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SEMINARIO MAYOR ARQUIDIOCESANO


DE BUCARAMANGA

BIENES TEMPORALES
DE LA IGLESIA

LEIVI LEONARDO GUTIERREZ MOTTA Pbro.

TEXTO GUIA DE CLASE

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INTRODUCCION

Señor Seminarista,

Una de las principales características que exige el mismo evangelio para


aquellos a quienes el Señor llama a trabajar en su viña es precisamente que sean
buenos administradores. El Evangelio de San Lucas (19,11-27) nos presenta la
parábola en la que el Rey ha dejado su reino para que sea administrado por tres
de sus siervos, dos de ellos muy hábiles en la misión, por lo que recibieron del
Rey un notable y generoso reconocimiento, pero el otro, por el contrario, recibió
una justa amonestación por su mala y perjudicial administración. Sin lugar a
dudas, el Señor espera de todos nosotros la capacidad para administrar sus
bienes.

Un buen administrador, según el Evangelio, ha de administrar con


responsabilidad su propia vida, los dones que el Señor le ha concedido, los
bienes espirituales que le ha confiado, la comunidad eclesial a su cargo y los
bienes materiales que se le entregan. La tarea espiritual del ministro no lo
eximen de la grave responsabilidad de administrar, con responsabilidad y
astucia, también aquellos bienes que sirven para alcanzar los fines espirituales
de la Iglesia.

En el presente tratado, en un primer momento, profundizaremos en el


pensamiento eclesial sobre los bienes a lo largo del desarrollo de su historia, los
principales acontecimientos que han configurado su pensamiento, lo mismo que
los fundamentos teológicos en los que se ampara el derecho de la Iglesia a
poseer bienes materiales. No obstante, con estos conocimientos básicos,
adelantaremos el estudio de la actual legislación eclesial contenida en el libro V
del CIC de 1983 acerca de la administración de los Bienes eclesiásticos y la
específica normativa de la Conferencia Episcopal Colombiana al respecto.

Así pues, el presente tratado tiene como finalidad no solo presentar la


legislación eclesiástica sobre los bienes temporales de la Iglesia, sino preparar
académica y espiritualmente al candidato a las ordenes sagradas para que
desempeñe su misión salvífica como el administrador fiel y solicito que nos
exige el Evangelio y las circunstancias del tiempo moderno.

LEIVI LEONARDO GUTIERREZ MOTTA Pbro.


Lic. En Filosofía de la Universidad Santo Tomas
Lic. En Teología de la Universidad San Buenaventura
Licenciado en Derecho Canónico Universidad Pontificia Javeriana
Magister en Derecho Canónico UPJ

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I. BIENES DE LA IGLESIA
Voltaire –Diccionario Filosófico

El Evangelio prohíbe a los que desean alcanzar la perfección amontonar tesoros y


conservar los bienes temporales, como terminantemente puede verse en San Mateo.

Los apóstoles y sus primeros sucesores no podían recibir bienes inmuebles, sólo
aceptaban su valor, y después de gastar lo necesario para su subsistencia, distribuían
lo restante entre los pobres. Safira y Ananías no entregaron sus bienes a San Pedro;
los vendieron y le entregaron su valor.

Pero la Iglesia poseía ya haciendas considerables al finalizar el siglo III, y lo prueba


que Diocleciano y Maximino las confiscaron en el años 3O2.

Desde que Constantino ascendió al trono de los Césares, permitió que pudiesen
dotar a las iglesias como dotaban a los templos de la antigua religión, y desde
entonces la Iglesia adquirió excelentes tierras. San Jerónimo se queja de ese abuso en
una de las cartas que dirigió a Eustaquio, diciendo: «Cuando les veáis abordar con
aspecto candoroso y santo a las viudas ricas que encuentran, creeréis que tienden la
mano para bendecirlas; pues no es así: la tienden para recibir en ella el pago de su
hipocresía.»

Los sacerdotes recibían dinero y bienes sin pedirlos. Valentiniano I prohibió que
los eclesiásticos recibieran cosa alguna de las esposas y de las viudas por testamento,
ni de ningún otro modo. Esta ley, que insertó en el Código Teodosiano, la revocaron
Marciano y Justiniano.

Justiniano, con la idea de favorecer a los eclesiásticos, prohibió a los jueces anular
los testamentos que se otorgaran en favor de la Iglesia, aunque carecieran de las
formalidades que prescribe la ley.

Anastasio dispuso el año 491 que los bienes de la Iglesia prescribieran a los
cuarenta años. Justiniano insertó esa ley en el código que lleva su nombre, pero
extendiendo la prescripción hasta los cien años. Entonces algunos eclesiásticos
indignos supusieron títulos falsos que extrajeron de antiguos testamentos, que eran
nulos según las leyes antiguas, pero válidos según las leyes nuevas, y por medio de
este fraude despojaron de su patrimonio a muchos ciudadanos. El derecho de
posesión, que se consideraba sagrado hasta entonces, fue invadido por la Iglesia, y el
abuso que cometían los eclesiásticos resultó tan descarado, que el mismo Justiniano se

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vio en la necesidad de restablecer en este punto lo que disponía la ley que publicó
Anastasio.

Los bienes de la Iglesia, durante los cinco primeros siglos de la era cristiana, eran
administrados por los diáconos, que los distribuían entre los eclesiásticos y entre los
pobres. Esta comunidad de bienes existió hasta fines del siglo V, y los dividían en
cuatro partes: la primera la entregaban a los obispos, la segunda a los eclesiásticos, la
tercera, al templo y la cuarta a los pobres. Pasada esta época, los obispos se
encargaron de distribuir los bienes. Por esto el clero inferior es generalmente muy
pobre.

De la pluralidad de beneficios, arzobispados, obispados y abadías, que rinden


crecidas rentas, puede decirse como de la mayoría de las mujeres hermosas: que sólo
pueden adquirirlas determinado número de hombres poderosos. El príncipe del
Imperio, hijo segundo de la familia, es poco cristiano si no posee mas que un
obispado; necesita poseer cuatro o cinco para probar su catolicismo; pero el pobre
cura, que apenas saca para vivir, no puede aspirar a tener dos beneficios, y rara vez se
ha dado este caso.

El Papa que dijo que cumplía con los cánones, porque sólo poseía un beneficio y
estaba satisfecho de ello, tuvo razón.

Créese que el sacerdote Ebrouin, obispo de Poitiers, fue el primero que poseyó al
mismo tiempo una abadía y un obispado; el emperador Carlos el Calvo le hizo esos
dos regalos; pero antes de Ebrouin nos encontramos con que muchos eclesiásticos
poseyeron varias abadías. Alcuín, diácono favorito de Carlo-Magno, poseyó al mismo
tiempo las de San Martín de Tours, de Ferrières, de Comery y otras. Nunca se poseen
bastantes abadías, porque si el poseedor es santo, convierte muchas más almas, y si es
un hombre de mundo, vive más agradablemente.

Es posible que en aquellos tiempos tuvieran representantes los abades referidos,


porque ellos no podían recitar el oficio divino en cinco o seis partes al mismo tiempo.
Carlos Martel y su hijo Pepino, que se adjudicaron a sí mismos muchas abadías, ni
siquiera fueron abades regulares. ¿Que diferencia existe entre un abad comendatario
y un abad «regular»? La diferencia que existe entre el hombre que posee cincuenta
mil escudos de renta para gozar de la vida y el hombre que sólo tiene cincuenta mil
escudos para vivir. Esto no quiere decir que en sus ocios, los abades regulares no
gocen también de la vida. He aquí cómo sobre este punto se expresó Juan Trithemo,
en uno de sus discursos, en presencia de algunos abades benedictinos:

«Se burlan del cielo y de la Providencia, prefiriendo a Baco y a Venus, que son sus
dos grandes santos. De día y de noche venden la sustancia de los pobres a peso de

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oro, con oro pagan a sus queridas, y pasando agradablemente desde el lecho a la
mesa, se burlan de las leyes del rey, de Dios y del diablo.»

Como se desprende de esas palabras, Juan Trithemo gastaba muy mal humor.
Podía contestársele lo que dijo César antes de los idus de Marzo: «No temo a los
voluptuosos, pero temo a los argumentistas flacos y pálidos.»

Los frailes que cantan el Pervigilium Veneris en los maitines no son peligrosos; los
monjes que argumentan, que predican y que son intrigantes son los que causan más
daño que los aludidos por Juan Trithemo.

En cambio, el célebre obispo de Belley maltrató a los frailes. En su Apocalipsis de


Melitón, les aplica estas palabras de Oseo: «Vacas gruesas que quitáis a los pobres lo
que debiera tocarles y que decís continuamente: «Traed vino y beberemos», el Señor
ha jurado por su santo nombre que van a llegar los días en que os temblarán los
dientes y en que careceréis de pan en vuestras casas.» La predicción aún no se ha
realizado; pero extendiéndose la civilización por Europa, puso coto a la avaricia de
los frailes y les hizo tener más decencia.

II

Los abusos groseros que se cometieron en la distribución de los beneficios desde el


siglo X hasta el siglo XIII no subsisten en la actualidad, y aunque esos abusos son
inseparables de la naturaleza humana, son hoy menos repulsivos, porque los encubre
la decencia. Maillard no diría hoy desde el púlpito: «Señora que causáis las delicias
del señor obispo, si preguntáis por qué un niño de diez años obtuvo un beneficio, os
contestarán que su madre tiene extraordinaria influencia con el señor obispo.» Ni se
dirían tampoco las crudas insolencias que respecto a esta materia pronunciaba
predicando el franciscano Menot.

Más funesto todavía que este abuso fue el de permitir a los benedictinos, a los
bernardos y hasta a los cartujos, que tuvieran manos muertas, esclavos. Durante su
dominación se conoció en muchas provincias de Francia y Alemania la esclavitud de
la persona, la esclavitud de los bienes y la esclavitud de la persona y de los bienes a
un mismo tiempo.

La esclavitud de la persona consistía en incapacitarla para poder disponer de sus


bienes en favor de sus hijos, si éstos no habían vivido siempre con sus padres en la
misma casa y sentádose a la misma mesa. Si todo esto no sucedía, heredaban los
frailes sus bienes. La hacienda de un habitante del Monte-Jura, puesta en manos de

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un notario de París, llegaba a ser en esta ciudad el botín de los que originariamente
habían hecho voto de pobreza evangélica en Monte-Jura. El hijo pedía limosna a la
puerta de la casa que su padre edificó, y los frailes, en vez de concederle esta limosna,
se abrogaban el derecho de no tener que pagar a los acreedores del padre, y
consideraban nulas las deudas hipotecarias contraídas por la casa de que ellos se
apoderaban. La viuda suplicaba inútilmente a los frailes que le entregaran parte de su
dote, porque la dote, los créditos, los bienes paternales, todo les correspondía a ellos
por derecho divino, y los acreedores, la viuda y los hijos morían de miseria dedicados
a la mendicidad.

Todo el que ocupaba una casa en los dominios de esos monjes y vivía en ella un
año y un día, quedaba siervo de ellos para siempre. Sucedió algunas veces que un
negociante francés, padre de familia, atraído por sus negocios a ese país bárbaro,
habiendo alquilado una casa durante un año, y muriendo después en su patria (esto
es, en una provincia de Francia), al poco tiempo de morir, veían su viuda y sus hijos,
asombrados, entrar en la casa mortuoria gentes que se apoderaban de los muebles,
que los vendían en nombre de San Claudio y que echaban a toda la familia de la casa
de su padre.

La esclavitud mixta se componía de las dos que acabamos de describir, y era lo


más execrable que la rapacidad pudo inventar y que no idearían los más pérfidos
bandidos. Existieron, pues, pueblos cristianos atormentados por una triple esclavitud,
impuesta por frailes que hacían voto de humildad y de pobreza. ¿Cómo consentían
los gobiernos semejantes atentados? Porque los monjes eran ricos y sus esclavos
pobres; porque los frailes, para seguir siendo Atilas, hacían magníficos regalos a los
poderosos y a las queridas de los que podían interponer su autoridad para castigar
tan inicua opresión. El fuerte atropella siempre al débil. Pero ¿por qué los monjes
eran los más fuertes?

Horrible es la situación del fraile cuyo convento es rico, porque la comparación


continua que hace de su servidumbre y de su miseria con el dominio y con la
opulencia del abad o del prior le tortura el alma en la iglesia y en el refectorio.
Maldice el día en que pronunció sus votos imprudentes y absurdos, se desespera y
desea que los demás hombres sean tan desgraciados como él. Si tiene ingenio para
falsificar escritos, lo emplea en falsificar antiguos privilegios por complacer al prior y
oprime a los campesinos que tienen la desgracia de ser vasallos del convento.
Llegando a ser un buen falsificador, consigue obtener pingües cargos, y como ha
vivido en la mentira, muere dudando.

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II. LA DESAMORTIZACION

2.1 LA DESAMORTIZACION ESPAÑOLA

La desamortización española fue un largo proceso histórico, económico y social


iniciado a finales del siglo XVIII con la denominada «Desamortización de Godoy»
(1798) —aunque hubo un antecedente en el reinado de Carlos III de España— y
cerrado bien entrado el siglo XX (16 de diciembre de 1924). Consistió en poner en el
mercado, previa expropiación forzosa y mediante una subasta pública, las tierras y
bienes que hasta entonces no se podían enajenar (vender, hipotecar o ceder) y que se
encontraban en poder de las llamadas «manos muertas», es decir, la Iglesia católica y
las órdenes religiosas —que los habían acumulado como habituales beneficiarias de
donaciones, testamentos y abintestatos— y los llamados baldíos y las tierras
comunales de los municipios, que servían de complemento para la precaria economía
de los campesinos. Dicho con las palabras de Francisco Tomás y Valiente, la
desamortización española presentó "las características siguientes: apropiación por
parte del Estado y por decisión unilateral suya de bienes inmuebles pertenecientes a
«manos muertas»; venta de los mismos y asignación del importe obtenido con las
ventas a la amortización de los títulos de la deuda".

En otros países sucedió un fenómeno de características más o menos parecidas. La


finalidad prioritaria de las desamortizaciones habidas en España fue conseguir unos
ingresos extraordinarios para amortizar los títulos de deuda pública —
singularmente vales reales— que expedía el Estado para financiarse —o extinguirlos
porque en alguna ocasión también se admitieron como pago en las subastas—.
Asimismo persiguió acrecentar la riqueza nacional y crear una burguesía y clase
media de labradores que fuesen propietarios de las parcelas que cultivaban y crear
condiciones capitalistas (privatización, sistema financiero fuerte) para que el Estado
pudiera recaudar más y mejores impuestos.

La desamortización fue una de las armas políticas con la que los liberales modificaron
el régimen de la propiedad del Antiguo Régimen para implantar el nuevo Estado
liberaldurante la primera mitad del siglo XIX.

2.2 NACIONALIZACION DE LOS BIENES DE LA IGLESIA EN LA


REVOLUCION FRANCESA

Los problemas financieros que soportaba Francia llevaron anacionalización de los


bienes del clero. La medida fue propuesta a la Asamblea Constituyente por
Telleyrand, obispo de Autun: incautar los bienes eclesiásticos y proclamarlos bienes
nacionales. Con su venta se pensaba resolver los problemas económicos del Estado.
Los servicios públicos a cargo de la Iglesia pasarían a manos del Estado; los
sacerdotes recibirían un sueldo del gobierno, como cualquier otro funcionario.
La venta de los bienes nacionalizados comenzó en marzo de 1790: se transfirieron una

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gran cantidad de tierras, que fueron compradas por burgueses y campesinos


acomodados. De esta manera se aseguraba también la fidelidad de esos grupos a la
revolución.
Otras medidas de la Asamblea desataron un grave conflicto: la abolición de las
órdenes religiosas y la “constitución civil del clero”, votada el 12 de julio de 1790.

Esta última medida reorganizó al clero secular: modificó los límites de las diócesis y
estableció la elección popular de los obispos, como ocurría con los otros funcionarios,
además de otras reformas.
El Papa rechazó la constitución civil del clero y condenó como impía la Declaración
de los Derechos del Hombre y del Ciudadano. En estas decisiones influyeron razones
políticas, además de las religiosas: algunas potencias católicas, en especial España,
alentaron la oposición del Papa a la Francia revolucionaria.
La reforma eclesiástica creó una iglesia nacional francesa, separada del papado y
desencadenó un conflicto religioso que resultó muy favorable a los
contrarrevolucionarios.
El 27 de noviembre de 1790 la Asamblea exigió a los sacerdotes que prestaran
juramento de fidelidad a la constitución del reino (incluyendo la constitución civil del
clero, que la integraba). Sólo siete obispos juraron; entre los sacerdotes surgieron dos
bandos, aproximadamente iguales en número, aunque desigualmente distribuidos:
los juramentados o constitucionales fueron mayoría en el sudeste del país; los
refractarios en el oeste.
Los curas refractarios se sumaron a la contrarrevolución. Su tradicional influencia
sobre la población campesina hizo de ellos un enemigo peligroso.

2.3 LEY MEXICANA DE NACIONALIZACIÓN DE BIENES


ECLESIÁSTICOS
12 de Julio de 1859

En Veracruz, el presidente Juárez expide la Ley de Nacionalización de Bienes


Eclesiásticos, por la cual todas las propiedades de la Iglesia pasan al dominio de la
Nación. Para ese entonces, la Iglesia Católica concentra el 52% de la propiedad
inmobiliaria del país, que en su mayoría no eran labradas, por lo que se les conocía
como propiedades en “manos muertas”.
Juárez, además de expropiar los bienes necesarios para el desarrollo del país, cierra la
fuente de financiamiento de las constantes rebeliones en defensa de los fueros del
clero. Escribe Ramón J. Sender (El problema religioso en Méjico): “La Iglesia, armada
desde la independencia, provocó y realizó corporativamente o por la acción de sus ministros
los pronunciamientos de más triste memoria; sostuvo con armas y con el dinero de sus fieles
durante años y años guerras civiles que costaron país, como ya hemos dicho, más de medio
millón de hombres.”
Durante el primer semestre de este año, la situación para los liberales es difícil por la

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falta de recursos. Buchanan, presidente de Estados Unidos, busca la reelección y


ofrece dar una compensación a cambio de la cesión de Baja California. Solamente los
bienes del clero, de los cuales los conservadores disponen ampliamente, pueden
resolver el problema si son incorporados al patrimonio nacional. Juárez opta por
la nacionalización y expide las Leyes de Reforma.
Este mismo día, Lerdo de Tejada sale a Estados Unidos a conseguir un empréstito
con hipoteca de los bienes nacionalizados; y McLane escribe al departamento de
Estado: “Si logra negociar un empréstito en los Estados Unidos con la hipoteca de la
propiedad eclesiástica, hay pocas probabilidades de que él o sus colegas estén dispuestos a
ceder la Baja California (...)”.
A esta Ley siguieron nuevas disposiciones: separación de la iglesia y del Estado;
matrimonio civil; secularización de cementerios; de registro civil para el nacimiento,
matrimonio y defunción; supresión de monasterios; exclaustración de monjas; y
calendario de fiestas públicas laicas; el conjunto de estas normas es llamado “Leyes
de Reforma”.

2.4 LA DESAMORTIZACION EN ESTADO COLOMBIANO


“Lo que no nos deja levantar el vuelo en política, en industria y en instrucción, son las
costumbres y los restos de instituciones que nos legó la España…” Manuel Murillo
Toro (1859).
Después de que obtuvieron su independencia en siglo el XIX, la mayoría de los países
de la América hispana atravesaron una fase de estancamiento económico o tuvieron
una caída en su producto interno bruto que duró varias décadas. En ese sentido,
Colombia no fue la excepción. Diversos factores contribuyeron al pobre desempeño
de las repúblicas hispanoamericanas en el medio siglo posterior a la independencia.
Ante el colapso del imperio español fue necesario construir una nueva legitimidad,
tarea nada fácil. Hubo una gran inestabilidad política. Adicionalmente, los enormes
costos de la guerra de independencia contribuyeron para que sobreviniera esa
contracción económica.

Además de lo anterior, las instituciones heredadas de la colonia constituían una


enorme traba para un crecimiento económico dinámico. Por ello, los ideólogos
liberales del siglo XIX promovieron en toda Hispanoamérica el desmonte de las
instituciones coloniales. Esas reformas se referían, entre otras, al régimen fiscal, que
era muy ineficiente, y a las trabas a la movilidad de la tierra, el capital y la mano de
obra. En Colombia el proceso para desmontar las instituciones coloniales se hizo en
tres fases. La primera, de tono gradualista, va de 1821 hasta 1845, y en ella se cambió
lentamente la estructura de ingresos tributarios para darle un peso creciente a los
aranceles que se cobraban por las importaciones. Una segunda oleada de reformas
anti-coloniales ocurrió en el período 1845-1853, cuando se eliminó el estanco del
tabaco, se abolió la esclavitud, se liquidaron los resguardos indígenas, se avanzó en la

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descentralización fiscal y se decretó la separación de potestades entre la Iglesia y el


Estado. Finalmente, en la era del liberalismo radical (1863-1876) se acentuaron y
aceleraron las reformas al sistema educativo, se desamortizaron los bienes de manos
muertas, en su inmensa mayoría vinculados a la Iglesia Católica, y se crearon las
bases económicas y jurídicas para el desarrollo de la banca comercial.

LOS ORÍGENES DE LA DESAMORTIZACIÓN Y PRINCIPALES LEYES QUE LA


REGULARON
Es difícil encontrar una definición clara de la figura desamortizadora; debe ir
vinculada con el concepto de “amortizado”. Amortizar es pasar un bien a manos
muertas, es decir, que queda fuera del comercio. Por lo tanto, desamortizar es poner
en circulación un bien que antes estuvo muerto. El historiador del derecho Francisco
Tomás y Valiente, señala que la desamortización fue un: …proceso político y
económico transcurrido desde finales del siglo XVIII hasta cien años después, en el
cual se produjo, por medio de normas estatales y, en función de una política
consciente, la conversión en bienes nacionales, de los bienes y derechos que hasta
entonces habían constituido el patrimonio amortizado de diversas entidades, para
enajenarlos inmediatamente a ciudadanos individuales en pública subasta

En el caso de Colombia, el proceso de desamortización fue civil, los bienes


amortizados pasaron a ser nacionales, y se vendieron en pública subasta; hay que
precisar que los bienes vinculados a las manos muertas, según la legislación canónica,
quedaban espiritualizados y, por lo tanto, no se podían comprar ni vender; además
estaban exentos de impuestos. Las principales motivaciones económicas para
adelantar estas medidas fueron de orden fiscal, al señalar que “la fé pública elije que
no se demore por más tiempo la amortización de la deuda nacional por la venta de
los bienes desamortizados…” el General Tomás Cipriano de Mosquera, quien asumió
la responsabilidad central del proceso, reconoció que se trataba de “un arbitrio
rentístico”. Además, agregó: “…es de conveniencia publica realizar, cuanto antes, el
pensamiento social, económico y político de la desamortización…” También se
buscaba dar movilidad a muchos “bienes encadenados” para que circularan
libremente en el mercado. En los países católicos de Europa y América, buena parte
de los bienes de manos muertas estaban controlados por entidades religiosas o
eclesiásticas, razón por la cual esa medida también podía tener motivaciones
políticas, tales como debilitar a la Iglesia, porque esta tendía a aliarse con los sectores
más conservadores y porque se quería disminuir su riqueza y así su influencia
institucional, en aspectos tales como la educación.

Durante la Revolución Francesa, se decretó la desamortización el 2 de noviembre de


1789. Esa reforma tuvo gran influencia sobre los liberales de las repúblicas
hispanoamericanas. Precedieron a la desamortización colombiana las de Paraguay,
Argentina, Chile, Uruguay y México.

