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USTEDES SON TEMPLOS DEL DIOS VIVO: LA INHABITACIÓN

TRINITARIA EN EL JUSTO Y LAS CONSECUENCIAS PARA LA


VIDA ESPIRITUAL Y MORAL

EDWIN RICARDO GARAVITO OCHOA

SEMINARIO CONCILIAR SAN CARLOS


SECCIÓN DE TEOLOGÍA
SAN GIL
2018

1
USTEDES SON TEMPLOS DEL DIOS VIVO: LA INHABITACIÓN
TRINITARIA EN EL JUSTO Y LAS CONSECUENCIAS PARA LA
VIDA ESPIRITUAL Y MORAL

EDWIN RICARDO GARAVITO OCHOA

Docente
JORGE CABALLERO RODRÍGUEZ
Presbítero

Trabajo de profundización teológica

SEMINARIO CONCILIAR SAN CARLOS


SECCIÓN DE TEOLOGÍA
SAN GIL
2018

2
TABLA DE CONTENIDO
pág.
INTRODUCCIÓN 5
1. UNA PRESENCIA NUEVA Y ESPECIAL RESERVADA AL JUSTO 7

1.1 LA INHABITACIÓN SEGÚN LA SAGRADA ESCRITURA 7


1.1.1 Antiguo Testamento. 7
a. La posesión de Dios. 8
b. La presencia de Dios. 8
c. El espíritu de Dios. 8
1.1.2 El Nuevo Testamento. 9
a. Dios mora en los justos y los justos en Dios. 9
b. El justo, templo de Dios. 9
c. La inhabitación de la Trinidad en el justo. 10

1.2 EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN 11


1.2.1 Los Padres de la Iglesia. 11
1.2.2 La Edad Media. 13

1.3 LA INHABITACIÓN EN LA LITURGIA 15

1.4 EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA 15

1.5 HACIA UNA EXPLICACIÓN TEOLÓGICA 17


a. Teoría basada en la actuación de la Trinidad en el justo. 19
b. Teorías basadas en el conocimiento y el amor. 20
c. Teoría de la unión cuasi formal de la Trinidad y el justo. 21

3
1.6 COMPLEMENTARIEDAD DE LAS POSTURAS
TEOLÓGICAS ANTES MENCIONADAS. 25

2. LA VIDA ESPIRITUAL Y MORAL DE QUIEN ESTÁ INHABITADO POR LA


SANTÍSIMA TRINIDAD. 26
2.1 HACIA UNA CONCIENCIA DE LA PRESENCIA DE DIOS
EN NOSOTROS CUANDO NOS ENCONTRAMOS
EN ESTADO DE GRACIA 26

2.2 LA VIDA ESPIRITUAL DE QUIEN ESTÁ


INHABITADO POR LA SANTÍSIMA TRINIDAD 27

2.3 LA VIDA MORAL DE QUIEN ES TEMPLO DEL DIOS VIVO 29


2.3.1 La inhabitación trinitaria y la moral social. 31
2.3.2 La inhabitación trinitaria y la moral sexual. 31

3. CONCLUSIONES 32

4
INTRODUCCIÓN

En el mundo contemporáneo se presenta el hecho que la vida espiritual está


considerándose como algo del pasado y, en lugar de ella, surgen propuestas
materialistas, a las cuales fastidia la dimensión trascendental, pues la ven como un
obstáculo para lograr su objetivo que es reducir al hombre a una mera aglomeración
de materia e intelectualidad, privándolo de dimensiones como el ser espiritual y
religioso. Unido a lo anterior, nuestro pueblo cristiano pasa por un momento de
mundanización espiritual y de relatividad moral, teniendo entre una de las varias
causas, la inconciencia de la presencia de Dios en el bautizado.

El presente trabajo investigativo busca que el cristiano tome conciencia de aquella


promesa de Jesús hecha a sus apóstoles durante la última cena: “Si alguno me
ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él y en él haremos
morada” (Jn 14,23) que, en la Tradición eclesial, en el Magisterio y en la reflexión
teológica es una de las citas bíblicas que fundamentan la doctrina de la inhabitación
trinitaria.

Por otra parte, urge que nuestro pueblo cristiano recobre la sacralidad del ser
humano, derivada no solo del hecho de ser imagen y semejanza de Dios, sino
también de la presencia especial del Dios vivo en nuestras vidas, cuando nos
encontramos en estado de gracia, de la cual en nuestros días poco se tiene
conciencia.

Expuesta, a grandes rasgos, la situación problemática a la que quiere responder


este trabajo, se presenta el objetivo general que se pretende lograr: Reflexionar
teológicamente sobre la inhabitación de la Santísima Trinidad en el justo y descubrir
las consecuencias que de ello resultan para el comportamiento espiritual y moral
de quien goza de esta nueva presencia de Dios en su vida.

A fin de alcanzar el objetivo general, en primera instancia, se retomarán algunos


fundamentos que la Sagrada Escritura y la Tradición nos brindan sobre la presencia
de Dios Trino en el justo; luego se conocerán los pronunciamientos más
sobresalientes que el Magisterio de la Iglesia ha hecho sobre la inhabitación
trinitaria en el justo1.

1
Justo: El hombre que vive un estado personal de buena relación y comunión con Dios […] En el
Antiguo Testamento es aquel que se adhiere por completo a la voluntad de Dios, que es fiel a la
alianza y a sus obligaciones y proyecta luego este modo de vivir en las relaciones con los otros
miembros de la comunidad social religiosa en que vive […] En el Nuevo Testamento, justicia indica
la condición de redención que el hombre recibe como frutos de los acontecimientos pascuales de
Cristo y de la acción del Espíritu Santo en la Iglesia. La fe en Cristo y la conformación cristológica
real que se ofrece en el bautismo son el fundamento de la justicia cristiana (DICCIONARIO
TEOLÓGICO ENCICLOPÉDICO. 2. ed. Pamplona: Verbo Divino, 1996. p.544).

5
Seguidamente, con base en algunas propuestas teológicas se tratará de explicar a
la luz de la fe y la razón, la manera como la Santísima Trinidad se hace
misteriosamente presente dentro de quien se encuentra en estado de justicia, sin
olvidar que el trabajo intelectual que se haga siempre se va a quedar corto al
pretender explicar un misterio tan sublime, como lo es la presencia de Dios Trino
en el alma del justificado.

Por último, se reflexionará en torno a las consecuencias espirituales y morales que


la inhabitación trinitaria trae para quien se encuentra en estado de gracia, a fin de
entender que toda doctrina teológica, por más especulativa que sea, tiene un lado
práctico en la experiencia de Iglesia.

6
1. UNA PRESENCIA NUEVA Y ESPECIAL RESERVADA AL JUSTO
Al momento de reflexionar sobre la Inhabitación Trinitaria en el justo, es importante
recordar uno de los atributos de Dios, como lo es la omnipresencia, que expresado
en términos de Catecismo de la Iglesia Católica se entiende de la siguiente manera:
“Dios […] porque es el Creador soberano y libre, causa primera de todo lo que
existe, está presente en lo más íntimo de sus creaturas”2.
Hecha la anterior afirmación, se ha de advertir que “más allá de la presencia normal
y ordinaria de la inmensidad, hay otra presencia especial reservada a aquellos que
tienen la gracia”3, y “se refiere al mismo Dios y a la donación que de Sí mismo hace
Dios al hombre”4.Esta nueva presencia ha recibido en la teología el nombre de
inhabitación trinitaria, apelativo dado “en cuanto que [Dios] nos llama a participar
de su vida trinitaria”5 y porque esta donación hace accesible a Dios no solo en su
unidad de naturaleza, sino en su trinidad de personas.
Esta realidad teológica nos lleva a hablar necesariamente de gracia increada6 en
cuanto que “Dios establece una comunión entre Sí y el justo no solo por medio de
gracias creadas7, sino por la donación de Sí mismo”8; es decir, Dios viene a habitar
en la persona que se encuentra en estado de justicia ante Él.
1.1 LA INHABITACIÓN SEGÚN LA SAGRADA ESCRITURA
La Sagrada Escritura a lo largo de sus páginas nos da la certeza que
verdaderamente Dios hace morada en los justos. A continuación, se presenta,
grosso modo, los datos escriturísticos que dejan vislumbrar esta presencia divina
en la persona justa.
1.1.1 Antiguo Testamento. Al buscar en las páginas veterotestamentarias
vestigios de la presencia de Dios Trino en quien se encuentra en estado de justicia,
la primera afirmación que se ha de hacer es: “El Antiguo Testamento prepara la
revelación neo-testamentaria de la inhabitación de la Santísima Trinidad en el
justo”9. Podemos distinguir tres temas que nos iluminan al respecto.

2
Catecismo de la Iglesia Católica. n. 300.
3
GLEASON, Robert W. La gracia. Barcelona: Herder, 1964. p. 168.
4
FERNÁNDEZ, AURELIO. Teología dogmática. T. II. Madrid: BAC, 2012. p. 150.
5
SCHMAUS, Michael. Teología dogmática. T. V. La gracia divina. Madrid: Rialp. 1959. p. 31.
6
Gracia increada: Significa ante todo la benevolencia de Dios hacia la creatura. El mismo Dios, considerado
en cuanto es benévolo para con las creaturas, es llamado también gracia increada (FLICK, Maurizio y ALSZEGHI,
Zoltan. El Evangelio de la Gracia. p. 25)
7
Gracia creada: Todo don de Dios que no sea Dios mismo. Dones y efectos de la benevolencia de Dios en el
hombre (WOLFGAND, Reinert. Diccionario de teología dogmática. Barcelona: Herder, 1990).
8
FLICK, Maurizio y ALSZEGHI, Zoltan. El evangelio de la gracia. 2. ed. Salamanca: Sígueme, 1967. p. 464.
9
Ibid., p. 466.

