una silla en el medio de la
cámara del consejo, al cuchillo en la mano de Latham. Bram se para
frente a mí cuando entramos en la habitación, protegiéndome con su
cuerpo.
Sacudo la cabeza.
—No te dejaré. —Mis ojos están fijos en Bram, que todavía está
intercambiando rupturas con Lars—. O él…
—Por favor —dice ella—, por favor, vete ahora mientras están
distraídos.
En cambio, me acerco a ella, intentando ver mejor los nudos
alrededor de sus muñecas. Si puedo desatarla, tal vez tendremos una
disputa posibilidad de escapar.
Lars se estrella contra el estrado. Bram avanza hacia él, rasga la bolsa
de su cinturón y lo arroja a un lado. La mirada de Latham parpadea entre
ellos. Y luego a mí. Él tiene que recuperar la bolsa de hueso del
Quebrantador, o Bram lo superará.
—No te muevas.
—Déjame —dice mi madre—. Por favor, Saskia. Haz esta última cosa
por mí.
De repente, soy tirada del pelo. Una cuchilla fría presiona contra mi
garganta.
—¿La amas?
Latham me abraza más fuerte contra él, y presiono mis labios para
no llorar.
—¿La. Amas?
Bram corre hacia mí. La agonía tuerce sus rasgos. Intento preguntarle
si está bien, preguntar dónde está herido y qué se ha roto, pero las
palabras salen confusas. Me levanta en sus brazos y nos deslizamos al
suelo.
Bram presiona una palma contra mi estómago, pero aún puedo sentir
la sangre goteando.
—¿Saskia?
Me doy cuenta de que mis ojos se han cerrado y lucho por volver a
abrirlos.
La cara de Bram se cierne sobre la mía, borrosa. Conozco esta
expresión. Es la misma que usaba en la visión mientras veía arder su
casa. Desesperación sombría.
—¿Bram?
—¿Si? —Me quita el pelo de la cara. Mis mejillas están húmedas, pero
creo que quizás sean sus lágrimas cayendo y no las mías.
Finalmente sus labios y los míos. El beso es lento, suave y salado con
lágrimas.
El amor se derrite a través de mí. Hay tantas cosas que quiero decirle,
pero no sé si puedo encontrar la fuerza.
—¿…me am…?
D
eclan yace en el suelo rodeado de vidrios rotos del jarrón que
rompí sobre su cabeza. Un delgado riachuelo de sangre gotea
por su sien. Me mira boquiabierto, mi mano ahora enroscada
alrededor de su cuchillo, como si fuera una extraña. Pero la risa
proveniente del otro lado de la habitación es cualquier cosa menos
temerosa.
—¿Más de qué?
—Más ruegos.
—Haz algo —le digo. Esta vez mi ruego es por mi madre, no por
Latham. Aun así, parece complacerlo.
—Della no va a hacer nada, cariño. Sabe que tengo la intención de
que muera violentamente, por lo que está tratando de escapar
pacíficamente. No funcionará, pero admiro el esfuerzo.
—Ah, pero no estoy haciendo esto solo por una persona. Lo hago por
cada Encantador cuyo poder ha sido limitado por el consejo. Todo
Encantador que haya perdido a alguien que debería haber podido salvar.
Todo Encantador que ha sido impedido de controlar el destino por las
ridículas reglas del Consejo. Creo que de todas las personas lo
entenderías, Della.
—¿No dijiste siempre que el kenning debería ser gratis? ¿Que las
reglas del Consejo favorecían a los privilegiados en lugar de a los más
talentosos? Tenías razón, Della. Avalina y yo estaríamos juntos si no
fuera por el Consejo. Y tal vez tu esposo aún estaría vivo si hubieras
estado dispuesta a romper algunas reglas también.
—No te preocupas por nadie más que por ti mismo. Nunca lo harás.
—¿No?
Y luego se ralentizan.
Se inclinan.
Y se quedan quietos.
Y no lo tengo.
Mi plan para engañar a Declan para que crea que estoy enamorada
de él es el punto débil de Latham. Puedo usar lo que Latham no sabe
contra él. Ese es mi poder.
—¿Bien?
Latham me agarra por los brazos y me tira hacia atrás. Mi madre cae
lejos de mí, todavía sin aliento.
Su expresión vacila.
—¿Qué?
—Nunca podría amar a alguien como Declan.
Latham usa sus rodillas para sujetar mis hombros hacia abajo. Me
agarra la muñeca y la tuerce con fuerza, doblando todo el brazo en un
ángulo antinatural. La agonía me provoca náuseas en la garganta. Acerca
mi mano a su rostro y examina mi muñeca. Solo puedo esperar haber
hecho un buen trabajo al untar la pintura oscura.
Declan hace un ruido que suena como un animal asustado. Sus ojos
están fijos en mí y llenos de temor. Latham me escupe en la muñeca y
me frota la piel. La furia tranquila cincela sus facciones. Entonces,
abruptamente, su expresión cambia. Sonríe. Comienza a reír.
—Esta ciudad está llena de Vigilantes. —Sus ojos miran hacia mí—.
