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BIENES TEMPORALES
DE LA IGLESIA
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INTRODUCCION
Señor Seminarista,
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I. BIENES DE LA IGLESIA
Voltaire –Diccionario Filosófico
Los apóstoles y sus primeros sucesores no podían recibir bienes inmuebles, sólo
aceptaban su valor, y después de gastar lo necesario para su subsistencia, distribuían
lo restante entre los pobres. Safira y Ananías no entregaron sus bienes a San Pedro;
los vendieron y le entregaron su valor.
Desde que Constantino ascendió al trono de los Césares, permitió que pudiesen
dotar a las iglesias como dotaban a los templos de la antigua religión, y desde
entonces la Iglesia adquirió excelentes tierras. San Jerónimo se queja de ese abuso en
una de las cartas que dirigió a Eustaquio, diciendo: «Cuando les veáis abordar con
aspecto candoroso y santo a las viudas ricas que encuentran, creeréis que tienden la
mano para bendecirlas; pues no es así: la tienden para recibir en ella el pago de su
hipocresía.»
Los sacerdotes recibían dinero y bienes sin pedirlos. Valentiniano I prohibió que
los eclesiásticos recibieran cosa alguna de las esposas y de las viudas por testamento,
ni de ningún otro modo. Esta ley, que insertó en el Código Teodosiano, la revocaron
Marciano y Justiniano.
Justiniano, con la idea de favorecer a los eclesiásticos, prohibió a los jueces anular
los testamentos que se otorgaran en favor de la Iglesia, aunque carecieran de las
formalidades que prescribe la ley.
Anastasio dispuso el año 491 que los bienes de la Iglesia prescribieran a los
cuarenta años. Justiniano insertó esa ley en el código que lleva su nombre, pero
extendiendo la prescripción hasta los cien años. Entonces algunos eclesiásticos
indignos supusieron títulos falsos que extrajeron de antiguos testamentos, que eran
nulos según las leyes antiguas, pero válidos según las leyes nuevas, y por medio de
este fraude despojaron de su patrimonio a muchos ciudadanos. El derecho de
posesión, que se consideraba sagrado hasta entonces, fue invadido por la Iglesia, y el
abuso que cometían los eclesiásticos resultó tan descarado, que el mismo Justiniano se
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vio en la necesidad de restablecer en este punto lo que disponía la ley que publicó
Anastasio.
Los bienes de la Iglesia, durante los cinco primeros siglos de la era cristiana, eran
administrados por los diáconos, que los distribuían entre los eclesiásticos y entre los
pobres. Esta comunidad de bienes existió hasta fines del siglo V, y los dividían en
cuatro partes: la primera la entregaban a los obispos, la segunda a los eclesiásticos, la
tercera, al templo y la cuarta a los pobres. Pasada esta época, los obispos se
encargaron de distribuir los bienes. Por esto el clero inferior es generalmente muy
pobre.
El Papa que dijo que cumplía con los cánones, porque sólo poseía un beneficio y
estaba satisfecho de ello, tuvo razón.
Créese que el sacerdote Ebrouin, obispo de Poitiers, fue el primero que poseyó al
mismo tiempo una abadía y un obispado; el emperador Carlos el Calvo le hizo esos
dos regalos; pero antes de Ebrouin nos encontramos con que muchos eclesiásticos
poseyeron varias abadías. Alcuín, diácono favorito de Carlo-Magno, poseyó al mismo
tiempo las de San Martín de Tours, de Ferrières, de Comery y otras. Nunca se poseen
bastantes abadías, porque si el poseedor es santo, convierte muchas más almas, y si es
un hombre de mundo, vive más agradablemente.
«Se burlan del cielo y de la Providencia, prefiriendo a Baco y a Venus, que son sus
dos grandes santos. De día y de noche venden la sustancia de los pobres a peso de
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oro, con oro pagan a sus queridas, y pasando agradablemente desde el lecho a la
mesa, se burlan de las leyes del rey, de Dios y del diablo.»
Como se desprende de esas palabras, Juan Trithemo gastaba muy mal humor.
Podía contestársele lo que dijo César antes de los idus de Marzo: «No temo a los
voluptuosos, pero temo a los argumentistas flacos y pálidos.»
Los frailes que cantan el Pervigilium Veneris en los maitines no son peligrosos; los
monjes que argumentan, que predican y que son intrigantes son los que causan más
daño que los aludidos por Juan Trithemo.
II
Más funesto todavía que este abuso fue el de permitir a los benedictinos, a los
bernardos y hasta a los cartujos, que tuvieran manos muertas, esclavos. Durante su
dominación se conoció en muchas provincias de Francia y Alemania la esclavitud de
la persona, la esclavitud de los bienes y la esclavitud de la persona y de los bienes a
un mismo tiempo.
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un notario de París, llegaba a ser en esta ciudad el botín de los que originariamente
habían hecho voto de pobreza evangélica en Monte-Jura. El hijo pedía limosna a la
puerta de la casa que su padre edificó, y los frailes, en vez de concederle esta limosna,
se abrogaban el derecho de no tener que pagar a los acreedores del padre, y
consideraban nulas las deudas hipotecarias contraídas por la casa de que ellos se
apoderaban. La viuda suplicaba inútilmente a los frailes que le entregaran parte de su
dote, porque la dote, los créditos, los bienes paternales, todo les correspondía a ellos
por derecho divino, y los acreedores, la viuda y los hijos morían de miseria dedicados
a la mendicidad.
Todo el que ocupaba una casa en los dominios de esos monjes y vivía en ella un
año y un día, quedaba siervo de ellos para siempre. Sucedió algunas veces que un
negociante francés, padre de familia, atraído por sus negocios a ese país bárbaro,
habiendo alquilado una casa durante un año, y muriendo después en su patria (esto
es, en una provincia de Francia), al poco tiempo de morir, veían su viuda y sus hijos,
asombrados, entrar en la casa mortuoria gentes que se apoderaban de los muebles,
que los vendían en nombre de San Claudio y que echaban a toda la familia de la casa
de su padre.
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II. LA DESAMORTIZACION
La desamortización fue una de las armas políticas con la que los liberales modificaron
el régimen de la propiedad del Antiguo Régimen para implantar el nuevo Estado
liberaldurante la primera mitad del siglo XIX.
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Esta última medida reorganizó al clero secular: modificó los límites de las diócesis y
estableció la elección popular de los obispos, como ocurría con los otros funcionarios,
además de otras reformas.
El Papa rechazó la constitución civil del clero y condenó como impía la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En estas decisiones influyeron razones
políticas, además de las religiosas: algunas potencias católicas, en especial España,
alentaron la oposición del Papa a la Francia revolucionaria.
La reforma eclesiástica creó una iglesia nacional francesa, separada del papado y
desencadenó un conflicto religioso que resultó muy favorable a los
contrarrevolucionarios.
El 27 de noviembre de 1790 la Asamblea exigió a los sacerdotes que prestaran
juramento de fidelidad a la constitución del reino (incluyendo la constitución civil del
clero, que la integraba). Sólo siete obispos juraron; entre los sacerdotes surgieron dos
bandos, aproximadamente iguales en número, aunque desigualmente distribuidos:
los juramentados o constitucionales fueron mayoría en el sudeste del país; los
refractarios en el oeste.
Los curas refractarios se sumaron a la contrarrevolución. Su tradicional influencia
sobre la población campesina hizo de ellos un enemigo peligroso.
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Los enfrentamientos con la Iglesia giraban sobre tres temas principales: separación de
la Iglesia y el Estado, el papel de la Iglesia en la economía y la intervención de la
misma en la educación. Los miembros de la mencionada ala radical del Liberalismo
se identificaban con el ideario liberal clásico del laissez faire.
En la cuestión sobre las capellanías y los censos se legisló desde 1821, dando inicio a
un proceso contra las rentas que encadenaban bienes a favor de corporaciones
religiosas, especialmente. Ese proceso se acentuó y radicalizó a partir de 1851. Estos
defendieron la separación de la Iglesia y el Estado, el federalismo, el libre cambio, la
banca libre, las libertades de prensa, opinión y culto, el impuesto único a la renta, el
voto popular, un sistema educativo público y laico, y, por supuesto, la
desamortización. Durante los años del dominio radical se profundizaron reformas
que debilitaron a la Iglesia Católica en varios aspectos. Se prosiguió tan firmemente
con la desamortización decretada desde 1861 que ya para 1876 quedaban pocos
bienes por rematar o préstamos a censo por redimir. Otra medida promovida por los
radicales, fue que en 1870, se invitó a una misión de nueve pedagogos alemanes para
crear en cada uno de los estados soberanos una escuela normal donde se prepararan
los maestros que darían la instrucción en primaria, y relevar en esa tarea a los
miembros del clero, que a menudo no tenían una formación académica adecuada10.
A comienzos de septiembre de 1861, y a las siete semanas de haber entrado triunfante
en Bogotá, el revolucionario general Tomás Cipriano de Mosquera dictó los primeros
decretos sobre desamortización. Aunque aun estaba vigente la Constitución de 1858 y
la Confederación Granadina, el rebelde Mosquera se había autoproclamado, en 1860,
como “Presidente Provisorio de los Estados Unidos de Nueva Granada y Supremo
Director de la Guerra”, y poco después de la toma de Bogotá se tituló “Presidente
Provisorio de los Estados Unidos de Colombia”. Por medio del decreto de 9 de
septiembre de 1861 se inició el proceso de desamortización. En su artículo primero se
decretó que:11 Todas las propiedades rústicas i urbanas, derechos i acciones, capitales
de censos, usufructos, servidumbres u otros bienes, que tienen o administran como
propietarios o que pertenezcan a corporaciones civiles o eclesiásticas y
establecimientos de educación, beneficencia o caridad, en el territorio de los Estados
Unidos, se adjudican en propiedad a la Nación por el valor correspondiente a la renta
neta que en la actualidad producen o pagan, calculada como rédito al 6 por 100 anual;
y reconociéndose en renta sobre el Tesoro, al 6 por 100… El primer intento para
adelantar esta reforma en nuestro país lo había propuesto en 1847 el Secretario de
Hacienda, Florentino Gonzalez,
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J. FERRERES, Instituciones canónicas, I, n. 38, 12.