7
a. La posesión de Dios10. En el Antiguo Testamento “Dios se califica a sí mismo el
Dios de una persona determinada”11; basta con pocos ejemplos para demostrar esta
realidad.
Dios promete a Abraham ser su Dios por medio de las siguientes palabras: ‘Yo
establezco contigo, y con tu descendencia después de ti, por sus generaciones, mi
pacto eterno de ser tu Dios y el de tu descendencia’ (Gn 17, 7-8). De manera
semejante lo hará al revelarse a los consiguientes patriarcas y a Moisés, a quienes
se da a conocer como el Dios de Abraham, Isaac y Jacob.
Estas expresiones son muy importantes puesto que, además de “expresar la
relación jurídica basada en el pacto de Dios con el pueblo elegido […] entrañan
también la donación que hace Dios de sí mismo como amigo y protector”12.
b. La presencia de Dios. Un segundo aspecto a tratar es: “Dios es el Dios de los
justos en cuanto que está presente en su vida. Esta presencia en el judaísmo tardío,
se indica con el término shekinah […] que en sentido literal significa habitar en la
tienda; se refiere a una presencia especial de Dios entre su pueblo”13.
Como testimonio tenemos el episodio del valle de Mambré14 cuando Dios se le
aparece a Abraham y acepta la hospitalidad bajo la tienda del patriarca. Esta
presencia de Dios en el pueblo elegido se va concretando cada vez más, a tal punto
que en la teofanía sinaítica (Ex 24,16) la gloria del Señor habitó15 sobre el monte
varios días. Más adelante Dios se hace presente entre ellos de una manera más
estable: “Iba Yahvé delante de ellos, de día, en columna de nube, para guiarlos en
su camino, y de noche, en columna de fuego para alumbrarlos” (Ex 13,21-22).
Luego, cuando se construye el tabernáculo, la presencia de Dios, en medio del
pueblo, se hace más cercana. Finalmente, tras la edificación del templo, Dios se
establece en su pueblo.
c. El espíritu de Dios. En la Biblia16 el tema del espíritu es muy complejo debido a
los diversos significados que demanda este vocablo; sin embargo, aquí nos interesa
su conexión con la interioridad de la presencia de Dios y su conexión con la
perfección moral del hombre. Veamos lo que dice el salmo 143,10: “Enséñame a
cumplir tu voluntad, pues Tú eres mi Dios; tu espíritu bondadoso me guíe por tierra
llana”.

10
Posesión de Dios se ha de entender en el sentido que Dios se manifiesta a los diferentes patriarcas como un
Dios cercano que conoce la persona y las diferentes circunstancias del destinatario al cual se revela y se dona
para guiarlo en el camino de la vida.
11
Ibid., p. 467.
12
Ibid., p. 467.
13
Ibid., p. 468.
14
Ibid., p. 468. Citado a Gn 18.
15
En este pasaje se emplea por primera vez el término habitar ‘shakan’ para indicar esta presencia singular
de Dios.
16
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 471.

8
Otro aspecto importante en cuanto al espíritu de Dios en el Antiguo Testamento es
que se anuncia su efusión durante la era mesiánica en la que el mismo Mesías lo
poseerá: ‘Y brotará una vara del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago,
sobre el que reposará el espíritu de Yahvé’ (Is 11,1-2), que a la vez será comunicado
a todos los hombres con el fin de hacer cambiar el comportamiento religioso y moral:
“Pondré dentro de vosotros mi espíritu, y os haré ir por mis mandamientos y
observar mis receptos y ponerlos por obra” (Ez 36,27).
1.1.2 El Nuevo Testamento. En primer lugar, el Nuevo testamento distingue la
presencia de Dios en el hombre justificado de la presencia general del Hacedor en
todas las cosas creadas, ya que enseña que Dios permanece en los justos y que
los justos permanecen el Él, que ellos son templo del Espíritu Santo y que tienen
una relación especial con las personas de la Santísima Trinidad, que vienen al justo
y en él habitan17. De lo anterior se pueden deducir tres líneas bíblicas
neotestamentarias, presentadas por Flick y Alszeghi, que permiten ahondar en el
misterio de la inhabitación trinitaria en el justo.
a. Dios mora en los justos y los justos en Dios. Para abordar esta temática es
necesario aludir al apóstol san Juan, quien escribe: “Conocemos que
permanecemos en Dios y que Dios permanece en nosotros en que nos ha dado su
espíritu” (1 Jn 4,13). Este texto bíblico sirve como base para afirmar que “la
permanencia de los justos en Dios y de Dios en los justos, […] significa una
comunicación íntima del discípulo con Dios”18, dándose un elevado grado de
koinonía entre Dios y el hombre en estado de justicia.
b. El justo: templo de Dios. Este segundo aspecto está principalmente avalado
por San Pablo quien escribe a la comunidad de Corinto: “¿No sabéis que sois templo
de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” (1 Cor 3,16), y a quienes en
otra ocasión les dice: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo,
que está en vosotros y habéis recibido de Dios, y que, por tanto, no os pertenecéis?
(1 Cor 6,19)”. Es tanta la insistencia que en la segunda carta expresa: “Pues
Vosotros sois templos del Dios vivo, según dijo Dios: ‘Yo habitaré y andaré en medio
de ellos, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo (2 Cor 6,16)”.
Estos textos de la literatura paulina “expresan la dignidad del templo vivo que
constituyen los cristianos, cuando afirman que Dios habita en medio de ellos”19,
teniendo claro que “habitar indica una presencia estable y familiar, e incluye además
la posesión del domicilio por parte del que lo habita” 20, lo cual hace de esta
presencia algo muy especial, reservado a quien acepta el plan salvífico de Dios en
su historia personal.

17
Ibíd., p. 473.
18
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 473.
19
Ibíd., p. 473.
20
Ibíd., p. 473.

9
c. La inhabitación de la Trinidad en el justo. En el Nuevo Testamento21 la
inhabitación de Dios en los justos adquiere singular importancia cuando se atribuye
a Dios cuanto Trino, de modo que “la realidad de tal presencia misteriosa y
sobrenatural viene garantizada por esta firme promesa de Jesús: ‘Si alguno me
ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y el él haremos
morada’ (Jn 14,23)”22. Estas palabras permiten concluir que “todos los que aman a
Dios y observan sus mandamientos, reciben la presencia del Padre y del Hijo [y que]
además el Espíritu Santo (Jn 14, 15-17) se otorgará ya a los fieles en esta tierra y
permanecerá con ellos eternamente”23.
Ahora bien, centrándonos en san Pablo descubrimos que él insiste en la presencia
del Espíritu Santo en los justificados y por eso “determina más claramente la
doctrina evangélica, al hablar del Espíritu Santo, tercera persona de la Santísima
Trinidad, afirmando que a los justos no solamente se les concede los dones del
Espíritu, sino que es el mismo Espíritu Santo el que se une de una manera especial
con todos los justificados”24. A continuación, se presentan los principales textos
paulinos que hablan de esta presencia misteriosa del Espíritu en el justo:
a. Rm 5,5b: ‘El amor de Dios se ha derramado en nuestros corazones por virtud del
Espíritu santo que nos ha sido dado’.
b. Rm 8, 9a: ‘Pero vosotros no vivís según la carne, sino según el espíritu, si es que
de verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros’.
c. Gal 4,6: ‘Y por ser hijos, envió Dios a nuestros corazones el Espíritu de su Hijo
que grita: Abbá, Padre’.
Los anteriores versículos dejan vislumbrar que, según la Revelación, el Espíritu de
Dios habita en los justos. Sin embargo, nos enfrentamos a una laguna teológica que
genera una controversia que oscila entre las siguientes posiciones: “Según san
Pablo, esta presencia es propia del Espíritu Santo en tal modo que no pueda
atribuirse al Padre y al Hijo, o si, por el contrario, es común a la Santísima Trinidad
y se le atribuye al Espíritu Santo solo por apropiación”25.
Esta polémica será un motivo para que a lo largo de la historia del cristianismo se
dediquen grandes esfuerzos en la reflexión teológica, a fin de hacer más accesible
a la sabiduría humana tan grande misterio por el que Dios ha querido comunicarse
al hombre como su amigo y confidente, haciéndole partícipe en su vida divina.
Son grandes los avances que al respecto se han dado, pero por encima de todo el
trabajo teológico y las iluminaciones místicas, no todo el misterio ha sido
esclarecido, pues el hombre, aunque iluminado por la fe, mientras esté en este

21
Ibíd., p. 474.
22
FERNÁNDEZ, Op. Cit., p. 163.
23
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 475.
24
Ibíd., p. 475.
25
Ibíd., p. 475.

10
mundo, limitado por las categorías del espacio y el tiempo, no podrá ver a su Dios
en todo su esplendor y gloria; no obstante, sí logrará cierta inteligencia por la vía del
conocimiento y amor sobrenaturales de Dios, propios de los justos.
1.2 EL TESTIMONIO DE LA TRADICIÓN
1.2.1 La Patrística. Los Padres de la Iglesia son muy claros en testificar la presencia
especial de Dios en el justo26; es una constante que aparece a lo largo de todos sus
escritos, entendiéndose esta inhabitación no en sentido meramente moral o
psicológico, sino con un realismo tal que comparan la presencia del Padre en el
Verbo a la de las tres divinas personas en el justo, claro está que existe una gran
diferencia entre una y otra, pues la primera es estrictamente sustancial, mientras
que la segunda como es un don gratuito puede perderse.
En primera instancia sobresalen los escritos de los padres apostólicos como el
Pastor de Hermas y la Epístola de Bernabé, los cuales indican que los justos son
templos de Dios27. San Ignacio de Antioquía “en el encabezamiento de sus cartas
se llama Teóforo, ‘portador de Dios’, nombre que otorga después a sus
destinatarios”28.
Luego, cabe mencionar a san Ireneo de Lyon (s. II), quien al reflexionar sobre la
recapitulación en Cristo “nos enseña que este misterio se realiza por la inhabitación
del Espíritu Santo que nos conduce hasta el Hijo y así nos hace volver al Padre”29.
Es central el aporte dado por san Basilio para quien, en palabras de Gerard Philips,
“el Espíritu es un don concedido al hombre para divinizarlo: él posee por sí mismo
la naturaleza divina. […]. La santidad es por tanto propia de la tercera persona,
aunque sea común a la del Padre y el Hijo. He aquí la perfección que el Espíritu
distribuye en los justos revelando y glorificando, al darse a ellos, tanto al Hijo como
al Padre”30. Con este padre capadocio se empieza a entrever con mayor claridad
que, aunque la inhabitación es apropiada al Espíritu Santo, tiene un aspecto
esencialmente trinitario, porque éste nos conduce al Padre y al Hijo.
Esta dimensión trinitaria de la inhabitación es agudizada por san Cirilo de
Jerusalén quien no reduciendo su reflexión a las relaciones intra-trinitarias
exclusivamente, señala que “es de este intercambio de vida entre las Tres de lo que
participa el que es justificado”31; por este motivo se puede hablar de inhabitación
trinitaria.