Será mejor que la mates ahora.
Latham mira por la ventana y su mandíbula se tensa.
M
i cráneo está pesado con dolorosos martilleos. Pulsantes y
e implacables. Distantemente, soy consciente de que algo
necesita mi atención: mi mente se extiende hacia eso, pero
está fuera de alcance. El golpeteo es demasiado ruidoso para
concentrarse. Imágenes me empujan a la superficie: mi madre trenzando
mi cabello, dedos expertos moviéndose rápidamente entre hebras pálidas;
Ami acostada en el césped a la orilla del Shard, sus dedos excavando en
el brillante césped verde; Abuela empujándome a su regazo para una
historia. Y entonces otra imagen me empuja más profundamente en la
oscuridad: el destello de una espada contra una garganta; amplios,
asombrados ojos; miedo ácido.
Ami afloja los nudos en mis muñecas y luego limpia la sangre sobre
mi frente con el borde de su manga.
—Quiero… —Es tan difícil hablar. Las palabras se sienten como grava
en mi garganta—. Quiero a mi madre.
La puerta se abre, y Ami entra, seguida por los dos miembros no-
mágicos del Consejo del pueblo —Valera y Erik— junto a varias personas
que no reconozco. Un jadeo colectivo ondula por toda la habitación.
—Te recuperarás, pero deberías descansar por unos cuantos días. Sin
correr. Sin nadar. Tanto descanso como sea posible. —Mi familia entera
está muerta. Todo lo que quiero hacer es dormir.
—Tienes que haber sufrido mucho más de lo que es justo para alguien
tan joven. No soy un Sanador tan experimentado para aliviar ese dolor.
Nunca se irá, no completamente, pero recuerda que las cosas afiladas
tienden a volverse nulas con el tiempo.
—¿Puedo entrar?
—Por supuesto.
—No lo encontrarán.
Frunce el ceño.
—Podrían.
—Sí, por supuesto. —Mi voz sale rasposa, ya sea por demasiado llanto
o muy poca charla, no lo sé.
Bram llega a mi cama. Su mirada cae a mis manos y sus ojos se
amplían con sorpresa. Al principio creo que está mirando al tatuaje de
amor alrededor de mi muñeca. Pero no. Está mirando fijamente al
pequeño tatuaje negro en mi nudillo. De repente el peso completo de
nuestra historia se asienta entre nosotros como una barricada. Empujo
mis manos bajo el edredón.
—¿Cómo estás?
—Estoy sobreviviendo.
Su rostro cae.
—Lo siento. Qué pregunta tan horrible. Por supuesto, no estás bien.
Pensarías que después de seis días en un barco habría pensado algo
mejor para decir.
Mi estómago se tambalea.
—De hecho, no, envió una Nota Rápida sugiriendo que te podría venir
bien una visita. Como que me tomó bajo su protección este año. Y como
supo que era tan cercano a tu madre… —Mi sangre se congela y Bram
deja de hablar—. ¿Qué ocurre? ¿Qué está mal?
—Estuve allí. Ella cayó en mis brazos luego de que la apuñalara por
la espalda.
Corro mis palmas por mis brazos, fría de repente. Ni siquiera sé por
dónde empezar a explicar.
M
e siento en el suelo de la habitación de Ami frente a un
cuenco de piedra con solo un hueso solitario en la parte
baja. Bram camina de un lado a otro a través de lo largo de
la habitación.
Excepto uno.
—Evitarme es el mejor camino para ti. Vuelve a Ivory Hall. Olvida que
existo.
—¿No hiciste una lectura de mí, así que cómo sabes que un camino
diferente llevará a algo mejor? Fácilmente podría virar hacia lo peor.
Debería de gritarle. Decir algo tan horrible que nunca quiera volver a
hablarme. Encontrar una forma de herirlo tan profundamente que lo
mantenga a salvo.
Naroh traga.
—¿No lo hizo?
Su expresión vacila.
—No, por supuesto que no. ¿Solo quería saber si podrías contarme
sobre tu kenning? Sé que has hecho algo de trabajo en tutorías, pero no
puedo imaginar… —Se aclara la garganta—. ¿Realmente ese era tu
vínculo?
Envuelvo mis brazos a través de mi cuerpo, agradecida que mis largas
mangas escondan mi tatuaje maestro.
Y no se lo permitió.
Los dedos de mis pies se aferran al borde del acantilado. Tomo una
respiración, la dejo ir, y salto.
Estoy muy agradecida con todo el equipo de Page Street por ayudar a
traer The Bone Charmer al mundo: el editor Will Kiester; las publicistas
Lauren Cepero y Lauren Wohl; las pasantes editoriales Trisha Tobias y
Chelsea Hensley; la gerente de producción Meg Palmer; la editora de
producción Hayley Gundlach; la directora editorial Marissa Giambelluca;
la diseñadora Kylie Alexander; la ilustradora Mina Price; y el fantástico
equipo de ventas de Macmillan. Estoy muy agradecida con cada uno de
ustedes por el papel que desempeñaron para hacer realidad este libro y
hacerlo mejor de lo que hubiera sido sin ustedes.