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Termina este momento de preparación haciendo sin prisa un Padrenuestro, meditando cada
frase que vas diciendo.
A medida que avances en esta lección detente a meditar unos instantes en aquello que impacte
profundamente tu corazón.
2. Texto Bíblico
Mt 6, 19 – 21
“No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que
socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que
corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu
corazón”.
Mt 6, 24
“Nadie puede servir a dos señores; porque aborrecerá a uno y amará al otro; o bien se entregará a
uno y despreciará al otro. No podéis servir a Dios y al dinero”.
Sin embargo, como consecuencia del pecado original el hombre se ha apegado desordenadamente a
los bienes materiales volviéndose egoísta, dejándose llevar por la codicia y la avaricia, procurando
incluso en algunos casos conseguir sus bienes usando a las personas y ultrajando su dignidad, cayendo
en el pecado grave y arrastrando a otros a convertir el dinero en su fin.
Algunos criterios que debes examinar para poseer bienes sin que peligre tu vida eterna:
- ¿Cómo los consigo? Que su origen sea de negocios moralmente válidos y civilmente lícitos.
- ¿Cuánto afecto les tengo? “Porque la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos,
por dejarse llevar por él, se extraviaron en la fe y se atormentaron con muchos
sufrimientos”. 1 Tim 6, 10.
- ¿Cómo los uso? Para ayudar a cada uno a atender sus necesidades fundamentales y las
necesidades de los que están a su cargo (Cfr. Catecismo 2402).
El Señor Jesús nos ha enseñado un desprendimiento absoluto de todo lo material para tener un
corazón libre para amar verdaderamente, su nacimiento en un pesebre, su vida de austeridad junto
San José y la Virgen, y su muerte en la Cruz son claros ejemplos. Volvamos nuestra mirada a la Sagrada
Familia y aprendamos de ellos a vivir sin apegos.
Reflexiona:
Acaso no recuerdas los bienes e ideales humanos que perseguías antes de encontrarte con el único y
verdadero Dios, y cuan infeliz te hacia la fama, el dinero, el ansia de reconocimientos, los cargos de
renombre, las excentricidades que tal vez movían tu vida y que solo dejaban vacíos en tu corazón.
Recuerda que Dios te ha liberado de esas ataduras para darte una aspiración mayor y verdadera
alegría. Te ha llamado a acumular tesoros en el cielo, a buscar primero el reino de Dios y su Justicia
que lo demás lo tendrás por añadidura. No tengas miedo en confiar totalmente que el Señor te dará
cada día lo que necesites para tu sustento. Aprende como dice San Pablo a vivir en pobreza y en
abundancia con el mismo gozo de saber que Dios nunca te abandona.
La avaricia paraliza el corazón para la generosidad, por ello es necesario acudir al remedio de la
caridad, la cual todos podemos ejercer por muy pobres que seamos, limosna, beneficencia,
capacitación, evangelización son las formas en que lo podemos hacer.
“Necesito pocas cosas y las pocas que necesito, las necesito poco”. San Francisco de Asís.
4. Práctica
Haré una lista de todo aquello a lo que estoy apegado: personas, bienes materiales, cosas, lugares,
cargos, todo lo que ocupa un espacio en mi corazón y desplaza a Dios. Luego haré una renuncia
afectiva pidiendo a la Virgen María me acompañe e interceda por mí para que pueda en adelante dar
gloria a Dios en todo. Por último haré una obra de caridad física y una espiritual.
5. Oración final
Alaba al Señor, que te permite quitar las vendas de tus ojos para ver los obstáculos que te alejan de
su Reino, y pide al Espíritu Santo que te ayude a tomar las decisiones que sean necesarias en tu vida,
para corregir aquello que has descubierto que le quita a Dios el primer lugar en tu corazón y dile
“Dame Señor un corazón que solo aspire los bienes celestiales”.
“Oh, Espíritu Santo, ayúdame a cumplir mi compromiso, concédeme todas las gracias: planta y
cultiva en mí el árbol de la vida verdadera que es la amabilísima María para que crezca y dé flores y
frutos abundantes. Oh, Espíritu Santo, concédeme amar y venerar a María tu esposa fidelísima,
apoyarme en su amparo maternal y recurrir a Ella confiadamente en toda circunstancia. Forma con
Ella en mí a Jesucristo hasta la plena madurez espiritual”. Amén.