26
Ibíd., p.479.
27
Ibíd., p.479.
28
PHILIPS, Gerard. Inhabitación trinitaria y gracia. Salamanca: ediciones secretariado trinitario, 1980. p. 34.
29
Ibíd., p. 34
30
Ibíd., p. 38.
31
Ibíd., p.39.

11
En este recorrido por la patrística, no podemos descuidar a san Atanasio32 quien,
para defender la doctrina trinitaria, más específicamente la divinidad del Espíritu
Santo, parte del hecho que el Espíritu a quienes él habita los diviniza, concluyendo
que si diviniza es porque es Dios. Esta afirmación vislumbra la veracidad de la
inhabitación divina en el alma del justo.
San Agustín merece especial mención, pues entiende claramente que “Dios está
presente en las creaturas de diversas formas. En primer lugar, Dios está presente
en todas partes, ya que como creador gobierna todas las cosas sin fatiga y contiene
todo sin sentir su peso. Esta presencia es común a las tres divinas personas”33.
Pero, a la vez, afirma que hay otra forma de presencia, ya que como él mismo
escribe: “Dios, que doquier está entero no habita sin embargo en todos. Porque no
de todos puede decirse lo que afirma el apóstol en el texto que antes cité (1 Cor
6,19): ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en
vosotros? (1 Cor 3,16)”34, con lo cual distingue la presencia por inhabitación de la
omnipresencia.
Asimismo, el Doctor de la gracia, advierte que la inhabitación es común a las tres
divinas personas, y lo expresa en el siguiente párrafo: “¿Quién, sino quien ignora
totalmente la inseparabilidad de la Trinidad, osará opinar que el Padre y el Hijo
habitan en alguien en quien no habita el Espíritu Santo, o que el Espíritu Santo
habita en alguien en quien no moran el Padre y el Hijo?”35, de tal modo que la
inhabitación es “particular en un sentido al Espíritu Santo, pero común ciertamente
a las Tres personas, de las cuales nuestro teólogo dice que cooperan”36, ya que “es
inseparable la inhabitación como es inseparable la actuación”37.
Para aclarar cómo se da la inhabitación trinitaria en el justo comienza por hablar de
la obra del Espíritu Santo “a la cual cooperan el Padre y el Hijo, pues la unión del
Padre y del Hijo es de alguna forma el mismo Espíritu Santo”, de lo cual se deduce
que el unir es propio de la Tercera Persona, de tal modo que lo que realiza en Dios
entre el Padre y el Hijo, lo realiza también entre los hombres justificados y las
Personas Divinas.
Además, trata de explicar la manera de la presencia de las Tres divinas Personas
en el justo en términos de un conocimiento amoroso del que está llena el alma del
justo, experiencia en la que “el Dios Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo viene a
nosotros, mientras nosotros vamos hacia él: ellos vienen para sostenernos, nosotros
vamos para obedecer; ellos para iluminar, nosotros para contemplar”38.

32
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 480.
33
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 475.
34
Ibíd., p.39. Citando a San Agustín
35
Ibíd., p.39. Citando a San Agustín, carta 187.
36
PHILIPS, Op. Cit., p. 59.
37
Ibíd., p. 59.
38
Ibíd., p. 60.

12
De lo que hemos podido decir de la doctrina del Doctor Trinitatis vamos
acercándonos a una explicación teológica que nos aproxima a este misterio; por
ello, valiéndonos de la alta teología del obispo de Hipona cabe preguntarnos: Si
Dios habita en todos los que viven en gracia y no en aquellos pecadores
empedernidos, ¿qué pasa con aquellos cristianos que estamos en camino a la
perfección ayudados por la Gracia?
Para dar respuesta a esta pregunta sirvámonos de los escritos agustinianos en
donde descubrimos lo siguiente:
Dios habita también en los cristianos imperfectos. Muchos de esos en quienes habita
son semejantes a aquellos de quienes dice el apóstol: no pude hablarles como a
espirituales, sino como a carnales. Como a niños en Cristo os di a beber leche y no
comida (1 Cor 3,1-2). A estos les dice también: ¿No sabéis que sois templo de Dios
y que el Espíritu Santo habita en vosotros? (1 Cor 6,19)39.
Por lo tanto, se ha de tener claro que “todos los santos no obtienen el mismo grado
de inhabitación o de conocimiento, porque unos son más receptivos que otros” 40.
Esta realidad nos la indica bien San Agustín cuando en la Carta a su amigo Dardano
(417 d. C) le da a entender que unos son más santos que otros “porque Dios habita
más intensamente en ellos (abundantius habent habitatorem Deum)”41
Para concluir hemos de decir que entre los padres no se puede hablar de una
explicación especulativa común en todos sobre la inhabitación trinitaria; sin
embargo, ellos al querer explicar este misterio insisten en el conocimiento y amor
divinos, sin necesariamente quedarse ahí, pues hubo quienes hablaron de henosis,
que ellos mismos entienden como “cierta unión óntica que antecede a la
contemplación y la hace posible” 42 y que puede ser análoga con la unión hipostática.
1.2.2 La Edad Media. En esta gran época de la teología es oportuno mencionar, en
primer momento, a Alejandro de Hales con la Summa Fratris Alexandri43, la cual
hace referencia a un elemento ontológico que la presencia especial de Dios en el
alma del justo conlleva.
Para tratar de explicar tan divino misterio hemos de partir de un término del lenguaje
trinitario como lo son las misiones divinas. Es claro que hablamos sólo de las
misiones del Hijo y del Espíritu Santo, ya que el Padre no es enviado aun siendo el
autor de la misión, pero sí podemos afirmar que él puede darse, entrar y hundirse
en el alma, pues en Jn 14,23 está escrito que el Padre y el Hijo vendrán a fijar su
morada en el justo, lo cual equivale a una donación.

39
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 475. Citando a San Agustín, carta 187.
40
PHILIPS, Op. Cit., p. 59.
41
Ibíd., p.59. Citando a San Agustín, carta. 187.
42
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 483.
43
PHILIPS, Op. Cit., p. 115ss.

13
También es importante el aporte de san Buenaventura44 quien afirma, en primer
lugar, que Dios está presente en toda criatura por su naturaleza, aclarando que en
los santos hay que reconocer también la inhabitación.
Buscando comprender la inhabitación él distingue entre gracia increada y creada.
En cuanto a la gracia increada dice que por medio de ella el Hijo y el Espíritu Santo
adoptan un nuevo modo de presencia ‘Inhabitación’, que presupone su
omnipresencia natural. A la vez, el concepto de inhabitación nos lleva a la posesión
de Dios la cual se da por “la gracia increada que es el Espíritu Santo”45.
Por otra parte, él señala que la gracia creada es una trasmisión continua que une
los dos términos, el divino y lo humano; expresa una unión inmediata y continua
entre Dios y el hombre.
Otro aporte importante de este franciscano46 es que nos da a entender que la
inhabitación confiere la bienaventuranza espiritual, nos hace deiformes de manera
que Dios nos posea y que él sea poseído por nosotros y así él habite en nosotros.
Cabe agregar que para san Buenaventura el efecto producido por la gracia es
común a las Tres Divinas Personas y una persona no habita sin la otra, sino toda la
Trinidad.
Por su parte, Santo Tomás en referencia a la inhabitación trinitaria afirma: “Dios se
encuentra en toda creatura por potencia, por presencia y por esencia, pero por
encima de este modo de presencia existe otro que es propio de las creaturas
racionales. Dios está presente en ellas se dice, como el objeto conocido en el sujeto
que lo conoce, como el objeto amado en aquel que le ama; y porque por este
conocimiento y por este amor, la creatura racional alcanza al mismo Dios, se dice
que Dios habita en ella como su templo”47.
Además, el doctor Angélico48 para hablar de la presencia de las Divinas Personas
por la gracia, lo hace en contexto de la doctrina de la recirculación, de tal modo que
al explicar que la creación y el retorno de ésta a su fuente que es también su fin,
sucede en conexión interna con la Trinidad, deduce conjuntamente que la misma
marca se impone también en la unión de la gracia con las Personas Divinas.
En otras palabras, Dios viene a habitar en mí, de lo cual resulta una experiencia
afectiva, no solo cognoscitiva, que me capacita para retornar a Dios Trino con quien
he establecido una relación amorosa, pues como el mismo Santo Tomás lo escribe,

44
Ibíd., p. 145ss.
45
Ibíd., p.148.
46
Ibíd., p.155.
47
RONDET, Henri. La gracia de Cristo. Barcelona: Estela, 1966. p. 398. Citando a Santo Tomás. S.T, I, q. 43,
art.3.
48
PHILIPS Op. Cit., p.229-230.