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Los enfrentamientos con la Iglesia giraban sobre tres temas principales: separación de
la Iglesia y el Estado, el papel de la Iglesia en la economía y la intervención de la
misma en la educación. Los miembros de la mencionada ala radical del Liberalismo
se identificaban con el ideario liberal clásico del laissez faire.
En la cuestión sobre las capellanías y los censos se legisló desde 1821, dando inicio a
un proceso contra las rentas que encadenaban bienes a favor de corporaciones
religiosas, especialmente. Ese proceso se acentuó y radicalizó a partir de 1851. Estos
defendieron la separación de la Iglesia y el Estado, el federalismo, el libre cambio, la
banca libre, las libertades de prensa, opinión y culto, el impuesto único a la renta, el
voto popular, un sistema educativo público y laico, y, por supuesto, la
desamortización. Durante los años del dominio radical se profundizaron reformas
que debilitaron a la Iglesia Católica en varios aspectos. Se prosiguió tan firmemente
con la desamortización decretada desde 1861 que ya para 1876 quedaban pocos
bienes por rematar o préstamos a censo por redimir. Otra medida promovida por los
radicales, fue que en 1870, se invitó a una misión de nueve pedagogos alemanes para
crear en cada uno de los estados soberanos una escuela normal donde se prepararan
los maestros que darían la instrucción en primaria, y relevar en esa tarea a los
miembros del clero, que a menudo no tenían una formación académica adecuada10.
A comienzos de septiembre de 1861, y a las siete semanas de haber entrado triunfante
en Bogotá, el revolucionario general Tomás Cipriano de Mosquera dictó los primeros
decretos sobre desamortización. Aunque aun estaba vigente la Constitución de 1858 y
la Confederación Granadina, el rebelde Mosquera se había autoproclamado, en 1860,
como “Presidente Provisorio de los Estados Unidos de Nueva Granada y Supremo
Director de la Guerra”, y poco después de la toma de Bogotá se tituló “Presidente
Provisorio de los Estados Unidos de Colombia”. Por medio del decreto de 9 de
septiembre de 1861 se inició el proceso de desamortización. En su artículo primero se
decretó que:11 Todas las propiedades rústicas i urbanas, derechos i acciones, capitales
de censos, usufructos, servidumbres u otros bienes, que tienen o administran como
propietarios o que pertenezcan a corporaciones civiles o eclesiásticas y
establecimientos de educación, beneficencia o caridad, en el territorio de los Estados
Unidos, se adjudican en propiedad a la Nación por el valor correspondiente a la renta
neta que en la actualidad producen o pagan, calculada como rédito al 6 por 100 anual;
y reconociéndose en renta sobre el Tesoro, al 6 por 100… El primer intento para
adelantar esta reforma en nuestro país lo había propuesto en 1847 el Secretario de
Hacienda, Florentino Gonzalez,

Durante el período de la reacción conservadora iniciado en 1886 y denominado La


Regeneración, en donde menos hubo retrocesos fue en lo logrado con la
desamortización. En 1887, en el llamado “Concordato” negociado con la Santa Sede,
el Gobierno Nacional se comprometió a indemnizarla por los bienes expropiados, con
una cifra que, como veremos, era mucho menor de lo que valían esos bienes en 1860.
La sanción legal que dio el Congreso en 1888 al Convenio o Concordato suscrito el
año anterior entre el Secretario de Estado de la Santa Sede y el Plenipotenciario de la

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República de Colombia, culminó el proceso de reformas radicales al papel de la


Iglesia en la sociedad y la economía. En el artículo primero del Concordato se
establecen claramente los parámetros de lo que el nuevo régimen, llamado de la
Regeneración, concebía como las bases para las relaciones entre la Iglesia y el Estado:
La religión Católica, Apostólica y Romana, es la de Colombia; los poderes públicos la
reconocen como elemento esencial del orden social, y se obligan a protegerla y
hacerla respetar, lo mismo que sus ministros, conservándola, a la vez en el pleno goce
de sus derechos y prerrogativas. Con el Concordato se retrocedió en muchas materias
en las cuales las reformas radicales habían avanzado en la separación de la Iglesia y el
Estado, siguiendo su lema de “Iglesia libre en un Estado libre”. Se puso fin, por
ejemplo, al matrimonio civil para quienes fueran católicos, se estableció que el
Presidente de la República podría recomendar candidatos para la provisión de sillas
arzobispales y Para esa época el Presidente de la Nueva Granada era el mismo
general Mosquera y se mandó que “la educación e instrucción pública se organizará y
dirigirá en conformidad con los dogmas y la moral de la religión católica”.

Los artículos 22 a 29 del Concordato de 1887 se refieren a los aspectos relacionados


con la desamortización, y a las medidas acordadas para tratar de subsanar el
detrimento patrimonial de la Iglesia. En este punto central, realmente no se
desmontaron las reformas radicales, pues lo que se acordó fue un reconocimiento
económico a la Iglesia Católica en calidad de “deuda consolidada”.

3. LA SOBERANIA TERRITORIAL ESTATAL COMO GARANTIA DE LA


SOBERANIA ESPIRITUAL: EL ESTADO DE LA CIUDAD DEL VATICANO
(Lectura del libro: La relación entre la Iglesia y la comunidad política. Pp 309 – 331)

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4. FUNDAMENTO Y PRINCIPIOS QUE AUTORIZAN EL DERECHO


DE LA IGLESIAA LOS BIENES TEMPORALES
DEL CIC 17 AL CIC83

El conjunto de la legislación canónica actual goza, en general, de profundas


modificaciones y de un alto grado de perfeccionamiento en la técnica jurídica, en
comparación con la variada y dispersa reglamentación anterior. Sobre este punto
existen, sin embargo, posiciones diversas; hay quien considera que aunque el
conjunto de la ley actual de la Iglesia tiene un mejor esquema que el de la legislación
anterior, la actual no es una legislación ordenada y sistemática, tal vez porque el
legislador canónico al momento de crearla haya tenido otros intereses; otros afirman
que el código mantiene un esquema antiguo, desatendiendo propuestas más
novedosas; sin embargo, es propio asegurar que la legislación actual no se trata sólo
una simple recolección y reformulación de leyes ya existentes, sino de una
organización legal cimentada sobre elementos legislativos objetivos que muestran el
deseo grande de la Iglesia de ofrecer un instrumento legislativo propio y autónomo
que permita también a las personas morales actuar de manera organizada con miras
al logro de sus fines.

Tanto la legislación canónica Pío-Benedictina como la actual contienen una


reglamentación para el tema de los bienes eclesiásticos el cual aborda diversos
puntos, entre los cuales se encuentra el Fundamento de la Iglesia a los bienes
temporales y los Principios que rigen sobre tales bienes, aspectos que constituyen el
objeto del presente estudio.

2. Fundamento del derecho de la Iglesia a los bienes temporales

Legislación Pío – Benedictina. El CIC17, c. 100 §1 determina que: «Catholica Ecclesia et


Apostolica Sedes moralis personae rationem habent ex ipsa ordinatione divina […]». En
consecuencia, la Iglesia y la Santa Sede, son personas morales por la misma
ordenación divina y no por fuerza o reconocimiento del ordenamiento jurídico
humano. Su Fundador y la finalidad mayor de la salvación de las almas, la hacen una
realidad especial que, aunque jurídicamente se halla incorporada al mundo,
trasciende el ámbito meramente jurídico y, sin negar esta condición también presente
en ella, asume una personalidad moral haciéndose «una sociedad plenamente
constituida, dotada por su propia naturaleza y fin, de la potestad de darse leyes y
aplicarlas»1, verdadero sujeto de derechos, organismo jurídico unitario y autónomo,

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J. FERRERES, Instituciones canónicas, I, n. 38, 12.

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sociedad necesaria, perfecta, soberana, visible y jerárquica2. Al respecto A. Mostaza


señala que,

Jesucristo, en efecto, fundó la Iglesia, no sólo como corpus mysticum, meramente


interno y espiritual, sino como sociedad externa y visible, a la que señaló un fin
propio que ha de esforzarse en conseguir, con plena autonomía e independencia de
todo poder humano. Ahora bien, entre los medios que la Iglesia necesita para el
logro de sus fines figuran, aparte de los puramente espirituales (gracia,
sacramentos, etc.) los bienes temporales3.

«La Iglesia es una sociedad jurídica, es decir, sociedad constituida a manera de


república o Estado, dotada por su propia naturaleza y fin, de la potestad de dar
leyes y de aplicarlas, o sea, sociedad cuyos miembros están ligados con ella por
vínculo de estricto deber [...]. Es también sociedad perfecta no sólo por su propia
naturaleza, sino también por voluntad de su divino Fundador […], es decir, por la
voluntad expresa y positiva con que le dio los medios propios de una sociedad
jurídicamente perfecta». R. LÓPEZ Y LLERAS, Instituciones de derecho canónico,
28.31.36.36: «Ella es también sociedad necesaria legal pues no procede de la libre
voluntad de sus miembros […]; sino de una necesidad u obligación […]. Al decir
que la Iglesia es una sociedad necesaria legal decimos que la necesidad de
pertenecer a ella no proviene de la naturaleza del hombre, sino de la obligación de
pertenecer a ella, impuesta por voluntad de Cristo, su Fundador […]. Es una
sociedad perfecta o soberana ya que tiene por derecho propio todos los medios
necesarios para la consecución de su fin […]. Es una sociedad visible en cuanto tiene
una estructura social accesible a los sentidos externos, regida por autoridades y
leyes sociales que obligan jurídicamente, es decir, no sólo en el fuero interno sino
también en el fuero externo [...]. Es sociedad jerárquica ya que al ser instituida, se
confieren a algunos de los miembros derechos, obligaciones y oficios que no
confieren a todos los asociados, estableciéndose así una verdadera jerarquía».

De esta forma, el derecho divino es argumento suficiente para legitimar el derecho a


la propiedad de la Iglesia. Ella, como sociedad, «tiende hacia un fin preciso, el cual, a
pesar de ser espiritual y sobrenatural, se persigue a través de las vicisitudes de este
mundo en un ambiente y en unas circunstancias que, además de los medios
puramente espirituales, exigen de los medios naturales»4.

Pero además del derecho divino se puede también invocar el derecho natural que
legitima el ejercicio de la propiedad privada; en tal sentido, «de la propia naturaleza,
emerge el derecho que asiste a toda asociación, con fines honestos y útiles, de adquirir
y usar los bienes materiales que le son necesarios para alcanzar sus objetivos»5. Si a la
luz del derecho natural, la Iglesia, en cuanto asociación humana, tiene derecho a la

J. FERRERES, Instituciones canónicas, I, nn. 38.43, 12.14: A. VERMEERSCH – J.


2

CREUSEN, Epitome iuris canonici, I, nn. 7-18, 10-18.


3
A. MOSTAZA, «Derecho patrimonial canónico», I, 305.
4
A. CANCE – M. ARQUER, El código de derecho canónico, I, n. 976, 926.
5
A. MOSTAZA, «Derecho patrimonial canónico», I, 305.

16
17

existencia, de éste se deriva el derecho a poseer bienes temporales, puesto que el


derecho de asociación conlleva y supone la facultad correlativa de poseer y adquirir
aquellas cosas que le son necesarias para que pueda existir la sociedad lícita y
honestamente constituida y pueda cumplir sus fines propios6.

Legislación actual. Al igual que en la legislación anterior, el CIC actual señala el


fundamento de la Iglesia a los bienes temporales. Al respecto, el c. 113 §1, acogiendo
el c. 100 de la ley anterior, dispone: «Catholica Ecclesia et Apostolica Sedes, moralis
personae rationem habent ex ipsa ordinatione divina». De esta manera, la ley actual, así
como la anterior, al considerar la Iglesia Católica y la Sede Apostólica como conjunto
personas morales por derecho divino, significa que su personalidad proviene de su
misma naturaleza teológica, la cual la llama a ser signo visible y eficaz de la salvación
(LG 1), cuerpo místico, conjunto orgánico de personas.

Con este planteamiento, la Iglesia pretende reservar tal condición a determinados


sujetos que tienen el origen de su personalidad no en el ordenamiento positivo, sino
en la disposición divina de su Fundador la cual trasciende tal ordenamiento; de esta
forma esta norma tiene un significado en parte diverso: no sólo reafirma el origen
divino de la subjetividad jurídica de la Iglesia Católica y de la Sede Apostólica, sino
también las distingue netamente de las personas jurídicas internas creadas por el
ordenamiento canónico (cc. 113 §2, 114 §1).
«En este punto, el legislador emplea conscientemente la expresión persona moral,
para distinguirla de cualquier otra persona jurídica, derivada de poder o autoridad
humanos»7.

En el contexto general, el código utiliza la expresión persona jurídica a la de persona


moral, para expresar que se trata de un término técnico-jurídico independiente de la
naturaleza sustancial que soporta tal personalidad jurídica, ya sea una realidad de
derecho divino, como la Iglesia Católica y la Sede Apostólica (a las que sí continúa
llamando personas morales)8.

3. Principios del derecho patrimonial canónico

Legislación Pío-Benedictina. La legislación anterior, formula algunos principios


fundamentales del derecho patrimonial de la Iglesia.

6
Cf. J. FERRERES, Instituciones canónicas, I, nn. 38-45, 12-16; R. LÓPEZ Y LLERAS,
Instituciones de derecho canónico, 24-38; A. VERMEERSCH – J. CREUSEN, Epitome
iuris canonici, I, nn. 7-18, 10-18; F. BLANCO, El código de derecho canónico, I, 364;
F. AZNAR, La administración de los bienes, 68.
7
A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 74.
8
Cf. INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico Comentado, 142;
P. ERDÖ, «Chiesa e beni temporali», 23.

17
18

El c. 1495 §1 del CIC17 afirma que: «Ecclesia catholica et Apostolica Sedes nativum ius
habent libere et independenter a civili potestate acquirendi, retinendi et administrandi bona
temporalia ad fines sibi proprios prosequendos».

De esta manera, se desprenden varios principios del derecho patrimonial canónico:


en primer lugar está el hecho de que la Iglesia ejerce un derecho divino y natural sobre
los bienes, que, en segundo lugar, tal derecho lo ejerce de manera libre e independiente
de la potestad civil, en sí y para sí, sin estar sometida a ninguna otra autoridad,
sabiendo que el derecho divino del cual procede, y la voluntad de su Fundador son la
garantía de tal libertad e independencia9, derecho que le pertenece, no por
reconocimiento externo, sino como un derecho perfecto, verdadero, evidente e
indiscutible10, el cual incluye la libre disposición de las cosas para que la misma
propiedad no sean algo ilusorio o vacío.
Sin embargo, a pesar de tal independencia y libertad, en ejercicio de su autonomía,
la Iglesia se reconoce a sí misma en relación con otras autoridades no eclesiásticas y,
en tal virtud, acoge sus leyes en cuanto no le sean contrarias, con lo cual manifiesta el
deseo una relación de acogida y respeto, en espera de un tratamiento igual.

En tercer lugar, la misma norma señala que el derecho libre e independiente a los
bienes lo ejerce la Iglesia ad fines sibi proprios prosequendos (1495 §1); por tanto, si ella
tiene la finalidad mayor de buscar «la santificación de los hombres en esta vida y la
salvación eterna de los mismos en la otra»11; los bienes temporales son una ayuda
importante que le permiten avanzar desde sus fines próximos, hacia la consecución
del fin mayor de la salvación de las almas. Sobre este punto, el c. 1496 señala algunos
fines próximos entre los cuales están el culto divino, la honesta sustentación de los
clérigos y demás ministros, y los otros fines propios de ella.

Si la Iglesia mantiene una finalidad específica en el uso de los bienes, dicha


situación resulta ser un indicador sobre el adecuado concepto de la propiedad que
debe cualificar el ejercicio patrimonial que ella se reconoce a sí misma.

En cuarto lugar, del c. 1495 §1 del CIC17 se deduce que, por estar sometidos al
dominio de la Iglesia y constituir su patrimonio, tales bienes se denominan bienes
eclesiásticos, título reconocido en el c. 1497 §1 que dispone: «Bona temporalia, sive

Cf. F. COCCOPALMERIO, Riflessioni sull’identità del diritto ecclesiale, 35.


9
10
Cf. J. CAMPOS, Legislación y jurisprudencia canónica, III, 412; J. FERRERES,
Instituciones canónicas, I, 16-18; A. CANCE – M. ARQUER, El código de derecho
canónico, I, 927; G. VROMANT, De bonis ecclesiae, nn. 1-13, 1-20; J. ABBO – J.
HANNAN, The sacred canons, II, 704-707; CH. AUGUSTINE, A commentary, VI, 549-
554.
11
J. FERRERES, Instituciones canónicas, I, n. 32, 10; Cf. G. VROMANT, De bonis
ecclesiae, n. 1, 2.

18
19

corporalia, tum immobilia tum mobilia, sive incorporalia, quae vel ad Ecclesiam universam et
ad Apostolicam Sedem vel ad aliam in Ecclesia personam moralem pertineant, sunt “bona
ecclesiastica”». En consecuencia, toda clase de bienes de propiedad de la Iglesia son
eclesiásticos.

Como novedad, la legislación Pío-Benedictina, dentro de los cánones


introductorios referidos a los Bienes Eclesiásticos, en el c. 1495 §1 precisa otros tres
principios adicionales a los ya indicados: en primer lugar, los modos de adquirir tales
bienes por parte de la Iglesia; en segundo lugar, los sujetos de dominio de dichos
bienes; y, en tercer lugar, la autoridad bajo la cual dichos sujetos de dominio deben
ejercer tal derecho.

En relación con el primer punto, el c. 1499 en el §1 señala que: «Ecclesia acquirere


bona temporalia potest omnibus iustis modis iuris sive naturalis sive positivi, quibus id aliis
licet». De esta forma, la Iglesia puede adquirir los bienes por todos los medios justos
de derecho natural o positivo que a los otros están permitidos, derecho que ejerce no
de modo arbitrario, sino según la ley canónica, respetando la finalidad para la cual se
adquieren.
Partiendo de los principios de libertad y autonomía que le son propios, la Iglesia
reconoce las otras autoridades no eclesiásticas y acepta las normas positivas de cada
estado, establecidas como medios justos para adquirir bienes, en cuanto no le sean
contrarias. Este argumento autoriza el derecho a los bienes por parte de la Iglesia,
pues al ser adquiridos conforme al derecho de cada nación, se hace legítima
propietaria, con lo cual ella queda válidamente autorizada para ejercer sobre ellos
acciones de dominio.

Además, el c. 1499 §2 señala como principio el titular o dueño de los bienes y al


respecto indica: «Dominum bonorum, sub suprema auctoritate Sedis Apostolicae, ad eam
pertinet moralem personam, quae eadem bona legitime acquisiverit». De esta manera se
señalan los sujetos de dominio de los bienes eclesiásticos, así como la autoridad a la
cual estos sujetos deben someterse en el ejercicio del derecho de propiedad.
Mientras la antigua literatura canónica hacía referencia a Dios, a Jesucristo, a los
Santos, a la comunidad parroquial, a los pobres, incluso al Papa y a la Santa Sede
como sujetos de dominio de los bienes de la Iglesia, lo cual generaba confusión
teológica y jurídica12, el c. 1499 §2 aclara que los bienes eclesiásticos, adquiridos por
los modos justos de derecho natural o positivo que a otros están permitidos, tienen
como sujeto de dominio la persona que los haya adquirido.

12
Cf. L. DE ECHEVERRÍA, «Restricción de las facultades de enajenar» REDC 7
(1952) 568; R. BIDAGOR, «Los sujetos del patrimonio eclesiástico» REDC 5 (1950) 26;
V. DEL GIUDICE, Nozioni di diritto canonico, n. 158, 409-414.

19
20

Finalmente, la misma norma establece otro principio y especifica que, tal dominio,
se ejerce bajo la suprema autoridad de la Sede Apostólica. De esta forma, el ejercicio
del derecho de propiedad de las personas jurídicas públicas eclesiásticas es
controlado por una autoridad más alta, lo cual no significa que la Sede Apostólica sea
el real propietario de los bienes de las personas morales. Ello sería incompatible con
la verdadera noción del derecho de propiedad; el dominio de los bienes permanece
en cabeza de la persona moral titular, sin embargo la Sede Apostólica puede ejercer la
potestad suprema que le es propio y en ocasiones adelantar acciones sobre los bienes
de las personas morales.

Legislación actual. Al hacer un estudio comparativo entre la legislación Pío-


Benedictina y la actual se constata que entre ambas existen muchos elementos
comunes en relación con el tema que nos ocupa, al igual que novedades y diferencias.
No se trata de desarrollar de nuevo en este apartado los elementos conceptuales ya
presentados anteriormente, sino confirmar lo que el código actual tomó del anterior y
constatar los avances logrados en la nueva legislación canónica.

Al igual que en la legislación del CIC17, del fundamento de la Iglesia a los bienes
temporales, se desprenden algunos principios esenciales del derecho patrimonial
canónico: la Iglesia Católica puede servirse de los bienes temporales pues goza de un
derecho nativo e independiente para ello (c. 1254 §1); tales bienes son medios para
alcanzar ciertos fines que a ella le son propios (c. 1254 §2); esta capacidad se confiere
también a las personas jurídicas públicas eclesiásticas (c. 1255) entre las cuales están
los Institutos Religiosos; los bienes de tales personas jurídicas públicas son
eclesiásticos y se rigen por la disciplina señalada en las normas canónicas (c. 1257 §1);
la propiedad de tales bienes, aunque está en cabeza de las personas jurídicas públicas
que son sus titulares, se ejerce siempre bajo la autoridad del Romano Pontífice (c.
1256).

En relación con el primero de ellos, el c. 1254 §1, en sintonía con el c. 1495 de la ley
anterior, e iluminado por Lumen Gentium 8, Christus Dominus 28, Dignitatis Humanae
13-14 y Gaudium et Spes 76 establece: «Ecclesia catholica bona temporalia iure nativo,
independenter a civili potestate, acquirere, retinere, administrare et alienare valet ad
fines sibi proprios prosequendos».
Con la afirmación iure nativo, independenter, la Iglesia reivindica para sí una
verdadera potestas regiminis o iurisdictionis sobre sus bienes, sin la cual tal derecho
nativo e independiente a los bienes, y servirse de ellos, sería un derecho puramente
formal. Nativo quiere decir que se trata de un derecho conforme a la naturaleza de la
Iglesia, nacido con ella por voluntad de su Fundador y, por lo tanto, no encuentra su
origen en una concesión del poder estatal. Este derecho es también independiente, su
ejercicio se rige por un ordenamiento jurídico propio, de tal modo que seguirá

20
21

existiendo, incluso en la hipótesis de que el Estado u otra comunidad política negasen


su existencia13.

Dada la naturaleza propia de la Iglesia, el Magisterio considera que este derecho es


de derecho divino positivo, el cual viene proclamado en algunos textos del Concilio
Vaticano. Jesús la fundó como una sociedad autosuficiente e independiente, lo cual
implica el poder disponer de todos los medios necesarios para alcanzar su finalidad14.
En consecuencia, esta norma, tiene un fundamento universal propio, no es delegado,
que incluye los modos específicos de adquisición15.

Desde el punto de vista del derecho natural, este derecho se funda en los derechos
de asociación y de propiedad; el primero corresponde a la Iglesia en cuanto institución
humana; el segundo, además de ser un derecho de toda sociedad, es una exigencia
para la existencia de la Iglesia. El mismo argumento se puede aplicar a la libertad
religiosa que es propia tanto de las personas individuales como de las personas
jurídicas; la negación de este derecho sería contraria al derecho internacional que
tutela, formalizándolo a nivel universal y regional, el derecho de las confesiones
religiosas a los bienes temporales como una de las manifestaciones colectivas del
derecho de libertad religiosa.

Respecto al sujeto, es precisamente la Iglesia, en general, la titular de este derecho.


El actual canon omite la referencia a la Sede Apostólica, presente en el c. 1495 del
CIC17, lo cual se explica por una dimensión de derecho internacional ya que en las
relaciones entre la Iglesia y los estados, resulta más práctico considerar a la Iglesia
Católica, a la Sede Apostólica y al Romano Pontífice como un único sujeto de derecho
internacional. No cualquier ente con una finalidad religiosa podrá servirse de este
derecho, que corresponde propiamente a la Iglesia, sino únicamente las personas
jurídicas públicas que son las que actúan y poseen bienes en nombre de la Iglesia (cf.
c. 116)16.

En síntesis, la Iglesia goza de una libertad sagrada, con la que el unigénito Hijo de
Dios la enriqueció, la cual fue adquirida con su sangre (DH 13); de esta libertad brota
un el derecho nativo e independiente el cual supone, en principio, la no
subordinación del derecho patrimonial canónico a las leyes y a los controles estatales,
ni tampoco, un desconocimiento absoluto de las exigencias legales de cada estado,
sino una independencia armonizada y concretada en relación con las posibilidades y

13
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 35
14
Cf. P. ERDÖ, «Chiesa e beni temporali», 21-26.
15
Cf. D. J. ANDRÉS, Las formas de vida consagrada, 223.
16
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 37-38.

21
22

modalidades que ofrecen las diversas legislaciones estatales, en cuanto no le sean


contrarias17. En muchos ámbitos es necesaria la relación entre la Iglesia y el Estado.
En consecuencia, el estado y la Iglesia son independientes y autónomos, cada uno
en su propio terreno. Ambos, sin embargo, aunque por diversos títulos, están al
servicio del ser humano. Tal servicio se realizará de mejor modo, en cuanto haya una
sana y mayor relación entre ellas, respetando su identidad (cf. GS 76).

Pero además, el derecho a los bienes tiene una finalidad establecida en el c. 1254 §2:
«Fines vero proprii praecipue sunt: cultus divinus ordinandus, honesta cleri aliorumque
ministrorum sustentatio procuranda, opera sacri apostolatus et caritatis, praesertim erga
egenos, exercenda».

