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Ética Profesional

30 de Septiembre de 2020
Autores: Keyli Jácome- 201816314, Octavio Tejero-201811064, Isabel Trespalacios-201715277,
Oliverio Lara - 201713522, José David Cardona-201815877 y Felipe Guzmán -201817560

PARCIAL 1

El presente concepto tiene como propósito responder a la solicitud efectuada por el juez
Ramiro González Pinilla frente a la controversia que surgió en el caso de Camila González y Natalia
Pérez; una pareja homosexual que pretendia contraer matrimonio civilmente y cuya solitud fue
rechazada por el juez del juzgado décimo civil municipal de Cartagena. Adicionalmente, las
demandantes radicaron una queja disciplinaria contra el abogado Jose Miguel Taborda quien agredió
físicamente a las demandantes en virtud del no pago de su contraprestación por sus servicios. Para el
desarrollo del presente concepto, dividiremos la estructura argumentativa en dos secciones: i)
respuesta frente a la solicitud de apelación de la decisión del juez de primera instancia, ii) respuesta
frente a la queja disciplinaria radicada contra el abogado Jose Miguel Taborda. Para abarcar dichas
secciones se tendrán en cuenta las escuelas filosóficas en las que es posible encasillar el pensamiento
del juez Rolando Gómez Gómez, asimismo se analizará sí es reprochable la conducta desplegada por
la pareja y si son reprochables las conductas desplegadas por el abogado Taborda y Mendes.

En primer lugar, es importante señalar como el caso en concreto evidencia la complejidad que tiene la
aplicación de la ética profesional y los costos sociales y personales que acarrea el ejercicio de la
profesión así como la función social que tiene el abogado para el desarrollo y logro de los objetivos
del Estado Social de Derecho. De acuerdo con Anzola (2019) “la deliberación moral que el
profesional realiza en el ejercicio de su labor debe tener únicamente en cuenta el conjunto de valores,
principios y reglas que son relevantes para la profesión, aun cuando esto implica ignorar o afectar
valores que serían relevantes para la ética personal o el marco ético común”. En el caso en concreto,
se evidencia cómo el desarrollo profesional de la abogacía implica dilemas y tensiones éticas que en
nuestro concepto no deben salir de la esfera profesional ni interferir con la moral personal.

En este orden de ideas, consideramos que es posible encasillar el pensamiento del Juez Rolando
Gómez Gómez en la escuela filosófica de la ética de las virtudes. Lo anterior teniendo en cuenta que
parte de un concepto racional que pretende alcanzar el telos por medio de una interpretación
restrictiva de la norma que regula el matrimonio, ya que considera que la homosexualidad es
reprochable desde la concepcion católica y que se debe impartir esta concepción para garantizar el
bien de la polis. Además, el juez fundamenta su decisión en una estructura teleológica basada en lo
que considera como un acto virtuoso que no es más que un medio para alcanzar el bien supremo, que
en el caso del juez es el reconocimiento de la palabra de Dios, desde una perspectiva católica que en
su concepto debe imperar sobre el Estado Social de Derecho.

El pensamiento del juez también se puede encasillar en la ética formal Kantiana ya que su acción es
buena ya que obedece a la ley moral, que es el imperativo categórico universal y que, para el juez,
consiste en lo consagrado en la biblia. Es claro, por tanto, que el juez examinó la racionalidad de las
máximas para determinar cómo debería ser el actuar de las demandantes y consideró que la decisión
tenía un valor moral que la congregaba como buena, sin importar las desventajas que le podían traer
tanto a él, por medio de un proceso disciplinario, como a las demandantes en su esfera personal. Por
lo tanto, es claro que el actuar del juez concuerda con el imperativo categórico ya que logra
universalizar los principios que rigen sus acciones sin contradicciones.

El pensamiento del juez también se puede encasillar en la ética utilitarista puesto que el juez considera
que, al ser la razón instrumental, sus decisiones también lo serán y, por lo tanto, su decisión es moral
ya que es un medio para conseguir un fin que puede satisfacer las necesidades y se maximice la
utilidad de la decisión. En otras palabras, el juez maximiza su utilidad por medio de una
interpretación restrictiva de la norma que regula el matrimonio ya que considera que la
homosexualidad es repochable desde la concepcion católica, razón por la cual desde su concepcion
debe imperar este concepto.

