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En el corazón de la Iglesia

Sí, la Iglesia tiene un corazón, un lugar donde habita su realidad más insondable, su vida
más íntima, su misterio. Nos urge descubrir el corazón de la Iglesia, su verdad y vocación última.
Nunca como en los momentos de tensión y conflicto, se siente la urgencia de recuperar una mirada
más profunda, capaz de vivir desde la verdad de Dios que habita en la Iglesia. Nuestra condición
humana, siempre ambigua y dada a instalarse en la superficie, propicia que, en ocasiones, vivamos
nuestra condición eclesial bastante lejos del corazón, el nuestro… y el de la Iglesia.
Nada mejor que la vivencia de los místicos para hallar una voz que se haga eco de las dulces
palabras del Señor. Y para hablar del sentido de Iglesia, naturalmente, también son las suyas
palabras cualificadas como ninguna. El Carmelo ha florecido desde sus orígenes con un fuerte
sentido eclesial. Puede ser hermoso descubrirlo en una mujer como Teresa de Lisieux. Su sencillez
evangélica puede ayudarnos a renovar este sentido eclesial, nuestra fidelidad a Cristo
sacramentalmente presente en su Iglesia.
Comprendí que si la Iglesia tenía un Cuerpo, compuesto de diferentes
miembros, el más necesario, el más noble de todos no le faltaba.
Comprendí que la Iglesia tenía un Corazón y que este corazón ardía de
Amor.
Manuscrito B
Estas palabras, a fuerza de repetidas, pueden pasarnos casi desapercibidas. Incluso es
probable que nos fijemos tan sólo en las líneas que siguen, a propósito del descubrimiento de su
vocación particular. Sin embargo, su densidad verdaderamente mística merece una atención
detenida. El caminito de Teresa pasa por el Corazón del Cuerpo Místico.
La Iglesia, Cristo unido a su Cuerpo… nos acercamos al Misterio divino que ha querido unir
a Sí, en la carne del Hijo, a toda la humanidad. Teresita nos invita a mirar este Cuerpo desde el
Corazón, un Cuerpo hermoso en su diversidad, aunque también por ello con sus conflictos y
divisiones. En su más profundo centro, donde nace su última unidad y su dinamismo verdaderamente
divino, habita el Amor. El Amor es el vínculo que une en abrazo eterno a los Tres en un único Dios,
la única palabra que, en nuestro pobre mundo finito, nos permite vislumbrar pálidamente la vida
íntima de la Trinidad.
Fuera de este Corazón abrasado en amor, cada miembro terminará pensando que él mismo
puede serlo todo o, peor aun, que sólo él es necesario, útil, verdadero. Olvidamos entonces que, si
tiene vida, es porque alienta en su Corazón el Amor eterno, vida que palpita al impulso del Espíritu.
Separados de este centro vivo, de nada sirve ninguno de sus miembros, sin el Amor que late en su
seno, no importa la vistosidad de sus miembros ni los éxitos de sus afanes: nada son…
Sentir a la Iglesia y con la Iglesia no consiste tanto en una cuestión de ideas y opiniones,
sino en una actitud del corazón. Quien desea buscar la única fuente de la Vida y del Amor, quien se
dispone a mirar a lo  más hondo y desde lo más hondo, podrá acercarse al Corazón de la Iglesia y
descubrir con profundo gozo que ahí se le regala el agua viva, mientras su prójimo se transfigura en
carne de su carne. 

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