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LA SALINIDAD DEL AGUA DE RIEGO Y DEL SUELO

Natividad Ruiz Baena


Sistema de Asistencia al Regante (SAR)
IFAPA Centro Alameda del Obispo, Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa

INTRODUCCIÓN

La calidad del agua y su influencia sobre las características del suelo, han sido poco
atendidas en el pasado, ya que se contaba con un suministro hídrico suficiente y de buena
calidad. Hoy día, sin embargo, la escasez de agua es un hecho evidente por la creciente
demanda que provoca la sobreexplotación de las fuentes de aprovisionamiento, impidiendo
la recuperación en los periodos de recarga y, con ello el agotamiento de los recursos
hídricos. La consecuencia para la agricultura es el necesario riego con aguas de baja
calidad o con dotaciones deficitarias.

Las zonas de Andalucía más afectadas son las marismas del Guadalquivir y zonas costeras
con problemas de sobreexplotación de los acuíferos que provocan su salinización por
intrusión marina. Hoy día, un tercio de los suelos agrícolas están afectados por salinidad.

Los efectos negativos de la salinización se concretan en la disminución del rendimiento de


los cultivos y de manera más drástica en la inaptitud del suelo para el cultivo de manera
irreversible. Es necesario por lo tanto, realizar las actuaciones oportunas en relación al
mantenimiento de la fertilidad del suelo cuando estos son regados con aguas de mala
calidad. Una alternativa sería la utilización de aguas residuales.

LA SALINIDAD Y SUS PARÁMETROS DE MEDIDA

La salinidad se define como la concentración de sales minerales disueltas, presentes en el


agua o en el suelo, referidas a una unidad de volumen o de peso. Todas las aguas de riego
contienen sales disueltas, cuyo tipo y cantidad depende de su origen y del curso que hayan
seguido antes de su utilización. Los principales solutos son los cationes Na+, Ca2+, Mg2+ y
K+, y los aniones Cl-, SO4=, HCO3-, CO3= y NO3-. También pueden encontrarse otros
componentes como B, Sr, Li, SiO 2, F, Mo, Mn, Ba y Al (Tanji, 1990).

Existen diferentes parámetros para me dir la salinidad: en estudios de campo, la salinidad


del agua se suele expresar como conductividad eléctrica (CE), medida en dS m -1 o en mmho
cm -1. La medida de la conductividad eléctrica se basa en la aplicación de un potencial
eléctrico entre dos electrodos, observándose que la cantidad de corriente que circula varía
directamente con la concentración total de las sales disueltas en el agua. La CE tiene en
cuenta el efecto osmótico de los diferentes solutos cuando las soluciones están diluidas y
los iones completamente disociados. La salinidad del suelo se expresa como la CE del
extracto acuoso saturado del suelo, que se mide diluyendo el suelo y obteniendo una pasta
saturada para eliminar los efectos de los cambios en el contenido de agua del suelo o en la
composición de la solución del suelo. Otra forma de medir la salinidad es mediante el índice
de sales solubles totales, expresado en % o en ppm. Para estudios fisiológicos es más
común el uso de la concentración molar de la solución (mM o meq L-1).

LA CALIDAD DEL AGUA DE RIEGO


La clasificación de un agua o un suelo como salino es relativa ya que las respuestas de las
plantas y de los suelos a la salinidad son altamente variables. Así, con respecto a las
plantas, la salinidad se entiende como una concentración de sales solubles que excede la
necesaria para el crecimiento óptimo de la planta y tal que puede afectar significativamente
las propiedades coligativas de la solución a las que las raíces están expuestas,
especialmente por la reducción de su potencial osmótico (Läuchli y Epstein, 1990). En
cuanto al suelo, es considerado salino si la conductividad eléctrica del extracto de
saturación (CEE) excede de 4 dS m -1 a 25 ºC.

La calidad de un agua de riego es subjetiva y se tiene que considerar en términos


relativos, ya que la calidad real viene determinada por las condiciones específicas de uso, y
por numerosos factores externos tales como el cultivo, el clima, el suelo, el método y manejo
del riego, etc.