14
Dios está presente en mí “como el conocido en el que conoce y amado en el
amante”49.
Al anterior postulado del Santo Tomás hay que adjuntar lo siguiente: “Los
comentarios paulinos del Aquinate explican cómo nuestras operaciones
cognoscitivas-afectivas responden a la acción de las Divinas Personas que moran
en nosotros”50; por lo tanto, el fin último de todo proceso de conocimiento y el objeto
último de nuestro amor ha de ser Dios.
1.3 LA INHABITACIÓN EN LA LITURGIA51
En unidad a la Tradición patrística y escolástica está la tradición litúrgica, la cual ve
toda la vida cristiana en una perspectiva trinitaria que deriva del Padre, por el Hijo,
en el Espíritu Santo y que, a la vez, permite al cristiano ascender en el Espíritu por
el Hijo hasta el Padre.
Concretamente hemos de indicar que en el rito bautismal se ve claramente cómo el
bautizado se convierte en templo de Dios, pues a través del exorcismo que precede
al bautismo se borra el pecado original, para que deje el lugar al Espíritu Santo
Paráclito.
Asimismo, las oraciones de la misa recuerdan que el Espíritu Santo habita en el
justo: “Señor, que esta ofrenda purifique las manchas de nuestro corazón para que
se convierta en una morada digna del Espíritu Santo”. No podemos olvidar la
secuencia de pentecostés que invoca al Espíritu Santo con las siguientes palabras:
“Ven dulce huésped del alma”. Estos y otros ejemplos permiten observar que la
inhabitación trinitaria es una constante en la liturgia eclesial.
1.4 EL MAGISTERIO DE LA IGLESIA
Con base en la Sagrada Escritura y la Tradición, el Magisterio eclesial se ha
pronunciado respecto a la inhabitación trinitaria en el justo. A continuación, se
presentan los datos más sobresalientes que la enseñanza oficial de la Iglesia brinda
sobre esta nueva presencia de Dios en la vida del cristiano.
El documento más importante respecto al tema es la encíclica Divinum illud munus
del Papa León XIII (1897), la cual comunica lo siguiente: “Dios por medio de la
gracia, está en el alma del justo en forma más íntima e inefable, como en su templo,
y de ello se sigue aquel mutuo amor por el que el alma está íntimamente presente
a Dios, y está en él más de lo que puede suceder entre los amigos más queridos”52.
Además, agrega:

49
Ibíd., p.231.
50
PHILIPS Op. Cit., p.231.
51
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 485-486. Citando el Rituale Romanum, Ordo Baptismi parvulorum.
52
Ibíd., p. 488. Citando a León XIII, Divinum illud munus.

15
Esta admirable unión, que propiamente se llama inhabitación, y que sólo en
la condición o estado, más no en la esencia, se diferencia de la que constituye
la felicidad en el cielo, aunque realmente se cumple por obra de toda la
Trinidad, por la venida y morada de las Tres Divinas Personas en el alma
amante de Dios…, se atribuye, sin embargo, como peculiar al Espíritu Santo.
[...]. Y así, el apóstol, cuando llama a los justos templos de Dios, nunca los
llama expresamente templos del Padre o del Hijo, sino del Espíritu Santo”53.
Según Flick y Alszeghi54, de todo toda la encíclica se pueden compendiar los
siguientes puntos sobre la doctrina de la inhabitación trinitaria en el justo:
• Las Tres Divinas Personas están presentes en el alma de los justos, pero
hay que apropiar esta presencia especialmente al Espíritu Santo.
• Esta presencia, llamada comúnmente inhabitación, difiere esencialmente
de la presencia con que Dios está en todo el mundo, y particularmente en
las creaturas racionales, en virtud de su naturaleza. Por el contrario, la
inhabitación difiere solo gradualmente, no esencialmente, de la visión
beatífica55.
• La inhabitación es inseparable de la caridad, por la que el justo se adhiere
a Dios y goza de Él.
• Los justos del Antiguo Testamento poseen ya la inhabitación, aunque la
comunicación del Espíritu Santo, en el Nuevo Testamento, supera a la del
Antiguo como la verdad supera a la imagen.
A mediados del siglo XX, Pío XII en la encíclica Mistici corporis del año 1943
retoma la doctrina de su antecesor León XIII y llega a unas conclusiones muy
valiosas, entre las cuales se afirma:
Las personas divinas inhabitan en cuanto que, estando presentes de una manera
inescrutable en las almas creadas dotadas de entendimiento, entran en relación con
ellas por el conocimiento y por el amor, aunque completamente íntimo y singular,
absolutamente sobrenatural... Y, además, sostengan firmemente y con toda certeza
que en estas cosas todo es común a la Santísima Trinidad, puesto que todo se refiere
a Dios como a suprema causa eficiente”56.
Pero reconoce una limitación respecto a esta doctrina de la inhabitación y la
expresa en los siguientes términos:

53
Ibíd., p. 488-489. Citando a León XIII, Divinum illud munus.
54
Ibíd., p. 489.
55
Visión beatífica: Se trata de la cuestión teológica sobre la esencia de la bienaventuranza en el encuentro
inmediato con Dios, que es el destino final querido por el mismo Dios para los hombres (DICCIONARIO
TEOLÓGICO ENCICLOPÉDICO. 2. Ed. Pamplona: Verbo Divino, 1996. p.1031). La visión beatífica consiste en la
contemplación inmediata, intuitiva, de la divina esencia de la cual se hace capaz el entendimiento humano
por la luz de la gloria, que es una virtud sobrenatural infundida por Dios en los bienaventurados en proporción
al grado de gracia santificante que ellos poseen en el momento de su muerte (PARENTE, Pietro. 3. ed.
Diccionario de Teología dogmática. Barcelona: Editorial litúrgica española, 1955. p. 366)
56
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 490-491. Citando a Pío XII. Mistici corporis.

16
No ignoramos ciertamente que, para la inteligencia y explicación de esta doctrina
recóndita, que se refiere… a la inhabitación del Espíritu Santo en nuestras almas, se
interponen muchos velos en los que la misma doctrina queda como envuelta por
cierta oscuridad, supuesta la debilidad de nuestra mente… Pero todos tengan por
norma general e inconcusa, si no quieren apartarse de la genuina doctrina y del
Magisterio de la Iglesia, lo siguiente: han de rechazar, tratándose de esta unión
mística, toda forma que lleve a los fieles a traspasar de cualquier modo el orden de
las cosas creadas, e invadir erróneamente lo divino, sin que ningún sólo atributo,
propio del sempiterno Dios, pueda atribuírsele como propio57.
La anterior aclaración evitará toda clase de panteísmo o cualquier otra desviación
que respecto a la doctrina de la inhabitación trinitaria en el justo se pueda dar,
debido a una mala interpretación de este misterio, que “mientras estemos en este
destierro terrenal de ningún modo se podrá penetrar con plena claridad, ni
expresarse con lengua humana”58.
La encíclica, no se detiene en explicar el cómo de la inhabitación trinitaria, antes
bien afirma que solo será posible comprenderla en la visión beatífica que es el
último y definitivo acabamiento de la inhabitación, en cuanto que allí el hombre
participa de la vida trinitaria por el conocimiento y el amor, pero conservando su
propia personalidad.
1.5 HACIA UNA EXPLICACIÓN TEOLÓGICA
El tratar de explicar cómo se da la inhabitación de la Trinidad en el justo, como lo
dice Robert Gleason59, es el punto más álgido del Tratado de Gracia, ya que,
aunque la Divina Revelación nos lo presenta como una verdad de fe, sin embargo,
no podemos hallar en ella una organización sistemática sobre este misterio.
Para una posible explicación teológica, en primer momento, se ha de tener claro
que “la inhabitación en el hombre que vive en gracia se atribuye en común a
las Tres Personas, [porque] todas las obras ad extra de Dios proceden de las Tres
Personas Divinas como de una sola causa eficiente”60. Pero, a la vez, se debe hacer
la aclaración que, según lo explican los teólogos, cada una de las personas actúa
en esa presencia particular en el justo de una forma distinta, pues:
El Espíritu Santo es considerado como el perfeccionamiento de la realización vital
procedente del Padre. Por eso, a nuestro modo de ver, está Él primero en el
movimiento que parte de Dios hacia las criaturas; es quien está en contacto más
íntimo con ellas en cierto modo. El Padre se apodera de las creaturas mediante el
Espíritu Santo, que es entendido como la fuerza personal, como el movimiento mismo
en que Dios se regala a los hombres. La presencia del Espíritu Santo en el hombre
tiene como consecuencia la presencia de las demás personas, dado el carácter
relacional del Espíritu Santo y su unión íntima e indisoluble con el Padre y el Hijo,

57
Ibíd., p. 490. Citando a Pío XII. Mistici corporis.
58
Ibíd., p. 491. Citando a Pío XII. Mistici corporis.
59
GLEASON, Op. Cit., p.162.
60
SCHMAUS, Op. Cit., p.94.

17
derivada de ese carácter relacional; el hombre que vive en gracia participa de las
características del Padre y del Hijo mediatamente… El Espíritu Santo se apodera del
cristiano a favor del Hijo y del Padre, no para su propia posesión y propiedad; al
conceder participación en su propia vida, al cristiano le regala posesión del ser divino,
idéntico a cualquiera de las tres personas, es decir, le concede participación en la
naturaleza divina61.
Esta reflexión teológica es muy válida, puesto que permite entrever que la
‘inhabitación trinitaria’ se ha de aplicar a las Tres divinas Personas, pero no de la
misma manera a cada una de ellas, pues es claro, según Schmaus, que, aunque
se apropie la inhabitación al Espíritu Santo, por doctrina trinitaria sabemos que no
se puede hablar del Espíritu sin hacer referencia al Padre y al Hijo, debido a las
relaciones divinas entre las hipóstasis y a la unidad de naturaleza que ellas poseen.
Es así que en la inhabitación: “La venida del Espíritu Santo tiene, pues, como
consecuencia, dada la unión recíproca de las tres divinas personas, la presencia
de las Tres Divinas personas”62. Esta doctrina está plenamente sostenida por la
Sagrada Escritura como lo expresa san Juan y san Pablo posteriormente: Cristo
indica: “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará, y vendremos
a él y en él haremos morada” (Jn 14,23), y según Pablo, “quien es templo del
Espíritu Santo es morada del Dios vivo” (1 Cor 14,25) y Dios vivo no es solo el
Espíritu Santo, sino el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, Tres personas distintas, un
solo Dios verdadero.
La anterior explicación es importante complementarla con la doctrina según la cual
el Espíritu Santo es el amor del Padre y del Hijo, que permite hacer la siguiente
reflexión:
Como toda conversión de Dios hacia la criatura es un movimiento de amor, es natural
que la autocomunicación de Dios al hombre ocurra precisamente en el Espíritu Santo.
Dios incorpora a su criatura en su propia vida. El Espíritu santo es el interior, la
interioridad, la intimidad de Dios. El ser asumido en el amor -que es el Espíritu Santo-
es la aceptación en la intimidad de Dios, en el corazón de Dios. Ser asumido por el
Espíritu Santo significa, según eso, ser asumido por el amor de Dios63.
Estos esfuerzos teológicos son claros en cuanto que, aunque atribuyen la
inhabitación de manera directa al Espíritu Santo por apropiación. Sin embargo, no
se debe olvidar que esta presencia de Dios en el justo es obra de las Tres personas
de la Santísima Trinidad que “nos llama a participa de la comunión de vida trinitaria
que él mismo es”64. En otros términos, “No se relaciona con nosotros del mismo
modo el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, aunque no debemos olvidar nunca que
los tres son un único Dios y, que por tanto, la distinción de sus relaciones con
nosotros en ningún momento puede implicar una separación o un aislamiento de

61
Ibid., p. 95.
62
Ibid., p. 94.
63
Ibid., p. 95.
64
LADARIA, Luis F. Teología del pecado original y de la gracia. 2. ed. Madrid: BAC, 2012. p. 254.

