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La Dignidad Del Arte

Yo escribo para quienes no pueden leerme. Los de abajo, los que esperan desde hace siglos en la
cola de la historia, no saben leer o no tienen con qué.

Cuando me viene el desánimo, me hace bien recordar una lección de dignidad del arte que recibí
hace años, en un teatro de Asis, en Italia. Habíamos ido con Helena a ver un espectáculo de
pantomima, y no había nadie. Ella y yo éramos los únicos espectadores. Cuando se apagó la luz, se
nos sumaron el acomodador y la boletera.

Y, sin embargo, los actores, más numerosos que el público, trabajaron aquella noche como si
estuvieran viviendo la gloria de un estreno a sala repleta. Hicieron su tarea entregándose enteros,
con todo, con alma y vida; y fue una maravilla.

Nuestros aplausos retumbaron en la soledad de la sala.

Nosotros aplaudimos hasta despellejarnos las manos.

--Eduardo Galeano.

Este pequeño apólogo nos demuestra que el arte va más allá del que lo recibe o cuantos lo reciban.

Gira en torno sobre aquel que lo interpreta, crea o representa, del mensaje que busca transmitir,
eso es lo que lo hace digno, lo que lo hace valer. Porque queramos admitirlo o no, uno debe hacer
valerse a su arte. Y depende que cómo éste sea creado y/o presentado y no de su audiencia, si es
digno o no de ser, si éste puede ser más o menos arte por más extraño que suene.

Es entonces que damos pie a unas cuantas dudas que tras leer esto nos surgen; ¿Qué es la dignidad?
¿Qué es aquello que hace a algo más digno o no? ¿Por qué el arte es más o menos que…?

Para ello comencemos citando a Kant que nos habla en realidad de la dignidad humana, pero
nosotros vamos a partir de esto para hablar de la dignidad en sí. “el ser humano no tiene precio,
sino dignidad; es digno en sí mismo, es un fin.”

Tienen precio aquellas cosas que pueden ser sustituidas por algo equivalente, en tanto que aquello
que trasciende todo precio y no admite nada equivalente, tiene dignidad.

Acá es donde nos preguntamos entonces si hay algo realmente ajeno al ser humano que se le pueda
adjudicar la calidad de digno ya que casi todas las cosas en este mundo se rigen bajo un precio, un
importe, o un número u algo en sí. Y desde nuestra mera opinión creemos que sí, y es utilizando al
arte como ejemplo que lo demostramos.

Entonces, aquel arte que es digno, lo es porque de alguna manera trasciende un precio, no recae en
un valor tan objetivo y redundante, cobra dignidad de alguna manera.

No fue solo la obra que Eduardo fue a ver lo que le resonó y marcó tanto, sino cómo es que la misma
fue representada cómo si para una audiencia enorme lo fuera, siendo menos de 5 personas en la
sala las que atendieron como público.

Facundo Hagopian, Facundo Devia y Celeste Riba.

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