El Código vigente, teniendo como fuente principal el tercer parágrafo del n. 17 del
decreto Presbyterorum Ordinis, reafirma tales fines en el c. 1254 §2, el cual también
tiene como fuentes el c. 1496 del CIC17, Apostolicam Actuositatem 8, y Gaudium et Spes
42. Aunque el c. 1496 del Código anterior reconocía tres fines de los bienes
temporales, dos específicos, referidos al culto divino y a la honesta sustentación del
clero y de los demás ministros, y uno tercero más general referido a otros fines
propios sin determinarlos, la nueva legislación resultó más clara y en afinidad con el
pensamiento del Concilio pues establece que los bienes temporales sirven a la Iglesia
para alcanzar sus fines espirituales y tienen un sentido salvífico (cf. GS 76e).

Además, el c. 1254 §2 indica, aunque no de modo exhaustivo, sino anteponiendo el


adverbio praecipue los fines propios. Algunos autores consideran que el orden de
presentación de tales fines no es preferencial ni taxativo sino que se ofrecen algunos
ejemplos ya que se deben atender las necesidades de cada lugar 18, otros consideran
que entre tales fines existe una cierta preferencia por las obras de apostolado sagrado
y de caridad, sobre todo con los necesitados19.

Este derecho a los bienes tiene diversos fundamentos. Teológicamente, siguiendo


el ejemplo de Cristo, que siendo rico se hizo pobre (2 Cor. 8,9), la comunidad eclesial
debe vivir ese espíritu de pobreza, teniendo como principio el desprendimiento de las

17
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 35.
18
Cf. ERDÖ, P., «Chiesa e beni temporali», 26; L. CASTIGLIONE, Codice di Diritto
Canonico, I, 887; INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico
Comentado, 794-798; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di Diritto Canonico
Commentato, 986.
19
El texto recuerda tres fines principales para los cuales la Iglesia adquiere bienes
temporales: pobres, culto y predicación. Aunque no son presentados en este orden, sin
embargo, tal orden importa mucho pues según los documentos antiguos, esta trilogía, formada
en la Iglesia a partir del espíritu evangélico, consideraba que los pobres eran el fin primero y
principal, luego aparecieron las otras necesidades. Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial
canónico, 31; A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 559-560.

22
23

cosas materiales, la cuales sólo han de utilizarse en la medida en que sean medios para
que ella alcance los fines que corresponden a la misión encomendada por Jesús20.
Desde el punto de vista eclesiológico, la Iglesia siendo a la vez, visible y espiritual,
comunidad de fe, esperanza y amor, terrestre y dotada de bienes celestiales, no debe
ser considerada como dos cosas distintas, sino una única realidad compleja,
constituida con elementos humanos y divinos (LG 8). Para explicar esta realidad, el
Concilio propone la analogía del Verbo encarnado, según la cual así como la
naturaleza humana ha sido asumida por el Verbo y ha quedado indisolublemente
unida a Él, de modo similar «la articulación social de la Iglesia sirve al Espíritu Santo,
que la vivifica, para el incremento de su cuerpo» (LG 8). Esa «misma Iglesia se sirve
de medios temporales en cuanto su propia misión lo exige» (GS 76).
La posibilidad de tener y disponer de bienes temporales se justifica, por tanto, en la
medida en que son necesarios para el cumplimiento de los fines eclesiales, y esa
medida constituye, a la vez, el límite a tal derecho.

De esta forma, el Vaticano II confirma el derecho patrimonial de la Iglesia, pero lo


refiere y lo une más fuertemente con la misión especial y los fines que ella pretende.
Ella goza de licitud y validez para poseer bienes. «En otras palabras, si los bienes no
sirven a dichas finalidades, su posesión no se justifica; se debe analizar siempre el
argumento sobre los bienes a la luz de criterios espirituales y teológicos, confirmando
que el derecho patrimonial de la Iglesia, desde el punto de vista teológico, deriva de
la misión que la Iglesia misma debe desarrollar en el mundo, es decir, la misión
salvífica recibida del Señor21.

El fundamento jurídico-canónico viene indicado en el mismo canon, el cual, al


reconocer el derecho a los bienes para determinados fines, regula el contenido de
dicha capacidad, expresándola en cuatro términos que hacen referencia a las cuatro
actividades esenciales en materia de derechos reales: adquirir, retener, administrar y
enajenar.

Otro principio del derecho patrimonial canónico, que se encontraba en el c. 1495 §2


del CIC17, y que tuvo como fuente el decreto Perfectae Caritatis 13, se halla consagrado
en el c. 1255 del código actual: «Ecclesia universa atque Apostolica Sedes, Ecclesiae
particulares necnon alia quaevis persona iuridica, sive publica sive privata, subiecta sunt
capacia bona temporalia acquirendi, retinendi, administrando et alienando ad normam iuris».
El código establece qué personas jurídicas son sujetos con capacidad patrimonial en el
derecho canónico. La Iglesia Universal y la Sede Apostólica tienen esta capacidad por
derecho divino (c. 113 §1); las Iglesias particulares y las personas jurídicas públicas,
tienen ipso iure personalidad jurídica en virtud del ordenamiento canónico (c. 114 §1).
La capacidad que, en derecho, proclama este canon, opera sólo en el ámbito del

20
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 30.
21
Cf. Y. SUGAWARA, «Le norme sui beni», 417-418.

23
24

ordenamiento canónico. Ante el derecho del estado se requiere que estas personas
gocen de capacidad civil para que puedan realizar eficazmente negocios jurídicos22.

El c. 1257 §1 del CIC83 señala otro principio del derecho patrimonial canónico,
presente en el c. 1497 §1 del CIC17, según el cual: «Bona temporalia omnia quae ad
Ecclesiam universales, Apostolicam Sedem aliasve in Ecclesia personas iuridicas publicas
pertinent, sunt bona eclesiástica et reguntur canonibus qui sequuntur, necnon propriis
statutis».
Aunque esta disposición también se encontraba en el c. 1497 §1 de la legislación
anterior, al mencionar los bona temporalia los clasificaba en corporales, muebles o
inmuebles, e incorporales, especificación que no fue tenida en cuenta en la norma
nueva que sólo menciona bona temporalia omnia incluyendo todos los bienes sin que
hubiera sino necesario especificarlos. Al darse una definición de tales bienes, su
eclesialidad viene definida en relación con los sujetos de dominio, y no con los fines,
y de igual modo, presenta una diferencia respecto a la legislación anterior y es que no
se habla más de otras personas morales sino de personas esas otras personas son
consideradas personas jurídicas públicas23, adoptando una terminología acorde con el
derecho moderno.

En el momento en que una persona jurídica pública adquiere un bien, en caso de


no provenir de otra persona de igual condición, asume la condición de bien
eclesiástico, y conserva tal calidad mientras continúe bajo el dominio de la misma o
de otra persona jurídica pública, por lo tanto, al salir del dominio de éstas, deja de ser
bien eclesiástico.
En consecuencia, los bienes de las personas señaladas en el canon, son bienes
eclesiásticos, los cuales se someten a una disciplina propia. «Son eclesiásticos los
bienes de los Institutos Religiosos, porque afectan a personas jurídicas públicas (c.
1257 §1). No lo son, por tanto, los bienes patrimoniales de los religiosos, pese a las
conexiones que puedan tener con el voto de pobreza (c. 668)»24.

Finalmente, el c. 1256 del código actual, retomando el c. 1499 §2 del anterior,


dispone que: «Dominium bonorum, sub suprema auctotitate Romani Pontificis, ad eam
pertinet iuridicam personam, quae eadem bona legitime acquisiverit». La Iglesia subraya el
criterio del destino universal de los bienes (cf. GS 69), lo cual indica una manera de

22
Cf. ERDÖ, P., «Chiesa e beni temporali», 28-31; INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA,
Código de Derecho Canónico Comentado, 795; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di
Diritto Canonico Commentato, 986; P. PINTO, Commento al Codice di Diritto Canonico, 714.
23
Cf. J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial canónico, 48-49; L. CASTIGLIONE, Codice di
Diritto Canonico, I, 889; INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico
Comentado, 796; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di Diritto Canonico
Commentato, 987-988; A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 560; P. PINTO,
Commento al Codice di Diritto Canonico, 714-715.
24
INSTITUTO MARTÍN DE AZPILCUETA, Código de Derecho Canónico Comentado, 455.

24
25

concebir la propiedad privada (cf. GS 71), la cual es un derecho natural pero no


absoluto. Ninguna persona jurídica tiene un derecho absoluto y anárquico a la
propiedad; ya que sus bienes se designan a una finalidad eclesial, quedan sujetos a la
autoridad del Romano Pontífice, el cual goza de facultades especiales gracias al poder
supremo de jurisdicción que ejerce sobre toda la Iglesia. Sin embargo, éste no es
dueño de tales bienes; su dominio permanece en cabeza de la persona jurídica que los
haya legítimamente adquirido25.

Autoridad y propiedad son dos términos diferentes. El Romano Pontífice tiene


autoridad sobre todos los bienes eclesiásticos, lo cual le permite ejercer actos de
vigilancia y control respecto de los bienes que son de propiedad de las personas
jurídicas públicas, sobre los cuales, en circunstancias especiales, puede tomar
medidas particulares llegando incluso a su enajenación, acto que el Romano Pontífice
puede ordenar no por ser dueño, sino en ejercicio de la autoridad que posee en la
Iglesia.

4. Conclusión

Todos estos argumentos señalados, fundamentados de las normas eclesiásticas,


surgen de la misma ley canónica y, apoyados en la doctrina, constituyen un elemento
de interpretación del derecho vigente en la Iglesia.
Aunque a primera vista pareciera que la temática estudiada, formulada en el
CIC83 resultara igual al contenido presente en el CIC17 y no existieran variaciones,
sin embargo, un análisis serio permite encontrar algunas novedades generadas por el
hecho de que la nueva legislación tiene a la base algunos textos conciliares que lo
enriquecen con su sentido y espíritu. La legislación actual, si bien goza de un aspecto
técnico y jurídico, que la hace semejante a la legislación Pío-Benedictina anterior, es
más precisa y cuidadosa.
Aunque el CIC83 objetivamente tiene en muchos de sus cánones una similitud con
el CIC17, la mirada del Concilio le da a la legislación actual un valor agregado nuevo,
que exige leerlo con una mirada diferente a la estrictamente positivista. Afirmar que
en el código actual hay aspectos de la temática tratada casi intactos e idénticos en
relación con el código anterior, implica desconocer el aporte conciliar, pues todo la
normativa actual, aunque aparentemente resulte similar a la anterior, está
influenciada de manera novedosa por el pensamiento del Concilio. La comprensión
normativa del Fundamento de los bienes y de los Principios que a ellos se aplican, no
debe hacerse sólo desde las vertientes jurídicas y económicas, pues en tal caso, se
mantendría casi una identidad redaccional y de similitud entre las dos legislaciones;

25
Cf. ERDÖ, P., «Chiesa e beni temporali», 31-34; J. P. SCHOUPPE, Derecho patrimonial
canónico, 49-53; QUADERNI DI DIRITTO ECCLESIALE, Codice di Diritto Canonico
Commentato, 987.

25
26

es necesario adicionar a la realidad jurídica los aportes del Concilio Vaticano II, los
cuales enriquecen el trasfondo de cada canon con elementos teológicos,
eclesiológicos, pastorales y doctrinales nuevos.
De esta manera, existe una continuidad sustancial y una similitud estructural entre
estas dos normativas, así como diferencias importantes y novedades que marcan un
avance en la ley canónica actual.

La legislación actual debe ser entendida como una realidad fundada en normas
amplias las cuales reclaman un sentido más que funcional y operativo, pues su razón
responde a la constitución íntima de la Iglesia, al derecho divino, teniendo siempre
presente que, la Iglesia tiene un Fundamento que la autoriza el derecho a los bienes
temporales, los cuales gozan de ciertos principios que, en su conjunto, se unen a la
tarea que con tales bienes se persigue, es decir ayudar y servir en la consecución de
los fines salvíficos: sostener el culto divino, colaborar en la honesta sustentación del
clero, hacer obras de apostolado y caridad, sobre todo con los más necesitados,
pudiendo agregarse a esta lista que no es taxativa, apoyar la tarea evangelizadora y
en la formación de sus fieles26.

ACTIVIDAD
Realizar un ensayo de máximo tres páginas, arial 12, espacio sencillo, señalando el
pensamiento del Concilio Vaticano segundo sobre los Bienes eclesiásticos, según:
LG 1. 8
G.S 42.71.76
P.O 17
C.D 28
D.H 13 - 14

26
A. BENLLOCH, Código de Derecho Canónico, 304.

26
27

6. PRINCIPALES CONCEPTOS

• Los bienes
Los bienes que sirven para el funcionamiento de la Iglesia no se hallan reunidos
en un solo patrimonio, cuyo único titular sería la Iglesia católica; más bien se
encuentran diseminados en los patrimonios de las personas jurídicas eclesiásticas
a las que pertenecen (Sede Apostólica, diócesis, parroquias, asociaciones,
institutos de vida consagrada…). Con todo, esos bienes forman una cierta unidad,
por el hecho de que, de un modo u otro, todos sirven para las necesidades de la
Iglesia bajo la suprema autoridad del Romano Pontífice.
Dicho de otro modo: en la Iglesia los bienes son de la entidad jurídica que los
adquiere, pero siempre deben ser utilizados para fines eclesiales y están todos
bajo la autoridad del Papa, a quien compete regular el ejercicio de la propiedad
en la Iglesia (c. 1256)27.

• Bienes eclesiásticos
Entre los bienes al servicio de las actividades eclesiales existe una categoría
principal que son los bienes eclesiásticos, que son los que pertenecen a las personas
jurídicas públicas canónicas. En cambio, no son eclesiásticos los bienes que
pertenecen a las personas jurídicas privadas.
Una de las características de las personas jurídicas públicas es que son
constituidas por la autoridad y que actúan en nombre de la Iglesia (c. 116 § 1; cfr.
cap. III, 2, b y cap. V, 4). Siendo público el sujeto, es lógico que sus bienes sean
también públicos, es decir, eclesiásticos y que en cambio no lo sean los de las
instituciones privadas, que actúan en nombre propio.
Ambos tipos de bienes están sometidos a un régimen jurídico diverso, a tenor del
c. 1257. Los bienes eclesiásticos, por ser bienes públicos, se rigen por el Libro V
del Código y por los estatutos de la persona jurídica titular, es decir por el
derecho administrativo eclesiástico. Mientras que los bienes de una persona
jurídica privada se rigen principalmente por los estatutos de la misma, aunque
están en sometidos también al derecho administrativo en razón de los fines
eclesiales a que están destinados28.
Esto implica varias cosas: 1ª) que, por pertenecer a un ente público, los bienes
eclesiásticos son también de la Iglesia. En derecho patrimonial cuando se habla de
la Iglesia (bienes de la Iglesia, propiedad de la Iglesia, derechos de la Iglesia, etc.)
se entiende por Iglesia cualquier persona jurídica pública canónica y no las
privadas; 2ª) que es de estos bienes de los que se ocupa principalmente el Código;
3ª) que el derecho patrimonial canónico atañe principalmente a la vida de los
entes eclesiásticos, y apenas a la de los fieles singulares.

27
Al hablar de ‘autoridad’ el canon deja claro que el Papa no es propietario de los bienes, como en tiempos se
decía.
28
Esto vale para la Iglesia latina. En cambio, el CCEO no contempla la posibilidad de que existan personas
jurídicas privadas: todos los entes con personalidad son públicos y sus bienes eclesiásticos.

27
28

Con esto no se niega que también los bienes de los entes privados sean de la
Iglesia: lo son en cuanto pertenecen a un ente eclesiástico, cuyo fines y
actividades concurren a la misión de la Iglesia; pero no son bienes eclesiásticos
porque estos entes no actúan en nombre de la Iglesia. En este sentido se les puede
llamar privados: permanecen en el ámbito de autonomía y responsabilidad
propias de sus titulares.
Según el propietario, pues, se deben distinguir tres clases de bienes o
patrimonios: a) los bienes eclesiásticos, que son los de las instituciones públicas y se
rigen por las leyes administrativas contenidas en los cánones y en los estatutos
del ente titular; b) los bienes de las entidades canónicas privadas, que no son
eclesiásticos y siguen los estatutos de la entidad propietaria; y c) los bienes de los
fieles, que de por sí no guardan relación con el derecho canónico.

• Cosas sagradas
Otra categoría de bienes que tiene su importancia en derecho canónico es la de las
cosas sagradas. Son, como sabemos (cap. IX, 10.d y 11.a), aquellas que se destinan
permanentemente al culto divino (iglesias, imágenes, reliquias, objetos de culto,
etc.). En razón de la dignidad de su destino, estas cosas deben ser usadas y
tratadas en la forma y para los actos establecidos por las normas de la Iglesia, sea
quien sea el propietario; en este orden están bajo la autoridad eclesiástica, a la que
compete ordenar el culto, aunque pertenezcan a privados o a entes civiles, y no
sean por tanto bienes eclesiásticos.

• Bienes preciosos
Además, dentro de los bienes eclesiásticos, existe una categoría particular que es
la de los llamados cosas o bienes preciosos. Son aquellos que poseen un valor
especial por motivos de historia, arte o cultura, de piedad popular, etc. (p.e. una
iglesia antigua, una imagen muy venerada, los ex-voto de un santuario, un cáliz
artístico). Estas razones exigen que haya normas especiales, que miran a tutelar
los fines, la integridad, conservación… de estos bienes de la Iglesia.

• Régimen jurídico de los bienes: Conjunto de normas canónicas y civiles que


rigen la capacidad jurídica para adquirir, poseer, administrar y enajenar el
patrimonio de la Iglesia.
• Acto: Todo lo que sucede y en lo cual interviene la voluntad del ser humano.
• Hecho: Todo lo que sucede sin intervención de la voluntad humana.
• Cosa: Todo cuanto existe o tiene una entidad corporal o espiritual, natural o
artificial, real o abstracta. Una realidad reconocida en el mundo físico y que puede
ser usada por los hombres.
• Bien: Todo aquello que es de apropiación, utilidad y de valor económico,
sentimental o espiritual, para alguien. Lo que es objeto de facultades y derechos,

28
29

de relación y reglamentación, aquello que constituye el patrimonio. No puede


reducirse sólo a bienes económicos.
• Embargo: Gravamen sobre inmueble que lo casa del comercio.
• Secuestro: Entrega de bienes muebles e inmuebles a un encargado judicial para su
administración.
• Bienes temporales: Bienes que por ser útiles y tener un valor, sirven para la vida
en el tiempo.
• Bienes temporales eclesiásticos: Bienes que sirven en el tiempo y que perteneces
a una persona jurídica pública eclesiástica (c. 1257).
• Bienes temporales eclesiales: Bienes que tienen un valor, sirven para la vida en el
tiempo y pertenecen a personas jurídicas privadas (c. 1257 §2).
• Bienes o cosas preciosas: Bienes cuya preciosidad les viene de su valor artístico,
histórico o religioso (c. 1283 §2; c. 1292 §2).
• Bien Exvoto: Bienes dados u ofrecidos como voto o promesa deliberada y libre
hecha a Dios (c. 1292 §2).
• Cosas sagradas: Cosas (corpóreas) que se destinan por dedicación o bendición al
culto divino y, con ello, quedan sustraídas al uso profano (c. 1171).
• Lugar sagrado: Espacio físico destinado mediante dedicación o bendición al culto
divino o a la sepultura de los fieles, por lo que queda excluido de lo profano (c.
1205).
• Imágenes preciosas: Imágenes expuestas a la veneración de los fieles en Iglesias u
oratorios y son preciosas por su antigüedad, valor artístico o por el culto que se les
tributa (c. 1189).
• Reliquias sagradas: Realidad corpórea perteneciente a santos o beatos y que se
veneran por el pueblo cristiano (c. 1190).
• Dominio: Derecho de gozar y disponer de una cosa propia, sin más limitaciones
que las establecidas por las leyes.
• Posesión: Tenencia pacífica de una cosa con ánimo de señor y dueño, sea que es el
dueño, sea que se dé por tal, tenga la cosa a nombre propio o la tenga otro a
nombre de él.
• Tenencia: Uso de una cosa, sabiendo y reconociendo que pertenece o está en
posesión de otra persona.

29
30

• Persona Jurídica Eclesiástica Pública: Son aquellas constituidas por la autoridad


eclesiástica competente para que, dentro de los límites que se les señalan, cumplan
en nombre de la Iglesia, la misión que se les confía mirando al bien público.
• Persona Jurídica Eclesiástica Privada: Son aquellas que adquieren su personalidad
solamente mediante decreto especial de la autoridad competente que se lo concede
expresamente y surgen por iniciativa privada de los fieles

LIBRO V
DE LOS BINES TEMPORALES DE LA IGLESIA29

PARTE INTRODUCTORIA
EL DERECHO DE LA IGLESIA

El libro V del Nuevo Código, cuyo contenido es el más breve de los siete libros, ya
que lo componen 59 cánones, fue el resultado de sintetizar en este libro la legislación
sobre “Los bienes temporales de la Iglesia”. La explicación es bien clara al considerar que
muchos cánones del Código de 1917, se han quitado o suprimido o traslados a otra
parte:

➢ El Código anterior traía una amplia legislación sobre el Instituto Beneficial, que
ahora ha quedado reducido al solo canon 1272;

➢ El Título XXVI “De otros institutos eclesiásticos no colegiales” (cánones 1489-1494) ha


quedado suprimido;

➢ Los cánones 1182-1184 sobre la construcción de las iglesias también se han


suprimido.

Otros cánones quedaron situados en otras partes del Código, por tratarse de temas
más específicos:

✓ Sobre los Bienes de los Institutos Religiosos (cánones 634-640)


✓ El destino de los bienes, derechos y obligaciones patrimoniales de las personas
jurídicas en caso de fusión (“formando una sola totalidad” c. 121), división y
desmembración (c. 122) y extinción (c. 123)
✓ Sobre la remuneración de los laicos (c.3 231) 30

29
Texto tomado de los apuntes del Padre Julio Montañez, docente de la UPJ

30
31

✓ Sobre la remuneración de los clérigos (c. 281-282) 31


✓ El tributo para el Seminario (c. 264)
✓ Los bienes de la persona jurídica pública (c. 319) y privada (c. 325-326)
✓ El consejo diocesano de asuntos económicos (c. 492-494)
✓ El consejo parroquial de asuntos económicos (c. 537)
✓ La destinación de las limosnas en general y con ocasión del ministerio pastoral (c.
510 § 4, c. 848.
✓ Sobre las ofendas por la celebración de la Santa Misa (c..945; 958)
✓ Supresión y destino de los bienes de un Instituto (c. 584)
Otro punto que es tradicional en la Iglesia, desde antiguo, por lo cual se decía que
Ecclesia vivit jure romano, es que se asumen del Derecho romano muchas de sus
disposiciones en materia de contratos y enajenaciones.
Teóricamente la Iglesia puede dar una legislación propia sobre los bienes temporales,
pero dada la diversidad de legislaciones de los Estados en donde la Iglesia tiene
Iglesias particulares, le pareció más prudente, canonizar la legislación civil,
agregando algunas disposiciones para proteger el fin de los bienes temporales de la
Iglesia. Pero en no todos los lugares la Iglesia es respetada en sus bienes, encontrando
mucha hostilidad Esta la razón de ser un tema bastante discutido.

Este Libro V está dividido así:


 Parte introductoria (cánones 1254 – 1258)
 La adquisición de los bienes (cánones 1259 – 1272)
 La administración de los bienes (cánones1273 – 1289)
 Los contratos, principalmente la enajenación (c. 1290 – 1298)
 Las pías voluntades en general y las fundaciones pías (cánones 1299 –
1310)

La presentación y división es igual a la del Código de 1917, pero la renovación


está en el espíritu del Concilio Vaticano II que se filtran en sus disposiciones, así:

 La parte beneficial tiene un cambio profundo


 El fin espiritual que debe primar en los oficios eclesiásticos
 La sustentación de los clérigos y de la Diócesis (c. 1274)
 Los Consejos para los bienes económicos diocesanos y parroquiales
(cánones 492 y 537), y el Ecónomo diocesano (c. 494 y 1278)
 Mayor competencia económica de las Diócesis, aprobado por el Sínodo de
los Obispo de octubre de 1967

30Apostolicam Actuositatem, 22
31Este derecho no se funda en el “título de la ordenación” (“Ad titulum servitiae Ecclesiae”),
suprimido, sino en la incardinación. Ver P.O., 20

31
32

CANONES INTRODUCTORIOS (1254 -1258)

0.1.- El derecho de la iglesia a los bienes temporales

Canon 1254 §1. Por derecho nativo, e independientemente de la


potestad civil, la Iglesia católica puede adquirir, retener, administrar y
enajenar bienes temporales para alcanzar sus propios fines.
§ 2. Fines propios son principalmente los siguientes: sostener el
culto divino, sustentar honestamente al clero y demás ministros, y
hacer las obras de apostolado sagrado y de caridad, sobre todo con los
necesitados.