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Pero además del derecho divino se puede también invocar el derecho natural que
legitima el ejercicio de la propiedad privada; en tal sentido, «de la propia naturaleza,
emerge el derecho que asiste a toda asociación, con fines honestos y útiles, de adquirir
y usar los bienes materiales que le son necesarios para alcanzar sus objetivos»5. Si a la
luz del derecho natural, la Iglesia, en cuanto asociación humana, tiene derecho a la
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6
Cf. J. FERRERES, Instituciones canónicas, I, nn. 38-45, 12-16; R. LÓPEZ Y LLERAS,
Instituciones de derecho canónico, 24-38; A. VERMEERSCH – J. CREUSEN, Epitome
iuris canonici, I, nn. 7-18, 10-18; F. BLANCO, El código de derecho canónico, I, 364;
F. AZNAR, La administración de los bienes, 68.
7
A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 74.
8
Cf. INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico Comentado, 142;
P. ERDÖ, «Chiesa e beni temporali», 23.
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El c. 1495 §1 del CIC17 afirma que: «Ecclesia catholica et Apostolica Sedes nativum ius
habent libere et independenter a civili potestate acquirendi, retinendi et administrandi bona
temporalia ad fines sibi proprios prosequendos».
En tercer lugar, la misma norma señala que el derecho libre e independiente a los
bienes lo ejerce la Iglesia ad fines sibi proprios prosequendos (1495 §1); por tanto, si ella
tiene la finalidad mayor de buscar «la santificación de los hombres en esta vida y la
salvación eterna de los mismos en la otra»11; los bienes temporales son una ayuda
importante que le permiten avanzar desde sus fines próximos, hacia la consecución
del fin mayor de la salvación de las almas. Sobre este punto, el c. 1496 señala algunos
fines próximos entre los cuales están el culto divino, la honesta sustentación de los
clérigos y demás ministros, y los otros fines propios de ella.
En cuarto lugar, del c. 1495 §1 del CIC17 se deduce que, por estar sometidos al
dominio de la Iglesia y constituir su patrimonio, tales bienes se denominan bienes
eclesiásticos, título reconocido en el c. 1497 §1 que dispone: «Bona temporalia, sive
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corporalia, tum immobilia tum mobilia, sive incorporalia, quae vel ad Ecclesiam universam et
ad Apostolicam Sedem vel ad aliam in Ecclesia personam moralem pertineant, sunt “bona
ecclesiastica”». En consecuencia, toda clase de bienes de propiedad de la Iglesia son
eclesiásticos.
12
Cf. L. DE ECHEVERRÍA, «Restricción de las facultades de enajenar» REDC 7
(1952) 568; R. BIDAGOR, «Los sujetos del patrimonio eclesiástico» REDC 5 (1950) 26;
V. DEL GIUDICE, Nozioni di diritto canonico, n. 158, 409-414.
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Finalmente, la misma norma establece otro principio y especifica que, tal dominio,
se ejerce bajo la suprema autoridad de la Sede Apostólica. De esta forma, el ejercicio
del derecho de propiedad de las personas jurídicas públicas eclesiásticas es
controlado por una autoridad más alta, lo cual no significa que la Sede Apostólica sea
el real propietario de los bienes de las personas morales. Ello sería incompatible con
la verdadera noción del derecho de propiedad; el dominio de los bienes permanece
en cabeza de la persona moral titular, sin embargo la Sede Apostólica puede ejercer la
potestad suprema que le es propio y en ocasiones adelantar acciones sobre los bienes
de las personas morales.
Al igual que en la legislación del CIC17, del fundamento de la Iglesia a los bienes
temporales, se desprenden algunos principios esenciales del derecho patrimonial
canónico: la Iglesia Católica puede servirse de los bienes temporales pues goza de un
derecho nativo e independiente para ello (c. 1254 §1); tales bienes son medios para
alcanzar ciertos fines que a ella le son propios (c. 1254 §2); esta capacidad se confiere
también a las personas jurídicas públicas eclesiásticas (c. 1255) entre las cuales están
los Institutos Religiosos; los bienes de tales personas jurídicas públicas son
eclesiásticos y se rigen por la disciplina señalada en las normas canónicas (c. 1257 §1);
la propiedad de tales bienes, aunque está en cabeza de las personas jurídicas públicas
que son sus titulares, se ejerce siempre bajo la autoridad del Romano Pontífice (c.
1256).
En relación con el primero de ellos, el c. 1254 §1, en sintonía con el c. 1495 de la ley
anterior, e iluminado por Lumen Gentium 8, Christus Dominus 28, Dignitatis Humanae
13-14 y Gaudium et Spes 76 establece: «Ecclesia catholica bona temporalia iure nativo,
independenter a civili potestate, acquirere, retinere, administrare et alienare valet ad
fines sibi proprios prosequendos».
Con la afirmación iure nativo, independenter, la Iglesia reivindica para sí una
verdadera potestas regiminis o iurisdictionis sobre sus bienes, sin la cual tal derecho
nativo e independiente a los bienes, y servirse de ellos, sería un derecho puramente
formal. Nativo quiere decir que se trata de un derecho conforme a la naturaleza de la
Iglesia, nacido con ella por voluntad de su Fundador y, por lo tanto, no encuentra su
origen en una concesión del poder estatal. Este derecho es también independiente, su
ejercicio se rige por un ordenamiento jurídico propio, de tal modo que seguirá
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Desde el punto de vista del derecho natural, este derecho se funda en los derechos
de asociación y de propiedad; el primero corresponde a la Iglesia en cuanto institución
humana; el segundo, además de ser un derecho de toda sociedad, es una exigencia
para la existencia de la Iglesia. El mismo argumento se puede aplicar a la libertad
religiosa que es propia tanto de las personas individuales como de las personas
jurídicas; la negación de este derecho sería contraria al derecho internacional que
tutela, formalizándolo a nivel universal y regional, el derecho de las confesiones
religiosas a los bienes temporales como una de las manifestaciones colectivas del
derecho de libertad religiosa.
En síntesis, la Iglesia goza de una libertad sagrada, con la que el unigénito Hijo de
Dios la enriqueció, la cual fue adquirida con su sangre (DH 13); de esta libertad brota
un el derecho nativo e independiente el cual supone, en principio, la no
subordinación del derecho patrimonial canónico a las leyes y a los controles estatales,
ni tampoco, un desconocimiento absoluto de las exigencias legales de cada estado,
sino una independencia armonizada y concretada en relación con las posibilidades y
13
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 35
14
Cf. P. ERDÖ, «Chiesa e beni temporali», 21-26.
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Cf. D. J. ANDRÉS, Las formas de vida consagrada, 223.
16
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 37-38.
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Pero además, el derecho a los bienes tiene una finalidad establecida en el c. 1254 §2:
«Fines vero proprii praecipue sunt: cultus divinus ordinandus, honesta cleri aliorumque
ministrorum sustentatio procuranda, opera sacri apostolatus et caritatis, praesertim erga
egenos, exercenda».
El Código vigente, teniendo como fuente principal el tercer parágrafo del n. 17 del
decreto Presbyterorum Ordinis, reafirma tales fines en el c. 1254 §2, el cual también
tiene como fuentes el c. 1496 del CIC17, Apostolicam Actuositatem 8, y Gaudium et Spes
42. Aunque el c. 1496 del Código anterior reconocía tres fines de los bienes
temporales, dos específicos, referidos al culto divino y a la honesta sustentación del
clero y de los demás ministros, y uno tercero más general referido a otros fines
propios sin determinarlos, la nueva legislación resultó más clara y en afinidad con el
pensamiento del Concilio pues establece que los bienes temporales sirven a la Iglesia
para alcanzar sus fines espirituales y tienen un sentido salvífico (cf. GS 76e).
17
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 35.
18
Cf. ERDÖ, P., «Chiesa e beni temporali», 26; L. CASTIGLIONE, Codice di Diritto
Canonico, I, 887; INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico
Comentado, 794-798; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di Diritto Canonico
Commentato, 986.
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El texto recuerda tres fines principales para los cuales la Iglesia adquiere bienes
temporales: pobres, culto y predicación. Aunque no son presentados en este orden, sin
embargo, tal orden importa mucho pues según los documentos antiguos, esta trilogía, formada
en la Iglesia a partir del espíritu evangélico, consideraba que los pobres eran el fin primero y
principal, luego aparecieron las otras necesidades. Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial
canónico, 31; A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 559-560.
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cosas materiales, la cuales sólo han de utilizarse en la medida en que sean medios para
que ella alcance los fines que corresponden a la misión encomendada por Jesús20.
Desde el punto de vista eclesiológico, la Iglesia siendo a la vez, visible y espiritual,
comunidad de fe, esperanza y amor, terrestre y dotada de bienes celestiales, no debe
ser considerada como dos cosas distintas, sino una única realidad compleja,
constituida con elementos humanos y divinos (LG 8). Para explicar esta realidad, el
Concilio propone la analogía del Verbo encarnado, según la cual así como la
naturaleza humana ha sido asumida por el Verbo y ha quedado indisolublemente
unida a Él, de modo similar «la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo,
que la vivifica, para el incremento de su cuerpo» (LG 8). Esa «misma Iglesia se sirve
de medios temporales en cuanto su propia misión lo exige» (GS 76).
La posibilidad de tener y disponer de bienes temporales se justifica, por tanto, en la
medida en que son necesarios para el cumplimiento de los fines eclesiales, y esa
medida constituye, a la vez, el límite a tal derecho.
20
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 30.
21
Cf. Y. SUGAWARA, «Le norme sui beni», 417-418.
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ordenamiento canónico. Ante el derecho del estado se requiere que estas personas
gocen de capacidad civil para que puedan realizar eficazmente negocios jurídicos22.
El c. 1257 §1 del CIC83 señala otro principio del derecho patrimonial canónico,
presente en el c. 1497 §1 del CIC17, según el cual: «Bona temporalia omnia quae ad
Ecclesiam universales, Apostolicam Sedem aliasve in Ecclesia personas iuridicas publicas
pertinent, sunt bona eclesiástica et reguntur canonibus qui sequuntur, necnon propriis
statutis».