18
las mismas” 65, ya que “el Espíritu Santo, don del Padre y de Jesús es el vínculo de
unión entre las dos primeras personas y por ello nos une a todos en Jesús, para
que por medio de Él tengamos acceso al Padre”66.
Al respecto cabe la opinión de Scheeben quien, en su clásico, Las maravillas de la
gracia, luego de afirmar que por la gracia recibimos en nuestra alma al Espíritu
Santo, hace la siguiente afirmación: “El Santo Espíritu es Dios, un solo Dios con el
Padre y con el Hijo; en razón de su unidad de esencia las tres personas son
inseparables, donde se encuentra una, debe encontrarse también las otras dos […]
Dios es inseparable de su gracia y sigue de cerca a la misma. Quien la recibe en su
alma, recibe al mismo tiempo a la Santa Trinidad”67.
Hasta ahora es claro por qué se habla de inhabitación trinitaria y no solamente de
inhabitación del Espíritu Santo; pero queda la siguiente incógnita: ¿De qué manera
se hace presente el Dios de la inmensidad en el alma del justo? Para tratar de
responder esta pregunta, a lo largo de la historia de la teología se han elaborado
diferentes propuestas68. Veamos algunas:
a. Teoría basada en la actuación de la Trinidad en el justo. Es la propuesta
teológica del Padre Galtier69, quien explica la inhabitación basándose en el
siguiente principio metafísico: Dios se halla presente en donde obra. Por lo tanto,
cuando obra en el justo se trata de una acción que busca asimilar el alma a Dios
con el fin de que el hombre adquiera la capacidad de conocer y amar a su Señor,
en esta vida por la fe y la caridad, y en la eterna por la visión y el amor beatíficos.
De esta forma, el justo se hace partícipe de la vida trinitaria, realidad que es
alcanzable puesto que Dios está en el alma como causa eficiente y ejemplar al
mismo tiempo, imprimiendo en el alma su propia imagen, y haciendo cada vez más
similar el alma del justo a la vida divina. Según esta postura, tal acción de
asimilación es común a las tres divinas personas, a través de la cual la gracia da al
justo cierta semejanza con la Santísima Trinidad, haciéndole partícipe de su vida
de conocimiento con que Dios Padre se conoce en el Verbo y del amor con que el
Padre y el Hijo se aman en el Espíritu Santo.
Esta reflexión aporta grandes enseñanzas, sin embargo, según Flick y Alszeghi,
parece quedarse corta, pues por revelación sabemos que la inhabitación va más
allá de la asimilación, pues ha de entenderse como un encuentro personal
intersubjetivo entre Dios Uno y Trino y el justo.

65
Ibíd., p. 255.
66
Ibíd., p. 258.
67
SCHEEBEN, M.J. Las maravillas de la gracia. Bilbao: Desclee de Brower, 1960. p. 134.
68
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 494-502.
69
Galtier, Paul. (Aveyron 1872-Roma 1961). Teólogo jesuita francés. Entró en la orden de los jesuitas en el año
1892, ordenado sacerdote en 1904. Enseñó teología dogmática en Enghien (Bélgica) desde 1907 hasta 1938,
y sucesivamente (1939-1957) en la Universidad Gregoriana de Roma.

19
b. Teorías basadas en el conocimiento y el amor. Estas teorías tienen su base
en Santo Tomás quien dice:
Hay un modo común por el cual está Dios en todas las cosas por esencia, presencia
y potencia…Sobre este modo común hay otro especial que conviene a la criatura
racional, en la cual se dice que se halla Dios como lo conocido en el que conoce y lo
amado en el que ama. Y puesto que la criatura racional, conociendo y amando,
alcanza por su operación hasta el mismo Dios, según este modo especial, no
solamente se dice que Dios está en la creatura racional, sino también que habita en
ella como en su templo70.
A partir de esta concepción tomasina muchos teólogos se valen para afirmar que,
así como “toda amistad exige, por su misma naturaleza, no solo conformidad de
afectos, sino también la presencia real del amigo, [lo mismo sucede en la unión
íntima entre Dios y el hombre justo, en la cual] Dios está realmente en el justo” 71.
Sin embargo, surgen algunas dificultades, pues según la experiencia, el
conocimiento y el amor hacen presente una persona no de manera real sino
intencionalmente, ya que es posible pensar y amar una persona sin que ella esté
presente.
Frente a esta duda que surge, junto con Suárez72 se puede señalar que esto se da
entre las relaciones humanas, pero no en la relación amorosa entre Dios y el justo,
la cual, siendo perfectísima, ningún impedimento frustra sus exigencias; de ahí que
se concluya que Dios está realmente en el justo. Además, es importante lo que
afirma este jesuita, pues está convencido que lo que se da entre Dios y el hombre
no es una amistad meramente intencional, sino real y a partir de este
convencimiento explica la inhabitación trinitaria.
Pero estos autores no tienen la última palabra, es necesario mencionar a Juan de
Santo Tomás73 y Gardeil74 quienes señalan: “la inhabitación comienza a darse
cuando la presencia de Dios en el alma se hace consciente no sólo por la fe, sino
por un conocimiento casi experimental amoroso y sabroso”75. Es decir, la
inhabitación trinitaria exige una reciprocidad para que realmente se configure.

70
Ibíd., p. 496. Citando a Santo Tomás. ST 1, q. 43. a. 3.
71
Ibíd., p. 497.
72
Francisco Suárez (1548-1617): Jesuita. Estudió filosofía y teología. Enseñó filosofía y teología en Ávila y
Segovia. Profesor de teología en Valladolid, Roma y Salamanca. (ec.aciprensa.com/wiki/francisco_suarez)
73
Juan de Santo Tomás (1589-1644). Juan Poisot. O.P. Filósofo y teólogo nacido en Lisboa. Enseñó en el colegio
complutense de los dominicos y catedrático en la universidad de Alcalá.
(www.unav.edu/departamento/pensamientoclasico/juan_poisot.
74
GARDEIL, Ambroise (1859-1931). O.P. Neo-tomistas francés. Profesor de dogma. (www.catolicosalerta.com/
catolicidad/lacredibilidad.pdf.
75
Ibíd., p. 497-498.

20
c. Teoría de la unión cuasi formal de la Trinidad y el justo. Es una propuesta de
Maurice de la Taille76 (1928) que será retomada por Karl Rahner, eminentes
teólogos que buscan la inteligencia del misterio de la inhabitación centrándose en
el misterio de la visión beatífica, en la que la inhabitación alcanza su perfección
definitiva, pues Dios mismo se une inmediatamente al entendimiento y a la voluntad
del bienaventurado y lo hace capaz de obrar de modo deiforme, ya que éste ha
alcanzado una modificación ontológica accidental en sus facultades, realidad que le
va a permitir unirse vitalmente a la Santísima Trinidad.
Ahora bien, los representantes de esta teoría dicen que cuanto se ha afirmado de
la visión beatífica se ha de aplicar a la inhabitación trinitaria en el justo, la cual difiere
de la primera sólo en cuanto a las condiciones diversas y estados distintos; por eso
se concluye que la inhabitación consiste en que, ya en el estado de vía, es decir, de
peregrinación, la Trinidad actúa el alma del justo a manera de causa cuasi-formal.
Pero para llegar a tal conclusión ellos tuvieron que hacer una fuerte profundización
teológica, tomando como base filosófica la teoría de las causas. A continuación, se
presenta, de manera ágil, el recorrido teológico-filosófico que Maurice de la Taille
hace para llegar a tal conclusión.
Él parte de un principio muy acertado: “Donde quiera y cuando quiera que Dios se
hace presente se hace causando”77. Para entender esta afirmación vamos a hacer
un recorrido por la doctrina de cada una de las causas y la aplicación de cada una
a Dios, si es que todas son válidas para referirnos a él.
En primer momento, podemos afirmar que como causa eficiente, la cual obra
produciendo algo, Dios está presente en todas sus creaturas haciéndolas que
existan. Pero esta causa no sirve para explicar la inhabitación trinitaria en el justo,
puesto que es extrínsecas y aquí se trata de una presencia interior y, además,
porque según esta causa no hay diferencia alguna de la presencia de Dios entre las
diferentes creaturas, pues para todas él viene a ser el Creador.
En segunda instancia, cabe mencionar la causa material que es “aquello de lo cual
y en lo cual se hace algo”78; se caracteriza por ser un principio potencial pasivo
sobre la que recae la forma. Según esta definición dada de causa material, de
ninguna manera podemos aplicarla a Dios, pues hablar de causa material es hacer
referencia a un principio inferior que es perfeccionado por la aplicación de una
forma. Y Dios es el perfectísimo que no da cabida a principio que lo perfeccione.

76
Maurice de la Taille: teólogo jesuita (Semblancay, Indre-et-Loire, 1872 - París 1933). Prof. Univ. Gregoriana
de Roma (Desde 1919), es particularmente famoso por su monumental obra Mysterium fidei - De Eucharistiae
sacrificio augustísimo atque Sacramento (1921), donde estudió la naturaleza del sacrificio redentor de Cristo.
77
GLEASON, Op. Cit., p.162.
78
ALVIRA, Tomás – CLAVELL, Luis – MELENDO, Tomás. Metafísica. 8. Ed. Pamplona: EUNSA, 2001. Citando a
Aristóteles, Física. L. 2. c. 3.