El canon 1254, como inicio de la legislación sobre los Bienes temporales de la Iglesia, al
igual que lo hacía el canon 1495 del Código anterior, hace una afirmación
fundamental: La Iglesia católica tiene derecho nativo a adquirir bienes temporales para
alcanzar sus propios fines.

Cristo instituyó su Iglesia como una asamblea visible y a la vez espiritual y social la
cual necesita de bienes económicos y espirituales para cumplir su misión. 32 Por tanto
la exigencia de medios económicos se vincula a su misma misión, razón por la cual la
Iglesia tiene derecho nativo es decir originario de poseer bienes económicos, por
voluntad de su fundador, Cristo Jesús.

El derecho a los bienes temporales se califica en este canon como nativo e Independiente
de la autoridad civil 33. Derecho nativo u originario, quiere decir que pertenece a la
estructura de la Iglesia, pues fue dado por su fundador y por tanto se ha de calificar
como derecho divino positivo, razón por la cual debemos decir que se relaciona con el
fin propio de la Iglesia. Esta deducción se evidencia de la finalidad de la Iglesia y por
tanto el derecho a adquirir bienes temporales es voluntad de Cristo Jesús, pues para
la consecución del fin de la Iglesia esos bienes temporales son necesarios.

32 Cristo, el único Mediador, instituyó y mantiene continuamente en la tierra a su Iglesia, santa,


comunidad de fe, esperanza y caridad, como un todo visible, comunicando mediante ella la verdad y
la gracia a todos. Mas la sociedad provista de sus órganos jerárquicos y el Cuerpo místico de Cristo, la
asamblea visible y la comunidad espiritual, la Iglesia terrestre y la Iglesia enriquecida con los bienes
celestiales, no deben ser consideradas como dos cosas distintas, sino que más bien forman una realidad
compleja que está integrada de un elemento humano y otro divino.” (Lumen Gentium, 8 a)
33“La Iglesia reivindica para sí la libertad en la sociedad humana y delante de cualquier autoridad
pública, puesto que es una autoridad espiritual, constituida por Cristo Señor, a la que por divino
mandato incumbe el deber de ir a todo el mundo y de predicar el Evangelio a toda criatura.
Igualmente reivindica la Iglesia para sí la libertad, en cuanto es una sociedad de hombres que tienen
derecho a vivir en la sociedad civil según las normas de la fe cristiana.” Dignitatis humanae, 13-a

32
33

LOS FINES DE LA ADMINISTRACION DE LOS BIENES


Siempre se ha de tener en cuenta que los bienes materiales están relacionados con el
fin de la Iglesia, de ahí entonces que han de ser vistos siempre bajo una dimensión
eclesial, como que participan de la naturaleza de la Iglesia por estar al servicio del fin
de la Iglesia. Por todas estas razones, el derecho de la Iglesia, nativo u originario, es
independiente de cualquier autoridad civil. La Iglesia católica es la Iglesia de Cristo 34
como lo enseña en § 2 del canon 204. 35 Por tanto no se trata de la Iglesia jerárquica
solamente sino la Iglesia como comunidad, organizada y gobernada por sus legítimos
pastores.

Se puede matizar, además, esta relación de fines, al menos en su relación con los fines
de la Iglesia misma, como apunta el canon 1254 § 1. La sustentación del clero se
constituye como uno de los fines del patrimonio eclesiástico, pero no es un fin
autónomo: parece más un medio que un fin. Sustentar el clero tiene sentido si se
pone en relación con los otros dos fines. Hay clero para que puedan cumplirse los
fines del culto a Dios y el ejercicio de las obras de la caridad.

Quien quiera conocer la finalidad de la Iglesia no se deberá fijar en este canon, sino
más bien en el canon 1752, que habla de la salvación de las almas, la salus animarum.
Qué duda cabe que esta finalidad única se puede desdoblar en otras, y entre ellas
cabe el culto a Dios y el ejercicio de las obras de caridad y de apostolado, pero no
entra en la finalidad de la Iglesia el sostenimiento del clero. El ejercicio del sacerdocio
así se constituye en medio para dar a Dios el culto debido como El quiere -a través de
la Eucaristía principalmente- así como para el desarrollo del apostolado y las obras
de caridad -piénsese en el apostolado y la obra de caridad que suponen los
sacramentos de la penitencia y la unción de enfermos-.

Parece legítimo, por lo tanto, distinguir entre los fines de la Iglesia -la salus animarum-
y fines del patrimonio eclesiástico -los fines que indica el canon 1254 § 2-. Hay que
tener en cuenta una cuestión, además, que se refiere al cumplimiento de los fines por
parte del patrimonio eclesiástico.

Que el patrimonio eclesiástico cumpla con los fines indicados arriba no significa que
cada patrimonio eclesiástico deba cumplir con todos los fines. Puede haber -de hecho
la hay- una cierta especialización en los fines del patrimonio. Una vez más, es
consecuencia directa de los fines de la persona jurídica que sea titular del patrimonio.
Así, a una asociación o fundación con fines caritativos no se le puede pedir que

34 Esta es la única Iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como una, santa, católica y apostólica, y que
nuestro Salvador, después de su resurrección, encomendó a Pedro para que la apacentara (cf. Io 21,
17), confiándole a él y a los demás Apóstoles su difusión y gobierno (cf. Mt 28, 18 ss), y la erigió
perpetuamente como columna y fundamento de la verdad (cf. I Tim 3, 15). (Lumen Gentium 8)
35 Canon 204 § 2. “Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la

Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.”

33
34

cumpla con el fin de sostenimiento del clero. O una fundación para la formación de
los sacerdotes no se dedica al sostenimiento de las misiones. Todos los fines del
patrimonio eclesiástico son legítimos, pero lo cumple el patrimonio eclesiástico en su
conjunto, no cada patrimonio eclesiástico. La legítima autoridad eclesiástica, con su
capacidad de moderar, deberá cuidar que se cumplan todos los fines del patrimonio
eclesiástico de modo homogéneo y armónico, y a veces podrá alentar a los fieles para
que, en uso de su autonomía, procuren favorecer un fin u otro instituyendo nuevas
fundaciones o asociaciones o fomentando otras ya existentes.

Es posible que el patrimonio de una persona jurídica eclesiástica tenga otros fines:
así, existen instituciones en las diócesis más históricas con la finalidad de conservar el
patrimonio artístico, como son los museos diocesanos, a veces sostenidos por
fundaciones con esta finalidad. El fin de conservar el patrimonio artístico, o sostener
un museo, no se encuadra tácitamente en los tres fines que hemos visto. No se puede
olvidar, sin embargo, el servicio que hace la Iglesia a la humanidad, al transmitir a
las generaciones futuras tan ricos legados artísticos con medios demasiadas veces
precarios, y con una eficacia que deberían envidiar muchos gestores públicos. Esta
reflexión basta para apuntar que esos fines, aludidos en el canon 1254, deben de estar
en acuerdo con la finalidad de la Iglesia, la salus animarum. Una obra de arte en sí
misma no da culto a Dios, pero la belleza habla de Dios y los hombres alabamos a
Dios también con las obras que salen de nuestras manos. Sin que sea propiamente la
finalidad de la Iglesia, la conservación del patrimonio artístico no es ajena a la salus
animarum.

Así que dos son las características del derecho de la Iglesia a poseer bienes
temporales: NATIVO E INDEPENDIENTE. Cuatro las acciones: adquirir, retener,
administrar y enajenar bienes. Y aunque no se trata de una lista taxativa, los
principales fines de estos bienes son: sostener el culto divino, sustentar a sus
ministros y las obras de apostolado y de caridad.

Se puede resaltar que este canon constituye la piedra angular del derecho
patrimonial canónico. El uso de bienes materiales en la Iglesia encuentra
su justificación en los fines propios de la Iglesia. A la vez este canon es una llamada a
la responsabilidad de los pastores de la Iglesia, además de a los administradores de las
personas jurídicas que conforman el patrimonio eclesiástico: los bienes que, de una
forma u otra administran, les han sido confiados por los fieles para el cumplimiento
de los fines que indica el canon 1254.

34
35

0.2.- Sujetos de derecho patrimonial

Canon 1255 La Iglesia universal y la Sede Apostólica, y también


las Iglesias particulares y cualquier otra persona jurídica, tanto
pública como privada, son sujetos capaces de adquirir, retener,
administrar y enajenar bienes temporales, según la norma jurídica.

Este canon nos presenta los diversos sujetos que participan del derecho nativo de la
Iglesia para adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales. Esa capacidad
que el canon les reconoce, se deriva del derecho divino que la Iglesia Universal tiene
y por el ordenamiento jurídico de la Iglesia lo tienen las personas jurídicas, de
carácter público o privado. En este punto es preciso señalar quienes tienen ese
carácter de personas en la Iglesia, indicando si el carácter es público o privado.

Estas personas son:


• Iglesia Universal 36 y la Sede Apostólica 37 son personas morales por el
mismo ordenamiento divino 38
• Iglesia particular 39 o sea las Diócesis y las que a ellas se le asimilan,
ipso iure son personas jurídicas 40
• Las personas jurídicas eclesiásticas, erigidas según las normas del derecho,
ya sean de carácter público o privadas 41 .
• De carácter público son son: los Seminarios (canon 238), las Parroquias
(canon 515 § 3), las escuelas católicas (canon 803 § 1), la Conferencia
Episcopal (canon 449 § 2), las asociaciones públicas de fieles (canon 313),

36 Canon 204 § 2. Esta Iglesia, constituida y ordenada como sociedad en este mundo, subsiste en la
Iglesia católica, gobernada por el sucesor de Pedro y por los Obispos en comunión con él.”
37 Canon 361 En este Código, bajo el nombre de Sede Apostólica o Santa Sede se comprende no sólo
al Romano Pontífice, sino también, a no ser que por su misma naturaleza o por el contexto conste otra
cosa, la Secretaría de Estado, el Consejo para los asuntos públicos de la Iglesia y otras Instituciones
de la Curia Romana.
Canon 113 § 1º La Iglesia católica y la Sede Apostólica son personas morales por la misma
ordenación divina.
38 Canon 113 § 1 La Iglesia católica y la Sede Apostólica son personas morales por la misma
ordenación divina.
39 Canon 368 Iglesias particulares, en las cuales y desde las cuales existe la Iglesia católica una y

única, son principalmente las diócesis, a las que, si no se establece otra cosa, se asimilan la prelatura
territorial y la abadía territorial, el vicariato apostólico y la prefectura apostólica, así como la
administración apostólica erigida de manera estable.
40
Canon 373 Corresponde tan sólo a la suprema autoridad el erigir Iglesias particulares; las cuales,
una vez que han sido legítimamente erigidas, gozan en virtud del derecho mismo de personalidad
jurídica.
41 Canon 116 § 2 Las personas jurídicas públicas adquieren esta personalidad, bien en virtud del mismo

derecho, bien por decreto especial de la autoridad competente que se la conceda expresamente; las
personas jurídicas privadas obtienen esta personalidad sólo mediante decreto especial de la autoridad
competente que se la conceda expresamente.

35
36

las asociaciones privadas de fieles (canon 322), Los institutos de vida


consagrada: provincias y casas (canon 634)
• Personas jurídicas privadas obtiene la personalidad por Decreto especial 42

La personalidad jurídica se deriva del ordenamiento jurídico de la Iglesia, porque por


el bautismo “el hombre se incorpora a la Iglesia de Cristo y se constituye persona en
ella” como lo enseña el canon 96. Y en virtud de esa personalidad, el canon 215
reconoce que: “Los fieles tienen derecho a fundar y dirigir libremente asociaciones
para fines de caridad o piedad o para fomentar la vocación cristiana en el mundo; y
también a reunirse para procurar en común esos mismos fines.” De donde se deduce
que no existe derecho a ser persona jurídica, pues tal personalidad se obtiene “por la
misma prescripción del derecho o por especial concesión de la autoridad competente dada
mediante decreto” (Canon 114 § 1º)

0.3.- El alto dominio del Romano Pontífice

Canon 1256 El dominio de los bienes corresponde, bajo la


autoridad suprema del Romano Pontífice, a la persona jurídica que los
haya adquirido legítimamente.

El canon precisa cuál es el sujeto o titular de los bienes eclesiásticos, retomando la


doctrina del § 2 del canon 1499 del Código anterior. La propiedad directa, con los
derechos y obligaciones, corresponde legítimamente a la persona que la ha adquirido,
la cual es titular de ese derecho. El Romano Pontífice, en virtud de su autoridad
suprema, tiene un poder de alto dominio, como lo señala el canon 1273.

Se reconoce a la Santa Sede o al Romano Pontifice el alto o eminente dominio, pero no


hay que confundirlo con el verdadero derecho inmediato o mediato. Solamente se
trata de un derecho de vigilancia y de dirección, o de la potestad suprema de la
jurisdicción por la que el Papa puede ordenar los derechos de todas las personas al
bien común y restringirlos y limitarlos, cuando urge una necesidad o utilidad pública,
pero no puede disponer arbitrariamente de los derechos y de los bienes.

En la economía general de la propiedad el dominio eclesiástico funciona como una


propiedad individual, es decir, los dueños son las personas jurídicas individuales,
que son las que realizan los actos de dominio, pero solo pueden poner estos actos en
orden al cumplimiento de los fines de la Iglesia. Estos fines están confiados como
autoridad suprema a la Sede Apostólica o al Papa, que tiene la jurisdicción para
poder exigir que estos fines se realicen como se deben realizar.

42Canon 118 “... representan a la persona jurídica privada aquellos a quienes los estatutos atribuyen tal
competencia.

36
37

De esta manera se aplica lo enseñado en la Constitución Gozo y Esperanza 71, sobre


la propiedad privada: “Como la propiedad y otras formas de dominio privado sobre
los bienes externos se relacionan con la persona y como, además le proporcionan la
ocasión de ejercitar su deber en la sociedad y en la economía, es de suma importancia
que se promueva el acceso de individuos y colectividades a un determinado dominio
de los bienes exteriores.”

0.4.- Bienes eclesiásticos y bienes eclesiales

Canon 1257 § 1 Todos los bienes temporales que pertenecen a la


Iglesia universal, a la Sede Apostólica o a otras personas jurídicas
públicas en la Iglesia, son bienes eclesiásticos, y se rigen por los
cánones que siguen, así como por los propios estatutos.
§2 Los bienes temporales de una persona jurídica privada se
rigen por sus estatutos propios, y no por estos cánones, si no se indica
expresamente otra cosa.

Es muy importante la distinción entre bienes eclesiásticos y bienes eclesiales por


razón de la jurisdicción a la que están vinculados, unos a la Iglesia y los otros a sus
propios Estatutos o al derecho particular.

Los bienes se consideran en este canon, así:


 Bienes eclesiásticos: lo que pertenecen a la Iglesia universal, a la Santa Sede, a
la iglesia particular, a las personas jurídicas públicas y se rigen por el
Derecho Canónico;
 Bienes eclesiales o laicales, los que pertenecen a las personas jurídicas
privadas y se rigen por los propios estatutos y no por el Derecho Canónico,
a no ser que se diga otra cosa.43

0.5.- Se hace una aclaración

Canon 1258 En los cánones que siguen, con el nombre de Iglesia


se designa no sólo la Iglesia universal, o la Sede Apostólica, sino
también cualquier persona pública en la Iglesia, a no ser que conste
otra cosa por el contexto o por la naturaleza misma del asunto.

Esta aclaración solamente tiene carácter técnico 44, es decir, para simplificar la
redacción. Se advierte que cada vez que aparezca esa palabra se ha de entender en

43 Una larga discusión se presentó sobre la definición de los bienes eclesiásticos. Se afirmó, después de
varios estudios por parte de la Comisión Preparatoria del Código, que “los bienes que pertenecen a las
personas jurídicas privadas, son bienes eclesiásticos” (Communicationes, 1980, pag. 398 can. 2 § 2). La
solución es que los bienes eclesiásticos en sentido jurídico son los de la persona jurídica pública, pues
ella obra en nombre de la Iglesia

37
38

determinado sentido, en sentido estricto. El canon es igual al canon 1498 del Código
de 1917. Se exceptúa, en los casos en que por el contexto se entienda de modo diverso.

TITULO I
DE LA ADQUISICIÓN DE LOS BIENES

1.1.- Principio general


En el canon 1254 sentó como principio que la Iglesia por derecho divino podía
adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales. Ahora, sin referirse a ese
principio y solamente apoyándose en el derecho de toda persona jurídica, la Iglesia
puede adquirir, retener, administrar y enajenar bienes temporales, que haya
adquirido por todos los modos justos. Estos actos están permitidos a otros, no se ve
que la Iglesia no los pueda tener.

Canon 1259 La Iglesia puede adquirir bienes temporales por


todos los modos justos, de derecho natural o positivo, que están
permitidos a otros.

Se trata de la capacidad de una persona jurídica y la Iglesia es reconocida en cientos


de Concordatos como persona jurídica moral internacional. Ante los Estados reclama
el mismo derecho que otras personas jurídicas tienen. Este canon es igual al § 1 del
canon 1499 del Código de 1917.

Con este canon se intenta defender el derecho legítimo que la Iglesia tiene de adquirir
bienes, de la misma forma como cualquier otra persona física o jurídica.

1.2.- El derecho de la Iglesia

Canon 1260 La Iglesia tiene el derecho nativo de exigir de los fieles


los bienes que necesita para sus propios fines.

Uno de los medios que la Iglesia tiene para adquirir bienes para sus propios fines es
por la ayuda de los fieles. Este derecho se entiende especialmente de la facultad de
imponer tributos a los fieles. La Comisión para la Revisión del Código, dijo: “Inducir
a los fieles más que coaccionarlos para que ayuden a la Iglesia” 45

44
Communicationes 1980, página 399, 4°)
45 Communicationes, 1973, página 95 n. 5 y También en 1980, pag. 401 canon 5 § 3

38
39

1.3.- El derecho de los fieles

1261 §1 Los fieles tienen libertad para aportar bienes


temporales en favor de la Iglesia.
§2 El Obispo diocesano debe advertir a los fieles y urgirles de
manera oportuna sobre la obligación de que trata el can. 222 § 1.

Al derecho de la Iglesia, el canon 222 señala un deber de los fieles. 46 Uno por su
calidad de pertenencia a la Iglesia y otro de derecho natural, que es de todo hombre
sin relación alguna a su religión, el deber moral para con los pobres.

Tal obligación no puede ser extraña al clero 47 y así lo señala el canon 282, 48 de
ayudar a las necesidades de la Iglesia y de los pobres con sus propios bienes.

Respecto del parágrafo 2°, el Directorio de Pastoral de los Obispos, del 22 de febrero
de 1983, art. 133, les recuerda que deben instruir a los fieles sobre su obligación. La
Conferencia Episcopal Colombiana ha organizado una ayuda a los pobres con el
programa “Jornada de la comunicación cristiana de Bienes”.49

Canon 1262 Presten ayuda a la Iglesia los fieles mediante las


subvenciones que se les pidan y según las normas establecidas por la
Conferencia Episcopal.

La Conferencia Episcopal de Colombia, en atención a lo prescrito en el canon 1262,


Decreta 50

46 Canon 222 § 1 Los fieles tienen el deber de ayudar a la Iglesia en sus necesidades, de modo
que disponga de lo necesario para el culto divino, las obras de apostolado y de caridad y el
conveniente sustento de los ministros.
§2 Tienen también el deber de promover la justicia social, así como, recordando el
precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes.
47 “En cuanto a los bienes que recaban con ocasión del ejercicio de algún oficio eclesiástico, salvo el

derecho particular, los presbíteros, lo mismo que los obispos, aplíquenlos, en primer lugar, a su
honesto sustento ya la satisfacción de las exigencias de su propio estado; y lo que sobre, sírvanse
destinarlo para el bien de la Iglesia y para obras de caridad.” (Presbyterorum Ordinis, 17 c)
48 Canon 282 § 1 Los clérigos han de vivir con sencillez, y abstenerse de todo aquello que parezca

vanidad.
§2 Destinen voluntariamente al bien de la Iglesia y a obras de caridad los sobrantes de
aquellos bienes que reciben con ocasión del ejercicio de un oficio eclesiástico, una vez que con ellos
hayan provisto a su honesta sustentación y al cumplimiento de todas las obligaciones de su estado.
49 “Los miembros del Pueblo de Dios son llamados a una comunicación de bienes, y las siguientes

palabras del apóstol pueden aplicarse a cada una de las Iglesias: El don que cada uno ha recibido,
póngalo al servicio de los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (I Petr
4, 10).” (Lumen Gentium, 13 c)
50 Normas complementarias, página. 37

39
40

Art. I: Para cumplir la obligación de sostener económicamente a la Iglesia, se exhorta


a los fieles a contribuir, a manera de ejemplo, con lo equivalente al ingreso de un día
en el año por razón del trabajo o de la renta. Cada Obispo en su Diócesis
reglamentará la forma de recaudo y su destinación.

1.4.- Imposición de tributos en la Diócesis

Canon 1263 Para subvenir a las necesidades de la diócesis, el Obispo


diocesano tiene derecho a imponer un tributo moderado a las personas
jurídicas públicas sujetas a su jurisdicción, que sea proporcionado a sus
ingresos, oído el consejo de asuntos económicos y el consejo
presbiteral; respecto a las demás personas físicas y jurídicas sólo se le
permite imponer una contribución extraordinaria y moderada, en caso
de grave necesidad y en las mismas condiciones, quedando a salvo las
leyes y costumbres particulares que le reconozcan más amplios
derechos.

El nuevo Código ha suprimido varios tributos que figuraban en Código precedente.


Ha dejado al Obispo diocesano la facultad de imponer un tributo moderado y
proporcionado a las personas jurídicas públicas dependientes de su gobierno. 51

Los Tributos pueden ser


• Ordinarios, ya sea habituales para todas las personas jurídicas públicas
sometidas a la autoridad de Obispo.
• Extraordinarios, a las personas jurídicas privadas y a las personas físicas, en
caso de grave necesidad

Requisitos para imponer en Tributo Extraordinario:


 Que responda a una necesidad real de la Diócesis 52
 Que sea un tributo moderado;
 Que se haya oído el parecer del Consejo para Asuntos Económicos y el
Consejo Presbiteral; 53

También puede imponer un Tributo para las necesidades el Seminario a todas las
personas jurídicas que tengan su sede en la Diócesis, con la excepción de las personas
que se sostiene de limosna. 54

51 Por respuesta de la Pontificia Comisión de Interpretación , del 10 de agosto de 1989 (AAS, vol.
LXXXI, 1989, pag. 991), quedaron exentas de ests Tributo las escuelas externas de los institutos
religioso de derecho pontificio.
52 Communicationes, 1984, pag. 28, can.1213 n. 2
53 El Tributo Extraordinario no tiene carácter de continuo. Así se dijo por la Comisión de Revisión del

Código: “El Tributo Perpetuo no es extraordinario” (Communicationes, 1984, pag. 28, c. 1213 n. 1)

40
41

1.5.- La asamblea de los Obispos de la provincia

“En unión para el territorio común, que se establezcan normas con que se provea la
digna sustentación de quienes desempeñan o han desempeñado alguna función para
el servicio del Pueblo de Dios.” (Presbiterorum Ordinis, 20). Esa unidad en el Territorio,
ayuda a la unidad de las Diócesis.

“El bien de las almas exige una demarcación conveniente no sólo de las diócesis, sino
también de las provincias eclesiásticas, e incluso aconseja la erección de regiones
eclesiásticas, para satisfacer mejor a las necesidades del apostolado, según las
circunstancias sociales y locales, y para que se hagan más fáciles y fructíferas las
comunicaciones de los Obispos, entre sí, con los metropolitanos y con los Obispos de
la misma nación e incluso con las autoridades civiles. Normas que hay que observar”
(Christus Dominus, 39.) 55

Canon 1264 A no ser que el derecho disponga otra cosa, corresponde


a la reunión de Obispos de cada provincia:
1°.- determinar las tasas que se han de pagar por los actos de potestad
ejecutiva graciosa o por la ejecución de los rescriptos de la Sede
Apostólica, y que han de ser aprobadas por la Sede Apostólica;
2°.-determinar las ofrendas que han de hacerse con ocasión de la
administración de los sacramentos y sacramentales.