El pensamiento del juez no se puede encasillar en la ética de Hegel puesto que Hegel se basa en la
expresión de la voluntad general que es el espíritu ético, lo cual implica la libertad y racionalidad del
hombre bajo un juicio interpersonal. El juez, por medio de su actuación, parte de la premisa de que la
ética se realiza en el universal concreto del Estado en donde no logra sintetizar la exterioridad de lo
legal y la subjetividad moral, el juez no logra sintetizar el espíritu del pueblo ya que su actuar no es
ético debido a que no actúa acorde a lo consagrado en la Constitución Política de Colombia que
consagra la igualdad como principio fundamental del Estado Social de Derecho. Por lo tanto, de
acuerdo con esta concepción si es procedente la apelación a la sentencia de primera instancia.

En segundo lugar, si analizamos la conducta desplegada por la pareja bajo las ideas de la Ética
Kantiana, podríamos decir que su acción más reprochable sería la intención de casarse para graduar el
posible castigo disciplinario que pudiera imponerse sobre ambas. De esta manera, teniendo en cuenta
los postulados de esta escuela, la conducta desplegada por la pareja carecería completamente de valor
moral. Esto, pues el valor moral de una acción sólo se obtiene en cuanto se obra sin tener en cuenta
los posibles resultados o conveniencias de una acción. Esto no ocurre en el caso, pues la pareja busca
la opción del matrimonio únicamente para escapar a un posible castigo, es decir, su acción es
desplegada teniendo en cuenta el resultado, no desde que su acción sea buena en sí misma. Es claro,
además, que el valor moral de la decisión de contraer matrimonio sería moral bajo esta escuela, si la
pareja lo hubiera decidido porque la acción es buena independientemente si les es beneficiosa o no.
Claramente, su motivación es instrumental, se basa en ver a su pareja como un medio para obtener un
fin (casarse para evitar una sanción), y esto va en contra del principio Kantiano que propone que se
debe tratar a las personas como fines en sí mismos, no como medios. “...el imperativo categórico
requiere que trate a todas las personas (incluido yo mismo) con respeto, como un fin, no como un
simple medio” (Sandel, M. 2011. p. 150). Su acción es fácilmente puesta a prueba con esta escuela
con la comprobación de la universalidad de la máxima propuesta. Si la acción desplegada por la
pareja se volviera una máxima universal, ¿tendría valor moral el casarse con una persona? La
respuesta de la Ética Kantiana frente a esta máxima propuesta de la pareja sería que no, no existiría
valor moral porque, entonces, de volverse este axioma un principio universal, el matrimonio perdería
sentido porque sólo sería utilizado para librarse de posibles sanciones disciplinarias en el área de
trabajo. Después de aprovechar estos beneficios, la figura del matrimonio sería desechada por las
parejas a través del divorcio. “Por ‘máxima’, Kant entiende una regla o principio [...] Lo que está
diciendo es que deberíamos actuar basándonos sólo en principios que se puedan universalizar sin
contradicciones” (Sandel, M. 2011. p. 139). De esta manera, la máxima no podría ser universal porque
sería contradictoria con la misma figura del matrimonio y así, se confirma que su acción carecería de
valor moral, por lo que, bajo los postulados de la escuela Kantiana, esta acción es reprochable.

Una segunda acción sería reprochable desde la perspectiva Kantiana: el abstenerse del pago del
abogado. A pesar de que el abogado Taborda no pudo cumplir, hay que recordar que los abogados no
están obligados al resultado de un proceso, sólo a desempeñar diligente y prudentemente los trámites
frente al caso que representen. Aunque seguramente existían más recursos para continuar con los
intereses de sus clientes, un abogado puede renunciar a un proceso por diferentes motivos y esto no
puede significar el rechazo de la obligación del pago de una cantidad adecuada a la labor
desempeñada hasta el momento. Así, la pareja no podía negarle a Taborda el pago de sus servicios y
tenía que renegociar las condiciones del contrato frente al precio. Una perspectiva Kantiana reprobaría
dicha negación al pago pues, a pesar del resultado al que no estaba obligado el abogado, no es justo
negar el reconocimiento de los honorarios de un trabajador obligado a una diligencia.