Los principales criterios que determinan la calidad del agua de riego son la salinidad, la
sodicidad y la toxicidad iónica específica:

??La salinidad del agua se mide en términos de conductividad eléctrica, como ya se


comentó anteriormente. Representa la cantidad total de sales inorgánicas
disueltas en el agua.

Calidad del agua de riego según la cantidad de sales disuelta (gramos/litro)

Calidad buena < 0,77

Calidad media 0,77-2,24

Calidad baja > 2,24


Fuente: Vega y Muñoz-Cobo (2005)

Calidad del agua de riego según su conductividad eléctrica (dS/m)

Conductividad eléctrica (dS/m) Calidad del agua Peligro de salinidad


0-1 Excelente a buena Bajo a medio
1-3 Buena a marginal Alto
(1)
>3 Marginal a inaceptable Muy alto
(1)
Según cultivos
Fuente: Vega y Muñoz-Cobo (2005)

??La sodicidad del agua es la cantidad relativa de sodio. Las aguas de riego con un
alto contenido de sodio tienden a producir suelo con niveles altos de sodio
intercambiable. El sodio influye en la estabilidad de la estructura del suelo. Para
caracterizar el nivel relativo de sodio en las aguas de riego, así como en las
soluciones del suelo, se usa la relación de adsorción de sodio (RAS): RAS = Na+/[
(Ca2+ + Mg2+)/2 ]1/2 , donde todas las concentraciones están expresadas en meq l-1.
El calcio y el magnesio producen un efecto unificador de las láminas de arcilla del
suelo y favorecen el mantenimiento de la estructura del suelo, por lo que el RAS
determina la relación entre el elemento disgregador y los elementos unificadores
de la estructura de un suelo.
Clasificación de las aguas de riego según RAS y recomendaciones generales para su
empleo

RAS Clase de agua Recomendaciones


Se puede usar en casi todos los
0 - 10 Baja alcalinidad suelos
Puede dar problemas en suelos
10 - 18 Alcalinidad media
arcillosos
Se puede usar en suelos bien
18 - 26 Alcalinidad alta drenados y ricos en materia
orgánica y yeso
No se pueden utilizar, salvo que
26 - 30 Alcalinidad muy alta los suelos tengan una salinidad
baja y se realice el enyesado
Fuente: Vega y Muñoz-Cobo (2005)

Para más información consultar el libro ‘Cultivo del olivo con riego localizado’ de
Miguel Pastor Muñoz-Cobo (Consejería de Agricultura y Pesca-Junta de Andalucía.
2005).

??La toxicidad iónica específica representa la existencia de problemas para los


cultivos por la presencia de iones que provocan daños en las plantas a
concentraciones superiores a las toleradas. El cloruro, el sodio y el boro son los
que pueden presentar mayores problemas de toxicidad en los cultivos.

??Además, hay que tener en cuenta el carbonato sódico residual y las


concentraciones máximas recomendadas de oligoelementos en el agua de riego.

LA SALINIDAD DEL SUELO Y EL RIEGO

La salinidad del suelo es un problema que se encuentra, fundamentalmente, en las


regiones áridas y semiáridas, relativamente bajas y que carecen de un drenaje apropiado.
Es el resultado de la movilización de cantidades de sal por riegos excesivos y la
acumulación de las aguas de drenaje en estas áreas, ya sea debido a la baja permeabilidad
de los suelos de textura fina que se encuentran en las cuencas y en depresiones o sea por
la presencia de una capa freática a poca profundidad y donde las sales ascienden hasta la
superficie del suelo como consecuencia de procesos causados por la evaporación.

También en las regiones húmedas, el suelo puede llegar a ser salino en zonas que bordean
el mar, sometidas a inundaciones periódicas que hacen que el nivel de salinidad fluctúe, o
en marismas y en dunas, donde el rocío salino desempeña un papel importante.

