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Lección 2:

¿Soberbio yo?
1. Oración Inicial
"¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la Eucaristía!"
Jesús, cuando eras peregrino en nuestra tierra, tú nos dijiste: «Aprendan de mí, que soy manso y
humilde de corazón y sus almas encontrarán descanso».

Sí, poderoso Monarca de los cielos, mi alma encuentra en ti su descanso al ver cómo, revestido de la
forma y de la naturaleza de esclavo, te rebajas hasta lavar los pies a tus apóstoles. Entonces me
acuerdo de aquellas palabras que pronunciaste para enseñarme a practicar la humildad:

«Les he dado este ejemplo para que lo que hice con ustedes, ustedes también lo hagan. El discípulo
no es más que su maestro…y sabiendo esto, dichosos ustedes si lo ponen en práctica«.

Yo comprendo, Señor, estas palabras salidas de tu corazón manso y humilde, y quiero practicarlas
con la ayuda de tu gracia.

¡Qué manso y humilde de corazón me pareces, Amor mío, bajo el velo de la Eucaristía! Para
enseñarme la humildad, ya no puedes abajarte más. Cada mañana tomo la resolución de practicar la
humildad, y por la noche reconozco que he vuelto a cometer muchas faltas de orgullo. Al ver esto,
me tienta el desaliento, pero sé que el desaliento es también una forma de orgullo. Por eso, quiero,
Dios mío, fundar mi esperanza sólo en ti.

Ya que tú lo puedes todo, haz que nazca en mi alma la virtud que deseo. Para alcanzar esta gracia de
tu infinita misericordia, te repetiré muchas veces:

¡Jesús manso y humilde de corazón, haz mi corazón semejante al tuyo!

Amén

Por santa Teresita de Lisieux , fragmento «Oración para alcanzar la humildad» , 16 de julio de 1897

2. Texto Bíblico
Mt 11, 29-30

“Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque soy manso y humilde de corazón, y así
encontrarán alivio. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”.
3. Contenido para meditar
Santo del día: Santa Teresita del Niño Jesús

La soberbia se refiere a una inclinación desordenada al amor propio, que lleva al hombre a bastarse
a sí mismo, olvidando por completo a Dios.

Tal es el alcance de la soberbia, que es la raíz de todos los pecados.

Dicho apetito desordenado de excelencia puede manifestarse de diversas formas:


- El soberbio es egoísta
- El soberbio se cree muy bueno
- El soberbio siempre quiere tener la razón
- El soberbio no obedece
- El soberbio se cree mejor que los demás
- El soberbio vive de las apariencias
- El soberbio se cree autosuficiente

Reflexiona en todos los ámbitos de tu vida (familiar, académico, laboral, comunitario, …), cuándo la
soberbia ha sido el árbitro de tu corazón, robándole la gloria a Dios, y creyendo que todo lo que has
conseguido y lo que eres es por tu propio mérito y no por la infinita misericordia del Señor.

Piensa en todos los momentos de tu vida, donde Jesús te ha demostrado que sin Él nada puedes hacer
(cf. Jn 15,5) y que solamente su gracia te ha bastado para perseverar en la vida espiritual.

A través de la Consagración Total a Jesús por María, has descubierto que la humildad es la base de
todas las virtudes, y mientras más pobre de espíritu eres, más brilla la gloria de Dios, como lo hizo
María, que se hizo esclava del Señor, siempre fiel y pronta a hacer su Divina Voluntad.

Por lo tanto, con el espíritu humilde de la Virgen María medita en lo siguiente:


- ¿Aún me cuesta obedecer a mis superiores, padres o guias espirituales que Dios ha puesto en
mi vida para guiarme por el camino de la virtud, sólo por el deseo de contradecir su opinión o
consejo?
- ¿Mi corazón todavía se inclina a buscar ser el mejor en todo, a ser reconocido y alabado, y me
genera tristeza cuando no soy admirado por los otros?
- ¿Cuándo estoy en contacto con otros, me cuesta escucharlos por querer siempre hablar de mi
mismo?
- ¿Me duele cuando caigo en pecado por una debilidad o falta el hecho de haberme fallado a
mí mismo luego de haber luchado por alcanzar la virtud en vez de que me duela el haber
ofendido el corazón de Jesús?
Santa Teresita del Niño Jesús, durante toda su vida, fue un testigo elocuente de la infancia espiritual,
que podria traducirse en una auténtica sencillez y humildad de corazón, hasta el punto, que luego de
su muerte, Dios la ensalzó como uno de los referentes más importantes en el camino del Amor y del
santo abandono, pilares fundamentales para obtener la humildad. Por eso, constantemente exclama,
como lo confirman sus escritos desde su infancia hasta los albores de su vocación como esposa de
Cristo:

“Que nunca busque yo, que nunca encuentre cosa alguna fuera de ti; que las criaturas no sean
nada para mí; que yo no sea nada para ellas, y que tú, Jesús, lo seas todo…que nunca sea una
carga para los demás, y que nadie se ocupe de mí: que me vea pisada y olvidada, como un
granito de arena tuyo, Jesús… Que se cumpla en mí perfectamente tu voluntad… Mi tarea es
no ocuparme de mí misma”.

Ahora, suplica que por la intercesión de Santa Teresita, cada día te anonades más ante la presencia
de Dios, para que en tu hora postrera, seas digno de participar en el gozo de los bienaventurados,
porque: “bienaventurados los pobres en espíritu porque de ellos es el reino de los cielos”. (Mt 5,3).

4. Oración final
Hazte pequeño ante la presencia de Dios, como un niño que se abandona en los brazos de su padre,
y dile a Jesús:

“Señor, hazme tan pequeño, que en todo dependa de Ti, porque solo tu Amor me da vida”.

5. Práctica
Durante el día pronunciaré en repetidas ocasiones la jaculatoria: “Jesús manso y humilde de corazón,
haced mi corazón semejante al vuestro”.

“Oh Virgen Santa e Inmaculada, no sé con qué alabanzas honrarte dignamente,


porque llevaste en tu seno al que no pueden contener los Cielos”

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