La Pontificia Comisión para la Revisión del Código, consideró que : “En muchos
lugares, los presbíteros no tienen otros ingresos que los provenientes que reciben con
ocasión de los actos del ministerio” (Communicationes, 1980, pag. 403, canon 6)

El Código admite dos formas de contribuciones de los fieles:


 Taxas: “el nombre de taxas se refiere a las oblaciones de los fieles
impuestas por la ley eclesiástica con ocasión de una gracia concedida a ellos

54 Canon 264 § 1 Para proveer a las necesidades del seminario además de la colecta de la que se
trata en el can. 1266, el Obispo puede imponer un tributo en su diócesis.
§2 Están sujetas en tributo en favor del seminario todas las personas jurídicas
eclesiásticas, también las privadas, que tengan sede en la diócesis, a no ser que se sustenten sólo de
limosnas o haya en ellas realmente un colegio de alumnos o de profesores que mire a promover el bien
común de la Iglesia; ese tributo debe ser general, proporcionado a los ingresos de quienes deben
pagarlo y determinado según las necesidades del seminario.
55 Canon 434 A la asamblea de los Obispos de una región eclesiástica corresponde fomentar la
cooperación y la común acción pastoral en la región; sin embargo, las potestades que en los cánones de
este Código se atribuyen a la Conferencia Episcopal, no competen a la referida asamblea, a no ser que
la Santa Sede le concediera algunas de modo especial.

41
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o de un ministerio sagrado dado en su bien. Se distinguen las taxas


funerales, las taxas judiciales y las taxas por varios actos de la jurisdicción
voluntaria, o por la ejecución de rescriptos de la Santa Sede o con ocasión
de la administración de sacramentos o sacramentales” 56 De acuerdo al
Derecho actual se han de entender las que se refieren a servicios de
carácter administrativo, como la expedición de certificados, dispensas
matrimoniales,
 Ofrendas: son las que los fieles espontáneamente hacen y las que se
refieren a la celebración de los sacramentos y sacramentales y funerales 57.
Tanto las taxas como las Ofrendas se han determinar para la provincia, a fin de que
haya uniformidad. 58 Tal determinación no corresponde a la Conferencia Episcopal
sino al Coetus de Obispos de la Provincia Eclesiástica. 59 Las Taxas de ejecución de
rescriptos de la Santa Sede, requiere aprobación de la misma Sede Apostólica, no así
las ofrendas.

1.6.- Cuestaciones 60

Una cuestación es una petición o demanda de limosnas para un objeto piadoso o


benéfico (Real Academia Española).

Canon 1265 § 1 Sin perjuicio del derecho de los religiosos mendicantes,


está prohibido a toda persona privada, tanto física como jurídica,
hacer cuestaciones para cualquier institución o finalidad piadosa o
eclesiástica, sin licencia escrita del Ordinario propio y del Ordinario
del lugar.
§2 Sobre la cuestación de limosnas, la Conferencia Episcopal puede
dictar normas, que han de observar todos, incluso aquellos que, por
institución, se llaman y son mendicantes.

56Vermeersch – Creusen “Epitome Iuris Canonici” Tomo II,paag. 580, n. 827


57 Canon 1181 Por lo que se refiere a las ofrendas con ocasión de los funerales, obsérvense las
prescripciones del can. 1264, evitando sin embargo cualquier acepción de personas, o que los pobres
queden privados de las exequias debidas.

58Communicationes, 1984, pag. 30, canon 1215


59Canon 952 Compete al concilio provincial o a la reunión de Obispos de la provincia fijar por
decreto para toda la provincia el estipendio que debe ofrecerse por la celebración y aplicación de la
Misa, y no le es lícito al sacerdote pedir una cantidad mayor; sí le es lícito recibir por la aplicación de
una Misa un estipendio mayor que el fijado, si es espontáneamente ofrecido, y también uno menor.
§2 A falta de tal decreto, se observará la costumbre vigente en la diócesis.
§3 Los miembros de cualesquiera institutos religiosos deben atenerse también al mismo
decreto o costumbre del lugar mencionados en los § §1 y 2 .
60 “Petición o demanda de limosnas para un objeto piadoso o benéfico” (Diccionario de la Real

Academia de la Lengua)

42
43

Órdenes mendicantes (del latín, mendicare, 'pedir limosna'). Las órdenes


mendicantes más importantes fueron aprobadas en el siglo XIII. Estas son: la de los
Frailes Menores o Franciscanos (aprobada por el Papa Inocencio III en 1209), los
Frailes Predicadores o Dominicos (aceptada verbalmente por el Papa Inocencio III, su
aprobación fue confirmada por Honorio III en 1216), los Carmelitas (aprobados en
1226 por el Papa Honorio III) y los Agustinos, (consolidados en una sola orden por el
Papa Inocencio IV en 1244).
Ante la relajación de algunos eclesiásticos, Dios no se olvidó de su Iglesia. Al
contrario, hizo surgir las órdenes mendicantes. Sus fundadores quisieron responder a
la llamada del evangelio y a las necesidades de su tiempo.

Las órdenes mendicantes se llamaban así, porque en un tiempo en que los pastores de
la iglesia se enriquecen siempre más, los monasterios abundan en tierras y en bienes,
y la nueva burguesía de las ciudades se desvive por aumentar sus ganancias, ellos
hacen voto de perfecta pobreza. En un tiempo en que se ahonda cada vez más la
diferencia entre los grandes señores y el pueblo llano, ellos predican la fraternidad
cristiana. Su vida ya no depende de tierras de labranza ni de rentas. Viven de la
limosna. Ya no se llaman monjes, sino hermanos.

Los privilegios concedidos a estas Ordenes, se mantienen aunque en la actualidad se


orientan en forma diversa. Pero la Iglesia quiere evitar abusos que podrían surgir.

El canon presenta las siguiente normas generales:


 Está prohibido a toda persona privada, tanto física como jurídica, recoger limosnas
para cualquier institución o finalidad piadosa o eclesiástica sin la licencia de
Ordinario propio y del Ordinario del lugar. Queda a salvo el derecho de los
religiosos mendicantes. 61
 Corresponde a la Conferencia Episcopal el dar normas concretas que sin
excepción alguna deben ser observadas por todos.62

La Conferencia Episcopal de Colombia, conforme a lo establecido en el canon 1265 par. 2º,


Decreta : 63

Art. I Corresponde al Obispo diocesano determinar de qué medios y cuantías


requieren su autorización en la recolección de ayudas pecuniarias en beneficio de
obras piadosas, religiosas, así como precisar la forma de controlar la colecta y su
inversión.

61 La Persona jurídica de carácter público, como la parroquia, por ella el párroco en su territorio, no
está bajo esta prohibición.(Communicationes , 1980, Pg. 404 canon 7)
62 S.S. Paulo VI, Motu Proprio “Ecclesiae Sanctae” del 06 de agosto de 1996, I n° 27
63 Normas Complementarias, página 36

43
44

Los casos de falsedad o engaño en esta materia pueden ser objeto de denuncia ante la
autoridad civil.

Art. II Las personas que piden estas ayudas o limosnas deben estar provistas de una
constancia expedida por el Ordinario del lugar en que conste su derecho a realizar la
colecta o la licencia dada por el mismo Ordinario.

Art. III Salvo los derechos concedidos por la Santa Sede, los llamados sufragios, como
medios de recolectar ayudas económicas, necesitan la aprobación del Obispo
diocesano en lo referente a su redacción, impresión y distribución, de tal modo que a
tenor de los Cánones 946 y 947, se evite toda apariencia de negociación o comercio.

1.7.- Colectas especiales

Canon 1266 En todas las iglesias y oratorios que de hecho están


habitualmente abiertos a los fieles, aunque pertenezcan a institutos
religiosos, el Ordinario del lugar puede mandar que se haga una colecta
especial en favor de determinadas obras parroquiales, diocesanas,
nacionales o universales, y que debe enviarse diligentemente a la
curia diocesana.

El Ordinario del lugar tiene facultad para ordenar en todas las iglesias y oratorios,
aunque pertenezcan a institutos religioso que se haga una coleta especial, cuya
finalidad puede ser del orden parroquial, diocesano o universal. El carácter de esta
colecta, naturalmente es extraordinario. 64

El Código, en el canon 791, n. 3, considera la existencia de un día al año en favor de la


Misiones. El canon 264 establece una colecta para el Seminario. En el Ordo publicado
por la Conferencia Episcopal, figuran “Jornadas Especiales”, que no todas ellas tienen
como finalidad una colecta, a excepción del “Obolo de San Pedro” y la Jornada
Mundial de las Misiones.

1.8.- Oblaciones a las personas jurídicas

Canon 1267 § 1 Si no consta lo contrario, se presumen hechas a la


persona jurídica las oblaciones entregadas a los Superiores o
administradores de cualquier persona jurídica eclesiástica, aunque sea
privada.
§2 No pueden rechazarse sin causa justa las ofrendas de que trata el
§ 1 ni las cosas de mayor importancia, sin licencia del Ordinario

64 Communicationes, 1980, pag. 405, c. 8

44
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cuando se trata de una persona jurídica pública; se requiere la misma


licencia para aceptar las que están gravadas por una carga modal o una
condición, quedando firme lo prescrito en el can. 1295.
§3 Las oblaciones hechas por los fieles para un fin determinado
sólo pueden destinarse a ese fin.

Por este canon se busca reglamentar la finalidad o destino de las limosnas que los
fieles dan sin destinación específica. La que tienen finalidad se deben aceptar con esa
exclusiva finalidad, pues se ha de respetar la voluntad del donante como lo
determina el § 3.

1.8.1.- Presunción de derecho

La presunción de que trata el §1 es que las donaciones que se entregan al superior que
rigen una persona jurídica, pública o privada, o al administrador, se han de
considerar como hechas a la persona jurídica y no al superior o al administrador que
los recibe, a no ser que conste lo contrario.

1.8.2.- Rechazo y aceptación de una persona jurídica pública

El §2, establece que no se pueden rechazar las ofrendas hechas a las personas jurídicas
públicas sin causa justa. La causa justa tiene relación con el principio del canon 1259,
pues la donación es un justo modo de adquirir bienes temporales, y éste debe estar
libre de toda sospecha sobre la procedencia de los bienes, la buena fe del donante
que se ofrece a la persona jurídica pública.

Nada se dice respecto a las personas jurídicas privadas, pues el principio del
parágrafo primero no las comprende. Sus actuaciones se rigen por los Estatutos.

Respecto de las cosas de mayor importancia, no necesariamente relacionadas con el


valor real, requiere la licencia del Ordinario del lugar, la cual debe darse por escrito.

También se requiere licencia del Ordinario cuando la aceptación conlleva carga o


gravamen modal, es decir que tenga condición sobre la manera de realizarlo o que
conlleve una condición, por es el modo de ejecutar o aceptar la donación. Antes de
solicitar la licencia se deben ponderar bien los aspectos moral, jurídico y económico.
Una norma de prudencia es la garantía del cumplimiento de los requisitos ofrecidos
para la ejecución de proyecto o donación. No se puede olvidar lo dispuesto en los
cánones 1291-1294, pues podría, por el gravamen desmejorarse el estado patrimonial
de la persona jurídica pública.

45
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1.8.3.- Respecto de la voluntad del donante

Las oblaciones o donaciones hechas por los fieles con un determinado fin como los
analiza el §3, por ejemplo, de piedad, de caridad, de apostolado etc. se deben destinar
exclusivamente a ese fin. El respetar la voluntad del donante no es solo una
obligación de carácter moral sino también jurídica y como tal el Código lo recuerda
muchas veces. 65 Es más, la voluntad del donante no puede ser cambiada por el
párroco, ni por el Obispo, quien es vigilante de que la voluntad del donante se
cumpla (c. 1301) y solamente la Santa Sede lo puede hacer si hay causa justa.

1.9.- La prescripción
En Normas Generales se ha hablado de la prescripción en sentido general (c. 197-199),
ahora se trata de la prescripción de los bienes eclesiásticos como de adquirirlos o
liberarse, de conformidad con la ley civil de cada país. A este tema le dedica tres
cánones, que vamos a comentar.

1.9.1.- Recibe la determinación de la ley civil

Canon 1268 Respecto a los bienes temporales, la Iglesia acepta la


prescripción como modo de adquirirlos o de liberarse, a tenor de los
cann. 197-199.

Como el Código no da definiciones, ésta la podemos tomar del Diccionario de la Real


Academia de la Lengua el en sentido jurídico: “Adquirir un derecho real o
extinguirse un derecho o acción de cualquier clase por el transcurso del tiempo en las
condiciones previstas por la ley”. La noción de prescripción se puede recabar del Can.
197 de la siguiente manera: “La prescripción es el modo de adquirir o perder un
derecho subjetivo, así como de liberarse de obligaciones, observadas las
prescripciones de las leyes.

La prescripción es un instituto de derecho positivo; esto es, tiene su rigen en las


disposiciones de las leyes, canónicas o civiles, de acuerdo a la ley que la regula. De
hecho la Iglesia para regular la prescripción en su ordenamiento recibe la legislación
civil de las respectivas naciones.

Requisitos para la prescripción


Puesto que el derecho canónico reenvía a la legislación civil de cada nación, no es
oportuno que nos adentremos en un examen detallado de los requisitos para la
prescripción. Nos limitamos a algunas nociones generales. Los requisitos son:

65 Como en los cánones 121; 122; 123; 326 § 2; 616 § 1; 706 n. 3; 1300

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✓ Tiempo: El tiempo es de gran importancia en la vida práctica. Aunque el bien


común requiere que después de cierto tiempo ya no se puedan perseguir los
propios derechos, no se puede olvidar que cada uno tiene derecho a un
periodo razonable de tiempo para la reivindicación de sus propios derechos.
Este periodo es más o menos largo según la entidad de los bienes: cuanto
mayor es el valor, más largo debe ser el tiempo. Hay que tomar en
consideración también la sujeto contra el cual se prescribe: la persona jurídica
exige generalmente más tiempo que la física, ya que esta es más solícita y más
ágil para actuar. Se deberá tomar también en consideración el servicio del bien
mismo: si es para el bien común se requiere un tiempo más largo. De acuerdo a
estas consideraciones las legislaciones distinguen prescripciones de larguísimo,
largo y breve tiempo.

✓ Materia Prescriptible: No todas las materias están sujetas a prescripción. En


general no lo están las cosas que no tienen valor comercial o que están al
servicio de toda la comunidad, o los bienes que tienen un valor religioso
destacado. Si la cosa no es prescriptible, la prescripción nunca podrá tener
eficacia por muy largo que sea el tiempo.

✓ Título: Para que pueda efectuarse la prescripción es necesario un título.


Consiste en la causa por la que uno considera que una cosa es suya, como por
ejemplo porque la ha recibido como donación o la ha comprado. Pero de hecho
el título puede ser solo supuesto, es decir, estimado o presunto, en cuanto el
poseedor de la cosa o del derecho, sin culpa suya, cree que existe
efectivamente el título, pero en realidad la cosa no es suya, porque por
ejemplo, ha sido robada, y él sin saberlo, no es su legítimo poseedor. Sin título
al menos estimado o presunto, difícilmente podrá existir la buena fe en el
poseedor de la cosa.

✓ Posesión: También se requiere la posesión. Esta es una cuestión de hecho.


Consiste en tener una cosa o un derecho como propio, sobre el fundamento de
un título determinado, aunque no sea verdadero, sino solo estimado o
presunto. Posesión y título están íntimamente vinculados. Sin título no se
puede pensar razonablemente que uno pueda considerar en buena fe que sea
suya una cosa de la que está en posesión. Este debe saber que para considerar
que una cosa es suya ha de tener un título legítimo.

✓ Buena fe: Para la legislación canónica, se requiere sobre todo de la buena fe.
Este requisito la legislación canónica no lo recibe de la legislación civil. El Can.
198 afirma claramente: “Ninguna prescripción tiene validez si no se funda en
la buena fe, no solo al comienzo, sino durante todo el decurso de tiempo
requerido para la misma, salvo lo establecido en el Can 1362”. El legislador
civil, por el contrario no se hace problemas de conciencia. No así el legislador

47
48

canónico, que requiere siempre no solo la buena fe jurídica, o sea, demostrable


ante la ley, sino también la buena fe teológica, es decir, ante la propia
conciencia. El legislador canónico afirma categóricamente que quien no tiene la
buena fe teológica, es decir, quien sabe que la cosa no es suya, aunque esté en
orden ante la ley, no puede prescribir, porque sería una violación de la ley
natural divina. Inocencio III sancionó solemnemente el siguiente principio:
“Como quiera que todo lo que no procede de la fe es pecado (Rom 14,23), por
juicio sinodal definimos que sin la buena fe no valga ninguna prescripción,
tanto canónica como civil, como quiera que de modo general ha de derogarse
toda constitución y costumbre que no puede observarse sin pecado mortal. De
ahí que es necesario que quien prescribe, no tenga conciencia de cosa ajena en
ningún momento del tiempo” (DenzH 816).

1.9.2.- La prescripción de las cosas sagradas

Canon 1269 Las cosas sagradas, si están en dominio de personas


privadas, pueden ser adquiridas por otras personas también privadas,
en virtud de la prescripción, pero no es lícito dedicarlas a usos profanos,
a no ser que hubieran perdido la dedicación o bendición; si
pertenecen, en cambio, a una persona jurídica eclesiástica pública, sólo
puede adquirirlas otra persona jurídica eclesiástica pública.

Cosa Sagrada es la “destinada al culto mediante dedicación o bendición” (c. 1171).


Para la prescripción de las cosas sagradas el Can emana disposiciones que sin negar
la posibilidad de que estas prescriban, la regula, sin embargo, de un modo más
rigurosa, dada la naturaleza de las cosas sagradas.
Hay que hacer una distinción del sujeto contra el cual tiene lugar la prescripción. Si se
trata de una persona jurídica eclesiástica pública, la prescripción puede suceder solo
en favor de otra persona jurídica eclesiástica: esto tiende a conservar en la Iglesia la
propiedad de los bienes eclesiásticos.
Si por el contrario el sujeto de dominio es privado, sea persona física o jurídica,
canónica o no, la prescripción puede hacerse tanto a favor de personas jurídicas
eclesiásticas publicas, como en favor de personas jurídicas privadas, jurídicas o no. Se
añade además una clausula limitativa: estos bienes no pueden ser empleados para
uso profano, a menos que hayan perdido la sacralidad.

1.9.3.- Tiempo requerido para la prescripción

Canon 1270 Los bienes inmuebles, los bienes muebles preciosos


y los derechos y acciones, tanto personales como reales, que
pertenecen a la Sede Apostólica prescriben en el plazo de cien años;

48
49

los pertenecientes a otra persona jurídica pública eclesiástica, en el


plazo de treinta años.

Se estableció que la prescripción se rige por la ley civil, pero el Código señala
excepciones o plazos especiales teniendo en cuenta o la persona a la cual pertenecen
los bienes inmuebles o muebles preciosos o también por razón de la cosa misma.
Los que pertenecen a la Santa Sede, ya sean bienes muebles o inmuebles preciosos y
también acciones ya personales o reales, para su prescripción se requieren cien años.
La misma clase de bienes o acciones que pertenezcan a una persona pública
eclesiástica, prescriben en el plazo de 30 años.

1.10.- Ayuda a la Santa Sede

Canon 1271 Por razón del vínculo de unidad y de caridad, y conforme a las
posibilidades de su diócesis, los obispos contribuyan a que la Sede Apostólica
disponga de los medios que, según las distintas circunstancias, necesita para
el debido servicio a la Iglesia universal.

El canon presenta un principio doctrinal de unidad


“La unión colegial se manifiesta también en las mutuas relaciones de cada Obispo con las
Iglesias particulares y con la Iglesia universal.” (Lumen Gentium 23)

En virtud de este principio, el “episcopado del mundo debe ayudar a “la actividad
apostólica de la iglesia universal promovida por la Sede Apostólica” para la obra
pontifica de las misiones, mediante el “Obolo de San Pedro” del 29 de junio. Este
canon es nuevo y por él se recuerda a los Obispos la obligación, fundada en la unidad
de la Iglesia, a ayudar al Romano Pontífice en su pastoral universal.

1.11.- Reforma del sistema beneficial

Canon 1272 En las regiones donde aún existen beneficios


propiamente dichos, corresponde determinar su régimen a la
Conferencia Episcopal, según normas establecidas de acuerdo con la
Sede Apostólica y aprobadas por ésta, de manera que las rentas e
incluso, en la medida de lo posible, la misma dote de los beneficios,
pasen gradualmente a la institución de que se trata en el canon 1274 §
1.

Según el Can 1409 CIC 1917: “El beneficio eclesiástico es una entidad jurídica
constituida o erigida a perpetuidad por la competente autoridad eclesiástica, que
consta de un oficio sagrado y del derecho a percibir las rentas anejas por la dote al
oficio”.

49
50

El origen histórico del instituto beneficial no encuentra concordes a los estudiosos.


Algunos lo hacen derivar de la evolución de la “precaria romana”, es decir, del fondo
dado a los soldados romanos en las colonias. La Iglesia hacía lo mismo cuando
comenzaron a surgir las iglesias rurales: se daban fondos a los sacerdotes
responsables de la cura de estas poblaciones.
Otros, en cabio, prefieren remontarse a la iglesia privada, que entro particularmente
en la praxis del sistema feudal de los pueblos germánicos.

En los últimos siglos, este sistema había sufrido fuertes convulsiones por el hecho de
que los Estados modernos habían confiscado los bienes eclesiásticos, especialmente
los beneficiales. Estos, no obstante, siguieron existiendo porque el beneficio constituía
el eje fundamental para la sustentación del clero y como tal, permaneció en la primera
codificación de 1917, que dedica a los beneficios más de cien cánones, regulando
minuciosamente sus diversos aspectos.

El Can 1410 admitía la posibilidad de que la masa de bienes pudiese estar constituida
también por las ofrendas de los fieles, o por derechos de estola o por subvenciones o
pensiones procedentes del Estado o incluso de otras fuentes con tal que fuesen ciertas.

El Concilio Vaticano II, consideró que el Sistema Beneficial, del que trataba el Código
de 1917 en los cánones 1419 al 1488, se debía cambiar o al menos reformar. Así lo dijo:
“Hay que dejar (abandonar) el sistema que llaman beneficial, o a lo menos hay que
reformarlo, de suerte que la parte beneficial, o el derecho a los réditos totales anejos al
beneficio, se considera como secundaria y se atribuya, en derecho, el primer lugar al
propio oficio eclesiástico, que, por cierto, ha de entenderse en los sucesivo cualquier
cargo conferido establemente para ejercer un fin espiritual.” 66

Por esta razón, el Motu Proprio de S.S. Paulo VI “Ecclesiae Sanctae” I, 8, (sobre normas
para la aplicación de algunos Decretos del Concilio Vaticano II,) del 06 de agosto de
1966 (AAS, vol. LVIII, [1967] 757-787), encomendó a la Comisión de Revisión de
Código de Derecho Canónico, que la redujo a dos cánones encomendando a la
Conferencia Episcopal su normatividad concreta en cada territorio de la Conferencia
Episcopal. Después se redujo al canon que comentamos.

Los Obispos, oídos los Consejos Presbiterales deben proveer a la equitativa


distribución de los bienes, incluso de las rentas de los beneficios. Se atiende a la
congrua remuneración de los clérigos.67

66Presbyterorum Ordinis, 20, b


67Canon 281 § 1 Los clérigos dedicados al ministerio eclesiástico merecen una retribución
conveniente a su condición, teniendo en cuenta tanto la naturaleza del oficio que desempeñan como
las circunstancias de lugar y tiempo, de manera que puedan proveer a sus propias necesidades y a la
justa remuneración de aquellas personas cuyo servicio necesitan.

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51

TITULO II
DE LA ADMINISTRACIÓN DE LOS BIENES
Cánones 1273-1289

2.1.- La autoridad suprema del Romano Pontífice

Canon 1273 En virtud de su primado de régimen, el Romano


Pontífice es el administrador y distribuidor supremo de todos los bienes
eclesiásticos.

El Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, por institución divina, es “principio y


fundamento, perpetuo y visible, de la unidad de fe y de comunión.“ 68 y “goza por institución
divina de potestad suprema, plena, inmediata y universal.”69 Doctrina que nuevamente
propuso la Iglesia y que el Código recogió en varios de sus cánones. 70

“La propiedad de los bienes es de la persona jurídica que los ha adquirido


legítimamente, pero permanece bajo la suprema autoridad del Romano Pontífice, que,
en virtud de la primacía de gobierno, es el SUPREMO ADMINISTRADOR Y DISTRIBUIDOR de
los bienes eclesiásticos”, 71 de conformidad con el canon 1256.

§2 Se ha de cuidar igualmente de que gocen de asistencia social, mediante la que se


provea adecuadamente a sus necesidades en caso de enfermedad, invalidez o vejez.
§3 Los diáconos casados plenamente dedicados al ministerio eclesiástico merecen una
retribución tal que puedan sostenerse a sí mismos y a su familia; pero quienes por ejercer o haber
ejercido una profesión civil, ya reciben una remuneración, deben proveer a sus propias necesidades y a
las de su familia con lo que cobren por ese título.