21
En tercer momento menciona la causa final y la rechaza inmediatamente, pues al
ser una causa extrínseca, no permite explicar la inhabitación trinitaria.
Luego, De la Taille hace referencia a la causa formal buscando explicar cómo se
da esa presencia interior de Dios en nosotros. Para lograr un acercamiento a la
explicación de este misterio hemos de partir por recordar qué es causa formal.
Como escribe Gleason, “la forma un principio perfectivo, se da a sí misma o a otro
principio que es perfeccionado por ella, la materia o principio de potencia, que es el
perfectible”79; en términos más clásicos, “es la esencia, lo que hace que algo sea
eso específico que es”80.
Dentro de la causalidad formal, se da la causalidad formal accidental, es decir,
cuando ya algo constituido en su realidad sustancial recibe un accidente, como
cuando el cabello blanco recibe un tinte rojo. Los accidentes son formas que
modifican y penetran en la sustancia y le son comunicados por medio de la
causalidad formal, la cual al darse a la materia queda limitada por ella.
Por lo tanto, si por esta causalidad accidental se busca explicar la inhabitación
trinitaria, no es el camino correcto, pues como Dios no puede ser limitado ni
contraído a las potencias del ser humano, no puede ser una causa formal81 en el
hombre que él habita.
De esta manera, parece quedar excluida la causalidad formal al tratar de explicar la
inhabitación trinitaria, ya que además si la causa formal, al ser intrínseca, forma
parte de la sustancia de una cosa, no se puede utilizar para explicar la inhabitación
trinitaria, pues en ningún momento Dios entra en unión sustancial con el cristiano82,
cosa que sólo ocurrió en la unión hipostática en la única persona de Cristo, en la
cual, una vez la naturaleza divina ha entrado en unión sustancial con la naturaleza
humana de Cristo, Cristo es Dios. Esto no sucede con la presencia interior en el
hombre, pues el hombre no se hace Dios, aunque quede divinizado y ensalzado a
un nuevo orden de ser83.
Además, cuando una forma o principio perfectivo se da a otro principio, entra en
unión sustancial, dando como resultado, de la donación de la forma a la materia,
una perfección más alto que las forma y la materia sola. Así nos queda aún más
claro por qué no explicar la inhabitación trinitaria por la causalidad formal, puesto
que no puede existir un compuesto hecho de Dios y hombre, que sea más perfecto
que Dios.

79
GLEASON, Op. Cit., p. 181.
80
IRIZAR, Liliana Beatriz. Nociones fundamentales de metafísica. 2. Ed. Bogotá, San Pablo, 2013. p. 132
81
GLEASON, Op. Cit., p. 181.
82
Ibíd., p. 181.
83
Ibid., p. 182.

22
En conclusión, no podemos valernos de la causalidad formal para hablar de la
presencia interior de la Trinidad en el justo, debido a que el querer de Dios al
conceder al hombre la presencia interior es que el hombre sobreviva para ser
habitado por esta presencia especial divina84.
Descartadas las anteriores causas, también la formal estricta, De la Taille introduce
un término novedoso: causalidad cuasi-formal85, la cual se parece a la causalidad
formal, pero no lo es en sentido completo.
Al presentarse esta nueva propuesta teológica, surge una pregunta: ¿Dónde pone
las bases este autor para presentar esta nueva visión?
De la Taille se basa en la Escritura y los Padres quienes sugieren que hay un tipo
misterioso de causalidad formal que obra en la presencia interior, haciendo posible
la más íntima unión entre la sustancia de la divinidad y la sustancia del hombre.
Dios obra de una manera supersustancial con respecto al alma humana, estando
presente de una manera nueva y más íntima respecto a la presencia ordinaria en
las demás creaturas.
Retomando la Teología paulina de la justificación descubrimos unos elementos
centrales que fundamentan la presente síntesis teológica:
a. Por el bautismo el cristiano se incorpora a Cristo haciéndose miembro viviente
de su cuerpo místico.
b. Los que son hijos de Dios, los que son justificados, son guiados por el Espíritu,
se está en el Espíritu; es decir, el hombre posee el Espíritu Santo. Y solo se es
justificado si se posee en presencia interior el Espíritu, concebido como una
cualidad interna o don creado. Pero para hablar de don creado es necesario
afirmar que éste resulta de la presencia del don increado, es decir, del mismo
Dios. “Ser sellado por el Espíritu Santo es poseer la cualidad interior de la gracia
santificante, el que sella es el Espíritu Santo”.
Por otra parte, De la Taille, se fundamenta en los padres griegos que insistían en
que la razón por la que el hombre es deificado es precisamente porque “Dios se ha
vertido asimismo en el alma. Si el hombre ha de ser deificado, el sello que se
imprima ha de ser la mismísima sustancia de Dios, porque se requiere nada menos
que el propio Dios para comunicar la divinidad al hombre”86. Ellos valiéndose de los
recursos literarios que tenían en su época comparan esta presencia interior a un
sello que se aplica a la cera líquida, que sería nuestra alma, la cual permanece
sellada si el sello, es decir, el Espíritu Santo, está ahí, pues de lo contrario perderá

84
Ibíd., p. 77.
85
Ibíd., p. 182.
86
Ibíd., p.184.

23
la impresión; si el sello (Dios) se separa del alma, la impresión (la gracia creada) se
desvanecerá.
De la patrística también cabe resaltar el siguiente ejemplo: el Espíritu Santo se
describe como un pintor o escultor único, que pinta o grava su propia imagen en el
alma, no empleando un cincel o un utensilio, sino aplicándose él mismo; muy
parecido a como una forma se aplica a una materia.
De lo anterior se concluye que Dios “causa su efecto no actuando exteriormente
sobre el hombre, sino dándose a sí mismo; de ahí que la imagen producida sea una
semejanza consigo mismo, una divinización”87.
Estas reflexiones de los padres griegos indudablemente nos llevan a la idea de
causalidad cuasi-formal, dándonos a entender que “el Espíritu no da otra cosa sino
a sí mismo, pero origina en el hombre una semejanza consigo mismo creada al
darse a sí mismo. Como la gracia es una imagen, una semejanza con Dios, puede
originarse sólo si no interviene creatura alguna; es decir, sólo por donación propio
directa”88.
En otras palabras, “el hombre no podría estar en estado de gracia sin el Espíritu en
presencia interior, porque la única forma en que la gracia pueda originarse es a
través de la donación de sí mismo que Dios hace”89. Esta explicación teológica fue
la compartida por Cirilo de Alejandría y Atanasio, para quienes la transformación
que tiene lugar en el hombre se explica en su origen por el hecho de la comunicación
que de sí mismo hace el divino dador”90.
De todo lo anterior podemos decir que inhabitación trinitaria “implica que Dios obra
en cierta manera como una causa formal respecto al alma humana”91. De este modo
entendemos un poco por qué De la Taille busca explicar el cómo de la inhabitación
trinitaria por medio de la denominada causa cuasi-formal.
Para profundizar un poco más al respecto, es oportuno destacar el aporte hecho por
el teólogo alemán Karl Rahner a esta teoría, quien “ha hablado del esquema de la
causalidad (cuasi) formal, para expresar el misterio de la gracia increada, la
presencia misma de Dios en nosotros en la que él mismo, sin dejar de ser el Dios
trascendente, se hace un principio interno a nosotros mismos”92, logrando así en
nosotros no la anulación o desaparición de nuestro ser contingente, sino la máxima
perfección de nuestro ser creatural.
Además de lo ya dicho, para entender mejor esta teoría hemos de traer a colación
“el misterio de la visión beatífica, en el que la inhabitación alcanza su perfección

87
Ibíd., p. 186.
88
Ibíd., p. 186.
89
Ibíd., p. 187.
90
Ibíd., p. 187.
91
Ibíd., p. 178.
92
LADARIA, Op. Cit., p. 259.

24
definitiva” 93. En ese estado se da la unión íntima entre la Trinidad y el
bienaventurado por la que se conoce y se ama a Dios en sí mismo. Para que esto
suceda no puede realizarse mediante una determinación creada, sino que, para
conocer y amar a Dios en sí, necesariamente se ha de dar una participación en la
vida divina que solo la puede conceder Dios uniéndose él mismo al entendimiento
y la voluntad del bienaventurado, haciéndolo capaz de obrar de modo deiforme.
Pero se ha de hacer la salvedad que en esta unión Dios no se confunde con la
creatura, pues, Dios actúa al bienaventurado, sin convertirse en forma suya
sustancial. De ello que sea necesario hablar de la unión con Dios ‘a modo de causa
formal’ o cuasi-formal94.
Ahora bien, lo que se ha dicho de la visión beatífica se ha de aplicar a la explicación
de la inhabitación trinitaria en los justos, que se hallan peregrinando. Pero hay que
tener en cuenta que la diferencia entre visión beatífica e inhabitación trinitaria está
sólo en cuanto que la unión con Dios se da en condiciones diferentes, en estados
distintos. De ello se concluye que la inhabitación consiste en que ya en el estado de
vía, la Trinidad actúe al alma del justo a manera de causa cuasi-formal95.
1.6 COMPLEMENTARIEDAD DE LAS POSTURAS TEOLÓGICAS ANTES
MENCIONADAS.
Si miramos con detenimiento cada una de los enfoques teológicos antes descritos,
vemos que son complementarios. En primer momento, de la teoría del Padre Galtier
hay que resaltar el presupuesto que sea Dios quien actúa en el alma del justo,
produciendo en ella una divinización. De las teorías basadas en el conocimiento y
el amor sobresale el hecho que la presencia de Dios Trino en nuestro interior se da
a manera de una relación cognitiva y amorosa que se caracteriza por la presencia
del amante en el amado y del amado en el amante. De la última teoría sobresale el
gran esfuerzo teológico-intelectual por tratar de explicar cómo se da la inhabitación
trinitaria, lo cual nos permite entender que la presencia de Dios en el interior del
hombre que se encuentra en estado de gracia es real y, a la vez, nos ilumina para
concluir que en esta unión del hombre con el alma humana es la que hace que el
hombre se divinice, siempre y cuando teniendo claro que nunca se confunde uno y
otro, a pesar de la inmediatez con que se produce la presencia de la Santísima
Trinidad en la persona humana.
Esta reflexión teológica es central dentro de esta investigación ya que explana el
contenido de la Revelación respecto al tema, para así darle una fundamentación
desde la ciencia filosófica, la cual ayuda a expresar en términos más accequibles
la doctrina de la inhabitación trinitaria en el justo y busca el intellectus fidei de una
de las verdades más sublimes de la antropología teológica especial.

