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– ¡Hoooola! Así que estas niñas tan guapas son las amiguitas
de Pedro. – viendo acercarse a las niñas hasta donde estaban
sentadas.
– Cannnnela.
– Dddd...dddd.. can...dddddde....la.
– Sí.
– Ah.
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– Nadia.
– ¿Qué?
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– Tienes razón, detrás de esa niña hay una familia que no nos
mira distinto. Y eso me pone bien Julia, después de las cosas que he
vivido, es aire fresco, muy fresco.
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Así era su madre, se desvivía por esa nieta que era su gran
orgullo, por las cartas que le escribía, por las notas en el cole, por
todo.
– ¿A mí? Si no la conozco.
– Lo imaginaba Carmen.
– Vale. Pero no así, mamá. Tenía sus cosas. Después creo que
fue la inercia, pensaba que era bueno para Mara criarse con su
padre, yo me ocupaba de ella y de mi carrera, no necesitaba más.
– ¡Mamaaá!
– Espera unos días, a ver si Mora descubre qué tiene, por favor.
– dejaba de cortar y apoyaba la cuchilla sobre la encimera – No le
he dicho nada de lo que pasó, no quiero que se preocupe también
por eso. – sus ojos se inundaban de pena y ruego.
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– ¡Hoxtia!
– Lo sé, lo sé.