El método de riego empleado tiene una gran influencia tanto en la acumulación y la


distribución de las sales en el perfil del suelo como en la producción del cultivo. Asimismo,
con un manejo adecuado del riego se puede controlar eficientemente la concentración de
sales en el suelo. Cada método de riego tiene unas ventajas y unos inconvenientes:

En el riego por surcos, la salinidad se incrementa preferentemente en ciertas áreas, según


la forma de los surcos o de los caballones, lo que puede permitir a las plantas escapar de
las altas concentraciones de sales. El riego por inundación en superficies bien niveladas
permite aplicar agua de peor calidad que en otros métodos, ya que el control de la salinidad
es más sencillo. Sin embargo, en ambos métodos de riego, el consumo hídrico es muy alto y
éste es un parámetro que, en zonas áridas y semiáridas es muy importante, más aún si la
textura del suelo es gruesa y la infiltración es alta (Losada, 1997).
Por otra parte, el riego por aspersión ofrece la posibilidad de aplicar cantidades inferiores
de agua a las que se necesitan en los riegos por superficie. El principal inconveniente de
aplicar aguas salinas con este método de riego es que las sales entran en contacto con la
superficie foliar y al ser absorbidas provocan daños directos (quemaduras). De hecho, la
sensibilidad de los cultivos al riego por aspersión con aguas salinas está más relacionada
con la tasa de acumulación foliar de sales (Na + y Cl-) que con la tolerancia del cultivo a la
salinidad del suelo per se (Maas, 1990). Las hojas de árboles frutales como el almendro, el
albaricoquero y el cerezo absorben Na+ y Cl- incluso más fácilmente que los cultivos
herbáceos (Ehlig y Bernstein, 1959). También las hojas de los cítricos absorben estos iones
en cantidades que causan quemaduras foliares, aunque lo hacen más lentamente (Harding
et al., 1958).

Por todo ello es necesario usar aguas de mayor calidad en riego por aspersión que en riego
por superficie. La extensión del daño depende, además, de la frecuencia y duración del
riego y de ciertos factores climáticos: en el riego con aguas salinas por aspersión se deben
aplicar dosis mayores y menos frecuentes, ya que el daño foliar está más relacionado con la
frecuencia que con la duración (Francois y Clark, 1979). Además, es mejor el riego por la
noche, cuando la evaporación es menor. De día se deben evitar las altas temperaturas y el
viento.

En cuanto al riego por goteo, evita el daño en las hojas y disminuye el consumo de agua,
conservando la humedad del suelo alta, lo que permite mantener baja la concentración de
sales debido a la frecuencia de las aplicaciones. Es especialmente beneficioso en los suelos
arenosos que tienen una baja capacidad de retención de agua y donde la variación en el
contenido de agua durante el intervalo de riego es más pronunciada que en suelos de
texturas más gruesas. El único inconveniente es la necesidad de eliminar las sales que se
acumulan en el frente del bulbo.

Por último, con los sistemas de riego subsuperficial, el principal inconveniente es el lavado
de la zona por encima del emisor, ya que la evaporación y el movimiento ascendente de las
sales puede causar la acumulación de las mismas cerca de la superficie, pudiendo alcanzar
niveles que pueden llegar a ser tóxicos.

EL LAVADO DE SALES Y EL USO DE AGUAS SALINAS

En todos los métodos de riego, para prevenir la acumulación excesiva de las sales en la
zona radical, es necesario aplicar una cantidad extra de agua, la fracción de lavado, de
manera que supere a la necesaria para la evapotranspiración. Esta fracción de agua debe
pasar a través de la zona radical para desplazar, de este modo, el exceso de sales. La
frecuencia y la cantidad de lavado depende de la calidad del agua, del clima, del suelo y de
la sensibilidad del cultivo a la salinidad.

Como consecuencia del consumo de energía relativamente bajo, la inundación es el método


tradicionalmente empleado para el lavado de sales, aunque no necesariamente es el más
eficiente (Losada, 1997). Para un manejo eficiente de las dosis de lavado, éste debe
efectuarse en las etapas más sensibles del cultivo. En cuanto a la calidad del agua aplicada
en la fracción de lavado, hay que considerar que su conductividad eléctrica debe ser más
baja que la de la solución del suelo, ya que cuanto menor sea el contenido de sales del agua
de lavado, más efectivo será éste.