68 “Para que el mismo Episcopado fuese uno solo e indiviso, puso al frente de los demás Apóstoles al
bienaventurado Pedro e instituyó en la persona del mismo el principio y fundamento, perpetuo y visible, de
la unidad de fe y de comunión. “ (Lumen Gentium. 18 a)

69 “En esta Iglesia de Cristo, el Romano Pontífice, como sucesor de Pedro, a quien confió Cristo el
apacentar sus ovejas y sus corderos, goza por institución divina de potestad suprema, plena, inmediata y
universal para el cuidado de las almas. El, por tanto, habiendo sido enviado como pastor de todos los
fieles a procurar el bien común de la Iglesia universal y el de todas las iglesias particulares, tiene la
supremacía de la potestad ordinaria sobre todas las Iglesias” (Christus Dominus, 2)

70 Canon 331 El Obispo de la Iglesia Romana, en quien permanece la función que el Señor
encomendó singularmente a Pedro, primero entre los Apóstoles, y que había de transmitirse a sus
sucesores, es cabeza del Colegio de los Obispos, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia universal en la
tierra; el cual, por tanto, tiene, en virtud de su función, potestad ordinaria, que es suprema, plena,
inmediata y universal en la Iglesia, y que puede siempre ejercer libremente.
71 Ghirlanda, Gianfranco, “ El Derecho en la Iglesia, misterio de comunión”, Milán, 1990, pag. 565, n°

649

51
52

Este principio explica la razón de que para la enajenación de los bienes eclesiásticos
sea necesaria la licencia de la Santa Sede si el valor excede lo autorizado a la
Conferencia Episcopal, o la licencia del Obispo diocesano si está dentro de los límites
de su competencia.

2.2.- La constitución de un instituto especial

2.2.1.- El Instituto Diocesano para el sostenimiento del clero

Canon 1274 § 1 En toda diócesis debe haber un instituto especial que recoja
los bienes y oblaciones para proveer conforme al can. 281 a la sustentación de
los clérigos que prestan un servicio en la diócesis, a no ser que se haya
establecido otro modo de cumplir esta exigencia.

El Concilio Vaticano II 72 presentó en cambio del sistema beneficial existente la


creación de varios Institutos diocesanos para el sostenimiento del clero y para la
provisión social. También ordenó la creación de varios organismos administrativos
como el Consejo de asuntos económicos tanto diocesanos como parroquiales 73 El
Motu propio Ecclesiae Sanctae 74 determinó lo que sería el canon 281.

Dos temas han sido objeto de consideración:


 La remuneración de los clérigos
 La retribución de los servidores de la Iglesia

Se trata de dos fondos diferentes que se han de crear. El primero, para el


sostenimiento del clero comienza formándose con “las dotes de los beneficios” de
modo que gradualmente pase a ese fondo (c. 1272). Pero se deja libertad a los
Obispos: “a no ser que se haya establecido otro modo de cumplir esta exigencia”.

2.2.2.- El Instituto para la provisión social del clero

72 “Es, pues, muy conveniente que, por lo menos en las regiones en que la sustentación del clero
depende total o parcialmente de las dádivas de los fieles, recoja los bienes ofrecidos a este fin una
institución diocesana, que administra el Obispos con la ayuda de sacerdotes delegados, y, donde lo
aconseje la utilidad, también de seglares peritos en economía...en cada diócesis o región se constituya
un fondo común de bienes con el que los Obispos puedan satisfacer otras obligaciones para con las
personas al servicio de la Iglesia, y satisfacer otras necesidades de la diócesis, y por cuyo medio también
las diócesis más ricas puedan ayudar a las más pobres, de forma que la abundancia de aquéllas alivie
la escasez de éstas. Este fondo ha de constituirse, sobre todo, por las ofrendas de los fieles, peor
también por los bienes que provienen de otras fuentes, que ha de concretar el derecho.”
(Presbyterorum Ordinis. 21 a)
73 Cánones 492 al 494 y también en el canon 537
74 De S.S. Paulo VI, del 06 de agosto de 1996, I, 8, 3

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53

Canon 1274 § 2 Donde aún no está convenientemente organizada la


previsión social en favor del clero, cuide la Conferencia Episcopal de que
haya una institución que provea suficientemente a la seguridad social de los
clérigos.

En muchas Diócesis se ha tomado, para la seguridad social del clero, la afiliación bien
al ISS o a otras EPS, de carácter nacional para la seguridad del clero. Se han hecho
diversas experiencias y la Conferencia de Superiores Mayores también organizó un
seguro con Seguros Médicos Voluntarios, al cual se afiliaron varias Diócesis. En todo
caso, serán pocas las Diócesis que no tengan solucionado esta necesidad. De carácter
nacional se tiene el MASC (Mutuo Auxilio Sacerdotal), que sin ser un seguro
propiamente tal, es una ayuda colectiva para los sacerdotes al llegar a los 70 años. En
nuestra Arquidiócesis, para tal fin, fue creada la UCC (Unión caritativa del clero), por
Mons. Héctor Rueda Hernández

2.2.3.- Fondo común para otras necesidades diocesanas

Canon 1274 § 3 Constitúyase en cada diócesis, en la medida en que


sea necesario, una masa común, con la cual puedan los Obispos
cumplir las obligaciones respecto a otras personas que sirven a la
Iglesia y subvenir a las distintas necesidades de la diócesis, y por la
que también las diócesis más ricas puedan ayudar a las más pobres.

Este fondo, para las necesidades generales de la Diócesis, 75 tiene una finalidad
especial respecto de los servidores de la Iglesia. En muchas Diócesis se ha provisto
con la afiliación al ISS, lo cual evita grandes problemas a la Iglesias locales y
parroquiales, pero principalmente se cumple con un acto de justicia. Este fondo
puede ser alimentado con la generosidad de otras Diócesis que estén en mejores
condiciones. 76

2.2.4.- La cooperación para otras diócesis

Canon 1274 § 4 Según las circunstancias de cada lugar, los fines de


que se trata en los §§ 2 y 3 pueden lograrse mejor mediante
instituciones diocesanas federadas entre sí, o por medio de una
cooperación, e incluso por una asociación convenida entre varias
diócesis o constituida para todo el territorio de la misma Conferencia
Episcopal.

75 Este fondo es diferente del Fondo para el sostenimiento del clero (Communicationes, 1980, páginas
408-409, can. 16 § 1)
76 Ya San Pablo lo decía: “vuestra abundancia alivie la escasez de aquellos, para que asimismo su

abundancia alivie vuestra penuria, de manera que haya equidad” (2ª Corintios 8, 14

53
54

Se presentan varias soluciones, ya sea de carácter federativo de las varias conferencias


Episcopales y de una sola en la que se integren todas las Diócesis. La Conferencia
Episcopal Colombiana intentó tener un Seguro general para todo el clero del país,
pero no fue posible, lo único que quedó de tal esfuerzo fue el MASC, con la ayuda de
los católicos de Alemania.

2.2.5.- La administración del fondo común

Canon 1274 § 5 Si es posible, estas instituciones deben constituirse


de manera que obtengan eficacia incluso ante el ordenamiento civil.

La seguridad de todos estos fondos, en cada país, debe garantizarse por la adopción
de las leyes de la nación. Como el manejo de ellos debe estar en alguna Fiduciaria, es
necesaria la asesoría técnica.

Canon 1275 La masa de bienes provenientes de distintas diócesis se


administra según las normas oportunamente acordadas por los
Obispos interesados.

En caso de federación, es necesario que se haya convenido antes en las reglas de


administración y funcionamiento. Tales normas corresponden ser aprobadas por los
obispos cuyas Diócesis son miembros del Fondo.

2.3.- Competencia y atribución de los obispos

2.3.1.- La vigilancia

Canon 1276 §1 Corresponde al Ordinario vigilar


diligentemente la administración de todos los bienes pertenecientes a
las personas jurídicas públicas que le están sujetas, quedando a salvo
otros títulos legítimos que le confieran más amplios derechos.

Se establece un paralelismo entre el Romano Pontífice y el Obispo diocesano. Al


Sumo Pontífice le corresponde, por tener el primado de jurisdicción, la
administración universal de los bienes de la Iglesia y al Obispo, por su autoridad
pastoral le corresponde la vigilancia de la administración de los bienes propios de las
personas jurídicas que les están sometidas.

Respecto de los Religiosos, su propio ordinario religioso debe cuidar de los bienes de
las personas jurídicas que le están sometidas. La comunidad es una, pero las casas
tienen su propia autonomía.

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55

Otra norma es para los Monasterios sui iuris de monjas, ellos rinden cuentas
anualmente al Obispo diocesano.

2.3.2.- Instrucciones particulares

Canon 1276 § 2 Teniendo en cuenta los derechos, las costumbres


legitimas y las circunstancias, cuiden los Ordinarios de organizar todo
lo referente a la administración de los bienes eclesiásticos dando
instrucciones particulares dentro de los límites del derecho universal y
particular.

Al ordinario no solo le corresponde la vigilancia sino el dar normas oportunas, pero


teniendo en cuenta las costumbres y circunstancias y naturalmente dentro de los
límites del Derecho.

En este sentido, en nuestra Arquidiócesis, bajo el presupuesto jurídico y teológico que


el párroco no es el dueño de la parroquia, pues ya no estamos en el sistema beneficial,
los párrocos han de tener un Consejo de Asuntos económicos y presentar al señor
Arzobispo la propuestas más significativas del ejercicio de la administración tales
como las ventas o reformas de los bienes eclesiásticos.

2.4.- La administración diocesana

Canon 1277 Por lo que se refiere a la realización de actos de


administración que, atendida la situación económica de la diócesis,
sean de mayor importancia, el Obispo diocesano debe oír al consejo de
asuntos económicos y al colegio de consultores; pero, aparte de los casos
especialmente determinados en el derecho universal o en la escritura
de fundación, necesita el consentimiento del mismo consejo así como del
colegio de consultores para realizar los actos de administración
extraordinaria. Compete a la Conferencia Episcopal determinar qué
actos han de ser considerados de administración extraordinaria.

Para la realización de actos de la administración:


 Ordinaria requiere oír al Colegio de Consultores y al Consejo de Asuntos
Económicos;
 Extraordinaria requiere el consentimiento del Colegio de Consultores y del Consejo
de Asuntos Económicos

El Código no ha querido definir cuáles son los actos de la Administración Ordinaria y


de la Extraordinaria 77 y los ha dejado a la determinación de la Conferencia Episcopal.

77 Communicationes, 1984, página 33, canon 1228

55
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La Conferencia Episcopal de Colombia decreta:

Art. II: Además de los casos señalados en lo cánones 1277, 1292, parágrafos 1º y 2º;
1281, parágrafo 2º y 1295, son actos de administración extraordinaria la enajenación de
bienes inmuebles, cualquiera sea su valor y los actos que causen deudas o riesgos en
cantidades superiores a la mínima dentro de los cuales deben considerarse las
inversiones, los depósitos a término y operaciones bursátiles. Para estos últimos actos
se requiere al menos la autorización habitual de los Consejos competentes.

Art. III: Se requiere licencia previa del Obispo diocesano:

A. Para realizar contratos de arrendamiento de bienes eclesiásticos (c. 1297)

B. Para los actos de carácter económico en cantidades inferiores a la mínima que


causen deudas o riesgos, como son los enumerados en el artículo 2º del presente
Decreto. 78

El Obispo, por su parte determinará los límites de la administración ordinaria, que no


debe traspasar el administrador como lo veremos en canon 1281.

Tal exigencia de determinar “dentro de los límites del derecho universal”


corresponde al derecho propio esa determinación. 79 El canon 638 § 3 nos señala un
principio de valoración para definir que un acto de administración es extraordinario,
al decir: “una enajenación o cualquier operación en la cual pueda sufrir perjuicio la condición
patrimonial de una persona jurídica,”

78Legislación complementaria, páginas. 16-17


79Canon 638 § 1 Dentro de los límites del derecho universal, corresponde al derecho propio
determinar cuáles son los actos que sobrepasan la finalidad y el modo de la administración ordinaria,
así como también establecer los requisitos necesarios para realizar válidamente un acto de
administración extraordinaria.
§2 Además de los Superiores, realizan válidamente gastos y actos jurídicos de
administración ordinaria, dentro de los límites de su cargo, los encargados para esta función por el
derecho propio.
§3 Para la validez de una enajenación o de cualquier operación en la cual pueda sufrir
perjuicio la condición patrimonial de una persona jurídica, se requiere la licencia del Superior
competente dada por escrito, con el consentimiento de su consejo. Pero si se trata de una operación en
la que se supere la suma determinada por la Santa Sede para cada región, o de bienes donados a la
Iglesia, a causa de un voto, o de objetos de gran precio por su valor artístico o histórico, se requiere
además la licencia de la misma Santa Sede.
§4 Los monasterios autónomos de los que trata el can. 615 y los institutos de derecho
diocesano necesitan además obtener el consentimiento del Ordinario del lugar, otorgado por escrito.

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Es importante tener en cuenta las dos condiciones: “tener el consentimiento” es


inválido el acto si no se pide; “tener el consejo” es inválido si no oye a esas personas o
entidades. La mayor claridad la da el canon 127 80

2.5.- El ecónomo diocesano


El oficio de ecónomo o administrador, además de ser muy importante es un oficio de
mucha confianza, razón por la cual la provisión de este oficio se debe oír al colegio de
consultores y al consejo de asuntos económico. El canon 494 detalla las funciones que
le son propias

Canon 494 §1 En cada diócesis, el Obispo, oído el colegio de consultores y el consejo de


asuntos económicos, debe nombrar un ecónomo, que sea verdaderamente experto en materia
económica y de reconocida honradez.
§2 Se ha de nombrar al ecónomo para cinco años, pero el nombramiento puede renovarse
por otros quinquenios, incluso más de una vez, al vencer el plazo; durante el tiempo de su cargo, no
debe ser removido si no es por causa grave, que el Obispo ha de ponderar habiendo oído al colegio de
consultores y al consejo de asuntos económicos.
§3 Corresponde al ecónomo, de acuerdo con el modo determinado por el consejo de
asuntos económicos, administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad del Obispo y , con los
ingresos propios de la diócesis, hacer los gastos que ordene legítimamente el Obispo o quienes hayan
sido encargados por él.
§4 A final de año, el ecónomo debe rendir cuentas de ingresos y gastos al consejo de
asuntos económicos.

Este canon presenta una serie de condiciones para nombrar al ecónomo de una
diócesis:
✓ Oir al colegio de consultores
✓ Oir al Consejo de Asuntos ecónomicos
✓ Verdaderamente experto en la materia

80Canon 127 § 1 Cuando el derecho establece que, para realizar ciertos actos, el Superior necesita el
consentimiento o consejo de algún colegio o grupo de personas, el colegio o grupo debe convocarse a
tenor del can. 166, a no ser que, tratándose tan sólo de pedir el consejo, dispongan otra cosa el derecho
particular o propio; para la validez de los actos, se requiere obtener el consentimiento de la mayoría
absoluta de los presentes, o bien pedir el consejo de todos.
§2 Cuando el derecho establece que, para realizar ciertos actos, el Superior necesita el
consentimiento o consejo de algunas personas individuales:
1º. Si se exige el consentimiento, es inválido el acto del Superior en caso de que no
pida el consentimiento de esas personas o actúe contra el parecer de las mismas
o de alguna de ellas;
2º. si se exige el consejo, es inválido el acto del Superior en caso de que no escuche a
esas personas; el Superior, aunque no tenga ninguna obligación de seguir ese
parecer, aun unánime, no debe sin embargo apartarse del dictamen, sobre todo
si es concorde, sin una razón que, a su juicio, sea más poderosa.
§3 Todos aquellos cuyo consentimiento o consejo se requiere están obligados a manifestar
sinceramente su opinión, y también, si lo pide la gravedad de la materia, a guardar cuidadosamente
secreto, obligación que el Superior puede urgir.

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✓ De reconocida honradez
✓ Nombrado establemente al menos para cinco años con posibilidad de
reelección.
✓ No puede ser removido sin causa grave

Tareas que le competen:


✓ Administrar los bienes de la diócesis bajo la autoridad del Obispo
✓ Hacer los gastos que ordene el Obispo
✓ Rendir anualmente cuentas de los ingresos y los gatos al Consejo de Asuntos
Económicos.

Funciones EXTRAS encomendadas al ecónomo

Canon 1278 Además de las funciones que señala el can. 494 §§ 3


y 4, el Obispo diocesano puede encomendar al ecónomo las funciones
indicadas en los cann. 1276 §1, y 1279 § 2.

El Obispo le puede encomendar:

➢ La vigilancia sobre la administración de los bienes de las personas jurídicas


públicas que están bajo la autoridad del obispo (c. 1276 §1, )

➢ La administración directa de los bienes de una persona jurídica que por


derecho o por Estatutos no tiene administrador propio (1279 § 2)

2.6.- La administración de los bienes eclesiásticos

2.6.1.- Los administradores

Canon 1279 §1 La administración de los bienes eclesiásticos


corresponde, a quien de manera inmediata rige la persona a quien
pertenecen esos bienes, si no determinan otra cosa el derecho
particular, los estatutos o una costumbre legítima, y quedando a salvo
el derecho del Ordinario a intervenir en caso de negligencia del
administrador.
§ 2 Para la administración de los bienes de una persona
jurídica pública que no tenga administradores propios por disposición
del derecho, por escritura de fundación, o por sus estatutos, el
Ordinario a quien está sujeta designará por un trienio a personas
idóneas; este nombramiento es renovable.

La administración de los bienes de una persona jurídica eclesiástica, pública


corresponde a quien a la persona o al órgano que la dirige de modo inmediato. Por

58
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ejemplo, en una parroquia, le corresponde al párroco. 81 Los bienes de un Instituto de


vida consagrada, en cada provincia y en las comunidades locales, corresponde al
Superior mayor o al superior local, pero debe nombrar un ecónomo distinto del
Superior. 82

En caso de negligencia del administrador, corresponde al Obispo intervenir y ésta


puede ser amplia, pues es una facultad indeterminada, cuya interpretación se puede
extender hasta el cambio del administrador, lo mismo si comete abusos el
administrador.
Si la persona jurídica eclesiástica de carácter público no tiene administrador propio
por Derecho ni por Estatutos, entonces corresponde al Obispo diocesano el
nombramiento del administrador. 83

2.6.2.- El consejo de administración

Canon 1280 Toda persona jurídica ha de tener su consejo de asuntos


económicos, o al menos dos consejeros, que, conforme a los estatutos,
ayuden al administrador en el cumplimiento de su función.

Esta que es una norma nueva, está dentro del espíritu de participación de la
comunidad en la administración y gobierno. Por eso se “exige” que deba haber un
Consejo de asuntos económicos, muy semejante al de la Diócesis. Su número podría
ser al menos de dos. Su función la debe determinar los Estatutos. A esta norma están
sometidas las personas jurídicas sean públicas o privadas. De no ser posible el
Consejo se requiere de al menos dos consejeros, por lo que un CAE no se considera
como tal si no posee un número superior de miembros.

2.6.3.- Los actos de administración extraordinaria


Los actos de Administración, ya sean ordinarios o extraordinarios, se deben entender
solamente en campo canónico y no civil.

Canon 1281 § 1 Quedando firmes las prescripciones de los estatutos,


los administradores realizan inválidamente los actos que sobrepasan los
límites y el modo de la administración ordinaria, a no ser que hubieran
obtenido previamente autorización escrita del Ordinario.

81 Canon 532 El párroco representa a la parroquia en todos los negocios jurídicos, conforme a la
norma del derecho; debe cuidar de que los bienes de la parroquia se administren de acuerdo con la
norma de los cánones 1281-1288.
82 Canon 636 § 1 En cada instituto, e igualmente en cada provincia que gobierna un Superior
mayor, haya un ecónomo distinto del Superior mayor, y nombrado a tenor del derecho propio, que
lleve la administración de los bienes bajo la dirección del Superior respectivo. También en las
comunidades locales constitúyase, en cuanto sea posible, un ecónomo distinto del Superior local .
83 Communicationes, 1980, pag. 416, can. 24

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§ 2 Debe determinarse en los estatutos qué actos sobrepasan el límite


y el modo de la administración ordinaria; y si los estatutos no
prescriben nada sobre esta cuestión, compete al Obispo diocesano,
oído el consejo de asuntos económicos, determinar cuáles son estos
actos para las personas que le están sometidas.

La administración se divide en ordinaria y extraordinaria. Su distinción se funda en la


gestión administrativa, si ésta no pasa los límites que los Estatutos señalan, se llama
administración ordinaria, si sobrepasa los límites se denomina extraordinaria.

Otros criterios pueden ayudar a distinguir cuando se trata de administración


extraordinaria, los cuales podrían ser, la cuantía que disminuye el patrimonio, las
posibilidades de un éxito aleatorio o más bien las de fracaso o pérdida, cuando se
trata de algo de mucho riesgo, la repercusión en el mismo patrimonio o en el
producido o fruto. Los mismos plazos, demasiado largos para esperar el resultado,
etc. Hoy día, negocios de Bolsa, inversión en papeles bancarios, en negocios de alto
riesgo que compromete el patrimonio de la entidad.

Los Estatutos deben determinar los límites que sobrepasan el límite y el modo de la
administración, de no hacerlo, el Obispo Diocesano, oído el Consejo de Asuntos
Económicos podrá determinar ese límite. Esto solamente tratándose de las personas
jurídicas que están sometidas a su autoridad.

2.6.4.- La responsabilidad de la persona jurídica

La persona jurídica, en materia económica, obra por medio de sus administradores y


los actos que estos realizan pueden tener varias connotaciones:
 Pueden ser válidos si se realizan dentro de los límites de la competencia del
administrador y guardando todos los requisitos exigidos por la ley ya sea la
civil y la particular;
 Pueden ser inválidos: cuando realiza actos para los cuales no estaba autorizado, es
decir pasó el límite de su administración, pues entonces, para esos actos era
persona inhábil o porque en la realización de los actos se omitieron elementos
esenciales o sobre materia que no era de su competencia.
 Pueden ser válidos pero ilícitos: cuando sin omitir las normas esenciales se
prescinde de algunos requisitos que eran exigidos solamente para la licitud.

Canon 1281 § 3 A no ser que le haya reportado un provecho, y en la


medida del mismo, la persona jurídica no está obligada a responder
de los actos realizados inválidamente por los administradores; pero
de los actos que éstos realizan ilegítima pero válidamente, responderá
la misma persona jurídica, sin perjuicio del derecho de acción o de

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recurso de la misma contra los administradores que le hubieran


causado daños.

El canon en el parágrafo 3° se refiere a la responsabilidad de la persona jurídica


eclesiástica por los actos realizados por el administrador de los bienes temporales y
esa responsabilidad la presenta en los siguientes términos:

 No responde por los actos inválidamente realizados por el administrador, a no ser que
hubiera obtenido algún provecho, y en la medida del mismo. Sobre este punto
la Rota se pronunciado en varias oportunidades mediante respuesta judicial
 Responde la persona jurídica si los actos son válidos pero ilícitos pero no queda libre
de culpabilidad el administrador 84
 Responde la persona jurídica por los actos realizados válida y lícitamente por el
administrador. Esta parte no la presenta el canon, porque el algo fuera de duda.

2.7.- OBLIGACIONES Y DEBERES DE LOS ADMINISTRADORES

2.7.1.- En nombre de la Iglesia y conforme a derecho

Canon 1282 Todos aquellos, clérigos o laicos, que participan por


un título legítimo en la administración de los bienes eclesiásticos,
deben cumplir sus funciones en nombre de la Iglesia, y conforme al
derecho.

Se parte de un principio y es que la persona jurídica pública obra en nombre de la


Iglesia, como lo enseña el canon 116 § 1, cosa que no puede hacer las personas
jurídicas privadas. Por esta razón los administradores de los bienes eclesiásticos, sean
laicos o clérigos tienen un encargo en nombre de la Iglesia y por tanto lo deben
cumplir conforme a derecho.

2.7.2.- Juramento e inventario detallado

84Canon 128 Todo aquel que causa a otro un daño ilegítimamente por un acto jurídico o por otro
acto realizado con dolo o culpa, está obligado a reparar el daño causado.
Canon 1389 1389 §1 Quien abusa de la potestad eclesiástica o del cargo debe ser castigado
de acuerdo con la gravedad del acto u omisión, sin excluir la privación del oficio, a no ser que ya
exista una pena establecida por ley o precepto contra ese abuso.
§2 Quien, por negligencia culpable, realiza u omite ilegítimamente, y con daño ajeno, un
acto de potestad eclesiástica, del ministerio u otra función, debe ser castigado con una pena justa.

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Dos condiciones presenta el canon: el juramento de cumplir bien con su oficio y


también su fidelidad a la Iglesia por la creencia en sus dogmas. El texto del juramento
comienza con los artículos del Credo y viene luego el de fidelidad. Otra condición es
el inventario firmado.

Canon 1283 Antes de que los administradores comiencen a ejercer su


función:
1°.- Deben prometer, mediante juramento ante el Ordinario o su
delegado, que administrarán bien y fielmente;
2°.- Hágase inventario exacto y detallado, suscrito por ellos, de los
bienes inmuebles, de los bienes muebles, tanto preciosos como
pertenecientes de algún modo al patrimonio cultural, y de
cualesquiera otros, con la descripción y tasación de los mismos; y
compruébese una vez hecho;
3°.-Consérvese un ejemplar de este inventario en el archivo de la
administración, y otro en el de la curia; anótese en ambos cualquier
cambio que experimente el patrimonio.