Un principio propuesto por esta acción de la pareja resultaría en algo como, “pago al abogado que
logre conseguir a cabalidad el reconocimiento de mis intereses”. Algo que sin mayor evaluación
resulta contradictorio para la labor misma de la abogacía pues se volvería completamente insostenible.
El abogado no tiene poder sobre las decisiones definitivas de sus casos, y poner este peso sobre su
oficio sería denegarle el reconocimiento de los esfuerzos de su labor, la cual es únicamente una
obligación de medio, no de resultado. Teniendo en cuenta la comprobación de la máxima propuesta en
el apartado anterior, esta acción daría por resultado un principio contradictorio con la labor misma de
la abogacía, y por esto, sería reprochable desde una perspectiva Kantiana. Se debería hacer el pago,
con relación a la cantidad de trabajo realizado hasta el momento de la renuncia, sin importar del
resultado o beneficio que esto les traiga. “... todo principio basado en el interés estaba condenado a
estar condicionado y no podía servir como ley moral en absoluto” (Sandel, M. 2011. p. 143). La
pareja trata el oficio de Taborda exclusivamente como un medio instrumental condicionado por la
utilidad que les pueda traer, y esto va en contra del oficio del abogado y la ética Kantiana.

En tercer lugar, es importante analizar la conducta del abogado Taborda porque claramente a priori es
una actuación desmedida e irracional, dentro del rol social que se cumple como ciudadano y como
abogado, el abogado agresor claramente actúa de tal manera que va contra el rol social impuesto bajo
el cual ejerce la abogacía y también contra la actuación normal que hubiera tenido cualquier otro
ciudadano. Ahora bien, bajo la luz de la Ley 1123 de 2007, en primer lugar se debe tomar la conducta
como antijurídica cuando “un abogado incurrirá en una falta antijurídica cuando con su conducta
afecte, sin justificación, alguno de los deberes consagrados en el presente código”. En relación con lo
anterior, si se entiende que uno de los deberes de los abogados es “Defender y promocionar los
Derechos Humanos (...)” la actuación del abogado cuando agrede físicamente a sus anteriores clientes
iría en contra de defender y promocionar los derechos humanos, lo que legalmente haría la conducta
antijurídica.

Si se mira la conducta del abogado Taborda desde el utilitarismo hedónico, descrito por Singer
(2004), se llegaría a la conclusión de que su conducta es perfectamente ética pues maximiza su placer
al golpear a la pareja y disminuye el dolor producido por el no pago de estas (p. 339). Sin embargo,
para Singer (2004), por fuera de este modelo quedaban otros aspectos en los que las personas
preferirían sufrir por obtener un “propio fin ulterior” que aliviara su conciencia (pp. 339-340). Con
base en lo anterior, se constituyó el utilitarismo de preferencia, la cual es más genérica que la
hedonista y que se basa en maximizar las preferencias de cada persona (Singer, 2004, pp. 339-341) .
Bajo esta teoría, también se podría llegar a la deducción de que Taborda actuó éticamente porque
siguió su preferencia de golpear personas en caso de no pagarle sus honorarios. No obstante, el caso
cambia cuando se mira a partir del utilitarismo de bienestar, el cual, según el mencionado autor, es la
teoría más moderna de estas, y que, como su nombre indica, se sustenta en “los intereses de bienestar
a largo plazo de la gente” (pp. 341). De esta manera, Singer determina que esta es la primera teoría
del utilitarismo que es impersonal porque no se basa en nuestros propios sentimientos y creencias,
sino en las de la gente como colectivo (pp. 341-345). Siendo así, en este caso, Taborda actuó de
manera unilateral, poniendo por encima de los intereses actuales de la comunidad (propender por una
verdadera igualdad), su propia voluntad y afectando a 2 personas que, por el hecho de ser mujeres y
población LGBTI, son sujetos vulnerables, pues representan un colectivo discriminado históricamente
en nuestra sociedad. Además, debe entenderse que la Constitución del 91, ha sido la primera en la
historia de Colombia que se constituyó como un verdadero pacto social de todos los sectores
poblacionales y de personas con distintas formas de pensar, justamente para asegurar una verdadera
integridad nacional, a partir de las diferencias. Así las cosas, la actuación de Taborda desborda el
sentir constituyente, el sentir de la sociedad, al imponer sus intereses golpeando a una pareja de
mujeres en medio de un intento histórico, y del que la sociedad hace parte, de proteger a los
indefensos y de luchar contra el maltrato a la mujer y las minorías sexuales. Por esto, Taborda actuó
de forma reprochable al controvertir los fundamentos del utilitarismo de bienestar al vulnerar los
derechos (utilidades) de estas 2 mujeres a vivir en paz, libres de discriminación, a su integridad física
y mental, entre otros.

