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Los Secretos Detrás Del Superagente 86
Los Secretos Detrás Del Superagente 86
Ella estudió actuación y una vez que obtuvo el diploma creyó que todo
lo que seguía sería fácil. Corrían los años cincuenta y para todos se abría un
mundo nuevo. Ningún sueño parecía imposible. Tenía poco más de veinte años
y todavía utilizaba su nombre de nacimiento, Barbara Ann Hall. Se instaló en
Nueva York y probó suerte en Broadway. Al principio se entusiasmó. Las
primeras audiciones fueron fructíferas. Su belleza, frescura y altura marcaban
diferencia entre el centenar de aspirantes. Eran papeles menores pero eso
todavía no pesaba. “Lo importante es entrar”, le habían dicho. Pero pasaron
los años y las obras y Barbara solo obtenía papeles insignificantes.
“No progresaba, era frustrante. Y eran horas y horas de espera en
oficinas y audiciones”, dijo varias décadas después.
Barbara Feldon fue elegida como la 99. Le ofrecieron contrato por cinco
temporadas. Ella se negó. Pero no hubo especulación ni confianza excesiva en
el show. No quería quedar atada a algo tanto tiempo. No se imaginaba qué
podía ser de su vida cinco años más adelante. Firmó solo por dos
aunque con opción a renovar.
El Superagente 86, se sabe, fue un éxito extraordinario. Y ella, Barbara
Feldon, fue una parte importante de él. Contrafigura femenina, aportaba el
equilibrio necesario. Mostró poseer un buen timing para la comedia, para
sostenerle el ritmo a un cómico como Don Adams.
Ella fue nominada a los Emmy pero no ganó la estatuilla. Fue la única del
programa que no obtuvo un premio. Como siempre, se tomó la situación
con humor.
Luego de que la serie, tras cinco temporadas, fuera dada de baja, el destino
artístico de Barbara Feldon fue similar al de sus compañeros de
programa. Destellos renovados de popularidad tras alguna publicidad o
después de alguno de los renacimientos (todos poco exitosos) del Superagente
86, participaciones esporádicas en películas televisivas y papeles de invitada
en episodios desperdigados de series establecidas.
A Barbara Feldon siempre se la vio serena, con una sonrisa, recordando con
gratitud y alegría su éxito pasado
A partir de ese momento vive sola en un lujoso departamento (que alguna vez
ocupó varias páginas en la revista Architectural Digest) en Manhattan, a una
cuadra del Museo Guggenheim y del Central Park.
Barbara Feldon cada tanto brinda entrevistas en las que pasea su inalterable
encanto y vitalidad.
Don Adams y Barbara Feldon en 2003. Una dupla inolvidable.
Donald James Yarmy nació en 1923. Tuvo una infancia como la de cualquier
otro chico de Nueva York de esos años. Quería ser actor pero la Segunda
Guerra Mundial se interpuso en sus sueños. Se enroló en el cuerpo de
Marines. Fue enviado al Pacífico. Participó de la Batalla de Guadalcanal.
Pudo evitar las balas japonesas pero no los mosquitos de la isla. Contrajo
una forma de malaria que tiene un alto índice mortal; se muere el 90% de
los que la contraen. Pese a haber estado grave durante unas semanas, cuando
ya casi no quedaban esperanzas, se recuperó aunque debió permanecer casi
un año en un hospital neozelandés. Al final de la convalecencia fue dado de
baja como Marine y regresó al continente.
Aprovechando su enorme destreza para las voces fue contratado para ser la
voz de un pingüino en un dibujo animado llamado Tennessee Tuxedo.
Mel Brooks declaró un tiempo después que “hasta ese momento nadie
había hecho una serie con un idiota como protagonista, así que decidí
ser el primero”.
En su primer año en el aire algunos críticos afirmaron que se trataba de un
programa antinorteamericano. La Guerra Fría era una realidad y muchos no
podían concebir que un agente oficial pudiera ser mostrado como un inepto.
A Don Adams le ofrecieron una buena paga semanal pero lejos de lo que
cobraban las estrellas televisivas. El actor confiaba en la serie y en su
capacidad. Desechó los 12.500 dólares semanales y prefirió cobrar un
mínimo viático y reservarse un porcentaje de los derechos del
programa. Fue la mejor decisión de su vida.
Don Adams se casó tres veces y se divorció otras tantas. Tuvo siete
hijos. La muerte en el 2004 de Cecily, una de sus hijas de su primer
matrimonio, fue un golpe que no pudo soportar. Cecily era actriz y murió
debido a un cáncer de pulmón. A partir de ese momento, Don Adams comenzó
con problemas de salud. Primero una fractura de cadera. Después varias
internaciones hasta que el 25 de septiembre de 2005, quince años atrás,
murió en un hospital de Los Ángeles a causa de una infección
pulmonar.
El Jefe (otro que no es llamado por su nombre propio aunque en algún capítulo
se lo identifique como Tadeo) es el contrapunto ideal del Agente 86. Es
serio, no puede creer la ineptitud de su subordinado aunque al mismo tiempo
se muestra indulgente con él. La paciencia que muestra, pese a sus enojos
contenidos con Smart, muy posiblemente se deba a que los demás agentes
tampoco eran un dechado de virtudes (el 86, cuando el Jefe amenazaba
despedirlo, decía: “Mire que si me echa a mí, el que queda en mi lugar es
Larabee”).