Está en la página 1de 11

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros

Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,


ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso
de mí murmuran y exclaman:
Ahí va la loca soñando
con la eterna primavera de la vida y de los campos,
y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.
-Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
con la eterna primavera de mi vida que se apaga
y la perenne frescura de los campos y las almas,
aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.
Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

Meditación en el umbral
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoy
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila la visita
del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.

Pobre alma sola!, no te entristezcas...


¡Pobre alma sola!, no te entristezcas,
deja que pasen, deja que lleguen
la primavera y el triste otoño,
ora el estío y ora las nieves;

que no tan sólo para ti corren


horas y meses;
todo contigo, seres y mundos
de prisa marchan, todo envejece;

que hoy, mañana, antes y ahora,


lo mismo siempre,
hombres y frutos, plantas y flores,
vienen y vanse, nacen y mueren.

Cuando te apene lo que atrás dejas,


recuerda siempre
que es más dichoso quien de la vida
mayor espacio corrido tiene.

Decides que o matrimonio


Decides que o matrimonio
é santo e bueno. Seráio;
mais non casóu San Antonio,
por máis que o mesmo demonio
tentóuno a facelo ensaio.

Celicios, cantos poder;


penitencias, a Dios dar;
mais santo n'houbo, a meu ver,
que dos casados quixer
ca pesada cruz a cargar.

Nin os santos padres todos,


de quen tes tantos escritos
e alabas de varios modos,
quixeron naqueses lodos
meter os seus pes benditos.

Do direito, do rivés,
matrimonio, un dogal es;
eres tentazón do inferno;
mais casaréi..., pois no inverno
¡non ter quen lle a un quente os pes...!

Xan. Rosalía de Castro


Xan vai coller leña ó monte,
Xan vai a compoñer cestos,
Xan vai a poda-las viñas,
Xan vai a apaña-lo esterco,
e leva o fol ó muíño,
e trai o estrume ó cortello,
e vai á fonte por augua,
e vai a misa cos nenos,
e fai o leito i o caldo...
Xan, en fin, é un Xan compreto,
desos que a cada muller
lle conviña un polo menos.
Pero cando un busca un Xan,
casi sempre atopa un Pedro.
Pepa, a fertunada Pepa,
muller do Xan que sabemos,
mentras seu home traballa,
ela lava os pés no rego,
cátalle as pulgas ó gato,
peitea os longos cabelos,
bótalles millo ás galiñas,
marmura co irmán do crego,
mira si hai ovos no niño,
bota un ollo ós mazanceiros,
e lambe a nata do leite,
e si pode bota un neto
ca comadre, que agachado
traillo en baixo do mantelo.
E cando Xan pola noite
chega cansado e famento,
ela xa o espera antre as mantas,
e ó velo entrar dille quedo:

—Por Dios non barulles moito...


que me estou mesmo morrendo.
—¿Pois que tes, ña mulleriña?
—¿Que hei de ter? Deita eses nenos,
que esta madre roe en min
cal roe un can nun codelo,
i ó cabo ha de dar comigo
nos terrós do simiterio...
—Pois, ña Pepa, toma un trago
de resolio que aquí teño,
e durme, ña mulleriña,
mentras os meniños deito.
De bágoas se enchen os ollos,
de Xan ó ver tales feitos;
mas non temás, que antre mil,
n' hai máis que un anxo antre os demos;
n' hai máis que un atormentado
antre mil que dan tormentos.
Rosalía de Castro (1996), Follas Novas (Vigo: A Nosa Terra)

Lieders
¡Oh, no quiero ceñirme a las reglas del arte! Mis pensamientos son vagabundos, mi
imaginación errante y mi alma sólo se satisface de impresiones.

Jamás ha dominado en mi alma la esperanza de la gloria, ni he soñado nunca con


laureles que oprimiesen mi frente. Sólo cantos de independencia y libertad han
balbucido mis labios, aunque alrededor hubiese sentido, desde la cuna ya, el ruido
de las cadenas que debían aprisionarme para siempre, porque el patrimonio de la
mujer son los grillos de la esclavitud.

Yo, sin embargo, soy libre, libre como los pájaros, como las brisas; como los árboles
en el desierto y el pirata en la mar.

Libre es mi corazón, libre mi alma, y libre mi pensamiento, que se alza hasta el cielo
y desciende hasta la tierra, sobervio como el Luzbel y dulce como una esperanza.

Cuando los señores de la tierra me amenazan con unha mirada, o quieren marcar
mi frente con unha mancha de oprobio, yo me río como ellos se ríen y hago, en
apariencia, mi iniquidad más grande que su iniquidad. En el fondo, no obstante, mi
corazón es bueno; pero no acato los mandatos de mis iguales y creo que su
hechura es igual a mi hechura, y que su carne es igual a mi carne.
***

Yo soy libre. Nada puede proteger la marcha de mis pensamientos, y ellos son la
ley que rige mi destino.

***

¡Oh mujer! ¿Por qué siendo tan pura vienen a proyectarse sobre los blancos rayos
que despide tu frente las impías sombras de los vicios de la tierra? ¿Por qué los
hombres derraman sobre ti la inmundicia de sus excesos, despreciando y
aborreciendo después en tu moribundo cansancio lo horrible de sus mismos
desórdenes y de sus calenturientos delirios?

Todo lo que viene a formarse de sombrío y macilento en tu mirada después del


primer destello de tu juventud inocente, todo lo que viene a manchar de cieno los
blancos ropajes con que te vistieron las primeras alboradas de tu infancia, y a
extinguir tus olorosas esencias y borrar las imágenes de la virtud en tu
pensamiento, todo te lo transmiten ellos todo..., y, sin embargo, te desprecian.

