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Los Ejercicios son una escuela de oración para quien los ha hecho. No son teoría sobre la
oración, sino práctica de ella. Y se aprende lo que se practica. Por eso, San Ignacio ubica al final de los
Ejercicios una nueva orientación sobre la oración pensando en la vida diaria que espera al Ejercitante
(EE 238-260).
La experiencia muestra que es fácil, relativamente fácil abandonar la vida de oración. Muchos
caen en ese fallo, e incluso después de los ejercicios. Como que quedaron empachados... Pero la
experiencia muestra también que no es tan fácil retomar el camino de la oración cuando el pozo de la
sensibilidad hacia ella se ha secado. Es todo un camino.
Por eso San Ignacio inserta aquí esta orientación sobre "los tres modos de orar". La primera
cuestión que hay que aclarar es que hay muchos modos de orar. Ya en el Mes de Ejercicios hemos
usado la meditación, la contemplación, la consideración, el examinar la conciencia, la repetición oral y
vocal de los Coloquios, la oración preparatoria... Ahora se nos enseñan otros caminos más sencillos.
El que sean modos sencillos de orar no quiere decir que son solamente para los que se inician en
la vida del Espíritu o para los que sólo hacen la primera semana. Son universales. Porque la oración
caminará paulatinamente hacia la sencillez.
El primer modo de orar se parece un poco al examen, pero no es exactamente lo mismo. Aquí la
materia de oración consiste en confrontarme con lo objetivo. Lo objetivo para San Ignacio son los
mandamientos, pecados y virtudes. Para un jesuita en formación lo objetivo serán los objetivos del
Noviciado, los votos, las Constituciones y en general todo lo que toca a nuestros carisma.
Incluso, antes de llegar a ese nivel, son objetivos algunos documentos y orientaciones de la
Iglesia acerca de los cuales yo puedo orar. No es lo mismo que leer libros de Teología. Yo establezco
un diálogo oracional con aquello que objetivamente mueve y marca mi fe. Aquí la clave de lectura será
siempre la Imitación de Cristo (248). Y la utilidad de este tipo de oración será la de vigilar mi
crecimiento, complemento del examen. San Ignacio habla de "mandamientos, pecados, potencias del
alma y sentidos corporales". . Los dos últimos modos me acercan a la meditación y contemplación
respectivamente, sólo que aquí las potencias y sentidos no son modos de orar sino objetos de la
oración: ¿Cómo pienso? ¿Qué siento? ¿Qué vivo interiormente? ¿Qué me dice mi libertad?...
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Segundo modo de orar (249-257)
El segundo modo se parecería a lo que se llama hoy la lectura continuada de los textos bíblicos
y que ya se hacía en la vida monástica. Aquí la materia de oración son textos, oraciones, plegarias,
anáforas eucarísticas, la liturgia de las Horas y hasta textos de la espiritualidad de la liberación que se
me vuelven clásicos para mi vida. A veces ayuda irse haciendo de una pequeña colección de "textos y
poesías oracionales" significativas para uno. Se trata de un proceso de interiorización "palabra por
palabra". No necesitaré muchos textos para la oración, sino poner a funcionar mi sensibilidad para que
textos o palabras antiguas se me puedan cargar de significado nuevo. Muchas de esas oraciones tienen
el valor de ser oraciones universales de la Iglesia (como el Padre Nuestro). Todo el "chiste" está en
pronunciarlas de verdad desde el corazón y entonces me dirán algo nuevo.
La materia de oración puede ser la misma que en los anteriores modos, pero el modo de orar es
diferente. A veces es muy útil tomar este tipo de oración para comenzar mi tiempo de oración: me
relajo, alcanzo una cierta paz interior que me hace capaz de la escucha y del diálogo.
Esta oración tiene una tradición muy antigua en la Iglesia, sobre todo en la Iglesia ortodoxa. Es
sencilla y útil porque así como me es imposible dejar de respirar, me será difícil distraerme si mantengo
la oración al ritmo de la respiración. Llama la atención que el nombre original de Dios en casi todas las
religiones comienza con una honda "inspiración respiratoria" (Yahvé, Alah, Brahman..). Respirar y
orar me hará suspirar lo divino en mi vida. Se me integra todo el cuerpo en el proceso de la oración.
Pero no hay que convertirla en un ejercicio puramente físico...
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