Asimismo, por todo lo dicho, se podría plantear también que Taborda actuó de forma correcta para las
dos primeras teoría del utilitarismo en tanto que él se lucró al aconsejarles a las mujeres contraer
matrimonio para que la sanción administrativa de Camila no sea tan severa. Este sentido lucrativo se
constituye pues como maximización del placer y de sus preferencias. Sin embargo, respecto al
utilitarismo de bienestar, el abogado actuó de forma reprochable debido a que se basó en las utilidades
de él y de la pareja y no de las utilidades de la sociedad. Aunque, aquí entra el punto de cuándo se
puede determinar si una actuación es beneficiosa para la gente, también es cierto que el engaño a las
normas, ya sean las de un hospital o la nacionales, para recibir un beneficio, no es éticamente correcto
porque las normas están para asegurar el bienestar interno de las personas del hospital o de todos los
residentes en el país.

Por otro lado, en cuanto al abogado Mendes, su actuación es ética a partir de cualquiera de las teorías
del utilitarismo. Así, el abogado Mendes inició un proceso disciplinario contra el juez y contra el
abogado Taborda. La actuación del juez se intenta llevar a proceso disciplinario porque su sentencia
no solo es falta de fundamento, sino abiertamente inconstitucional por desconocer las normas
constitucionales y el precedente judicial sentado por la Corte Constitucional, único organismo del
Estado que está facultado para proteger la Carta y dar una interpretación correcta de su texto.
Mientras, la actuación del abogado se intenta llevar a proceso disciplinario por haber golpeado a sus
clientas. Siendo este el centro de la actuación de Mendes -y debido a que, incluso, habiendo querido
solo recibir una contraprestación por su labores, su actuación resultó en beneficio de sus clientas-, se
considera que respecto al utilitarismo de bienestar, dicha operación resulta correcta porque vela por
los intereses de la sociedad al intentar que la jurisdicción sancione (i) a un juez que representa un
peligro para los derechos de las parejas del mismo sexo y para los no católicos y (ii) a un abogado que
puede llegar a poner en peligro la integridad física de sus clientes en caso de incumplimiento por parte
de ellos, esto es, un abogado que hace justicia por mano propia, ignorando así, todo el sistema judicial
existente. Además, en cuanto al utilitarismo hedonista y el de preferencia, no se sabe si la motivación
del abogado haya sido la defensa de sus clientes y de la sociedad; sin embargo, incluso en este caso,
puede que sea uno de los abogados que sienten placer al prestar un buen servicio o al ganar un caso, o
de aquellos que prefieren poner todo su esfuerzo y empeño en defender a sus clientes, cumpliendo así
lo postulado en estas teorías. Asimismo, si la motivación del abogado hubiera sido el dinero, también
se cumpliría estos postulados al representar al dinero como una fuente de placer o como una
preferencia que él tiene para su vida (acumular riqueza).

En conclusión, es claro por tanto que: i) desde un análisis crítico de la concepción ética de Hegel la
solicitud de apelación de la decisión del juez de primera instancia se encuentra fundada puesto que,
como se estableció anteriormente, dicha decisión apelada no está acorde al principio de igualdad
consagrado en la constitución, ii) desde un análisis crítico bajo una concepción de la ética utilitarista
la queja disciplinaria radicada contra el abogado Jose Miguel Taborda se encuentra fundada, tal como
se expuso anteriormente.

Referencias Bibliográficas
Anzola Rodríguez, Sergio Iván. (2019) El malestar en la profesión jurídica. Tensiones entre la ética
personal y la ética profesional de los abogados. Bogotá: Universidad de los Andes.

Sandel, Michael. (2011) Justicia: ¿hacemos lo que debemos?. Barcelona: Random House Mondadori.

Singer, P. (2004). Compendio de ética. Madrid: Alianza Editorial.

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