Aunque esta disposición también se encontraba en el c. 1497 §1 de la legislación
anterior, al mencionar los bona temporalia los clasificaba en corporales, muebles o
inmuebles, e incorporales, especificación que no fue tenida en cuenta en la norma
nueva que sólo menciona bona temporalia omnia incluyendo todos los bienes sin que
hubiera sino necesario especificarlos. Al darse una definición de tales bienes, su
eclesialidad viene definida en relación con los sujetos de dominio, y no con los fines,
y de igual modo, presenta una diferencia respecto a la legislación anterior y es que no
se habla más de otras personas morales sino de personas esas otras personas son
consideradas personas jurídicas públicas23, adoptando una terminología acorde con el
derecho moderno.
22
Cf. ERDÖ, P., «Chiesa e beni temporali», 28-31; INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA,
Código de Derecho Canónico Comentado, 795; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di
Diritto Canonico Commentato, 986; P. PINTO, Commento al Codice di Diritto Canonico, 714.
23
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 48-49; L. CASTIGLIONE, Codice di
Diritto Canonico, I, 889; INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico
Comentado, 796; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di Diritto Canonico
Commentato, 987-988; A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 560; P. PINTO,
Commento al Codice di Diritto Canonico, 714-715.
24
INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico Comentado, 455.
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4. Conclusión
25
Cf. ERDÖ, P., «Chiesa e beni temporali», 31-34; J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial
canónico, 49-53; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di Diritto Canonico
Commentato, 987.
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es necesario adicionar a la realidad jurídica los aportes del Concilio Vaticano II, los
cuales enriquecen el trasfondo de cada canon con elementos teológicos,
eclesiológicos, pastorales y doctrinales nuevos.
De esta manera, existe una continuidad sustancial y una similitud estructural entre
estas dos normativas, así como diferencias importantes y novedades que marcan un
avance en la ley canónica actual.
La legislación actual debe ser entendida como una realidad fundada en normas
amplias las cuales reclaman un sentido más que funcional y operativo, pues su razón
responde a la constitución íntima de la Iglesia, al derecho divino, teniendo siempre
presente que, la Iglesia tiene un Fundamento que la autoriza el derecho a los bienes
temporales, los cuales gozan de ciertos principios que, en su conjunto, se unen a la
tarea que con tales bienes se persigue, es decir ayudar y servir en la consecución de
los fines salvíficos: sostener el culto divino, colaborar en la honesta sustentación del
clero, hacer obras de apostolado y caridad, sobre todo con los más necesitados,
pudiendo agregarse a esta lista que no es taxativa, apoyar la tarea evangelizadora y
en la formación de sus fieles26.
ACTIVIDAD
Realizar un ensayo de máximo tres páginas, arial 12, espacio sencillo, señalando el
pensamiento del Concilio Vaticano segundo sobre los Bienes eclesiásticos, según:
LG 1. 8
G.S 42.71.76
P.O 17
C.D 28
D.H 13 - 14
26
A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 304.
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6. PRINCIPALES CONCEPTOS
• Los bienes
Los bienes que sirven para el funcionamiento de la Iglesia no se hallan reunidos
en un solo patrimonio, cuyo único titular sería la Iglesia católica; más bien se
encuentran diseminados en los patrimonios de las personas jurídicas eclesiásticas
a las que pertenecen (Sede Apostólica, diócesis, parroquias, asociaciones,
institutos de vida consagrada…). Con todo, esos bienes forman una cierta unidad,
por el hecho de que, de un modo u otro, todos sirven para las necesidades de la
Iglesia bajo la suprema autoridad del Romano Pontífice.
Dicho de otro modo: en la Iglesia los bienes son de la entidad jurídica que los
adquiere, pero siempre deben ser utilizados para fines eclesiales y están todos
bajo la autoridad del Papa, a quien compete regular el ejercicio de la propiedad
en la Iglesia (c. 1256)27.
• Bienes eclesiásticos
Entre los bienes al servicio de las actividades eclesiales existe una categoría
principal que son los bienes eclesiásticos, que son los que pertenecen a las personas
jurídicas públicas canónicas. En cambio, no son eclesiásticos los bienes que
pertenecen a las personas jurídicas privadas.
Una de las características de las personas jurídicas públicas es que son
constituidas por la autoridad y que actúan en nombre de la Iglesia (c. 116 § 1; cfr.
cap. III, 2, b y cap. V, 4). Siendo público el sujeto, es lógico que sus bienes sean
también públicos, es decir, eclesiásticos y que en cambio no lo sean los de las
instituciones privadas, que actúan en nombre propio.
Ambos tipos de bienes están sometidos a un régimen jurídico diverso, a tenor del
c. 1257. Los bienes eclesiásticos, por ser bienes públicos, se rigen por el Libro V
del Código y por los estatutos de la persona jurídica titular, es decir por el
derecho administrativo eclesiástico. Mientras que los bienes de una persona
jurídica privada se rigen principalmente por los estatutos de la misma, aunque
están en sometidos también al derecho administrativo en razón de los fines
eclesiales a que están destinados28.
Esto implica varias cosas: 1ª) que, por pertenecer a un ente público, los bienes
eclesiásticos son también de la Iglesia. En derecho patrimonial cuando se habla de
la Iglesia (bienes de la Iglesia, propiedad de la Iglesia, derechos de la Iglesia, etc.)
se entiende por Iglesia cualquier persona jurídica pública canónica y no las
privadas; 2ª) que es de estos bienes de los que se ocupa principalmente el Código;
3ª) que el derecho patrimonial canónico atañe principalmente a la vida de los
entes eclesiásticos, y apenas a la de los fieles singulares.
27
Al hablar de ‘autoridad’ el canon deja claro que el Papa no es propietario de los bienes, como en tiempos se
decía.
28
Esto vale para la Iglesia latina. En cambio, el CCEO no contempla la posibilidad de que existan personas
jurídicas privadas: todos los entes con personalidad son públicos y sus bienes eclesiásticos.
27
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Con esto no se niega que también los bienes de los entes privados sean de la
Iglesia: lo son en cuanto pertenecen a un ente eclesiástico, cuyo fines y
actividades concurren a la misión de la Iglesia; pero no son bienes eclesiásticos
porque estos entes no actúan en nombre de la Iglesia. En este sentido se les puede
llamar privados: permanecen en el ámbito de autonomía y responsabilidad
propias de sus titulares.
Según el propietario, pues, se deben distinguir tres clases de bienes o
patrimonios: a) los bienes eclesiásticos, que son los de las instituciones públicas y se
rigen por las leyes administrativas contenidas en los cánones y en los estatutos
del ente titular; b) los bienes de las entidades canónicas privadas, que no son
eclesiásticos y siguen los estatutos de la entidad propietaria; y c) los bienes de los
fieles, que de por sí no guardan relación con el derecho canónico.
• Cosas sagradas
Otra categoría de bienes que tiene su importancia en derecho canónico es la de las
cosas sagradas. Son, como sabemos (cap. IX, 10.d y 11.a), aquellas que se destinan
permanentemente al culto divino (iglesias, imágenes, reliquias, objetos de culto,
etc.). En razón de la dignidad de su destino, estas cosas deben ser usadas y
tratadas en la forma y para los actos establecidos por las normas de la Iglesia, sea
quien sea el propietario; en este orden están bajo la autoridad eclesiástica, a la que
compete ordenar el culto, aunque pertenezcan a privados o a entes civiles, y no
sean por tanto bienes eclesiásticos.
• Bienes preciosos
Además, dentro de los bienes eclesiásticos, existe una categoría particular que es
la de los llamados cosas o bienes preciosos. Son aquellos que poseen un valor
especial por motivos de historia, arte o cultura, de piedad popular, etc. (p.e. una
iglesia antigua, una imagen muy venerada, los ex-voto de un santuario, un cáliz
artístico). Estas razones exigen que haya normas especiales, que miran a tutelar
los fines, la integridad, conservación… de estos bienes de la Iglesia.
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LIBRO V
DE LOS BINES TEMPORALES DE LA IGLESIA29
PARTE INTRODUCTORIA
EL DERECHO DE LA IGLESIA
El libro V del Nuevo Código, cuyo contenido es el más breve de los siete libros, ya
que lo componen 59 cánones, fue el resultado de sintetizar en este libro la legislación
sobre “Los bienes temporales de la Iglesia”. La explicación es bien clara al considerar que
muchos cánones del Código de 1917, se han quitado o suprimido o traslados a otra
parte:
➢ El Código anterior traía una amplia legislación sobre el Instituto Beneficial, que
ahora ha quedado reducido al solo canon 1272;
Otros cánones quedaron situados en otras partes del Código, por tratarse de temas
más específicos:
29
Texto tomado de los apuntes del Padre Julio Montañez, docente de la UPJ
30
31
30Apostolicam Actuositatem, 22
31Este derecho no se funda en el “título de la ordenación” (“Ad titulum servitiae Ecclesiae”),
suprimido, sino en la incardinación. Ver P.O., 20
31
32
El canon 1254, como inicio de la legislación sobre los Bienes temporales de la Iglesia, al
igual que lo hacía el canon 1495 del Código anterior, hace una afirmación
fundamental: La Iglesia católica tiene derecho nativo a adquirir bienes temporales para
alcanzar sus propios fines.
Cristo instituyó su Iglesia como una asamblea visible y a la vez espiritual y social la
cual necesita de bienes económicos y espirituales para cumplir su misión. 32 Por tanto
la exigencia de medios económicos se vincula a su misma misión, razón por la cual la
Iglesia tiene derecho nativo es decir originario de poseer bienes económicos, por
voluntad de su fundador, Cristo Jesús.
El derecho a los bienes temporales se califica en este canon como nativo e Independiente
de la autoridad civil 33. Derecho nativo u originario, quiere decir que pertenece a la
estructura de la Iglesia, pues fue dado por su fundador y por tanto se ha de calificar
como derecho divino positivo, razón por la cual debemos decir que se relaciona con el
fin propio de la Iglesia. Esta deducción se evidencia de la finalidad de la Iglesia y por
tanto el derecho a adquirir bienes temporales es voluntad de Cristo Jesús, pues para
la consecución del fin de la Iglesia esos bienes temporales son necesarios.