93
FLICK y ALSZEGHI, Op. Cit., p. 498.
94
Ibid., p.498-499.
95
Ibid., p.500.

25
2. LA VIDA ESPIRITUAL Y MORAL DE QUIEN ESTÁ INHABITADO POR LA
SANTÍSIMA TRINIDAD.
Luego de haber reflexionado teológicamente sobre la presencia del Dios vivo en
quien se encuentra en estado de gracia o sobre la inhabitación trinitaria en el justo,
es necesario ver cómo influye esta realidad teológica en la vida de quien tiene en
su ser esta especial presencia divina. Este segundo capítulo pretende exponer la
grandeza del ser morada de Dios y, por consiguiente, las consecuencias para la
vida espiritual y moral.
2.1 HACIA UNA CONCIENCIA DE LA PRESENCIA DE DIOS EN NOSOTROS
CUANDO NOS ENCONTRAMOS EN ESTADO DE GRACIA
Los escritos paulinos son claros en afirmar la presencia de Dios en los cristianos
que se encuentran es estado de gracia. Cuando el apóstol se refiere al tema lo hace
a manera exhortativa. Veamos un ejemplo: “¿No saben que son templo de Dios y
que el Espíritu de Dios habita en ustedes?” (1 Cor 3,16).
Para entender mejor el llamado de atención que Pablo hace a esta comunidad, no
solo en esta oportunidad, sino en repetidas ocasiones, hemos de presentar el
contexto en el que la Iglesia se encuentra, el cual influye en las comunidades
nacientes.
Las comunidades paulinas nacen en ciudades cuyos ambientes son paganos,
situación que lleva a una discrepancia notable entre la creencia y la práctica por
parte de algunos miembros, ya que existían los que influidos por el ambiente griego
continuaban en las prácticas inmorales que desdecían del ser cristiano96, sobre todo
en lo referente a la moral de la sexualidad, pues como lo expresa Murphy: “La Iglesia
se enorgullecía de un matrimonio incestuoso, la cohabitación de un hombre con su
madrastra (I Cor 5,1-8)”; además, en la comunidad algunos se daban al trato en la
prostitución (1 Co 6,12-18).
Unido a lo anterior se presentó la división en la comunidad a causa de la llegada de
Apolo. Esta realidad última quedó plasmada en la Primera Carta a los Corintios 1,
11-12: “Digo esto hermanos, porque he sabido por la familia de Cloe que hay
discordias entre ustedes. Quiero decir, que algunos de ustedes afirman: ‘Yo soy de
Pablo’; otros: ‘Yo soy de Apolo’; otros: ‘Yo soy de Cefas’”. Igualmente, se encontraba
el problema que la Iglesia acudía a tribunales paganos para solucionar los
problemas, prefiriendo éstos a la justicia cristiana (1 Co 6,1-11).
Y un último problema que se quiere retomar aquí quedó expresado en lo siguiente:
“La congregación de la Eucaristía se había dividido en dos grupos: los que tenían
muchísimas cosas para comer y beber y los que no tenían nada (I Cor 11,17-34). El

96
MURPHY, Jerome. Pablo, su historia. Madrid: San Pablo, 2008. p. 255.

26
verbo «compartir», que debía caracterizar la Cena del Señor, estaba
completamente ausente”97.
Esta realidad llevó a que la carta se presentara en términos exhortativos, por medio
de los cuales san Pablo recuerda a la comunidad que el cristiano es templo de Dios
y que el Espíritu Santo en él tiene su morada.
Es una llamada del apóstol de los gentiles a tomar conciencia que tanto el cristiano
como la comunidad son templo de Dios, de lo cual ha de hacer alarde el
comportamiento de todos los que han renacido del agua y del Espíritu Santo. Estos
llamados de atención de Pablo se presentan en un tono esperanzador a fin de hacer
de la comunidad una iglesia de santos y de este modo permitir al Dios vivo habitar
en cada uno y en el conjunto de la comunidad.
En nuestros días, se vive una problemática muy parecida y es el relativismo moral-
religioso y, aunque los contextos sean diferentes, se coincide en la pérdida de
conciencia respecto a la inhabitación de la Santísima Trinidad en quien se encuentra
en estado de gracia; este desconocimiento induce a la no preocupación por
mantener este estado de justicia, en el cual el Dios de la inmensidad se hace
presente en la persona.
Pero no solo san Pablo nos ayuda tomar conciencia de ello, también lo hacen los
demás escritos bíblicos, sobre todo san Juan para quien el Padre y el Hijo, por
consiguiente, el Espíritu santo, hacen morada en quien guarda la Palabra de Dios,
amándolo y observando sus mandamientos (Jn 14,15-17.23)
Por su parte la Tradición de la Iglesia y el Magisterio constantemente recuerdan la
presencia del Dios Trino en la persona del justo a fin de animar a la comunidad
eclesial a nunca perder de vista esa doctrina según la cual, nosotros nos volvemos
sagrarios en los que, de una manera nueva, diferente a la de la inmensidad, Dios
viene a morar para divinizarnos y hacernos cada vez más semejantes a él.
2.2 LA VIDA ESPIRITUAL DE QUIEN ESTÁ INHABITADO POR LA SANTÍSIMA
TRINIDAD
La conciencia de esta nueva presencia de Dios Trino cuando en quien se encuentra
en estado de gracia, ha de llevar a una relación íntima con Él mismo, que responda
a ese “amor de predilección de Dios para con los hombres, [a ese] 'desbordarse' del
Amor subsistente en las criaturas”98,. Por medio de este proceder misterioso Dios
nos hace partícipes de su propia vida, gesto al cual hay que corresponder con el
amor que él mismo conoce y ama, hasta lograr en nosotros una “tendencia

97
Ibid., p. 259.
98
GONZALES ALIO, José Luis. La inhabitación de la Santísima Trinidad. Pamplona: Universidad de Navarra,
1982. p. 95.

27
ontológica y vital a Dios, como objeto de nuestro conocimiento y amor”99, llegando
a un trato habitual con la Santísima Trinidad que exprese claramente el hecho que
por la inhabitación trinitaria nos hacemos partícipes de su naturaleza divina, claro
está sin confundirse la creatura con el creador.
Como lo expresa Scheeben retomando a Dionisio el cartujo: “Es tan íntima esta
unión con Dios que llegamos a tener en común con Él todas nuestras palabras,
nuestras acciones, nuestros deseos, nuestros intereses”100, a tal punto que puede
exclamar con el salmista: “Me ha resultado bueno estar unido a Dios, colocar mi
confianza en el Señor” (Sal 72,28).
Gozándose de esa presencia, quien es consciente de la inhabitación de Dios en su
interior “de continuo se entretiene con Dios en la plegaria y en la meditación.
Escucha atentamente sus palabras, recoge con avidez todas sus inspiraciones”101.
Por ello el “separarse de Dios sería para él más duro que la muerte” 102, pues
significa desaprovechar los tesoros que Dios ofrece y perder la paz que trae la unión
con la Santísima Trinidad.
Son interesantes las palabras de Scheeben citadas a continuación. Estas ayudan a
tomar conciencia de la predilección de ser habitados por Dios Trino:
Si te conocieras alma cristiana, en cuanto aprecio te tendrías. ¡Oh si supieras que
eres santa, amada de Dios, habitada por él, honrada y admirada por los ángeles! ¡Si
supieras que eres el paraíso más bello de toda la creación, el tabernáculo de la
Santísima Trinidad, la cámara nupcial del gran rey! ¡Si supieras que eres el arca de
la alianza, no del antiguo sino del Nuevo Testamento, el altar de la majestad divina,
el relicario del Espíritu Santo, el templo del Dios vivo! ¡Si supieras que eres el trono
de la divinidad, el cielo en que brillan no las estrellas, sino las personas de la
Santísima Trinidad, y que eres además la hija de Dios Padre, la hermana de Dios
Hijo, la esposa del Espíritu Santo! ¡Si conocieras todo esto te tendrías en gran honor,
no por lo que tienes por ti mismo, sino por la dignidad que la gracia te confirió!
¡Entonces sí que te respetarías, respetarías la gracia y procurarías no perderla!103

En el contexto actual las palabras antes citadas son consideradas como místicas;
sin embargo, en el presente trabajo se convierten en un llamado de atención para
que se pueda entender que “el verdadero déficit [como el que hoy vivimos] detrás
de tan contrastante fenomenología religiosa y social es la falta de una verdadera
experiencia religiosa que lejos de ser un «barniz superficial», afecta de manera vital
el corazón mismo del hombre y de toda la sociedad” 104.
99
Ibid., p. 95.
100
Scheeben, Op. Cit., p. 135.
101
Ibid., p. 135.
102
Ibid., p. 135.
103
Ibid., p. 136-137.
104
CUARTAS LONDOÑO, Rómulo. O.C.D. La Trinidad. El Dios experimentado y vivido por Santa Teresa de
Jesús. Centro Internacional Teresiano Sanjuanista, Universidad de la Mística, Ávila. p. 24.

28
Frente a esta realidad, urge la necesidad de una verdadera experiencia religiosa
derivada de la conciencia de la inhabitación trinitaria en el alma que se encuentra
en estado de gracia. Para ello es pertinente, señala Cuartas Londoño, valernos de
testigos como Teresa de Jesús que nos ayuden a entender que “también en el
corazón del hombre de hoy hay morada para Dios” 105.

A partir de la experiencia trinitaria de Teresa de Jesús podemos afirmar, sin lugar a


dudas, que “su persona misma tal como se deja conocer en sus escritos, es una
teóloga de experiencia cuya espiritualidad es el desarrollo progresivo de una intensa
comunión con la Santísima Trinidad, en cuya vida íntima participa por una
experiencia cierta, habitual y permanente de inhabitación recíproca”106. Ella, a pesar
de que vivió en el siglo XVI nos enseña que la verdadera experiencia espiritual que
hace de los cristianos levadura que fermente las realidades sociales, ha de ser la
de sentirse habitado por la Santísima Trinidad. Es un estilo de vida que no se logra
de la noche a la mañana, sino que es fruto de toda una experiencia espiritual, pues
como lo expresa Cuartas Londoño, refiriéndose a esta doctora mística: “A través de
sus escritos la vemos recorrer un largo proceso de conversión desde su resistencia
a la gracia hasta verse toda ella viviendo en la Trinidad y ver a las tres Personas
viviendo en ella y, a su vez, ella participando en la vida intra-trinitaria y
comprometida activa y responsablemente en la permanente misión divina de la
salvación del mundo”107.