El control de la salinidad que lleva a cabo el lavado, se realiza con mayor facilidad en suelos
arenosos, donde la evacuación de las sales puede tener lugar incluso con lluvias
relativamente escasas. A medida que la textura del suelo es más fina, las dificultades para
prevenir la acumulación de sales en el suelo van aumentando, especialmente si el drenaje
es insuficiente.

Dependiendo del grado de lavado y de drenaje, la distribución de sales en el perfil del suelo
puede ser uniforme o ser muy irregular. Se puede producir el caso de que el excesivo lavado
de sales provoque un aumento en la concentración de éstas en el agua de drenaje. La
reutilización de estas aguas sin un manejo adecuado puede afectar a otras zonas que se
encuentren aguas abajo. Por ello, la intercepción de las aguas de drenaje es una buena
práctica para evitar estos problemas: en la medida que el agua de drenaje todavía sea
utilizable para la transpiración por un cultivo de mayor tolerancia a las sales, debe ser
interceptada, aislada y reutilizada para el riego (Rhoades, 1989).

Una última técnica de manejo es la mezcla o dilución de las aguas de drenaje con aguas
de buena calidad con el fin de aumentar el suministro de agua. Generalmente, se puede
obtener una mayor producción de los cultivos manteniéndolas separadas. Esta opción hay
que considerarla especialmente cuando se riegan cultivos sensibles a las sales o que se
encuentran en una fase de crecimiento más sensible.

Se han propuesto diversas estrategias para el uso de aguas salinas (o reutilizacion de


aguas de drenaje salinas). Una es el uso del agua directamente para el riego. Otra forma es
alternar aplicaciones de agua salina con aguas de mejor calidad (donde exista esta
disponibilidad). Una tercera forma es mezclar el agua de buena calidad con el agua salina.
Obviamente, la estrategia mas óptima depende de las circunstancias, o sea el nivel de
salinidad del agua salina, la calidad del agua no salina, la tolerancia del cultivo, el tipo de
suelo, etc. Aunque no se puede esperar una regla universal para todos los casos, en opinión
de algunos autores (Grattan and Rhoades, 1990; Hillel, 1994) es preferible la ‘estrategia
ciclica a la de mezcla porque permite al suelo ‘renovarse’ cada cierto tiempo.

BIBLIOGRAFÍA

Ehlig, C.F. y Bernstein, L. 1959. Foliar absorption of sodium and chloride as a factor in
sprinkler irrigation. Proc. Am. Soc. Hort. Sci. 74: 661-670.

Francois, L.E. y Clark, R.A. 1979. Accumulation of sodium and chloride in leaves of
sprinkler-irrigated grapes. J. Am. Soc. Hort. Sci. 104: 11-13.

Grattan, S. R. and J. D. Rhoades (1990). Irrigation with saline ground water and drainage
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Harding, R.B., Miller, M.P. y Fireman, M. 1958. Absorption of salts by citrus leaves during
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Hillel, D. (1994). Rivers of Eden: the struggle for water and the quest for peace in the Middle
East. Oxford, U.K., Oxford University Press.

Läuchli, A. y Epstein, E. 1990. Plant responses to saline and sodic conditions. En:
Agricultural Salinity Assessment and Management (Tanji, K.K., ed.), pp. 113-137. Amer. Soc.
Civil Eng., ASCE Manual and Reports on Engineering Practice Nº. 71, ASCE, New York.

Losada, A. 1997. Fundamentos de la hidrología y de la práctica de los riegos. ETSIA,


Universidad Politécnica de Madrid.
Maas, E.V. 1990. Crop salt tolerance. En: Agricultural Salinity Assessment and Management
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Vega V. y Pastor M. 2005. Calidad del agua de riego. Riego con aguas salinas. En: Cultivo
del Olivo con Riego Localizado. Ed. Mundi Prensa. Coedición Consejería de Agricultura y
Pesca. Junta de Andalucía.

Rhoades, J.D. 1989. Intercepting, isolating and reusing drainage waters for irrigation to
conserve water and protect water quality. Agric. Water Mgmt. 16:37-52.

Tanji, K.K. 1990. Nature and extent of agricultural salinity. En: Agricultural Salinity
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