32
33
Se puede matizar, además, esta relación de fines, al menos en su relación con los fines
de la Iglesia misma, como apunta el canon 1254 § 1. La sustentación del clero se
constituye como uno de los fines del patrimonio eclesiástico, pero no es un fin
autónomo: parece más un medio que un fin. Sustentar el clero tiene sentido si se
pone en relación con los otros dos fines. Hay clero para que puedan cumplirse los
fines del culto a Dios y el ejercicio de las obras de la caridad.
Quien quiera conocer la finalidad de la Iglesia no se deberá fijar en este canon, sino
más bien en el canon 1752, que habla de la salvación de las almas, la salus animarum.
Qué duda cabe que esta finalidad única se puede desdoblar en otras, y entre ellas
cabe el culto a Dios y el ejercicio de las obras de caridad y de apostolado, pero no
entra en la finalidad de la Iglesia el sostenimiento del clero. El ejercicio del sacerdocio
así se constituye en medio para dar a Dios el culto debido como El quiere -a través de
la Eucaristía principalmente- así como para el desarrollo del apostolado y las obras
de caridad -piénsese en el apostolado y la obra de caridad que suponen los
sacramentos de la penitencia y la unción de enfermos-.
Parece legítimo, por lo tanto, distinguir entre los fines de la Iglesia -la salus animarum-
y fines del patrimonio eclesiástico -los fines que indica el canon 1254 § 2-. Hay que
tener en cuenta una cuestión, además, que se refiere al cumplimiento de los fines por
parte del patrimonio eclesiástico.
Que el patrimonio eclesiástico cumpla con los fines indicados arriba no significa que
cada patrimonio eclesiástico deba cumplir con todos los fines. Puede haber -de hecho
la hay- una cierta especialización en los fines del patrimonio. Una vez más, es
consecuencia directa de los fines de la persona jurídica que sea titular del patrimonio.
Así, a una asociación o fundación con fines caritativos no se le puede pedir que
34 Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que
nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Io 21,
17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28, 18 ss), y la erigió
perpetuamente como columna y fundamento de la verdad (cf. I Tim 3, 15). (Lumen Gentium 8)
35 Canon 204 § 2. “Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la
Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.”
33
34
cumpla con el fin de sostenimiento del clero. O una fundación para la formación de
los sacerdotes no se dedica al sostenimiento de las misiones. Todos los fines del
patrimonio eclesiástico son legítimos, pero lo cumple el patrimonio eclesiástico en su
conjunto, no cada patrimonio eclesiástico. La legítima autoridad eclesiástica, con su
capacidad de moderar, deberá cuidar que se cumplan todos los fines del patrimonio
eclesiástico de modo homogéneo y armónico, y a veces podrá alentar a los fieles para
que, en uso de su autonomía, procuren favorecer un fin u otro instituyendo nuevas
fundaciones o asociaciones o fomentando otras ya existentes.
Es posible que el patrimonio de una persona jurídica eclesiástica tenga otros fines:
así, existen instituciones en las diócesis más históricas con la finalidad de conservar el
patrimonio artístico, como son los museos diocesanos, a veces sostenidos por
fundaciones con esta finalidad. El fin de conservar el patrimonio artístico, o sostener
un museo, no se encuadra tácitamente en los tres fines que hemos visto. No se puede
olvidar, sin embargo, el servicio que hace la Iglesia a la humanidad, al transmitir a
las generaciones futuras tan ricos legados artísticos con medios demasiadas veces
precarios, y con una eficacia que deberían envidiar muchos gestores públicos. Esta
reflexión basta para apuntar que esos fines, aludidos en el canon 1254, deben de estar
en acuerdo con la finalidad de la Iglesia, la salus animarum. Una obra de arte en sí
misma no da culto a Dios, pero la belleza habla de Dios y los hombres alabamos a
Dios también con las obras que salen de nuestras manos. Sin que sea propiamente la
finalidad de la Iglesia, la conservación del patrimonio artístico no es ajena a la salus
animarum.
Así que dos son las características del derecho de la Iglesia a poseer bienes
temporales: NATIVO E INDEPENDIENTE. Cuatro las acciones: adquirir, retener,
administrar y enajenar bienes. Y aunque no se trata de una lista taxativa, los
principales fines de estos bienes son: sostener el culto divino, sustentar a sus
ministros y las obras de apostolado y de caridad.
Se puede resaltar que este canon constituye la piedra angular del derecho
patrimonial canónico. El uso de bienes materiales en la Iglesia encuentra
su justificación en los fines propios de la Iglesia. A la vez este canon es una llamada a
la responsabilidad de los pastores de la Iglesia, además de a los administradores de las
personas jurídicas que conforman el patrimonio eclesiástico: los bienes que, de una
forma u otra administran, les han sido confiados por los fieles para el cumplimiento
de los fines que indica el canon 1254.
34
35
Este canon nos presenta los diversos sujetos que participan del derecho nativo de la
Iglesia para adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales. Esa capacidad
que el canon les reconoce, se deriva del derecho divino que la Iglesia Universal tiene
y por el ordenamiento jurídico de la Iglesia lo tienen las personas jurídicas, de
carácter público o privado. En este punto es preciso señalar quienes tienen ese
carácter de personas en la Iglesia, indicando si el carácter es público o privado.
36 Canon 204 § 2. Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la
Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.”
37 Canon 361 En este Código, bajo el nombre de Sede Apostólica o Santa Sede se comprende no sólo
al Romano Pontífice, sino también, a no ser que por su misma naturaleza o por el contexto conste otra
cosa, la Secretaría de Estado, el Consejo para los asuntos públicos de la Iglesia y otras Instituciones
de la Curia Romana.
Canon 113 § 1º La Iglesia católica y la Sede Apostólica son personas morales por la misma
ordenación divina.
38 Canon 113 § 1 La Iglesia católica y la Sede Apostólica son personas morales por la misma
ordenación divina.
39 Canon 368 Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia católica una y
única, son principalmente las diócesis, a las que, si no se establece otra cosa, se asimilan la prelatura
territorial y la abadía territorial, el vicariato apostólico y la prefectura apostólica, así como la
administración apostólica erigida de manera estable.
40
Canon 373 Corresponde tan sólo a la suprema autoridad el erigir Iglesias particulares; las cuales,
una vez que han sido legítimamente erigidas, gozan en virtud del derecho mismo de personalidad
jurídica.
41 Canon 116 § 2 Las personas jurídicas públicas adquieren esta personalidad, bien en virtud del mismo
derecho, bien por decreto especial de la autoridad competente que se la conceda expresamente; las
personas jurídicas privadas obtienen esta personalidad sólo mediante decreto especial de la autoridad
competente que se la conceda expresamente.
35
36
42Canon 118 “... representan a la persona jurídica privada aquellos a quienes los estatutos atribuyen tal
competencia.
36
37
Esta aclaración solamente tiene carácter técnico 44, es decir, para simplificar la
redacción. Se advierte que cada vez que aparezca esa palabra se ha de entender en
43 Una larga discusión se presentó sobre la definición de los bienes eclesiásticos. Se afirmó, después de
varios estudios por parte de la Comisión Preparatoria del Código, que “los bienes que pertenecen a las
personas jurídicas privadas, son bienes eclesiásticos” (Communicationes, 1980, pag. 398 can. 2 § 2). La
solución es que los bienes eclesiásticos en sentido jurídico son los de la persona jurídica pública, pues
ella obra en nombre de la Iglesia
37
38
determinado sentido, en sentido estricto. El canon es igual al canon 1498 del Código
de 1917. Se exceptúa, en los casos en que por el contexto se entienda de modo diverso.
TITULO I
DE LA ADQUISICIÓN DE LOS BIENES
Con este canon se intenta defender el derecho legítimo que la Iglesia tiene de adquirir
bienes, de la misma forma como cualquier otra persona física o jurídica.
Uno de los medios que la Iglesia tiene para adquirir bienes para sus propios fines es
por la ayuda de los fieles. Este derecho se entiende especialmente de la facultad de
imponer tributos a los fieles. La Comisión para la Revisión del Código, dijo: “Inducir
a los fieles más que coaccionarlos para que ayuden a la Iglesia” 45
44
Communicationes 1980, página 399, 4°)
45 Communicationes, 1973, página 95 n. 5 y También en 1980, pag. 401 canon 5 § 3
38
39
Al derecho de la Iglesia, el canon 222 señala un deber de los fieles. 46 Uno por su
calidad de pertenencia a la Iglesia y otro de derecho natural, que es de todo hombre
sin relación alguna a su religión, el deber moral para con los pobres.
Tal obligación no puede ser extraña al clero 47 y así lo señala el canon 282, 48 de
ayudar a las necesidades de la Iglesia y de los pobres con sus propios bienes.
Respecto del parágrafo 2°, el Directorio de Pastoral de los Obispos, del 22 de febrero
de 1983, art. 133, les recuerda que deben instruir a los fieles sobre su obligación. La
Conferencia Episcopal Colombiana ha organizado una ayuda a los pobres con el
programa “Jornada de la comunicación cristiana de Bienes”.49
46 Canon 222 § 1 Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo
que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el
conveniente sustento de los ministros.
§2 Tienen también el deber de promover la justicia social, así como, recordando el
precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes.
47 “En cuanto a los bienes que recaban con ocasión del ejercicio de algún oficio eclesiástico, salvo el
derecho particular, los presbíteros, lo mismo que los obispos, aplíquenlos, en primer lugar, a su
honesto sustento ya la satisfacción de las exigencias de su propio estado; y lo que sobre, sírvanse
destinarlo para el bien de la Iglesia y para obras de caridad.” (Presbyterorum Ordinis, 17 c)
48 Canon 282 § 1 Los clérigos han de vivir con sencillez, y abstenerse de todo aquello que parezca
vanidad.
§2 Destinen voluntariamente al bien de la Iglesia y a obras de caridad los sobrantes de
aquellos bienes que reciben con ocasión del ejercicio de un oficio eclesiástico, una vez que con ellos
hayan provisto a su honesta sustentación y al cumplimiento de todas las obligaciones de su estado.