El canon retoma la misma norma que presentaba el canon 1522 del Código anterior,
sobre lo que debe preceder a la toma de posesión del administrador de los bienes
eclesiásticos:
 El compromiso de administrar bien y fielmente los bienes eclesiásticos lo debe
prometer mediante juramento prestado ante el Ordinario del lugar. Este puede
delegar a otro para recibir el juramento.
 El inventario debe ser detallado y exacto. El cual será firmado por el
administrador y el Ordinario. El inventario que debe ser detallado debe
relacionar todos los bienes, muebles e inmuebles, los preciosos como los de
valor histórico o cultural, los cuales deben ser descritos y valorados. En doble
ejemplar, para los archivos, uno de la administración y otro de la Curia. Se irán
actualizando a medida que se produzcan actos nuevos con el ingreso o egreso
de algunos bienes.

2.7.3.- La debida diligencia como principal deber

Canon 1284 § 1 Todos los administradores están obligados a cumplir


su función con la diligencia de un buen padre de familia.

El Concilio recomienda el cuidado en la administración de los bienes eclesiásticos por


la finalidad de éstos, finalidad por la cual la Iglesia puede poseerlos.

62
63

“Los bienes eclesiásticos propiamente dichos, según su naturaleza, deben


administrarlos los sacerdotes según las normas de las leyes eclesiásticas, con la
ayuda, en cuanto sea posible, de seglares expertos, y destinarlos siempre a aquellos
fines para cuya consecución es lícito a la Iglesia poseer bienes temporales, esto es,
para el desarrollo del culto divino, para procurar la honesta sustentación del clero y
para realizar las obras del sagrado apostolado o de la caridad, sobre todo con los
necesitados “(PRESBYTER 17-c)

San Pablo recomienda: “Es preciso que los hombres vean en nosotros a los ministros
de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Por lo demás los que en los
administradores se busca es que sean fieles” (1 Corintios 4, 1-2)

La obligación de obrar con diligencia y fidelidad como lo hacen un buen padre de


familia.

2.7.4.- Principales obligaciones del administrador

El canon emplea una frase ya bien conocida, el cuidado de un buen padre de familia y
partiendo de esto detallar las obligaciones

Canon 1284 § 2 Deben por tanto:


1°.- vigilar para que los bienes encomendados a su cuidado no
perezcan en modo alguno ni sufran daño, suscribiendo a tal fin, si
fuese necesario, contratos de seguro;
2°.- cuidar de que la propiedad de los bienes eclesiásticos se asegure
por los modos civilmente válidos.
3°.-observar las normas canónicas y civiles, las impuestas por el
fundador o donante o por la legítima autoridad, y cuidar sobre todo
de que no sobrevenga daño para la Iglesia por inobservancia de las
leyes civiles;
4°.- cobrar diligente y oportunamente las rentas y producto de los
bienes, conservar de modo seguro los ya cobrados y emplearlos según
la intención del fundador o las normas legítimas;

El parágrafo segundo contiene un listado detallado de las principales


obligaciones de un buen administrador. Reproduce al canon 1523 del Código
anterior con algunas modificaciones como la del numeral 2°, sobre que las
propiedades de la Iglesia se asegure de acuerdo a las leyes civiles. La
disposición es amplia “la propiedad de los bienes eclesiásticos”, lo cual se
complemente con el canon 1290.
Otra novedad se observa en el numeral 3° en el que se recalca sobre la
observancia de las leyes canónicas y civiles, de tal modo que no se descuide

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algún precepto civil y que después le vengan cargas a la Iglesia. En contratos,


Escrituras y actos que deban realizarse de acuerdo a la ley civil, introducir
normas canónicas como requisitos para la validez.

Canon 1284 § 2 (continuación)


5°.- pagar puntualmente el interés debido por préstamo o hipoteca, y
cuidar de que el capital prestado se devuelva a su tiempo;
6°.- con el consentimiento del Ordinario, aplicar a los fines de la
persona jurídica el dinero que sobre del pago de los gastos y que
pueda ser invertido productivamente;
7°.- llevar con diligencia los libros de entradas y salidas;
8°.- hacer cuentas de la administración al final de cada año;
9°.- ordenar debidamente y guardar en un archivo conveniente y apto
los documentos e instrumentos en los que se fundan los derechos de
la Iglesia o del instituto sobre los bienes; y, donde pueda hacerse
fácilmente, depositar copias auténticas de los mismos en el archivo de
la curia.

El numeral 6° deja la posibilidad de que el superavit se invierta en forma productiva,


lo cual es de la competencia del Obispo diocesano, naturalmente debe oír al Consejo
de bienes económicos. La Conferencia Episcopal podría sugerir alguna forma, pero no
todas las Conferencia entran a legislar en esta materia.

2.7.5.- Presupuesto anual

Canon 1284 § 3 Se aconseja encarecidamente que los


administradores hagan cada año presupuesto de las entradas y
salidas; y se deja al derecho particular preceptuarlo y determinar con
detalle el modo de presentarlo.

La exigencia de un Presupuesto Anual, que lo presenta como un consejo encarecido,


se deja al derecho particular el determinar la manera de presentarlo, que de be ser de
acuerdo a las técnicas contables.

Por presupuesto, se entiende la previsión de gastos e ingresos por lo general para un


año. El presupuesto ayuda a las Diócesis y Personas jurídicas a establecer
prioridades y evaluar la gestión del año anterior, mirando a ver si se cumplieron los
objetivos. Se debe evitar el déficit, por el control mensual o corte de cuentas para no
dejar avanzar en el endeudamiento por falta de previsión, por el contrario se debe
ahorrar, para conseguir un superávit.

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2.7.6.- Donaciones con finalidad de piedad o caritativa

Canon 1285 Sólo dentro de los límites de la administración ordinaria


es lícito a los administradores hacer donaciones para fines de piedad o
de caridad cristiana con bienes muebles que no pertenezcan al
patrimonio estable.

Los fines de piedad o de caridad, son fines propios de la Iglesia 85 como también los
señalados el canon 1254 § 2. Hay un límite en todo, que las donaciones no
pertenezcan al patrimonio estable de la persona jurídica. Esta canon presenta esta
norma con una formulación mejor a la que traía el canon 1535 del Código de 1917.
Estas donaciones deben ser un acto de la administración ordinaria y con bienes
muebles.

2.7.7.- obligaciones de carácter social

Canon 1286 Los administradores de bienes:


1°.- en los contratos de trabajo y conforme a los principios que enseña
la Iglesia, han de observar cuidadosamente también las leyes civiles
en materia laboral y social;
2°.- deben pagar un salario justo y honesto al personal contratado, de
manera que éste pueda satisfacer convenientemente las necesidades
personales y de los suyos.

Los contratos de trabajo se han de hacer de acuerdo a la ley civil y de acuerdo a la


doctrina social de la Iglesia. Es un deber de los fieles el promover la justicia social 86
Es un deber de la Iglesia y un derecho de quienes sirven a la Iglesia a una justa
remuneración 87 Su Santidad Juan Paulo II ha enseñado:

85Canon 114 § 1 Se constituyen personas jurídicas, o por la misma prescripción del derecho o
por especial concesión de la autoridad competente dada mediante decreto, los conjuntos de personas
(corporaciones) o de cosas (fundaciones) ordenados a un fin congruente con la misión de la Iglesia que
trasciende el fin de los individuos.
§2 Los fines a que hace referencia el par. 1 se entiende que son aquellos que corresponden
a obras de piedad, apostolado o caridad, tanto espiritual como temporal.

86 Canon 222 § 2 Tienen también el deber de promover la justicia social, así como, recordando el
precepto del Señor, ayudar a los pobres con sus propios bienes.
87 Canon 231 § 2 Manteniéndose lo que prescribe en canon 230, § 1º, tienen derecho a una
conveniente retribución que responda a su condición, y con la cual pueden proveer decentemente a sus
propias necesidades y a las de su familia, de acuerdo también con las prescripciones del derecho civil;
y tienen también derecho a que se provea debidamente a su previsión y seguridad social y a la llamada
asistencia sanitaria

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“Además del salario, aquí entran en juego algunas otras prestaciones sociales que tienen
por finalidad la de asegurar la vida y la salud de los trabajadores y de su familia. Los
gastos relativos a la necesidad de cuidar la salud, especialmente en caso de accidentes
de trabajo, exigen que el trabajador tenga fácil acceso a la asistencia sanitaria y esto,
en cuanto sea posible, a bajo costo e incluso gratuitamente. Otro sector relativo a las
prestaciones es el vinculado con el derecho al descanso; se trata ante todo de regular el
descanso semanal, que comprenda al menos el domingo y además un reposo más
largo, es decir, las llamadas vacaciones una vez al año o eventualmente varias veces
por períodos más breves. En fin, se trata del derecho a la pensión, al seguro de vejez y
en caso de accidentes relacionados con la prestación laboral. En el ámbito de estos
derechos principales, se desarrolla todo un sistema de derechos particulares que,
junto con la remuneración por el trabajo, deciden el correcto planteamiento de las
relaciones entre el trabajador y el empresario.” (Laboren Exercens, 19)

2.7.8.- Rendir cuentas al Ordinario y a los fieles

Canon 1287 § 1 Quedando reprobada la costumbre contraria, los


administradores, tanto clérigos como laicos, de cualesquiera bienes
eclesiásticos que no están legítimamente exentos de la potestad de
régimen del Obispo diocesano, deben rendir cuentas cada año al
Ordinario del lugar, que encargará de su revisión al consejo de
asuntos económicos.
§2 Los administradores rindan cuentas a los fieles acerca de los
bienes que éstos entregan a la Iglesia, según las normas que determine
el derecho particular.

Como vimos en el canon 1276, el Ordinario del lugar tiene derecho de vigilar todos
los bienes eclesiásticos de las personas jurídicas que dependen de su autoridad. Como
consecuencia, queda reprobada toda costumbre contraria a este precepto.
Los Institutos de derecho pontificio non están sometidos a la autoridad de los
Ordinarios del lugar (c. 591 y 593)
Los Religiosos exentos o no sometidos a la autoridad de Obispo diocesano, no tiene
obligación de rendir cuentas al Ordinario del lugar, pero sí a su propio Ordinario
religioso.
Las ofrendas y donaciones especiales de los fieles se les debe informar no solo la
cuantía que se alcanzó a recolectar sino que ha llegado a su destino. Esta información
es muy conveniente, pues de esta manera se evitar sospechas.

2.7.9.- Licencia para trámites ante la autoridad civil

Canon 1288 Los administradores no deben incoar un litigio en


nombre de una persona jurídica pública, ni contestar a la demanda en

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el fuero civil, sin haber obtenido licencia del Ordinario propio dada
por escrito.

Los litigios sobre el patrimonio eclesiástico, por tanto de una persona jurídica pública,
no se deben llevar al fuero civil por iniciativa del administrador, si fuere necesario, es
al Ordinario a quien corresponde dar la licencia escrita bien sea para iniciar el litigio
como para contestar una demanda. Si se trata de un Instituto Religioso o de una
Sociedad clerical de vida apostólica de derecho pontificio, su Ordinario es el superior
mayor. De otros institutos su Ordinario es el Ordinario de lugar.

2.7.10.- Abandono del oficio por su propio arbitrio


La administración puede ser:

➢ por razón del oficio eclesiástico


➢ o puede ser, como lo prevé el canon 1279 § 2, por designación del Ordinario
por un trienio,
➢ o por disposición de los Estatutos.

Canon 1289 Aunque no estén obligados a administrar en virtud


de un oficio eclesiástico, los administradores no pueden abandonar
por su propio arbitrio el cargo recibido; y si se provoca un daño a la
Iglesia por ese abandono arbitrario, están obligados a restituir.

El oficio del administrador puede terminar por varios motivos:


• Terminación del término del mandato
• Renuncia aceptada
• Revocación del mandato por la autoridad competente
• Privación penal

El canon considera de un abandono arbitrario, es decir injustificado del encargo que


había asumido. El legislador quiere proveer a que la persona jurídica no se quede
sin administrador. Por tanto quien ha asumido el encargo no puede abandonarlo
arbitrariamente, es decir, sin advertir al menos al superior competente y en el
respeto de los compromisos asumidos. De un abandono arbitrario se podrían
derivar daños para la persona jurídica: de estos daños, él deberá responder.

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TITULO III
DE LOS CONTRATOS Y PRINCPALMENTE DE LA
ENAJENACION
Cánones 1290-1298

3.1.- Norma general de los contratos

Canon 1290 Lo que en cada territorio establece el derecho civil


sobre los contratos, tanto en general como en particular, y sobre los
pagos, debe observarse con los mismos efectos en virtud del derecho
canónico en materias sometidas a la potestad de régimen de la Iglesia,
salvo que sea contrario al derecho divino que el derecho canónico
prescriba otra cosa, quedando a salvo el can.1547.

El Código de 1983 recibe en su propia normatividad lo que la ley civil de cada nación
establece en materia de contratos en general como son : el objeto, la formalidad, las
cláusulas, las condiciones, etc. y de los contratos especiales, obligaciones jurídicas,
acciones judiciarias, validez o invalidez de algunos actos. Pero salvados siempre los
límites del derecho divino y del canónico. 88
El Código de 1917 abundaba en diversas clases de contratos, que no consideró
necesario el Código del 83 volver a proponer por cuanto los principios generales
contienen esas normas.

El canon hace referencia al c. 1547, con lo cual se admite la validez de los contratos
celebrados solamente ante testigos. Por tanto la demostración del contrato se puede
hacer por testigos.

3.2.- La enajenación: la debida licencia

3.2.1.- El Concepto de enajenación:

“Pasar o transmitir a otro el dominio de una cosa o algún otro derecho sobre ella”. En
sentido estricto es la transmisión de la propiedad de una cosa o de un derecho,
mediante la venta o la donación. En Derecho Canónico, enajenación se entiende todo
acto, operación o negocio que pueda modificar o perjudicar la situación patrimonial
de una persona, como se deduce del canon 1295.

88Canon 22 Las leyes civiles a las que remite el derecho de la Iglesia, deben observarse en derecho
canónico con los mismos efectos, en cuanto no sean contrarias al derecho divino ni se disponga otra
cosa en el derecho canónico.

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El canon habla “de cualquier operación” que podría ser la permuta, la hipoteca, el
empeño, la renuncia a un derecho a una herencia o a una donación, al fideicomiso, el
arrendamiento, la pignoración y contraer deudas que excedan la cantidad señalada
por la Conferencia Episcopal.

3.2.2.- Necesidad de la licencia

Canon 1291 Para enajenar válidamente bienes que por


asignación legítima constituyen el patrimonio estable de una persona
jurídica pública y cuyo valor supera la cantidad establecida por el
derecho, se requiere licencia de la autoridad competente conforme a
derecho.

Se trata de una medida para proteger la estabilidad del patrimonio de una persona
jurídica pública, y así evitar el riesgo de que la persona jurídica pueda
desestabilizarse. Se determinan unos límites comprendidos entre el mínimo y el
máximo, cuando sobre pasa esos parámetros se requiere para la validez de la
enajenación la licencia del superior, este puede ser el Obispo diocesano, el Superior
Mayor o la Conferencia Episcopal o la Santa Sede, según la cuantía.

Condiciones para la licencia:


 Que se trate de un bien eclesiástico de una persona jurídica pública (c. 1257 §
1), pues los bienes de la personas jurídicas privadas se rigen por su propios
estatutos (c. 1257 § 2)
 Que los bienes hagan parte del patrimonio estable, por asignación legítima, es
decir que en las reglas o los estatutos se hayan asignado al patrimonio estable,
(la base económica para la vida y actividad de la persona jurídica)
 Que el valor del bien supere el límite mayor establecido por el derecho o por la
legítima autoridad.

3.2.2.- La autoridad competente

Canon 1292 § 1 Quedando a salvo lo prescrito en el can. 638 § 3,


cuando el valor de los bienes cuya enajenación se propone, se halla
dentro de los límites mínimo y máximo que fije cada Conferencia
Episcopal para su respectiva región, la autoridad competente se
determina por los propios estatutos, si se trata de personas jurídicas
no sujetas al Obispo diocesano; pero, si le están sometidas, es
competente el Obispo diocesano, con el consentimiento del consejo de
asuntos económicos y del colegio de consultores, así como el de los
interesados. El Obispo diocesano necesita también el consentimiento
de los mismos para enajenar bienes de la diócesis.

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§ 2.- Si se trata, en cambio, de bienes cuyo valor es superior a la


cantidad máxima, o de exvotos donados a la Iglesia, o de bienes
preciosos por razones artísticas o históricas, se requiere para la
validez de la enajenación también la licencia de la Santa Sede.
El caso, que este canon presenta, es de la enajenación de bienes, cuyo
valor está dentro de los límites mínimo y máximo fijado por la
Conferencia Episcopal.

La Conferencia Episcopal de Colombia decreta:

Art. 1.- Las sumas máxima y mínima de las que trata el canon 1292 se fijan así: La
cantidad máxima es en pesos colombianos, la equivalente a US$ 900.000; La mínima es
también en pesos colombianos la equivalente a US$ 600.000; en ambos casos cotizados
éstos en el mercado oficial el día anterior a aquel en que se pide la licencia.” 89

La persona jurídica puede no estar sometida a la autoridad del Obispo. Para cada
caso, indica cuál es la autoridad competente.

La autoridad competente para dar la licencia requerida tiene relación con el bien que
se pretende enajenar, por tanto:

 Si el bien está comprendido entre la suna mínima y máxima, establecida por la


Conferencia Episcopal, con la aprobación de la Santa Sede
➢ Si son personas jurídicas sometidas al Obispo, la licencia pertenece al
Obispo diocesano con el consentimiento del Colegio de Consultores y del
Consejo de asuntos económicos. Este consentimiento es necesario para el
Obispo si va a enajenar bienes que pertenecen a la Diócesis.
➢ Si se trata de personas jurídicas que no están sometidas al Obispo diocesano,
la autoridad competente es aquella determinada por los Estatutos propios.
➢ Si se trata de Institutos Religiosos o Institutos Seculares 90 o de Sociedades
de Vida Apostólica 91 se ha de tener en cuenta lo que exige el canon 638 § 3.
Para ellos la suma máxima es la determinada por la Santa Sede para cada

89 Normas Complementarias, pag.16. En la actualidad este número es el que irá a regir una vez que la
Santa Sede apruebe la recognitio, porque el Decreto que regirá la nueva norma no se ha publicado
todavía, se espera estaba la aprobación de la Santa Sede para que rijan estas sumas: US$ 600.000 la
mínima y US$ 900.000 la máxima.
90 Canon 718 La administración de los bienes del instituto, que debe manifestar y fomentar la
pobreza evangélica, se rige por las normas del Libro V, De los bienes temporales de la Iglesia, así como
también por el derecho propio del instituto. De igual modo, el derecho propio ha de determinar las
obligaciones, sobre todo económicas, del instituto respecto a aquellos miembros que trabajan para el
mismo.
91 Canon 741 §1 Las sociedades y, si las constituciones no determinan otra cosa, sus
circunscripciones y casas, son personas jurídicas y, en cuanto tales, tienen capacidad de adquirir,
poseer, administrar y enajenar bienes temporales, de acuerdo con la prescripciones del Libro V, De los
bienes temporales de la Iglesia, de los cann. 636, 638 y 639, y también del derecho propio.

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región y por tanto cuando la enajenación supere ese límite se requiere


licencia de la Santa Sede.
➢ “Los monasterios autónomos y los institutos de derecho diocesano,
necesitan además obtener el consentimiento del Ordinario del lugar,
otorgado por escrito” (c. 638 § 4).
 Si el valor supera el límite máximo, para la validez de la alienación se requiere
licencia de la Santa Sede
 Pero si se trata de dones votivos hechos a la Iglesia o de objetos preciosos,
aunque se obtenga la voluntad del donante se requiere la autorización de la
Sede Apostólica. 92

La Conferencia Episcopal, Decreta:

Art. II Además de los casos señalados en los Cánones 1277, 1292, parágrafos 1º y 2º;
1281, parágrafo 2º y 1º295, son actos de administración extraordinaria la enajenación de
bienes muebles, cualquiera sea su valor, y los actos que causan deudas o riesgos en
cantidades superiores a la mínima dentro de los cuales deben considerarse las
inversiones, los depósitos a término y las operaciones bursátiles. Para estos últimos
actos se requiere al menos la autorización habitual de los Consejos competentes.

Art. III: Se requiere licencia previa del Obispo diocesano:


a.- Para realizar actos de carácter económico en cantidades inferiores a la mínima que
causen deudas o riesgos, como son los enumerados en el artículo 2º del presente
Decreto.” 93

3.3.- Otras normas y formalidades

3.3.1.- Enajenación de bienes divisibles

Canon 1292 § 3 Si la cosa que se va a enajenar es divisible, al pedir la


licencia para la enajenación deben especificarse las partes
anteriormente enajenadas; de lo contrario, es inválida la licencia.

Un bien divisible es aquel que puede dividirse o fraccionarse sin que se altere su
naturaleza económica, pues cada parte, es una porción del todo. Por ejemplo un
fondo económico, un edificio que consta de apartamentos, etc. Para la validez de la
licencia se exige que se indique “las partes anteriormente enajenadas.” La subrepción
u ocultación de la verdad impide la validez, como lo establece el canon 63

92 Respuesta de la Comisión Pontificia de Interpretación del Código del 14 de enero de 1922


93 Normas Complementarias, pag. 17

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3.3.2.- El deber de dar consentimiento o el parecer

Canon 1292 § 4 Quienes deben intervenir en la enajenación de


bienes con su consejo o su consentimiento no han de darlos si antes no
se les informó exactamente, tanto de la situación económica de la
persona jurídica cuyos bienes se desea enajenar como de las
enajenaciones realizadas con anterioridad.

De conformidad con el canon 127 § 3 94 las personas que deben dar su consejo o
parecer deben hacerlo rectamente, pues además de ser un deber moral es también un
deber jurídico.
Para estas personas puedan dar un consejo atinado es necesario:
 Que se les informe sobre la situación económica exacta de la persona jurídica y
de los bienes que desean enajenar; si faltase tal información, será estará
atentando contra la estabilidad de la persona jurídica

 Que obtengan información de otras enajenaciones anteriores. Cuando pesan


varias enajenaciones, es preciso examinar si puede soportar otra más o va a la
quiebra. Entonces la advertencia es necesaria para que no se aconseje tal
enajenación.

3.3.3.- Otros requerimientos de prudencia

Canon 1293 § 1 Para la enajenación de bienes cuyo valor excede la


cantidad mínima determinada, se requiere además:
1°.- causa justa, como es una necesidad urgente, una evidente utilidad,
la piedad, la caridad u otra razón pastoral grave;
2°.- tasación de la cosa que se va a enajenar, hecha por peritos y por
escrito.
§ 2 Para evitar un daño a la Iglesia deben observarse también aquellas
otras cautelas prescritas por la legítima autoridad.

Ahora vamos a fijarnos en la enajenación de los bienes cuyo valor excede la cantidad
mínima determinada por la Conferencia Episcopal y aprobada por la Santa Sede. Se
exigen unos requisitos:
 Causa justa: que puede ser una necesidad urgente (reparaciones de la vivienda,
ampliación de la misma por mayor número de aspirantes), evidente utilidad (la

94 Canon 127 § 3 Todos aquellos cuyo consentimiento o consejo se requiere están obligados a
manifestar sinceramente su opinión, y también, si lo pide la gravedad de la materia, a guardar
cuidadosamente secreto, obligación que el Superior puede urgir.

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73

adquisición de un terreno para una nueva fundación), motivo de piedad,


caridad u otra razón grave. Si la concesión de la licencia es dada por una
autoridad inferior al Romano Pontífice, la causa justa es para la validez. 95
 La valoración por peritos que sean dignos de confianza, competencia y
responsabilidad. No se puede dejar al concepto de un perito sino de “peritos”.

Otras medidas cautelares pueden ser exigidas por la autoridad competente, pues es
necesario que se eviten daños a la Iglesia por el afán de salir de un apuro. Todas esas
medidas de prudencia pueden salvar de la ruina a la persona jurídica.

3.3.4.- El precio de la enajenación

Canon 1294 § 1 Ordinariamente una cosa no debe enajenarse por un


precio menor al indicado en la tasación.
§ 2 El dinero cobrado por la enajenación debe colocarse con cautela
en beneficio de la Iglesia, o gastarse prudentemente conforme a los
fines de dicha enajenación.