***

Los remordimientos son la herencia de las mujeres débiles. Ellos corroen su


existencia con el recuerdo de unos placeres que hoy compraron a costa de su
felicidad y que mañana pesarán sobre su alma como soplo candente.

Espectros dormidos que descansan impasibles en el regazo que se dispone a


recibir otro objeto que el que ellos nos presentan, y abrazos que reciben otros
abrazos que hemos jurado no admitir jamás.

Dolores punzantes y desgarradores por lo pasado, arrepentimientos vanos,


enmiendas de un instante y reproducciones eternas en la culpa, y un deseo de
virtud para lo futuro, un nombre honrado y sin mancillar que poder entregar al
hombre que nos pide sinceramente una existencia desnuda de riquezas, mas
pródiga en bondades y sensaciones vírgenes.

He aquí las luchas precedidas siempre por los remordimientos que velan nuestro
sueño, nuestras esperanzas, nuestras ambiciones.

¡Y todo esto por una debilidad!

Vivir para ver


Marcháchete un día
ti, aquel que eu quería;
fuxiste da terra
que tanta alegría
i encantos encerra.
Dixeches: "María,
máis dose que as meles,
máis linda que as frores,
paloma sin feles,
non chores, non chores,
que ausencia envivece,
non mata, nin esquece
os doses amores
que a dicha axuntóu.
¡Eu vome...!, mais si ora
delor nos ofrece
fertuna traidora,
jamás te olvidara
quen tanto te adora,
quen tanto de amara.
¡Adiós, miña vida!
No peito escondida
te levo, antretano
non torno a te ver.
¡Ti espera!, pois xuro
por Dios sacrosanto,
que si non morrer,
aquí hei de volver."
Morrer, non morreche...,
i anque eu esperara...,
¡qué ben que compriche
palabra que diche,
amor que tiveche!
Que os anos pasaron,
as frores mucharon,
os negros cabelos
en brancos tornaron;
e nunca máis, nunca,
¡poder dun querer!,
quixeches volver...
Vivir para ver.
Tanto e tantos nos odiamos
"Tanto e tanto nos odiamos,
tanto e tan mal nos quixemos,
que por non verme morriche,
e desque morriche alento.
Mais ora tócame a min
tamén marchar, e di o crego
que che perdone, pois logo
a xuntarnos volveremos.
¡O crego volvéuse tolo!
¡Xuntarnos...! Nunca máis, penso;
que si ti estás onda Dios,
eu penso de ir xunto ó demo."
Esto unha vella viuda,
e terca como un carneiro,
falaba do seu difunto,
xa dos bichocos comesto.
I en tanto que así falaba,
tamén ela iba morrendo.
Mais din que o difunto i ela
se atoparon nos infernos
man a man e codo a codo
como dous bos compañeiros.

-¿Conque estás aquí? -lle dixo


estonces a vella ó vello-;
pois voume adonde está Dios,
xa que ti estás onde o demo-.
E sin saberse por ónde
colléu direitiña ó ceo;
mais topóu fechada a porta,
que lla fechara San Pedro.

-¡Prum!, ¡prum!; ¡abrí, que son eu!-


falóu a vella moi recio.
-¡Non hai! - respondéu o Apóstol,
apertando o tarabelo.
-Coidá que xuréi n'estar
onde el esté, meu San Pedro...
-¡Non hai!- repitéulle o Santo,
índose inda máis adentro.
-¡Por vida das vosas chaves,
que facés un bon porteiro,
e que roncás...! Xa se ve...
¡Como estades satisfeito...!
Mais eu xuréi, e Dios manda
que un cumpra seus xuramentos.
¡A terceira vez...! ¿Abrides?
-Nin ás tres ni ós trescentos;
a muller vaia onde o home:
¡Al infierno, anda al infierno
con el, por sempre en jamás!
-¡Poche, meu santo San Pedro,
que ben deixás conocer
que andiveches sempre ceibo,
que nunca foches casado
nin na terra nin no ceo!
Todiña-las comenencias
para vós quixeches, ¡deño!
¿I a min non me dás ningunha?
Pois ve que eu tamén as quero.
Si aló con cadea andiven,
en tela agora non penso,
que todo ca morte acaba
según predican os cregos.
Unha ves nos separamos
eu i o meu home, e por certo
que foi pra sempre..., e está dito,
pois son terca, si sos terco.
¿Que non me querés na groria?
Pois xuréi non ir ó inferno,
done el está; i acabóuse,
e n'hai que falar máis desto.
¿Qué habés de facer de min?
¿Iréi ó limbo dos nenos?
¡Me vallas!, que xa estóu deles
hasta a punta dos cabelos.
-¡Caramba coa muller esta!
-dixo enfadado San Pedro-.
que si non fora por Dios...
-Bah, señor, deixávos deso
e permitime que pase...
-Non, non e non. ¡Caramelos!
Fora daquí... -E ¡pum!, botóuna
direitiño cara ó inferno.
-¡Qué o xuréi! Xa o teño dito...
-berraba a vella-. Non entro.
Señor, señor... Sursum corda;
aquí estóu, i aquí me quedo-.

E quedóuse, si, quedóuse.


¿Ónde? Non se sabe certo,
nin si foi porque a oíse Dios
ou porque n'a quixo o deño.
Só se sabe, ben sabido,
que anda nas alas do vento
metendo medo ós rapaces
nas negras noites de inverno;
encelando namorados,
desfacendo casamentos,
malquistando matrimonios...
¿Por qué n'a levóu San Pedro?
Que ora anda ceiba e ben ceiba
para meternos no inferno.
Poñélle a figa, mociñas,
si querés ter casamento;
que onde ela esté, nin un home
toparés para un remedio.

También podría gustarte