49 “Los miembros del Pueblo de Dios son llamados a una comunicación de bienes, y las siguientes
palabras del apóstol pueden aplicarse a cada una de las Iglesias: El don que cada uno ha recibido,
póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (I Petr
4, 10).” (Lumen Gentium, 13 c)
50 Normas complementarias, página. 37
39
40
También puede imponer un Tributo para las necesidades el Seminario a todas las
personas jurídicas que tengan su sede en la Diócesis, con la excepción de las personas
que se sostiene de limosna. 54
51 Por respuesta de la Pontificia Comisión de Interpretación , del 10 de agosto de 1989 (AAS, vol.
LXXXI, 1989, pag. 991), quedaron exentas de ests Tributo las escuelas externas de los institutos
religioso de derecho pontificio.
52 Communicationes, 1984, pag. 28, can.1213 n. 2
53 El Tributo Extraordinario no tiene carácter de continuo. Así se dijo por la Comisión de Revisión del
Código: “El Tributo Perpetuo no es extraordinario” (Communicationes, 1984, pag. 28, c. 1213 n. 1)
40
41
“En unión para el territorio común, que se establezcan normas con que se provea la
digna sustentación de quienes desempeñan o han desempeñado alguna función para
el servicio del Pueblo de Dios.” (Presbiterorum Ordinis, 20). Esa unidad en el Territorio,
ayuda a la unidad de las Diócesis.
“El bien de las almas exige una demarcación conveniente no sólo de las diócesis, sino
también de las provincias eclesiásticas, e incluso aconseja la erección de regiones
eclesiásticas, para satisfacer mejor a las necesidades del apostolado, según las
circunstancias sociales y locales, y para que se hagan más fáciles y fructíferas las
comunicaciones de los Obispos, entre sí, con los metropolitanos y con los Obispos de
la misma nación e incluso con las autoridades civiles. Normas que hay que observar”
(Christus Dominus, 39.) 55
La Pontificia Comisión para la Revisión del Código, consideró que : “En muchos
lugares, los presbíteros no tienen otros ingresos que los provenientes que reciben con
ocasión de los actos del ministerio” (Communicationes, 1980, pag. 403, canon 6)
54 Canon 264 § 1 Para proveer a las necesidades del seminario además de la colecta de la que se
trata en el can. 1266, el Obispo puede imponer un tributo en su diócesis.
§2 Están sujetas en tributo en favor del seminario todas las personas jurídicas
eclesiásticas, también las privadas, que tengan sede en la diócesis, a no ser que se sustenten sólo de
limosnas o haya en ellas realmente un colegio de alumnos o de profesores que mire a promover el bien
común de la Iglesia; ese tributo debe ser general, proporcionado a los ingresos de quienes deben
pagarlo y determinado según las necesidades del seminario.
55 Canon 434 A la asamblea de los Obispos de una región eclesiástica corresponde fomentar la
cooperación y la común acción pastoral en la región; sin embargo, las potestades que en los cánones de
este Código se atribuyen a la Conferencia Episcopal, no competen a la referida asamblea, a no ser que
la Santa Sede le concediera algunas de modo especial.
41
42
1.6.- Cuestaciones 60
Academia de la Lengua)
42
43
Las órdenes mendicantes se llamaban así, porque en un tiempo en que los pastores de
la iglesia se enriquecen siempre más, los monasterios abundan en tierras y en bienes,
y la nueva burguesía de las ciudades se desvive por aumentar sus ganancias, ellos
hacen voto de perfecta pobreza. En un tiempo en que se ahonda cada vez más la
diferencia entre los grandes señores y el pueblo llano, ellos predican la fraternidad
cristiana. Su vida ya no depende de tierras de labranza ni de rentas. Viven de la
limosna. Ya no se llaman monjes, sino hermanos.
61 La Persona jurídica de carácter público, como la parroquia, por ella el párroco en su territorio, no
está bajo esta prohibición.(Communicationes , 1980, Pg. 404 canon 7)
62 S.S. Paulo VI, Motu Proprio “Ecclesiae Sanctae” del 06 de agosto de 1996, I n° 27
63 Normas Complementarias, página 36
43
44
Los casos de falsedad o engaño en esta materia pueden ser objeto de denuncia ante la
autoridad civil.
Art. II Las personas que piden estas ayudas o limosnas deben estar provistas de una
constancia expedida por el Ordinario del lugar en que conste su derecho a realizar la
colecta o la licencia dada por el mismo Ordinario.
Art. III Salvo los derechos concedidos por la Santa Sede, los llamados sufragios, como
medios de recolectar ayudas económicas, necesitan la aprobación del Obispo
diocesano en lo referente a su redacción, impresión y distribución, de tal modo que a
tenor de los Cánones 946 y 947, se evite toda apariencia de negociación o comercio.
El Ordinario del lugar tiene facultad para ordenar en todas las iglesias y oratorios,
aunque pertenezcan a institutos religioso que se haga una coleta especial, cuya
finalidad puede ser del orden parroquial, diocesano o universal. El carácter de esta
colecta, naturalmente es extraordinario. 64
44
45
Por este canon se busca reglamentar la finalidad o destino de las limosnas que los
fieles dan sin destinación específica. La que tienen finalidad se deben aceptar con esa
exclusiva finalidad, pues se ha de respetar la voluntad del donante como lo
determina el § 3.
La presunción de que trata el §1 es que las donaciones que se entregan al superior que
rigen una persona jurídica, pública o privada, o al administrador, se han de
considerar como hechas a la persona jurídica y no al superior o al administrador que
los recibe, a no ser que conste lo contrario.
El §2, establece que no se pueden rechazar las ofrendas hechas a las personas jurídicas
públicas sin causa justa. La causa justa tiene relación con el principio del canon 1259,
pues la donación es un justo modo de adquirir bienes temporales, y éste debe estar
libre de toda sospecha sobre la procedencia de los bienes, la buena fe del donante
que se ofrece a la persona jurídica pública.
Nada se dice respecto a las personas jurídicas privadas, pues el principio del
parágrafo primero no las comprende. Sus actuaciones se rigen por los Estatutos.
45
46
Las oblaciones o donaciones hechas por los fieles con un determinado fin como los
analiza el §3, por ejemplo, de piedad, de caridad, de apostolado etc. se deben destinar
exclusivamente a ese fin. El respetar la voluntad del donante no es solo una
obligación de carácter moral sino también jurídica y como tal el Código lo recuerda
muchas veces. 65 Es más, la voluntad del donante no puede ser cambiada por el
párroco, ni por el Obispo, quien es vigilante de que la voluntad del donante se
cumpla (c. 1301) y solamente la Santa Sede lo puede hacer si hay causa justa.
1.9.- La prescripción
En Normas Generales se ha hablado de la prescripción en sentido general (c. 197-199),
ahora se trata de la prescripción de los bienes eclesiásticos como de adquirirlos o
liberarse, de conformidad con la ley civil de cada país. A este tema le dedica tres
cánones, que vamos a comentar.
65 Como en los cánones 121; 122; 123; 326 § 2; 616 § 1; 706 n. 3; 1300
46
47
✓ Buena fe: Para la legislación canónica, se requiere sobre todo de la buena fe.
Este requisito la legislación canónica no lo recibe de la legislación civil. El Can.
198 afirma claramente: “Ninguna prescripción tiene validez si no se funda en
la buena fe, no solo al comienzo, sino durante todo el decurso de tiempo
requerido para la misma, salvo lo establecido en el Can 1362”. El legislador
civil, por el contrario no se hace problemas de conciencia. No así el legislador
47
48
48
49
Se estableció que la prescripción se rige por la ley civil, pero el Código señala
excepciones o plazos especiales teniendo en cuenta o la persona a la cual pertenecen
los bienes inmuebles o muebles preciosos o también por razón de la cosa misma.
Los que pertenecen a la Santa Sede, ya sean bienes muebles o inmuebles preciosos y
también acciones ya personales o reales, para su prescripción se requieren cien años.
La misma clase de bienes o acciones que pertenezcan a una persona pública
eclesiástica, prescriben en el plazo de 30 años.
Canon 1271 Por razón del vínculo de unidad y de caridad, y conforme a las
posibilidades de su diócesis, los obispos contribuyan a que la Sede Apostólica
disponga de los medios que, según las distintas circunstancias, necesita para
el debido servicio a la Iglesia universal.
En virtud de este principio, el “episcopado del mundo debe ayudar a “la actividad
apostólica de la iglesia universal promovida por la Sede Apostólica” para la obra
pontifica de las misiones, mediante el “Obolo de San Pedro” del 29 de junio. Este
canon es nuevo y por él se recuerda a los Obispos la obligación, fundada en la unidad
de la Iglesia, a ayudar al Romano Pontífice en su pastoral universal.
Según el Can 1409 CIC 1917: “El beneficio eclesiástico es una entidad jurídica
constituida o erigida a perpetuidad por la competente autoridad eclesiástica, que
consta de un oficio sagrado y del derecho a percibir las rentas anejas por la dote al
oficio”.
49
50
En los últimos siglos, este sistema había sufrido fuertes convulsiones por el hecho de
que los Estados modernos habían confiscado los bienes eclesiásticos, especialmente
los beneficiales. Estos, no obstante, siguieron existiendo porque el beneficio constituía
el eje fundamental para la sustentación del clero y como tal, permaneció en la primera
codificación de 1917, que dedica a los beneficios más de cien cánones, regulando
minuciosamente sus diversos aspectos.
El Can 1410 admitía la posibilidad de que la masa de bienes pudiese estar constituida
también por las ofrendas de los fieles, o por derechos de estola o por subvenciones o
pensiones procedentes del Estado o incluso de otras fuentes con tal que fuesen ciertas.
El Concilio Vaticano II, consideró que el Sistema Beneficial, del que trataba el Código
de 1917 en los cánones 1419 al 1488, se debía cambiar o al menos reformar. Así lo dijo:
“Hay que dejar (abandonar) el sistema que llaman beneficial, o a lo menos hay que
reformarlo, de suerte que la parte beneficial, o el derecho a los réditos totales anejos al
beneficio, se considera como secundaria y se atribuya, en derecho, el primer lugar al
propio oficio eclesiástico, que, por cierto, ha de entenderse en los sucesivo cualquier
cargo conferido establemente para ejercer un fin espiritual.” 66
Por esta razón, el Motu Proprio de S.S. Paulo VI “Ecclesiae Sanctae” I, 8, (sobre normas
para la aplicación de algunos Decretos del Concilio Vaticano II,) del 06 de agosto de
1966 (AAS, vol. LVIII, [1967] 757-787), encomendó a la Comisión de Revisión de
Código de Derecho Canónico, que la redujo a dos cánones encomendando a la
Conferencia Episcopal su normatividad concreta en cada territorio de la Conferencia
Episcopal. Después se redujo al canon que comentamos.
