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Pierre Hadot nació el 21 de febrero de 1922. Fue un filósofo francés reconocido por
su especialización en filosofía antigua, sobre todo en el Neoplatonismo y el pensamiento
griego antiguo. Fue director de la École des Hautes Études en Sciences Sociales y profesor
de Historia del Pensamiento Helenístico y Romano en el Collège de France hasta 1991.
Hadot fue uno de los primeros filósofos en mencionar las teorías de Ludwig Wittgenstein en
el mundo académico francés. Publicó numerosas obras sobre filosofía clásica en las cuales
analizó temas poco tratados de Sócrates y otros filósofos griegos. Murió el 24 de abril de
2010.
A partir de un diálogo previo sobre las ideas centrales que plasma el autor, se
construye un análisis desde la concepción de la filosofía como inherente al hombre, la función
de las percepciones y práctica del presente para conseguir ser sabios, reflejando
comprensiones, generando algunas preguntas y trayendo a la discusión situaciones concretas
de la vida cotidiana para propiciar un diálogo en conjunto y reflexionar a partir de la filosofía
como vivencia consciente y personal.
Dicho esto, según Hadot (2006), la filosofía no es un lujo para el ser humano por el
simple hecho de que lo lujoso es “costoso e inútil” (Hadot, P. 2006, 299), sin embargo, no
todos somos capaces de ver la vida a través de la filosofía por distintas razones, como nuestras
creencias, experiencias de vida, crianzas y demás. Un lujo también puede ser entendido como
algo que no es accesible para todos o como algo que requiere de tiempo y práctica para
obtenerlo. La cosa es que Hadot (2006) lo discute desde una perspectiva diferente, en la cual
critica la idea de que el lujo está estrictamente ligado al beneficio monetario y en ese caso, la
filosofía no es un lujo, ya que la filosofía trae consigo un beneficio personal, de
transformación interior. No obstante, ver el mundo a través de una perspectiva estética no es
posible de la noche a la mañana, requiere de tiempo, práctica y una conversión. Por lo tanto,
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desde este punto de vista, creemos que la filosofía también puede ser pensada como un lujo
para aquellos a quienes no se les presenta la posibilidad de indagarla.
A partir de la noción de sabio que Hadot (2006) plantea, surge la pregunta ¿qué
implica tener una consciencia del mundo? Para tener una consciencia del mundo, es necesario
considerarse parte del mundo y no separarse del mundo. Solo se puede ser parte del mundo
al saber y conocer profundamente los procesos del mundo, pues es así como puede
sumergirse en la totalidad del cosmos. Esto implica dejar atrás ese yo individual para situarse
en un plano universal y, así, reintegrarse a ese mundo, a ese cosmos, del que se forma parte
(Cf. Hadot, 2006). Tristemente, en la actualidad, el mundo es considerado como el entorno
del hombre, dotando al mundo de un sentido plenamente mercantil (Hadot, 2006). En este
sentido, el hombre contemporáneo debe intentar vivir en la práctica de la sabiduría, en la que
su objetivo es conseguir reintegrar ese yo en el mundo y en el cosmos. No obstante, Hadot
(2006) plantea que nuestra manera habitual de percibir el mundo no ha quedado alterada de
manera profunda por las nuevas concepciones, determinadas por las ciencias. Todo el mundo
científico ha sido construido a través de como experimentamos el mundo y para poder pensar
sobre la propia ciencia, es necesario recuperar primero la experiencia del mundo. De esta
manera, tanto la ciencia como la filosofía se oponen al mundo de la percepción habitual: la
ciencia reduce el universo a sus aspectos cuantitativos de sus progresos matemáticos y
técnicos, mientras que la filosofía profundiza la percepción habitual del mundo, al hacer
tomar conciencia del mismo hecho de percibir el mundo y de que el mundo es aquello que
percibimos (Hadot, 2006).
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percepción habitual del mundo y de las cosas: implica romper con el estado inconsciente del
hombre, en el que mantiene una percepción utilitarista que le oculta lo que realmente es el
mundo. Esta percepción estética y desinteresada del mundo permite que el hombre tenga una
relación singular con el cosmos, en la que tiene una experiencia de la belleza pues las
estructuras naturales constituyen el punto de partida y el objetivo final de cualquier belleza
imaginable. Al ser el hombre parte de la naturaleza, el sentimiento que experimenta ante la
belleza refleja su condición de ser vivo y de parte integrante del universo. Esto solo se logra
al romper con la familiaridad que se tiene con el mundo y esa ruptura permite que se vea al
mundo por primera vez (Hadot, 2006).