El precio fijado por los peritos se ha de sostener, para no enajenar por un valor
inferior, esto como norma general. No faltarán circunstancias en que ese precio tasado
deba rebajarse. Generalmente los peritos también señalan un precio mínimo y uno
máximo para llegar a un cantidad intermedia.
El Código actual ha suprimido la praxis de la legislación anterior, que la enajenación
debía hacerse en pública subasta.
El destino del dinero fruto de la enajenación se debe destinar para la finalidad que se
presentó como causa justa, de lo contrario la causa alegada era falsa.

3.3. Los Estatutos se han de acomodar a los cánones 1291-1294

Canon 1295 Los requisitos establecidos en los cann. 1291-1294, a los


que también se han de acomodar los estatutos de las personas
jurídicas, deben observarse no sólo en una enajenación, sino también
en cualquier operación de la que pueda resultar perjudicada la
situación patrimonial de la persona jurídica.

Como la enajenación se toma en el Derecho Canónico en sentido amplio, “cualquier


operación de la que pueda resultar perjudicada la situación patrimonial de la persona
jurídica”, por esta razón, lo prescrito en los cánones 1291-1294 se ha de aplica a

95 Canon 90 § 1 No se dispense de la ley eclesiástica sin causa justa y razonable, teniendo en cuenta las
circunstancias del caso y la gravedad de la ley de la que se dispensa; de otro modo, la dispensa es
ilícita, y si no ha sido concedida por el mismo legislador o por su superior, es también inválida

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cualquier operación o cualquier enajenación. Como lógica consecuencia los Estatutos


se debe acomodar a esta norma.

3.3.6.- La inválida enajenación canónica, válida en lo civil

Canon 1296 Si se enajenaron bienes eclesiásticos sin las debidas


solemnidades canónicas, pero la enajenación resultó civilmente válida,
corresponde a la autoridad competente, después de sopesar todo
debidamente, determinar si debe o no entablarse acción, y de qué tipo,
es decir, si personal o real, y por quien y contra quien, para
reivindicar los derechos de la Iglesia.

No es de extrañar que para la legislación civil de un bien eclesiástico no se exija la


licencia requerida para la validez, según el Derecho Canónico, en cuyo caso esa
enajenación sería inválida para la Iglesia, pero válida en la legislación civil. Cuando
esto suceda se deben estudiar las medidas conducentes para que la Iglesia haga
reconocer sus derechos, por la acción más apropiada.

3.3.7.- El arrendamiento de los bienes eclesiásticos


3.3.7.1.- Competencia de la Conferencia Episcopal

Canon 1297 Teniendo en cuenta las circunstancias de los lugares,


corresponde a la Conferencia Episcopal establecer normas sobre el
arrendamiento de bienes de la Iglesia, y principalmente la licencia que
se ha de obtener de la autoridad eclesiástica competente.

Las normas del canon 1541 del Código de 1917, han sido simplificadas y dejado su
reglamentación la Conferencia Episcopal, pues las circunstancias locales son muy
diferentes. 96 La Conferencia Episcopal debe dar una norma concreta para que la
autoridad competente dé la licencia, cumplidas algunas condiciones, que no estén en
contraposición con las normas civiles y teniendo cuidado con las cláusulas de
arrendamiento.

3.3.7.2.- A quienes no se deben vender o arrendar

Canon 1298 Salvo que la cosa tenga muy poco valor, no deben venderse o
arrendarse bienes eclesiásticos a los propios administradores o a sus
parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad o de afinidad, sin licencia
especial de la autoridad eclesiástica competente dada por escrito.

96 Communicationes, 1973, pag. 101, n. 39

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A menos que los bienes eclesiásticos sean de un valor mínimo, no se deben vender ni
arrendar a:
 A los mismos administradores
 Ni a los parientes hasta el cuarto grado de consanguinidad (primos hermanos) o
de afinidad en el mismo grado. Para la licitud es necesaria licencia escrita de la
autoridad competente para enajenar a cualquiera de los antes mencionados.

TITULO IV
LAS PIAS VOLUNTADES EN GENERAL Y DE LAS
FUNDACIONES PIAS
CANONES 1299 -1310

4.1.- Introducción
Se consideró, por algunos, como fuera de lugar en el Libro V, las “Pías voluntades”, la
razón expuesta por algunos Consultores de la Comisión de Revisión del Código, fue
la siguiente: “No todo lo se ordena allí, pertenece propiamente al derecho
patrimonial de la Iglesia”97 El asunto se resolvió por ser algo de carácter técnico,
razón por la cual, La Pía Voluntad va al fin del Libro V, a modo de apéndice. 98

El avance tecnológico de esta parte, con relación al Código de 1917, se puede decir
que está en el orden que se ha puesto a la materia, pues está mejor relacionada e
integrada orgánicamente.
Entre las varias innovaciones que se encuentran en el Código de 1983, respecto de
este Título IV, podemos mencionar las siguientes:

 Se define con mayor claridad La Fundación, dando lugar a que se consideren las
autónomas y las no autónomas 99

 El haber unido Las Pías Voluntades y Las fundaciones Pías porque “en la prácticas
se relacionan íntimamente” 100

 Se ampliaron las facultades al Obispo diocesano y a los Ordinarios para la


reducción de cargas anexas a las causas pías y las obligaciones de Misas, ya
concedidas por Pastorale Munus.

97 “Non omnia quae in eis ordinantur, ad ius patrimoniale Ecclesiae proprie pertinent”
98 Communicationes, 1973, pag. 101, al final)
99 Communicationes ,, 1977, páginas 272-273
100 “Piae voluntates simul cum piis fundationibus tractantur quia in praxi intime conectuntur” (Las

pías voluntades se tratan al mismo tiempo con las fundaciones pías, porque en práctica se relacionan
íntimamente) en Communicationes, 1973, pag. 101

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Otras innovaciones son menor relieve, sin que por esto tengan gran importancia.

4.2.- La Pía Voluntad en general


4.2.1.- Concepto
Siguiendo la tradición canonística, que se refleja en el canon 1513 del Código de 1917,
Pía voluntad es cualquier disposición de los propios bienes, por acto inter vivos o
mortis causa, con la finalidad religiosa o caritativa en beneficio de la Iglesia.

Estas causas pías pueden ser eclesiásticas y laicales. Las primera si están vinculadas a
una persona jurídica pública eclesiástica o es una fundación autónoma erigida por la
competente autoridad eclesiástica. (c. 1303 § 1)

Se llaman Laicales, si los bienes aunque destinados a un fin religioso o caritativo se


halla unido a una persona física o jurídica de carácter privado.

4.2.2.- Competencia de la Iglesia

Canon 1299 § 1 Quien, por el derecho natural y canónico, es capaz


de disponer libremente de sus bienes, puede dejarlos a causas pías,
tanto por acto inter vivos como mortis causa.
§2 Para las disposiciones mortis causa en beneficio de la Iglesia,
obsérvense, si es posible, las solemnidades prescritas por el
ordenamiento civil; si éstas se hubieran omitido, se ha de amonestar a
los herederos sobre la obligación que tienen de cumplir la voluntad
del testador.

Por razón de la naturaleza y el fin de la Pía Voluntad eclesiástica, la Iglesia tiene


competencia para la disciplina de la misma, independiente de la autoridad civil, la
cual, por razón del contrato, como lo establece el canon 1990, se rige por las leyes
civiles, es decir sobre la capacidad del donante y la formalidad del acto de donación.
Respecto de la capacidad del donante, se sabe que por derecho natural y canónico todos
tienen capacidad de disponer libremente de sus bienes.101

Respecto de la formalidad, el canon se refiere a “las disposiciones mortis causa en


beneficio de la Iglesia y dispone que se han de observar las formalidades prescritas
por el ordenamiento civil. Si se hubieren omitido se debe amonestar a los heredero
del cumplimiento de la voluntad del donante.

101El canon 668 § 5 establece: “El profeso que, por la naturaleza del instituto, haya renunciado a todos
sus bienes, pierde la capacidad de adquirir, y poseer, por lo que son nulos sus actos contrarios al voto
de pobreza. Lo que adquiera después de la renuncia, pertenecerá al instituto conforme a la norma del
derecho propio.

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4.2.3.- El correcto cumplimiento

Canon 1300 Deben cumplirse con suma diligencia, una vez


aceptadas, las voluntades de los fieles que donan o dejan sus bienes
para causas pías por actos inter vivos o mortis causa, aun en cuanto al
modo de administrar e invertir los bienes, salvo lo que prescribe el
can. 1301 §3.

El canon 1267 § 2 establece que no se pueden rechazar sin causa justa las oblaciones,
por tanto con causa justa se pueden rechazar una pía voluntad, pero si ha aceptado
de modo legítimo, es decir como lo prescribe el canon 1304, se ha de cumplir con
suma diligencia, aun en cuanto al modo de administrar e invertir los bienes, que
desde ese momento quedan al cuidado y vigilancia del Obispo como lo dispone el
canon 1301.

4.2.4.- Derechos y obligaciones del Ordinario

Canon 1301 § 1 El Ordinario es ejecutor de todas las pías voluntades,


tanto mortis causa como inter vivos.
§ 2 En virtud de este derecho, el Ordinario puede y debe vigilar,
también mediante visita, que se cumplan las pías voluntades; y los
demás ejecutores deben rendirle cuentas, una vez cumplida su
función.
§ 3 Las cláusulas contenidas en las últimas voluntades que sean
contrarias a éste derecho del Ordinario, se tendrán por no puestas.

Por razón del fin de la Pía Voluntad, el Ordinario es el ejecutor de todas las pías
voluntades, ya sean mortis causa como inter vivos.

Como consecuencia de este título, al Ordinario le corresponde como derecho y deber


la vigilancia personal sobre el cumplimiento de las pías voluntades. El canon 137 lo
autoriza para delegar esta vigilancia. Su deber es sobre todas las pías voluntades, por
tanto no quedan excluidas, a tenor del canon 325 § 2, las que han sido encomendadas
a asociaciones privadas de fieles. Por tanto todos los ejecutores de las pías voluntades
le deben rendir informe al Ordinario. Cualquier cláusula contraria a este derecho del
Ordinario se tendrá por no puesta, pues el derecho de ejecutor nato de las causas pías
es inderogable.

4.2.5.- Bienes entregados en fiducia destinados a causas pías

Canon 1302 § 1 Quien adquirió como fiduciario unos bienes


destinados a causas pías, sea por acto inter vivos sea por testamento,
debe informar de su fiducia al Ordinario, dándole cuenta de todos

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aquellos bienes, tanto muebles como inmuebles, y de las cargas


anexas; pero si el donante hubiera prohibido esto, expresa y
totalmente, no deberá aceptar la fiducia.
§ 2 El Ordinario debe exigir que los bienes entregados en fiducia se
coloquen de manera segura, y vigilar la ejecución de la pía voluntad
conforme al c. 1301.
§ 3 Cuando unos bienes han sido entregados en fiducia a un
miembro de un instituto religioso, o de una sociedad de vida
apostólica, si están destinados a un lugar o diócesis, o a sus habitantes
o para ayudar a causas pías, el Ordinario a que se refieren los §§ 1 y 2
es el del lugar; en caso contrario, es el Superior mayor en el instituto
clerical de derecho pontificio y en las sociedades clericales de vida
apostólica de derecho pontificio, o bien el Ordinario propio del mismo
miembro en los demás institutos religiosos.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua trae estas definiciones:


Fiducia, etimológicamente significa confianza.
Fiduciario: es el “ Heredero o legatario a quien el testador manda transmitir los bienes
a otra u otras personas, o darles determinada inversión.”
Fideicomiso es la: “Disposición por la cual el testador deja su hacienda o parte de ella
encomendada a la buena fe de uno para que, en caso y tiempo determinados, la
transmita a otro sujeto o la invierta del modo que se le señala”

También son objeto de vigilancia por parte del Ordinario de los fideicomisos
entregados a fiduciario en favor de causas pías, es decir la persona que recibe los
bienes de una persona sea por acto entre vivos, o por testamento, con el encargo de
emplearlos con determinado fin religioso o caritativo. Debe darle cuenta al Ordinario
de la fiducia. Si el donante prohibió, no ha debido recibir la fiducia, si la recibió esa
prohibición se ha de tener por puesta.

Para asegura la voluntad pía, el Ordinario debe cuidar de que los bienes fiduciarios se
coloquen bajo seguridad. Si son dineros, los Bancos reciben la fiducia, si son bienes
muebles o inmuebles se buscará la mejor forma de asegurar el cumplimiento de la
voluntad pía.

Si la fiducia se dio a un miembro de un Instituto Religioso o de una Sociedad de Vida


Apostólica, éste debe informar al Ordinario, puede ser el Obispo o el Superior Mayor.
Es al Obispo si la fiducia es para un lugar o diócesis, o a sus habitantes o para ayudar
a causas pías, el Ordinario es el del lugar, en caso contrario es al Ordinario Religioso.

4.3.- Las fundaciones pías

Canon 1303 § 1 Bajo el nombre de fundaciones pías se comprenden


en el derecho:

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1°.- las fundaciones pías autónomas, es decir, los conjuntos de cosas


destinados a los fines de que se trata en el can. 114 § 2, y erigidos
como personas jurídicas por la autoridad eclesiástica competente;
2°.- las fundaciones pías no autónomas, es decir, los bienes temporales,
dados de cualquier modo a una persona jurídica pública con la carga
de celebrar Misas y cumplir otras funciones eclesiásticas determinadas
con las rentas anuales, durante un largo período de tiempo, que habrá
de determinar el derecho particular, o de conseguir de otra manera
los fines indicados en el can.114 § 2.

4.3.1.- Concepto y distinción


“En toda causa piadosa hay siempre una pia voluntas como acto generador de aquella,
que puede actuarse de diversos modos: ora constituyendo una institución
patrimonial (institución pía), ora aportando bienes a una persona jurídica ya
existente (fundación pía), con autonomía administrativa o sin ella.” 102

Las fundaciones piadosas son una modalidad de las causas pías, es decir que entre
las causas pías tiene especial importancia las fundaciones pías. Estas están
constituidas por bienes sean muebles o inmuebles cuya finalidad son “obras de
piedad, apostolado o caridad, tanto espiritualidad como temporal”. 103

Las Fundaciones Pías son:

 Fundaciones Pías Autónomas: son conjuntos de cosas destinados a obras de


piedad, apostolado o caridad, tanto espiritualidad como temporal y erigidos
como persona jurídica por la autoridad eclesiástica competente (c. 114 § 1). La
Fundación autónoma como “persona jurídica es por naturaleza perpetua” (c.
120 § 1) 104
 Fundaciones Pías no Autónomas: los bienes temporales, dados de cualquier modo
a una persona jurídica pública ya existente, con el encargo de celebrar Misas o
funciones eclesiásticas con las rentas anuales, durante un período largo de
tiempo o para a obras de piedad, apostolado o caridad, tanto espiritualidad
como temporal. El derecho particular determinará el tiempo que ha de durar
esta fundación pía no autónoma.

4.3.2.- Destino de los bienes de la fundación pía no autónoma

102 Comentario al canon 1299 de Código de EUNSA


103 Canon 114 § 2
104 Las Fundaciones Pías autónomas las llamó el Código de 1917, en el Título XXVI cánones 1489 al

1494, Institutos eclesiásticos no colegiales

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Canon 1303 § 2 Una vez vencido el plazo, los bienes de una


fundación pía no autónoma, si hubiesen sido confiados a una persona
jurídica sujeta al Obispo diocesano, deben destinarse a la institución de
que trata el can. 1274 § 1, a no ser que fuera otra la voluntad del
fundador expresamente manifestada; en otro caso, revierten a la
misma persona jurídica.

Terminado el tiempo fijado por el derecho particular, los bienes de la Fundación Pía
no Autónoma, tendrán el siguiente destino:
 Si se trata de bienes confiados a una persona jurídica sometida al obispo
diocesano:
➢ Se transfieren al Instituto especial para el sostenimiento del clero
➢ En otro caso se revierten en la misma persona jurídica
 Si se trata de bienes confiados a una persona jurídica no sometida al obispo
diocesano, pasan a la misma persona jurídica

4.3.3.- La aceptación de una fundación pía

Canon 1304 § 1 Para que una persona jurídica pueda aceptar


válidamente una fundación se requiere licencia escrita del Ordinario;
licencia que no concederá sin haber comprobado legítimamente que
la persona jurídica puede cumplir tanto la nueva carga como las
anteriormente aceptadas; y debe cuidar sobre todo de que las rentas
cubran totalmente las cargas anexas, según los usos del lugar o de la
región.
§ 2 El derecho particular determinará condiciones más específicas para
la constitución y aceptación de fundaciones.

Es evidente que el canon se refiere a una Fundación Pía no Autónoma que se quiere
adscribir a una Persona Jurídica Pública. Para la validez de la aceptación es necesaria
la licencia escrita del Ordinario.

Antes de que el Ordinario conceda la licencia debe observar algunos requisitos para
asegurar la capacidad de cumplimiento por parte de la persona jurídica que acepta la
Fundación Pía no Autónoma.
➢ Si la persona jurídica puede cumplir con la carga que asume y las otras que
posiblemente tiene
➢ Que las obligaciones que se imponen se puedan cumplir con el producto o
rentas de los bienes que se entregan.
➢ Otras condiciones se dejan al derecho particular, se de la Conferencia Episcopal,
o de los Decretos del Obispo diocesano o del Ordinario Religioso.

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4.3.4.- La colocación del dinero y de los bienes como dote

Canon 1305 El dinero y los bienes muebles asignados como dote han
de depositarse inmediatamente en un lugar seguro aprobado por el
Ordinario, a fin de conservar ese dinero o el precio de los bienes
muebles, y colocarlos cuanto antes, cauta y útilmente, en beneficio de la
fundación, con mención expresa y detallada de las cargas, según el
prudente juicio del Ordinario, oídos los interesados y su propio
consejo de asuntos económicos.

El dinero sufre mucha variación ya originada por la devaluación o por la fluctuación


de los intereses, lo cual debe ser objeto de análisis previo para evitar que las cargas no
se puedan cumplir en el inmediato presente. El crecimiento de costos como de los
servicios de la carga deben estar calculados.

Los bienes muebles como títulos, acciones, u otras modalidades de papeles bancarios
que se reciben como dote para una fundación. Todo, dinero y bienes muebles deben
colocarse de manera segura con la clara mención de la destinación y de la carga que
deben cumplir. Esta forma debe estar aprobada por el Ordinario, oído los interesados
y su propio consejo de asuntos económicos.

4.3.5.- Formalidad que se debe observar


El Código exige varias garantías con el objeto de asegurar tanto la existencia de la
fundación como el cumplimiento de las cargas que se aceptan.

Canon 1306 § 1 Las fundaciones, aun las hechas de viva voz se han
de consignar por escrito.
§2 Se conservará de manera segura una copia de la escritura de
fundación en el archivo de la curia, y otra en el archivo de la persona
jurídica interesada.

Canon 1307 § 1 En observancia de las prescripciones de los cann.


1300 - 1302 y 1287, ha de hacerse una tabla de las cargas de las
fundaciones pías, y colocarla en un lugar visible, de modo que las
obligaciones que hayan de cumplirse no caigan en el olvido.
§2 Además del libro al que se refiere el cann. 958 § 1, el párroco
o el rector ha de llevar y conservar otro en el que se anoten cada una
de las obligaciones, su cumplimiento y las limosnas.

La formalidad o requisitos que se deben observar son:


➢ La redacción de un documento escrito, aunque la fundación se hubiera hecho
de palabra. El documento es la Escritura de Fundación

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➢ La Escritura de Fundación deberá ser en duplicado: uno para el Archivo de la


Curia y otro para el Archivo de la persona interesada
➢ Además de las obligaciones señaladas en los cánones 1300-1302 y 1287, se ha de
colocar una tabla, en lugar visible con las cargas de las fundaciones pías.
➢ El párroco y el rector de iglesia llevará además del libro 105 de Misas, otro
relativo a las obligaciones, su cumplimiento y las limosnas.

4.4.- Las obligaciones anexas a las causas pías

4.4.1.- Eventual reducción de las cargas de Misas

La reducción de las cargas de Misas tiene lugar cuando por la variación monetaria, las
rentas no alcanzan a cubrir el estipendio del número de Misas a que se habían
comprometido o que se habían aceptado.

Canon 1308 § 1 La reducción de las cargas de Misas, que sólo se


hará por causa justa y necesaria, se reserva a la Sede Apostólica, salvo
en lo que a continuación se indica.
§ 2 Si así se indica expresamente en la escritura de fundación, el
Ordinario puede reducir las cargas de Misas por haber disminuido las
rentas.
§ 3 Compete al Obispo diocesano la facultad de reducir el número de
Misas que han de celebrarse en virtud de legados o de otros títulos
válidos por si mismos, cuando han disminuido las rentas y mientras
persista esta causa, habida cuenta del estipendio legítimamente
vigente en la diócesis, siempre que no haya alguien que esté obligado
y a quien se le pueda exigir con eficacia que aumente la limosna.
§ 4 Compete al mismo Obispo la facultad de reducir las cargas o
legados de Misas que pesan sobre las instituciones eclesiásticas, si las
rentas hubieran llegado a ser insuficientes para alcanzar
convenientemente el fin propio de dicha institución.
§ 5 Goza de las mismas facultades expresadas en los §§ 3 y 4 el
Superior general de un instituto religioso clerical de derecho
pontificio.

De conformidad con el principio establecido por el canon 1300, sobre el cumplimiento


las voluntades de los fieles una vez aceptadas, que debe ser con suma diligencia, lo
cual conlleva que ninguna modificación es admisible, a no ser por causa justa y
necesaria, observando las formalidades exigidas por el derecho.

105Canon 958 § 1 El párroco y el rector de un iglesia o de otro lugar piadoso, donde suelen
recibirse estipendios de Misas, han de tener un libro especial en el que tomarán diligentemente nota
del número de Misas que se han de celebrar, de la intención, del estipendio ofrecido y del
cumplimiento del encargo.

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La obligación de las Misas tiene especial cuidado e importancia. Por eso el Legislador
presenta las siguientes normas:
➢ La reducción de las cargas de Misas, por causa justa y necesaria se reserva a la
Santa Sede
➢ El Ordinario puede reducir las cargas de Misas por haber disminuido las rentas
➢ El Obispo diocesano puede reducir el número de Misas en virtud de legados
etc. cuando han disminuido las rentas
➢ El Obispo diocesano puede reducir las cargas de Misas en instituciones
eclesiásticas por insuficiencia de las rentas
➢ La misma facultad, de los §§ 3 y 4 goza el Superior General del instituto
religioso clerical de derecho pontificio.

4.4.2.- Traslado de obligaciones

Canon 1309 Compete también a las autoridades mencionadas en el


can. 1308 la potestad de trasladar, por causa proporcionada, las cargas
de Misas a días, iglesias o altares distintos de aquellos que fueron
determinados en la fundación.

Es posible que la carga de Misas tenga una determinada modalidad, por ejemplo que
se deban celebrar en determinado santuario, en determinado altar. Quienes gozan de
las facultades otorgadas por el cano 1308, pueden trasladar la obligación a días
diferentes, a altares distintos, con tal que se cumpla con la obligación.

4.4.3.- Otras obligaciones

Canon 1310 § 1 Si el fundador concedió expresamente al Ordinario el


poder reducir, moderar o conmutar la voluntad de los fieles sobre
causas pías, este puede hacerlo sólo por causa justa y necesaria.
§2 Si se hiciera imposible el cumplimiento de las cargas, por
disminución de las rentas o por otra causa, sin culpa de los
administradores, el Ordinario podrá disminuir con equidad esas
cargas, después de oír a los interesados y a su propio consejo de
asuntos económicos, y respetando de la mejor manera posible la
voluntad del fundador; se exceptúa, sin embargo, la reducción de
Misas, que se rige por las prescripciones del can.1308.
§3 En los demás casos, hay que recurrir a la Sede Apostólica.

Se debe tener cuidado con los términos que ha empleado la ley: Reducción se refiere a
la disminución de los actos o prestación de servicios ordenados; Moderar se refiere al
costo relativo; Conmutar es la sustitución de un acto por otro.

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La Reducción, La Moderación y la Conmutación exigen causa justa y necesaria. Sin


embargo el Código prevé dos situaciones o hipótesis:

 Que la facultad la haya concedido el mismo fundador en el mismo acto de


fundación, entonces el Ordinario no hace cosa diferente que emplear esa
facultad de modo legítimo por la existencia de causa justa y necesaria.

 Que el cumplimiento de las obligaciones resulta imposible porque se han


disminuido las rentas o por otra causa sin culpa del administrador. En tal caso,
el Ordinario podrá hacer una equitativa reducción de las cargas, no obstante
que ese caso no esté contemplado en la fundación, pero con las condiciones
siguientes:

➢ Que se oiga el parecer del Consejo de asuntos económicos

➢ Que se respete del mejor modo posible la voluntad del fundador

➢ Se exceptúa la reducción de Misas que se rige por las prescripciones del


c. 1308.

En los demás casos se debe recurrir a la Santa Sede.

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