50
51
TITULO II
DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES
Cánones 1273-1289
68 “Para que el mismo Episcopado fuese uno solo e indiviso, puso al frente de los demás Apóstoles al
bienaventurado Pedro e instituyó en la persona del mismo el principio y fundamento, perpetuo y visible, de
la unidad de fe y de comunión. “ (Lumen Gentium. 18 a)
69 “En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, a quien confió Cristo el
apacentar sus ovejas y sus corderos, goza por institución divina de potestad suprema, plena, inmediata y
universal para el cuidado de las almas. El, por tanto, habiendo sido enviado como pastor de todos los
fieles a procurar el bien común de la Iglesia universal y el de todas las iglesias particulares, tiene la
supremacía de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias” (Christus Dominus, 2)
70 Canon 331 El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor
encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus
sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la
tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena,
inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente.
71 Ghirlanda, Gianfranco, “ El Derecho en la Iglesia, misterio de comunión”, Milán, 1990, pag. 565, n°
649
51
52
Este principio explica la razón de que para la enajenación de los bienes eclesiásticos
sea necesaria la licencia de la Santa Sede si el valor excede lo autorizado a la
Conferencia Episcopal, o la licencia del Obispo diocesano si está dentro de los límites
de su competencia.
Canon 1274 § 1 En toda diócesis debe haber un instituto especial que recoja
los bienes y oblaciones para proveer conforme al can. 281 a la sustentación de
los clérigos que prestan un servicio en la diócesis, a no ser que se haya
establecido otro modo de cumplir esta exigencia.
72 “Es, pues, muy conveniente que, por lo menos en las regiones en que la sustentación del clero
depende total o parcialmente de las dádivas de los fieles, recoja los bienes ofrecidos a este fin una
institución diocesana, que administra el Obispos con la ayuda de sacerdotes delegados, y, donde lo
aconseje la utilidad, también de seglares peritos en economía...en cada diócesis o región se constituya
un fondo común de bienes con el que los Obispos puedan satisfacer otras obligaciones para con las
personas al servicio de la Iglesia, y satisfacer otras necesidades de la diócesis, y por cuyo medio también
las diócesis más ricas puedan ayudar a las más pobres, de forma que la abundancia de aquéllas alivie
la escasez de éstas. Este fondo ha de constituirse, sobre todo, por las ofrendas de los fieles, peor
también por los bienes que provienen de otras fuentes, que ha de concretar el derecho.”
(Presbyterorum Ordinis. 21 a)
73 Cánones 492 al 494 y también en el canon 537
74 De S.S. Paulo VI, del 06 de agosto de 1996, I, 8, 3
52
53
En muchas Diócesis se ha tomado, para la seguridad social del clero, la afiliación bien
al ISS o a otras EPS, de carácter nacional para la seguridad del clero. Se han hecho
diversas experiencias y la Conferencia de Superiores Mayores también organizó un
seguro con Seguros Médicos Voluntarios, al cual se afiliaron varias Diócesis. En todo
caso, serán pocas las Diócesis que no tengan solucionado esta necesidad. De carácter
nacional se tiene el MASC (Mutuo Auxilio Sacerdotal), que sin ser un seguro
propiamente tal, es una ayuda colectiva para los sacerdotes al llegar a los 70 años. En
nuestra Arquidiócesis, para tal fin, fue creada la UCC (Unión caritativa del clero), por
Mons. Héctor Rueda Hernández
Este fondo, para las necesidades generales de la Diócesis, 75 tiene una finalidad
especial respecto de los servidores de la Iglesia. En muchas Diócesis se ha provisto
con la afiliación al ISS, lo cual evita grandes problemas a la Iglesias locales y
parroquiales, pero principalmente se cumple con un acto de justicia. Este fondo
puede ser alimentado con la generosidad de otras Diócesis que estén en mejores
condiciones. 76
75 Este fondo es diferente del Fondo para el sostenimiento del clero (Communicationes, 1980, páginas
408-409, can. 16 § 1)
76 Ya San Pablo lo decía: “vuestra abundancia alivie la escasez de aquellos, para que asimismo su
abundancia alivie vuestra penuria, de manera que haya equidad” (2ª Corintios 8, 14
53
54
La seguridad de todos estos fondos, en cada país, debe garantizarse por la adopción
de las leyes de la nación. Como el manejo de ellos debe estar en alguna Fiduciaria, es
necesaria la asesoría técnica.
2.3.1.- La vigilancia
Respecto de los Religiosos, su propio ordinario religioso debe cuidar de los bienes de
las personas jurídicas que le están sometidas. La comunidad es una, pero las casas
tienen su propia autonomía.
54
55
Otra norma es para los Monasterios sui iuris de monjas, ellos rinden cuentas
anualmente al Obispo diocesano.
55
56
Art. II: Además de los casos señalados en lo cánones 1277, 1292, parágrafos 1º y 2º;
1281, parágrafo 2º y 1295, son actos de administración extraordinaria la enajenación de
bienes inmuebles, cualquiera sea su valor y los actos que causen deudas o riesgos en
cantidades superiores a la mínima dentro de los cuales deben considerarse las
inversiones, los depósitos a término y operaciones bursátiles. Para estos últimos actos
se requiere al menos la autorización habitual de los Consejos competentes.
56
57
Este canon presenta una serie de condiciones para nombrar al ecónomo de una
diócesis:
✓ Oir al colegio de consultores
✓ Oir al Consejo de Asuntos ecónomicos
✓ Verdaderamente experto en la materia
80Canon 127 § 1 Cuando el derecho establece que, para realizar ciertos actos, el Superior necesita el
consentimiento o consejo de algún colegio o grupo de personas, el colegio o grupo debe convocarse a
tenor del can. 166, a no ser que, tratándose tan sólo de pedir el consejo, dispongan otra cosa el derecho
particular o propio; para la validez de los actos, se requiere obtener el consentimiento de la mayoría
absoluta de los presentes, o bien pedir el consejo de todos.
§2 Cuando el derecho establece que, para realizar ciertos actos, el Superior necesita el
consentimiento o consejo de algunas personas individuales:
1º. Si se exige el consentimiento, es inválido el acto del Superior en caso de que no
pida el consentimiento de esas personas o actúe contra el parecer de las mismas
o de alguna de ellas;
2º. si se exige el consejo, es inválido el acto del Superior en caso de que no escuche a
esas personas; el Superior, aunque no tenga ninguna obligación de seguir ese
parecer, aun unánime, no debe sin embargo apartarse del dictamen, sobre todo
si es concorde, sin una razón que, a su juicio, sea más poderosa.
§3 Todos aquellos cuyo consentimiento o consejo se requiere están obligados a manifestar
sinceramente su opinión, y también, si lo pide la gravedad de la materia, a guardar cuidadosamente
secreto, obligación que el Superior puede urgir.
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✓ De reconocida honradez
✓ Nombrado establemente al menos para cinco años con posibilidad de
reelección.
✓ No puede ser removido sin causa grave
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Esta que es una norma nueva, está dentro del espíritu de participación de la
comunidad en la administración y gobierno. Por eso se “exige” que deba haber un
Consejo de asuntos económicos, muy semejante al de la Diócesis. Su número podría
ser al menos de dos. Su función la debe determinar los Estatutos. A esta norma están
sometidas las personas jurídicas sean públicas o privadas. De no ser posible el
Consejo se requiere de al menos dos consejeros, por lo que un CAE no se considera
como tal si no posee un número superior de miembros.
81 Canon 532 El párroco representa a la parroquia en todos los negocios jurídicos, conforme a la
norma del derecho; debe cuidar de que los bienes de la parroquia se administren de acuerdo con la
norma de los cánones 1281-1288.
82 Canon 636 § 1 En cada instituto, e igualmente en cada provincia que gobierna un Superior
mayor, haya un ecónomo distinto del Superior mayor, y nombrado a tenor del derecho propio, que
lleve la administración de los bienes bajo la dirección del Superior respectivo. También en las
comunidades locales constitúyase, en cuanto sea posible, un ecónomo distinto del Superior local .
83 Communicationes, 1980, pag. 416, can. 24
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Los Estatutos deben determinar los límites que sobrepasan el límite y el modo de la
administración, de no hacerlo, el Obispo Diocesano, oído el Consejo de Asuntos
Económicos podrá determinar ese límite. Esto solamente tratándose de las personas
jurídicas que están sometidas a su autoridad.
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No responde por los actos inválidamente realizados por el administrador, a no ser que
hubiera obtenido algún provecho, y en la medida del mismo. Sobre este punto
la Rota se pronunciado en varias oportunidades mediante respuesta judicial
Responde la persona jurídica si los actos son válidos pero ilícitos pero no queda libre
de culpabilidad el administrador 84
Responde la persona jurídica por los actos realizados válida y lícitamente por el
administrador. Esta parte no la presenta el canon, porque el algo fuera de duda.
84Canon 128 Todo aquel que causa a otro un daño ilegítimamente por un acto jurídico o por otro
acto realizado con dolo o culpa, está obligado a reparar el daño causado.
Canon 1389 1389 §1 Quien abusa de la potestad eclesiástica o del cargo debe ser castigado
de acuerdo con la gravedad del acto u omisión, sin excluir la privación del oficio, a no ser que ya
exista una pena establecida por ley o precepto contra ese abuso.
§2 Quien, por negligencia culpable, realiza u omite ilegítimamente, y con daño ajeno, un
acto de potestad eclesiástica, del ministerio u otra función, debe ser castigado con una pena justa.
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El canon retoma la misma norma que presentaba el canon 1522 del Código anterior,
sobre lo que debe preceder a la toma de posesión del administrador de los bienes
eclesiásticos:
El compromiso de administrar bien y fielmente los bienes eclesiásticos lo debe
prometer mediante juramento prestado ante el Ordinario del lugar. Este puede
delegar a otro para recibir el juramento.