Sin embargo, el obstáculo para que el hombre pueda percibir (realmente) el mundo,
logre esa percepción filosófica, desinteresada, estética, del mundo, está en su condición
humana. Su condición hace que el hombre humanice el mundo, transformándolo tanto por
medio de su actividad como de su percepción en un conjunto de cosas útiles para la vida, en
objetos con valor y utilidad convencional (Hadot, 2006). En consecuencia, el hombre percibe
ese mundo y no ve al mundo en sí mismo. Solo al distanciarse del mundo cotidiano es que el
hombre puede reencontrarse verdaderamente con el mundo. Es entonces, en la toma de
conciencia que el hombre hace de su relación con el mundo y al distanciarse de su percepción
utilitarista característica de su cotidianidad, que el hombre puede realmente experimentar el
placer, pues esta transformación absoluta trae al espíritu la paz, la serenidad interior y le
permite abrirse al cosmos y a la sabiduría (Hadot, 2006).
Para nadie es un secreto que el mundo en el que vivimos, un mundo que funciona en
razón del capitalismo, es un mundo que mantiene y fomenta una percepción utilitarista del
mundo. Sin duda alguna, nuestra actualidad necesita un poco de estética y filosofía para que
se observen las cosas por lo que son y no por lo que hacen. Sin embargo, uno se podría
preguntar si es esto realmente algo positivo. Desde nuestros antecesores, la perspectiva
utilitarista fue aquello que los mantuvo vivos y que les permitió ir avanzando y desarrollando
millones de creaciones. La visión utilitarista ha permitido tener una esencia creativa que ha
permitido nuestra supervivencia y el avance de nuestra especie. Ahora bien, ¿hasta qué punto
es pertinente una percepción utilitarista? En este sentido, ¿no sería, entonces, el reto del
hombre lograr el balance necesario entre la percepción utilitarista y la percepción filosófica,
estética, desinteresada? Por otro lado, siguiendo con el planteamiento de Hadot (2006), quien
plantea que el mundo es aquello que percibimos, es válido preguntarse entonces ¿cuántos
mundos existen? ¿qué es el mundo si cada persona tiene una percepción única? ¿cuál es la
verdadera percepción y, en consecuencia, el verdadero mundo?
Por otra parte, el autor explicita la necesidad de separar la experiencia de vivir, del
futuro y del pasado para concentrarse en su presente y así lograr la conversión a partir de la
transformación de su actitud interior con ejercicios para concentrar el espíritu en el presente
(Hadot, 2006). De esta manera se logra reaprender el mundo para ser sabio solo hasta
considerarse parte de él para ser, por medio de los procesos del mundo tomando consciencia
de la relación que se tiene con el mismo, reflexionando sobre la percepción y así lograr
transformar la atención sobre el presente (Hadot, 2006).
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El mundo habita en medio de duelos. Niños que extrañan jugar en el colegio con sus
amigos y que ahora deben estudiar desde sus casas; bachilleres que añoran poder graduarse
con toda su promoción; amigos que desean abrazarse en persona; cumpleaños para compartir
e incluso seres amados que ya no están. En fin, diversas circunstancias que aún son difíciles
de aceptar para vivir de otra forma. Por tanto, el dolor hace parte de la experiencia de vivir,
pero no es obvio para la sociedad aceptar que se vive en medio de duelos. ¿Cómo se supera
este estado inconsciente para transformarse, hacerse sabio y tener paz? ¿Cómo recuperar la
alegría en el presente sin sentir ansiedad por el futuro? Es esencial transformar la mirada
hacia un camino de esperanza para caminar con alegría paso a paso en este presente.
A lo largo de las páginas leídas de Hadot (2006), se puede identificar cómo la filosofía
es vista como una parte inherente al hombre y que le permite al humano cuestionar, conocer
y analizar aquello que lo rodea. Así mismo, la filosofía invita al hombre a pensarse como
sujeto parte de un cosmos, de un todo, pero además lo lleva a cambiar su perspectiva habitual
por una perspectiva estética, en la que puedo ver al mundo en cuanto a mundo, es decir, ver
al mundo, las cosas por lo que son y no por su utilidad. Esta nueva perspectiva trae consigo
la necesidad de vivir en el presente, para así lograr la transformación de la actitud interior del
hombre. Dentro de esta transformación, entendemos esta como un proceso que se encamina
al perfeccionamiento: una forma de encontrar esa armonía con el mundo para ir en busca de
lo mejor para la vida. Es así, como Hadot (2006), plasma en estas páginas la necesidad del
hombre por la filosofía y por cambiar la perspectiva habitual que viene haciendo para
entender por sí mismo y lograr el verdadero placer.
Bibliografía:
● Hadot, P. (2006). Ejercicios espirituales y filosofía antigua. Madrid, España: Siruela
● Lederach, J., (2007). Sobre la vocación: El misterio del riesgo. En La imaginación
moral. Bakeaz: Gernika Gogoratuz
● Pierre Hadot (2021). Errata naturae editores Visitado el 28 de enero de 2021, de
https://erratanaturae.com/autores/pierre-hadot/
● Samucga. (2021). Pierre Hadot: libros y biografía del autor. Visitado el 28 de enero
de 2021, de 2021, from http://www.lecturalia.com/autor/7042/pierre-hadot
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Lederach, J., (2007). Sobre la vocación: El misterio del riesgo. En La imaginación moral. Bakeaz: Gernika
Gogoratuz