2.3 LA VIDA MORAL DE QUIEN ES TEMPLO DEL DIOS VIVO


Hemos hablado de la experiencia espiritual de quien es inhabitado por la Santísima
Trinidad; ahora cabe resaltar la dimensión moral o comportamental que también se
ve iluminada por el Dios vivo que hace presencia en el alma. De ello da testimonio
Santa Teresa de Jesús para quien su experiencia espiritual no la separa del mundo,
sino que la compromete más con la realidad en la que vive. Al respecto escribe
Cuartas Londoño:

Porque siempre hay un “para qué” en la experiencia de Santa Teresa que se concreta
en los efectos que dejan las gracias y dones del Señor para la vida ordinaria. Ella lo
concreta en el crecimiento en el amor de Dios que se visualiza en el amor a los
demás. Este amor al prójimo es lo único que certifica la autenticidad de tan altas
experiencias místicas (5M 3, 7–8). Si la experiencia de Dios no se concreta en una
vida sobria y sencilla con una espontánea disponibilidad de ayudar generosamente
a los demás … es muy probable que tampoco sea cierto el amor que se tiene a
Dios.108

105
Ibid., p. 24.
106
Ibid., p. 26.
107
Ibid., p. 26.
108
Ibid., p. 38.

29
Es por ello que la inhabitación trinitaria y la experiencia espiritual que de ella se
deriva necesariamente desembocan en la vida comportamental del cristiano, pues
como lo expresa Scheeben: “La Majestad divina habita en nosotros. Que nuestro
comportamiento sea digno de Dios”109.

Y cabe preguntarnos, ¿cómo nuestro comportamiento es digno de Dios? La


respuesta nos la da el mismo autor: “Despreciemos lo que sabe a terreno y
ocupémonos exclusivamente de las cosas del cielo”110; es decir, hay que hacer una
opción por las cosas de Dios, dejando atrás todo aquello que nos aparta de su
propuesta de salvación.

Para complementar la respuesta, podemos valernos de San Pablo quien, en la Carta


a los Colosenses, después de invitar a buscar las cosas del cielo (Col 3, 1-2) y a
rechazar lo terreno, presenta, en primer momento, un catálogo de lo que hay que
rechazar y, luego, alude a lo que hay que aspirar a fin de que el comportamiento
corresponda a la presencia de Dios en el alma. A continuación, los comportamientos
que no corresponden a quien se ha convertido en templo del Dios vivo:

Hagan, pues, morir todo lo que hay de terreno en ustedes: que nadie cometa
inmoralidades sexuales, ni haga cosas impuras, ni siga sus pasiones y malos deseos,
ni se deje llevar por la avaricia (que es una forma de idolatría). Por estas cosas viene
el terrible castigo de Dios sobre aquellos que no lo obedecen; y en su vida pasada
ustedes lo hacían. Pero ahora dejen todo eso: el enojo, la pasión, la maldad, los
insultos y las palabras indecentes. No se mientan los unos a los otros, puesto que ya
se han despojado de lo que antes eran y de las cosas que antes hacían y se han
revestido de la nueva naturaleza: la del hombre nuevo, que se va renovando a
imagen de Dios, su creador, para llegar a conocerlo plenamente (Col 3,5-10)

El aborrecer todas estas desviaciones comportamentales es producto de la


inhabitación de la Trinidad en el justo, pues esto es posible a medida que Dios va
divinizando y asemejando a sí mismo el alma en la cual habita, pues recordemos
aquel principio patrístico, según el cual, el alma se diviniza únicamente si Dios
“causa su efecto no actuando exteriormente sobre el hombre, sino dándose a sí
mismo; de ahí que la imagen producida sea una semejanza consigo mismo, una
divinización”111. Asimismo, será posible si se establece con Dios una relación
intelectiva-afectiva que alcanza su verdadero sentido cuando se experimenta esa
presencia interior de Dios que lleva a que la Santísima Trinidad sea el primer objeto
del conocimiento y amor, de tal manera que, si la condescendencia divina de las
tres personas llega hasta bajar a nosotros, respondamos saliendo al encuentro de
ellas, procurando unírnosles lo más íntimamente posible112.

109
SCHEEBEN, Op. Cit., p. 137.
110
Ibid., p. 137.
111
GLEASON, Op. Cit., p. 186.
112
SCHEEBEN, Op. Cit., p. 137.

30
Viviendo en esta presencia trinitaria es que pueden hacerse posibles las nuevas
actitudes que Pablo considera las cosas del cielo y las propone a la comunidad de
Colosas y por extensión a todos nosotros en este día.

Revístanse de sentimientos de compasión, bondad, humildad, mansedumbre y


paciencia. Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra
otro. Así como el Señor perdonó, perdónense también ustedes. Sobre todo,
revístanse del amor que es el lazo de la perfecta unión. Y que la paz de Cristo reine
en sus corazones (Col 3,12-15).

De este modo, la inhabitación trinitaria ilumina todo el comportamiento del cristiano,


todos los campos de su vida moral. Esta será la prueba de que verdaderamente se
está inhabitado por el Dios Trino.

2.3.1 La inhabitación trinitaria y la moral social. Si el Dios Vivo habita en quien


se encuentra en estado de gracia y éste se esfuerza por mantener esta presencia
divina en sí, el Señor “sigue fiel a su plan de hacernos felices viviendo en fraternidad
y justicia”113, virtudes que corresponden a la moral social y que contribuyen a la
consecución del bien común, centro de la doctrina social de la Iglesia. También, la
presencia trinitaria en el alma del justo lleva inmediatamente a desplegar una serie
de comportamientos que contribuyen a establecer un orden social justo en el que
el otro sea considerado como hermano y, además, a eliminar toda clase de división
partidista que pueda presentar dentro de la comunidad (1 Cor 11,17-21). Estas y
muchas otras actitudes son fruto de la inhabitación de la Trinidad en el alma de
quien se encuentra en estado de gracia.

2.3.2 La inhabitación trinitaria y la moral sexual. San Pablo es claro en afirmar


que el cuerpo es templo del Espíritu Santo (1 Cor 6,19) y lo hace para condenar los
comportamientos sexuales desviados, practicados por algunos miembros de la
comunidad de Corinto que frecuentaban las prostitutas e, incluso, llegó a
presentarse un caso de incesto no aceptable ni siquiera entre los paganos. En este
contexto Pablo hace una afirmación que fundamenta la doctrina de la inhabitación
trinitaria y, juntamente, el compromiso del cristiano de mantenerse puro en lo
referente a la sexualidad, pues como él mismo lo expresa: “No saben ustedes que
su cuerpo es templo del Espíritu Santo que Dios les ha dado y que el Espíritu Santo
vive en ustedes?

Por lo tanto, toda relación sexual extramatrimonial e, incluso, toda aquella que
dentro del vínculo sacramental no abogue por los dos fines del matrimonio: el unitivo
y el procreativo, puede ser considerado, en términos de inhabitación trinitaria, una
profanación, pues es irrespetar el cuerpo y en él a toda la persona que es templo
de la Santísima Trinidad.

113
CUARTAS LONDOÑO, Op. Cit., p. 24.

31
2. CONCLUSIONES

La Divina Revelación presenta todo lo que Dios ha querido comunicar al hombre,


haciendo que él se salve y alcance la bienaventuranza eterna. Él, en su infinita
misericordia, se acerca tanto al hombre que no ha dudado habitar el alma de quien
acepte la gracia de la Redención y se mantiene en ella. Tal presencia se da con el
fin que el justo sea divinizado desde esta etapa de peregrinación para que deguste
anticipadamente la gloria de la eternidad, en donde se gozará plenamente
contemplando a Dios ya sin intermediarios, sino cara a cara.

Afirmar que somos templos del Dios Vivo o que la Santísima Trinidad habita en
nosotros, es ratificar que el Dios en el cual nosotros profesamos nuestra fe es un
Dios cercano a la realidad concreta de la persona humana, que no tiene reparos en
unirse místicamente a nosotros, con el fin de asemejarnos a él y de producir en
nosotros los frutos que nos llegan por la efusión del Espíritu Santo y que han sido
alcanzados por Jesucristo a través de su misterio pascual.

Hoy urge la necesidad de tomar conciencia de la presencia de Dios en el alma del


justo, lo cual permitirá que la vida espiritual sea una verdadera experiencia de
encuentro y amistad entre Dios y el hombre.

Toda doctrina teológica tiene una parte práctica; de lo contrario se queda corta. La
inhabitación Trinitaria en el justo no es ajeno a la dimensión comportamental del
cristiano, puesto que la conciencia de esta nueva presencia dada por la gracia ha
de orientar la conducta hacia hábitos que edifiquen, no solo la experiencia cristiana
personal, sino la vida eclesial de todos nosotros los católicos.

Nuestra diócesis de Socorro y San Gil por el período de treinta años ha seguido
como metodología pastoral el Plan Diocesano de Renovación y Evangelización
(PDRE), el cual tiene como característica particular la espiritualidad de comunión.
Hemos visto grandes frutos, pero también considerables insatisfacciones debido a
que, en gran medida, la espiritualidad de comunión se ha quedado en un mero
principio teórico. El presente trabajo es una ayuda para que como iglesia particular
entendamos que no hay espiritualidad de comunión sino se valora al hermano como
verdaderamente es: templo del Dios vivo.

Hoy más que nunca en el devenir de la ciencia existen diferentes disciplinas que
apoyan el estudio sobre el mundo, el hombre y Dios. Así como para tratar de
explicar la inhabitación trinitaria nos valimos de la filosofía, en este mundo
contemporáneo debemos recurrir a las diferentes disciplinas a fin de fundamentar
muy bien todo esfuerzo teológico que pretenda hacer accequibles al hombre de
nuestros días los misterios centrales de nuestra fe.

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BIBLIOGRAFÍA

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