El inventario debe ser detallado y exacto. El cual será firmado por el
administrador y el Ordinario. El inventario que debe ser detallado debe
relacionar todos los bienes, muebles e inmuebles, los preciosos como los de
valor histórico o cultural, los cuales deben ser descritos y valorados. En doble
ejemplar, para los archivos, uno de la administración y otro de la Curia. Se irán
actualizando a medida que se produzcan actos nuevos con el ingreso o egreso
de algunos bienes.
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San Pablo recomienda: “Es preciso que los hombres vean en nosotros a los ministros
de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Por lo demás los que en los
administradores se busca es que sean fieles” (1 Corintios 4, 1-2)
El canon emplea una frase ya bien conocida, el cuidado de un buen padre de familia y
partiendo de esto detallar las obligaciones
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Los fines de piedad o de caridad, son fines propios de la Iglesia 85 como también los
señalados el canon 1254 § 2. Hay un límite en todo, que las donaciones no
pertenezcan al patrimonio estable de la persona jurídica. Esta canon presenta esta
norma con una formulación mejor a la que traía el canon 1535 del Código de 1917.
Estas donaciones deben ser un acto de la administración ordinaria y con bienes
muebles.
85Canon 114 § 1 Se constituyen personas jurídicas, o por la misma prescripción del derecho o
por especial concesión de la autoridad competente dada mediante decreto, los conjuntos de personas
(corporaciones) o de cosas (fundaciones) ordenados a un fin congruente con la misión de la Iglesia que
trasciende el fin de los individuos.
§2 Los fines a que hace referencia el par. 1 se entiende que son aquellos que corresponden
a obras de piedad, apostolado o caridad, tanto espiritual como temporal.
86 Canon 222 § 2 Tienen también el deber de promover la justicia social, así como, recordando el
precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes.
87 Canon 231 § 2 Manteniéndose lo que prescribe en canon 230, § 1º, tienen derecho a una
conveniente retribución que responda a su condición, y con la cual pueden proveer decentemente a sus
propias necesidades y a las de su familia, de acuerdo también con las prescripciones del derecho civil;
y tienen también derecho a que se provea debidamente a su previsión y seguridad social y a la llamada
asistencia sanitaria
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“Además del salario, aquí entran en juego algunas otras prestaciones sociales que tienen
por finalidad la de asegurar la vida y la salud de los trabajadores y de su familia. Los
gastos relativos a la necesidad de cuidar la salud, especialmente en caso de accidentes
de trabajo, exigen que el trabajador tenga fácil acceso a la asistencia sanitaria y esto,
en cuanto sea posible, a bajo costo e incluso gratuitamente. Otro sector relativo a las
prestaciones es el vinculado con el derecho al descanso; se trata ante todo de regular el
descanso semanal, que comprenda al menos el domingo y además un reposo más
largo, es decir, las llamadas vacaciones una vez al año o eventualmente varias veces
por períodos más breves. En fin, se trata del derecho a la pensión, al seguro de vejez y
en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral. En el ámbito de estos
derechos principales, se desarrolla todo un sistema de derechos particulares que,
junto con la remuneración por el trabajo, deciden el correcto planteamiento de las
relaciones entre el trabajador y el empresario.” (Laboren Exercens, 19)
Como vimos en el canon 1276, el Ordinario del lugar tiene derecho de vigilar todos
los bienes eclesiásticos de las personas jurídicas que dependen de su autoridad. Como
consecuencia, queda reprobada toda costumbre contraria a este precepto.
Los Institutos de derecho pontificio non están sometidos a la autoridad de los
Ordinarios del lugar (c. 591 y 593)
Los Religiosos exentos o no sometidos a la autoridad de Obispo diocesano, no tiene
obligación de rendir cuentas al Ordinario del lugar, pero sí a su propio Ordinario
religioso.
Las ofrendas y donaciones especiales de los fieles se les debe informar no solo la
cuantía que se alcanzó a recolectar sino que ha llegado a su destino. Esta información
es muy conveniente, pues de esta manera se evitar sospechas.
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el fuero civil, sin haber obtenido licencia del Ordinario propio dada
por escrito.
Los litigios sobre el patrimonio eclesiástico, por tanto de una persona jurídica pública,
no se deben llevar al fuero civil por iniciativa del administrador, si fuere necesario, es
al Ordinario a quien corresponde dar la licencia escrita bien sea para iniciar el litigio
como para contestar una demanda. Si se trata de un Instituto Religioso o de una
Sociedad clerical de vida apostólica de derecho pontificio, su Ordinario es el superior
mayor. De otros institutos su Ordinario es el Ordinario de lugar.
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TITULO III
DE LOS CONTRATOS Y PRINCPALMENTE DE LA
ENAJENACION
Cánones 1290-1298
El Código de 1983 recibe en su propia normatividad lo que la ley civil de cada nación
establece en materia de contratos en general como son : el objeto, la formalidad, las
cláusulas, las condiciones, etc. y de los contratos especiales, obligaciones jurídicas,
acciones judiciarias, validez o invalidez de algunos actos. Pero salvados siempre los
límites del derecho divino y del canónico. 88
El Código de 1917 abundaba en diversas clases de contratos, que no consideró
necesario el Código del 83 volver a proponer por cuanto los principios generales
contienen esas normas.
El canon hace referencia al c. 1547, con lo cual se admite la validez de los contratos
celebrados solamente ante testigos. Por tanto la demostración del contrato se puede
hacer por testigos.
“Pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa o algún otro derecho sobre ella”. En
sentido estricto es la transmisión de la propiedad de una cosa o de un derecho,
mediante la venta o la donación. En Derecho Canónico, enajenación se entiende todo
acto, operación o negocio que pueda modificar o perjudicar la situación patrimonial
de una persona, como se deduce del canon 1295.
88Canon 22 Las leyes civiles a las que remite el derecho de la Iglesia, deben observarse en derecho
canónico con los mismos efectos, en cuanto no sean contrarias al derecho divino ni se disponga otra
cosa en el derecho canónico.
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El canon habla “de cualquier operación” que podría ser la permuta, la hipoteca, el
empeño, la renuncia a un derecho a una herencia o a una donación, al fideicomiso, el
arrendamiento, la pignoración y contraer deudas que excedan la cantidad señalada
por la Conferencia Episcopal.
Se trata de una medida para proteger la estabilidad del patrimonio de una persona
jurídica pública, y así evitar el riesgo de que la persona jurídica pueda
desestabilizarse. Se determinan unos límites comprendidos entre el mínimo y el
máximo, cuando sobre pasa esos parámetros se requiere para la validez de la
enajenación la licencia del superior, este puede ser el Obispo diocesano, el Superior
Mayor o la Conferencia Episcopal o la Santa Sede, según la cuantía.
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Art. 1.- Las sumas máxima y mínima de las que trata el canon 1292 se fijan así: La
cantidad máxima es en pesos colombianos, la equivalente a US$ 900.000; La mínima es
también en pesos colombianos la equivalente a US$ 600.000; en ambos casos cotizados
éstos en el mercado oficial el día anterior a aquel en que se pide la licencia.” 89
La persona jurídica puede no estar sometida a la autoridad del Obispo. Para cada
caso, indica cuál es la autoridad competente.
La autoridad competente para dar la licencia requerida tiene relación con el bien que
se pretende enajenar, por tanto:
89 Normas Complementarias, pag.16. En la actualidad este número es el que irá a regir una vez que la
Santa Sede apruebe la recognitio, porque el Decreto que regirá la nueva norma no se ha publicado
todavía, se espera estaba la aprobación de la Santa Sede para que rijan estas sumas: US$ 600.000 la
mínima y US$ 900.000 la máxima.
90 Canon 718 La administración de los bienes del instituto, que debe manifestar y fomentar la
pobreza evangélica, se rige por las normas del Libro V, De los bienes temporales de la Iglesia, así como
también por el derecho propio del instituto. De igual modo, el derecho propio ha de determinar las
obligaciones, sobre todo económicas, del instituto respecto a aquellos miembros que trabajan para el
mismo.
91 Canon 741 §1 Las sociedades y, si las constituciones no determinan otra cosa, sus
circunscripciones y casas, son personas jurídicas y, en cuanto tales, tienen capacidad de adquirir,
poseer, administrar y enajenar bienes temporales, de acuerdo con la prescripciones del Libro V, De los
bienes temporales de la Iglesia, de los cann. 636, 638 y 639, y también del derecho propio.
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Art. II Además de los casos señalados en los Cánones 1277, 1292, parágrafos 1º y 2º;
1281, parágrafo 2º y 1º295, son actos de administración extraordinaria la enajenación de
bienes muebles, cualquiera sea su valor, y los actos que causan deudas o riesgos en
cantidades superiores a la mínima dentro de los cuales deben considerarse las
inversiones, los depósitos a término y las operaciones bursátiles. Para estos últimos
actos se requiere al menos la autorización habitual de los Consejos competentes.
Un bien divisible es aquel que puede dividirse o fraccionarse sin que se altere su
naturaleza económica, pues cada parte, es una porción del todo. Por ejemplo un
fondo económico, un edificio que consta de apartamentos, etc. Para la validez de la
licencia se exige que se indique “las partes anteriormente enajenadas.” La subrepción
u ocultación de la verdad impide la validez, como lo establece el canon 63
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De conformidad con el canon 127 § 3 94 las personas que deben dar su consejo o
parecer deben hacerlo rectamente, pues además de ser un deber moral es también un
deber jurídico.
Para estas personas puedan dar un consejo atinado es necesario:
Que se les informe sobre la situación económica exacta de la persona jurídica y
de los bienes que desean enajenar; si faltase tal información, será estará
atentando contra la estabilidad de la persona jurídica
Ahora vamos a fijarnos en la enajenación de los bienes cuyo valor excede la cantidad
mínima determinada por la Conferencia Episcopal y aprobada por la Santa Sede. Se
exigen unos requisitos:
Causa justa: que puede ser una necesidad urgente (reparaciones de la vivienda,
ampliación de la misma por mayor número de aspirantes), evidente utilidad (la
94 Canon 127 § 3 Todos aquellos cuyo consentimiento o consejo se requiere están obligados a
manifestar sinceramente su opinión, y también, si lo pide la gravedad de la materia, a guardar
cuidadosamente secreto, obligación que el Superior puede urgir.
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Otras medidas cautelares pueden ser exigidas por la autoridad competente, pues es
necesario que se eviten daños a la Iglesia por el afán de salir de un apuro. Todas esas
medidas de prudencia pueden salvar de la ruina a la persona jurídica.
El precio fijado por los peritos se ha de sostener, para no enajenar por un valor
inferior, esto como norma general. No faltarán circunstancias en que ese precio tasado
deba rebajarse. Generalmente los peritos también señalan un precio mínimo y uno
máximo para llegar a un cantidad intermedia.
El Código actual ha suprimido la praxis de la legislación anterior, que la enajenación
debía hacerse en pública subasta.
El destino del dinero fruto de la enajenación se debe destinar para la finalidad que se
presentó como causa justa, de lo contrario la causa alegada era falsa.
95 Canon 90 § 1 No se dispense de la ley eclesiástica sin causa justa y razonable, teniendo en cuenta las
circunstancias del caso y la gravedad de la ley de la que se dispensa; de otro modo, la dispensa es
ilícita, y si no ha sido concedida por el mismo legislador o por su superior, es también inválida
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Las normas del canon 1541 del Código de 1917, han sido simplificadas y dejado su
reglamentación la Conferencia Episcopal, pues las circunstancias locales son muy
diferentes. 96 La Conferencia Episcopal debe dar una norma concreta para que la
autoridad competente dé la licencia, cumplidas algunas condiciones, que no estén en
contraposición con las normas civiles y teniendo cuidado con las cláusulas de
arrendamiento.
Canon 1298 Salvo que la cosa tenga muy poco valor, no deben venderse o
arrendarse bienes eclesiásticos a los propios administradores o a sus
parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o de afinidad, sin licencia
especial de la autoridad eclesiástica competente dada por escrito.
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A menos que los bienes eclesiásticos sean de un valor mínimo, no se deben vender ni
arrendar a:
A los mismos administradores
Ni a los parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad (primos hermanos) o
de afinidad en el mismo grado. Para la licitud es necesaria licencia escrita de la
autoridad competente para enajenar a cualquiera de los antes mencionados.
TITULO IV
LAS PIAS VOLUNTADES EN GENERAL Y DE LAS
FUNDACIONES PIAS
CANONES 1299 -1310
4.1.- Introducción
Se consideró, por algunos, como fuera de lugar en el Libro V, las “Pías voluntades”, la
razón expuesta por algunos Consultores de la Comisión de Revisión del Código, fue
la siguiente: “No todo lo se ordena allí, pertenece propiamente al derecho
patrimonial de la Iglesia”97 El asunto se resolvió por ser algo de carácter técnico,
razón por la cual, La Pía Voluntad va al fin del Libro V, a modo de apéndice. 98
El avance tecnológico de esta parte, con relación al Código de 1917, se puede decir
que está en el orden que se ha puesto a la materia, pues está mejor relacionada e
integrada orgánicamente.
Entre las varias innovaciones que se encuentran en el Código de 1983, respecto de
este Título IV, podemos mencionar las siguientes:
Se define con mayor claridad La Fundación, dando lugar a que se consideren las
autónomas y las no autónomas 99
El haber unido Las Pías Voluntades y Las fundaciones Pías porque “en la prácticas
se relacionan íntimamente” 100
97 “Non omnia quae in eis ordinantur, ad ius patrimoniale Ecclesiae proprie pertinent”
98 Communicationes, 1973, pag. 101, al final)
99 Communicationes ,, 1977, páginas 272-273
100 “Piae voluntates simul cum piis fundationibus tractantur quia in praxi intime conectuntur” (Las
pías voluntades se tratan al mismo tiempo con las fundaciones pías, porque en práctica se relacionan
íntimamente) en Communicationes, 1973, pag. 101
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Otras innovaciones son menor relieve, sin que por esto tengan gran importancia.
Estas causas pías pueden ser eclesiásticas y laicales. Las primera si están vinculadas a
una persona jurídica pública eclesiástica o es una fundación autónoma erigida por la
competente autoridad eclesiástica. (c. 1303 § 1)
101El canon 668 § 5 establece: “El profeso que, por la naturaleza del instituto, haya renunciado a todos
sus bienes, pierde la capacidad de adquirir, y poseer, por lo que son nulos sus actos contrarios al voto
de pobreza. Lo que adquiera después de la renuncia, pertenecerá al instituto conforme a la norma del
derecho propio.
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El canon 1267 § 2 establece que no se pueden rechazar sin causa justa las oblaciones,
por tanto con causa justa se pueden rechazar una pía voluntad, pero si ha aceptado
de modo legítimo, es decir como lo prescribe el canon 1304, se ha de cumplir con
suma diligencia, aun en cuanto al modo de administrar e invertir los bienes, que
desde ese momento quedan al cuidado y vigilancia del Obispo como lo dispone el
canon 1301.
Por razón del fin de la Pía Voluntad, el Ordinario es el ejecutor de todas las pías
voluntades, ya sean mortis causa como inter vivos.
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También son objeto de vigilancia por parte del Ordinario de los fideicomisos
entregados a fiduciario en favor de causas pías, es decir la persona que recibe los
bienes de una persona sea por acto entre vivos, o por testamento, con el encargo de
emplearlos con determinado fin religioso o caritativo. Debe darle cuenta al Ordinario
de la fiducia. Si el donante prohibió, no ha debido recibir la fiducia, si la recibió esa
prohibición se ha de tener por puesta.
Para asegura la voluntad pía, el Ordinario debe cuidar de que los bienes fiduciarios se
coloquen bajo seguridad. Si son dineros, los Bancos reciben la fiducia, si son bienes
muebles o inmuebles se buscará la mejor forma de asegurar el cumplimiento de la
voluntad pía.
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Las fundaciones piadosas son una modalidad de las causas pías, es decir que entre
las causas pías tiene especial importancia las fundaciones pías. Estas están
constituidas por bienes sean muebles o inmuebles cuya finalidad son “obras de
piedad, apostolado o caridad, tanto espiritualidad como temporal”. 103
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Terminado el tiempo fijado por el derecho particular, los bienes de la Fundación Pía
no Autónoma, tendrán el siguiente destino:
Si se trata de bienes confiados a una persona jurídica sometida al obispo
diocesano:
➢ Se transfieren al Instituto especial para el sostenimiento del clero
➢ En otro caso se revierten en la misma persona jurídica
Si se trata de bienes confiados a una persona jurídica no sometida al obispo
diocesano, pasan a la misma persona jurídica
Es evidente que el canon se refiere a una Fundación Pía no Autónoma que se quiere
adscribir a una Persona Jurídica Pública. Para la validez de la aceptación es necesaria
la licencia escrita del Ordinario.
Antes de que el Ordinario conceda la licencia debe observar algunos requisitos para
asegurar la capacidad de cumplimiento por parte de la persona jurídica que acepta la
Fundación Pía no Autónoma.
➢ Si la persona jurídica puede cumplir con la carga que asume y las otras que
posiblemente tiene
➢ Que las obligaciones que se imponen se puedan cumplir con el producto o
rentas de los bienes que se entregan.
➢ Otras condiciones se dejan al derecho particular, se de la Conferencia Episcopal,
o de los Decretos del Obispo diocesano o del Ordinario Religioso.
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Canon 1305 El dinero y los bienes muebles asignados como dote han
de depositarse inmediatamente en un lugar seguro aprobado por el
Ordinario, a fin de conservar ese dinero o el precio de los bienes
muebles, y colocarlos cuanto antes, cauta y útilmente, en beneficio de la
fundación, con mención expresa y detallada de las cargas, según el
prudente juicio del Ordinario, oídos los interesados y su propio
consejo de asuntos económicos.
Los bienes muebles como títulos, acciones, u otras modalidades de papeles bancarios
que se reciben como dote para una fundación. Todo, dinero y bienes muebles deben
colocarse de manera segura con la clara mención de la destinación y de la carga que
deben cumplir. Esta forma debe estar aprobada por el Ordinario, oído los interesados
y su propio consejo de asuntos económicos.
Canon 1306 § 1 Las fundaciones, aun las hechas de viva voz se han
de consignar por escrito.
§2 Se conservará de manera segura una copia de la escritura de
fundación en el archivo de la curia, y otra en el archivo de la persona
jurídica interesada.
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La reducción de las cargas de Misas tiene lugar cuando por la variación monetaria, las
rentas no alcanzan a cubrir el estipendio del número de Misas a que se habían
comprometido o que se habían aceptado.
105Canon 958 § 1 El párroco y el rector de un iglesia o de otro lugar piadoso, donde suelen
recibirse estipendios de Misas, han de tener un libro especial en el que tomarán diligentemente nota
del número de Misas que se han de celebrar, de la intención, del estipendio ofrecido y del
cumplimiento del encargo.
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La obligación de las Misas tiene especial cuidado e importancia. Por eso el Legislador
presenta las siguientes normas:
➢ La reducción de las cargas de Misas, por causa justa y necesaria se reserva a la
Santa Sede
➢ El Ordinario puede reducir las cargas de Misas por haber disminuido las rentas
➢ El Obispo diocesano puede reducir el número de Misas en virtud de legados
etc. cuando han disminuido las rentas
➢ El Obispo diocesano puede reducir las cargas de Misas en instituciones
eclesiásticas por insuficiencia de las rentas
➢ La misma facultad, de los §§ 3 y 4 goza el Superior General del instituto
religioso clerical de derecho pontificio.
Es posible que la carga de Misas tenga una determinada modalidad, por ejemplo que
se deban celebrar en determinado santuario, en determinado altar. Quienes gozan de
las facultades otorgadas por el cano 1308, pueden trasladar la obligación a días
diferentes, a altares distintos, con tal que se cumpla con la obligación.
Se debe tener cuidado con los términos que ha empleado la ley: Reducción se refiere a
la disminución de los actos o prestación de servicios ordenados; Moderar se refiere al
costo relativo; Conmutar es la sustitución de un acto por otro.
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